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1 Timoteo 4

El Comentario Bíblico del ExpositorEl Comentario Bíblico del Expositor

Versículos 1-16

Cap�tulo 13

EL VALOR COMPARATIVO DEL EJERCICIO CORPORAL Y DE LA PIEDAD. - 1 Timoteo 4:7 .

Es casi imposible decidir qu� quiere decir aqu� San Pablo con "ejercicio corporal". No es que la frase o el pasaje en el que aparece sea dif�cil u oscuro. Pero la frase puede significar una de estas dos cosas, las cuales tienen un excelente sentido en s� mismas y ambas se ajustan al contexto.

Al comienzo de este cap�tulo, el Ap�stol advierte a Timoteo contra los ap�statas que "prestar�n atenci�n a esp�ritus seductores y doctrinas de demonios que proh�ben casarse y mandan abstenerse de carnes". San Pablo tiene en mente a esos maestros morales que hicieron de las mortificaciones corporales el camino, no a la autodisciplina, sino a la modestia; y quien ense�� que tales cosas eran necesarias, no porque nuestros cuerpos sean propensos al mal, sino porque existen en absoluto.

Ten�an un cuerpo, sosten�an, era una degradaci�n: y tal posesi�n era una maldici�n, una carga y una verg�enza. En lugar de creer, como todo cristiano debe creer, que un cuerpo humano es una cosa muy sagrada, que debe ser celosamente guardado de todo lo que pueda da�arlo o contaminarlo, estos fil�sofos sosten�an que era peor que in�til, que no merec�a nada m�s que ser pisoteado. y abusado. Para que sea santificado aqu� y glorificado en el m�s all�, para que sea el templo del Esp�ritu Santo de Dios ahora y sea admitido para compartir la bienaventuranza de la humanidad ascendida de Cristo en el mundo venidero; ellos no pod�an ni quer�an creer.

Hay que hacerle sentir su propia vileza. Debe ser frenado, frustrado y atormentado hasta el sometimiento, hasta que llegue el momento bendito en que la muerte libere al alma infeliz que estaba unida a ella de su odiosa e intolerable compa�era.

Por supuesto, no puede suponerse ni por un momento que San Pablo admitiera que el "ejercicio corporal" de este tipo suicida era "provechoso" incluso "por un poco". Por el contrario, como ya hemos visto, condena todo el sistema en los t�rminos m�s en�rgicos. Es una blasfemia contra la bondad de Dios y un libelo contra la naturaleza humana. Pero algunas personas han pensado que el Ap�stol puede estar aludiendo a pr�cticas que, en todo caso externamente, se parec�an mucho a las pr�cticas que condena tan enf�ticamente.

Puede que tenga en mente esos ayunos, vigilias y otras formas de mortificaci�n corporal que, dentro de l�mites prudentes y santificadas por la humildad y la oraci�n, son una disciplina �til, si no necesaria, para la mayor�a de nosotros. Y se ha pensado que el mismo Timoteo pudo haber estado yendo a extremos imprudentes en tales pr�cticas asc�ticas: porque en esta misma carta encontramos a su afectuoso maestro dici�ndole: "No seas m�s bebedor de agua, sino usa un poco de vino para tu est�mago. por amor y muchas veces por tus dolencias ".

Este, entonces, es uno de los posibles significados de las palabras del Ap�stol en el pasaje que tenemos ante nosotros. La disciplina del cuerpo por medio de una severa regla de vida es provechosa para algo: pero no lo es todo. Ni siquiera es lo principal, ni nada que se acerque a lo principal. Lo principal es la piedad. Para el valor del ejercicio corporal de este tipo hay l�mites, y l�mites bastante estrechos: "es rentable por poco."

"Para el valor de la piedad no hay l�mites: es" �til para todas las cosas ". Las mortificaciones del cuerpo pueden preservarnos de los pecados de la carne, pero no son una protecci�n segura incluso contra estos. No son ninguna protecci�n en absoluto. a veces son lo opuesto a la protecci�n contra los pecados de autocomplacencia y orgullo espiritual. El ascetismo puede existir sin piedad y la piedad puede existir sin ascetismo. Las mortificaciones corporales pueden ser �tiles, pero tambi�n pueden ser da�inas tanto para el alma como para el cuerpo. La piedad siempre debe ser �til para ambos; nunca puede ser da�ina para ninguno de los dos.

Pero es muy posible entender la expresi�n "ejercicio corporal", en el sentido en que la frase se usa m�s com�nmente en una conversaci�n ordinaria entre nosotros. En el texto que estamos considerando puede significar ese ejercicio del cuerpo que estamos acostumbrados a realizar, algunos de nosotros por necesidad, porque el trabajo con el que ganamos nuestro pan de cada d�a implica un gran esfuerzo f�sico; algunos de nosotros por el bien de la salud, porque nuestro trabajo implica mucho estar sentados; algunos de nosotros por placer, porque el ejercicio corporal de diversos tipos nos deleita.

Esta interpretaci�n de la declaraci�n del Ap�stol, como la otra interpretaci�n, tiene buen sentido en s� misma y se ajusta al contexto. Y si bien eso estaba en armon�a con las palabras iniciales del cap�tulo, esto se ajusta al contexto inmediato.

San Pablo acaba de decir "Ejerc�tate para la piedad". Al usar la expresi�n "Ejerc�tate" (??????? ???????), por supuesto, estaba tomando prestado, como toma prestado tan constantemente, del lenguaje que se usaba con respecto a las competencias de gimnasia en los juegos p�blicos. El cristiano es un atleta, que debe entrenarse y ejercitarse para una competencia de por vida. Tiene que luchar y luchar con los poderes del mal, para poder ganar una corona de gloria que no se desvanezca.

Cu�n natural, entonces, que el Ap�stol, habiendo reci�n hablado del ejercicio espiritual para la consecuci�n de la piedad, pase a echar un vistazo al ejercicio corporal, para se�alar la superioridad del uno sobre el otro. Lo figurativo sugerir�a f�cilmente el sentido literal; y, por tanto, es l�cito tomar las palabras "ejercicio corporal" en su sentido m�s literal. Quiz�s podamos ir m�s all� y decir que este es solo uno de esos casos en los que, debido a que el significado literal tiene un sentido excelente, se prefiere el significado literal. Tomemos entonces las palabras de San Pablo literalmente y veamos qu� significado tienen.

"El ejercicio f�sico es rentable por un tiempo". De ninguna manera es una cosa in�til. En el lugar que le corresponde, tiene un valor real. Tomado con moderaci�n, tiende a preservar la salud y aumentar la fuerza. A veces puede ser el medio de ganar para nosotros mismos y para el c�rculo al que pertenecemos el elogio y la distinci�n. Nos hace m�s capaces de ayudarnos a nosotros mismos y a los dem�s en momentos de peligro f�sico. Incluso puede ser el medio que nos permita salvar vidas.

Al sacarnos de nosotros mismos y convertir nuestros pensamientos en nuevos canales, es un instrumento de refresco mental y nos permite volver a la actividad principal de nuestras vidas con mayor vigor intelectual. Y m�s all� de todo esto, si se mantiene dentro de ciertos l�mites, tiene un valor moral real. A veces nos mantiene alejados de las travesuras al brindarnos recreaci�n inocente en lugar de da�ina. Y el entrenamiento y la pr�ctica corporales, si se llevan a cabo con lealtad, implican ganancias morales de otro tipo.

Hay que controlar los apetitos peligrosos, sacrificar los deseos personales, cultivar el buen humor si queremos asegurarnos el �xito para nosotros o para el bando al que pertenecemos. Todo esto es "rentable" en un grado muy real. Pero los l�mites de todos estos buenos resultados son evidentes; y son algo estrechas. Est�n confinados a esta vida, y en su mayor parte al lado inferior de ella; y de ninguna manera est�n seguros.

S�lo indirectamente el ejercicio corporal ayuda a las partes intelectuales y espirituales de nuestra naturaleza; y en lo que respecta a ambos, f�cilmente puede hacer m�s da�o que bien. Como el exceso de carne y bebida, puede embrutecer en lugar de vigorizar. �No hemos visto todos a hombres cuya extravagante devoci�n por el ejercicio f�sico ha extinguido casi todos los intereses intelectuales y, aparentemente, tambi�n todos los intereses espirituales?

Pero no existen tales inconvenientes en el ejercicio de la piedad. "La piedad es �til para todas las cosas, porque tiene promesa" no s�lo "de la vida que es ahora, sino de la venidera". Su valor no se limita a las cosas de este mundo, aunque las enriquece y glorifica a todas. Y, a diferencia del ejercicio corporal, sus buenos resultados son seguros. No hay posibilidad de exceso. Puede que seamos insensatos en nuestra b�squeda de la piedad, como en nuestra b�squeda de la fuerza y ??la actividad corporales; pero no podemos ejercitarnos demasiado en la piedad, como podemos hacer f�cilmente en el atletismo.

De hecho, no podemos dejar a un lado con seguridad el uno, ya que no solo podemos, sino que debemos, con frecuencia, dejar a un lado el otro. Y debemos tener en cuenta esta simple verdad. La mayor�a de nosotros estamos dispuestos a admitir que la piedad es algo excelente para lograr una muerte pac�fica; pero mostramos poca evidencia de que estemos convencidos de que es necesario para llevar una vida feliz. Lo vemos como algo muy adecuado para los d�biles, los pobres, los enfermos, los afligidos y quiz�s tambi�n para las personas sentimentales que tienen mucho tiempo libre a su disposici�n.

No nos damos cuenta de que hay mucha necesidad de �l, o de hecho mucho espacio para �l, en la vida de los hombres ocupados, capaces, en�rgicos y pr�cticos del mundo. En otras palabras, no estamos del todo convencidos de la verdad de las palabras del Ap�stol, que "la piedad es provechosa para todas las cosas", y no actuamos como si tuvieran mucho inter�s para nosotros. Expresan una verdad que es muy probable que desaparezca de la vista y de la mente en esta �poca bulliciosa.

Seamos tan pr�cticos como nuestra disposici�n nos lleve y nuestro entorno nos requiera; pero no olvidemos que la piedad es realmente la m�s pr�ctica de todas las cosas. Se apodera de toda la naturaleza del hombre. Purifica su cuerpo, ilumina y santifica su intelecto; refuerza su voluntad. Penetra en todos los aspectos de la vida, ya sean negocios o entretenimiento, relaciones sociales o meditaci�n privada.

Pregunte a los m�dicos, pregunte a los empresarios laborales, pregunte a los profesores de las escuelas y universidades, pregunte a los estadistas y fil�sofos, qu� les ense�a su experiencia respetando los m�ritos medios de los virtuosos y viciosos. Te dir�n que la persona piadosa tiene el cuerpo m�s sano, es el siervo m�s fiel, el estudiante m�s minucioso, el mejor ciudadano, el hombre m�s feliz. Un hombre formado, reformado e informado por la religi�n har� un trabajo mucho m�s eficaz en el mundo que el mismo hombre sin religi�n.

Trabaja con menos fricci�n, porque su cuidado est� puesto en su Padre celestial; y con m�s confianza, porque su confianza est� puesta en Uno mucho m�s seguro que �l mismo. Adem�s, a la larga, se le conf�a y se le respeta. Incluso aquellos que no solo abjuran de la religi�n en s� mismos, sino que la ridiculizan en otros, no pueden deshacerse de su propia experiencia. Descubren que se puede depender del hombre piadoso, mientras que el hombre meramente inteligente no puede; y act�an de acuerdo con esta experiencia.

Tampoco la utilidad de la piedad termina con la posesi�n de bendiciones tan inestimables como estas. Ofrece ricas promesas con respecto a la felicidad futura, y da una seriedad y garant�a por ello. Le da al hombre la bendici�n de una buena conciencia, que es uno de nuestros principales anticipos de la bienaventuranza que nos espera en el mundo venidero.

Deshag�monos de una vez por todas de la noci�n com�n, pero falsa, de que hay algo poco pr�ctico, algo d�bil o poco masculino, en la vida de santidad a la que Cristo nos ha llamado, y de la cual nos ha dado un ejemplo: y por el Las vidas que llevamos nos permiten demostrar a los dem�s que esta noci�n vulgar es falsa. Nada ha hecho m�s da�o a la causa del cristianismo que los conceptos err�neos que se ha formado el mundo sobre lo que es el cristianismo y lo que implica.

Y estos conceptos err�neos son causados ??en gran parte por las vidas indignas que llevan los cristianos profesos. Y esta indignidad es de dos tipos. Primero est� la mundanalidad absoluta, y a menudo la iniquidad absoluta, de muchos que no solo son cristianos bautizados, sino que habitualmente mantienen algunas de las marcas externas de una vida cristiana ordinaria, como ir a la iglesia, tener oraciones familiares, asistir a reuniones religiosas. reuniones y similares.

Y quiz�s la peor forma de esto es aquella en la que la religi�n se convierte en un comercio y se asume una apariencia de piedad para ganar dinero con una reputaci�n de santidad. En segundo lugar, est� la forma seriamente equivocada en la que muchas personas fervientes se ponen a trabajar para alcanzar la verdadera piedad. Por su propio curso de vida, llevan a la gente a suponer que una vida religiosa, la vida de un cristiano ferviente, es algo triste y poco pr�ctico.

Llevan una mirada deprimida y sin alegr�a; no s�lo se abstienen, sino que dejan suponer que condenan muchas cosas que dan entusiasmo y brillo a la vida, y que el Evangelio no condena. En su af�n por mostrar su convicci�n en cuanto a la trascendente importancia de los asuntos espirituales, exhiben un descuido y descuido en lo que respecta a los asuntos de esta vida, que es sumamente penosa para todos aquellos que tienen que trabajar con ellos.

Por lo tanto, se presentan ante el mundo como evidencia evidente de que la piedad no es "�til para todas las cosas". El mundo est� demasiado dispuesto a tomar nota de las pruebas que apuntan a una conclusi�n tan en armon�a con sus propias predilecciones. Tiene, y ha tenido desde el principio, prejuicios contra la religi�n; y sus adherentes se apresuran a aprovechar y aprovechar todo lo que parezca justificar estos prejuicios.

"En un mundo como este", dicen, "tan lleno de cuidados y sufrimiento, no podemos permitirnos el lujo de desprendernos de nada que d� brillo y frescura a la vida. Una religi�n que nos dice que abjuremos de todas estas cosas y vivamos perpetuamente como si estuvi�ramos al borde de la muerte o cara a cara con el D�a del Juicio, puede estar muy bien para los monjes y monjas, pero no es una religi�n para la mayor�a de la humanidad.

La mayor�a de nosotros tenemos mucho que hacer; y, si queremos vivir, lo que tenemos que hacer debe hacerse r�pida y minuciosamente. Eso significa que debemos dedicarle nuestras mentes; y una religi�n que nos dice que no debemos dedicar nuestras mentes a nuestros asuntos, sino a otras cosas que dice que son de mucha mayor importancia, no es una religi�n para las personas que tienen que abrirse camino en el mundo y mantenerse a s� mismos y a sus hijos. de la penuria. Nos negamos rotundamente a aceptar un evangelio que est� tan manifiestamente fuera de armon�a con las condiciones de la vida humana promedio ".

This charge against Christianity is a very old one: we find it taken up and answered in some of the earliest defenses of the gospel which have come down to us. The unhappy thing is, not that such charges should be made, but that the lives of Christian men and women should prove that there is at least a prima facie case for bringing such accusations. The early Christians had to confront the charge that they were joyless, useless members of society and unpatriotic citizens.

Sostuvieron que, por el contrario, eran los hombres m�s felices y contentos, dedicados al bienestar de los dem�s y dispuestos a morir por su pa�s. Se mantuvieron al margen de. muchas cosas en las que se entregaban los paganos, no porque fueran placeres, sino porque eran pecadores. Y hab�a ciertos servicios que no pod�an, sin un grave pecado, prestar al Estado. En todos los asuntos legales, ning�n hombre estaba m�s dispuesto que �l a ser ciudadanos leales y respetuosos de la ley.

En esto, como en cualquier otro asunto de conducta moral, estaban muy dispuestos a ser comparados con sus acusadores o con cualquier otra clase de hombres. �De qu� lado se encontraban aquellos que eran brillantes y pac�ficos en sus vidas, que quer�an a sus parientes, que cuidaban del extra�o, que ayudaban a sus enemigos, que no se acobardaban ante la muerte?

Un atractivo pr�ctico de este tipo resulta, a la larga, mucho m�s revelador que la exposici�n y el argumento. Puede ser imposible lograr que los hombres escuchen o se interesen por las declaraciones sobre los principios y requisitos de la religi�n cristiana. Puede que no los convenza de que sus preceptos y exigencias no son ni supersticiosos ni irrazonables. Pero siempre puedes mostrarles lo que realmente es una vida de piedad; que est� lleno de alegr�a, y que sus alegr�as no son intermitentes ni inciertas; que no es enemigo de lo que es brillante y hermoso, y que no es taciturno en s� mismo ni propenso a fruncir el ce�o ante la alegr�a de los dem�s; que no interfiera con la atenci�n m�s intensa a los negocios y el despacho m�s capaz de los mismos.

Los hombres se niegan a escuchar o dejarse mover por las palabras; pero no pueden evitar notar y ser influenciados por los hechos que los rodean en su vida diaria. Hasta donde el hombre puede juzgar, el n�mero de vidas viciosas, mezquinas e indignas es muy superior a las que son puras y elevadas. Cada uno de nosotros puede hacer algo para tirar la balanza hacia el otro lado. Podemos probar a todo el mundo que la piedad no es una irrealidad, y que no hace irreales a los que la persiguen; que no es hostil ni a la alegr�a ni a la actividad capaz; que, por el contrario, realza el brillo de todo lo que es realmente bello en la vida, mientras eleva a un poder superior todos los dones y habilidades naturales; que el Ap�stol no estaba diciendo m�s que la simple verdad cuando declar� que es "�til para todas las cosas".

Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre 1 Timothy 4". "El Comentario Bíblico del Expositor". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/teb/1-timothy-4.html.