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Ezequiel 29

El Comentario Bíblico del ExpositorEl Comentario Bíblico del Expositor

Versículos 1-21

EGIPTO

Ezequiel 29:1 ; Ezequiel 30:1 ; Ezequiel 31:1 ; Ezequiel 32:1

EGIPTO figura en las profec�as de Ezequiel como una gran potencia mundial que abriga proyectos de dominio universal. Una vez m�s, como en la �poca de Isa�as, el factor dominante en la pol�tica asi�tica fue el duelo por el dominio del mundo entre los imperios rivales del Nilo y el �ufrates. La influencia de Egipto fue quiz�s incluso mayor a principios del siglo VI que a fines del VIII, aunque en el intervalo hab�a sufrido un eclipse de se�al.

Isa�as (cap�tulo 19) hab�a predicho una subyugaci�n de Egipto por parte de los asirios, y esta profec�a se hab�a cumplido en el a�o 672, cuando Esarhaddon invadi� el pa�s y lo incorpor� al imperio asirio. Dividi� su territorio en veinte peque�os principados gobernados por gobernantes asirios o nativos, y este estado de cosas hab�a durado con pocos cambios durante una generaci�n. Durante el reinado de Asurbanipal, Egipto fue frecuentemente invadido por ej�rcitos asirios, y los repetidos intentos de los monarcas et�opes, ayudados por revueltas entre los pr�ncipes nativos, de reafirmar su soberan�a sobre el valle del Nilo fueron frustrados por la energ�a del rey asirio o de la vigilancia de sus generales.

Por fin, sin embargo, una nueva era de prosperidad amaneci� para Egipto alrededor del a�o 645. Psammetichus, el gobernante de Sais, con la ayuda de mercenarios extranjeros, logr� unir toda la tierra bajo su dominio; expuls� a la guarnici�n asiria y se convirti� en el fundador de la brillante dinast�a vig�simo sexta (sa�ta). Desde ese momento, Egipto posey� en una administraci�n central fuerte la �nica condici�n indispensable de su prosperidad material �.

Su poder se consolid� mediante una sucesi�n de gobernantes vigorosos, e inmediatamente comenz� a desempe�ar un papel destacado en los asuntos de Asia. El rey m�s distinguido de la dinast�a fue Necao II, hijo y sucesor de Psammetichus. Dos hechos sorprendentes mencionados por Herodoto son dignos de menci�n, ya que muestran la originalidad y el vigor con que se dirigi� la administraci�n egipcia en ese momento.

Uno es el proyecto de abrir un canal entre el Nilo y el Mar Rojo, una empresa que fue abandonada por Necao como consecuencia de un or�culo que le advirti� que solo trabajaba en beneficio de los extranjeros, es decir, sin duda, de los fenicios. Sin embargo, Necao supo sacar provecho de la n�utica fenicia, como lo demuestra el otro gran golpe de genio que se le atribuye: la circunnavegaci�n de �frica.

Era una flota fenicia, enviada desde Suez por sus �rdenes, que primero rode� el Cabo de Buena Esperanza, regresando a Egipto por el estrecho de Gibraltar despu�s de un viaje de tres a�os. Y si Necao tuvo menos �xito en la guerra que en las artes de la paz, no fue por falta de actividad. �l fue el fara�n que derrot� a Jos�as en la llanura de Meguido, y luego impugn� el se�or�o de Siria con Nabucodonosor.

Su derrota en Carquemis en 604 lo oblig� a retirarse a su propia tierra; pero el poder de Egipto segu�a intacto, y el rey caldeo sab�a que a�n tendr�a que contar con ella en sus planes para la conquista de Palestina.

En la �poca a la que pertenecen estas profec�as el rey de Egipto era el fara�n Ofra (en griego, Apries), nieto de Necao II Ascendiendo al trono en el 588 a.C., consider� necesario que la protecci�n de sus propios intereses tomara parte activa. en la pol�tica de Siria. Se dice que atac� Fenicia por mar y tierra, capturando Sid�n y derrotando a una flota de Tiro en un enfrentamiento naval. Su objetivo debe haber sido asegurar el ascendiente del partido egipcio en las ciudades fenicias; y la tenaz resistencia que Nabucodonosor encontr� en Tiro fue sin duda el resultado de los arreglos pol�ticos hechos por Ofra despu�s de su victoria.

No fue necesaria ninguna intervenci�n armada para asegurar una en�rgica defensa de Jerusal�n; y fue s�lo despu�s de que los babilonios acamparon alrededor de la ciudad que Ofra envi� un ej�rcito egipcio en su auxilio. Sin embargo, no pudo efectuar m�s que una suspensi�n temporal del sitio y regres� a Egipto, dejando a Jud� a su suerte, aparentemente sin aventurarse en una batalla. Jeremias 37:5 No se registran m�s hostilidades entre Egipto y Babilonia durante la vida de Ofra. Continu� reinando con vigor y �xito hasta 571, cuando fue destronado por Amasis, uno de sus propios generales.

Estas circunstancias muestran un paralelo notable con la situaci�n pol�tica que tuvo que afrontar Isa�as en el momento de la invasi�n de Senaquerib. Jud� estaba nuevamente en la posici�n de la "calabaza de barro entre dos ollas de hierro". Es cierto que ni Joacim ni Sedequ�as, como tampoco los consejeros de Ezequ�as en el per�odo anterior, se habr�an embarcado en un conflicto con el imperio mesopot�mico de no haber sido por promesas enga�osas de apoyo egipcio.

Hubo la misma vacilaci�n y divisi�n de consejos en Jerusal�n, la misma tardanza por parte de Egipto, y el mismo esfuerzo in�til por recuperar una situaci�n desesperada despu�s de que se hab�a dejado escapar el momento favorable. En ambos casos el conflicto fue precipitado por el triunfo de un partido egipcio en la corte de Judea; y es probable que en ambos casos el rey fue obligado a adoptar una pol�tica que su juicio no aprob�.

Y los profetas del per�odo posterior, Jerem�as y Ezequiel, se adhieren estrechamente a las l�neas establecidas por Isa�as en el tiempo de Senaquerib, advirtiendo al pueblo que no ponga su confianza en la vana ayuda de Egipto y aconsejando sumisi�n pasiva al curso de los acontecimientos. que expres� el juicio inalterable del Todopoderoso. De hecho, Ezequiel toma prestada una imagen que hab�a estado vigente en los d�as de Isa�as para exponer la total falta de confianza y deshonestidad de Egipto hacia las naciones que fueron inducidas a confiar en su poder.

La compara con un bast�n de ca�a, que se rompe cuando uno lo agarra, perforando la mano y haciendo tambalear los lomos cuando se apoya. As� hab�a sido Egipto para Israel a lo largo de toda su historia, y as� volver� a demostrar que lo es en su �ltimo intento de usar a Israel como herramienta de sus designios ego�stas. La gran diferencia entre Ezequiel e Isa�as es que, mientras que Isa�as ten�a acceso a los concilios de Ezequ�as y pod�a ejercer su influencia en el inicio de los esquemas del estado, no sin la esperanza de evitar lo que �l vio como una decisi�n desastrosa, Ezequiel podr�a s�lo observe el desarrollo de los acontecimientos desde lejos y transforme sus advertencias en forma de predicciones del destino que le espera a Egipto.

Los or�culos contra Egipto son siete en total:

(1) Ezequiel 29:1 ;

(2) Ezequiel 29:17 ;

(3) Ezequiel 30:1 ;

(4) Ezequiel 30:20 ;

(5) Ezequiel 31:1 .;

(6) Ezequiel 32:1 ;

(7) Ezequiel 32:17 .

Todas son variaciones de un tema, la aniquilaci�n del poder de Egipto por Nabucodonosor, y se puede rastrear poco progreso del pensamiento desde el primero hasta el �ltimo. Excluyendo la profec�a suplementaria de Ezequiel 29:17 , que es una adici�n posterior, el orden parece ser estrictamente cronol�gico. La serie comienza siete meses antes de la captura de Jerusal�n, Ezequiel 29:1 y termina unos ocho meses despu�s de ese evento.

Es imposible para nosotros decir hasta qu� punto las fechas se refieren a sucesos reales que llegaron al conocimiento del profeta. Est� claro que su inter�s se centra en el destino de Jerusal�n que entonces pende de un hilo; y es posible que los primeros or�culos Ezequiel 29:1 ; Ezequiel 30:1 puede ser invocado por la aparici�n del ej�rcito de Ofra en la escena, mientras que Ezequiel 30:20 alude claramente al rechazo de los egipcios por los caldeos.

Pero no se puede intentar conectar las profec�as con los incidentes de la campa�a; Los pensamientos del profeta est�n totalmente ocupados con los asuntos morales y religiosos involucrados en la contienda, la vindicaci�n de la santidad de Jehov� en el derrocamiento de la gran potencia mundial que buscaba frustrar Sus prop�sitos.

Ezequiel 29:1 es una introducci�n a todo lo que sigue, presentando un esquema general de las concepciones del profeta sobre el destino de Egipto. Describe el pecado del que ha sido culpable e indica la naturaleza del juicio que la alcanzar� y su lugar futuro entre las naciones del mundo. El fara�n es comparado con un "gran drag�n", revolc�ndose en sus aguas nativas y consider�ndose a s� mismo seguro de ser molestado en sus guaridas de juncos.

El cocodrilo era un s�mbolo natural de Egipto, y la imagen transmite con precisi�n la impresi�n de fuerza lenta y dif�cil de manejar que Egipto en los d�as de Ezequiel hab�a producido durante mucho tiempo en los observadores astutos de su pol�tica. El fara�n es el genio encarnado del pa�s; y como el Nilo era la fuerza y ??la gloria de Egipto, aqu� se lo representa arrog�ndose a s� mismo la propiedad e incluso la creaci�n del maravilloso r�o.

"Mi r�o es m�o, y lo he hecho", es el pensamiento orgulloso y blasfemo que expresa su conciencia de un poder que no posee superior en la tierra ni en el cielo. El hecho de que los egipcios adoraran al Nilo con honores divinos no alteraba el hecho de que debajo de todas sus ostentosas observancias religiosas hab�a un sentido inmoral de poder irresponsable en el uso de los recursos naturales a los que la tierra deb�a su prosperidad.

Por este esp�ritu de auto-exaltaci�n imp�a, el rey y el pueblo de Egipto ser�n visitados con un juicio se�alado, del cual aprender�n qui�n es Dios sobre todo. El monstruo del Nilo ser� sacado de sus aguas con anzuelos, con todos sus peces pegados a sus escamas, y dejado perecer ignominiosamente en las arenas del desierto. El resto de la profec�a ( Ezequiel 29:8 ) da la explicaci�n de la alegor�a en t�rminos literales, aunque todav�a generales.

El significado es que Egipto ser� asolado por la espada, su abundante poblaci�n ser� llevada al cautiverio, y la tierra quedar� desolada, sin ser pisoteada por el pie del hombre o la bestia por el espacio de cuarenta a�os. "De Migdol a Syene" -los l�mites extremos del pa�s- el rico valle del Nilo quedar� sin cultivar y deshabitado durante ese per�odo de tiempo.

La caracter�stica m�s interesante de la profec�a es la visi�n que se da de la condici�n final del imperio egipcio ( Ezequiel 29:13 ). En todos los casos, las delineaciones prof�ticas del futuro de las diferentes naciones est�n te�idas por las circunstancias actuales de esas naciones como las conocen los escritores. Ezequiel sab�a que la tierra f�rtil de Egipto siempre ser�a capaz de sostener a un campesinado trabajador, y que su existencia no depend�a de que continuara desempe�ando el papel de una gran potencia.

Tiro depend�a de su comercio y, aparte de lo que era la ra�z de su pecado, nunca podr�a ser otra cosa que el lugar de acogida de los pobres pescadores, que ni siquiera quer�an morar en la roca est�ril en medio del mar. Pero Egipto a�n pod�a ser un pa�s, aunque despojado de la gloria y el poder que la hab�an convertido en una trampa para el pueblo de Dios. Por otro lado, el aislamiento geogr�fico de la tierra hizo imposible que ella perdiera su individualidad entre las naciones del mundo.

A diferencia de los estados peque�os, como Edom y Amm�n, que obviamente estaban condenados a ser devorados por la poblaci�n circundante tan pronto como su poder se rompiera, Egipto conservar�a su vida distinta y caracter�stica mientras la condici�n f�sica del mundo siguiera siendo la misma. era. En consecuencia, el profeta no contempla una aniquilaci�n total de Egipto, sino s�lo un castigo temporal, seguido de su degradaci�n permanente al rango m�s bajo entre los reinos.

Los cuarenta a�os de su desolaci�n representan en n�meros redondos el per�odo de supremac�a caldea durante el cual Jerusal�n est� en ruinas. En ese momento, Ezequiel esperaba que la invasi�n de Egipto siguiera poco despu�s de la captura de Jerusal�n, de modo que la restauraci�n de los dos pueblos ser�a simult�nea. Al final de los cuarenta a�os, el mundo entero se reorganizar� sobre una nueva base, Israel ocupar� la posici�n central como pueblo de Dios, y en ese nuevo mundo Egipto tendr� un lugar separado pero subordinado.

Jehov� traer� de regreso a los egipcios de su cautiverio y har� que regresen a "Patros, la tierra de su origen", y all� los convertir� en un "estado humilde", que ya no es un poder imperial, sino m�s humilde que los reinos circundantes. Tanto la justicia de Jehov� como el inter�s de Israel exigen que Egipto sea as� reducido de su anterior grandeza. En los viejos tiempos, su inmenso e imponente poder hab�a sido una tentaci�n constante para los israelitas, "una confianza, un recordatorio de la iniquidad", que los llev� a poner su confianza en el poder humano y los atrajo a caminos de peligro con promesas enga�osas ( Ezequiel 29:6 ).

En la dispensaci�n final de la historia, este ya no ser� el caso: Israel entonces conocer� a Jehov�, y no se permitir� que ninguna forma de poder humano desv�e sus corazones de Aquel que es la roca de su salvaci�n.

Ezequiel 30:1 -El juicio sobre Egipto siembra terror y consternaci�n entre todas las naciones vecinas. Se�ala el advenimiento del gran d�a de Jehov�, el d�a de Su juicio final con los poderes del mal en todas partes. Es el "tiempo de las naciones" que ha llegado ( Ezequiel 30:3 ).

Egipto es la principal encarnaci�n del poder secular sobre la base de la religi�n pagana, el repentino colapso de su poder es equivalente a un juicio sobre el paganismo en general, y el efecto moral de ello transmite al mundo una demostraci�n de la omnipotencia del �nico verdadero. Dios a quien ella hab�a ignorado y desafiado. Las naciones inmediatamente involucradas en la ca�da de Egipto son los aliados y mercenarios a quienes ella llam� en su ayuda en el momento de su calamidad.

Et�opes, lidios, libios, �rabes y cretenses, los "ayudantes de Egipto", que han proporcionado contingentes a su variado ej�rcito, caen a espada junto con ella, y sus pa�ses comparten la desolaci�n que se apodera de la tierra de Egipto. . Entonces se ven veloces mensajeros que aceleran el Nilo en barcos para transmitir a los descuidados et�opes las alarmantes noticias del derrocamiento de Egipto ( Ezequiel 30:9 ).

A partir de este punto el profeta limita su atenci�n al destino de Egipto, que describe con una plenitud de detalle que implica cierto conocimiento tanto de la topograf�a como de las circunstancias sociales del pa�s. En Ezequiel 30:10 Nabucodonosor y los caldeos son mencionados por primera vez por su nombre como los instrumentos humanos empleados por Jehov� para ejecutar Sus juicios sobre Egipto.

Despu�s de la masacre de los habitantes, la siguiente consecuencia de la invasi�n es la destrucci�n de los canales y embalses y el deterioro del sistema de riego del que depend�a la productividad del pa�s. "Los r�os" (canales) "se secaron, y la tierra y su plenitud fueron asoladas por mano de extra�os" ( Ezequiel 30:12 ).

Y con el tejido material de su prosperidad, el complicado sistema de instituciones religiosas y civiles que estaba entrelazado con la vieja civilizaci�n de Egipto se desvanece para siempre. "Fueron destruidos los �dolos; cesaron los potentados de Menfis, y los pr�ncipes de la tierra de Egipto, para que no existieran m�s" ( Ezequiel 30:13 ).

La fe en los dioses nativos se extinguir�, y un temor tembloroso de Jehov� llenar� toda la tierra. El pasaje termina con una enumeraci�n de varios centros de la vida nacional, que formaron, por as� decirlo, los ganglios sensibles donde la calamidad universal se sinti� m�s agudamente. En estas ciudades, cada una de las cuales se identific� con la adoraci�n de una deidad en particular, Jehov� ejecuta los juicios, en los que da a conocer al egipcio Su �nica divinidad y destruye su confianza en dioses falsos.

Tambi�n pose�an una especial importancia militar o pol�tica, de modo que con su destrucci�n se rompieron los cetros de Egipto y se Ezequiel 30:18 el orgullo de su fuerza ( Ezequiel 30:18 ).

Ezequiel 30:20 -Un nuevo or�culo fechado tres meses m�s tarde que el anterior. El fara�n est� representado como un combatiente, ya discapacitado en un brazo y dolorido por su poderoso antagonista, el rey de Babilonia. Jehov� anuncia que el brazo herido no se puede curar, aunque el fara�n se ha retirado de la contienda con ese prop�sito.

Por el contrario, sus dos brazos ser�n quebrados y la espada arrancada de su mano, mientras que los brazos de Nabucodonosor son fortalecidos por Jehov�, quien pone su propia espada en su mano. La tierra de Egipto, as� indefensa, es presa f�cil de los caldeos y su gente se dispersa entre las naciones. La ocasi�n de la profec�a es el rechazo de la expedici�n de Ofra para el alivio de Jerusal�n, que se conoce como un evento pasado.

La fecha puede marcar el momento real del suceso, como en Ezequiel 24:1 o el momento en que lleg� al conocimiento de Ezequiel. En todo caso, el profeta acepta este rev�s a las armas egipcias como una prueba de la r�pida realizaci�n de sus predicciones en la total sumisi�n del orgulloso imperio del Nilo.

El cap�tulo 31 ocupa la misma posici�n en las profec�as contra Egipto que la alegor�a del barco ricamente cargado en los contra Tiro (cap�tulo 27). La incomparable majestad y el poder eclipsante de Egipto se exponen bajo la imagen de un cedro se�orial en el L�bano, cuya cima llega hasta las nubes y cuyas ramas brindan refugio a todas las bestias de la tierra. La fuerza exacta de la alegor�a se ve algo oscurecida por un ligero error del texto, que debe haberse infiltrado en un per�odo muy temprano.

Tal como est� en el hebreo y en todas las versiones antiguas, todo el cap�tulo es una descripci�n de la grandeza, no de Egipto, sino de Asiria. "�A qui�n te pareces en tu grandeza?" pregunta el profeta ( Ezequiel 31:2 ); y la respuesta es: "Asiria era grande como t�. Sin embargo, Asiria cay� y ya no existe". Por tanto, hay una doble comparaci�n: Asiria se compara con un cedro, y luego Egipto se compara t�citamente con Asiria.

Esta interpretaci�n puede no ser del todo indefendible. Que el destino de Asiria conten�a una advertencia contra el orgullo de Fara�n es un pensamiento en s� mismo inteligible, y tal como Ezequiel muy bien podr�a haber expresado. Pero si hubiera querido expresarlo no lo habr�a hecho tan torpemente como supone esta interpretaci�n. Cuando seguimos la conexi�n de ideas, no podemos dejar de ver que Asiria no est� en absoluto en los pensamientos del profeta.

La imagen se persigue constantemente sin interrupciones hasta el final del cap�tulo, y luego aprendemos que el tema de la descripci�n es "Fara�n y toda su multitud" ( Ezequiel 31:18 ). Pero si el escritor est� pensando en Egipto al final, debe haber estado pensando en �l desde el principio, y la menci�n de Asiria est� fuera de lugar y es enga�osa.

La confusi�n ha sido causada por la sustituci�n de la palabra " Asur " (en Ezequiel 31:3 ) por " T'asur ", el nombre del �rbol de sherbin, en s� mismo una especie de cedro. Por lo tanto, deber�amos leer: "He aqu� un T'asur , un cedro en el L�bano", etc .; y la respuesta a la pregunta de Ezequiel 31:2 es que la posici�n de Egipto es tan incomparable entre los reinos del mundo como este �rbol majestuoso entre los �rboles del bosque.

Con esta alteraci�n el curso del pensamiento queda perfectamente claro, aunque en la representaci�n se combinan elementos incongruentes. La alt�sima altura del cedro con su copa en las nubes simboliza el poder imponente de Egipto y su orgullo imp�o (cf. Ezequiel 31:10 , Ezequiel 31:14 ).

Las aguas del diluvio que nutren sus ra�ces son las del Nilo, la fuente de la riqueza y la grandeza de Egipto. Los p�jaros que construyen sus nidos en sus ramas y las bestias que dan a luz a sus cr�as bajo su sombra son las naciones m�s peque�as que buscaron protecci�n y apoyo en Egipto. Finalmente, los �rboles del jard�n de Dios que envidian el exuberante orgullo de este monarca del bosque representan los otros grandes imperios de la tierra que en vano aspiraron a emular la prosperidad y magnificencia de Egipto ( Ezequiel 31:3 ).

En la siguiente estrofa ( Ezequiel 31:10 ) vemos el gran tronco tendido boca abajo sobre la monta�a y el valle, mientras que sus ramas yacen rotas en todos los cursos de agua. Un "poderoso de las naciones" (Nabucodonosor) subi� contra �l y lo derrib�. Las naciones se asustaron bajo su sombra; y el �rbol que "pero ayer podr�a haber estado contra el mundo" ahora yace postrado y deshonrado, "nadie tan pobre como lo reverencia".

"Y la ca�da del cedro revela un principio moral y transmite una lecci�n moral a todos los dem�s �rboles orgullosos y majestuosos, su prop�sito es recordar a los otros grandes imperios que ellos tambi�n son mortales, y advertirles contra la ambici�n vertiginosa y el levantamiento del coraz�n que hab�a provocado la humillaci�n de Egipto: "que ninguno de los �rboles junto al agua se enaltezca en estatura ni arroje sus copas entre las nubes, y que sus alimentado por agua); porque todos son entregados a la muerte, al inframundo con los hijos de los hombres, a los que descienden al abismo.

"En realidad, no hay indicio m�s impresionante de la vanidad de la gloria terrenal que la decadencia de esos poderosos imperios y civilizaciones que una vez estuvieron en la vanidad del progreso humano; ni hay un emblema m�s adecuado de su destino que el repentino estallido de alg�n gran �rbol del bosque antes del hacha del le�ador.

El desarrollo del pensamiento del profeta, sin embargo, llega aqu� a un punto en el que rompe la alegor�a, que hasta ahora se ha mantenido de manera consistente. Toda la naturaleza se estremece en simpat�a por el cedro ca�do: el abismo llora y oculta sus gritos de la tierra; El L�bano est� cubierto de tinieblas, y todos los �rboles languidecen. Egipto era una parte tan importante del orden establecido que el mundo no se conoce a s� mismo cuando se ha desvanecido.

Mientras esto ocurre en la tierra, el cedro mismo ha bajado al Seol, donde las otras sombras de dinast�as desaparecidas son reconfortadas porque la m�s poderosa de todas se ha vuelto como las dem�s. Esta es la respuesta a la pregunta que introdujo la alegor�a. �A qui�n te pareces? Nadie es digno de ser comparado contigo; sin embargo, "ser�s derribado con los �rboles del Ed�n hasta las partes bajas de la tierra; en medio de los incircuncisos yacer�s, con los muertos a espada". Es innecesario ampliar esta idea, que est� fuera de lugar aqu� y se trata de manera m�s adecuada en el pr�ximo cap�tulo.

El cap�tulo 32 consta de dos lamentaciones que el profeta y las hijas de las naciones deben cantar sobre la ca�da de Egipto ( Ezequiel 32:16 , Ezequiel 32:18 ). El primero ( Ezequiel 32:1 ) describe la destrucci�n de Fara�n y el efecto que se produce en la tierra; mientras que el segundo ( Ezequiel 32:17 ) sigue su sombra hasta la morada de los muertos, y se expande sobre la bienvenida que le espera all�.

Ambos expresan el esp�ritu de j�bilo por un enemigo ca�do, que fue uno de los usos que se le dio a la poes�a eleg�aca entre los hebreos. Sin embargo, el primer pasaje dif�cilmente puede considerarse un canto f�nebre en el sentido propio de la palabra. Es esencial para una verdadera eleg�a que el tema de la misma sea concebido como muerto, y que sea serio o ir�nico, celebre una gloria que ya pas�.

En este caso, la nota eleg�aca (de la "medida" eleg�aca apenas hay rastro) se golpea en la l�nea de apertura: "�Oh joven le�n de las naciones!" (�C�mo) "est�s deshecho!" Pero esto no se sostiene: el pasaje cae inmediatamente en el estilo de predicci�n directa y amenazante, y de hecho es muy paralelo a la profec�a inicial de la serie (cap�tulo 29). La imagen fundamental es la misma: la de un gran monstruo del Nilo que brota de sus narices y ensucia las aguas con los pies ( Ezequiel 32:2 ).

Su captura por muchas naciones y su prolongada muerte en campo abierto se describen con los detalles realistas y espantosos sugeridos naturalmente por la figura ( Ezequiel 32:3 ). Entonces, la imagen se cambia abruptamente para mostrar el efecto de una calamidad tan grande en el mundo de la naturaleza y de la humanidad. Se compara al fara�n con una lumbrera brillante, cuya repentina extinci�n es seguida por un oscurecimiento de todas las luces del cielo y por la consternaci�n entre las naciones y los reyes de la tierra ( Ezequiel 32:7 ).

Algunos piensan que la violencia de la transici�n debe explicarse por la idea de la constelaci�n celestial del drag�n, que responde al drag�n del Nilo, con el que se acaba de comparar a Egipto. Finalmente, se abandonan todas las met�foras, y la desolaci�n de Egipto se anuncia en t�rminos literales como lograda por la espada del rey de Babilonia y "la m�s terrible de las naciones" ( Ezequiel 32:11 ).

Pero todos los or�culos anteriores son superados en grandeza de concepci�n por la notable Visi�n del Hades que concluye la serie, "uno de los pasajes m�s extra�os de la literatura" (Davidson). En su forma es un canto f�nebre que se supone que el profeta Ezequiel 32:18 en el entierro del fara�n y su anfitri�n junto con las hijas de naciones famosas ( Ezequiel 32:18 ).

Pero el tema, como ya se ha observado, es la entrada de los guerreros fallecidos al inframundo y su recepci�n por las sombras que han bajado all� antes que ellos. Para comprenderlo, debemos tener en cuenta algunos rasgos de la concepci�n del inframundo, de los que es dif�cil para la mente moderna darse cuenta de manera clara. Primero. de todos, el Seol, o el "pozo", el reino de los muertos, se representa a la imaginaci�n como un bosquejo de la tumba o sepulcro, en el que el cuerpo encuentra su �ltimo lugar de descanso; o m�s bien es el conjunto de todos los cementerios esparcidos por la superficie de la tierra.

All�, las sombras se agrupan seg�n sus clanes y nacionalidades, al igual que en la tierra los miembros de la misma familia normalmente ser�an enterrados en un solo lugar de enterramiento. La tumba del jefe o rey, el representante de la naci�n, est� rodeada por las de sus vasallos y s�bditos, conservando hasta ahora las distinciones terrenales. La condici�n de los muertos parece ser de reposo o sue�o; sin embargo, conservan algo de conciencia de su estado y son visitados al menos por destellos transitorios de emoci�n humana, como cuando en este cap�tulo los h�roes se despiertan para dirigirse al Fara�n cuando viene entre ellos.

El punto m�s material es que el estado del alma en el Hades refleja el destino del cuerpo despu�s de la muerte. Aquellos que han recibido el honor de un entierro decente en la tierra disfrutan de un honor correspondiente entre las sombras de abajo. Tienen, por as� decirlo, un estado e individualidad definidos en su morada eterna, mientras que los esp�ritus de los muertos insepultos se colocan en los rincones m�s bajos del pozo, en el limbo de los incircuncisos.

De esta distinci�n parece depender todo el significado del pasaje que tenemos ante nosotros. Los muertos se dividen en dos grandes clases: por un lado, los "valientes", que yacen en estado con sus armas de guerra a su alrededor; y, por otro lado, la multitud de "los incircuncisos, muertos a espada", es decir, los que han muerto en el campo de batalla y han sido sepultados promiscuamente sin los debidos ritos funerarios.

Sin embargo, no hay distinci�n moral entre las dos clases. Los h�roes no est�n en un estado de bienaventuranza; ni la condici�n del incircunciso es de sufrimiento agudo. Toda la existencia en Sheol es esencialmente de un car�cter; es en general una existencia lamentable, desprovista de alegr�a y de todo lo que constituye la plenitud de la vida en la tierra. S�lo hay "dentro de ese abismo un abismo m�s bajo", y est� reservado para aquellos que en la forma de su muerte han experimentado el castigo de una gran maldad.

La verdad moral de la representaci�n de Ezequiel se encuentra aqu�. El verdadero juicio de Egipto se llev� a cabo en el escenario hist�rico de su derrocamiento final; y es la conciencia de esta tremenda visitaci�n de la justicia divina, perpetuada entre las sombras por toda la eternidad, la que da significado �tico a la suerte asignada a la naci�n en el otro mundo. Al mismo tiempo, no debe pasarse por alto que el pasaje es po�tico en el m�s alto grado y no puede tomarse como una declaraci�n exacta de lo que se sab�a o cre�a sobre el estado despu�s de la muerte en los tiempos del Antiguo Testamento.

Se trata solo del destino de ej�rcitos y nacionalidades y grandes guerreros que llenaron la tierra con su renombre. Estos, habiendo desaparecido de la historia, preservan a lo largo de todo el tiempo en el inframundo la memoria de los poderosos actos de juicio de Jehov�; pero es imposible determinar si esta sublime visi�n implica una creencia real en la persistencia de identidades nacionales en la regi�n de los muertos.

Estas, entonces, son las ideas principales en las que se basa la oda, y el curso de pensamiento es el siguiente. Ezequiel 32:18 anuncia brevemente la ocasi�n para la que se compone el canto f�nebre; es para celebrar el paso de Fara�n y su hueste al mundo inferior, y consignarlo all� al lugar designado. Luego sigue una escena que tiene cierto parecido con una conocida representaci�n del cap�tulo catorce de Isa�as ( Isa�as 14:9 ).

Se supone que los h�roes que ocupan el lugar de honor entre los muertos se despiertan al acercarse esta gran multitud y, llam�ndolos desde en medio del Seol, los dirigen al lugar que les corresponde entre los muertos deshonrados. "Los valientes le dicen: 'S� t� en lo m�s rec�ndito de la fosa: �qui�n eres m�s hermoso en belleza? Desciende y descansa con los incircuncisos, en medio de los muertos a espada.

"'All�, el Fara�n ha sido precedido por otros grandes conquistadores que una vez pusieron su terror en la tierra, pero ahora llevan su verg�enza entre los que descienden al abismo. Porque all� est� Asur y toda su compa��a; tambi�n est�n Elam y Mesec y Tubal, cada uno ocupando su propia parcela entre las naciones que han perecido a espada ( Ezequiel 32:22 ).

No es de ellos la envidiable suerte de los h�roes de anta�o que descendieron al Seol con su panoplia de guerra y descansan con sus espadas bajo la cabeza y sus escudos cubriendo sus huesos. Y as� Egipto, que ha perecido como estas otras naciones, debe ser desterrado con ellos al fondo del pozo ( Ezequiel 32:27 ).

Luego se reanuda la enumeraci�n de las naciones de los incircuncisos; Los vecinos inmediatos de Israel se encuentran entre ellos: Edom y las dinast�as del norte (los sirios) y los fenicios, estados inferiores que no jugaron un gran papel como conquistadores, pero que, sin embargo, perecieron en la batalla y soportaron su humillaci�n junto con los dem�s ( Ezequiel 32:29 ).

Estos ser�n los compa�eros de Fara�n en su �ltimo lugar de descanso, y al verlos dejar� a un lado sus pensamientos presuntuosos y se consolar� por la p�rdida de su poderoso ej�rcito ( Ezequiel 32:31 sig.).

Es necesario decir algunas palabras a modo de conclusi�n sobre la evidencia hist�rica del cumplimiento de estas profec�as sobre Egipto. El or�culo complementario de Ezequiel 29:17 nos muestra que la amenaza de invasi�n de Nabucodonosor no hab�a tenido lugar diecis�is a�os despu�s de la ca�da de Jerusal�n. �Alguna vez tuvo lugar? En ese momento, Ezequiel estaba seguro de que sus palabras estaban a punto de cumplirse y, de hecho, parece apostar su cr�dito a sus oyentes en su verificaci�n.

�Podemos suponer que estaba completamente equivocado? �Es probable que las predicciones notablemente definidas pronunciadas tanto por �l como por Jerem�as Jeremias 43:8 ; Jeremias 44:12 ; Jeremias 44:27 ; Jeremias 46:13 fracas� incluso en el cumplimiento parcial que recibi� el de Tiro? Varios cr�ticos han sostenido en�rgicamente que estamos encerrados por la evidencia hist�rica a esta conclusi�n. Se basan principalmente en el silencio de Herodoto y en el car�cter insatisfactorio de la declaraci�n de Josefo.

De hecho, este �ltimo escritor es suficientemente expl�cito en sus afirmaciones. Nos dice que cinco a�os despu�s de la captura de Jerusal�n, Nabucodonosor invadi� Egipto, mat� al rey reinante, nombr� a otro en su lugar y llev� cautivos a Babilonia a los refugiados jud�os de Egipto. Pero se se�ala que la fecha es imposible, siendo inconsistente con el propio testimonio de Ezequiel, que el relato de la muerte de Ofra se contradice con lo que sabemos del asunto de otras fuentes (Herodoto y Diodoro), y que todo el pasaje lleva la aparici�n de una traducci�n a la historia de las profec�as de Jerem�as que profesa fundamentar.

Esa es una cr�tica vigorosa, pero tal vez el vigor no sea del todo injustificable, especialmente porque Josefo no menciona ninguna autoridad. Otras alusiones de escritores seculares apenas cuentan, y el estado de la cuesti�n es tal que los historiadores probablemente se habr�an contentado con confesar su ignorancia si el cr�dito de un profeta no se hubiera mezclado con �l.

En los �ltimos diecisiete a�os, sin embargo, se ha dado un nuevo giro a la discusi�n a trav�s del descubrimiento de pruebas monumentales que se pensaba que ten�an una relaci�n importante con el punto en disputa. En el mismo volumen de una revista egiptol�gica, Wiedemann dirigi� la atenci�n de los eruditos hacia dos inscripciones, una en el Louvre y la otra en el Museo Brit�nico, las cuales consider� como prueba de la ocupaci�n de Egipto por Nabucodonosor.

El primero fue una inscripci�n egipcia del reinado de Ofra. Fue escrito por un funcionario del m�s alto rango, llamado " Nes-hor ", a quien se le confi� la tarea responsable de defender a Egipto en su frontera sur o et�ope. Seg�n la traducci�n de Wiedemann, relata, entre otras cosas, una irrupci�n de bandas asi�ticas (sirios, gente del norte, asi�ticos), que penetraron hasta la primera catarata e hicieron alg�n da�o al templo de Chnum en Elefantina.

All� fueron controlados por Nes-hor , y luego fueron aplastados o repelidos por el propio Hophra. Ahora bien, la explicaci�n m�s natural de este incidente, en relaci�n con las circunstancias de la �poca, parecer�a ser que Nabucodonosor, encontr�ndose totalmente ocupado por el momento con el sitio de Tiro, incit� a bandas errantes de �rabes y sirios a saquear Egipto, y que lograron penetrar hasta el extremo sur del pa�s.

Pero un examen m�s reciente del texto, realizado por Maspero y Brugsch, reduce el incidente a dimensiones mucho m�s peque�as. Encuentran que se refiere a un mot�n de mercenarios egipcios (sirios, jonios y beduinos) estacionados en la frontera sur. El gobernador, Nes-hor , se felicita a s� mismo por una estratagema exitosa mediante la cual coloc� a los rebeldes en una posici�n en la que fueron derribados por las tropas del rey.

En cualquier caso, es evidente que est� muy lejos de ser una confirmaci�n de la profec�a de Ezequiel. No solo no se menciona a Nabucodonosor ni a un ej�rcito babil�nico regular, sino que se dice que los invasores o amotinados fueron aniquilados por Ofra. Puede decirse, sin duda, que es probable que un gobernador egipcio guarde silencio sobre un hecho que desacredite a su pa�s y que se vea tentado a magnificar alg�n �xito temporal en una victoria decisiva.

Pero a�n as� la inscripci�n debe tomarse por lo que vale, y la historia que cuenta ciertamente no es la historia de una supremac�a caldea en el valle del Nilo. Lo �nico que sugiere una conexi�n entre los dos es la probabilidad general de que Nabucodonosor debi� haber contemplado una campa�a contra Egipto en esa �poca.

El segundo y m�s importante documento es un fragmento cuneiforme de los anales de Nabucodonosor. Desafortunadamente, est� en una condici�n muy mutilada, y todo lo que los asiri�logos han descubierto es que en el a�o treinta y siete de su reinado, Nabucodonosor pele� una batalla con el rey de Egipto. Como las palabras de la inscripci�n son las del propio Nabucodonosor, podemos suponer que la batalla termin� con una victoria para �l, y se cree que algunas palabras inconexas en la �ltima parte se refieren al tributo o el bot�n que adquiri�.

El a�o treinta y siete de Nabucodonosor es el a�o 568 a. C., aproximadamente dos a�os despu�s de la fecha de la �ltima declaraci�n de Ezequiel contra Egipto. El rey egipcio en ese momento era Amasis, cuyo nombre (s�lo la �ltima s�laba del cual es legible) se supone que es el mencionado en la inscripci�n. Cu�les fueron las consecuencias ulteriores de esta victoria en la historia de Egipto, o cu�nto dur� la dominaci�n babil�nica, no podemos decir en este momento.

These are questions on which we may reasonably look for further light from the researches of Assyriology. In the meantime it appears to be established beyond reasonable doubt that Nebuchadnezzar did attack Egypt, and the probable issue of his expedition was in accordance with Ezekiel's last prediction: "Behold, I give to Nebuchadnezzar, king of Babylon, the land of Egypt; and he shall spoil her spoil, and plunder her plunder, and it shall be the wages for his army".

Ezequiel 29:19 Por supuesto, no puede haber una cuesti�n de cumplimiento de las profec�as anteriores en sus t�rminos literales. La historia no sabe nada de un cautiverio total de la poblaci�n de Egipto, o un espacio en blanco de cuarenta a�os en sus anales cuando su tierra no fue pisoteada por el pie del hombre o de la bestia. Estos son detalles pertenecientes a la forma dram�tica con que el profeta visti� la lecci�n espiritual que era necesario inculcar a sus compatriotas: la debilidad inherente del imperio egipcio como un poder basado en los recursos materiales y que se opone a los grandes fines de la vida. Reino de Dios. Y bien puede haber sido que para ilustrar esa verdad, la humillaci�n que Egipto soport� a manos de Nabucodonosor fue tan efectiva como lo hubiera sido su destrucci�n total.

Versículos 17-21

NEUM�TICO

Ezequiel 26:1 , Ezequiel 29:17

EN la �poca de Ezequiel, Tiro todav�a estaba en el apogeo de su prosperidad comercial. Aunque no era la m�s antigua de las ciudades fenicias, ten�a una supremac�a entre ellas que databa del siglo XIII a. C., y durante mucho tiempo se la consideraba la encarnaci�n t�pica del genio de la notable raza a la que pertenec�a. Los fenicios fueron reconocidos en la antig�edad por una combinaci�n de todas las cualidades de las que depende la grandeza comercial.

Su devoci�n absorbente a los intereses materiales de la civilizaci�n, su asombrosa laboriosidad y perseverancia, su ingenio para asimilar y mejorar los inventos de otros pueblos, la habilidad t�cnica de sus artistas y artesanos, pero sobre todo su aventurera y atrevida habilidad marinera, conspiraron para darles una posici�n en el viejo mundo como nunca ha sido rivalizada por ninguna otra naci�n de la antig�edad o la �poca moderna.

En el gris amanecer de la historia europea los encontramos actuando como pioneros del arte y la cultura a lo largo de las orillas del Mediterr�neo, aunque incluso entonces hab�an sido desplazados de sus primeros asentamientos en el Egeo y la costa de Asia Menor por el creciente comercio de Grecia. . Matthew Arnold ha dibujado una imagen brillante e imaginativa de esta colisi�n entre las dos razas y el efecto que tuvo en el esp�ritu intr�pido y emprendedor de Fenicia:

"Como un comerciante tirio serio, del mar,

Descrita al amanecer una proa emergente

Levantando sigilosamente las enredaderas de pelo fresco,

Los flecos de una frente que mira hacia el sur

Entre las islas del Egeo;

Y vi venir la alegre monta�a rusa

Cargado con uvas de �mbar y vino de Chian,

Verdes higos reventados y atunes empapados en salmuera.

Y conoci� a los intrusos en su antiguo hogar,

Los jovenes maestros alegres de las olas-

Y rompi� el tim�n y sacudi� m�s velas;

Y el d�a y la noche se mantuvieron indignados

Sobre las azules aguas de Midland con el vendaval,

Entre los Syrtes y la suave Sicilia,

A donde el atl�ntico delira

Fuera del estrecho occidental; y velas sin doblar

All�, donde por acantilados nublados, a trav�s de l�minas de espuma,

T�midos traficantes, vienen los negros ib�ricos;

Y en la playa deshizo sus fardos atados ".

Es ese esp�ritu de ambici�n magistral e incansable mantenido durante tantos siglos lo que arroja un halo de romance alrededor de la historia de Tiro.

En la literatura griega m�s antigua, sin embargo, no se menciona a Tiro, ya que el lugar que ella ocup� despu�s fue ocupado por Sid�n. Pero despu�s de la decadencia de Sid�n, la rica cosecha de sus trabajos cay� en el regazo de Tiro, que desde entonces se destaca como la principal ciudad de Fenicia. Deb�a su preeminencia en parte a la sabidur�a y energ�a con que se administraban sus asuntos, pero en parte tambi�n a la fuerza de su situaci�n natural.

La ciudad se construy� tanto en tierra firme como en una hilera de islotes a media milla de la costa. Esta �ltima porci�n conten�a los edificios principales (templos y palacios), el lugar abierto donde se realizaban transacciones comerciales y los dos puertos. No cabe duda de que la ciudad deriva su nombre (Roca); y siempre se consider� la parte central de Tiro.

Hab�a algo en el aspecto de la ciudad isle�a, la Venecia de la antig�edad, que se elevaba desde el medio del oc�ano con su "tiara de torres orgullosas", que parec�a marcarla como destinada a ser due�a del mar. Tambi�n hizo del sitio de Tiro una empresa ardua y tediosa, como muchos conquistadores encontraron a su costa. Favorecida entonces por estas ventajas, Tiro r�pidamente reuni� el tr�fico de Fenicia en sus propias manos, y su riqueza y lujo fueron la maravilla de las naciones.

Se la conoc�a como "la ciudad de la corona, cuyos comerciantes eran pr�ncipes y sus traficantes los honorables de la tierra". Isa�as 23:8 Se convirti� en el gran emporio comercial del mundo. Sus colonias se plantaron por todas las islas y costas del Mediterr�neo, y la m�s mencionada en la Biblia, Tarsis, estaba en Espa�a, m�s all� de Gibraltar.

Sus marineros se hab�an aventurado m�s all� de las Columnas de H�rcules y emprendieron lejanos viajes por el Atl�ntico a las Islas Canarias en el sur y las costas de Gran Breta�a en el norte. Las regiones m�s b�rbaras e inh�spitas fueron saqueadas en busca de metales y otros productos necesarios para satisfacer las necesidades de la civilizaci�n, y en todas partes encontr� un mercado para sus propias mercanc�as y manufacturas. El transporte mar�timo del Mediterr�neo se realizaba casi en su totalidad en sus barcos, mientras que sus caravanas ricamente cargadas atravesaban todas las grandes rutas que conduc�an al coraz�n de Asia y �frica.

Sucede que el cap�tulo veintisiete de Ezequiel es una de las mejores fuentes de informaci�n que poseemos en cuanto a las variadas y extensas relaciones comerciales de Tiro en el siglo VI a.C. Por lo tanto, ser� mejor echar un vistazo brevemente a su contenido aqu� en lugar de en su debida conexi�n con el desarrollo del pensamiento del profeta. Se ver� f�cilmente que la descripci�n est� algo idealizada; no se dan detalles de las mercanc�as que Tiro vendi� a las naciones; s�lo como una ocurrencia tard�a ( Ezequiel 27:33 ) se insin�a que al enviar sus mercanc�as ha enriquecido y satisfecho a muchas naciones.

De modo que los bienes que les compr� no se representan como entregados a cambio de otra cosa; Tiro se concibe po�ticamente como una emperatriz que gobierna a los pueblos por el poderoso hechizo de su influencia, oblig�ndolos a trabajar duro por ella y poner en pie las ganancias que han adquirido con su trabajo pesado. Tampoco puede entenderse que la lista de naciones o sus d�divas sea exhaustiva; s�lo incluye las cosas que sirvieron para exhibir la inmensa variedad de art�culos �tiles y costosos que contribuyeron a la riqueza y el lujo de Tiro.

Pero teniendo en cuenta esto y las numerosas dificultades que presenta el texto, el pasaje evidentemente ha sido compilado con gran cuidado; muestra una minuciosidad en los detalles y una plenitud de conocimiento que no se podr�a haber obtenido de los libros, pero muestra un vivo inter�s personal en los asuntos del mundo que es sorprendente en un hombre como Ezequiel.

El orden seguido en la enumeraci�n de naciones no est� del todo claro, pero en general es geogr�fico. Partiendo de Tarsis en el extremo occidental ( Ezequiel 27:12 ), el profeta menciona sucesivamente a Jav�n (Jonia), Tubal y Mesec (dos tribus al sureste del Mar Negro) y Togarmah (generalmente identificado con Armenia) ( Ezequiel 27:13 ).

Estos representan el l�mite norte de los mercados fenicios. La referencia en el siguiente vers�culo ( Ezequiel 27:15 ) es dudosa, debido a una diferencia entre la Septuaginta y el texto hebreo. Si con el primero leemos "Rodas" en lugar de "Ded�n", abarca las costas e islas m�s cercanas del Mediterr�neo, y este es quiz�s, en general, el sentido m�s natural.

En este caso, es posible que hasta este punto la descripci�n se haya limitado al comercio mar�timo de Fenicia, si podemos suponer que los productos de Armenia llegaron a Tiro a trav�s del Mar Negro. En todo caso, el tr�fico terrestre ocupa un espacio en la lista desproporcionado con respecto a su importancia real, hecho que se explica f�cilmente desde el punto de vista del profeta. Primero, en una l�nea de sur a norte, tenemos los vecinos m�s cercanos de Fenicia-Edom, Jud�, Israel y Damasco ( Ezequiel 27:16 ).

Luego, las tribus y distritos m�s remotos de Arabia: Uzal (la ciudad principal de Yemen), Ded�n (en el lado oriental del Golfo de Akaba), Arabia y Cedar (n�madas del desierto oriental), Havilaho Sheba y Raamah (en el extremo sur de la pen�nsula ar�biga) ( Ezequiel 27:19 ). Finalmente, los pa�ses recorridos por la ruta de la caravana oriental: Har�n (el gran centro comercial de Mesopotamia), Canneh (Calneh, desconocido), Ed�n (deletreado de manera diferente al jard�n del Ed�n, tambi�n desconocido), Asiria y Chilmad (desconocido) ( Ezequiel 27:23 ). Estos eran los "comerciantes" y "comerciantes" de Tiro, que est�n representados llenando su mercado con los productos de sus respectivos pa�ses.

Las importaciones, hasta donde podemos seguir la enumeraci�n del profeta, son en casi todos los casos productos caracter�sticos de las regiones a las que est�n asignadas. Se sabe que Espa�a suministr� todos los metales aqu� mencionados: plata, hierro, plomo y esta�o. Grecia y Asia Menor eran centros del tr�fico de esclavos (una de las manchas m�s oscuras del comercio de Fenicia) y tambi�n suministraban hardware. Armenia era famosa por ser un pa�s de cr�a de caballos, y desde all� Tiro le consigui� provisiones de caballos y mulas.

El �bano y los colmillos de marfil deben haber venido de �frica; y si la Septuaginta tiene raz�n al leer "Rodas" en Ezequiel 27:15 . estos art�culos solo se pueden haber recogido all� para su env�o a Tiro. A trav�s de Edom llegan perlas y piedras preciosas. Jud� e Israel abastecieron a Tiro con productos agr�colas y naturales, como lo hab�an hecho desde los d�as de David y Salom�n: trigo y aceite, cera y miel, b�lsamo y especias.

Damasco produce el famoso "vino de Helbon", que se dice que es la �nica a�ada que beber�an los reyes persas, quiz�s tambi�n otros vinos selectos. Arabia aporta una rica variedad de art�culos diversos, tanto naturales como manufacturados: hierro forjado (quiz�s hojas de espada) de Yemen; manteles de Dedan; ovejas y cabras de las tribus beduinas; oro, piedras preciosas y especias arom�ticas de las caravanas de Saba.

Por �ltimo, los pa�ses mesopot�micos proporcionan los costosos tejidos de los telares de Babilonia tan apreciados en la antig�edad: "ropas costosas, mantos de trabajo azul, p�rpura y bordados", "alfombras de muchos colores" y "cordones retorcidos y duraderos". "

Este estudio de las ramificaciones del comercio de Tiro habr� cumplido su prop�sito si nos permite realizar en alguna medida la concepci�n que Ezequiel hab�a formado del poder y el prestigio de la ciudad mar�tima, cuya destrucci�n anunci� con tanta confianza. Sab�a, como Isa�as antes que �l, cu�n profundamente Tiro hab�a echado ra�ces en la vida del viejo mundo, cu�n indispensable parec�a ser su existencia para todo el tejido de la civilizaci�n tal como estaba entonces constituida.

Ambos profetas representan a las naciones lamentando la ca�da de la ciudad que durante tanto tiempo hab�a servido para su bienestar material. El derrocamiento de Tiro se sentir�a como una calamidad mundial; Dif�cilmente podr�a contemplarse m�s que como parte de una subversi�n radical del orden establecido de las cosas. Esto es lo que Ezequiel tiene en mente, y su actitud hacia Tiro est� gobernada por su expectativa de una gran conmoci�n de las naciones que marcar� el comienzo del perfecto reino de Dios.

En el nuevo mundo que espera, no se encontrar� lugar para Tiro, ni siquiera la posici�n subordinada de sierva al pueblo de Dios que la visi�n del futuro de Isa�as le hab�a asignado. Debajo de toda su opulencia y refinamiento, el ojo del profeta detect� lo que se opon�a a la mente de Jehov�: el esp�ritu irreligioso que es la tentaci�n de una comunidad mercantil, que se manifiesta en un orgullo arrogante y exaltaci�n propia, y en una s�rdida devoci�n por ganar como el extremo m�s alto de la existencia de una naci�n.

El cap�tulo veintis�is es principalmente una predicci�n literal del sitio y destrucci�n de Tiro por Nabucodonosor. Est� fechado en el a�o en que Jerusal�n fue capturada y ciertamente fue escrito despu�s de ese evento. El n�mero del mes se ha eliminado accidentalmente del texto, por lo que no podemos decir si, en el momento de escribir este art�culo, el profeta hab�a recibido informaci�n real sobre la ca�da de la ciudad.

En todo caso, se supone que el destino de Jerusal�n ya se conoce en Tiro, y la manera en que seguramente se recibir�an las nuevas all� es la ocasi�n inmediata de la profec�a. Como muchos otros pueblos, Tiro se hab�a regocijado por el desastre que hab�a ca�do sobre el estado jud�o; pero su j�bilo ten�a una nota peculiar de c�lculo ego�sta, que no escap� a la atenci�n del profeta.

Siempre consciente de su propio inter�s, ve que se ha quitado una barrera al libre desarrollo de su comercio, y se felicita por el giro afortunado que han tomado los acontecimientos: "�Aj�! La puerta de los pueblos se rompe, se gira. hacia m�; la que estaba harta ha sido devastada ". ( Ezequiel 26:2 ).

Aunque las relaciones de los dos pa�ses hab�an sido a menudo amistosas y, a veces, muy ventajosas para Tiro, evidentemente se hab�a sentido obstaculizada por la existencia de un estado independiente en la cordillera de Palestina. El reino de Jud�, especialmente en los d�as en que era lo suficientemente fuerte como para sujetar a Edom, comandaba las rutas de las caravanas hacia el Mar Rojo, y sin duda impidi� que los comerciantes fenicios cosecharan todos los beneficios de sus aventuras en esa direcci�n.

Es probable que en todo momento una cierta proporci�n de los ingresos de los reyes de Jud� se derivara del peaje cobrado sobre las mercanc�as de Tiro que pasaban por su territorio; y lo que as� ganaron represent� una gran p�rdida para Tiro. Sin duda, era un peque�o elemento en la masa de negocios negociados en el intercambio de Tiro. Pero nada es demasiado trivial para entrar en los c�lculos de una comunidad dedicada a la b�squeda de ganancias; y la satisfacci�n con la que se consider� la ca�da de Jerusal�n en Tiro mostr� cu�n completamente degradada estaba por su pol�tica comercial ego�sta, cu�n ajena era a los intereses espirituales ligados al futuro de Israel.

Habiendo expuesto as� la codicia y la insensibilidad pecaminosas de Tiro, el profeta procede a describir en t�rminos generales el castigo que la sobrevendr�. Muchas naciones se levantar�n contra ella, irresistibles como el mar cuando sube con sus olas; se levantar�n sus muros y fortificaciones; hasta el mismo polvo ser� quitado de su sitio, de modo que quede "una roca desnuda" que se eleva del mar, un lugar donde los pescadores extienden sus redes para que se sequen, como en los d�as antes de que se construyera la ciudad.

Luego sigue ( Ezequiel 26:7 ) un anuncio espec�fico de la manera en que ejecutar� el juicio sobre Tiro. La reciente actitud pol�tica de la ciudad no dejaba lugar a dudas sobre el barrio desde el que se deb�a aprehender el peligro inmediato. Los estados fenicios hab�an sido los miembros m�s poderosos de la confederaci�n que se form� alrededor del 596 para deshacerse del yugo de los caldeos, y estaban en abierta rebeli�n en el momento en que escribi� Ezequiel.

Al parecer, se hab�an unido a Egipto y, por lo tanto, era de esperar un conflicto con Nabucodonosor. Tiro ten�a todas las razones para evitar una guerra con una potencia de primer orden, que no pod�a dejar de ser desastrosa para sus intereses comerciales. Pero sus habitantes no carec�an de esp�ritu marcial; confiaban en la fuerza de su posici�n y en su dominio del mar, y estaban de humor para arriesgarlo todo antes que renunciar nuevamente a su independencia y su libertad.

Pero todo esto no sirve de nada contra el prop�sito que Jehov� se ha propuesto con respecto a Tiro. �l es quien trae a Nabucodonosor, rey de reyes, desde el norte con su ej�rcito y su tren de asedio, y Tiro caer� antes de su asalto, como ya ha ca�do Jerusal�n. En primer lugar, las ciudades fenicias del continente ser�n devastadas y devastadas, y luego se iniciar�n las operaciones contra la propia ciudad madre.

La descripci�n del asedio y captura de la isla fortaleza se da con abundancia de detalles gr�ficos, aunque, curiosamente, sin llamar la atenci�n sobre el peculiar m�todo de ataque que fue necesario para la reducci�n de Tiro. La gran caracter�stica del asedio ser�a la construcci�n de un enorme dique entre la costa y la isla; una vez alcanzada la muralla, el ataque se llevar�a a cabo exactamente como en la comodidad de una ciudad del interior, como se describe en los monumentos asirios.

Cuando se abre la brecha en las fortificaciones, todo el ej�rcito entra en la ciudad y, por primera vez en su historia, los muros de Tiro se estremecen con el estruendo de los carros en sus calles. La ciudad conquistada se entrega entonces al matadero y al pillaje, sus canciones y su m�sica se acallan para siempre, sus piedras, maderas y polvo se arrojan al mar, y no queda ni rastro de la orgullosa due�a de las olas.

En la tercera estrofa ( Ezequiel 26:15 ) el profeta describe la consternaci�n que ser� causada cuando el estruendo de la destrucci�n de Tiro resuene a lo largo de las costas del mar. Todos los "pr�ncipes del mar" (quiz�s los gobernantes de las colonias fenicias en el Mediterr�neo) est�n representados levant�ndose de sus tronos, despoj�ndose de sus majestuosas vestiduras y sentados en el polvo lamentando el destino de la ciudad.

El canto f�nebre en el que alzan sus voces ( Ezequiel 26:17 ) est� dado por la Septuaginta en una forma que conserva m�s cerca que el hebreo la estructura as� como la belleza que deber�amos esperar en el original: -

"�C�mo pereci� del mar?

�La ciudad de renombre!

Ella que puso su terror

�Sobre todos sus habitantes!

[Ahora] est�n las islas aterrorizadas

�En el d�a de tu ca�da! "

Pero esta hermosa imagen no es lo suficientemente fuerte: para expresar el sentido del profeta de la ruina irrecuperable que se cierne sobre Tiro. Mediante un atrevido vuelo de imaginaci�n, se aparta de los dolientes en la tierra para seguir en el pensamiento el descenso de la ciudad al Ezequiel 26:19 ( Ezequiel 26:19 ). La idea de que Tiro pudiera levantarse de sus ruinas despu�s de un eclipse temporal y recuperar su antiguo lugar en el mundo era una que se le ocurrir�a f�cilmente a cualquiera que comprendiera el verdadero secreto de su grandeza.

Para la mente de Ezequiel, la imposibilidad de su restauraci�n radica en el prop�sito fijo de Jehov�, que incluye, no solo su destrucci�n, sino su perpetua desolaci�n. Cuando te haga ciudad desolada, como las ciudades deshabitadas, cuando suba contra ti el abismo y las aguas abundantes te cubran, entonces te har� descender con los que descienden a la fosa, con el Pueblo de anta�o, y te har� habitar en las partes m�s bajas de la tierra, como en las ruinas inmemoriales, con los que descienden a la fosa, para que no seas habitado ni te establezcas en la tierra de los vivientes.

"Todo el pasaje est� impregnado de extra�as im�genes po�ticas. Lo" profundo "sugiere algo m�s que las aguas azules del Mediterr�neo; es el nombre del gran oc�ano primitivo, a partir del cual se form� el mundo habitable, y que se utiliza como un emblema de los irresistibles juicios de Sal 36: 6, cf G�nesis 7:11 .

El "pozo" es el reino de los muertos, el Seol, concebido como situado debajo de la tierra, donde las sombras de los difuntos arrastran una existencia d�bil de la que no hay liberaci�n. La idea de Sheol es un tema frecuente de embellecimiento po�tico en los �ltimos libros del Antiguo Testamento; y de esto tenemos un ejemplo aqu� cuando el profeta representa la ciudad una vez populosa y pr�spera como ahora un habitante de ese lugar l�gubre.

Pero el significado esencial que desea transmitir es que Tiro se cuenta entre las cosas que fueron. Ella "ser� buscada, y nunca m�s se la hallar�", porque ha entrado en la l�gubre morada de los muertos, de donde no hay retorno a las alegr�as y actividades del mundo superior.

Entonces, tal es la anticipaci�n que Ezequiel en el a�o 586 hab�a formado del destino de Tiro. Ning�n lector sincero supondr� que la profec�a es cualquier cosa menos lo que profesa ser: una predicci�n fidedigna de la destrucci�n total de la ciudad en el futuro inmediato y por las manos de Nabucodonosor. Cuando escribi� Ezequiel, el sitio de Tiro no hab�a comenzado; y por muy claro que haya sido para los observadores que la siguiente etapa de la campa�a ser�a la reducci�n de las ciudades fenicias, el profeta est� al menos libre de la sospecha de haber profetizado despu�s del evento.

La notable ausencia de detalles caracter�sticos y especiales en el relato del asedio es la mejor prueba de que est� tratando el futuro desde el verdadero punto de vista prof�tico y vistiendo una convicci�n divinamente impartida en im�genes proporcionadas por una situaci�n hist�rica definida. Tampoco hay raz�n para dudar de que, de alguna forma, la profec�a fue realmente publicada entre sus compa�eros exiliados en la fecha a la que fue asignada.

En este punto, la opini�n cr�tica es bastante un�nime. Pero cuando llegamos a la cuesti�n del cumplimiento de la predicci�n nos encontramos en la regi�n de la controversia y, hay que admitirlo, de la incertidumbre. Algunos expositores, decididos a todo riesgo a vindicar la autoridad prof�tica de Ezequiel, sostienen que Tiro fue realmente devastado por Nabucodonosor de la manera descrita por el profeta, y buscan confirmaciones de su punto de vista en los pocos avisos hist�ricos que poseemos de este per�odo del reinado de Nabucodonosor.

Otros, leyendo la historia de manera diferente, llegan a la conclusi�n de que los c�lculos de Ezequiel estaban completamente equivocados, que Tiro no fue capturado por los babilonios en absoluto, y que su or�culo contra Tiro debe contarse entre las profec�as incumplidas del Antiguo Testamento. Otros buscan de nuevo conciliar un juicio hist�rico imparcial con una alta concepci�n de la funci�n de la profec�a, y encuentran en el indudable curso de los acontecimientos una verificaci�n real, aunque no exacta, de las palabras pronunciadas por Ezequiel.

De hecho, es casi por accidente que tengamos una corroboraci�n independiente de la anticipaci�n de Ezequiel con respecto al futuro inmediato de Tiro. Los descubrimientos orientales a�n no han sacado a la luz ning�n monumento hist�rico importante del reinado de Nabucodonosor; y fuera del libro de Ezequiel mismo, no tenemos nada para guiarnos excepto la declaraci�n de Josefo, basada en las autoridades fenicias y griegas, de que Tiro sufri� un asedio de trece a�os por parte del conquistador babil�nico.

No hay ninguna raz�n para cuestionar la confiabilidad de esta importante informaci�n, aunque la declaraci�n adjunta de que el asedio comenz� en el s�ptimo a�o de Nabucodonosor es ciertamente err�nea. Pero, lamentablemente, no se nos dice c�mo termin� el asedio. Si tuvo �xito o no, si Tiro fue reducido o capitulado, o fue evacuado o derrot� a sus asaltantes, no se indica en ninguna parte.

Argumentar desde el silencio de los historiadores es imposible; porque si un hombre argumenta que una cat�strofe que tuvo lugar "ante los ojos de toda Asia" no habr�a pasado desapercibida en los libros hist�ricos, otro podr�a afirmar con igual fuerza que el rechazo de Nabucodonosor era un evento demasiado infrecuente para ser ignorado en el libro fenicio. anales. En conjunto, la hip�tesis m�s razonable es quiz�s que despu�s de los trece a�os la ciudad se rindi� en t�rminos no desfavorables; pero esta conclusi�n se basa en otras consideraciones que los datos o el silencio de Josefo.

La principal raz�n para creer que Nabucodonosor no tuvo �xito en su ataque a Tiro se encuentra en una profec�a suplementaria de Ezequiel, dada al final del cap�tulo veintinueve ( Ezequiel 26:17 ). Evidentemente, fue escrito despu�s de que concluy� el sitio de Tiro, y hasta donde llega confirma la exactitud de las fuentes de Josefo.

Est� fechado en el a�o 570, diecis�is a�os despu�s de la ca�da de Jerusal�n; y es, de hecho, el �ltimo or�culo de todo el libro. El sitio de Tiro, por lo tanto, que no hab�a comenzado en 586, cuando se escribi� el cap�tulo 26, termin� antes de 570; y entre estas fechas terminales s�lo hay lugar para los trece a�os de Josefo. La invasi�n de Fenicia debe haber sido la pr�xima gran empresa del ej�rcito babil�nico en Asia occidental despu�s de la destrucci�n de Jud�, y fue solo la extraordinaria fuerza de Tiro lo que le permiti� prolongar la lucha por tanto tiempo.

Ahora bien, �qu� luz arroja Ezequiel sobre el tema del asedio? Sus palabras son: "Nabucodonosor, rey de Babilonia, ha hecho que su ej�rcito sirva un gran servicio contra Tiro; toda cabeza calva y todo hombro pelado, sin embargo, �l y su ej�rcito no obtuvieron salario de Tiro por el servicio en el que sirvi�. ella." Luego, el profeta contin�a anunciando que el bot�n de Egipto deber�a ser la recompensa al ej�rcito por su labor no correspondida contra Tiro, ya que fue obra hecha para Jehov�.

Aqu�, entonces, tenemos evidencia en primer lugar de que el largo asedio de Tiro hab�a puesto a prueba los recursos de los sitiadores al m�ximo. Los "hombros pelados" y las "cabezas calvas" es un detalle gr�fico que alude no obscuramente al pesado y mon�tono trabajo de llevar cargas de piedras y tierra para rellenar el estrecho canal entre tierra firme y la isla, de modo que permita la motores para subir a las paredes.

Ezequiel era muy consciente de la ardua tarea de la empresa, del gasto del esfuerzo humano y de la vida que implicaba, en la lucha con los obst�culos naturales; y su sorprendente concepci�n de estos soldados oscuros y laboriosos como siervos inconscientes del Todopoderoso muestra cu�n firme era su fe en la palabra que proclam� contra Tiro. Pero lo importante es que no obtuvieron de Tiro ninguna recompensa, al menos ninguna recompensa adecuada, por sus trabajos herc�leos.

La expresi�n utilizada es sin duda susceptible de diversas interpretaciones. Podr�a significar que el asedio tuvo que ser abandonado, o que la ciudad pudo hacer t�rminos de capitulaci�n extremadamente f�ciles o, como sugiere Jerome, que los tirios se llevaron sus tesoros por mar y escaparon a una de sus colonias. En cualquier caso, muestra que el evento hist�rico no estaba de acuerdo con los detalles de la profec�a anterior.

Que la riqueza de Tiro caiga en manos de los conquistadores se asume all� como una consecuencia natural de la toma de la ciudad. Pero ya sea que la ciudad fuera realmente capturada o no, los vencedores de alguna manera se sintieron decepcionados por su expectativa de saqueo. El rico bot�n de Tiro, que era la recompensa leg�tima de su agotador trabajo, se les hab�a escapado de las manos; hasta este punto, al menos la realidad se qued� corta de la predicci�n, y Nabucodonosor ten�a que serlo. compens� sus p�rdidas en Tiro con la promesa de una f�cil conquista de Egipto.

Pero si esto hubiera sido todo, no es probable que Ezequiel hubiera considerado necesario complementar su predicci�n anterior de la manera que hemos visto despu�s de un intervalo de diecis�is a�os. La mera circunstancia de que el saqueo de Tiro no hubiera dado el bot�n con el que contaban los sitiadores no ten�a por qu� llamar la atenci�n de los auditores del profeta, ni arrojar dudas sobre la autenticidad de su inspiraci�n.

Y sabemos que hubo una diferencia mucho m�s seria entre la profec�a y el evento que esta. Por lo que se acaba de decir, es extremadamente dudoso que Nabucodonosor realmente destruyera Tiro, pero incluso si lo hiciera, ella recuper� muy r�pidamente gran parte de su antigua prosperidad y gloria. Bien podemos creer que su comercio qued� seriamente paralizado durante la lucha con Babilonia, y es posible que nunca m�s fuera lo que hab�a sido antes de que le sobreviniera esta humillaci�n.

Pero a pesar de todo eso, la empresa y la prosperidad de Tiro continuaron durante muchas edades para despertar la admiraci�n de las naciones m�s ilustradas de la antig�edad. La destrucci�n de la ciudad, por lo tanto, si tuvo lugar, no tuvo la finalidad que Ezequiel hab�a anticipado. No fue sino hasta despu�s del lapso de dieciocho siglos que pudo decirse con una verdad aproximada que ella era como "una roca desnuda en medio del mar".

Sin embargo, el hecho m�s instructivo para nosotros es que Ezequiel volvi� a publicar su profec�a original, sabiendo que no se hab�a cumplido literalmente. En la mente de sus oyentes, la aparente falsificaci�n de sus predicciones hab�a revivido viejos prejuicios contra �l, que interfer�an con la prosecuci�n de su obra. Ellos razonaron que una profec�a tan diferente a la realidad era suficiente para desacreditar su afirmaci�n de ser un exponente autorizado de la mente de Jehov�; y as� el profeta se sinti� avergonzado por la repetici�n de la antigua actitud incr�dula que hab�a obstaculizado su actividad p�blica antes de la destrucci�n de Jerusal�n.

Por el momento, no tiene "una boca abierta" entre ellos, y siente que sus palabras no ser�n recibidas por completo hasta que sean verificadas por la restauraci�n de Israel a su propia tierra. Pero es evidente que �l mismo no compart�a la opini�n de su audiencia, de lo contrario, ciertamente habr�a suprimido la profec�a que carec�a de la marca de autenticidad. Por el contrario, lo public� para que lo examinara un c�rculo m�s amplio de lectores, convencido de que lo que hab�a dicho era una verdadera palabra de Dios, y que su verdad esencial no depend�a de su correspondencia exacta con los hechos de la historia.

En otras palabras, cre�a en �l como una lectura verdadera de los principios revelados en el gobierno moral de Dios sobre el mundo, una lectura que hab�a recibido una verificaci�n parcial en el golpe que se hab�a dado al orgullo de Tiro, y que recibir�a una a�n m�s se�al de cumplimiento en las convulsiones finales que iban a introducir el d�a de la restauraci�n y la gloria de Israel. Solo debemos recordar que el horizonte del profeta era necesariamente limitado; y como no contempl� el lento desarrollo y la extensi�n del reino de Dios a lo largo de las edades, tampoco pudo haber tenido en cuenta el funcionamiento secular de las causas hist�ricas que finalmente provocaron la ruina de Tiro.

Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre Ezekiel 29". "El Comentario Bíblico del Expositor". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/teb/ezekiel-29.html.