Bible Commentaries
2 Reyes 6

El Comentario Bíblico del ExpositorEl Comentario Bíblico del Expositor

Versículos 1-23

ELISHA Y LOS SIRIOS

2 Reyes 6:1

"Se hall� en la ciudad un pobre sabio, y con su sabidur�a libr� la ciudad".

- Eclesiast�s 9:15

ELISHA, a diferencia de su maestro Elijah, estuvo, durante gran parte de su dilatada carrera, �ntimamente ligado a la suerte pol�tica y militar de su pa�s. El rey de Israel que aparece en las siguientes narraciones queda sin nombre, siempre como signo de una tradici�n posterior y m�s vaga; pero por lo general se le ha identificado con Joram ben-Ahab y, aunque no sin algunos recelos, asumiremos que la identificaci�n es correcta.

Su trato con Eliseo nunca parece haber sido muy cordial, aunque en una ocasi�n lo llam� "mi padre". Las relaciones entre ellos a veces se volvieron tensas e incluso tormentosas.

Su reinado se volvi� miserable por la infestaci�n incesante de merodeadores sirios. En estas dificultades, Eliseo lo ayud� mucho. El profeta frustr� repetidamente los designios del rey sirio al revelar a Jeroboam los lugares de las emboscadas de Ben-adad, para que Jeroboam pudiera cambiar el destino de sus partidas de caza u otros movimientos, y escapar de los complots trazados para apoderarse de su persona.

Ben-adad, encontr�ndose as� frustrado y sospechando que se deb�a a una traici�n, reuni� a sus sirvientes con dolor e indignaci�n, y pregunt� qui�n era el traidor entre ellos. Sus oficiales le aseguraron que todos eran fieles, pero que los secretos susurrados en su dormitorio fueron revelados a Joram por Eliseo el profeta en Israel, cuya fama se hab�a extendido a Siria, quiz�s debido a la curaci�n de Naam�n.

El rey, incapaz de dar ning�n paso mientras sus consejos se publicaban as� a sus enemigos, pens�, no muy constantemente, que pod�a sorprender y apoderarse de Eliseo �l mismo, y envi� a averiguar d�nde estaba. En ese momento viv�a en Dot�n, a unas doce millas al noreste de Samaria, y Ben-adad envi� un contingente con caballos y carros de noche para rodear la ciudad y evitar cualquier escape por sus puertas. El que pudiera asediar una ciudad tan cerca de la capital muestra la impotencia a la que Israel se hab�a reducido ahora.

Cuando el sirviente de Eliseo se levant� por la ma�ana, estaba aterrorizado al ver a los sirios acampados alrededor de la ciudad, y grit� a Eliseo: "�Ay, se�or m�o, qu� haremos?"

"No temas", dijo el profeta, "m�s son los que est�n con nosotros que los que est�n con ellos". Le pidi� a Dios que le concediera al joven los mismos ojos abiertos, la misma visi�n espiritual que �l mismo disfrutaba; y el joven vio el monte lleno de caballos y carros de fuego alrededor de Eliseo.

Este incidente ha sido un consuelo para millones de personas, como una hermosa ilustraci�n de la verdad de que:

"Las huestes de Dios acampan alrededor

Las moradas de los justos;

Liberaci�n que ofrece a todos

En quien conf�a en su promesa ".

"Oh, prueba su amor,

La experiencia decidir�

Cu�n bienaventurados son ellos, y solo ellos,

Quien conf�e en su verdad ".

Su amo no hab�a compartido la afectuosa alarma del joven. �l sab�a que para todo verdadero siervo de Dios se cumplir�a la promesa: "�l te defender� bajo sus alas; estar�s a salvo bajo sus plumas; su justicia y verdad ser�n tu escudo y adarga". Salmo 91:4

Si nuestros ojos se abrieran de manera similar, nosotros tambi�n deber�amos ver la realidad de la protecci�n y providencia Divina, ya sea bajo la forma visible de ministros angelicales o no. La Escritura en general, y los Salmos en particular, est�n llenos de la serenidad que inspira esta convicci�n. La historia de Eliseo es un comentario pict�rico de las palabras del salmista: "El �ngel del Se�or acampa alrededor de los que le temen, y los libra.

" Salmo 34:7 " El mandar� a sus �ngeles sobre ti, para que te guarden en todos tus caminos. " Salmo 91:11 " Y Salmo 91:11 alrededor de mi casa por causa del ej�rcito, por el que pasa, y porque del que vuelve, y ning�n opresor pasar� m�s por ellos; porque ahora he visto con mis ojos.

" Zacar�as 9:8 " El �ngel de su presencia los salv�: en su amor y en su compasi�n los redimi�; y los dio a luz, y los llev� todos los d�as de anta�o ". Isa�as 63:9

Pero, �cu�l es el significado exacto de todas estas hermosas promesas? No quieren decir que los hijos y santos de Dios siempre estar�n protegidos de la angustia o la derrota, del triunfo de sus enemigos, o incluso del fracaso aparentemente desesperado y final, o de la muerte miserable. La lecci�n no es que sus personas ser�n inviolables, o que los enemigos que avanzan contra ellos para devorar su carne siempre tropezar�n y caer�n.

Las experiencias de decenas de miles de vidas atribuladas y finales martirizados prueban instant�neamente la inutilidad de tal lectura de estas garant�as. Los santos de Dios, los profetas de Dios, han muerto en el exilio y en la c�rcel, han sido torturados en el potro y quebrados en la rueda, y reducidos a cenizas en innumerables estacas; han estado desamparados, afligidos, atormentados, en sus vidas, apedreados, decapitados, aserrados, en toda forma de muerte espantosa; se han podrido en mazmorras fangosas, han muerto de hambre en costas desoladas, han suspirado sus almas en la llama agonizante.

La Cruz de Cristo se erige como el emblema y la explicaci�n de sus vidas, que los necios cuentan como locura, y su final sin honor. En la tierra, la mayor�a de las veces, han sido aplastados por el odio y entregados a la voluntad de sus enemigos. �D�nde, entonces, han estado esos caballos y carros de fuego?

Han estado all� nada menos que alrededor de Eliseo en Dot�n. Los ojos espiritualmente abiertos los han visto, incluso cuando la espada destellaba o las llamas los envolv�an en un tormento indescriptible. El sentido de la protecci�n de Dios menos ha abandonado a sus santos cuando, a los ojos del mundo, parec�an haber sido completamente abandonados. Se ha dicho que ha habido una alegr�a en las c�rceles y en las apuestas, que supera con creces la alegr�a de la cosecha.

"Reza por m�", dijo un pobre muchacho de quince a�os, que estaba siendo quemado en Smithfield en los feroces d�as de Mary Tudor. "Preferir�a rezar por un perro que por un hereje como t�", respondi� uno de los espectadores. "�Entonces, Hijo de Dios, resplandece sobre m�!" grit� el ni�o m�rtir; e instant�neamente, en un d�a opaco y nublado, el sol brill� y ba�� su joven rostro de gloria; por lo cual, dice el martirologista, los hombres se maravillaron enormemente. Pero, �hay un lecho de muerte de un santo en el que esa gloria no haya brillado?

La presencia de esos caballos y carros de fuego, invisibles para el ojo carnal -las promesas que, si se toman literalmente, toda la experiencia parece frustrar- significan dos cosas: los que son herederos de tales promesas y quienes sin ellos lo har�an. sean los m�s miserables de todos los hombres, lo han entendido claramente.

Quieren decir, en primer lugar, que mientras un hijo de Dios est� en el camino del deber, y hasta que ese deber se haya cumplido, es inviolable e invulnerable. Sobre el le�n y la v�bora hollar�; hollar� al cachorro del le�n y al drag�n bajo sus pies. Tomar� la serpiente en sus manos; y si bebe cualquier cosa mortal, no le har� da�o. No temer� el terror de la noche, ni la flecha que vuele de d�a; de pestilencia que ande en tinieblas, ni del demonio que destruya a mediod�a.

Caer�n mil a su diestra, y diez mil a su lado; pero no se le acercar�. Las historias y las leyendas de innumerables liberaciones maravillosas confirman la verdad de que, cuando un hombre teme al Se�or, lo guardar� en todos sus caminos y dar� a sus �ngeles el cargo de �l, no sea que en alg�n momento tropiece con una piedra. . Dios no permitir� que ninguna fuerza mortal, o combinaci�n de fuerzas, obstaculice el cumplimiento de la tarea encomendada a su siervo. Es el sentido de esta verdad lo que, en circunstancias por amenazadoras que sean, deber�a permitirnos

"No bate ni una pizca de coraz�n ni de esperanza, pero a�n aguanta y conduce cuesta arriba".

Es esta convicci�n la que ha impulsado a los hombres a afrontar dificultades insuperables y alcanzar fines imposibles e inesperados. Funciona en el esp�ritu del grito: "�Qui�n eres, oh gran monta�a? �Ante Zorobabel, s� transformada en una llanura!" Inspira la fe como un grano de mostaza que es capaz de decirle a esta monta�a: "Vete y ser�s arrojado al mar", y obedecer�. Permanece impasible sobre el pin�culo del Templo donde ha sido colocado, mientras el enemigo y el tentador, heridos por el asombro, caen. En la hora de dificultad puede llorar:

"Resc�tame, oh Se�or, en esta mi mala hora,

Como en la antig�edad tantos por tu gran poder,

Enoc y El�as de la ruina com�n;

Noe de las aguas en un hogar salvador;

Abraham de la abundante culpa de los paganos;

Job de todo su multiforme y cay� angustia "

"Isaac cuando el cuchillo de su padre fue levantado para matar;

Lot de quemar Sodoma en el d�a del juicio;

Mois�s de la tierra de servidumbre y desesperaci�n;

Daniel de los leones hambrientos en su guarida;

Y los ni�os tres en medio de la llama del horno;

Casta Susana de la calumnia y la verg�enza;

David de Golia y la ira de Sa�l;

Y los dos ap�stoles de su esclavo de prisi�n ".

La extra�eza, lo inesperado, la fuente aparentemente inadecuada de la liberaci�n, han profundizado la confianza de que no se debe a un accidente. Una vez, cuando F�lix de Nola hu�a de sus enemigos, se refugi� en una cueva y apenas hab�a entrado en ella cuando una ara�a comenz� a tejer su telara�a sobre la fisura. El perseguidor, al pasar, vio la telara�a y no mir� dentro de la cueva; y el santo, al salir a salvo, coment�: " Ubi Deus est, ibi aranea taurus, ubi non est ibi taurus aranea " ("Donde est� Dios, una telara�a es como un muro; donde �l no est�, un muro es como una telara�a ").

Esta es una lecci�n transmitida en las palabras de Cristo cuando los fariseos le dijeron que Herodes deseaba matarlo. Sab�a que Herodes no podr�a matarlo hasta que hubiera hecho la voluntad de Su Padre y hubiera terminado Su obra. "Id", dijo, "y decid a este zorro: He aqu�, echo fuera demonios, y hago curas hoy y ma�ana, y al tercer d�a ser� perfeccionado. Sin embargo, debo caminar hoy, y ma�ana, y el d�a". siguiente."

Pero si todo esto hubiera sido de otra manera, si F�lix hubiera sido apresado por sus perseguidores y hubiera perecido, como ha sido la suerte com�n de los profetas y h�roes de Dios, no se habr�a sentido burlado por estas preciosas y grand�simas promesas. Los carros y caballos de fuego son todav�a simples hormigas que est�n all� para obrar una liberaci�n a�n mayor y m�s eterna. Su oficio no es liberar el cuerpo que perece, sino llevar a la gloria de Dios el alma inmortal.

Esto se indica en la escena de la muerte de El�as. Esta fue la visi�n de Stephen agonizante. Esto era lo que quer�a decir la leyenda cristiana cuando adornaba con hermosos incidentes escenas como la muerte de Policarpo. Esto fue lo que llev� a Bunyan a escribir, cuando describe la muerte de Christian, que "todas las trompetas sonaron para �l en el otro lado". Cuando el pobre capit�n Allan Gardiner yac�a muerto de hambre en esa isla ant�rtica con sus desdichados compa�eros, a�n pint� en la entrada de la cueva que los hab�a protegido, y cerca de la cual se encontraron sus restos, una mano apuntando hacia abajo a las palabras " Aunque me mate, confiar� en �l ".

Hubo un toque de humor casi alegre en la forma en que Eliseo procedi� a usar, en la presente emergencia, el poder de la liberaci�n divina. Parece que sali� de la ciudad y baj� la colina hasta los capitanes sirios, y le pidi� a Dios que les enviara una ilusi�n ( ajbleya ), para que pudieran ser enga�ados. Luego les dijo con valent�a: "Est�n siendo enga�ados: han venido por el camino equivocado, ya la ciudad equivocada".

Te llevar� al hombre que buscas. "El incidente nos recuerda la historia de Atanasio, quien, cuando lo persegu�an en el Nilo, aprovech� la oportunidad de un recodo del r�o para hacer retroceder su bote hacia Alejandr�a. "�Sabes d�nde est� Atanasio?", Gritaron los perseguidores. "�No est� lejos!", Respondi� el arzobispo disfrazado, y los emisarios de Constancio continuaron en direcci�n opuesta a la que �l hab�a escapado.

Eliseo condujo a los sirios en su enga�o directamente a la ciudad de Samaria, donde de repente se encontraron a merced del rey y sus tropas. Encantado ante tan gran oportunidad de venganza, Joram exclam� ansiosamente: "Padre m�o, �herir�, herir�?".

Ciertamente, la solicitud no puede considerarse antinatural, cuando recordamos que en el Libro de Deuteronomio, que no sali� a la luz hasta despu�s de este per�odo, leemos la regla de que, cuando los israelitas hubieran tomado una ciudad sitiada, "herir�s a todos var�n de ella a filo de espada, Deuteronomio 20:13 y que cuando Israel derrot� a los madianitas; N�meros 31:7 mataron a todos los varones, y Mois�s se enoj� con los oficiales del ej�rcito porque no hab�an matado tambi�n a todas las mujeres.

Luego (como se nos dice) les orden� que mataran a todos menos a las v�rgenes, y tambi�n -es horrible decirlo- "a todos los varones entre los peque�os". El esp�ritu de Eliseo en esta ocasi�n fue m�s grande y misericordioso. Casi se elev� al esp�ritu de Aquel que dijo: "A los antiguos se les dijo: Amar�s a tu pr�jimo y odiar�s a tu enemigo; pero yo te digo: Amen a sus enemigos, perdonen a los que los odian, hagan bien los que te maltratan y te persiguen.

"Le pregunt� a Joram con reproche si incluso habr�a herido con espada y arco a los que hab�a tomado cautivos. No solo le pidi� al rey que los perdonara, sino que les pusiera comida y los enviara a casa. Joram lo hizo con un gran costo. , y la narraci�n termina dici�ndonos que el ejemplo de tan misericordiosa generosidad produjo una impresi�n tan favorable que "las bandas de Siria no entraron m�s en la tierra de Israel".

Sin embargo, es dif�cil ver d�nde se puede encajar cronol�gicamente esta declaraci�n. El cap�tulo siguiente (tan vagamente es la compilaci�n, tan completamente descuidada la secuencia de eventos aqu�) comienza dici�ndonos que Benhadad con todos sus anfitriones subi� y siti� a Samaria. Cualquier paz o respiro obtenido por la compasiva magnanimidad de Eliseo debe, en cualquier caso, haber sido sumamente ef�mero.

Josefo intenta superar la dificultad trazando una distinci�n suficientemente in�til entre bandas de merodeadores y una invasi�n directa, y dice que el rey Benhadad abandon� sus incursiones por miedo a Eliseo. Pero, en primer lugar, el rodeo de Dot�n hab�a sido realizado por "una gran hueste con caballos y carros", lo que no es coherente con la noci�n de una incursi�n, aunque crea nuevas dificultades en cuanto al n�mero de personas a las que llev� Eliseo. Samaria; en segundo lugar, la sustituci�n de una invasi�n directa por incursiones depredadoras no habr�a sido una ganancia para Israel, sino un peligro m�s mortal; y, en tercer lugar, si fue el miedo a Eliseo lo que detuvo las incursiones del rey, es extra�o que no haya tenido ning�n efecto en la prevenci�n de sus invasiones.

Sin embargo, no tenemos datos para una soluci�n final de estos problemas, y es in�til enfrentarlos con una red de conjeturas ociosas. Tales dificultades ocurren naturalmente en narrativas tan vagas y no cronol�gicas como las que se nos presentan en los documentos de la historia de Eliseo que el compilador teji� en su historia de Israel y Jud�.

Versículos 24-33

LA HAMBRE Y EL ASEDIO

2 Reyes 6:24 ; 2 Reyes 7:1

"Realmente no es un plan de inundaciones cuando los pr�ncipes juegan

El buitre entre carro�a; pero cuando

Ellos juegan a la carro�a entre los buitres, que

Es diez veces peor ".

-LESSING, " Nathan el Sabio ", Acto I, Sc. 3

SI el Ben-adad, rey de Siria, que redujo a Samaria a los horribles aprietos registrados en este cap�tulo, 2 Reyes 6:1 era el mismo Ben-adad a quien Acab hab�a tratado con tan descort�s confianza, su odio contra Israel ciertamente debe haber ardido con vehemencia. Adem�s del asunto de Dothan, ya hab�a sido derrotado dos veces con una enorme matanza, y contra esos desastres solo pudo establecer la muerte de Acab en Ramoth-Gilead.

Es obvio por la narraci�n anterior que �l podr�a avanzar en cualquier momento a su voluntad y placer al coraz�n del pa�s de su enemigo, y encerrarlo en su capital casi sin resistencia. Los trenes de asedio de la antig�edad eran muy ineficaces, y cualquier fortaleza fuerte pod�a resistir durante a�os, si tan s�lo estuviera bien abastecida. Ese no fue el caso de Samaria, y se redujo a una condici�n de gran hambruna.

Alimentos tan repugnantes como la cabeza de un asno, que en otras ocasiones los m�s pobres habr�an despreciado, ahora se vend�an por ochenta siclos de plata (alrededor de ocho libras esterlinas); y la cuarta parte de un xestes o kab - que era en s� mismo la medida seca m�s peque�a, la sexta parte de un seah - de la legumbre ordinaria o garbanzos tostados, vulgarmente conocidos como "esti�rcol de paloma", costaba cinco siclos ( alrededor de 12S. 6d.).

Mientras las cosas estaban en este terrible paso, "el Rey de Israel", como se le llama vagamente a lo largo de esta historia, hizo sus rondas en la pared para visitar a los centinelas y animar a los soldados en su defensa. Al pasar, una mujer grit�: "�Socorro, mi se�or, oh rey!" En las monarqu�as orientales, el rey es juez de los m�s humildes; un suplicante, por mezquino que sea, puede llorarle. Joram pens� que �ste era s�lo uno de los llamamientos que surg�an de la clamorosa mendacidad del hambre con la que se hab�a familiarizado tan dolorosamente. "�El Se�or te maldiga!" exclam� con impaciencia. "�En qu� puedo ayudarlo? Todos los pisos de los graneros est�n desnudos, todos los lagares vaciados". Y pas�.

Pero la mujer continu� su clamor salvaje y, volvi�ndose ante su importunidad, �l pregunt�: "�Qu� te aflige?"

Escuch� en respuesta una narraci�n tan espantosa como siempre golpe� la oreja de un rey en una ciudad sitiada. Entre las maldiciones denunciadas sobre el Israel ap�stata en el Pentateuco, leemos: "Comer�is la carne de vuestros hijos, y la carne de vuestras hijas comer�is"; Lev�tico 26:29 o, como se expresa con mayor amplitud en el Libro de Deuteronomio, "Te asediar� en todas tus puertas por toda tu tierra.

Y comer�s del fruto de tu vientre, de la carne de tus hijos y de tus hijas, que Jehov� tu Dios te ha dado, en el sitio y en la angustia con que te angustiar�n tus enemigos; de modo que el hombre que es tierno entre ustedes, y muy delicado, su mirada ser� maligna hacia su hermano, y hacia la esposa de su seno, y hacia el remanente de sus hijos que dejar�; de modo que no dar� a ninguno de ellos de la carne de sus hijos, que �l comer�, porque no le qued� nada en el sitio.

La mujer tierna y delicada, que no se aventurar�a a poner la planta de su pie en la tierra por delicadeza y ternura, su mirada ser� malvada hacia el esposo de su seno, y hacia su hijo, y hacia su hija, y hacia ella. hijos; porque ella los comer� en secreto por falta de todo en el sitio y en la angustia, si no cumples de cumplir todas las palabras de la ley, para que temas el nombre glorioso y terrible de Jehov� tu Dios.

" Deuteronomio 28:52 Encontramos casi las mismas palabras en el profeta Jerem�as; Jeremias 19:9 y en Lamentaciones leemos:" Las manos de las mujeres piadosas han empapado a sus propios hijos: fueron su alimento: en la destrucci�n de la hija de mi pueblo ".

Isa�as pregunta: "�Puede la mujer olvidar a su hijo de pecho, para no tener compasi�n del hijo de su vientre?" �Pobre de m�! siempre ha sido as� en esas horribles escenas de hambre, ya sea despu�s de un naufragio o en ciudades asoladas, cuando el hombre se degrada a un animal, con todos los instintos primitivos de un animal, y cuando la bestia salvaje aparece bajo el delgado barniz de la civilizaci�n. As� sucedi� en el sitio de Jerusal�n, en el sitio de Magdeburgo y en el naufragio de la Medusa, y en muchas otras ocasiones cuando las punzadas del hambre han corro�do todo vestigio de los tiernos afectos y del sentido moral.

Y esto hab�a ocurrido en Samaria: sus mujeres se hab�an convertido en can�bales y devoraron a sus propios peque�os.

"Esta mujer", grit� la suplicante, se�alando con su dedo flaco a un desgraciado como ella, "esta mujer me dijo:" Da a tu hijo, para que lo comamos hoy, y luego comeremos a mi hijo ". Ced� a su sugerencia. Matamos a mi hijo peque�o y comimos su carne cuando la hab�amos empapado. Al d�a siguiente le dije: 'Ahora da a tu hijo, para que lo comamos', �y ella ha escondido a su hijo! "

�C�mo pod�a el rey responder a un llamamiento tan horrible? Se hab�a cometido injusticia; pero �iba a ordenar y sancionar mediante la reparaci�n del canibalismo reciente y el asesinato por parte de su madre de otro beb�? En esa repugnante destrucci�n de todo instinto natural, �qu� pod�a hacer �l, qu� pod�a hacer cualquier hombre? �Puede haber equidad entre las feroces bestias salvajes, cuando rugen por su presa y no est�n alimentadas?

Todo lo que pudo hacer el miserable rey fue rasgar sus vestidos con horror y seguir adelante; y cuando sus s�bditos hambrientos pasaron junto a �l en la pared, vieron que vest�a cilicio debajo de su p�rpura, en se�al, si no de arrepentimiento, pero de angustia, si no de oraci�n, pero de la mayor humillaci�n. Isa�as 20:2

Pero si en verdad, en su miseria, se hab�a puesto ese cilicio para que al menos la apariencia de auto mortificaci�n pudiera mover a Jehov� a compadecerse, como lo hab�a hecho en el caso de su padre Acab, la se�al externa de su humildad lo hab�a hecho. nada que cambie su coraz�n. El espantoso llamamiento al que acababa de verse obligado a escuchar s�lo lo encendi� en un estallido de furia. El hombre que hab�a advertido, que hab�a profetizado, que hasta ahora durante este sitio no hab�a levantado el dedo para ayudar, el hombre que se cre�a que pod�a ejercer los poderes del cielo, y que no hab�a librado a su pueblo, sino que sufri�. que se hundieran sin ayuda en estas profundidades de la abyecci�n: �deber�a permit�rsele vivir? Si Jehov� no ayudaba, �de qu� le serv�a Eliseo? "Dios me haga as�, y m�s tambi�n", exclam� Joram, utilizando el juramento de su madre a El�as ( 1 Reyes 19:2 ) - "si la cabeza de Eliseo, hijo de Safat, se parare sobre �l hoy".

�Era este el rey que hab�a venido a Eliseo con tan humilde s�plica, cuando tres ej�rcitos perec�an de sed ante los ojos de Moab? �Era este el rey que hab�a llamado a Eliseo "mi padre", cuando el profeta condujo a la hueste enga�osa de los sirios a Samaria y le orden� a Joram que les pusiera una gran provisi�n? Era el mismo rey, pero ahora transportado con furia y reducido a la desesperaci�n. Su amenaza contra el profeta de Dios fue en realidad un desaf�o a Dios, como cuando nuestro infeliz Plantagenet, Enrique II, enloquecido por la p�rdida de Le Mans, exclam� que, dado que Dios le hab�a robado la ciudad que amaba, pagar�a a Dios por rob�ndole lo que m�s amaba en �l: su alma.

La amenaza de Joram ten�a una intenci�n muy seria, y envi� a un verdugo para que la cumpliera. Eliseo estaba sentado en su casa con los ancianos de la ciudad, que hab�an acudido a �l en busca de consejo en esta hora de suprema necesidad. Sab�a lo que estaba destinado a �l, y tambi�n se le hab�a revelado que el rey seguir�a a su mensajero para cancelar su sanguinaria amenaza. "Miren", dijo a los ancianos, "c�mo este hijo de homicida", porque nuevamente indica su desprecio e indignaci�n por el hijo de Acab y Jezabel, "�ha enviado a decapitarme! Cuando venga, cierre la puerta, y mant�ngala firme contra �l. Su se�or le sigue de cerca. "

Lleg� el mensajero y se le neg� la entrada. El rey lo sigui� y, al entrar en la habitaci�n donde estaban sentados el profeta y los ancianos, abandon� su malvado plan de matar a Eliseo con la espada, pero lo abrum� con reproches y, desesperado, renunci� a toda confianza en Jehov�. Eliseo, como implican las palabras del rey, debe haber rechazado todo permiso para capitular: debe haber mantenido desde el principio una promesa de que Dios enviar�a liberaci�n.

Pero no hab�a llegado ninguna liberaci�n. La gente se mor�a de hambre. Las mujeres devoraban a sus beb�s. No podr�a suceder nada peor si abrieran de par en par sus puertas al anfitri�n sirio. "He aqu�", dijo el rey, "esta maldad es la que est� haciendo Jehov�. Nos has enga�ado. Jehov� no tiene la intenci�n de librarnos. �Por qu� debo esperar m�s en �l?" Quiz�s el rey quiso dar a entender que el Baal de su madre era m�s digno de servir, y nunca habr�a dejado que sus devotos se hundieran en estos estrechos.

Y ahora hab�a llegado el l�mite del hombre, y era la oportunidad de Dios. A Eliseo finalmente se le permiti� anunciar que lo peor hab�a pasado, que al d�a siguiente muchos sonreir�an en la ciudad sitiada. "As� dice el Se�or", exclam� al rey exhausto y abatido: "Ma�ana a esta hora, en lugar de vender una cabeza de asno por ochenta siclos, y un dedal de legumbres por cinco siclos, se vender� un pu�ado de flor de harina. por un siclo, y dos picotazos de cebada por un siclo, en la puerta de Samaria ".

El rey estaba apoyado en la mano de su oficial principal, ya este soldado la promesa le parec�a no s�lo incre�ble, sino tambi�n tonta: porque en el mejor de los casos s�lo pod�a suponer que la hueste siria levantar�a el sitio; y aunque esperar eso parec�a absurdo, ni siquiera eso cumplir�a en lo m�s m�nimo la inmensa predicci�n. Por lo tanto, respondi� con total desprecio: "�S�! �Jehov� est� haciendo ventanas en el cielo! �Pero aun as� podr�a ser esto?" Es como si hubiera respondido a una promesa solemne con un proverbio burl�n como: "�S�! �Si el cielo se cae, deber�amos pescar alondras!"

Tal repudio despectivo de una promesa divina era una blasfemia; y respondiendo al desprecio con desprecio y al acertijo con acertijos, Eliseo responde a la burla: "�S�! Y ver�s esto, pero no lo disfrutar�s".

La palabra del Se�or fue la palabra de un verdadero profeta, y el milagro se realiz�. No solo se levant� el sitio, sino que el bot�n totalmente imprevisto de todo el campamento sirio, con toda su rapi�a acumulada, provoc� la abundancia predicha.

Hab�a cuatro leprosos fuera de la puerta de Samaria, como los leprosos mendicantes que se re�nen all� hasta el d�a de hoy. Fueron aislados de toda la sociedad humana, excepto la suya propia. La lepra se consideraba contagiosa, y si se les proporcionaba "casas de los desafortunados" ( Biut-el-Masakin ), como parece haber sido el caso en Jerusal�n, se constru�an fuera de la ciudad. Lev�tico 13:46 ; N�meros 5:2 S�lo pod�an vivir de la mendicidad, y esto agravaba su miserable condici�n. �Y c�mo pod�a alguien arrojar comida a estos mendigos por encima de las paredes, cuando apenas hab�a comida de cualquier tipo dentro de ellos?

As� que, tomando consejo de su desesperaci�n, decidieron desertar a los sirios: entre ellos al menos encontrar�an comida, si se les perdonaba la vida; y si no, la muerte ser�a una feliz liberaci�n de su actual miseria.

As� que en el crep�sculo de la tarde, cuando no se les pod�a ver ni disparar desde la muralla de la ciudad como desertores, se dirigieron sigilosamente al campamento sirio.

Cuando llegaron a su c�rculo m�s externo, para su asombro, todo fue silencio. Entraron sigilosamente en una de las tiendas con miedo y asombro. All� hab�a comida y bebida, y satisficieron los antojos de su hambre. Tambi�n se almacen� con el bot�n de las ciudades y aldeas saqueadas de Israel. A esto se ayudaron, y se lo llevaron y lo escondieron. Habiendo estropeado esta tienda, entraron un segundo.

Tambi�n estaba desierto, y llevaron una nueva reserva de tesoros a su escondite. Y luego comenzaron a sentirse inc�modos por no divulgar a sus conciudadanos hambrientos las noticias extra�as y doradas de un campamento desierto. La noche avanzaba; el d�a revelar�a el secreto. Si llevaran las buenas nuevas, sin duda ganar�an una rica guerrilla . Si esperaban hasta la ma�ana, podr�an ser ejecutados por su reticencia ego�sta y su robo.

Lo m�s seguro era regresar a la ciudad, despertar al carcelero y enviar un mensaje al palacio. Entonces los leprosos se apresuraron a regresar a trav�s de la noche, y gritaron al centinela en la puerta: "�Fuimos al campamento de Siria, y estaba desierto! No hab�a ning�n hombre all�, no se o�a ni un sonido. Los caballos estaban amarrados all�. , y los asnos, y las tiendas quedaron tal como estaban ".

El centinela llam� al otro vigilante para escuchar la maravillosa noticia e instant�neamente corri� con �l al palacio. La casa dormida se despert�; y aunque todav�a era de noche, el propio rey se levant�. Pero no pudo deshacerse de su abatimiento y no hizo referencia a la predicci�n de Eliseo. Las noticias a veces suenan demasiado buenas para ser verdad. "Es s�lo un se�uelo", dijo. "Solo pueden haber dejado su campamento para atraernos a una emboscada, para que puedan regresar, masacrarnos y capturar nuestra ciudad".

"Env�a a ver", respondi� uno de sus cortesanos. "Env�e cinco jinetes para probar la verdad y vigilar. Si mueren, su difunto es el destino de todos nosotros".

Entonces se enviaron dos carros con caballos, con instrucciones no solo para visitar el campamento, sino tambi�n para rastrear los movimientos del ej�rcito.

Fueron y encontraron que era como hab�an dicho los leprosos. El campamento estaba desierto y yac�a all� como un inmenso bot�n; y por alguna raz�n los sirios hab�an huido hacia el Jord�n para escapar a Damasco por la orilla oriental. Todo el camino estaba sembrado de las huellas de su precipitada huida; estaba lleno de vestiduras y vasijas esparcidas.

Probablemente, tambi�n, los mensajeros se encontraron con alg�n fugitivo discapacitado y aprendieron el secreto de esta asombrosa estampida. Fue el resultado de uno de esos p�nicos repentinos e inexplicables a los que los enormes, inmanejables, heterog�neos. Los ej�rcitos orientales, que no tienen un sistema organizado de centinelas ni una disciplina entrenada, son constantemente responsables. Ya nos hemos encontrado con varios casos en la historia de Israel. Tal fue el p�nico que se apoder� de los madianitas cuando los trescientos de Gede�n tocaron sus trompetas; y el p�nico de los sirios ante los pajes de las provincias de Acab; y de los ej�rcitos combinados en el Valle de la Sal; y de los moabitas en Wady-el-Ahsy; y luego de los asirios ante los muros de Jerusal�n.

El miedo es contagioso f�sicamente y, una vez que se ha instalado, se hincha con una violencia tan inexplicable que los griegos llamaron a estos terrores "p�nico", porque cre�an que estaban directamente inspirados por el dios Pan. Por muy disciplinado que fuera el ej�rcito de los Diez Mil Griegos en su famosa retirada, estuvieron a punto de caer v�ctimas de un p�nico repentino, si Clearchus no hubiera publicado con prontitud el recurso del heraldo la proclamaci�n de una recompensa por el arresto del hombre que hab�a soltado el culo.

Un terror tan inexplicable, causado por un ruido como de carros y caballos que reverberaban entre las colinas, se hab�a apoderado de la hueste siria. Pensaron que Joram hab�a contratado en secreto un ej�rcito de los pr�ncipes de los Jetas y de los egipcios para marchar repentinamente sobre ellos. En una confusi�n salvaje, sin detenerse a razonar ni a indagar, echaron a volar, aumentando su p�nico por el ruido y la r�faga de su propia precipitaci�n.

Tan pronto como los mensajeros dieron sus buenas nuevas, la gente de Samaria comenz� a salir tumultuosamente por las puertas, a arrojarse sobre la comida y el despojo. Fue como la prisa de los miserables sucios, hambrientos y demacrados que horroriz� a los guardianes de las tiendas reservadas en Smolensk en la retirada de Napole�n de Mosc�, y los oblig� a cerrar las puertas y arrojar comida y cereales a los soldados que luchaban por las ventanas. de los h�rreos.

Para asegurar el orden y evitar el desastre, el rey nombr� a su se�or asistente para mantener la puerta. Pero el torrente de gente lo arroj� al suelo y pisotearon su cuerpo en su ansia de alivio. Muri� despu�s de haber visto que se cumpl�a la promesa de Eliseo, y que se hab�a concedido la baratura y la abundancia, cuya profec�a cre�a que s�lo cab�a para su burla esc�ptica.

"El p�nico repentino que liber� a la ciudad", dice Dean Stanley, "es la que marc� la" intervenci�n en nombre de la capital del norte ". Ning�n otro incidente se pudo encontrar en los anales sagrados tan apropiadamente para expresar, en la Iglesia de Gouda, la piadosa gratitud de los ciudadanos de Leyden, por su liberaci�n del ej�rcito espa�ol, como el levantamiento milagroso del sitio de Samaria.

Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre 2 Kings 6". "El Comentario Bíblico del Expositor". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/teb/2-kings-6.html.