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Bible Commentaries
Job 15

El Comentario Bíblico del ExpositorEl Comentario Bíblico del Expositor

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Versículos 1-35

XIII.

LA TRADICI�N DE UNA CARRERA PURA

Job 15:1

ELIPHAZ HABLA

EL primer coloquio ha dejado clara la ruptura entre la antigua Teolog�a y los hechos de la vida humana. No se ha realizado todav�a una reconciliaci�n positiva entre la realidad y la fe, no se ha ofrecido una nueva lectura de la divina providencia. El autor permite que los amigos por un lado, Job por el otro, busquen el fin de la controversia tal como los hombres en sus circunstancias lo hubieran buscado en la vida real. Incapaz de traspasar el velo, un lado se aferra obstinadamente a la fe ancestral, por el otro, el perseguido se esfuerza en pos de una esperanza de reivindicaci�n, aparte de cualquier retorno de la salud y la prosperidad, que no se atreve a esperar.

Una de las condiciones del problema es la certeza de la muerte. Antes de la muerte, arrepentimiento y restauraci�n, dicen los amigos. Muerte inmediata, por tanto, si Dios me escuchara, me vindicara, -dice Job. Desesperado, se abre paso con la esperanza de que la ira de Dios pase a pesar de que su vida atemorizada y angustiada sea conducida al Seol. Por un momento ve la luz; luego parece expirar. Para los amigos ortodoxos, tal pensamiento es una especie de blasfemia.

Creen en la nulidad del Estado m�s all� de la muerte. No hay sabidur�a ni esperanza en la tumba. "Los muertos no saben nada, ni tienen m�s recompensa; porque su recuerdo es olvidado", incluso por Dios. "As� tambi�n su amor, como su odio y su envidia, perecieron ahora; ni tendr�n m�s parte para siempre en todo lo que se hace debajo del sol". Eclesiast�s 9:5 En la mente de Job esta sombra oscura cae y esconde la estrella de su esperanza.

Morir bajo la reprobaci�n de los hombres y de Dios, sufrir el golpe final y perderse para siempre en la oscuridad profunda; - anticip�ndose a esto, �c�mo puede hacer otra cosa que luchar desesperadamente por su propia conciencia de lo correcto y por la intervenci�n de Dios mientras a�n le queda alg�n aliento? �l persiste en esto. Los amigos no se le acercan ni un paso en el pensamiento; en lugar de sentirse conmovidos por sus s�plicas pat�ticas, se vuelven hacia un juicio m�s intolerante.

Al abrir el nuevo c�rculo de debate, se podr�a esperar que Elifaz cediera un poco, que admitiera algo en la afirmaci�n de la v�ctima, concediendo al menos por el bien del argumento que su caso es dif�cil. Pero el escritor quiere mostrar el rigor y la determinaci�n del antiguo credo, o m�s bien de los hombres que lo predican. No les permitir� ni una sola se�al de acercamiento. En el mismo orden que antes, los tres avanzan su teor�a, sin intentar explicar los hechos de la existencia humana sobre los que se ha llamado su atenci�n.

Entre la primera y la segunda vuelta hay, efectivamente, un cambio de posici�n, pero en la l�nea de mayor dureza. El cambio queda as� marcado. Cada uno de los tres, que difiere toto coelo de la vista del empleo de su caso, se hab�a introducido una promesa alentadora. Elifaz hab�a hablado de seis problemas, s�, de siete, de los cuales uno se librar�a si aceptaba la disciplina del Se�or. Bildad afirm�

"He aqu�, Dios no apartar� al este de los perfectos:

�l a�n llenar� tu boca de risa

Y tus labios con gritos ".

Zofar hab�a dicho que si Job quitaba la iniquidad, ser�a conducido a una calma intr�pida.

"Ser�s firme y no temer�s,

Porque olvidar�s tu miseria

Recu�rdalo como aguas que pasan ".

Esa es una nota de la primera serie de argumentos; no escuchamos nada de eso en el segundo. Uno tras otro lleva a casa un juicio severo e intransigente.

El arte dram�tico del autor ha introducido varios toques en el segundo discurso de Elifaz que mantienen la personalidad. Por ejemplo, la f�rmula "He visto" se lleva a cabo desde la direcci�n anterior donde aparece repetidamente, y ahora se usa de manera bastante incidental, por lo tanto, con mucho m�s efecto. Nuevamente se habla de los "astutos" en ambos discursos con desprecio y aversi�n, ni los otros interlocutores de Job ni el mismo Job usan la palabra.

El pensamiento de Job 15:15 es tambi�n el mismo que se aventura en Job 4:18 , un regreso al or�culo que le dio a Elifaz su pretensi�n de ser un profeta. Mientras tanto, adopta de Bildad la apelaci�n a la antigua creencia en apoyo de su posici�n; pero tiene una forma original de hacer cumplir este llamamiento.

Como temanita puro, est� animado por el orgullo de la raza y reclama m�s por sus progenitores de lo que podr�a permitirse a un shuchita o naamatita, m�s, ciertamente, de lo que podr�a permit�rsele a uno que habitaba entre los adoradores del sol y la luna. En su conjunto, el pensamiento de Elifaz sigue siendo lo que era, pero llevado m�s de cerca a un punto. No deambula ahora en busca de posibles explicaciones. Se imagina que Job se ha condenado a s� mismo y que poco queda para mostrar definitivamente el destino que parece empe�ado en provocar. Ser� un placer grabar esto en su mente.

La primera parte del discurso, que se extiende a Job 15:13 , es una protesta con Job, a quien con iron�a llama "sabio". �Deber�a un hombre sabio usar una charla vac�a e in�til, llenando su pecho, por as� decirlo, con el viento del este, peculiarmente bravuc�n y �rido? Sin embargo, lo que dice Job no solo es in�til, es profano.

"T� acabas con la piedad

Y entorpece la devoci�n ante Dios.

Porque tu iniquidad instruye a tu boca,

Y t� eliges la lengua de los astutos.

Tu propia boca te condena; yo no;

Tus propios labios testifican contra ti ".

Elifaz es completamente sincero. Algunas de las expresiones empleadas por su amigo debieron de parecerle que atacaban la ra�z de la reverencia. �Cu�les fueron ellos? Una fue la afirmaci�n de que las tiendas de los ladrones prosperan y los que provocan a Dios est�n seguros; otro, la atrevida declaraci�n de que el enga�ado y el enga�ador son ambos de Dios; de nuevo la defensa confiada de su propia vida: "He aqu�, ahora he ordenado mi causa, s� que soy justo; �qui�n ser� el que me contenga?" y una vez m�s su demanda por qu� Dios lo acosaba, una hoja arrancada, trat�ndolo con una crueldad opresiva.

Cosas como estas eran muy ofensivas para una mente sobrecargada de veneraci�n y ocupada con una sola idea del gobierno divino. Desde el primer convencimiento de que una gran falta o una arrogante voluntad propia hab�an provocado la maldici�n de Dios, Elifaz no pod�a dejar de pensar que la iniquidad de Job estaba "ense�ando su boca" (saliendo en su discurso, oblig�ndolo a profanar expresiones), y que estaba eligiendo la lengua de los astutos.

Parec�a que estaba tratando de arrojarles polvo a los ojos. Con la astucia y la astucia de un hombre que esperaba llevar a cabo su maldad, hab�a hablado de mantener sus caminos ante Dios y ser reivindicado en esa regi�n donde, como todos sab�an, la recuperaci�n era imposible. La base de toda certeza y creencia fue sacudida por esas vehementes palabras. Elifaz sinti� que la piedad hab�a desaparecido y la devoci�n obstaculizada, apenas pod�a respirar una oraci�n en esta atm�sfera llena de escepticismo y blasfemia.

El escritor quiere que entremos en los sentimientos de este hombre, que pensemos con �l, por el momento, con simpat�a. No es una falta moral estar demasiado celoso del Todopoderoso, aunque es un concepto err�neo del lugar y el deber del hombre, como El�as aprendi� en el desierto, cuando, habiendo afirmado ser el �nico creyente que quedaba, le dijeron que hab�a siete mil que nunca dobl� la rodilla ante Baal. El hablante tiene esta justificaci�n, que no asume el cargo de abogado de Dios.

Su religi�n es parte de �l, su sensaci�n de conmoci�n y perturbaci�n es bastante natural. Ciego a la injusticia de la situaci�n, no considera la descortes�a de unirse con otros dos para derribar a un afligido enfermo, para asustar a una hoja conducida. Esto es accidental. Comenzada la controversia, un hombre piadoso est� obligado a continuar, mientras sea necesario, el argumento que debe salvar un alma.

Sin embargo, al ser humano, mezcla un tono de sarcasmo a medida que avanza.

"�El primer hombre que naciste?

�O fuiste hecho antes que las colinas?

�Escuchaste en el c�nclave de Dios?

�Y te guardas la sabidur�a para ti? "

Job hab�a acusado a sus amigos de hablar injustamente en nombre de Dios y respetar Su persona. Este pinchado. En lugar de responder con palabras suaves como afirma haber estado haciendo hasta ahora ("�Son los consuelos de Dios demasiado peque�os para ti y una palabra que te trat� con ternura?"), Elifaz recurre al proverbio sarc�stico. El autor se reserva la dram�tica gravedad y pasi�n por Job, por regla general, y marca a los dem�s con distintos tonos de dureza intelectual, de burla actual. A Elifaz ahora se le permite mostrar m�s autodefensa que defensor de la fe. El resultado es una p�rdida de dignidad.

"�Qu� sabes t� que no sepamos?

�Qu� entiendes que no est� en nosotros? "

Despu�s de todo, es la raz�n del hombre contra la raz�n del hombre. La respuesta solo vendr� en el juicio del Alt�simo.

"Con nosotros est� el canoso y muy viejo,

M�s viejo en d�as que tu padre ".

Seguramente no el propio Elifaz. Eso ser�a reclamar una antig�edad demasiado grande. Adem�s, parece un poco falto de sentido. Lo m�s probable es que se haga referencia a alg�n rabino anciano, del que a todas las comunidades les encantaba jactarse, el N�stor del clan, lleno de sabidur�a ancestral. Elifaz realmente cree que ser viejo es estar cerca de la fuente de la verdad. Hubo un origen de fe y vida pura. Los padres estaban m�s cerca de esa santa fuente; y la sabidur�a significaba volver lo m�s lejos posible r�o arriba.

Insistir en esto era colocar una barrera real en el camino de la autodefensa de Job. Dif�cilmente lo negar�a como teor�a de la religi�n. �Qu� hay entonces de su protesta individual, de su filosof�a del momento y de sus propios deseos? El conflicto se presenta aqu� con mucha sutileza, una controversia permanente en el pensamiento humano. Debe haber principios fijos; investigaci�n personal, experiencia y pasi�n, nuevas con cada nueva era.

�C�mo resolver la ant�tesis? A�n no se ha tachado la doctrina cat�lica que fusionar� en una ley imperante las convicciones inmemoriales de la raza y las visiones cada vez m�s amplias del alma viviente. La agitaci�n de la iglesia hoy es causada por la presencia dentro de ella de Elifaz y Job-Eliphaz que representan a los padres y su fe, Job pasando por una febril crisis de experiencia y no encuentra remedio en las viejas interpretaciones.

La iglesia tiende a decir: Aqu� hay enfermedad moral, pecado; no tenemos nada para eso m�s que reprensi�n y aversi�n. �Es maravilloso que la vida probada, consciente de la integridad, se levante en una rebeli�n indignada? La burla del pecado, el escepticismo, el racionalismo o la voluntad propia es un arma demasiado lista, una espada que se lleva siempre al costado o en la mano. Dentro de la Casa de Dios los hombres no deben ir armados, como si se esperara que los hermanos en Cristo fueran traidores.

La pregunta del und�cimo vers�culo - "�Son los consuelos de Dios demasiado peque�os para ti?" - pretende cubrir la totalidad de los argumentos ya utilizados por los amigos y es lo suficientemente arrogante como para implicar una comisi�n divina ejercida por ellos. "La palabra que te trat� tiernamente", dice Elifaz; pero Job tiene su propia idea de la ternura y parece transmitirla con un gesto expresivo o una mirada que provoca una r�plica casi enfadada del hablante:

"�Por qu� te lleva tu coraz�n?

�Y por qu� te gui�an los ojos?

Que vuelves tu aliento contra Dios,

�Y has enviado palabras de tu boca? "

Podemos entender una palabra breve y enf�tica de repudio no sin mezcla de desprecio y, al mismo tiempo, no f�cil de agarrar. Elifaz siente ahora que puede insistir debidamente en la maldad del hombre �dolorosamente ilustrada en el mismo Job� y describir el destino seguro de aquel que desaf�a al Todopoderoso y conf�a en su propia "vanidad". El pasaje es de la primera a la �ltima repetici�n, pero tiene un nuevo color de tipo cuasi prof�tico y una cierta fuerza y ??elocuencia que le dan un nuevo inter�s.

Anteriormente, Elifaz hab�a dicho: "�Ser� el hombre justo al lado de Dios? He aqu�, �l no conf�a en sus siervos, y sus �ngeles acusa de locura". Ahora, con un �nfasis m�s agudo y adoptando la propia confesi�n de Job de que el hombre nacido de mujer es impuro, afirma la doctrina de la imperfecci�n de las criaturas y la corrupci�n humana.

"Dios no conf�a en sus santos,

Y los cielos no son limpios ante sus ojos;

Cuanto menos los abominables y corruptos,

Hombre, �qui�n bebe la iniquidad como agua? "

Primero se expone la negativa de Dios a poner confianza en la criatura m�s santa, un toque, por as� decirlo, de sospecha en el gobierno divino. Una declaraci�n de la santidad de Dios por lo dem�s muy impresionante se ve empa�ada por esta sugerencia demasiado antropom�rfica. �Por qu�, no es todo lo contrario, que el Creador pone una confianza maravillosa no solo en los santos sino en los pecadores? �l conf�a a los hombres con la vida, con el cuidado de los ni�os peque�os a quienes ama, con el uso en un grado no peque�o de Su creaci�n, los poderes y recursos de un mundo.

True, there is a reservation. At no point is the creature allowed to rule. Saint and sinner, man and angel are alike under law and observation. None of them can be other than servants, none of them can ever speak the final word or do the last thing in any cause. Eliphaz therefore is dealing with a large truth, one never to be forgotten or disallowed. Yet he fails to make right use of it, for his second point, that of the total corruption of human nature, ought to imply that God does not trust man at all.

La l�gica es mala y la doctrina dif�cilmente cuadrar� con la referencia a la sabidur�a humana y a las personas sabias que tienen el secreto de Dios de quienes Elifaz contin�a hablando. Contra �l son evidentes dos l�neas de razonamiento, abominables, agrias o podridas, para quien el mal es una necesidad de existencia como el agua; si el hombre es eso, su Creador seguramente deber�a barrerlo y acabar con �l. Pero dado que, por otra parte, Dios mantiene la vida de los seres humanos y los honra con no poca confianza, parecer�a que el hombre, por pecador que sea, por malo que sea a menudo, no miente bajo el desprecio de su Hacedor, no se pone m�s all� de un servicio de esperanza.

En resumen, Elifaz solo ve lo que elige ver. Sus declaraciones son devotas y sorprendentes, pero demasiado r�gidas para la multiplicidad de la vida. Hace sentir, incluso mientras habla, que �l mismo de alguna manera se aparta de la carrera que juzga tan duramente. En lo que respecta a la inspiraci�n de este libro, est� en contra de la doctrina de la corrupci�n total tal como la puso en boca de Elifaz. Tiene la intenci�n de un asalto final y aplastante contra la posici�n asumida por Job; pero su mente tiene prejuicios, y el hombre al que condena es el siervo aprobado de Dios, quien, al final, tendr� que orar por Elifaz para que no se le trate despu�s de su insensatez.

Citar las palabras de Elifaz en prueba de depravaci�n total es un grave error. La carrera es pecadora; todos los hombres pecan, heredan tendencias pecaminosas y se someten a ellas: �qui�n no lo confiesa? Pero, todos hombres abominables y corruptos, que beben iniquidad como agua, eso es falso en cualquier caso de la misma persona que Elifaz se compromete a condenar.

Es notable que no haya una sola palabra de confesi�n personal en ning�n discurso pronunciado por los amigos. Se preocupan meramente de declarar un credo que se supone honra a Dios, una justificaci�n completa desde el punto de vista de sus tratos con los hombres. La soberan�a de Dios debe ser reivindicada atribuyendo toda esta vileza al hombre, despojando a la criatura de todo derecho a la consideraci�n de su Hacedor.

Los grandes maestros evang�licos no han llevado a casa su razonamiento. Agust�n comenz� con el mal en su propio coraz�n y razon� al mundo, y Jonathan Edwards de la misma manera comenz� con �l mismo. "Mi maldad", dice, "hace tiempo que se me ha aparecido perfectamente inefable y, devorando todo pensamiento e imaginaci�n, como un diluvio infinito o monta�as sobre mi cabeza. No s� c�mo expresar mejor lo que me parecen mis pecados. que amontonando infinito sobre infinito y multiplicando infinito por infinito ". Aqu� no hay Elifaz discutiendo de la desgracia a la pecaminosidad; y de hecho por esa l�nea es imposible llegar jam�s a la pobreza evang�lica de esp�ritu.

Pasando aqu� a su argumento final, el hablante lo presenta con un reclamo especial de atenci�n. Una vez m�s, declarar� lo que "ha visto", lo que en verdad todos los sabios han visto desde tiempo inmemorial.

"Yo te informar�: esc�chame;

Y lo que he visto lo declarar�:

Cosas que han dicho los sabios,

De sus padres, y no se escondieron,

A quien solo se le dio la tierra,

Y ning�n extra�o pas� entre ellos ".

Ah� est� el orgullo. Tiene una herencia peculiar de sabidur�a poco sofisticada. La raza pura temanita ha habitado siempre en la misma tierra, y los extranjeros no se han mezclado con ella. Con �l, por lo tanto, es una religi�n no pervertida por elementos extra�os o la adopci�n de ideas esc�pticas de extra�os que pasan. La s�plica es claramente �rabe y puede ilustrarse con el dogmatismo autocomplaciente de los wahab�es de Ri'ad, a quienes el Sr.

Palgrave descubri� que disfrutaba de su propia ortodoxia incorrupta. En el centro de Nejed, la sociedad presenta un elemento que la domina desde sus grados m�s altos hasta los m�s bajos. No solo como wahab�, sino igualmente como neydeano, el nativo de 'Aared y Yemamah difiere, y eso es mucho, de su compa�ero �rabe de Shomer y Kaseem, es m�s, de Woshem y Sedeyr. La causa de esta diferencia es mucho m�s antigua que la �poca del gran Wahhabee, y debe buscarse ante todo en el pedigr� mismo.

La ascendencia reivindicada por los ind�genas �rabes de esta regi�n es de la familia de Tameen, un nombre peculiar de estas tierras. Ahora Benoo-Tameem se ha distinguido en todas las �pocas de otros �rabes por l�neas de car�cter fuertemente trazadas, objeto de exagerados elogios y elogios. de la mordaz s�tira de los poetas nativos. Buenas o malas, estas caracter�sticas, descritas hace unos mil a�os, son id�nticas al retrato de sus descendientes reales o pretendidos.

La sencillez es natural para los hombres de "Aared y Yemamah, independientemente del puritanismo wahab� y del vigor de su c�digo" ("Arabia Central", p�gs. 272, 273). Para este pueblo, Nejed es santo, Damasco, por donde pasan los cristianos y otros infieles, es un lugar relajado y de mala reputaci�n. Mantienen un estricto mahometismo de �poca en �poca. En su opini�n, como en la de Elifaz, la tierra pertenece a los sabios que tienen el tesoro celestial y no entretienen a extra�os como gu�as de pensamiento. La infalibilidad es un culto muy antiguo y perdurable.

Elifaz arrastra a sus oyentes a la visitaci�n penal de los malvados, su dogma favorito. Una vez m�s se afirma que para quien transgrede la ley de Dios no hay nada m�s que miseria, miedo y dolor. Aunque tiene muchos seguidores, vive aterrorizado por el destructor; sabe que la calamidad le sobrevendr� un d�a, y de ella no habr� liberaci�n. Entonces tendr� que vagar en busca de pan, quiz�s sus ojos apagados por su enemigo.

De modo que los problemas y la angustia lo atemorizan incluso en su gran d�a. Aqu� no hay ninguna sugerencia de que la conciencia le preocupe. Toda su agitaci�n se debe al miedo al dolor y la p�rdida. Ning�n toque en la imagen da la idea de que este hombre tiene alg�n sentido del pecado.

�C�mo distingue o imagina Elifaz al Todopoderoso distinguiendo entre los hombres en general, que son todos malos y ofensivos en su maldad, y este "hombre malvado" en particular? Debe haber distinci�n. �Qu� es? Uno debe asumir, porque el razonador no es tonto, que se refiere al temperamento sereno y al h�bito de una vida. Rebeli�n contra Dios, orgullosa oposici�n a su voluntad y ley, estas son la maldad. No es un mero estanque estancado de corrupci�n, sino una fuerza que corre contra el Todopoderoso.

Muy bien: Elifaz no solo ha hecho una verdadera distinci�n, sino que aparentemente ha declarado por una vez una verdadera conclusi�n. De hecho, es probable que un hombre as� sufra por su arrogancia en esta vida, aunque no se cree que lo perseguir�n los temores de una perdici�n venidera. Pero al analizar los detalles de la vida inicua en Job 15:25 , encontramos incoherencia. La pregunta es por qu� sufre y tiene miedo.

Porque extendi� su mano contra Dios

Y desafi� al Todopoderoso;

Corri� sobre �l con un cuello

Sobre los gruesos escudos de sus escudos;

Porque cubri� su rostro con su gordura

E hizo collopes de grasa en sus flancos;

Y habit� en ciudades prohibidas,

En casas que nadie deber�a habitar,

Destinado a convertirse en montones.

Elifaz ha reducido todo el argumento, para poder llevarlo triunfalmente y hacer que Job admita, al menos en este caso, la ley del pecado y la retribuci�n. Es justo suponer que no est� presentando el caso de Job, sino un argumento, m�s bien, en teolog�a abstracta, dise�ado para fortalecer su propia posici�n general. El autor, sin embargo, por luces laterales sobre el razonamiento muestra d�nde falla. El relato de la calamidad y el juicio, por cierto que sea en la mayor parte de las vidas que desaf�an a Dios y que van de cabeza contra las leyes del cielo y de la tierra, se confunde con el otro elemento de la maldad: "Porque se cubri� el rostro con su gordura, " etc.

El retroceso de un hombre refinado de pura raza frente a uno de gran apetito sensual es apenas un paralelo adecuado a la aversi�n de Dios hacia el hombre obstinada e insolentemente rebelde. Adem�s, la creencia supersticiosa de que era imperdonable el que habitara en ciudades bajo la maldici�n de Dios (literalmente, ciudades cortadas o prohibidas), aunque Elifaz podr�a plantearla con sinceridad, hizo otro defecto en su razonamiento. Cualquiera que estuviera constantemente aterrorizado por el juicio habr�a sido el �ltimo en instalar su morada en tan malditas moradas. El argumento es fuerte solo en una afirmaci�n pintoresca.

El final del malvado y sus in�tiles intentos de fundar una familia o un clan se presentan al final del discurso. No se har� rico: que la felicidad est� reservada para los siervos de Dios. Ning�n producto abundante pesar� las ramas de sus olivos y sus vides, ni jam�s se librar� de la desgracia. Como por una llama o un aliento caliente de la boca de Dios, su cosecha y �l mismo ser�n arrebatados.

La vanidad o la maldad que siembra volver�n a �l en vanidad o en problemas; y antes de su tiempo, mientras la vida a�n sea fresca, se le pagar� la medida completa de su recompensa. La rama seca y seca, las uvas verdes y las inf�rtiles flores del olivo que caen al suelo se�alan la falta de hijos o su muerte prematura; porque "la compa��a de los imp�os ser� est�ril". Las tiendas de la injusticia o del soborno, desoladas, ser�n quemadas. El �nico fruto de la vida condenada ser� la iniquidad.

Uno duda en acusar a Elifaz de inexactitud. Sin embargo, el desprendimiento de los p�talos de la aceituna no es en s� mismo un signo de infertilidad; y aunque este �rbol, como otros, a menudo florece sin producir frutos, es el emblema constante de la productividad. La vid, de nuevo, pudo haber derramado sus uvas verdes en Teman; pero normalmente se marchitan. Se puede temer que Elifaz haya ca�do en el truco del orador popular de arrebatar ilustraciones de "algo que se supone es ciencia". Su argumento es en parte s�lido en su fundamento, pero falla como sus analog�as; y la pol�mica, cuando termina, no avanza ni un solo paso.

Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre Job 15". "El Comentario Bíblico del Expositor". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/teb/job-15.html.
 
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