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Daniel 1

El Comentario Bíblico del ExpositorEl Comentario Bíblico del Expositor

Versículos 1-21

EL PRELUDIO

"Mantuvo su lealtad, su fe, su amor". MILTON

El primer cap�tulo del Libro de Daniel sirve como una hermosa introducci�n al conjunto, y da la nota clave de fidelidad a las instituciones del juda�smo, que de todas las dem�s parec�a la m�s importante para la mente de un hebreo piadoso en los d�as de Ant�oco Ep�fanes. En un momento en que muchos vacilaban y muchos hab�an ca�do en una apostas�a abierta, el escritor deseaba exponer ante sus compatriotas de la manera m�s v�vida y cautivadora la nobleza y la recompensa de obedecer a Dios en lugar de a los hombres.

Hab�a le�do en 2 Reyes 24:1 , que Joacim hab�a sido vasallo de Nabucodonosor durante tres a�os, que no fueron, sin embargo, los primeros tres a�os de su reinado, y luego se rebel� y fue subyugado por "bandas de los caldeos "y sus aliados. En 2 Cr�nicas 36:6 ley� que Nabucodonosor hab�a "atado a Joacim con grilletes para llevarlo a Babilonia".

" Jeremias 22:18 ; Jeremias 36:30 Combinando estos dos pasajes, parece haber inferido, en ausencia de indicaciones hist�ricas m�s precisas, que los caldeos hab�an sitiado y capturado Jerusal�n en el tercer a�o de Joacim.

No puede haber duda de que la fecha es err�nea, porque, como ya se dijo, ni Jerem�as, el contempor�neo de Joacim, ni el Libro de los Reyes, ni ninguna otra autoridad, sabe nada de ning�n sitio de Jerusal�n por parte del Rey de Babilonia en el tercer a�o de Joacim. El Cronista, un escritor muy tard�o, parece haber escuchado alguna tradici�n de que Joacim hab�a sido tomado cautivo, pero no fecha esta captura; y al tercer a�o de Joacim, el rey fue vasallo, no de Babilonia, sino de Egipto.

Nabopolasar, no Nabucodonosor, era entonces rey de Babilonia. No fue hasta el a�o siguiente (605 a. C.), cuando Nabucodonosor, actuando como general de su padre, derrot� a Egipto en la batalla de Carquemis, que cualquier sitio de Jerusal�n habr�a sido posible. Tampoco Nabucodonosor avanz� contra la Ciudad Santa incluso despu�s de la Batalla de Carquemis, sino que se apresur� a cruzar el desierto para asegurarse la corona de Babilonia al enterarse de la noticia de la muerte de su padre.

Las �nicas dos deportaciones babil�nicas considerables que conocemos fueron aparentemente en los a�os octavo y diecinueve del reinado de Nabucodonosor. En la primera, Joaqu�n fue llevado cautivo con diez mil ciudadanos; Jeremias 27:20 en el �ltimo Sedequ�as fue asesinado, y ochocientas treinta y dos personas llevadas a Babilonia.

Jeremias 52:29 2 Reyes 25:11

Parece entonces haber, en el umbral mismo, todo indicio de una inexactitud hist�rica como la que no podr�a haberse cometido si el Daniel hist�rico hubiera sido el verdadero autor de este Libro; y somos capaces, con perfecta claridad, de se�alar los pasajes por los que el escritor macabeo fue enga�ado en una inferencia err�nea. Sin embargo, para �l, como para todos los escritores jud�os, una mera variaci�n en una fecha habr�a sido considerada como una cuesti�n de suma insignificancia.

No se refer�a en modo alguno al elevado prop�sito que ten�a en mente, ni debilitaba la fuerza de su ficci�n moral. Tampoco disminuye en lo m�s m�nimo el car�cter instructivo de las lecciones que tiene que ense�ar a todos los hombres para siempre. Una ficci�n que sea fiel a la experiencia humana puede ser tan rica en significado espiritual como una historia literal. �Degradamos la majestad del Libro de Daniel si lo consideramos como una Hagad� m�s de lo que degradamos la historia del Hijo Pr�digo cuando lo describimos como una Par�bola?

El escritor procede a decirnos que, despu�s del sitio, Nabucodonosor, a quien el Daniel hist�rico nunca podr�a haber llamado con el nombre err�neo de Nabucodonosor, tom� a Joacim (porque esto parece estar impl�cito), con algunos de los vasos sagrados del Templo, comp. . Daniel 5:2 "a la tierra de Sinar, a la casa de su dios". Este dios, como aprendemos de la inscripci�n babil�nica, era Bel o Belmerodach, en cuyo templo, construido por Nabucodonosor, tambi�n estaba "el tesoro de su reino".

Entre los cautivos hab�a algunos "de la simiente del rey y de los pr�ncipes" (" Parthemim "). Fueron elegidos entre los muchachos que se destacaron por su belleza e inteligencia, y la intenci�n era formarlos como pajes en el servicio real, y tambi�n en un conocimiento de la lengua y la literatura caldea que les permitiera ocupar su lugar. en la casta erudita de sacerdotes adivinos. Su hogar estaba en el vasto palacio del rey de Babilonia, cuyas ruinas ahora se llaman Kasr. Aqu� pueden haber visto al desventurado Joaqu�n a�n languideciendo en su largo cautiverio.

Se les llama "ni�os", y la palabra, junto con el contexto, parece implicar que eran ni�os de entre doce y catorce a�os. El rey los entreg� personalmente al cuidado de Ashpenaz, el Rabsaris, o "maestro de los eunucos", que ocupaba el cargo de gran chambel�n. Probablemente se da a entender que los mismos muchachos fueron hechos eunucos, porque el incidente parece estar basado en la reprimenda dada por Isa�as a la vana ostentaci�n de Ezequ�as al mostrar los tesoros de su templo y palacio a Merodac-balad�n: "He aqu�, vienen los d�as , que todo lo que hay en tu casa ser� llevado a Babilonia; nada quedar�, dice Jehov�.

Y de tus hijos que saldr�n de ti, que engendrar�s, se llevar�n; y ser�n eunucos en el palacio del Rey de Babilonia ". Isa�as 39:6

Deb�an ser entrenados en el aprendizaje (literalmente, "el libro") y el lenguaje de Caldea durante tres a�os; al final de ese per�odo deb�an ser admitidos en presencia del rey, para que pudiera ver c�mo se ve�an y qu� progreso hab�an hecho. Durante esos tres a�os les proporcion� un mantenimiento diario de comida y vino de su mesa. Los que as� se manten�an en los tribunales orientales deb�an contarse por cientos, e incluso por miles, y su posici�n era a menudo sumamente miserable y degradada, como todav�a lo es en esos tribunales orientales.

Probablemente el vino fue importado. La comida consist�a en carne, caza, pescado, porros y pan de trigo. La palabra usada para "provisi�n" es interesante. Es "bolsa de camino" y parece ser una transliteraci�n o eco de una palabra persa, " pati-baga ", un nombre aplicado por el historiador Deinon (340 aC) al pan de cebada y "vino mezclado en un huevo de oro del que bebe el rey ".

Pero entre estos cautivos hab�a cuatro j�venes jud�os llamados Daniel, Anan�as, Misael y Azar�as.

Sus mismos nombres eran un testimonio no solo de su nacionalidad, sino de su religi�n. Daniel significa "Dios es mi juez"; Hanan�as, "Jehov� es misericordioso"; Misael (quiz�s), "�qui�n es igual a Dios?" Azar�as, "Dios es un ayudador".

Es poco probable que los caldeos hubieran tolerado el uso de tales nombres entre sus j�venes alumnos, ya que cada repetici�n de ellos habr�a sonado como un desaf�o a la supremac�a de Bel, Merodach y Nebo. Era algo com�n cambiar los nombres en las cortes paganas, ya que los egipcios hab�an cambiado el nombre de Jos� a Zaphnath-paaneah, G�nesis 41:45 y los asirios cambiaron el nombre de Psammetichus II por "Nebo-serib-ani". "Nebo s�lvame.

"Por lo tanto, hicieron que los nombres de los ni�os se hicieran eco de los nombres de las deidades babil�nicas. En lugar de" Dios es mi juez ", a Daniel se le llam� Beltsasar," protege tu vida ". por Aspenaz. Hanan�as fue llamado Sadrac, quiz�s Shudur-aku, "comando de Aku", la deidad de la luna: Misael fue llamado Mesac, un nombre que no podemos interpretar; y Azar�as, en lugar de "Dios es una ayuda", fue llamado Abednego, una forma equivocada de Abed-nebo, o "sirviente de Nebo".

"Incluso en este peque�o incidente puede haber una alusi�n a los d�as de los Macabeos. Parece que en esa �poca a los jud�os helenizantes ap�statas les gustaba cambiar sus nombres por nombres gentiles, que ten�an un sonido algo similar. Por eso Josu� fue llamado" Jason ", y On�as "Menelao." Esto se hizo como parte del plan de Ant�oco para imponer en Palestina el idioma griego Hasta ahora el escritor puede haber pensado que la pr�ctica era inofensiva, aunque impuesta por potentados paganos.

Ciertamente, tal fue la opini�n de los jud�os posteriores, incluso de la secta m�s estricta de los fariseos. Saulo no solo adopt� libremente el nombre de Pablo, sino que Silas no sinti� ning�n escr�pulo en ser llamado por el nombre de Silvano, aunque ese era el nombre de una deidad pagana.

Fue muy diferente con aquiescencia en el consumo de carnes paganas, que, en los d�as de los Macabeos, se impuso a muchos de los jud�os, y que, desde la instituci�n o restablecimiento del levitismo despu�s del regreso del exilio, hab�a llegado a ser considerado como un pecado mortal. Fue durante el exilio cuando esos sentimientos adquirieron una nueva intensidad. Al principio no parecen haber prevalecido. Joaqu�n fue un h�roe entre los jud�os.

Lo recordaban con intenso amor y compasi�n, y no parece haber sido considerado como una mancha en su memoria que, durante a�os juntos, hab�a recibido, casi en las palabras de Daniel 1:5 , una raci�n diaria de la mesa. del Rey de Babilonia.

En los d�as de. Ant�oco Ep�fanes, el sentimiento ordinario sobre este tema era muy diferente, porque la religi�n y la nacionalidad de los jud�os estaban en juego. De ah� que leemos: "Sin embargo, muchos en Israel estaban completamente resueltos y confirmados en s� mismos de no comer nada inmundo. Por tanto, prefirieron morir, para no contaminarse con carnes, para no profanar el pacto santo. murieron." (Macc. 1:62, 63).

Y en el Segundo Libro de los Macabeos se nos dice que en el cumplea�os del rey los jud�os "estaban constre�idos por amargas restricciones a comer de los sacrificios", y que Eleazar, uno de los principales escribas, un hombre anciano y de aspecto noble, prefer�a ser� torturado hasta la muerte, "dejando su muerte como ejemplo de noble coraje y un monumento de valor, no s�lo para los j�venes, sino para toda su naci�n". En el siguiente cap�tulo se encuentra la c�lebre historia de la constancia y muerte cruel de siete hermanos y su madre, cuando prefirieron el martirio a probar la carne de cerdo.

El valiente Judas Maccabaeus, con unos nueve compa�eros, se retir� al desierto y "vivi� en las monta�as a la manera de las bestias con su compa��a, que se alimentaban de hierbas continuamente, para que no fueran part�cipes de la contaminaci�n". El tono y el objeto de estas narraciones es precisamente el mismo que el tono y el objeto de las historias del Libro de Daniel: y bien podemos imaginar c�mo se alentar�a el hero�smo de la resistencia en todo jud�o que leyera esas narrativas o tradiciones de tiempos pasados. de persecuci�n y dificultad. "Este Libro", dice Ewald, "cay� como una chispa resplandeciente de un cielo despejado sobre una superficie que ya estaba intensamente calentada a lo largo y ancho, y esperando estallar en llamas".

Puede ser dudoso que tales puntos de vista sobre la profanaci�n ceremonial ya se hayan desarrollado al comienzo del cautiverio babil�nico. La persecuci�n de los macabeos los dej� arraigados en las costumbres del pueblo, y Josefo nos cuenta una historia contempor�nea que nos recuerda la de Daniel y sus compa�eros. Dice que algunos sacerdotes, que eran amigos de �l, hab�an sido encarcelados en Roma, y ??que se esforz� por procurar su liberaci�n, "sobre todo porque me informaron que no despreciaban la piedad hacia Dios, sino que se sosten�an a s� mismos con higos y nueces, "porque al comer tal alimento seco (como se le llamaba) no hab�a posibilidad de contaminaci�n pagana.

Josea "Vit". Comp. Isa�as 52:11 No es necesario agregar que cuando lleg� el momento de derribar el tabique que separaba el particularismo jud�o de la hermandad universal de la humanidad redimida en Cristo, los Ap�stoles -especialmente San Pablo- tuvieron que mostrar la naturaleza sin sentido de muchas distinciones a las que los jud�os atribu�an una importancia consumada.

El Talmud abunda en historias destinadas a glorificar la determinaci�n con la que los jud�os mantuvieron su estereotipado Levitismo; pero Cristo ense��, para asombro de los fariseos y aun de los disc�pulos, que no es lo que entra en un hombre lo que lo contamina, sino los pensamientos inmundos que vienen de dentro, del coraz�n. Y esto �l dijo, es decir , aboliendo as� la Ley Lev�tica, y "haciendo limpias todas las carnes".

"Sin embargo, incluso despu�s de esto, se requiri� nada menos que esa visi�n divina en el techo del curtidor en Jope para convencer a Pedro de que no deb�a llamar" com�n "lo que Dios hab�a limpiado, Hechos 10:14 y requiri� toda la perspicacia y la perspicacia. La valiente energ�a de San Pablo para evitar que los jud�os mantuvieran un yugo intolerable sobre sus propios cuellos, y tambi�n lo pusieran sobre el cuello de los gentiles.

Los cuatro muchachos principescos (pueden tener entre doce y catorce a�os) decidieron no compartir las delicias reales y rogaron a los sar-hassarisim que les permitieran vivir de pulso y agua, en lugar de los lujos en los que ... ellos-acechaba una contaminaci�n pagana. El eunuco objet� de forma no antinatural. Las raciones diarias fueron provistas de la mesa real. Era responsable ante el rey de la belleza y la salud, as� como de la formaci�n de sus j�venes eruditos; y si Nabucodonosor los ve�a m�s escasos o demacrados que el resto de los cautivos y otros pajes, la cabeza del chambel�n podr�a pagar la multa.

Pero Daniel, como Jos� en Egipto, hab�a inspirado afecto entre sus captores; y como el pr�ncipe de los eunucos lo miraba "con favor y tierno amor", estaba m�s dispuesto a conceder, o al menos a confabularse, el cumplimiento del deseo del muchacho. Entonces Daniel se gan� al Melzar (�o al mayordomo?), Que estaba a cargo inmediato de los ni�os, y le rog� que probara el experimento durante diez d�as. Si al final de ese tiempo su salud o belleza hubiera sufrido, la cuesti�n podr�a reconsiderarse.

Entonces, durante diez d�as, los cuatro ni�os fieles fueron alimentados con agua y con las "semillas", es decir , verduras, d�tiles, pasas y otras frutas, que aqu� generalmente se denominan "legumbres". Al final de los diez d�as, una especie de semana m�stica persa, se descubri� que eran m�s hermosos y frescos que todos los dem�s cautivos del palacio. A partir de entonces se les permiti� sin obst�culos mantener las costumbres de su pa�s.

Tampoco esto fue todo. Durante los tres a�os de prueba continuaron prosperando tanto intelectual como f�sicamente. Alcanzaron sobresaliente excelencia "en todo tipo de libros y sabidur�a", y Daniel tambi�n tuvo entendimiento en todo tipo de sue�os y visiones, a los que los caldeos atribu�an suprema importancia. Los jud�os se regocijaban con estas im�genes de cuatro j�venes de su propia raza que, aunque eran extranjeros en una tierra extra�a, superaron a todos sus competidores extranjeros en sus propios campos de aprendizaje elegidos.

Ya hab�a dos cuadros de este tipo en la historia jud�a: el del joven Mois�s, erudito en toda la sabidur�a de los egipcios, y un gran hombre y pr�ncipe entre los magos del Fara�n; y el de Jos�, quien, aunque hab�a tantos adivinos egipcios, solo pod�a interpretar sue�os, ya fuera en el calabozo o al pie del trono. Ahora se les a�ade una tercera imagen, la de Daniel en la corte de Babilonia, y en los tres casos la gloria se les da directamente, no a ellos, sino al Dios del cielo, el Dios de sus padres.

Al final de los tres a�os, el pr�ncipe de los eunucos llev� a todos sus j�venes pajes ante la presencia del rey Nabuhadrezzar. Los prob� mediante una conversaci�n familiar y encontr� a los cuatro muchachos jud�os superiores a todos los dem�s. Por lo tanto, fueron elegidos "para comparecer ante el rey", en otras palabras, para convertirse en sus asistentes personales. Como esto le dio libre acceso a su presencia, implic� un puesto no solo de alto honor, sino de gran influencia.

Y su superioridad resisti� la prueba del tiempo. Siempre que el rey les consultaba sobre asuntos que requer�an "sabidur�a de entendimiento", los encontraba no s�lo mejores, sino "diez veces mejores" que todos los "magos" y "astr�logos" que hab�a en todo su reino.

El �ltimo vers�culo del cap�tulo, "Y Daniel continu� hasta el primer a�o del rey Ciro", es quiz�s una glosa posterior, porque de Daniel 10:1 parece que Daniel vivi�, de todos modos, hasta el tercer a�o de Ciro. Abn Ezra agrega las palabras "continu� en Babilonia" y Ewald "en la corte del rey". Algunos interpretan que "continu�" significando "permaneci� vivo".

"La raz�n para mencionar" el primer a�o de Ciro "puede ser para mostrar que Daniel sobrevivi� al regreso del exilio, y tambi�n para marcar el hecho de que alcanz� una gran edad. Porque si tuviera unos catorce a�os al comienzo de la narraci�n , tendr�a ochenta y cinco en el primer a�o de Cyrus. El Dr. Pusey comenta: "Palabras sencillas, �pero qu� volumen de fidelidad probada desenvuelven en ellas! En medio de todas las intrigas aut�ctonas de todos los tiempos en las dinast�as del despotismo oriental, en medio de toda la envidia hacia un extranjero cautivo en alto cargo como consejero del rey, en medio de todos los problemas inherentes a la locura del rey y el asesinato de dos de sus sucesores, en todo ese per�odo cr�tico para su pueblo, continu� Daniel. "(" Daniel "p�gs. 20, 21).

La an�cdota dom�stica de este cap�tulo, como las dem�s narrativas m�s espl�ndidas que le suceden, tiene un valor mucho m�s all� de las circunstancias en las que pudo haberse originado. Es una hermosa ilustraci�n moral de las bendiciones que acompa�an a la fidelidad y a la templanza, y ya sea una Hagad� o una tradici�n hist�rica, tambi�n consagra la misma lecci�n noble que se ense�� a todos los tiempos en las primeras historias de los Libros. de G�nesis y �xodo.

Comp. G�nesis 39:21 1 Reyes 8:50 Nehem�as 1:1 Salmo 106:46

Ense�a la corona y la bendici�n de la fidelidad. La gloria m�s alta de Israel fue "alzar entre las naciones el estandarte de la justicia". No importa que, en este caso particular, los muchachos jud�os estuvieran luchando por una mera regla ceremonial que en s� misma era inmaterial o, en todo caso, sin significado eterno. Baste que esta regla se les present� bajo la apariencia de un principio y de un deber sagrado, exactamente como lo hizo con Eleazar el escriba, y Judas el Macabeo, y la Madre y sus siete fuertes hijos en los d�as de Ant�oco Ep�fanes.

Lo consideraban un deber para con sus leyes, su pa�s, su Dios; y por lo tanto sobre ellos incumb�a sagradamente. Y le fueron fieles. Entre los esbirros mimados y sirvientes del vasto palacio babil�nico, sin deslumbrar por el brillo de la magnificencia terrenal, sin dejarse tentar por los atractivos de la pompa, el placer. y sensual indulgencia

"En medio de innumerables falsos, impasibles, inquebrantables, impasibles, impasibles, su lealtad mantuvieron su fe, su amor".

Y debido a que Dios los ama por su constancia, porque permanecen puros y verdaderos, toda la valencia babil�nica que los rodea aprende la lecci�n de la sencillez, la belleza de la santidad. En medio de las efusiones del favor divino, florecen y ascienden a los m�s altos honores. Esta es una gran lecci�n que domina la secci�n hist�rica de este Libro: "A los que me honran, honrar�, y a los que me desprecian, se les tendr� en poca estima.

"Es la lecci�n de la superioridad de Jos� ante el espejismo de la tentaci�n en la casa de Potifar; de la elecci�n de Mois�s, que prefiere sufrir aflicci�n con el pueblo de Dios en lugar de todos los tesoros de Egipto y" ser llamado el hijo del fara�n hija "; de la inocencia inmaculada de Samuel junto al ejemplo corruptor de los hijos de El�; de la juventud fuerte, pura y rubicunda de David como pastor en las colinas de Bel�n.

Es la historia anticipada de esa infancia a�n m�s santa de Aquel que, sujeto a Sus padres en el dulce valle de Nazaret, floreci� "como la flor de las rosas en la primavera del a�o, y como lirios junto a los cursos de agua". El joven ser humano que crece en la inocencia y el dominio de s� mismo crece tambi�n en la gracia y la belleza, en la sabidur�a y "en el favor de Dios y de los hombres". Los jud�os se deleitaban especialmente con estas im�genes de piedad y continencia juvenil, y eran la base de todo lo que era m�s grande en su car�cter nacional.

Pero tambi�n hab�a incidentalmente en la historia una advertencia contra el lujo corruptor, la lecci�n de la necesidad y la salubridad de,

"Se ense�a la regla de no demasiado por la templanza".

"El amor por la comida suntuosa y las bebidas deliciosas nunca es bueno", dice Ewald, "y con el uso de la dieta m�s moderada, el cuerpo y el alma pueden florecer de manera admirable, como lo hab�a ense�ado suficientemente la experiencia en ese momento".

Del valor de esta lecci�n, los nazareos entre los jud�os fueron un testimonio perpetuo. Jerem�as parece destacarlos por la belleza especial que result� de su abstinencia juvenil cuando escribe sobre Jerusal�n: "Sus nazareos eran m�s puros que la nieve, eran m�s blancos que la leche, ten�an el cuerpo m�s rubicundo que los rub�es, su pulido era de zafiros. . " Lamentaciones 4:7

Es la lecci�n que lee Milton en la historia de Sans�n:

"�Oh locura! Pensar en el uso de los vinos m�s fuertes y las bebidas m�s fuertes nuestro principal sustento de la salud, cuando Dios, con estos prohibidos, tom� la decisi�n de criar a su poderoso campe�n, fuerte por encima de toda comparaci�n, cuya bebida era s�lo del arroyo l�quido".

Es la lecci�n que Shakespeare inculca cuando hace que el anciano diga en "Como a ti te gusta":

"Cuando era joven, nunca aplicaba licores calientes y rebeldes en mi sangre, ni con la frente sin ruborizar no cortejaba los medios de la debilidad y la debilidad; por lo tanto, mi edad es como un invierno vigoroso, Frosty, pero amable".

El autor de este libro conecta el avance intelectual y la fuerza f�sica con esta abstinencia, y aqu� lo respalda incluso la experiencia antigua y pagana. Algo de este tipo quiz�s pueda acechar en P�ndaro; y ciertamente Horacio vio que la glotoner�a y la plenitud son enemigos de la intuici�n cuando escribi�:

" Nam corpus onustum Hesternis vitiis animum quoque praegravat una, Atque afligit humo divinae particulam aurae " .

Pit�goras no fue el �nico fil�sofo antiguo que recomend� y practic� una dieta vegetal, e incluso Epicuro, a quien muchos consideran

"El ni�o rodeado de rosas del jard�n suave".

coloc� sobre la puerta de su jard�n la inscripci�n de que los que vinieran solo ser�an obsequiados con tortas de cebada y agua dulce, para saciar, pero no para seducir, el apetito.

Pero la gran lecci�n de la imagen est� destinada a ser que los hermosos muchachos jud�os se mantuvieron a salvo en medio de toda tentaci�n de la autocomplacencia, porque viv�an como a los ojos de Dios: y "el que se tiene en reverencia y la debida estima por la dignidad de la imagen de Dios sobre �l, se considera a s� mismo una persona apta para realizar las obras m�s nobles y piadosas, y mucho m�s valioso que abatir y contaminar, con tanta degradaci�n y contaminaci�n como el pecado, �l mismo tan altamente redimido y ennoblecido a un nuevo amistad y relaci�n filial con Dios ".

Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre Daniel 1". "El Comentario Bíblico del Expositor". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/teb/daniel-1.html.