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2 Crónicas 21

El Comentario Bíblico del ExpositorEl Comentario Bíblico del Expositor

Versículos 1-20

JEHORAM, AHAZ�AS Y ATAL�AS: LAS CONSECUENCIAS DE UN MATRIMONIO EXTRANJERO

2 Cr�nicas 21:1 ; 2 Cr�nicas 22:1 ; 2 Cr�nicas 23:1

La adhesi�n de Joram es uno de los casos en los que un hijo malvado sucedi� a un padre notablemente piadoso, pero en este caso no hay dificultad para explicar el fen�meno: el car�cter depravado y las malas acciones de Joram, Ocoz�as y Atal�a son a la vez explicado cuando recordamos que eran, respectivamente, yerno, nieto e hija de Acab, y posiblemente de Jezabel. Sin embargo, si Jezabel fue realmente la madre de Atal�a, es dif�cil creer que el cronista entendiera o al menos se diera cuenta del hecho.

En los libros de Esdras y Nehem�as, el cronista pone gran �nfasis en la iniquidad y la falta de conveniencia del matrimonio con esposas extra�as, y ha tenido cuidado de insertar una nota en la historia de Josafat para llamar la atenci�n sobre el hecho de que el rey de Jud� se hab�a unido afinidad con Acab. Si hubiera entendido que esto implicaba unir afinidad con un devoto fenicio de Baal, este hecho significativo no se habr�a pasado por alto en silencio.

Adem�s, los nombres Atal�a y Ocoz�as se combinan con el nombre sagrado de Jehov�. Un adorador fenicio de Baal puede muy bien haber sido lo suficientemente ecl�ctico para hacer tal uso del nombre sagrado para la familia con la que se cas�, pero en general esos nombres se oponen a la descendencia de sus due�os de Jezabel y sus antepasados ??sidonianos.

Hemos visto que, despu�s de dar la f�rmula final del reinado de Josafat, el cronista agrega una posdata que narra un incidente desacreditado para el rey. De manera similar, introduce la f�rmula introductoria para el reinado de Joram insertando un acto cruel del nuevo rey. Antes de decirnos la edad de Joram al momento de su ascenso y la duraci�n de su reinado, el cronista relata los pasos que dio Joram para asegurarse en su trono.

Josafat, como Roboam, se hab�a deshecho de sus numerosos hijos en las ciudades valladas de Jud�, y hab�a tratado de hacerlos tranquilos y contentos provey�ndoles en gran medida para su bienestar material: "Su padre les dio grandes obsequios: plata, oro y cosas preciosas , con ciudades valladas en Jud� ". El juicio optimista del afecto paterno podr�a esperar que estos regalos hicieran a sus hijos menores s�bditos leales y devotos de su hermano mayor; pero Joram, no sin raz�n, tem�a que los tesoros y las ciudades pudieran proporcionar los medios para una revuelta, o que Jud� pudiera dividirse en varios peque�os principados.

En consecuencia, cuando se hubo fortalecido, mat� a espada a todos sus hermanos, y con ellos a los pr�ncipes de Israel de quienes sospechaba que estaban vinculados a sus otras v�ctimas. Segu�a el precedente establecido por Salom�n cuando orden� la ejecuci�n de Adon�as; y, de hecho, la matanza por un nuevo soberano de todos aquellos parientes cercanos que posiblemente podr�an disputar su reclamo al trono generalmente se ha considerado en Oriente como un acto doloroso pero necesario y perfectamente justificable, siendo, de hecho, considerado en muchos casos. la misma luz que el ahogamiento de gatitos superfluos en c�rculos dom�sticos. Probablemente este episodio se coloca antes de la f�rmula introductoria para el reinado porque hasta que estos posibles rivales fueran eliminados, la tenencia del trono de Joram era completamente insegura.

Para los pr�ximos versos 2 Cr�nicas 21:5 ; Cf. 2 Reyes 8:17 la narraci�n sigue el libro de Reyes sin apenas alteraci�n alguna, y establece el car�cter maligno del nuevo reinado, explicando la depravaci�n de Joram por su matrimonio con una hija de Acab.

A continuaci�n se da la exitosa rebeli�n de Edom contra Jud�, y el cronista agrega una nota propia en el sentido de que Joram experiment� estos reveses porque hab�a abandonado a Jehov�, el Dios de sus padres.

Luego, el cronista procede a describir m�s pecados y desgracias de Joram. �l menciona definitivamente, lo que sin duda est� impl�cito en el libro de los Reyes, que Joram hizo lugares altos en las ciudades de Jud� y sedujo a la gente para que participara en un culto corrupto. La condena divina de las malas acciones del rey provino de un lugar inesperado y de una manera inusual. Los otros mensajes prof�ticos registrados especialmente por el cronista fueron pronunciados por profetas de Jud�, algunos aparentemente recibieron su inspiraci�n para una ocasi�n en particular.

El profeta que reprendi� a Joram no era un personaje menos distinguido que el gran israelita El�as, quien, seg�n el libro de los Reyes, hac�a mucho tiempo que hab�a sido trasladado al cielo. En la narrativa m�s antigua, el trabajo de Elijah se limita exclusivamente al Reino del Norte. Pero el cronista ignora por completo a El�as, excepto cuando su historia se conecta por un momento con la de la casa de David.

Los otros profetas de Jud� transmitieron sus mensajes de boca en boca, pero esta comunicaci�n se hace por medio de "un escrito". Esto, sin embargo, no deja de tener paralelo: Jerem�as envi� una carta a los cautivos en Babilonia, y tambi�n envi� una colecci�n escrita de sus profec�as a Joacim. Jeremias 29:1 , Jeremias 36:1 En el �ltimo caso, sin embargo, las profec�as se hab�an promulgado originalmente de boca en boca.

El�as escribe en el nombre de Jehov�, el Dios de David, y condena a Joram porque no andaba en los caminos de Asa y Josafat, sino en los caminos de los reyes de Israel y de la casa de Acab. Es agradable descubrir que, a pesar de los pecados que marcaron los �ltimos d�as de Asa y Josafat, sus "caminos" fueron, en su conjunto, tales que el profeta de Jehov� podr�a considerar un ejemplo. Aqu� y en otros lugares, Dios apela a los mejores sentimientos que surgen del orgullo de nacimiento.

La nobleza obliga. Joram ocup� su trono como representante de la casa de David, y estaba orgulloso de rastrear su ascendencia hasta el fundador de la monarqu�a israelita y de heredar la gloria de los grandes reinados de Asa y Josafat; pero este orgullo de raza implicaba que apartarse de sus caminos era una apostas�a deshonrosa. No hay espect�culo m�s lamentable que el de un libertino afeminado que se enamora de su noble ascendencia.

El�as reprende adem�s a Joram por la masacre de sus hermanos, que eran mejores que �l. Todos hab�an crecido en la corte de su padre, y hasta que los otros hermanos tomaron posesi�n de sus ciudades cercadas hab�an estado bajo las mismas influencias. Es el marido de la hija de Acab quien es peor que todos los dem�s; la influencia de un matrimonio inadecuado ya ha comenzado a manifestarse. De hecho, en vista de la historia posterior de Atal�a, no le hacemos ninguna injusticia al suponer que, como Jezabel y Lady Macbeth, ella hab�a sugerido el crimen de su marido.

El hecho de que los hermanos de Jeroham fueran mejores hombres que �l aumenta su culpa moral, pero esta indeseable superioridad de los otros pr�ncipes de sangre sobre el soberano reinante les parecer�a a Joram y sus consejeros una raz�n adicional para apartarlos del camino; la masacre fue una necesidad pol�tica urgente.-

"Verdaderamente las tiernas misericordias del d�bil, Como del imp�o, son crueles".

No hay nada m�s cruel que el terror de un ego�sta. La Inquisici�n es la medida no s�lo de la inhumanidad, sino tambi�n de la debilidad de la Iglesia medieval; y la masacre de San Bartolom� se debi� a la debilidad de Carlos IX, as� como a la "venganza o al instinto ciego de autoconservaci�n" de Mar�a de Medici.

La condena del cronista de la masacre de Joram marca la superioridad del est�ndar del juda�smo posterior a la moral oriental actual. Por sus pecados, Joram ser�a castigado con una enfermedad dolorosa y con una gran "plaga" que caer�a sobre su pueblo, sus esposas, sus hijos y toda su riqueza. En los siguientes vers�culos vemos que "plaga", aqu� como en el caso de algunas de las plagas de Egipto, tiene el sentido de calamidad en general, y no el significado m�s estricto de pestilencia.

Esta plaga tom� la forma de una invasi�n de los filisteos y los �rabes "que est�n al lado de los et�opes". La inspiraci�n divina los impuls� a atacar a Jud�; Jehov� incit� su esp�ritu contra Joram. Probablemente aqu�, como en la historia de Zerah, el t�rmino et�opes se usa libremente para los egipcios, en cuyo caso los �rabes en cuesti�n ser�an habitantes del desierto entre el sur de Palestina y Egipto, y por lo tanto ser�an vecinos de sus aliados filisteos. .

Estas bandas de merodeadores triunfaron donde las grandes huestes de Zerah hab�an fracasado; irrumpieron en Jud� y se llevaron todo el tesoro del rey, junto con sus hijos y sus esposas, dej�ndolo s�lo a su hijo menor: Joacaz o Ocoz�as. Luego mataron a los pr�ncipes que hab�an tomado cautivos. La gente com�n no sufrir�a menos que su rey. El mismo Joram estaba reservado para un castigo personal especial: Jehov� lo golpe� con una dolorosa enfermedad; y, como Asa, se demor� dos a�os y luego muri�. El pueblo qued� tan impresionado por su maldad que "no le hicieron fuego como el de sus padres", mientras que hab�an hecho un fuego muy grande para Asa.

El relato del cronista del reinado de Ocoz�as no difiere materialmente del que se da en el libro de los Reyes, aunque est� considerablemente abreviado y hay otras alteraciones menores. El cronista expone a�n m�s enf�ticamente que la historia anterior la influencia maligna de Atal�a y sus parientes israelitas sobre el breve reinado de un a�o de Ocoz�as. La historia de su visita a Joram, rey de Israel, y el asesinato de los dos reyes por Jeh�, est� muy resumida.

El cronista omite cuidadosamente toda referencia a Eliseo, de acuerdo con su principio habitual de ignorar la vida religiosa del norte de Israel; pero nos dice expresamente que, como Josafat, Ocoz�as sufri� por asociarse con la casa de Omri: "Su destrucci�n o pisoteo fue de Dios por cuanto fue a Joram". Nuestras versiones en ingl�s han reproducido cuidadosamente una ambig�edad en el original; pero parece probable que el cronista no quiera decir que visitar a Joram en su enfermedad fue una ofensa flagrante que Dios castig� con la muerte, sino m�s bien que castigar a Ocoz�as por su imitaci�n de las malas acciones de la casa de Omri. Dios le permiti� visitar a Joram para que pudiera compartir el destino del rey israelita.

El libro de los Reyes hab�a dicho que Jeh� mat� a cuarenta y dos hermanos de Ocoz�as. Por supuesto, est� perfectamente permitido tomar "hermanos" en el sentido general de "parientes"; pero como el cronista hab�a mencionado recientemente la masacre de todos los hermanos de Ocoz�as, evita incluso la apariencia de una contradicci�n sustituyendo "hijos de los hermanos de Ocoz�as" por hermanos. Esta alteraci�n introduce nuevas dificultades, pero estas dificultades simplemente ilustran la confusi�n general de n�meros y edades que caracteriza la narrativa en este punto.

En relaci�n con el entierro de Ocoz�as, se puede notar que el recuerdo popular de Josafat aval� el juicio favorable contenido en el "escrito de El�as": "Dijeron" de Ocoz�as ", es el hijo de Josafat, quien busc� a Jehov� con todo su coraz�n ". A continuaci�n, el cronista narra el asesinato de Atal�a de la simiente real de Jud� y su usurpaci�n del trono de David, en t�rminos casi id�nticos a los de la narraci�n del libro de los Reyes.

Pero sus adiciones y modificaciones anteriores son dif�ciles de conciliar con el relato que aqu� toma prestado de su antigua autoridad. Seg�n el cronista, Joram hab�a masacrado a todos los dem�s hijos de Josafat, y los �rabes hab�an matado a todos los hijos de Joram excepto Ocoz�as, y Jeh� hab�a matado a sus hijos; de modo que Ocoz�as era el �nico descendiente vivo en la l�nea masculina de su abuelo Josafat; �l mismo aparentemente muri� a la edad de veintitr�s a�os.

Es bastante comprensible que tenga un hijo, Jo�s, y posiblemente otros hijos; pero aun as� es dif�cil entender d�nde encontr� Atal�a "toda la simiente real" y "los hijos del rey" a quienes dio muerte. En cualquier caso, est� claro que la matanza de sus hermanos por Joram se encontr� con un castigo apropiado: todos sus propios hijos y nietos fueron asesinados de manera similar, excepto el ni�o Jo�s. La narraci�n del cronista de la revoluci�n por la que fue asesinada Atal�a y el trono recuperado para la casa de David en la persona de Jo�s sigue sustancialmente la historia anterior, siendo la principal diferencia, como ya hemos notado, que el cronista sustituye al Lev�tico. guardia del segundo templo para la guardia de los mercenarios extranjeros que fueron los verdaderos agentes de esta revoluci�n.

A una distinguida autoridad de la historia europea le gusta se�alar los efectos perniciosos de los matrimonios reales como uno de los principales inconvenientes del sistema mon�rquico de gobierno. Una corona puede recaer en cualquier momento sobre una mujer, y por su matrimonio con un pr�ncipe reinante poderoso, su pa�s puede estar virtualmente sometido a un yugo extranjero. Si sucede que el nuevo soberano profesa una religi�n diferente a la de los s�bditos de su esposa, los males derivados del matrimonio se agravan seriamente.

Algo as� le sucedi� a los Pa�ses Bajos como resultado del matrimonio de Mar�a de Borgo�a con el emperador Maximiliano, e Inglaterra solo se salv� del peligro de la transferencia al dominio cat�lico por la precauci�n y el patriotismo de la reina Isabel. La usurpaci�n de Atal�a fue un intento audaz de revertir el proceso habitual y transferir los dominios del esposo a la autoridad y la fe de la familia de la esposa.

Es probable que el �xito permanente de Atal�a hubiera llevado a la absorci�n de Jud� en el Reino del Norte. Esta �ltima desgracia fue evitada por la energ�a y el coraje de Joiada, pero mientras tanto la reina medio pagana hab�a logrado causar un da�o y sufrimiento incalculables a su pa�s adoptivo. Nuestra propia historia proporciona numerosas ilustraciones de las malas influencias que llegan en el tren de reinas extranjeras.

Eduardo II sufri� terriblemente a manos de su reina francesa; La esposa de Enrique VI, Margarita de Anjou, contribuy� considerablemente a la prolongada amargura de la lucha entre York y Lancaster; y al matrimonio de Enrique VIII con Catalina de Arag�n, el pa�s deb�a las miserias y persecuciones infligidas por Mar�a Tudor. Pero, por otro lado, muchas de las princesas extranjeras que han compartido el trono ingl�s se han ganado la gratitud duradera de la naci�n. Una reina francesa de Kent, por ejemplo, abri� el camino para la misi�n de Agust�n en Inglaterra.

Pero ninguna reina extranjera de Inglaterra ha tenido las oportunidades de hacer travesuras que Atal�a disfrut� y aprovech� al m�ximo. Ella corrompi� a su esposo y a su hijo, y probablemente fue a la vez instigadora de sus cr�menes y instrumento de su castigo. Al corromper a los gobernantes de Jud� y por su propio desgobierno, ejerci� una influencia maligna sobre la naci�n; y mientras el pueblo sufr�a, no solo por sus pecados, sino tambi�n por los de sus reyes, Atal�a trajo desgracias y calamidades a Jud�.

Desafortunadamente, estas experiencias no se limitan a las familias reales; la paz, el honor y la prosperidad de las familias piadosas en todos los rangos de la vida han sido perturbadas y, a menudo, destruidas por el matrimonio de uno de sus miembros con una mujer de esp�ritu y temperamento extra�o. Aqu� hay una aplicaci�n muy general y pr�ctica de la objeci�n del cronista al coito con la casa de Omri.

Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre 2 Chronicles 21". "El Comentario Bíblico del Expositor". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/teb/2-chronicles-21.html.