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Bible Commentaries
Isaías 43

El Comentario Bíblico del ExpositorEl Comentario Bíblico del Expositor

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Versículos 1-28

CAP�TULO I

LA FECHA DE Isa�as 40:1 ; Isa�as 41:1 ; Isa�as 42:1 ; Isa�as 43:1 ; Isa�as 44:1 ; Isa�as 45:1 ; Isa�as 46:1 ; Isa�as 47:1 ; Isa�as 48:1 ; Isa�as 49:1 ; Isa�as 50:1 ; Isa�as 51:1 ; Isa�as 52:1 ; Isa�as 53:1 ; Isa�as 54:1 ; Isa�as 55:1 ; Isa�as 56:1 ; Isa�as 57:1 ; Isa�as 58:1 ; Isa�as 59:1; Isa�as 60:1 ; Isa�as 61:1 ; Isa�as 62:1 ; Isa�as 63:1 ; Isa�as 64:1 ; Isa�as 65:1 ; Isa�as 66:1

EL problema de la fecha de Isa�as 40:1 ; Isa�as 41:1 ; Isa�as 42:1 ; Isa�as 43:1 ; Isa�as 44:1 ; Isa�as 45:1 ; Isa�as 46:1 ; Isa�as 47:1 ; Isa�as 48:1 ; Isa�as 49:1 ; Isa�as 50:1 ; Isa�as 51:1 ; Isa�as 52:1 ; Isa�as 53:1 ; Isa�as 54:1 ; Isa�as 55:1 ; Isa�as 56:1 ; Isa�as 57:1 ; Isa�as 58:1 ; Isa�as 59:1 ; Isa�as 60:1 ; Isa�as 61:1 ; Isa�as 62:1 ; Isa�as 63:1 ; Isa�as 64:1 ; Isa�as 65:1 ; Isa�as 66:1 es este: En un libro llamado por el nombre del profeta Isa�as, quien floreci� entre 740 y 700 a. C.

C., los �ltimos veintisiete cap�tulos tratan del cautiverio sufrido por los jud�os en Babilonia desde el 598 hasta el 538, y m�s particularmente con el advenimiento, hacia el 550, de Ciro, a quien nombran. �Debemos dar por sentado que el mismo Isa�as escribi� prof�ticamente estos cap�tulos, o debemos asignarlos a un autor o autores an�nimos del per�odo del que tratan?

Hasta el final del siglo pasado era la tradici�n aceptada casi universalmente, y a�n es una opini�n mantenida por muchos, que Isa�as fue llevado adelante por el Esp�ritu, de su propia edad al punto de vista de ciento cincuenta a�os despu�s; que se sinti� inspirado para pronunciar la advertencia y el consuelo que requer�a una generaci�n tan diferente a la suya, y que incluso pudo aclamar por su nombre a su redentor, Ciro.

Esta teor�a, que involucra un fen�meno sin paralelo en la historia de la Sagrada Escritura, se basa en estos dos fundamentos: primero, que los Cap�tulos en cuesti�n forman una parte considerable �casi nueve vig�simos� del Libro de Isa�as; y segundo, que partes de ellos se citan en el Nuevo Testamento con el nombre del profeta. La teor�a tambi�n se apoya en argumentos extra�dos de semejanzas de estilo y vocabulario entre estos veintisiete cap�tulos y los indiscutibles or�culos de Isa�as, pero, como los oponentes de la autor�a isaiana tambi�n apelan al vocabulario y al estilo, ser� mejor dejar esto. tipo de evidencia a un lado por el momento, y para discutir el problema sobre otras bases menos ambiguas.

El primer argumento, entonces, para la autor�a de Isa�as de los cap�tulos 40-66 es que forman parte de un libro llamado por el nombre de Isa�as. Pero, para que valga la pena, este argumento debe basarse en los siguientes hechos: que todo en un libro llamado por el nombre de un profeta es necesariamente por ese profeta, y que los compiladores del libro intentaron transmitirlo como todo de su pluma. Ahora bien, no hay evidencia para ninguna de estas conclusiones.

Por el contrario, hay un testimonio considerable en la direcci�n opuesta. El Libro de Isa�as no es una profec�a continua. Consiste en una serie de oraciones separadas, con algunas piezas narrativas intermedias. Algunas de estas oraciones afirman ser de Isa�as: poseen t�tulos como "La visi�n de Isa�as, hijo de Amoz". Pero tales t�tulos describen solo las profec�as individuales que encabezan, y otras porciones del libro, sobre otros temas y en estilos muy diferentes, no poseen t�tulos en absoluto.

Me parece que aquellos que mantienen la autor�a de Isa�as de todo el libro tienen la responsabilidad de explicar por qu� algunos cap�tulos en �l deben ser claramente nombrados por Isa�as, mientras que otros no deben tener ese t�tulo. Seguramente esta diferencia nos brinda suficiente base para entender que todo el libro no es necesariamente de Isa�as, ni tampoco lo transmitieron intencionalmente sus compiladores como obra de ese profeta.

Ahora, cuando llegamos a los cap�tulos 40-66, encontramos que, en un libro que no hemos visto ninguna raz�n para suponer que est� en cada parte de �l por Isa�as, estos cap�tulos en ninguna parte afirman ser suyos. Est�n separados de esa parte del libro, en la que se colocan sus or�culos indiscutibles, por una narraci�n hist�rica de considerable extensi�n. Y no hay en ninguna parte de ellos ni en ellos un t�tulo ni otra declaraci�n de que sean del profeta, ni ninguna alusi�n que pueda dar el m�s m�nimo apoyo a la opini�n de que se ofrecen a la posteridad como que datan de su tiempo.

Es seguro decir que, si hubieran venido a nosotros por s� mismos, nadie hubiera so�ado ni por un instante en atribuirlos a Isa�as; pues las presuntas semejanzas, que su lenguaje y estilo guardan con su lenguaje y estilo, est�n mucho m�s que superadas por las indudables diferencias, y nunca han sido empleadas, ni siquiera por los defensores de la autor�a isaiana, excepto en un apoyo adicional y confesamente leve de su principal argumento, a saber. , que los Cap�tulos deben ser de Isa�as porque est�n incluidos en un libro llamado por su nombre.

Entendamos, por tanto, desde este mismo comienzo, que al discutir la cuesti�n de la autor�a del "Segundo Isa�as", no estamos discutiendo una cuesti�n sobre la cual el texto mismo hace alguna declaraci�n, o en la que entra la credibilidad del texto. El Libro de Isa�as no hace ning�n reclamo por la autor�a de Isa�as de los cap�tulos 40-66.

Un segundo hecho en las Escrituras, que a primera vista parece contribuir fuertemente a la unidad del Libro de Isa�as, es que en el Nuevo Testamento, porciones de los Cap�tulos en disputa se citan con el nombre de Isa�as, al igual que porciones de sus profec�as admitidas. . Estas citas son nueve. Mateo 3:3 , Mateo 8:17 , Mateo 12:17 , Lucas 3:4 , Lucas 4:17 , Juan 1:23 , Juan 12:38 , Hechos 8:28 , Romanos 10:16 Ninguno es de nuestro Se�or mismo.

Ocurren en los Evangelios, Hechos y Pablo. Ahora bien, si alguna de estas citas fue dada en respuesta a la pregunta, �Isa�as escribi� los cap�tulos 40-66 del libro llamado por su nombre? o si el uso de su nombre junto con ellos estuvo involucrado en los argumentos que se tomaron prestados para ilustrar como, por ejemplo, es el caso del nombre de David en la cita hecha por nuestro Se�or de Salmo 110:1 , entonces aquellos que Negar la unidad del Libro de Isa�as ser�a estar cara a cara con un problema realmente muy serio.

Pero en ninguno de los nueve casos se cuestiona la autor�a del Libro de Isa�as. En ninguno de los nueve casos hay algo en el argumento, para el prop�sito del cual se hizo la cita, que dependa de que las palabras citadas sean de Isa�as. Para los prop�sitos para los cuales los evangelistas y Pablo tomaron prestados los textos, estos tambi�n podr�an no tener nombre o atribuirse a cualquier otro escritor can�nico. Nada en ellos nos obliga a suponer que el nombre de Isa�as se menciona con ellos para cualquier otro fin que no sea el de referencia, a saber. , para se�alar que se encuentran en la parte de la profec�a generalmente conocida por su nombre.

Pero si no hay nada en estas citas que demuestre que el nombre de Isa�as se est� utilizando para cualquier otro prop�sito que no sea el de referencia, entonces es claro, y esto es todo lo que pedimos asentimiento en este momento, que no ofrecen la autoridad de las Escrituras como un obst�culo para nuestro examen de la evidencia de los Cap�tulos en cuesti�n.

Apenas es necesario a�adir que tampoco hay otra cuesti�n de doctrina en nuestro camino. No hay nada acerca de la naturaleza de la profec�a, porque, para tomar un ejemplo, el cap�tulo 53, como una profec�a de Jesucristo, es sin duda una maravilla tan grande si la fecha del exilio como si la fecha de la �poca de Isa�as. Y, en particular, entendamos que no es necesario comenzar a cuestionar la capacidad del Esp�ritu de Dios para inspirar a un profeta a mencionar a Ciro por su nombre ciento cincuenta a�os antes de que apareciera Ciro.

La pregunta no es: �Podr�a un profeta haber sido tan inspirado? - a cuya pregunta, si se hiciera, nuestra respuesta podr�a ser solamente: �Dios es grande! - sino la pregunta es: �Fue nuestro profeta tan inspirado? �Ofrece �l mismo evidencia del hecho? O, por el contrario, al nombrar a Ciro, �se da a conocer como contempor�neo de Ciro, que ya vio al gran persa sobre el horizonte? A esta pregunta solo los escritos en discusi�n pueden darnos una respuesta. Veamos qu� tienen que decir.

Aparte de la cuesti�n de la fecha, ning�n cap�tulo de la Biblia se interpreta con tan completa unanimidad como Isa�as 40:1 ; Isa�as 41:1 ; Isa�as 42:1 ; Isa�as 43:1 ; Isa�as 44:1 ; Isa�as 45:1 ; Isa�as 46:1 ; Isa�as 47:1 ; Isa�as 48:1 .

Expresaron claramente que ciertas cosas ya hab�an tenido lugar: el exilio y el cautiverio, la ruina de Jerusal�n y la devastaci�n de Tierra Santa. Se dice que Israel ha agotado el tiempo de su castigo y se proclama que est� listo para la liberaci�n. Algunas personas se sienten consoladas por estar desesperadas porque la redenci�n no se acerca; a otros se les exhorta a dejar la ciudad de su servidumbre, como si se estuvieran familiarizando demasiado con su vida id�latra.

Se nombra a Ciro como su libertador, y se le se�ala como ya llamado a su carrera, y como bendecido con �xito por Jehov�. Tambi�n se promete que inmediatamente agregar� Babilonia a sus conquistas, y as� liberar� al pueblo de Dios.

Ahora bien, todo esto no est� previsto, como desde el punto de vista de un siglo anterior. En ninguna parte se dice �como esperar�amos que se dijera, si la profec�a hubiera sido pronunciada por Isa�as� que Asiria, la potencia mundial dominante en los d�as de Isa�as, iba a desaparecer y Babilonia tomar�a su lugar; que entonces los babilonios llevar�an a los jud�os a un exilio del que hab�an escapado a manos de Asiria; y que despu�s de casi setenta a�os de sufrimiento, Dios levantar�a a Ciro como libertador.

No hay nada de esta predicci�n, que podr�amos haber esperado con justicia si la profec�a hubiera sido de Isa�as; porque, por muy lejos que nos lleve Isa�as hacia el futuro, nunca deja de partir de las circunstancias de su propio d�a. Sin embargo, lo que es a�n m�s significativo: ni siquiera existe el tipo de predicci�n que encontramos en las profec�as del exilio de Jerem�as, con las que de hecho es muy instructivo comparar Isa�as 40:1 ; Isa�as 41:1 ; Isa�as 42:1 ; Isa�as 43:1 ; Isa�as 44:1 ; Isa�as 45:1 ; Isa�as 46:1 ; Isa�as 47:1 ; Isa�as 48:1 ; Isa�as 49:1 ; Isa�as 50:1; Isa�as 51:1 ; Isa�as 52:1 ; Isa�as 53:1 ; Isa�as 54:1 ; Isa�as 55:1 ; Isa�as 56:1 ; Isa�as 57:1 ; Isa�as 58:1 ; Isa�as 59:1 ; Isa�as 60:1 ; Isa�as 61:1 ; Isa�as 62:1 ; Isa�as 63:1 ; Isa�as 64:1 ; Isa�as 65:1 ; Isa�as 66:1 Jerem�as tambi�n habl� de exilio y liberaci�n, pero siempre fue con la gram�tica del futuro.

�l predijo de manera justa y abierta ambas cosas; y, recordemos especialmente, lo hizo con una mezquindad de descripci�n, una reserva y reticencia a los detalles, simplemente ininteligibles si Isa�as 40:1 ; Isa�as 41:1 ; Isa�as 42:1 ; Isa�as 43:1 ; Isa�as 44:1 ; Isa�as 45:1 ; Isa�as 46:1 ; Isa�as 47:1 ; Isa�as 48:1 ; Isa�as 49:1 ; Isa�as 50:1 ; Isa�as 51:1 ; Isa�as 52:1 ; Isa�as 53:1 ; Isa�as 54:1 ; Isa�as 55:1; Isa�as 56:1 ; Isa�as 57:1 ; Isa�as 58:1 ; Isa�as 59:1 ; Isa�as 60:1 ; Isa�as 61:1 ; Isa�as 62:1 ; Isa�as 63:1 ; Isa�as 64:1 ; Isa�as 65:1 ; Isa�as 66:1 fue escrito antes de su d�a, y por un profeta tan conocido como Isa�as.

No: en las declaraciones que hace nuestro Cap�tulo sobre el exilio y la condici�n de Israel bajo �l, no hay predicci�n, ni el m�s m�nimo rastro de esa gram�tica del futuro en la que se pronuncian constantemente las profec�as de Jerem�as. Pero hay un llamado directo a la conciencia de un pueblo que ya est� bajo la disciplina de Dios; su circunstancia de exilio se da por sentada; hay una apreciaci�n sumamente v�vida y delicada de sus temores y dudas actuales, y para ellos no s�lo se nombra al libertador Cyrus, sino que se presenta como un personaje real y notorio que ya se encuentra en la mitad de su irresistible carrera.

Estos hechos tienen una base m�s amplia de lo que parece a primera vista. No se puede desviar su lado con el argumento de que los profetas hebreos ten�an la costumbre de emplear en sus predicciones lo que se llama "el prof�tico perfecto", es decir, que en el ardor de su convicci�n de que ciertas cosas suceder�an, hablaron de ellos, como les permit�a hacer la flexibilidad de los tiempos hebreos, en el pasado o perfecto como si las cosas hubieran sucedido realmente.

Tal argumento no es posible en el caso de la introducci�n de Cyrus. Porque no es s�lo que la profec�a, con lo que podr�a ser el mero ardor de la visi�n, representa al persa como si ya estuviera sobre el horizonte y sobre la corriente de la victoria; pero que, en el transcurso de un sobrio argumento a favor de la divinidad �nica del Dios de Israel, que se desarrolla a lo largo de los cap�tulos 41-48, Ciro, vivo e irresistible, ya acreditado por el �xito, y con Babilonia a sus pies, es se�alado como la prueba inconfundible de que las profec�as anteriores para la liberaci�n de Israel finalmente se est�n cumpliendo.

Cyrus, en resumen, no se presenta como una predicci�n, sino como la prueba de que una predicci�n se est� cumpliendo. A menos que ya hubiera aparecido en carne y hueso, y estuviera a punto de atacar a Babilonia, con todo el prestigio de una victoria inquebrantable, una gran parte de Isa�as 41:1 - Isa�as 48:1 ser�a completamente ininteligible.

Este argumento es tan concluyente para la fecha del segundo Isa�as, que puede ser bueno exponerlo un poco m�s en detalle, incluso a riesgo de anticipar algo de la exposici�n del texto.

Entre los jud�os al final del exilio parece haber dos clases. Una clase no ten�a esperanza de ser liberada, y a sus corazones se les dirige una profec�a como el cap�tulo 40: "Consolaos, consolaos, pueblo m�o". Pero hab�a otra clase, de temperamento opuesto, que ten�a opiniones demasiado fuertes sobre el tema de la liberaci�n. Esclavos de la letra de las Escrituras y de los grandes precedentes de su historia, estos jud�os parecen haber insistido en que el Libertador que vendr�a deb�a ser jud�o y descendiente de David.

Y la tendencia de gran parte de la urgencia del profeta en el cap�tulo 45 es persuadir a esos pedantes de que el gentil Ciro, que parec�a no solo el hombre m�s grande de su �poca, sino el medio m�s probable de la redenci�n de Israel, era del propio Jehov�. creaci�n y vocaci�n. �No implica tal argumento necesariamente que Ciro ya estaba presente, un objeto de duda y debate para las mentes serias de Israel? �O debemos suponer que todas estas dudas y debates fueron previstos, ensayados y contestados ciento cincuenta a�os antes de la �poca por un profeta tan famoso como Isa�as, y que, a pesar de su predicci�n y respuesta, la duda y el debate no obstante? tuvo lugar en las mentes de los mismos israelitas, que eran los estudiosos m�s fervientes de la profec�a antigua? S�lo hay que decirlo para que se sienta imposible.

Pero adem�s de los pedantes en Israel, hay aparente a trav�s de estas profec�as otro cuerpo de hombres, contra los cuales tambi�n Jehov� reclama al Ciro real como suyo. Son los sacerdotes y adoradores de los �dolos paganos. Es bien sabido que el advenimiento de Ciro confundi� a las religiones gentiles de la �poca y a sus consejeros. Los sacerdotes m�s sabios estaban perplejos; los or�culos de Grecia y Asia Menor eran mudos cuando se les consultaba sobre el persa, o daban respuestas m�s ambiguas de lo habitual.

Frente a esta perplejidad y desesperaci�n de las religiones paganas, nuestro profeta afirma con seguridad que Ciro es el nombre de Jehov�. En un debate en el cap�tulo 41, en el que busca establecer la justicia de Jehov�, es decir, la fidelidad de Jehov� a Su palabra y el poder para llevar a cabo Sus predicciones, el profeta habla de profec�as antiguas que han venido de Jehov�, y se�ala a Ciro como su cumplimiento.

Mientras tanto, no nos importa cu�les fueron esas profec�as. Es posible que estuvieran seguros de las predicciones de Jerem�as; podemos estar seguros de que no pueden haber contenido nada tan definido como el nombre de Ciro, o tal prueba de la previsi�n divina debe haber formado parte de la s�plica del profeta. Basta con que se puedan citar; nuestro negocio es m�s bien con la evidencia que el profeta ofrece de su cumplimiento.

Esa evidencia es Cyrus. �Habr�a sido posible referir a los paganos a Ciro como prueba de que esas antiguas profec�as se estaban cumpliendo, a menos que Ciro hubiera sido visible para los paganos, a menos que los paganos hubieran comenzado ya a sentir este persa "desde el amanecer" en todos sus peso de la guerra? No es una doctrina esot�rica la que el profeta les est� revelando a los israelitas iniciados acerca de Ciro. Est� haciendo un llamamiento a los hombres del mundo para que se enfrenten a los hechos.

�Podr�a haber hecho tal apelaci�n a menos que los hechos hubieran estado ah�, a menos que Cyrus hubiera estado dentro del conocimiento del "hombre natural"? A menos que Cyrus y sus conquistas ya estuvieran presentes hist�ricamente, el argumento en 41-48 es ininteligible.

Si esta evidencia para la fecha del exilio de Isa�as 40:1 ; Isa�as 41:1 ; Isa�as 42:1 ; Isa�as 43:1 ; Isa�as 44:1 ; Isa�as 45:1 ; Isa�as 46:1 ; Isa�as 47:1 ; Isa�as 48:1 -porque todos estos Cap�tulos cuelgan juntos- requer�a alg�n apoyo adicional, lo encontrar�a en el hecho de que el profeta no trata enteramente de lo que es pasado y pasado, sino que tambi�n hace algunas predicciones.

Ciro est� en camino de triunfar, pero Babilonia a�n tiene que caer de su mano. Babilonia a�n tiene que caer, antes de que los exiliados puedan salir libres. Ahora, si nuestro profeta estaba prediciendo desde el punto de vista de ciento cuarenta a�os antes, �por qu� hizo esta clara distinci�n entre dos eventos que aparecieron tan cerca unos de otros? Si ten�a tanto el advenimiento de Ciro como la ca�da de Babilonia en su perspectiva a largo plazo, �por qu� no us� "el prof�tico perfecto" para ambos? Que �l hable del primero como pasado y del segundo como a�n por venir, seguramente, si no hubiera habido tradici�n al rev�s, habr�a sido aceptado por todos como evidencia suficiente, de que el advenimiento de Ciro hab�a quedado atr�s y el ca�da de Babilonia todav�a frente a �l, cuando escribi� estos cap�tulos.

De ah� la primera parte, al menos, de Isa�as 40:1 ; Isa�as 41:1 ; Isa�as 42:1 ; Isa�as 43:1 ; Isa�as 44:1 ; Isa�as 45:1 ; Isa�as 46:1 ; Isa�as 47:1 ; Isa�as 48:1 ; Isa�as 49:1 ; Isa�as 50:1 ; Isa�as 51:1 ; Isa�as 52:1 ; Isa�as 53:1 ; Isa�as 54:1 ; Isa�as 55:1 ; Isa�as 56:1 ; Isa�as 57:1 ; Isa�as 58:1 ; Isa�as 59:1 ; Isa�as 60:1 ; Isa�as 61:1 ; Isa�as 62:1 ; Isa�as 63:1 ; Isa�as 64:1 ; Isa�as 65:1 ; Isa�as 66:1 -es decir, los cap�tulos 40-48- nos obliga a fecharlo entre el 555, el advenimiento de Ciro, y el 538, la ca�da de Babilonia.

Pero algunos piensan que a�n podemos reducir a�n m�s los l�mites. En Isa�as 41:25 , Ciro, cuyo propio reino se encontraba al este de Babilonia, se describe como invadiendo Babilonia desde el norte. Esto, se ha pensado, debe referirse a su uni�n con los medos en 549, y su descenso amenazado sobre Mesopotamia desde su cuarto del horizonte del profeta.

Si es as�, los a�os posibles de nuestra profec�a se reducen a once, 549-538. Pero incluso si tomamos el l�mite m�s amplio y m�s seguro, 555 a 538, bien podemos decir que hay muy pocos Cap�tulos en todo el Antiguo Testamento cuya fecha se pueda fijar con tanta precisi�n como la fecha de los Cap�tulos 40-48. .

Si lo que se ha desarrollado en los p�rrafos anteriores se reconoce como la declaraci�n del propio Cap�tulo, se sentir� que apenas se necesitan m�s pruebas de una fecha del exilio. Y aquellos que est�n familiarizados con la controversia sobre la evidencia proporcionada por el estilo y el lenguaje de las profec�as, admitir�n cu�n corto en decisi�n se encuentra de los argumentos ofrecidos anteriormente. Pero podemos preguntarnos con justicia si hay algo que se oponga a la conclusi�n a la que hemos llegado, ya sea, primero, en el color local de las profec�as: o, segundo, en su idioma; o, tercero, en su pensamiento - cualquier cosa que muestre que es m�s probable que hayan sido de Isa�as que de origen ex�lico.

1. A menudo se ha insistido en contra de la fecha de exilio de estas profec�as, que usan tan poco color local, y uno de los m�s grandes cr�ticos, Ewald, se ha sentido, por lo tanto, autorizado a colocar su hogar, no en Babilonia, pero en Egipto, mientras mantiene la fecha del exilio. Pero, como veremos al examinar la condici�n de los exiliados, era natural que los mejores entre ellos, sus salmistas y profetas, no tuvieran ojos para los colores de Babilonia.

Viv�an interiormente; eran mucho m�s los habitantes de sus propios corazones quebrantados que de esa hermosa tierra extranjera; cuando sus pensamientos surgieron de s� mismos, fue para buscar inmediatamente la lejana Si�n. �Qu� poco color local hay en los escritos de Ezequiel! Isa�as 40:1 ; Isa�as 41:1 ; Isa�as 42:1 ; Isa�as 43:1 ; Isa�as 44:1 ; Isa�as 45:1 ; Isa�as 46:1 ; Isa�as 47:1 ; Isa�as 48:1 ; Isa�as 49:1 ; Isa�as 50:1 ; Isa�as 51:1 ; Isa�as 52:1 ; Isa�as 53:1; Isa�as 54:1 ; Isa�as 55:1 ; Isa�as 56:1 ; Isa�as 57:1 ; Isa�as 58:1 ; Isa�as 59:1 ; Isa�as 60:1 ; Isa�as 61:1 ; Isa�as 62:1 ; Isa�as 63:1 ; Isa�as 64:1 ; Isa�as 65:1 ; Isa�as 66:1 tiene a�n m�s que mostrar; porque de hecho la ausencia de color local en nuestra profec�a ha sido muy exagerada.

Encontraremos a medida que seguimos la exposici�n, ruptura tras ruptura de luces y sombras babil�nicas que se cruzan en nuestro camino, los templos, las f�bricas de �dolos, las procesiones de im�genes, los adivinos y astr�logos, los dioses y altares especialmente cultivados por la caracter�stica esp�ritu mercantil del lugar; el env�o de ese mercado de naciones, las multitudes de sus comerciantes; el resplandor de muchas aguas, e incluso ese resplandor intolerable que tan frecuentemente maldice los cielos de Mesopotamia.

Isa�as 49:10 El profeta habla de los cerros de su tierra natal con exactamente el mismo anhelo, que Ezequiel y un probable salmista del Exilio Salmo 121:1 traicionan, la nostalgia de un hombre nacido en el altiplano cuya prisi�n est� en una llanura plana y mon�tona.

Las bestias que menciona en su mayor parte han sido reconocidas como familiares en Babilonia; y aunque no puede decirse lo mismo de los �rboles y plantas que nombra, se ha observado que los pasajes a los que los lleva son pasajes en los que sus pensamientos est�n fijos en la restauraci�n de Palestina. Adem�s de estos, hay muchos s�ntomas delicados de la presencia, ante el profeta, de un pueblo en tierra extranjera, dedicado al comercio, pero sin responsabilidades pol�ticas, cada una de las cuales, por s� sola, puede ser insuficiente para convencer, pero la reiterada expresi�n de lo cual incluso ha traicionado a los comentaristas, que vivieron demasiado pronto para la teor�a de un segundo Isa�as, en la admisi�n involuntaria de una autor�a ex�lica.

Quiz�s sorprender� a algunos al escuchar a Juan Calvino citado en nombre de la fecha del exilio de estas profec�as. Pero leamos y consideremos esta declaraci�n suya: "Debe tenerse en cuenta el momento en que se pronunci� esta profec�a; porque como el rango del reino hab�a sido borrado y el nombre de la familia real se hab�a vuelto mezquino y despreciable, durante el cautiverio en Babilonia, podr�a parecer como si a causa de la ruina de esa familia la verdad de Dios hubiera ca�do en decadencia; y por lo tanto, les pide que contemplen por fe el trono de David, que hab�a sido derribado ".

2. Lo que hemos visto que es verdad sobre el color local de nuestra profec�a es v�lido tambi�n para su estilo y lenguaje. No hay nada en ninguno de estos que nos comprometa con la autor�a de Isa�as, o que haga improbable una fecha del exilio; por el contrario, el lenguaje y el estilo, aunque no contienen semejanzas m�s fuertes ni m�s frecuentes con el lenguaje y el estilo de Isa�as de lo que puede explicarse por la influencia natural de un profeta tan grande sobre sus sucesores, est�n se�alados por diferencias con sus or�culos indiscutibles. , demasiado constante, demasiado sutil y, a veces, demasiado agudo, para que sea probable que todo el libro provenga del mismo hombre.

Sobre este punto, es suficiente remitir a nuestros lectores a las revisiones recientes, exhaustivas y muy capaces de la evidencia por Canon Cheyne en el segundo volumen de su Comentario, y por Canon Driver en el �ltimo cap�tulo de "Isaiah: His Life and Times". y para citar las siguientes palabras de tan gran autoridad como el profesor AB Davidson. Despu�s de se�alar la diferencia de vocabulario de las dos partes del Libro de Isa�as, agrega que no se trata tanto de palabras en s� mismas como de los usos y combinaciones peculiares de ellas, y especialmente "la articulaci�n peculiar de las oraciones y el movimiento del discurso completo, mediante el cual se produce una impresi�n tan diferente de la impresi�n producida por las primeras partes del libro ".

3. Lo mismo ocurre con el pensamiento y la doctrina de nuestra profec�a. En esto no hay nada que haga probable la autor�a de Isa�as o una fecha del exilio imposible. Pero, por el contrario, ya sea que consideremos las necesidades del pueblo o las analog�as del desarrollo de su religi�n, encontramos que, si bien todo conviene al exilio, casi todo es ajeno tanto a los sujetos como a los m�todos de Isa�as.

Observaremos los puntos de esto a medida que avanzamos, pero uno de ellos puede mencionarse aqu� (luego requerir� un cap�tulo para s� mismo), el uso que hace nuestro profeta de los t�rminos justicia y rectitud. Nadie que haya estudiado cuidadosamente el significado que estos t�rminos tienen en los aut�nticos or�culos de Isa�as, y el uso que se les da en las profec�as en discusi�n, puede dejar de encontrar en la diferencia una sorprendente corroboraci�n de nuestro argumento: que el los �ltimos fueron compuestos por una mente diferente a la de Isa�as, hablando a una generaci�n diferente.

Para resumir todo este argumento. Hemos visto que no hay evidencia en el Libro de Isa�as que demuestre que fue todo por �l mismo, pero s� mucho testimonio que apunta a una pluralidad de autores; que los cap�tulos 40-66 en ninguna parte afirman estar por Isa�as; y que no hay otra afirmaci�n bien fundada de las Escrituras o doctrina en nombre de su autor�a. Luego hemos mostrado que los cap�tulos 40-48 no solo presentan el exilio como si estuviera casi terminado y Ciro como si ya hubiera llegado, mientras que la ca�da de Babilonia a�n es futura; pero que es esencial para uno de sus principales argumentos que Ciro deber�a estar de pie ante Israel y el mundo, como un guerrero exitoso, en su camino para atacar a Babilonia.

Eso nos llev� a fechar estos Cap�tulos entre el 555 y el 538. Volviendo luego a otras evidencias -el color local que muestran, su lenguaje y estilo, y su teolog�a- no hemos encontrado nada que entre en conflicto con esa fecha, pero, en el al contrario, much�simo, lo que concuerda mucho m�s con �l que con la fecha, o con la autor�a, de Isa�as.

Se observar�, sin embargo, que la pregunta se ha limitado a los cap�tulos anteriores de los veintisiete en discusi�n, a saber. , a 40-48 �Se cumple la misma conclusi�n de 49 a 66? Esto se puede descubrir correctamente s�lo si seguimos de cerca su exposici�n; Mientras tanto, basta con tener una base firme sobre el Exilio. Podemos sentir nuestro camino poco a poco desde este punto de vista en adelante. Anticipemos ahora simplemente las caracter�sticas principales del resto de la profec�a.

Muchos han se�alado que una nueva secci�n comienza con el cap�tulo 49. Esto se debe a que el cap�tulo 48 concluye con un estribillo: "No hay paz, dice Jehov�, para los imp�os", lo cual vuelve a aparecer al final del cap�tulo 57, y porque con el cap�tulo 48. Babilonia y Ciro desaparecen de la vista. Pero las circunstancias siguen siendo las del exilio y, como se�ala el profesor Davidson, el cap�tulo 49 es un pensamiento paralelo al cap�tulo 42, y tambi�n da por sentada la restauraci�n de Israel en el cap�tulo 48, procediendo naturalmente de eso a la declaraci�n del mundo de Israel: misi�n.

Aparte de la alternancia de pasajes que tratan sobre el Siervo del Se�or, y pasajes cuyo tema es Si�n - una alternancia que comienza bastante temprano en la profec�a, y ha sugerido a algunos su composici�n a partir de dos escritos diferentes - la primera ruptura real en el La secuencia ocurre en Isa�as 52:13 , donde se introduce la profec�a del Siervo que lleva el pecado.

La mayor�a de los cr�ticos consideran que esto es una inserci�n, ya que Isa�as 54:1 sigue naturalmente a Isa�as 52:12 , aunque es innegable que tambi�n hay alguna asociaci�n entre Isa�as 52:13 - Isa�as 53:1 , y el cap�tulo 54. En los cap�tulos 54-55, evidentemente todav�a estamos en el exilio. Al comentar un vers�culo de estos cap�tulos, Calvino hace la admisi�n del origen ex�lico que se ha citado anteriormente.

Siguen ahora una serie de breves profec�as, hasta que se llega al final del cap�tulo 59. Estos, como veremos, hacen que sea extremadamente dif�cil creer en la unidad original del "Segundo Isa�as". Algunos de ellos, es cierto, se encuentran en evidente circunstancia de exilio; pero otros son indudablemente de fecha anterior, lo que refleja el paisaje de Palestina y los h�bitos de la gente en su independencia pol�tica, con la nube de juicio de Jehov� a�n sin estallar, pero descendiendo.

As� es Isa�as 56:9 - Isa�as 57:1 , que considera que el exilio a�n est� por venir, cita las caracter�sticas naturales de Palestina y acusa a los jud�os de diplomacia incr�dula, una acusaci�n que no era posible contra ellos cuando estaban en cautiverio.

Pero otras de estas breves profec�as son, en opini�n de algunos cr�ticos, posteriores al exilio. Cheyne asigna el cap�tulo 56 a despu�s del Retorno, cuando el templo estaba en pie, y se pod�a hacer cumplir el deber de realizar ayunos y s�bados, como lo hizo Nehem�as. Dar�, cuando lleguemos al pasaje, mis razones para dudar de su conclusi�n. Me parece que es probable que el cap�tulo haya sido escrito en la v�spera del Retorno como despu�s de que el Retorno tuvo lugar.

El cap�tulo 57, el decimoctavo de nuestros veintisiete cap�tulos, se cierra con el mismo estribillo que el cap�tulo 48, el noveno de la serie: "No hay paz, dice Jehov�, para los imp�os". El cap�tulo 58, por lo tanto, ha sido considerado como el comienzo de la tercera gran divisi�n de la profec�a. Pero aqu� nuevamente, si bien ciertamente hay un avance en el tratamiento del tema, y ??el profeta habla menos de la redenci�n de los jud�os y m�s de la gloria de la restauraci�n de Si�n, el punto de transici�n es muy dif�cil de se�alar.

Algunos cr�ticos consideran el cap�tulo 58 como post-exilio; pero cuando lleguemos a �l, encontraremos una serie de razones para suponer que pertenece, tanto como Ezequiel, al exilio. El cap�tulo 59 es quiz�s la parte m�s dif�cil de todas, porque hace que los jud�os sean responsables de la justicia c�vica de una manera que dif�cilmente podr�an concebirse como exiliados y, sin embargo, habla en el lenguaje de otras partes del "Segundo Isa�as". de una liberaci�n que no puede ser otra que la liberaci�n del exilio.

En este cap�tulo encontraremos se�ales probables de la fusi�n de dos discursos distintos, haciendo probable la conclusi�n de que es la conciencia anterior de Israel la que captamos aqu�, sigui�ndola hasta los d�as del exilio y recitando su culpa anterior justo antes de que se asegure el perd�n. Los cap�tulos 60, 61 y 62 son ciertamente exiliados. La profec�a inimitable, Isa�as 63:1 , completa en s� misma y �nica en su belleza, es una promesa dada justo antes de la liberaci�n de un largo cautiverio de Israel bajo las naciones paganas ( Isa�as 63:4 ), o un c�ntico de j�bilo. de triunfo inmediatamente despu�s de que tal liberaci�n haya tenido lugar.

Isa�as 63:7 - Isa�as 64:1 implica un templo en ruinas ( Isa�as 63:10 ), pero no muestra ning�n rastro del exilio del escritor. Se le ha asignado al per�odo de los primeros intentos de reconstruir Jerusal�n despu�s del Retorno.

El Cap�tulo 65 ha sido asignado a la misma fecha y su color local se ha interpretado como el de Palestina. Pero encontraremos que el color es tan probable como el de Babilonia, y nuevamente no veo ninguna prueba cierta de una fecha posterior al exilio. El cap�tulo 66, sin embargo, revela m�s evidencia de haber sido escrito despu�s del Retorno. Se divide en dos partes. En Isa�as 66:1 el templo a�n no est� construido, pero parece que la construcci�n ya se ha comenzado.

En Isa�as 66:5 , la llegada de los jud�os a Palestina, la reanudaci�n de la vida de la comunidad sagrada y las decepciones de los retornados ante los primeros magros resultados, parecen estar impl�citas. Y la m�sica del libro se apaga en tonos de advertencia de que el pecado todav�a obstaculiza la obra del Se�or con Su pueblo.

Esta r�pida encuesta ha dejado dos cosas suficientemente claras. Primero, que si bien la mayor parte de los cap�tulos 40-66 se compuso en Babilonia durante el exilio de los jud�os, hay porciones considerables que datan de antes del exilio y delatan un origen palestino; y una o dos piezas m�s peque�as que parecen, sin embargo, de forma bastante menos evidente, dar por sentado el Retorno del Exilio. Pero, en segundo lugar, todas estas piezas, que parece necesario asignar a diferentes �pocas y autores, han sido ordenadas de manera que exhiban un cierto orden y progreso, un orden, m�s o menos observado, de fecha, y un progreso muy aparente ( como veremos en el curso de la exposici�n) de pensamiento y de claridad en la definici�n.

La mayor parte, de cuya unidad estamos asegurados y cuya fecha podemos fijar, se encuentra al principio. Los cap�tulos 40-48 son ciertamente por un lado, y pueden estar fechados, como hemos visto, entre 555 y 538, el per�odo de la aproximaci�n de Ciro para tomar Babilonia. All� cesa el inter�s por Ciro, y el pensamiento de la redenci�n de Babilonia es reemplazado principalmente por el del regreso posterior. Junto con estas l�neas, descubriremos un desarrollo en la gran doctrina de la profec�a del Siervo de Jehov�.

Pero incluso esto se desvanece, como si la experiencia del sufrimiento y la disciplina fuera reemplazada por la del retorno y la restauraci�n; y es Sion en su gloria, y la misi�n espiritual del pueblo, y la venganza del Se�or, y la construcci�n del templo, y una serie de detalles pr�cticos en la vida y adoraci�n de la comunidad restaurada, que llenan el resto del libro, junto con algunos ecos de la �poca anterior al exilio. �Podemos evitar sentir en todo esto un dise�o y una disposici�n definidos, que no llega a ser absolutamente perfecto, probablemente, por la naturaleza de los materiales a disposici�n del arreglista?

Por lo tanto, tenemos justificaci�n para llegar a la conclusi�n provisional de que el Segundo Isa�as no es una unidad, en la medida en que consiste en un n�mero de piezas de diferentes hombres, a quienes Dios levant� en varios momentos antes, durante y despu�s de la Exilio, para consolar y exhortar en medio de las cambiantes circunstancias y temperamentos de Su pueblo; pero que es una unidad, en la medida en que estas piezas han sido reunidas por un editor muy poco despu�s del Regreso del Exilio, en un orden tan regular tanto en el tiempo como en el tema, como lo permitir�a el material algo mezclado.

Es en este sentido que a lo largo de este volumen hablaremos de "nuestro profeta" o "el profeta"; hasta el cap�tulo 49, al menos, sentiremos que la expresi�n es literalmente verdadera; despu�s de eso, es m�s un editorial que una unidad original que es aparente. En esta cuesti�n de unidad, el estilo dram�tico de la profec�a constituye, sin duda, la mayor dificultad. �Qui�n se atrever� a determinar de los muchos soliloquios, ap�strofes, letras y otras piezas aqu� reunidas, a menudo sin ninguna conexi�n, salvo la de agrupaci�n dram�tica y cierta simpat�a de temperamento, si son del mismo autor o han sido? recopilados de varios or�genes? Debemos contentarnos con dejar el asunto en forma incierta.

Una gran raz�n, que a�n no hemos citado, para suponer que toda la profec�a no es de un solo hombre, es que si hubiera sido su nombre ciertamente habr�a venido con �l. No permita que se piense que tal conclusi�n, a la que nos han llevado, es simplemente un dogma de la cr�tica moderna. Aqu�, si es que en alguna parte, el cr�tico no es m�s que el paciente estudiante de las Escrituras, que busca el testimonio del texto sagrado sobre s� mismo y lo formula.

Si se encuentra que tal testimonio entra en conflicto con la tradici�n eclesi�stica, por muy antigua y universal que sea, tanto peor para la tradici�n. En los c�rculos protestantes, al menos, no tenemos otra opci�n. Litera Scripta manet . Cuando sabemos que la �nica evidencia de la autor�a de Isa�as de los cap�tulos 40-66 es la tradici�n, respaldada por una interpretaci�n irreflexiva de las citas del Nuevo Testamento, mientras que todo el testimonio de estas Escrituras mismas niega que sean de Isa�as, no podemos evitar tomar nuestra decisi�n. y aceptar el testimonio de las Escrituras.

�Los encontramos menos maravillosos o divinos? �Consuelan menos? �Hablan con menos poder de conciencia? �Testifican con voz m�s incierta de nuestro Se�or y Salvador? Ser� tarea de las p�ginas siguientes mostrar que, interpretados en conexi�n con la historia de la que ellos mismos dicen que el Esp�ritu de Dios los sac�, estos veintisiete Cap�tulos se vuelven solo m�s prof�ticos de Cristo, y m�s consoladores e instructivos para hombres, de lo que eran antes.

Pero el hecho notable es que la propia tradici�n antigua parece estar de acuerdo con los resultados de la erudici�n moderna. El lugar original del Libro de Isa�as en el canon jud�o parece haber sido despu�s de Jerem�as y Ezequiel, un hecho que prueba que no se complet� hasta una fecha posterior a las obras de estos dos profetas del exilio.

Si ahora se pregunta, �por qu� una serie de profec�as escritas en el exilio deben adjuntarse a las obras aut�nticas de Isa�as? �sa es una pregunta justa, y una que los partidarios de la autor�a ex�lica tienen el deber de esforzarse por responder. Afortunadamente no tienen la necesidad de recurrir, a falta de otras razones, en el supuesto de que este apego se debi� al error de alg�n escriba, oa la costumbre que practicaban los escritores antiguos de llenar cualquier parte de un volumen, que se qued� en blanco cuando un libro est� terminado, con la escritura de cualquier otro que encajara en el lugar.

La primera de estas razones es demasiado accidental, la segunda demasiado artificial, frente a la indudable simpat�a que existe entre todas las partes del Libro de Isa�as. El mismo Isa�as profetiz� claramente de un exilio m�s largo de lo que experiment� su propia generaci�n, y profetiz� un regreso de �l (cap�tulo 11). No vimos ninguna raz�n para disputar sus afirmaciones sobre las predicciones sobre Babilonia en los cap�tulos 21 y 39.Tambi�n Isa�as, m�s que cualquier otro profeta, eran esas grandes y �ltimas esperanzas del Antiguo Testamento: la supervivencia de Israel y el recogimiento de los gentiles. a la adoraci�n de Jehov� en Jerusal�n.

Pero es con el expreso prop�sito de enfatizar el cumplimiento inmediato de tan antiguas predicciones, que Isa�as 40:1 ; Isa�as 41:1 ; Isa�as 42:1 ; Isa�as 43:1 ; Isa�as 44:1 ; Isa�as 45:1 ; Isa�as 46:1 ; Isa�as 47:1 ; Isa�as 48:1 ; Isa�as 49:1 ; Isa�as 50:1 ; Isa�as 51:1 ; Isa�as 52:1 ; Isa�as 53:1 ; Isa�as 54:1 ; Isa�as 55:1 ; Isa�as 56:1 ; Isa�as 57:1 ; Isa�as 58:1 ; Isa�as 59:1 ; Isa�as 60:1 ; Isa�as 61:1 ; Isa�as 62:1 ; Isa�as 63:1 ; Isa�as 64:1 ; Isa�as 65:1 ; Se publicaron Isa�as 66:1 .

Aunque nuestro profeta tiene "cosas nuevas que publicar", su primer negocio es mostrar que "las cosas anteriores han sucedido", especialmente el exilio, la supervivencia de un remanente, el env�o de un libertador, la condenaci�n de Babilonia. �Qu� m�s natural que adjuntar a sus declaraciones esas profec�as, de las cuales los eventos que se�al� fueron la reivindicaci�n y el cumplimiento? El archivo adjunto fue m�s f�cil de arreglar que las profec�as aut�nticas no hab�an pasado de la mano de Isa�as en una forma fija.

No llevan esas marcas de la propia edici�n de su autor, que son las que llevan las profec�as tanto de Jerem�as como de Ezequiel. Es imposible ser dogm�tico al respecto. Pero estos hechos, que nuestros Cap�tulos est�n relacionados, como ninguna otra Escritura, con el cumplimiento de profec�as anteriores; que son las profec�as de Isa�as las que son la predicci�n original y m�s completa de los eventos con los que est�n ocupados; y que la forma en que se transmiten las profec�as de Isa�as no excluy� adiciones de este tipo a las mismas, aportan razones muy evidentes por las que Isa�as 40:1 ; Isa�as 41:1 ; Isa�as 42:1 ; Isa�as 43:1 ; Isa�as 44:1 ; Isa�as 45:1 ; Isa�as 46:1; Isa�as 47:1 ; Isa�as 48:1 ; Isa�as 49:1 ; Isa�as 50:1 ; Isa�as 51:1 ; Isa�as 52:1 ; Isa�as 53:1 ; Isa�as 54:1 ; Isa�as 55:1 ; Isa�as 56:1 ; Isa�as 57:1 ; Isa�as 58:1 ; Isa�as 59:1 ; Isa�as 60:1 ; Isa�as 61:1 ; Isa�as 62:1 ; Isa�as 63:1 ; Isa�as 64:1 ; Isa�as 65:1 ; Isa�as 66:1, aunque escrito en el Exilio, debe adjuntarse a Isa�as 1:1 ; Isa�as 2:1 ; Isa�as 3:1 ; Isa�as 4:1 ; Isa�as 5:1 ; Isa�as 6:1 ; Isa�as 7:1 ; Isa�as 8:1 ; Isa�as 9:1 ; Isa�as 10:1 ; Isa�as 11:1 ; Isa�as 12:1 ; Isa�as 13:1 ; Isa�as 14:1 ; Isa�as 15:1 ; Isa�as 16:1 ; Isa�as 17:1 ; Isa�as 18:1 ; Isa�as 19:1 ; Isa�as 20:1 ; Isa�as 21:1 ; Isa�as 22:1 ; Isa�as 23:1 ; Isa�as 24:1 ; Isa�as 25:1 ; Isa�as 26:1 ; Isa�as 27:1 ; Isa�as 28:1 ; Isa�as 29:1 ; Isa�as 30:1 ; Isa�as 31:1 ; Isa�as 32:1 ; Isa�as 33:1 ; Isa�as 34:1 ; Isa�as 35:1 ; Isa�as 36:1 ; Isa�as 37:1 ; Isa�as 38:1 ; Isa�as 39:1 .

As� presentamos una teor�a de la autor�a ex�lica de Isa�as 40:1 ; Isa�as 41:1 ; Isa�as 42:1 ; Isa�as 43:1 ; Isa�as 44:1 ; Isa�as 45:1 ; Isa�as 46:1 ; Isa�as 47:1 ; Isa�as 48:1 ; Isa�as 49:1 ; Isa�as 50:1 ; Isa�as 51:1 ; Isa�as 52:1 ; Isa�as 53:1 ; Isa�as 54:1 ; Isa�as 55:1 ; Isa�as 56:1 ; Isa�as 57:1 ; Isa�as 58:1; Isa�as 59:1 ; Isa�as 60:1 ; Isa�as 61:1 ; Isa�as 62:1 ; Isa�as 63:1 ; Isa�as 64:1 ; Isa�as 65:1 ; Isa�as 66:1 en s� mismo es completo y consistente, adecuado a todas las partes de la evidencia, y no se opone a la autoridad de ninguna parte de la Escritura.

Como consecuencia de su conclusi�n, nuestro deber, antes de proceder a la exposici�n de los Cap�tulos, es doble: primero, relacionar el tiempo de Isa�as con el per�odo de la Cautividad, y luego esbozar la condici�n de Israel en el Exilio. Esto lo abordaremos en los pr�ximos tres cap�tulos.

NOTA AL CAPITULO I

Los lectores tal vez deseen tener una referencia a otros pasajes de esta parte, en los que se plantean las cuestiones de la fecha, autor�a y estructura de Isa�as 40:1 ; Isa�as 41:1 ; Isa�as 42:1 ; Isa�as 43:1 ; Isa�as 44:1 ; Isa�as 45:1 ; Isa�as 46:1 ; Isa�as 47:1 ; Isa�as 48:1 ; Isa�as 49:1 ; Isa�as 50:1 ; Isa�as 51:1 ; Isa�as 52:1 ; Isa�as 53:1 ; Isa�as 54:1 ; Isa�as 55:1 ; Isa�as 56:1 ; Isa�as 57:1 ; Isa�as 58:1 ; Isa�as 59:1 ; Isa�as 60:1 ; Isa�as 61:1 ; Isa�as 62:1 ; Isa�as 63:1 ; Isa�as 64:1 ; Isa�as 65:1 ; Se discuten Isa�as 66:1 . Ver: Introducci�n al Libro III; p�rrafos iniciales del cap�tulo 18 y del cap�tulo 19, etc.

CAPITULO DOS

DE ISA�AS A LA CA�DA DE JERUSAL�N

701-587 a. C.

A primera vista, las circunstancias de Jud� en los �ltimos diez a�os del siglo VII presentan un gran parecido con su suerte en los �ltimos diez a�os del siglo VIII. El imperio del mundo, al que ella pertenece, est� nuevamente dividido entre Egipto y una potencia mesopot�mica. Siria es nuevamente el campo de su dudosa batalla, y la cuesti�n de cu�l de los dos se rendir� homenaje, sigue formando la pol�tica de todos sus estados.

Jud� todav�a vacila, intriga y atrae sobre s� misma la ira del Norte por sus tratados con Egipto. Una vez m�s, hay un gran profeta y estadista, cuya preocupaci�n es la justicia, que expone tanto la inmoralidad de su pueblo como la locura de sus pol�ticas, y que invoca el "mal del norte" como el azote de Dios sobre Israel: Isa�as ha sido sucedido por Jerem�as. Y, como para completar la analog�a, la naci�n ha pasado una vez m�s por una reforma puritana. Jos�as, incluso m�s a fondo que Ezequ�as, ha efectuado la destrucci�n de los �dolos.

Debajo de este parecido circunstancial, sin embargo, hay una diferencia fundamental. La fuerza de la predicaci�n de Isa�as se inclin�, especialmente durante los �ltimos a�os del siglo, para establecer la inviolabilidad de Jerusal�n. Contra las amenazas del asedio asirio, y a pesar de su propia conciencia m�s formidable de la corrupci�n de su pueblo, Isa�as insisti� en que no se deb�a tomar Si�n y que el pueblo, aunque cortado de ra�z, deb�a permanecer plantado en la tierra, -la estirpe de una naci�n imperial en los �ltimos d�as.

Esta profec�a fue vindicada por el maravilloso alivio de Jerusal�n en la aparente v�spera de su captura en 701. Pero sus ecos a�n no se hab�an apagado, cuando Jerem�as a su generaci�n entreg� el mensaje opuesto. A su alrededor, los profetas populares balbuceaban de memoria las antiguas garant�as de Isa�as acerca de Si�n. Sus repeticiones suaves y mon�tonas lam�an agradablemente la inamovible confianza en s� mismo del pueblo.

Pero Jerem�as llam� a la tormenta. Aunque la prosperidad parec�a desmentirle, predijo la r�pida ruina del Templo y la Ciudad, y convoc� a los enemigos de Jud� contra ella en el nombre del Dios en cuya palabra anterior ella confiaba para la paz. El contraste entre los dos grandes profetas se vuelve m�s dram�tico en su conducta durante los respectivos asedios, de los cuales cada uno fue la figura central. Isa�as, solo firme en una ciudad desesperada, desafiando las burlas de los paganos, reavivando dentro de los defensores desanimados, a quienes el enemigo buscaba sobornar para que abandonaran, las pasiones del patriotismo y la religi�n, proclamando siempre, como con voz de trompeta, que Sion debe permanecer inviolable; Jerem�as, por el contrario, declarando la futilidad de la resistencia, aconsejando a cada ciudadano que salve su propia vida de la ruina del estado, en un tratado con el enemigo,

Y as�, mientras en 701 Jerusal�n triunf� en el Se�or por el repentino levantamiento del asedio asirio, tres a�os despu�s de que terminara el siglo siguiente, ella sucumbi� dos veces al sucesor de Asiria, y nueve a�os despu�s fue totalmente destruida.

�Cu�l es la raz�n de esta diferencia que ha bastado un siglo para funcionar? �Por qu� el car�cter sagrado del santuario de Jud� no fue tanto un art�culo de Jerem�as como del credo de Isa�as, sino un elemento de la divina providencia en el a�o 600 como en el 700 a. C.? No es una pregunta muy dif�cil de responder, si tenemos en cuenta dos cosas: primero, la condici�n moral del pueblo, y segundo, las necesidades de la religi�n espiritual, que se identificaba para la �poca con sus fortunas.

El Israel que fue entregado al cautiverio por la palabra de Jerem�as era un pueblo a la vez m�s endurecido y m�s exhausto que el Israel, que, a pesar de su pecado, los esfuerzos de Isa�as hab�an logrado preservar en su propia tierra. Hab�a pasado un siglo de m�s gracia y oportunidad, pero la gracia hab�a sido resistida, la oportunidad abusada, y la gente estaba m�s culpable y m�s obstinada que nunca ante Dios.

Sin embargo, a�n m�s clara que los desiertos de la gente era la necesidad de su religi�n. Esa victoria local y temporal �despu�s de todo, s�lo el relieve de una fortaleza en la monta�a y un santuario tribal� con la que Isa�as hab�a identificado la voluntad y el honor del Dios Todopoderoso, no pod�a ser el cl�max de la historia de una religi�n espiritual. Era imposible que el monote�smo descansara sobre una seguridad tan estrecha y material como esa.

La fe, que iba a vencer al mundo, no pod�a contentarse con un triunfo meramente nacional. Este tiempo debe llegar -aunque s�lo sea por el progreso ordinario de los a�os y sin el apresuramiento de la culpa humana- para que la fe y la piedad sean destetadas de las formas de un templo terrenal, por sagrado que sea: para el individuo, despu�s de todo, la unidad real de la vida. religi�n: volverse independiente de la comunidad y depositarla �nicamente en su Dios; y que este pueblo, a quien se hab�an confiado los or�culos del Dios viviente, fuera sacado del orgullo ego�sta de guardarlos para su propio honor, fuera a trav�s de las brechas de sus muros hasta ahora inviolados, y en medio del humo de todo lo que era m�s sagrado para ellos, para que en un contacto equilibrado con la humanidad pudieran aprender a comunicar su gloriosa confianza.

Por lo tanto, si bien el exilio fue sin duda la penitencia, que un pueblo a menudo perdonado pero cada vez m�s obstinado tuvo que pagar por sus pecados acumulados, tambi�n fue para los mansos y puros de coraz�n en Israel un paso hacia arriba incluso desde la fe y la fe. resultados de Isa�as, quiz�s el paso m�s eficaz que jam�s haya dado la religi�n de Israel. Schultz ha dicho con precisi�n: "La verdadera tragedia de la historia -la fatalidad requerida por la culpa acumulada durante mucho tiempo, y lanzada sobre una generaci�n que por s� misma se est� volviendo realmente hacia el bien- se consuma de manera m�s sorprendente en el exilio.

"S�, pero esto es s�lo la mitad de la verdad. El logro de la tragedia moral es en realidad s�lo un incidente en una epopeya religiosa: el desarrollo de una fe espiritual. La N�mesis, que se demora mucho tiempo, alcanza por fin a los pecadores, pero el impacto de los golpes , que golpe� a la naci�n culpable en cautiverio, libera su religi�n de sus ataduras materiales. Israel en el camino al exilio est� en camino de convertirse en Israel seg�n el Esp�ritu.

Con estos principios para guiarnos, perm�tanos ahora, por un momento, abrirnos paso a trav�s de los abarrotados detalles del declive y ca�da del estado jud�o.

La propia edad de Isa�as hab�a presagiado la necesidad del exilio de Jud�. Hab�a el gran precedente de Samaria, y el pecado de Jud� no fue menor que el de su hermana. Cuando las autoridades de Jerusal�n quisieron condenar a muerte a Jerem�as por la herej�a de predecir la ruina de la ciudad sagrada, se se�al� en su defensa que Miqueas, el contempor�neo de Isa�as, hab�a hecho una predicci�n similar. �Y cu�nto hab�a pasado desde entonces! El triunfo de Jehov� en 701, la fe m�s fuerte y la pr�ctica m�s pura, que se hab�a producido mientras rein� Ezequ�as, dio paso a una reacci�n id�latra bajo su sucesor Manas�s.

Esta reacci�n, si bien aument� la culpabilidad de la gente, de ninguna manera disminuy� su miedo religioso. Llevaban consigo la conciencia de su antiguo puritanismo: enfermos, podr�amos decir delirantes, pero no muertos. Los hombres sintieron su pecado y temieron la ira del cielo, y se precipitaron precipitadamente a los ejercicios groseros y fan�ticos de la idolatr�a, para borrar el uno y evitar el otro. No sirvi� de nada.

Despu�s de una ausencia de treinta a�os, las armas asirias regresaron con todas sus fuerzas, y el propio Manas�s fue llevado cautivo a trav�s del �ufrates. Pero la penitencia revivi�, y por un tiempo pareci� como si por fin fuera v�lida para la salvaci�n. Israel dio grandes pasos hacia su vida ideal de buena conciencia y prosperidad exterior. Jos�as, el piadoso, subi� al trono. El Libro de la Ley fue descubierto en 621, y el rey y el pueblo acudieron a su convocatoria con la mayor lealtad.

Toda la naci�n "se mantuvo firme en el pacto". El santuario �nico fue reivindicado, los lugares altos destruidos, la tierra limpia de �dolos. No hubo grandes triunfos militares, pero Asiria, durante tanto tiempo el azote aceptado por Dios, dio se�ales de quebrantamiento; y podemos sentir el vigor y la confianza en nosotros mismos, inducidos por a�os de prosperidad, en la ambici�n de Jos�as de extender sus fronteras, y especialmente en su atrevido asalto a Necao de Egipto en Meguido, cuando Necao pas� al norte a la invasi�n de Asiria. En total, era un pueblo que se imaginaba a s� mismo justo y contaba con un Dios justo. En esos d�as, �qui�n podr�a so�ar con el exilio?

Pero en el 608 el ideal se estremeci�. Israel fue trillado en Meguido, y Jos�as, el rey conforme al coraz�n de Dios, fue asesinado en el campo. Y luego sucedi� lo que sucedi� en otras ocasiones en la historia de Israel cuando cay� una desilusi�n de este tipo. La naci�n cay� en pedazos en los elementos de los que era una composici�n tan extra�a. Las masas, cuya conciencia no se elev� m�s all� de la mera ejecuci�n de la Ley, ni su visi�n de Dios m�s alta que la de un patr�n del estado, obligada por Su pacto a recompensar con �xito material la lealtad de Sus clientes, se sintieron decepcionadas con el resultados de su servicio y de su providencia.

Al ser una nueva generaci�n de la �poca de Manas�s, pensaron en darles otro turno a los dioses extra�os. Los �dolos fueron devueltos, y despu�s del descr�dito que recibi� la justicia en Meguido, parecer�a que la injusticia social y el crimen de muchas clases se atrevieron a ser muy audaces. Joacaz, que rein� durante tres meses despu�s de Jos�as, y Joacim, que lo sucedi�, eran id�latras.Los pocos m�s elevados, como Jerem�as, nunca hab�an sido enga�ados por la lealtad externa del pueblo al Templo o la Ley, ni consideraron v�lido ni expiar para el pasado o ahora para cumplir las santas demandas de Jehov�; y fueron confirmados por el desastre de Meguido, y la consiguiente reacci�n a la idolatr�a, en las opiniones severas y desesperadas de la gente que siempre hab�an tenido.

Siguieron reiterando un r�pido cautiverio. Entre estas partes se encontraban los sucesores formales de los profetas anteriores, tanto esclavos de la tradici�n que no ten�an conciencia de los pecados de su pueblo ni comprensi�n del mundo que los rodeaba, sino que solo pod�an afirmar con la fuerza de los or�culos antiguos que Si�n no deber�a ser destruida. . Es extra�o ver c�mo este grupo, basado en las promesas de Jehov� por medio de un profeta como Isa�as, debe ser aprovechado por los id�latras, pero censurado por los propios siervos de Jehov�.

As� se mezclan y entran en conflicto. �Qui�n puede distinguir todos los elementos de una vida tan antigua y tan rica, mientras se persiguen, se adelantan y luchan entre s�, apresur�ndose por los r�pidos hasta la catarata final? Dej�moslos por un momento, mientras marcamos la cat�strofe misma. Se distinguir�n m�s f�cilmente en la calma de abajo.

Fue desde el norte que Jerem�as convoc� la venganza de Dios sobre Jud�. En sus amenazas anteriores, podr�a haberse referido a los escitas; pero en 605, cuando Nabucodonosor, el hijo de Nabopolasar de Babilonia, el general en ascenso de la �poca, derrot� al fara�n en Carquemis, todos aceptaron la nominaci�n de Jerem�as para este sucesor de Asiria en el se�or�o de Asia occidental. Desde Carquemis, Nabucodonosor invadi� Siria.

Joacim le rindi� tributo, y Jud� por fin sinti� el apret�n de la mano que la llevar�a al exilio. Joacim intent� deshacerse de �l en 602; pero, despu�s de acosarlo durante cuatro a�os por medio de algunos aliados, Nabucodonosor tom� su capital, lo ejecut�, permiti� que Joaqu�n, su sucesor, reinara solo tres meses, tom� Jerusal�n por segunda vez y se llev� a Babilonia la primera gran porci�n de la gente. Esto fue en 598, solo diez a�os despu�s de la muerte de Jos�as y veintiuno desde el descubrimiento del Libro de la Ley.

Es imposible determinar el n�mero exacto de este primer cautiverio de los jud�os. El analista fija los soldados en siete mil, los herreros y artesanos en mil; de modo que, teniendo en cuenta las otras clases a las que menciona, los hombres adultos deben haber superado los diez mil; pero cu�ntas mujeres fueron y cu�ntos hijos �el factor m�s importante para el per�odo del exilio que tenemos que afrontar� es imposible de estimar.

El n�mero total de personas apenas puede haber sido menos de veinticinco mil. Sin embargo, m�s importante que su n�mero fue la calidad de estos exiliados, y esto lo podemos apreciar f�cilmente. Fueron llevados la familia real y la corte, un gran n�mero de personas influyentes, "los valientes de la tierra", o lo que debieron ser casi todos los guerreros, con los art�fices necesarios; Tambi�n fueron sacerdotes, Ezequiel entre ellos, y probablemente representantes de otras clases no mencionadas por el analista.

Que esta era la virtud y la flor de la naci�n lo prueba un doble testimonio. No s�lo los ciudadanos, durante los diez a�os restantes de la vida de Jerusal�n, esperaron a estos exiliados en busca de su liberaci�n, sino que el mismo Jerem�as los cont� como la mitad sana de Israel: "una canasta de buenos higos", como �l lo expres�, al lado de "un canasta de malos ". Al menos estaban bajo disciplina, pero el resto de Jerusal�n persisti� en la obstinaci�n del pasado.

Porque aunque Jerem�as permaneci� en la ciudad, en la casa de David y en una poblaci�n considerable, y aunque Jerem�as mismo ten�a una posici�n m�s alta en la estima p�blica desde la vindicaci�n de su palabra por los eventos de 598, no pod�a ser ciego a los que no hab�an cambiado. car�cter del pueblo, y la condena total que su �ltimo respiro hab�a demostrado ser inevitable. Pandillas de falsos profetas, tanto en casa como entre los exiliados, podr�an predecir un pronto regreso.

Toda la capacidad de intriga jud�a, con las lujosas promesas de Egipto y las frecuentes embajadas de otras naciones, podr�a contribuir al derrocamiento de Babilonia. Pero Jerem�as y Ezequiel sab�an mejor. A lo largo de la distancia que ahora los separaba, cantaron, como en ant�fona, las estrofas alternas del canto f�nebre de Jud�. Jerem�as orden� a los exiliados que no se acordaran de Si�n, pero "que se establezcan", dijo, "en la vida de la tierra en la que est�n, construyendo casas, plantando jardines y engendrando hijos, y 'busquen la paz de la ciudad adonde est�n' '. Os he hecho llevar cautivos, y orar� a Jehov� por ello, porque en su paz tendr�is paz. El destierro durar� setenta a�os.

"Y as� como Jerem�as en Si�n bendijo a Babilonia, as� Ezequiel en Babilonia maldijo a Si�n, respondiendo como un trueno que Jerusal�n debe ser completamente devastada por el asedio y el hambre, la pestilencia y el cautiverio. No hay un torrente de esperanza a trav�s de Ezequiel. Sus expectativas son todas lejanas. �l vive ya sea en la memoria o en la fr�a fantas�a. Sus cuadros de restauraci�n son demasiado elaborados para significar una r�pida realizaci�n. Son obra de un hombre con tiempo en sus manos, uno no construye tan colosalmente para el ma�ana.

As� reforzado desde el exterior, Jerem�as proclam� a Nabucodonosor como "el siervo de Jehov�" y lo convoc� a ejecutar la condenaci�n de Jehov� sobre la ciudad. El bloqueo previsto se produjo en el noveno a�o de Sedequ�as. Las falsas esperanzas que a�n sosten�an al pueblo, su confianza en Egipto, la llegada de un ej�rcito egipcio como resultado de sus intrigas, as� como toda su lastimosa valent�a, s�lo dieron tiempo para el cumplimiento de los terribles detalles de su pena.

Durante casi dieciocho meses, el asedio se cerr� en meses de hambre y pestilencia, de facciones y disputas y de ca�da en manos del enemigo. Entonces Jerusal�n se desintegr�. Los sitiadores ganaron el suburbio del norte y asaltaron la puerta del medio. Sedequ�as y el ej�rcito rompieron sus l�neas solo para ser capturados en un vuelo sin rumbo hacia Jeric�. Unas semanas m�s, y una defensa abandonada por civiles del interior de la ciudad fue finalmente superada.

Los exasperados sitiadores la entregaron al fuego - "la casa de Jehov�, la casa del rey, y toda gran casa" - y destrozaron en piedras los robustos muros que resistieron el incendio. A medida que la ciudad fue arrasada, los ciudadanos se dispersaron. Un gran n�mero, y entre ellos la familia del rey, fueron ejecutados. El rey mismo fue cegado y, junto con una multitud de sus s�bditos, imposible de calcular para nosotros, y con todo el mobiliario del templo, fue llevado a Babilonia.

Se dejaron algunos campesinos para cultivar la tierra; algunos personajes superiores, tal vez como Jerem�as, hab�a favorecido a los babilonios, y Jerem�as estaba entre ellos, quedaron en Mizpa bajo un virrey jud�o. Fue una mala aparici�n de un estado; pero, como si el mismo fantasma de Israel tuviera que ser expulsado de la tierra, incluso esta peque�a comunidad se disolvi�, y casi todos sus miembros huyeron a Egipto. El exilio estaba completo.

CAPITULO III

LO QUE ISRAEL SE LLEV� AL EXILIO

ANTES de seguir a los cautivos por los caminos que conducen al exilio, debemos tener en cuenta los bienes espirituales que llevaban consigo y que deb�an realizar en su retiro. Nunca en toda la historia los pobres de este mundo salieron m�s ricamente cargados con los tesoros del cielo.

1. En primer lugar, debemos enfatizar y definir su monote�smo. Debemos enfatizarlo frente a aquellos que quisieran persuadirnos de que el monote�smo de Israel fue en su mayor parte producto del exilio; debemos analizar su contenido y definir sus l�mites entre la gente, si queremos apreciar en qu� medida se extendi� y el car�cter peculiar que asumi�, como lo establece la profec�a que estamos a punto de estudiar.

La idolatr�a de ninguna manera estaba muerta en Israel a la ca�da de Jerusal�n. Por el contrario, durante los �ltimos a�os que pas� la naci�n dentro de esos muros sagrados, que Jehov� hab�a preservado tan milagrosamente a la vista del mundo, la idolatr�a aument�, y hasta el final permaneci� tan determinada y fan�tica como la defensa del pueblo de la defensa de Jehov�. propio templo. Los jud�os que huyeron a Egipto se dedicaron al culto de la Reina del Cielo, a pesar de todas las protestas de Jerem�as; ya �l lo llevaron con ellos, no porque lo escucharan como el profeta del �nico Dios verdadero, sino supersticiosamente, como si fuera una prenda del favor de uno de los muchos dioses, a quien estaban ansiosos de propiciar.

Y el primer esfuerzo, en el que tendremos que seguir a nuestro propio profeta, es el esfuerzo por aplastar la adoraci�n de im�genes entre los exiliados babil�nicos. Sin embargo, cuando Israel regres� de Babilonia, el pueblo era completamente monote�sta; cuando Jerusal�n fue reconstruida, ning�n �dolo volvi� a ella.

Que este gran cambio fue principalmente el resultado de la residencia en Babilonia y de las verdades aprendidas all�, debe ser negado por todos los que recuerdan el credo y la doctrina acerca de Dios, que en su literatura el pueblo llev� consigo al exilio. La ley ya estaba escrita, y toda la naci�n la hab�a jurado: "Oye, Israel, Jehov� nuestro Dios; Jehov� es Uno, y adorar�s a Jehov� tu Dios con todo tu coraz�n, y con toda tu alma, y ??con toda tu alma. tu fuerza.

"Es cierto que estas palabras pueden interpretarse tan estrictamente que no significan m�s que que hab�a un solo Dios para Israel: podr�an existir otros dioses, pero Jehov� era la �nica Deidad para su pueblo. Se sostiene que tal punto de vista recibe algunos El apoyo de la costumbre de los profetas, quienes, mientras afirmaban la supremac�a de Jehov�, hablaban de otros dioses como si fueran existencias reales. Pero el argumento de este h�bito de los profetas es precario: tal modo de hablar puede haber sido una mera adaptaci�n a punto de vista popular.

Y, seguramente, solo tenemos que recordar lo que Isa�as y Jerem�as hab�an dicho acerca de la Deidad de Jehov�, para estar persuadidos de que el monote�smo de Israel, antes del comienzo del exilio, era una fe mucho m�s amplia y espiritual que la mera creencia de que Jehov� era el Soberano. Deidad de la naci�n, o la satisfacci�n de los deseos de los corazones jud�os �nicamente. La justicia no coincidi� con la vida y el inter�s de Israel; la justicia era universalmente suprema, y ??fue en la justicia que Isa�as vio a Jehov� exaltado.

No hay testimonio m�s prevaleciente de la unidad de Dios que la conciencia, que en este asunto tiene mucha precedencia sobre el intelecto; y fue en el testimonio de conciencia que los profetas basaron el monote�smo de Israel. Sin embargo, no omitieron mencionar tambi�n la raz�n. Isa�as y Jerem�as se deleitan en sacar deducciones de la razonabilidad de la obra de Jehov� en la naturaleza a la razonabilidad de Sus procesos en la historia, analog�as que no pod�an dejar de impresionar tanto al intelecto como a la imaginaci�n con el hecho de que los hombres habitan un universo, que Uno es la voluntad. y mente que obra en todas las cosas.

Pero a esta preparaci�n de la conciencia y la raz�n, los jud�os, al comienzo del exilio, sintieron la adici�n de otra influencia considerable. Su historia estaba por fin completa, y su conciencia estaba libre de la elaboraci�n de sus detalles para examinarla en su conjunto. Ese pasado lejano, visto ahora por ojos sin deslumbrar bajo la sombra del exilio, present� a trav�s de todas sus fortunas cambiantes un rumbo �nico y definido.

Una era la intenci�n de la misma, otra su juicio de principio a fin. El jud�o no vio en ella nada m�s que justicia, la cualidad de un Dios, que habl� la misma palabra desde el principio, que nunca quebr� Su palabra, y que por fin hab�a convocado a su cumplimiento a la mayor de las potencias mundiales. En esos libros hist�ricos, que fueron recopilados y editados durante el Exilio, observamos a cada uno de los reyes y generaciones de Israel, a su vez, confrontados con el mismo alto est�ndar de fidelidad al �nico Dios Verdadero y Su santa Ley.

La regularidad y el rigor con que son as� juzgados han sido condenados por algunos cr�ticos como una aplicaci�n arbitraria e injusta del est�ndar de una fe posterior a la conducta de �pocas m�s rudas y menos responsables. Pero, aparte de la cuesti�n de la precisi�n hist�rica, no podemos dejar de se�alar que este m�todo de escribir la historia es al menos instintivo con la Unidad de Dios y la invariable validez de Su Ley de generaci�n en generaci�n.

El Dios de Israel era el mismo, les dec�a su conciencia, a lo largo de toda su historia; pero ahora, cuando convoc� a una tras otra de las grandes potencias mundiales para cumplir sus �rdenes, Asiria, Babilonia, Persia, �cu�n universal demostr� que era Su dominio! Inmutable a trav�s de todo el tiempo, seguramente era omnipotente en todo el espacio.

Esta breve rese�a -en la que, en aras de tener una visi�n completa de nuestro tema, hemos anticipado un poco- ha demostrado que Israel ten�a suficiente dentro de s� mismo, en la ense�anza de sus profetas y en las lecciones de su propia historia, para dar cuenta de esa expresi�n consumada de la Deidad de Jehov�, que est� contenida en nuestro profeta, y a la que todo el mundo concede el car�cter de un monote�smo absoluto.

Es cierto que encontraremos que esto es m�s elevado y m�s completo que todo lo que se dice acerca de Dios en las Escrituras anteriores al exilio. El profeta argumenta las afirmaciones de Jehov�, no solo con el ardor que nace de la fe, sino a menudo con el desprecio que indica el intelecto en acci�n. Es monote�smo, tratado no s�lo como una creencia pr�ctica o un deber religioso, sino como una verdad necesaria de la raz�n; no solo como el secreto de la fe y la experiencia especial de Israel, sino tambi�n como una convicci�n esencial de la naturaleza humana, de modo que no creer en un solo Dios es algo irracional y absurdo tanto para los gentiles como para los jud�os.

La infinitud de Dios en las obras de la creaci�n, Su providencia universal en la historia, se predican con mayor poder que nunca; y los dioses de las naciones son tratados como cosas en cuya existencia ninguna persona razonable puede creer. En resumen, nuestro gran profeta del exilio ya ha aprendido a obedecer la ley de Deuteronomio tal como fue expuesta por Cristo. Deuteronomio dice: �Amar�s a Jehov� tu Dios con todo tu coraz�n, con toda tu alma y con todas tus fuerzas.

"Cristo agreg�," y con toda tu mente. "Esto fue lo que hizo nuestro profeta. Mantuvo su monote�smo" con toda su mente ". Lo encontraremos consciente de ello, no solo como un afecto religioso, sino como un intelectual necesario. convicci�n; que si un hombre no tiene, es menos que un hombre. De ah� el desprecio que derrama sobre los �dolos y mitolog�as de sus conquistadores. Adem�s de sus tiranos, aunque en fuerza f�sica no era m�s que un gusano para ellos, el jud�o sent�a que camin�, en virtud de su fe en Un Dios, su maestro intelectual.

Veremos todo esto ilustrado m�s adelante. Mientras tanto, lo que nos preocupa mostrar es que hay suficiente para explicar esta alta fe dentro de los mismos Israel, en su profec�a y en las lecciones de su historia. �Y ad�nde se espera que vayamos en busca de las fuentes del monote�smo de Israel, si no a ellos mismos? �A los babilonios? Los babilonios no ten�an nada espiritual que ense�ar a Israel; nuestro profeta los mira con desprecio.

Para los persas, �qui�n rompi� el horizonte de Israel con Ciro? La elevada declaraci�n de monote�smo de nuestro profeta es anterior a la llegada de Ciro a Babilonia. Tampoco Ciro, cuando lleg�, ayud� a la fe, porque en sus edictos p�blicos pose�a a los dioses de Babilonia y al Dios de Israel con igual cuidado y pol�tica. No fue porque Ciro y sus persas fueran monote�stas, que nuestro profeta vio la soberan�a de Jehov� vindicada, sino porque Jehov� era soberano que el profeta sab�a que los persas servir�an a Sus santos prop�sitos.

2. Pero si en Deuteronomio los exiliados llevaron consigo la Ley del �nico Dios, preservaron en los escritos de Jerem�as lo que podr�a llamarse el estatuto del hombre individual. Jerem�as hab�a encontrado que la religi�n en Jud� era un asunto p�blico y nacional. El individuo derivaba su valor espiritual s�lo por ser miembro de la naci�n y por medio del ejercicio p�blico de la fe nacional. Pero, en parte por su propia experiencia religiosa y en parte por el curso de los acontecimientos, Jerem�as pudo lograr lo que puede describirse con justicia como la reivindicaci�n del individuo.

De su propio valor separado ante Dios, y de su derecho de acceso a su Hacedor aparte de la naci�n, el mismo Jerem�as estaba consciente, habiendo pertenecido a Dios antes de pertenecer a su madre, su familia o su naci�n. "Antes que te encontrara en el vientre, te conoc�, y antes que salieras del vientre, te consagr�". Toda su vida no fue m�s que la lecci�n de c�mo un hombre puede ser para Dios y para toda la naci�n del otro lado.

Y fue en la fuerza de esta experiencia solitaria, que insisti�, en su famoso cap�tulo treinta y uno, en la responsabilidad individual del hombre y en la comunicaci�n inmediata de todo hombre con el Esp�ritu de Dios; y que, cuando la ruina del estado era inminente, aconsej� a cada uno de sus amigos que "se quitara la vida" de �l "por una presa". Jerem�as 65 Pero la doctrina de Jerem�as sobre el valor religioso y la independencia del individuo ten�a un complemento.

Aunque el profeta sent�a tan intensamente su responsabilidad separada y su derecho de acceso a Dios, y su independencia religiosa del pueblo, no obstante se aferr� al pueblo con todo su coraz�n. �l no estaba, como otros profetas, fuera de la condenaci�n que predicaba. Podr�a haberse salvado a s� mismo, porque ten�a muchas ofertas de los babilonios. Pero eligi� sufrir con su pueblo, �l, el santo de Dios, con los id�latras.

M�s que eso, se puede decir que Jerem�as sufri� por el pueblo. No fueron ellos, con su conciencia muerta y su mente descuidada, sino �l, con su conciencia tierna y su coraz�n quebrantado, quien carg� con el reproche de sus pecados, la ira del Se�or y todo el conocimiento agonizante de la fatalidad inevitable de su pa�s. En Jerem�as, un hombre sufri� por el pueblo.

En nuestra profec�a, que est� absorta en la liberaci�n de la naci�n en su conjunto, no hubo, por supuesto, ocasi�n de desarrollar las notables sugerencias de Jerem�as acerca de cada alma individual del hombre. De hecho, estas sugerencias eran g�rmenes que permanecieron sin cultivar en Israel hasta la �poca de Cristo. El mismo Jerem�as los pronunci�, no como demandas por el momento, sino como ideales que solo se realizar�an cuando se hiciera el Nuevo Pacto.

Nuestra profec�a no tiene nada que decir sobre ellos. Pero esa figura, que presentaba la vida de Jerem�as, de un individuo, de un individuo en soledad moral frente a toda la naci�n, y en cierto sentido sufriendo por la naci�n, dif�cilmente puede haber estado ausente de las influencias que moldearon la maravillosa confesi�n de el pueblo en el cap�tulo cincuenta y tres de Isa�as, donde ven al siervo solitario de Dios de un lado y a s� mismos del otro, "y Jehov� hizo a la luz sobre �l las iniquidades de todos nosotros.

"Es cierto que los mismos exiliados ten�an cierta conciencia de sufrir por los dem�s." Nuestros padres ", grit� una voz en medio de ellos, cuando Jerusal�n se dividi�," Nuestros padres pecaron, y nosotros llevamos sus iniquidades ". Pero Jerem�as s� lo hizo. hab�a sufrido voluntariamente por su pueblo; y el cap�tulo cincuenta y tres es, como veremos, m�s como su manera de soportar la culpa de su generaci�n por amor que la forma de soportar la culpa de su padre en la inevitable implicaci�n del pecado.

3. A estas creencias en la unidad de Dios, el valor religioso del individuo y la virtud de su autosacrificio, debemos agregar algunas experiencias de apenas menos valor que surgen de la destrucci�n de las formas materiales y pol�ticas: el templo. , la ciudad, la monarqu�a, con la que la fe de Israel se hab�a identificado durante tanto tiempo.

Sin esta destrucci�n, es seguro decir, esas creencias no podr�an haber asumido su forma m�s pura. Tomemos, por ejemplo, la creencia en la unidad de Dios. No hay duda de que esta creencia fue inmensamente ayudada en Israel por la abolici�n de todos los santuarios provinciales bajo Jos�as, por la limitaci�n del culto divino a un templo y del sacrificio v�lido a un altar. Pero, sin embargo, estaba bien que este templo disfrutara de sus derechos singulares durante solo treinta a�os y luego fuera destruido.

Porque un monote�smo, por elevado que fuera, que depend�a de la existencia de cualquier santuario, por m�s gloriosamente reivindicado por la providencia divina, no era una fe puramente espiritual. O, de nuevo, tomemos al individuo. El individuo no pod�a darse cuenta de cu�n verdaderamente �l mismo era el templo m�s alto de Dios, y el sacrificio m�s agradable de Dios, un coraz�n contrito y quebrantado, hasta que la rutina del sacrificio legal fue interrumpida y el antiguo altar derribado.

O, una vez m�s, tome esa doctrina suprema y suprema del sacrificio, que lo m�s inspirador para los hombres, la propiciaci�n m�s eficaz ante Dios, es la devoci�n propia y la ofrenda de un alma libre y razonable, el justo por los injustos. �C�mo pudieron los jud�os comunes haber aprendido adecuadamente esa verdad, en d�as en que, seg�n la pr�ctica inmemorial, los cuerpos de toros y cabras sangraban diariamente en el �nico altar v�lido? Por tanto, la ciudad y el templo se incendiaron para que Israel supiera que Dios es un Esp�ritu, y que no habita en una casa hecha por manos humanas; que los hombres son su templo, y sus corazones los sacrificios que agradan a sus ojos; y que m�s all� de los cuerpos y la sangre de las bestias, con su necesidad diaria de ser ofrecidos, les estaba preparando otro Sacrificio, de poder perpetuo y universal, en los sufrimientos voluntarios de Su propio santo Siervo. Tambi�n fue por este Siervo que la monarqu�a, por as� decirlo, abdic�, cediendo a �l todo su t�tulo para representar a Jehov� y salvar y gobernar al pueblo de Jehov�.

4. Una vez m�s, como ya hemos insinuado, la ca�da del estado y la ciudad de Jerusal�n dio lugar a la carrera misionera de Israel. La convicci�n, que hab�a inspirado muchas de las afirmaciones de Isa�as sobre la inviolabilidad de Si�n, era la convicci�n de que, si Si�n era derrocada y el �ltimo remanente de Israel desarraigado de la tierra, necesariamente deb�a seguir la extinci�n del �nico testimonio verdadero de la existencia de Si�n. Dios vivo que contiene el mundo.

Pero un siglo despu�s, ese testimonio estaba firmemente asegurado en el coraz�n y la conciencia de la gente, dondequiera que estuvieran esparcidos; y lo que ahora se necesitaba era exactamente esa dispersi�n, a fin de que Israel pudiera tomar conciencia del mundo para el que estaba destinado el testimonio y convertirse en un experto en los m�todos por los cuales deb�a ser proclamado. El sacerdocio tiene tanto su lado humano como su lado hacia Dios.

Este �ltimo ya estaba suficientemente asegurado para Israel por el aislamiento de Jehov� durante mucho tiempo en sus remotas tierras altas, un pueblo peculiar de �l. Pero ahora la misma Providencia complet� su prop�sito arroj�ndolos sobre el mundo. Se mezclaban con los hombres cara a cara o, lo que era m�s valioso para ellos mismos, al nivel de los pueblos m�s oprimidos y despreciados. Sin otra ventaja que la verdad, se encontraron con las otras religiones del mundo en discusi�n, debatiendo con ellas sobre los principios de una raz�n com�n y los hechos de una historia com�n.

Aprendieron a simpatizar con las cosas d�biles de la tierra. Descubrieron que se pod�a ense�ar su religi�n. Pero, sobre todo, se hicieron conscientes del martirio, experiencia indispensable de una religi�n que debe prevalecer; y se dieron cuenta de la suprema influencia sobre los hombres de un amor que se sacrifica. En una palabra, Israel, al irse al exilio, se visti� de humanidad con todas sus consecuencias. Cu�n real y completo fue el proceso, cu�n exitoso en el perfeccionamiento de su sacerdocio, se puede ver no solo en las esperanzas y obligaciones hacia toda la humanidad, que estallaron en nuestra profec�a con una urgencia y un esplendor inigualables en otras partes de su historia, sino a�n m�s de la El hecho de que cuando el Hijo de Dios mismo se encarn� y se hizo hombre, no hab�a palabras m�s frecuentes en Sus labios para describir Su experiencia y comisi�n,

5. Pero con su templo en ruinas, y todo el mundo delante de ellos para el servicio de Dios, los jud�os salen al exilio con la clara promesa de regresar. La forma material de su religi�n est� suspendida, no abolida. Que sientan la religi�n en aspectos puramente espirituales, sin la ayuda de un santuario o ritual; que miren el mundo y la unidad de los hombres; que aprendan todo el alcance de Dios para la verdad que �l les ha confiado, y luego que se re�nan nuevamente y aprecien su nueva experiencia e ideas por un tiempo en el antiguo aislamiento.

La disciplina de Jehov� sobre ellos como naci�n a�n no se ha agotado. No son una mera banda de peregrinos o misioneros, cuyo hogar es el mundo; todav�a son un pueblo. con su propio pedacito de tierra. Si tenemos esto en cuenta, explicar� ciertas anomal�as aparentes en nuestra profec�a. En todos los escritos del Exilio, el lector se confunde por una extra�a mezcla de lo espiritual y lo material, lo universal y lo local.

La restauraci�n moral del pueblo al perd�n y la justicia se identifica con la restauraci�n pol�tica de Jud� y Jerusal�n. Se han separado del ritual para cultivar una religi�n m�s espiritual, pero es por esto que se promete una restauraci�n del ritual a cambio de una recompensa. Si bien Jerem�as insiste en la comunicaci�n gratuita e inmediata de todo creyente con Jehov�, Ezequiel construye un sacerdocio m�s exclusivo, un sistema de adoraci�n m�s elaborado.

Dentro de nuestra profec�a, mientras una voz desaprueba una casa para Dios construida con manos, afirmando que Jehov� habita con todo el que es de esp�ritu pobre y contrito, otras voces hablan con cari�o de la perspectiva del nuevo templo y se regocijan en su gloria material. Esta doble l�nea de sentimientos no se debe simplemente a la presencia en Israel de esos dos temperamentos mentales opuestos, que tan naturalmente aparecen en toda literatura nacional.

Pero hay un prop�sito especial de Dios en ello. Dispersado para obtener ideas m�s espirituales de Dios y del hombre y del mundo, Israel debe volver a reunirse para memorizarlas, consagrarlas en la literatura y transmitirlas a la posteridad, ya que solo ellas podr�an transmitirse con seguridad en la memoria. de una naci�n, en las liturgias y c�nones de una Iglesia viva.

Por lo tanto, los jud�os, aunque arrancados de Jerusal�n por su disciplina, continuaron identific�ndose m�s apasionadamente que nunca con su ciudad profanada. Una oraci�n de la �poca exclama: "Tus santos se complacen en sus piedras, y su polvo es querido por ellos". Salmo 102:14 Los exiliados lo demostraron tomando su nombre.

Sus profetas se dirigieron a ellos como "Si�n" y "Jerusal�n". Grupos de cautivos dispersos y sin l�deres en una tierra lejana, todav�a eran esa Ciudad de Dios. Ella no hab�a dejado de serlo; arruinada y abandonada mientras yac�a, todav�a estaba "esculpida en las palmas de las manos de Jehov�; y sus muros estaban continuamente delante de �l". Isa�as 49:15 Los exiliados llevaban el registro de sus familias; rezaron por ella; buscaban volver a construir sus baluartes; pasaron largas horas de su cautiverio trazando sobre el polvo de esa tierra extranjera el plano de su templo restaurado.

Con tales creencias en Dios y el hombre y el sacrificio, con tales esperanzas y oportunidades para su misi�n mundial, pero tambi�n con tal inclinaci�n hacia la Jerusal�n material, Israel pas� al exilio.

CAPITULO IV

ISRAEL EN EL EXILIO

DESDE 589 HASTA APROXIMADAMENTE 550 AC

Es notable cu�n completamente el sonido de la marcha de Jerusal�n a Babilonia ha desaparecido de la historia jud�a. Fue un movimiento enorme: dos veces en diez a�os, diez mil jud�os, como m�nimo, deben haber pisado la carretera al �ufrates; y sin embargo, a excepci�n de uno o dos versos dudosos en el Salterio, no han dejado eco de su pasaje. Los sufrimientos del asedio anterior, el remordimiento y lamentaci�n del exilio despu�s, todav�a perforan nuestros o�dos a trav�s del Libro de Lamentaciones y los Salmos junto a los r�os de Babilonia.

Sabemos exactamente c�mo se cumpli� el final. Vemos m�s v�vidamente el panorama cambiante del sitio, la ciudad en el hambre, bajo el asalto y en el humo; en las calles los ni�os afligidos, los pr�ncipes afligidos, los grupos de hombres con rostros sombr�os y negros de hambre, los montones de muertos, las madres que se alimentan de los cuerpos de los ni�os a quienes sus pechos sin savia no pod�an mantener con vida; por los muros el ahorcamiento y crucifixi�n de multitudes, con toda la moda de la crueldad caldea, los delicados y los ni�os tropezando bajo cargas pesadas, ning�n superviviente libre de la contaminaci�n de la sangre.

Sobre las colinas circundantes, las tribus vecinas se re�nen para burlarse del "d�a de Jerusal�n" y matar a sus fugitivos; incluso vemos a los cautivos que parten volverse, como se vuelve el gusano, para maldecir a "los hijos de Edom". Pero ah� se cierra la visi�n. �Fue este odio ardiente lo que los ceg� a las vistas del camino, o ese cansancio y depresi�n entre escenas extra�as, que cae sobre todas las caravanas desacostumbradas y ha sofocado el recuerdo de casi todas las dem�s grandes marchas hist�ricas? Los caminos que atravesaron los exiliados fueron de uso inmemorial en la historia de sus padres; casi todos los d�as deb�an haber pasado nombres que, durante al menos dos siglos, hab�an sonado en la plaza del mercado de Jerusal�n: el Camino del Mar, a trav�s del Jord�n, Galilea de los Gentiles, alrededor de Herm�n y m�s all� de Damasco; entre los dos libaneses, pasando Hamat, y pasado Arpad; o menos probablemente por Tadmor-in-the-Wilderness y Rezeph, -hasta que llegaron al r�o en el que la ambici�n nacional hab�a iluminado como la frontera del Imperio Mesi�nico, y cuya grandeza ondulante hab�a demostrado tan a menudo la fascinaci�n y la desesperaci�n de un pueblo de arroyos inciertos y acueductos goteantes.

Pero de todo eso no se nos dice nada. Cada ojo en las enormes caravanas parece haber sido como los ojos del rey ciego que llevaban consigo, capaces de llorar, pero no de ver.

Sin embargo, un hecho era demasiado grande para que estos hombres tristes y agotados lo pasaran por alto; y ha dejado huellas en su literatura. Al pasar del hogar al exilio, los jud�os pasaron de las colinas a la llanura. Eran monta�eses. Jerusal�n se encuentra a cuatro mil pies sobre el mar. Desde sus techos, el horizonte es principalmente una l�nea de colinas. Para salir de la ciudad por casi cualquier lado hay que descender. Los �ltimos monumentos de su patria, en los que los ojos de los emigrantes podr�an haberse detenido, fueron las altas crestas del L�bano; la primera perspectiva de su cautiverio era un nivel mon�tono.

El cambio fue a�n m�s impresionante, que para los corazones de los hebreos no pod�a dejar de ser sacramental. De las monta�as llegaba el roc�o a sus caser�os nativos, el roc�o que, de todas las bendiciones terrenales, era m�s parecido a la gracia de Dios. Para sus profetas, las colinas antiguas hab�an sido el s�mbolo de la fidelidad de Jehov�. Por tanto, al dejar sus tierras altas, los jud�os no s�lo abandonaron el tipo de pa�s al que se adaptaban mejor sus h�bitos y se aferraban todos sus afectos naturales; dejaron la morada escogida de Dios, los tipos m�s evidentes de Su gracia, los testigos perpetuos de Su pacto.

Ezequiel emplea constantemente las monta�as para describir su patria. Pero es mucho m�s con un anhelo sacramental que una mera a�oranza que un salmista del exilio grita: "Alzar� mis ojos a los montes: �de d�nde viene mi ayuda?" o que nuestro profeta exclame: "Cu�n hermosos son sobre los montes los pies del que trae buenas nuevas, del que publica la paz, del que dice a Sion: Tu Dios reina".

Por la ruta esbozada arriba, hay por lo menos setecientas millas de Jerusal�n a Babilonia, una distancia que, cuando tenemos en cuenta que muchos de los cautivos caminaban con grilletes, no pueden haberlos ocupado menos de tres meses. Podemos formarnos una idea del aspecto de las caravanas a partir de los transportes de cautivos que figuran en los monumentos asirios, como en el s�tano asirio del Museo Brit�nico.

A partir de estos, parece como si las familias no estuvieran separadas, sino que marcharan juntas. Mulas, asnos, camellos, carretas de bueyes y los propios cautivos transportaban mercanc�as. A los ni�os y las mujeres que amamantaban se les permit�a viajar en los carros. A intervalos, los soldados completamente armados caminaban en parejas.

I.

Mesopotamia, la tierra "en medio de los r�os", �ufrates y Tigris, consta de dos divisiones, una superior y una inferior. La l�nea divisoria cruza desde cerca de Hit o His en el �ufrates hasta debajo de Samarah en el Tigris. Por encima de esta l�nea, el pa�s es una llanura de formaci�n secundaria suavemente ondulada a cierta altura sobre el nivel del mar. Pero la Baja Mesopotamia es una tierra absolutamente plana, un tramo ininterrumpido de suelo aluvial, apenas m�s alto que el Golfo P�rsico, que invade constantemente.

Caldea estaba confinada a esta Baja Mesopotamia y no era m�s grande, estima Rawlinson, que el reino de Dinamarca. Es el nivel mon�tono lo que primero impresiona al viajero; pero si la temporada es favorable, lo ve s�lo como el teatro de grandes y variados despliegues de color, que todos los visitantes compiten entre s� al describir: "Es como una rica alfombra"; "verde esmeralda, esmaltado con flores de todos los tonos"; "altas hierbas silvestres y amplias extensiones de juncos ondulantes"; "acres de nen�fares"; "acres de pensamientos.

"En la antig�edad no exist�a tal pa�s para el trigo, la cebada, el mijo y el s�samo; tamariscos, �lamos y palmeras; aqu� y all� una espesa jungla; con arroyos centelleantes y canales que atraviesan densamente todo el conjunto, y todos brillan m�s intensamente para el interrumpiendo parches de escorbuto, suelo nitroso, y la arena gris�cea del desierto con su matorral seco, la posible fertilidad de Caldea es incalculable.

Pero hay algunos inconvenientes. Limitada al norte por una meseta tan alta, al sur y suroeste por un golfo sobrecalentado y un amplio desierto, Mesopotamia es el escenario de violentos cambios de atm�sfera. La languidez de la tierra llana, el estancamiento y el bochorno del aire, de los que se quejan no s�lo los extranjeros sino los propios nativos, es repentinamente invadido por vientos del sur, de tremenda fuerza y ??cargados de nubes de arena fina, que hacen el aire tan denso. como sofocante, y "producir una bruma roja espeluznante intolerable para los ojos".

"Las tormentas son frecuentes y hay lluvias muy fuertes. Pero los vientos son los m�s tremendos. En tal atm�sfera tal vez podamos descubrir las formas y sonidos originales de las turbulentas visiones de Ezequiel:" las ruedas de fuego; la gran nube con un fuego que se envuelve; el color del �mbar, "con" zafiro ", o lapizl�zuli , abri�ndose paso," el sonido de una gran r�faga ". Tambi�n las inundaciones mesopot�micas son colosales.

El aumento tanto del Tigris como del �ufrates es naturalmente m�s violento e irregular que el del Nilo. Las frecuentes crecidas de estos r�os esparcen la desolaci�n con una rapidez inconcebible, y s�lo bajan para dejar atr�s la pestilencia. Para que la civilizaci�n contin�e, es necesaria una vasta e incesante operaci�n por parte del hombre.

As�, tanto por su fertilidad como por su violencia, este clima -antes de que la maldici�n de Dios cayera sobre aquellas partes del mundo- tend�a a desarrollar una numerosa y trabajadora raza de hombres, cuyo n�mero aumentaba de vez en cuando tanto por la fuerza como por la fuerza. por inmigraci�n voluntaria. La poblaci�n debe haber sido muy densa. Las listas triunfales de los conquistadores asirios de la tierra, as� como los mont�culos de basura que hoy cubren su superficie, dan testimonio de innumerables aldeas y pueblos; mientras que los canales y fortificaciones que los conectaban, al hacerlos y vigilarlos, debieron haber llenado incluso los distritos rurales con el zumbido y la actividad de los hombres.

Caldea, sin embargo, no extrajo toda su grandeza de s� misma. Hab�a un inmenso tr�fico con Oriente y Occidente, entre los cuales Babilonia se encontraba, durante la mayor parte de la antig�edad, el mercado central y el intercambio mundial. La ciudad era pr�cticamente un puerto en el Golfo P�rsico, por canales desde los cuales los barcos llegaban a sus muelles directamente desde Arabia, India y �frica. Por el Tigris y el �ufrates, las balsas tra�an los productos de Armenia y el C�ucaso; pero de mayor importancia que incluso estos r�os eran los caminos, que iban de Sardis a Shushan, atravesaban Media, penetraban Bactria y la India, y se puede decir que conectaban el Jaxartes y el Ganges con el Nilo y los puertos del mar Egeo. Todos estos caminos cruzaron Caldea y se encontraron en Babilonia. Junto con los r�os y las carreteras del oc�ano,

En resumen, era el centro mismo del mundo, la regi�n m�s poblada y concurrida de Su tierra, a la que Dios envi� a Su pueblo para su exilio. El monarca, que los trasplant�, fue el genio de Babilonia encarnado. El principal soldado de su generaci�n, Nabucodonosor vivir� en la historia como uno de los m�s grandes constructores de todos los tiempos. Pero luch� mientras constru�a, para poder traficar. Su ambici�n era cambiar el comercio con la India desde el Mar Rojo hasta el Golfo P�rsico, y pens� lograrlo mediante la destrucci�n de Tiro, mediante el transporte de comerciantes �rabes y nabateos a Babilonia, y mediante la profundizaci�n y regulaci�n del r�o. entre Babilonia y el mar.

No hay duda de que Nabucodonosor llev� a los jud�os a Babilonia no solo por razones pol�ticas, sino para emplearlos en esas grandes obras de irrigaci�n y construcci�n de ciudades, para las cuales su ambici�n requer�a huestes de trabajadores. As�, los exiliados fueron plantados, ni en c�rceles militares ni en el relativo aislamiento de las colonias agr�colas, sino justo donde la vida babil�nica era m�s ajetreada, donde se vieron obligados a compartir y contribuir a ella, y no pudieron evitar sentir la infecci�n diaria de su captor. H�bitos.

No nos olvidemos de esto. Explicar� mucho de lo que tenemos que estudiar. Explicar� c�mo el cautiverio, que Dios infligi� a los jud�os como castigo, podr�a convertirse con el tiempo en un nuevo pecado para ellos, y por qu�, cuando lleg� el d�a de la redenci�n, tantos olvidaron que su ciudadan�a estaba en Si�n y se aferraron a ellos. el tr�fico y las oficinas de Babilonia.

La mayor�a de los exiliados parecen haberse establecido dentro de la ciudad o, como se le ha llamado m�s correctamente, "el distrito fortificado" de la misma Babilonia. Su amante estaba as� constantemente ante ellos, a la vez su desesperaci�n y su tentaci�n. Se�ora de los Reinos, se elev� al cielo desde anchos muelles y murallas, por amplios tramos de escaleras y terrazas, muros altos y jardines colgantes, pir�mides y torres, �tan colosales en sus edificios, tan imperialmente lujoso de espacio entre ellos! No es de extra�ar que sobre esa vasta y extensa arquitectura, sobre sus grandes plazas y entre sus altos portales custodiados por toros gigantes, el jud�o se sintiera, como �l mismo lo expres�, un pobre gusano.

Si, incluso mientras est�n en nuestros museos, capturados y catalogados, uno se siente como si se arrastrara en presencia de los fragmentos de estos monstruos que avanzan, con cu�nto m�s sentimiento del gusano deben tener los abyectos miembros de esa naci�n cautiva. �Se retorci� ante la faz de la ciudad, que llevaba a estos monstruos como meros adornos de sus faldas, y se elev� por encima de todos los reinos con sus pies fuertes sobre los pobres y los mansos de la tierra?

�Ah, qu� desesperaci�n! Verla todos los d�as tan gloriosa, verse obligada a ayudarla a crecer sin cesar, y pensar c�mo Jerusal�n, la hija de Sion, estaba abandonada en ruinas. Sin embargo, la desesperaci�n a veces dio paso a la tentaci�n. No hab�a un contorno ni un horizonte visible para el jud�o cautivo, ni una figura entre las multitudes abigarradas en las que se mov�a, pero debi� haberlo fascinado con el genio de sus conquistadores.

En esa tierra llana ninguna monta�a, con su testimonio de Dios, rompi� el horizonte; pero la obra del hombre estaba en todas partes: r�os frecuentados y dispersos, mont�culos artificiales, edificios de ladrillo, jardines arrancados de sus lechos naturales y colgados en el aire por manos astutas para complacer el gusto de una reina; prodiga riqueza, fuerza e inteligencia, todo al mando de una sola voluntad humana. La firma recorr�a todo el texto: "He hecho esto, y con mi propia mano he conseguido mi riqueza"; y todas las naciones de la tierra vinieron y reconocieron la firma, y ??adoraron a la gran ciudad.

Era fascinante simplemente contemplar tanta inteligencia, �xito y confianza en uno mismo; �Y qui�n era el jud�o pobre para que �l tambi�n no se sintiera atra�do con las naciones intoxicadas a la adoraci�n de esta gloria que llenaba su horizonte? Si sus ojos se elevaron m�s, y de estos encantamientos de hombres buscaron refugio en los cielos de arriba, �no eran ellos tambi�n un reino babil�nico? �No reclam� el caldeo las grandes luces all� para sus dioses protectores? �No eran los movimientos del sol, la luna y los planetas el secreto de su ciencia? �No cre�a el tirano que las mismas estrellas de sus cursos luchaban por �l? Y fue reivindicado; tuvo �xito; realmente gobern� el mundo. Parec�a no haber escapatoria de los encantamientos de esta ciudad hechicera, como la llamaban los profetas, y no es de extra�ar que tantos jud�os cayeran v�ctimas de su mundanalidad e idolatr�a.

II.

La condici�n social de los jud�os en el exilio es algo oscura y, sin embargo, tanto en relaci�n con la fecha como con la exposici�n de algunas partes del "Segundo Isa�as", es un elemento de la mayor importancia, del cual deber�amos tener como Definir una idea como sea posible.

�Cu�les son los hechos? Con mucho, el m�s significativo es el que enfrentamos al final del exilio. All�, unos sesenta a�os despu�s de la primera, y unos cincuenta a�os despu�s de la �ltima de las dos deportaciones de Nabucodonosor, encontramos a los jud�os como una naci�n ampliamente multiplicada y todav�a regularmente organizada, con propiedades considerables e influencia pol�tica decidida. No m�s de cuarenta mil pueden haber ido al exilio, pero cuarenta y dos mil regresaron y, sin embargo, dejaron una gran parte de la naci�n detr�s de ellos.

Las antiguas familias y clanes sobrevivieron; se respetaron los rangos sociales; los ricos todav�a ten�an esclavos; y los antiguos sirvientes del templo podr�an reunirse nuevamente. Se recaudaron grandes suscripciones para la peregrinaci�n y para la restauraci�n del templo; se tom� una gran cantidad de ganado. A tal estado de cosas, �vemos alg�n rastro que conduzca a trav�s del propio exilio? Hacemos.

La primera hueste de exiliados, los cautivos de 598, comprend�a, como hemos visto, las mejores clases de la naci�n, y parece que gozaron de considerable independencia. No estaban esparcidos, como los esclavos en Am�rica del Norte, como esclavos dom�sticos sobre la superficie de la tierra. Su condici�n debe haberse parecido mucho m�s a la de los exiliados mejor tratados en Siberia; aunque, por supuesto, como hemos visto, no era una Siberia, sino el centro de la civilizaci�n, al que fueron desterrados.

Permanecieron en comunidades, con sus propios jefes oficiales, y en libertad de consultar a sus profetas. Estaban lo suficientemente en contacto entre s� y lo suficientemente numerosos como para que los enemigos de Babilonia los consideraran una influencia pol�tica considerable y trataran con ellos de una revoluci�n contra sus captores. Pero la fuerte condena de Ezequiel a esta intriga muestra a sus l�deres en buenos t�rminos con el gobierno.

Jerem�as les orden� que se lanzaran a la vida de la tierra; comprar y vender, y aumentar sus familias y propiedades. Al mismo tiempo, no podemos dejar de observar que son solo los pecados religiosos, con los que Ezequiel los reprende. Cuando habla de deber c�vico o caridad social, se refiere a su pasado o a la vida del remanente que todav�a est� en Jerusal�n. Hay muchas razones para creer, por lo tanto, que este cautiverio fue honorable y f�cil.

Los cautivos pueden haber tra�do alguna propiedad con ellos; ten�an tiempo libre para dedicarse a los negocios y para el estudio y la pr�ctica de su religi�n. Algunos de ellos sufrieron, por supuesto, de la habitual barbarie de los conquistadores orientales, y se convirtieron en eunucos; algunos, por su aprendizaje y abstinencia, alcanzaron altos cargos en la corte. (El Libro de Daniel) Probablemente hasta el final del exilio siguieron siendo "los buenos higos", como Jerem�as los hab�a llamado. La suya fue, quiz�s, la obra literaria del Exilio; y de ellos, tambi�n, puede haber sido la riqueza que reconstruy� Jerusal�n.

Pero fue diferente con el segundo cautiverio, del 589. Despu�s del hambre, el incendio de la ciudad y la marcha prolongada, esta segunda hueste de exiliados debe haber llegado a Babilonia en una condici�n empobrecida. Eran una clase inferior de hombres. Hab�an exasperado a sus conquistadores, quienes, antes de que comenzara la marcha, sometieron a muchos de ellos a mutilaciones y muertes crueles; y son, sin duda, ecos de su experiencia los que encontramos en las quejas m�s amargas de nuestro profeta: Este es un pueblo despojado y despojado; todos ellos atrapados en agujeros y escondidos en c�rceles; son para presa y para despojo.

"T�" (es decir, Babilonia), "no tuviste misericordia de ellos; sobre los ancianos has impuesto tu yugo muy pesadamente". Isa�as 42:22 ; Isa�as 47:6 Nabucodonosor los us� para su edificio, como Fara�n us� a sus antepasados. Algunos de ellos, o de sus compatriotas que hab�an llegado a Babilonia antes que ellos, se convirtieron en esclavos dom�sticos y bienes muebles de sus conquistadores. Entre los contratos y facturas de venta de este per�odo encontramos los casos de esclavos con nombres aparentemente jud�os.

En resumen, el estado de los jud�os en Babilonia se parec�a a lo que parece haber sido su fortuna dondequiera que se hayan establecido en una tierra extranjera. Parte de ellos despreciados y maltratados, obligados a trabajar o sobrecargados; parte abandonados para cultivar literatura o acumular riquezas. Algunos los trataron con un rigor inusual �y quiz�s algunos de ellos con raz�n, como peligrosos para el gobierno del pa�s�, pero algunos tambi�n, por el genio polifac�tico de su raza, ascendieron a un lugar alto en la confianza pol�tica de sus captores.

Debe destacarse especialmente su aplicaci�n a la literatura, a su religi�n y al comercio.

1. Nada es m�s sorprendente en los escritos de Ezequiel que el aire de gran ocio que los inviste. Ezequiel permanece pasivo; cavila, mira y construye su visi�n, como ninguno de sus anteriores predecesores; porque ten�a tiempo en sus manos, no disponible para ellos en los d�as en que la historia de la naci�n a�n corr�a. El estilo de Ezequiel se hincha a una mayor plenitud de ret�rica; sus cuadros del futuro est�n elaborados con el m�s m�nimo detalle.

Los profetas antes que �l fueron oradores, pero �l es un escritor. Muchos en Israel, adem�s de Ezequiel, aprovecharon el ocio del exilio para el gran aumento y disposici�n de la literatura nacional. Algunos asiri�logos han escrito �ltimamente, como si las escuelas de escribas jud�os debieran su origen enteramente al exilio. Pero hubo escribas en Israel antes de esto. Lo que hizo el exilio por ellos fue proporcionarles no solo el ocio de los negocios nacionales que hemos se�alado, sino tambi�n un poderoso ejemplo de su oficio.

Babilonia en esta �poca era una tierra llena de escribas y creadores de bibliotecas. Escribieron un lenguaje no muy diferente del jud�o, y no pudieron sino haber infectado poderosamente a sus compa�eros jud�os con el esp�ritu de su trabajo y de sus m�todos. Ciertamente, al exilio le debemos una gran parte de los libros hist�ricos del Antiguo Testamento, la disposici�n de algunos de los escritos prof�ticos, as� como -aunque la cantidad de esto es muy incierta- parte de la codificaci�n de la Ley.

2. Si el exilio fue una oportunidad para los escribas, solo puede haber sido desesperaci�n para los sacerdotes. En esta tierra extranjera la naci�n estaba inmunda; ninguno de los antiguos sacrificios o rituales era v�lido, y la gente se reduc�a a los elementos m�s simples de la religi�n: la oraci�n, el ayuno y la lectura de libros religiosos. Encontraremos nuestra profec�a notando el clamor de los exiliados a Dios por "ordenanzas de justicia", es decir, por la instituci�n de ritos legales y v�lidos.

Isa�as 58:2 Pero la gran lecci�n que la profec�a trae al pueblo del exilio es que el perd�n y la restauraci�n del favor de Dios se obtienen solo esperando en �l con todo el coraz�n. Por supuesto, era posible observar algunas formas; reunirse a intervalos para consultar al Se�or, guardar el s�bado y ayunar.

La primera de estas pr�cticas, de la cual probablemente surgi� la sinagoga, es notada por nuestro profeta, Isa�as 58:13 y �l hace cumplir la observancia del s�bado con palabras que agregan la bendici�n de la profec�a a la antigua sanci�n de la ley de esa instituci�n. . Se instituyeron cuatro ayunos anuales en memoria de los d�as oscuros de Jerusal�n: el d�a del comienzo del sitio de Nabucodonosor en el d�cimo mes, el d�a de la captura en el cuarto mes, el d�a de la destrucci�n en el quinto mes y el d�a de la del asesinato de Gedal�as en el d�cimo mes.

Se podr�a haber pensado que los solemnes aniversarios de un desastre tan reciente y a�n sin reparar se guardar�an con sinceridad; pero nuestro profeta ilustra cu�n pronto incluso los sentimientos m�s ultrajados pueden volverse formales, y c�mo en sus d�as de especial humillaci�n, mientras su cautiverio a�n era real, los exiliados pod�an oprimir a sus propios esclavos y deudores. Pero no hay pr�ctica religiosa de esta �poca m�s evidente a trav�s de nuestras profec�as que la lectura de las Escrituras.

La esperanza de Israel no estaba en el sacrificio, ni en el templo, ni en la visi�n ni en la suerte, sino en la Palabra escrita de Dios; y cuando surg�a un nuevo profeta, como el que vamos a estudiar, no apel� a su autorizaci�n, como lo hab�an hecho los profetas anteriores, al hecho de su llamado o inspiraci�n, sino que le bast� se�alar a alg�n antiguo palabra de Dios, y clamar: "�Mira! Por fin ha amanecido el d�a para el cumplimiento de eso".

"A lo largo del Segundo Isa�as, esto es lo que el profeta an�nimo se preocupa por establecer que los hechos de hoy se ajustan a la promesa de ayer. No entenderemos nuestra gran profec�a a menos que nos demos cuenta de un pueblo que se levanta de cincuenta a�os de estudio minucioso de las Escrituras, con la expectante tensa de su cumplimiento inmediato.

3. La tercera caracter�stica especial de los exiliados es su aplicaci�n al comercio. En casa, los jud�os no hab�an sido un pueblo comercial. Pero las oportunidades de su residencia en Babilonia parecen haberlos iniciado en esos h�bitos, de los cuales, a trav�s de su exilio m�s prolongado en nuestra era, el nombre de jud�o se ha convertido en sin�nimo. Si es as�, el consejo de Jerem�as es "construir y plantar". Jeremias 29:1 es hist�rico, porque significa nada menos que que los jud�os deber�an lanzarse a la vida de la naci�n m�s traficante de la �poca.

Su creciente riqueza demuestra c�mo siguieron este consejo, as� como quiz�s pasajes como Isa�as 55:2 , en el que se reprocha al esp�ritu comercial por abrumar los deseos m�s nobles de la religi�n. El principal peligro, en el que incurrieron los jud�os por una conexi�n �ntima con el comercio de Babilonia, resid�a en las estrechas relaciones del comercio babil�nico con la idolatr�a babil�nica.

Los comerciantes de Mesopotamia ten�an sus propios dioses patrones. Al completar los contratos comerciales, un hombre ten�a que jurar por sus �dolos y podr�a tener que entrar en sus templos. En Isa�as 65:11 , se culpa a los jud�os por "abandonar a Jehov� y olvidar Mi santo monte; preparar una mesa para la Suerte y llenar con vino mezclado para la Fortuna". Aqu� es m�s probable que se pretenda la especulaci�n mercantil, m�s que cualquier otra forma de juego.

III.

Pero si bien todo esto es cierto y hay que se�alarlo sobre los h�bitos de las masas populares, �qu� poca huella ha dejado en la mejor literatura de la �poca! Ya hemos notado en eso la gran ausencia de color local. La verdad es que lo que hemos estado tratando de describir como la vida jud�a en Babilonia era solo una superficie sobre las profundidades en las que la verdadera vida de la naci�n estaba en acci�n, estaba volc�nicamente en acci�n.

Durante todo el exilio, el verdadero jud�o vivi� interiormente. "Desde lo profundo a ti clamo, oh Se�or". �l era el habitante no tanto de una prisi�n extranjera como de su propio coraz�n roto. "Se sent� junto a los r�os de Babilonia, pero pens� en Sion". �No es una prueba de qu� profundidades de la naturaleza humana se estaban agitando, que tan poco salga a la superficie para hablarnos de las condiciones externas de aquellos d�as? No hay f�siles en los estratos de la tierra, que hayan sido arrojados de sus fuegos interiores; y si encontramos pocos rastros de la vida contempor�nea en estos dep�sitos de la historia de Israel que ahora tenemos ante nosotros, es porque datan de una �poca en la que la naci�n fue sacudida y hirviendo hasta el centro.

Porque si tomamos los escritos de este per�odo - el Libro de Lamentaciones, los Salmos del Exilio y partes de otros libros - y los juntamos, el resultado es la impresi�n de una de las m�s extra�as descomposiciones de la naturaleza humana en sus elementos que el mundo jam�s ha visto. El sufrimiento y el pecado, el recuerdo, el remordimiento y la venganza, el miedo y la verg�enza y el odio por la confusi�n de estos, el Esp�ritu de Dios se cierne sobre un segundo caos, y atrae a cada uno de ellos a su vez en alguna oraci�n articulada.

Ahora es el rubor carmes� de la verg�enza: "nuestra alma est� sumamente llena de desprecio". Ahora es la r�faga negra del odio; porque si queremos ver c�mo el odio puede hacer furor, debemos ir a los Salmos del Exilio, que invocan al Dios de la venganza y maldicen al enemigo y arrojan a los peque�os contra las piedras. Pero la oleada m�s profunda de todas en ese torbellino de miseria fue la oleada del pecado. Para cambiar la figura, vemos el esp�ritu de Israel retorci�ndose hacia arriba por alg�n dolor, pero en parte entiende, gritando: "�Qu� es esto que impide que Dios me escuche y me salve?" volvi�ndose como una bestia herida del rostro de su amo a su llaga de nuevo, entendiendo como ning�n bruto podr�a la raz�n de su plaga, hasta que se rompa una confesi�n tras otra y se acepte la pena,

"�Por qu� se queja el hombre vivo, el hombre por el castigo de sus pecados? Si t�, Jehov�, miras la iniquidad, �qui�n permanecer� en pie?" No es de extra�ar que con tal conciencia los jud�os ocuparan el exilio para escribir la moraleja de su historia delictiva, o que el resto de su literatura que data de esa �poca permaneciera desde el confesionario del mundo.

Pero en esta terrible experiencia, hay todav�a otra tensi�n, tan dolorosa como las dem�s, pero pura y muy elocuente de esperanza: la sensaci�n de sufrimiento inocente. No podemos decir las fuentes de las que pudo haber surgido este sentimiento considerable durante el exilio, como tampoco podemos rastrear a partir de cu�ntos de los pliegues superiores de un valle comienzan los peque�os arroyos, que forman el arroyo que brota de su extremo inferior.

Una de estas fuentes puede haber sido, como ya hemos sugerido, la experiencia de Jerem�as; otro muy probablemente surgi� con cada conciencia individual en la nueva generaci�n. Los ni�os llegan incluso a los exiliados, y aunque soportan el mismo dolor con los mismos nervios que sus padres, lo hacen con otra conciencia. Los escritos de la �poca tratan mucho sobre los sufrimientos de los ni�os. La conciencia es evidente en ellos, que las almas nacen en la ira de Dios, as� como son desterradas all�.

"Nuestros padres pecaron y no lo hicieron, y nosotros llevamos sus iniquidades". Esta experiencia se desarroll� con gran fuerza, hasta que Israel sinti� que no sufr�a bajo la ira de Dios, sino por Su causa; y as� pas� de la conciencia del criminal a la del m�rtir. Pero si queremos entender la profec�a que estamos a punto de estudiar, debemos recordar cu�n parecidas deben haber sido estas dos conciencias en el exilio de Israel, y cu�n f�cil era para un profeta hablar, como lo hace nuestro profeta, a veces con confusa rapidez. de intercambio, ahora en la voz de la generaci�n mayor y m�s culpable, y ahora en la voz de los m�s j�venes y menos castigados merecidamente.

Nuestro estudio de las condiciones externas e internas de Israel en el exilio ha terminado. Creo que ha incluido todos los rasgos conocidos de su experiencia en Babilonia, lo que posiblemente podr�a ilustrar nuestra profec�a fechada, como nos hemos sentido obligados a fechar esto, desde el final del exilio. As�, como nos hemos esforzado por rastrear, Israel sufri�, aprendi�, creci� y tuvo esperanza durante cincuenta a�os: bajo Nabucodonosor hasta el 561, bajo su sucesor Evil-merodach hasta el 559, bajo Neriglasar hasta el 554, y luego bajo el usurpador Nabunahid.

Los �ltimos nombrados probablemente oprimieron a los jud�os m�s gravemente que a sus anteriores tiranos, pero con el agravamiento de su yugo se hizo evidente, al mismo tiempo, la certeza de su liberaci�n. En 549, Ciro derroc� a los medos y se convirti� en se�or de Asia desde el Indo hasta Halys. A partir de ese evento, su conquista de Babilonia, por mucho que se demorara, solo pod�a ser cuesti�n de tiempo.

Es en esta coyuntura que irrumpe nuestra profec�a. Dando por sentada la soberan�a de Ciro sobre los medos, todav�a espera su captura de Babilonia. Antes de pasar a su exposici�n, echemos una vez m�s una mirada r�pida al pueblo, a quien va dirigido y al que en su medio siglo de espera nos hemos empe�ado en describir.

Primero y m�s manifiesto, son un pueblo con conciencia, un pueblo con la conciencia m�s espantosa y articulada que, antes o despu�s, expuso la historia de una naci�n o atorment� a una generaci�n con la maldici�n de su propio pecado y el pecado de sus padres. Detr�s de ellos, edades de la vida delictiva, seg�n la lectura del registro del cual, con su moraleja que se repite regularmente, acaban de surgir: los Libros de los Reyes parecen haber sido terminados despu�s de la adhesi�n de Evil-merodach en 561. Detr�s de ellos tambi�n casi cincuenta a�os de doloroso castigo por sus pecados, castigo que, como confiesan sus Salmos, por fin comprenden y aceptan como merecidos.

Pero, en segundo lugar, es un pueblo con una gran esperanza. Con su terrible conciencia de culpa, tienen la seguridad de que su castigo tiene l�mites; que, para citar Isa�as 40:2 , es un "per�odo de servicio establecido": una palabra anterior de Dios habi�ndola fijado en no m�s de setenta a�os, y habiendo prometido el regreso de la naci�n a su propia tierra.

Y, en tercer lugar, son un Pueblo con una gran oportunidad. La historia est� por fin comenzando a encaminarse hacia la reivindicaci�n de su esperanza: Cyrus, el maestro de la �poca, se est� moviendo r�pida, irresistiblemente, hacia sus tiranos.

Pero, en cuarto lugar, frente a toda su esperanza y oportunidad, son un pueblo desorganizado, distra�do y muy impotente: "gusanos y no hombres", como se describen a s� mismos. La generaci�n de los l�deres probados y responsables de los d�as de su independencia est� muerta, porque "la carne es como la hierba"; no quedan instituciones p�blicas entre ellos como nunca en los per�odos m�s desesperados del pasado demostraron ser un punto de reuni�n de sus fuerzas dispersas.

No hay rey, templo ni ciudad; tampoco se ve ninguna gran personalidad que re�na a sus peque�os grupos, los ordene y los lleve detr�s de �l. Su �nica esperanza est� en la Palabra de Dios, por la cual "esperan m�s que los que velan por la ma�ana"; y el �nico deber de sus profetas sin nombre es persuadirlos de que esta Palabra por fin se ha cumplido y, en ausencia del rey, el Mes�as, el sacerdote y el gran profeta, puede llevarlos a la oportunidad que la mano de Dios les ha brindado. abierto ante ellos, y al cumplimiento de su redenci�n.

Sobre Israel, con tal Conciencia, tal Esperanza, tal Oportunidad, y tal Confianza sin ayuda en la Palabra desnuda de Dios, esa Palabra finalmente rompi� en un coro de voces.

De estos, el primero, como era la mayor�a, pidi� perd�n a la conciencia del pueblo y proclam� que hab�a cumplido el per�odo de guerra establecido; el segundo anunci� que las circunstancias y la pol�tica del mundo, hasta entonces adversas, facilitar�an su regreso; el tercero les pidi�, en su p�rdida de l�deres terrenales, y su propia impotencia, encontrar su confianza eterna en la Palabra de Dios; mientras que el cuarto los elev�, como con un solo coraz�n y voz, para anunciar el regreso seguro de Jehov�, a la cabeza de Su pueblo, a Su propia Ciudad, y Su gobierno tranquilo y pastoral sobre ellos en su propia tierra.

Estas voces de heraldo forman el pr�logo de nuestra profec�a, Isa�as 40:1 , a la que ahora nos referiremos.

Isa�as 44:1 ; Isa�as 45:1 ; Isa�as 46:1 ; Isa�as 47:1 ; Isa�as 48:1

CAPITULO IX

CUATRO PUNTOS DE UNA VERDADERA RELIGI�N

Isa�as 43:1 - Isa�as 48:1

Ahora hemos examinado las verdades gobernantes de Isa�as 40:1 ; Isa�as 41:1 ; Isa�as 42:1 ; Isa�as 43:1 ; Isa�as 44:1 ; Isa�as 45:1 ; Isa�as 46:1 ; Isa�as 47:1 ; Isa�as 48:1 : el Dios �nico, omnipotente y justo; el Pueblo �nico, Sus siervos y testigos del mundo; la nada de todos los dem�s dioses e �dolos ante �l; la vanidad y la ignorancia de sus adivinos, en comparaci�n con su poder, quien, debido a que tiene un prop�sito que opera a lo largo de toda la historia, y es fiel a �l y todopoderoso para llevarlo a cabo, puede inspirar a sus profetas a declarar de antemano los hechos que vendr�n. ser.

Ha llevado cautivo a su pueblo por un tiempo determinado, cuyo fin est� ahora cerca. Ciro el persa, ya en el horizonte y amenazando a Babilonia, ser� su libertador. Pero a quienquiera que �l levante en nombre de Israel, Dios mismo es siempre su principal campe�n. No solo est� Su palabra sobre ellos, sino que Su coraz�n est� entre ellos. �l lleva la peor parte de su batalla, y su liberaci�n, pol�tica y espiritual, es Su propia aflicci�n y agon�a. A quienquiera que convoque en el escenario, sigue siendo el verdadero h�roe del drama.

Ahora, los cap�tulos 43-48 son simplemente la elaboraci�n y la oferta m�s urgente de todas estas verdades, bajo el sentido del r�pido acercamiento de Ciro a Babilonia. Declaran de nuevo la unidad, omnipotencia y justicia de Dios, confirman el perd�n de su pueblo, repiten la risa de los �dolos, nos dan una visi�n m�s cercana de Ciro, responden a las dudas que muchos israelitas ortodoxos sent�an acerca de este Mes�as gentil; Los cap�tulos 46 y 47 describen a Babilonia como si estuviera en la v�spera de su ca�da, y el cap�tulo 48, despu�s de que Jehov� presiona m�s urgentemente que nunca sobre Israel reacio para mostrar los resultados de su disciplina en Babilonia, termina con un llamado a dejar la ciudad maldita, como si el camino estuviera finalmente abierto.

Este llamado ha sido tomado como la marca de una divisi�n definida de nuestra profec�a. Pero no se le debe poner demasiado. De hecho, es el primer llamado a partir de Babilonia; pero no es el �ltimo. Y aunque el cap�tulo 49, y el cap�tulo siguiente, hablan m�s de la Restauraci�n de Si�n y menos del cautiverio, sin embargo, el cap�tulo 49 est� estrechamente relacionado con el cap�tulo 48, y finalmente no dejamos atr�s a Babilonia hasta Isa�as 52:12 . Sin embargo, mientras tanto, el cap�tulo 48 constituir� un punto conveniente sobre el que mantener la vista.

Ciro, cuando lo vimos por �ltima vez, estaba a orillas del Halys, 546 a. C., sorprendiendo a Creso y al Imperio de Lidia en esfuerzos extraordinarios, tanto de tipo religioso como pol�tico, para evitar su ataque. Acababa de llegar de un intento fallido en la frontera norte de Babilonia, y al principio parec�a que no iba a encontrar mejor fortuna en la frontera occidental de Lidia. A pesar de su superioridad num�rica, el ej�rcito de Lidia mantuvo el terreno en el que se enfrent� a ellos en la batalla.

Pero Creso, pensando que la guerra hab�a terminado para la temporada, retrocedi� poco despu�s sobre Sardis, y Ciro, sigui�ndolo con marchas forzadas, lo sorprendi� bajo los muros de la ciudad, derrot� a la famosa caballer�a lidia con el nuevo terror de su camellos, y despu�s de un asedio de catorce d�as envi� algunos soldados a escalar un lado de la ciudadela demasiado empinado para ser custodiado por los defensores; y as� Sardis, su rey y su imperio, yac�a a sus pies.

Esta campa�a lidia de Ciro, que est� relatada por Her�doto, es digna de menci�n aqu� por la luz que arroja sobre el car�cter del hombre, a quien, seg�n nuestra profec�a, Dios eligi� para ser Su principal instrumento en esa generaci�n. Si su regreso de Babilonia, ocho a�os antes de que se le concediera una entrada f�cil a su capital, muestra la paciencia con la que Ciro pod�a esperar la fortuna, su r�pida marcha sobre Sardis es la brillante evidencia de que cuando la fortuna le mostr� el camino, encontr� a este persa un seguidor obediente y puntual.

La campa�a de Lidia constituye una ilustraci�n tan buena como la que encontraremos de estos textos de nuestro profeta: "Los persigue, pasa seguro; por un camino que (casi) no pisa con los pies. Se encuentra con s�trapas como con mortero, y como el alfarero pisa el barro. Isa�as 12:3 He sostenido su mano derecha para hacer descender delante de �l naciones, y desatar� lomos de reyes "(�el pobre Creso sin ce�ir, por ejemplo, relajado tan tontamente despu�s de su victoria! ) "para abrir puertas delante de �l, y las puertas no se cerrar�n" (as� que Sardis no estaba preparada para �l), "ir� delante de ti y nivelar� las crestas; las puertas de bronce temblar�, y los cerrojos de hierro cortados en pedazos .

Y te dar� tesoros de tinieblas, riquezas escondidas de lugares secretos. � Isa�as 45:1 Algunos han encontrado en esto una alusi�n a las inmensas hordas de Creso, que cay� ante Ciro con Sardis.

Con Lidia, el resto de Asia Menor, incluidas las ciudades de los griegos, que dominaban la costa del Egeo, estaba destinado a caer en manos de los persas. Pero el proceso de sujeci�n result� ser uno en lenguas. Los griegos no recibieron ayuda de Grecia. Esparta envi� a Cyrus una embajada con una amenaza, pero el persa se ri� y no lleg� a nada. De hecho, el mensaje de Esparta fue solo una tentaci�n para que este guerrero irresistible llevara sus afortunados brazos a Europa.

Su propia presencia, sin embargo, era necesaria en Oriente, y sus lugartenientes consideraron que el sometimiento total de Asia Menor era una tarea que requer�a varios a�os. No puede haber sido bien concluido antes del 540, y mientras estaba en progreso entendemos por qu� Cyrus no volvi� a atacar Babilonia. Mientras tanto, estaba ocupado con tribus menores al norte de Media.

La segunda campa�a de Ciro contra Babilonia se inici� en 539. Esta vez evit� la muralla norte de la que hab�a sido rechazado en 546. Atacando Babilonia desde el este, cruz� el Tigris, derrot� al rey babil�nico en Borsippa, asedi� esa fortaleza y March� sobre Babilonia, que estaba en poder del hijo del rey, Belsasar, Bil-sarussur. Todo el mundo conoce el mando supremo con el que se dice que Ciro captur� Babilonia sin asaltar las murallas, desde cuya altura inexpugnable sus defensores se burlaban de �l; c�mo se hizo due�o de la gran vasija de Nabucodonosor en Sefarvaim, y convirti� el �ufrates en ella; y c�mo, antes de que los babilonios tuvieran tiempo de notar la disminuci�n de las aguas en medio de ellos, sus soldados vadearon el lecho del r�o, y por las puertas del r�o sorprendieron a los ciudadanos descuidados en una noche de fiesta. Pero investigaciones recientes hacen que sea m�s probable que sus propios habitantes le rindieran Babilonia a Ciro.

Ahora fue durante el curso de los eventos que acabamos de esbozar, pero antes de su culminaci�n en la ca�da de Babilonia, que se redactaron los cap�tulos 43-48. Eso, al menos, es lo que ellos mismos sugieren. En tres pasajes, que tratan de Ciro o de Babilonia, algunos de los verbos est�n en el pasado, otros en el futuro. Los que est�n en tiempo pasado describen el llamamiento y la carrera completa de Ciro o el comienzo de los preparativos contra Babilonia.

Aquellos en el. el tiempo futuro promete la ca�da de Babilonia o la finalizaci�n de la liberaci�n de los jud�os por parte de Ciro. As�, en Isa�as 43:14 est� escrito: "Por vosotros envi� a Babilonia, y har� descender como fugitivos a todos ellos, ya los caldeos en las naves de su regocijo". Seguramente estas palabras anuncian que el destino de BabyIon ya estaba en camino hacia ella, pero a�n no hab�a llegado.

De nuevo, en los vers�culos que tratan del mismo Ciro, Isa�as 45:1 , que hemos citado en parte, el persa ya est� "tomado por Dios de su diestra y llamado"; pero su carrera no ha terminado, porque Dios promete hacer varias cosas por �l. El tercer pasaje es Isa�as 45:13 del mismo cap�tulo, donde Jehov� dice, "Lo he despertado en justicia, y" cambiando al tiempo futuro ", todos sus caminos nivelar�; �l edificar� Mi ciudad, y Mi el cautiverio enviar�.

"�Qu� podr�a ser m�s preciso que el tenor de todos estos pasajes? Si la gente solo tomara a nuestro profeta en su palabra; si con toda su fe en la inspiraci�n del texto de la Escritura, solo prestaran atenci�n a su gram�tica, que seguramente , seg�n su propia teor�a, tambi�n es completamente sagrado, entonces hoy no habr�a duda sobre la fecha de Isa�as 40:1 ; Isa�as 41:1 ; Isa�as 42:1 ; Isa�as 43:1 ; Isa�as 44:1 ; Isa�as 45:1 ; Isa�as 46:1 ; Isa�as 47:1 ; Isa�as 48:1 .

Tan claramente como la gram�tica puede permitirle hacerlo, esta profec�a habla de la campa�a de Ciro contra Babilonia como ya comenzada, pero de su finalizaci�n como a�n futura. El cap�tulo 48, es cierto, asume que los acontecimientos est�n a�n m�s desarrollados, pero llegaremos a �l m�s adelante.

As� pues, durante los preparativos de Ciro para invadir Babilonia y ante la perspectiva de su ca�da segura, los cap�tulos 43-48 repiten con mayor detalle e impetuosidad las verdades que ya hemos recogido de los cap�tulos 40-42.

1. Y el primero de ellos viene naturalmente de la omnipotencia, justicia y urgencia personal de Jehov� mismo. Todo est� nuevamente asegurado por Su poder y prop�sito; todo parte de su iniciativa. Para ilustrar esto, podr�amos citar casi todos los vers�culos del cap�tulo que estamos considerando. �Yo, yo Jehov�, y no hay fuera de m� Salvador. Yo soy Dios� -El. �Tambi�n desde hoy en adelante yo soy �l. Trabajar�, �y qui�n lo dejar�? Yo soy Jehov�.

Yo, yo soy el que borro tus transgresiones. Yo primero y yo �ltimo; y fuera de M� no hay Dios "-Elohim". �Hay un Dios, "Eloah", adem�s de M�? s�, no hay Roca; No conozco ninguno. Yo Jehov�, Hacedor de todas las cosas. Yo soy Jehov�, y no hay otro; fuera de M� no hay Dios. Yo soy Jehov�, y no hay nadie m�s. Formador de la luz y Creador de las tinieblas, Creador de la paz y Creador del mal, yo soy Jehov�, Creador de todo esto.

Yo soy Jehov�, y no hay nadie m�s, Dios, "Elohini", adem�s de M�, Dios-Justo, "El Ssaddiq", y un Salvador: no hay nadie excepto: Yo. M�rame, y ser�s salvo todos los confines de la tierra; porque yo soy Dios, "El", y no hay nadie m�s. S�lo en el SE�OR, de m�, dir�n, hay justicia y fortaleza. Yo soy Dios, "El", y no hay nadie m�s; Dios, "Elohim", y no hay nadie como Yo. Soy �l; Yo soy el primero, s�, soy el �ltimo. Yo, yo he hablado. Lo he declarado ".

Es una ventaja reunir tantos pasajes (y podr�an haber sido aumentados) de los cap�tulos 43-48. Nos dejan ver de un vistazo qu� papel juega el primer pronombre personal en la revelaci�n divina. Debajo de cada verdad religiosa est� la unidad de Dios. Detr�s de cada gran movimiento est� la iniciativa personal y la urgencia de Dios. Y la revelaci�n es, en su esencia, no la mera publicaci�n de verdades acerca de Dios, sino la presencia personal y la comunicaci�n a los hombres de Dios mismo.

Se usan tres palabras para Deidad: El, Eloah, Elohim, agotando la terminolog�a divina. Pero adem�s de estos, hay una f�rmula que pone el punto a�n m�s bruscamente: "Yo soy �l". Era costumbre de la naci�n hebrea, y de hecho de todos los pueblos sem�ticos, que compart�an su reverente falta de voluntad para nombrar a la Deidad, para hablar de �l simplemente con el tercer pronombre personal. El Libro de Job est� lleno de ejemplos del h�bito, y tambi�n aparece en muchos nombres propios, como Eli-hu, "Mi Dios-es-�l", Abi-hu, "Mi-Padre-es-�l".

"Renan aduce la pr�ctica como evidencia de que los semitas eran" naturalmente monote�stas ", �como evidencia de lo que nunca fue el caso! La personalidad del Dios hebreo. El Dios de los profetas no es el eso, que el Sr.Matthew Arnold pens� tan extra�amente que hab�a identificado en sus escritos, y que, en un lenguaje filos�fico, que los orientales poco sofisticados nunca hubieran entendido, nombr� tan torpemente "una tendencia no a nosotros mismos que conduce a la justicia.

"Nada como esto es el Dios, que aqu� insta a los hombres a tomar conciencia de s� mismo. �l dice:" Yo soy ", el Poder invisible, que era demasiado terrible y demasiado oscuro para ser nombrado, pero acerca de qui�n, cuando est� en Su terror e ignorancia Sus adoradores trataron de describirlo, asumieron que �l era una Persona, y lo llamaron, como habr�an llamado a uno de ellos, con un pronombre personal. Por boca de Su profeta esto vago y terrible �l mismo declara como yo, yo, yo, no mera tendencia, sino Coraz�n vivo y Voluntad urgente, car�cter personal y fuerza de iniciativa, de donde se mueven todas las tendencias y toman su direcci�n y fuerza. "Yo soy �l".

La historia est� sembrada de errores de quienes han buscado de Dios algo m�s que a s� mismo. Toda la degradaci�n, incluso de las religiones m�s elevadas, ha surgido de esto, que sus devotos olvidaron que la religi�n era una comuni�n con Dios mismo, una vida en el poder de Su car�cter y voluntad, y la emplearon como mera comunicaci�n de beneficios materiales. o de ideas intelectuales. Ha sido un error de millones ver en la revelaci�n nada m�s que la adivinaci�n de la suerte, la recuperaci�n de cosas perdidas, la decisi�n en las disputas, la direcci�n en la guerra o el otorgamiento de alg�n favor personal.

Tales son como la persona, de quien nos dice San Lucas, que no vio en Cristo m�s que el salvador de una mala deuda: "Maestro, di a mi hermano que parta conmigo la herencia"; y su superstici�n est� tan lejos de la verdadera fe como el viejo coraz�n del hijo pr�digo, cuando dijo: "Dame la parte de los bienes que me corresponde", era del otro coraz�n, cuando, en su pobreza y aflicci�n, se arroj� por completo sobre su Padre: "Me levantar� e ir� a mi Padre.

"Pero no menos error cometen los que no buscan de Dios mismo, sino s�lo informaci�n intelectual. Los primeros reformadores hicieron bien, que llevaron el alma com�n a la gracia personal de Dios; pero muchos de sus sucesores, en una controversia, cuyo polvo oscurec�a el sol y les permit�a ver la longitud de sus propias armas, usaba las Escrituras principalmente como un dep�sito de pruebas para doctrinas separadas de la fe, y se olvidaba de que Dios mismo estaba all�.

Y aunque en estos d�as buscamos en la Biblia muchas cosas deseables, como la historia, la filosof�a, la moral, las f�rmulas de la seguridad de la salvaci�n, el perd�n de los pecados, m�ximas de conducta, todas ellas nos servir�n de poco, hasta que encontremos detr�s. a ellos el Car�cter viviente, la Voluntad, la Gracia, la Urgencia, el Poder Todopoderoso, por la confianza en quien y la comuni�n con quien solo nos son a�adidos.

Ahora bien, la deidad, que afirma en estos Cap�tulos ser el �nico, Dios Soberano, era la deidad de una peque�a tribu. "Yo soy Jehov�, yo Jehov� soy Dios, yo Jehov� soy �l". No podemos impresionarnos demasiado con la maravilla hist�rica de esto. En un mundo que conten�a a Babilonia y Egipto con sus grandes imperios, Lidia con todas sus riquezas y los medos con todas sus fuerzas; que ya estaba sintiendo las posibilidades de la gran vida griega, y ten�a a los persas, los amos del futuro, en su umbral, no era el dios de ninguno de ellos, sino de la tribu m�s oscura de sus esclavos, que reclamaba la Divinidad Soberan�a para s� mismo; no era el orgullo de ninguno de ellos, sino la fe de la religi�n m�s despreciada y, en el fondo, m�s l�gubre de la �poca, que ofrec�a una explicaci�n de la historia, reivindicaba el futuro, y se le asegur� que las fuerzas m�s grandes del mundo estaban trabajando para sus fines. �As� ha dicho Jehov�, Rey de Israel, y su Redentor Jehov� de los ej�rcitos: Yo primero y yo �ltimo; y fuera de m� no hay Dios. �Hay Dios fuera de m�? S�, no hay Roca; Yo no conozco ninguna. "

En s� mismo, esto era un reclamo barato, y podr�a haberlo hecho cualquier �dolo entre ellos, si no fuera por las pruebas adicionales que lo sustentan. Podemos resumir estas pruebas adicionales en tres partes: la risa, el evangelio y el control de la historia, tres maravillas en la experiencia de los exiliados. Gente, m�s triste y m�s despreciada, sus bocas deb�an llenarse con la risa del desprecio de la verdad sobre los �dolos de sus conquistadores.

Hombres, m�s atormentados por la conciencia y llenos del sentimiento del pecado, deb�an escuchar el evangelio del perd�n. Naci�n, contra la cual todos los hechos parec�an estar trabajando, su Dios les dijo, la �nica de todas las naciones del mundo, que �l controlaba por ellos los hechos de hoy y los problemas del ma�ana.

2. Una carcajada surge de manera muy extra�a del Exilio. Pero ya hemos visto el derecho intelectual al desprecio que ten�an estos cautivos aplastados. Eran monote�stas y sus enemigos adoradores de im�genes. El monote�smo, incluso en sus formas m�s rudas, eleva intelectualmente a los hombres, es dif�cil decir en cu�ntos grados. De hecho, los grados no miden la diferencia mental entre un id�latra y el que sirve con su mente, as� como con todo su coraz�n y no por las pruebas adicionales por las cuales es una diferencia que es absoluta.

Israel en cautiverio era consciente de esto, y por lo tanto, aunque las almas de esos hombres tristes estaban m�s llenas del mundo con la pesadez del dolor y la humildad de la culpa, sus rostros orgullosos llevaban un desprecio que ten�an todo el derecho de llevar, como los siervos del Dios �nico. Vea c�mo este desprecio estalla en el siguiente pasaje. Su texto es corrupto, y su ritmo, a esta distancia de las voces que lo pronuncian, apenas se percibe; pero su tono de superioridad intelectual es perfectamente evidente, y su desprecio brota en un verso impetuoso y desigual, cuya fuerza ha disimulado por desgracia la suavidad y dignidad de nuestra Versi�n Autorizada.

1.

Los que formaban �dolos son todos desperdicios,

�Y sus queridos son absolutamente in�tiles!

Y sus confesores, �ellos! ellos no ven y no saben

Suficiente para sentir verg�enza.

�Qui�n form� un dios, o fund� una imagen?

Es absolutamente in�til.

�Lo! todos los que dependen de ellos se averg�enzan,

Y los sepultureros son menos que hombres:

Que todos se re�nan y se pongan de pie.

Se estremecen y se averg�enzan en el bulto.

2.

Hierro-sepulturero-toma un cincel,

Y trabaja con brasas,

Y con martillos moldea;

Y lo ha hecho con el brazo de su fuerza. -

Anon tiene hambre, y la fuerza se va;

�No bebe agua y se cansa!

3.

Wood-Graver-�l traza una l�nea,

Lo marca con l�piz,

Lo hace con aviones,

Y con br�jula lo marca.

As� lo ha convertido en la constituci�n de un hombre,

A una gracia que es humana

Habitar una casa, cort�ndola de cedros.

4.

O se toma un encino o un roble,

Y recoge para s� mismo de los �rboles del bosque

Uno ha plantado un pino y la lluvia lo hace grande

Y est� ah� para que un hombre se queme.

Y uno ha tomado de �l y se ha calentado;

S�, enciende y hornea pan,

�S�, trabaja un dios y lo ha adorado!

Lo ha convertido en un �dolo y se postra ante �l.

Parte de ella lo quema con fuego,

En parte come carne,

Se tuesta y est� lleno;

S�, lo calienta y dice:

"�Aj�, estoy caliente, he visto fuego!"

�Y el resto, a un dios que ha hecho, a su imagen!

�l se inclina ante �l, lo adora, le reza,

Y dice: "�S�lvame, porque mi dios eres t�!"

5.

�Ellos no saben y no creen!

Porque ha embadurnado, sin ver, sus ojos

Pensamiento pasado, sus corazones.

Y nadie se toma en serio

Ni tiene conocimiento ni sentido para decir,

"'Parte de ella me quem� en el fuego-

S�, horne� pan sobre sus brasas,

Asar la carne que yo como,

Y el resto, a un

�Disgusto deber�a hacerlo?

�Deber�a adorar el tronco de un �rbol? '"

Pastor de cenizas, un coraz�n enga�ado lo ha descarriado,

Que no puede librar su alma. ni digas,

"�No hay una mentira en mi mano derecha?"

�No sorprende la nota predominante en estos vers�culos ante la condici�n mental de un adorador de �dolos? "Ellos no ven y no saben lo suficiente como para sentir verg�enza. Nadie se lo toma en serio, ni tiene conocimiento ni sentido para decir: Parte de eso lo he quemado en el fuego y el resto, �deber�a convertirlo en un dios?" Esta confianza intelectual, estallando en desprecio, es la segunda gran muestra de verdad, que distingue la religi�n de este pobre esclavo de pueblo.

3. El tercer elemento es su car�cter moral. La verdad intelectual de una religi�n valdr�a poco, si la religi�n no tuviera nada que decir al sentido moral del hombre, si no se preocupara por sus pecados, si no tuviera redenci�n por su culpa. Ahora, los Cap�tulos que tenemos ante nosotros est�n llenos de juicio y misericordia. Si desprecian a los �dolos, tienen condenaci�n para el pecado y gracia para el pecador. No son un mero manifiesto pol�tico para la ocasi�n, declarando c�mo Israel ser� liberado de Babilonia. Son un evangelio para los pecadores de todos los tiempos. Con esto se acreditan m�s a s� mismos como una religi�n universal.

Dios es omnipotente, pero no puede hacer nada por Israel hasta que Israel se deshaga de sus pecados. Esos pecados, y no el cautiverio del pueblo, son la principal preocupaci�n de la Deidad. El pecado ha estado en el fondo de toda su adversidad. Esto se manifiesta con toda la versatilidad de la conciencia misma. Israel y su Dios han estado en desacuerdo; su pecado ha sido, lo que m�s siente la conciencia, un pecado contra el amor. "Sin embargo, no sobre m� has ??llamado, oh Jacob; c�mo te fatigaste conmigo, oh Israel, no te hice esclavo de ofrendas, ni te destete con incienso, sino que me hiciste esclavo de tus pecados, t� has Me cansaste con tus iniquidades ".

Isa�as 43:22 Entonces Dios pone sus pecados, donde los hombres ven la negrura de su culpa, en el rostro de Su amor. Y ahora desaf�a la conciencia. "Hazme recordar; vengamos juntos a juicio; acusa, para que seas justificado" ( Isa�as 43:26 ).

Pero hab�a sido un pecado antiguo y original. "Tu padre, el primero pec�; s�, tus representantes" -literalmente "int�rpretes, mediadores - se rebelaron contra M�. Por eso profan� pr�ncipes consagrados, y entregu� a Jacob a la proscripci�n, ya Israel a la injuria" ( Isa�as 43:27 ). El exilio en s� no fue m�s que un episodio de una tragedia, que comenz� muy atr�s en la historia de Israel.

Y as�, el cap�tulo 48 repite: "Sab�a que tratas con mucha traici�n, y Transgresor desde el vientre te llaman" ( Isa�as 48:8 ). Y luego viene la nota triste de lo que podr�a haber sido. "�Ojal� hubieras escuchado mis mandamientos! Entonces hubiera sido tu paz como el r�o, y tu justicia como las olas del mar" ( Isa�as 48:18 ).

Como el amplio Eufrates, debiste haber rodado generosamente y haber resplandecido al sol como un mar de verano. Pero ahora, escucha lo que queda. "No hay paz, dice Jehov�, para los imp�os" ( Isa�as 48:22 ).

Ah, no es un tramo polvoriento de la historia antigua, no; volc�n extinto desde hace mucho tiempo sobre el lejano yermo de la pol�tica asi�tica, al que nos conducen los escritos del exilio. Pero se refieren a los perennes problemas del hombre; y la conciencia, que nunca muere, habla a trav�s de sus letras y figuras anticuadas con palabras que sentimos como espadas. Y por lo tanto, a�n as�, sean salmos o profec�as, permanecen como alg�n antiguo ministro del mundo moderno, donde, en cada nuevo d�a sucio, hasta que el tiempo termina, el coraz�n pesado del hombre puede ser ayudado a leerse a s� mismo y elevarse. su culpa por misericordia.

Son el confesionario del mundo, pero tambi�n son su evangelio, y el altar donde se sella el perd�n. Yo, yo soy el que borro tus transgresiones por causa de m� mismo, y no me acordar� de tus pecados. Israel, no ser�s olvidado de m�. He borrado como una densa nube tus transgresiones, y como un nubla tus pecados, vu�lvete a m�, porque yo te he redimido. Israel ser� salvo por Jehov� con salvaci�n eterna: no ser�is avergonzados ni confundidos por los siglos de los siglos.

" Isa�as 43:25 ; Isa�as 44:21 ; Isa�as 45:17 Ahora, cuando recordemos qui�n es el Dios, que as� habla, no s�lo Aquel que arroja la palabra de perd�n desde lo sublime de Su santidad, sino , como vimos, lo habla en medio de toda Su propia pasi�n y lucha bajo los pecados de Su pueblo, -entonces, �con qu� seguridad llega Su palabra al coraz�n? �Qu� honor y obligaci�n hacia la justicia pone el perd�n de tal Dios? sobre nuestros corazones Se comprende por qu� Ambrosio envi� a Agust�n, despu�s de su conversi�n, primero a estas profec�as.

4. La cuarta se�al, que ofrecen estos cap�tulos para la religi�n de Jehov�, es la afirmaci�n que hacen para que interprete y controle la historia. Hay dos verbos, que se repiten con frecuencia a lo largo de los Cap�tulos, y que se dan juntos en Isa�as 43:12 : "He publicado y he guardado". Estos son los dos actos por los cuales Jehov� prueba Su divinidad solitaria frente a los �dolos.

La "publicaci�n", por supuesto, es la misma predicci�n, de la que habla el cap�tulo 41. Es "publicar" en tiempos pasados ??cosas que suceden ahora; est� "publicando" ahora cosas que a�n est�n por suceder. "�Y qui�n, como Yo, lo llama y lo publica, y lo pone en orden para M�, desde que yo design� al pueblo antiguo? Y lo que est� por venir, y lo que vendr�, que lo publiquen. No tiemblen, ni temas: �No te hice o�r hace mucho tiempo? Y publiqu�, y vosotros sois Mis testigos. �Hay Dios fuera de M�? No, no hay Roca; Yo no conozco ninguna ". Isa�as 44:7

Los dos van juntos, la realizaci�n de actos maravillosos y salvadores para Su pueblo y la publicaci�n de ellos antes de que sucedan. El pasado de Israel est� lleno de tales actos. Cap�tulo 43, instancias de la entrega de Egipto ( Isa�as 43:16 ), pero inmediatamente procede ( Isa�as 43:18 ): "No os acord�is de las cosas anteriores" -aqu� vuelve a aparecer nuestro viejo amigo ri'shonoth , pero esto tiempo significa simplemente "eventos anteriores" - "ni consideres las cosas de anta�o".

He aqu�, estoy haciendo algo nuevo; incluso ahora brota. �No lo sab�is? S�, pondr� en el desierto un camino, en los r�os del desierto. �Y de este nuevo evento del Retorno, y de otros que seguir�n, como la edificaci�n de Jerusal�n, los Cap�tulos insisten una y otra vez, que son obra de Jehov�, quien es, por tanto, un Dios Salvador. Pero qu� mejor prueba se puede dar de que estos hechos salvadores son en verdad Suyos y parte de Su consejo, que el que �l los predijo por Sus mensajeros y profetas a Israel, -de la cual previa "publicaci�n" su pueblo es testigo.

"�Qui�n de los pueblos puede publicar esto, y escuchemos predicciones? -De nuevo ri'shonoth ", las cosas por delante - que traigan a sus testigos, para que sean justificados, y escuchen y digan: Verdad. Vosotros sois mis testigos, dice Jehov�, "a Israel. Isa�as 43:9 " Isa�as 43:9 , y salv�, y mostr�, y no hubo dios extra�o entre vosotros; por lo tanto "-porque Jehov� fue notoriamente el �nico Dios que tuvo que ver con ellos durante toda esta predicci�n y cumplimiento de la predicci�n" vosotros sois testigos de m�, dice Jehov�, de que yo soy Dios "( id .

Isa�as 43:12 ). El significado de todo esto es claro. Jehov� es solo Dios, porque es directamente eficaz en la historia para la salvaci�n de su pueblo, y porque ha publicado de antemano lo que har�. El gran ejemplo de esto, que aduce la profec�a, es el actual movimiento hacia la liberaci�n del pueblo, cuyo movimiento Ciro es el factor m�s conspicuo.

De esto Isa�as 45:19 ff. dice: "No en un lugar de la tierra de en secreto he hablado, tinieblas. No he dicho a la simiente de Jacob: Con vanidad me busc�is. Yo, Jehov�, soy predicador de justicia, publicador de cosas rectas. Reun�os y entrad; juntaos, sobrevivientes de las naciones: no tienen conocimiento los que llevan el registro de su imagen, y suplican a un dios que no puede salvar.

Publ�calo y tr�elo aqu�; es m�s, d�jelos aconsejar juntos; �Qui�n hizo que esto se oyera, "- es decir," qui�n public� esto, -de la antig�edad? "�Qui�n public� esto de la antig�edad? Yo Jehov�, y no hay Dios fuera de m�: un Dios justo", es decir, consistente , fiel a Su palabra publicada, - "y un Salvador, no hay nadie fuera de m�". "Aqu� hemos unido las mismas ideas que en Isa�as 43:12 .

"All�" he declarado y salvado "aqu� equivale a" un Dios justo y un Salvador "." S�lo en Jehov� hay justicia ", es decir, fidelidad a Sus prop�sitos publicados en la antig�edad;" y fuerza ", es decir, capacidad para Dios es justo porque, seg�n otro vers�culo de la misma profec�a, Isa�as 44:26 "confirma la palabra de su siervo, y cumple el consejo de sus mensajeros".

Ahora se ha hecho la pregunta: �A qu� predicciones alude la profec�a que se cumplieron en aquellos d�as en que Ciro avanzaba tan evidentemente hacia el derrocamiento de Babilonia? Antes de responder a esta pregunta, conviene se�alar que, en su mayor parte, el profeta habla en t�rminos generales. No da ninguna pista para justificar esa creencia infundada, a la que muchos creen que es necesario aferrarse, que Ciro fue nombrado realmente por un profeta de Jehov� a�os antes de su aparici�n.

Si hubiera existido tal predicci�n, no podemos tener ninguna duda de que nuestro profeta ahora la habr�a apelado. No: evidentemente se refiere solo a las numerosas y notorias predicciones de Isa�as y Jerem�as sobre el regreso de Israel del exilio despu�s de un per�odo determinado y fijo. Aquellos ahora estaban llegando a suceder.

Pero desde este nuevo d�a Jehov� tambi�n predice para los d�as venideros, y lo hace muy particularmente, Isa�as 44:26 , "�Qui�n dice de Jerusal�n: Ella ser� habitada; y de las ciudades de Jud�, ser�n edificadas; y de sus soledades, yo los levantar�. El que dice al abismo: S�cate, y tus r�os se secar�n. El que dice de Koresh, Mi Pastor, y cumplir� toda mi voluntad: Diciendo de Jerusal�n: Ella ser� edificada y el Templo ser� fundado ".

As�, hacia atr�s y hacia adelante, ayer, hoy y siempre, la mano de Jehov� est� sobre la historia. �l lo controla: es el cumplimiento de Su antiguo prop�sito. Por predicciones hechas hace mucho tiempo y cumplidas hoy, por la disposici�n a predecir hoy lo que suceder� ma�ana, seguramente �l es Dios y solo Dios. Hecho singular, que en aquella �poca de los grandes imperios, confiados en sus recursos y con el futuro tan cerca de su alcance, deber�a ser el Dios de un pueblo peque�o, apartado de su historia, servil y aparentemente gastado, quien deber�a tomar el relevo. grandes cosas de la tierra -Egipto, Etiop�a, Seba- y habla de ellas como contadores que se dar�n a cambio de Su pueblo; �Qui�n deber�a hablar de ese pueblo como los principales herederos del futuro, los ministros indispensables de la humanidad?

La afirmaci�n tiene dos caracter�sticas divinas. Es �nico y la historia lo ha reivindicado. Es �nico: ninguna otra religi�n, en ese o en cualquier otro tiempo, ha explicado de manera tan racional la historia pasada o establecido las edades por llegar a las l�neas de un prop�sito tan definido, tan racional, tan ben�fico, un prop�sito tan digno de la Un Dios y Creador de todos. Y ha sido reivindicado: Israel regres� a su propia tierra, reanud� el desarrollo de su vocaci�n y, despu�s de que pasaron los siglos, cumpli� la promesa de que ser�an los maestros religiosos de la humanidad.

La larga demora de este cumplimiento sin duda, pero atestigua a�n m�s la previsi�n divina de la promesa; a la paciencia, que la naturaleza, as� como la historia, revela que es, tanto como la omnipotencia, una marca de la Deidad.

Estos, entonces, son los cuatro puntos sobre los cuales se ofrece la religi�n de Israel. Primero, es la fuerza del car�cter y la gracia de un Dios personal; en segundo lugar, habla con una alta confianza intelectual, de la cual su desprecio es aqu� la principal marca; tercero, es intensamente moral, y hace del pecado del hombre su principal preocupaci�n; y cuarto, reclama el control de la historia, y la historia ha justificado la afirmaci�n.

CAPITULO XIV

LA JUSTICIA DE ISRAEL Y LA JUSTICIA DE DIOS

Isa�as 40:1 ; Isa�as 41:1 ; Isa�as 42:1 ; Isa�as 43:1 ; Isa�as 44:1 ; Isa�as 45:1 ; Isa�as 46:1 ; Isa�as 47:1 ; Isa�as 48:1 ; Isa�as 49:1 ; Isa�as 50:1 ; Isa�as 51:1 ; Isa�as 52:1 ; Isa�as 53:1 ; Isa�as 54:1 ; Isa�as 55:1 ; Isa�as 56:1 ; Isa�as 57:1 ; Isa�as 58:1 ; Isa�as 59:1 ; Isa�as 60:1 ; Isa�as 61:1 ; Isa�as 62:1 ; Isa�as 63:1 ; Isa�as 64:1 ; Isa�as 65:1 ; Isa�as 66:1

En los Cap�tulos que hemos estado estudiando, hemos encontrado algunas dificultades con una de las notas clave de nuestro profeta: "derecho" o "justicia". En los cap�tulos venideros encontraremos que esta dificultad aumenta, a menos que nos tomemos ahora alg�n problema para definir cu�nto denota la palabra en Isa�as 40:1 ; Isa�as 41:1 ; Isa�as 42:1 ; Isa�as 43:1 ; Isa�as 44:1 ; Isa�as 45:1 ; Isa�as 46:1 ; Isa�as 47:1 ; Isa�as 48:1 ; Isa�as 49:1 ; Isa�as 50:1 ; Isa�as 51:1 ; Isa�as 52:1 ; Isa�as 53:1; Isa�as 54:1 ; Isa�as 55:1 ; Isa�as 56:1 ; Isa�as 57:1 ; Isa�as 58:1 ; Isa�as 59:1 ; Isa�as 60:1 ; Isa�as 61:1 ; Isa�as 62:1 ; Isa�as 63:1 ; Isa�as 64:1 ; Isa�as 65:1 ; Isa�as 66:1 .

No hay parte de la Escritura en la que el t�rmino "justicia" sufra tantos desarrollos de significado. Dejar estos vagos, como suelen hacer los lectores, o aferrarse a todos y cada uno de los significados t�cnicos de la justicia en la teolog�a cristiana, no es solo oscurecer la referencia hist�rica y la fuerza moral de pasajes individuales, sino perder uno de los principales argumentos de la profec�a. Hemos le�do lo suficiente para ver que la "justicia" era la gran cuesti�n del exilio.

Pero lo que se puso en duda no fue solo la justicia del pueblo, sino la justicia de su Dios. En Isa�as 40:1 ; Isa�as 41:1 ; Isa�as 42:1 ; Isa�as 43:1 ; Isa�as 44:1 ; Isa�as 45:1 ; Isa�as 46:1 ; Isa�as 47:1 ; Isa�as 48:1 ; Isa�as 49:1 ; Isa�as 50:1 ; Isa�as 51:1 ; Isa�as 52:1 ; Isa�as 53:1 ; Isa�as 54:1 ; Isa�as 55:1 ; Isa�as 56:1 ; Isa�as 57:1 ; Isa�as 58:1 ; Isa�as 59:1 ; Isa�as 60:1 ; Isa�as 61:1 ; Isa�as 62:1 ; Isa�as 63:1 ; Isa�as 64:1 ; Isa�as 65:1 ; Isa�as 66:1 justicia se reclama m�s a menudo como un atributo divino, que como un deber o ideal humano.

I. JUSTICIA

Ssedheq , la ra�z hebrea de justicia, ten�a, como el lat�n " rectus ", en sus usos m�s antiguos y ahora casi olvidados, un significado f�sico. Esto puede haber sido "rectitud", o m�s probablemente "solidez", el estado en el que una cosa est� "bien". Los "senderos de justicia", en Salmo 23:1 e Isa�as 40:4 , no son necesariamente senderos rectos, sino senderos seguros, genuinos y seguros.

Como todas las met�foras f�sicas, como nuestras propias palabras "recto" y "correcto", la aplicabilidad del t�rmino a la conducta moral era extremadamente el�stica. Se ha intentado reunir la mayor parte de su significado bajo la definici�n de "conformidad con la norma"; y son tantos los casos en los que la palabra tiene fuerza forense, como de "vindicaci�n" o "justificaci�n", que algunos han reclamado esto por su sentido original, o, al menos, por su sentido rector.

Pero es improbable que alguna de estas definiciones transmita el sentido m�s simple o m�s general de la palabra. Incluso si "conformidad" o "justificaci�n" fueron alguna vez el sentido predominante de ssedheq , hay varios casos en los que su significado sobrepasa los l�mites de tales definiciones. Todos pueden ver c�mo una palabra, que generalmente puede usarse para expresar una idea abstracta, como "conformidad", o una relaci�n formal con una ley o persona, como "justificaci�n", puede llegar a aplicarse a las virtudes reales, que darse cuenta de esa idea o elevar un personaje a esa relaci�n.

Por tanto, justicia puede significar justicia, verdad, limosna u obediencia religiosa, a cada una de las cuales, de hecho, la palabra hebrea se aplic� especialmente en varias ocasiones. O la justicia podr�a significar virtud en general, virtud aparte de toda consideraci�n de ley o deber de cualquier tipo. En el profeta Am�s, por ejemplo, la "justicia" se aplica a una bondad tan natural y espont�nea que nadie podr�a pensar en ella ni por un momento como conformidad con una norma o cumplimiento de la ley.

En resumen, es imposible dar una definici�n de la palabra hebrea, que nuestra versi�n traduce como "justicia", menos amplia que nuestra palabra en ingl�s "correcto". "Justicia" es "recto" en todos sus sentidos: natural, legal, personal, religioso. Es estar bien, ser de buen coraz�n, ser coherente, ser minucioso; pero tambi�n tener raz�n, ser justificado, ser reivindicado; y, en particular, puede significar ser humano (como con Am�s), ser justo (como con Isa�as), ser correcto o fiel a los hechos (como a veces con nuestro propio profeta), cumplir las ordenanzas de la religi�n, y especialmente el mandamiento sobre la limosna (como con los jud�os posteriores).

Tengamos ahora presente que la justicia puede expresar una relaci�n, una cualidad general de car�cter o alguna virtud en particular. Porque encontraremos rastros de todos estos significados en la aplicaci�n que hace nuestro profeta del t�rmino a Israel y a Dios.

II. LA JUSTICIA DE ISRAEL

Una de las formas m�s simples del uso de "justicia" en el Antiguo Testamento es cuando se emplea en el caso de disputas ordinarias entre dos personas; en el que para uno de ellos "ser justo" significa "tener raz�n" o "tener raz�n". G�nesis 38:26 ; Cf. 2 Samuel 15:4 Ahora bien, para el hebreo toda vida y religi�n se basaba en pactos entre dos, entre el hombre y el hombre y entre el hombre y Dios.

La rectitud significaba fidelidad a los t�rminos de esos convenios. El contenido positivo de la palabra en una sola instancia de su uso depender�a, por lo tanto, de la fidelidad y delicadeza de conciencia con la que se interpreten esos t�rminos. En el Israel primitivo, esta conciencia no era tan aguda como lleg� a serlo despu�s, y en consecuencia, el sentido de Israel de su justicia hacia Dios era, para empezar, relativamente superficial.

Cuando un salmista afirma su justicia y la defiende como base para que Dios lo recompense, es evidente que puede con sinceridad hacer una afirmaci�n, tan repelente al sentimiento de un cristiano, simplemente porque no tiene nada parecido a la conciencia de un cristiano de lo que es. Dios demanda del hombre. Como dice Calvino en Salmo 18:20 "David aqu� representa a Dios como el presidente de una competencia atl�tica, quien lo hab�a elegido como uno de sus campeones, y David sabe que mientras cumpla con las reglas de la competencia, siempre Dios lo defienda.

"Es evidente que en tal afirmaci�n la justicia no puede significar la perfecta inocencia, sino simplemente la buena conciencia de un hombre que, con ideas simples de lo que se le exige, siente que en general" �l tiene "(parafraseando ligeramente a Calvino ) "jug� limpio".

Dos cosas, casi simult�neamente, sacaron a Israel de esta primitiva e ingenua justicia propia. La historia iba en contra de ellos y los profetas les animaban la conciencia. El efecto de la primera de estas dos causas ser� claro para nosotros, si recordamos el elemento judicial en la justicia hebrea, que a menudo significaba no tanto tener raz�n como ser vindicado o declarado correcto. La historia, para Israel, era el tribunal supremo de Dios.

Era la fe del pueblo, expresada una y otra vez en el Antiguo Testamento, que el hombre piadoso es vindicado o justificado por su prosperidad: "el camino de los imp�os perecer�". E Israel se sinti� en lo cierto, al igual que. David, en Salmo 18:1 , se sinti� a s� mismo, porque Dios les hab�a acreditado con �xito y victoria.

Pero cuando la decisi�n de la historia fue en contra de la naci�n, cuando fueron amenazados con la expulsi�n de su tierra y con la extinci�n como pueblo, eso solo signific� que el Juez Supremo de los hombres estaba dando su sentencia contra ellos. Israel hab�a roto los t�rminos del Pacto. Hab�an perdido su derecho; ya no eran "justos". La conciencia m�s aguda, desarrollada por la profec�a, explic� r�pidamente esta frase de la historia.

Esta declaraci�n de que el pueblo era injusto se deb�a, dijo el profeta, a los pecados del pueblo. Isa�as no solo exclam�: "Tu pa�s est� desolado, tus ciudades est�n quemadas por el fuego"; Y a�adi�, en igual acusaci�n: "�C�mo se ha convertido en ramera la ciudad fiel! Estaba llena de justicia, justicia morada en ella, pero ahora homicidas: tus pr�ncipes son rebeldes, no juzgan al hu�rfano, ni la causa de la viuda ven ante ellos.

"Para Isa�as y los primeros profetas, Israel era injusto porque era muy inmoral. Con su fuerte conciencia social, la justicia significaba para estos profetas la pr�ctica de las virtudes c�vicas, la verdad, la honestidad entre los ciudadanos, la ternura hacia los pobres, la justicia inflexible en lugares altos.

Aqu�, entonces, tenemos dos posibles significados para la justicia de Israel en los escritos prof�ticos, aliados y necesarios entre s�, pero l�gicamente distintos, el uno es llegar a ser justo a trav�s del ejercicio de la virtud, el otro un ser mostrado como justo por la voz de historia. En un caso, la justicia es el resultado pr�ctico de la obra del Esp�ritu de Dios; en el otro es vindicaci�n o justificaci�n por la Providencia de Dios.

Isa�as y los profetas anteriores, aunque la sentencia de la historia todav�a no se ejecut� y podr�a ser revocada por la misericordia de Dios, se inclinan a emplear la justicia predominantemente en el sentido anterior. Pero se entender� c�mo, despu�s del exilio, fue este �ltimo, el que se convirti� en la determinaci�n imperante de la palabra. Por ese gran desastre, Dios finalmente pronunci� la clara sentencia, de la cual la historia anterior no hab�a sido m�s que un presagio.

Se declar� plenamente que Israel en el exilio estaba equivocado, que era injusto. Como iglesia, ella estaba bajo la prohibici�n; como naci�n, fue desacreditada ante las naciones del mundo. Y su �nico anhelo, esperanza y esfuerzo durante los agotadores a�os de cautiverio fue que su derecho se vindicara nuevamente, ser�a restaurado a relaciones rectas con Dios y con el mundo, bajo el Pacto.

Este es el significado predominante del t�rmino, aplicado a Israel, en Isa�as 40:1 ; Isa�as 41:1 ; Isa�as 42:1 ; Isa�as 43:1 ; Isa�as 44:1 ; Isa�as 45:1 ; Isa�as 46:1 ; Isa�as 47:1 ; Isa�as 48:1 ; Isa�as 49:1 ; Isa�as 50:1 ; Isa�as 51:1 ; Isa�as 52:1 ; Isa�as 53:1 ; Isa�as 54:1 ; Isa�as 55:1 ; Isa�as 56:1 ; Isa�as 57:1 ; Isa�as 58:1 ; Isa�as 59:1 ; Isa�as 60:1 ; Isa�as 61:1 ; Isa�as 62:1 ; Isa�as 63:1 ; Isa�as 64:1 ; Isa�as 65:1 ; Isa�as 66:1 .

La injusticia de Israel es su estado de descr�dito y deshonra bajo las manos de Dios; su justicia, que ella espera, es su restauraci�n a su posici�n y destino como pueblo elegido. Para nuestro h�bito cristiano de pensar, es muy natural leer las frecuentes y espl�ndidas frases en las que la "justicia" se atribuye o se promete al pueblo de Dios en esta profec�a evang�lica, como si la justicia fuera la seguridad interior y la justificaci�n de una mala conciencia. , que, como nos ense�a el Nuevo Testamento, nos es provisto mediante la muerte de Cristo, y sellado interiormente a nosotros por el Esp�ritu Santo, independientemente del curso de nuestra fortuna exterior.

Pero si leemos ese significado en "justicia" en Isa�as 40:1 ; Isa�as 41:1 ; Isa�as 42:1 ; Isa�as 43:1 ; Isa�as 44:1 ; Isa�as 45:1 ; Isa�as 46:1 ; Isa�as 47:1 ; Isa�as 48:1 ; Isa�as 49:1 ; Isa�as 50:1 ; Isa�as 51:1 ; Isa�as 52:1 ; Isa�as 53:1 ; Isa�as 54:1 ; Isa�as 55:1 ; Isa�as 56:1 ; Isa�as 57:1 ; Isa�as 58:1; Isa�as 59:1 ; Isa�as 60:1 ; Isa�as 61:1 ; Isa�as 62:1 ; Isa�as 63:1 ; Isa�as 64:1 ; Isa�as 65:1 ; Isa�as 66:1 , simplemente no entenderemos algunos de los pasajes m�s grandiosos de la profec�a.

Debemos tener en cuenta claramente que, si bien el profeta enfatiza incesantemente el perd�n de Dios "hablado al coraz�n" del pueblo como el primer paso hacia su restauraci�n, no aplica el t�rmino justicia a esta justificaci�n interna, sino a la vindicaci�n externa y acreditaci�n de Israel por Dios ante el mundo entero, en su redenci�n del cautiverio, y su reinstalaci�n como su pueblo.

Esto es muy claro por la forma en que la "justicia" se combina con la "salvaci�n" por el profeta, como Isa�as 62:1 "No descansar� hasta que su justicia salga como resplandor, y su salvaci�n como una l�mpara encendida". O tambi�n de la forma en que la justicia y la gloria se ponen en paralelo: Isa�as 62:2 "Y ver�n las naciones tu justicia, y todos los reyes tu gloria.

"O tambi�n en la forma en que se identifican" justicia "y" renombre ": Isa�as 61:11 " El Se�or Jehov� har� brotar justicia y renombre delante de todas las naciones ". En cada una de estas promesas la idea de un El esplendor manifiesto es evidente; no la paz interior de la justificaci�n que siente s�lo la conciencia a la que se le ha concedido, sino la victoria hist�rica exterior apreciable por el sentido burdo de los paganos.

Por supuesto, lo externo implica lo interno, -este triunfo hist�rico es la corona de un proceso religioso, el resultado del perd�n y una larga purificaci�n, -pero mientras que en el Nuevo Testamento son estos los que se llamar�an m�s f�cilmente la justicia de un pueblo, es el primero (lo que el Nuevo Testamento m�s bien llamar�a "la corona de la vida"), que se ha apropiado del nombre en Isa�as 40:1 ; Isa�as 41:1 ; Isa�as 42:1 ; Isa�as 43:1 ; Isa�as 44:1 ; Isa�as 45:1 ; Isa�as 46:1 ; Isa�as 47:1 ; Isa�as 48:1 ; Isa�as 49:1 ; Isa�as 50:1 ; Isa�as 51:1 ; Isa�as 52:1 ; Isa�as 53:1 ; Isa�as 54:1 ; Isa�as 55:1 ; Isa�as 56:1 ; Isa�as 57:1 ; Isa�as 58:1 ; Isa�as 59:1 ; Isa�as 60:1 ; Isa�as 61:1 ; Isa�as 62:1 ; Isa�as 63:1 ; Isa�as 64:1 ; Isa�as 65:1 ; Isa�as 66:1 .

Lo mismo se manifiesta en otro texto: Isa�as 48:18 "� Isa�as 48:18 hubieras escuchado mis mandamientos; entonces hubiera sido tu paz como el r�o, y tu justicia como las olas del mar!" Aqu� "la justicia no s�lo no se aplica a la moralidad interior, sino que se opone a ella como su recompensa externa", la salud y el esplendor que produce una buena conciencia.

Es en el mismo sentido externo que el profeta habla del "manto de justicia" con su esplendor nupcial, y lo compara con la apariencia de "Primavera". Isa�as 61:10

Por esta clase de justicia, esta vindicaci�n de Dios ante el mundo, Israel esper� durante todo el exilio. Dios se dirige a ellos como "los que siguen la justicia, los que buscan a Jehov�". Isa�as 51:1 Y es un significado estrechamente aliado, aunque quiz�s con una aplicaci�n m�s interna, cuando se representa al pueblo orando a Dios para que les d� "ordenanzas de justicia", Isa�as 58:2 -es decir, prescribir tal ritual como expiar� su culpa y los pondr� en una relaci�n correcta con �l.

Buscaron en vano. La gran lecci�n del exilio fue que no por obras y actuaciones, sino simplemente esperando en el Se�or, su justicia debe brillar. Incluso este tipo de justificaci�n externa deb�a ser por fe.

El otro significado de justicia, sin embargo, el sentido de moralidad social y c�vica, que era su sentido habitual con los profetas anteriores, no est� del todo excluido del uso de la palabra en Isa�as 40:1 ; Isa�as 41:1 ; Isa�as 42:1 ; Isa�as 43:1 ; Isa�as 44:1 ; Isa�as 45:1 ; Isa�as 46:1 ; Isa�as 47:1 ; Isa�as 48:1 ; Isa�as 49:1 ; Isa�as 50:1 ; Isa�as 51:1 ; Isa�as 52:1 ; Isa�as 53:1 ; Isa�as 54:1 ; Isa�as 55:1 ; Isa�as 56:1 ; Isa�as 57:1 ; Isa�as 58:1 ; Isa�as 59:1 ; Isa�as 60:1 ; Isa�as 61:1 ; Isa�as 62:1 ; Isa�as 63:1 ; Isa�as 64:1 ; Isa�as 65:1 ; Isa�as 66:1 Aqu� hay algunos mandamientos y reproches que parecen implicarlo.

"Guarda el juicio y haz justicia", donde, de lo que sigue, justicia significa evidentemente observar el d�a de reposo y no hacer ning�n mal. Isa�as 56:1 "Y el derecho cay� hacia atr�s, y la justicia estuvo lejos; porque la verdad cay� en la plaza, y la firmeza no puede entrar". Isa�as 59:14 Estos deben ser t�rminos para las virtudes humanas, porque poco despu�s se dice: "A Jehov� le disgust� que no hubiera justicia.

"Otra vez," Me buscan como naci�n que hizo justicia "; Isa�as 58:2 " O�dme, los que conoc�is la justicia, pueblo-Mi ley est� en su coraz�n "; Isa�as 51:7 " T� encuentras al que obra justicia "; Isa�as 64:5 " Nadie demanda con justicia, ni nadie con verdad acude a la ley.

" Isa�as 59:4 En todos estos pasajes" justicia "significa algo que el hombre puede conocer y hacer, su conciencia y su deber, y debe distinguirse con raz�n de aquellos otros, en los que" justicia "equivale a la salvaci�n, la gloria. , la paz, que s�lo el poder de Dios puede traer. Si los pasajes que emplean "justicia" en el sentido de observancia moral o religiosa realmente datan del exilio, entonces se nos asegura el hecho interesante de que los jud�os disfrutaban de cierto grado de independencia social. y responsabilidad durante su cautiverio.

Pero es un hecho muy llamativo que todos estos pasajes pertenecen al Cap�tulo s, cuyo origen ex�lico es cuestionado incluso por los cr�ticos, que asignan el resto de Isa�as 40:1 ; Isa�as 41:1 ; Isa�as 42:1 ; Isa�as 43:1 ; Isa�as 44:1 ; Isa�as 45:1 ; Isa�as 46:1 ; Isa�as 47:1 ; Isa�as 48:1 ; Isa�as 49:1 ; Isa�as 50:1 ; Isa�as 51:1 ; Isa�as 52:1 ; Isa�as 53:1 ; Isa�as 54:1 ; Isa�as 55:1 ; Isa�as 56:1 ; Isa�as 57:1 ; Isa�as 58:1 ; Isa�as 59:1 ; Isa�as 60:1 ; Isa�as 61:1 ; Isa�as 62:1 ; Isa�as 63:1 ; Isa�as 64:1 ; Isa�as 65:1 ; Isa�as 66:1 al Exilio.

Sin embargo, incluso si todos estos pasajes deben asignarse al exilio, �cu�n pocos son en n�mero! C�mo contrastan con la frecuencia con la que, en la primera parte de este libro, en las oraciones dirigidas por Isa�as a su propia �poca, cuando Israel todav�a era un estado independiente, la "justicia" se reitera como el deber diario y pr�ctico. de los hombres, como justicia, veracidad y caridad entre hombre y hombre. La extrema rareza de tales inculcaciones en Isa�as 40:1 ; Isa�as 41:1 ; Isa�as 42:1 ; Isa�as 43:1 ; Isa�as 44:1 ; Isa�as 45:1 ; Isa�as 46:1 ; Isa�as 47:1 ; Isa�as 48:1 ; Isa�as 49:1 ; Isa�as 50:1 ; Isa�as 51:1 ; Isa�as 52:1 ; Isa�as 53:1 ; Isa�as 54:1 ; Isa�as 55:1 ; Isa�as 56:1 ; Isa�as 57:1 ; Isa�as 58:1 ; Isa�as 59:1 ; Isa�as 60:1 ; Isa�as 61:1 ; Isa�as 62:1 ; Isa�as 63:1 ; Isa�as 64:1 ; Isa�as 65:1 ; Isa�as 66:1nos advierte que no debemos esperar encontrar aqu� el mismo inter�s pr�ctico y pol�tico que form� gran parte del encanto y la fuerza de Isa�as 1:1 - Isa�as 39:1 .

La naci�n ahora no tiene pol�tica, casi no tiene moral social. Israel no son ciudadanos que trabajan por su propia salvaci�n en el mercado, el campo y el senado; pero los cautivos esperan una liberaci�n en el tiempo de Dios, que ning�n acto suyo puede apresurar. No es en la calle donde reside el inter�s del Segundo Isa�as: est� en el horizonte. De ah� la vaga sensaci�n de un esplendor lejano, que a medida que el lector pasa de Isa�as 39:1 a Isa�as 40:1 , reemplaza en su mente el revuelo de vivir en una multitud ajetreada, el sentido cercano y palpitante de lo c�vico. la conciencia, la voz de los estadistas, el choque de las armas de guerra.

No hay oportunidad para que los individuos se revelen. Es una naci�n en espera, indistinguible en la sombra, cuyos contornos solo nosotros vemos. Ya no es el emocionante grito pr�ctico que env�a a los hombres a las arenas de la vida social con todos los tendones tensos: "Aprendan a hacer el bien; busquen justicia, alivien a los oprimidos, juzguen a los hu�rfanos, rueguen por la viuda". Es m�s bien el grito de quien todav�a espera que amanezca su d�a de trabajo: "Alzar� mis ojos a los montes; �de d�nde viene mi socorro?" La justicia no es el deber cercano y cotidiano, es la paz lejana y el esplendor de los cielos, que apenas han comenzado a enrojecer al d�a.

III. LA JUSTICIA DE DIOS

Pero hab�a otra Persona, cuya justicia estaba en duda durante el exilio, y que �l mismo la defiende a lo largo de nuestra profec�a. Quiz�s el rasgo m�s peculiar de la teolog�a de Isa�as 40:1 ; Isa�as 41:1 ; Isa�as 42:1 ; Isa�as 43:1 ; Isa�as 44:1 ; Isa�as 45:1 ; Isa�as 46:1 ; Isa�as 47:1 ; Isa�as 48:1 ; Isa�as 49:1 ; Isa�as 50:1 ; Isa�as 51:1 ; Isa�as 52:1 ; Isa�as 53:1 ; Isa�as 54:1 ; Isa�as 55:1 ; Isa�as 56:1 ; Isa�as 57:1 ; Isa�as 58:1 ; Isa�as 59:1 ; Isa�as 60:1 ; Isa�as 61:1 ; Isa�as 62:1 ; Isa�as 63:1 ; Isa�as 64:1 ; Isa�as 65:1 ; Isa�as 66:1 es su argumento a favor de "la justicia de Jehov�".

Algunos cr�ticos sostienen que la justicia, cuando se aplica a Jehov�, siempre lleva una referencia t�cnica a Su pacto con Israel. Esto apenas es correcto. Los tratos de Jehov� con Israel fueron sin duda el principal de Sus tratos, y son estos los que cita principalmente para ilustrar Su justicia; pero ya hemos estudiado pasajes que nos prueban que la justicia de Jehov� era una cualidad absoluta de Su Deidad, mostrada a otros adem�s de Israel, y en lealtad a obligaciones diferentes de los t�rminos de Su pacto con Israel.

En Isa�as 41:1 Jehov� pide a los paganos que igualen su justicia con la Suya; la rectitud era, por tanto, una cualidad que podr�a haber sido atribuida tanto a ellos como a �l mismo. Nuevamente, en Isa�as 45:19 "Yo, Jehov�, hablo justicia, declaro lo que es recto"; la justicia evidentemente tiene un sentido general, y no uno de aplicaci�n exclusiva al trato de Dios con Israel.

Es lo mismo en el pasaje sobre Ciro: Isa�as 45:13 "En justicia lo levant�, enderezar� todos sus caminos". Aunque Ciro fue llamado en relaci�n con el prop�sito de Dios hacia Israel, no es ese prop�sito lo que hace que su llamado sea justo, sino el hecho de que Dios quiere llevarlo a cabo, o, como dice el vers�culo paralelo, "enderezar todos sus caminos.

"Estos casos son suficientes para probar que la justicia, que Dios atribuye a sus palabras, a sus acciones y a s� mismo, es una cualidad general que no se limita a sus tratos con Israel bajo el pacto, aunque, por supuesto, est� ilustrada de manera m�s clara. por estos.

Si ahora preguntamos qu� significa realmente esta cualidad absoluta de la Deidad de Jehov�, podemos comenzar convenientemente con Su aplicaci�n de ella a Su Palabra. En Isa�as 41:1 �l convoca a las otras religiones a exhibir predicciones que son verdaderas. "�Qui�n lo ha declarado de antemano para que sepamos, o de antemano para que podamos decir, �l es ssaddiq" .

"Aqu� ssaddiq simplemente significa" correcto, correcto ", fiel a los hechos. Es el mismo significado en Isa�as 43:9 , donde el verbo se usa para los predictores paganos," para que se demuestre que tienen raz�n "o" correcto ". "(Versi�n en ingl�s," justificado "). Pero cuando, en Isa�as 46:1 , la palabra es aplicada por Jehov� a Su propio discurso, tiene un significado de contenido mucho m�s rico, que la mera correcci�n, y nos prueba que despu�s de todo, el hebreo ssedheq era casi tan vers�til como el ingl�s "right".

"El siguiente pasaje nos muestra que la rectitud del discurso de Jehov� es su claridad, franqueza y eficacia pr�ctica:" No en secreto he hablado, en un lugar de la tierra de las tinieblas "; se supone que esto se refiere al remoto o localidades subterr�neas en las que misteriosamente se atrincheraron or�culos paganos: "No he dicho a la simiente de Jacob: B�scame en el caos".

Yo soy Jehov�, Orador de justicia, Publicador de cosas rectas. Re�nanse y vengan, ac�rquense juntos, oh restos de las naciones. No saben que llevan el registro de su imagen, y rezan a un dios que no salva. Publicar y acercar, s�, que consulten juntos. �Qui�n hizo que esto se supiera en la antig�edad? �Hace tiempo que lo public�? �No soy yo, Jehov�, y no hay otro Dios fuera de m�? Dios justo y Salvador, no hay nadie fuera de m�.

Vu�lvanse a M� y sean salvos, todos los confines de la Tierra, porque Yo soy Dios, y no hay otro. Por m� mismo jur�, de mi boca sali� justicia: palabra que no se volver�; porque ante m� se doblar� toda rodilla, toda lengua jurar�. Verdaderamente en Jehov�, dir�n de m�, justicia y fortaleza est�n. A �l vendr�, y todos los que se indignan contra �l ser�n avergonzados. En Jehov� ser� justa y renombrada toda la simiente de Israel ". Isa�as 45:19

En este sugerente pasaje, "justicia" significa mucho m�s que la simple correcci�n de la predicci�n. De hecho, es dif�cil distinguir cu�nto significa, tan r�pidamente sus diversos ecos se agolpan en nuestro o�do, de las nuevas asociaciones en las que se habla. Una palabra como "justicia" es como los tonos sensibles de la voz humana. Hablada en un desierto, la voz es ella misma y nada m�s; pero d�gala donde el paisaje est� lleno de obst�culos novedosos, y la nota original casi se pierde entre los ecos que sobresalta.

As� ocurre con la "justicia de Jehov�"; entre las nuevas asociaciones en las que lo afirma el profeta, inicia nuevas repeticiones de s� mismo. Contra la ambig�edad de los or�culos, se repite como "claridad, franqueza, buena fe"; Isa�as 40:19 frente a su oportunismo y falta de previsi�n, se describe como equivalente a la capacidad de disponer las cosas de antemano y predecir lo que debe suceder, por lo tanto como "prop�sito"; mientras que contra su inutilidad, es claramente "la eficacia y el poder prevalecer".

" Isa�as 40:23 Es la cualidad en Dios, que divide Su Deidad con Su poder, algo tanto intelectual como moral, la posesi�n de un prop�sito razonable as� como la fidelidad hacia �l.

Este sentido intelectual de la justicia, como razonabilidad o determinaci�n, queda claramente ilustrado por la forma en que el profeta apela, para imponerlo, a la creaci�n del mundo por parte de Jehov�. "As� dice Jehov�, Creador de los cielos: �l es el Dios Formador de la Tierra y su Hacedor, �l la fund�; no el Caos la cre�, para habitar en �l la form�". Isa�as 45:18 La palabra "Caos" aqu� es la misma que se usa en oposici�n a "justicia" en el siguiente vers�culo.

La oraci�n ilustra claramente la verdad, que todo lo que Dios hace, no lo hace para confundirlo, sino con un prop�sito razonable y con un fin pr�ctico. Tenemos aqu� la repetici�n de esa nota profunda y fuerte, que el mismo Isa�as son� tan a menudo para el consuelo de los hombres en la perplejidad o la desesperaci�n, que Dios es al menos razonable, no trabaja para nada, ni comienza solo a dejar, ni crea en para destruir.

El mismo Dios, dice nuestro profeta, que form� la tierra para verla habitada, seguramente debe creerse que es lo suficientemente consistente como para llevar hasta el final tambi�n Su obra espiritual entre los hombres. La idea de nuestro profeta de la justicia de Dios, por lo tanto, incluye la idea de razonabilidad; implica coherencia tanto racional como moral, sentido pr�ctico y buena fe; la conciencia de un plan razonable y, quiz�s tambi�n, el poder para llevarlo a cabo.

Saber que este gran y variado significado pertenece a "justicia" nos da una nueva percepci�n de esos pasajes, que encuentran en ellos todo el motivo y la eficacia de la acci�n divina: "Agrad� a Jehov� por su justicia"; Isa�as 42:21 "Su justicia le sostuvo; y se visti� de justicia como de coraza". Isa�as 59:16

Con tal justicia trat� Jehov� con Israel. Para su desesperaci�n, �l la ha olvidado. Relata los acontecimientos hist�ricos por los que la ha hecho suya, y afirma que los continuar�; y sientes la expresi�n tanto de la fidelidad como de la conciencia de la capacidad de realizar, en las palabras: "Te sostendr� con la diestra de Mi justicia". "Mano derecha": hay m�s que el toque de fidelidad en esto; existe el dominio del poder.

Una vez m�s, al Israel que estaba consciente de ser Su Siervo, Dios le dice: "Yo, Jehov�, te he llamado en justicia"; y, tomada con el contexto, la palabra claramente significa buena fe e intenci�n de sostener y llevar al �xito.

Fue f�cil transferir el nombre de "justicia" del car�cter de la acci�n de Dios a sus resultados, pero siempre, por supuesto, en la vindicaci�n de su prop�sito y palabra. Por lo tanto, as� como la salvaci�n de Israel, que fue el resultado principal del prop�sito divino, se llama justicia de Israel, tambi�n se le llama "justicia de Jehov�". As�, en Isa�as 46:13 " Isa�as 46:13 mi justicia"; y en Isa�as 51:5 "cercana est� mi justicia, ha salido mi salvaci�n"; Isa�as 40:6 "Mi salvaci�n ser� para siempre, y mi justicia no ser� abolida.

"Parece ser en el mismo sentido, de resultados consumados y visibles, que los cielos son llamados" para derramar justicia "y" la tierra para abrirse para que sean fecundos en la salvaci�n, y deje que ella haga brotar la justicia ". juntos "( Isa�as 45:8 ; cf. Isa�as 61:10 " Mi Se�or Jehov� har� brotar la justicia ").

Un pasaje es de gran inter�s, porque en �l se usa la "justicia" para jugar sobre s� misma, en sus dos significados de deber humano y efecto Divino - Isa�as 56:1 , "Observar el juicio" -probablemente ordenanzas religiosas- "y hacer justicia; porque cercana est� mi salvaci�n para venir, y mi justicia para manifestarse ".

Para completar nuestro estudio de la "justicia" es necesario tocar todav�a un punto. En Isa�as 40:1 ; Isa�as 41:1 ; Isa�as 42:1 ; Isa�as 43:1 ; Isa�as 44:1 ; Isa�as 45:1 ; Isa�as 46:1 ; Isa�as 47:1 ; Isa�as 48:1 ; Isa�as 49:1 ; Isa�as 50:1 ; Isa�as 51:1 ; Isa�as 52:1 ; Isa�as 53:1 ; Isa�as 54:1 ; Isa�as 55:1 ; Isa�as 56:1 ; Isa�as 57:1 ; Isa�as 58:1 ; Isa�as 59:1 ; Isa�as 60:1 ; Isa�as 61:1 ; Isa�as 62:1 ; Isa�as 63:1 ; Isa�as 64:1 ; Isa�as 65:1 ; Isa�as 66:1 se usan tanto la forma masculina como femenina de la palabra hebrea para justicia, y se ha afirmado que se usan con una diferencia.

Esta opini�n se disipa por completo mediante una recopilaci�n de los pasajes. Doy los detalles en una nota, de la cual se ver� que ambas formas se emplean indiferentemente para cada uno de los muchos matices de significado que la "justicia" conlleva en nuestras profec�as.

Que las formas masculina y femenina se presenten a veces, con el mismo o con diferente significado, en el mismo verso, o en el verso contiguo entre s�, prueba que la selecci�n de ellas respectivamente no puede deberse a ninguna diferencia en la autor�a de nuestra profec�a. . De modo que nos reducimos a decir que nada explica su uso, excepto, podr�a ser, las exigencias del metro. Pero, �qui�n puede probar esto?

LIBRO 3

EL SIERVO DEL SE�OR

Habiendo completado nuestro estudio de las verdades fundamentales de nuestra profec�a, y habiendo estudiado el tema que constituye su inter�s inmediato y m�s urgente, la liberaci�n de Israel de Babilonia, ahora tenemos la libertad de volvernos a considerar el gran deber y el destino que est�n ante el pueblo liberado- el Servicio de Jehov�. Los pasajes de nuestra profec�a que describen esto est�n esparcidos tanto entre los Cap�tulos que ya hemos estudiado como entre los que tenemos ante nosotros.

Pero, como se explic� en la Introducci�n, todos se desprenden f�cilmente de su entorno; y la continuidad y el progreso, de los que da testimonio su serie, aunque tan interrumpida, exigen que los tratemos juntos. Formar�n, por tanto, el tercero de los libros, en el que se divide este volumen.

Los pasajes sobre el Siervo de Jehov�, o, como el lector ingl�s est� m�s acostumbrado a escucharlo llamado, el Siervo del Se�or, son los siguientes: Isa�as 41:8 ss; Isa�as 42:1 ; Isa�as 42:18 ; Isa�as 43:1 passim , especialmente Isa�as 43:8 : Isa�as 44:1 ; Isa�as 44:21 ; Isa�as 48:20 ; Isa�as 49:1 ; Isa�as 1:4 ; Isa�as 52:13 .

Los pasajes principales son los de los cap�tulos 41, 42, 43, 49, 1 y 52.-53. Los otros son alusiones incidentales a Israel como el Siervo del Se�or, y no desarrollan el car�cter del Siervo o del Servicio.

Sobre las preguntas relevantes a la estructura de estas profec�as: por qu� han sido tan dispersas y si fueron originalmente del autor principal de Isa�as 40:1 ; Isa�as 41:1 ; Isa�as 42:1 ; Isa�as 43:1 ; Isa�as 44:1 ; Isa�as 45:1 ; Isa�as 46:1 , o de cualquier otro escritor, -preguntas sobre las que los cr�ticos han guardado un discreto silencio o han hablado para convencer a nadie m�s que a ellos mismos-, no tengo opiniones finales que ofrecer.

Puede ser que estos pasajes formaran un poema por s� mismos antes de su incorporaci�n a nuestra profec�a; pero las pruebas que se han ofrecido para ello distan mucho de ser adecuadas. Puede ser que uno o m�s de ellos sean inserciones de otros autores, a los que nuestro profeta trabaja conscientemente con ideas propias sobre el Siervo; pero tampoco existe ninguna prueba que valga la pena considerar seriamente.

Creo que todo lo que podemos hacer es recordar que ocurren en una obra dram�tica, lo que puede, al menos en parte, explicar las interrupciones que los separan; que el tema del que tratan est� entretejido a trav�s y a trav�s de otras porciones de Isa�as 40:1 ; Isa�as 41:1 ; Isa�as 42:1 ; Isa�as 43:1 ; Isa�as 44:1 ; Isa�as 45:1 ; Isa�as 46:1 ; Isa�as 47:1 ; Isa�as 48:1 ; Isa�as 49:1 ; Isa�as 50:1 ; Isa�as 51:1 ; Isa�as 52:1 ; Isa�as 53:1, y que incluso aquellos de ellos que, como Isa�as 49:1 , parecen poder sostenerse por s� mismos, son guiados por los vers�culos que tienen ante s�; y que, finalmente, la serie de ellos exhibe una continuidad y proporciona un desarrollo distinto de su tema.

Es este desarrollo el que busca rastrear la siguiente exposici�n. Como el profeta parte de la idea del Siervo como la totalidad de la naci�n hist�rica de Israel, ser� necesario dedicar, en primer lugar, un cap�tulo a la peculiar relaci�n de Israel con Dios. Este ser� el cap�tulo 15 "Un Dios, un pueblo". En el cap�tulo 16 rastrearemos el desarrollo de la idea a lo largo de toda la serie de pasajes; y en el cap�tulo 17 daremos la interpretaci�n del Nuevo Testamento y el cumplimiento del Siervo.

Luego seguir� una exposici�n de los contenidos del Servicio y del ideal que nos presenta, primero, como se da en Isa�as 42:1 , como el servicio de Dios y del hombre, cap�tulo 18, de este volumen; luego como es realizado y pose�do por el Siervo mismo, como profeta y m�rtir, Isa�as 49:1 , cap�tulo 19 de este Libro; y finalmente como culmina en Isa�as 52:13 , cap�tulo 20 de este volumen.

CAPITULO XV

UN DIOS, UN PUEBLO

Isa�as 41:8 ; Isa�as 42:1 ; Isa�as 43:1

Hemos estado escuchando la proclamaci�n de un monote�smo tan absoluto que, como hemos visto, la filosof�a cr�tica moderna, al examinar la historia de la religi�n, no puede encontrar rival entre las creencias del mundo. Dios ha sido exaltado ante nosotros, en car�cter tan perfecto, en dominio tan universal, que ni la conciencia ni la imaginaci�n del hombre pueden aumentar el alcance general de la visi�n. Jes�s y su cruz llevar�n el coraz�n del mundo m�s lejos hacia los secretos del amor de Dios; El Esp�ritu de Dios en la ciencia nos instruir� con mayor riqueza en los secretos de sus leyes.

Pero estos de ese modo solo aumentar�n el contenido e ilustrar�n los detalles de esta revelaci�n de nuestro profeta. De ninguna manera ampliar�n su alcance y su contorno, porque ya es una idea tan elevada de la unidad y soberan�a de Dios, como pueden seguir los pensamientos del hombre.

A trav�s de esta luz pura de Dios, sin embargo, se empuja un fen�meno que parece por el momento afectar el car�cter absoluto de la visi�n y restar valor a su sublimidad. Esta es la prominencia dada ante Dios a un solo pueblo, Israel. En estos Cap�tulos se nos insta tanto a la unicidad de Israel como a la unidad de Dios. �Es �l el �nico Dios en el cielo? Son su �nico pueblo en la tierra, "sus elegidos, los suyos, sus testigos hasta el fin de la tierra".

"Su gu�a de ellos se corresponde con Su gu�a de las estrellas, como si, como las estrellas brillando contra la noche, sus tribus solo se movieran hacia Su mano a trav�s de un espacio vac�o y oscuro. Su revelaci�n a la humanidad se da a trav�s de su peque�o lenguaje. ; la restauraci�n de su peque�a capital, ese castro en la tierra �rida de Jud�, se exhibe como el final de Sus procesos, que se extienden a lo largo de la historia y afectan la superficie de todo el mundo habitado. Y Su misma justicia resulta ser en su mayor parte, su fidelidad a su pacto con Israel.

Ahora bien, para muchos en nuestros d�as ha sido una gran ofensa tener "la nariz curvada del jud�o" as� metida entre sus ojos y la luz pura de Dios. Preguntan: �Es posible que el Juez de toda la tierra se haya inclinado as� por un solo pueblo? �Limit� Dios Su revelaci�n a los hombres a la literatura de una tribu peque�a y sin pulir? Incluso la mayor�a de las almas acr�ticas tienen problemas para entender por qu� "la salvaci�n es de los jud�os".

El punto principal a saber es que la elecci�n de Israel fue una elecci�n, no para salvaci�n, sino. al servicio. Comprender esto es deshacerse, con mucho, de la mayor parte de la dificultad que conlleva el tema. Israel era un medio y no un fin; Dios eligi� en �l a un ministro, no a un favorito. Ning�n profeta de Israel dej� de decir esto; pero nuestro profeta lo convierte en la carga de su mensaje a los desterrados.

"Vosotros sois mis testigos, mi siervo a quien he escogido. Vosotros sois mis testigos, y yo soy Dios. Tambi�n te dar� por luz a las naciones, para que seas mi salvaci�n hasta el fin de la tierra". Isa�as 43:10 pueden citar Isa�as 43:10 otros vers�culos en el mismo sentido, que "no hay m�s Dios que Dios, e Israel es Su profeta".

"Pero si la elecci�n de Israel es, por tanto, una elecci�n para el servicio, seguramente est� en armon�a con el m�todo habitual de Dios, ya sea en la naturaleza o en la historia. Lejos de una especializaci�n como el hecho de que Israel sea despectivo para la unidad divina, no es m�s que una parte de ese orden y divisi�n del trabajo que la unidad divina exige como consecuencia en todo el espectro del Ser. El universo es diverso. "Para cada uno su propia obra" es el corolario apropiado de "Dios sobre todo", y la prerrogativa de Israel no era m�s que la especializaci�n de la funci�n de Israel para Dios en el mundo.

Al elegir a Israel para que fuera Su mediador con la humanidad, Dios no hizo m�s que por la religi�n lo que en el ejercicio de la misma disciplina pr�ctica que hizo por la filosof�a, cuando dot� a Grecia con sus dones de pensamiento y habla sutiles, o con Roma cuando la entren�. personas para convertirse en legisladores de la humanidad. �Y de qu� otra manera deber�a tener �xito el trabajo sino mediante la especializaci�n, el secreto de la fidelidad y la pericia? De la fidelidad, porque la obligaci�n de mi deber reside seguramente en esto, que se lo debo a m� y no a otro; de pericia, porque es el que conduce mejor y m�s profundo quien conduce por una l�nea: al encender un fuego se empieza con un maric�n encendido; y en la iluminaci�n, un mundo estaba en armon�a con toda Su ley, f�sica y moral, para que Dios comenzara con una porci�n particular de la humanidad.

La siguiente pregunta es: �Por qu� esta parte particular de la humanidad deber�a ser una naci�n y no un solo profeta, una escuela de fil�sofos o una iglesia universal? La respuesta se encuentra en la condici�n del mundo antiguo. En medio de su diversidad de lenguaje y de sentimiento racial, un profeta misionero que viaja como Pablo de pueblo en pueblo es inconcebible; y casi tan inconcebible es el tipo de Iglesia que Pablo fund� entre varias naciones, sin m�s v�nculos que la conciencia de una fe com�n.

De todas las posibles combinaciones de hombres, la naci�n era la �nica forma que en el mundo antiguo ten�a una oportunidad de sobrevivir en la lucha por la existencia. La naci�n proporcion� el refugio y el compa�erismo necesarios para la religi�n personal; dio a lo espiritual una morada en la tierra, reclut� en su favor la fuerza de la herencia y asegur� la continuidad de sus tradiciones. Pero el servicio de la naci�n a la religi�n no solo fue conservador, tambi�n fue misionero.

Fue solo a trav�s de un pueblo que un Dios se hizo visible y acreditado ante el mundo. Su historia proporcion� el drama en el que interpret� el papel de h�roe. En una �poca en la que era imposible difundir una religi�n, por medio de la literatura o por el ejemplo de la santidad personal, los logros de una naci�n considerable, su progreso y prestigio, proporcionaron un lenguaje universalmente entendido, a trav�s del cual Dios pod�a publicar para la humanidad Su poder y voluntad; y al elegir, por lo tanto, una sola naci�n para revelarse a s� mismo, Dios estaba empleando los medios que mejor se adaptaban a su prop�sito. La naci�n era la unidad del progreso religioso en el mundo antiguo. En la naci�n, Dios eligi� como testimonio no solo al m�s s�lido y permanente, sino al m�s comprensible e impresionante.

La siguiente pregunta es: �Por qu� Israel deber�a haber sido esta naci�n singular e indispensable? Cuando Dios seleccion� a Israel para cumplir su prop�sito, lo hizo, se nos dice, de su gracia soberana. Pero este pensamiento fuerte, que forma la base de la seguridad de nuestro profeta acerca de su pueblo, no le impide insistir tambi�n en la capacidad natural de Israel para el servicio religioso. Esto tambi�n era de Dios. Una y otra vez Israel oye a Jehov� decir: "Yo te he creado, te he formado, te he preparado.

"Un pasaje describe el equipamiento de la naci�n para el oficio de un profeta; otro su disciplina para la vida de un santo; y de vez en cuando nuestro profeta muestra cu�n atr�s siente que esta preparaci�n ha comenzado, incluso cuando la naci�n, como �l dice, estaba "todav�a en el �tero". �Con qu� facilidad se nos deslizan por los labios estas frases gastadas! Sin embargo, no son meras f�rmulas. La investigaci�n moderna les ha dado un nuevo significado y nos ha ense�ado que la creaci�n, la formaci�n, la elecci�n de Israel El pulido, el porte y la defensa eran procesos tan reales y mensurables como cualquiera de la historia natural o pol�tica.

Por ejemplo, cuando nuestro profeta dice que la preparaci�n de Israel comenz� "desde el �tero, yo soy tu moldeador, dice Jehov�, desde el �tero", la historia nos remonta a las circunstancias prenatales de la naci�n, y all� lo muestra a nosotros como ya templados a una disposici�n y propensi�n religiosas. Los hebreos eran de linaje sem�tico. El "vientre" del que surgi� Israel fue una raza de pastores errantes, en los desiertos hambrientos de Arabia, donde el hogar del hombre es la tienda revoloteante, el hambre es su disciplina durante muchos meses del a�o, sus �nicas artes son las de la palabra y la guerra. , y en la larga e irremediable inanici�n no hay nada que hacer m�s que ser paciente y so�ar.

Nacidos en estos desiertos, la juventud de la raza semita, como la probaci�n de sus m�s grandes profetas, pas� en un largo ayuno, lo que le dio a su esp�ritu una maravillosa facilidad de desapego del mundo y de la imaginaci�n religiosa, y atemper� su voluntad para una larga vida. sufrimiento, aunque tambi�n les toc� la sangre con un ardor rencoroso que irrumpe en la calma imperante de toda literatura sem�tica.

Tambi�n fueron entrenados en el augusto estilo de elocuencia del desierto. "Ha hecho mi boca como espada afilada; en la sombra de su mano me ha escondido". Isa�as 49:2 Una "profec�a natural", como se la ha llamado, se encuentra en todas las ramas del linaje sem�tico. No es de extra�ar que de esta raza surgieran las tres grandes religiones universales de la humanidad: que Mois�s y los profetas, Juan, Jes�s mismo y Pablo y Mahoma fueran todos de la simiente de Sem.

Esta disposici�n racial la llev� el hebreo a su vocaci�n como naci�n. El antepasado, que dio al pueblo el doble nombre con el que se le llama a lo largo de nuestra profec�a, "Jacob-Israel", hered� con todos sus defectos las dos grandes marcas del temperamento religioso. Jacob pod�a so�ar y pod�a esperar. Recu�rdalo al lado del hermano, que tan poco pod�a pensar en el futuro que estaba dispuesto a vender su promesa por un potaje; quien, aunque Dios estaba tan cerca de �l como de Jacob, nunca vio visiones ni luch� con �ngeles; quien parec�a no tener ning�n poder de crecimiento en �l, pero con el mismo car�cter, inalterado a trav�s de la disciplina de la vida, finalmente lo transmiti� en estereotipo a su posteridad; -recuerda a Jacob al lado de tal hermano,

Sus h�bitos, como los de su padre, pod�an ser malos, pero ten�an la constituci�n dura y maleable, que era posible moldear para algo mejor. Como su padre, eran falsos, poco caballerosos, ego�stas, "con la groser�a del pastor en la sangre" y gran parte del rencor y la crueldad de sus antepasados, los guerreros del desierto, pero con todo ello ten�an los dos h�bitos m�s potenciales. -pod�an so�ar y pod�an esperar.

En su amor y esperanza por la prometida Raquel, que no se apag� ni se agri� por la sustituci�n, despu�s de siete a�os de servicio para ella, de su hermana desfavorecida, sino que comenz� otros siete a�os de esfuerzo por s� misma, Jacob era un tipo de su hermano. gentes extra�as, tenaces, que, al encontrarse cara a cara con alguna Leah del cumplimiento de sus ideales m�s preciados, como sucedi� con frecuencia en su historia, retomaron con inquebrantable ardor la b�squeda de su primer amor inolvidable.

Es la maravilla de la historia, c�mo este pueblo pas� por las innumerables decepciones de las profec�as a las que hab�an entregado su coraz�n, pero con solo una expectativa fortalecedora de la llegada del Rey prometido y Su reino. Si otros pueblos se han sentido beneficiados por tales errores de fe, generalmente ha sido a expensas de su fe. Pero la experiencia de Israel no quit� la fe ni siquiera afect� la elasticidad de la fe.

Vemos que su aprecio por las promesas de Dios se hace cada vez m�s espiritual con cada aplazamiento, y la paciencia que realiza la obra perfecta de ella sobre su car�cter; sin embargo, esto nunca sucede a costa de la flotabilidad y el ardor originales. La gloria de ella la atribuimos, como m�s se debe, al poder de la Palabra de Dios; pero las personas que pod�an soportar la tensi�n de la disciplina de tal palabra, su brillo y escarcha alternativos, deb�an haber sido personas de extraordinaria fibra y constituci�n.

Cuando pensamos en c�mo se vistieron durante esos dos mil a�os de promesa postergada, y c�mo se desgastan a�n, despu�s de dos mil a�os m�s de desilusi�n y sufrimiento, dejamos de preguntarnos por qu� Dios eligi� a esta peque�a tribu para ser Su instrumento en la tierra. Donde vemos sus malos h�bitos, su Creador conoc�a su s�lida constituci�n, y la constituci�n de Israel es algo �nico entre la humanidad.

Del temperamento racial de la naci�n elegida pasamos a su historia, en cuya singularidad mora con �nfasis nuestro profeta. El origen pol�tico de Israel no tuvo m�s raz�n que un llamado al servicio de Dios. Otros pueblos crecieron, por as� decirlo, del suelo; eran producto de una patria, de un clima, de ciertos entornos f�sicos: arrancarlos de �stos y, como naciones, dejaron de serlo. Pero Israel no hab�a sido tan educado en la nacionalidad en el regazo de la naturaleza.

Los hijos cautivos de Jacob hab�an surgido en unidad e independencia como naci�n ante el llamado especial de Dios, y para servir Su voluntad en el mundo, Su voluntad que se opon�a a las tendencias naturales de los pueblos. A lo largo de su historia es maravilloso ver c�mo fue la conciencia de este servicio, que en per�odos de progreso fue el verdadero genio nacional en Israel, y en tiempos de decadencia o de disoluci�n pol�tica sostuvo la seguridad de la supervivencia de la naci�n.

Siempre que un gobernante como Acaz olvid� que la imperecebilidad de Israel estaba ligada a su fidelidad al servicio de Dios, y buscaba preservar su trono mediante alianzas con las potencias mundiales, era cuando Israel estaba en mayor peligro de ser absorbido por el mundo. Y, a la inversa, cuando lleg� el desastre y no hab�a esperanza en el cielo, fue en el sentido interno de su elecci�n al servicio de Dios que los profetas reunieron la fe del pueblo y les aseguraron su supervivencia como naci�n.

Llevaron a Israel ese mensaje soberano que vuelve inmortales a todos los que lo escuchan: "Dios tiene un servicio para que sirvas en la tierra". Especialmente en el exilio, la maravillosa supervivencia de la naci�n, con el servilismo de toda la historia para ese fin, est� hecha para girar en torno a esto: que Israel tiene un prop�sito �nico al que servir. Cuando Jerem�as y Ezequiel buscan asegurar a los cautivos su regreso a la tierra y la restauraci�n del pueblo, elogian una promesa tan improbable record�ndoles que la naci�n es la Sierva de Dios.

Este nombre, aplicado por ellos por primera vez al conjunto de la naci�n, se vincula con la existencia nacional. "No temas, siervo m�o Jacob, dice Jehov�; ni desmayes. Israel, porque he aqu� que yo te salvar� de lejos, ya tu descendencia de la tierra de su cautiverio." Estas palabras dicen claramente que Israel como naci�n no puede morir, porque Dios tiene un uso para que sirvan. La singularidad de la redenci�n de Israel de Babilonia se debe a la singularidad del servicio que Dios tiene para que la naci�n realice.

Nuestro profeta habla en el mismo tono: "T�, Israel, mi Siervo, Jacob a quien he elegido, simiente de Abraham mi amado, a quien tom� de los confines de la tierra y sus confines. Te llam� y te dije T�, Mi Siervo eres t�, Yo te he escogido y no te he desechado ". Isa�as 41:8 ss. Nadie puede perder la fuerza de estas palabras.

Son la garant�a de la supervivencia milagrosa de Israel, no porque sea el favorito de Dios, sino porque es el siervo de Dios, con una obra �nica en el mundo. Muchos otros vers�culos repiten la misma verdad. Ellos llaman "Israel el Siervo" y "Jacob el escogido" de Dios, para persuadir a la gente de que no se olvidan de �l, y que su descendencia vivir� y ser� bendecida. Israel sobrevive porque sirve al " Servus servatur ".

Ahora, para este servicio, que hab�a sido el prop�sito de la elecci�n de la naci�n en un principio, el pilar de su preservaci�n �nica desde entonces, y la raz�n de toda su preeminencia singular ante Dios, Israel fue equipada por dos grandes experiencias. Estos fueron Redenci�n y Revelaci�n.

Sobre las redenciones anteriores de Israel del poder de otras naciones, nuestro profeta no habla mucho. Sientes que est�n presentes en su mente, porque a veces describe la redenci�n venidera de Babilonia en t�rminos de ellos. Y una vez, en una apelaci�n al "Brazo de Jehov�", grita: "�Despierta como los d�as de la antig�edad, generaciones antiguas! �No eres t� el que despedaz� a Rahab, el que traspas� al Drag�n? �No eres t� el que sec� arriba del mar, las aguas del gran abismo; que hicieron de los abismos del mar un camino de paso para los redimidos? " Tambi�n est� ese hermoso pasaje en el cap�tulo 63, que "hace menci�n de las misericordias amorosas de Jehov�, conforme a todo lo que nos ha otorgado"; que describe el "transporte del pueblo todos los d�as de la antig�edad", c�mo "los sac� del mar,

"Pero, en general, nuestro profeta est� demasiado absorto con la perspectiva inmediata de ser liberado de Babilonia, como para recordar ese pasado, del cual se ha dicho verdaderamente:" No ha tratado as� con ning�n pueblo ". Es lo nuevo. gloria que est� sobre �l. �l considera la liberaci�n de Babilonia como ya venida, para sus ojos absortos es su maravilloso poder y precio, que ya visten al pueblo con su singular esplendor y honor.

"As� ha dicho Jehov�, tu Redentor, el Santo de Israel: Por tu causa envi� a Babilonia, y har� descender a sus nobles, a todos ellos, ya los caldeos, en las naves de su j�bilo". es m�s que Babilonia que se equilibra contra ellos. "Yo soy Jehov�, Dios tuyo, el Santo de Israel, tu Salvador. Doy como rescate a Egipto, Cus y Seba a cambio de ti, porque eres precioso a mis ojos, y te has hecho valioso" (lit .

, "de peso"); "y yo te he amado, por tanto, doy hombres por ti, y pueblos por tu vida. Hombres por ti, y pueblos por tu vida," - todo el mundo por este peque�o pueblo? Es inteligible solo porque este peque�o pueblo debe ser para todo el mundo. "Vosotros sois mis testigos de que yo soy Dios. Tambi�n te dar� por luz a las naciones, para que seas mi salvaci�n hasta el fin de la tierra".

Pero m�s que en la Redenci�n, que Israel experiment�, nuestro profeta se detiene en la Revelaci�n, que los ha equipado para su destino. En un pasaje, en el cap�tulo 43, al que volveremos, el car�cter actual est�pido e indispuesto de la masa del pueblo se contrasta con la "instrucci�n" que Dios les ha prodigado. �Has visto muchas cosas, y no has observado; se abren los o�dos, pero �l no oye.

A Jehov� le agrad�, por causa de su justicia, magnificar la instrucci�n y hacerla gloriosa, pero que "-el resultado y el precipitado de todo esto-" es un pueblo robado y saqueado ". La palabra" Instrucci�n "o" Revelaci�n "es Ese mismo t�rmino t�cnico, con el que nos hemos encontrado antes, para el entrenamiento e iluminaci�n especial de Israel por parte de Jehov�. Cu�n especiales eran estos, cu�n distintos de la doctrina y pr�ctica m�s elevadas de cualquier otra naci�n en ese mundo al que pertenec�a Israel, es un hecho hist�rico que los resultados de investigaciones recientes nos permiten enunciar en pocas frases.

Exploraciones recientes en Oriente y el progreso de la filolog�a sem�tica han demostrado que el sistema de religi�n que prevalec�a entre los hebreos ten�a mucho en com�n con los sistemas de las naciones paganas vecinas y afines. Este elemento com�n inclu�a no solo cosas como el ritual y el mobiliario del templo, o los detalles de la organizaci�n sacerdotal, sino incluso los t�tulos y muchos de los atributos de Dios, y especialmente las formas del pacto en el que se acercaba a los hombres.

Pero el descubrimiento de este elemento com�n no ha hecho m�s que poner de relieve la presencia en la religi�n hebrea de un principio independiente y original. En la religi�n hebrea, los historiadores observan un principio de selecci�n que opera sobre los materiales sem�ticos comunes para el culto, ignorando algunos de ellos, dando prominencia a otros, y con otros cambiando nuevamente la referencia y la aplicaci�n.

Est�n prohibidas las pr�cticas manifiestamente inmorales; Tambi�n est�n prohibidas las supersticiones que, como el augurio y la adivinaci�n, alejan a los hombres de la atenci�n resuelta a las cuestiones morales de la vida; e incluso se omiten las costumbres religiosas, como el empleo de mujeres en el santuario, que, por inocentes que sean en s� mismas, pueden llevar a los hombres a tentaciones no deseables en relaci�n con la pr�ctica profesional de la religi�n.

En resumen, en la religi�n hebrea actuaba una conciencia severa e inexorable, que no actuaba en ninguna de las religiones m�s afines a ella. En nuestro volumen anterior vimos la misma conciencia inspirando a los profetas. La profec�a no se limit� a los hebreos; era una instituci�n sem�tica general; pero nadie duda del car�cter absolutamente distinto de la profec�a, que era consciente de tener el Esp�ritu de Jehov�.

Sus ideas religiosas eran originales y en ella tenemos, como todos admiten, un fen�meno moral �nico en la historia. Cuando nos volvemos a preguntar el secreto de esta distinci�n, encontramos la respuesta en el car�cter de Dios, a quien Israel serv�a. El Dios explica al pueblo; Israel es la respuesta a Jehov�. Cada una de las leyes de la naci�n se hace cumplir por la raz�n: "Porque yo soy santo". Cada uno de los profetas trae su mensaje de un Dios, "exaltado en justicia.

"En resumen, mire donde quiera en el Antiguo Testamento, si llega a �l como cr�tico o como adorador, descubre que el car�cter revelado de Jehov� es el principio efectivo en acci�n. Es este car�cter divino lo que atrae a Israel de entre las naciones a su destino, que selecciona y construye la ley para que sea un muro a su alrededor, y que por cada revelaci�n de s� misma descubre al pueblo tanto la medida de su delincuencia como los nuevos ideales de sus servicios a la humanidad. de nube de d�a y de columna de fuego de noche, lo vemos frente a Israel en cada etapa de su maravilloso progreso a lo largo de las edades.

De modo que cuando Jehov� dice que "ha magnificado el Apocalipsis y lo ha hecho glorioso", habla de una magnitud de un tipo hist�rico real, que puede probarse con m�todos exactos de observaci�n. La elecci�n de Israel por Jehov�, su formaci�n, su preparaci�n �nica para el servicio, no son meras jactancias de un patriotismo arrogante, sino nombres sobrios para procesos hist�ricos tan reales y evidentes como cualquiera de los que contiene la historia.

Entonces, resumiendo. Si la soberan�a de Jehov� es absoluta, tambi�n lo es la singularidad del llamamiento y el equipo de Israel para Su servicio. Porque, para empezar, Israel ten�a el temperamento religioso esencial; disfrutaban de una instrucci�n y disciplina moral �nicas: y al lado de esto, estaban conscientes de una serie de liberaciones milagrosas de la servidumbre y de la disoluci�n. Una experiencia y una carrera tan singulares no fueron, como hemos visto, otorgadas por ning�n motivo arbitrario, que se agot� en Israel, sino que de acuerdo con el m�todo universal de especializaci�n de funciones de Dios, fueron concedidas para adaptar a la naci�n como un instrumento para un fin pr�ctico. .

La unidad soberana de Dios no significa igualdad en Su creaci�n. El universo es diverso. Hay una gloria del sol, otra gloria de la luna y otra gloria de las estrellas; y aun as� en el reino moral de Aquel que es el Se�or de las Huestes tanto de la tierra como del cielo, cada naci�n tiene su propio destino y funci�n. La de Israel era la religi�n; Israel era el especialista de Dios en religi�n.

Para confirmar esto, nos dirigimos al testigo supremo. Jes�s naci� jud�o, confin� su ministerio a Judea y nos ha dicho por qu�. Mediante varias alusiones pasajeras, as� como mediante declaraciones deliberadas, revel� su sentido de una gran diferencia religiosa entre jud�os y gentiles. "No utilic�is vanas repeticiones, como hacen los gentiles. Porque despu�s de todas estas cosas buscan las naciones del mundo, pero vuestro Padre sabe que ten�is necesidad de estas cosas.

"Se neg� a trabajar excepto en el coraz�n de los jud�os:" No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Y mand� a sus disc�pulos, diciendo: No vay�is por camino de gentiles, ni entr�is en ciudad de samaritanos; sino id m�s bien a las ovejas perdidas de la Casa de Israel ". Y nuevamente dijo a la mujer de Samaria:" Vosotros ador�is qu� no sab�is; sabemos lo que adoramos, porque la salvaci�n es de los jud�os ".

Estos dichos de nuestro Se�or han creado tantas preguntas como la preeminencia dada en el Antiguo Testamento a un solo pueblo por un Dios que es descrito como el �nico Dios del cielo y de la tierra. �Era m�s estrecho de coraz�n que Pablo, su siervo, que era deudor de los griegos y los b�rbaros? �O ignoraba el car�cter universal de su misi�n hasta que se vio forzada a sus renuentes simpat�as por la importunidad de paganos como la mujer sirofenicia? Un poco de sentido com�n disipa la perplejidad y deja el problema, sobre el cual se han escrito vol�menes, sin ning�n problema.

Nuestro Se�or se limit� a Israel, no porque fuera estrecho, sino porque era pr�ctico; no por ignorancia, sino por sabidur�a. Vino del cielo para sembrar la semilla de la verdad Divina; �Y d�nde en toda la humanidad deber�a encontrar la tierra tan preparada como dentro del pueblo elegido desde hace mucho tiempo? Conoc�a esa disciplina de los siglos. En las palabras de su propia par�bola, el Hijo, cuando vino a la tierra, dirigi� su atenci�n no a un pedazo de desierto, sino a "la vi�a" que los siervos de su Padre hab�an cultivado durante tanto tiempo, y donde la tierra estaba abierta.

Jes�s vino a Israel porque esperaba "fe en Israel". Que este fin pr�ctico fue la intenci�n deliberada de Su voluntad, se prueba por el hecho de que cuando encontr� fe en otra parte, ya sea en corazones sirios, griegos o romanos, no dud� en dejar que su amor y su poder les llegara.

En resumen, no tendremos ninguna dificultad acerca de estos m�todos Divinos con un solo pueblo elegido, si tan solo recordamos que ser Divino es ser pr�ctico. "Sin embargo, Dios tambi�n es sabio", dijo Isa�as a los jud�os cuando prefirieron sus propias pol�ticas inteligentes a la gu�a de Jehov�. Y necesitamos que se nos diga lo mismo, que murmuran que limitarse a una sola naci�n no era lo ideal que pod�a hacer el Dios �nico; o que imaginen que qued� en manos de una de las propias criaturas de nuestro Se�or sugerirle la pol�tica de su misi�n sobre la tierra.

Somos miopes: y el Todopoderoso no puede enterarse. Pero al menos esto es posible para nosotros ver, que al elegir una naci�n para ser Su agente entre los hombres, Dios eligi� el tipo de instrumento que mejor se adaptaba en el momento para la obra para la cual lo dise��, y que al elegir a Israel para sea ??esa naci�n, eligi� un pueblo de temperamento singularmente adecuado para Su fin.

La elecci�n de Israel como naci�n, por lo tanto, fue al Servicio. Ser una naci�n y ser un Siervo de Dios era m�s o menos lo mismo para Israel. Israel iba a sobrevivir al exilio, porque deb�a servir al mundo. Llevemos esto al estudio de nuestro pr�ximo cap�tulo: El Siervo de Jehov�.

Versículos 5-10

CAPITULO XVI

EL SIERVO DEL SE�OR

Isa�as 41: 8-20 ; Isa�as 42: 1-7 ; Isa�as 42:18 ; Isa�as 43: 5-10 ; Isa�as 49: 1-9 ; Isa�as 1: 4-10 ; Isa�as 52: 13-15

Con el cap�tulo 42, llegamos a una etapa distinta en nuestra profec�a. Los cap�tulos anteriores se han ocupado de la declaraci�n de la gran verdad b�sica de que Jehov� es el �nico Dios soberano. Esto ha sido declarado a dos clases de oyentes en sucesi�n: al propio pueblo de Dios, Israel, en el cap�tulo 40, y a los paganos en el cap�tulo 41. Habiendo establecido Su soberan�a, Dios ahora publica Su voluntad, dirigi�ndose nuevamente a estas dos clases de acuerdo con el prop�sito que tiene para cada uno.

�Se ha reivindicado a s� mismo ante Israel, el Dios Todopoderoso y Justo, que dar� a su pueblo libertad y fuerza? Ahora les definir� la misi�n para la cual se requieren esa fuerza y ??libertad. �Ha probado a los gentiles que es el �nico Dios verdadero? Les declarar� ahora qu� verdad tiene para que aprendan. En resumen, para usar t�rminos modernos, la apolog�tica de los cap�tulos 40-41 es reemplazada por el programa misionero del cap�tulo 42.

Y aunque, de las necesidades del caso, con frecuencia volvemos, en el curso de la profec�a, a sus afirmaciones fundamentales de la Deidad de Jehov�, no obstante, somos conscientes de que con el vers. 1 del cap�tulo 42 ( Isa�as 42: 1 ) hacemos un claro avance. Es uno de esos pasos l�gicos que, junto con un cierto avance cronol�gico que ya hemos sentido, nos asegura que Isa�as, ya sea originalmente de uno o m�s autores, es en su forma actual una unidad, con un orden y principio de desarrollo distintos. .

El Prop�sito de Dios se identifica con un Ministro o Siervo, a quien encarga para llevarlo a cabo en el mundo. Este Siervo es presentado ante nosotros con toda la urgencia con que se ha presentado Jehov�, y junto a Jehov� resulta ser la figura m�s importante de la profec�a. �Insiste el profeta en que Dios es la �nica fuente y suficiencia de la salvaci�n de su pueblo? Es con igual �nfasis que presenta al Siervo como el agente indispensable de Dios en la obra.

Cyrus tambi�n es reconocido como un instrumento electo. Pero ni en cercan�a a Dios, ni en efecto sobre el mundo, Ciro puede compararse por un instante con el Siervo. Ciro es subordinado e incidental: con el derrocamiento de Babilonia, para lo cual fue levantado, desaparecer� del escenario de nuestra profec�a. Pero el prop�sito de Dios, que usa las puertas abiertas por Ciro, s�lo para pasar por ellas con el pueblo redimido a la regeneraci�n del mundo entero, es llevarlo a esta consumaci�n divina por el Siervo: su progreso universal y glorioso se identifica con su carrera profesional.

Cyrus destella a trav�s de estas p�ginas con una espada bien pulida: es s�lo su r�pida y brillante utilidad lo que permite captar nuestra atenci�n. Pero el Siervo es un Car�cter, para delinear cuya belleza inmortal y ejemplo el profeta dedica tanto espacio como lo hace a Jehov� mismo.

Mientras se vuelve una y otra vez para hablar de la omnipotencia, la fidelidad y el amor agonizante de Dios por los suyos, con igual frecuencia y cari�o se detiene en cada rasgo de la conducta y el aspecto del Siervo: su dulzura, su paciencia, su valor, su pureza. , Su mansedumbre; Su vigilia diaria a la voz de Dios, la rapidez y brillantez de Su discurso para los dem�s, Su silencio bajo Sus propios tormentos; Sus lugares de acogida: entre los magullados, los prisioneros, los vagabundos de Israel, los cansados ??y los que se sientan en la oscuridad, los paganos lejanos; Su lucha con el mundo, Su rostro como un pedernal; Su belleza sobrenatural, que los hombres llaman fealdad; Su presencia inadvertida en Su propia generaci�n, pero el efecto de Su rostro sobre los reyes; Su h�bito de aflicci�n, un var�n de dolores y familiarizado con enfermedades: Sus llagas y magulladuras, Su asesinato judicial, la tumba de su delincuente; Su exaltaci�n y gloria eterna, hasta que podamos decir con reverencia que estas im�genes, por su viveza y encanto, han alejado nuestros ojos de las visiones de Dios de nuestro profeta, y han hecho que los Cap�tulos en los que aparecen se lean m�s a menudo entre nosotros, y aprendidos de memoria, que los Cap�tulos en los que Dios mismo es exaltado y adorado. Jehov� y el siervo de Jehov�: estos son los dos h�roes del drama.

Ahora, naturalmente, podr�amos esperar que una figura tan indispensable y cari�osamente imaginada tambi�n se definiera m�s all� de toda ambig�edad, ya sea en cuanto a Su tiempo, su persona o su nombre. Pero ocurre lo contrario. Acerca de las Escrituras, hay pocas preguntas m�s complejas que las del Siervo del Se�or. �Es una persona o una personificaci�n? Si es lo �ltimo, �es �l una personificaci�n de todo Israel? �O de una parte de Israel? �O del Israel ideal? �O de la Orden de los Profetas? O si es una Persona, �es �l mismo el profeta? �O un m�rtir que ya ha vivido y sufrido, como Jerem�as? �O uno todav�a por venir, como el Mes�as prometido? Cada una de estas sugerencias no solo se ha hecho sobre el Siervo, sino que obtiene un apoyo considerable de uno u otro de los puntos de vista que nuestro profeta disuelve sobre su persona y obra.

S�lo se puede dar una respuesta final despu�s de un estudio comparativo de todos los pasajes relevantes; pero como estos est�n esparcidos sobre la profec�a, y nuestra exposici�n detallada de ellos necesariamente debe ser interrumpida, ser� conveniente tomar aqu� una perspectiva de todos ellos y ver qu� se combinan para desarrollar este sublime car�cter y misi�n. Y despu�s de haber visto lo que las profec�as mismas ense�an acerca del Siervo, preguntaremos c�mo fueron entendidas y cumplidas por el Nuevo Testamento; y eso nos mostrar� c�mo exponerlos y aplicarlos con respecto a nosotros mismos.

1.

La palabra hebrea para "siervo" significa una persona a disposici�n de otra, para llevar a cabo su voluntad, hacer su trabajo, representar sus intereses. Por lo tanto, se aplic� a los representantes de un rey o los adoradores de un dios. Todos los israelitas eran as�, en cierto sentido, los "siervos de Jehov�"; aunque en singular el t�tulo estaba reservado para personas de car�cter y utilidad extraordinarios.

Pero hemos visto, lo m�s claramente posible, que Dios apart� para Su servicio principal sobre la tierra, no a un individuo ni a un grupo de individuos, sino a toda una naci�n en su capacidad nacional. Hemos visto el origen pol�tico y la preservaci�n de Israel ligados a ese servicio; Hemos o�do claramente que Jerem�as y Ezequiel llaman a toda la naci�n, el Siervo de Jehov�. Nada podr�a ser m�s claro que esto, que en los primeros a�os del exilio el Siervo de Jehov� era Israel en su totalidad, Israel como cuerpo pol�tico.

Tambi�n es en este sentido que nuestro profeta usa por primera vez el t�tulo en un pasaje que ya hemos citado; Isa�as 51: 8 �T�, Israel, siervo m�o, Jacob a quien eleg�, simiente de Abraham mi amado, a quien tom� de los confines de la tierra y sus confines! Te llam� y te dije: Mi siervo eres t�. Yo te eleg�, y no te desech�.

"Aqu� el" Siervo "es claramente la naci�n hist�rica, descendiente de Abraham, y el sujeto de esas experiencias nacionales que se trazan en el cap�tulo anterior. Lo mismo ocurre en los siguientes vers�culos: - Isa�as 44: 1 y sigs .:" Sin embargo ahora oye, Jacob, mi siervo; e Israel, a quien yo he escogido; as� ha dicho Jehov� tu Hacedor, y tu Formadora desde el vientre: �l te ayudar�.

No temas, siervo m�o Jacob; ya Jesur�n, a quien he escogido, derramar� mi esp�ritu sobre tu descendencia, y mi bendici�n sobre tu descendencia ". Isa�as 44:21 :" Acu�rdate de estas cosas, oh Jacob; e Israel, porque mi siervo eres t�; yo te form�; siervo m�o eres t�; Israel, no ser�s olvidado de m�.

" Isa�as 48:20 :" Salid de Babilonia; dec�s: Jehov� ha redimido a su siervo Jacob ". En todos estos vers�culos, que unen la restauraci�n de la naci�n del exilio con el hecho de que Dios la llam� para ser Su siervo, el t�tulo" Siervo "es claramente equivalente al nombre nacional" Israel "o" Jacob "Pero" Israel "o" Jacob "no es una etiqueta para la mera idea nacional, o el marco pol�tico desnudo, sin tener en cuenta a los individuos vivos incluidos en �l.

Para los ojos y el coraz�n de �l, "que cuenta el n�mero de las estrellas", Israel no significa un simple contorno, sino todos los individuos de la generaci�n viviente del pueblo, "tu simiente", es decir, todo israelita nacido, sin importar lo ca�do que sea. o desamparado. Esto se aclara en un pasaje muy hermoso en el cap�tulo 43 ( Isa�as 43: 1-7 ): "As� ha dicho Jehov�, tu Creador, oh Jacob; tu Moldeador, oh Israel. No temas, porque yo estoy contigo; desde la salida del sol traer� tu simiente, y del ocaso te recoger�; mis hijos de lejos, y mis hijas de los confines de la tierra; todo aquel que es llamado por mi nombre, y a quien para mi gloria he creado, formado, s� , Yo lo he hecho.

"Para este Israel-Israel en su conjunto, sin embargo, no es una mera abstracci�n o bosquejo de la naci�n, sino el pueblo en masa y en masa, cada individuo de quien es querido por Jehov�, y en cierto sentido comparte Su llamamiento y equipo, a este Israel el t�tulo de "Siervo de Jehov�" fue aplicado al principio por nuestro profeta.

2.

Decimos "al principio", porque muy pronto el profeta tiene que hacer una distinci�n y esbozar al Siervo como algo menos que la naci�n real. La distinci�n es oscura; ha dado lugar a una gran controversia. Pero es tan natural, donde una naci�n es el tema, y ??de ocurrencia tan frecuente en otras literaturas, que casi podemos enunciarlo como una ley general.

En todos los pasajes citados anteriormente, se ha hablado de Israel en el estado de �nimo pasivo, como el objeto de alg�n afecto o acci�n por parte de Dios: "amado", "formado", "elegido", "llamado" y "aproximadamente". para ser redimidos por �l ". Ahora, mientras un pueblo permanezca pasivo, su profeta naturalmente pensar� en ellos como un todo. A su sombra, su ojo s�lo puede verlos en el contorno de su masa; en su com�n sufrimiento y servidumbre, su coraz�n estar� con todos sus individuos, igualmente queridos y igualmente necesitados de redenci�n.

Pero cuando llegue la hora de que la gente trabaje en su propia salvaci�n y salgan a la acci�n, debe ser diferente. Cuando ya no son el �nico objeto del afecto de su profeta, sino que pasan bajo la prueba de su experiencia y juicio, entonces, naturalmente, aparecen sobre ellos distinciones. Elevados a la luz de su destino, su desigualdad se hace evidente; probado por su tensi�n, parte de ellos se separan.

Y as�, aunque el profeta sigue llamando a la naci�n por su nombre para que cumpla con su llamado, lo que quiere decir con ese nombre ya no es el grueso y el cuerpo de la ciudadan�a. Cierto ideal de la gente llena su mente - un ideal, sin embargo, que no es un mero espectro flotando sobre su propia generaci�n, sino que se realiza en su noble y aspirante porci�n - aunque su ignorancia en cuanto al tama�o exacto de esta porci�n debe siempre dejar su imagen de ellos m�s o menos ideal a sus ojos.

Ser� su calidad m�s que su cantidad lo que le quedar� claro. En la historia moderna tenemos dos ilustraciones familiares de este proceso de aventar e idealizar a un pueblo a la luz de su destino, lo que puede prepararnos para el ejemplo m�s oscuro de �l en nuestra profec�a.

En un conocido pasaje de la " Areopagitica " , exclama Milton: "Creo que veo en mi mente una naci�n noble y poderosa que se despierta y agita sus invencibles cabellos; me parece que la veo como un �guila que renueva su poderosa juventud y la enciende". ojos deslumbrados a la luz del mediod�a mientras todo el ruido de p�jaros t�midos y en bandada, con los que tambi�n aman el crep�sculo, revolotean asombrados de lo que ella quiere decir.

"En este pasaje, la" naci�n "ya no es lo que Milton quiso decir con el t�rmino en la parte anterior de su tratado, donde" Inglaterra "representa simplemente el contorno de todo el pueblo ingl�s; pero la" naci�n "es el verdadero genio de Inglaterra se dio cuenta en sus iluminados y aspirantes hijos, y rompiendo con los obstaculizadores y degradantes miembros del cuerpo pol�tico - "los p�jaros t�midos y que se agolpan con los que tambi�n aman el crep�sculo" - que son en verdad ingleses seg�n la carne, pero no forman parte del mejor yo de la naci�n.

O recuerde la amarga experiencia de Mazzini. Para ning�n hombre su Italia era m�s realmente una que para este ardiente hijo suyo, que amaba a todo italiano nacido porque era italiano, y no contaba ninguno de los fragmentos de su infeliz pa�s demasiado mezquino o demasiado corrupto para ser incluido en la esperanza de su restauraci�n. Para la imaginaci�n m�s temprana de Mazzini, era toda la semilla italiana, que estaba lista para la redenci�n, y se levantar�a para lograrla cuando �l la convocara.

Pero cuando lleg� su convocatoria, cu�n pocos respondieron, y despu�s de las primeras luchas c�mo a�n quedaban menos, -nos ha dicho el propio Mazzini con el coraz�n roto. La verdadera Italia no era m�s que un pu�ado de italianos natos; a veces parec�a encogerse ante el profeta solo. Desde ese n�cleo la conciencia se extendi� de nuevo, hasta que todo el pueblo se liber� de la tiran�a y del cisma, y ??ahora todo campesino y burgu�s desde los Alpes hasta Sicilia comprende lo que significa Italia y se enorgullece de ser italiano.

Pero durante un tiempo, Mazzini y sus pocos camaradas se quedaron solos. Otros de su sangre y habla eran piamonteses, hombres de Pope, napolitanos, comerciantes, abogados, eruditos, o simplemente ego�stas y sensuales. Solo ellos eran italianos; ellos solos eran Italia.

Es un proceso de aventado similar, a trav�s del cual vemos pasar los pensamientos de nuestro profeta con respecto a Israel. A �l tambi�n la experiencia nos ense�a que "muchos son llamados, pero pocos elegidos". Mientras su pueblo permanezca a la sombra del cautiverio, mientras �l tenga que hablar de ellos en un estado de �nimo pasivo, el objeto del llamado y la preparaci�n de Dios, es "su simiente", el pueblo nacido a granel y en masa, a quien nombra a Israel, y le da el t�tulo de "Siervo de Jehov�".

"Pero en el momento en que los eleva a su misi�n en el mundo, y a la luz de su destino, se hace evidente una diferencia en ellos, y el Siervo de Jehov�, aunque todav�a se llama Israel, se encoge a algo menos que la generaci�n viviente, atrae a algo m�s fino que la masa de la gente. �C�mo, de hecho, podr�a ser de otra manera con este extra�o pueblo, que ninguna naci�n en la tierra ten�a un ideal m�s elevado identificado con su historia, o m�s frecuentemente se volvi� hacia su mejor yo, con una espada en su mano.

Israel, aunque cre� una naci�n por Dios para su servicio, siempre fue lo que Pablo encontr�, dividido en un "Israel seg�n la carne" y un "Israel seg�n el esp�ritu". Pero fue en el exilio donde esta distinci�n se hizo m�s amplia. Con la ca�da de Jerusal�n, el marco pol�tico, que manten�a unidos a los diferentes elementos de la naci�n, se hizo a�icos, y estos quedaron sueltos a la acci�n de las fuerzas morales.

Los elementos m�s bajos fueron r�pidamente absorbidos por el paganismo; los m�s nobles, que permanecieron fieles a la llamada divina, fueron libres de asumir una forma nueva e ideal. Cada a�o que pasaba en Babilonia hac�a m�s evidente que el verdadero y efectivo Israel del futuro no coincidir�a con toda la "simiente de Jacob", que se fue al exilio. Muchos de estos �ltimos estaban tan satisfechos con su circunstancia babil�nica como muchos de los "italianos" de Mazzini estaban satisfechos de seguir viviendo como s�bditos austriacos y papales.

Muchos, como hemos visto, se convirtieron en id�latras; muchos m�s se establecieron en los pr�speros h�bitos del comercio babil�nico, mientras que una gran multitud adem�s se dispers� lejos de la vista por todo el mundo. Se requiri� poca perspicacia para percibir que el verdadero y efectivo Israel, el verdadero "Siervo de Jehov�", debe ser un cuerpo mucho m�s peque�o que la suma de todos estos: un n�cleo leal dentro de Israel, que todav�a estaba consciente del llamamiento nacional, y capaz de llevarlo a cabo; que se mantuvieron sensibles a su deber para con el mundo entero, pero cuya primera conciencia fue por sus compatriotas deca�dos y perdidos.

Este Israel dentro de Israel era el verdadero "Siervo del Se�or"; personificarlo en ese car�cter �por muy vaga que sea la proporci�n real que asumir�a en la suya o en cualquier otra generaci�n� ser�a tan natural para nuestro dram�tico profeta como personificar a la naci�n en su conjunto.

Todo este proceso muy natural - este paso del Israel hist�rico, la naci�n originalmente dise�ada por Dios para ser Su Siervo, al Israel consciente y efectivo, esa cantidad incierta dentro de la presente y cada generaci�n futura - tiene lugar en los Cap�tulos que tenemos ante nosotros. ; y nos resultar� suficientemente f�cil de seguir si solo recordamos que nuestro profeta no es un te�logo dogm�tico, cuidadoso de dejar en claro cada distinci�n l�gica, sino un poeta dram�tico, que expone sus ideas en grupos, cuadros, di�logos, interrumpidos por coros ; y quien escribe en un lenguaje incapaz de expresar diferencias tan delicadas, excepto por contrastes dram�ticos, y por la otra figura que tanto le gusta-paradoja.

Quiz�s los primeros rastros de distinci�n entre el Siervo real y toda la naci�n se encuentren en el Programa de su Misi�n en Isa�as 42: 1-7 . All� se dice que el Siervo ser� para un "pacto del pueblo" ( Isa�as 42: 6 ).

He explicado a continuaci�n por qu� debemos entender "pueblo" en el sentido aqu� de Israel. Y en Isa�as 42: 7 se dice del Siervo que debe "abrir los ojos a los ciegos, sacar de la c�rcel al cautivo, de la casa de servidumbre a los moradores en tinieblas": frases que son descriptivas, por supuesto, del cautivo Israel. . Ya, entonces, en el cap�tulo 42 el Siervo es algo distinto de toda la naci�n, cuyo Pacto y Redentor ser�.

Las siguientes referencias al Siervo son un par de paradojas, que evidentemente son el intento del profeta de mostrar por qu� era necesario atraer al Siervo de Jehov� de todo el pueblo a una parte del pueblo. La primera de estas paradojas est� en Isa�as 42:18 .

�O�d, sordos! y ciegos, mirad para ver!

�Qui�n es ciego sino Mi Siervo, y sordo como Mi Mensajero a quien Yo env�o?

�Qui�n es ciego como Mesulam y ciego como el Siervo de Jehov�?

Visi�n de muchas cosas, y no observas,

Abriendo los o�dos y no oye.

El contexto muestra que el Siervo aqu�, o Mesullam, como se le llama, el "devoto" o "sumiso", de la misma ra�z y de la misma forma que el �rabe musulm�n, es todo el pueblo; pero se les titula "Sirvientes" s�lo para mostrar cu�n inadecuados son para la tarea para la que han sido designados, y qu� paradoja es su t�tulo al lado de su car�cter real. Dios les hab�a dado todas las oportunidades al "engrandecer Su instrucci�n" ( Isa�as 42:21 ), y, cuando eso fall�, mediante Su dolorosa disciplina en el exilio ( Isa�as 42: 24-25 ).

"Porque �qui�n dio a Jacob por despojo e Israel a los ladrones? �No lo hizo Jehov�? Aquel contra quien pecamos, y no quisieron andar en sus caminos, ni obedecieron su instrucci�n. As� que derram� sobre �l el furor de su ira y la fuerza de la guerra ". Pero incluso esto no despert� a la aburrida naci�n. "Aunque le prendi� fuego por todas partes, �l no sab�a; y le encendi�, sin embargo, no se preocup�.

"La naci�n en su conjunto hab�a sido favorecida con la revelaci�n de Dios; en su conjunto hab�an sido introducidos en Su horno purificador del exilio. Pero como no se han beneficiado ni de uno ni de otro, la conclusi�n natural es que en conjunto ya no estamos en condiciones de ser siervos de Dios. ��sa es la pista que esta paradoja pretende darnos.

Pero un poco m�s adelante hay una paradoja inversa, que dice claramente, que aunque las personas son ciegas y sordas en su conjunto, todav�a la capacidad de servicio se encuentra solo entre ellas. Isa�as 43: 8 ; Isa�as 43:10

�Sacad a los ciegos, pero los ojos est�n ah�!

�Y los sordos, sin embargo, tienen o�dos!

Vosotros sois mis testigos, dice Jehov�, y mi siervo a quien yo escog�.

Los vers�culos anteriores ( Isa�as 43: 1-7 ) nos muestran que es nuevamente a todo el pueblo, en su masa y fragmentos dispersos, a quien se hace referencia. Aunque sean ciegos, "sin embargo, hay ojos" entre ellos; por sordos que sean, "tienen o�dos". Y as�, Jehov� se dirige a todos ellos, a diferencia de los pueblos paganos ( Isa�as 43: 9 ), como Su Siervo.

Estas dos paradojas complementarias juntas muestran esto: que si bien Israel en su conjunto no es apto para ser el Siervo, es sin embargo dentro de Israel, solo de todas las naciones del mundo, donde se encuentran las verdaderas capacidades para el servicio: "los ojos est�n ah�, los o�dos tienen ellos." Nos preparan para el testimonio del Siervo sobre s� mismo, en el que, aunque se reconoce a s� mismo como distinto de Israel en su conjunto, todav�a se le llama Israel.

Esto se da en el cap�tulo 49. Y me dijo: "Mi Siervo eres t�; Israel, en quien me glorificar�. Y ahora dice Jehov�, mi molde desde el vientre para ser Su siervo, para volver a Jacob a �l, y para que Israel no sea destruido; y yo soy de valor a los ojos de Jehov�, y mi Dios es mi fuerza. Y �l dijo: Demasiada luz es para que seas Mi Siervo, simplemente para levantar las tribus de Jacob. y para restaurar lo preservado de Israel; tambi�n te pondr� por luz de naciones, para que seas mi salvaci�n hasta el fin de la tierra ".

Isa�as 49: 3-6 Aqu� el Siervo, aunque todav�a se llama Israel, es claramente distinto de la naci�n como un todo, porque parte de su trabajo es levantar a la naci�n nuevamente. Y, adem�s, nos cuenta esto como su propio testimonio sobre s� mismo. Ya no se habla de �l en tercera persona, habla por s� mismo en la primera.

Esto es significativo. Es m�s que una mera figura art�stica, el efecto del estilo dram�tico de nuestro profeta, como si el Siervo estuviera ahora frente a �l, tan vivo y cerca que lo escuch� hablar y lo cit� en la forma directa de hablar. Es m�s probablemente el resultado de la simpat�a moral: el profeta habla desde el coraz�n del Siervo, en nombre de la mejor porci�n de Israel que ya era consciente de la llamada divina, y de su distinci�n a este respecto de la masa de la gente.

Es in�til preguntar cu�l era realmente esta mejor porci�n de Israel, por quien el profeta habla en primera persona. Algunos han argumentado, por el �nfasis que el orador pone sobre sus dones de habla y oficio de predicaci�n, que lo que ahora significa el Siervo es el orden de los profetas; pero los tales olvidan que en estos Cap�tulos el anuncio del Reino de Dios es el ideal, no s�lo de los profetas, sino de todo el pueblo.

Sion en su conjunto ser� "heralda de buenas nuevas". Isa�as 40: 9 Por lo tanto, no es la funci�n oficial de la orden prof�tica que el Siervo posee aqu�, sino el ideal de la naci�n profeta. Otros han argumentado desde la forma directa de hablar, que el profeta se presenta a s� mismo como el Siervo. Pero ning�n individuo se llamar�a a s� mismo Israel.

Y, como se�ala el profesor Cheyne, el pasaje es demasiado en�rgico para que cualquier hombre lo diga de s� mismo como individuo; aunque, por supuesto, nuestro profeta no podr�a haber hablado del verdadero Israel con tanta simpat�a, a menos que �l mismo hubiera sido parte de �l. El autor de estos vers�culos pudo haber sido, por el momento, tan virtualmente el verdadero Israel como Mazzini fue la verdadera Italia. Pero todav�a no habla como individuo.

El pasaje es evidentemente una personificaci�n. El Siervo es Israel, no ahora la naci�n en su conjunto, no el cuerpo y la masa de los israelitas, porque ellos ser�n el objeto de sus primeros esfuerzos, sino el Israel leal, consciente y eficaz, realizado en algunos de sus miembros. , y aqu� personificado por nuestro profeta, quien �l mismo habla por ella desde su coraz�n, en primera persona.

Por lo tanto, en el cap�tulo 49, el Siervo de Jehov� es una personificaci�n del Israel verdadero y eficaz, a diferencia de la masa de la naci�n: una Personificaci�n, pero todav�a no una Persona. Algo dentro de Israel se ha despertado para encontrarse consciente de ser el Siervo de Jehov� y distinto de la masa de la naci�n, algo que todav�a no es una Persona. Y esta definici�n del Siervo puede ser v�lida (con algunas modificaciones) para su pr�xima aparici�n en Isa�as 50: 4-9 .

En este pasaje el Siervo, a�n hablando en primera persona, contin�a ilustrando su experiencia como profeta y la lleva a su consecuencia en el martirio. Pero observemos que ahora ya no se llama a s� mismo Israel, y que si no fuera por los pasajes anteriores, ser�a natural suponer que un individuo estaba hablando. Esta suposici�n es confirmada por un verso que sigue al discurso del Siervo, y es pronunciado, a coro, por el propio profeta.

"�Qui�n de vosotros es temeroso de Jehov�, obediente a la voz de Su Siervo, que anda en tinieblas y no tiene luz? Conf�e en el nombre de Jehov�, y ap�yese en su Dios." En este vers�culo demasiado descuidado, que forma una transici�n real a Isa�as 52: 13-15 , el profeta se dirige a cualquier israelita individual, en nombre de un Dios personal.

Es muy dif�cil abstenerse de concluir que, por tanto, el Siervo tambi�n es una Persona. Sin embargo, no vayamos m�s all� de lo que tenemos evidencia; y note solo que en el cap�tulo 1 el Siervo ya no se llama Israel, y no se representa como si fuera una parte de la naci�n, frente a la masa de ella, sino como si fuera un individuo frente a otros individuos; que, en definitiva, la Personificaci�n del cap�tulo 49 se ha vuelto mucho m�s dif�cil de distinguir de una Persona real.

3.

Esto nos lleva al pasaje culminante: Isa�as 52: 13-15 a Isa�as 53: 1-12 . �El Sirviente sigue siendo aqu� una personificaci�n, o por fin e inconfundiblemente una Persona?

Puede aliviar el aire de esa electricidad, que tiende a cargarla en la discusi�n de un pasaje tan cl�sico como este, y asegurarnos un clima tranquilo para examinar los detalles exeg�ticos, si afirmamos de inmediato, lo que nadie m�s que los jud�os prejuiciosos ha hecho. jam�s neg�, que esta gran profec�a, conocida como el cincuenta y tres de Isa�as, se cumpli� en una sola persona, Jes�s de Nazaret, y se cumpli� en todos sus detalles por �l solo.

Pero, por otro lado, tambi�n es necesario se�alar que el cumplimiento personal de Cristo no implica necesariamente que nuestro profeta lo haya escrito de una Persona. El presente expositor espera, de hecho, poder dar fuertes razones para la teor�a habitual entre nosotros, de que la Personificaci�n de pasajes anteriores se presenta por fin en el cap�tulo 53 como una Persona. Pero no comprende por qu� los cr�ticos deben ser considerados poco ortodoxos o en desacuerdo con la ense�anza del Nuevo Testamento sobre el tema, quienes, aunque reconocen que solo Cristo cumpli� el cap�tulo 53, no pueden creer que el profeta considerara al Siervo como un individuo, y que consideran el cap�tulo 53 simplemente como una forma m�s sublime de las im�genes anteriores del profeta del pueblo ideal de Dios.

Sin duda, Cristo pudo cumplir y cumpli� profec�as distintas de las personales. Los tipos de �l, que el Nuevo Testamento cita del Antiguo Testamento, no son exclusivamente individuos. A veces se representa a Cristo como realizando declaraciones en Su Persona y obra, las cuales, como se dijeron por primera vez, solo pod�an referirse a Israel, la naci�n. Mateo, por ejemplo, aplica a Jes�s un texto que Oseas escribi� principalmente de todo el pueblo jud�o: "De Egipto llam� a mi Hijo.

" Oseas 11: 1 ; Mateo 2:15 O, para tomar un ejemplo de nuestro propio profeta, quien sino Jes�s cumpli� el cap�tulo 49, en el que, como hemos visto, no es un individuo, sino el ideal del pueblo profeta, De modo que, incluso si se probara m�s all� de toda duda -probado por la gram�tica, el contexto y toda analog�a prof�tica- que al escribir el cap�tulo 53 nuestro profeta todav�a ten�a a la vista ese aspecto de la naci�n que ha personificado en el cap�tulo 49 , tal conclusi�n no debilitar�a la conexi�n entre la profec�a y su cumplimiento incuestionable por Jesucristo, ni har�a que los dos fueran menos evidentemente parte de un dise�o divino.

Pero de ninguna manera estamos obligados a adoptar la visi�n impersonal del cap�tulo 53. Por el contrario, si bien todos los expertos conocen la dificultad de encontrar una respuesta absolutamente concluyente de una forma u otra, me parece que las razones prevalecen los que hacen para la interpretaci�n personal.

Veamos cu�les son exactamente las objeciones a tomar Isa�as 52: 13-15 a Isa�as 53: 1-12 en un sentido personal. Primero, es muy importante observar que no surgen de la gram�tica o el lenguaje del pasaje.

La referencia de ambos es siempre individual. En todo momento, se habla del Siervo en singular. El nombre de Israel no se le aplica ni una sola vez: nada, excepto que la naci�n tambi�n ha sufrido, sugiere que est� desempe�ando un papel nacional; no hay reflejo en su destino de las caracter�sticas del exilio. La ant�tesis, que era evidente en pasajes anteriores, entre un Israel mejor y la masa del pueblo ha desaparecido.

El Siervo se contrasta, no con la naci�n en su conjunto, sino con Su pueblo como individuos. "Todos nosotros como ovejas nos descarriamos; cada uno se apart� por su camino; y el Se�or carg� en �l la iniquidad de todos nosotros". Por lo que la gram�tica puede, esto seguramente distingue a una sola persona. Es cierto que una o dos frases sugieren una figura tan colosal - "asustar� a muchas naciones, y los reyes le cerrar�n la boca" - que por un momento pensamos en el espect�culo de un pueblo m�s que en un ser humano solitario. presencia.

Pero incluso tales descripciones no son incompatibles con una sola persona. Por otro lado, hay frases que dif�cilmente podemos pensar que se utilicen para alguien m�s que para un individuo hist�rico; como que fue sacado de "opresi�n y juicio", es decir de un proceso de derecho que fue tiran�a, de un asesinato judicial, y que perteneci� a una generaci�n en particular- "En cuanto a su generaci�n, que consider� que fue cortado fuera de la tierra de los vivientes.

"Seguramente un individuo hist�rico es el significado natural de estas palabras. Y, de hecho, cr�ticos como Ewald y Wellhausen, que interpretan el pasaje, en su contexto actual, del Israel ideal, se ven obligados a argumentar que ha sido prestado para este uso de la historia m�s antigua de alg�n m�rtir real, as� les parecen sus referencias en todas partes.

Entonces, si la gram�tica y el lenguaje del pasaje conspiran as� para transmitir la impresi�n de un individuo, �cu�les son las objeciones al suponer que se trata de un individuo? Los cr�ticos han sentido, en su mayor�a, tres objeciones al descubrimiento de un individuo hist�rico en Isa�as 52: 13-15 a Isa�as 53: 1-12 .

El primero de estos que tomamos es cronol�gico, y surge de la fecha tard�a a la que hemos considerado necesario asignar la profec�a. Nuestro profeta, se afirma, asocia la obra del Siervo con la restauraci�n del pueblo; pero ve esa restauraci�n demasiado cerca de �l para poder pensar en la aparici�n, el ministerio y el martirio de una vida hist�rica real sucediendo antes. (Nuestro profeta, se recordar�, escribi� alrededor de 546, y la Restauraci�n lleg� en 538.) "No hay lugar para una historia como la del Siervo sufriente entre el lugar del profeta y la Restauraci�n".

Ahora bien, esta objeci�n podr�a cambiarse, incluso si fuera cierto que el profeta identificaba la carrera del Siervo sufriente con un proceso tan inmediato y tan corto como la liberaci�n pol�tica de Babilonia. Porque, en ese caso, el profeta no dejar�a menos espacio para el Siervo que, en el cap�tulo 9, el mismo Isa�as deja para el nacimiento, el crecimiento a la edad adulta y las victorias del Pr�ncipe-de-los-Cuatro-Nombres. , antes de ese alivio inmediato de los asirios que espera que el pr�ncipe efect�e.

Pero, �nuestro profeta identifica la carrera del Siervo sufriente con la redenci�n de Babilonia y el Retorno? Es evidente que no lo hace, al menos en los retratos del Sirviente, que son los m�s personales. Nuestro profeta tiene realmente dos perspectivas para Israel: una, la liberaci�n real de Babilonia; el otro, una redenci�n y restauraci�n espirituales. Si, al igual que sus compa�eros profetas, a veces dirige estos dos juntos y habla del �ltimo en los t�rminos del primero, los mantiene en general distintos y los asigna a agentes diferentes.

La carga del primero la pone sobre Ciro, aunque tambi�n la relaciona con el Siervo, mientras que el Siervo sigue siendo para �l un aspecto de la naci�n (ver Isa�as 49: 8-9 ). Es temporal, y pronto desaparece de sus pensamientos, y Cyrus se cae con �l. Pero el otro, la redenci�n espiritual, no tiene l�mites de tiempo; y es con su proceso -de fecha y duraci�n indefinidas- que asocia los retratos m�s personales del Siervo (cap�tulo 1 e Isa�as 52: 13-15 a Isa�as 53: 1-12 ).

En estos, el Siervo, del que ahora se habla como individuo, no tiene nada que ver con esa obra temporal de liberar al pueblo de Babilonia, que termin� en un a�o o dos, y que parece estar ahora detr�s del punto de vista del profeta. El suyo es el perdurable oficio de profec�a, simpat�a y expiaci�n, un oficio en el que hay todo el "espacio" posible para una carrera hist�rica como la que se le ha esbozado. Su relaci�n con Ciro, antes de cuya salida de la conexi�n con el destino de Israel, el Siervo no aparece como persona, es por tanto muy interesante.

Quiz�s podamos transmitirlo mejor en una figura hogare�a. En el barco de las fortunas de Israel, como en cada barco y en cada viaje, el profeta ve a dos personajes. Uno es el piloto a trav�s de los baj�os, Cyrus, que cae tan pronto como los baj�os pasan; y el otro es el Capit�n del barco, que permanece siempre identificado con �l: el Sirviente. El Capit�n no llega al frente hasta que el Piloto se ha ido: pero, tanto al lado del Piloto como despu�s de que el Piloto ha sido abandonado, hay todos los espacios para su oficina.

La segunda objeci�n principal para identificar a un individuo en Isa�as 52: 13-15 a Isa�as 53: 1-12 , es. que un individuo con tales caracter�sticas no tiene analog�a en la profec�a hebrea. Se dice que, ni en su humillaci�n ni en el tipo de exaltaci�n que se le atribuye, hay su igual en cualquier otro individuo del Antiguo Testamento, y ciertamente no en el Mes�as.

En otra parte de la Escritura (se afirma) el Mes�as reina y es glorioso; son las personas las que sufren y llegan al poder a trav�s del sufrimiento. Tampoco el esplendor real del Mes�as es en absoluto lo mismo que la muy vaga influencia, evidentemente de tipo espiritual, que se atribuye al Siervo al final del cap�tulo 53. El Mes�as est� dotado de virtudes militares y pol�ticas. Es un guerrero, un rey, un juez.

�l "se sienta en el trono de David, establece el reino de David. Golpea la tierra con la vara de su boca, y con el esp�ritu de sus labios mata a los imp�os". Pero del Sirviente se usan frases muy diferentes. No se le llama rey, aunque los reyes le cierren la boca; es profeta, m�rtir y expiaci�n; y las frases, "Le repartir� una parte con los grandes, y �l repartir� el bot�n con los fuertes", son simplemente met�foras del inmenso �xito espiritual y la influencia con la que Su autosacrificio ser� recompensada; como poder espiritual, ocupar� su lugar entre los dominios y fuerzas del mundo.

Esta es una verdadera profec�a de lo que Israel, ese "gusano de un pueblo", deber�a ser elevado; pero es muy diferente del trono pol�tico, desde el cual Isa�as hab�a prometido que el Mes�as influir�a en los destinos de Israel y de la humanidad.

Pero en respuesta a esta objeci�n de encontrar al Mes�as, o cualquier otro individuo influyente, en el cap�tulo 53, podemos recordar que ya hab�a rastros en la profec�a hebrea de un Mes�as sufriente: los encontramos en el cap�tulo 7. All� Isa�as presenta a Emanuel, a quien identificamos con el Pr�ncipe-de-los-Cuatro-Nombres en el cap�tulo 9, como al principio nada m�s que un sufriente - un sufrimiento de los pecados de Sus predecesores.

( Isa�as 1: 1-31 ; Isa�as 2: 1-22 ; Isa�as 3: 1-26 ; Isa�as 4: 1-6 ; Isa�as 5: 1-30 ; Isa�as 6: 1-13 ; Isa�as 7: 1-25 ; Isa�as 8: 1-22 ; Isa�as 9: 1-21 ; Isa�as 10: 1-34 ; Isa�as 11: 1-16 ; Isa�as 12: 1-6 ; Isa�as 13: 1-22 ; Isa�as 14: 1-32 ; Isa�as 15: 1-9 ; Isa�as 16: 1-14 ; Isa�as 17: 1-14 ; Isa�as 18: 1-7 ; Isa�as 19: 1-25 ; Isa�as 20: 1-6 ;Isa�as 21: 1-17 ; Isa�as 22: 1-25 ; Isa�as 23: 1-18 ; Isa�as 24: 1-23 ; Isa�as 25: 1-12 ; Isa�as 26: 1-21 ; Isa�as 27: 1-13 ; Isa�as 28: 1-29 ; Isa�as 29: 1-24 ; Isa�as 30: 1-33 ; Isa�as 31: 1-9 ; Isa�as 32: 1-20 ; Isa�as 33: 1-24 ; Isa�as 34: 1-17 ; Isa�as 35: 1-10 ; Isa�as 36: 1-22 ; Isa�as 37: 1-38 ; Isa�as 38: 1-22 ; Isa�as 39: 1-8) Y, aunque nos equivocamos al tomar el sufrimiento de Emanuel del Mes�as, y aunque Isa�as se refer�a a �l solo como una personificaci�n de Israel que sufr�a por el error de Acaz, no hab�an transcurrido los doscientos a�os que transcurrieron entre la profec�a de Isa�as de la gloriosa profec�a de Israel. Libertador, �ha tenido suficiente espacio y, lo que es m�s, suficiente experiencia, para que el campe�n ideal de la gente cambie a algo m�s espiritual en car�cter y trabajo? �Se hab�a bautizado la naci�n, durante la mayor parte de esos dos siglos, en vano, en el sentido de sufrimiento, y en vano hab�an visto ejemplificados en sus esp�ritus m�s nobles los frutos y la gloria del autosacrificio? El tipo de h�roe hab�a cambiado en Israel desde que Isa�as escribi� sobre su Pr�ncipe-de-los-cuatro-nombres.

El rey hab�a sido reemplazado por el profeta; el conquistador por el m�rtir; el juez que hiri� la tierra con la vara de su boca y mat� a los imp�os con el aliento de sus labios, por el patriota que tom� los pecados de su pa�s sobre su propia conciencia. La monarqu�a hab�a perecido; los hombres sab�an que, incluso si Israel volviera a establecerse en su propia tierra, no estar�a bajo un rey independiente propio; ni se requer�a m�s un campe�n jud�o del tipo marcial, como Isa�as hab�a prometido para la liberaci�n de los asirios.

Ciro, el gentil, deber�a hacer toda la campa�a requerida contra los enemigos de Israel, y el Salvador nativo de Israel deber�a ser aliviado por m�todos m�s suaves y objetivos m�s espirituales. Es toda esta experiencia, de casi dos siglos, la que explica la omisi�n de los rasgos de guerrero y juez del cap�tulo 53, y su sustituci�n por los de patriota, profeta y sacerdote sufriente. La raz�n del cambio no es porque el profeta que escribi� el cap�tulo no ten�a, tanto como Isa�as, un individuo en su opini�n, sino porque, en la circunstancia hist�rica del exilio, un individuo como Isa�as hab�a prometido ya no parec�a probable o requerido.

Hasta aqu�, entonces, de la diferencia entre el cap�tulo 53 y las profec�as previas del Mes�as que brindan evidencia de que en el cap�tulo 53 no es el Mes�as quien se presenta, este mismo cambio que ha tenido lugar, explicable como es de la historia de la intervenci�n. siglos, va poderosamente para probar que es el Mes�as, y por lo tanto un individuo, a quien el profeta describe tan v�vidamente.

La tercera objeci�n principal a que reconozcamos a un individuo en el cap�tulo 53 se refiere solo a nuestro profeta mismo. �No es imposible, digamos algunos -o al menos improbablemente inconsistente- que el mismo profeta primero haya identificado al Siervo con la naci�n y luego nos lo presente como un individuo? Podemos entender la transferencia por el mismo escritor del nombre de todo el pueblo a una parte del pueblo; es una transferencia natural, y el profeta la explica suficientemente.

Pero, �c�mo pasa de una parte de la naci�n a un solo individuo? Si en el cap�tulo 49 personifica, bajo el nombre de Sirviente, alg�n aspecto de la naci�n, seguramente entenderemos la personificaci�n del juego cuando se presente nuevamente al Sirviente, a menos que tengamos una explicaci�n de lo contrario. Pero no tenemos ninguno ... El profeta no da ninguna pista, excepto al eliminar el nombre de Israel, de que el enfoque de su visi�n est� alterado, -no m�s paradojas como las que marcaron su paso del pueblo como un todo a una parte de ellos, - sin conciencia de que se requiere cualquier explicaci�n. Por lo tanto, por mucho m�s fina que se dibuje la personificaci�n en el cap�tulo 53 que en el cap�tulo 49, seguramente sigue siendo una personificaci�n.

A cuya objeci�n una respuesta obvia es que nuestro profeta no es un te�logo sistem�tico, sino un poeta dram�tico, que permite que sus personajes se revelen a s� mismos y su relaci�n sin que �l mismo intervenga para definirlos o relacionarlos. Y cualquiera que est� familiarizado con la literatura de Israel sabe que nada menos que el h�bito de atraer de todo el pueblo a una parte de ellos, era el h�bito de atraer de una parte del pueblo a un solo individuo.

El Mes�as real mismo es un ejemplo de ello. La promesa original a David fue de una simiente; pero pronto la profec�a concentr� la semilla en un glorioso Pr�ncipe. La promesa de Israel siempre hab�a culminado en un individuo. Entonces, de nuevo, en los terribles sufrimientos de la naci�n, hab�a sido un hombre, el profeta Jerem�as, quien se hab�a presentado solo y solo, a la vez la encarnaci�n de la palabra de Jehov�, y la ilustraci�n en su propia persona de todo el castigo que Jehov� impuso. sobre el pueblo pecador.

Con esta tendencia de su escuela a enfocar la esperanza de Israel en un solo individuo, y especialmente con el ejemplo de Jerem�as antes que �l, es casi inconcebible que nuestro profeta pudiera haber pensado en cualquier otro que no fuera un individuo cuando dibuj� su retrato del Siervo sufriente. Sin duda, los sufrimientos nacionales estaban en su coraz�n mientras escrib�a; Probablemente fue una participaci�n personal en ellos lo que le ense�� a escribir con tanta simpat�a sobre el Hombre de los dolores, que estaba familiarizado con los enfermos.

Pero reunir y concentrar todos estos sufrimientos en una figura noble, describir esta figura como completamente consciente de su significado moral y capaz de convertirlos en la salvaci�n de su pueblo, fue un proceso absolutamente en armon�a con el genio de la profec�a de Israel, tambi�n. como con la tendencia de su experiencia reciente; y, adem�s, no hay palabra en ese gran cap�tulo, en el que culmina el proceso, sino que est� en completa concordancia con �l.

Lejos, pues, de que sea imposible o improbable que nuestro profeta haya llegado por fin a su concepci�n de individuo, es casi imposible concebirlo realizando un retrato tan personal como Isa�as 52: 13-15 a trav�s de Isa�as. 53: 1-12 , sin pensar en un personaje hist�rico definido, tal como la profec�a hebrea alguna vez hab�a asociado con la redenci�n de su pueblo.

4.

Ahora hemos agotado los pasajes de Isa�as 40: 1-31 ; Isa�as 41: 1-29 ; Isa�as 42: 1-25 ; Isa�as 43: 1-28 ; Isa�as 44: 1-28 ; Isa�as 45: 1-25 ; Isa�as 46: 1-13 ; Isa�as 47: 1-15 ; Isa�as 48: 1-22 ; Isa�as 49: 1-26 ; Isa�as 50: 1-11 ; Isa�as 51: 1-23 ; Isa�as 52: 1-15 ; Isa�as 53: 1-12 ; Isa�as 54: 1-17 ; Isa�as 55: 1-13 ; Isa�as 56: 1-12 ; Isa�as 57: 1-21 ; Isa�as 58: 1-14 ;Isa�as 59: 1-21 ; Isa�as 60: 1-22 ; Isa�as 61: 1-11 ; Isa�as 62: 1-12 ; Isa�as 63: 1-19 ; Isa�as 64: 1-12 ; Isa�as 65: 1-25 ; Isa�as 66: 1-24 que trata del Siervo del Se�or.

Hemos encontrado que nuestro profeta lo identifica al principio con toda la naci�n, y luego con una porci�n indefinida de la naci�n, indefinida en cantidad, pero de car�cter m�s marcado; que esta personificaci�n se vuelve cada vez m�s dif�cil de distinguir de una persona; y que en Isa�as 52: 13-15 a Isa�as 53: 1-12 hay razones muy poderosas, tanto en el texto mismo como en la analog�a de otras profec�as, para suponer que se pretende el retrato de un individuo.

Para completar nuestro estudio de este desarrollo de la sustancia del Siervo, es necesario notar que corre casi etapa por etapa con un desarrollo de su oficio. Hasta el cap�tulo 49, es decir, mientras todav�a es alg�n aspecto del pueblo, el Siervo es un profeta. En el cap�tulo 1, donde ya no se llama Israel y se acerca m�s a un individuo, su profec�a pasa al martirio.

Y en el cap�tulo 53, donde finalmente lo reconocemos como destinado a un personaje real, su martirio se convierte en una expiaci�n por los pecados del pueblo. �Existe una conexi�n natural entre estos dos desarrollos? Hemos visto que fue por un proceso muy com�n que nuestro profeta transfiri� el llamamiento nacional de la masa de la naci�n a un grupo selecto de personas. �Es por alguna tendencia igualmente natural que se aleja de los muchos a los pocos, al pasar de la profec�a al martirio, o de los pocos al uno, al pasar del martirio a la expiaci�n? Es una posibilidad para todo el pueblo de Dios ser profetas: pocos son necesarios como m�rtires.

�Existe alguna ley moral igualmente clara, que solo un hombre debe morir por el pueblo? Estas son preguntas en las que vale la pena pensar. En la historia de Israel ya hemos encontrado los siguientes hechos con los que darles respuesta. Toda la generaci�n viva de Israel se sinti� portadora de pecado: "Nuestros padres pecaron, y nosotros llevamos sus iniquidades". Esta conciencia y castigo fueron m�s dolorosos para los justos de Israel.

Pero el sentido m�s agudo y pesado de ellos fue notoriamente el experimentado por un hombre: el profeta Jerem�as. Y, sin embargo, todos estos casos del pasado de la historia de Israel no proporcionan m�s que una aproximaci�n a la figura que se nos presenta en el cap�tulo 53. Vayamos, por tanto, al futuro para ver si podemos encontrar en �l motivo o cumplimiento para este maravillosa profec�a.

CAPITULO XVII

EL SIERVO DEL SE�OR EN EL NUEVO TESTAMENTO

EN el cap�tulo anterior limitamos nuestro estudio del Siervo de Jehov� al texto de Isa�as 40: 1-31 ; Isa�as 41: 1-29 ; Isa�as 42: 1-25 ; Isa�as 43: 1-28 ; Isa�as 44: 1-28 ; Isa�as 45: 1-25 ; Isa�as 46: 1-13 ; Isa�as 47: 1-15 ; Isa�as 48: 1-22 ; Isa�as 49: 1-26 ; Isa�as 50: 1-11 ; Isa�as 51: 1-23 ; Isa�as 52: 1-15 ; Isa�as 53: 1-12 ; Isa�as 54: 1-17 ; Isa�as 55: 1-13 ; Isa�as 56: 1-12 ; Isa�as 57: 1-21 ;Isa�as 58: 1-14 ; Isa�as 59: 1-21 ; Isa�as 60: 1-22 ; Isa�as 61: 1-11 ; Isa�as 62: 1-12 ; Isa�as 63: 1-19 ; Isa�as 64: 1-12 ; Isa�as 65: 1-25 ; Isa�as 66: 1-24 , ya la historia previa y contempor�nea de Israel.

En nuestra interpretaci�n de la figura notable, que nuestro profeta nos ha dibujado, no hemos puesto nada que no pueda ser recogido de esos campos y a la luz del propio d�a del profeta. Pero ahora debemos viajar m�s lejos, y desde d�as lejanos hasta nuestro profeta, tomar prestada una luz m�s completa para reflejar sus misteriosas proyecciones. Emprendemos este viaje hacia el futuro por razones que �l mismo nos ha ense�ado.

Hemos aprendido que sus im�genes del Sirviente no son creaci�n de su propia mente; una obra de arte completa "a trav�s de la fantas�a o con la ayuda de la l�gica". Son las reflexiones y sugerencias dispersas de la experiencia. Los ojos del profeta se han abierto para leerlos de la historia todav�a creciente e incompleta de su pueblo. Con esa historia est�n indisolublemente ligados. Sus formas m�s sencillas no son m�s que una transcripci�n de sus hechos m�s claros; sus paradojas son sus paradojas (reflejos ahora de la conciencia confusa y cambiante de este extra�o pueblo, o nuevamente del contraste entre el dise�o de Dios para ellos y su car�cter real): sus ideales son la sugerencia y promesa que su curso revela a un ojo inspirado .

As�, al imaginarse al Siervo, nuestro profeta a veces se limita a la historia que ya le ha sucedido a Israel; pero a veces, tambi�n, con el prop�sito y la promesa de esto, deja atr�s lo que ha sucedido y claramente levanta la voz del futuro. Ahora debemos recordar que lo hace, no solo porque la historia misma tiene posibilidades nativas de cumplimiento en ella, sino porque cree que est� en manos de un Dios Todopoderoso y Eterno, quien seguramente la guiar� hasta el final de Su vida. prop�sito revelado en �l.

Es un art�culo del credo de nuestro profeta, que el Dios que habla a trav�s de �l controla toda la historia, y por Sus profetas puede publicar de antemano qu� curso tomar�; de modo que, cuando encontramos en nuestro profeta algo que no vemos plenamente justificado o ilustrado por el tiempo que escribi�, es s�lo en cumplimiento de las condiciones que �l ha establecido, que buscamos su explicaci�n en el futuro.

Tomemos, entonces, a nuestro profeta en sus propios t�rminos, y sigamos la historia con la que ha vinculado tan estrechamente la profec�a del Siervo, tanto en sugesti�n como en su cumplimiento, a fin de que podamos ver si cede ante nosotros. el secreto de lo que, si hemos le�do bien su lenguaje, sus ojos percibieron en �l: la promesa de un Siervo Individual. Y hag�moslo en su fe de que la historia es un movimiento progresivo y armonioso bajo la mano del Dios en cuyo nombre habla.

Nuestra exploraci�n ser� recompensada y nuestra fe confirmada. Encontraremos a la naci�n, como se prometi�, restaurada a su propia tierra y persiguiendo a trav�s de los siglos su propia vida. Encontraremos dentro de la naci�n lo que el profeta buscaba, una porci�n elegida y efectiva, con la conciencia de un servicio nacional al mundo, pero esperando el logro de esto para tal Siervo Individual, como el profeta finalmente parec�a presagiar. .

El mundo mismo lo encontraremos cada vez m�s abierto a este servicio. Y por fin, de la conciencia nacional de Israel del servicio, veremos emerger Uno con el sentido de que solo �l es responsable y capaz de hacerlo. Y este Israelita �nico no solo exhibir� en Su propia persona un car�cter y lograr� una obra que ilustrar� y superar� con creces las m�s altas imaginaciones de nuestro profeta, sino que tambi�n llegar� a ser, para un nuevo Israel infinitamente m�s numeroso que el antiguo, la conciencia y la inspiraci�n de su pueblo. realizaci�n colectiva del ideal.

1. En el Antiguo Testamento no podemos estar seguros de ninguna otra aparici�n del Siervo del Se�or de nuestro profeta. Podr�a pensarse que en una promesa post-ex�lica, Zacar�as 3: 8 , "Dar� a luz a mi siervo el Renuevo", ten�amos una identificaci�n del h�roe de la primera parte del Libro de Isa�as, "el Renuevo de Las ra�ces de Jesse, " Isa�as 11: 1 con el h�roe de la segunda parte; pero "siervo" aqu� puede entenderse tan f�cilmente en el sentido m�s general en el que aparece en el Antiguo Testamento, que no tenemos justificaci�n para encontrar ninguna conexi�n m�s particular.

En el juda�smo m�s all� del Antiguo Testamento, las interpretaciones nacionales y personales del Siervo eran corrientes. El Targum de Jonat�n, y tanto el Talmud de Jerusal�n como el Talmud de Babilonia, reconocen al Mes�as personal en el cap�tulo 53; el Targum tambi�n lo identifica ya en el cap�tulo 42. Esta interpretaci�n personal que los jud�os abandonaron solo despu�s de haber entrado en su controversia con los te�logos cristianos; y en las crueles persecuciones que los cristianos les infligieron a lo largo de la Edad Media, se les proporcionaron demasiadas razones para insistir en que el cap�tulo 53 era prof�tico del sufrimiento de Israel, el pueblo m�rtir, en su conjunto.

Es una historia extra�a: la historia de nuestra raza, donde los primeros a trav�s de su orgullo y error con tanta frecuencia se convierten en los �ltimos, y los �ltimos a trav�s de sus sufrimientos son puestos en la consideraci�n de Dios con los primeros. Pero de todas sus extra�as inversiones, ninguna fue seguramente m�s completa que cuando los seguidores de Aquel, que se expone en este pasaje, el Salvador crucificado e irresistible de los hombres, se comportaron en Su Nombre con una crueldad tan grande como para ser tomados con justicia por los dem�s. Sus enemigos por los mismos tiranos y perseguidores a quienes condena el pasaje.

2. Pero es en el Nuevo Testamento donde vemos el reflejo m�s perfecto del Siervo del Se�or, tanto como Pueblo como Persona.

En la generaci�n de la que surgi� Jes�s hubo, en medio de circunstancias nacionales muy parecidas a aquellas en las que se escribi� el segundo Isa�as, una contraparte de ese Israel dentro de Israel, que nuestro profeta ha personificado en el cap�tulo 49. La naci�n santa yac�a nuevamente en la esclavitud del paganos, en parte en su propia tierra, en parte esparcidos por todo el mundo; y la justicia, la redenci�n y la cosecha de Israel fueron una vez m�s las cuestiones del d�a.

Los pensamientos de las masas, como anta�o en los d�as de Babilonia, no se elevaron m�s all� de una restauraci�n pol�tica; y aunque sus l�deres populares insist�an en la justicia nacional como necesaria para esto, era una justicia principalmente de tipo ceremonial: dura, legal y, a menudo, m�s desagradable en su falta de entusiasmo y esperanza que incluso el fanatismo pol�tico del vulgo. Pero alrededor del templo, y en los silenciosos recovecos de la tierra, varios israelitas piadosos y ardientes viv�an de la verdadera leche de la palabra, y abrigaban para la naci�n esperanzas de un car�cter mucho m�s espiritual.

Si los fariseos pusieron su �nfasis en la ley, este Israel escogido se inspir� m�s bien en la profec�a; y de toda profec�a fue el Libro de Isa�as, y principalmente la �ltima parte de �l, en el que vivieron.

Al entrar en la historia del Evangelio desde el Antiguo Testamento, sentimos de inmediato que Isa�as est� en el aire. En esta justa apertura del nuevo a�o del Se�or, las notas precursoras del libro se despiertan a nuestro alrededor por todos lados como las voces de los p�jaros regresan con la primavera. En el c�ntico de Mar�a, la frase "ha ayudado a Israel su siervo"; en la descripci�n de Sime�n, que esperaba la "consolaci�n de Israel", frase tomada del "Consolaos, consolaos pueblo m�o" en Isa�as 40: 1 ; frases tan frecuentes, tambi�n, como "la redenci�n de Jerusal�n, una luz de los gentiles y la gloria de Israel, luz para los que se sientan en las tinieblas, y otras promesas repetidas de luz y paz y la remisi�n de los pecados, se repiten desde nuestra profec�a evang�lica.

En los fragmentos de la predicaci�n del Bautista, que se conservan, es notable que casi todas las met�foras y motivos pueden referirse al Libro de Isa�as, y sobre todo a su mitad ex�lica: "la generaci�n de v�boras", los "�rboles y el hacha colocados a la ra�z, "la era y el abanico", "el fuego", "el pan y la ropa a los pobres", y especialmente la proclamaci�n de Jes�s: "He aqu� el Cordero de Dios que lleva el pecado del mundo".

"A Juan mismo se le aplicaron las palabras de Isa�as 40: 1-31 :" Voz del que clama en el desierto: "Preparad el camino del Se�or, enderezad sus sendas"; y cuando Cristo busc� despertar nuevamente la fe que fallaba en el Bautista, fue Isa�as 61: 1-11 que le record�.

Nuestro Se�or, entonces, surgi� de una generaci�n de Israel, que ten�a una conciencia fuerte del aspecto nacional del Servicio de Dios, una generaci�n con Isa�as 40: 1-31 ; Isa�as 41: 1-29 ; Isa�as 42: 1-25 ; Isa�as 43: 1-28 ; Isa�as 44: 1-28 ; Isa�as 45: 1-25 ; Isa�as 46: 1-13 ; Isa�as 47: 1-15 ; Isa�as 48: 1-22 ; Isa�as 49: 1-26 ; Isa�as 50: 1-11 ; Isa�as 51: 1-23 ; Isa�as 52: 1-15 ; Isa�as 53: 1-12 ; Isa�as 54: 1-17 ; Isa�as 55: 1-13 ; Isa�as 56: 1-12; Isa�as 57: 1-21 ; Isa�as 58: 1-14 ; Isa�as 59: 1-21 ; Isa�as 60: 1-22 ; Isa�as 61: 1-11 ; Isa�as 62: 1-12 ; Isa�as 63: 1-19 ; Isa�as 64: 1-12 ; Isa�as 65: 1-25 ; Isa�as 66: 1-24 en el fondo.

Hemos visto c�mo �l mismo insisti� en la singularidad del lugar de Israel entre las naciones - "la salvaci�n es de los jud�os" - y cu�n estrechamente se identific� con Su pueblo - "No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel . " Pero toda la fuerte expresi�n de Cristo de la distinci�n de Israel del resto de la humanidad es d�bil y vaga en comparaci�n con Su expresi�n de Su propia distinci�n del resto de Israel.

Si fueron el �nico pueblo con el que Dios trabaj� en el mundo, �l fue el �nico Hombre a quien Dios envi� para obrar en ellos y usarlos para obrar en otros. No podemos decir qu� tan temprano le lleg� al Hijo de Mar�a el sentido de esta distinci�n. Lucas lo revela en �l, antes de que tomara su lugar como ciudadano y todav�a estuviera dentro de la familia: "�No sab�is que debo ocuparme de los negocios de mi Padre?" En su primera aparici�n p�blica lo tuvo plenamente, y otros lo reconocieron.

En el a�o de apertura de Su ministerio, amenaz� con ser s�lo una Distinci�n del Primero: "Lo tomaron por la fuerza y ??lo habr�an hecho Rey". Pero a medida que pasaba el tiempo, se hizo evidente que no iba a ser la Distinci�n del Primero, sino la Distinci�n del �nico. Las muchedumbres entusiastas se desvanecieron: el peque�o grupo, a quien m�s hab�a imbuido de Su esp�ritu, demostr� que pod�an seguirle pero hasta cierto punto en Su conciencia de Su Misi�n.

Reconociendo en �l al profeta supremo - "Se�or, �a qui�n iremos? T� tienes palabras de vida eterna" - inmediatamente fallaron en comprender que tambi�n el sufrimiento debe ser soportado por �l por el pueblo: "Est� lejos de ti, Se�or. " Este sufrimiento era Su conciencia y Su �nica carga. Ahora bien, no podemos pasar por alto el hecho de que el punto en el que el camino de Cristo se volvi� tan solitario fue el mismo punto en el que sentimos que el lenguaje de nuestro profeta dejaba de obligarnos a entender por �l a una parte del pueblo, y comenzaba a ser aplicable a un solo pueblo. individuo, el punto, es decir, donde la profec�a pasa al martirio.

Pero ya sea que las im�genes de nuestro profeta del Siervo del Se�or sufriente y expiatorio est�n destinadas a alg�n aspecto de la experiencia nacional, o como el retrato de un individuo real, es seguro que en Su martirio y servicio de rescate Jes�s se sinti� absolutamente solo. El que hab�a comenzado Su Servicio a Dios con todo el pueblo de Su lado, consumado lo mismo con los l�deres y las masas de la naci�n contra �l, y sin un solo socio de entre Sus propios amigos, ya sea en la suerte que le sobrevino, o en la conciencia con que lo soport�.

Ahora bien, todo este paralelo entre Jes�s de Nazaret y el Siervo del Se�or es bastante inconfundible, incluso en este mero bosquejo; pero los detalles de la narraci�n evang�lica y el lenguaje de los evangelistas lo enfatizan a�n m�s. El heraldo de Cristo lo salud� con palabras que recogen la esencia de Isa�as 53: 1-12 : "He aqu� el Cordero de Dios.

"�l ley� su propia comisi�n del cap�tulo 61:" El Esp�ritu del Se�or est� sobre m� ". Para describir sus primeros trabajos entre la gente, sus disc�pulos usaron nuevamente palabras del cap�tulo 53:" �l mismo llev� nuestras enfermedades ". de trabajar frente a la oposici�n, citaron todo el pasaje del cap�tulo 42: "He aqu�, mi Siervo, no se esforzar�". El nombre Siervo estaba a menudo en Sus propios labios al presentarse: "He aqu�, estoy entre vosotros como uno que sirve.

"Cuando su oficio de profec�a pas� al martirio, predijo para s� mismo el tratamiento que se detalla en el cap�tulo 50, el" golpear "," arrancar "y" escupir ": y con el tiempo, por jud�os y gentiles, este trato fue infligido sobre �l al pie de la letra. En cuanto a Su conciencia de cumplir algo m�s que un martirio, y solo entre los m�rtires de Israel ofreciendo con Su muerte una expiaci�n por los pecados de Su pueblo, Sus propias palabras son lo suficientemente frecuentes y claras para formar una contraparte de Cap�tulo 53.

Con ellos ante nosotros, no podemos dudar de que �l se sinti� a s� mismo como Aquel de quien la gente en ese cap�tulo habla, como si estuviera en contra de todos ellos, sin pecado y, sin embargo, cargando con sus pecados. Pero en la noche en que fue traicionado, justo en el umbral de esta forma extrema y �nica de servicio, en la que no se le ha dado a ning�n alma humana, que haya vivido jam�s, la conciencia de seguirlo, como si estuviera ansioso. que sus disc�pulos no se sintieran tan abrumados por la parte terrible en la que no pudieron imitarlo como para olvidar las innumerables otras formas en que fueron llamados para cumplir su esp�ritu de servicio. les lav� los pies, les dijo: Yo, yo, su Se�or y Maestro, les he lavado los pies, y ustedes tambi�n deben lavarse los pies unos a otros "

Con los cuatro evangelios en existencia, nadie duda o puede dudar que Jes�s de Nazaret cumpli� el grito: "He aqu� mi siervo". Con �l dej� de ser un mero ideal y ocup� su lugar como el mayor logro de la historia.

3. En los primeros discursos de los Ap�stoles, por lo tanto, no es maravilloso que Jes�s sea designado expresamente por ellos como el Siervo de Dios, -la palabra griega usada es aquella por la cual la Septuaginta traduce especialmente el t�rmino hebreo en Isa�as 40: 1-31 ; Isa�as 41: 1-29 ; Isa�as 42: 1-25 ; Isa�as 43: 1-28 ; Isa�as 44: 1-28 ; Isa�as 45: 1-25 ; Isa�as 46: 1-13 ; Isa�as 47: 1-15 ; Isa�as 48: 1-22 ; Isa�as 49: 1-26 ; Isa�as 50: 1-11 ; Isa�as 51: 1-23 ; Isa�as 52: 1-15 ; Isa�as 53: 1-12 ;Isa�as 54: 1-17 ; Isa�as 55: 1-13 ; Isa�as 56: 1-12 ; Isa�as 57: 1-21 ; Isa�as 58: 1-14 ; Isa�as 59: 1-21 ; Isa�as 60: 1-22 ; Isa�as 61: 1-11 ; Isa�as 62: 1-12 ; Isa�as 63: 1-19 ; Isa�as 64: 1-12 ; Isa�as 65: 1-25 ; Isa�as 66: 1-24 : "Dios ha glorificado a Su Siervo Jes�s.

A ti primero, Dios, habiendo levantado a su Siervo, lo envi� para bendecirte, apart�ndote a cada uno de tus iniquidades ... En esta ciudad contra tu santo Siervo Jes�s, a quien ungiste, tanto Herodes como Poncio Pilato, con los gentiles y los pueblos de Israel, se reunieron para hacer todo lo que tu mano y tu consejo preorden� que se cumpliera. Concede que se hagan se�ales y prodigios en el nombre de Tu Santo Siervo Jes�s.

Tambi�n hay que notar que en uno de los mismos discursos, y nuevamente por Esteban en su argumento ante el Sanedr�n, Jes�s es llamado "El Justo", sin duda una alusi�n al mismo t�tulo para el Siervo en Isa�as 53: 11. � Necesitamos recordar la interpretaci�n de Isa�as 53: 1-12 por Felipe?

Todos saben c�mo Pedro desarrolla este paralelo en su Primera Ep�stola, tomando prestadas las figuras, pero m�s a menudo las mismas palabras, de Isa�as 53: 1-12 para aplicarlas a Cristo. Como el Siervo del Se�or, Jes�s es "como un cordero": es un paciente que sufre en el silencio; �l "es el Justo (de nuevo el t�tulo cl�sico) para los injustos"; en una cita exacta del griego de Isa�as 53: 1-12 : "No hizo pecado, ni se hall� enga�o en su boca; vosotros fuisteis como ovejas descarriadas, pero �l mismo carg� con nuestros pecados, con cuyas heridas fuisteis sanados". "

Pablo aplica dos citas de Isa�as 52: 13-15 a Isa�as 53: 1-12 a Cristo: "Me he esforzado por predicar el Evangelio no donde Cristo fue nombrado; como est� escrito: A quienes no se habl� de �l, ver�n y los que no oyeron, entender�n, y �l lo hizo pecado por nosotros, que no conoci� pecado.

"Y nadie dudar� de que cuando tan a menudo discute que el" Mes�as debe sufrir ", o escribe" El Mes�as muri� por nuestros pecados seg�n las Escrituras ", ten�a en mente Isa�as 53: 1-12 , exactamente como lo hemos visto. aplicado al Mes�as por los eruditos jud�os cien a�os despu�s que Pablo.

4. Pablo, sin embargo, de ninguna manera limita la profec�a del Siervo del Se�or a Jes�s el Mes�as. De una manera que ha sido demasiado pasada por alto por los estudiosos de la asignatura, Paul revive y refuerza la interpretaci�n colectiva del Siervo. Reclama los deberes y la experiencia del Siervo para s� mismo, para sus colaboradores en el Evangelio y para todos los creyentes.

En Antioqu�a de Pisidia, Pablo y Bernab� dijeron de s� mismos a los jud�os: "Porque as� nos ha mandado el Se�or", diciendo: "Te he puesto para luz de los gentiles, para que seas salvaci�n hasta los fines de la tierra." Hechos 13:47 , despu�s de Isa�as 49: 6 Nuevamente, en el octavo de Romanos, Pablo toma las palabras confiadas del Siervo y las habla de todo el pueblo verdadero de Dios.

"Cercano est� el que me justifica, �qui�n es el que me condena?" grit� el Siervo en nuestra profec�a, y Pablo se hace eco para todos los creyentes: "Dios es el que justifica, �qui�n es el que condena?" Isa�as 1: 8 y Romanos 8:33 ; Romanos 8:24 Y nuevamente, en su segunda carta a Timoteo, dice, hablando de la obra de ese pastor, "Porque el siervo del Se�or no debe ser contencioso, sino ser amable con todos"; palabras que fueron tomadas prestadas o sugeridas por Isa�as 42: 1-3 .

En estos casos, as� como en su uso constante de los t�rminos "esclavo", "siervo", "ministro", con sus afines, Pablo cumple la intenci�n de Jes�s, quien tan continuamente, por ejemplo, par�bola y comisi�n directa, reforz� la vida de su pueblo como un servicio al Se�or.

5. Tal es, entonces, el reflejo neotestamentario de la profec�a del Siervo del Se�or, tanto como pueblo como como persona. Como todas las reflexiones f�sicas, se puede decir que esta moral, en general, es inversa a su original. En Isa�as 40: 1-31 ; Isa�as 41: 1-29 ; Isa�as 42: 1-25 ; Isa�as 43: 1-28 ; Isa�as 44: 1-28 ; Isa�as 45: 1-25 ; Isa�as 46: 1-13 ; Isa�as 47: 1-15 ; Isa�as 48: 1-22 ; Isa�as 49: 1-26 ; Isa�as 50: 1-11 ; Isa�as 51: 1-23 ; Isa�as 52: 1-15 ; Isa�as 53: 1-12 ; Isa�as 54: 1-17; Isa�as 55: 1-13 ; Isa�as 56: 1-12 ; Isa�as 57: 1-21 ; Isa�as 58: 1-14 ; Isa�as 59: 1-21 ; Isa�as 60: 1-22 ; Isa�as 61: 1-11 ; Isa�as 62: 1-12 ; Isa�as 63: 1-19 ; Isa�as 64: 1-12 ; Isa�as 65: 1-25 ; Isa�as 66: 1-24 el Siervo es Gente primero, Persona en segundo lugar.

Pero en el Nuevo Testamento, excepto por una aplicaci�n d�bil y apenas articulada a Israel al principio de. los evangelios-el Siervo es la Persona primero y la Gente despu�s. El ideal divino que nuestro profeta vio reduci�ndose de la naci�n a un individuo, fue propiedad de Cristo y lo realiz�. Pero en �l no se agot�. Con calor y luz a�adidos, con un nuevo poder de expansi�n, pas� a trav�s de �l para encender los corazones y alistar la voluntad de un pueblo infinitamente m�s grande que el Israel para quien fue dise�ado originalmente.

Con este testimonio, pues, de la historia a las profec�as del Siervo, queda claro nuestro camino para exponerlas y aplicarlas. Jesucristo es su perfecta realizaci�n e ilustraci�n. Pero nosotros, que somos Su Iglesia, debemos encontrar en ellos nuestro ideal y nuestro deber, nuestro deber para con Dios y el mundo. En esto, como en tantos otros asuntos, la profec�a incumplida de Israel es la conciencia del cristianismo.

Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre Isaiah 43". "El Comentario Bíblico del Expositor". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/teb/isaiah-43.html.
 
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