Bible Commentaries
Isaías 39

El Comentario Bíblico del ExpositorEl Comentario Bíblico del Expositor

Versículos 1-2

CAPITULO XXV

UN CREYENTE DEL ANTIGUO TESTAMENTO EST� ENFERMO; O LA DIFERENCIA QUE CRISTO HA HECHO

FECHA INCIERTA

Isa�as 38:1 ; Isa�as 39:1

Al gran drama nacional de la liberaci�n de Jerusal�n, se han agregado dos escenas de tipo personal, relacionadas con su rey. Los cap�tulos 38 y 39 son la narraci�n de la dolorosa enfermedad y la recuperaci�n del rey Ezequ�as, y de la embajada que le envi� Merodac-Baladan, y c�mo recibi� la embajada. La fecha de estos eventos es dif�cil de determinar. Si, con el can�nigo Cheyne, creemos en una invasi�n de Jud� por Sarg�n en 711, estaremos tentados a referirlos, como �l lo hace, a esa fecha, tanto m�s que la promesa de quince a�os adicionales hecha a Ezequ�as en 711, el a�o decimoquinto de su reinado, lo llevar�a hasta el veintinueve, en el que se establece en 2 Reyes 18:2 .

Eso, sin embargo, contradir�a rotundamente la afirmaci�n de Isa�as 38:1 y 2 Reyes 20:1 . que la enfermedad de Ezequ�as cay� en los d�as de la invasi�n de Jud� por Senaquerib; es decir, despu�s de 705. Pero colocar la promesa de quince a�os adicionales a Ezequ�as despu�s de 705, cuando sabemos que ha estado reinando durante al menos veinte a�os, ser�a contradecir el vers�culo que acabamos de citar, que resume los a�os de su vida. reinar como veintinueve.

Este es, de hecho, uno de los casos en los que debemos admitir nuestra actual incapacidad para dilucidar la cronolog�a de esta parte del libro de Isa�as. Cheyne cree que el editor confundi� el sitio de Sennacherib con el de Sarg�n. Pero como el hecho de un asedio de Sarg�n nunca se ha establecido satisfactoriamente, parece m�s seguro confiar en la afirmaci�n de que la enfermedad de Ezequ�as ocurri� durante el reinado de Senaquerib y admitir que ha habido un error en alg�n lugar en la numeraci�n de los a�os.

Es notable que el nombre de Merodach-Baladan no nos ayude a decidir entre las dos fechas. Hubo un Merodach-Baladan en rebeli�n contra Sarg�n en 710, y hubo uno en rebeli�n contra Senaquerib en 705. A�n no se ha puesto en duda si estos dos son iguales. Lo esencial es que hab�a un Merodac-Baladan vivo, real o �nico pretendiente rey de Babilonia, alrededor de 705, y que era probable que en esa fecha tratara con Ezequ�as, estando �l mismo en rebeli�n contra Asiria.

Al no poder llegar a ninguna decisi�n sobre los n�meros en conflicto, dejamos incierta la fecha de los eventos narrados en los cap�tulos 38 y 39. La forma original de la narraci�n, pero queriendo el himno de Ezequ�as, se da en 2 Reyes 20:1 .

Le hemos dado a este cap�tulo el t�tulo "El lecho de enfermo de un creyente del Antiguo Testamento; o la diferencia que Cristo ha hecho", no porque �sta sea la �nica sugerencia espiritual de la historia, sino porque le parece al expositor presente como si �sta fuera la predominante. sentimiento dejado en la mente cristiana despu�s de leernos la historia. En la conducta de Ezequ�as hay mucho valor para admirar, ya que hay otros elementos para advertirnos; pero cuando hemos le�do toda la historia, nos encontramos diciendo: �Qu� diferencia ha hecho Cristo para m�! Tome a Ezequ�as desde dos puntos de vista, y luego deje que la narraci�n misma resalte esta diferencia.

He aqu� un hombre que, aunque vivi� hace m�s de veinticinco siglos, se acerca bastante a nuestro lado. La muerte, que re�ne a todos los hombres en su estrecho redil, ha aplastado a este rey hebreo tan cerca de nosotros que podemos sentir los latidos de su coraz�n. El himno de Ezequ�as nos da entrada a la comuni�n de sus sufrimientos. Por las figuras que usa con tanta habilidad, nos hace sentir que el dolor, la brevedad de la vida, la repentina muerte y la absoluta negrura del m�s all� eran para �l lo que son para nosotros. Y, sin embargo, este parentesco en el dolor, el miedo y la ignorancia s�lo nos hace m�s conscientes de algo m�s que tenemos y �l no.

Una vez m�s, aqu� hay un hombre a quien la religi�n dio todo lo que pod�a dar sin la ayuda de Cristo; un creyente en la religi�n de la cual surgi� el cristianismo, quiz�s el creyente m�s representativo del Antiguo Testamento que pudimos encontrar, porque Ezequ�as fue a la vez el coleccionista de lo mejor en su literatura y el reformador de lo peor en su adoraci�n; un hombre impregnado de la piedad pasada de su Iglesia, y que disfruta como gu�a y fil�sofo del profeta m�s audaz que jam�s haya predicado los desarrollos futuros de su esp�ritu. Sin embargo, cuando ponemos a Ezequ�as y todo lo que Isa�as puede darle a un lado, volveremos a sentir por nosotros mismos, por el otro, la diferencia que Cristo ha hecho.

Esta diferencia la aclarar� un simple estudio de la narrativa.

I.

"En aquellos d�as, Ezequ�as enferm� de muerte". Fueron d�as cr�ticos para Jud�: ning�n hijo nacido del rey, 2 Reyes 21:1 la obra de reforma en Jud� a�n no se ha consolidado, el gran mundo se revuelve por todas partes. Bajo Dios, todo depend�a de un gobernante experimentado; y �ste, sin un hijo que lo sucediera, se acercaba a la muerte.

Por lo tanto, juzgaremos que la fuerte pasi�n de Ezequ�as por la vida fue tanto patri�tica como ego�sta. Se par� en la mitad de sus d�as, con una obra fielmente ejecutada a sus espaldas y un ejemplo tan bueno de realeza que durante a�os Isa�as no hab�a expresado su antiguo anhelo por el Mes�as. El Se�or hab�a tenido por justo a Ezequ�as; se le hab�a dado esa se�al gemela que, m�s que ninguna otra, aseguraba a un israelita el favor de Jehov�: una buena conciencia y �xito en su obra.

Bien, por lo tanto, �podr�a llorar cuando Isa�as le trajo la sentencia de muerte: "Ah, ahora, Jehov�, recuerda, te ruego, c�mo he caminado delante de ti en verdad y con un coraz�n perfecto, y he hecho lo bueno? en Tus ojos. Y Ezequ�as llor� con gran llanto ".

Hay dificultad en la extra�a historia que sigue. La esfera probablemente era una pir�mide de escalones en la parte superior de la cual hab�a un pilar u obelisco corto. Cuando sali� el sol por la ma�ana. la sombra proyectada por el pilar caer�a directamente por el lado occidental de la pir�mide hasta la base del escal�n m�s bajo. A medida que el sol ascend�a, la sombra se acortaba y ascend�a cent�metro a cent�metro hasta el pie del pilar.

Despu�s del mediod�a, cuando el sol comenzaba a descender hacia el oeste, la sombra se deslizaba por los escalones del este; y los pasos estaban tan medidos que cada uno marcaba un cierto grado de tiempo. Probablemente fue por la tarde cuando Isa�as visit� al rey. La sombra descend�a de acuerdo con la ley regular; la se�al consist�a en hacer que la Sombra volviera a encoger los escalones. Tal inversi�n del progreso ordinario de la sombra puede haber sido causada de dos maneras: por el retroceso de toda la tierra sobre su eje, lo que podemos descartar como imposible, o por la ocurrencia del fen�meno conocido como refracci�n. La refracci�n es una perturbaci�n en la atm�sfera por la cual los rayos del sol se desv�an de su curso natural a uno angular.

En este caso, en lugar de disparar directamente sobre la parte superior del obelisco, los rayos del sol se hab�an inclinado hacia abajo y hacia adentro, de modo que la sombra huy� hasta el pie del obelisco. Hay muchas cosas en el aire que pueden causar esto; es un fen�meno que se observa a menudo; y las narraciones b�blicas implican que en esta ocasi�n fue puramente local. 2 Cr�nicas 32:31 Si solo hubi�ramos tenido la narraci�n en el libro de Isa�as, la explicaci�n hubiera sido f�cil.

Isa�as, habiendo dado la sentencia de muerte, pas� el dial en el patio del palacio y vio la sombra diez grados m�s arriba de lo que deber�a haber estado, cuya visi�n coincidi� con la inspiraci�n de que el rey no morir�a; e Isa�as regres� para anunciar a Ezequ�as su indulto, y naturalmente le llam� la atenci�n sobre esto como una se�al, a la que un hombre d�bil y abatido estar�a feliz de aferrarse.

Pero la narraci�n original en el libro de Reyes nos dice que Isa�as le ofreci� a Ezequ�as una selecci�n de se�ales: que la sombra deber�a avanzar o retroceder, y que el rey eligi� lo �ltimo. La se�al vino en respuesta a la oraci�n de Isa�as y se nos narra como una interposici�n divina especial. Pero una medicina lo acompa��, y Ezequ�as se recuper� a trav�s de una cataplasma de higos colocados sobre el for�nculo que padec�a.

Si bien reconocemos para nuestra propia fe la inutilidad de una discusi�n sobre este signo ofrecido a un hombre enfermo, no perdamos las lecciones morales de una narraci�n tan conmovedora, ni la simpat�a, con el rey enfermo, que est� capacitado para producir, y que es nuestra mejor introducci�n al estudio de su himno.

Isa�as hab�a cumplido con el m�s terrible deber de m�dico o ministro: decirle a un amigo que deb�a morir. Pocos hombres no tienen en su experiencia personal una clave de los sentimientos del profeta en esta ocasi�n. La partida de un querido amigo por �ltima vez; la salida a la luz del sol que nunca m�s compartir� con nosotros; el paso por el dial; la observaci�n de la sombra que se arrastra; la sensaci�n de que es solo cuesti�n de tiempo; la pasi�n de la oraci�n en la que nos arroja ese sentimiento para que Dios se complazca en retrasar la hora y perdonar a nuestro amigo; la invenci�n, que nace, como la oraci�n, de la necesidad: una cura que de repente recordamos; la confianza que la oraci�n y la invenci�n traen entre ellos; el regreso con la alegre noticia; el dar la orden sobre el remedio, �no pueden muchos en su grado regocijarse con Isa�as en tal experiencia? Pero �l tambi�n tiene una conciencia de Dios y de la obra de Dios a la que ninguno de nosotros puede pretender: sabe cu�n indispensable para esa obra es su alumno real, y de esta inspiraci�n profetiza la voluntad del Se�or de que Ezequ�as recuperar�. .

Entonces el rey, con el anhelo sacramental de un enfermo, pide una se�al. Por la ventana se ve el patio; all� se encuentra el mismo dial escalonado de Acaz, el largo pilar en la parte superior de los escalones, la sombra se desliza por ellos a trav�s del c�lido sol de la tarde. Para el enfermo debe haber sido como el dedo de la muerte acerc�ndose. "�La sombra", pregunta el profeta, "debe avanzar diez pasos o retroceder diez pasos? Es f�cil", dice el rey, alarmado, "que la sombra baje diez pasos".

"�F�cil que baje! �No ha estado sintiendo eso toda la tarde?" No ", nos imaginamos que dice, con el jadeo de un hombre que ha estado observando su irresistible descenso," no dejes que esa cosa negra ven m�s lejos pero "deja que la sombra retroceda diez pasos".

La sombra regres� y Ezequ�as recibi� su se�al. Pero cuando estuvo bien, lo us� para m�s que una se�al. En �l ley� una gran lecci�n espiritual. El tiempo, que en el cuadrante aparentemente hab�a sido retrasado, en su vida realmente hab�a sido retrasado; y Dios le hab�a dado sus a�os para vivir de nuevo.

El pasado iba a ser como si nunca hubiera sido, su culpa y debilidad desaparecidas. "Has echado a tus espaldas todos mis pecados". Como un ni�o reci�n nacido, Ezequ�as se sinti� no comprometido con el pasado, no una duda de pecado ni una cobard�a de pecado en �l, con el coraz�n de un ni�o peque�o, pero sin embargo con la fuerza y ??dignidad de un hombre adulto, porque es el magia de la tribulaci�n para traer inocencia con experiencia. "Ir� suave", o literalmente, "con dignidad o cautela, como en una procesi�n, todos mis a�os por la amargura de mi alma".

Oh Se�or, de tales cosas viven los hombres; y en ellos est� la vida de mi esp�ritu. He aqu�, porque la perfecci�n fue amarga para m�, tan amarga ". Y a trav�s de todo esto surge una nueva impresi�n de Dios." �Qu� dir�? �l ha hablado conmigo y �l mismo lo ha hecho ". Como si temiera atribuir sus ganancias a la mera experiencia misma," En ellos est� la vida de mi esp�ritu ", interrumpe con" S�, me has recuperado; s�, me has hecho vivir.

"Y luego, con una construcci�n muy fecunda, agrega:" Has amado mi alma desde el pozo de la destrucci�n "; es decir, por supuesto," amado, y por tu amor levantado ", pero usa una sola palabra". amado ", y le da la fuerza activa de" dibujar "o" levantar ". En esto reside la cabeza y la gloria de la experiencia de Ezequ�as. Era un hombre religioso, un entusiasta de los servicios del Templo, y ten�a todos sus d�as como amigo suyo. el profeta cuyo coraz�n estaba con el coraz�n de Dios; pero no fue por ninguno de estos medios Dios se acerc� a �l, no hasta que se puso enfermo y volvi� su rostro hacia la pared. Entonces, en verdad, grit�: "�Qu� dir�? �l ha hablado conmigo y �l mismo lo ha hecho ".

�Perd�n, nueva paz, nueva dignidad y visita del Dios vivo! Bien podr�a Ezequ�as exclamar que fue s�lo a trav�s de una sensaci�n cercana a la muerte que los hombres aprendieron a vivir correctamente. "Ah, Se�or, de estas cosas viven los hombres, y en ellas est� la vida de mi esp�ritu". Es por estas cosas que los hombres viven, y en ellas he aprendido por primera vez lo que es la vida.

En todo esto, al menos, no podemos ir m�s all� de Ezequ�as, y �l es un ejemplo para el mejor cristiano entre nosotros. Nunca un hombre trajo una cosecha m�s rica de los campos de la muerte. Todo lo que hace que la vida sea realmente la vida: paz, dignidad, un nuevo sentido de Dios y de su perd�n, estos fueron los despojos que gan� Ezequ�as en su lucha contra el enemigo siniestro. Le hab�a arrebatado a la muerte un nuevo significado para la vida; le hab�a robado a la muerte su pompa espantosa y la hab�a otorgado a la vida descuidada.

De ahora en adelante debe caminar con paso y semblante de conquistador - "Ir� en solemne procesi�n todos mis a�os por la amargura de mi alma" - o con el cuidado de un adorador, que ve al final de su recorrido el trono del Dios Alt�simo, y hace toda su vida una ascensi�n all�.

Este es el efecto que cada gran dolor y lucha tiene sobre un alma noble. Ven a las calles de los vivos. Qui�nes son estos, a quienes nosotros. Pueden distinguirse tan f�cilmente de la multitud por su firmeza de paso y su mirada de paz, caminando suavemente donde algunos brotan y otros se detienen, manteniendo, sin descanso ni prisa, el tenor de su camino, como si marcharan al son de una m�sica que s�lo sus o�dos escuchan. ? Estos son los que han salido de la gran tribulaci�n.

Han devuelto al tiempo el sentido de la eternidad. Saben lo cerca que est�n los mundos invisibles de �ste, y la sensaci�n de los vastos silencios calma toda risa ociosa en sus corazones. La vida que para otros hombres es casualidad o deporte, contienda o huida apresurada, tiene para ellos su distancia asignada, es para ellos una marcha mesurada, un culto constante. "Por la amargura de su alma van en procesi�n todos sus a�os". S�bditos del dolor, son nuestros reyes; luchadores con la muerte, nuestros veteranos: ya la chusma de los ej�rcitos de la sociedad dieron el paso de una vida m�s noble.

Conde especialmente al joven bendito, que ha mirado a la tumba antes de haber enfrentado las grandes tentaciones del mundo, y no ha entrado en la carrera de la vida hasta que no ha aprendido su paso en la carrera con la muerte. Nos dicen que en el exterior de la civilizaci�n, donde los hombres llevan la vida en las manos, la m�s completa cortes�a y dignidad se engendra, a pesar de la falta de h�bitos establecidos, solo por la sensaci�n de peligro; y sabemos c�mo la batalla y un clima mortal, la pestilencia o los peligros del mar nos han devuelto a los m�s descuidados de nuestra juventud con un dominio propio y regularidad mental, que habr�a sido in�til esperar que se desarrollaran en medio de las pruebas triviales de la vida del pueblo.

Pero el mayor deber de los hombres es no buscar ni rezar por tales combates con la muerte. Es cuando Dios los ha encontrado para que nos mantengamos fieles a nuestros recuerdos de ellos. El deber m�s dif�cil de la vida es permanecer fieles a nuestros salmos de liberaci�n, ya que sin duda la mayor tentaci�n de la vida es apartarse de la santidad del dolor y sufrir el estilo majestuoso de quien sabe cu�n cerca se acerca la muerte a su l�nea de marcha hacia degenerar en el paso roto de una vida desenfrenada.

Esta fue la tentaci�n de Ezequ�as, y es por eso que la historia de su ca�da en el cap�tulo trig�simo noveno se coloca junto a sus votos en el trig�simo octavo, para advertirnos lo f�cil que es para aquellos que han salido vencedores de una lucha con la muerte. caer presa de la vida en com�n. �l hab�a dicho: "Caminar� suavemente todos mis a�os"; pero con qu� arrogancia y temeridad se comport� cuando Merodach-Baladan envi� a la embajada para felicitarlo por su recuperaci�n.

No fue con la dignidad, del veterano, sino con un amor infantil por la ostentaci�n, quiz�s tambi�n con el deseo demasiado inquieto de asegurar una alianza, que mostr� a los enviados "su almac�n, la plata, el oro y las especias. y el aceite precioso, y toda la casa de sus armas y todo lo que se hall� en sus tesoros: nada hab�a que Ezequ�as no les mostrara en su casa ni en todo su dominio.

En este comportamiento no hubo cautela ni sobriedad, y no podemos dudar que Ezequ�as sinti� verg�enza cuando Isa�as lo reprendi� severamente y arroj� sobre toda su casa la oscura sombra del cautiverio.

Es m�s f�cil ganar el bot�n de la muerte que mantenerlo intacto con la vida. La verg�enza arde en el coraz�n de un soldado cuando ve que los brazos por los que arriesg� la vida se oxidan por falta de un poco de atenci�n. La nuestra no arder� menos si descubrimos que la fuerza de car�cter que trajimos con nosotros de alguna gran tribulaci�n se ha debilitado lentamente por la posterior autocomplacencia o vanidad. �Qu� terrible haber luchado por el car�cter con la muerte solo para malgastarla en la vida! Es bueno seguir orando: "Dios m�o, no me permitas olvidar mis ataduras y mi amargura. En mis horas de riqueza y comodidad, salud y paz, l�brame por el recuerdo de tus juicios, buen Se�or".

II.

Hasta ahora, Ezequ�as es un ejemplo y una advertencia para todos nosotros. Con toda nuestra fe en Cristo, ninguno de nosotros, en las cosas mencionadas, puede esperar superar a este creyente del Antiguo Testamento. Pero note muy particularmente que la fe y la fortaleza de Ezequ�as son provechosas solo para esta vida. Es cuando empezamos a pensar: �Qu� pasa con la vida por venir? que percibimos la infinita diferencia que Cristo ha hecho.

Sabemos lo que sinti� Ezequ�as cuando le dio la espalda a la muerte y volvi� a la vida. Pero, �qu� sinti� cuando mir� hacia el otro lado y estaba de espaldas a la vida? De espaldas a la vida y de cara a la muerte, Ezequ�as no vio nada que valiera la pena esperar. Para �l, morir era dejar a Dios atr�s, dejar el rostro de Dios con tanta seguridad como dejaba el rostro del hombre. "Dije: No ver� a Jah, a Jah en la tierra de los vivientes; no mirar� m�s al hombre con los habitantes del mundo.

"El m�s all� no era para Ezequ�as la nada absoluta, porque ten�a sus concepciones, las concepciones populares de su tiempo, de una especie de existencia que pasaban los que hab�an sido hombres en la tierra. La imaginaci�n de su pueblo figuraba los l�bregos portales de un mundo inferior �Seol, el Hueco (el "reino hueco" de Dante), o quiz�s el Anhelo� en el que la muerte amontona las sombras de los hombres, sin sangre, sin voz, sin amor ni esperanza ni nada que haga que la vida valga la pena.

Con tal existencia m�s all�, morir a la vida aqu� era para Ezequ�as como cuando "un tejedor enrolla" la tela terminada. Mi vida puede ser un patr�n para que otros lo copien, un estandarte bajo el cual otros peleen, pero para m� est� terminado. La muerte lo ha cortado del telar. O fue como ir al cautiverio. "Mi edad es quitada y me es llevada al exilio, como la tienda de un pastor", exilio que para un jud�o era el extremo de la desesperaci�n, ya que implicaba ausencia de Dios y salvaci�n y la posibilidad de adoraci�n. "El Seol no puede alabarte; la muerte no puede celebrarte; los que descienden al abismo no pueden esperar tu fidelidad".

De esto, en el mejor de los casos, estaba seguro Ezequ�as: un respiro de quince a�os, nada m�s all�. Entonces la sombra no volver�a sobre el dial; y mientras los ojos del rey se cerraban sobre los queridos rostros de sus amigos, su sentido del rostro de Dios tambi�n morir�a, y su alma se deslizar�a hacia el abismo, sin esperanza de la fidelidad de Dios.

Es este terrible anticl�max lo que nos hace sentir la diferencia que Cristo ha marcado. Este santo se encontraba en la luz casi m�s clara que la revelaci�n arroj� ante Jes�s. Pudo percibir en el sufrimiento un significado y derivar de �l una fuerza que ning�n cristiano debe sobrepasar. Sin embargo, su fe es provechosa solo para esta vida. Para �l, el personaje puede luchar con la muerte una y otra vez y volverse m�s fuerte con cada lucha, pero la muerte gana el �ltimo lanzamiento.

Se puede decir que la desesperaci�n de Ezequ�as por el futuro son simplemente los pensamientos morbosos de un enfermo o las exageradas fantas�as de un poeta. "No debemos", se insta, "definir el lenguaje de un poeta con el rigor de una teolog�a". Es cierto, y tambi�n debemos hacer alguna concesi�n por un hombre que muere prematuramente en medio de sus d�as. Pero si este himno es solo poes�a, habr�a sido tan f�cil poetizar las posibilidades opuestas a trav�s de la tumba.

Una imaginaci�n tan r�pida como la de Ezequ�as no podr�a haber dejado de aprovechar la m�s m�nima chispa de gloria que atraves� la nube. Debe ser que su ojo no vio ninguno, porque toda su poes�a se inclina hacia el otro lado. Buscamos en el cielo la alabanza en su plenitud; all� sabemos que los siervos de Dios lo ver�n cara a cara. Pero de esto Ezequ�as no ten�a la m�s m�nima imaginaci�n; ansiosamente or� para poder recuperarse "para tocar los instrumentos de cuerda todos los d�as de su vida en la casa de Jehov�. El viviente, el viviente, �l te alaba, como yo lo hago hoy; el padre a los hijos dar� a conocer tu verdad." Pero "los que descienden al abismo no pueden esperar tu fidelidad".

Ahora compare todo esto con los Salmos de la esperanza cristiana; con la fe que llena a Pablo; con su ardor que dice: "Para m� es mucho mejor partir"; con la gloria que Juan contempla a cara descubierta: las huestes de los redimidos alabando a Dios y caminando a la luz de su rostro, toda la geograf�a de ese pa�s establecida, y el plan de la nueva Jerusal�n declarada a la misma forma de sus piedras ; con la audacia del arte y la canci�n cristianos: el �xtasis de los himnos de Watts y el regocijo de la alabanza de Wesley al contemplar la muerte; y con las jubilosas y exactas anticipaciones de tantos millones de hombres comunes que vuelven sus rostros hacia la pared.

En todos estos, incluso en el Libro del Apocalipsis, hay, por supuesto, una gran cantidad de pura fantas�a. Pero la imaginaci�n nunca irrumpe en ning�n lugar hasta que el hecho lo ha precedido. Y es solo porque hay un gran hecho entre nosotros y Ezequ�as que la pureza de nuestra fe y la riqueza de nuestra imaginaci�n de la inmortalidad difieren tanto de la suya. El hecho es Jesucristo, Su resurrecci�n y ascensi�n. �l es quien marc� la diferencia y sac� a la luz la vida y la inmortalidad.

Y sabremos la diferencia si perdemos nuestra fe en ese hecho. Porque "a menos que Cristo haya resucitado de entre los muertos" y haya ido antes a un pa�s que deriva toda su realidad y luz para nuestra imaginaci�n de esa Presencia, que una vez camin� con nosotros en la carne, s�lo nos queda el valor de Ezequ�as para hacer lo mejor. de un breve respiro, s�lo la perspectiva de Ezequ�as en el Hades cuando por fin volvemos nuestros rostros hacia la pared.

Pero para ser m�s fuerte y m�s puro por haberse encontrado con la muerte, como �l. s�lo que despu�s debemos sucumbir, con nuestra pureza y nuestra fuerza, a la muerte; este ser� seguramente, como dijo Pablo, "de todos los hombres el m�s miserable".

Es mucho mejor poseer el poder de una vida sin fin, que Cristo nos ha sellado, y traducir la experiencia de Ezequ�as en el nuevo c�lculo de la inmortalidad. Si haber enfrentado la muerte como lo hizo �l fue heredar la dignidad y la paz y el sentido de poder, �qu� gloria de la realeza y la realeza deben estar en esos rostros en el otro mundo que han estado a�n m�s cerca del Rey de los terrores, y a trav�s de Cristo! su fuerza lo ha despojado de su aguij�n y de su victoria. Haber sentido lo peor de la muerte y haber triunfado: este es el secreto de los corazones pac�ficos, las miradas inquebrantables y los rostros de gloria "que pasan en solemne procesi�n de adoraci�n" por toda la eternidad ante el trono de Dios.

Consideraremos los puntos de vista del Antiguo Testamento sobre una vida futura y resurrecci�n con m�s detalle en los cap�tulos 28 y 30 de este volumen.

CAPITULO XXVI

�TEN�A ISA�AS UN EVANGELIO PARA EL INDIVIDUO?

LAS dos narraciones en las que culmina la carrera de Isa�as 36:1 la de la Liberaci�n de Jerusal�n Isa�as 36:1 ; Isa�as 37:1 y el del recobro de Ezequ�as Isa�as 38:1 ; Isa�as 39:1 no puede dejar de sugerir a los lectores atentos un contraste notable entre el trato que Isa�as da a la comunidad y el trato al individuo, entre su trato a la Iglesia y su trato a los miembros solteros.

Porque en la primera de estas narraciones se nos dice c�mo un futuro ilimitado, descrito en otros lugares tan gloriosamente por el profeta, fue asegurado para la Iglesia en la tierra; pero el resultado total del segundo es la ganancia para un miembro representativo de la Iglesia de un respiro de quince a�os. Como hemos visto, no se le promete nada al moribundo Ezequ�as de una vida futura; ninguna chispa de la luz de la eternidad brilla ni en la promesa de Isa�as ni en la oraci�n de Ezequ�as.

El resultado neto del incidente es un respiro de quince a�os: quince a�os de un car�cter fortalecido, de hecho, al encontrarse con la muerte, pero, al parecer, solo para volver a ser presa de las vanidades de este mundo ( cap�tulo 39). Un resultado tan magro para el individuo se destaca extra�amente contra la gloria y la paz perpetuas aseguradas a la comunidad. Y sugiere esta pregunta: �Ten�a Isa�as alg�n evangelio real para el individuo? Si es as�, �qu� fue?

En primer lugar, debemos recordar que Dios en Su providencia rara vez le da a un profeta o generaci�n m�s que un solo problema principal para su soluci�n. En los d�as de Isa�as, sin duda, el problema m�s urgente �y los problemas divinos son siempre pr�cticos, no filos�ficos� era la continuidad de la Iglesia en la tierra. Realmente hab�a llegado a ser una cuesti�n de duda si un grupo de personas que poseyeran el conocimiento del Dios verdadero y fueran capaces de transfundirlo y transmitirlo, posiblemente podr�a sobrevivir entre las convulsiones pol�ticas del mundo y como consecuencia de su propio pecado.

El problema de Isa�as fue la reforma y supervivencia de la Iglesia. De acuerdo con esto, notamos cu�ntos de sus t�rminos son colectivos y c�mo casi nunca se dirige al individuo. Es el pueblo a quien �l llama: "la naci�n", "Israel", "la casa de Jacob, mi vi�a", "los hombres de Jud�, su agradable plantaci�n". A estos podemos agregar los ap�strofes de la ciudad de Jerusal�n, bajo muchas personificaciones: "Ariel, Ariel", "habitante de Sion", "hija de Sion".

"Cuando Isa�as denuncia el pecado, el pecador es o toda la comunidad o una clase en la comunidad, muy rara vez un individuo, aunque hay algunos casos de este �ltimo, como Acaz y Sebna. Es" Este pueblo ha rechazado "o" El pueblo no quiso ". Cuando Jerusal�n se derrumb�, aunque deb�a haber muchos hombres justos todav�a dentro de ella, Isa�as dijo:" �Qu� te pasa que todo lo que te pertenece se haya subido a los tejados? ".

Isa�as 22:1 Su lenguaje es al por mayor. Cuando no ataca a la sociedad, ataca a clases o grupos: "los gobernantes", los acaparadores de tierras, los borrachos, los pecadores, los jueces, la casa de David, los sacerdotes y los profetas, las mujeres. Y describe los pecados de �stos en sus efectos sociales, o en sus resultados sobre el destino de todo el pueblo; pero nunca, excepto en dos casos, nos da sus resultados individuales.

No hace evidente, como Jes�s o Pablo, el da�o eterno que el pecado de un hombre inflige a su propia alma. De manera similar, cuando Isa�as habla de la gracia y la salvaci�n de Dios, los objetos de estos son nuevamente colectivos: "el remanente; los escapados" (tambi�n un sustantivo colectivo); una "semilla santa"; una "cepa" o "toc�n". Es una "naci�n restaurada" a la que ve bajo el Mes�as, la perpetuidad y la gloria de una ciudad y un Estado.

Lo que consideramos un asunto muy personal y particularmente individual -el perd�n de los pecados- �l promete, con dos excepciones, s�lo a la comunidad: "Este pueblo que habita en �l, tiene perdonada su iniquidad". Podemos comprender todo este car�cter social, colectivo y general de su lenguaje solo si tenemos en cuenta su obra divinamente designada: la sustancia y la perpetuidad de una Iglesia de Dios purificada y segura.

Entonces, �Isa�as no ten�a evangelio para el individuo? De hecho, esto nos parecer� imposible si tenemos en cuenta las siguientes consideraciones:

1. ISA�AS MISMO hab�a pasado por una poderosa experiencia individual. No s�lo hab�a sentido la solidaridad del pecado del pueblo - "Yo habito entre un pueblo de labios inmundos" - hab�a sentido primero su propia culpa particular: "Soy un hombre de labios inmundos". Uno que sufri� las experiencias privadas que se relatan en el cap�tulo 6; cuyos "propios ojos" hab�an "visto al Rey, Jehov� de los ej�rcitos"; quien hab�a recogido en sus propios labios su culpa y sinti� el fuego venir del altar del cielo por un mensajero angelical especialmente para purificarlo; que se hab�a dedicado adem�s al servicio de Dios con un sentido tan emocionante de su propia responsabilidad, y hab�a sentido as� su misi�n solitaria e individual, seguramente no estaba detr�s del m�s grande de los santos cristianos en la experiencia de la culpa,

Aunque el registro del ministerio de Isa�as no contiene narrativas, como las que llenan los ministerios de Jes�s y Pablo, de un cuidado ansioso por las personas, �podr�a el que escribi� de s� mismo ese cap�tulo sexto no haber tratado con los hombres como Jes�s se ocup� de Nicodemo, o Pablo con el de Nicodemo? el carcelero de Filipos? No es una fantas�a pintoresca, ni simplemente un reflejo del temperamento del Nuevo Testamento, si nos damos cuenta de los intervalos de alivio de Isa�as del trabajo pol�tico y la reforma religiosa ocupados con una atenci�n a los intereses individuales, que necesariamente no obtendr�an el registro permanente de su ministerio p�blico. Pero sea esto as� o no, el cap�tulo sexto ense�a que para Isa�as toda la conciencia p�blica y el trabajo p�blico encontraron su preparaci�n necesaria en la religi�n personal.

2. Pero, nuevamente, Isa�as ten�a un INDIVIDUO PARA SU IDEAL. Para �l, el futuro no era solo un Estado establecido; fue igualmente, fue primero, un rey glorioso. Isa�as era oriental. Los modernos de Occidente confiamos en las instituciones; avanzamos con ideas. En Oriente, es la influencia personal la que cuenta, las personas a las que se espera, se sigue y se lucha. La historia de Occidente es la historia del avance del pensamiento, del surgimiento y decadencia de las instituciones, a las que los m�s grandes individuos est�n m�s o menos subordinados.

La historia de Oriente son los anales de personalidades; la justicia y la energ�a en un gobernante, no los principios pol�ticos, son los que impresionan a la imaginaci�n oriental. Isa�as ha llevado esta esperanza oriental a un tono distinto y elevado. El H�roe a quien exalta al margen del futuro, como su Autor, no es s�lo una persona de gran majestad, sino un personaje de considerable decisi�n. Al principio s�lo se le atribuyen las rigurosas virtudes del gobernante, Isa�as 11:1 ss.

pero luego las gracias y la influencia de una humanidad mucho m�s amplia y dulce. Isa�as 32:2 De hecho, en este �ltimo or�culo vimos que Isa�as no hablaba tanto de su gran H�roe, sino de lo que podr�a llegar a ser cualquier individuo. "El hombre", dice, "ser� como un escondite del viento". La influencia personal es la fuente del progreso social, el refugio y la fuente de fuerza de la comunidad.

En los siguientes vers�culos, el efecto de una presencia tan pura e inspiradora se rastrea en la discriminaci�n del car�cter individual, cada hombre destacando por lo que es, que Isa�as define como su segundo requisito para el progreso social. En todo esto hay mucho para que el individuo reflexione, mucho para inspirarlo con un sentido del valor y la responsabilidad de su propio car�cter, y con la certeza de que �l mismo ser� juzgado y por s� mismo resistir� o caer�. "El indigno no ser� m�s llamado principesco, ni el brib�n ser� considerado generoso".

3. Si falta alg�n detalle del car�cter en la imagen del h�roe de Isa�as, se lo proporciona el AUTOAN�LISIS DE EZEQU�AS (cap�tulo 38). No necesitamos repetir lo que dijimos en el cap�tulo anterior sobre la apreciaci�n del rey de cu�l es la fuerza del car�cter de un hombre, y particularmente de c�mo el car�cter crece al lidiar con la muerte. En este asunto, los santos cristianos m�s experimentados pueden aprender del alumno de Isa�as.

Isa�as ten�a entonces, sin duda, un evangelio para el individuo; y hasta el d�a de hoy el individuo puede leerlo claramente en su libro, puede vivir de verdad, con fuerza y ??gozo de acuerdo con �l; tan profundamente comienza, tanto ayuda al autoconocimiento y al autoan�lisis, tan elevados son los ideales y responsabilidades que presenta. Pero, �es cierto que el evangelio de Isa�as es solo para esta vida?

�El silencio de Isa�as sobre la inmortalidad del individuo se debi� totalmente a la causa que hemos sugerido al comienzo de este cap�tulo: que Dios le da a cada profeta su �nico problema y que el problema de Isa�as era el aguante de la Iglesia en la tierra? No hay duda de que esta es solo una parte de la explicaci�n.

El hebreo pertenec�a a una rama de la humanidad, la sem�tica, que, como lo demuestra su historia, no pudo desarrollar una imaginaci�n fuerte o un inter�s pr�ctico en una vida futura aparte de la influencia extranjera o la revelaci�n divina. Los �rabes paganos se rieron de Mahoma cuando les predic� la Resurrecci�n; e incluso hoy, despu�s de doce siglos de influencia musulmana, sus descendientes en el centro de Arabia, seg�n la autoridad m�s reciente, no logran formarse una concepci�n clara de, o de hecho, no toman casi ning�n inter�s pr�ctico en otro mundo.

La rama norte de la raza, a la que pertenec�an los hebreos, derivaba de una civilizaci�n m�s antigua una perspectiva del Hades, que su propia fantas�a desarroll� con gran elaboraci�n. Sin embargo, esta perspectiva, que describiremos completamente en relaci�n con los cap�tulos 14 y 26, era absolutamente hostil a los intereses del car�cter en esta vida. Llev� a todos los hombres, cualquiera que fuera su vida en la tierra, por fin a un nivel muerto de existencia insustancial y desesperada.

El bien y el mal, los fuertes y los d�biles, los piadosos y los infieles, se convirtieron igualmente en sombras, sin gozo y sin esperanza, sin siquiera el poder de alabar a Dios. Hemos visto en el caso de Ezequ�as c�mo tal perspectiva pon�a nerviosa a las almas m�s piadosas, y esa revelaci�n, aunque representada junto a su lecho por un Isa�as, no le ofrec�a ninguna esperanza de salir de ella. Sin embargo, la fuerza de car�cter que Ezequ�as profesa haber ganado al lidiar con la muerte, sumada a la cercan�a de la comuni�n con Dios que disfrut� en esta vida, solo resalta lo absurdo de tal conclusi�n de la vida que ofrec�a la perspectiva del Seol. al individuo.

Si era un hombre piadoso, si era un hombre que nunca se hab�a sentido abandonado por Dios en esta vida, estaba destinado a rebelarse de una existencia tan abandonada por Dios despu�s de la muerte. En realidad, esta fue la l�nea por la que el esp�ritu hebreo sali� a la victoria sobre esas l�gubres concepciones de la muerte, que a�n no hab�an sido interrumpidas por un Cristo resucitado. "No dejar�s mi alma en el Seol", exclam� triunfalmente el santo, ni permitir�s que tu santo vea corrupci�n.

"Fue la fe en la omnipotencia y la razonabilidad de los caminos de Dios, fue la convicci�n de la justicia personal, fue la sensaci�n de que el Se�or no abandonar�a a los suyos en la muerte, lo que sostuvo al creyente frente a esa terrible sombra a trav�s de la cual no hab�a luz de la revelaci�n a�n se hab�a roto.

Si, entonces, estas fueron las alas por las cuales un alma creyente bajo el Antiguo Testamento se elev� sobre la tumba, se puede decir que Isa�as contribuy� a la esperanza de la inmortalidad personal en la medida en que las fortaleci�. Al realzar como lo hac�a el valor y la belleza del car�cter individual, al enfatizar la morada del Esp�ritu de Dios, estaba sacando a la luz la vida y la inmortalidad, aunque no se habl� a los moribundos sobre el hecho de una vida gloriosa m�s all� de la tumba.

Al ayudar a crear en el individuo ese car�cter y ese sentido de Dios, lo �nico que podr�a asegurarle que nunca morir�a, sino que pasar�a de la alabanza del Se�or en esta vida a un disfrute m�s cercano de Su presencia m�s all�, Isa�as estaba trabajando a lo largo del �nico l�nea por la cual el Esp�ritu de Dios parece haber ayudado a la mente hebrea a tener la seguridad del cielo.

Pero adem�s, en su evangelio favorito de la RAZONABILIDAD DE DIOS, que Dios no obra en vano, ni crea y cultiva con miras al juicio y la destrucci�n, Isa�as estaba proporcionando un argumento a favor de la inmortalidad personal, cuya fuerza no se ha agotado. En un trabajo reciente sobre "El destino del hombre", el autor filos�fico mantiene la razonabilidad de los m�todos divinos como base de creencia tanto en el progreso continuo de la raza en la tierra como en la inmortalidad del individuo.

"Desde el primer amanecer de la vida, vemos todas las cosas trabajando juntas hacia un gran objetivo: la evoluci�n de las facultades m�s exaltadas y espirituales que caracterizan a la humanidad. �Se ha hecho todo este trabajo para nada? �Es todo ef�mero, toda una burbuja que estalla? , una visi�n que se desvanece? En tal punto de vista, el enigma del universo se convierte en un acertijo sin significado. Cuanto m�s comprendamos a fondo el proceso de evoluci�n mediante el cual las cosas han llegado a ser lo que son, m�s probable es que sintamos que negar la persistencia eterna del elemento espiritual en el hombre es despojar a todo el proceso de su significado.

Contribuye mucho a ponernos en una confusi�n intelectual permanente. Por mi parte, creo en la inmortalidad del alma, no en el sentido en que acepto verdades demostrables de la ciencia, sino como un acto supremo de fe en la razonabilidad de la obra de Dios ".

Del mismo argumento, Isa�as extrajo solo la primera de estas dos conclusiones. Para �l, la certeza de que el pueblo de Dios sobrevivir�a al inminente diluvio de la fuerza bruta de Asiria se basaba en su fe de que el Se�or es "un Dios de juicio", de ley y m�todo razonables, y no podr�a haber creado o fomentado un pueblo tan espiritual solamente. para destruirlos. El progreso de la religi�n sobre la tierra era seguro. Pero, �el m�todo de Isa�as no contribuye igualmente a la inmortalidad del individuo? No lleg� a esta conclusi�n, pero expuso sus premisas con una confianza y riqueza ilustrativa que nunca ha superado.

Por lo tanto, respondemos a la pregunta que planteamos al comienzo del cap�tulo as�: -Isa�as ten�a un evangelio para el individuo en esta vida, y todas las premisas necesarias de un evangelio para el individuo en la vida venidera.

Versículos 1-8

CAPITULO XI

A LA DERIVA A EGIPTO

720-705 13. AC

Isa�as 20:1 ; Isa�as 21:1 ; Isa�as 38:1 ; Isa�as 39:1

DESDE 720, cuando se pudo haber publicado el cap�tulo 11, hasta 705 �o, seg�n un c�lculo aproximado, desde el a�o cuarenta hasta el cincuenta y cinco de la vida de Isa�as� no podemos estar seguros de que tengamos m�s de una profec�a de �l; pero dos narraciones han encontrado un lugar en su libro que relatan eventos que deben haber tenido lugar entre 712 y 705. Estas narraciones son el cap�tulo 20: C�mo Isa�as camin� desnudo y descalzo por una se�al contra Egipto, y los cap�tulos 38 y 39: La enfermedad. de Ezequ�as, con el Himno que escribi�, y su comportamiento ante los enviados de Babilonia.

La �nica profec�a que pertenece a este per�odo es Isa�as 21:1 , "Or�culo del desierto del mar", que anuncia la ca�da de Babilonia. Ha habido un debate considerable sobre la autor�a de este or�culo, pero Cheyne, siguiendo principalmente al Dr. Kleinert, da razones sustanciales para dejarlo en manos de Isa�as.

Aplazamos la exposici�n completa de los Cap�tulos 38 y 39 para una etapa posterior, ya que aqu� solo interrumpir�a la historia. Pero usaremos el cap�tulo 20 e Isa�as 21:1 en el curso del siguiente bosquejo hist�rico, que pretende conectar el primer gran per�odo de las profec�as de Isa�as, 740-720, con el segundo, 705-701.

Durante todos estos quince a�os, 720-705, Jerusal�n se dirigi� al refugio en el que se sumergi� al final de ellos, se dirigi� a Egipto. Acaz hab�a unido firmemente a su pueblo a Asiria, y durante su reinado no se habl� de una alianza egipcia. Pero en 725, cuando el "flagelo desbordante" de la invasi�n asiria amenaz� con invadir Jud� y Samaria, las palabras de Isa�as nos dan un indicio de un retroceso en la pol�tica de Jerusal�n hacia el poder del sur.

Los "pactos con la muerte y el infierno", que los hombres de desprecio alardearon en su rostro mientras insist�a en el peligro de Asiria, pueden haber sido solo los antiguos tratados con la misma Asiria, pero la "falsedad y mentiras" que los acompa�aron fueron muy probablemente intrigas con Egipto. Sin embargo, cualquier pol�tica egipcia que pudiera haberse formado en Jerusal�n antes de 719, qued� totalmente desacreditada por la aplastante derrota que en ese a�o Sarg�n infligi� al imperio del Nilo, casi en sus propias fronteras, en Rafia.

A�os de tranquilidad para Palestina siguieron a esta batalla decisiva. Sarg�n, cuyos anales grabados en los grandes salones de Khorsabad nos permiten leer la historia del per�odo a�o tras a�o, nos dice que sus pr�ximas campa�as fueron al norte de su imperio, y hasta el 711 alude a Palestina solo para decir ese tributo ven�a regularmente, o para mencionar la deportaci�n a Hamat o Samaria de alguna tribu que hab�a conquistado lejos.

Egipto, sin embargo, estaba ocupado en todas partes entre sus feudatarios. La intriga era el fuerte de Egipto . Siempre se la representa en las p�ginas de Isa�as como el poder comunicativo de muchas promesas. Su discurso justo fue muy dulce para los hombres que gem�an bajo la presi�n militar de Asiria. Su espl�ndido pasado, unido a la amplitud de su promesa, excit� la imaginaci�n popular. Los centros de su influencia se reunieron en todos los estados.

Se form� un partido egipcio en Jerusal�n. Su intriga empuj� las minas en todas direcciones, y antes de que terminara el siglo, la paz asiria en Asia occidental fue rota por dos grandes explosiones. El primero de ellos, en 711, fue local y fallido: el segundo, en 705, fue universal y durante un tiempo destruy� por completo la supremac�a asiria.

El centro de la explosi�n del 711 fue Asdod, una ciudad de los filisteos. El rey se hab�a negado repentinamente a continuar con el tributo asirio, y Sarg�n hab�a puesto a otro rey en su lugar.

Pero la gente, en Ashdod, como en todas partes, era la gente que estaba fascinada por Egipto, derrib� al t�tere asirio y elev� a Iaman, un amigo del fara�n. Las otras ciudades de los filisteos, con Moab, Edom y Jud�, fueron preparadas por la promesa egipcia de unirse a los rebeldes. Sarg�n no les dio tiempo. "En la ira de mi coraz�n, no divid� mi ej�rcito, y no disminu� las filas, sino que march� contra Asdod con mis guerreros, quienes no se separaron de las huellas de mis sandalias.

Asedi�, tom�, Asdod y Gunt-Asdodim. Luego hice de nuevo estos pueblos. Coloqu� a las personas que mi brazo hab�a conquistado. Puse sobre ellos a mi teniente como gobernador. Los consideraba como asirios y practicaban la obediencia ". Es sobre esta campa�a de Sarg�n que el Sr. Cheyne defiende la invasi�n de Jud�, a la que asigna tantas profec�as de Isa�as, como, por ejemplo , el Cap�tulo 1 e Isa�as 10:5 .

Alg�n d�a la Asiriolog�a puede darnos una prueba de esta suposici�n. Estamos sin eso ahora mismo. Sarg�n no dice nada sobre la invasi�n de Jud�, y la �nica parte del libro de Isa�as que inequ�vocamente se refiere a este tiempo es la narrativa pintoresca del cap�tulo 20.

En esto se nos dice que "en el a�o" el tart�n, el comandante en jefe asirio, "lleg� a Ashdod cuando Sarg�n, rey de Asiria, lo envi�" [es decir, el a�o de la primera revuelta en Ashdod, a que Sarg�n mismo no vino], "y pele� contra Asdod y la tom�: -en ese tiempo Jehov� hab�a hablado por mano de Isa�as hijo de Amoz, diciendo: Ve y desata el cilicio," el manto del profeta ", de de tus lomos, y tus sandalias de tus pies, y as� lo hizo andando desnudo, "descalzo" y descalzo. Porque la intriga egipcia ya estaba ocupada; el �xito temporal del Tartan en Ashdod no lo desanim� y necesitaba una protesta.

"Y dijo Jehov�: Como mi siervo Isa�as anduvo desnudo y descalzo tres a�os por se�al y portento contra Egipto y contra Etiop�a" [n�tese el doble nombre, porque el pa�s ahora estaba dividido entre dos gobernantes, el secreto de su impotencia para interferir por la fuerza en Palestina] "as� el rey de Asiria llevar� a los cautivos de Egipto ya los exiliados de Etiop�a, j�venes y viejos, desnudos y descalzos, y con las nalgas descubiertas, para verg�enza de Egipto.

Y se sentir�n consternados y avergonzados por causa de Etiop�a su esperanza y por causa de Egipto su jactancia. Y el habitante de esta costa "[es decir, toda Palestina, y un nombre para ella notablemente similar a la frase usada por Sarg�n," el pueblo de Filistea, Jud�, Edom y Moab, que habita junto al mar "]" dir� en aquel d�a, he aqu�, tal es nuestra expectativa, ad�nde hab�amos huido en busca de ayuda para librarnos del rey de Asiria, y �c�mo escaparemos nosotros? "

Este desfile de Isa�as durante tres a�os, sin ropa y descalzo, es una muestra m�s de ese h�bito sobre el que remarc�bamos en relaci�n con Isa�as 8:1 : el h�bito de llevar finalmente todo lo que se le encomienda ante el tribunal de toda la naci�n. Fue a la masa del pueblo que Dios dijo: �Venid y razonemos juntos.

"No despreciemos a Isa�as en su camisa como a Di�genes en su tina, o con un farol en la mano, buscando a un hombre por sus rayos al mediod�a. �l estaba empe�ado en asustar la conciencia popular, porque lo sosten�a. Es cierto que la propia moral de un pueblo tiene mayor influencia en su destino que la pol�tica de sus estadistas, pero Isa�as estaba especialmente ansioso, como veremos de nuevo en el cap�tulo 31, de llevar esta pol�tica egipcia a la conciencia popular.

Egipto era un poder fanfarr�n y fanfarr�n, en el que la mafia cre�a; para exponer su publicidad requerida p�blica, pintoresca y persistente. As� que Isa�as continu� su camino durante tres a�os. La ca�da de Ashdod, dejada solo por Egipto, no desilusion� a los jud�os, y la r�pida desaparici�n de Sarg�n a otra parte de su imperio donde hab�a problemas, dio a los egipcios la audacia de continuar sus intrigas contra �l.

El nuevo problema de Sarg�n hab�a estallado en Babilonia y era mucho m�s serio que cualquier revuelta en Siria. Merodach Baladan, rey de Caldea, no era un vasallo ordinario, sino un rival tan peligroso como Egipto. Cuando resucit�, signific� una contienda entre Babilonia y N�nive por la soberan�a del mundo. Durante mucho tiempo se hab�a estado preparando para la guerra. Ten�a una alianza con Elam y las tribus de Mesopotamia estaban preparadas para su se�al de rebeli�n.

Entre las acusaciones que le hizo Sarg�n est� que, "contra la voluntad de los dioses de Babilonia, hab�a enviado embajadores durante doce a�os". Una de estas embajadas puede haber sido la que lleg� a Ezequ�as despu�s de su gran enfermedad (cap�tulo 39). "Y Ezequ�as se alegr� de ellos, y les mostr� la casa de sus especias, la plata y el oro, las especias y el aceite precioso, y toda la casa de sus armas y todo lo que se hab�a hallado en sus tesoros. Nada hab�a en su casa ni en todo su dominio que Ezequ�as no les mostrara.

Isa�as estaba indignado. Hasta entonces hab�a impedido que el rey se cerrara formalmente con Egipto; ahora lo encontraba ansioso por una alianza con otro de los poderes del hombre. Pero en lugar de predecir el cautiverio de Babilonia, como predijo el cautiverio de Egipto, De la mano de Asiria, Isa�as declar�, seg�n el cap�tulo 39, que Babilonia alg�n d�a llevar�a cautivo a Israel, y Ezequ�as tuvo que contentarse con la perspectiva de que esta calamidad no ocurrir�a en su tiempo.

La predicci�n de Isa�as sobre el exilio de Israel a Babilonia es un asunto dif�cil. La dificultad, sin embargo, no es la de concebir c�mo pudo haber previsto un hecho que tuvo lugar m�s de un siglo despu�s. Incluso en el a�o 711, Babilonia no era un competidor improbable por la supremac�a de las naciones. El propio Sarg�n sinti� que conocerla era una crisis. Muy poco pudo haber transferido la sede del poder del Tigris al �ufrates.

�Qu�, por tanto, m�s probable que cuando Ezequ�as revel� a estos enviados todo el estado de sus recursos, y se excus� diciendo "que ven�an de un pa�s lejano, incluso de Babilonia", Isa�as, presa de un fuerte sentido de cu�n cerca Babilonia se puso de pie en el trono de las naciones, deber�a re�r para despreciar la excusa de la distancia y decirle al rey que su ansiedad por asegurar una alianza solo lo hab�a llevado a colocar la tentaci�n de robarle m�s frente a un poder que ciertamente era en camino para poder hacerlo? No, la dificultad no es que el profeta predijo un cautiverio de los jud�os en Babilonia, sino que no podemos reconciliar lo que dice de ese cautiverio con su insinuaci�n de la destrucci�n inmediata de Babilonia, que nos ha llegado en Isa�as 21:1 .

En esta profec�a, Isa�as considera a Babilonia como lo ha estado con respecto a Egipto: seguro que descender� ante Asiria y, por lo tanto, es totalmente in�til para Jud�. Si los jud�os todav�a pensaban en regresar a Egipto cuando Sarg�n se apresur� a regresar despu�s de completar su desconcierto para asediar a Babilonia, Isa�as les dir�a que era in�til. Asiria ha ejercido todo su poder sobre los babilonios; Elam y Media est�n con ella.

�l sufre dolores de parto por el resultado. Babilonia no espera un asedio; sino "preparando la mesa, comiendo y bebiendo", cuando de repente suena a trav�s de ella el grito: "Levantaos, pr�ncipes, ungid el escudo". El enemigo est� sobre nosotros ". �Tan terrible y tan repentino es un guerrero este Sarg�n! A sus palabras se mueven las naciones; cuando dice: "�Sube, oh Elam! �Asedia, oh Media!" se hace. Y cae sobre sus enemigos antes de que sus armas est�n listas.

Entonces el profeta retrocede ante el resultado de su imaginaci�n de c�mo sucedi�, porque eso es demasiado doloroso, ante la simple certeza, que Dios le revel�, de que debe suceder. Tan ciertamente como las columnas de Sarg�n fueron contra Babilonia, tambi�n debe regresar el mensaje de que Babilonia ha ca�do. Isa�as lo expresa de esta manera. El Se�or le orden� que se subiera a su atalaya, esa es su frase para observar las se�ales de los tiempos, y que dijera lo que viera.

Y vio una columna militar en marcha: "una tropa de jinetes por parejas, una tropa de asnos, una tropa de camellos". Pas� fuera de su vista, "y escuch� con mucha atenci�n" en busca de noticias. Pero no vino ninguno. Fue una campa�a larga. "Y llor� como un le�n" de impaciencia, "Oh mi Se�or, estoy continuamente sobre la atalaya durante el d�a, y estoy en mi sala todas las noches". Hasta que al fin, "he aqu�, vino una tropa de hombres, jinetes en parejas, y" ahora "uno respondi� y dijo: Ca�da, ca�da es Babilonia, y todas las im�genes de sus dioses derrib� por tierra.

"El significado de este pasaje muy el�ptico es simplemente este: tan seguro como el profeta vio las columnas de Sarg�n salir contra Babilonia, tan seguro estaba �l de su ca�da. Volvi�ndose a su Jerusal�n, dice:" Mi propio trillado, hijo de mi piso, lo que he o�do de Jehov� de los ej�rcitos, el Dios de Israel, os he declarado. "�Con cu�nta alegr�a les hubiera dicho lo contrario! Pero este es Su mensaje y Su voluntad. Todo debe descender ante este Asirio.

Sarg�n entr� en Babilonia antes de que terminara el a�o, y con su conquista estableci� su miedo una vez m�s hasta las fronteras de Egipto. Durante su vida, ni Jud� ni sus vecinos intentaron rebelarse nuevamente. Pero la intriga de Egipto no ces�. Sus minas fueron colocadas una vez m�s, y los feudatarios de Asiria solo esperaron su oportunidad favorita, un cambio de tiranos en el trono de N�nive. Esto lleg� muy pronto.

En el decimoquinto a�o de su reinado, habiendo finalmente establecido su imperio, Sarg�n inscribi� en el palacio de Khorsabad la siguiente oraci�n a Assur: "Que yo, Sarg�n, que habito este palacio, pueda ser preservado por el destino durante largos a�os por �Larga vida, por la felicidad de mi cuerpo, por la satisfacci�n de mi coraz�n, y que llegue a mi fin! �Que acumule en este palacio inmensos tesoros, los botines de todos los pa�ses, los productos de las monta�as y los valles! " El dios no escuch�.

Unos meses despu�s, en 705, Sarg�n fue asesinado; y antes de que Senaquerib, su sucesor, se sentara en el trono, toda la supremac�a asiria en el suroeste de Asia se elev� por los aires. Fue la segunda de las grandes Explosiones de las que hablamos, y el resto de las profec�as de Isa�as se refieren a sus resultados.

Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre Isaiah 39". "El Comentario Bíblico del Expositor". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/teb/isaiah-39.html.