Bible Commentaries
Deuteronomio 3

El Comentario Bíblico del ExpositorEl Comentario Bíblico del Expositor

Versículos 1-29

EL GOBIERNO DIVINO

Deuteronomio 1:1 ; Deuteronomio 2:1 ; Deuteronomio 3:1

DESPU�S de estas discusiones preliminares, entramos ahora en la exposici�n. Con la excepci�n de los dos primeros vers�culos del cap�tulo 1, respecto de los cuales existe la duda de si no pertenecen a N�meros, estos tres cap�tulos se destacan como la primera secci�n de nuestro libro. El examen muestra que forman un todo separado y distinto, que no se contin�a en el cap�tulo 4; pero ha existido una gran diversidad de opiniones en cuanto a su autor�a y la intenci�n con la que han sido colocadas aqu�.

El vocabulario y el estilo se parecen tanto a los de las partes principales del libro que no pueden separarse por completo de ellos; sin embargo, al mismo tiempo, parece poco probable que el autor original del tronco principal de Deuteronomio pueda haber comenzado su libro con este discurso introductorio de Mois�s, seguido con otro discurso mosaico, todav�a introductorio, en el cap�tulo 4, y en el cap�tulo 5 comenz� otro discurso introductorio que se extiende a lo largo de siete cap�tulos, antes de llegar a los estatutos y juicios que se anuncian al principio.

La suposici�n actual acerca de estos Cap�tulos, por lo tanto, es que son obra de un Deuteronomista, un hombre formado bajo la influencia del Deuteronomio y lleno de su esp�ritu, pero no el autor del libro. Esto parece explicar las semejanzas y tambi�n explicar�a en cierta medida la existencia de un pr�logo tan superfluo. Pero la hip�tesis, sin embargo, no es del todo satisfactoria.

Los parecidos son m�s cercanos de lo que cabr�a esperar en el trabajo de diferentes autores; y uno siente que el supuesto deuteronomista debe haber sido menos sensible en un sentido literario de lo que tenemos derecho a suponerle si no sinti� la incongruencia de tal discurso en este lugar. El profesor Dillmann ha hecho una sugerencia muy aguda, que resuelve toda la dificultad de una manera m�s natural. Sintiendo que el estilo y el lenguaje son en esencia uno con los del Deuteronomio central, busca alguna explicaci�n que le permita asignar esta secci�n al autor del libro mismo.

Sugiere que, tal como se escribi� originalmente, esta fue una introducci�n hist�rica que condujo al c�digo central de leyes; un prefacio hist�rico, de hecho, que el autor de Deuteronomio prefijo naturalmente a su libro. Ex hypothesi , no ten�a los libros anteriores, �xodo, Lev�tico y N�meros, antes que �l, tal como los tenemos nosotros. Estos ahora forman una introducci�n hist�rica al Deuteronomio de un tipo muy minucioso y elaborado; pero ten�a que incorporar en su propio libro toda la historia pasada de su pueblo que deseaba enfatizar, pero cuando el editor que arregl� el Pentateuco como lo tenemos ahora insert� Deuteronomio en su lugar actual, encontr� que ten�a un doble prefacio hist�rico, que en los libros anteriores y este en el mismo Deuteronomio.

Como la reverencia prohib�a el rechazo de estos Cap�tulos, se refugi� en el expediente de convertir la narrativa originalmente impersonal en un discurso de Mois�s; lo que pod�a hacer con mayor irreprochabilidad, ya que la probabilidad es que todo el libro fuera considerado en su tiempo como obra de Mois�s. Esta hip�tesis, si puede ser aceptada, ciertamente da cuenta de todos los fen�menos presentados por estos cap�tulos: la similitud del lenguaje, las notas arqueol�gicas en el discurso y el color hist�rico en las declaraciones sobre Edom, por ejemplo, que corresponde a los primeros tiempos. sentimiento, no al pensamiento post-ex�lico en absoluto.

Tiene adem�s el m�rito de reducir el n�mero de escritores an�nimos a tener en cuenta en el Pentateuco, algo muy deseable en s� mismo. Por �ltimo, nos da en Deuteronomio un conjunto compacto m�s completo en todas sus partes que casi cualquier otra parte del Antiguo Testamento, ciertamente m�s que cualquiera de los libros que contienen legislaci�n.

Adem�s, que el refuerzo deuteron�mico y la expansi�n de la legislaci�n mosaica, tal como est� contenida en el Libro del Pacto, debe comenzar con tal historia de los tratos de Yahweh con Su pueblo, es completamente caracter�stico del Apocalipsis del Antiguo Testamento. Principalmente y principalmente, lo que nos dan los escritores del Antiguo Testamento es una historia de c�mo Dios obr�, c�mo trat� a las personas que hab�a elegido. En opini�n de los escritores hebreos, la primera y principal revelaci�n de Dios de s� mismo siempre est� en la conducta.

�l se mostr� bueno, misericordioso y gentil con su pueblo, y luego, habi�ndose mostrado as�, tiene el derecho reconocido de reclamar su obediencia. Como San Pablo ha se�alado con tanta fuerza, la ley era secundaria, no primaria. La gracia, el libre amor y elecci�n de Dios, fue siempre el comienzo de las verdaderas relaciones con �l, y s�lo despu�s de haber sido conocida y aceptada, �l busca la vida verdadera que su ley ha de regular.

Por lo tanto, naturalmente, cuando el autor de Deuteronomio est� a punto de presionar sobre Israel la ley en su forma expandida, para llamarlos de regreso de muchas aberraciones, para convocarlos a una reforma y un nuevo establecimiento de todo el marco de sus vidas, se vuelve atr�s. para recordarles cu�l hab�a sido su pasado. La ley, por tanto, es s�lo un dep�sito secundario de la Revelaci�n. Si somos fieles al punto de vista b�blico, no buscaremos la voz divina solamente, ni siquiera principalmente, en las porciones legales de las Escrituras.

La plena revelaci�n de Dios de s� mismo se ver� en el proceso y la finalizaci�n de ese movimiento de toda la vida, que se inici� cuando Israel se convirti� en una naci�n por primera vez al recibir a Yahweh como su Dios, y que termin� con la vida y la muerte de Aquel que resumi� en s� mismo todo lo que Israel fue llamado, pero no pudo ser.

Ese es el pensamiento dominante en las Escrituras sobre el Apocalipsis. Dios se revela en la historia; y por la persistente minuciosidad con la que los escritores de las Escrituras captan este pensamiento, se explica en gran medida el car�cter �nico y eficaz de la Revelaci�n b�blica. Otras naciones, sin duda, miraron hacia atr�s en ocasiones sobre lo que sus dioses hab�an hecho por ellos, y aquellos que hablaron en nombre de estos dioses a menudo pueden haber reclamado obediencia y servicio de su pueblo sobre la base de favores pasados ??y bajo amenazas de su retirada.

Pero antes que cualquier otro pueblo que haya afectado a las razas superiores de la humanidad, Israel concibi� a Dios como un poder moral con una voluntad y un prop�sito que abarcaba a la humanidad. Adem�s, en la creencia que aparece en sus registros m�s antiguos, que a trav�s de ellos las naciones ser�an bendecidas, y que en el futuro vendr�a Uno que en s� mismo llevar�a a cabo la realizaci�n del destino de Israel, se les proporcion� una filosof�a de la historia. , con una concepci�n adecuada para poner en conexi�n org�nica consigo mismo todas las diversas fortunas de Israel y de las naciones.

Por supuesto, al principio, mucho de lo que estaba involucrado en su punto de vista no estaba presente en ninguna mente. Fue el m�rito mismo de la revelaci�n germinal hecha a trav�s de Mois�s que ten�a poderes de crecimiento y expansi�n. De ninguna otra manera podr�a ser una verdadera revelaci�n de Dios, una revelaci�n que deber�a tener en s� la plenitud, la flexibilidad, el alejamiento de las meras peculiaridades locales y temporales, que asegurar�a su idoneidad para la humanidad universal.

Cualquier revelaci�n que consista s�lo en palabras, incluso en ideas, debe, para ser recibida, tener alg�n tipo de relaci�n con las mentes que la recibir�n. Si las palabras y las ideas se revelan, como deben ser, en un lugar y en un momento determinados, deben estar en tal relaci�n con ese lugar y tiempo que en alg�n per�odo de la historia del mundo se considerar�n inadecuadas y necesitar�n expansi�n. , que no es algo natural, y luego deben dejarse de lado por ser insuficientes.

Pero una revelaci�n que consiste en actos, que revela a Dios en relaciones �ntimas, seculares y constantes con la humanidad, es tan multifac�tica, tan variada, tan estrechamente moldeada a las necesidades reales y universales del hombre, que abarca todos los aspectos fundamentales. exigencias de la vida humana, y siempre debe continuar cubriendo la experiencia humana. De �l los hombres pueden extraer sistemas de doctrinas, que pueden concentrar la revelaci�n para una generaci�n en particular, o para una serie de generaciones, y hacerla m�s activa en estas circunstancias. Pero a menos que el sistema se mantenga constantemente en contacto con la revelaci�n dada en la historia, debe volverse inadecuado, falso en parte, y alg�n d�a debe desaparecer.

Entonces, la revelaci�n en la vida es la �nica forma posible de una verdadera revelaci�n de Dios; y que los escritores del Antiguo Testamento en sus circunstancias y en su tiempo sintieron y afirmaron esto, es en s� mismo un m�rito tan grande que casi por s� mismo es suficiente para justificar cualquier pretensi�n que puedan hacer de inspiraci�n especial. Los m�s grandes de ellos vieron a Dios obrando en el mundo y tuvieron la experiencia de Su influencia en ellos mismos, de modo que abrieron los ojos a Sus acciones como no lo hab�an hecho otros hombres.

El menor de ellos, nuevamente, hab�a sido colocado en el verdadero punto de vista para estimar correctamente el significado de la acci�n ordinaria de la Divina Providencia, y para trazar las l�neas de la acci�n divina donde estaban para otros hombres invisibles, o al menos oscuros. . Y en los registros que nos han dejado han sido totalmente fieles a ese punto de vista sumamente importante. Todo lo que tratan en la historia son los efectos morales y espirituales del trato de Dios; y los grandes intereses, como los considera el mundo, de la guerra y la conquista, del comercio y el arte, se mencionan s�lo brevemente y, a menudo, s�lo a modo de alusi�n.

Para muchos modernos esto es una ofensa, que vengan hablando con desprecio de la dote mental de los escritores b�blicos como historiadores. Por el contrario, que estos debieran haber mantenido sus ojos fijos solo en lo que concierne a la vida religiosa de su pueblo, que debieran haberse aferrado firmemente a la verdad de que all� radicaba la importancia central de la gente, y que ten�an El que nos haya dado el material para la formaci�n de esa gran concepci�n de la revelaci�n sobrenatural por la historia en la que Dios mismo se mueve como factor, es un m�rito tan grande que, aunque solo sea una fantas�a brillante, seguramente se les perdonar� por ignorar otras cosas.

Pero si, como es la verdad, estaban rastreando la corriente central de la acci�n redentora de Dios en el mundo, estaban abriendo a nuestra vista los pasos por los cuales se construy� la concepci�n inaccesiblemente elevada de Dios, que s�lo su naci�n ha ganado para el mundo. raza humana, entonces dif�cilmente puede parecer una falta que nada m�s les atraiga. Le han dado a Dios a quienes lo buscaban ciegamente, y han establecido el est�ndar por el cual todas las estimaciones hist�ricas, incluso de la vida moderna, deben ser medidas en �ltima instancia.

Porque aunque hubo en la historia de esa naci�n en particular, y en la l�nea de preparaci�n para Cristo, manifestaciones milagrosas especiales del poder y el amor de Dios, que no ocurren ahora, sin embargo, ning�n juicio sobre el curso de la historia vale nada, incluso hoy. , que no ocupa esencialmente la posici�n b�blica. En �ltima instancia, lo que debe considerarse es, �qu� ha obrado Dios? Si se ignora eso, entonces el elemento estable e instructivo de la historia se ha mantenido fuera de la vista, y la mente se pierde desesperadamente en medio del caos tumultuoso de las segundas causas.

Froude, en su "Historia de Inglaterra", ha notado esto, y declara que en el per�odo que trata fueron los hombres religiosos los �nicos que tuvieron una verdadera percepci�n de la tendencia de las cosas. Midieron todas las cosas, casi con demasiada crudeza, seg�n el est�ndar b�blico; pero eso demuestra ser tan esencialmente verdadero y fundamental, que su juicio as� formado ha demostrado ser el �nico s�lido. Esto es lo que deber�amos esperar si el poder y la justicia de Dios son los grandes factores del drama que nos despliega la historia del hombre y del mundo.

Siendo as�, se manifiesta la locura suicida de la pol�tica de cualquier Iglesia o partido que aleja la Biblia del uso popular. Es nada menos que cegar los ojos de la gente y cerrar los o�dos a las voces de advertencia que el gobierno providencial del mundo, visto a gran escala, nunca deja de pronunciar. Hace que el buen juicio pol�tico sea una prerrogativa solo de unos pocos, y los coloca entre un pueblo que se volver� hacia cualquier charlatanes en lugar de creer en su voz.

Era natural e inevitable, por lo tanto, que el autor de Deuteronomio, de pie, como lo hizo, en el umbral de una gran crisis en la historia de Israel, volviera los pensamientos de su pueblo hacia la historia del pasado. Para �l, la gran figura en la historia de Israel en esos a�os dif�ciles y agitados durante los cuales vagaron entre Horeb, Cades-Barnea y el pa�s del Arn�n, es Yahv� su Dios.

�l est� detr�s de todos sus movimientos, impuls�ndolos e incit�ndolos a seguir adelante y disfrutar de la buena tierra que les hab�a prometido a sus padres. �l fue antes que ellos y luch� por ellos. Los dio a luz en el desierto, como un hombre da a luz a su hijo. Los cuid� y gui� sus pasos en la nube y el fuego de d�a y de noche. Adem�s, todas las naciones por las que pasaron fueron guiadas por �l y les asignaron sus lugares, y solo las naciones que Yahv� escogi� fueron entregadas en manos de Israel.

Tambi�n en los asuntos internos de la comunidad, se hab�a afirmado. Eran el pueblo de Yahweh, y toda su acci�n nacional deb�a estar de acuerdo con Su car�cter justo. Especialmente la administraci�n de justicia deb�a ser pura e imparcial, sin ceder al miedo ni al favor porque el "juicio es de Dios". �Y c�mo hab�an respondido a todo este favor amoroso de parte de Dios? Al primer indicio de conflicto serio, retrocedieron de miedo.

A pesar de que la tierra que Dios les hab�a dado era un pa�s bueno y f�rtil, y a pesar de las promesas de ayuda divina, se negaron a incurrir en las fatigas y los riesgos necesarios de la conquista. Cada dificultad que pudieran encontrar fue exagerada por ellos; su misma liberaci�n de Egipto, que sol�an considerar "su suprema misericordia", se convirti� para su infiel cobard�a en una evidencia del odio hacia ellos por parte de Dios.

Para los hombres en tal estado de �nimo, la conquista era imposible; y aunque, en una espasm�dica repulsi�n por su abyecta cobard�a, atacaron al pueblo al que iban a despojar, termin�, como no pudo sino terminar, en su derrota y huida. Fueron condenados a cuarenta a�os de vagabundeo, y fue solo despu�s de que toda esa generaci�n estuvo muerta que a Israel se le permiti� nuevamente acercarse a la tierra prometida.

Pero Yahv� les hab�a sido fiel, y cuando lleg� el momento les abri� el camino para su avance y les dio la victoria y la tierra. Porque su amor fue paciente, y siempre abri� un camino para bendecirlos, incluso a trav�s de sus pecados.

Esa fue la imagen que el Deuteronomista extendi� ante los ojos de sus compatriotas, con la intenci�n de que pudieran conocer el amor de Dios, y pudieran ver que la seguridad estaba para ellos en una entrega voluntaria de s� mismos a ese amor. Los desastrosos resultados de su descarriado y desfallecido rechazo a este llamamiento divino es la �nica amenaza directa que usa, pero en el pasaje hay otra advertencia, tanto m�s impresionante por ser vaga y sombr�a, Dios es para el deuteronomista el universal. gobernante del mundo.

Las naciones son levantadas y derribadas seg�n su voluntad, y hasta que �l no lo desee, no pueden ser despose�das. Pero �l hab�a querido ese destino para muchos, y en cada paso del progreso de Israel se encuentran con las huellas de pueblos desaparecidos a quienes por sus pecados �l hab�a permitido que otros destruyeran. El Emim en Moab, el Zamzummim en Amm�n, los Horites en Self y los Avvims en Filistea, todos hab�an sido destruidos ante la gente que ahora ocupaba estas tierras, y todo el trasfondo de la narraci�n es de juicio, donde la misericordia hab�a sido in�til.

La espada del Se�or se ve vagamente en las notas arqueol�gicas que son tan frecuentes en esta secci�n de nuestro libro y as� se da el toque final a la imagen del pasado que aqu� se dibuja para ser un impulso para el futuro. Si bien todo el primer plano representa solo el amor y la paciencia de Dios para vencer la rebeli�n del hombre, el fondo es, como el camino de las grandes caravanas de peregrinos que a�o tras a�o hacen su camino lento y laborioso hacia los lugares santos de Mahoma, sembrado de los restos de los predecesores en el mismo. sendero.

Con dedo severo y amenazador, este gran maestro de Israel se�ala estas evidencias de que el amor y la paciencia divinos pueden estar, y han sido, gastados, y parece hacer eco de una manera a�n m�s impresionante el lenguaje de Isa�as: "La ira de Jehov� se encendi� (contra estos pueblos), y extendi� su mano (contra ellos) y los hiri�; y temblaron los montes, y sus cad�veres como basura en medio de las calles.

Por todo esto, su ira no se apaga, sino que su mano a�n est� extendida. Sin una palabra de reprensi�n directa, abre los ojos de su pueblo para ver esa mano tendida en sombras. Detr�s de toda la confusi�n del mundo hay una presencia y un poder que sostiene a todos los que buscan el bien, pero que se opone severamente a todo mal, listo, cuando llegue el momento, para "golpear una vez y no golpear m�s".

En estos cap�tulos se nos da otro vistazo m�s de la manera en que Dios trata a los hombres. Hemos visto c�mo gu�a y gobierna a sus escogidos. Hemos visto c�mo castiga a los que se oponen a la ley divina. Y en Deuteronomio 2:30 nos dice c�mo los hombres se endurecen en su pecado, para hacer inevitable la destrucci�n.

De Seh�n, rey de Hes-bon, que no dejaba pasar a los israelitas, el escritor dice: "Yahv� tu Dios endureci� su esp�ritu y obstin� su coraz�n para entregarlo en tu mano, como parece hoy. . " Pero con estas expresiones no quiere atribuir a Dios la causa de la obstinaci�n de Sihon, para convertir al hombre en una mera v�ctima indefensa. M�s bien, su pensamiento es que as� como Dios gobierna todo, a �l se le debe rastrear en �ltima instancia todo lo que sucede en el mundo.

En cierto sentido, todos los actos, ya sean buenos o malos, todos los agentes, ya sean ben�ficos o destructivos, tienen su fuente y su poder en �l. Sin embargo, los hombres tienen una responsabilidad moral por sus actos y son plena y justamente conscientes de su m�rito. En consecuencia, ese endurecimiento del esp�ritu o del coraz�n, que en un momento puede atribuirse �nicamente a Dios, en otro puede atribuirse �nicamente a la mala determinaci�n del hombre.

El ejemplo m�s instructivo de esto se encuentra en la historia de Fara�n, cuando se le orden� que dejara ir a Israel. En esa narraci�n, de �xodo 4:1 ; �xodo 5:1 ; �xodo 6:1 ; �xodo 7:1 ; �xodo 8:1 ; �xodo 9:1 ; �xodo 10:1 ; �xodo 11:1 , hay intercambio repetido de expresi�n.

Ahora Jehov� endureci� el coraz�n de Fara�n; ahora, como en �xodo 8:15 y �xodo 8:32 , Fara�n endureci� su propio coraz�n; y, de nuevo, el coraz�n de Fara�n se endureci�. En cada caso se quiere decir lo mismo, y las distintas expresiones corresponden s�lo a una diferencia de punto de vista.

Cuando Yahweh predice que las se�ales que �l autoriza a Mois�s a mostrar fallar�n en su efecto, siempre es "Yahweh endurecer� el coraz�n de Fara�n", ya que el punto principal en la contemplaci�n es Su gobierno del mundo. Si, por otro lado, es la obstinaci�n pecaminosa del Fara�n lo que se destaca en el pasaje, tenemos ante nosotros la autodeterminaci�n del Fara�n. Pero debe notarse, y este es de hecho el hecho cardinal, que nunca se dice que Yahv� endurezca el coraz�n de un hombre bueno, o un hombre que se fije principalmente en la justicia. Siempre son aquellos que son culpables de agravios palpables y actos de maldad sobre quienes Dios obra as�.

Ahora sabemos que el autor de Deuteronomio ten�a dos al menos de las narraciones hist�ricas antiguas antes que �l que se combinan en �xodo 4:1 ; �xodo 5:1 ; �xodo 6:1 ; �xodo 7:1 ; �xodo 8:1 ; �xodo 9:1 ; �xodo 10:1 ; �xodo 11:1 , y retoma su pensamiento.

Expresado en lenguaje moderno, el pensamiento es este. Cuando los hombres se encuentran siguiendo su propia voluntad desafiando toda ley y todas las restricciones de la justicia, esa no es evidentemente la primera etapa en su declinaci�n moral. Esta obstinaci�n en el mal es el resultado y la paga de malas acciones anteriores, comenzando quiz�s s�lo con una negligencia descuidada, pero acumulando fuerza y ??virulencia con cada pecado voluntario.

Hasta cerca del final de un completo crecimiento en la maldad, ning�n hombre dice deliberadamente: "Mal, s� t� mi bien". Sin embargo, cada acto de pecado implica un paso hacia eso, y el pecador de esta manera se endurece contra toda advertencia. Como los pecados que obran esta obstinaci�n, este endurecimiento es el acto del propio pecador. La ruina que cae sobre su naturaleza moral es su propia obra. Ese es el resultado inexorable del orden moral del universo, y de �l no es posible ninguna excepci�n.

Pero si es as�, Dios tambi�n ha estado activo en todas esas cat�strofes. �l ha enmarcado y ordenado al mundo de tal manera que la complacencia en el mal debe endurecerse en el mal. Esto fue lo que vio y reflexion� la mente religiosa israelita, as� como la participaci�n del hombre en el terrible proceso de decadencia moral. Tambi�n hacemos bien en prestar atenci�n a este aspecto de la verdad. Cuando lo hagamos, habremos resuelto la dificultad b�blica con respecto al endurecimiento divino del coraz�n del hombre.

Es simplemente la f�rmula antigua de lo que todas las mentes entrenadas �ticamente reconocen en el mundo de hoy. Aquellos que se reconocen a s� mismos como hijos de Dios y reconocen las obligaciones de su ley, son tratados en el camino de la disciplina con infinito amor y paciencia. Aquellos que definitivamente se oponen al orden moral del mundo que Dios ha establecido, son quebrantados y destruidos.

Entre estas dos clases est�n los moralmente indeterminados, que finalmente se vuelven hacia la derecha o hacia la izquierda. El proceso por el cual estos pasan a ser contados entre los rebeldes se describe en las Escrituras con una visi�n moral extraordinaria. La �nica diferencia con su descripci�n actual es que aqu� Dios se mantiene constantemente presente en la mente como el factor principal en el desarrollo del alma.

Hoy en d�a, incluso aquellos que creen en Dios tienden a olvidarlo al trazar sus leyes de acci�n. Pero ese es un error de primera magnitud. Oscurece la esperanza del hombre; porque sin una promesa segura de ayuda divina no hay certeza de victoria moral ni para la raza ni para el individuo. Reduce nuestra visi�n de la espantosa extensi�n del pecado; porque a menos que veamos que el pecado afecta incluso al Gobernante del universo y desaf�a Su ley inmutable, sus resultados se limitan al mal que hacemos a nuestros semejantes, lo cual, como lo vemos, es de poca importancia.

Adem�s, degrada la ley moral a un mero dictamen arbitrario de poder, oa una opini�n fundada en la experiencia ciega del hombre. El reconocimiento de Dios, por el contrario, hace de la moralidad la esencia misma de la naturaleza divina y la regla inmutable de la vida del hombre.

Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre Deuteronomy 3". "El Comentario Bíblico del Expositor". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/teb/deuteronomy-3.html.