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Bible Commentaries
2 Samuel 15

El Comentario Bíblico del ExpositorEl Comentario Bíblico del Expositor

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Versículos 1-12

CAPITULO XIX.

REVUELTA DE ABSALOM

2 Samuel 15:1 .

CUANDO Absal�n obtuvo de su padre el puesto que tanto hab�a deseado en Jerusal�n, no permiti� que la hierba creciera bajo sus pies. Los t�rminos en los que estaba ahora con el rey evidentemente le dieron un dominio del dinero en un grado muy amplio. Por este medio pudo montar un carruaje como no se hab�a visto antes en Jerusal�n. �Le prepar� un carro y caballos, y cincuenta hombres para que corrieran delante de �l.

"Multiplicar caballos para �l era una de las cosas prohibidas por la ley de Mois�s al rey que deb�a ser elegido ( Deuteronomio 15:16 ), principalmente, suponemos, porque era una caracter�stica prominente del estado real de los reyes de Egipto, y porque habr�a indicado una tendencia a colocar la gloria del reino en un entorno magn�fico en lugar de en la protecci�n y bendici�n del Rey celestial.

El estilo de vida de David parece haber sido tranquilo y sin pretensiones, a pesar de los vastos tesoros que hab�a acumulado; porque el amor a la pompa o la ostentaci�n no fue ninguno de sus defectos. Cualquier cosa en forma de arreglos elaborados que �l ide� parece haber estado en conexi�n con el servicio p�blico de Dios, por ejemplo, su coro de cantantes e int�rpretes ( 1 Cr�nicas 23:5 ); sus propios gustos personales parecen haber sido sencillos y econ�micos.

Y este estilo indudablemente correspond�a a una realeza que descansaba sobre una base tan peculiar como la de la naci�n de Israel, cuando el rey, aunque usaba ese t�tulo, era solo el virrey del verdadero Rey de la naci�n, y donde era el rey. voluntad de Dios que prevalezca un esp�ritu diferente del que prevalece entre las naciones circundantes. Evidentemente, un establecimiento modesto se adaptaba a alguien que reconoc�a su verdadera posici�n como teniente subordinado, no como un gobernante absoluto.

Pero los gustos de Absalom eran muy diferentes, y no era el hombre al que se le impidiera complacerlos por consideraciones de ese tipo. En el momento en que tuvo el poder, aunque ni siquiera era rey, instal� su imponente carruaje y se convirti� en el observador de todos los observadores en Jerusal�n. Y sin duda hubo muchas personas que simpatizaron con �l y consideraron justo y apropiado que, ahora que Israel era un reino tan renombrado y pr�spero, su corte resplandeciera con el esplendor correspondiente.

El sencillo carruaje de David les parecer�a mezquino y poco imponente, de ninguna manera apto para gratificar el orgullo o elevar la dignidad del reino. Absal�n, por otro lado, parecer�a suplir todo lo que David quer�a. Los corceles encabritados, con sus alegres caparazones, la tropa de corredores con uniformes relucientes, el bello rostro y la figura del pr�ncipe, causar�an sensaci�n dondequiera que fuera; All�, los hombres dir�an enf�ticamente, est� el estado y el porte apropiados de un rey; si tuvi�ramos un monarca as�, las naciones circundantes reconocer�an en todas partes nuestra superioridad y sentir�an que ten�amos derecho al primer lugar entre los reinos de Oriente.

Pero Absal�n era un hombre demasiado astuto para basar su popularidad simplemente en un espect�culo exterior. Para el atrevido juego que estaba a punto de jugar era necesario contar con un apoyo mucho m�s firme que ese. Comprendi� el notable poder del inter�s personal y la simpat�a para ganarse el coraz�n de los hombres y atraerlos a nuestro lado. Se levant� temprano y se par� junto al camino de la puerta, donde en las ciudades orientales se sol�a administrar el juicio, pero donde, por alguna raz�n desconocida, el rey o los sirvientes del rey parecen haber hecho poco en ese momento.

A todos los que llegaban a la puerta se dirig�a a s� mismo con agradable afabilidad, ya los que ten�an "un pleito que deb�a presentarse ante el rey para juicio" (RV) era especialmente alentador. Bien sab�a �l que cuando un hombre tiene una demanda, por lo general absorbe toda su atenci�n, y que est� muy impaciente por las demoras y obst�culos en el camino de su caso. Muy h�bilmente se aprovech� de este sentimiento, simpatizando con el litigante, estando de acuerdo con �l, por supuesto, en que ten�a raz�n de su lado, pero muy preocupado porque no hab�a nadie designado por el rey para atender sus asuntos, y con devoci�n y devoci�n. deseando fervientemente ser hecho juez en la tierra, que todo el que tuviera alg�n pleito o causa acudiera a �l y le hiciera justicia.

Y con respecto a los dem�s, cuando ven�an a rendirle homenaje, no parec�a dispuesto a reconocer esta muestra de superioridad, pero, como si fueran solo hermanos, extendi� la mano, los tom� y los bes�. Si no fuera por lo que sabemos ahora de su vac�o, este ser�a un cuadro bonito: un o�do tan dispuesto a escuchar la historia del mal, un coraz�n tan lleno de simpat�a, un temperamento activo que en las primeras horas de la noche. la ma�ana lo envi� a encontrarse con la gente e intercambiar afectuosos saludos con ellos; una forma y figura que adornaba la mejor procesi�n; una manera que pod�a ser igualmente digna cuando la dignidad se estaba volviendo, y la humildad misma cuando estaba bien ser humilde. Pero, �ay de la vacuidad del cuadro! Es como las legendarias manzanas de Sodoma, todas bellas y atractivas por fuera, pero polvo por dentro.

Pero, aunque hueca, la pol�tica tuvo �xito: se hizo extremadamente popular; se asegur� el afecto de la gente. Es una expresi�n notable que se usa para denotar este resultado: "�l rob� los corazones de los hombres de Israel". No fue una transacci�n honesta. Fue una estafa en la alta vida. Se estaba apropiando de propiedades valiosas con falsos pretextos. Constituye a un hombre ladr�n o estafador no es necesario que falsifique el nombre de un rico, ni que meta la mano en el bolsillo de su vecino.

Ganar un coraz�n por medios hip�critas, asegurar la confianza de otro con promesas mentirosas, es igualmente bajo y perverso; es m�s, a los ojos de Dios es un crimen mayor. Puede ser que la ley del hombre tenga dificultades para alcanzarlo y, en muchos casos, no pueda alcanzarlo en absoluto. Pero no se puede suponer que aquellos que son culpables finalmente escapar�n del justo juicio de Dios. Y si los castigos de la vida futura son adecuados para indicar el car�cter debido de los pecados por los que fueron enviados, no podemos pensar en nada m�s apropiado que aquellos que han robado corazones de esta manera, aunque tienen un alto rango en este mundo. a menudo, deber�a estar a la altura de los ladrones y los aparejadores de dedales y otros bribones que son los habitualesde nuestras prisiones, y son despreciados universalmente como los m�s viles de la humanidad. Con todo su bello rostro, figura y modales, su carro y caballos, sus corredores y otros asistentes, Absal�n, despu�s de todo, no era m�s que un ladr�n de coraz�n negro.

Toda esta p�rfida y astuta pol�tica de su Absal�n prosigui� con incansable vigor hasta que su plan estuvo maduro. Hay raz�n para aprehender un error de alg�n tipo en el texto cuando se dice ( 2 Samuel 15:7 ) que fue "al cabo de cuarenta a�os" cuando Absal�n dio el golpe final. Es m�s probable que la lectura de algunos manuscritos sea correcta, "al cabo de cuatro a�os", es decir, cuatro a�os despu�s de que se le permiti� asumir el cargo de pr�ncipe.

Durante ese lapso de tiempo, alguien que tuviera tal ventaja en los modales y tan resueltamente dedicado a su trabajo podr�a hacer mucho en silencio. Porque parece haber trabajado en su tarea sin interrupci�n durante todo ese tiempo. La disimulaci�n que tuvo que practicar, para impresionar a la gente con la idea de su bondadoso inter�s en ellos, debi� haber requerido una tensi�n muy considerable. Pero lo sosten�a la creencia de que al final tendr�a �xito, y el �xito val�a una infinidad de trabajo.

�Qu� poder de perseverancia muestran a menudo los ni�os de este mundo, y cu�nto m�s sabios son en su generaci�n que los hijos de la luz en cuanto a los medios para lograr sus fines! �Con qu� maravillosa aplicaci�n y perseverancia trabajan muchos hombres para construir un negocio, para acumular una fortuna, para ganar una distinci�n! He o�do hablar de un joven que, al ser informado de que hab�a aparecido un anuncio en un peri�dico en el sentido de que si su familia se postulaba con alguien, se enterar�an de algo a su favor, se dispuso a descubrir ese anuncio, repas� los anuncios. durante varios a�os, columna a columna, primero de un peri�dico, luego de otro y de otro, hasta que qued� tan absorto en la tarea que perdi� primero la raz�n y luego la vida.

Gracias a Dios, hay casos no pocos de muy noble aplicaci�n y perseverancia en el campo espiritual; pero, �no es cierto que incluso la mayor�a de los hombres buenos son lamentablemente negligentes en los esfuerzos que realizan para lograr fines espirituales? La energ�a del corredor que corri� por la corona corruptible, �no averg�enza a menudo la languidez de quienes buscan un incorruptible? �Y no suena la m�ltiple actividad secular de la que tanto vemos en el mundo que nos rodea suena una fuerte llamada en los o�dos de todos los que se encuentran a gusto en Si�n: "Ya es hora de despertar del sue�o"?

El copestone que Absalom puso en su complot cuando todo estaba listo para la ejecuci�n era parte de toda la empresa. Fue un acto de hipocres�a religiosa equivalente a blasfemia. Muestra lo bien que debi� haber logrado enga�ar a su padre cuando pudo aventurarse en un golpe tan final. Aunque �l mismo era hip�crita, conoc�a bien la profundidad y sinceridad de la religi�n de su padre. Tambi�n sab�a que nada podr�a complacerlo m�s que encontrar en su hijo la evidencia de un estado an�mico similar.

Es dif�cil comprender la villan�a que podr�a enmarcar una declaraci�n como esta: "Te ruego que me dejes ir a pagar mi voto, que hice al Se�or, en Hebr�n. Porque tu siervo hizo un voto, mientras yo Se hosped� en Gesur en Siria, diciendo: Si el Se�or me llevare de nuevo a Jerusal�n, servir� "(marg. RV, adorar)" al Se�or ". Ya hemos comentado que no queda muy claro de esto si hasta ese momento Absal�n hab�a sido un adorador del Dios de Israel.

El significado de su pretendido voto (es decir, lo que deseaba que su padre creyera) debe haber sido que, renunciando a la idolatr�a de Geshur, ahora se convertir�a en un adorador del Dios de Israel, o (lo que parece m�s probable) que en se�al de su prop�sito para el futuro, presentar�a una ofrenda especial al Dios de Israel. Ahora deseaba redimir este voto haciendo sus ofrendas al Se�or, y para ello deseaba ir a Hebr�n.

Pero, �por qu� ir a Hebr�n? �No podr�a haberlo redimido en Jerusal�n? Sin embargo, era costumbre, cuando se tomaba un voto, especificar el lugar donde deb�a cumplirse, y en este caso se alegaba que Hebr�n era el lugar. Pero, �qu� debemos pensar del descaro y la maldad de esta pretensi�n? Arrastrar las cosas sagradas a un plan de villan�a, pretender tener el deseo de honrar a Dios simplemente con el prop�sito de llevar a cabo el enga�o y obtener un fin mundano, es una terrible prostituci�n de todo lo que deber�a considerarse lo m�s sagrado.

Parece indicar a alguien que no cre�a en Dios ni en nada santo, para quien la verdad y la falsedad, el bien y el mal, el honor y la verg�enza eran todos esencialmente iguales, aunque, cuando le conven�a, pod�a fingir tener una profunda consideraci�n. para el honor de Dios y un prop�sito cordial de rendir ese honor. Nos recuerda a Carlos II. tomar el Pacto para complacer a los escoceses y obtener su ayuda para obtener la corona. Pero, de hecho, el mismo gran pecado est� involucrado en cada acto de hipocres�a religiosa, en cada caso en el que se rinde reverencia a Dios con el fin de asegurar un fin ego�sta.

El lugar fue escogido astutamente. Gozaba de una santidad que se hab�a ido acumulando a su alrededor durante siglos; mientras que Jerusal�n, como capital de la naci�n, era de ayer. Hebr�n era el lugar donde el propio David hab�a comenzado su reinado, y aunque estaba lo suficientemente lejos de Jerusal�n para permitir que Absal�n trabajara sin que David lo viera, estaba lo suficientemente cerca como para permitirle llevar a cabo los planes que se hab�an puesto en marcha all�. Tan pocas sospechas ten�a el viejo rey de lo que se estaba gestando que, cuando Absal�n pidi� permiso para ir a Hebr�n, lo despidi� con una bendici�n: "Vete en paz".

Lo que Joab estaba pensando de todo esto, no tenemos forma de saberlo. Que un hombre que cuid� de sus propios intereses tan bien como lo hizo Joab, se haya apegado a David cuando su fortuna parec�a desesperada, es algo sorprendente. Pero la verdad parece ser que Absal�n nunca se sinti� muy cordial con Joab despu�s de su negativa a reunirse con �l a su regreso de Gesur. No parece que a Joab le impresionara mucho la consideraci�n de la voluntad de Dios en el asunto de la sucesi�n; su participaci�n posterior en la insurrecci�n a favor de Adon�as cuando Salom�n fue se�alado divinamente para la sucesi�n muestra que no lo fue.

Su adhesi�n a David en esta ocasi�n fue probablemente el resultado de una necesidad m�s que de una elecci�n. Pero, �qu� podemos decir de su falta de vigilancia al permitir que la conspiraci�n de Absal�n avanzara como lo hizo sin sospechar su existencia, o al menos sin tomar las medidas necesarias para defender la causa del rey? O era muy ciego o muy descuidado. En cuanto al propio rey, hemos visto qu� motivo tuvo, despu�s de su gran transgresi�n, para cortejar la soledad y evitar el contacto con el pueblo.

El hecho de que ignorara todo lo que estaba sucediendo no tiene por qu� sorprendernos. Y adem�s, desde las alusiones en algunos de los Salmos (38, 39, 41) a una enfermedad repugnante y casi fatal de David, y a la traici�n que se le practicaba cuando estaba enfermo, algunos han supuesto que este era el momento elegido por Absal�n para consumar. su trama. Cuando Absal�n les dijo a los hombres que solicitaban justicia, a quienes encontr� a la puerta de la ciudad: "No hay ning�n delegado del rey que los escuche", sus palabras implicaron que hab�a algo que imped�a que el rey estuviera all� en persona, y por alguna raz�n no hab�a nombrado diputado.

Una enfermedad prolongada, incapacitando a David para sus deberes personales y para supervisar la maquinaria del gobierno, podr�a haber proporcionado a Absal�n el pretexto para lamentarse por esta necesidad. Nos da una impresi�n m�s dura de su villan�a y dureza de coraz�n si eligi� un momento en que su padre estaba debilitado por la enfermedad para infligir un golpe aplastante a su gobierno y una humillaci�n suprema sobre s� mismo.

Absal�n tom� otras tres medidas antes de llevar la revuelta a una crisis. Primero, envi� esp�as o emisarios secretos a todas las tribus, llam�ndolos, al o�r el sonido de una trompeta, para reconocerlo como rey en Hebr�n. Evidentemente, ten�a todo el talento para la administraci�n que era tan conspicuo en su naci�n y en su casa, si tan solo se hubiera aprovechado mejor. En segundo lugar, se llev� consigo a Hebr�n un grupo de doscientos hombres, de los cuales se dice que "fueron con su sencillez y no sab�an nada", tan admirablemente se guard� el secreto.

En tercer lugar, Absal�n envi� a buscar a Ahitofel gilonita, consejero de David, desde su ciudad, porque ten�a motivos para creer que Ahitofel estaba de su lado y sab�a que su consejo ser�a valioso para �l en la presente emergencia. Y todos los arreglos parec�an tener un �xito admirable. La marea corr�a fuertemente a su favor: "la conspiraci�n era fuerte, porque la gente aumentaba continuamente con Absal�n". Todo pareci� salir exactamente como �l deseaba; Parec�a que la revuelta no s�lo tendr�a �xito, sino que tendr�a �xito sin una oposici�n seria. Absal�n debe haber estado lleno de expectativa de que en unos pocos d�as o semanas estar�a reinando sin oposici�n en Jerusal�n.

Este extraordinario �xito es dif�cil de comprender. Porque, �qu� pudo haber hecho a David tan impopular? En sus primeros a�os hab�a sido singularmente popular; sus victorias le trajeron un �clat ilimitado ; y cuando Is-boset muri�, fue el recuerdo de estos primeros servicios lo que dispuso al pueblo a llamarlo al trono. Desde ese momento hab�a aumentado sus servicios en un grado eminente. Hab�a liberado a su pa�s de todas las tribus circundantes que lo atacaban constantemente; hab�a conquistado a esos enemigos distantes pero poderosos, los sirios; y hab�a tra�do al pa�s una gran acumulaci�n de riquezas.

A��dase a esto que le gustaba la m�sica y era poeta, y hab�a escrito muchas de sus mejores canciones sagradas. �Por qu� un rey as� no deber�a ser popular? La respuesta a esta pregunta abarcar� una variedad de razones. En primer lugar, estaba creciendo una generaci�n que no hab�a estado viva en el momento de sus primeros servicios y en la que, por lo tanto, dejar�an una impresi�n muy d�bil. Porque el servicio prestado al p�blico se olvida muy pronto a menos que se repita constantemente en otras formas, a menos que, de hecho, haya una ronda perpetua de �l.

As� lo encuentran muchos ministros del evangelio. Aunque pudo haber edificado su congregaci�n desde el principio, ministrado entre ellos con incesante asiduidad y tomado la delantera en muchas empresas importantes y permanentes, sin embargo, pocos a�os despu�s de su partida, todo queda olvidado, y su mismo nombre llega a la ser desconocido para muchos. En segundo lugar, David se estaba volviendo viejo y los ancianos tienden a adherirse a sus viejas costumbres; su gobierno se hab�a vuelto anticuado y ya no mostraba la vida y el vigor de los d�as anteriores.

Los esp�ritus m�s j�venes de la naci�n deseaban ansiosamente una administraci�n nueva, fresca y viva. Adem�s, no cabe duda de que muchos detestaban la ferviente piedad de David y sus m�todos puritanos de gobernar el reino. Es seguro que el esp�ritu del mundo se encuentra en cada comunidad y siempre se siente ofendido por el gobierno de los santos. Finalmente, su ca�da en el asunto de Ur�as hab�a menoscabado en gran medida el respeto y el afecto incluso de la mayor parte de la comunidad.

Si a todo esto se suma un per�odo de mala salud, durante el cual se descuidaron muchos departamentos del gobierno, tendremos, sin duda alguna, las principales razones de la impopularidad del rey. Los ardientes amantes de la piedad eran sin duda una minor�a, y por eso incluso David, que hab�a hecho tanto por Israel, estaba listo para ser sacrificado en el tiempo de la vejez.

�Pero no ten�a algo mejor en lo que apoyarse? �No se le prometi� la protecci�n y la ayuda del Alt�simo? �No podr�a arrojarse sobre Aquel que hab�a sido su refugio y su fuerza en todo momento de necesidad, y de quien hab�a cantado con tanta serenidad que est� cerca de aquellos que le invocan con sinceridad y verdad? Sin duda alguna, podr�a, e indudablemente lo hizo. Y el resultado final de la rebeli�n de Absal�n, la manera maravillosa en que se rompi� la espalda y David fue rescatado y restaurado, mostr� que, aunque abatido, no fue abandonado.

Pero ahora, debemos recordar, el segundo elemento del castigo del que Nat�n testific�, le hab�a sobrevenido. "He aqu�, levantar� contra ti el mal de tu casa". Ese castigo estaba cayendo ahora, y mientras dur�, el gozo y el consuelo de la presencia de la gracia de Dios debieron haber sido interrumpidos. Pero, de todos modos, Dios estaba todav�a con �l, aunque lo llevaba a trav�s del valle de sombra de muerte.

Como el ap�stol Pedro, fue llevado al borde mismo de la destrucci�n; pero en el momento cr�tico una mano invisible se extendi� para salvarlo, y en los a�os posteriores pudo cantar: "Tambi�n me sac� de un pozo terrible y del barro fangoso; y puso mis pies sobre una roca y afirm� mis caminos; y puso en mi boca un c�ntico nuevo, una alabanza a nuestro Dios; muchos lo ver�n, temer�n y confiar�n en el Se�or ".

Versículo 13

CAPITULO XX.

EL VUELO DE DAVID DESDE JERUSAL�N.

2 Samuel 15:13 .

La trompeta que iba a ser la se�al de que Absal�n reinaba en Hebr�n hab�a sonado, el flujo de gente en respuesta a ella hab�a comenzado, cuando "un mensajero vino a David diciendo: El coraz�n de los hombres de Israel est� tras Absal�n". La narraci�n es tan concisa que dif�cilmente podemos decir si este fue el primer anuncio a David de las verdaderas intenciones de Absal�n. Pero es muy cierto que el rey no estaba en absoluto preparado para enfrentarse a la repentina revuelta.

Las primeras noticias de todo eso lo abrumaron. Y no es de extra�ar. Le sobrevinieron tres calamidades en una. Primero, estaba la calamidad de que la gran mayor�a de la gente se hab�a rebelado contra �l, y ahora se apresuraba a echarlo del trono, y muy probablemente a darle muerte. En segundo lugar, estaba el descubrimiento atroz de la villan�a, la hipocres�a y la crueldad despiadada de su hijo favorito y popular, lo m�s aplastante que se puede pensar en un coraz�n tierno.

Y tercero, se descubri� que el coraz�n de la gente estaba con Absal�n; David hab�a perdido lo que m�s apreciaba y deseaba poseer; el intenso afecto que sent�a por su pueblo ahora no encontr� respuesta; su amor y confianza fueron entregados a un usurpador. Imag�nese un anciano, tal vez con una salud d�bil, que de repente se enfrenta a esta triple calamidad; �Qui�n puede sorprenderse por el tiempo que est� paralizado y se inclina ante la tormenta?

La huida de Jerusal�n parec�a el �nico camino factible. Tanto la pol�tica como la humanidad parec�an dictarlo. Se consideraba incapaz de defender la ciudad con alguna esperanza de �xito contra un ataque de la fuerza que Absal�n pudiera reunir, y no estaba dispuesto a exponer a la gente para que fuera herido con la espada. No podemos decir si realmente estaba tan indefenso como pensaba. Deber�amos estar dispuestos a pensar que su primer deber era quedarse donde estaba y defender su capital.

�l estaba all� como virrey de Dios, y �no estar�a Dios con �l, defendiendo el lugar donde hab�a puesto su nombre y el tabern�culo en el que se complac�a en morar? No nos es posible, ignorantes como somos de las circunstancias, decidir si la huida de Jerusal�n fue el resultado esclarecedor de una necesidad abrumadora, o el fruto de un p�nico repentino, de un coraz�n tan paralizado que no pod�a prepararse para acci�n.

Sus sirvientes no ten�an ning�n otro consejo que ofrecer. Cualquier curso que se le recomendara estaban dispuestos a tomar. Si esto no ayud� a esclarecer sus dificultades, al menos debi� calmar su coraz�n. No todos sus amigos lo estaban abandonando. Entre los infieles, unos pocos se encontraron fieles. Los amigos que lo necesitaban eran amigos de verdad. Y la vista de sus rostros honestos, aunque perplejos, y el sonido de sus amistosas aunque temblorosas voces, ser�a muy reconfortante para sus sentimientos y servir�a para reunir la energ�a que casi lo hab�a abandonado. Cuando el mundo nos abandona, los pocos amigos que quedan son de un valor incalculable.

Al salir de Jerusal�n, David se volvi� de inmediato hacia el este, hacia la regi�n des�rtica entre Jerusal�n y Jeric�, con la vista, si era posible, de cruzar el Jord�n, de modo que ese r�o, con su valle profundo, se interpusiera entre �l y los rebeldes. El primer alto, o m�s bien el encuentro de sus seguidores, aunque llamado en el AV "un lugar que estaba lejos", se traduce m�s adecuadamente en el RV Bethmerhak, y el margen "la casa lejana". Probablemente fue la �ltima casa de este lado del arroyo Kidron. Aqu�, fuera de los muros de la ciudad, se hicieron algunos arreglos apresurados antes de que comenzara la huida en serio.

Primero, leemos que lo acompa�aba toda su casa, a excepci�n de diez concubinas que se quedaron para quedarse con la casa. De buena gana hubi�ramos evitado el contacto en ese momento con ese rasgo de su casa de donde hab�an salido tantas travesuras; pero al final del d�a David nunca se desvi� en ese respecto de la pol�tica b�rbara de todos los reyes orientales. La menci�n de su casa muestra lo avergonzado que debe haber estado con tantos ap�ndices indefensos y lo lento que fue su vuelo.

Y su familia no eran las �nicas mujeres y ni�os de la compa��a; los "peque�os" de los Gititas se mencionan en 2 Samuel 15:22 ; podemos concebir c�mo el terror y la excitaci�n no ocultos de estos seres indefensos deben haberlo angustiado, ya que su d�bil capacidad para caminar debe haber frenado la parte combativa de sus asistentes.

Cuando se piensa en esto, se ve m�s claramente la excelencia del consejo que dio despu�s Ahitofel de perseguirlo sin p�rdida de tiempo con doce mil hombres, para destruir su persona de una vez; en ese caso, Absal�n debi� haberlo alcanzado mucho antes de que llegara al Jord�n, y lo encontr� completamente incapaz de resistir a sus ardientes tropas.

A continuaci�n, encontramos menci�n de las fuerzas que se mantuvieron fieles al rey en la crisis de sus desgracias. Los peleteos, cereteos y geteos eran los principales de �stos. Se supone que los peleteos y cereteos fueron los representantes de la banda de seguidores que mand� David cuando se escondi� de Sa�l en el desierto; los Gititas parecen haber sido un grupo de refugiados de Gat, expulsados ??por la tiran�a de los filisteos, que se hab�an arrojado a la protecci�n de David y hab�an sido bien tratados por �l.

La entrevista entre David e Ittai fue sumamente digna de cr�dito para los sentimientos del rey fugitivo. Ittai era un forastero que hab�a venido recientemente a Jerusal�n, y como no estaba apegado personalmente a David, ser�a m�s seguro para �l regresar a la ciudad y ofrecer al rey reinante los servicios que David ya no pod�a recompensar. Pero la generosa propuesta de David fue rechazada con igual nobleza por parte de Ittai.

Probablemente hab�a sido recibido con amabilidad por David cuando lleg� por primera vez a Jerusal�n, el rey recordaba bien cuando �l mismo se encontraba en una situaci�n similar y pensaba, como la princesa africana a Eneas, "Haud ignara mali miseris succurrere disco" - '' Habiendo tenido la experiencia de la adversidad, s� c�mo socorrer a los miserables. �Entonces el coraz�n de Ittai se gan� para David; y �l hab�a decidido, como Rut la moabita con referencia a Noem�, que dondequiera que estuviera David, en la vida o en muerte, all� tambi�n deber�a estar.

�Qu� conmovedor debe haber sido para David recibir tal seguridad de un extra�o! Su propio hijo, a quien hab�a cargado de bondad inmerecida, estaba conspirando contra �l, mientras que este extra�o, que no le deb�a nada en comparaci�n, lo arriesgaba todo por su causa. "Hay un amigo m�s unido que un hermano".

A continuaci�n, en el s�quito de David se presentaron Sadoc y Abiatar, los sacerdotes, que llevaban el arca de Dios. La presencia de este s�mbolo sagrado habr�a investido la causa de David con un car�cter manifiestamente sagrado a los ojos de todos los hombres buenos; su ausencia de Absal�n habr�a sugerido igualmente la ausencia del Dios de Israel. Pero David probablemente record� lo mal que le hab�a ido a Israel en los d�as de El� y sus hijos, cuando el arca fue llevada a la batalla.

Adem�s, cuando el arca fue colocada en el monte Sion, Dios dijo: "Este es mi reposo; aqu� habitar�"; e incluso en esta extraordinaria emergencia, David no alterar�a ese arreglo. Dijo a Sadoc: Lleva el arca de Dios a la ciudad; si hallo gracia ante los ojos del Se�or, �l me har� volver y me mostrar� tanto ella como su morada; pero si as� dice: No me complazco en ti, he aqu�, aqu� estoy; que me haga lo que bien le parezca.

"Estas palabras muestran cu�nto Dios estaba en la mente de David en relaci�n con los eventos de ese d�a humillante. Tambi�n muestran que �l no consideraba su caso como desesperado. Pero todo giraba en torno a la voluntad de Dios. Podr�a ser que, en Su gran misericordia, lo llevar�a de regreso a Jerusal�n. Sus promesas anteriores lo llevaron a pensar en esto como una posible, quiz�s probable, terminaci�n de la insurrecci�n. Pero tambi�n podr�a ser que el Se�or ya no se deleitara en �l.

La disciplina con la que ahora lo visitaba por su pecado podr�a implicar el �xito de Absal�n. En ese caso, todo lo que David dir�a era que estaba a disposici�n de Dios y no ofrecer�a resistencia a su santa voluntad. Si iba a ser restaurado, ser�a restaurado sin la ayuda del arca; si iba a ser destruido, el arca no podr�a salvarlo. Sadoc y sus levitas deben llevarlo de regreso a la ciudad. La distancia era muy corta y podr�an tener todo en orden antes de que Absalom pudiera estar all�.

Otro pensamiento se le ocurri� a David, quien evidentemente ahora estaba recuperando la calma y el poder de hacer arreglos. Sadoc era un vidente y pod�a usar ese m�todo de obtener luz de Dios que en grandes emergencias a Dios le agrad� dar cuando el gobernante de la naci�n lo requer�a. Pero la lectura marginal de la RV, "�Ves?" en lugar de "T� eres un vidente", es dudoso que David se refiriera a este privilegio m�stico, que Sadoc no parece haber usado; el significado puede ser simplemente, que como era un hombre observador, podr�a ser �til para David en la ciudad, notando c�mo iban las cosas y envi�ndole un mensaje.

De esta manera podr�a serle m�s �til en Jerusal�n que en el campo. Teniendo en cuenta lo avergonzado que estaba con las mujeres y los ni�os, era mejor para David no estar estorbado con otro cuerpo indefenso como el de los levitas. Los hijos de los sacerdotes, Ahimaas y Jonat�n, ser�an de gran ayuda para llevarle informaci�n. Incluso si lograba llegar a las llanuras (o vados, marg . RV) del desierto, f�cilmente podr�an alcanzarlo y decirle qu� plan de operaciones ser�a m�s prudente que siguiera.

Habi�ndose hecho estos arreglos apresurados, y la compa��a colocada en alg�n tipo de orden, comenz� la marcha hacia el desierto. Lo primero fue cruzar el arroyo Kidron. Desde su cauce, el camino ascend�a por la ladera del monte de los Olivos. Para los espectadores, la vista fue de una tristeza abrumadora. Todo el pa�s llor� a gran voz, y todo el pueblo pas�; el rey tambi�n pas� por encima del arroyo Cedr�n, y todo el pueblo pas� por el camino del desierto.

Despu�s de todo, hab�a un gran n�mero de personas que simpatizaban con el rey, y para quienes era m�s conmovedor ver a uno que ahora era "viejo y canoso" expulsado de su trono y de su hogar por un hijo sin principios, ayudado y instigado por una generaci�n sin gracia que no ten�a consideraci�n por los innumerables beneficios que David hab�a conferido a la naci�n. Es cuando encontramos a "todo el pa�s" expresando su simpat�a que no podemos dejar de dudar de si realmente era necesario que David volara.

Quiz�s "el campo" aqu� pueda usarse en contraste con la ciudad. La gente del campo es menos accesible a las conspiraciones secretas y, adem�s, est� menos dispuesta a cambiar su lealtad. El evento demostr� que en los distritos rurales m�s remotos, David todav�a ten�a numerosos seguidores. El momento de reunir a estos amigos era su gran necesidad. Si hubiera ca�do esa noche, cansado y desolado y casi sin amigos, como propuso Ahithophel, no puede haber ninguna duda racional de cu�l habr�a sido el problema.

Y el rey mismo cedi� a la angustia, como el pueblo, aunque por diferentes motivos. "David subi� por la cuesta del monte de los Olivos, y llor� mientras sub�a, con la cabeza cubierta; y andaba descalzo; y toda la gente que estaba con �l cubr�a cada uno su cabeza, y sub�an llorando como subieron ". La cabeza cubierta y los pies descalzos eran muestras de humillaci�n. Eran una humilde confesi�n por parte del rey de que la aflicci�n que le hab�a sobrevenido era bien merecida por �l.

Toda la actitud y el porte de David es el de uno "herido, herido y afligido". El aspecto altivo y el porte orgulloso nunca hab�an estado entre sus debilidades; pero en esta ocasi�n, es tan manso y humilde que la persona m�s pobre de su reino no podr�a haber asumido un porte m�s humilde. Es el sentimiento que tanto hab�a retorcido su coraz�n en el Salmo cincuenta y uno que vuelve a �l. Es el sentimiento, �Oh, qu� pecador he sido! �Cu�n olvidadizo de Dios he probado a menudo, y cu�n indigno he actuado con el hombre! �No es de extra�ar que Dios me reprenda y me visite con estos problemas! Y no solo yo, sino tambi�n mi gente.

Estos son mis hijos, a quienes deber�a haberles proporcionado un hogar pac�fico, �conducidos conmigo al desierto sin refugio! Esta gente amable que me compadece se ha visto envuelta por m� en este problema, que tal vez les costar� la vida. "Ten misericordia de m�, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus tiernas misericordias, borra mis transgresiones".

Fue en ese momento cuando alguien le inform� a David que Ahitofel el gilonita estaba entre los conspiradores. Parece haber estado muy angustiado por la noticia. Porque "el consejo de Ahitofel, que aconsej� en aquellos d�as, fue como si un hombre hubiera consultado el or�culo de Dios" ( 2 Samuel 16:23 ). Un escritor ingenioso ha encontrado una raz�n para este paso.

Al comparar 2 Samuel 11:3 con 2 Samuel 23:34 , en el primero de los cuales Betsab� se llama hija de Eliam, y en el �ltimo Eliam se llama hijo de Ahitofel, parecer�a que si es el mismo Eliam en ambos - que Ahitofel era el abuelo de Betsab�.

De esto se ha inferido que su abandono de David en este momento se debi� a su disgusto por el trato de David a Betsab� y Ur�as. La idea es ingeniosa, pero, despu�s de todo, dif�cilmente es de fiar. Porque si Ahitofel fuera un hombre de una astucia tan singular, no ser�a probable que dejara que sus sentimientos personales determinaran su conducta p�blica. No puede haber ninguna duda razonable de que, a juzgar con calma por el tipo de consideraciones por las que una mente mundana como la suya ser�a influenciada, lleg� a la deliberada conclusi�n de que Absal�n iba a ganar.

Y cuando David se enter� de su deserci�n, debe haberle causado una doble punzada; primero, porque perder�a a un consejero tan valioso, y Absal�n ganar�a lo que perder�a; y segundo, porque la elecci�n de Ahitofel mostr� el lado que, seg�n su astuto juicio, iba a triunfar. David no pudo m�s que recurrir a ese Consejero superior en cuya ayuda y semblante a�n pod�a confiar, y ofrecer una oraci�n breve pero expresiva: "Te ruego, oh Se�or, que conviertas en necedad el consejo de Ahitofel".

Pocos minutos despu�s de esto, otro distinguido consejero, Husai el Arquitecto, se le acerc� con la ropa rasgada y el polvo en la cabeza, lo que indica su sentido de la calamidad p�blica y su adhesi�n a David. A �l tambi�n, as� como a Ittai y los sacerdotes, David deseaba enviarlo de regreso. Y la raz�n asignada mostr� que su mente ahora estaba tranquila y clara, y era capaz de reflexionar sobre la situaci�n en todos sus aspectos.

De hecho, trama un peque�o plan con Husai. Primero, debe ir a Absal�n y fingir estar de su lado. Pero su principal negocio ser� oponerse al consejo de Ahitofel, tratar de asegurar un poco de tiempo para David y as� darle una oportunidad de escapar. Adem�s, cooperar� con los sacerdotes Sadoc y Abiatar y, a trav�s de sus hijos, enviar� un mensaje a David de todo lo que oiga. Husai obedece a David, y cuando regresa a la ciudad desde el este, Absal�n llega desde el sur, antes de que David est� a m�s de tres o cuatro millas de distancia.

Si no hubiera intervenido el monte de los Olivos, Absal�n podr�a haber visto a la compa��a que segu�a a su padre arrastr�ndose lentamente por el desierto, una compa��a que dif�cilmente podr�a llamarse un ej�rcito y que, humanamente hablando, podr�a haberse dispersado como una bocanada de humo.

As� Absal�n se apodera de Jerusal�n sin un golpe. Va a la casa de su padre y se apodera de todo lo que encuentra all�. No puede dejar de sentir la alegr�a de la ambici�n satisfecha, la alegr�a de la exitosa realizaci�n de su elaborado y prolongado plan. Los tiempos han cambiado, reflexiona naturalmente, ya que tuve que pedir permiso a mi padre para todo lo que hac�a, ya que ni siquiera pod�a ir a Hebr�n sin rogarle que me permitiera.

Los tiempos han cambiado desde que levant� ese monumento en el valle a falta de algo m�s para mantener vivo mi nombre. Ahora que soy rey, mi nombre vivir� sin un monumento. El �xito de la revoluci�n fue tan notable, que si Absal�n hubiera cre�do en Dios, podr�a haber imaginado, a juzgar por la forma en que todo hab�a ca�do a su favor, que la Providencia estaba de su lado. Pero, seguramente, debe haber habido una fuerte restricci�n y presi�n sobre sus sentimientos en alguna parte.

La conciencia no puede estar completamente inactiva. Deben haber sido necesarios nuevos esfuerzos para silenciarlo de vez en cuando. En medio de toda la emoci�n del �xito, un vago horror debe haberse apoderado de su alma. Una visi�n de justicia ultrajada lo perseguir�a. Podr�a ahuyentar al espantoso espectro durante un tiempo, pero no pod�a dejarlo en la tumba. "No hay paz, dice mi Dios, para los imp�os".

Pero si Absal�n bien podr�a ser perseguido por un espectro porque hab�a expulsado a su padre de su casa y al ungido de Dios de su trono, hab�a un juicio a�n m�s terrible en su contra, en el sentido de que hab�a atra�do a tantas multitudes de su lealtad, y los llev� a la culpa de la rebeli�n. No hab�a ni uno de los muchos miles que ahora gritaban "�Dios salve al rey!" que no hab�a sido inducido a trav�s de �l a cometer un gran pecado y a someterse al desagrado especial de Dios.

Una naturaleza �spera como la de Absal�n tomar�a a la ligera este resultado de su movimiento, como lo han hecho las naturalezas �speras desde que comenz� el mundo. Pero el gran Maestro emiti� un juicio muy diferente sobre los efectos de llevar a otros al pecado. "Cualquiera que rompa uno de estos mandamientos m�s peque�os y as� lo ense�e a los hombres, muy peque�o ser� llamado en el reino de Dios". "Cualquiera que haga tropezar a uno de estos peque�os que creen en M�, mejor le fuera que le colgaran una piedra de molino al cuello y lo arrojaran a lo profundo del mar.

"Sin embargo, �cu�n com�n ha sido esto en todas las edades del mundo, y cu�n com�n es todav�a! Presionar a otros para que hagan el mal; instarlos a jugar con sus conciencias, o deliberadamente violarlos; presionarlos. dar un voto en contra de sus convicciones; - todos esos m�todos de perturbar la conciencia y llevar a los hombres a caminos torcidos, �qu� pecado implican! Y cuando un hombre de gran influencia lo emplea con cientos y miles de personas de tal manera, torciendo las conciencias, perturbando el respeto propio, que derriba el disgusto divino, �con qu� fuerza se nos recuerda el proverbio: "Un pecador destruye mucho bien"!

Todo el que tiene influencia sobre los dem�s deber�a temer con m�s fervor ser culpable de corromper la conciencia y desalentar la obediencia a su llamado. Por otro lado, qu� bendici�n es usar la propia influencia en la direcci�n opuesta. Piense en la bendici�n de una vida dedicada a iluminar a otros en cuanto a la verdad y el deber, y alentar la lealtad a sus elevadas pero a menudo dif�ciles demandas. �Qu� contraste con el otro! Qu� noble objetivo tratar de hacer que los ojos de los hombres sean solos y que su deber sea f�cil; para tratar de elevarlos por encima de los motivos ego�stas y carnales, e inspirarlos con un sentido de la nobleza de andar con rectitud, obrar rectitud y hablar la verdad en sus corazones. Qu� privilegio poder inducir a nuestros semejantes a caminar hasta cierto punto, incluso cuando �l camin� "quien no pec�, ni se hall� enga�o en su boca"; y quien,

Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre 2 Samuel 15". "El Comentario Bíblico del Expositor". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/teb/2-samuel-15.html.
 
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