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Saturday, September 28th, 2024
the Week of Proper 20 / Ordinary 25
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Bible Commentaries
El Comentario Bíblico del Expositor El Comentario Bíblico del Expositor
Declaración de derechos de autor
Estos archivos están en el dominio público.
Texto cortesía de BibleSupport.com. Usado con permiso.
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Texto cortesía de BibleSupport.com. Usado con permiso.
Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre 2 Chronicles 22". "El Comentario Bíblico del Expositor". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/teb/2-chronicles-22.html.
Nicoll, William R. "Comentario sobre 2 Chronicles 22". "El Comentario Bíblico del Expositor". https://beta.studylight.org/
Versículos 1-12
JEHORAM, AHAZ�AS Y ATAL�AS: LAS CONSECUENCIAS DE UN MATRIMONIO EXTRANJERO
2 Cr�nicas 21:1 ; 2 Cr�nicas 22:1 ; 2 Cr�nicas 23:1
La adhesi�n de Joram es uno de los casos en los que un hijo malvado sucedi� a un padre notablemente piadoso, pero en este caso no hay dificultad para explicar el fen�meno: el car�cter depravado y las malas acciones de Joram, Ocoz�as y Atal�a son a la vez explicado cuando recordamos que eran, respectivamente, yerno, nieto e hija de Acab, y posiblemente de Jezabel. Sin embargo, si Jezabel fue realmente la madre de Atal�a, es dif�cil creer que el cronista entendiera o al menos se diera cuenta del hecho.
En los libros de Esdras y Nehem�as, el cronista pone gran �nfasis en la iniquidad y la falta de conveniencia del matrimonio con esposas extra�as, y ha tenido cuidado de insertar una nota en la historia de Josafat para llamar la atenci�n sobre el hecho de que el rey de Jud� se hab�a unido afinidad con Acab. Si hubiera entendido que esto implicaba unir afinidad con un devoto fenicio de Baal, este hecho significativo no se habr�a pasado por alto en silencio.
Adem�s, los nombres Atal�a y Ocoz�as se combinan con el nombre sagrado de Jehov�. Un adorador fenicio de Baal puede muy bien haber sido lo suficientemente ecl�ctico para hacer tal uso del nombre sagrado para la familia con la que se cas�, pero en general esos nombres se oponen a la descendencia de sus due�os de Jezabel y sus antepasados ??sidonianos.
Hemos visto que, despu�s de dar la f�rmula final del reinado de Josafat, el cronista agrega una posdata que narra un incidente desacreditado para el rey. De manera similar, introduce la f�rmula introductoria para el reinado de Joram insertando un acto cruel del nuevo rey. Antes de decirnos la edad de Joram al momento de su ascenso y la duraci�n de su reinado, el cronista relata los pasos que dio Joram para asegurarse en su trono.
Josafat, como Roboam, se hab�a deshecho de sus numerosos hijos en las ciudades valladas de Jud�, y hab�a tratado de hacerlos tranquilos y contentos provey�ndoles en gran medida para su bienestar material: "Su padre les dio grandes obsequios: plata, oro y cosas preciosas , con ciudades valladas en Jud� ". El juicio optimista del afecto paterno podr�a esperar que estos regalos hicieran a sus hijos menores s�bditos leales y devotos de su hermano mayor; pero Joram, no sin raz�n, tem�a que los tesoros y las ciudades pudieran proporcionar los medios para una revuelta, o que Jud� pudiera dividirse en varios peque�os principados.
En consecuencia, cuando se hubo fortalecido, mat� a espada a todos sus hermanos, y con ellos a los pr�ncipes de Israel de quienes sospechaba que estaban vinculados a sus otras v�ctimas. Segu�a el precedente establecido por Salom�n cuando orden� la ejecuci�n de Adon�as; y, de hecho, la matanza por un nuevo soberano de todos aquellos parientes cercanos que posiblemente podr�an disputar su reclamo al trono generalmente se ha considerado en Oriente como un acto doloroso pero necesario y perfectamente justificable, siendo, de hecho, considerado en muchos casos. la misma luz que el ahogamiento de gatitos superfluos en c�rculos dom�sticos. Probablemente este episodio se coloca antes de la f�rmula introductoria para el reinado porque hasta que estos posibles rivales fueran eliminados, la tenencia del trono de Joram era completamente insegura.
Para los pr�ximos versos 2 Cr�nicas 21:5 ; Cf. 2 Reyes 8:17 la narraci�n sigue el libro de Reyes sin apenas alteraci�n alguna, y establece el car�cter maligno del nuevo reinado, explicando la depravaci�n de Joram por su matrimonio con una hija de Acab.
A continuaci�n se da la exitosa rebeli�n de Edom contra Jud�, y el cronista agrega una nota propia en el sentido de que Joram experiment� estos reveses porque hab�a abandonado a Jehov�, el Dios de sus padres.
Luego, el cronista procede a describir m�s pecados y desgracias de Joram. �l menciona definitivamente, lo que sin duda est� impl�cito en el libro de los Reyes, que Joram hizo lugares altos en las ciudades de Jud� y sedujo a la gente para que participara en un culto corrupto. La condena divina de las malas acciones del rey provino de un lugar inesperado y de una manera inusual. Los otros mensajes prof�ticos registrados especialmente por el cronista fueron pronunciados por profetas de Jud�, algunos aparentemente recibieron su inspiraci�n para una ocasi�n en particular.
El profeta que reprendi� a Joram no era un personaje menos distinguido que el gran israelita El�as, quien, seg�n el libro de los Reyes, hac�a mucho tiempo que hab�a sido trasladado al cielo. En la narrativa m�s antigua, el trabajo de Elijah se limita exclusivamente al Reino del Norte. Pero el cronista ignora por completo a El�as, excepto cuando su historia se conecta por un momento con la de la casa de David.
Los otros profetas de Jud� transmitieron sus mensajes de boca en boca, pero esta comunicaci�n se hace por medio de "un escrito". Esto, sin embargo, no deja de tener paralelo: Jerem�as envi� una carta a los cautivos en Babilonia, y tambi�n envi� una colecci�n escrita de sus profec�as a Joacim. Jeremias 29:1 , Jeremias 36:1 En el �ltimo caso, sin embargo, las profec�as se hab�an promulgado originalmente de boca en boca.
El�as escribe en el nombre de Jehov�, el Dios de David, y condena a Joram porque no andaba en los caminos de Asa y Josafat, sino en los caminos de los reyes de Israel y de la casa de Acab. Es agradable descubrir que, a pesar de los pecados que marcaron los �ltimos d�as de Asa y Josafat, sus "caminos" fueron, en su conjunto, tales que el profeta de Jehov� podr�a considerar un ejemplo. Aqu� y en otros lugares, Dios apela a los mejores sentimientos que surgen del orgullo de nacimiento.
La nobleza obliga. Joram ocup� su trono como representante de la casa de David, y estaba orgulloso de rastrear su ascendencia hasta el fundador de la monarqu�a israelita y de heredar la gloria de los grandes reinados de Asa y Josafat; pero este orgullo de raza implicaba que apartarse de sus caminos era una apostas�a deshonrosa. No hay espect�culo m�s lamentable que el de un libertino afeminado que se enamora de su noble ascendencia.
El�as reprende adem�s a Joram por la masacre de sus hermanos, que eran mejores que �l. Todos hab�an crecido en la corte de su padre, y hasta que los otros hermanos tomaron posesi�n de sus ciudades cercadas hab�an estado bajo las mismas influencias. Es el marido de la hija de Acab quien es peor que todos los dem�s; la influencia de un matrimonio inadecuado ya ha comenzado a manifestarse. De hecho, en vista de la historia posterior de Atal�a, no le hacemos ninguna injusticia al suponer que, como Jezabel y Lady Macbeth, ella hab�a sugerido el crimen de su marido.
El hecho de que los hermanos de Jeroham fueran mejores hombres que �l aumenta su culpa moral, pero esta indeseable superioridad de los otros pr�ncipes de sangre sobre el soberano reinante les parecer�a a Joram y sus consejeros una raz�n adicional para apartarlos del camino; la masacre fue una necesidad pol�tica urgente.-
"Verdaderamente las tiernas misericordias del d�bil, Como del imp�o, son crueles".
No hay nada m�s cruel que el terror de un ego�sta. La Inquisici�n es la medida no s�lo de la inhumanidad, sino tambi�n de la debilidad de la Iglesia medieval; y la masacre de San Bartolom� se debi� a la debilidad de Carlos IX, as� como a la "venganza o al instinto ciego de autoconservaci�n" de Mar�a de Medici.
La condena del cronista de la masacre de Joram marca la superioridad del est�ndar del juda�smo posterior a la moral oriental actual. Por sus pecados, Joram ser�a castigado con una enfermedad dolorosa y con una gran "plaga" que caer�a sobre su pueblo, sus esposas, sus hijos y toda su riqueza. En los siguientes vers�culos vemos que "plaga", aqu� como en el caso de algunas de las plagas de Egipto, tiene el sentido de calamidad en general, y no el significado m�s estricto de pestilencia.
Esta plaga tom� la forma de una invasi�n de los filisteos y los �rabes "que est�n al lado de los et�opes". La inspiraci�n divina los impuls� a atacar a Jud�; Jehov� incit� su esp�ritu contra Joram. Probablemente aqu�, como en la historia de Zerah, el t�rmino et�opes se usa libremente para los egipcios, en cuyo caso los �rabes en cuesti�n ser�an habitantes del desierto entre el sur de Palestina y Egipto, y por lo tanto ser�an vecinos de sus aliados filisteos. .
Estas bandas de merodeadores triunfaron donde las grandes huestes de Zerah hab�an fracasado; irrumpieron en Jud� y se llevaron todo el tesoro del rey, junto con sus hijos y sus esposas, dej�ndolo s�lo a su hijo menor: Joacaz o Ocoz�as. Luego mataron a los pr�ncipes que hab�an tomado cautivos. La gente com�n no sufrir�a menos que su rey. El mismo Joram estaba reservado para un castigo personal especial: Jehov� lo golpe� con una dolorosa enfermedad; y, como Asa, se demor� dos a�os y luego muri�. El pueblo qued� tan impresionado por su maldad que "no le hicieron fuego como el de sus padres", mientras que hab�an hecho un fuego muy grande para Asa.
El relato del cronista del reinado de Ocoz�as no difiere materialmente del que se da en el libro de los Reyes, aunque est� considerablemente abreviado y hay otras alteraciones menores. El cronista expone a�n m�s enf�ticamente que la historia anterior la influencia maligna de Atal�a y sus parientes israelitas sobre el breve reinado de un a�o de Ocoz�as. La historia de su visita a Joram, rey de Israel, y el asesinato de los dos reyes por Jeh�, est� muy resumida.
El cronista omite cuidadosamente toda referencia a Eliseo, de acuerdo con su principio habitual de ignorar la vida religiosa del norte de Israel; pero nos dice expresamente que, como Josafat, Ocoz�as sufri� por asociarse con la casa de Omri: "Su destrucci�n o pisoteo fue de Dios por cuanto fue a Joram". Nuestras versiones en ingl�s han reproducido cuidadosamente una ambig�edad en el original; pero parece probable que el cronista no quiera decir que visitar a Joram en su enfermedad fue una ofensa flagrante que Dios castig� con la muerte, sino m�s bien que castigar a Ocoz�as por su imitaci�n de las malas acciones de la casa de Omri. Dios le permiti� visitar a Joram para que pudiera compartir el destino del rey israelita.
El libro de los Reyes hab�a dicho que Jeh� mat� a cuarenta y dos hermanos de Ocoz�as. Por supuesto, est� perfectamente permitido tomar "hermanos" en el sentido general de "parientes"; pero como el cronista hab�a mencionado recientemente la masacre de todos los hermanos de Ocoz�as, evita incluso la apariencia de una contradicci�n sustituyendo "hijos de los hermanos de Ocoz�as" por hermanos. Esta alteraci�n introduce nuevas dificultades, pero estas dificultades simplemente ilustran la confusi�n general de n�meros y edades que caracteriza la narrativa en este punto.
En relaci�n con el entierro de Ocoz�as, se puede notar que el recuerdo popular de Josafat aval� el juicio favorable contenido en el "escrito de El�as": "Dijeron" de Ocoz�as ", es el hijo de Josafat, quien busc� a Jehov� con todo su coraz�n ". A continuaci�n, el cronista narra el asesinato de Atal�a de la simiente real de Jud� y su usurpaci�n del trono de David, en t�rminos casi id�nticos a los de la narraci�n del libro de los Reyes.
Pero sus adiciones y modificaciones anteriores son dif�ciles de conciliar con el relato que aqu� toma prestado de su antigua autoridad. Seg�n el cronista, Joram hab�a masacrado a todos los dem�s hijos de Josafat, y los �rabes hab�an matado a todos los hijos de Joram excepto Ocoz�as, y Jeh� hab�a matado a sus hijos; de modo que Ocoz�as era el �nico descendiente vivo en la l�nea masculina de su abuelo Josafat; �l mismo aparentemente muri� a la edad de veintitr�s a�os.
Es bastante comprensible que tenga un hijo, Jo�s, y posiblemente otros hijos; pero aun as� es dif�cil entender d�nde encontr� Atal�a "toda la simiente real" y "los hijos del rey" a quienes dio muerte. En cualquier caso, est� claro que la matanza de sus hermanos por Joram se encontr� con un castigo apropiado: todos sus propios hijos y nietos fueron asesinados de manera similar, excepto el ni�o Jo�s. La narraci�n del cronista de la revoluci�n por la que fue asesinada Atal�a y el trono recuperado para la casa de David en la persona de Jo�s sigue sustancialmente la historia anterior, siendo la principal diferencia, como ya hemos notado, que el cronista sustituye al Lev�tico. guardia del segundo templo para la guardia de los mercenarios extranjeros que fueron los verdaderos agentes de esta revoluci�n.
A una distinguida autoridad de la historia europea le gusta se�alar los efectos perniciosos de los matrimonios reales como uno de los principales inconvenientes del sistema mon�rquico de gobierno. Una corona puede recaer en cualquier momento sobre una mujer, y por su matrimonio con un pr�ncipe reinante poderoso, su pa�s puede estar virtualmente sometido a un yugo extranjero. Si sucede que el nuevo soberano profesa una religi�n diferente a la de los s�bditos de su esposa, los males derivados del matrimonio se agravan seriamente.
Algo as� le sucedi� a los Pa�ses Bajos como resultado del matrimonio de Mar�a de Borgo�a con el emperador Maximiliano, e Inglaterra solo se salv� del peligro de la transferencia al dominio cat�lico por la precauci�n y el patriotismo de la reina Isabel. La usurpaci�n de Atal�a fue un intento audaz de revertir el proceso habitual y transferir los dominios del esposo a la autoridad y la fe de la familia de la esposa.
Es probable que el �xito permanente de Atal�a hubiera llevado a la absorci�n de Jud� en el Reino del Norte. Esta �ltima desgracia fue evitada por la energ�a y el coraje de Joiada, pero mientras tanto la reina medio pagana hab�a logrado causar un da�o y sufrimiento incalculables a su pa�s adoptivo. Nuestra propia historia proporciona numerosas ilustraciones de las malas influencias que llegan en el tren de reinas extranjeras.
Eduardo II sufri� terriblemente a manos de su reina francesa; La esposa de Enrique VI, Margarita de Anjou, contribuy� considerablemente a la prolongada amargura de la lucha entre York y Lancaster; y al matrimonio de Enrique VIII con Catalina de Arag�n, el pa�s deb�a las miserias y persecuciones infligidas por Mar�a Tudor. Pero, por otro lado, muchas de las princesas extranjeras que han compartido el trono ingl�s se han ganado la gratitud duradera de la naci�n. Una reina francesa de Kent, por ejemplo, abri� el camino para la misi�n de Agust�n en Inglaterra.
Pero ninguna reina extranjera de Inglaterra ha tenido las oportunidades de hacer travesuras que Atal�a disfrut� y aprovech� al m�ximo. Ella corrompi� a su esposo y a su hijo, y probablemente fue a la vez instigadora de sus cr�menes y instrumento de su castigo. Al corromper a los gobernantes de Jud� y por su propio desgobierno, ejerci� una influencia maligna sobre la naci�n; y mientras el pueblo sufr�a, no solo por sus pecados, sino tambi�n por los de sus reyes, Atal�a trajo desgracias y calamidades a Jud�.
Desafortunadamente, estas experiencias no se limitan a las familias reales; la paz, el honor y la prosperidad de las familias piadosas en todos los rangos de la vida han sido perturbadas y, a menudo, destruidas por el matrimonio de uno de sus miembros con una mujer de esp�ritu y temperamento extra�o. Aqu� hay una aplicaci�n muy general y pr�ctica de la objeci�n del cronista al coito con la casa de Omri.