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Bible Commentaries
2 Crónicas 19

El Comentario Bíblico del ExpositorEl Comentario Bíblico del Expositor

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Versículos 1-11

JEHOSHAPHAT-LA DOCTRINA DE LA NO RESISTENCIA

2 Cr�nicas 17:1 ; 2 Cr�nicas 18:1 ; 2 Cr�nicas 19:1 ; 2 Cr�nicas 20:1

ASA fue sucedido por su hijo Josafat, y su reinado comenz� a�n m�s auspicioso que el de Asa. Al parecer, el nuevo rey hab�a sido advertido de las desgracias de los �ltimos a�os de Asa; y como ten�a treinta y cinco a�os cuando subi� al trono, hab�a sido entrenado antes de que Asa cayera bajo el desagrado divino. Camin� en los primeros caminos de su padre David, antes de que David fuera llevado por Satan�s para contar a Israel.

El coraz�n de Josafat se enalteci�, no con un orgullo necio, como el de Ezequ�as, sino "en los caminos de Jehov�". Busc� al Dios de su padre, anduvo en los mandamientos de Dios, y no se dej� desviar por el mal ejemplo y la influencia de los reyes de Israel, ni busc� a los Baales. Mientras Asa hab�a sido debilitado por la enfermedad y alejado de Jehov�, los lugares altos y Aserim hab�an vuelto a brotar como una cosecha de malas hierbas; pero Josafat los quit� una vez m�s.

Seg�n el cronista, esta eliminaci�n de los lugares altos fue una labor muy de S�sifo: tan pronto como la piedra fue enrollada hasta la cima de la colina, volvi� a rodar hacia abajo. Josafat parece haber tenido un indicio de esto; sinti� que la destrucci�n de los santuarios y s�mbolos id�latras era como cortar la maleza y dejar las ra�ces en la tierra. En consecuencia, hizo un intento de lidiar m�s radicalmente con el mal: quitar�a la inclinaci�n y la oportunidad de los ritos corruptos.

Se envi� una comisi�n de pr�ncipes, sacerdotes y levitas por todas las ciudades de Jud� para instruir al pueblo en la ley de Jehov�. Vice siempre encontrar� oportunidades; De poco sirve reprimir las instituciones malvadas a menos que la gente sea educada para no tener propensiones malignas. Si, por ejemplo, todas las tabernas de Inglaterra estuvieran cerradas ma�ana y todav�a hubiera millones de gargantas ansiosas por beber, la embriaguez a�n prevalecer�a y una nueva administraci�n reabrir�a r�pidamente las ginebras.

Debido a que el nuevo rey busc� as� al Dios de sus padres con seriedad y constancia, Jehov� estuvo con �l y estableci� el reino en su mano. Josafat recibi� todas las marcas de favorecedor divino que generalmente se otorgan a los buenos reyes. Se engrandeci� en gran manera; ten�a muchas fortalezas, un ej�rcito inmenso y mucha riqueza; construy� castillos y ciudades de almac�n; ten�a arsenales para el suministro de material de guerra en las ciudades de Jud�.

Y estas ciudades, junto con otras posiciones defendibles y las ciudades fronterizas de Efra�n ocupadas por Jud�, estaban controladas por fuertes guarniciones. Mientras David se hab�a contentado con doscientos ochenta y ocho mil hombres de todo Israel, y Ab�as hab�a sacado cuatrocientos mil y Asa quinientos ochenta mil, all� aguardaban en Josafat, adem�s de sus numerosas guarniciones, mil cien mil sesenta mil hombres.

De estos setecientos ochenta mil eran hombres de Jud� en tres divisiones, y trescientos ochenta mil eran de Benjam�n en dos divisiones. Probablemente el aumento constante de los ej�rcitos de Ab�as, Asa y Josafat simboliza un aumento proporcional del favor divino.

El cronista registra los nombres de los capitanes de las cinco divisiones. Dos de ellos son elegidos para elogio especial: Eliada el benjamita es llamado "un valiente valiente", y del capit�n jud�o Amas�as, hijo de Zichri, se dice que se ofreci� a s� mismo o sus posesiones voluntariamente a Jehov�, como David. y sus pr�ncipes se hab�an ofrecido para la construcci�n del templo. El rey devoto ten�a oficiales devotos.

Tambi�n se hab�a dedicado a temas. Todo Jud� le trajo presentes, para que tuviera grandes riquezas y amplios medios para sostener su poder real y esplendor. Adem�s, como en el caso de Salom�n y Asa, su piedad fue recompensada con la libertad de la guerra: "El temor de Jehov� cay� sobre todos los reinos de alrededor, de modo que no hicieron guerra contra Josafat". Algunos de sus vecinos m�s d�biles se sintieron intimidados por el espect�culo de su gran poder; los filisteos le trajeron presentes y dinero de tributo, y los �rabes inmensos reba�os de carneros y machos cabr�os, siete mil setecientos de cada uno.

La gran prosperidad tuvo el efecto fatal habitual en el car�cter de Josafat. Al comienzo de su reinado, se hab�a fortalecido contra Israel y se hab�a negado a seguir sus caminos; ahora el poder hab�a desarrollado la ambici�n, y busc� y obtuvo el honor de casar a su hijo Joram con Atal�a, la hija de Acab, el poderoso y magn�fico rey de Israel, posiblemente tambi�n la hija de la princesa fenicia Jezabel, la devota de Baal.

Esta conexi�n familiar, por supuesto, implicaba una alianza pol�tica. Despu�s de un tiempo, Josafat fue a visitar a su nuevo aliado y fue recibido hospitalariamente. 2 Cr�nicas 18:1

Luego sigue la conocida historia de Mica�as, el hijo de Imlah, la desastrosa expedici�n de los dos reyes y la muerte de Acab, casi exactamente como en el libro de los Reyes. Hay una alteraci�n significativa: ambas narraciones nos cuentan c�mo los capitanes sirios atacaron a Josafat porque lo tomaron por rey de Israel y abandonaron su persecuci�n cuando �l grit�, y descubrieron su error; pero el cronista agrega la explicaci�n de que Jehov� lo ayud� y Dios los movi� a apartarse de �l.

Y as�, el amo de m�s de un mill�n de soldados se alegr� de que se le permitiera escapar debido a su insignificancia y regresara en paz a Jerusal�n. Oded y Hanani se hab�an encontrado con sus predecesores a su regreso de la victoria; ahora Jeh�, hijo de Hanani, se encontr� con Josafat cuando regres� a casa derrotado. Al igual que su padre, al profeta se le encarg� un mensaje de reprensi�n. Una alianza con el Reino del Norte era apenas menos reprensible que una con Siria: "�Debes ayudar al imp�o y amar a los que odian a Jehov�? Jehov� est� enojado contigo.

"No se permiti� que las reformas anteriores de Asa mitigaran la severidad de su condenaci�n, pero Jehov� fue m�s misericordioso con Josafat. El profeta menciona su piedad y su destrucci�n de los s�mbolos id�latras, y no se le inflige m�s castigo.

La adici�n del cronista al relato de la huida del rey de los capitanes sirios nos recuerda que Dios todav�a vela y protege a sus hijos incluso cuando est�n en el mismo acto de pecar contra �l. Jehov� sab�a que la alianza pecaminosa de Josafat con Acab no implicaba una rebeli�n total ni una apostas�a. De ah�, sin duda, la relativa apacibilidad de la reprensi�n del profeta.

Cuando Hanani, el padre de Jeh�, reprendi� a Asa, el rey se enfureci� y ech� al profeta en la c�rcel; Josafat recibi� la reprensi�n de Jeh� con un esp�ritu muy diferente: se arrepinti� y encontr� un nuevo celo en su penitencia. Aprendiendo de su propia experiencia la propensi�n del 'coraz�n humano a extraviarse, �l mismo sali� entre su pueblo para traerlos de regreso a Jehov�; y as� como Asa oprimi� a su pueblo en su apostas�a, Josafat, en su renovada lealtad a Jehov�, se mostr� ansioso por un buen gobierno.

Proporcion� jueces en todas las ciudades amuralladas de Jud�, con un tribunal de apelaci�n en Jerusal�n; les encarg� solemnemente que recordaran su responsabilidad para con Jehov�, que evitaran el soborno y que no traficaran con los ricos y poderosos. Siendo ellos mismos fieles a Jehov�, deb�an inculcar una obediencia similar y advertir al pueblo que no pecara contra el Dios de sus padres. La exhortaci�n de Josafat a sus nuevos jueces concluye con una sentencia cuya resonancia marcial sugiere juicio por combate en lugar de los procedimientos pac�ficos de un tribunal de justicia: "�Trata con valent�a, y Jehov� defender� el derecho!"

El principio de que el buen gobierno debe ser una consecuencia necesaria de la piedad en los gobernantes no se ha observado de manera tan uniforme en �pocas posteriores como en las p�ginas de Cr�nicas. El testimonio de la historia sobre este punto no es del todo coherente. A pesar de todas las fallas de los emperadores griegos ortodoxos y devotos Teodosio el Grande y Marciano, su administraci�n prest� importantes servicios al imperio.

Alfredo el Grande fue un distinguido estadista y guerrero, adem�s de celoso de la verdadera religi�n. San Luis de Francia ejerci� un sabio control sobre la Iglesia y el estado. Es cierto que cuando una mujer le reproch� en audiencia p�blica ser rey de frailes, sacerdotes y escribas, y no un verdadero rey de Francia, �l respondi� con santa mansedumbre: "�Dices verdad! Ha agradado al Se�or. para hacerme rey; hubiera sido bueno si le hubiera agradado nombrar a alguien que hubiera gobernado mejor el reino.

"Pero algo debe permitirse por la modestia del santo; aparte de sus desafortunadas cruzadas, habr�a sido dif�cil para Francia o incluso para Europa haber proporcionado un soberano m�s ben�fico. Por otro lado, el sucesor de Carlomagno, el emperador Luis el Piadoso , y nuestros propios reyes Eduardo el Confesor y el santo Enrique VI, eran igualmente d�biles e ineficientes; el celo de los reyes espa�oles y su pariente Mar�a Tudor es recordado principalmente por su espantosa crueldad; y en tiempos comparativamente recientes el desgobierno de los Estados de la Iglesia era sin�nimo en toda Europa.

Muchas causas se combinaron para producir este registro mezclado. La m�s claramente contraria a la ense�anza del cronista fue la opini�n inmoral de que el cristiano deber�a dejar de ser ciudadano y que el santo no tiene deberes para con la sociedad. Este punto de vista a menudo se considera el vicio especial del monaquismo, pero reaparece de una forma u otra en cada generaci�n. El fracaso de la administraci�n de Luis el Piadoso se explica en parte cuando leemos que con dificultades se le impidi� entrar en un monasterio.

En nuestros d�as hay quienes piensan que un peri�dico no deber�a interesar a un cristiano realmente serio. Seg�n sus ideas, Josafat deber�a haber dividido su tiempo entre un oratorio privado en su palacio y los servicios p�blicos del Templo, y haber dejado su reino a merced de jueces injustos en casa y enemigos paganos en el exterior, o de lo contrario habr�a abdicado a favor. de alg�n pariente cuyo coraz�n no era tan perfecto con Jehov�. El cronista ten�a una visi�n m�s clara de los m�todos divinos, y esta doctrina suya no ha sido reemplazada junto con el ritual mosaico.

Posiblemente, el tono marcial de la oraci�n que concluye el relato de Josafat como el jud�o Justiniano se debe a la influencia que tuvo sobre la mente del cronista el incidente que ahora describe.

La siguiente experiencia de Josafat fue paralela a la de Asa con Zera. Cuando se completaron sus nuevas reformas, se vio amenazado con una formidable invasi�n. Sus nuevos enemigos eran casi tan distantes y extra�os como los et�opes y Lubim que hab�an seguido a Zerah. No escuchamos nada sobre ning�n rey de Israel o Damasco, los l�deres habituales de los asaltos a Jud�; escuchamos en lugar de una triple alianza contra Jud�.

Dos de los aliados son Moab y Amm�n; pero los reyes jud�os no sol�an considerarlos enemigos irresistibles, de modo que la extrema consternaci�n que se apodera del rey y del pueblo debe deberse al tercer aliado: los Meunim con los que ya nos hemos encontrado en relaci�n con las haza�as de los hijos de Sime�n en el reinado de Ezequ�as; tambi�n se mencionan en el reinado de Uz�as, y en ning�n otro lugar, a menos que sean id�nticos a los maonitas, que son nombrados con los amalecitas en Jueces 10:12 .

Por lo tanto, son un pueblo peculiar de Cr�nicas y, seg�n esta narraci�n, parece que habitaron el monte Seir, por el cual el t�rmino "Meunim" se reemplaza a medida que avanza la historia. Dado que el cronista escribi� tanto tiempo despu�s de los hechos que describe, no podemos atribuirle ning�n conocimiento muy exacto de la geograf�a pol�tica. Probablemente el t�rmino "Meunim" impresion� tanto a sus contempor�neos como a un lector moderno, y sugiri� innumerables hordas de saqueadores beduinos; Josefo los llama un gran ej�rcito de �rabes.

Esta hueste de invasores ven�a de Edom y, habiendo marchado alrededor del extremo sur del Mar Muerto, estaban ahora en Engedi, en su orilla occidental. Los moabitas y amonitas pudieron haber cruzado el Jord�n por los vados cerca de Jeric�; pero esta ruta no habr�a sido conveniente para sus aliados los Meunim, y los habr�a llevado a chocar con las fuerzas del Reino del Norte.

En esta ocasi�n Josafat no busca ninguna alianza extranjera. No apela a Siria, como Asa, ni le pide al sucesor de Acab que pague en especie la ayuda prestada a Acab en Ramot de Galaad, en parte quiz�s porque no hab�a tiempo, pero principalmente porque hab�a aprendido la verdad que Hanani hab�a buscado. para ense�ar a su padre, y que el hijo de Hanani le hab�a ense�ado. Ni siquiera conf�a en sus propios cientos de miles de soldados, todos los cuales no pueden haber perecido en Ramot de Galaad; su confianza se deposita �nica y absolutamente en Jehov�.

Josafat y su pueblo no hicieron preparativos militares; los sucesos posteriores justificaron su aparente abandono: ninguno fue necesario. En cambio, Josafat busc� la ayuda divina y proclam� un ayuno en todo Jud�; y todo Jud� se reuni� en Jerusal�n para pedir ayuda a Jehov�. Esta gran asamblea nacional se reuni� "ante la nueva corte" del Templo. El cronista, que est� sumamente interesado en los edificios del Templo, no nos ha dicho nada sobre ninguna corte nueva, ni se menciona en ninguna otra parte; nuestro autor probablemente est� dando el t�tulo de una porci�n correspondiente del segundo templo: el lugar donde la gente se reuni� para encontrarse con Josafat ser�a el gran patio construido por Salom�n. 2 Cr�nicas 4:9

Aqu� Josafat se puso de pie como portavoz de la naci�n y or� a Jehov� por ellos y por �l mismo. Recuerda la omnipotencia divina; Jehov� es Dios de la tierra y del cielo, Dios de Israel y Gobernador de los paganos, y por lo tanto, puede ayudar incluso en esta gran emergencia: -

"Oh Jehov�, Dios de nuestros padres, �no eres t� Dios en los cielos? �No gobiernas t� todos los reinos de las gentes? Y en tu mano est� el poder y la fuerza, de modo que nadie te podr� resistir."

La tierra de Israel hab�a sido el regalo especial de Jehov� a Su pueblo, en cumplimiento de Su antigua promesa a Abraham: -

"�No despojaste t�, oh Dios nuestro, a los habitantes de esta tierra en favor de tu pueblo Israel, y la diste a la descendencia de Abraham tu amigo para siempre?"

Y ahora la posesi�n prolongada le hab�a dado a Israel un derecho prescriptivo a la Tierra Prometida; y, por as� decirlo, hab�an reclamado sus derechos de la manera m�s formal y solemne al erigir un templo al Dios de Israel. Adem�s, la oraci�n de Salom�n en la dedicaci�n del Templo hab�a sido aceptada por Jehov� como la base de Su pacto con Israel, y Josafat cita una cl�usula de esa oraci�n o pacto que hab�a previsto expresamente emergencias como la presente:

"Y ellos" (Israel) "habitaron en la tierra, y te edificaron en ella un santuario a tu nombre, diciendo: Si el mal viene sobre nosotros, espada, juicio, pestilencia o hambre, estaremos delante de esta casa y delante de ti (porque tu nombre est� en esta casa), y clama a ti en nuestra aflicci�n, y t� oir�s y salvar�s ".

Adem�s, la invasi�n actual no fue solo un intento de hacer a un lado la disposici�n de Jehov� sobre Palestina y los derechos establecidos desde hace mucho tiempo de Israel: tambi�n fue una gran ingratitud, un vil retorno de la antigua paciencia de Israel hacia sus enemigos actuales: -

Y ahora, he aqu� los hijos de Amm�n y Moab y el monte Seir, a quienes no quisiste dejar que Israel invadiera cuando salieron de la tierra de Egipto, pero se apartaron de ellos y no los destruyeron; mira c�mo nos recompensan con viniendo a despojarnos de Tu posesi�n que T� nos has hecho poseer ".

Con este nefasto prop�sito, los enemigos de Israel hab�an llegado en n�meros abrumadores, pero Jud� confiaba en la justicia de su causa y en el favor de Jehov�: -

"Dios nuestro, �no ejecutar�s juicio contra ellos? Porque no tenemos fuerzas contra esta gran multitud que viene contra nosotros, ni sabemos qu� hacer, pero nuestros ojos est�n puestos en ti".

Mientras tanto, la gran asamblea se mantuvo en actitud de s�plica ante Jehov�, no una reuni�n de valientes y valientes que oraban pidiendo bendiciones sobre su fuerza y ??valor, sino una multitud mixta, hombres y mujeres, ni�os y beb�s, que buscaban santuario, por as� decirlo, en el Templo, y arroj�ndose en su extremo al cuidado protector de Jehov�. Posiblemente, cuando el rey termin� su oraci�n, la asamblea estall� en fuertes y lamentosos gritos de consternaci�n y agonizante s�plica; pero el silencio de la narraci�n sugiere m�s bien que la fe fuerte y tranquila de Josafat se comunic� a la gente, y ellos esperaron en silencio la respuesta de Jehov�, alguna se�al o promesa de liberaci�n.

En lugar de los gritos confusos de una multitud emocionada, hubo un silencio de expectativa, como el que a veces cae sobre una asamblea cuando un gran estadista se ha levantado para pronunciar palabras que ser�n importantes para el destino de los imperios.

Y la respuesta vino, no por fuego del cielo o cualquier se�al visible, no por voz de trueno acompa�ada de trompetas angelicales, ni por �ngel o arc�ngel, sino por una voz familiar hasta ahora insospechada de dones sobrenaturales, por una expresi�n prof�tica cuyas �nicas credenciales fueron dadas por la influencia del Esp�ritu sobre el orador y su audiencia. El cronista relata con evidente satisfacci�n c�mo, en medio de esa gran congregaci�n, el Esp�ritu de Jehov� vino, no sobre un rey, un sacerdote o un profeta reconocido, sino sobre un ministro subordinado del templo, un levita y un miembro del coro del templo. como �l mismo.

�l tiene cuidado de fijar la identidad de este profeta reci�n llamado y de gratificar el orgullo familiar de las familias levitas existentes al dar la genealog�a del profeta por varias generaciones. Era Jahaziel, hijo de Zacar�as, hijo de Bena�a, hijo de Jeiel, hijo de Matan�as, de los hijos de Asaf. Los mismos nombres fueron alentadores. �Qu� nombres m�s adecuados se podr�an encontrar para un mensajero de la Divina misericordia que Jahaziel - "Dios da visi�n prof�tica" - el hijo de Zacar�as - "Jehov� recuerda?"

El mensaje de Jahaziel mostr� que la oraci�n de Josafat hab�a sido aceptada; Jehov� respondi� sin reservas a la confianza depositada en �l: reivindicar�a Su propia autoridad al liberar a Jud�; Josafat deber�a haber sido una prueba bendecida de la inmensa superioridad de la simple confianza en Jehov� sobre una alianza con Acab o el rey de Damasco. Dos veces el profeta exhorta al rey y al pueblo con las mismas palabras que Jehov� hab�a usado para animar a Josu� cuando la muerte de Mois�s le impuso todas las pesadas responsabilidades del liderazgo: "No temas ni desmayes.

"Ya no necesitan aferrarse al santuario como suplicantes asustados, sino que deben salir de inmediato, al d�a siguiente, contra el enemigo. Para que no pierdan tiempo busc�ndolos, Jehov� anuncia el lugar exacto donde est� el enemigo. "He aqu�, vienen por la subida de Hazziz, y los encontrar�s al final del barranco antes del desierto de Jeruel". Esta descripci�n topogr�fica era sin duda perfectamente inteligible para los contempor�neos del cronista, pero no es Ya es posible arreglar exactamente la localidad de Hazziz o Jeruel.

El ascenso de Hazziz se ha identificado con el Wady Husasa, que sube desde la costa del Mar Muerto al norte de Engedi, en direcci�n a Tekoa; pero la identificaci�n no es segura en absoluto.

La situaci�n general, sin embargo, es bastante clara: los invasores aliados subir�an desde la costa a las tierras altas de Jud� por uno de los wadies que conduc�an tierra adentro; Josafat y su gente los encontrar�an en uno de los "desiertos", o mesetas de pastizales, en las cercan�as de Tecoa.

Pero los jud�os salieron, no como un ej�rcito, sino para ser espectadores pasivos de una gran manifestaci�n del poder de Jehov�. No les preocupaba el n�mero y la destreza de sus enemigos; Jehov� Hiresell pondr�a al descubierto Su brazo poderoso, y Jud� deber�a ver que ning�n aliado extranjero, ni millones de guerreros nativos, fueran necesarios para su salvaci�n: "No necesitar�is pelear en esta batalla; toma tu posici�n, qu�date quieto y mira la liberaci�n de Jehov� contigo, oh Jud� y Jerusal�n. "

As� se hab�a dirigido Mois�s a Israel la v�spera del paso del Mar Rojo. Josafat y su pueblo reconocieron y honraron el mensaje divino como si Jahaziel fuera otro Mois�s; se postraron en tierra delante de Jehov�. Los hijos de Asaf ya hab�an tenido el privilegio de proporcionar a Jehov� Su profeta; Estos asafitas representaban al clan lev�tico de Gers�n; pero ahora los coatitas, con su gremio de cantores, los hijos de Cor�, "se pusieron de pie para alabar a Jehov�, el Dios de Israel, con una gran voz", como cantaban los levitas cuando el Se echaron los cimientos del segundo templo, y cuando Esdras y Nehem�as hicieron que el pueblo entrara en un nuevo pacto con su Dios.

Por consiguiente, al d�a siguiente, el pueblo se levant� temprano y sali� al desierto de Tecoa, a diez o doce millas al sur de Jerusal�n. En la antig�edad, los generales sol�an hacer un discurso fijo a sus ej�rcitos antes de llevarlos a la batalla, por lo que Josafat se dirige a sus s�bditos cuando se desmayan ante �l. No busca que conf�en en su propia fuerza y ??destreza; no enciende sus pasiones contra Moab y Amm�n, ni los exhorta a ser valientes y les recuerda que hoy luchan por las cenizas de sus padres y el templo de su Dios.

Tal direcci�n habr�a estado completamente fuera de lugar, porque los jud�os no iban a pelear en absoluto. Josafat solo les pide que tengan fe en Jehov� y Sus profetas. Es una curiosa anticipaci�n de la ense�anza paulina. Jud� debe ser "salvo por la fe" de Moab y Amm�n, como el cristiano es liberado por la fe del pecado y su castigo. El incidente casi parece haber sido registrado para ilustrar la verdad de que St.

Pablo iba a ense�ar. Es extra�o que no haya ninguna referencia a este cap�tulo en las ep�stolas de San Pablo y Santiago, y que el autor de la Ep�stola a los Hebreos no nos recuerde c�mo "por la fe Josafat fue librado de Moab y Amm�n". No se trata de orden militar, no se hace referencia a las cinco grandes divisiones en las que se dividen los ej�rcitos de Jud� y Benjam�n en el cap�tulo 17.

Aqu�, como en Jeric�, el capit�n de Israel est� principalmente interesado en proporcionar m�sicos para dirigir su ej�rcito. Cuando David estaba haciendo arreglos para los servicios musicales antes del Arca, consult� a sus capitanes. En esta expedici�n militar �nica no se menciona a los capitanes; no eran necesarios y, si estaban presentes, no ten�an oportunidad de demostrar su habilidad y destreza en la batalla. Con un esp�ritu a�n m�s democr�tico, Josafat consulta al pueblo, es decir, probablemente hace alguna proposici�n que es aceptada con aclamaci�n universal.

Los cantores levitas, vestidos con las espl�ndidas t�nicas con las que oficiaban en el templo, fueron designados para presentarse ante el pueblo, ofrecer alabanzas a Jehov� y cantar el himno: "Dad gracias a Jehov�, porque su misericordia es para siempre". Estas palabras o sus equivalentes son las palabras iniciales, y la segunda cl�usula el estribillo, del Salmo 106:1 post-exilio ; Salmo 107:1 ; Salmo 118:1 ; Salmo 136:1 .

Como el cronista ya ha atribuido Salmo 106:1 a David, posiblemente atribuya los cuatro a David, y tiene la intenci�n de que entendamos que uno o todos ellos fueron cantados por los levitas en esta ocasi�n. Posteriormente, el juda�smo ten�a la costumbre de denotar un libro o una secci�n de un libro por sus palabras iniciales.

Y as� Jud�, una caravana de peregrinos en lugar de un ej�rcito, fue a su cita divinamente designada con sus enemigos, y a la cabeza el coro lev�tico cant� los himnos del templo. No fue una campa�a, sino una funci�n sagrada, a una escala mucho mayor una procesi�n como la que puede verse dando vueltas, con c�nticos e incienso, estandartes, im�genes y crucifijos, por las calles de las ciudades cat�licas.

Mientras tanto, Jehov� estaba preparando un espect�culo para alegrar los ojos de su pueblo y recompensar su fe impl�cita y su obediencia exacta; Trabajaba para los que lo esperaban. Aunque Jud� todav�a estaba lejos de sus enemigos, sin embargo, como la trompeta en Jeric�, el sonido de la alabanza y la acci�n de gracias fue la se�al de la intervenci�n divina: "Cuando comenzaron a cantar y alabar, Jehov� puso a los mentirosos al acecho contra los hijos de Amm�n, Moab y Mount Self.

"�Qui�nes eran estos mentirosos al acecho? No pod�an ser hombres de Jud�: no deb�an pelear, sino ser espectadores pasivos de su propia liberaci�n. �Los aliados tendieron una emboscada a Jud�, y fue as� como despu�s fueron conducidos? confundir a su propia gente con enemigos? �O el cronista pretende que entendamos que estos "mentirosos al acecho" eran esp�ritus; que los invasores aliados fueron enga�ados y desconcertados como los marineros n�ufragos en la Tempestad; o que cuando llegaron al desierto de Jeruel cay� sobre ellos un esp�ritu de desconfianza, celos y odio mutuos, que, por as� decirlo, los hab�a estado esperando all�, pero, por cualquier causa, estall� una pelea entre ellos y fueron heridos.

Cuando Amonita, Moabita y Edomita se encontraron, hubo muchas disputas p�blicas y privadas esperando su oportunidad; y esos confederados estaban tan dispuestos a pelear entre ellos como un grupo de clanes de las Tierras Altas comprometidos en una incursi�n en las Tierras Bajas.

"Amm�n y Moab se levantaron contra los habitantes del monte Seir para matarlos y destruirlos". Pero incluso Amm�n y Moab pronto disolvieron su alianza; y al final, en parte enloquecido por el p�nico, en parte intoxicado por una sed salvaje de sangre, un frenes� muy Berserker, todos los lazos de amistad y parentesco fueron olvidados, y la mano de cada hombre estaba contra su hermano. "Cuando terminaron con los habitantes del Ser, cada uno ayud� a destruir a otro".

Mientras se desarrollaba esta tragedia, y el aire se rasgaba con los crueles gritos de esa lucha a muerte, Josafat y su gente avanzaban en un tranquilo peregrinaje al son del alegre sonido de los c�nticos de Si�n. Por fin alcanzaron una eminencia, tal vez la cumbre larga y baja de alguna loma que dominaba la meseta de Jeruel. Cuando llegaron a esta atalaya del desierto, la espantosa escena apareci� ante sus ojos.

Jehov� hab�a cumplido Su palabra: hab�an encontrado a su enemigo. Ellos "miraron a la multitud", todas esas hordas de tribus paganas que los hab�an llenado de terror y consternaci�n. Ahora eran bastante inofensivos: los jud�os no ve�an nada m�s que "cad�veres ca�dos a la tierra"; y en eso Aceldama yac�a toda la multitud de invasores profanos que se hab�an atrevido a violar la santidad de la Tierra Prometida: "No hubo quien escap�.

"As� que Israel mir� hacia atr�s despu�s de cruzar el Mar Rojo y vio los cad�veres de los egipcios �xodo 14:30 la orilla. �xodo 14:30 Set cuando el �ngel de Jehov� hiri� a Senaquerib, -

"Como las hojas del bosque cuando sopla el oto�o,

Esa hostia del d�a siguiente yac�a seca y desgarrada ".

No hay un toque de piedad por las miserables v�ctimas de sus propios pecados. Los griegos de todas las ciudades y tribus pudieron sentir el patetismo del tr�gico final de la expedici�n ateniense contra Siracusa; pero los jud�os no ten�an respeto por las tribus afines que habitaban a lo largo de su frontera, y la �poca del cronista a�n no hab�a aprendido que Jehov� ten�a ternura o compasi�n por los enemigos de Israel.

Los espectadores de esta carnicer�a, no podemos llamarlos vencedores, no dejaron de aprovechar al m�ximo su gran oportunidad. Pasaron tres d�as desnudando los cad�veres; y mientras los orientales se deleitan en armas con joyas y vestidos costosos, y sus jefes salen al campo con b�rbara ostentaci�n de riqueza, el bot�n era valioso y abundante: "riquezas y vestidos y joyas preciosas m�s de las que pod�an llevarse".

Al recoger el bot�n, los jud�os se hab�an dispersado por toda la amplia zona por la que debi� extenderse la lucha entre los confederados; pero al cuarto d�a se reunieron de nuevo en un valle vecino y dieron gracias solemnes por su liberaci�n: "All� bendijeron a Jehov�; por eso el nombre de ese lugar fue llamado valle de Beraca hasta hoy". Al oeste de Tekoa. no muy lejos de la escena de la carnicer�a, una ruina y un wady todav�a llevan el nombre de "Bereikut"; y sin duda en la �poca del cronista el valle se llamaba Beraj�, y la tradici�n local proporcion� a nuestro autor esta explicaci�n del origen del nombre.

Cuando se recogi� todo el bot�n, regresaron a Jerusal�n como hab�an venido, en procesi�n solemne, encabezados, sin duda, por los levitas, con salterios, arpas y trompetas. Regresaron al escenario de sus ansiosas s�plicas: a la casa de Jehov�. Pero ayer, por as� decirlo, se hab�an reunido ante Jehov�, aterrorizados por el informe de una hueste irresistible de invasores; y hoy sus enemigos fueron completamente destruidos.

Hab�an experimentado una liberaci�n que podr�a equipararse al �xodo; y as� como en aquella liberaci�n anterior hab�an saqueado a los egipcios, as� ahora hab�an vuelto cargados con el bot�n de Moab, Amm�n y Edom. Y todos sus vecinos se llenaron de miedo cuando se enteraron de la terrible ruina que Jehov� hab�a tra�do sobre estos enemigos de Israel. Nadie se atrever�a a invadir un pa�s donde Jehov� tendi� una emboscada fantasmal de mentirosos al acecho de los enemigos de Su pueblo.

El reino de Josafat estaba tranquilo, no porque estuviera protegido por poderosos aliados o por las espadas de sus numerosos y valientes soldados, sino porque Jud� se hab�a convertido en otro Ed�n, y querubines con espadas llameantes custodiaban la frontera por todos lados, y "su Dios le dio descanso alrededor ".

A continuaci�n, siga el resumen y la conclusi�n regulares de la historia del reinado extra�dos del libro de los Reyes, con las modificaciones habituales en la referencia a otras fuentes de informaci�n. Se nos dice aqu�, en directa contradicci�n con 1 Cr�nicas 17:6 y con todo el tenor de los Cap�tulos anteriores, que los lugares altos no fueron quitados, otra ilustraci�n de la poca importancia que el cronista atribu�a a la precisi�n en los detalles. O pasa por alto la contradicci�n entre pasajes tomados de diferentes fuentes, o no cree que valga la pena armonizar sus materiales inconsistentes.

Pero una vez que la narraci�n del reinado se cierra formalmente, el cronista inserta una posdata, tal vez mediante una especie de reflexi�n posterior. El libro de los Reyes narra 1 Reyes 22:48 c�mo Josafat hizo barcos para ir a Ofir en busca de oro, pero fueron quebrados en Ezi�n-geber; luego Ocoz�as, hijo de Acab, propuso asociarse con Josafat, y este �ltimo rechaz� su propuesta.

Como hemos visto, la teor�a de la retribuci�n del cronista requer�a alguna raz�n por la que un rey tan piadoso experiment� la desgracia. �Qu� pecado hab�a cometido Josafat para merecer la rotura de sus barcos? El cronista tiene una nueva versi�n de la historia, que da respuesta a esta pregunta. Josafat no construy� barcos por s� mismo; su desafortunada marina fue construida en sociedad con Ocoz�as; y en consecuencia, el profeta Eliezer lo reprendi� por aliarse por segunda vez con un rey malvado de Israel, y anunci� el naufragio de los barcos que se avecinaba. Y as� sucedi� que los barcos se rompieron y la sombra del divino disgusto se pos� sobre los �ltimos d�as de Josafat.

A continuaci�n, debemos notar las omisiones m�s importantes del cronista. El libro de los Reyes narra otra alianza de Josafat con Joram, rey de Israel, como sus alianzas con Acab y Ocoz�as. La narraci�n de este incidente se parece mucho a la de la anterior expedici�n conjunta a Ramoth-Gilead. Como entonces Josafat sali� con Acab, ahora acompa�a a Joram, el hijo de Acab, y lleva consigo a su aliado s�bdito, el rey de Edom.

Aqu� tambi�n aparece un profeta en escena; pero en esta ocasi�n Eliseo no reprendi� a Josafat por su alianza con Israel, sino que lo trata con gran respeto: y el ej�rcito aliado obtiene una gran victoria. Si esta narraci�n se hubiera incluido en Cr�nicas, el reinado de Josafat no habr�a proporcionado una ilustraci�n completamente satisfactoria de la lecci�n principal que el cronista pretend�a ense�ar.

Esta lecci�n principal fue que el pueblo elegido no debe buscar protecci�n contra sus enemigos ni a alianzas extranjeras ni a su propia fuerza militar, sino �nicamente a la gracia y omnipotencia de Jehov�. Un aspecto negativo de este principio ha sido reforzado por la condena de la alianza de Asa con Siria y la de Josafat con Acab y Ocoz�as. M�s tarde, la inutilidad de un ej�rcito aparte de Jehov� se muestra en la derrota del "gran ej�rcito" de Jo�s por "una peque�a compa��a" de sirios.

El aspecto positivo ha sido parcialmente ilustrado por las victorias se�aladas de Ab�as y Asa contra abrumadoras probabilidades y sin la ayuda de ning�n aliado extranjero. Pero estas fueron ilustraciones parciales e insatisfactorias: Jehov� se comprometi� a compartir la gloria de estas victorias con grandes ej�rcitos que se contaban por cien mil. Y, despu�s de todo, las probabilidades no eran tan abrumadoras. Se pueden encontrar decenas de paralelos en los que las probabilidades eran mucho mayores. En el caso de grandes huestes orientales, una superioridad de dos a uno podr�a f�cilmente compensarse con la disciplina y el valor en el ej�rcito m�s peque�o.

El valor peculiar para el cronista de la liberaci�n de Moab, Amm�n y Meunim radica en el hecho de que ning�n brazo humano dividi� la gloria con Jehov�. Se demostr� de manera concluyente no solo que Jud� podr�a estar satisfecho con un ej�rcito m�s peque�o que los de sus vecinos, sino que Jud� estar�a igualmente a salvo sin ning�n ej�rcito. Creemos que esta lecci�n se ense�a con m�s fuerza cuando recordamos que Josafat ten�a un ej�rcito m�s grande que el que se le atribuye a cualquier rey israelita o jud�o despu�s de David.

Sin embargo, no conf�a en sus mil ciento sesenta mil guerreros y no se le permite hacer uso de ellos. En el caso de un rey con pocos recursos militares, confiar en Jehov� podr�a ser simplemente hacer de la necesidad una virtud; pero si Josafat, con su inmenso ej�rcito, sinti� que su �nica ayuda real estaba en su Dios, el ejemplo proporcion� un argumento a fortiori que demostrar�a de manera concluyente que siempre fue deber y privilegio de los jud�os decir con el salmista: conf�en en carros y algunos en caballos, pero nos acordaremos del nombre de Jehov� nuestro Dios.

" Salmo 20:7 La literatura antigua de Israel proporcion� ilustraciones del principio: en el Mar Rojo, los israelitas hab�an sido liberados sin ning�n ejercicio de su propia destreza b�lica; en Jeric�, como en Jeruel, el enemigo hab�a sido completamente derrocado por Jehov� antes. Su pueblo se abalanz� sobre el bot�n, y la misma intervenci�n divina directa salv� a Jerusal�n de Senaquerib.

Pero la historia posterior de los jud�os hab�a sido una serie de ilustraciones de dependencia forzosa de Jehov�. Una peque�a comunidad semi-eclesi�stica que habitaba en una peque�a provincia que pasaba de una gran potencia a otra como un contraataque en el juego de la pol�tica internacional no ten�a m�s remedio que confiar en Jehov�, si quer�a de alguna manera mantener su amor propio. Que esta comunidad del segundo templo hubiera tenido confianza en su espada y arco les habr�a parecido igualmente absurdo a los jud�os y a sus amos persas y griegos.

Cuando estaban as� indefensos, Jehov� obr� por Israel, como hab�a destruido a los enemigos de Josafat en el desierto de Jeruel. Los jud�os se detuvieron y vieron el resultado de su liberaci�n; grandes imperios lucharon juntos como Moab, Amm�n y Edom, en la agon�a de la lucha a muerte; y sobre todo el tumulto de la batalla, Israel oy� la voz de Jehov�: "La batalla no es vuestra, sino de Dios; estad tranquilos, estad quietos. y ved contigo la liberaci�n de Jehov�, oh Jud� y Jerusal�n.

"Ante sus ojos pasaron las escenas de ese gran drama que por un tiempo dio a Asia occidental maestros arios en lugar de sem�ticos. Para ellos, toda la acci�n ten�a un solo significado: sin llamar a Israel al campo, Jehov� estaba dedicando a la destrucci�n a los enemigos de Israel. Su pueblo y abriendo un camino para que Sus redimidos regresaran, como la procesi�n de Josafat, a la Ciudad Santa y al Templo. La larga serie de guerras se convirti� en una apuesta de batalla, en la que Israel, ella misma un espectador pasivo, apareci� por su Divino Campe�n. y el resultado asegurado fue su triunfante vindicaci�n y restauraci�n a su antiguo trono en Si�n.

Despu�s de la Restauraci�n, la providencia protectora de Dios no pidi� ayuda armada a Jud�. Los mandatos de una corte distante autorizaron la reconstrucci�n del Templo y la fortificaci�n de la ciudad. Los jud�os consolaron su orgullo nacional y encontraron consuelo por su debilidad y sujeci�n en el pensamiento de que sus supuestos amos eran en realidad solo los instrumentos que Jehov� us� para proveer para la seguridad y prosperidad de Sus hijos.

Ya hemos notado que esta filosof�a de la historia no es peculiar de Israel. Cada naci�n tiene un sistema similar y considera sus propios intereses como el cuidado supremo de la Providencia. Tambi�n hemos visto que las influencias morales han controlado y puesto en jaque mate a las fuerzas materiales; Dios ha luchado contra los batallones m�s grandes. De manera similar, los jud�os no son las �nicas personas para quienes se han logrado liberaciones casi sin ninguna cooperaci�n de su parte.

No fue una revuelta de negros, por ejemplo, lo que liber� a los esclavos de nuestras colonias o de los estados del sur. Italia recuper� su Ciudad Eterna como efecto incidental de una gran guerra en la que ella misma no particip�. Los movimientos pol�ticos importantes y las grandes luchas implican consecuencias igualmente imprevistas y no intencionadas por los principales actores de estos dramas, consecuencias que les parecer�an insignificantes comparadas con resultados m�s obvios.

A alguna naci�n oscura casi lista para perecer se le da un respiro, un respiro, en el que cobra fuerza; en lugar de perder su existencia separada, perdura hasta que el tiempo y la oportunidad la convierten en una de las influencias dominantes en la historia del mundo: algo de Ginebra o Wittenberg se convierte, justo en el momento adecuado, en un refugio seguro y una posici�n ventajosa para uno de los profetas del Se�or. . Nuestro entendimiento de lo que Dios est� haciendo en nuestro tiempo y nuestras esperanzas de lo que �l todav�a pueda hacer ser� de hecho peque�a, si pensamos que Dios no puede hacer nada por nuestra causa a menos que nuestro estandarte ondee al frente de la batalla y la guerra. grito es "�La espada de Gede�n!" as� como "�La espada de Jehov�!" Habr� muchas batallas en las que no daremos ning�n golpe y, sin embargo, tendremos el privilegio de repartir el bot�n. A veces "

El cronista ha encontrado disc�pulos en estos �ltimos d�as de esp�ritu m�s bondadoso y simpat�as m�s cat�licas. �l y ellos han llegado a sus doctrinas comunes por caminos diferentes, pero el cronista ense�a la no resistencia con tanta claridad como la Sociedad de los Amigos. "Cuando te hayas entregado completamente a la ense�anza divina", dice, "no luchar�s contra ti mismo ni pedir�s a otros que luchen por ti; simplemente te quedar�s quieto y ver�s una providencia divina protegi�ndote y destruyendo a tus enemigos.

"Los Amigos casi pod�an hacerse eco de esta ense�anza, quiz�s sin poner tanto �nfasis en la destrucci�n del enemigo, aunque entre las visiones de los Amigos anteriores hab�a muchas que revelaban los juicios venideros del Se�or; y el entusiasta moderno todav�a es apto considerar que sus enemigos son enemigos del Se�or y llamar a la satisfacci�n de su propio esp�ritu vengativo una reivindicaci�n del honor del Se�or y una satisfacci�n de la justicia ultrajada.

Si el cronista hubiera vivido hoy, la historia de la Sociedad de Amigos podr�a haberle proporcionado ilustraciones casi tan aptas como la destrucci�n de los invasores aliados de Jud�. Se habr�a alegrado de contarnos c�mo un pueblo que repudi� cualquier recurso a la violencia logr� conciliar tribus salvajes y fundar la floreciente colonia de Pensilvania, y habr�a visto la mano del Se�or en la riqueza y el honor que se le ha concedido a una vez. secta despreciada y perseguida.

Deber�amos estar pasando a asuntos que a�n est�n m�s all� del horizonte del cronista, si tuvi�ramos que conectar su ense�anza con el mandato de nuestro Se�or: "A cualquiera que te golpee en la mejilla derecha, vu�lvele tambi�n la otra". Tal sentimiento apenas armoniza con los tres d�as de despojo de cad�veres en el desierto de Jeruel. Pero aunque los motivos del cronista para la no resistencia no fueron tocados y suavizados con la divina gentileza de Jes�s de Nazaret, y su objetivo no era persuadir a sus oyentes de que soportaran pacientemente el mal, sin embargo hab�a concebido la posibilidad de una fe poderosa que podr�a Ponga sus fortunas sin reservas en las manos de Dios y conf�e en �l los problemas. Si alguna vez queremos ser ciudadanos dignos del reino de nuestro Se�or,

Cuando llegamos a preguntarnos hasta qu� punto las personas para las que escribi� respondieron a sus ense�anzas y las llevaron a la vida pr�ctica, nos encontramos con uno de los muchos ejemplos de la siniestra iron�a de la historia. Probablemente, la brillante visi�n de seguridad pac�fica del cronista, custodiada en todas partes por legiones de �ngeles, se inspir� en parte en la relativa prosperidad de la �poca en la que escribi�. Otras consideraciones se combinan con esto para sugerir que la composici�n de su obra cautiv� el feliz ocio de uno de los intervalos m�s brillantes entre Esdras y los Macabeos.

Las circunstancias pronto pondr�an a prueba la disposici�n de los jud�os, en tiempos de peligro nacional, a observar la actitud de los espectadores pasivos y esperar una liberaci�n divina. No fue del todo con este esp�ritu que los sacerdotes se enfrentaron a las salvajes persecuciones de Ant�oco. No hicieron intentos tontos de exorcizar este esp�ritu maligno con himnos, salterios, arpas y trompetas; pero el sacerdote Matat�as y sus hijos mataron al comisario del rey y alzaron el estandarte de la revuelta armada.

De hecho, encontramos indicios de algo parecido a la obediencia a los principios del cronista. Un cuerpo de los jud�os rebeldes fue atacado el d�a s�bado; no hicieron ning�n intento por defenderse: "Cuando les dieron batalla a toda velocidad, no les respondieron, ni les arrojaron una piedra, ni detuvieron los lugares donde yac�an escondidos y sus enemigos se levantaron contra ellos en el d�a de reposo, y los mat� con sus mujeres, sus hijos y sus ganados, hasta un total de mil personas.

"Ninguna intervenci�n divina recompens� esta fe devota, ni aparentemente los jud�os lo esperaban, porque hab�an dicho:" Moriremos todos en nuestra inocencia; el cielo y la tierra testificar�n por nosotros que nos hab�is dado muerte injustamente ". Despu�s de todo, esta es una nota m�s alta que la de Cr�nicas: la obediencia no puede traer recompensa invariable; sin embargo, los fieles no se desviar�n de su lealtad. los l�deres del pueblo miraron sin ojos favorables esta ofrenda de hecatombe humanas en honor a la santidad del s�bado.

No estaban dispuestos a morir pasivamente; y, como representantes de Jehov� y de la naci�n por el momento, decretaron que de ahora en adelante luchar�an contra los que los atacaran, incluso en el d�a de reposo. La guerra basada en estos principios m�s seculares fue coronada con ese �xito visible que el cronista consideraba como el signo manifiesto de la aprobaci�n divina; y una dinast�a de sacerdotes reales llen� el trono y dirigi� los ej�rcitos de Israel, y asegur� y fortaleci� su autoridad mediante intrigas y alianzas con todos los soberanos paganos a su alcance.

Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre 2 Chronicles 19". "El Comentario Bíblico del Expositor". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/teb/2-chronicles-19.html.
 
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