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Proverbios 18

El Comentario Bíblico del ExpositorEl Comentario Bíblico del Expositor

Versículos 1-24

CAPITULO 19

EL MAL DEL AISLAMIENTO

"El que se aparta sigue su propio deseo, pero contra toda sana sabidur�a muestra los dientes" ( Proverbios 18:1

DESDE el valor de la amistad hay una transici�n f�cil y natural al mal del aislamiento. Debemos intentar sondear el profundo significado que se esconde bajo este simple pero llamativo proverbio. Para empezar, �qu� debemos entender por "el que se separa"? Esta misma palabra aparece en 2 Samuel 1:23 respecto a Sa�l y Jonat�n, que "en su muerte no fueron separados.

"La suya fue una uni�n que los acompa�� a la tumba. Por otro lado, hay personas que rehuyen toda uni�n en sus vidas, est�n voluntaria y deliberadamente separados de los de su especie, y por primera vez parecen mezclarse con sus seres queridos. compa�eros cuando su polvo indistinguible se mezcla con el polvo de otros en la fosa com�n. Debemos pensar en una persona que no tiene lazos con ninguno de sus semejantes, que ha roto los lazos que lo un�an a ellos, o es de ese morboso y un humor antinatural que hace que todas las relaciones con los dem�s sean desagradables.

Debemos pensar m�s especialmente en aquel que elige esta vida de soledad para seguir su propio deseo y no por ninguna necesidad de circunstancia o disposici�n; aquel que se complace en ignorar a la humanidad y desea tener relaciones sexuales con ellos s�lo para desahogar su ira contra ellos; en una palabra, debemos pensar en un mis�ntropo.

Debemos tener cuidado al captar la idea precisa porque hay hombres que se cierran a s� mismos, con raz�n o sin ella, para buscar el bienestar com�n. Un estudiante o un inventor, a veces incluso un maestro o un predicador, encontrar� en la soledad del estudio o del laboratorio la �nica condici�n en la que puede realizar el trabajo al que est� llamado. La p�rdida de la vida dom�stica o de los placeres sociales, el alejamiento de todos los "caminos bondadosos de los hombres", puede ser un dolor positivo para �l, una cruz que lleva por el bien directo de aquellos a quienes renuncia, o por la causa. de la verdad, en cuyo �nico servicio es posible beneficiar permanentemente a sus semejantes.

Una "separaci�n" como esta -dolorosa, dif�cil, sin recompensa- debemos excluir de la intenci�n de nuestro texto, aunque posiblemente nuestro texto pueda transmitir una advertencia incluso a estos ermita�os benevolentes, que a menos que el coraz�n se mantenga caliente por las simpat�as humanas, a menos que la mente se mantiene en contacto con las preocupaciones y las alegr�as comunes de nuestra especie, el valor del trabajo incluso intelectual disminuir� considerablemente, mientras que el trabajador mismo sufrir� inevitable y quiz�s innecesariamente. Pero, en general, debemos exceptuar estos casos m�s nobles de aislamiento, si queremos sentir toda la fuerza del juicio que se pronuncia en el texto.

El mis�ntropo es aquel que no tiene fe en sus semejantes y se encoge en s� mismo para escapar de ellos; que persigue sus propios fines privados, evitando toda conversaci�n innecesaria con los que le rodean, viviendo solo, muriendo sin ser observado, salvo el da�o que, consciente o inconscientemente, hace a los que le sobreviven. Una persona as� se describe acertadamente mostrando sus dientes en un gru�ido de ira contra todos los enfoques de una verdadera sabidur�a.

Shakespeare podr�a haber tenido este proverbio ante �l en esa sombr�a delineaci�n de Ricardo III, quien se jacta de no tener piedad, amor ni miedo. Le hab�an dicho que hab�a nacido con dientes en la boca.

"Y as� era", exclama, "lo que significaba claramente que deb�a gru�ir, morder y jugar al perro".

Y luego explica su terrible car�cter en estas l�neas significativas:

"No tengo hermano, soy como ning�n hermano:

Y esta palabra Amor, que los barbas grises llaman divina

Residir en hombres como los dem�s,

Y no en mi; Yo mismo estoy solo ".

S�, el amor solo puede existir entre hombres que se parecen entre s�; y no se puede presentar una acusaci�n m�s condenatoria contra un ser humano que esta, que �l mismo est� solo.

La verdad es que todo hombre no es s�lo un "yo", una personalidad, sino que es un ser muy complejo formado por muchas relaciones con otros hombres. Es un hijo, un hermano, un amigo, un padre, un ciudadano. Supongamos que se le despoja de toda filiaci�n, hermandad, amistad, paternidad y ciudadan�a; queda, no un hombre, sino un mero yo, y esa es su repugnante condena. Del mismo modo, una mujer que no es ni hija, ni hermana, ni esposa, ni amiga, ni ministra, no merece el gran nombre de mujer: es un mero yo, un punto de deseos exigentes y quejumbrosos.

El descubrimiento m�s espantoso en una gran ciudad es que multitudes se han convertido en seres hambrientos de s� mismos, vac�os, hambrientos, sedientos y marchitos. El padre y la madre est�n muertos o abandonados, probablemente nunca se sabe; nadie es hermano de ellos, no son hermanos de nadie. Amigo no tiene importancia para su comprensi�n, o significa solo uno que, por motivos muy interesados, ministra sus ansias de apetito; no son ciudadanos de Londres ni de ninguna otra ciudad; no son ingleses, aunque nacieron en Inglaterra, ni tienen otra nacionalidad, un yo espantoso, clamoroso, escurridizo, nada m�s.

Un antiguo refr�n griego declaraba que quien vive solo es un dios o una bestia salvaje; mientras que, como ya hemos visto, hay algunos de los aislados que est�n aislados de motivos nobles e incluso divinos, la gran mayor�a se encuentra en esta condici�n porque han ca�do del nivel de humanidad al estado errante y depredador de la naturaleza salvaje. animales, que buscan su carne por la noche y acechan en una guarida solitaria durante el d�a.

La "sana sabidur�a" contra la cual la rabia aislada es nada menos que la ley bondadosa que nos hace hombres, y ordena que no vivamos solos para nosotros mismos, sino que debemos cumplir nuestra noble parte como miembros unos de otros. El instinto social es una de las dos o tres caracter�sticas llamativas que nos distinguen como humanos: un hombre por s� solo es s�lo un animal, y tambi�n un animal muy pobre; en tama�o, est� muy por debajo de la mayor de las criaturas que habitan la tierra y el mar; no es tan veloz como los habitantes alados del aire; su fuerza en proporci�n a su volumen es debilidad comparada con la de los insectos m�s peque�os.

Su distinci�n en la creaci�n, y su sobresaliente dignidad, se derivan de las relaciones sociales que lo hacen en combinaci�n fuerte, en el intercambio de palabra y pensamiento, sabio, y en la respuesta amorosa de coraz�n a coraz�n, noble. Si por alg�n desgraciado accidente un ser humano se aleja temprano de su lugar hacia el bosque, es amamantado por bestias salvajes y crece entre ellas, el resultado es un animal inconcebiblemente repulsivo, feroz, astuto y feo; vulpino, pero sin la �gil gracia del lobo; bajista, pero sin la lenta dignidad del oso.

La "sana sabidur�a" es la sabidur�a del Creador, quien desde el principio determin� que no es bueno que los hombres vivan solos, y marc� su concepci�n de la unidad que debe unirlos por el don de la mujer al hombre, ser hueso de su hueso y carne de su carne.

Por tanto, es una necesidad para todo ser humano sabio reconocer, mantener y cultivar todas esas relaciones sanas que nos hacen verdaderamente humanos. "Como p�jaro que se aleja de su nido, as� es el hombre que se aleja de su lugar". Proverbios 27:8 A veces, cuando un gran barco est� lejos en medio del oc�ano, un p�jaro terrestre cansado caer� jadeante y exhausto sobre la cubierta: las alas ya no pueden batir; los ojos se ponen vidriosos; y el vagabundo ansioso fracasa y muere.

La verdadera vida de las aves es la vida de los bosques, del nido laboriosamente tejido, de la pareja y la cr�a y los polluelos. De la misma manera, en esos vapores del oc�ano, s�, y en muchos senderos fatigados y solitarios desiertos de la tierra, se pueden encontrar hombres que se han separado de los lazos que formaban su fuerza y ??su ser m�s verdadero, y ahora caen, desmayado y sin prop�sito, languidecer y morir. Porque la verdadera vida humana es la vida de nuestros semejantes, de la diligente y laboriosa construcci�n de casas, del hogar, de los j�venes, de los polluelos que se est�n levantando y que formar�n el siguiente eslab�n en la larga cadena de generaciones.

La vecindad es la parte m�s importante de la vida; no debemos ir a la lejana "casa de nuestro hermano en el d�a de nuestra calamidad, porque mejor es un vecino cercano que un hermano lejano". Proverbios 27:10 Nuestra vida es rica, verdadera y �til en la misma proporci�n en que estamos entrelazados con quienes viven a nuestro alrededor en lazos de respeto mutuo y consideraci�n de ayuda y servicio rec�procos, de amistad �ntima e inteligente.

Apenas es necesario decir que hay vecindad y vecindad. Nuestra relaci�n con nuestros vecinos puede ser la de meros entrometidos, charlatanes y murmuradores; puede carecer de tacto y consideraci�n: es necesario, por tanto, una advertencia para "apartar tu pie de la casa de tu pr�jimo, no sea que se hart� de ti y te aborrezca". Proverbios 25:17 Pero este posible abuso no afecta el principio amplio y saludable: estamos destinados a vivir el uno en el otro; nuestra naturaleza puede realizarse y cumplir su misi�n s�lo en relaciones generosas y nobles con quienes nos rodean.

El hogar es la base de todo; un buen hijo o hija generalmente ser� un buen hombre o mujer, los buenos hermanos ser�n buenos ciudadanos, las buenas hermanas, buenos ministros y maestros de los pobres y los ignorantes; los buenos padres ser�n los mejores gobernantes en la iglesia y el estado. El hogar ser� la preparaci�n para la vida m�s amplia de la ciudad, el c�rculo social o el estado. Y as�, desde la cuna hasta la tumba, ning�n hombre debe vivir solo, sino que todos deben ser miembros de un cuerpo mayor, ocupando un lugar definido en un sistema u organismo, dependiendo de otros, con otros dependiendo de �l.

Los nervios deben recorrer el cuerpo pol�tico, los nervios motores y los nervios sensoriales; las alegr�as y los dolores de una comunidad deben ser compartidos, las actividades de una comunidad deben estar unidas. Nadie deber�a vivir para s� mismo; todos deber�an vivir, y regocijarse de vivir, en la gran sociedad cooperativa del mundo, en la que los intereses personales son intereses mutuos y las ganancias de cada uno son las ganancias de todos.

Pero dif�cilmente podemos sondear en las profundidades de esta Filosof�a Proverbial sin darnos cuenta de que estamos tocando una idea que es la fuente principal del cristianismo en su lado terrenal y visible. Parece que hemos detectado en toda la discusi�n anterior ecos, aunque d�biles, de la ense�anza apost�lica que dio forma pr�ctica y cuerpo a la obra de nuestro Se�or Jesucristo.

La relaci�n de Cristo, como Hijo de Dios, con la raza humana en su conjunto, abri� inmediatamente la posibilidad de una sociedad mundial en la que todas las naciones, todas las clases, todas las castas, todos los grados, todas las individualidades, no deber�an ser tanto fusionados como claramente articulados y reconocidos en un todo completo y complejo. El reino de los cielos, aunque tom� prestada su terminolog�a de los reinos terrenales, no se parec�a a ninguno de ellos porque deb�a incluirlos a todos. A ese reino deber�an pasar todos los pueblos, naciones y lenguas.

La Iglesia Cat�lica, fue el primer intento de realizar esta gran idea, present� durante un tiempo un cierto reflejo d�bil y vacilante de la imagen en los cielos. La falta de buscar la unidad de la raza en un sacerdocio en lugar de en el pueblo fue, por supuesto, fatal para su propio �xito final, pero al menos se prest� un gran servicio a la humanidad; se hizo familiar la idea de una unidad, en la que las unidades m�s estrechas de la familia, el c�rculo social y la naci�n encontrar�an su plenitud.

Y cuando la inteligencia y la fe de los hombres rompieron con la Iglesia cat�lica, no fue una ruptura con la idea cat�lica, sino simplemente una transici�n hacia una realizaci�n m�s noble y m�s viva de la idea. En la actualidad la idea se va aclarando d�a a d�a y asumiendo proporciones m�s vastas; la humanidad se ve como una; el Gran Padre preside una familia que puede estar dividida, pero que realmente no puede separarse; sobre una raza que est� dividida, pero no separada en realidad.

Extra�as y extasiadas han sido las emociones de los hombres al entrar en la realizaci�n de esta idea, y la emoci�n de su vasta comuni�n ha atravesado sus corazones. A veces se han alejado con amargura de rebeli�n de la Iglesia cristiana, que con duros dogmatismos y feroces anatemas, con cruel exclusividad y estrechez sectaria, parece m�s bien detener que promover el pensamiento sublime del Padre �nico, del cual es toda la familia. nombrado en el cielo y en la tierra.

Pero cualquiera que sea la justificaci�n para quejarnos contra la Iglesia, no podemos permitirnos el lujo de apartar nuestros pensamientos del Hijo del Hombre, que ha redimido a la raza a la que pertenecemos y que, como Poder Divino, es el �nico capaz de llevar a cabo en Efect�e la gran concepci�n que nos ha dado en el pensamiento.

Y ahora les voy a pedir un momento que consideren c�mo se lee el texto a la luz de la obra y la presencia y la persona de Jesucristo, que ha venido a reunir en uno a los que est�n esparcidos por el exterior.

La persona de Cristo es el v�nculo que une a todos los hombres; la presencia de Cristo es garant�a de uni�n; la obra de Cristo, que consiste en la eliminaci�n del pecado, es la condici�n principal de la unidad del coraz�n de toda la humanidad. Por lo tanto, cuando pones tu confianza en Cristo y tu naturaleza pecaminosa es subyugada, eres incorporado a un cuerpo del cual �l es la cabeza, y debes pasar de la estrecha vida del yo a la amplia vida de Cristo; ya no puedes vivir solo para ti mismo, porque como miembro de un cuerpo solo existes en relaci�n con todos los dem�s miembros.

"Pero", se dice, "�no debo buscar mi propia salvaci�n y luego resolverla con temor y temblor? �No debo apartarme del mundo y trabajar duro para hacer firme mi vocaci�n y elecci�n? " En cierto sentido, la respuesta a esa pregunta es s�. Pero entonces es solo en cierto sentido; porque te aseguras de tu propia salvaci�n precisamente en la medida en que est�s realmente incorporado a Cristo y eres hecho un miembro genuino del cuerpo: como S.

Juan dice: "Sabemos que pasamos de muerte a vida porque amamos a los hermanos", y "si andamos en la luz, tenemos comuni�n unos con otros, y la sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado". Trabajamos nuestra salvaci�n, por lo tanto, s�lo perdiendo el yo en los dem�s; nos retiramos del mundo y aseguramos nuestro llamado, al igual que nuestros pensamientos se identifican con los pensamientos de Dios, y nuestras vidas transcurren en un servicio alegre y victorioso.

If, then, on the ground of our humanity we are cautioned against separating ourselves, because by so doing we set our teeth against all sound wisdom, on the ground of our Christianity we must be warned not to separate ourselves, because that means to harden our hearts against the faith itself. When we say to ourselves, "We will live our Christian life alone," that is equivalent to saying, "We will not live the Christian life at all.

"No sabemos lo que puede ser la vida en el cielo, -aunque por los atisbos casuales que obtenemos de ella, dir�amos que es una gran reuni�n social, en la que nos sentaremos con Abraham y todos los santos de Dios, una especie de fiesta matrimonial para celebrar la uni�n del Se�or con su esposa, pero es claro que la vida cristiana, como se nos revela aqu�, debe ser la vida de una comunidad, porque se asemeja a una vid, del cual todas las ramas muertas son cortadas, y claramente todas las ramas cortadas est�n muertas.

"Pero", dicen muchas personas entre nosotros, "ponemos nuestra fe en el Se�or Jesucristo; confiamos en �l; �por qu� deber�as imponer m�s condiciones?" �Ponen su fe en �l? �No implica la fe obediencia? �No requiri� �l que Sus disc�pulos estuvieran unidos en una comuni�n, y no dio Su cuerpo y Su sangre como s�mbolo de esta comuni�n, y les orden� que llevaran los s�mbolos en memoria de �l hasta que �l venga? �Le est�n obedeciendo estos creyentes aislados, o no est�n cortando la ra�z de Su glorioso prop�sito de compa�erismo humano en la Cabeza Divina? Y si est�n quebrantando as� Su mandamiento expresado, �no les ha advertido que les dir�: "Nunca os conoc�, apartaos de M�"? �Aunque ense�aron en su nombre, e incluso expulsaron demonios y realizaron muchas obras maravillosas?

Y al recordarles as� el pensamiento de nuestro Se�or, no me refiero s�lo a lo que llamamos la comuni�n de la Iglesia; porque hay muchos que son miembros meramente nominales de la Iglesia, y aunque sus nombres est�n inscritos, se "separan" y viven la vida de un aislamiento imp�o, tal como lo hac�an antes de entrar profesamente en la sociedad cristiana. �sta es una cuesti�n m�s amplia que la de la membres�a de la Iglesia; La membres�a de la iglesia deriva su gran importancia de ser parte de esta cuesti�n m�s amplia. �Perm�tanme, por tanto, cerrar con un llamamiento personal dirigido a cada uno de ustedes?

Sabes que el Hijo del Hombre har�a a los hombres uno; sabes que �l llama a sus disc�pulos a una familia santa de amor y servicio mutuos, para que los hombres sepan que son suyos y lo reconozcan porque se aman unos a otros. �Te est�s aventurando a ignorar Su mandamiento y frustrar Su voluntad separ�ndote por tu propio deseo? �Ha perdido todas las relaciones con su familia, de modo que la filiaci�n, la hermandad, la amistad, la paternidad, la ciudadan�a del reino celestial son casi insignificantes para usted? Si es as�, �puedo decir en las palabras del texto, est�s poniendo "tus dientes en contra de toda sana sabidur�a"?

Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre Proverbs 18". "El Comentario Bíblico del Expositor". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/teb/proverbs-18.html.