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Ezequiel 2

El Comentario Bíblico del ExpositorEl Comentario Bíblico del Expositor

Versículos 1-10

LA COMISI�N PROF�TICA DE EZEQUIEL

Ezequiel 2:1 ; Ezequiel 3:1

EL llamado de un profeta y la visi�n de Dios que a veces lo acompa�� son las dos caras de una experiencia compleja. El hombre que verdaderamente ha visto a Dios tiene necesariamente un mensaje para los hombres. No s�lo se avivan sus percepciones espirituales y todas las facultades de su ser se mueven a la actividad m�s elevada, sino que se pone sobre su conciencia la carga de un deber sagrado y una vocaci�n de por vida al servicio de Dios y del hombre.

Por tanto, el verdadero profeta es aquel que puede decir con Pablo: "No fui desobediente a la visi�n celestial", porque esa no puede ser una visi�n real de Dios que no exige obediencia. Y de los dos elementos, la llamada es la que resulta indispensable para la idea de profeta. Podemos concebir un profeta sin una visi�n ext�tica, pero no sin la conciencia de ser elegidos por Dios para una obra especial o sin un sentido de responsabilidad moral por la fiel declaraci�n de Su verdad.

Si, como en Isa�as y Ezequiel, el llamado surge de la visi�n de Dios, o si, como en Jerem�as, el llamado es lo primero y se complementa con experiencias de tipo visionario, el hecho esencial en la iniciaci�n del profeta siempre es la convicci�n. que desde cierto per�odo de su vida le lleg� la palabra de Jehov�, y junto con ella el sentimiento de obligaci�n personal para con Dios por el desempe�o de una misi�n que se le hab�a confiado.

Mientras que la visi�n simplemente sirve para imprimir en la imaginaci�n por medio de s�mbolos una cierta concepci�n del ser de Dios, y puede prescindirse de ella cuando los s�mbolos ya no son el veh�culo necesario de la verdad espiritual, la llamada, como trasmitir un sentido del verdadero lugar de uno en el reino de Dios, nunca puede faltarle a ning�n hombre que tenga una obra prof�tica que hacer para Dios entre sus semejantes.

Ya se ha insinuado que en el caso de Ezequiel la conexi�n entre el llamado y la visi�n es menos obvia que en el de Isa�as. El car�cter de la narraci�n sufre un cambio al comienzo del cap�tulo 2. La primera parte est� moldeada, como hemos visto, en gran medida en la visi�n inaugural de Isa�as; el segundo delata con igual claridad la influencia de Jerem�as. La aparici�n de una ruptura entre el primer cap�tulo y el segundo se debe en parte a la laboriosa manera del profeta de describir lo que hab�a pasado.

Es completamente injusto representarlo como si primero hubiera inspeccionado con curiosidad el mecanismo del merkaba, y luego pens� que era apropiado caer de bruces ante �l. La experiencia de un �xtasis es una cosa, relacionarlo es otra. En mucho menos tiempo del que nos lleva dominar los detalles de la imagen, Ezequiel hab�a visto la gloria de Jehov� y hab�a sido dominado por ella, y se hab�a dado cuenta del prop�sito por el cual le hab�a sido revelada.

Sab�a 'que Dios hab�a venido a �l para enviarlo como profeta a sus compa�eros de exilio. Y as� como la descripci�n de la visi�n describe en detalle los rasgos que eran significativos de la naturaleza y los atributos de Dios, as� en lo que sigue a continuaci�n se vuelve consciente paso a paso de ciertos aspectos de la obra a la que est� llamado. En forma de una serie de discursos del Todopoderoso, se le presentan a su mente las l�neas generales de su carrera prof�tica: sus condiciones, sus privaciones, sus est�mulos y, sobre todo, su obligaci�n imperativa y vinculante.

Algunos de los hechos que ahora se le presentaban, como la condici�n espiritual de su audiencia, le resultaban familiares desde hac�a mucho tiempo; otros eran nuevos; pero ahora todos ocupan el lugar que les corresponde en el esquema de su vida; se le hace conocer su relaci�n con su trabajo y la actitud que debe adoptar frente a ellos. Todo esto ocurre en el trance prof�tico; pero las ideas permanecen con �l como principios sustentadores de su trabajo posterior.

1. De las verdades as� presentadas a la mente de Ezequiel, la primera, y la que surge directamente de la impresi�n que le caus� la visi�n, es su insignificancia personal. Mientras yace postrado ante la gloria de Jehov�, oye por primera vez el nombre que desde entonces se�ala su relaci�n con el Dios que habla a trav�s de �l. No es necesario decir que el t�rmino "hijo del hombre" en el Libro de Ezequiel no es un t�tulo de honor o de distinci�n.

Es precisamente lo contrario de esto. Denota la ausencia de distinci�n en la persona del profeta. No significa m�s que "miembro de la raza humana"; su sentido casi podr�a transmitirse si lo traduj�ramos por la palabra "mortal". Expresa el contraste infinito entre lo celestial y lo terrenal, entre el Ser glorioso que habla desde el trono y la criatura fr�gil que necesita ser fortalecida sobrenaturalmente antes de poder mantenerse erguido en la actitud de servicio.

Ezequiel 2:1 Sinti� que no hab�a ninguna raz�n en s� mismo para la elecci�n que Dios hizo de �l para ser profeta. S�lo es consciente de los atributos que tiene en com�n con la raza: la debilidad y la insignificancia humanas; todo lo que lo distingue de otros hombres pertenece a su oficina, y. le es conferido por Dios en el acto de su consagraci�n.

No hay rastro del generoso impulso que impuls� a Isa�as a ofrecerse a s� mismo como siervo del gran Rey tan pronto como se dio cuenta de que hab�a trabajo por hacer. �l es igualmente un extra�o a la retracci�n del esp�ritu sensible de Jerem�as de las responsabilidades del cargo del profeta. Para Ezequiel, la Presencia Divina es tan abrumadora, la orden es tan definida y exigente, que no queda lugar para el juego de los sentimientos personales; la mano del Se�or es pesada sobre �l, y no puede hacer nada m�s que quedarse quieto y escuchar.

2. El siguiente pensamiento que ocupa la atenci�n del profeta es la dolorosa condici�n espiritual de aquellos a quienes es enviado. Cabe se�alar que su misi�n se le presenta desde el principio en dos aspectos. En primer lugar, es un profeta para toda la casa de Israel, incluido el reino perdido de las diez tribus, as� como las dos secciones del reino de Jud�, los que ahora est�n en el exilio y los que a�n permanecen en su propia tierra.

Esta es su audiencia ideal; el alcance de su profec�a es abrazar los destinos de la naci�n en su conjunto, aunque s�lo una peque�a parte est� al alcance de sus palabras habladas. Pero, literalmente, �l ser� el profeta de los exiliados; Ezequiel 3:2 que es el �mbito en el que tiene que hacer prueba de su ministerio. Estas dos audiencias, en su mayor parte, no se distinguen en la mente de Ezequiel; ve el ideal en lo real, considerando la peque�a colonia en la que vive como un ep�tome de la vida nacional.

Pero en ambos aspectos de su obra, el panorama es igualmente desalentador. Si espera una carrera activa entre sus compa�eros de cautiverio, se le da a saber que "espinos y cardos" est�n con �l y que su morada est� entre escorpiones. Ezequiel 2:6 persecuci�n mezquina y la oposici�n rencorosa son la suerte inevitable de un profeta all�.

Y si extiende sus pensamientos a la naci�n idealizada, tiene que pensar en un pueblo cuyo car�cter se revela en una larga historia de rebeli�n y apostas�a: son "los rebeldes que se han rebelado contra M�, ellos y sus padres hasta el d�a de hoy". . Ezequiel 2:3 La mayor dificultad con la que tendr� que lidiar es la impenetrabilidad de las mentes de sus oyentes a las verdades de su mensaje.

La barrera de un idioma extra�o sugiere una ilustraci�n de la imposibilidad de comunicar ideas espirituales a los hombres a los que es enviado. Pero es una barrera mucho m�s desesperada la que lo separa de su pueblo. "No eres enviado a pueblo de habla profunda y lengua pesada, ni a muchos pueblos cuyo idioma no entiendes: si yo te hubiera enviado a ellos, te escuchar�an. Pero la casa de Israel se negar� a escucharte. porque se niegan a escucharme, porque toda la casa de Israel es dura de frente y robusta de coraz�n ".

Ezequiel 3:5 El significado es que la incapacidad del pueblo no es intelectual, sino moral y espiritual. Pueden entender las palabras del profeta, pero no las escuchar�n porque no les gusta la verdad que �l pronuncia y se han rebelado contra el Dios que lo envi�. El endurecimiento de la conciencia nacional que Isa�as previ� como el resultado inevitable de su propio ministerio ya se ha logrado, y Ezequiel lo remonta a su origen en un defecto de la voluntad, una aversi�n a las verdades que expresan el car�cter de Jehov�.

Este juicio fijo sobre sus contempor�neos con el que Ezequiel entra en su obra se condensa en una de esas expresiones estereotipadas que abundan en sus escritos: "casa de la desobediencia", frase que luego se ampl�a en m�s de una revisi�n elaborada del pasado de la naci�n. Sin duda, resume el resultado de mucha meditaci�n previa sobre el estado de Israel y la posibilidad de una reforma nacional. Si hasta ahora hab�a quedado alguna esperanza en la mente de Ezequiel de que los exiliados pudieran responder ahora a una palabra verdadera de Jehov�, desaparece en la clara percepci�n que obtiene del estado de sus corazones.

�l ve que a�n no ha llegado el momento de volver a ganar al pueblo para Dios con la seguridad de su compasi�n y la cercan�a de su salvaci�n. La brecha entre Jehov� e Israel no comenz� a sanar, y el profeta que est� del lado de Dios no debe buscar la simpat�a de los hombres. En el mismo acto de su consagraci�n, su mente se pone as� en la actitud de severidad intransigente hacia la obstinada casa de Israel: "He aqu�, endurezco tu rostro como el de ellos, y endurezco tu frente como la de ellos, como un adamante m�s duro que el pedernal.

No los temer�s ni te acobardar�s ante su rostro, porque casa desobediente son ". Ezequiel 3:8

3. El significado de la transacci�n en la que participa queda a�n m�s grabado en la mente del profeta por un acto simb�lico en el que se le hace significar su aceptaci�n de la comisi�n que se le ha confiado. Ezequiel 2:8 ; Ezequiel 3:1 Ve una mano extendida hacia �l sosteniendo el rollo de un libro, y cuando el rollo se extiende ante �l, se encuentra escrito en ambos lados con "lamentos, lamentos y aflicciones". Obedeciendo al mandato divino, abre la boca y se come el rollo, y descubre para su sorpresa que, a pesar de su contenido, su sabor es "como miel para dulzor".

El significado de este extra�o s�mbolo parece incluir dos cosas. En primer lugar, denota la eliminaci�n del obst�culo interno del que todo hombre debe ser consciente cuando recibe el llamado a ser profeta. Algo similar ocurre en la visi�n inaugural de Isa�as y Jerem�as. El impedimento del que Isa�as estaba consciente era la inmundicia de sus labios; y al ser removido por el toque del carb�n caliente del altar, se llena de un nuevo sentimiento de libertad y anhelo de dedicarse al servicio de Dios.

En el caso de Jerem�as, el obst�culo fue la sensaci�n de su propia debilidad e incapacidad para los arduos deberes que le fueron impuestos; y esto nuevamente fue quitado por el toque consagrado de la mano de Jehov� en sus labios. La parte de la experiencia de Ezequiel que estamos tratando es obviamente paralela a estas, aunque no es posible decir qu� sentimiento de incapacidad predominaba en su mente.

Quiz�s era el temor de que en �l acechara algo de ese esp�ritu rebelde que era caracter�stico de la raza a la que pertenec�a. El que hab�a sido llevado a formar un juicio tan duro de su pueblo no pod�a sino mirar con celos su propio coraz�n, y no pod�a olvidar que compart�a la misma naturaleza pecaminosa que hizo posible su rebeli�n. En consecuencia, el libro se le presenta en primera instancia como una prueba de su obediencia.

"Pero t�, hijo de hombre, oye lo que te digo; no seas desobediente como la casa desobediente: abre tu boca y come lo que te doy". Ezequiel 2:8 Cuando el libro resulta dulce a su paladar, tiene la seguridad de que ha sido dotado de tal simpat�a por los pensamientos de Dios que las cosas que para la mente natural no son bienvenidas se convierten en fuente de satisfacci�n espiritual.

Jerem�as hab�a expresado el mismo extra�o deleite en su trabajo en un pasaje sorprendente que sin duda era familiar para Ezequiel: "Cuando fueron encontradas tus palabras, las com�; y tu palabra fue para m� el gozo y el regocijo de mi coraz�n; porque fui llamado por tu nombre, oh Jehov� Dios de los ej�rcitos ". Jeremias 15:16 Tenemos una ilustraci�n a�n m�s alta del mismo hecho en la vida de nuestro Se�or, para quien era comida y bebida hacer la voluntad de Su Padre, y que experiment� un gozo en hacerla que era peculiarmente Suyo. propio.

Es la recompensa del verdadero servicio a Dios que, en medio de todas las dificultades y desalientos que hay que soportar, el coraz�n se sustenta en un gozo interior que surge de la conciencia de trabajar en comuni�n con Dios.

Pero en segundo lugar, comer el libro sin duda significa el otorgamiento al profeta del don de la inspiraci�n, es decir, el poder de hablar las palabras de Jehov�. "Hijo de hombre, come este rollo, y ve y habla a los hijos de Israel. Ve, ve a la casa de Israel y habla con mis palabras". Ezequiel 3:1 ; Ezequiel 3:4 Ahora bien, el llamado de un profeta no significa que su mente est� cargada con cierto cuerpo de doctrina, que debe entregar de vez en cuando, seg�n lo requieran las circunstancias.

Todo lo que se puede decir con seguridad sobre la inspiraci�n prof�tica es que implica la facultad de distinguir la verdad de Dios de los pensamientos que surgen naturalmente en la propia mente del profeta. Tampoco hay nada en la experiencia de Ezequiel que necesariamente vaya m�s all� de esta concepci�n; aunque el incidente del libro ha sido interpretado de manera que lo agobia con una teor�a de la inspiraci�n muy tosca y mec�nica.

Algunos cr�ticos han cre�do que el libro que se trag� es el libro que luego iba a escribir, como si hubiera reproducido en entregas lo que le fue entregado en ese momento. Otros, sin ir tan lejos, encuentran al menos significativo que alguien que iba a ser preeminentemente un profeta literario concibiera la palabra del Se�or como le fue comunicada en forma de libro. Cuando un escritor habla de " eigenthumliche Empfindungen im Schlunde " como base de la figura, parece estar peligrosamente cerca de convertir la inspiraci�n en una enfermedad nerviosa.

Todas estas representaciones van m�s all� de una justa construcci�n del significado del profeta. El acto es puramente simb�lico. El libro no tiene nada que ver con el tema de su profec�a, ni el comerlo significa nada m�s que la entrega del profeta a su vocaci�n como veh�culo de la palabra de Jehov�. La idea de que la palabra de Dios se convierte en un poder vivo en el ser interior del profeta tambi�n la expresa Jerem�as cuando habla de ella como un "fuego ardiente encerrado en sus huesos"; Jeremias 20:9 y la concepci�n de Ezequiel es similar.

Aunque habla como si hubiera asimilado de una vez por todas la palabra de Dios, aunque era consciente de un nuevo poder que obraba dentro de �l. no hay prueba de que �l pensara que la palabra del Se�or moraba en �l de otra manera que como un impulso espiritual para pronunciar la verdad que se le revelaba de vez en cuando. Esa es la inspiraci�n que poseen todos los profetas: "Ha hablado Jehov� Dios, �qui�n no profetizar�?". Am�s 3:8

4. No era de esperar que un profeta tan pr�ctico en sus objetivos como Ezequiel se quedara por completo sin alguna indicaci�n del fin que deb�a lograr con su obra. De hecho, se le han negado los incentivos ordinarios para una ardua carrera p�blica. Sabe que su misi�n no encierra la promesa de un �xito sorprendente o inmediato, que ser� juzgado err�neamente y se opondr� a casi todos los que lo escuchen, y que tendr� que seguir su curso sin aprecio ni simpat�a.

Se le ha inculcado que declarar el mensaje de Dios es un fin en s� mismo, un deber que debe cumplirse sin tener en cuenta sus asuntos, "ya sea que los hombres escuchen o se abstengan". Como Pablo, reconoce que "se le impone la necesidad" de predicar la palabra de Dios. Pero hay una palabra que le revela la manera en que su ministerio se har� efectivo en la realizaci�n del prop�sito de Jehov� con Israel.

"Escuchen o dejen de escuchar, sabr�n que un profeta ha estado entre ellos". Ezequiel 2:5 La referencia es principalmente a la destrucci�n de la naci�n que Ezequiel sab�a bien que deb�a formar la carga principal de cualquier mensaje prof�tico verdadero entregado en ese momento. Ser� aprobado como profeta, y reconocido como lo que es, cuando sus palabras sean verificadas por el evento.

�Parece una pobre recompensa por a�os de contienda incesante con el prejuicio y la incredulidad? En todo caso, era la �nica recompensa posible, pero tambi�n iba a ser el comienzo de mejores d�as. Porque estas palabras tienen un significado m�s amplio que su relaci�n con la posici�n personal del profeta.

Se ha dicho con certeza que la preservaci�n de la religi�n verdadera despu�s de la ca�da de la naci�n depend�a del hecho de que el evento hab�a sido claramente predicho. Entonces, dos religiones y dos concepciones de Dios luchaban por el dominio en Israel. Una era la religi�n de los profetas, que antepon�an la santidad moral de Jehov� a cualquier otra consideraci�n, y afirmaban que su justicia deb�a ser vindicada incluso al precio de la destrucci�n de su pueblo.

La otra era la religi�n popular que se aferraba a la creencia de que Jehov� no pod�a por ning�n motivo abandonar a su pueblo sin dejar de ser Dios. Este conflicto de principios alcanz� su punto culminante en la �poca de Ezequiel, y tambi�n encontr� su soluci�n. La destrucci�n de Jerusal�n despej� los problemas. Entonces se vio que la ense�anza de los profetas ofrec�a la �nica explicaci�n posible del curso de los acontecimientos.

Se demostr� que el Jehov� de la religi�n opuesta era un producto de la imaginaci�n popular; y no hab�a alternativa entre aceptar la interpretaci�n prof�tica de la historia y renunciar a toda fe en el destino de Israel. De ah� que el reconocimiento de Ezequiel, el �ltimo de la antigua orden de profetas, que hab�a llevado sus amenazas hasta la v�spera de su cumplimiento, fue realmente una gran crisis de religi�n.

Signific� el triunfo de la �nica concepci�n de Dios sobre la que se podr�a construir la esperanza de un futuro mejor. Aunque el pueblo todav�a podr�a estar lejos del estado de coraz�n en el que Jehov� podr�a quitar Su mano disciplinaria, la primera condici�n del arrepentimiento nacional se dio tan pronto como se percibi� que hab�a profetas entre ellos que hab�an declarado el prop�sito de Jehov�. Tambi�n se sentaron las bases para un desarrollo m�s fruct�fero de la actividad de Ezequiel.

La palabra del Se�or hab�a sido en sus manos un poder "para arrancar, quebrantar y destruir" al antiguo Israel que no conocer�a a Jehov�; en adelante, estaba destinado a "construir y plantar" un nuevo Israel inspirado por un nuevo ideal de santidad y una repugnancia de todo coraz�n a toda forma de idolatr�a.

5. Estos son, entonces, los elementos principales que entran en la notable experiencia que hizo de Ezequiel un profeta. Sin embargo, eran necesarias m�s revelaciones de la naturaleza de su cargo antes de que pudiera traducir su vocaci�n en un plan de trabajo consciente. La partida de la teofan�a parece haberlo dejado en un estado de postraci�n mental. En "amargura y ardor de esp�ritu" vuelve a ocupar su lugar entre sus compa�eros de cautiverio en Telabib, y se sienta entre ellos como un hombre desconcertado durante siete d�as.

Al final de ese tiempo, los efectos del �xtasis parecen desaparecer, y m�s luz cae sobre �l con respecto a su misi�n. Se da cuenta de que debe ser en gran parte una misi�n para los individuos. Es designado como atalaya a la casa de Israel, para advertir a los imp�os de su camino; y como tal, se le hace responsable del destino de cualquier alma que pueda perder el camino de la vida por incumplimiento del deber de su parte.

Se ha supuesto que este pasaje de Ezequiel 3:16 describe el car�cter de un breve per�odo de actividad p�blica, en el que Ezequiel se esforz� por actuar como un "reprobador" ( Ezequiel 3:26 ) entre los exiliados. Se considera que este fue su primer intento de cumplir con su comisi�n, y que continu� hasta que el profeta se convenci� de su desesperanza y, en obediencia al mandato divino, se encerr� en su propia casa.

Pero este punto de vista no parece estar suficientemente respaldado por los t�rminos de la narraci�n.Las palabras representan m�s bien un punto de vista desde el cual se examina todo su ministerio, o un aspecto del mismo que pose�a una importancia peculiar por las circunstancias en las que fue colocado. . La idea de su posici�n como atalaya responsable de los individuos puede haber estado presente en la mente del profeta desde el momento de su llamado; pero el desarrollo pr�ctico de esa idea no fue posible hasta que la destrucci�n de Jerusal�n prepar� la mente de los hombres para prestar atenci�n a sus amonestaciones.

En consecuencia, el segundo per�odo de la obra de Ezequiel comienza con una declaraci�n m�s completa de los principios indicados en esta secci�n (cap�tulo 33). Por lo tanto, pospondremos la consideraci�n de estos principios hasta que alcancemos la etapa del ministerio del profeta en la que surja su significado pr�ctico.

6. Los �ltimos seis vers�culos del tercer cap�tulo ( Ezequiel 3:22 ) pueden considerarse como el cierre del relato de la consagraci�n de Ezequiel o como la introducci�n a la primera parte de su ministerio, el que precedi� a la ca�da de Jerusal�n. Contienen la descripci�n de un segundo trance, que parece haber ocurrido siete d�as despu�s del primero.

El profeta se parec�a a s� mismo llevado en esp�ritu a cierta llanura cerca de su residencia en Tel-abib. All� se le aparece la gloria de Jehov� precisamente como la hab�a visto en su visi�n anterior junto al r�o Quebar. Luego recibe la orden de encerrarse dentro de su casa. Debe ser como un hombre atado con cuerdas, incapaz de moverse entre sus compa�eros de exilio. Adem�s, se prohibir� el uso libre de la palabra; su lengua se pegar� a su paladar, de modo que ser� como un "mudo". Pero siempre que reciba un mensaje de Jehov�, se le abrir� la boca para declararlo a la rebelde casa de Israel.

Ahora bien, si comparamos Ezequiel 3:26 con Ezequiel 24:27 y Ezequiel 33:22 , encontramos que este estado de mudez intermitente continu� hasta el d�a en que comenz� el sitio de Jerusal�n, y no fue finalmente removido hasta que llegaron las noticias de la captura. de la ciudad.

Por lo tanto, los vers�culos que tenemos ante nosotros arrojan luz sobre el comportamiento del profeta durante la primera mitad de su ministerio. Lo que significan es su casi total retirada de la vida p�blica. En lugar de ser como sus grandes predecesores, un hombre que vive plenamente a la vista del p�blico y que presiona a los hombres cuando menos lo desean, debe llevar una vida aislada y solitaria, una se�al para el pueblo m�s que una voz viva. .

De la secuela deducimos que despert� suficiente inter�s como para inducir a los ancianos y a otras personas a visitarlo en su casa para consultar a Jehov�. Tambi�n debemos suponer que de vez en cuando sal�a de su retiro con un mensaje para toda la comunidad. De hecho, no se puede suponer que los cap�tulos 4-24 contengan una reproducci�n exacta de los discursos pronunciados en estas ocasiones. Pocos de ellos profesan haber sido pronunciados en p�blico y, en su mayor parte, dan la impresi�n de haber sido pensados ??para un estudio paciente en la p�gina escrita m�s que para un efecto oratorio inmediato.

No hay raz�n para dudar de que, en general, encarnan los resultados de las experiencias prof�ticas de Ezequiel durante el per�odo al que se refieren, aunque puede ser imposible determinar hasta qu� punto se hablaron realmente en ese momento y hasta qu� punto son simplemente escrito para la instrucci�n de un p�blico m�s amplio.

Las fuertes figuras utilizadas aqu� para describir este estado de reclusi�n parecen reflejar la conciencia del profeta de las restricciones que providencialmente le impusieron al ejercicio de su cargo. Sin embargo, estas restricciones eran morales y no f�sicas, como a veces se ha sostenido. El elemento principal fue la pronunciada hostilidad e incredulidad del pueblo. Esto, combinado con la sensaci�n de fatalidad que se cierne sobre la naci�n, parece haber pesado sobre el esp�ritu de Ezequiel, y en el estado de �xtasis el �ncubo que yace sobre �l y paralizando su actividad se presenta a su imaginaci�n como si estuviera atado con cuerdas y afligido por la mudez.

La representaci�n encuentra un paralelo parcial en un pasaje posterior de la historia del profeta. De Ezequiel 29:21 (que es la �ltima profec�a en todo el libro) aprendemos que el aparente incumplimiento de sus predicciones contra Tiro hab�a causado un obst�culo similar a su obra p�blica, priv�ndolo de la audacia del habla caracter�stica de un profeta. . Y la apertura de la boca que le fue dada en esa ocasi�n por la reivindicaci�n de sus palabras es claramente an�loga a la remoci�n de su silencio por la noticia de que Jerusal�n hab�a ca�do.

Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre Ezekiel 2". "El Comentario Bíblico del Expositor". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/teb/ezekiel-2.html.