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Miqueas 6

El Comentario Bíblico del ExpositorEl Comentario Bíblico del Expositor

Versículos 1-8

LA RAZONABILIDAD DE LA VERDADERA RELIGI�N

Miqueas 6:1

Hemos llegado ahora a un pasaje del que todas las tinieblas de fecha y autor�a desaparecen ante la transparencia y el esplendor de su contenido. "Estos pocos vers�culos", dice un gran cr�tico, "en los que Miqueas expone la verdadera esencia de la religi�n, pueden levantar un t�tulo bien fundado para ser contados como los m�s importantes en la literatura prof�tica. Como casi ning�n otro, nos brindan una idea de la naturaleza m�s �ntima de la religi�n de Israel, tal como la transmitieron los profetas ".

Por lo general, es s�lo el �ltimo de los vers�culos sobre el que se otorga la admiraci�n del lector: "�Qu� pide el Se�or de ti, oh hombre, sino que hagas justicia, ames la misericordia y camines humildemente con tu Dios?" Pero en verdad el resto del pasaje no difiere en gloria; la maravilla no reside m�s en su perorata que en su argumento en su conjunto.

El pasaje tiene la misma forma que el cap�tulo inicial del libro, el del Argumento o Debate entre el Dios de Israel y su pueblo, sobre el gran teatro de la naturaleza. El coraz�n debe estar embotado para que no salte a las Presencias ante las cuales se promulga el juicio.

El profeta habla:

"�O�d ahora lo que dice el SE�OR; lev�ntate, contienda delante de los montes, y los collados oigan tu voz! �O�d, montes, el argumento del Se�or, y vosotros, los fundamentos eternos de la tierra!"

Esto no es un mero paisaje. En todas las cuestiones morales entre Dios y el hombre, los profetas sienten que la Naturaleza est� involucrada. O es llamada como testigo de la larga historia de sus relaciones mutuas, o como compartiendo el sentimiento de Dios sobre la intolerancia del mal que los hombres han acumulado sobre ella, o por sus sequ�as, inundaciones y terremotos como verdugo de su condenaci�n. . Es en la primera de estas capacidades que el profeta en este pasaje apela a las monta�as y los cimientos eternos de la tierra. Son llamados, no porque sean los m�s grandes de las existencias, sino porque son los m�s llenos de recuerdos y asociaciones con ambas partes del Juicio.

Sin embargo, la idea principal del pasaje es el juicio en s�. Hemos visto m�s de una vez que las formas de religi�n que los profetas debieron combatir fueron las que la expresaron mec�nicamente en forma de ritual y sacrificio, y las que lo expresaron en mero entusiasmo y �xtasis. Entre tales extremos, los profetas insistieron en que la religi�n era conocimiento y que era conducta de trato racional y deber amoroso entre Dios y el hombre. Esto es lo que figuran en su escena favorita de un Debate que ahora tenemos ante nosotros.

"El SE�OR pelea con su pueblo, y viene a discutir con Israel".

Para nosotros, acostumbrados a la comuni�n con la Deidad, como con un Padre, esto puede parecer formal y legal. Pero si lo consideramos as�, lo cometemos como una injusticia. La forma surgi� por la rebeli�n contra las ideas mec�nicas y sensacionales de la religi�n. Enfatiz� la religi�n como racional y moral, y al mismo tiempo preserv� la razonabilidad de Dios y la libertad del hombre. Dios habl� con las personas a las que hab�a educado: les suplic�, escuch� sus declaraciones y preguntas y present� sus propias evidencias y razones.

La religi�n -un pasaje como �ste afirma- la religi�n no es una cosa de autoridad ni de ceremonial ni de mero sentimiento, sino de argumento, presentaci�n razonable y debate. La raz�n no se saca de los tribunales: se respeta la libertad del hombre; y no lo toman por sorpresa sus miedos o sus sentimientos. Esta concepci�n sublime y generosa de la religi�n, que debemos ante todo a los profetas en su contienda con las teor�as supersticiosas y perezosas de la religi�n que desgraciadamente sobreviven entre nosotros, fue llevada a su cl�max en el Antiguo Testamento por otra clase de escritores.

Lo encontramos elaborado con gran poder y belleza en los Libros de la Sabidur�a. En ellos, la Raz�n Divina ha emergido de las formas legales que ahora tenemos ante nosotros, y se ha convertido en el Asociado y Amigo del Hombre. El Pr�logo del Libro de los Proverbios cuenta c�mo la Sabidur�a, compa�era de Dios desde la fundaci�n del mundo, desciende para habitar entre los hombres. Sale a sus calles y mercados, discute y suplica all� con una urgencia que es igual a la urgencia de la tentaci�n misma.

Pero 'no es todo el ministerio terrenal del Hijo de Dios, Sus argumentos con los m�dicos, Sus par�bolas a la gente com�n, Su dulce y prolongada educaci�n de Sus disc�pulos, que vemos la razonabilidad de la religi�n en toda su fuerza y ??belleza. .

En ese tribunal libre de la raz�n en el que los profetas vieron a Dios y al hombre suplicar juntos, los sujetos fueron tales que se convirtieron en ambos. Porque Dios no revela misterios ni pide poder, pero el debate se desarrolla sobre los hechos y evidencias de la vida: la aparici�n del car�cter en la historia; si el pasado no est� lleno de esfuerzos de amor; si Dios, como la voluntad humana le permiti�, no hab�a logrado la liberaci�n y el progreso de su pueblo.

Dios habla: -

Pueblo m�o, �qu� te he hecho? �Y c�mo te he cansado? Resp�ndeme. Porque te saqu� de la tierra de Misraim, y de la casa de servidumbre te redim�. Envi� delante de ti a Mois�s, Ahar�n y Miriam, pueblo m�o, acu�rdate ahora de lo que aconsej� Balac, rey de Moab, y de c�mo le respondi� Balaam, hijo de Beor, para que conozcas las buenas obras de Jehov�.

Los profetas siempre vuelven a Egipto o al desierto. All� Dios hizo al pueblo, all� lo redimi�. Tanto en el libro de leyes como en la profec�a, es el hecho de la redenci�n lo que constituye el fundamento principal de Su apelaci�n. Redimido por �l, el pueblo no es suyo, sino suyo. Tratados con ese maravilloso amor y paciencia, como la paciencia y el amor, est�n llamados a otorgar a los d�biles y miserables que est�n debajo de ellos. Uno de los m�s grandes int�rpretes de los profetas de nuestra �poca, Frederick Denison Maurice, ha dicho sobre este pasaje:

"No conocemos a Dios hasta que lo reconocemos como un Libertador; no entendemos nuestro propio trabajo en el mundo hasta que creemos que somos enviados a �l para llevar a cabo Sus designios para la liberaci�n de nosotros mismos y de la raza. debajo hay una esclavitud de la voluntad. Dios es enf�ticamente el Redentor de la voluntad. Es en el car�cter de Chat que �l se revela a nosotros. No podr�amos pensar en Dios en absoluto como el Dios, el Dios viviente, si no lo consider�ramos como tal Redentor.

Pero si es de mi voluntad, entonces de todas las voluntades: tarde o temprano estoy convencido de que �l se manifestar� como el Restaurador, Regenerador, no de otra cosa, sino de este techo el esp�ritu ca�do que est� dentro de nosotros ".

En la mayor�a de las controversias que los profetas abren entre Dios y el hombre, el tema del lado de este �ltimo es su pecado. Pero eso no es as� aqu�. En la controversia que abre el Libro de Miqueas, el argumento recae sobre las transgresiones del pueblo, pero aqu� sobre sus m�todos sinceros, aunque err�neos, de acercarse a Dios. All� Dios trata con conciencias apagadas, pero aqu� con corazones oscurecidos e implorantes.

En ese caso, tuvimos rebeldes que abandonaron al Dios verdadero por �dolos, pero aqu� hay buscadores fervientes de Dios, que han perdido el camino y est�n cansados. En consecuencia, como all� prevaleci� la indignaci�n, aqu� prevalece la piedad; y aunque formalmente se trata de una controversia bajo la misma forma jur�dica que antes, el pasaje respira ternura y dulzura de principio a fin. Por esto, as� como por los recuerdos de la historia antigua de Israel, recordamos el estilo de Oseas.

Pero no hay ninguna objeci�n, como en su libro, con la continua devoci�n de la gente al ritual. Todo eso es pasado y prevalece un nuevo temperamento. Israel finalmente ha llegado a sentir la vanidad del celo exagerado con el que Am�s los describe excediendo los requisitos legales del sacrificio; y con una desesperaci�n, suficientemente evidente en los superlativos que utilizan, confiesan la futilidad y el cansancio de todo el sistema, incluso en las formas de sacrificio m�s fastuosas e imposibles.

Entonces, �qu� les queda por hacer? El profeta responde con hermosas palabras que expresan un ideal de religi�n al que ning�n siglo posterior ha podido a�adir ni grandeza ni ternura.

La gente habla: -

"�Con qu� me presentar� delante de Jehov�? �Me inclinar� ante Dios el Alt�simo? �Me presentar� ante �l con holocaustos, con becerros de un a�o? �Se agradar� Jehov� con millares de carneros, con mir�adas de r�os de aceite? �Dar� a mi primog�nito como ofrenda por la culpa el fruto de mi cuerpo por el pecado de mi alma? "

El profeta responde:

"�l te ha mostrado, oh hombre, lo que es bueno; �Y qu� busca el Se�or de ti, sino hacer justicia y amar la misericordia, y caminar humildemente con tu Dios?"

Este es el mayor dicho del Antiguo Testamento; y solo hay otro en el Nuevo que lo supera:

"Venid a m� todos los que est�is trabajados y cargados, y yo os har� descansar".

"Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de m�, que soy manso y humilde de coraz�n, y hallar�is descanso para vuestras almas".

"Porque mi yugo es f�cil, y ligera mi carga".

Versículos 9-16

EL PECADO DE LA MEDIDA ESCANT

Miqueas 6:9 ; Miqueas 7:1

EL estado del texto de Miqueas 6:9 ; Miqueas 7:1 es tan confuso como la condici�n de la sociedad que describe: es dif�cil sacar raz�n, e imposible sacar rima, de las cl�usulas separadas. Ser� mejor que lo demos como est�, y luego enunciemos la sustancia de su doctrina, que, a pesar de la oscuridad de los detalles, es, como sucede tan a menudo en casos similares, perfectamente clara y contundente.

El pasaje consta de dos porciones, que pueden no haber pertenecido originalmente entre s�, pero que parecen reflejar el mismo desorden de la vida c�vica, con el juicio que se le impone. En el primero de ellos, Miqueas 7:9 , el profeta llama la atenci�n sobre la voz de Dios, que describe la vida fraudulenta de Jerusal�n y los males que le est� trayendo.

En el segundo, Miqueas 7:1 , Jerusal�n lamenta su sociedad corrupta; pero quiz�s escuchemos su voz solo en Miqueas 7:1 , y luego la del profeta.

El profeta habla:

"�Escucha! �Jehov� clama a la ciudad! (�Es salvaci�n temer tu nombre!) �Oye, tribu y consejo de la ciudad!"

Dios habla: -

"... en la casa de los imp�os tesoros de la iniquidad, y la medida escasa maldita? �Ser� ella pura con la balanza mala, y con la bolsa de pesas falsas, cuyos ricos est�n llenos de violencia, y sus ciudadanos hablan falsedad, y �Enga�o es su lengua en su boca? Pero yo, por mi parte, he comenzado a atormentarte, a arruinarte a causa de tus pecados. T� comes y no te sacias ".

"�Pero tu hambre est� en medio de ti! Y pero trata de quitar, no puedes quitar Y lo que traes, lo doy a la espada. T� siembras, pero nunca cosechas; Pies aceitunas, pero nunca unges con aceite. Y debes, pero no beber vino. As� guardas los estatutos de Omri, y los h�bitos de la casa de Acab, y andas en sus principios, s�lo para que yo te haga perder, y a sus habitantes por diversi�n. �llevar�is el oprobio de los gentiles! "

Jerusal�n habla: -

"�Ay, ay de m�, porque he llegado a ser como basura de la cosecha, como rebuscos de la vendimia; ni un racimo para comer, ni un higo que mi alma desee! Perecieron los leales de la tierra, De los rectos entre los hombres No hay ninguno: Todos ellos est�n al acecho de sangre; Cada uno toma a su hermano en la red. Sus manos est�n en el mal para hacerlo cabalmente. El pr�ncipe exige, El juez juzga por pago, Y el gran hombre habla su concupiscencia. ; As� que juntos lo tejen.

El mejor de ellos no es m�s que un matorral de espinas, cf. Proverbios 15:19 El m�s recto peor que un seto espinoso. El d�a que vieron tus centinelas, se acerca tu visitaci�n; Ahora es su caos cf. Isa�as 22:5 �ven! �No conf�es en ning�n amigo! �No conf�es en ning�n confidente! De la que est� en tu seno, guarda las puertas de tu boca. Porque el hijo insulta al padre, la hija se levanta contra su madre, la nuera contra su suegra; Y los enemigos de un hombre son los hombres de su casa ".

Miqueas, aunque el profeta del pa�s y cr�tico severo de su vida, caracteriz� a la propia Jerusal�n como el centro de los pecados de la naci�n. No se refiri� solo a la idolatr�a, sino tambi�n a la irreligi�n de los pol�ticos y a la cruel injusticia de los ricos en la capital. El veneno que debilit� la sangre de la naci�n hab�a encontrado su entrada a sus venas en el mismo coraz�n. All� se hab�a reunido el mal que estaba sacudiendo al estado hasta una r�pida disoluci�n.

Esta secci�n del Libro de Miqueas, ya sea por ese profeta o no, no describe rasgos de la vida de Jerusal�n que no estuvieran presentes en el siglo VIII; y puede considerarse como el cuadro m�s detallado de los males que denunci� sumariamente. Es una de las cr�ticas m�s conmovedoras a una comunidad comercial que jam�s hayan aparecido en la literatura. En igual relieve vemos los instrumentos m�s mezquinos y los agentes m�s destacados de la codicia y la crueldad, la medida escasa, las falsas pesas, el pr�ncipe sin escr�pulos y el juez venal.

Y aunque hay algunos pecados denunciados que son imposibles en nuestra civilizaci�n, sin embargo, la falsedad, el miserable fraude, la crueldad de la eterna lucha por la vida se exponen exactamente como los vemos hoy a nuestro alrededor. A trav�s de la elocuencia antigua y a menudo oscura del profeta, sentimos esos golpes y aristas afiladas que todav�a se abren paso en todas partes a trav�s de nuestra civilizaci�n cristiana. Recordemos tambi�n que la comunidad a la que se dirigi� el profeta era, como la nuestra, profesamente religiosa.

El pecado m�s extendido con el que el profeta acusa a Jerusal�n en estos d�as de su actividad comercial es la falsedad: "Sus habitantes hablan mentira, y su lengua es enga�o en su boca". En la "Historia de la moral europea" del Sr. Lecky encontramos la opini�n de que "el �nico aspecto en el que el crecimiento de la vida industrial ha ejercido una influencia favorable sobre la moral ha sido en la promoci�n de la verdad". El tributo es justo, pero tiene otro lado.

Las exigencias del comercio y la industria son fatales para la mayor�a de las pretensiones, faltas de sinceridad y adulaciones convencionales que tienden a surgir en todos los tipos de sociedad. En la vida comercial, quiz�s m�s que en cualquier otra, un hombre es tomado, y debe ser tomado, por su valor inherente. Los negocios, la vida que se llama por excelencia el ajetreo, desgasta toda m�scara, toda falsa apariencia y unci�n, y no deja tiempo para el canto y el desfile que son tan propensos a aumentar en todas las dem�s profesiones.

Adem�s, el alma del comercio es el cr�dito. Los hombres tienen que demostrar que se puede confiar en ellos antes de que otros hombres traten con ellos, al menos en esa escala grande y lujosa en la que solo pueden llevarse a cabo las grandes empresas comerciales. Cuando miramos hacia atr�s en la historia del comercio y la industria, y vemos c�mo han creado una atm�sfera en la que los hombres deben, en �ltima instancia, parecer lo que realmente son; c�mo han reemplazado sus necesidades los celos, los subterfugios, las intrigas que alguna vez se consideraron indispensables para las relaciones de hombres de diferentes pueblos, por un gran cr�dito y confianza internacionales; c�mo rompen las falsas convenciones que dividen a una clase de otra, debemos rendirles homenaje, como uno de los mayores instrumentos de la verdad que hace libres.

Pero a todo esto hay otro lado. Si el comercio ha hecho explotar tanta falta de sinceridad convencional, ha desarrollado una especie del g�nero que es bastante propia. En nuestros d�as, nada puede mentir como un anuncio. El dicho, "los trucos del oficio" se ha vuelto proverbial. Todo el mundo sabe que la terrible tensi�n y el acoso de la vida comercial se deben en gran parte a la gran cantidad de falsedad que existe.

La prisa por hacerse rico, la rivalidad y la competencia despiadadas, han desarrollado un descuido de los derechos de los dem�s a la verdad de nosotros mismos, con una capacidad de subterfugio e intriga, que recuerda a nadie, tanto como ese estado de guerra b�rbara. de donde fue la antigua gloria del comercio haber ayudado a la humanidad a surgir. �Son las palabras del profeta sobre Jerusal�n demasiado fuertes para grandes porciones de nuestras propias comunidades comerciales? Los hombres que mejor los conocen no dir�n que lo son.

Pero valoremos m�s bien los poderes del comercio que contribuyen a la verdad. Digamos a los hombres que se dedican al comercio que no hay nadie para quien sea m�s f�cil ser limpio y recto; que las mentiras, ya sean de acci�n o de habla, s�lo aumentan el gasto mental y la tensi�n moral de la vida; y que la salud, la capacidad, la previsi�n, las oportunidades de un gran comerciante dependen en �ltima instancia de su determinaci�n de ser veraz y del coraje con el que se adhiere a la verdad.

Un h�bito de falsedad en el que se insiste el profeta es el uso de escalas injustas y medidas cortas. Las "provisiones" o fortunas de su �poca son "decenas de maldades", porque se han acumulado mediante el uso del 'efa magro', las balanzas del mal "y" la bolsa de pesas falsas ". Estos son males m�s. com�n en Oriente que entre nosotros: el gobierno moderno los hace casi imposibles. Pero, de todos modos, el nuestro es el pecado de la escasa medida, y m�s en proporci�n a la mayor velocidad y rivalidad de nuestra vida comercial.

El nombre que le da el profeta, "medida de delgadez", de "consumo" o "encogimiento", es un s�mbolo propio de todos esos deberes y oficios de hombre a hombre, cuyo cumplimiento pleno y generoso se ve disminuido por la prisa y la rencor de un ego�smo prevaleciente. La velocidad de la vida moderna tiende a acortarse, el tiempo invertido en cada pieza de trabajo, y a convertirlo en sin templar e incompleto. La lucha por la vida en el comercio, la rivalidad organizada entre el trabajo y el capital, no solo pone a cada hombre en guardia para no dar a nadie m�s de lo que le corresponde, sino que lo tienta a aprovechar cada oportunidad para escabullirse y restringir su propio servicio y producci�n.

Escuchar�s a los hombres defender esta parsimonia como si fuera una ley. Dicen que los negocios son imposibles sin el temperamento que ellos llaman "agudeza" o el h�bito que llaman "cortarse bien". Pero tal car�cter y conducta son la mism�sima decadencia de la sociedad. La contracci�n de las unidades debe significar siempre y en todas partes la desintegraci�n de la masa. Una sociedad cuyos miembros se esfuerzan por cumplir con sus deberes es una sociedad que no puede seguir siendo coherente.

El ego�smo puede ser firmeza, pero es la firmeza de la escarcha, el rigor de la muerte. S�lo el exceso desinteresado del deber, s�lo la lealtad generosa a los dem�s, dan a la sociedad la compacidad y la indisolubilidad de la vida. �Qui�n es responsable de la enemistad de clases y la desconfianza que existe entre el capital y el trabajo? Es el obrero cuyo �nico objetivo es asegurar la mayor cantidad de salario por la menor cantidad de trabajo, y quien, en su b�squeda ciega de eso, arruinar� todo el comercio de una ciudad o un distrito; es el empleador el que cree que no tiene obligaciones para con sus hombres m�s all� de pagarles por su trabajo lo m�nimo que pueda inducirlos a realizar; es el cliente que s�lo y siempre busca la baratura de un comprador de art�culos en esa prostituci�n del talento para el trabajo de estampar que est� matando r�pidamente el arte y la alegr�a,

Estos son los verdaderos anarquistas y rompedores de la sociedad. Seg�n sus m�todos, la coherencia social y la armon�a son imposibles. La vida misma es imposible. Ning�n organismo puede prosperar cuyas diversas extremidades se encogen sobre s� mismas. No hay vida excepto viviendo para otros.

Pero el profeta cubre todo el mal cuando dice que "los piadosos perecieron de la tierra". "Piadoso" es una traducci�n de desesperaci�n. El original significa el hombre distinguido por " hesedh " , esa palabra que en varias ocasiones hemos traducido "amor real", porque implica no s�lo un afecto sino lealtad a una relaci�n. Y, como nos recuerda con frecuencia el uso de la palabra, " hesedh " es amor y lealtad tanto a Dios como a nuestros semejantes.

No necesitamos disociarlos: son uno. Pero aqu� est� la direcci�n humana en la que mira la palabra. Significa un car�cter que cumple todas las relaciones de la sociedad con la fidelidad, la generosidad y la gracia que son los propios afectos del hombre al hombre. Tal personaje, dice el profeta, ha perecido de la tierra. Cada hombre vive ahora para s� mismo y, como consecuencia, se alimenta de su hermano. Todos est�n al acecho de sangre; cada uno caza a su hermano con una red.

"Esto no es el asesinato que describe el profeta: es la competencia imprudente y despiadada de las nuevas condiciones de vida desarrolladas en Jud� por la larga paz y el comercio del siglo VIII. Y lleva este ego�smo a una figura muy llamativa en Miqueas 7:4 : "El mejor de ellos es como un matorral de espinos, el m�s erguido" peor "que un seto espinoso." Se da cuenta exactamente de lo que queremos decir con agudeza y trato tajante: inter�s propio erizado, todos los puntos; espl�ndido en su defensa propia, pero est�ril de frutos, y sin nido ni encubierto para toda la vida.

Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre Micah 6". "El Comentario Bíblico del Expositor". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/teb/micah-6.html.