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Ezequiel 28

El Comentario Bíblico del ExpositorEl Comentario Bíblico del Expositor

Versículos 1-26

NEUM�TICO (CONTINUACI�N): SIDON

Ezequiel 27:1 ; Ezequiel 28:1

Los or�culos restantes sobre Tiro (cap�tulo 27, Ezequiel 28:1 ) son algo diferentes tanto en el tema como en el modo de tratamiento del cap�tulo que acabamos de terminar. El cap�tulo 26 es principalmente un anuncio directo de la ca�da de Tiro, pronunciado en el estilo oratorio que es el veh�culo habitual de discurso prof�tico.

Se la considera un estado que ocupa un lugar definido entre los dem�s estados del mundo y que comparte el destino de otros pueblos que, por su conducta hacia Israel o su impiedad y arrogancia, han provocado la ira de Jehov�. Las dos grandes odas que siguen son delineaciones puramente ideales de lo que Tiro es en s� misma; su destrucci�n se asume como cierta m�s que directamente predicha, y el profeta da rienda suelta a su imaginaci�n en el esfuerzo por exponer la concepci�n de la ciudad que qued� impresa en su mente.

En el cap�tulo 27, habla de la grandeza y la magnificencia externas de Tiro, su esplendor arquitect�nico, su poder pol�tico y militar y, sobre todo, su asombrosa empresa comercial. el cap�tulo 28, por otro lado, es una meditaci�n sobre el genio peculiar de Tiro, su esp�ritu interior de orgullo y autosuficiencia, encarnado en la persona de su rey. Desde un punto de vista literario, los dos cap�tulos se encuentran entre los m�s bellos de todo el libro.

En el cap�tulo veintisiete la indignaci�n ardiente del profeta casi desaparece, dando lugar al juego de la fantas�a po�tica y un flujo de emoci�n l�rica m�s perfectamente interpretado que en cualquier otra parte de los escritos de Ezequiel. El rasgo distintivo de cada pasaje es la eleg�a pronunciada sobre la ca�da de Tiro; y aunque la eleg�a parece estar a punto de pasar al canto de burla, nunca se deja que el acento triunfal sobrepase la nota de tristeza a la que estos poemas deben su especial encanto.

I.

El cap�tulo 27 se describe como un canto f�nebre sobre Tiro. En el cap�tulo anterior se representaba a las naciones lamentando su ca�da, pero aqu� el profeta mismo se lamenta por ella; y, como puede haber sido habitual en los cantos f�nebres reales, comienza celebrando el poder y las riquezas de la ciudad condenada. La hermosa imagen que se mantiene a lo largo del cap�tulo probablemente le fue sugerida a Ezequiel por la pintoresca situaci�n de Tiro en su roca rodeada de mar en "las entradas del mar".

"�l la compara con un majestuoso barco anclado cerca de la costa, que lleva a bordo su cargamento de mercanc�as preciosas y est� listo para emprender el peligroso viaje del que est� destinada a no regresar nunca. Mientras tanto, el galante barco se sienta orgulloso en el agua , apretada y en condiciones de navegar y suntuosamente amueblada, y el ojo del profeta recorre r�pidamente los puntos principales de su elaborada construcci�n y equipo ( Ezequiel 27:3 ).

Sus vigas son de cipr�s de Herm�n, su m�stil es de cedro del L�bano, sus remos est�n hechos de roble de Bas�n, su cubierta de madera de sherbin (una variedad de cedro) con incrustaciones de marfil importado de Chipre. Sus accesorios de lona son a�n m�s exquisitos y costosos. La vela es de biso egipcio con bordados, y el toldo sobre la cubierta era de tela resplandeciente en los dos tintes purp�reos adquiridos en las costas de Eliseo.

El barco est� preparado para el placer y el lujo, as� como para el tr�fico, y el hecho simbolizado son obviamente los esplendores arquitect�nicos y de otro tipo que justificaban el alarde de la ciudad de que era "la perfecci�n de la belleza".

Pero Tiro era sabio y poderoso adem�s de hermoso; y as� el profeta, a�n manteniendo la met�fora, procede a describir c�mo se tripula el gran barco. Sus pilotos son los estadistas experimentados a quienes ella misma ha criado y elevado al poder; sus remeros son los hombres de Sid�n y Aradus, que gastan sus fuerzas en su servicio. Los ancianos y sabios de Gebal son sus constructores de barcos (literalmente "tapones de goteras"); y su influencia es tan grande que todos los recursos navales del mundo est�n sujetos a su control.

Adem�s de esto, Tiro emplea un ej�rcito de mercenarios provenientes de los lugares m�s remotos de la tierra, de Persia y �frica del Norte, as� como de las ciudades subordinadas de Fenicia; y �stos, representados colgando sus escudos y cascos a los costados, completan su belleza. En estos vers�culos, el profeta rinde homenaje de admiraci�n a la astucia con la que los gobernantes de Tiro utilizaron sus recursos para fortalecer su posici�n como cabeza de la confederaci�n fenicia.

Tres de las ciudades mencionadas �Sid�n, Aradus y Gebal o Byblus� eran las m�s importantes de Fenicia; dos de ellos al menos ten�an una historia m�s larga que ella, sin embargo, aqu� se los representa verdaderamente como realizando el trabajo servil que trajo riqueza y renombre a Tiro. No se requer�a un arte de gobernar ordinario para preservar el equilibrio de tantos intereses complejos y en conflicto, y hacer que todos cooperaran para el avance de la gloria de Tiro; pero hasta entonces sus "sabios" hab�an demostrado estar a la altura de la tarea.

La segunda estrofa ( Ezequiel 27:12 ) contiene el estudio del comercio de Tiro, que ya ha sido analizado en otra conexi�n. A primera vista parece como si la alegor�a se hubiera abandonado aqu�, y la impresi�n es parcialmente correcta. En realidad, la ciudad, aunque personificada, es considerada como el emporio del comercio mundial, al que todas las naciones fluyen con sus productos.

Pero al final parece que las diversas mercanc�as enumeradas representan la carga con la que est� cargado el barco. Los barcos de Tarsis , es decir , la clase m�s grande de buques mercantes que entonces a flote, utilizados para el largo viaje por el Atl�ntico, la esperan y la llenan de todo tipo de cosas preciosas ( Ezequiel 27:25 ).

Luego, en la �ltima estrofa ( Ezequiel 27:26 ), que habla de la destrucci�n de Tiro, la figura del barco se resume audazmente. La embarcaci�n pesadamente cargada se rema en mar abierto; all� es golpeada por un viento del este y se hunde en aguas profundas. La imagen sugiere dos ideas, que no deben ser presionadas, aunque pueden tener un elemento de verdad hist�rica en ellas: una es que Tiro pereci� bajo el peso de su propia grandeza comercial, y la otra es que su ruina se apresur� por la locura de sus gobernantes.

Pero la idea principal es que la destrucci�n de la ciudad fue provocada por el poder de Dios, que de repente la abrum� en el apogeo de su prosperidad y actividad. Cuando las olas se cierran sobre el barco condenado, el grito de angustia que sube de los marineros y pasajeros que se ahogan infunde terror en los corazones de todos los marineros. Abandonan sus barcos, y habiendo alcanzado la seguridad de la costa se abandonan a fren�ticas demostraciones de dolor, uniendo sus voces en un lamento por el destino del buen barco que simbolizaba a la due�a del mar ( Ezequiel 27:32 ): -

"�Qui�n era como Tiro [tan glorioso] -

�En medio del mar?

Cuando tus mercanc�as salieron de los mares

T� llenaste a los pueblos;

Con tus riquezas y tus mercader�as

Has enriquecido la tierra.

Ahora est�s quebrado de los mares

En las profundidades de las aguas;

Tus mercader�as y toda tu multitud.

Est�n ca�dos en �l.

Todos los habitantes de las islas

Se escandalizan de ti,

Y sus reyes se estremecen grandemente

Con semblantes llorosos.

Los que comercian entre los pueblos

Silba sobre ti; Te has convertido en un terror

Y no volver�s a ser para siempre ".

Tal es el fin de Tiro. Ella se ha desvanecido por completo de la tierra; el tejido imponente de su grandeza es como un desfile insustancial que se desvanece; y no queda nada que contar de su antigua gloria excepto el luto de las naciones que una vez fueron enriquecidas por su comercio. Ezequiel 28:1 -Aqu� el profeta se dirige al pr�ncipe de Tiro, a quien se dirige en todo momento como la personificaci�n de la conciencia de una gran comunidad comercial.

Sabemos por Josefo que el nombre del rey reinante en ese momento era Ithobaal o Ethbaal II. Pero es evidente que los t�rminos del mensaje de Ezequiel no hacen referencia a la individualidad de este o cualquier otro pr�ncipe de Tiro. No es probable que el rey pudiera haber ejercido una gran influencia pol�tica en una ciudad "cuyos comerciantes eran todos pr�ncipes"; de hecho, aprendemos de Josefo que la monarqu�a fue abolida en favor de alg�n tipo de constituci�n electiva poco despu�s de la muerte de Ithobaal.

Tampoco hay raz�n para suponer que Ezequiel tenga a la vista alguna manifestaci�n especial de arrogancia por parte de la casa real, como una pretensi�n de ser descendiente de los dioses. El rey aqu� es simplemente el representante del genio de la comunidad, los pecados de coraz�n que se le imputan son la expresi�n del principio pecaminoso que el profeta detect� bajo el refinamiento y el lujo de Tiro, y su muerte vergonzosa solo simboliza la ca�da del rey. ciudad.

La profec�a consta de dos partes: primero, una acusaci�n contra el pr�ncipe de Tiro, que termina con una amenaza de destrucci�n ( Ezequiel 27:2 ); y segundo, un lamento por su ca�da ( Ezequiel 27:11 ). El punto de vista es muy diferente en estos dos apartados.

En el primero, el pr�ncipe todav�a es concebido como un hombre, y el lenguaje que se le pone en la boca, aunque extravagante, no supera los l�mites de la arrogancia puramente humana. En el segundo, sin embargo, el rey aparece como un ser angelical, un habitante del Ed�n y un compa�ero del querub�n, sin pecado al principio, y cayendo de su alto estado por su propia transgresi�n. Casi parece como si el profeta tuviera en mente la idea de un esp�ritu tutelar o genio de Tiro, como los pr�ncipes angelicales del libro de Daniel que presiden los destinos de diferentes naciones.

Daniel 10:20 ; Daniel 12:1 Pero a pesar de su idealismo mejorado, el pasaje solo viste en formas extra�das de la mitolog�a babil�nica la auto-glorificaci�n ilimitada de Tiro, y la expulsi�n del pr�ncipe del para�so es simplemente la contraparte ideal del derrocamiento de la ciudad que es su morada terrenal.

El pecado de Tiro es un orgullo arrogante, que culmin� en una actitud de autodeificaci�n por parte de su rey. Rodeado por todas partes por las evidencias del dominio del hombre sobre el mundo, por los logros del arte humano, la industria y la empresa, el rey se siente como si su trono en la isla rodeada de mar fuera un verdadero asiento de los dioses, y como si �l �l mismo era un ser verdaderamente divino. Su coraz�n se enaltece; y, olvid�ndose de los l�mites de su mortalidad, "establece su mente como la mente de un dios".

"La cualidad divina de la que se enorgullece especialmente es la sabidur�a sobrehumana demostrada por la extraordinaria prosperidad de la ciudad con la que se identifica. �M�s sabio que Daniel! Exclama ir�nicamente el profeta:" �Ninguna cosa secreta es demasiado oscura para ti! Con tu sabidur�a y tu perspicacia te has hecho riquezas, y has reunido oro y plata en tus tesoros; con tu gran sabidur�a en tu comercio has multiplicado tus riquezas, y tu coraz�n se ha enaltecido a causa de tus riquezas.

"El pr�ncipe ve en la vasta acumulaci�n de recursos materiales en Tiro nada m�s que el reflejo del genio de sus habitantes; y siendo �l mismo la encarnaci�n del esp�ritu de la ciudad, se toma la gloria de la misma y se considera un dios. Tal auto-exaltaci�n imp�a inevitablemente debe invocar la venganza de Aquel que es el �nico Dios viviente, y Ezequiel procede a anunciar la humillaci�n del pr�ncipe por parte de "la m�s despiadada de las naciones" - i.

mi. , los caldeos. Entonces sabr� cu�nta divinidad protege a un rey. Frente a aquellos que buscan su vida, aprender� que �l es un hombre y no Dios, y que hay fuerzas en el mundo contra las cuales la tan alabada sabidur�a de Tiro es in�til. Una muerte ignominiosa a manos de extra�os es el destino reservado para el mortal que se exalt� con tanto orgullo contra todo lo que se llama Dios.

El pensamiento as� expresado, cuando se desconecta de su entorno peculiar, es de importancia permanente. Para Ezequiel, como para los profetas en general, Tiro es el representante de la grandeza comercial, y la verdad que aqu� busca ilustrar es que el desarrollo anormal del esp�ritu mercantil hab�a destruido en su caso la capacidad de fe en lo que es verdaderamente divino. . Sin duda, Tiro, como cualquier otro estado antiguo, todav�a manten�a una religi�n p�blica del tipo com�n al paganismo sem�tico.

Ella era la sede sagrada de un culto especial, y el templo de Melkarth se consideraba la principal gloria de la ciudad. Pero el culto p�blico y superficial que se celebraba all� hac�a mucho que hab�a dejado de expresar la m�s alta conciencia de la comunidad. El verdadero dios de Tiro no era Baal ni Melkarth, sino el rey o cualquier otro objeto que pudiera servir como s�mbolo de su grandeza c�vica. Su religi�n era una que no se encarnaba en ning�n ritual externo; fue el entusiasmo que se encendi� en el coraz�n de cada ciudadano de Tiro por la magnificencia de la ciudad imperial a la que pertenec�a.

El estado de �nimo que Ezequiel considera caracter�stico de Tiro fue quiz�s el resultado inevitable de una alta civilizaci�n informada por concepciones religiosas no m�s elevadas que las comunes al paganismo. Es la idea que luego encontr� expresi�n en la deificaci�n de los emperadores romanos: la idea de que el estado es el �nico poder superior al individuo al que puede buscar el adelanto de sus intereses materiales y espirituales, el �nico poder, por lo tanto, que justamente reclama su homenaje y su reverencia.

Sin embargo, es un estado mental que destruye todo lo que es esencial para la religi�n viva; Tiro, en su orgullosa autosuficiencia, estaba quiz�s m�s lejos de un verdadero conocimiento de Dios que las tribus b�rbaras que adoraban con toda sinceridad a los rudos �dolos que representaban el poder invisible que gobernaba sus destinos. Y al exponer el esp�ritu irreligioso que yac�a en el coraz�n de la civilizaci�n de Tiro, el profeta se�ala el peligro espiritual que acompa�a a la b�squeda exitosa de los intereses finitos de la vida humana.

El pensamiento de Dios, el sentido de una relaci�n inmediata del esp�ritu del hombre con el Eterno y el Infinito, son f�cilmente desplazados de la mente de los hombres por una admiraci�n indebida por los logros de una cultura basada en el progreso material y que satisface todas las necesidades de la naturaleza humana. excepto lo m�s profundo, la necesidad de Dios. "Porque esa es verdaderamente la religi�n de un hombre, cuyo objeto llena y mantiene cautiva su alma, coraz�n y mente, en la que conf�a sobre todas las cosas, en las que sobre todas las cosas anhela y espera.

"El esp�ritu comercial no es m�s que una de las formas en que los hombres se dedican al servicio de este mundo presente; pero en cualquier comunidad donde reina supremamente podemos buscar con confianza los mismos signos de decadencia religiosa que Ezequiel detect� en Tiro en su En todo caso, su mensaje no es superfluo en una �poca y un pa�s donde las energ�as est�n casi agotadas en la acumulaci�n de los medios de.

vivir, y cuyos problemas sociales desembocan en la gran cuesti�n de la distribuci�n de la riqueza. Es esencialmente lo mismo. verdad que Ruskin, con algo del poder y la perspicacia de un profeta hebreo, ha impuesto tan elocuentemente a los hombres que hacen la Inglaterra moderna, que la verdadera religi�n de una comunidad no vive en las venerables instituciones a las que cede una forma formal y convencional. deferencia, sino en los objetos que inspiran sus ambiciones m�s entusiastas, los ideales que gobiernan su est�ndar de valor, en aquellas cosas en las que encuentra el fundamento �ltimo de su confianza y la recompensa de su trabajo.

El lamento por la ca�da del pr�ncipe de Tiro ( Ezequiel 28:11 ) reitera la misma lecci�n con una audacia y libertad de imaginaci�n que no es habitual en este profeta. El pasaje est� lleno de oscuridades y dificultades que no se pueden discutir adecuadamente aqu�, pero las l�neas principales de la concepci�n se captan f�cilmente.

Describe el estado original del pr�ncipe como un ser semidivino, y su ca�da de ese estado a causa del pecado que se encontr� en �l. La imagen es sin duda ir�nica; Ezequiel en realidad no significa nada m�s que el enorme orgullo de Tiro entroniz� a su rey o al genio que lo presid�a en el asiento de los dioses, y lo dot� de atributos m�s que mortales. El profeta acepta la idea y muestra que hab�a pecado en Tiro lo suficiente como para arrojar a las criaturas celestiales m�s radiantes del cielo al infierno.

El pasaje presenta ciertas afinidades obvias con el relato de la Ca�da en el segundo y tercer cap�tulo del G�nesis; pero tambi�n contiene reminiscencias de una mitolog�a cuya clave ahora se pierde. Dif�cilmente se puede suponer que los v�vidos detalles de las im�genes, como la "monta�a de Dios", las "piedras de fuego", "las gemas preciosas", se deben por completo a la imaginaci�n del profeta. Ahora se sabe que la monta�a de los dioses fue una idea prominente de la religi�n babil�nica; y parece haber existido una idea generalizada de que en la morada de los dioses hab�a tesoros de oro y piedras preciosas, celosamente guardados por grifos, de los cuales peque�as cantidades llegaron a la posesi�n de los hombres.

Es posible que fragmentos de estas nociones m�ticas hayan llegado al conocimiento de Ezequiel durante su estad�a en Babilonia y hayan sido utilizados por �l para completar su cuadro de las glorias que rodearon el primer estado del rey de Tiro. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que el pr�ncipe no debe identificarse con el querub�n o con uno de los querubines. Las palabras "T� eres el querub�n ungido que cubre, y yo te puse as�" ( Ezequiel 28:14 ) pueden traducirse "Con el querub�n te puse"; y de manera similar, las palabras de Ezequiel 28:16 , "Te destruir�, querub�n protector", probablemente deber�an traducirse "Y el querub�n te destruy�".

"Toda la concepci�n se simplifica enormemente con estos cambios, y las principales caracter�sticas de la misma, en la medida en que se pueden distinguir con claridad, son las siguientes: El querub�n es el guardi�n del" santo monte de Dios ", y sin duda tambi�n (como en el cap�tulo 1) el s�mbolo y portador de la gloria divina. Cuando se dice que el pr�ncipe de Tiro fue colocado con el querub�n, el significado es que �l ten�a su lugar en la morada de Dios, o fue admitido a la presencia de Dios, siempre que conservara la perfecci�n en la que fue creado ( Ezequiel 28:15 ).

Las otras alusiones a su gloria original, como el "cubrimiento" de piedras preciosas y el "caminar entre piedras de fuego", no se pueden explicar con ning�n grado de certeza. Cuando se encuentra iniquidad en �l y debe ser desterrado de la presencia de Dios, se dice que el querub�n lo destruye de en medio de las piedras de fuego , es decir , es el agente del juicio divino que desciende sobre el pr�ncipe.

Por tanto, es dudoso que el pr�ncipe sea concebido como un ser humano perfecto, como Ad�n antes de su ca�da, o como una criatura angelical y sobrehumana; pero el punto es de poca importancia en la delimitaci�n ideal como la que tenemos aqu�. Se ver� que incluso en la primera suposici�n no hay una correspondencia muy estrecha con la historia del Ed�n en el libro del G�nesis, porque all� los querubines se colocan para guardar el camino del �rbol de la vida solo despu�s de que el hombre ha sido expulsado del �rbol de la vida. jard�n.

Pero, �cu�l es el pecado que empa�� la santidad de este exaltado personaje y le cost� su lugar entre los inmortales? Idealmente, fue un acceso de orgullo lo que caus� su ruina, un pecado espiritual, como podr�a originarse en el coraz�n de un ser angelical.

"Por ese pecado cayeron los �ngeles: �c�mo puede el hombre, entonces

La imagen de su Hacedor, �espera ganar con ella? "

Su coraz�n se enalteci� debido a su belleza, y perdi� su sabidur�a divina sobre su brillantez ( Ezequiel 28:17 ). Pero realmente, este cambio que pasa por encima del esp�ritu del pr�ncipe en el asiento de Dios es solo el reflejo de lo que se hace en la tierra en Tiro. A medida que su comercio aument�, las pruebas de su uso injusto y sin escr�pulos de la riqueza se acumularon contra ella, y su medio se llen� de violencia ( Ezequiel 27:16 ).

�sta es la �nica alusi�n en los tres Cap�tulos al mal, la opresi�n y los ultrajes contra la humanidad, que eran los inevitables acompa�amientos de esa codicia de ganancias que se hab�a apoderado de la comunidad de Tiro. Y estos pecados se consideran una desmoralizaci�n que tiene lugar en la naturaleza del pr�ncipe, que es el representante de la ciudad; por la "iniquidad de su tr�fico ha profanado su santidad", y es arrojado a la tierra desde su elevado asiento, un espect�culo de abyecta humillaci�n para que los reyes se regocijen.

Mediante un cambio repentino de met�fora, la destrucci�n de la ciudad tambi�n se representa como un incendio que estalla en los �rganos vitales del pr�ncipe y reduce su cuerpo a cenizas, una concepci�n que no ha sugerido de manera antinatural a algunos comentaristas la f�bula del f�nix que fue se supon�a que peri�dicamente se inmolaba en un fuego de su propia le�a.

III.

Un breve or�culo sobre Sid�n completa la serie de profec�as que tratan del futuro de los vecinos inmediatos de Israel ( Ezequiel 28:20 ). Sid�n se encontraba a unas veinte millas m�s al norte que Tiro y, como hemos visto, en ese momento estaba sujeto a la autoridad de la ciudad m�s joven y vigorosa. Del libro de Jerem�as, Jeremias 25:22 ; Jeremias 27:3 , sin embargo, vemos que Sid�n era un estado aut�nomo y conservaba cierta independencia incluso en materia de pol�tica exterior.

Por lo tanto, no hay nada arbitrario en asignar un or�culo separado a este m�s al norte de los estados en contacto inmediato con el pueblo de Israel, aunque debe admitirse que Ezequiel no tiene nada distintivo que decir de Sid�n. En verdad, Fenicia fue tan eclipsada por Tiro que todas las caracter�sticas de la gente se han ilustrado ampliamente en los Cap�tulos que se han ocupado de esta �ltima ciudad.

En consecuencia, la profec�a se entrega en los t�rminos m�s generales e indica m�s bien el prop�sito y efecto del juicio que la forma en que vendr� o el car�cter de las personas contra las que se dirige. Pasa insensiblemente a una predicci�n del glorioso futuro de Israel, que es importante porque revela el motivo subyacente de todas las declaraciones anteriores contra las naciones paganas.

La restauraci�n de Israel y la destrucci�n de sus antiguos vecinos son partes de un plan integral de la providencia divina, cuyo objetivo final es una demostraci�n ante los ojos del mundo de la santidad de Jehov�. Que los hombres sepan que �l es Jehov�, solo Dios, es el fin tanto de Su trato con los paganos como con Su propio pueblo. Y las dos partes del plan de Dios est�n en la mente de Ezequiel �ntimamente relacionadas entre s�; el uno es simplemente una condici�n para la realizaci�n del otro.

La prueba culminante de la santidad de Jehov� se ver� en Su fidelidad a la promesa hecha a los patriarcas de la posesi�n de la tierra de Cana�n, y en la seguridad y prosperidad de que disfrut� Israel cuando regres� a su tierra como una naci�n purificada. Ahora, en el pasado, Israel hab�a sido constantemente interferido, lisiado, humillado y seducido por los insignificantes poderes paganos alrededor de sus fronteras. �stos hab�an sido una zarza y ??una espina ( Ezequiel 28:24 ), que constantemente la molestaban y acosaban e imped�an el libre desarrollo de su vida nacional.

De ah� que las sentencias aqu� denunciadas contra ellos sean sin duda en primera instancia un castigo por lo que hab�an sido y cometido en el pasado; pero tambi�n son un claro del escenario en el que Israel podr�a estar aislado del resto del mundo y ser libre de moldear su vida nacional y sus instituciones religiosas de acuerdo con la voluntad de su Dios. Esa es la sustancia de los �ltimos tres vers�culos del cap�tulo; y si bien exhiben las peculiares limitaciones del pensamiento del profeta, nos permiten al mismo tiempo hacer justicia a la singular unidad y coherencia de prop�sito que lo guiaron en su gran pron�stico del futuro del reino de Dios.

Queda ahora por abordar el caso de Egipto; pero las relaciones de Egipto con Israel y su posici�n en el mundo eran tan �nicas que Ezequiel se reserva la consideraci�n de su futuro para un grupo separado de or�culos m�s tiempo que los de todas las dem�s naciones juntas.

Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre Ezekiel 28". "El Comentario Bíblico del Expositor". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/teb/ezekiel-28.html.