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Bible Commentaries
Job 6

El Comentario Bíblico del ExpositorEl Comentario Bíblico del Expositor

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Versículos 1-30

VIII.

HOMBRES FALSOS: DIOS SUPERIOR

Job 6:1 ; Job 7:1

Job HABLA

Lo peor de todo lo que hay que soportar es el dolor que se apodera del coraz�n de un hombre porque no se proporciona ning�n canal fuera del yo para la corriente caliente del pensamiento. Ahora que Elifaz ha hablado, Job tiene algo que despertarlo, al menos hasta el resentimiento. La fuerza de su mente revive cuando se ve llamado a una batalla de palabras. �Y qu� en�rgico es! La larga direcci�n de Elifaz la vimos incoherente, sin la columna vertebral de una convicci�n clara, yendo de aqu� para all� con la esperanza de hacer de una u otra forma un �xito feliz.

Pero tan pronto como Job comienza a hablar, hay coherencia, un pensamiento fuerte que atraviesa la variedad de expresiones, la ansiedad por la instrucci�n, la sensaci�n de desconcierto y problemas. Sentimos de inmediato que estamos en contacto con una mente que ninguna verdad a medias puede satisfacer, que ir� con cualquier dificultad hasta el fondo del asunto.

Marca suprema de naturaleza saludable, esto. La gente tiende a elogiar una mente en paz, pasando tranquilamente de un pensamiento a otro, contenta con "disfrutar de las cosas que otros entienden", sin angustiarse por cuestiones morales. Pero las mentes que disfrutan de tal paz s�lo deben ser alabadas si se ha investigado y probado la filosof�a de la vida, y se ha encontrado la gran confianza en Dios que resuelve todas las dudas. Mientras la vida y la providencia, la propia historia y la historia del mundo presentan lo que parecen ser contradicciones, problemas que desconciertan y perturban el alma, �c�mo puede descansar una mente sana? Nuestras facultades intelectuales no se dan simplemente para que las disfrutemos; se dan para que podamos entender.

Una mente tiene hambre de conocimiento, como un cuerpo de alimento, y no puede satisfacerse a menos que se vean la raz�n y la verdad de las cosas. Puede objetar que algunos no son capaces de comprender que, de hecho, la providencia divina, los grandes prop�sitos de Dios, se encuentran tan lejos y tan lejos del alcance humano ordinario que resultan incomprensibles para la mayor�a de nosotros. Entonces, �de qu� sirve la revelaci�n? �Se da simplemente para desconcertarnos, para conducirnos en una b�squeda que al final debe dejar a muchos de los buscadores insatisfechos, sin luz ni esperanza? Si es as�, la Biblia se burla de nosotros, los profetas fueron enga�adores, incluso el mismo Cristo no se encuentra Luz del mundo, sino un so�ador que habl� de aquello que nunca podr� realizarse.

No as� empiezo con la duda y termino con la duda. Hay cosas m�s all� de m�; pero no es necesario un conocimiento exacto o definitivo de estos. Dentro de mi alcance y alcance a trav�s de la naturaleza y la religi�n, a trav�s de la Biblia y el Hijo de Dios, est�n los principios que necesito para satisfacer el hambre de mi alma. Y en toda mente sana habr� un deseo por la verdad que, a menudo desconcertado, continuar� hasta que llegue la comprensi�n.

Y aqu� nos sumamos a la disputa del agn�stico, que niega esta exigencia vital del alma. Nuestro pensamiento, que se concentra en la vida y todas sus variadas experiencias: dolor y miedo, desdicha y esperanza, amor amenazado por la muerte pero insaciable, la exaltaci�n del deber, el desconcierto de la ambici�n, el peligro imprevisto y la liberaci�n inesperada, nuestro pensamiento, digo, con estos elementos de la vida, no descansar� en la noci�n de que todo se debe al azar oa fuerzas ciegas, que la evoluci�n nunca puede ser seguida inteligentemente.

"El ateo o agn�stico moderno cae en el mismo error por el que sol�a reprender a la fe cuando desde�osamente nos pide que nos deshagamos de la esperanza de comprender el mundo y del Poder que lo dirige, cuando nos invita a recordar nuestras limitaciones y ocuparnos de nosotros mismos. Cosas dentro de nuestro alcance. �La religi�n sol�a ser objeto de burlas para lisiar las facultades del hombre y negarle el juego completo a su actividad mental.

La incredulidad cient�fica lo hace ahora. Nos restringe a lo visto y temporal y, si es coherente, deber�a rechazar todos los ideales y todos los deseos de un estado "perfecto". El sabio moderno, concentrado en el estudio de las cosas materiales y sus cambios, limit�ndose a lo que puede ser visto, o�do, tocado o analizado por instrumentos, puede que no sienta m�s que desprecio o, digamos, compasi�n por alguien que llora a causa de los problemas.

"�He pecado? Sin embargo, �qu� te he hecho, oh Vigilante de los hombres?

�Por qu� me has puesto por piedra de tropiezo?

�De modo que soy una carga para m� mismo?

�Y por qu� no perdonas mi transgresi�n?

�Y hacer que mi pecado pase? "

Pero el hombre cuya alma est� ansiosa en la b�squeda de la realidad debe esforzarse por arrancar del cielo mismo el secreto de su insatisfacci�n con lo real, su conflicto con lo real y por qu� debe sufrir con tanta frecuencia las mismas fuerzas que sostienen su vida. S�, la pasi�n del alma contin�a. Protesta contra la oscuridad y, por tanto, contra el materialismo. La mente consciente presiona hacia el origen del pensamiento.

El alma debe encontrar un alma eterna divina. Donde la naturaleza abre caminos ascendentes a la raz�n en su b�squeda; donde profetas y sabios han abierto caminos aqu� y all� a trav�s del bosque del misterio; donde los valientes y verdaderos testifican de una luz que han visto y nos invitan a seguir; donde Uno est� alto y radiante sobre la cruz en la que sufri� y se declara la Resurrecci�n y la Vida, all� los hombres avanzar�n, sinti�ndose inspirados para mantener la b�squeda de esa Verdad Eterna sin la esperanza de la cual toda nuestra vida aqu� es un tedioso desfile, un sue�o turbulento, una amarga esclavitud.

En su respuesta a Elifaz, Job primero se apodera de la acusaci�n de impaciencia e indignaci�n apresurada que se hizo al comienzo del cap�tulo quinto. Es muy consciente de que sus palabras fueron precipitadas cuando maldijo su d�a y llor� con impaciencia por la muerte. Al acusarlo de pasi�n rebelde, Elifaz hab�a disparado la �nica flecha que lleg� a casa; y ahora Job, concienzudo aqu�, saca la flecha para mostrarla y la herida.

-�Oh! -Exclama-, si mi pasi�n precipitada fuera debidamente sopesada, y mi miseria se pusiera en la balanza contra ella! Porque entonces, mi miseria, se hallar�a m�s pesada que la arena de los mares; por tanto, �han sido mis palabras erupci�n." Es casi despectivo. S�: admitir� la impaciencia y la vehemencia con que habl�. Pero entonces, �Elifaz hab�a considerado debidamente su estado, el peso de su problema causando una sensaci�n f�sica de indescriptible opresi�n? Que sus amigos lo vuelvan a mirar, un hombre postrado por la dolorosa enfermedad y el dolor, muriendo lentamente en el destierro del leproso.

"Las flechas del Todopoderoso est�n dentro de m�,

El veneno del que bebe mi esp�ritu.

Los terrores de Dios me asedian ".

No debemos caer en el error de suponer que es s�lo el dolor de su enfermedad lo que hace que la miseria de Job sea tan pesada. M�s bien es que sus problemas han venido de Dios; son "las flechas del Todopoderoso". El mero sufrimiento y la p�rdida, incluso hasta el extremo de la muerte, podr�a haberlo soportado sin un murmullo. Pero hab�a pensado que Dios era su amigo. �Por qu� de repente se lanzaron esos dardos contra �l por la mano en la que confiaba? �Qu� quiere decir el Todopoderoso? El malhechor que sufre sabe por qu� est� afligido.

El m�rtir que sufre por la conciencia tiene su apoyo en la verdad de la que da testimonio, la santa causa por la que muere. Job no tiene explicaci�n, no tiene apoyo, no puede entender la providencia. El Dios con quien se supon�a que estaba en paz de repente se convierte en un Poder incomprensible e iracundo, arruinando y destruyendo la vida de Su siervo. Existencia envenenada, lecho de cenizas envuelto de terrores, �es de extra�ar que palabras apasionadas broten de sus labios? Un grito es el �ltimo poder que le queda.

As� ocurre con muchos. La aparente inutilidad de sus sufrimientos, la imposibilidad de rastrearlos a alguna causa en su historia pasada, en una palabra, el misterio del dolor confunde la mente y agrega a la angustia y la desolaci�n un horror indescriptible de la oscuridad. A veces, precisamente contra lo que se protege es contra lo que sucede; La mejor inteligencia de un hombre parece refutada por el destino o el azar. �Por qu� ha sido elegido entre los muchos para esto? �Vienen todas las cosas por igual a todos, justos y malvados? El problema se vuelve terriblemente agudo en el caso de hombres y mujeres serios y temerosos de Dios que a�n no han encontrado la verdadera teor�a del sufrimiento.

La resistencia para los dem�s no siempre explica. No todos pueden descansar en eso. Ni a menos que hablemos falsamente por Dios, valdr� decir: Estas aflicciones han ca�do sobre nosotros por nuestros pecados. Porque incluso si la conciencia no desmiente esa afirmaci�n, como lo hizo la conciencia de Job, la pregunta exige una respuesta clara por qu� deben sufrir los penitentes, los que creen, a quienes Dios no les imputa iniquidad. Si es por nuestras transgresiones que sufrimos, o nuestra propia fe y religi�n son vanas, o Dios no perdona excepto en la forma, y ??la ley del castigo conserva su fuerza.

Tenemos aqu� la seria dificultad de que las ficciones legales parecen mantenerse firmes incluso en los tratos del Alt�simo con aquellos que conf�an en �l. Muchos todav�a est�n en el peor de los problemas por la misma raz�n que Job, y podr�an usar sus mismas palabras. Se les ense�a a creer que: el sufrimiento est� invariablemente relacionado con las malas acciones y siempre en proporci�n a ellas, no pueden encontrar en su vida pasada grandes transgresiones por las cuales deban ser atormentados por un dolor constante o mantenidos en una penosa penuria y desilusi�n.

Adem�s, hab�an imaginado que a trav�s de la mediaci�n de Cristo sus pecados ser�an expiados y su culpa borrada. �Qu� extra�o error hay en el credo o en el mundo? �Nunca han cre�do? �Se ha vuelto Dios contra ellos? Entonces preguntan en la oscuridad.

Sin embargo, la verdad, como se mostr� en un cap�tulo anterior, es que el sufrimiento no tiene proporci�n con la culpa del pecado, sino que est� relacionado en el esquema de la providencia divina con la vida en este mundo, su movimiento, disciplina y perfeccionamiento en el individuo y la raza. Las aflicciones, los dolores y las aflicciones se asignan tanto a los mejores como a los peores, porque todos deben ser probados e impulsados ??desde una fe y una espiritualidad imperfectas hasta el vigor, la constancia y el valor del alma.

El principio no est� expresado claramente en el libro de Job, pero lo subyace, ya que la verdad debe ser la base de toda cr�tica genuina y toda imagen fiel de la vida humana. La inspiraci�n del poema es presentar los hechos de la experiencia humana que s�lo la respuesta real puede satisfacer. Y en el discurso que ahora estamos considerando, algunos puntos de vista imperfectos y err�neos son tan completamente a un lado que su supervivencia es casi inexplicable.

Comenzando por el quinto verso tenemos una serie de preguntas algo dif�ciles de interpretar: -

�Rebuzna el asno salvaje cuando tiene hierba?

�O deja el buey sobre su forraje?

�Se puede comer lo que no es sabroso, sin sal?

�O hay alg�n sabor en la clara de un huevo?

Mi alma se niega a tocarlos;

Son para m� como pan enmohecido ".

Algunos se supone que estas preguntas describen sarc�sticamente las palabras sin sabor de Elifaz, su "solemne e impertinente prosperar". Sin embargo, esto romper�a la continuidad del pensamiento. Otro punto de vista hace referencia a las aflicciones de Job, que se supone que debe comparar con la comida ins�pida y repugnante. Pero parece poco natural tomar esto como significado. El dolor, el dolor y la p�rdida que hab�a sufrido no eran ciertamente como la clara de un huevo.

Pero ya ha hablado salvajemente, sin raz�n, y ahora se siente a punto de estallar de nuevo en un lenguaje impaciente similar. Ahora bien, el asno mont�s no se queja cuando tiene pasto, ni el buey cuando tiene forraje; as� que, si su mente tuviera las explicaciones necesarias de los dolorosos problemas que est� soportando, no se impacientar�a, no se quejar�a. Su alma anhela conocer la raz�n de las calamidades que oscurecen su vida.

Nada de lo que se ha dicho le ayuda. Cada sugerencia que se le presenta a su mente es trivial y vana, sin la sal de la sabidur�a, como la clara de un huevo, u ofensiva, desagradable. Despiadadamente sincero, no fingir� estar satisfecho cuando no lo est�. Su alma se niega a tocar las explicaciones y razones ofrecidas. En verdad, le son como pan enmohecido. Es su propia impaciencia, sus fuertes gritos y preguntas, lo que desea explicar; no ataca a Elifaz con sarcasmo, sino que se defiende.

En este punto hay una breve pausa en el discurso. Como despu�s de una pausa, debido a un agudo dolor, Job exclama: "�Oh, si Dios quisiera destruirme!" Hab�a sentido que se acercaba el paroxismo; se hab�a esforzado por contenerse, pero la tortura lo impulsa, como antes, a llorar por la muerte. Una y otra vez en el transcurso de sus discursos ocurren giros repentinos de este tipo, puntos en los que se manifiesta el sentimiento dram�tico del escritor.

�l har� que recordemos la terrible enfermedad y tengamos en cuenta continuamente el lugar de los pensamientos. Job se hab�a despertado al comenzar su respuesta y, por un momento, la ansiedad hab�a superado el dolor. Pero ahora retrocede, dominado por una cruel enfermedad que parece ser mortal. Luego habla:

"Oh, que pudiera tener mi petici�n, que Dios me diera lo que anhelo, incluso que Dios se complacer�a en aplastarme, que soltar�a su mano y me arrancar�a; y a�n tendr�a consuelo, deber�a incluso regocijarse en medio de un dolor implacable, porque no he negado las palabras del Santo ".

El anhelo de muerte que ahora vuelve a Job no es tan apasionado como antes; pero su grito es igualmente urgente e incondicional. Como ya hemos visto, en ning�n momento del drama se le atribuye ning�n movimiento hacia el suicidio. No se pregunta, como Hamlet de Shakespeare, cuya posici�n es en algunos aspectos muy similar, consigo mismo,

"Si es m�s noble en la mente sufrir

Las hondas y flechas de la indignante fortuna,

O tomar las armas contra un mar de problemas,

�Y al oponerse a acabar con ellos? "

Tampoco podemos decir que Job sea disuadido del acto de autodestrucci�n por el pensamiento de Hamlet,

"El miedo a algo despu�s de la muerte

que nos hace m�s bien soportar esos males que tenemos

Que volar a otros que no conocemos ".

Job todav�a tiene el temor y la fe de Dios, y ni siquiera la presi�n del "dolor implacable" puede moverlo a tomar en sus propias manos el fin de ese tormento que Dios le ordena soportar. Es demasiado piadoso incluso para so�ar con eso. Un verdadero oriental, con la firme convicci�n de que se debe hacer la voluntad de Dios, podr�a morir sin un murmullo, con un valor m�s que estoico; pero un suicidio no puede ser. Y de hecho, la Biblia, que nos dice que la mayor�a de los hombres de mente sana, tiene pocos suicidios que registrar. Sa�l, Zimri, Ahitofel, Judas, se apartan as� de la deshonra y la condenaci�n; pero estos son todos los que, con impaciencia y cobard�a, se vuelven contra el decreto de vida de Dios.

Aqu�, entonces, el fuerte sentimiento religioso del escritor le obliga a rechazar aquello que los poetas del mundo han utilizado para dar el mayor efecto a su obra. Desde los dramaturgos griegos, pasando por Shakespeare hasta Browning, el drama est� lleno de esa disputa con la vida que vuela al suicidio. En esta gran obra, como bien podr�amos llamarla, de fe y genio sem�ticos, las ideas son magistrales, el dominio de la verdad universal es sublime.

Quiz�s el autor no era plenamente consciente de todo lo que sugiere, pero siente que el suicidio no tiene fin: no resuelve nada; y su problema debe resolverse. El suicidio es un intento de evasi�n en una esfera donde la evasi�n es imposible. Dios y el alma tienen una controversia juntos, y la controversia debe resolverse en un problema.

Job no ha maldecido a Dios ni ha negado sus palabras. Con esta conciencia tranquila, no tiene miedo de morir; sin embargo, para cumplirlo, debe esperar la decisi�n del Todopoderoso: que agradar�a a Dios aplastarlo o arrancarlo como una rama del �rbol de la vida. La perspectiva de la muerte, si se la concediera Dios, lo revivir�a para el �ltimo momento de resistencia. Saltar�a para recibir el golpe, el golpe de Dios, la promesa de que Dios era bondadoso con �l despu�s de todo.

Donde se encuentra, el Archimiedo en una forma visible,

Sin embargo, el hombre fuerte debe irse:

Porque el viaje est� hecho y la cumbre alcanzada,

Y caen las barreras

Aunque hay una batalla que pelear antes de ganar la guerra,

La recompensa de todo

Odiar�a que la muerte me vendara los ojos y me abstuviera,

Y me dijo que me arrastrara.

Seg�n Elifaz, s�lo hab�a un camino para el que sufr�a. Si Job se inclinaba humildemente reconociendo su culpabilidad y buscaba a Dios con arrepentimiento, entonces vendr�a la recuperaci�n; la mano que golpeaba lo curar�a y lo pondr�a en alto; todo el gozo y el vigor de la vida se renovar�an, y despu�s de otro largo curso de prosperidad, llegar�a por fin a la tumba cuando una mata de ma�z se llevara a casa en su temporada. Al recordar esta promesa simplista, Job dice que es totalmente incongruente con su estado. Es un leproso; �l est� muriendo.

"�Cu�l es mi fuerza para esperar,

�Y cu�l es mi plazo para que tenga paciencia?

�Es mi fuerza la fuerza de las piedras?

�Mi carne es de bronce?

�No se ha ido mi ayuda dentro de m�?

�Y la energ�a me ha quitado bastante?

Su condici�n es desesperada. �Qu� puede buscar sino la muerte? H�blale de un nuevo t�rmino; estaba a�adiendo burla a la desesperaci�n. Pero morir�a siendo fiel a Dios y, por lo tanto, busca el fin del conflicto. Si iba a seguir viviendo, no podr�a estar seguro de s� mismo, especialmente cuando, con fuerzas d�biles, tuvo que soportar las n�useas y los aguijones de la enfermedad. Hasta ahora puede enfrentarse a la muerte como deber�a hacerlo un jefe.

La segunda parte del discurso comienza en el vers�culo catorce del cap�tulo 6. ( Job 14:6 ) Aqu� Job se despierta de nuevo, y esta vez para atacar a sus amigos. El lenguaje de su portavoz le hab�a sido dirigido desde una altura de supuesta superioridad moral, y esto hab�a despertado en Job un resentimiento bastante natural. Sin duda los tres amigos mostraron simpat�a.

No pod�a olvidar el largo viaje que hab�an hecho para consolarlo. Pero cuando pens� en c�mo en su prosperidad hab�a entretenido a menudo a estos hombres, hab�a hablado con ellos sobre los caminos de Dios, hab�a abierto su coraz�n y les hab�a mostrado toda su vida, se maravill� de que ahora pudieran fallar en lo que m�s deseaba. -comprensi�n. El conocimiento que ten�an de �l deber�a haber hecho imposible la sospecha, porque ten�an el testimonio de toda su vida.

El autor no es injusto con sus defensores de la ortodoxia. Fallan donde todos ellos tienen una forma de fallar. Si su v�ctima en el poema presiona hacia el sarcasmo punzante y finalmente sobrepasa los l�mites de la cr�tica justa, no hay que sorprenderse. No pretende ser un tipo de persona mansa y autodespreciable que deja pasar la calumnia sin protestar. Si lo han tratado mal, les dir� en la cara lo que piensa. Su falta de justicia podr�a hacer que un hombre d�bil se deslice y se pierda.

La compasi�n de su amigo se debe al desesperado,

No sea que abandone el temor del Todopoderoso:

Pero mis hermanos han enga�ado como un torrente,

Como los arroyos del barranco que pasan,

Que se vuelven negruzcos con el hielo,

En el que se disuelve la nieve.

A la hora que se calientan se desvanecen,

Cuando hace calor, se secan de su lugar.

Las caravanas se desv�an

Suben al desierto y mueren.

Mirad las caravanas de Tema,

Los mercaderes de Sab� los esperan.

Se avergonzaron de haber confiado,

Se acercaron a ellos y se sonrojaron.

Aun as�, ahora no sois nada.

El genio po�tico del escritor se desborda aqu�. La alegor�a es hermosa, el ingenio agudo, el conocimiento abundante; sin embargo, en cierto sentido, tenemos que perdonar la interposici�n. Job no est� de humor para representar su decepci�n con una imagen tan elaborada. Naturalmente, buscar�a un modo de expresi�n m�s agudo. Sin embargo, el pasaje no debe ser juzgado por nuestras reglas dram�ticas modernas. Este es el ejemplo m�s antiguo de la historia filos�fica, y las im�genes de palabras elaboradas son parte de la literatura de la pieza.

Aceptamos el placer de seguir una descripci�n que se supone que Job pint� con humor melanc�lico.

La escena est� en el desierto, a varios d�as de viaje desde el Jauf, ese valle ya identificado como la regi�n en la que viv�a Job. M�s all� del Nefood, hacia el oeste, se eleva el Jebel Tobeyk, una alta cordillera cubierta en invierno con nieve profunda, cuyo derretimiento llena los barrancos con rugientes arroyos. Las caravanas cruzan el desierto desde Tema, que se encuentra a siete d�as de viaje al sur del Jauf, y desde Sheba a�n m�s en la misma direcci�n.

Est�n en marcha a principios de verano y, al no tener agua, se desv�an hacia el oeste hacia uno de los barrancos donde se espera que siga fluyendo un arroyo. Pero, �ay de la vana esperanza! En el wadi no hay m�s que piedras y arena seca, burl�ndose de la sed del hombre y la bestia. Aun as�, dice Job a sus amigos, vosotros sois traidores; no sois nada. Busqu� las refrescantes aguas de la simpat�a, pero sois barrancos vac�os, arena seca.

En mis d�as de prosperidad brotabas de amistad. Ahora, cuando tengo sed, ni siquiera ten�is piedad. "Veis un terror y ten�is miedo". Estoy terriblemente afligido. Temes que si te compadeces de m�, podr�as provocar la ira de Dios.

Desde este punto se vuelve contra ellos con reproche. �Les hab�a pedido algo, regalos de sus reba�os o tesoros, ayuda para recuperar su propiedad? Sab�an que no hab�a solicitado tal servicio. Pero una y otra vez Elifaz hab�a sugerido que estaba sufriendo como un malhechor. �Le dir�an entonces, sin rodeos, c�mo y cu�ndo hab�a transgredido? "Cu�n contundentes son las palabras de rectitud", palabras que van directo al grano; pero en cuanto a su reprensi�n, �a qu� lleg�? Hab�an captado su queja.

Los hombres de experiencia deben saber que la charla de un hombre desesperado es para el viento, para ser arrastrada y olvidada, no para ser cautivada. Y aqu� del sarcasmo pasa a la invectiva. Su temperamento, les dice, es tan duro e insensible que est�n en condiciones de echar suertes sobre el hu�rfano y regatear por un amigo. Ser�an culpables incluso de vender como esclavo a un pobre ni�o hu�rfano arrojado por su caridad.

"Al�grate de mirarme", grita; "Seguramente no te mentir� en la cara. Regresa, no dejes que se haga nada malo. Repasa mi vida. Que no haya injusticia. A�n as�, mi causa es justa". Ten�an que admitir que �l era tan capaz de distinguir el bien del mal como ellos. Si eso no se conced�a, entonces toda su vida ser�a en vano, y su amistad tambi�n.

En esta v�vida y entusiasta discusi�n hay al menos gran parte de la naturaleza humana. Abunda en toques naturales comunes a todos los tiempos y en astuta percepci�n ir�nica. Los sarcasmos de Job no solo afectan a sus amigos, sino tambi�n a nuestras vidas. Las palabras de los hombres que est�n dolorosamente sacudidos por los problemas, e incluso sus hechos, deben ser juzgadas teniendo en cuenta las circunstancias. Un hombre retrocedido cent�metro a cent�metro en una pelea con el mundo, irritado por la derrota, frustrado en sus planes, fallando en sus c�lculos, qu� f�cil es criticarlo desde el punto de vista de una carrera exitosa, alta reputaci�n, un buen equilibrio en el banquero! Las palabras apresuradas de quien se encuentra en dolorosa angustia, posiblemente debido a su propia ignorancia y descuido, qu� f�cil es reconocerlas en su contra, encontrar en ellas abundantes pruebas de que es un incr�dulo y un brib�n, y as� pasar a ofrecer en el templo la oraci�n del fariseo. Pero, f�cil y natural, es b�sico.

El autor de nuestro poema hace bien en poner el l�tigo de su inspirado desprecio sobre tal temperamento. El que almacena en la memoria las r�pidas palabras de un que sufre y las trae a colaci�n poco a poco para demostrar que se merece todos sus problemas, ese hombre echar�a suertes sobre el hu�rfano. No es un cargo injusto. �Oh, por el sentimiento humano, la gentil verdad, el ego�smo, el miedo a la falsedad! Es tan f�cil ser duro y piadoso.

Comenzando otra estrofa, Job se aparta de sus amigos, de las sabias afirmaciones e insinuaciones, para encontrar, si puede, una filosof�a de la vida humana, luego para reflexionar una vez m�s con dolor sobre su estado, y finalmente para luchar en urgente s�plica con el M�s alta. El cap�tulo s�ptimo, en el que trazamos esta l�nea de pensamiento, aumenta en patetismo a medida que avanza y se eleva al cl�max de una exigencia sumamente atrevida que no es blasfema porque es enteramente franca, profundamente seria.

Los amigos de Job se han maravillado de sus sufrimientos. �l mismo ha tratado de encontrar la raz�n de ellos. Ahora lo busca de nuevo en un estudio de la vida del hombre:

"�No tiene el hombre servicio de guerra en la tierra?

�Y como los d�as de un asalariado no son los suyos? "

El pensamiento de la necesidad se apodera de Job, de que el hombre no es su propio amo; que un Poder al que no puede resistir asigna su tarea, ya sea de acci�n o de resistencia, para luchar en la batalla ardiente o para sufrir con cansancio. Y hay verdad en la concepci�n; s�lo que es una verdad inspiradora o deprimente, ya que el Poder supremo se encuentra en el car�cter noble o la fuerza sin sentido. En tiempos de prosperidad, este pensamiento de un decreto inexorable no habr�a causado ninguna perplejidad a Job, y su juicio habr�a sido que el Irresistible es sabio y bondadoso.

Pero ahora, debido a que la sombra ha ca�do, todo aparece en un color l�gubre y la vida del hombre una amarga servidumbre. Como esclavo, anhelando la sombra, anhelando terminar su trabajo, Job considera al hombre. Durante meses de vanidad y noches de cansancio espera, largas noches aburridas por el dolor, a trav�s de las lentas horas de las que se mueve de un lado a otro en la miseria. Su carne est� cubierta de gusanos y una costra de tierra, su piel se endurece y se rompe.

Sus d�as son m�s fr�giles que una telara�a ( Job 7:6 ) y llegan a su fin sin esperanza. La miseria lo domina y clama a Dios.

"Oh recuerda, un respiro es mi vida

Nunca m�s mis ojos ver�n bien ".

�Considera el Todopoderoso el poco tiempo que le queda? �Seguramente un destello podr�a romperse antes de que todo se oscurezca! Pronto estar� fuera de la vista, s�, fuera de la vista de Dios mismo, como una nube que se desvanece. Su lugar estar� en el Seol, la regi�n de la mera existencia, no de la vida, donde el ser de un hombre se disuelve en sombras y sue�os. Dios debe saber que esto le est� sucediendo a Job. Sin embargo, angustiado, antes de morir, protestar� con su Hacedor: "No refrenar� mi boca, har� mi queja en la amargura de mi alma".

De hecho, es sorprendente la protesta que sigue. Una lucha contra esa creencia en un destino nefasto que tanto ha da�ado el car�cter oriental da vehemencia a su apelaci�n; porque Dios no debe perderse. Su mente se representa como si fuera al extranjero para encontrar en la naturaleza lo que es m�s ingobernable y se supone que requiere mayor vigilancia y moderaci�n. Cambio tras cambio, golpe tras golpe, su poder se ha reducido; hasta que al fin, sumido en una impotencia abyecta, yace, hundido al borde del camino.

Tampoco se le permite el �ltimo consuelo de la naturaleza in extremis; no est� inconsciente; no puede dormir su miseria. Por la noche lo atormentan sue�os atormentadores, y las visiones forman como un terrible muro contra �l. �l existe en el sufrimiento, perpetuamente irritado. Con todo esto en su conciencia, pregunta:

"�Soy un mar o un monstruo marino?

Para que me guardes?

En una figura atrevida se imagina al Alt�simo que pone un l�mite al mar ejerciendo la misma moderaci�n sobre �l, o cerr�ndole el paso como si fuera un enorme monstruo de las profundidades. Un cierto humor sombr�o caracteriza la imagen. Sus amigos han denunciado su impetuosidad. �Es tan feroz a los ojos de Dios? �Puede su rabia ser tan salvaje? Ciertamente, es extra�a la moderaci�n que se le pone a uno que est� consciente de haber buscado servir a Dios y a su �poca.

Con l�stima de s� mismo, con un sentido interior de lo absurdo de la noci�n, se imagina al Todopoderoso rodeando su s�rdido lecho con los horribles sue�os y espectros del delirio, bloque�ndole el camino como si fuera una inundaci�n furiosa. "Detesto la vida", grita; "No vivir�a para siempre. D�jame solo, porque mis d�as son un vapor". No me lastimes y me encierres con Tus terrores que no permiten libertad, ninguna esperanza, nada m�s que un cansado sentido de impotencia. Y luego su protesta se vuelve a�n m�s audaz.

"�Qu� es el hombre", pregunta un salmista, "para que te acuerdes de �l, y el hijo del hombre, para que le visites?" Se observa con asombro el pensamiento de Dios de un ser tan insignificante e insignificante. Pero Job, se�alando de la misma manera la peque�ez del hombre, vuelve la pregunta de otra manera: - "�Qu� es el hombre para que lo magnifiques, y pongas tu coraz�n en �l? �Que lo visites todas las ma�anas y lo pruebes en todo momento?"

�No tiene el Todopoderoso algo m�s importante para involucrarlo que presiona con fuerza sobre la leve personalidad del hombre? �No podr�a dejarlo solo un poco? �No podr�a el ojo vigilante apartarse de �l ni siquiera por un momento? Y finalmente, llegando a la suposici�n de que pudo haber transgredido y puesto bajo el juicio del Alt�simo, incluso se atreve a preguntar por qu� deber�a ser eso:

"�He pecado? Sin embargo, �qu� te he hecho?

�T�, vigilante de los hombres?

�Por qu� me has puesto como tu trasero?

�De modo que soy una carga para m� mismo?

�Y por qu� no perdonas mi transgresi�n?

�Y hacer que mi pecado pase? "

�C�mo puede su pecado haber herido a Dios? Muy por encima de los hombres habita y reina el Todopoderoso. Ning�n impacto de revuelta humana puede afectar Su trono. Es extra�o que un hombre, incluso si ha cometido alguna falta o descuidado alg�n deber, sea como un bloque de madera o piedra ante los pies del Alt�simo, hasta que, magullado y quebrado, ya no le importa la existencia. Si se ha cometido iniquidad, �no puede el Gran Dios perdonarla, pasarla por alto? Eso ser�a m�s como el Gran Dios. S�; pronto Job estar�a en el polvo de la muerte. El Todopoderoso descubrir�a entonces que hab�a ido demasiado lejos. "Me buscar�s, pero no estar�".

Un hombre piadoso nunca puso palabras m�s atrevidas en la boca de otro representado como piadoso; y todo el pasaje muestra cu�n atrevida puede ser la piedad. El escritor inspirado de este libro conoce a Dios demasiado bien, lo honra demasiado profundamente como para tener miedo. El Padre Eterno no ve con atenci�n las ofensas de las criaturas que ha creado. �No puede un hombre ser franco con Dios y decir lo que hay en su coraz�n? Seguro que puede. Pero debe ser completamente serio. Nadie que juegue con la vida, con el deber, con la verdad o con la duda puede protestar as� con su Hacedor.

De hecho, hay un aspecto de nuestra peque�a vida en el que el pecado puede parecer demasiado lamentable, demasiado impotente para que Dios lo busque. "El hombre, como la hierba son sus d�as; como la flor del campo, as� florece". S�lo cuando vemos que la Justicia infinita est� involucrada en las infracciones min�sculas de la justicia, que debe reparar la iniquidad cometida por manos d�biles y reivindicar el ideal que anhelamos y que tan a menudo infringimos; s�lo cuando vemos esto y nos damos cuenta con ello de la grandeza de nuestro ser, hecho para la justicia y el ideal, para el conflicto moral y la victoria; s�lo, en resumen, cuando conocemos la responsabilidad, nos horroriza el pecado y comprendemos el significado del juicio.

Job est� aprendiendo aqu� la sabidur�a y santidad de Dios que son correlativas a Su gracia y nuestra responsabilidad. A trav�s de la prueba y el dolor y estas dolorosas batallas con la duda, est� entrando en la plenitud de la herencia del conocimiento y el poder espirituales.

Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre Job 6". "El Comentario Bíblico del Expositor". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/teb/job-6.html.
 
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