Bible Commentaries
Ezequiel 26

El Comentario Bíblico del ExpositorEl Comentario Bíblico del Expositor

Versículos 1-21

NEUM�TICO

Ezequiel 26:1 , Ezequiel 29:17

EN la �poca de Ezequiel, Tiro todav�a estaba en el apogeo de su prosperidad comercial. Aunque no era la m�s antigua de las ciudades fenicias, ten�a una supremac�a entre ellas que databa del siglo XIII a. C., y durante mucho tiempo se la consideraba la encarnaci�n t�pica del genio de la notable raza a la que pertenec�a. Los fenicios fueron reconocidos en la antig�edad por una combinaci�n de todas las cualidades de las que depende la grandeza comercial.

Su devoci�n absorbente a los intereses materiales de la civilizaci�n, su asombrosa laboriosidad y perseverancia, su ingenio para asimilar y mejorar los inventos de otros pueblos, la habilidad t�cnica de sus artistas y artesanos, pero sobre todo su aventurera y atrevida habilidad marinera, conspiraron para darles una posici�n en el viejo mundo como nunca ha sido rivalizada por ninguna otra naci�n de la antig�edad o la �poca moderna.

En el gris amanecer de la historia europea los encontramos actuando como pioneros del arte y la cultura a lo largo de las orillas del Mediterr�neo, aunque incluso entonces hab�an sido desplazados de sus primeros asentamientos en el Egeo y la costa de Asia Menor por el creciente comercio de Grecia. . Matthew Arnold ha dibujado una imagen brillante e imaginativa de esta colisi�n entre las dos razas y el efecto que tuvo en el esp�ritu intr�pido y emprendedor de Fenicia:

"Como un comerciante tirio serio, del mar,

Descrita al amanecer una proa emergente

Levantando sigilosamente las enredaderas de pelo fresco,

Los flecos de una frente que mira hacia el sur

Entre las islas del Egeo;

Y vi venir la alegre monta�a rusa

Cargado con uvas de �mbar y vino de Chian,

Verdes higos reventados y atunes empapados en salmuera.

Y conoci� a los intrusos en su antiguo hogar,

Los jovenes maestros alegres de las olas-

Y rompi� el tim�n y sacudi� m�s velas;

Y el d�a y la noche se mantuvieron indignados

Sobre las azules aguas de Midland con el vendaval,

Entre los Syrtes y la suave Sicilia,

A donde el atl�ntico delira

Fuera del estrecho occidental; y velas sin doblar

All�, donde por acantilados nublados, a trav�s de l�minas de espuma,

T�midos traficantes, vienen los negros ib�ricos;

Y en la playa deshizo sus fardos atados ".

Es ese esp�ritu de ambici�n magistral e incansable mantenido durante tantos siglos lo que arroja un halo de romance alrededor de la historia de Tiro.

En la literatura griega m�s antigua, sin embargo, no se menciona a Tiro, ya que el lugar que ella ocup� despu�s fue ocupado por Sid�n. Pero despu�s de la decadencia de Sid�n, la rica cosecha de sus trabajos cay� en el regazo de Tiro, que desde entonces se destaca como la principal ciudad de Fenicia. Deb�a su preeminencia en parte a la sabidur�a y energ�a con que se administraban sus asuntos, pero en parte tambi�n a la fuerza de su situaci�n natural.

La ciudad se construy� tanto en tierra firme como en una hilera de islotes a media milla de la costa. Esta �ltima porci�n conten�a los edificios principales (templos y palacios), el lugar abierto donde se realizaban transacciones comerciales y los dos puertos. No cabe duda de que la ciudad deriva su nombre (Roca); y siempre se consider� la parte central de Tiro.

Hab�a algo en el aspecto de la ciudad isle�a, la Venecia de la antig�edad, que se elevaba desde el medio del oc�ano con su "tiara de torres orgullosas", que parec�a marcarla como destinada a ser due�a del mar. Tambi�n hizo del sitio de Tiro una empresa ardua y tediosa, como muchos conquistadores encontraron a su costa. Favorecida entonces por estas ventajas, Tiro r�pidamente reuni� el tr�fico de Fenicia en sus propias manos, y su riqueza y lujo fueron la maravilla de las naciones.

Se la conoc�a como "la ciudad de la corona, cuyos comerciantes eran pr�ncipes y sus traficantes los honorables de la tierra". Isa�as 23:8 Se convirti� en el gran emporio comercial del mundo. Sus colonias se plantaron por todas las islas y costas del Mediterr�neo, y la m�s mencionada en la Biblia, Tarsis, estaba en Espa�a, m�s all� de Gibraltar.

Sus marineros se hab�an aventurado m�s all� de las Columnas de H�rcules y emprendieron lejanos viajes por el Atl�ntico a las Islas Canarias en el sur y las costas de Gran Breta�a en el norte. Las regiones m�s b�rbaras e inh�spitas fueron saqueadas en busca de metales y otros productos necesarios para satisfacer las necesidades de la civilizaci�n, y en todas partes encontr� un mercado para sus propias mercanc�as y manufacturas. El transporte mar�timo del Mediterr�neo se realizaba casi en su totalidad en sus barcos, mientras que sus caravanas ricamente cargadas atravesaban todas las grandes rutas que conduc�an al coraz�n de Asia y �frica.

Sucede que el cap�tulo veintisiete de Ezequiel es una de las mejores fuentes de informaci�n que poseemos en cuanto a las variadas y extensas relaciones comerciales de Tiro en el siglo VI a.C. Por lo tanto, ser� mejor echar un vistazo brevemente a su contenido aqu� en lugar de en su debida conexi�n con el desarrollo del pensamiento del profeta. Se ver� f�cilmente que la descripci�n est� algo idealizada; no se dan detalles de las mercanc�as que Tiro vendi� a las naciones; s�lo como una ocurrencia tard�a ( Ezequiel 27:33 ) se insin�a que al enviar sus mercanc�as ha enriquecido y satisfecho a muchas naciones.

De modo que los bienes que les compr� no se representan como entregados a cambio de otra cosa; Tiro se concibe po�ticamente como una emperatriz que gobierna a los pueblos por el poderoso hechizo de su influencia, oblig�ndolos a trabajar duro por ella y poner en pie las ganancias que han adquirido con su trabajo pesado. Tampoco puede entenderse que la lista de naciones o sus d�divas sea exhaustiva; s�lo incluye las cosas que sirvieron para exhibir la inmensa variedad de art�culos �tiles y costosos que contribuyeron a la riqueza y el lujo de Tiro.

Pero teniendo en cuenta esto y las numerosas dificultades que presenta el texto, el pasaje evidentemente ha sido compilado con gran cuidado; muestra una minuciosidad en los detalles y una plenitud de conocimiento que no se podr�a haber obtenido de los libros, pero muestra un vivo inter�s personal en los asuntos del mundo que es sorprendente en un hombre como Ezequiel.

El orden seguido en la enumeraci�n de naciones no est� del todo claro, pero en general es geogr�fico. Partiendo de Tarsis en el extremo occidental ( Ezequiel 27:12 ), el profeta menciona sucesivamente a Jav�n (Jonia), Tubal y Mesec (dos tribus al sureste del Mar Negro) y Togarmah (generalmente identificado con Armenia) ( Ezequiel 27:13 ).

Estos representan el l�mite norte de los mercados fenicios. La referencia en el siguiente vers�culo ( Ezequiel 27:15 ) es dudosa, debido a una diferencia entre la Septuaginta y el texto hebreo. Si con el primero leemos "Rodas" en lugar de "Ded�n", abarca las costas e islas m�s cercanas del Mediterr�neo, y este es quiz�s, en general, el sentido m�s natural.

En este caso, es posible que hasta este punto la descripci�n se haya limitado al comercio mar�timo de Fenicia, si podemos suponer que los productos de Armenia llegaron a Tiro a trav�s del Mar Negro. En todo caso, el tr�fico terrestre ocupa un espacio en la lista desproporcionado con respecto a su importancia real, hecho que se explica f�cilmente desde el punto de vista del profeta. Primero, en una l�nea de sur a norte, tenemos los vecinos m�s cercanos de Fenicia-Edom, Jud�, Israel y Damasco ( Ezequiel 27:16 ).

Luego, las tribus y distritos m�s remotos de Arabia: Uzal (la ciudad principal de Yemen), Ded�n (en el lado oriental del Golfo de Akaba), Arabia y Cedar (n�madas del desierto oriental), Havilaho Sheba y Raamah (en el extremo sur de la pen�nsula ar�biga) ( Ezequiel 27:19 ). Finalmente, los pa�ses recorridos por la ruta de la caravana oriental: Har�n (el gran centro comercial de Mesopotamia), Canneh (Calneh, desconocido), Ed�n (deletreado de manera diferente al jard�n del Ed�n, tambi�n desconocido), Asiria y Chilmad (desconocido) ( Ezequiel 27:23 ). Estos eran los "comerciantes" y "comerciantes" de Tiro, que est�n representados llenando su mercado con los productos de sus respectivos pa�ses.

Las importaciones, hasta donde podemos seguir la enumeraci�n del profeta, son en casi todos los casos productos caracter�sticos de las regiones a las que est�n asignadas. Se sabe que Espa�a suministr� todos los metales aqu� mencionados: plata, hierro, plomo y esta�o. Grecia y Asia Menor eran centros del tr�fico de esclavos (una de las manchas m�s oscuras del comercio de Fenicia) y tambi�n suministraban hardware. Armenia era famosa por ser un pa�s de cr�a de caballos, y desde all� Tiro le consigui� provisiones de caballos y mulas.

El �bano y los colmillos de marfil deben haber venido de �frica; y si la Septuaginta tiene raz�n al leer "Rodas" en Ezequiel 27:15 . estos art�culos solo se pueden haber recogido all� para su env�o a Tiro. A trav�s de Edom llegan perlas y piedras preciosas. Jud� e Israel abastecieron a Tiro con productos agr�colas y naturales, como lo hab�an hecho desde los d�as de David y Salom�n: trigo y aceite, cera y miel, b�lsamo y especias.

Damasco produce el famoso "vino de Helbon", que se dice que es la �nica a�ada que beber�an los reyes persas, quiz�s tambi�n otros vinos selectos. Arabia aporta una rica variedad de art�culos diversos, tanto naturales como manufacturados: hierro forjado (quiz�s hojas de espada) de Yemen; manteles de Dedan; ovejas y cabras de las tribus beduinas; oro, piedras preciosas y especias arom�ticas de las caravanas de Saba.

Por �ltimo, los pa�ses mesopot�micos proporcionan los costosos tejidos de los telares de Babilonia tan apreciados en la antig�edad: "ropas costosas, mantos de trabajo azul, p�rpura y bordados", "alfombras de muchos colores" y "cordones retorcidos y duraderos". "

Este estudio de las ramificaciones del comercio de Tiro habr� cumplido su prop�sito si nos permite realizar en alguna medida la concepci�n que Ezequiel hab�a formado del poder y el prestigio de la ciudad mar�tima, cuya destrucci�n anunci� con tanta confianza. Sab�a, como Isa�as antes que �l, cu�n profundamente Tiro hab�a echado ra�ces en la vida del viejo mundo, cu�n indispensable parec�a ser su existencia para todo el tejido de la civilizaci�n tal como estaba entonces constituida.

Ambos profetas representan a las naciones lamentando la ca�da de la ciudad que durante tanto tiempo hab�a servido para su bienestar material. El derrocamiento de Tiro se sentir�a como una calamidad mundial; Dif�cilmente podr�a contemplarse m�s que como parte de una subversi�n radical del orden establecido de las cosas. Esto es lo que Ezequiel tiene en mente, y su actitud hacia Tiro est� gobernada por su expectativa de una gran conmoci�n de las naciones que marcar� el comienzo del perfecto reino de Dios.

En el nuevo mundo que espera, no se encontrar� lugar para Tiro, ni siquiera la posici�n subordinada de sierva al pueblo de Dios que la visi�n del futuro de Isa�as le hab�a asignado. Debajo de toda su opulencia y refinamiento, el ojo del profeta detect� lo que se opon�a a la mente de Jehov�: el esp�ritu irreligioso que es la tentaci�n de una comunidad mercantil, que se manifiesta en un orgullo arrogante y exaltaci�n propia, y en una s�rdida devoci�n por ganar como el extremo m�s alto de la existencia de una naci�n.

El cap�tulo veintis�is es principalmente una predicci�n literal del sitio y destrucci�n de Tiro por Nabucodonosor. Est� fechado en el a�o en que Jerusal�n fue capturada y ciertamente fue escrito despu�s de ese evento. El n�mero del mes se ha eliminado accidentalmente del texto, por lo que no podemos decir si, en el momento de escribir este art�culo, el profeta hab�a recibido informaci�n real sobre la ca�da de la ciudad.

En todo caso, se supone que el destino de Jerusal�n ya se conoce en Tiro, y la manera en que seguramente se recibir�an las nuevas all� es la ocasi�n inmediata de la profec�a. Como muchos otros pueblos, Tiro se hab�a regocijado por el desastre que hab�a ca�do sobre el estado jud�o; pero su j�bilo ten�a una nota peculiar de c�lculo ego�sta, que no escap� a la atenci�n del profeta.

Siempre consciente de su propio inter�s, ve que se ha quitado una barrera al libre desarrollo de su comercio, y se felicita por el giro afortunado que han tomado los acontecimientos: "�Aj�! La puerta de los pueblos se rompe, se gira. hacia m�; la que estaba harta ha sido devastada ". ( Ezequiel 26:2 ).

Aunque las relaciones de los dos pa�ses hab�an sido a menudo amistosas y, a veces, muy ventajosas para Tiro, evidentemente se hab�a sentido obstaculizada por la existencia de un estado independiente en la cordillera de Palestina. El reino de Jud�, especialmente en los d�as en que era lo suficientemente fuerte como para sujetar a Edom, comandaba las rutas de las caravanas hacia el Mar Rojo, y sin duda impidi� que los comerciantes fenicios cosecharan todos los beneficios de sus aventuras en esa direcci�n.

Es probable que en todo momento una cierta proporci�n de los ingresos de los reyes de Jud� se derivara del peaje cobrado sobre las mercanc�as de Tiro que pasaban por su territorio; y lo que as� ganaron represent� una gran p�rdida para Tiro. Sin duda, era un peque�o elemento en la masa de negocios negociados en el intercambio de Tiro. Pero nada es demasiado trivial para entrar en los c�lculos de una comunidad dedicada a la b�squeda de ganancias; y la satisfacci�n con la que se consider� la ca�da de Jerusal�n en Tiro mostr� cu�n completamente degradada estaba por su pol�tica comercial ego�sta, cu�n ajena era a los intereses espirituales ligados al futuro de Israel.

Habiendo expuesto as� la codicia y la insensibilidad pecaminosas de Tiro, el profeta procede a describir en t�rminos generales el castigo que la sobrevendr�. Muchas naciones se levantar�n contra ella, irresistibles como el mar cuando sube con sus olas; se levantar�n sus muros y fortificaciones; hasta el mismo polvo ser� quitado de su sitio, de modo que quede "una roca desnuda" que se eleva del mar, un lugar donde los pescadores extienden sus redes para que se sequen, como en los d�as antes de que se construyera la ciudad.

Luego sigue ( Ezequiel 26:7 ) un anuncio espec�fico de la manera en que ejecutar� el juicio sobre Tiro. La reciente actitud pol�tica de la ciudad no dejaba lugar a dudas sobre el barrio desde el que se deb�a aprehender el peligro inmediato. Los estados fenicios hab�an sido los miembros m�s poderosos de la confederaci�n que se form� alrededor del 596 para deshacerse del yugo de los caldeos, y estaban en abierta rebeli�n en el momento en que escribi� Ezequiel.

Al parecer, se hab�an unido a Egipto y, por lo tanto, era de esperar un conflicto con Nabucodonosor. Tiro ten�a todas las razones para evitar una guerra con una potencia de primer orden, que no pod�a dejar de ser desastrosa para sus intereses comerciales. Pero sus habitantes no carec�an de esp�ritu marcial; confiaban en la fuerza de su posici�n y en su dominio del mar, y estaban de humor para arriesgarlo todo antes que renunciar nuevamente a su independencia y su libertad.

Pero todo esto no sirve de nada contra el prop�sito que Jehov� se ha propuesto con respecto a Tiro. �l es quien trae a Nabucodonosor, rey de reyes, desde el norte con su ej�rcito y su tren de asedio, y Tiro caer� antes de su asalto, como ya ha ca�do Jerusal�n. En primer lugar, las ciudades fenicias del continente ser�n devastadas y devastadas, y luego se iniciar�n las operaciones contra la propia ciudad madre.

La descripci�n del asedio y captura de la isla fortaleza se da con abundancia de detalles gr�ficos, aunque, curiosamente, sin llamar la atenci�n sobre el peculiar m�todo de ataque que fue necesario para la reducci�n de Tiro. La gran caracter�stica del asedio ser�a la construcci�n de un enorme dique entre la costa y la isla; una vez alcanzada la muralla, el ataque se llevar�a a cabo exactamente como en la comodidad de una ciudad del interior, como se describe en los monumentos asirios.

Cuando se abre la brecha en las fortificaciones, todo el ej�rcito entra en la ciudad y, por primera vez en su historia, los muros de Tiro se estremecen con el estruendo de los carros en sus calles. La ciudad conquistada se entrega entonces al matadero y al pillaje, sus canciones y su m�sica se acallan para siempre, sus piedras, maderas y polvo se arrojan al mar, y no queda ni rastro de la orgullosa due�a de las olas.

En la tercera estrofa ( Ezequiel 26:15 ) el profeta describe la consternaci�n que ser� causada cuando el estruendo de la destrucci�n de Tiro resuene a lo largo de las costas del mar. Todos los "pr�ncipes del mar" (quiz�s los gobernantes de las colonias fenicias en el Mediterr�neo) est�n representados levant�ndose de sus tronos, despoj�ndose de sus majestuosas vestiduras y sentados en el polvo lamentando el destino de la ciudad.

El canto f�nebre en el que alzan sus voces ( Ezequiel 26:17 ) est� dado por la Septuaginta en una forma que conserva m�s cerca que el hebreo la estructura as� como la belleza que deber�amos esperar en el original: -

"�C�mo pereci� del mar?

�La ciudad de renombre!

Ella que puso su terror

�Sobre todos sus habitantes!

[Ahora] est�n las islas aterrorizadas

�En el d�a de tu ca�da! "

Pero esta hermosa imagen no es lo suficientemente fuerte: para expresar el sentido del profeta de la ruina irrecuperable que se cierne sobre Tiro. Mediante un atrevido vuelo de imaginaci�n, se aparta de los dolientes en la tierra para seguir en el pensamiento el descenso de la ciudad al Ezequiel 26:19 ( Ezequiel 26:19 ). La idea de que Tiro pudiera levantarse de sus ruinas despu�s de un eclipse temporal y recuperar su antiguo lugar en el mundo era una que se le ocurrir�a f�cilmente a cualquiera que comprendiera el verdadero secreto de su grandeza.

Para la mente de Ezequiel, la imposibilidad de su restauraci�n radica en el prop�sito fijo de Jehov�, que incluye, no solo su destrucci�n, sino su perpetua desolaci�n. Cuando te haga ciudad desolada, como las ciudades deshabitadas, cuando suba contra ti el abismo y las aguas abundantes te cubran, entonces te har� descender con los que descienden a la fosa, con el Pueblo de anta�o, y te har� habitar en las partes m�s bajas de la tierra, como en las ruinas inmemoriales, con los que descienden a la fosa, para que no seas habitado ni te establezcas en la tierra de los vivientes.

"Todo el pasaje est� impregnado de extra�as im�genes po�ticas. Lo" profundo "sugiere algo m�s que las aguas azules del Mediterr�neo; es el nombre del gran oc�ano primitivo, a partir del cual se form� el mundo habitable, y que se utiliza como un emblema de los irresistibles juicios de Sal 36: 6, cf G�nesis 7:11 .

El "pozo" es el reino de los muertos, el Seol, concebido como situado debajo de la tierra, donde las sombras de los difuntos arrastran una existencia d�bil de la que no hay liberaci�n. La idea de Sheol es un tema frecuente de embellecimiento po�tico en los �ltimos libros del Antiguo Testamento; y de esto tenemos un ejemplo aqu� cuando el profeta representa la ciudad una vez populosa y pr�spera como ahora un habitante de ese lugar l�gubre.

Pero el significado esencial que desea transmitir es que Tiro se cuenta entre las cosas que fueron. Ella "ser� buscada, y nunca m�s se la hallar�", porque ha entrado en la l�gubre morada de los muertos, de donde no hay retorno a las alegr�as y actividades del mundo superior.

Entonces, tal es la anticipaci�n que Ezequiel en el a�o 586 hab�a formado del destino de Tiro. Ning�n lector sincero supondr� que la profec�a es cualquier cosa menos lo que profesa ser: una predicci�n fidedigna de la destrucci�n total de la ciudad en el futuro inmediato y por las manos de Nabucodonosor. Cuando escribi� Ezequiel, el sitio de Tiro no hab�a comenzado; y por muy claro que haya sido para los observadores que la siguiente etapa de la campa�a ser�a la reducci�n de las ciudades fenicias, el profeta est� al menos libre de la sospecha de haber profetizado despu�s del evento.

La notable ausencia de detalles caracter�sticos y especiales en el relato del asedio es la mejor prueba de que est� tratando el futuro desde el verdadero punto de vista prof�tico y vistiendo una convicci�n divinamente impartida en im�genes proporcionadas por una situaci�n hist�rica definida. Tampoco hay raz�n para dudar de que, de alguna forma, la profec�a fue realmente publicada entre sus compa�eros exiliados en la fecha a la que fue asignada.

En este punto, la opini�n cr�tica es bastante un�nime. Pero cuando llegamos a la cuesti�n del cumplimiento de la predicci�n nos encontramos en la regi�n de la controversia y, hay que admitirlo, de la incertidumbre. Algunos expositores, decididos a todo riesgo a vindicar la autoridad prof�tica de Ezequiel, sostienen que Tiro fue realmente devastado por Nabucodonosor de la manera descrita por el profeta, y buscan confirmaciones de su punto de vista en los pocos avisos hist�ricos que poseemos de este per�odo del reinado de Nabucodonosor.

Otros, leyendo la historia de manera diferente, llegan a la conclusi�n de que los c�lculos de Ezequiel estaban completamente equivocados, que Tiro no fue capturado por los babilonios en absoluto, y que su or�culo contra Tiro debe contarse entre las profec�as incumplidas del Antiguo Testamento. Otros buscan de nuevo conciliar un juicio hist�rico imparcial con una alta concepci�n de la funci�n de la profec�a, y encuentran en el indudable curso de los acontecimientos una verificaci�n real, aunque no exacta, de las palabras pronunciadas por Ezequiel.

De hecho, es casi por accidente que tengamos una corroboraci�n independiente de la anticipaci�n de Ezequiel con respecto al futuro inmediato de Tiro. Los descubrimientos orientales a�n no han sacado a la luz ning�n monumento hist�rico importante del reinado de Nabucodonosor; y fuera del libro de Ezequiel mismo, no tenemos nada para guiarnos excepto la declaraci�n de Josefo, basada en las autoridades fenicias y griegas, de que Tiro sufri� un asedio de trece a�os por parte del conquistador babil�nico.

No hay ninguna raz�n para cuestionar la confiabilidad de esta importante informaci�n, aunque la declaraci�n adjunta de que el asedio comenz� en el s�ptimo a�o de Nabucodonosor es ciertamente err�nea. Pero, lamentablemente, no se nos dice c�mo termin� el asedio. Si tuvo �xito o no, si Tiro fue reducido o capitulado, o fue evacuado o derrot� a sus asaltantes, no se indica en ninguna parte.

Argumentar desde el silencio de los historiadores es imposible; porque si un hombre argumenta que una cat�strofe que tuvo lugar "ante los ojos de toda Asia" no habr�a pasado desapercibida en los libros hist�ricos, otro podr�a afirmar con igual fuerza que el rechazo de Nabucodonosor era un evento demasiado infrecuente para ser ignorado en el libro fenicio. anales. En conjunto, la hip�tesis m�s razonable es quiz�s que despu�s de los trece a�os la ciudad se rindi� en t�rminos no desfavorables; pero esta conclusi�n se basa en otras consideraciones que los datos o el silencio de Josefo.

La principal raz�n para creer que Nabucodonosor no tuvo �xito en su ataque a Tiro se encuentra en una profec�a suplementaria de Ezequiel, dada al final del cap�tulo veintinueve ( Ezequiel 26:17 ). Evidentemente, fue escrito despu�s de que concluy� el sitio de Tiro, y hasta donde llega confirma la exactitud de las fuentes de Josefo.

Est� fechado en el a�o 570, diecis�is a�os despu�s de la ca�da de Jerusal�n; y es, de hecho, el �ltimo or�culo de todo el libro. El sitio de Tiro, por lo tanto, que no hab�a comenzado en 586, cuando se escribi� el cap�tulo 26, termin� antes de 570; y entre estas fechas terminales s�lo hay lugar para los trece a�os de Josefo. La invasi�n de Fenicia debe haber sido la pr�xima gran empresa del ej�rcito babil�nico en Asia occidental despu�s de la destrucci�n de Jud�, y fue solo la extraordinaria fuerza de Tiro lo que le permiti� prolongar la lucha por tanto tiempo.

Ahora bien, �qu� luz arroja Ezequiel sobre el tema del asedio? Sus palabras son: "Nabucodonosor, rey de Babilonia, ha hecho que su ej�rcito sirva un gran servicio contra Tiro; toda cabeza calva y todo hombro pelado, sin embargo, �l y su ej�rcito no obtuvieron salario de Tiro por el servicio en el que sirvi�. ella." Luego, el profeta contin�a anunciando que el bot�n de Egipto deber�a ser la recompensa al ej�rcito por su labor no correspondida contra Tiro, ya que fue obra hecha para Jehov�.

Aqu�, entonces, tenemos evidencia en primer lugar de que el largo asedio de Tiro hab�a puesto a prueba los recursos de los sitiadores al m�ximo. Los "hombros pelados" y las "cabezas calvas" es un detalle gr�fico que alude no obscuramente al pesado y mon�tono trabajo de llevar cargas de piedras y tierra para rellenar el estrecho canal entre tierra firme y la isla, de modo que permita la motores para subir a las paredes.

Ezequiel era muy consciente de la ardua tarea de la empresa, del gasto del esfuerzo humano y de la vida que implicaba, en la lucha con los obst�culos naturales; y su sorprendente concepci�n de estos soldados oscuros y laboriosos como siervos inconscientes del Todopoderoso muestra cu�n firme era su fe en la palabra que proclam� contra Tiro. Pero lo importante es que no obtuvieron de Tiro ninguna recompensa, al menos ninguna recompensa adecuada, por sus trabajos herc�leos.

La expresi�n utilizada es sin duda susceptible de diversas interpretaciones. Podr�a significar que el asedio tuvo que ser abandonado, o que la ciudad pudo hacer t�rminos de capitulaci�n extremadamente f�ciles o, como sugiere Jerome, que los tirios se llevaron sus tesoros por mar y escaparon a una de sus colonias. En cualquier caso, muestra que el evento hist�rico no estaba de acuerdo con los detalles de la profec�a anterior.

Que la riqueza de Tiro caiga en manos de los conquistadores se asume all� como una consecuencia natural de la toma de la ciudad. Pero ya sea que la ciudad fuera realmente capturada o no, los vencedores de alguna manera se sintieron decepcionados por su expectativa de saqueo. El rico bot�n de Tiro, que era la recompensa leg�tima de su agotador trabajo, se les hab�a escapado de las manos; hasta este punto, al menos la realidad se qued� corta de la predicci�n, y Nabucodonosor ten�a que serlo. compens� sus p�rdidas en Tiro con la promesa de una f�cil conquista de Egipto.

Pero si esto hubiera sido todo, no es probable que Ezequiel hubiera considerado necesario complementar su predicci�n anterior de la manera que hemos visto despu�s de un intervalo de diecis�is a�os. La mera circunstancia de que el saqueo de Tiro no hubiera dado el bot�n con el que contaban los sitiadores no ten�a por qu� llamar la atenci�n de los auditores del profeta, ni arrojar dudas sobre la autenticidad de su inspiraci�n.

Y sabemos que hubo una diferencia mucho m�s seria entre la profec�a y el evento que esta. Por lo que se acaba de decir, es extremadamente dudoso que Nabucodonosor realmente destruyera Tiro, pero incluso si lo hiciera, ella recuper� muy r�pidamente gran parte de su antigua prosperidad y gloria. Bien podemos creer que su comercio qued� seriamente paralizado durante la lucha con Babilonia, y es posible que nunca m�s fuera lo que hab�a sido antes de que le sobreviniera esta humillaci�n.

Pero a pesar de todo eso, la empresa y la prosperidad de Tiro continuaron durante muchas edades para despertar la admiraci�n de las naciones m�s ilustradas de la antig�edad. La destrucci�n de la ciudad, por lo tanto, si tuvo lugar, no tuvo la finalidad que Ezequiel hab�a anticipado. No fue sino hasta despu�s del lapso de dieciocho siglos que pudo decirse con una verdad aproximada que ella era como "una roca desnuda en medio del mar".

Sin embargo, el hecho m�s instructivo para nosotros es que Ezequiel volvi� a publicar su profec�a original, sabiendo que no se hab�a cumplido literalmente. En la mente de sus oyentes, la aparente falsificaci�n de sus predicciones hab�a revivido viejos prejuicios contra �l, que interfer�an con la prosecuci�n de su obra. Ellos razonaron que una profec�a tan diferente a la realidad era suficiente para desacreditar su afirmaci�n de ser un exponente autorizado de la mente de Jehov�; y as� el profeta se sinti� avergonzado por la repetici�n de la antigua actitud incr�dula que hab�a obstaculizado su actividad p�blica antes de la destrucci�n de Jerusal�n.

Por el momento, no tiene "una boca abierta" entre ellos, y siente que sus palabras no ser�n recibidas por completo hasta que sean verificadas por la restauraci�n de Israel a su propia tierra. Pero es evidente que �l mismo no compart�a la opini�n de su audiencia, de lo contrario, ciertamente habr�a suprimido la profec�a que carec�a de la marca de autenticidad. Por el contrario, lo public� para que lo examinara un c�rculo m�s amplio de lectores, convencido de que lo que hab�a dicho era una verdadera palabra de Dios, y que su verdad esencial no depend�a de su correspondencia exacta con los hechos de la historia.

En otras palabras, cre�a en �l como una lectura verdadera de los principios revelados en el gobierno moral de Dios sobre el mundo, una lectura que hab�a recibido una verificaci�n parcial en el golpe que se hab�a dado al orgullo de Tiro, y que recibir�a una a�n m�s se�al de cumplimiento en las convulsiones finales que iban a introducir el d�a de la restauraci�n y la gloria de Israel. Solo debemos recordar que el horizonte del profeta era necesariamente limitado; y como no contempl� el lento desarrollo y la extensi�n del reino de Dios a lo largo de las edades, tampoco pudo haber tenido en cuenta el funcionamiento secular de las causas hist�ricas que finalmente provocaron la ruina de Tiro.

Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre Ezekiel 26". "El Comentario Bíblico del Expositor". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/teb/ezekiel-26.html.