Bible Commentaries
Job 4

El Comentario Bíblico del ExpositorEl Comentario Bíblico del Expositor

Versículos 1-21

VII.

LAS COSAS QUE ELIPHAZ HAB�A VISTO

Job 4:1 ; Job 5:1

ELIPHAZ HABLA

Las ideas de pecado y sufrimiento contra las cuales se escribi� el poema de Job aparecen ahora dram�ticamente. La creencia de los tres amigos siempre hab�a sido que Dios, como justo Gobernador de la vida humana, da felicidad en proporci�n a la obediencia y se�ala problemas en la medida exacta de la desobediencia. El mismo Job, de hecho, debe haber tenido el mismo credo. Podemos imaginar que mientras �l era pr�spero, sus amigos le hab�an hablado a menudo sobre este mismo punto.

Lo hab�an felicitado a menudo por la riqueza y la felicidad de que disfrutaba como prueba del gran favor del Todopoderoso. En la conversaci�n hab�an comentado un caso tras otro que parec�a probar, m�s all� de la sombra de la duda, que si los hombres rechazan a Dios, la aflicci�n y el desastre siguen invariablemente. Su idea del esquema de las cosas era muy simple y, en general, nunca se hab�a cuestionado seriamente.

Por supuesto, la justicia humana, incluso cuando se administr� con rudeza, y la pr�ctica de la venganza privada ayudaron a cumplir su teor�a del gobierno divino. Si se cometi� alg�n delito grave, los amigos de la persona lesionada se hicieron cargo de su causa y persiguieron al malhechor para infligirle represalias. Quiz�s su morada fue incendiada y sus reba�os dispersos, �l mismo conducido a una especie de destierro. La administraci�n de la ley fue grosera, pero el c�digo no escrito del desierto hizo sufrir al malhechor y permiti� que el hombre de buen car�cter disfrutara de la vida si pod�a.

Estos hechos sirvieron para sostener la creencia de que Dios siempre estaba regulando la felicidad de un hombre por sus m�ritos. Y m�s all� de esto, aparte de lo que hicieron los hombres, no pocos accidentes y calamidades parec�an mostrar el juicio divino contra el mal. Entonces, como ahora, se podr�a decir que las fuerzas vengativas acechan en el rel�mpago, la tormenta, la pestilencia, fuerzas que se dirigen contra los transgresores y no pueden ser evadidas.

Los hombres dir�an: S�, aunque uno oculte sus cr�menes, aunque escape por mucho tiempo de la condenaci�n y el castigo de sus compa�eros, la mano de Dios lo encontrar�: y la predicci�n parec�a siempre verificada. Quiz�s el golpe no cay� de una vez. Pueden pasar meses; pueden pasar los a�os; pero lleg� el momento en que pudieron afirmar: Ahora la justicia se ha apoderado del ofensor; su crimen es recompensado; su orgullo es abatido.

Y si, como suced�a de vez en cuando, los reba�os de un hombre que ten�a buena reputaci�n murieran de murrain y sus cosechas fueran arruinadas por el terrible viento caliente del desierto, siempre pod�an decir: �Ah! no sab�amos todo sobre �l. Sin duda, si pudi�ramos examinar su vida privada, ver�amos por qu� ha sucedido esto. As� que los b�rbaros de la isla de Melita, cuando Pablo hab�a naufragado all�, al ver una v�bora sujeta en su mano, dijeron: "Sin duda, este es un homicida que, aunque escap� del mar, pero la justicia no sufre con vivir. "

Pensamientos como estos estaban en las mentes de los tres amigos de Job, realmente desconcertantes, porque nunca hab�an esperado sacudir la cabeza sobre �l. En consecuencia, merecen cr�dito por su verdadera simpat�a, en la medida en que se abstuvieron de decir algo que pudiera lastimarlo. Su dolor era grande y podr�a deberse al remordimiento. Sus inigualables aflicciones lo pusieron, por as� decirlo, en un santuario de las burlas o incluso de los interrogatorios. Ha hecho mal, no ha sido lo que pens�bamos, se dec�an, pero est� bebiendo hasta las heces amargas una copa de retribuci�n.

Pero cuando Job abri� la boca y habl�, su simpat�a se desvaneci� con piadoso horror. Nunca en toda su vida hab�an escuchado tales palabras. Parec�a probarse a s� mismo mucho peor de lo que podr�an haber imaginado. Deber�a haber sido manso y sumiso. Debe haber habido alg�n defecto: �cu�l era? Deber�a haber confesado su pecado en lugar de maldecir la vida y reflexionar sobre Dios. Su propia sospecha silenciosa, de hecho, es la causa principal de su desesperaci�n; pero esto no lo entienden.

Asombrados lo escuchan; indignados, aceptan el desaf�o que les ofrece. Uno tras otro, los tres hombres razonan con Job, casi desde el mismo punto de vista, sugiriendo primero y luego insistiendo que debe reconocer su falta y humillarse bajo la mano de un Dios justo y santo.

Ahora, aqu� est� el motivo de la larga controversia que es el tema principal del poema. Y, al rastrearlo, veremos a Job, aunque atormentado por el dolor y angustiado por el dolor, tristemente en desventaja porque parece ser un ejemplo vivo de la verdad de sus ideas, despertando a s� mismo en defensa de su integridad y luchando por que como el �nico agarre que tiene de Dios. Los tres avanzan cada vez m�s, y gradualmente se vuelven m�s dogm�ticos a medida que avanza la controversia. Job hace una defensa tras otra, quien se ve impulsado a pensar que �l mismo es desafiado no solo por sus amigos, sino a veces tambi�n por Dios mismo a trav�s de ellos.

Elifaz, Bildad y Zofar est�n de acuerdo en la opini�n de que Job ha hecho el mal y est� sufriendo por ello. El lenguaje que usan y los argumentos que presentan son muy parecidos. Sin embargo, se encontrar� una diferencia en su forma de hablar y una diferencia de car�cter vagamente sugerida. Elifaz nos da una impresi�n de edad y autoridad. Cuando Job ha terminado su queja, Elifaz lo mira con una mirada perturbada y ofendida.

"�Que lamentable!" parece decir; pero tambi�n, "�Qu� espantoso, qu� inexplicable!" Desea convencer a Job para que tenga una visi�n correcta de las cosas mediante un consejo bondadoso; pero habla pomposamente y predica demasiado desde la alta moral. Bildad, nuevamente, es una persona seca y serena. Es menos un hombre de experiencia que de tradici�n. No habla de descubrimientos hechos en el curso de su propia observaci�n; pero ha guardado los dichos de los sabios y ha reflexionado sobre ellos. Cuando se dice algo inteligentemente, se siente satisfecho y no puede entender por qu� sus impresionantes declaraciones no logran convencer ni convertir.

Es un caballero, como Elifaz, y usa cortes�a. Al principio se abstiene de herir los sentimientos de Job. Sin embargo, detr�s de su cortes�a est� el sentido de sabidur�a superior, la sabidur�a de los siglos y la suya propia. Ciertamente es un hombre m�s duro que Elifaz. Por �ltimo, Zophar es un hombre directo con un estilo dictatorial decididamente rudo. Est� impaciente por el desperdicio de palabras en un asunto tan sencillo y se enorgullece de ir al grano.

Es �l quien se atreve a decir definitivamente: "Sabe, pues, que Dios te exige menos de lo que tu iniquidad merece", un discurso cruel desde cualquier punto de vista. No es tan elocuente como Elifaz, no tiene aire de profeta. Comparado con Bildad, es menos pol�mico. Con toda su simpat�a, y �l tambi�n es un amigo, muestra una exasperaci�n que justifica con su celo por el honor de Dios. Las diferencias son delicadas, pero reales y evidentes incluso para nuestra �ltima cr�tica.

En la �poca del autor, los personajes probablemente parecer�an m�s claramente contrastados de lo que nos parecen. A�n as�, debe ser propiedad, cada uno tiene pr�cticamente la misma posici�n. Se representa una escuela de pensamiento predominante y en cada figura se ataca.

No es dif�cil imaginar que tres hablantes difieran mucho m�s entre s�. Por ejemplo, en lugar de Bildad, podr�amos haber tenido un persa lleno de las ideas de Zoroastro de dos grandes poderes, el Buen Esp�ritu, Ahuramazda, y el Esp�ritu Maligno, Ahriman. Alguien as� podr�a haber sostenido que Job se hab�a entregado al Esp�ritu Maligno, o que su rebeli�n contra la providencia lo llevar�a bajo ese poder destructivo y producir�a su ruina.

Y entonces, en lugar de Zofar, se podr�a haber presentado a alguien que sosten�a que el bien y el mal no hacen ninguna diferencia, que todas las cosas son iguales para todos, que no hay Dios que se preocupe por la justicia entre los hombres; atacando la fe de Job de una manera m�s peligrosa. Pero el escritor no tiene tal visi�n de hacer un drama sorprendente. Su c�rculo de visi�n se elige deliberadamente. Es solo lo que podr�a parecer cierto lo que permite que sus personajes avancen.

Se oye el aliento del mismo dogmatismo en las tres voces. Todo est� dicho por la creencia ordinaria que se puede decir. Y tres hombres diferentes razonan con Job para que se comprenda cu�n popular y profundamente arraigada es la noci�n que todo el libro pretende criticar y refutar. La dramatizaci�n es vaga, para nada de nuestro estilo moderno y n�tido como el de Ibsen, y pone a cada figura en un vivo contraste con las dem�s. Toda la preocupaci�n del autor es dar pleno juego a la teor�a que sostiene el terreno y mostrar su incompatibilidad con los hechos de la vida humana, para que perezca por su propia vacuidad.

Sin embargo, el primer discurso a Job es elocuente y po�ticamente hermoso. Elifaz no es un argumentador rudo, sino uno de los de boca de oro, equivocado en el credo pero no en el coraz�n, un hombre a quien Job bien podr�a apreciar como amigo.

I.

La primera parte de su discurso se extiende hasta el und�cimo verso. Con el respeto debido al dolor, dejando a un lado la consternaci�n causada por el lenguaje salvaje de Job, �l pregunta: "Si un ensayo para tener comuni�n contigo, �te entristecer�s?" Parece imperdonable aumentar la miseria del que sufre diciendo lo que tiene en mente; y, sin embargo, no puede abstenerse. "�Qui�n puede abstenerse de hablar?" El estado de Job es tal que debe haber una comunicaci�n completa y muy seria.

Elifaz le recuerda lo que hab�a sido: un instructor de los ignorantes, uno que fortaleci� a los d�biles, sostuvo la ca�da, confirm� a los d�biles. �No estuvo alguna vez tan seguro de s� mismo, tan resuelto y servicial que los hombres que se desmayan lo encontraron como un baluarte contra la desesperaci�n? �Deber�a haber cambiado tan completamente? �Deber�a alguien como �l entregarse a lamentos y quejas infructuosos? "Ahora viene sobre ti, y te desmayas; te toca, y te averg�enzas.

"Elifaz no tiene la intenci�n de burlarse. Es con dolor que habla, se�alando el contraste entre lo que fue y lo que es. �D�nde est� la fe fuerte de los d�as pasados? Hay necesidad de ella, y Job deber�a tenerla como su permanencia. . "�No es tu piedad tu confianza? Tu esperanza, �no es la integridad de tus caminos? "�Por qu� no mira atr�s y se anima? El temor piadoso de Dios, si se deja guiar por �l, no dejar� de conducirlo de nuevo a la luz.

Es un esfuerzo amistoso y sincero hacer que el campe�n de Dios se sirva a s� mismo por su propia fe. No se permite que aparezca el trasfondo de la duda. Elifaz hace que sea una maravilla que Job haya abandonado su reclamo sobre el Alt�simo; y prosigue en tono de reproche, asombrado de que un hombre que conoc�a el camino del Todopoderoso cayera en la miserable debilidad del peor malhechor. Po�tica, pero con firmeza, se introduce la idea: -

Piensa ahora, quien, siendo inocente, pereci�,

�Y d�nde han sido destruidos los rectos?

Como he visto, los que aran la iniquidad

Y el desastre de la siembra cosecha lo mismo.

Por la ira de Dios perecen,

Por la tormenta de su ira se deshacen.

Rugido del le�n, voz del le�n rugiente,

Los dientes de los leoncillos est�n rotos;

El le�n viejo muere por falta de presa,

Los cachorros de la leona est�n esparcidos.

La primera de las cosas que Elifaz ha visto es el destino de esos violentos malhechores que aran la iniquidad y siembran el desastre. Pero Job no ha sido como ellos y, por lo tanto, no tiene por qu� temer la cosecha de la perdici�n. �l est� entre los que finalmente no se separan. En los vers�culos d�cimo y und�cimo ( Job 4:10 ) la dispersi�n de un foso de leones es el s�mbolo del destino de aquellos que est�n calientes en la maldad.

Como en alguna cueva de las monta�as un viejo le�n y una leona con sus cachorros viven seguros, saliendo a su voluntad para apoderarse de la presa y hacer que la noche sea terrible con sus gru�idos, as� esos malhechores florecen por un tiempo en una fuerza odiosa y maligna. Pero como de repente los cazadores, al encontrar el refugio de los leones, los matan y los dispersan, j�venes y viejos, as� la coalici�n de hombres malvados se disuelve. La rapacidad de las tribus salvajes del desierto parece reflejarse en la figura que se utiliza aqu�. Elifaz puede estar refiri�ndose a alg�n incidente que realmente ocurri�.

II.

En la segunda divisi�n de su discurso, se esfuerza por llevar a casa a Job una lecci�n moral necesaria al detallar una visi�n que tuvo una vez y el or�culo que la acompa��. El relato de la aparici�n est� redactado en un lenguaje majestuoso e impresionante. Esa escalofriante sensaci�n de miedo que a veces se mezcla con nuestros sue�os en la oscuridad de la noche, la sensaci�n de una presencia que no se puede realizar, algo espantoso respirando sobre el rostro y haciendo que la carne se estremezca, una voz imaginada que cae solemnemente en el o�do, todo se describen v�vidamente. En el recuerdo de Elifaz, las circunstancias de la visi�n son muy claras, y se utiliza la m�s fina habilidad po�tica para dar plena justicia y efecto a todo el solemne sue�o.

Ahora me trajeron una palabra en secreto,

Mi o�do capt� su susurro;

En pensamientos de visiones de la noche,

Cuando el sue�o profundo cae sobre los hombres,

Me sobrevino un terror y temblando

Que estremeci� mis huesos hasta la m�dula.

Entonces un aliento pas� ante mi cara,

Los pelos de mi cuerpo se erizaron.

Se qued� quieto, su apariencia no he rastreado.

Una imagen est� ante mis ojos.

Hubo silencio, y escuch� una voz-

�Ser� justo el hombre al lado de Eloah?

�O al lado de su Hacedor, el hombre ser� limpio?

Se nos hace sentir aqu� lo extraordinaria que le pareci� la visi�n a Elifaz y, al mismo tiempo, lo lejos que se queda del regalo del vidente. �Para qu� es esta aparici�n? Nada m�s que una vaga creaci�n de la mente so�adora. �Y cu�l es el mensaje? Sin nueva revelaci�n, sin descubrimiento de un alma inspirada. Despu�s de todo, solo un hecho bastante familiar para el pensamiento piadoso. Se ha supuesto generalmente que el or�culo del sue�o contin�a hasta el final del cap�tulo.

Pero la pregunta en cuanto a la justicia del hombre y su limpieza al lado de Dios parece ser el todo, y el resto es el comentario o meditaci�n de Elifaz, sus "pensamientos de visiones de la noche".

En cuanto al or�culo en s�: aunque las palabras ciertamente pueden traducirse para implicar una comparaci�n directa entre la justicia del hombre y la justicia de Dios, esto no es requerido por el prop�sito del escritor, como lo ha demostrado el Dr. AB Davidson. En forma de pregunta, se anuncia de manera impresionante que con el Dios Alto o junto a �l, ning�n d�bil es justo, ning�n fuerte es puro; y esto es suficiente, porque el objetivo de Elifaz es mostrar que los problemas pueden sobrevenir justamente en Job, como en otros, porque todos son imperfectos por naturaleza.

Sin duda, el or�culo podr�a trascender el alcance del argumento. A�n as�, la cr�tica de Job a la providencia no ha planteado la cuesti�n de si se considera a s� mismo m�s justo que Dios; y aparte de eso, cualquier comparaci�n parece innecesaria, ya que no se encuentra con ning�n estado de �nimo de rebeli�n humana del que Elifaz haya o�do jam�s. El or�culo, entonces, es pr�cticamente de la naturaleza de una perogrullada y, como tal, concuerda con la visi�n del sue�o y el fantasma impalpable, una vaga presentaci�n de la mente a s� misma de lo que podr�a ser un visitante del mundo superior.

�Acaso alg�n ser creado, heredero de los defectos humanos, estar� al lado de Eloah, limpio a sus ojos? Imposible. Porque, por m�s sincero y serio que uno pueda ser para con Dios y al servicio de los hombres, no puede pasar la falibilidad e imperfecci�n de la criatura. El pensamiento as� anunciado solemnemente, Elifaz procede a amplificarlo en un tono prof�tico, que, sin embargo, no se eleva por encima del nivel de la buena poes�a.

"He aqu�, no conf�a en sus siervos". Nada de lo que tienen que hacer los mejores est� totalmente comprometido con ellos; siempre se mantiene la supervisi�n de Eloah para que sus defectos no estropeen Su prop�sito. "A sus �ngeles acus� de error". Incluso los esp�ritus celestiales, si vamos a confiar en Elifaz, se descarr�an; est�n bajo una ley de disciplina y santa correcci�n. En la Luz Suprema son juzgados y, a menudo, se les encuentra deficientes.

Acreditar esto a un or�culo divino ser�a algo desconcertante para las ideas teol�gicas ordinarias. Pero el argumento es bastante claro: Si incluso los siervos angelicales de Dios requieren la supervisi�n constante de Su sabidur�a y sus faltas necesitan Su correcci�n, mucho m�s los hombres cuyos cuerpos son "casas de barro, cuyos cimientos est�n en el polvo, que son aplastado ante la polilla ", es decir, la polilla que engendra gusanos corruptos. "De la ma�ana a la tarde son destruidos": en un solo d�a su vigor y belleza se descomponen.

"Sin observancia, perecen para siempre", dice Elifaz. Claramente, esta no es una palabra de profec�a divina. Colocar�a al hombre por debajo del nivel del juicio moral, como una mera criatura terrestre cuya vida y muerte no tienen importancia ni siquiera para Dios. Los hombres siguen su camino cuando cae un camarada y pronto se olvidan. Suficientemente cierto. Pero "Uno m�s alto que el m�s alto considera". La estupidez o insensibilidad de la mayor�a de los hombres hacia las cosas espirituales contrasta con la atenci�n y el juicio de Dios.

La descripci�n de la vida del hombre en la tierra, su brevedad y disoluci�n, por lo que nunca podr� exaltarse a s� mismo como justo y limpio junto a Dios, termina con palabras que pueden traducirse as�:

"�No est� desgarrada su cuerda en ellos? Morir�n, y no en sabidur�a".

Aqu�, el desgarro de la cuerda de la tienda o la rotura de la cuerda del arco es una imagen del rompimiento de esa cadena de funciones vitales, la "cuerda de plata", de la que depende la vida corporal.

El argumento de Elifaz, hasta ahora, ha sido, primero, que Job, como hombre piadoso, deber�a haber mantenido su confianza en Dios, porque no era como los que aran la iniquidad y siembran desastres y no tienen esperanza en la misericordia Divina; a continuaci�n, que ante el Alt�simo todos son m�s o menos injustos e impuros, de modo que si Job sufre por defecto, no es una excepci�n, sus aflicciones no son de extra�ar. Y esto conlleva el pensamiento adicional de que debe ser consciente de la falta y humillarse bajo la mano divina.

Justo en este punto, Elifaz llega por fin a la vista del camino correcto para encontrar el coraz�n y la conciencia de Job. La disciplina correctiva que todos necesitan era un terreno seguro para tomar con alguien que no podr�a haber negado en �ltima instancia que �l tambi�n hab�a

"Pecados de voluntad, defectos de duda y manchas de sangre".

Esta tensi�n de argumento, sin embargo, se cierra, Elifaz tiene muchas cosas en su mente que no han encontrado expresi�n y son de importancia seria.

III.

El hablante ve que Job est� impaciente por los sufrimientos que hacen que la vida le parezca in�til. Pero supongamos que apelara a los santos, santos o �ngeles, para que tomaran su parte, �ser�a eso de alguna utilidad? En su grito desde lo profundo hab�a mostrado resentimiento y pasi�n apresurada. Estos no aseguran, no merecen ayuda. Los "santos" no responder�an a un hombre tan irracional e indignado. Al contrario, "el resentimiento mata al necio, la pasi�n mata al necio".

"Lo que Job hab�a dicho en su clamor solo tend�a a traer sobre �l el golpe fatal de Dios. Habiendo captado esta idea, Elifaz procede de una manera bastante sorprendente. Ha quedado conmocionado por las amargas palabras de Job. El horror que sinti� regresa sobre �l Y cae en un comentario muy singular y desconsiderado: no identifica, en verdad, a su viejo amigo con el hombre necio cuya destrucci�n procede a pintar.

Pero se le ha ocurrido un ejemplo -un poco de su gran experiencia- de alguien que se comport� de una manera imp�a e irracional y sufri� por ello; y para la advertencia de Job, porque necesita llevarse a casa la lecci�n de la cat�strofe, Elifaz detalla la historia. Olvidando las circunstancias de su amigo, olvidando por completo que el hombre que yac�a ante �l ha perdido a todos sus hijos y que los ladrones se han tragado su sustancia, absorto en su propia reminiscencia con exclusi�n de cualquier otro pensamiento, Elifaz pasa deliberadamente por toda una serie de desastres. tan parecido al de Job que cada palabra es una flecha envenenada:

Rogad, pues: �alguno te responder�?

�Y a cu�l de los santos te volver�s?

No, el resentimiento mata al necio,

Y la indignaci�n precipitada mata al tonto,

Yo mismo he visto echar ra�ces a un necio imp�o;

Sin embargo, enseguida maldije su morada:

Sus hijos est�n lejos del socorro,

Son aplastados en la puerta sin libertador

Mientras el hambriento devora su cosecha

Y lo arrebata hasta de las espinas,

Y la trampa se abre en busca de su sustancia.

La desolaci�n que vio venir de repente, incluso cuando el hombre imp�o acababa de echar ra�ces como fundador de una familia, Elifaz declara ser una maldici�n del Alt�simo; y lo describe con mucha fuerza. Sobre los hijos de la casa el desastre cae a la puerta o al lugar del juicio; no hay quien los defienda, porque el padre est� marcado para la venganza de Dios. Las tribus depredadoras del desierto devoran primero las cosechas de los campos m�s remotos y luego las protegidas por el seto de espinos cerca de la granja. El hombre hab�a sido un opresor; ahora aquellos a quienes hab�a oprimido no est�n bajo ninguna restricci�n y todo lo que tiene es tragado sin remedio.

Hasta aqu� el tercer intento de condenar a Job y llevarlo a la confesi�n: es un disparo de cerrojo aparentemente en una aventura, pero golpea donde debe herir hasta la m�dula. Aqu�, sin embargo, consciente, tal vez por una mirada de angustia o un gesto repentino, de que ha ido demasiado lejos, Elifaz retrocede. Al dogma general de que la aflicci�n es la suerte de todo ser humano al que regresa, para que se le quite el aguij�n a sus palabras:

"Porque la desgracia no sale del polvo,

Y de la tierra no brotar� angustia;

Pero el hombre nace para la angustia

Mientras las chispas vuelan hacia arriba ".

Con esta vaga pieza de moralizaci�n, que no arroja luz sobre nada, Elifaz se traiciona a s� mismo. Demuestra que no est� ansioso por llegar a la ra�z del asunto. Todo el tema del dolor y la calamidad es externo a �l, no parte de su propia experiencia. �l hablar�a de manera muy diferente si �l mismo fuera privado de todas sus posesiones y se metiera en problemas. Tal como est�n las cosas, puede pasar f�cilmente de un pensamiento a otro, como si no importara cu�l se ajusta al caso.

De hecho, a medida que avanza y se retira, descubrimos que est� tanteando su camino, apuntando primero a una cosa, luego a otra, con la esperanza de que esta o aquella flecha al azar d� en el blanco. Ning�n hombre est� al lado de Dios. Job es como los dem�s, aplastado ante la polilla. Job ha hablado apasionadamente, con salvaje resentimiento. �Est�, pues, entre los necios cuya morada est� maldita? Pero de nuevo, para que eso no sea cierto, el orador recurre a la suerte com�n de hombres nacidos con problemas: por qu�, solo Dios puede decirlo.

Luego hace otra sugerencia. �No es Dios el que frustra las maquinaciones de los astutos y confunde a los astutos, de modo que andan a tientas en el resplandor del mediod�a como si fuera de noche? Si las otras explicaciones no se aplicaran a la condici�n de Job, tal vez esto se aplicar�a. En todo caso, podr�a decirse algo a modo de respuesta que d� una idea de la verdad. Por �ltimo, se ofrece la explicaci�n, comparativamente amable y vaga, de que Job sufre la disciplina del Se�or, quien, aunque aflige, tambi�n est� listo para sanar. Echando un vistazo a todas las posibilidades que se le ocurren, Elifaz deja que el hombre afligido acepte lo que le llega a casa.

IV.

Elocuencia, destreza literaria, sinceridad, marcan el cierre de este discurso. Es el argumento de un hombre que est� ansioso por llevar a su amigo a un estado de �nimo adecuado para que sus �ltimos d�as sean paz. "En cuanto a m�", dice, insinuando lo que deber�a hacer Job, "me volver�a a Dios y pondr�a mi expectativa en el Alt�simo". Luego procede a dar sus pensamientos sobre la providencia divina. Inescrutables, maravillosas son las obras de Dios.

�l es el dador de lluvia para los campos sedientos y los pastos del desierto. Tambi�n entre los hombres manifiesta Su poder, exaltando a los humildes y restaurando el gozo de los dolientes. Hombres astutos, que conspiran para abrirse camino, se oponen en vano a Su poder soberano. Est�n como atacados por la ceguera. De su mano se libra a los indefensos, y se restaura la esperanza a los d�biles. �Job ha sido astuto? �Ha sido en secreto un conspirador contra la paz de los hombres? �Es por eso que Dios lo ha derribado? Que se arrepienta y a�n ser� salvo. Para

Bienaventurado el hombre a quien Eloah corrige,

Por tanto, no desprecies la disciplina de Shaddai.

Porque �l pone llagas y vendas;

Hiere, pero sus manos sanan.

En seis estrechos te librar�;

En siete tampoco te tocar� el mal.

En el hambre te librar� de la muerte,

Y en la guerra del poder de la espada.

Cuando te hiere la lengua, te esconder�s;

Ni temer�s cuando venga la desolaci�n.

De la destrucci�n y el hambre te reir�s;

Y de las bestias de la tierra no tendr�s miedo.

Porque con las piedras del campo ser� tu pacto;

Contigo estar�n en paz las bestias del campo.

As� descubrir�s que tu tienda est� segura,

Y al inspeccionar tu granja no te perder�s nada

Encontrar�s que tu simiente es numerosa,

Y tu descendencia como la hierba de la tierra;

Ir�s a tu tumba con los cabellos blancos,

Como una mata madura de ma�z se lleva a casa en su temporada.

�Mirad! Esto lo hemos buscado: as� es.

�Esc�chalo y, t�, consid�ralo por ti mismo!

Bien, en verdad, como poes�a dram�tica; pero �no es, como razonamiento, incoherente? El autor no quiere que sea convincente. El que es castigado y recibe el castigo no puede ser salvo en esas seis angustias, s�, siete. Hay m�s sue�os que hechos. Elifaz aparentemente tiene raz�n en todo, como dice Dillmann; pero solo en la superficie. �l ha visto que los que aran la iniquidad y siembran la desgracia, lo mismo cosechan.

Tuvo una visi�n nocturna y recibi� un mensaje; una se�al del favor de Dios que casi lo convierte en profeta. Ha visto echar ra�ces al necio o al imp�o, pero no se enga��; sab�a cu�l ser�a el final y se encarg� de maldecir judicialmente la casa condenada. Ha visto a los astutos confundidos. Ha visto al hombre a quien Dios corrigi�, quien recibi� su castigo con sumisi�n, rescatado y restaurado a la honra.

"Mira, esto lo hemos buscado", dice; "Incluso es as�". Pero la piedad y la ortodoxia del buen Elifaz no lo salvan de los errores a cada paso. Y para la limpieza del puesto de Job, no ofrece ninguna sugerencia de valor. �Qu� dice para arrojar luz sobre la condici�n de un siervo ferviente y creyente del Todopoderoso que siempre es pobre, siempre afligido, que se enfrenta a una desilusi�n tras otra, y es perseguido por el dolor y el desastre hasta la tumba? La religi�n de Elifaz est� hecha para personas acomodadas como �l, y s�lo tales.

Si fuera cierto que, debido a que todos son pecadores ante Dios, la aflicci�n y el dolor son castigos del pecado y un hombre se alegra al recibir esta correcci�n divina, �por qu� Elifaz mismo no est� acostado como Job sobre un mont�n de cenizas, atormentado por el tormento de �enfermedad? Buen hombre pr�spero ortodoxo, se cree profeta, pero no lo es. Si fuera juzgado como Job, ser�a tan irracional y apasionado, tan salvaje en su declamaci�n contra la vida, tan ansioso por la muerte.

In�til en religi�n es todo mera charla que solo roza la superficie, sin importar cu�n a menudo se repitan los t�rminos de la misma, sin importar cu�n ampliamente encuentren aceptaci�n. El credo que se derrumba en cualquier momento no es un credo para un ser racional. La infidelidad en nuestros d�as es en gran medida consecuencia de nociones crudas sobre Dios que se contradicen entre s�, nociones de la expiaci�n, del significado del sufrimiento, de la vida futura, que son incoherentes, infantiles, sin peso pr�ctico.

La gente cree tener una comprensi�n firme de la verdad; pero cuando ocurren circunstancias que est�n en desacuerdo con sus ideas preconcebidas, se apartan de la religi�n, o su religi�n hace que los hechos de la vida parezcan peores para ellos. Es el resultado de un pensamiento insuficiente. La investigaci�n debe ser m�s profunda, debe regresar con nuevo celo al estudio de las Escrituras y la vida de Cristo. La revelaci�n de Dios en la providencia y el cristianismo es una. Tiene una coherencia profunda, el sello y la evidencia de su verdad. La rigidez de la ley natural tiene su significado para nosotros en nuestro estudio de la vida espiritual.

Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre Job 4". "El Comentario Bíblico del Expositor". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/teb/job-4.html.