Bible Commentaries
Job 3

El Comentario Bíblico del ExpositorEl Comentario Bíblico del Expositor

Versículos 1-26

VI.

EL GRITO DESDE LA PROFUNDIDAD

Job 3:1

Job HABLA

MIENTRAS los amigos de Job se sentaron a su lado esa triste semana de silencio, cada uno de ellos meditaba a su manera las repentinas calamidades que hab�an llevado al pr�spero emeer a la pobreza, al hombre fuerte al extremo de la miserable enfermedad. Muchos pensamientos vinieron y fueron descartados; pero siempre volv�a la pregunta: �Por qu� estos desastres, esta sombra de muerte espantosa? Y por compasi�n y dolor, cada uno mantuvo en secreto la respuesta que vino y vino otra vez y no ser�a rechazada.

Mientras tanto, el silencio ha pesado sobre el que sufre, y el peso del mismo se vuelve finalmente insoportable. Ha tratado de leer sus pensamientos, de asegurarse de que solo el dolor los manten�a mudos, que cuando hablaran ser�a para animarlo con palabras amables, para alabar y revitalizar su fe, para hablarle de la ayuda divina que no le fallar�a. en vida o muerte. Pero cuando ve que sus rostros se oscurecen primero en la indagaci�n y luego en la sospecha, y lee detenidamente con miradas apartadas el pensamiento que no pueden ocultar, cuando comprende que los hombres a los que amaba y en quienes confiaba lo consideran un transgresor y que est� bajo la proscripci�n de Dios. , este desastre final de juicio falso es abrumador.

El hombre a quien todas las circunstancias parecen condenar, que est� en bancarrota, solitario, agotado por la ansiedad y los esfuerzos in�tiles por demostrar su honor, si tiene s�lo uno para creer en �l, es ayudado a perseverar y tener esperanza. Pero Job encuentra que la amistad humana cede como una ca�a. Todo el pasado est� absorbido por un pensamiento tr�gico de que, sea un hombre lo que sea, no hay refugio para �l en la justicia del hombre: se ha ido todo lo que hac�a que la sociedad humana y la existencia en el mundo valieran la pena cuidar.

Su esposa, de hecho, cree en su integridad, pero la valora tan poco que quisiera que �l la desechara con una burla contra Dios. Sus amigos, es evidente, lo niegan. Sufre a manos de Dios y ellos est�n endurecidos contra �l. El hierro entra en su alma.

Es cierto que es la verg�enza y el tormento de su enfermedad lo que lo mueve a proferir su amargo lamento. Sin embargo, no debe pasarse por alto la causa subyacente de su p�rdida del dominio propio y de la paciente confianza en Dios. La enfermedad ha hecho de la vida una agon�a f�sica; pero podr�a soportarlo si todav�a no se interpusiera ninguna nube entre �l y el rostro de Dios. Ahora bien, esas miradas oscuras y suspicaces que lo encuentran cada vez que levanta los ojos, que siente posarse sobre �l incluso cuando inclina la cabeza en el intento de rezar, hacen que la religi�n parezca una burla. Y en la lastimera anticipaci�n de la fatalidad a la que lo conducen silenciosamente, llora en voz alta contra la vida que le queda. Ha vivido en vano. �Ojal� nunca hubiera nacido!

En este primer discurso l�rico puesto en boca de Job hay una cepa oriental, hiperb�lica, adecuada al hablante y a sus circunstancias. Pero tambi�n se nos hace sentir que la calamidad y el abatimiento casi han desanimado su mente. No est� loco, pero su lenguaje es vehemente, casi el de la locura. Ser�a un error, por lo tanto, criticar las palabras de una manera pr�ctica, y contra el esp�ritu del libro intentar, seg�n las reglas de la resignaci�n cristiana, uno tan arrojado y atormentado, en la garganta misma del horno.

Este es un hombre piadoso, un hombre paciente, que �ltimamente dijo: "�Recibiremos gozo de la mano de Dios y no recibiremos aflicci�n?" Parece haber perdido todo el control de s� mismo y se sumerge en un discurso salvaje e ind�mito lleno de anatemas, como alguien que nunca hab�a temido a Dios. Pero se deja llevar por el dominio de s� mismo. Phantasmal ahora es toda esa valiente vida suya como pr�ncipe y como padre, como un hombre en honor amado por el Alt�simo.

�Alguna vez lo disfrut�? Si lo hizo, �no fue como en un sue�o? �No era m�s bien un enga�ador, un vil transgresor? Su estado corresponde a eso. La luz, el amor y la vida se convierten en hiel amarga. "Viv�a", dice uno angustiado como Job, "en un miedo continuo, indefinido, suspirante; tembloroso, pusil�nime, aprensivo de no sab�a qu�; parec�a como si los cielos y la tierra no fueran sino fauces ilimitadas de un monstruo devorador en el que Yo, palpitante, esperaba ser devorado 'El hombre est�, propiamente hablando, basado en la esperanza, no tiene m�s posesi�n que la esperanza; este mundo suyo es enf�ticamente el Lugar de la Esperanza'. 'Vemos a Job', por el momento, bastante excluidos de la esperanza, no mirando hacia el oriente dorado, sino vagamente hacia un firmamento oscuro pre�ado de terremotos y tornados ".

El poema se puede leer con calma. Recordemos que no vino con calma de la pluma del escritor, sino como el estallido de un sentimiento volc�nico desde los centros profundos de la vida. Es Job a quien escuchamos; el lenguaje corresponde a su desaliento, a su posici�n en el drama. Pero seguramente nos presenta una experiencia real de alguien que, en la hora de la derrota y el cautiverio de Israel, hab�a visto su hogar arrasado, esposa e hijos apresados ??y torturados o abatidos en la avalancha de la soldadesca salvaje, mientras �l mismo viv�a. , reducido en un d�a a horribles recuerdos y dudas como la �nica conciencia de la vida. �No se nos traduce aqu� una crisis como �sta con sus infortunios irrecuperables al lenguaje del amargo clamor de Job? �No somos testigos de una tragedia a�n mayor que la suya?

"�Qu� ser� de nosotros", pregunta Amiel, "cuando todo se vaya, la salud, la alegr�a, los afectos, cuando el sol parezca haber perdido su calor y la vida se despoje de todo encanto? �Debemos endurecernos u olvidarnos? es s�lo una respuesta: Mantente cerca del deber, haz lo que debas, pase lo que pase ". El tono de estas palabras no es tan devoto como otros pasajes del mismo escritor. El consejo, sin embargo, se ofrece a menudo en nombre de la religi�n a la vida cansada y desolada; y hay circunstancias a las que se aplica bien.

Pero una sensaci�n de impotencia que lo distra�a pesaba sobre la vida de Job. �Deber? No pudo hacer nada. Era imposible encontrar alivio en el trabajo; de ah� la fiereza de sus palabras. Tampoco podemos dejar de escuchar en ellos un tono de impaciencia, casi de ira: "Para el Prometheus Vinctus irregenerado de un hombre, es siempre el agravamiento m�s amargo de su miseria el que sea consciente de la virtud, que se sienta v�ctima y no de sufrimiento solamente, pero de injusticia.

�Entonces que? �Es la inspiraci�n heroica que llamamos Virtud sino algo de pasi�n, alguna burbuja de sangre? De esta manera, el vagabundo desconcertado se ha puesto de pie, como muchos lo han hecho, gritando pregunta tras pregunta en la cueva de la sibila del Destino y sin recibir m�s respuesta que un eco. Todo es un desierto l�gubre, este mundo que alguna vez fue hermoso ".

Job ya se est� afirmando a s� mismo la realidad de su propia virtud, porque le molesta la sospecha de ella. De hecho, con todo el misterio de su aflicci�n a�n por resolver, no puede sino pensar que la Providencia tambi�n lo est� poniendo en duda. Hab�a tenido un agudo sentido del favor de Dios. Ahora se da cuenta de que, si bien sigue siendo el mismo hombre que se mov�a con alegr�a y poder, su vida tiene un aspecto diferente al de los dem�s; los hombres y la naturaleza conspiran contra �l.

Su una vez valiente fe -el Se�or dio, el Se�or quit�- est� casi dominada. No renuncia, pero lucha por salvarlo. Solo la sutil gracia divina en su coraz�n le impide despedirse de Dios.

El estallido del discurso de Job se divide en tres estrofas l�ricas, la primera termina en el d�cimo vers�culo, la segunda en el diecinueve y la tercera termina con el cap�tulo.

I.

"Job abri� la boca y maldijo su d�a". En una especie de descabellada e imposible revisi�n de la providencia y reapertura de cuestiones largamente resueltas, asume el derecho de amontonar denuncias el d�a de su nacimiento. Est� tan ca�do, tan angustiado, y el fin de su existencia parece haber llegado en un desastre tan profundo, el rostro de Dios y del hombre frunciendo el ce�o, que se vuelve salvajemente hacia el �nico hecho que le queda por atacar: su nacimiento en el mundo.

Pero toda la variedad es imaginativa. Su rebeli�n es irracional, no impiedad ni contra Dios ni contra sus padres. No pierde el instinto de un buen hombre, que recuerda el amor de padre y madre y la intenci�n del Todopoderoso a quien todav�a venera. La vida es un acto de Dios: no la volver�a a estropear por una infelicidad como la suya. As� que el d�a como factor ideal de la historia o causa de la existencia se entrega al caos.

"�Ese d�a, ah�!

Oscuridad sea.

No busques al Dios Alto de arriba;

Y no hay rayo de luz sobre �l.

La oscuridad y la penumbra la reclaman,

Acampa sobre �l las nubes;

Asuste las tinieblas del d�a ".

La idea es: Que se elimine el d�a de mi nacimiento, para que ning�n otro llegue a existir en ese d�a; deje que Dios pase de ella, entonces no dar� vida en ese d�a. Mezclada en esto est� la noci�n del viejo mundo de que los d�as tienen significados y poderes propios. Este d�a hab�a resultado maligno, terriblemente malo. Ya era un d�a ca�tico, no apto para el nacimiento de un hombre. Deje que cada poder natural de tormenta y eclipse lo devuelva al vac�o. Tambi�n la noche, como parte del d�a, es objeto de imprecaciones.

�Esa noche ah�!

La oscuridad se apodera de ella

No tenga gozo entre los d�as del a�o,

Ni entrar en la numeraci�n de meses.

�Ver! Esa noche, sea est�ril;

No viene ninguna voz de canci�n:

Prohibirlo, los malditos del d�a

H�bil para agitar el leviat�n.

Oscuras sean las estrellas de su crep�sculo,

Que anhele la luz, no encuentre ninguna,

Ni ver los p�rpados del alba.

La viveza aqu� es de superstici�n, fantas�as de generaciones pasadas, viejos sue�os de una raza infantil. Extra�os ser�an para la mente de Job en su fuerza; pero en un gran desastre, los pensamientos tienden a recaer en estos niveles de ignorancia y en los d�biles esfuerzos por explicar, presagios y poderes intangibles. Es bastante f�cil seguir a Job en esta reca�da, mitad voluntarioso, mitad para aliviar su pecho. Por toda Arabia, Caldea y la India se extendi� la creencia en poderes malignos que pod�an invocarse para convertir un d�a en particular en uno de infortunios.

El leviat�n es el drag�n que se pensaba que causaba eclipses entrelazando sus espirales negras alrededor del sol y la luna. Estos vagos matices de creencia probablemente se remontan a los mitos del cielo y la tormenta, y Job normalmente debe haberlos despreciado. Ahora, por el momento, elige hacer que sirvan a su necesidad de una expresi�n tormentosa. Si alguien que lo oye realmente cree en los magos y sus hechizos, es bienvenido a reunir a trav�s de esa creencia un sentido de su condici�n; o si optan por sentir un horror piadoso, pueden sorprenderse. Lanza maldiciones, sabiendo en su coraz�n que son palabras vanas.

�No es extra�o que aqu� el pasado feliz se haya olvidado por completo? �Por qu� Job no tiene nada que decir de los d�as que lo iluminaron con esplendor? �No tienen peso en la balanza contra el dolor y el dolor?

"La tempestad en mi mente

�De mis sentidos se lleva todo el sentimiento?

Guarde lo que late all� ".

Su mente est� ciertamente nublada; porque no es en vano decir que la piedad preserva el pensamiento de lo que Dios una vez dio, y Job mismo hab�a hablado de ello cuando su enfermedad era joven. En este punto es un ejemplo de lo que es el hombre, cuando permite que las inundaciones lo desborden y que el presente triste apague un pasado m�s brillante. La sensaci�n de una vida desperdiciada est� sobre �l, porque todav�a no comprende lo que es salvar vidas.

Ser amable con los dem�s y ser feliz en la propia bondad no es para el hombre un beneficio tan grande, un uso tan elevado de la vida, como sufrir con los dem�s y por ellos. �Qu� fue la vida de nuestro Se�or en la tierra y Su muerte, sino una revelaci�n al hombre del secreto que nunca hab�a captado y que a�n aprueba a medias? El Libro de Job, un largo y anhelante clamor que surge de la noche, muestra c�mo el mundo necesitaba a Cristo para derramar su luz divina sobre todas nuestras experiencias y unirlas en una religi�n de sacrificio y triunfo.

El libro avanza hacia esa reconciliaci�n que solo Cristo puede lograr. Hasta ahora, mirando al que sufre aqu�, vemos que la luz del futuro no ha amanecido sobre �l. S�lo cuando sea derribado por las falsedades del hombre, en la absoluta necesidad de su alma, anticipar� con valent�a la redenci�n y se arrojar� en busca de refugio en un Dios justificante.

II.

En la segunda estrofa, la maldici�n se cambia por lamentos, el reproche infructuoso de un d�a lejano por un canto conmovedor de alabanza a la tumba. Si su nacimiento ten�a que ser, �por qu� no podr�a haber pasado de inmediato a las sombras? El lamento, aunque no tan apasionado, est� lleno de emoci�n tr�gica. Sus frases se han tejido en un himno moderno y se han utilizado para expresar lo que los cristianos pueden sentir; pero son de tono pagano, y el escritor los pretend�a encarnar el pensamiento poco esperanzador de la raza. Aqu� no hay perspectiva m�s all� de la inanici�n de la muerte, el olvido y el silencio de la tumba. No es el extremo de la infidelidad, sino de la debilidad y la miseria.

Por tanto, se apresuraron a recibirme de rodillas,

�Y por qu� los pechos que deber�a chupar?

Pues entonces, hundido, reposar�a,

Dormido, habr�a descanso para m�.

Con reyes y consejeros de la tierra

Que los construy� en montones solitarios;

O con pr�ncipes que ten�an oro,

Que llenaron de plata sus casas;

O como un aborto encubierto no hubiera sido,

Como beb�s que nunca vieron la luz.

All� los malvados cesan de enfurecerse,

Y ah� descansan los gastados.

Juntos los prisioneros est�n tranquilos,

No escuchar la llamada del capataz.

Peque�os y grandes son lo mismo

El esclavo liberado de su se�or.

Es una hermosa poes�a y las im�genes tienen un encanto singular para la mente abatida. Sin embargo, el punto principal que debemos notar es la ausencia de cualquier pensamiento de juicio. En el inframundo oscuro, escondido como bajo nubes pesadas, el poder y la energ�a no lo est�n. La existencia ha ca�do a un reflujo tan bajo que apenas importa si los hombres fueron buenos o malos en esta vida, ni es necesario separarlos. Porque el tirano no puede hacer m�s da�o al cautivo, ni el ladr�n a su v�ctima.

El consejero astuto no es mejor que el esclavo. Es un tipo de existencia por debajo del nivel del juicio moral, por debajo del nivel del miedo o la alegr�a. De la tranquilidad de esta regi�n nadie est� excluido; como no habr� fuerza para hacer el bien, no habr� quien haga el mal. "Los peque�os y los grandes son lo mismo". La quietud y la calma del cad�ver enga�an a la mente, dispuesta en su miseria a ser enga�ada.

Cuando el escritor puso este c�ntico en boca de Job, ten�a en la memoria las pir�mides de Egipto y las tumbas, como las de Petra, talladas en las colinas solitarias. El contraste se hace as� pintoresco entre el estado de Job que yace en una enfermedad repugnante y la suerte de los que est�n reunidos con los poderosos muertos. Ya sea que los ricos sean enterrados en sus majestuosos sepulcros, o que el cuerpo de un esclavo se cubra apresuradamente con arena del desierto, todos entran en un reposo indoloro.

Todo el prop�sito del pasaje es marcar el extremo de la desesperanza, la mente deleit�ndose con im�genes de su propia decadencia. No estamos destinados a descansar en ese amor a la muerte del que Job busca en vano consuelo. Al contrario, lo veremos poco a poco interesado en la vida y sus problemas. Este no es un lugar para detenerse en el poema, como ocurre a menudo en el pensamiento humano.

Un gran problema de la justicia divina sigue sin resolverse. Con la muerte del prisionero y el esclavo pisoteado cuyo cuerpo desgastado es presa del buitre, con la muerte del tirano cuyo orgullo maligno ha construido una tumba majestuosa para sus restos, no todo ha terminado. La paz no ha llegado. M�s bien tiene que empezar a desenredar la mara�a. El Todo Justo tiene que hacer Su inquisici�n y repartir la justicia de la eternidad. La poes�a moderna, sin embargo, a menudo repite a su manera el sue�o del viejo mundo, confundiendo el silencio y la compostura del rostro muerto con una liberaci�n espiritual:

"La locura dolorosa de vivir termina, y la vida se desliza

Alegr�a silenciosa y sin nombre, sin vida o sin nombre.

Bendito Nirvana, descanso sin pecado y sin agitaci�n,

Ese cambio que nunca cambia ".

Para el cristianismo, esta idea es completamente ajena, sin embargo, se mezcla con algunas ense�anzas religiosas y, a menudo, se encuentra en los tipos m�s d�biles de la ficci�n y el verso religiosos.

III.

La �ltima parte de la direcci�n de Job comienza con una nota de consulta. Se lanza a cuestionar ansiosamente el cielo y la tierra con respecto a su estado. �Para qu� lo mantienen vivo? Persigue la muerte con su anhelo como uno va a las monta�as en busca de un tesoro. Y nuevamente, su camino est� escondido; no tiene futuro. Dios lo ha protegido de este lado con p�rdidas, del otro con dolor; detr�s un pasado se burla de �l, delante hay una forma que �l sigue y, sin embargo, teme.

"Por tanto, alumbra a los miserables,

�Vida para los amargos de alma?

Que anhelan la muerte; �pero no!

B�scalo m�s que tesoros ".

Ciertamente, es una condici�n horrible, la de la mente desconcertada a la que no le queda nada m�s que su propio pensamiento mordaz que no encuentra raz�n de ser ni fin de la confusi�n, que no puede dejar de cuestionar ni encontrar respuesta a preguntas que atormentan el esp�ritu. Hay suficiente energ�a, suficiente vida para sentir la vida como un terror, y nada m�s; no es suficiente para dominar ni siquiera la determinaci�n estoica. El poder de la timidez parece ser la �ltima herida, una camiseta de Nessus, el regalo de un extra�o odio.

"La verdadera agon�a es el silencio, la ignorancia del por qu� y el para qu�, la imperturbabilidad de esfinge que se encuentra con sus oraciones". Esta lucha por una luz que no vendr� ha sido expresada por Matthew Arnold en su " Emp�docles en el Etna ", un poema que en algunos aspectos puede ser llamado una versi�n moderna de Job:

Este coraz�n no brillar� m�s; t� eres

�Ya no es un hombre vivo, Emp�docles!

Nada m�s que una llama devoradora de pensamiento.

Pero una mente desnuda eternamente inquieta

A los elementos de los que vino

Todo volver�

Nuestros cuerpos a la tierra

Nuestra sangre al agua

Calor al fuego

Respiro para respirar.

Ellos nacieron bien

Estar�n bien sepultados.

Pero mente, pero pensamiento

�D�nde encontrar�n su elemento padre?

�Qu� los recibir�, qui�n los llamar� a casa?

Pero todav�a estaremos en ellos y ellos en nosotros

Y estaremos insatisfechos como ahora;

Y sentiremos la agon�a de la sed,

El inefable anhelo de la vida de la vida,

Desconcertado para siempre.

El pensamiento no produce ning�n resultado; el universo exterior es mudo e impenetrable. Aun as�, Job revivir�a si se le ofreciera una batalla por la justicia. Nunca ha tenido que luchar por Dios o por su propia fe. Cuando se escuche el toque de la trompeta, �l responder�; pero a�n no se da cuenta de haberlo escuchado.

Los vers�culos finales han presentado una dificultad considerable para los int�rpretes, quienes, por un lado, evitan la suposici�n de que Job est� retrocediendo a su vida pasada de prosperidad y encuentra all� el origen de su miedo, y por otro lado ven el peligro de irse tan lejos. significativo un pasaje sin un significado definido. La Versi�n Revisada pone todos los verbos de los vers�culos veinticinco y veintis�is en tiempo presente, y el Dr.

AB Davidson cree que la traducci�n al tiempo pasado dar�a un significado "contrario a la idea del poema". Ahora bien, ya hab�a transcurrido un intervalo considerable desde el momento de las calamidades de Job, incluso desde el comienzo de su enfermedad, lo suficientemente largo como para permitir el crecimiento de la ansiedad y el miedo en cuanto al juicio del mundo. Job no ignoraba el capricho y la dureza de los hombres. Sab�a c�mo se interpretaba la calamidad; sab�a que muchos de los que una vez se inclinaron ante su grandeza ya se hab�an burlado de su ca�da. �No pudo haber sido su temor que sus amigos del m�s all� del desierto le proporcionaran el �ltimo y, en algunos aspectos, el m�s doloroso de sus dolores?

"He temido un miedo; ha venido sobre m�,

Y lo que temo me ha llegado.

No he estado tranquilo ni tranquilo, ni he descansado;

Sin embargo, ha llegado el problema ".

En su alma melanc�lica, esos siete d�as y noches, el miedo se ha convertido en certeza. Es un hombre despreciado. Incluso para esos tres, sus circunstancias han resultado ser demasiado. �Se imagin� por un momento que su llegada aliviar�a la presi�n de su suerte y abrir�a un camino para recuperar su lugar entre los hombres? El problema es m�s profundo que nunca; han provocado tempestad en su pecho.

Tenga en cuenta que en toda su agon�a, Job no hace ning�n movimiento hacia el suicidio. Emp�docles de Arnold llora contra la vida, lanza sus preguntas a un universo mudo y luego se sumerge en el cr�ter del Etna. Aqu�, como en otros puntos, la inspiraci�n del autor de nuestro libro marca claramente entre el estoicismo y el pesimismo, el desaf�o al mundo para que haga lo peor y la confesi�n de que la lucha es demasiado terrible. El profundo sentido de todo lo que es tr�gico en la vida y, con esto, la firme convicci�n de que nada est� designado al hombre sino lo que es capaz de soportar, juntos hacen la clara nota b�blica. Puede parecer que las exclamaciones de Job difieren poco del grito de la "Ciudad de la noche terrible",

"Cansada de errar en este desierto, Vida,

Cansado de esperar esperanzas siempre vanas,

Cansado de luchar en toda lucha est�ril,

Cansado de pensamientos que no aclaran nada,

Cierro los ojos y calmo mi respiraci�n jadeante

Y te ruego, oh Muerte siempre silenciosa,

Venir y calmar mi amargo dolor ".

Pero el escritor del libro sabe lo que tiene entre manos. Tiene que mostrar hasta qu� punto la fe puede ser presionada y doblegada por las dolorosas cargas de la vida sin quebrarse. �l tiene que darnos el sentido de un alma en la mayor profundidad, para que podamos entender el sublime argumento que sigue, conocer su importancia y encontrar nuestra propia tragedia exhibida, nuestra propia necesidad satisfecha, lo personal y lo universal marchando juntos hacia un asunto.

El suicidio no es un problema para una vida, como tampoco un cataclismo universal para la evoluci�n de un mundo. La desesperaci�n no es un refugio. El escritor inspirado aqu� ve tan lejos, con tanta claridad, que mencionar el suicidio ser�a absurdo. No se puede renunciar a la lucha por la vida. Tanto lo sabe por un instinto espiritual que anticipa la sabidur�a de tiempos posteriores. Si este libro fuera un simple registro de hechos, tenemos a Job en una posici�n mucho m�s dif�cil que la de Sa�l despu�s de su derrota en Gilboa; pero es una escritura prof�tica ideal, un poema divino, y la fe que est� dise�ada para elogiar salva al hombre de interferir con cualquier acto suyo con la voluntad de Dios.

Estamos preparados para la vehemente controversia que sigue y la apelaci�n sostenida del sufriente a ese Poder que le ha impuesto tal peso de agon�a. Cuando rompe en llantos apasionados y parece alejarse de toda confianza, no desesperamos de �l ni de la causa que representa. La intensidad con la que anhela la muerte es en realidad un signo y una medida de la fuerte vida que palpita dentro de �l, que sin embargo ser� conducida a la luz y la libertad y llegar� a la paz, por as� decirlo, en el mismo choque de la revuelta.

Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre Job 3". "El Comentario Bíblico del Expositor". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/teb/job-3.html.