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Miqueas 1

El Comentario Bíblico del ExpositorEl Comentario Bíblico del Expositor

Versículos 1-16

MICAH LA MORASTITA

Miqueas 1:1

ALGUNA VEZ en el reinado de Ezequ�as, cuando el reino de Jud� todav�a estaba inviolable, pero temblando por el impacto de la ca�da de Samaria, y probablemente mientras Sarg�n el destructor se abr�a paso m�s all� de Jud� para encontrarse con Egipto en Rafia, un profeta de Jud� de Jud�. el nombre de Miqueas, de pie a la vista de la marcha asiria, atac� los pecados de su pueblo y profetiz� su pronto derrocamiento bajo el mismo diluvio de guerra.

Si estamos en lo cierto en nuestra conjetura, el a�o exacto fue 720-719 aC. Am�s hab�a estado en silencio durante treinta a�os. Mangueras apenas quince; Isa�as estaba en la mitad de su carrera. El t�tulo del libro de Miqueas afirma que �l hab�a profetizado previamente bajo Jotam y Acaz, y aunque lo hemos visto posible, de ninguna manera est� probado que ciertos pasajes del libro datan de estos reinados.

A Miqueas se le llama morastita. Miqueas 1:1 , Jeremias 26:18 Para esta designaci�n no parece haber otro significado que el de un nativo de Moresheth-Gath, un pueblo mencionado por �l mismo. Miqueas 1:14 Significa Propiedad o Territorio de Gat, y despu�s de la ca�da de este �ltimo, que a partir de este momento ya no aparece en la historia, Moresheth pudo haber sido usado solo. Compare los casos an�logos de Helkath (porci�n de) Galilea, Ataroth, Chesulloth e Iim.

En nuestra ignorancia de la posici�n de Gat, deber�amos tener la misma culpa acerca de Moresheth, porque el nombre se ha desvanecido, si no fuera por una o dos pruebas plausibles. Moresheth, perteneciente a Gat, debi� estar cerca de la frontera filistea: las ciudades entre las que Miqueas la incluye est�n situadas en esa regi�n; y Jer�nimo declara que el nombre �aunque la forma, Morasthi, en la que lo cita es sospechosa� exist�a en su �poca en una peque�a aldea al este de Eleutheropolis o Beit-Jibrin. Jer�nimo cita a Morasthi como distinto del vecino Mareshah, que tambi�n es citado por Miqueas al lado de Moresheth-Gath.

Moreset era, por tanto, un lugar en la Sefela, o cadena de colinas bajas que se encuentran entre la regi�n monta�osa de Jud� y la llanura filistea. Es la exposici�n opuesta a la del desierto de Tekoa, a unas diecisiete millas de distancia a trav�s de la cuenca. As� como la casa de Amos est� vac�a y desierta, la casa de Miqueas es hermosa y f�rtil. Las colinas irregulares de creta est�n separadas por amplias ca�adas, en las que el suelo es aluvial y rojo, con espacio para campos de ma�z a ambos lados de los arroyos perennes o casi perennes.

Los olivares en los braes son m�s finos que los de la llanura de abajo o los de la meseta de Judea arriba. Hay hierba para el ganado. Las abejas murmuran por todas partes, las alondras cantan, y aunque hoy en d�a puedes vagar por el laberinto de colinas durante horas sin encontrarte con un hombre o sin ver una casa, nunca te pierdes de vista los rastros de una antigua morada, y rara vez m�s all� del sonido del ser humano. Pastores de voz y labradores que llaman a sus reba�os y entre s� a trav�s de las ca�adas.

No existen las condiciones ni las ocasiones de una gran ciudad. Pero, al igual que el sur de Inglaterra, el pa�s es uno de pueblos y granjas, engendrando buenos labradores, hombres satisfechos y enamorados de su suelo, pero vecinos con una visi�n lejana y una aguda vigilancia y sensibilidad. La Sefel� est� lo suficientemente separada de la capital y el cuerpo de la tierra para engendrar en sus hijos una independencia de mente y sentimiento, pero tanto al borde del mundo abierto como para dotarlos al mismo tiempo de ese sentido de las responsabilidades de guerra, que los estadistas nacionales, distantes y c�modos en Si�n, no podr�an haber compartido.

Sobre una de las terrazas m�s al oeste de esta Sefela, a casi trescientos metros sobre el nivel del mar, se encontraba el propio Moresheth. Hay una gran vista a trav�s de la llanura ondulada con sus ciudades y fortalezas, Laquis, Eglon, Shaphir y otras, m�s all� de las cuales corre la carretera de la costa, la famosa ruta de guerra entre Asia y �frica. Ashdod y Gaza son apenas perceptibles contra el brillo del mar, a veintid�s millas de distancia.

Detr�s ruedan las colinas redondas cubiertas de arbustos de la Sefela, con el dominio de David en Adullam, el campo donde luch� contra Goliat, y muchos otros escenarios de guerra fronteriza; mientras que sobre ellos se eleva el alto muro de la meseta de Judea, y los desfiladeros lo atraviesan hasta Hebr�n y Bel�n.

La boca del valle cerca de la cual se encuentra Moresheth siempre ha formado la entrada suroeste de Judea, la puerta filistea o egipcia, como podr�a llamarse, con su puesto de avanzada en Laquis, doce millas a trav�s de la llanura. Los caminos convergen en esta boca del valle desde todos los puntos cardinales. Beit-Jibrin, que se encuentra all�, est� a medio camino entre Jerusal�n y Gaza, a unas veinticinco millas de cualquiera de las dos, a diecinueve millas de Bel�n y a trece de Hebr�n.

Visite el lugar en cualquier punto de la larga historia de Palestina y lo encontrar� lleno de pasajeros o un centro de campa�a. Asa derrot� a los et�opes aqu�. Los Macabeos y Juan Hircano disputaron Maresah, a dos millas de distancia, con los idumeos. Gabinius fortific� a Mare-shah. Vespasiano y Saladino consideraron necesaria la ocupaci�n del valle antes de marchar sobre Jerusal�n. Septimius Severus hizo de Beit-Jibrin la capital de la Sefel� y traz� caminos militares, cuyas aceras a�n se desprenden de ella en todas direcciones.

El Onomasticon mide las distancias en la Sefel� desde Beit-Jibrin. La mayor�a de los primeros peregrinos de Jerusal�n por Gaza al Sina� o Egipto pasaron por �l, y fue un centro de operaciones cruzadas, ya sea contra Egipto durante el reino latino o contra Jerusal�n durante la Tercera Cruzada. No fue diferente el lugar en la �poca de Miqueas. Miqueas debi� haber visto pasar por su puerta las frecuentes embajadas que Isa�as nos dice que bajaron a Egipto desde la corte de Ezequ�as, y vio regresar esos subsidios egipcios en los que un pueblo necio pon�a su confianza en lugar de su Dios.

En contacto, entonces, con la capital, sintiendo cada latido de su locura y su p�nico, pero de pie en esa frontera que debe, como �l cre�a, soportar el peso de la invasi�n que sus cr�menes estaban atrayendo, Micah alz� la voz. Fueron d�as de mucha emoci�n. Las palabras de Am�s y Oseas se hab�an cumplido en el norte de Israel. �Deber�a escapar Jud�, cuya injusticia e impureza eran tan flagrantes como las de su hermana? Era en vano pensar eso.

Los asirios hab�an llegado hasta su frontera norte. Isa�as esperaba su asalto al monte Sion. La controversia del Se�or no se cerr�. Micah convocar� a toda la tierra para escuchar la vieja acusaci�n y la sentencia a�n sin agotar.

El profeta habla:

O�d, pueblos todos; o�d, tierra, y su plenitud; para que el SE�OR est� entre vosotros para testificar al SE�OR desde su santo templo; porque he aqu�, el SE�OR sale de su lugar, desciende y marcha sobre las alturas. de la tierra."

"Fundidos son los montes debajo de �l, y los valles se abren de par en par, como cera frente al fuego como agua derramada sobre una cascada".

Dios habla: -

Porque todo esto es la rebeli�n de Jacob, Y por los pecados de la casa de Israel. �Cu�l es la transgresi�n de Jacob? �No es Sarnaria? �Y cu�l es el pecado de la casa de Jud�? �No es Jerusal�n? Convierto a Samaria en una ruina del campo, y en terrazas de vi�edos; y derramo sus piedras en la ca�ada, y pongo sus cimientos. Todas sus im�genes est�n destrozadas, y todos sus empleados son quemados en el fuego; los �dolos quedo desolado, porque del salario de una ramera fueron recogidos, y al salario de una ramera se volvieron ".

El profeta habla:

"Por esto d�jame llorar, d�jame llorar. D�jame andar descalzo y despojado (de mi manto), d�jame hacer lamentos como los chacales, y lamentarme como las hijas del desierto, porque su golpe es desesperado; s�, ha �Venid a Jud�! Ha herido hasta la puerta de mi pueblo. Hasta Jerusal�n ".

Dentro de la capital misma, Isa�as tambi�n estaba registrando la extensi�n de la invasi�n asiria a sus murallas, pero con un temperamento diferente. Isa�as 10:28 Estaba lleno de la exultante seguridad de que, aunque estaba en la misma puerta, el asirio no pod�a da�ar la ciudad de Jehov�, sino que deb�a caer cuando levantara su imp�a mano contra ella.

Miqueas no tiene esa esperanza: est� abrumado con la idea del peligro de Jerusal�n. Por provincial que sea, y lleno de ira por el peligro al que los pol�ticos de Jerusal�n hab�an arrastrado a todo el pa�s, lamenta profundamente el peligro de la capital, "la puerta de mi pueblo", como la llama cari�osamente. Por tanto, no debemos exagerar el contraste que frecuentemente se establece entre Isa�as y �l mismo. Para Miqueas tambi�n Jerusal�n era querida, y su predicci�n posterior de su derrocamiento Miqueas 3:12 debe leerse con el acento de este duelo previo por su peligro.

Sin embargo, su coraz�n se aferra m�s a su propia casa, y mientras Isa�as describe al asirio entrando a Jud� desde el norte por Migr�n, Micmash y Nob, Miqueas anticipa la invasi�n por la puerta opuesta de la tierra, a la puerta de su propia aldea. Su eleg�a recorre el paisaje tan querido para �l. Esta provincia oscura era incluso m�s que Jerusal�n su mundo, el mundo de su coraz�n. Nos da un vivo inter�s por el hombre que el destino de estos peque�os pueblos, muchos de ellos desaparecidos, despierte en �l m�s pasi�n que las fortunas de la propia Sion.

En tal pasi�n podemos encarnar su esp�ritu. Micah ya no es un libro ni una oraci�n, sino de carne y hueso en un hogar y un campo propios. Lo vemos en la azotea de su casa derramando sus palabras ante las colinas y la extensa tierra pagana. En el nombre de cada aldea a la vista, lee un s�mbolo de la maldici�n que est� llegando a su pa�s y de los pecados que se han ganado la maldici�n.

De modo que algunos de los m�s grandes poetas han captado su m�sica en los arroyos sin nombre de los campos de su ni�ez; y muchos profetas han aprendido a leer la tragedia del hombre y el veredicto de Dios sobre el pecado en su experiencia de la vida de la aldea. Pero hab�a m�s que sentimiento en la elecci�n de Miqueas de su propio pa�s como escenario de la invasi�n asiria. Ten�a mejores razones para sus temores que Isa�as, quien imagin� la llegada de los asirios desde el norte.

Porque es notable c�mo los invasores de Judea, desde Senaquerib hasta Vespasiano y desde Vespasiano hasta Saladino y Ricardo, han evitado el acceso norte a Jerusal�n y se han esforzado por llegar a ella por la misma puerta en la que Miqueas estaba de luto. Tambi�n ten�a este motivo mayor para su miedo, ese Sarg�n; como hemos visto, en realidad estaba en el vecindario, marchando hacia la derrota del patr�n elegido de Jud�, Egipto.

�No era probable que, cuando este �ltimo fuera derrocado, Sarg�n se volviera contra Jud� por medio de Laquis y Maresa? Si tenemos esto en cuenta, apreciaremos, no s�lo la ansiedad cari�osa, sino la previsi�n pol�tica que inspira el siguiente pasaje, que, para nuestro gusto occidental, es tan extra�amente interpretado en una serie de juegos de nombres de lugares. La desaparici�n de muchos de estos nombres, y nuestra ignorancia de las transacciones a las que aluden los vers�culos, a menudo hacen que tanto el texto como el significado sean muy inciertos.

Micah comienza con el conocido juego sobre el nombre de Garb; el Acco con el que acopla es o el puerto fenicio al norte del Carmelo, el moderno Acre, o alg�n pueblo filisteo, desconocido para nosotros, pero en cualquier caso la l�nea forma con el anterior un pareado inteligible: "No lo digas en Tell-town; no llores en Weep-town ". La siguiente Beth-le-'Aphrah, "Casa de Polvo", debe llevarse con ellos, porque en la frase "rueda t� mismo" hay un juego con el nombre de Filisteo.

As� tambi�n, Shaphir, o Belleza, el Suafir moderno, se encontraba en la Regi�n Filistea. Sa'anan, Bethesel y Maroth son desconocidos; pero si Miqueas, como es probable, comienza su lista lejos en el horizonte occidental y se adentra gradualmente en el interior, tambi�n hay que buscarlos en la llanura mar�tima. Luego se acerca a Laquis, en las primeras colinas, y en el paso principal hacia Jud�, a Moreset-Gat, Aczib, Maresa y Adullam, que se encuentran dentro del territorio de Israel y alrededor de la propia casa del profeta.

Entendemos la alusi�n, al menos, a Laquis en Miqueas 1:13 . Como �ltimo puesto de avanzada de Judea hacia Egipto, y en un camino principal hacia all�, Laquis recibir�a los subsidios egipcios de caballos y carros, en los que los pol�ticos pon�an su confianza en lugar de en Jehov�. Por tanto, ella "fue el principio del pecado para la hija de Sion".

"Y si podemos confiar en el texto de Miqueas 1:14 , Laquis pasar�a a los embajadores egipcios a Moresheth-Gat, la siguiente etapa de su acercamiento a Jerusal�n. Pero esto es incierto. Con Moresheth-Gat est� acoplado Ach-zib, un pueblo a cierta distancia del sitio de Jer�nimo para el primero, al barrio del cual, Mareshah, volvemos a Miqueas 1:15 en Miqueas 1:15 . Adullam, con el cual se cierra la lista, se encuentra a unas ocho o diez millas al noreste de Mareshah .

El profeta habla:

"No lo digas en Gat, no llores en Aeco. En Beth-le-'Aphrah, revu�lvete en el polvo. Pasa, habitante de Shaphir, tu verg�enza descubierta! La habitante de Sa'anan no marchar� El lamento de Bet- Esel te quita su posici�n. La habitante de Marot tiembla por el bien, porque el mal ha descendido de Jehov� a la puerta de Jerusal�n. Engancha el caballo al carro, habitante de Laquis, que ha sido el principio del pecado para la hija de Si�n";

"S�, en ti se hallan las rebeliones de Israel. Por tanto, das a Moreset-Gat. Las casas de Aehzib enga�ar�n a los reyes de Israel. Otra vez traer� al Poseedor [conquistador] a ti, habitante de Maresa; a Adullam vendr� la gloria". de Israel. Hazte calvo y afeitarte para tus seres queridos; Ensancha tu calvicie como el buitre, Porque se alejan de ti ".

Este fue el terrible destino que el asirio mantuvo ante los pueblos con los que estaba en guerra. Otros enemigos asaltaron, quemaron y asesinaron: se llev� a poblaciones enteras al exilio.

Habiendo imaginado as� la condenaci�n que amenazaba a su pueblo, Miqueas se vuelve para declarar los pecados por los que ha sido enviado sobre ellos.

Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre Micah 1". "El Comentario Bíblico del Expositor". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/teb/micah-1.html.