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Bible Commentaries
2 Crónicas 1

El Comentario Bíblico del ExpositorEl Comentario Bíblico del Expositor

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Versículos 1-17

Salom�n

La historia de Salom�n del cronista se basa en los mismos principios que la de David, y por razones similares. El constructor del primer templo obtuvo la reverencia agradecida de una comunidad cuya vida nacional y religiosa se centraba en el segundo templo. Si bien el rey dav�dico se convirti� en el s�mbolo de la esperanza de Israel, los jud�os no pod�an olvidar que este s�mbolo derivaba gran parte de su significado del dominio generalizado y la magnificencia real de Salom�n.

El cronista, de hecho, atribuye un gran esplendor a la corte de David y le atribuye una parte del le�n en el templo mismo. Le proporcion� a su sucesor el tesoro y los materiales e incluso los planos completos, de modo que, seg�n el principio, " Qui facit per alium, facit per se ", a David se le podr�a haber atribuido la construcci�n real. Solomon estaba casi en la posici�n de un ingeniero moderno que arma un vapor que ha sido construido en secciones.

Pero, con todas estas limitaciones, quedaba el hecho claro y obvio de que Salom�n realmente construy� y dedic� el Templo. Adem�s, el recuerdo de su riqueza y grandeza mantuvo un firme control sobre la imaginaci�n popular; y estas conspicuas bendiciones fueron recibidas como ciertas muestras del favor de Jehov�.

La fama de Salom�n, sin embargo, era triple: no solo era el constructor del templo divinamente designado y, por la misma gracia divina, el rey m�s rico y poderoso de Israel: tambi�n hab�a recibido de Jehov� el don de "sabidur�a y conocimiento". " En su esplendor real y sus edificios sagrados, solo se diferenciaba en grado de otros reyes; pero en su sabidur�a estaba solo, no solo sin igual, sino casi sin competidor.

En esto �l no ten�a ninguna obligaci�n para con su padre, y la gloria de Salom�n no pod�a ser disminuida al representar que �l hab�a sido anticipado por David. Por lo tanto, el nombre de Salom�n lleg� a simbolizar el aprendizaje y la filosof�a hebreos.

Sin embargo, en significado religioso, Salom�n no puede estar a la altura de David. La dinast�a de Jud� solo pod�a tener un representante, y el fundador y ep�nimo de la casa real fue la figura m�s importante de la teolog�a posterior. El inter�s que las generaciones posteriores sintieron por Salom�n se apart� de la l�nea principal de la ortodoxia jud�a, y los profetas nunca lo mencionan.

Adem�s, los aspectos m�s oscuros del reinado de Salom�n causaron m�s impresi�n en las generaciones venideras que incluso los pecados y las desgracias de David. Las reca�das ocasionales en los vicios y la crueldad pueden perdonarse o incluso olvidarse; pero la opresi�n sistem�tica de Salom�n irrit� durante largas generaciones el coraz�n del pueblo, y los profetas siempre recordaron su idolatr�a desenfrenada. Su memoria fue desacreditada a�n m�s por los desastres que marcaron el final de su propio reinado y el comienzo de Roboam.

Siglos despu�s, estos sentimientos a�n prevalec�an. Los profetas que adoptaron la ley mosaica para el per�odo final de la monarqu�a exhortan al rey a que preste atenci�n a la advertencia de Salom�n y no multiplique ni caballos, ni esposas, ni oro ni plata. Deuteronomio 17:16 ; Cf. 2 Cr�nicas 1:14 y 1 Reyes 11:3

Pero a medida que pasaba el tiempo, Jud� cay� en una pobreza y una angustia crecientes, que llegaron a un punto cr�tico en el cautiverio y se renovaron con la Restauraci�n. Los jud�os estaban dispuestos a olvidar las faltas de Salom�n para poder disfrutar de buenos recuerdos de la prosperidad material de su reinado. Su experiencia de la cultura de Babilonia les llev� a sentir un mayor inter�s y orgullo por su sabidur�a, y la figura de Salom�n comenz� a asumir una misteriosa grandeza, que desde entonces se ha convertido en el n�cleo de las leyendas jud�as y mahometanas.

El principal monumento de su fama en la literatura jud�a es el libro de Proverbios, pero las numerosas obras b�blicas y ap�crifas que se le atribuyen demuestran su creciente reputaci�n. Sin duda, su nombre se adjunt� a Canticles debido a un rasgo de su car�cter que el cronista ignora. Su supuesta autor�a de Eclesiast�s y de la Sabidur�a de Salom�n atestigua la fama de su sabidur�a, mientras que los t�tulos de los "Salmos de 'Salom�n" e incluso de algunos salmos can�nicos le atribuyen sentimiento espiritual y poder po�tico.

Cuando la Sabidur�a de Jes�s el Hijo de Eclesi�stico propone "alabar a los hombres famosos", se centra en el templo de Salom�n y su riqueza, y especialmente en su sabidur�a; pero no olvida sus faltas. Sir 47: 12-21 Josefo celebra su gloria extensamente. El Nuevo Testamento tiene comparativamente pocos avisos de Salom�n; pero estos incluyen referencias a su sabidur�a, Mateo 12:42 su esplendor, Mateo 6:29 y su templo.

Hechos 7:47 El Cor�n, sin embargo, supera con creces al Nuevo Testamento en su inter�s por Salom�n; y su nombre y su sello juegan un papel destacado en la magia jud�a y �rabe. La mayor parte de esta literatura es posterior al cronista, pero el renovado inter�s por la gloria de Salom�n debe haber comenzado antes de su tiempo. Quiz�s, al conectar la construcci�n del Templo en la medida de lo posible con David, el cronista marca su sentido de

La indignidad de Salom�n. Por otro lado, hab�a muchas razones por las que deber�a recibir la ayuda del sentimiento popular que le permitiera incluir a Salom�n entre los reyes hebreos ideales. Despu�s de todo, Salom�n hab�a construido y dedicado el templo; era el "piadoso fundador", y los beneficiarios de la fundaci�n querr�an aprovechar al m�ximo su piedad. "Jehov�" hab�a "engrandecido sobremanera a Salom�n a los ojos de todo Israel, y le hab�a otorgado tal majestad real como no la hab�a tenido ning�n rey antes de �l en Israel.

" 1 Cr�nicas 29:25 " El rey Salom�n excedi� a todos los reyes de la tierra en riquezas y sabidur�a; y todos los reyes de la tierra buscaron la presencia de Salom�n, para escuchar la sabidur�a que Dios hab�a puesto en su coraz�n. " 2 Cr�nicas 9:22 El cronista naturalmente desear�a exponer el lado mejor del car�cter de Salom�n como un ideal de sabidur�a y esplendor real, consagrado al servicio del santuario. Comparemos brevemente Cr�nicas y Reyes para ver c�mo logr� su prop�sito.

La estructura de la narrativa en Kings hizo que la tarea fuera comparativamente f�cil: podr�a lograrse eliminando las secciones de apertura y cierre y haciendo algunos cambios menores en la parte intermedia. La secci�n de apertura es la secuela de la conclusi�n del reinado de David; el cronista omiti� esta conclusi�n y, por tanto, tambi�n su secuela. Pero el contenido de esta secci�n era objetable en s� mismo.

Los admiradores de Salom�n olvidaron voluntariamente que su reinado fue inaugurado por la ejecuci�n de Simei, de su hermano Adon�as y del fiel ministro de su padre, Joab, y por la destituci�n del sumo sacerdote Abiatar. El cronista narra con evidente aprobaci�n las fuertes medidas de Esdras y Nehem�as contra los matrimonios extranjeros y, por lo tanto, no est� ansioso por recordar a sus lectores que Salom�n se cas� con la hija de Fara�n.

Sin embargo, no lleva a cabo su plan de forma coherente. En otra parte desea enfatizar la santidad del Arca y nos dice que "Salom�n llev� a la hija de Fara�n de la ciudad de David a la casa que �l hab�a construido para ella, porque dijo: Mi esposa no habitar� en la casa. de David, rey de Israel, porque son santos los lugares a los que ha venido el arca de Jehov� ". 2 Cr�nicas 8:11

En Reyes, la historia de Salom�n se cierra con un largo relato de sus numerosas esposas y concubinas, su idolatr�a y las consiguientes desgracias. Todo esto lo omite el cronista; pero m�s tarde, con su habitual inconsistencia, le permite a Nehem�as se�alar la moraleja de un cuento que no ha contado: "�No pec� con estas cosas Salom�n, rey de Israel? Incluso a �l le hicieron pecar mujeres extra�as". Nehem�as 13:26 En la secci�n intermedia omite el famoso juicio de Salom�n, probablemente debido al car�cter de las mujeres involucradas, introduce diversos cambios que naturalmente se derivan de su creencia de que la ley lev�tica estaba entonces en vigor.

Su sentimiento por la dignidad del pueblo elegido y de su rey se manifiesta de forma bastante curiosa en dos alteraciones menores. Ambas autoridades coinciden en decirnos que Solomon recurri� al trabajo forzoso para sus operaciones de construcci�n; de hecho, siguiendo la costumbre oriental desde las pir�mides hasta el canal de Suez, el templo y los palacios de Salom�n fueron construidos por el corvee. Seg�n el relato m�s antiguo, "levant� una tasa de todo Israel.

"Esto sugiere que se exigi� trabajo forzoso a los propios israelitas, y ayudar�a a explicar el �xito de la rebeli�n de Jeroboam. El cronista omite esta declaraci�n por considerarla abierta a una interpretaci�n despectiva de la dignidad del pueblo elegido, y no solo inserta una explicaci�n posterior que encontr� en el libro de los Reyes, pero tambi�n otra declaraci�n expresa de que Salom�n elev� su impuesto a los "extranjeros que estaban en la tierra de Israel".

" 2 Cr�nicas 2:2 ; 2 Cr�nicas 2:17 ; 2 Cr�nicas 8:7 Estas declaraciones pueden haber sido sugeridas en parte por la existencia de una clase de esclavos del Templo llamados siervos de Salom�n.

El otro caso se relaciona con la alianza de Salom�n con Hiram, rey de Tiro. En el libro de los Reyes se nos dice que "Salom�n le dio a Hiram veinte ciudades en la tierra de Galilea". 1 Reyes 9:11 hecho, hubo caracter�sticas redentoras relacionadas con la transacci�n; las ciudades no eran una posesi�n muy valiosa para Hiram: "no le agradaron"; sin embargo, "envi� al rey sesenta talentos de oro".

"Sin embargo, al cronista le parec�a incre�ble que el m�s poderoso y rico de los reyes de Israel debiera ceder o vender cualquier parte de la herencia de Jehov�. Enmienda el texto de su autoridad para convertirlo en una referencia causal a ciertas ciudades que Hiram le hab�a dado a Salom�n.2 2 Cr�nicas 8:1 . RV

Reproduciremos ahora la historia de Salom�n tal como la cuenta el cronista. Salom�n fue el menor de cuatro hijos que le naci� a David en Jerusal�n de Bathshua, la hija de Amiel. Adem�s de estos tres hermanos, ten�a al menos otros seis hermanos eider. Como en los casos de Isaac, Jacob, Jud� y el mismo David, la primogenitura recay� en un hijo menor. En la declaraci�n prof�tica que predijo su nacimiento, fue designado para suceder al trono de su padre y construir el Templo.

En la gran asamblea que clausur� el reinado de su padre recibi� instrucciones sobre los planos y servicios del Templo, 1 Cr�nicas 28:9 y se le exhort� a cumplir fielmente con sus deberes. Fue declarado rey seg�n la elecci�n divina, libremente aceptado por David y ratificado por aclamaci�n popular.

A la muerte de David nadie disput� su sucesi�n al trono: "Todo Israel le obedeci�; y todos los pr�ncipes y valientes y todos los hijos del rey David se sometieron igualmente al rey Salom�n". 1 Cr�nicas 29:23

Su primer acto despu�s de su ascenso fue sacrificar ante el altar de bronce del antiguo Tabern�culo en Gede�n. Esa noche Dios se le apareci� "y le dijo: Pide lo que te dar�". Salom�n eligi� la sabidur�a y el conocimiento para capacitarlo para la ardua tarea de gobernar. Habiendo as� "buscado primero el reino de Dios y su justicia", todas las dem�s cosas - "riquezas, riquezas y honra" - le fueron a�adidas. 2 Cr�nicas 1:7

Regres� a Jerusal�n, reuni� una gran variedad de carros y caballos por medio del tr�fico con Egipto, y acumul� grandes riquezas, de modo que la plata, el oro y los cedros se hicieron abundantes en Jerusal�n. 2 Cr�nicas 1:14

A continuaci�n, procedi� a la construcci�n del templo, reuni� obreros, obtuvo madera del L�bano y un art�fice de Tiro. El templo fue debidamente erigido y consagrado, y el rey asumi� la parte principal y m�s conspicua de todos los procedimientos. Sin embargo, se hace especial referencia a la presencia de los sacerdotes y levitas en la dedicaci�n. En esta ocasi�n el ministerio del santuario no se limit� al curso al que le tocaba oficiar, sino que "todos los sacerdotes que estaban presentes se hab�an santificado y no segu�an sus cursos; tambi�n los levitas, que eran los cantores, todos de ellos, Asaf, Hem�n, Jedut�n, sus hijos y sus hermanos, vestidos de lino fino, con c�mbalos, salterios y arpas, estaban en el extremo oriental del altar, y con ellos ciento veinte sacerdotes que tocaban las trompetas. . "

La oraci�n de dedicaci�n de Salom�n concluye con peticiones especiales para los sacerdotes, los santos y el rey: "Ahora, pues, lev�ntate, oh Jehov� Elohim, a tu morada, T� y el arca de tu poder; sean tus sacerdotes, oh Jehov� Elohim, vestido de salvaci�n, y regocijarse en tu bondad tus santos. Oh Jehov� Elohim, no apartes el rostro de tu ungido; acu�rdate de las misericordias de David tu siervo.

Cuando David sacrific� en la era de Orn�n el jebuseo, el lugar hab�a sido indicado como el sitio del futuro Templo por el descenso del fuego del cielo; y ahora, en se�al de que la misericordia mostrada a David continuar�a con Salom�n, el fuego volvi� a caer del cielo y consumi� el holocausto y los sacrificios; y la gloria de Jehov� "llen� la casa de Jehov�", como lo hab�a hecho ese mismo d�a, cuando el Arca fue llevada al Templo.

Salom�n concluy� las ceremonias de apertura con una gran fiesta: durante ocho d�as se observ� la Fiesta de los Tabern�culos de acuerdo con la ley lev�tica, y siete d�as m�s se dedicaron especialmente a una fiesta de dedicaci�n.

Despu�s, Jehov� se apareci� de nuevo a Salom�n, como lo hab�a hecho antes en Gaba�n, y le dijo que esta oraci�n hab�a sido aceptada. Tomando las diversas peticiones que el rey hab�a hecho, prometi�: "Si cierro los cielos para que no llueva, o si env�o pestilencia entre mi pueblo, si mi pueblo, sobre el cual se invoca mi nombre, se humilla, y orar, y buscar mi rostro, y apartarme de sus caminos perversos; entonces oir� desde el cielo, y perdonar� su pecado, y sanar� su tierra.

Ahora mis ojos estar�n abiertos, y mis o�dos atentos, a la oraci�n que se haga en este lugar. "As�, Jehov�, en Su misericordiosa condescendencia, adopta las propias palabras de Salom�n para expresar Su respuesta a la oraci�n. �l permite que Salom�n dicte los t�rminos. del acuerdo, y simplemente adjunta Su firma y sello.

Adem�s del templo, Salom�n construy� palacios para �l y su esposa, y fortific� muchas ciudades, entre las dem�s Hamat-zoba, antes aliada de David. Tambi�n organiz� al pueblo con fines civiles y militares.

En lo que respecta al relato de su reinado, el Salom�n de Cr�nicas aparece como "el marido de una sola mujer"; y esa esposa es la hija de Fara�n. Un segundo, sin embargo, se menciona m�s adelante como la madre de Roboam; ella tambi�n era una "mujer extra�a", una amonita, llamada Naamah.

Mientras tanto, Salom�n tuvo cuidado de mantener todos los sacrificios y festivales ordenados en la ley lev�tica, y todos los arreglos musicales y de otro tipo para el santuario ordenados por David, el hombre de Dios.

Leemos a continuaci�n sobre su comercio por mar y tierra, su gran riqueza y sabidur�a, y la visita rom�ntica de la reina de Saba.

Y as�, la historia de Salom�n se cierra con esta imagen del estado real:

"La riqueza de Ormus y de Ind, O donde el hermoso Oriente con la mano m�s rica Ba�a a sus reyes con perlas y oro b�rbaros".

La riqueza se combin� con el poder imperial y la sabidur�a divina. Aqu�, como en el caso de los propios disc�pulos de Plat�n, Dionisio y Dion de Siracusa, el sue�o de Plat�n se hizo realidad; el pr�ncipe era un fil�sofo y el fil�sofo un pr�ncipe.

A primera vista, parece que este matrimonio de autoridad y sabidur�a tuvo un resultado m�s feliz en Jerusal�n que en Siracusa. La historia de Salom�n se cierra tan brillantemente como la de David, y Salom�n no estuvo sujeto a ninguna posesi�n sat�nica y no trajo pestilencia sobre Israel. Pero los testimonios son principalmente significativos por lo que omiten; y cuando comparamos las conclusiones de las historias de David y Salom�n, notamos diferencias sugerentes.

La vida de Salom�n no termina con ninguna escena en la que su pueblo y su heredero se re�nan para honrarlo y recibir sus �ltimos mandamientos. No hay "�ltimas palabras" del sabio rey; y no se dice de �l que "muri� en una buena vejez, lleno de d�as, riquezas y honor". "Salom�n durmi� con sus padres, y fue sepultado en la ciudad de David su padre; y rein� en su lugar Roboam su hijo", eso es todo.

Cuando el cronista, el profeso panegirista de la casa de David, lleva su narraci�n de este gran reinado a una conclusi�n tan coja e impotente, realmente implica una condenaci�n tan severa sobre Salom�n como lo hace el libro de los Reyes por su narraci�n de sus pecados.

As�, el Salom�n de Cr�nicas muestra la misma piedad y devoci�n por el Templo y su ritual que mostr� su padre. Su oraci�n en la dedicaci�n del templo es paralela a declaraciones similares de David. En lugar de ser un general y un soldado, es un erudito y un fil�sofo. Sucedi� a las habilidades administrativas de su padre; y su oraci�n muestra un profundo inter�s en el bienestar de sus s�bditos.

Su r�cord, en Cr�nicas, es incluso m�s impecable que el de David. Y, sin embargo, el estudiante cuidadoso que no tiene nada m�s que Cr�nicas, incluso sin Esdras y Nehem�as, de alguna manera podr�a tener la impresi�n de que la historia de Salom�n, como la de Cambuscan, se hab�a "dejado a medias". Adem�s de los puntos que sugiere una comparaci�n con la historia de David, hay una cierta brusquedad en su conclusi�n. El �ltimo hecho observado de Salom�n, antes de las estad�sticas formales sobre "el resto de sus actos" y los a�os de su reinado, es que le trajeron caballos "de Egipto y de todas las tierras.

"En otra parte, el uso de sus materiales por parte del cronista muestra un sentimiento de efecto dram�tico. No deber�amos haber esperado que cerrara la historia de un gran reinado con una referencia al comercio de caballos del rey. 1 Cr�nicas 9:28

Quiz�s podamos leer en Cr�nicas lo que sabemos del libro de los Reyes; sin embargo, seguramente esta abrupta conclusi�n habr�a levantado la sospecha de que hab�a omisiones, que los hechos se hab�an suprimido porque no pod�an soportar la luz. Sobre la espl�ndida figura del gran rey, con su riqueza y sabidur�a, su piedad y devoci�n, descansa la vaga sombra de pecados sin nombre y desgracias no registradas. Una sugerencia de misterio imp�o se adhiere al nombre del constructor del Templo, y Salom�n ya est� en camino de convertirse en el Maestro de los Genios y el jefe de los magos.

Cuando nos volvemos a considerar el significado espiritual de esta imagen ideal de la historia y el car�cter de Salom�n, nos enfrentamos a una dificultad que acompa�a a la exposici�n de cualquier historia ideal. El ideal de realeza de un autor en las primeras etapas de la literatura suele ser tan �nico e indivisible como su ideal de sacerdocio, del oficio de profeta y del rey malvado. Sus autoridades pueden registrar diferentes incidentes relacionados con cada individuo; pero enfatiza los que corresponden a su ideal, o incluso anticipa la mayor cr�tica construyendo incidentes que parecen requeridos por el car�cter y las circunstancias de sus h�roes.

Por otro lado, donde el sacerdote, o el profeta, o el rey se aparta del ideal, los incidentes se minimizan o se pasan por alto en silencio. Todav�a habr� una cierta variedad porque diferentes individuos pueden presentar diferentes elementos del ideal, y el cronista no insiste en que cada uno de sus buenos reyes posea todas las caracter�sticas de la perfecci�n real. A�n as�, la tendencia del proceso es hacer que todos los buenos reyes sean iguales.

Ser�a mon�tono tomar a cada uno de ellos por separado y deducir las lecciones ense�adas por sus virtudes, porque la intenci�n del cronista es que todos ense�en las mismas lecciones con el mismo tipo de comportamiento descrito desde el mismo punto de vista. David tiene una posici�n �nica y debe ocuparlo �l mismo; pero al considerar las caracter�sticas que deben agregarse al cuadro de David para completar el cuadro del buen rey, es conveniente agrupar a Salom�n con los reyes reformadores de Jud�.

Por tanto, aplazaremos para un tratamiento m�s consecutivo el relato del cronista sobre sus caracteres generales y sus carreras. Aqu� simplemente recopilaremos las sugerencias de las diferentes narrativas en cuanto al rey hebreo ideal del cronista. Los puntos principales ya se han indicado a partir de la historia de David del cronista. La primera y m�s indispensable caracter�stica es la devoci�n al templo de Jerusal�n y el ritual del Pentateuco. Esto se ha ilustrado abundantemente en el relato de Salom�n. Tomando a los reyes reformadores en su orden: -

Asa quit� los lugares altos que eran rivales del Templo, renov� el altar de Jehov�, reuni� al pueblo para un gran sacrificio e hizo generosas donaciones al tesoro del Templo. 2 Cr�nicas 15:18

De manera similar, Josafat quit� los lugares altos y envi� una comisi�n para ense�ar la Ley.

Jo�s repar� el templo; 2 Cr�nicas 24:1 pero, curiosamente, aunque Joram hab�a restaurado los lugares altos y Jo�s estaba actuando bajo la direcci�n del sumo sacerdote Joiada, no se dice que los lugares altos fueron eliminados. Este es uno de los numerosos descuidos del cronista.

Sin embargo, tal vez esperaba que se diera por sentada una reforma tan obvia. Amas�as tuvo cuidado de observar "la ley en el libro de Mois�s" de que "los hijos no deb�an morir por los padres", 2 Cr�nicas 25:4 pero Amas�as pronto se apart� de seguir a Jehov�. Esta es quiz�s la raz�n por la que en su caso tampoco se dice nada sobre la eliminaci�n de los lugares altos.

Ezequ�as tuvo una oportunidad especial de mostrar su devoci�n por el Templo y la Ley. El templo hab�a sido contaminado y cerrado por Acaz, y sus servicios interrumpidos. Ezequ�as purific� el templo, reinstal� a los sacerdotes y levitas y renov� los servicios; hizo arreglos para el pago de las rentas del templo de acuerdo con las disposiciones de la ley lev�tica, y quit� los lugares altos. Tambi�n celebr� un festival de reapertura y una pascua con numerosos sacrificios.

El arrepentimiento de Manas�s est� indicado por la restauraci�n del ritual del Templo. 2 Cr�nicas 33:16 Jos�as quit� los lugares altos, repar� el Templo, hizo que el pueblo hiciera un pacto para observar la Ley redescubierta y, como Ezequ�as, celebr� una gran Pascua 2 Cr�nicas 34:1 ; 2 Cr�nicas 35:1 Los reyes reformadores, como David y Salom�n, est�n especialmente interesados ??en la m�sica del Templo y en todos los arreglos que tienen que ver con los porteros y porteros y otras clases de levitas.

Su entusiasmo por los derechos exclusivos del �nico templo simboliza su lealtad al �nico Dios, Jehov�, y su odio por la idolatr�a. El celo por Jehov� y Su templo todav�a se combina con la afirmaci�n inflexible de la supremac�a real en asuntos de religi�n. El rey, y no el sacerdote, es la m�xima autoridad espiritual de la naci�n. Salom�n, Ezequ�as y Jos�as controlan los arreglos para la adoraci�n p�blica tan completamente como Mois�s o David.

Salom�n recibe comunicaciones divinas sin la intervenci�n del sacerdote o profeta; �l mismo ofrece la gran oraci�n de dedicaci�n, y cuando termina la oraci�n, el fuego desciende del cielo. Bajo Ezequ�as, las autoridades civiles deciden cu�ndo se celebrar� la pascua: "Porque el rey y sus pr�ncipes y toda la congregaci�n de Jerusal�n hab�an consultado para celebrar la pascua en el segundo mes.

" 2 Cr�nicas 30:2 Las grandes reformas de Jos�as son iniciadas y controladas por el rey. �l mismo sube al Templo y lee en los o�dos del pueblo todas las palabras del libro de la alianza que se encontraba en la casa. El cronista todav�a se adhiere a la idea primitiva de la teocracia, seg�n la cual el jefe, juez o rey es el representante de Jehov�.

El t�tulo de la corona se basa en la gracia de Dios y la voluntad del pueblo. En Jud�, sin embargo, el principio de sucesi�n hereditaria prevalece en todo momento. Atal�a no es realmente una excepci�n: rein� como viuda de un rey dav�dico. La doble elecci�n de David por Jehov� e Israel trajo consigo la elecci�n de su dinast�a. El gobierno permanente de la casa de David fue asegurado por la promesa divina a su fundador.

Sin embargo, no se permite que el t�tulo se base en un mero derecho hereditario. La elecci�n divina y el reconocimiento popular se registran en el caso de Salom�n y otros reyes. "Todo Israel vino a Siquem para hacer rey a Roboam", y sin embargo se rebel� contra �l cuando se neg� a aceptar sus condiciones; pero la obstinaci�n que caus� la perturbaci�n "fue provocada por Dios, para que Jehov� confirmara su palabra que habl� por mano de Ah�as el silonita".

Ocoz�as, Jo�s, Uz�as, Jos�as, Joacaz, todos fueron sentados en el trono por los habitantes de Jud� y Jerusal�n. 2 Cr�nicas 22:1 , 2 Cr�nicas 23:1 , 2 Cr�nicas 26:1 , 2 Cr�nicas 33:25 , 2 Cr�nicas 36:1 Despu�s de Salom�n no se menciona expresamente el nombramiento divino de reyes; El control de Jehov� sobre la tenencia del trono se demuestra principalmente por la remoci�n de ocupantes indignos.

Es interesante notar que el cronista no duda en registrar que de los �ltimos tres soberanos de Jud�, dos fueron nombrados por reyes extranjeros: Joacim era el nominado del fara�n Necao, rey de Egipto; y el �ltimo rey de todos, Sedequ�as, fue nombrado por Nabucodonosor, rey de Babilonia. De la misma manera, los Herodes, los �ltimos gobernantes del reino restaurado de Jud�, fueron los nominados de los emperadores romanos.

Tales nominaciones ilustran a la fuerza la degradaci�n y la ruina de la monarqu�a teocr�tica. Pero, sin embargo, seg�n la ense�anza de los profetas, Fara�n y Nabucodonosor eran herramientas en la mano de Jehov�: y su nombramiento segu�a siendo un nombramiento divino indirecto. En la �poca del cronista, sin embargo, Jud� estaba completamente acostumbrado a recibir a sus gobernadores de manos de un rey persa o griego; y los lectores jud�os no se escandalizar�an por una situaci�n similar en los �ltimos a�os del reino anterior.

As�, los reyes reformadores ilustran el reinado ideal establecido en la historia de David y Salom�n: la autoridad real se origina en la voluntad de Dios y el consentimiento del pueblo y est� controlada por ella: el deber m�s elevado del rey es el mantenimiento de la adoraci�n. de Jehov�; pero el rey y el pueblo son supremos tanto en la Iglesia como en el estado.

El car�cter personal de los buenos reyes tambi�n es muy similar al de David y Salom�n. Josafat, Ezequ�as y Jos�as son hombres de sentimiento espiritual y tambi�n observadores cuidadosos del ritual correcto. Ninguno de los reyes buenos, con la excepci�n de Jo�s y Jos�as, fracasa en la guerra; y se dan buenas razones para las excepciones. Todos ellos muestran capacidad administrativa por sus edificios, la organizaci�n de los servicios del Templo y el ej�rcito, y los arreglos para la recaudaci�n de ingresos, especialmente las cuotas de los sacerdotes y levitas.

Sin embargo, nada indica que el encanto personal del car�cter de David fuera heredado por sus descendientes; pero cuando la biograf�a se convierte en un mero medio de edificaci�n, a menudo pierde esos toques de la naturaleza que hacen parientes al mundo entero y son capaces de despertar admiraci�n o disgusto.

La narraci�n posterior ofrece otra ilustraci�n de la ausencia de cualquier sentimiento de humanidad hacia los enemigos. Como en el caso de David, el cronista registra la crueldad de un buen rey como si fuera bastante consistente con la lealtad a Jehov�. Antes de dejar de seguir a Jehov�, Amas�as derrot� a los edomitas y derrot� a diez mil de ellos. Otros fueron tratados como algunos de los m�rtires malgaches: "Y otros diez mil los hijos de Jud� se llevaron vivos, y los llevaron a la cima de la pe�a, y los arrojaron de lo alto de la pe�a, y todos fueron quebrantados en pedazos.

" 1 Cr�nicas 25:11 En este caso, sin embargo, el cronista no est� simplemente reproduciendo Reyes: se ha tomado la molestia de complementar su principal autoridad de alguna otra fuente, probablemente la tradici�n local. Su inserci�n de este verso es otro testimonio de la eternidad el odio de Israel por Edom.

Pero en un aspecto, los reyes reformadores se distinguen claramente de David y Salom�n. El registro de sus vidas no est� exento de culpa, y sus pecados son visitados por un castigo digno. Todos, con la �nica excepci�n de Jotam, tienen un mal final. Asa consult� a los m�dicos y fue castigado con permitirle morir de una enfermedad dolorosa. 2 Cr�nicas 16:12 El �ltimo acontecimiento de la vida de Josafat fue la ruina de la armada, que hab�a construido en alianza imp�a con Ocoz�as, rey de Israel, que hizo muy mal.

2 Cr�nicas 20:37 Jo�s asesin� al profeta Zacar�as, hijo del sumo sacerdote Joiada; su gran ej�rcito fue derrotado por una peque�a compa��a de sirios, y el mismo Jo�s fue asesinado por sus sirvientes. 2 Cr�nicas 24:20 Amas�as se apart� de seguir a Jehov�, y "trajo los dioses de los hijos del S� mismo, y los puso como dioses suyos, y se postr� ante ellos y les quem� incienso.

"En consecuencia, fue derrotado por Jo�s, rey de Israel, y asesinado por su propio pueblo. 2 Cr�nicas 25:14 Uz�as insisti� en ejercer la funci�n sacerdotal de quemar incienso a Jehov�, por lo que muri� leproso. 2 Cr�nicas 26:16 "Incluso Ezequ�as no retribuy� conforme al beneficio que se le hab�a hecho, porque su coraz�n se enalteci� en el negocio de los embajadores de los pr�ncipes de Babilonia; por tanto, hubo ira sobre �l, sobre Jud� y Jerusal�n.

No obstante, Ezequ�as se humill� por el orgullo de su coraz�n, tanto �l como los habitantes de Jerusal�n, de modo que la ira de Jehov� no vino sobre ellos en los d�as de Ezequ�as ". estaba dejando el castigo de su pecado como un legado a Jud� y la casa de David. 2 Cr�nicas 32:25 Jos�as se neg� a escuchar la advertencia que Dios le envi� a trav�s del rey de Egipto: "No escuch� las palabras de Neco de la boca de Dios, y vino a pelear en el valle de Meguido "; y as� Jos�as muri� como Acab: fue herido por los arqueros, sacado de la batalla en su carro, y muri� en Jerusal�n. 2 Cr�nicas 35:20

El melanc�lico relato de las desgracias de los buenos reyes en sus �ltimos a�os tambi�n se encuentra en el libro de los Reyes. All� tambi�n Asa, en su vejez, enferm� de sus pies, las naves de Josafat naufragaron, Jo�s y Amas�as fueron asesinados, Uz�as qued� leproso, Ezequ�as fue reprendido por su orgullo y Jos�as asesinado en Meguido. Pero, excepto en el caso de Ezequ�as, el libro de los Reyes no dice nada sobre los pecados que, seg�n Cr�nicas, ocasionaron estos sufrimientos y cat�strofes.

La narraci�n del libro de los Reyes lleva a la superficie la lecci�n de que la piedad no suele ser recompensada con una prosperidad ininterrumpida, y que una carrera piadosa no garantiza necesariamente un lecho de muerte feliz. El significado de las adiciones del cronista se considerar� en otra parte: lo que nos preocupa aqu� es su desviaci�n de los principios que observ� al tratar las vidas de David y Salom�n.

Ellos tambi�n pecaron y sufrieron; pero el cronista omite sus pecados y sufrimientos, especialmente en el caso de Salom�n. �Por qu� sigue un camino opuesto con otros buenos reyes y ennegrece su car�cter perpetuando el recuerdo de pecados que no se mencionan en el libro de los Reyes, en lugar de limitar su historial a los incidentes m�s felices de su carrera? Es posible que muchas consideraciones lo hayan influido. Las muertes violentas de Jo�s, Amas�as y Jos�as no pudieron ignorarse ni explicarse.

El pecado y el arrepentimiento de Ezequ�as son muy paralelos a los de David en el asunto del censo. Aunque la enfermedad de Asa, la alianza de Josafat con Israel y la lepra de Uz�as podr�an f�cilmente haberse omitido, si se deb�a permitir que algunos reformadores permanecieran imperfectos, no hab�a una necesidad imperiosa de ignorar las debilidades del resto. La gran ventaja del curso seguido por el cronista consisti� en resaltar un contraste claramente definido entre David y Salom�n por un lado y los reyes reformadores por el otro.

La piedad de este �ltimo se conforma al ideal del cronista; pero la gloria y la devoci�n de los primeros se ven reforzadas por los cr�menes y la humillaci�n de los mejores de sus sucesores. Ezequ�as, sin duda, no es m�s culpable que David, pero el orgullo de David fue el primero de una serie de eventos que terminaron con la construcci�n del Templo; mientras que la elevaci�n del coraz�n de Ezequ�as fue un precursor de su destrucci�n. Adem�s, Ezequ�as deber�a haberse beneficiado de la experiencia de David.

Al desarrollar este contraste, el cronista hace que la posici�n de David y Salom�n sea a�n m�s �nica, ilustre y llena de significado religioso.

As�, como ilustraciones del reinado ideal, los relatos de los buenos reyes de Jud� est�n totalmente subordinados a la historia de David y Salom�n. Si bien estos reyes de Jud� permanecieron leales a Jehov�, ilustraron a�n m�s las virtudes de sus grandes predecesores al mostrar c�mo se podr�an haber ejercido estas virtudes en diferentes circunstancias: c�mo David habr�a lidiado con una invasi�n et�ope y qu� habr�a hecho Salom�n si lo hubiera hecho. encontr� el templo profanado y sus servicios se detuvieron. Pero no se agrega ninguna caracter�stica esencial a las im�genes anteriores.

Los errores de los reyes que comenzaron a andar en la ley del Se�or y luego se apartaron sirven como contrastes para la gloria inmaculada de David y Salom�n. Las transiciones abruptas dentro de los l�mites de las vidas individuales de Asa, Jo�s y Amas�as resaltan el contraste entre la piedad y la apostas�a con un efecto sorprendente y dram�tico.

Regresamos de este breve estudio para considerar el significado de la vida de Salom�n seg�n Cr�nicas. Su relaci�n con la vida de David se resume en el nombre de Salom�n, el Pr�ncipe de paz. David es el rey ideal, que gana por la fuerza de las armas para el imperio y la victoria de Israel, la seguridad en el hogar y el tributo del exterior. Totalmente sometidos por su destreza, los enemigos naturales de Israel ya no se atreven a perturbar su tranquilidad.

Su sucesor hereda un amplio dominio, una inmensa riqueza y una paz asegurada. Salom�n, el Pr�ncipe de paz, es el rey ideal, que administra una gran herencia para la gloria de Jehov� y Su templo. Su historia en Cr�nicas es una de calma inquebrantable. Tiene un gran ej�rcito y muchas fortalezas fuertes, pero nunca tiene ocasi�n de utilizarlas. Le ruega a Jehov� que sea misericordioso con Israel cuando sufren los horrores de la guerra; pero est� intercediendo, no por sus propios s�bditos, sino por las generaciones futuras. En su tiempo-

"Sin guerra ni sonido de batalla

Se escuch� en todo el mundo:

La lanza ociosa y el escudo estaban en alto;

El carro enganchado estaba parado

Inmaculado con sangre hostil;

La trompeta no habl� a la multitud armada ".

Quiz�s, para usar una paradoja, la mayor prueba de la sabidur�a de Salom�n fue que pidi� sabidur�a. Se dio cuenta desde el principio de su carrera que un dominio amplio se gana m�s f�cilmente que se gobierna, que para usar una gran riqueza con honor se requiere m�s habilidad y car�cter de los que se necesitan para acumularla. Hoy en d�a, el mundo puede presumir de media docena de imperios que superan no s�lo a Israel, sino incluso a Roma, en extensi�n de dominio; la riqueza total del mundo est� mucho m�s all� de los sue�os m�s descabellados del cronista: pero a�n as� la gente muere por falta de conocimiento.

La inmundicia f�sica y moral de las ciudades modernas mancha toda la cultura y empa�a todo el esplendor de nuestra civilizaci�n; las clases y los oficios, los patrones y los empleados, mutilan y se aplastan unos a otros en luchas ciegas por lograr una salvaci�n ego�sta; Organizaciones recientemente creadas mueven a sus masas inmanejables

"Como dragones de la flor que se talan unos a otros".

Tienen la fuerza de un gigante y la usan como un gigante. El conocimiento llega, pero la sabidur�a perdura; y el mundo espera el reinado del Pr�ncipe de paz, que no es solo el rey sabio, sino la sabidur�a encarnada de Dios.

As�, una sugerencia sorprendente de la historia de Salom�n del cronista es la necesidad especial de sabidur�a y gu�a divina para la administraci�n de un imperio grande y pr�spero.

Sin embargo, no se debe poner demasiado �nfasis en la doble personalidad del rey ideal. Este rasgo est� adoptado de la historia y no expresa ninguna opini�n del cronista de que los dones caracter�sticos de David y Salom�n no pudieran combinarse en un solo individuo. Muchos grandes generales tambi�n han sido administradores exitosos. Antes del asesinato de Julio C�sar, ya hab�a demostrado su capacidad para restaurar el orden y la tranquilidad en el mundo romano; Los planes de Alejandro para el gobierno civil de sus conquistas eran tan trascendentales como su ambici�n guerrera; Diocleciano reorganiz� el imperio que su espada hab�a restablecido; Los planes de reforma de Cromwell mostraron una visi�n casi prof�tica de las necesidades futuras del pueblo ingl�s; la gloria de Napole�n '

Pero incluso estos casos, que ilustran la uni�n del genio militar y la capacidad administrativa, nos recuerdan que la asignaci�n del �xito en la guerra a un rey y un reinado de paz al siguiente es, despu�s de todo, t�pica. Los l�mites de la vida humana reducen sus posibilidades. Augusto tuvo que completar la obra de C�sar; los grandes planes de Alexander y Cromwell cayeron al suelo porque nadie se levant� para representar a Salom�n para su David.

El cronista ha hecho especial hincapi� en la deuda de Salom�n con David. Seg�n su narraci�n, el gran logro del reinado de Salom�n, la construcci�n del templo, ha sido posible gracias a los preparativos de David. Aparte de los planes y materiales, la opini�n del cronista sobre el cr�dito que se le debe a David en este asunto es solo un reconocimiento razonable del servicio prestado a la religi�n de Israel.

Quienquiera que proveyera madera y piedra, plata y oro para el templo, David gan� para Jehov� la tierra y la ciudad que eran los atrios exteriores del santuario, y despert� el esp�ritu nacional que dio a Si�n su m�s solemne consagraci�n. El templo de Salom�n era tanto el s�mbolo de los logros de David como la piedra angular de su obra.

Al llamar nuestra atenci�n sobre la dependencia del Pr�ncipe de Paz del hombre que "hab�a derramado mucha sangre", el cronista nos advierte que no olvidemos el precio que se ha pagado por la libertad y la cultura. Los espl�ndidos cortesanos cuyo "atuendo" complac�a especialmente los gustos femeninos de la reina de Saba pod�an sentir todo el desprecio de la persona superior por los veteranos desgastados por la guerra de David. Estos �ltimos probablemente se sent�an m�s a gusto en las "ciudades de almac�n" que en Jerusal�n.

Pero sin la sangre y el trabajo de estos soldados rudos, Salom�n no habr�a tenido la oportunidad de intercambiar acertijos con su bella visitante y deslumbrar sus ojos de admiraci�n con las glorias de su templo y palacios.

No es probable que se conserven las bendiciones de la paz a menos que los hombres a�n aprecien y aprecien las severas virtudes que florecen en tiempos dif�ciles. Si nuestros propios tiempos se vuelven turbulentos, y su serenidad es invadida por un feroz conflicto, ser� nuestro recordar que la dura vida de "la fortaleza en el desierto" y las luchas con los filisteos pueden permitir que una generaci�n posterior construya su templo para el Se�or y aprender las respuestas a "preguntas dif�ciles.

" 2 Cr�nicas 9:1 Mois�s y Josu�, David y Salom�n, nos recuerdan nuevamente c�mo la obra Divina se transmite de generaci�n en generaci�n: Mois�s conduce a Israel por el desierto, pero Josu� los lleva a la Tierra Prometida: David recoge los materiales , pero Salom�n construye el Templo. El asentamiento en Palestina y la construcci�n del Templo fueron s�lo episodios en el desarrollo del "�nico prop�sito creciente", pero un l�der y una vida no fueron suficientes para ninguno de los dos episodios.

Nos impacientamos ante la escala sobre la que obra Dios: queremos que se reduzca a los l�mites de nuestras facultades humanas y de nuestra vida terrena; sin embargo, toda la historia predica la paciencia. En nuestra demanda de intervenciones divinas mediante las cuales-

"De repente, en un minuto Todo est� cumplido y el trabajo est� hecho".

somos muy Esaus, ansiosos por vender la primogenitura del futuro por un plato de potaje hoy.

Y la continuidad del prop�sito Divino solo se realiza a trav�s de la continuidad del esfuerzo humano. De hecho, debemos servir a nuestra propia generaci�n; pero parte de ese servicio consiste en disponer que la pr�xima generaci�n sea entrenada para llevar a cabo el trabajo, y que despu�s de David vendr� Salom�n - el Salom�n de Cr�nicas, y no el Salom�n de Reyes - y que, si es posible, Salom�n no vendr� ser sucedido por Roboam.

A medida que logremos esta perspectiva m�s amplia, estaremos menos tentados a emplear medios dudosos, que se supone que est�n justificados por su fin; estaremos menos entusiasmados con los procesos que traen "rendimientos r�pidos", pero dan muy "peque�as ganancias" a largo plazo. Los trabajadores cristianos son demasiado aficionados a la construcci�n de bidones espirituales, como si los sitios en el reino de los cielos se alquilaran con contratos de arrendamiento de noventa y nueve a�os; pero Dios edifica para la eternidad, y somos colaboradores junto con �l.

Para completar el cuadro del cronista del rey ideal, tenemos que agregar la destreza guerrera de David y la sabidur�a y el esplendor de Salom�n a la piedad y gracias comunes a ambos. El resultado es �nico entre los muchos dibujos que han elaborado historiadores, fil�sofos y poetas. Tiene un valor propio, porque los dones del cronista en cuanto a historia, filosof�a y poes�a estaban totalmente subordinados a su inter�s por la teolog�a; y la mayor�a de los te�logos s�lo se han interesado por la doctrina del rey cuando pudieron utilizarla para complacer la vanidad de un patr�n real.

El retrato de cuerpo entero de Cr�nicas contrasta curiosamente con la peque�a vi�eta que se conserva en el libro que lleva el nombre de Salom�n. All�, en el or�culo que le ense�� la madre del rey Lemuel, se le advierte al rey simplemente que evite las mujeres extra�as y las bebidas alcoh�licas, que "juzgue con justicia y juzgue al pobre y al necesitado". Proverbios 31:1

Para pasar a una teolog�a m�s moderna, la teor�a del rey que est� impl�cita en Cr�nicas tiene mucho en com�n con la doctrina del dominio de Wyclif: ambos reconocen la santidad del poder real y su supremac�a temporal, y ambos sostienen que la obediencia a Dios es la condici�n del ejercicio continuado del gobierno leg�timo. Pero el sacerdote de Lutterworth era menos eclesi�stico y m�s democr�tico que nuestro levita.

Una autoridad m�s ortodoxa sobre la doctrina protestante del rey ser�an los Treinta y nueve Art�culos. Estos, sin embargo, tratan el tema de forma algo leve. Hasta donde llegan, est�n en armon�a con el cronista. Afirman la supremac�a incondicional del rey, tanto eclesi�stica como civil. Incluso "los concilios generales no pueden reunirse sin el mandamiento y la voluntad de los pr�ncipes". Por otro lado, los pr�ncipes no deben imitar a Uz�as al presumir de ejercer la funci�n sacerdotal de ofrecer incienso: no deben ministrar la palabra ni los sacramentos de Dios.

Fuera de la teolog�a, el ideal del rey se ha expresado con mayor plenitud y libertad, pero no muchos de los cuadros dibujados tienen mucho en com�n con el David y Salom�n del cronista. El pr�ncipe de Maquiavelo y el rey patriota de Bolingbroke pertenecen a un mundo diferente; adem�s, su m�todo es filos�fico y no hist�rico: enuncian una teor�a en lugar de hacer un dibujo. Arturo de Tennyson es como �l mismo lo llama, un "caballero ideal" en lugar de un rey ideal.

Quiz�s los mejores paralelos con David se encuentran en el Ciro de los historiadores y fil�sofos griegos y el Alfred de la historia inglesa. De hecho, Alfred combina muchas de las caracter�sticas tanto de David como de Solomon: asegur� la unidad inglesa y fue el fundador de la cultura y la literatura inglesas; ten�a un gran inter�s en los asuntos eclesi�sticos; grandes dotes de administraci�n y mucho atractivo personal.

Ciro, de nuevo, ilustra especialmente lo que podemos llamar las fortunas p�stumas de David: su nombre representaba el ideal de la realeza tanto con griegos como con persas, y en la "Cyropaedia" su vida y su car�cter se convierten en la base de una imagen del ideal. Rey.

Por supuesto, muchos puntos son comunes a casi todas estas im�genes; retratan al rey como un gobernante capaz y benevolente y un hombre de alto car�cter personal. La caracter�stica distintiva de Cr�nicas es el �nfasis puesto en la piedad del rey, su cuidado por el honor de Dios y el bienestar espiritual de sus s�bditos. Si la influencia pr�ctica de esta ense�anza no ha sido del todo ben�fica, es porque los hombres han conectado invariablemente el beneficio espiritual con la organizaci�n, las ceremonias y las formas de las palabras, sonoras o no.

Pero hoy la doctrina del estado reemplaza a la doctrina del rey. En lugar de Cyropedias tenemos Utop�as. A veces se nos pide que miremos hacia atr�s, no a un rey ideal, sino a una comunidad ideal, a la �poca de los Antoninos oa alg�n siglo feliz de la historia inglesa cuando se nos dice que la raza humana o los ingleses eran "muy felices". y pr�spero "; m�s a menudo se nos invita a contemplar un futuro imaginario.

Podemos a�adir a las ya realizadas una o dos aplicaciones m�s de los principios del cronista al Estado moderno. Su m�todo sugiere que la sociedad perfecta tendr� las virtudes de nuestra vida actual sin sus vicios, y que las posibilidades del futuro se adivinan mejor a partir de un estudio cuidadoso del pasado. La devoci�n de sus reyes al Templo simboliza la verdad de que el estado ideal es imposible sin el reconocimiento de una presencia divina y la obediencia a una voluntad divina.

Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre 2 Chronicles 1". "El Comentario Bíblico del Expositor". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/teb/2-chronicles-1.html.
 
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