Bible Commentaries
Proverbios 29

El Comentario Bíblico del ExpositorEl Comentario Bíblico del Expositor

Versículos 1-27

CAPITULO 30

LA NECESIDAD DE LA REVELACI�N

"Donde no hay visi�n, el pueblo se desenfrena, pero el que guarda la ley es feliz". Proverbios 29:18

LA forma del proverbio muestra que no debemos tratar la visi�n y la ley como opuestos, sino m�s bien como t�rminos complementarios. Las visiones son verdad, especialmente la marca de los profetas, y la ley a menudo se limita en un sentido especial al Pentateuco; pero hay un uso mucho m�s amplio de las palabras, seg�n el cual las dos juntas expresan, con una completitud tolerable, lo que entendemos por Revelaci�n.

La visi�n significa una percepci�n de Dios y sus caminos, y es tan aplicable a Mois�s como a Isa�as; y, por otro lado, la ley cubre todas las instrucciones distintas y articuladas que Dios da a su pueblo en cualquiera de sus formas de autocomunicaci�n. "Venid", dice Isa�as, Isa�as 2:3 "y subamos al monte del Se�or, a la casa del Dios de Jacob; y �l nos ense�ar� sus caminos, y caminaremos por sus sendas". porque de Sion saldr� la ley, y de Jerusal�n la palabra del Se�or "; donde todo el contexto muestra que no se hace referencia a la Ley mosaica, sino a una nueva y particular declaraci�n de la voluntad del Se�or.

Pero si bien la visi�n y la ley no deben tratarse como opuestas, es posible distinguir entre ellas. La visi�n es el contacto real entre Dios y el esp�ritu humano, que es la condici�n necesaria de cualquier revelaci�n directa; la ley es el resultado registrado de tal revelaci�n, ya sea pasada de boca en boca por tradici�n, o escrita permanentemente en un libro.

Entonces podemos ampliar un poco el proverbio en aras de la exposici�n: "Donde no hay una revelaci�n viviente, ni un contacto percibido entre el hombre y Dios, los lazos que mantienen unida a la sociedad se relajan o se rompen; pero el que sostiene por la revelaci�n que se le ha dado, obedeciendo la ley, en la medida en que le ha sido presentada, feliz es ".

El hombre necesita una revelaci�n; esa es la afirmaci�n. La sociedad, como cuerpo ordenado y feliz de hombres en el que cada uno est� debidamente subordinado al todo y en el que prevalece la ley, a diferencia del capricho individual, exige una ley revelada. La luz de la naturaleza es buena, pero no suficiente. El sentido com�n de la humanidad es poderoso, pero no lo suficientemente poderoso. En ausencia de una declaraci�n real y v�lida de la voluntad de Dios, vendr�n tiempos en que las pasiones elementales de la naturaleza humana estallar�n con violencia desenfrenada, se disputar�n las ense�anzas de la moralidad, se negar� su autoridad y se romper� su yugo; los v�nculos que mantienen unidos al estado y la comunidad se romper�n, y el lento crecimiento de las edades puede desaparecer en un momento.

No es dif�cil mostrar la verdad de esta afirmaci�n a partir de la experiencia. Todo pueblo que emerge de la barbarie tiene una visi�n y una ley; una cierta revelaci�n que forma el fundamento, la sanci�n, el v�nculo de su existencia corporativa. Cuando puede se�alar una tribu o un grupo de tribus que no saben nada de Dios y, por lo tanto, no tienen idea de la revelaci�n, inmediatamente nos asegura que la gente est� sumida en un salvajismo sin esperanza.

Es cierto que estamos inclinados a negar el t�rmino revelaci�n a aquellos sistemas de religi�n que se encuentran fuera de la Biblia, pero es dif�cil justificar tal contracci�n de opini�n. Dios no se ha dejado a s� mismo en ninguna parte sin un testimonio. Cuanto m�s de cerca examinamos las m�ltiples religiones de la tierra, m�s claramente parece que cada una de ellas tuvo en su origen una revelaci�n definida, aunque limitada.

La idea de un Dios todopoderoso, bueno y sabio se encuentra al comienzo de cada fe que se remonta lo suficiente, y la condici�n real de los sistemas paganos siempre sugiere un declive de una religi�n m�s alta y m�s pura. Podemos decir, entonces, con mucha plausibilidad, que no ha existido nunca una forma duradera y beneficiosa de sociedad humana aparte de una visi�n y una ley.

Pero dejando el amplio campo de las religiones comparadas, �no vemos una ilustraci�n de la verdad del texto en los pa�ses europeos que est�n m�s sujetos a nuestra observaci�n? En la medida en que un pueblo pierde su fe en la revelaci�n, cae en decadencia. Esto se puso de manifiesto en la experiencia de la Revoluci�n Francesa. Cuando los jacobinos se hab�an emancipado de la idea de Dios, y hab�an salido a la luz clara de la raz�n, se "liberaron de la moderaci�n" tan terriblemente que su propio l�der, Robespierre, se esforz� con febril prisa por restaurar el reconocimiento de Dios. , asumiendo �l mismo la posici�n de alto pont�fice del Ser Supremo.

El acercamiento m�s cercano que probablemente haya visto el mundo a un gobierno fundado en el ate�smo fue este gobierno de la Revoluci�n Francesa, y dif�cilmente podr�a desearse un comentario m�s llamativo sobre este texto.

Pero la necesidad de una revelaci�n se puede comprender, adem�s de todas las apelaciones a la historia, simplemente estudiando la naturaleza del esp�ritu del hombre. El hombre debe tener un objeto de adoraci�n, y ese objeto debe ser tal que imponga su adoraci�n. Auguste Comte pens� en satisfacer esta necesidad del coraz�n sugiriendo a la Humanidad como el Gran Etre, pero la humanidad no era y es nada m�s que una abstracci�n. Sinti�ndolo �l mismo, recomend� el culto a la mujer y postr� su coraz�n ante Clotilde de Vaux; pero por sagrado y hermoso que pueda ser el amor de un hombre por una mujer, no sustituye a la adoraci�n.

Debemos tener algo diferente a nosotros mismos y a los de nuestra propia especie, si queremos que nuestros corazones encuentren su descanso. Debemos tener un Todopoderoso, un Infinito; debemos tener uno que sea Amor. Hasta que su esp�ritu est� adorando, el hombre no puede realizarse ni alcanzar la altura de la estatura deseada.

Una vez m�s, el hombre debe tener la seguridad de su propia inmortalidad. Si bien se cree mortal, una criatura de un d�a, y ese d�a incierto, le es imposible elevarse mucho por encima del nivel de otras cosas ef�meras. Sus actividades deben ser limitadas y sus objetivos deben ser confinados. Sus afectos deben ser helados por la sombra de la muerte, y en la medida en que se ha esforzado noblemente y amado con ternura, sus �ltimos a�os deben sumergirse en una tristeza desesperada, porque sus esfuerzos han sido infructuosos y su amada se ha ido de �l.

No hacer malabares con los t�rminos; ning�n �xtasis medio po�tico sobre "el coro invisible" puede satisfacer el poderoso anhelo del coraz�n humano. El hombre debe ser inmortal o no es hombre. "�l piensa que no fue hecho para morir".

Pero para satisfacer estas demandas del esp�ritu, �qu� puede ser �til, aparte de la revelaci�n? Que la metaf�sica es in�til pr�cticamente todos los hombres est�n de acuerdo. S�lo el fil�sofo puede seguir la dial�ctica que debe probar la existencia de Dios y la inmortalidad del alma. E incluso el fil�sofo parece palidecer y marchitarse en el proceso de su demostraci�n, y finalmente gana un terreno ventajoso de fr�a convicci�n, para encontrar que all� no hay consuelo.

Pero, �puede la ciencia ofrecer la seguridad que la filosof�a no pudo dar? Escuchemos la conclusi�n de un escritor cient�fico sobre este tema, uno que ha perdido el control de la revelaci�n y puede darse cuenta un poco de lo que ha perdido.

"Las creencias m�s elevadas y consoladoras de la mente humana", dice, "est�n en gran medida ligadas a la religi�n cristiana. Si nos preguntamos francamente cu�nto, aparte de esta religi�n, quedar�a la fe en un Dios, y en un estado futuro de existencia, la respuesta debe ser, muy poco. La ciencia rastrea todo hasta los �tomos y g�rmenes primitivos, y all� nos deja. �C�mo llegaron esos �tomos y energ�as all�, de donde se ha desarrollado este maravilloso universo de mundos? �Por leyes inevitables? �Qu� son en su esencia y qu� significan? La �nica respuesta es: Es incognoscible.

Est� 'detr�s del velo' y puede ser cualquier cosa. El esp�ritu puede ser materia, la materia puede ser esp�ritu. No tenemos facultades por las cuales podamos siquiera formarnos una concepci�n a partir de cualquier descubrimiento del telescopio o microscopio, de cualquier experimento en el laboratorio, o de cualquier hecho susceptible de conocimiento humano real, de cu�l puede ser la primera causa subyacente a todos estos fen�menos. "

"De la misma manera ya podemos, en gran medida, y probablemente en poco tiempo seremos capaces de rastrear en toda su extensi�n el desarrollo completo de la vida desde lo m�s bajo hasta lo m�s alto; desde el protoplasma, pasando por monera, infusoria, mollusca, vertebrados, peces, reptiles y mam�feros, hasta el hombre, y el hombre individual desde el huevo microsc�pico, a trav�s de las diversas etapas de su evoluci�n hasta el nacimiento, la infancia, la madurez, el declive y la muerte.

Podemos rastrear tambi�n el desarrollo de la raza humana a trav�s de enormes per�odos de tiempo, desde los modestos comienzos hasta su actual nivel de civilizaci�n, y mostrar c�mo las artes, los lenguajes, la moral y las religiones han evolucionado gradualmente por las leyes humanas a partir de elementos primitivos. muchos de los cuales son comunes en su forma �ltima al hombre y la creaci�n animal ".

Pero aqu� tambi�n se detiene la ciencia. La ciencia no puede dar cuenta de c�mo estos g�rmenes y c�lulas nucleadas, dotados de estas maravillosas capacidades de evoluci�n, llegaron a existir o obtuvieron sus poderes intr�nsecos. Tampoco la ciencia puede permitirnos formarnos la m�s remota concepci�n de lo que ser� de vida, conciencia y conciencia, cuando las condiciones materiales con las que siempre est�n asociadas, mientras que dentro de la experiencia humana, hayan sido disueltas por la muerte y ya no existan. Sabemos como poco, en el camino del conocimiento exacto y demostrable , de nuestra condici�n despu�s de la muerte como lo hacemos de nuestra existencia, si tuvi�ramos una existencia antes del nacimiento ".

La ciencia confiesa francamente que no puede decirnos nada de las cosas que m�s nos interesan saber. En esas cosas no est� m�s avanzada de lo que estaba en los d�as de Arist�teles. Nunca sentimos cu�nto los hombres necesitan una revelaci�n tan v�vidamente como cuando hemos captado los primeros principios de un pensador cient�fico tan grande como el Sr. Herbert Spencer, y nos damos cuenta de lo lejos que puede llevarnos y lo pronto que tiene que dejarnos. .

�C�mo se encuentra con el anhelo del alma de que Dios nos muestre las lentas etapas por las cuales el hombre se convirti� en un alma viviente? Tambi�n podr�a intentar satisfacer el o�do del m�sico. cont�ndole c�mo su arte hab�a crecido a partir del primitivo tom-tom del salvaje. �C�mo puede ayudar a que la vida se viva con sabidur�a, amor y bien, en medio de la incertidumbre del mundo, y enfrentado a la certeza de la muerte, que se nos diga que nuestra estructura f�sica est� unida por mil v�nculos inmediatos con esa? de otros mam�feros.

Tal hecho es insignificante; el hecho supremo es que no somos como otros mam�feros en los aspectos m�s importantes; tenemos corazones que anhelan y anhelan, mentes que preguntan y cuestionan, pero no lo han hecho; queremos a Dios, nuestro coraz�n y nuestra carne claman por el Dios viviente, y exigimos una vida eterna; no es as�.

�C�mo puede la ciencia pretender que lo que no sabe no es conocimiento, mientras que ella tiene que confesar que no sabe precisamente las cosas que m�s nos preocupa a los hombres saber? �C�mo puede el esp�ritu del hombre contentarse con las c�scaras que ella le da de comer, cuando toda su naturaleza anhela el grano? �Qu� probabilidad hay de que un hombre cierre los ojos al sol porque otra persona, muy inteligente y trabajadora, se ha encerrado en un s�tano oscuro y trata de persuadirlo de que su vela es toda la luz que leg�timamente puede usar? lo que no puede verse con su vela no es real?

No, es posible que la ciencia no pruebe la revelaci�n, pero demuestra que la necesitamos. Ella hace todo lo posible, ensancha sus fronteras, es m�s seria, m�s precisa, m�s informada, m�s eficaz que nunca: pero muestra que lo que m�s quiere el hombre no lo puede dar, le pide que se vaya a otra parte.

Pero ahora se puede decir: una cosa es probar que el hombre necesita una revelaci�n y otra mostrar que se ha dado una revelaci�n. Eso es perfectamente cierto, y este no es el lugar para aducir toda la evidencia que podr�a probar que la revelaci�n es una realidad; pero qu� avance hemos hecho con respecto al de�smo fr�o y autosatisfecho del siglo XVIII, que sosten�a que la luz de la naturaleza era suficiente y la revelaci�n era bastante superflua, cuando las voces m�s sinceras y sinceras de la ciencia est�n declarando con tal creciente claridad de que para el conocimiento que la revelaci�n profesa dar, la revelaci�n, y s�lo la revelaci�n, ser� suficiente.

Los cristianos creemos que tenemos una revelaci�n y nos parece suficiente. Nos da precisamente esas seguridades acerca de Dios y acerca del alma sin las cuales vacilamos, nos desconcertamos y comenzamos a desanimarnos. Tenemos una visi�n y una ley. Nuestra Biblia es el registro de la visi�n cada vez m�s amplia y clara de Dios. El poder y la autoridad de la visi�n parecen ser m�s convincentes, simplemente porque se nos permite ver el proceso de su desarrollo.

Aqu� somos capaces de estar con el vidente y ver, no las largas etapas e�nicas de la creaci�n que la ciencia ha estado rastreando dolorosamente en estos �ltimos d�as, sino el hecho supremo, que la ciencia profesa ella misma incapaz de ver, que Dios fue el Autor de todo. Aqu� podemos ver la primera concepci�n imperfecta de Dios que lleg� en visi�n y pensamiento al patriarca o jeque en los primeros albores de la civilizaci�n.

Aqu� podemos observar c�mo se aclaran las concepciones, a trav�s de Mois�s, a trav�s de los salmistas, a trav�s de los profetas, hasta que por fin tenemos una visi�n de Dios en la persona de Su Hijo, quien es el resplandor de la gloria del Padre, la imagen expresa de Su rostro. . Vemos que �l, el Creador invisible, es Amor.

Nuestra Biblia tambi�n es el registro de una ley, una ley de conducta humana, la voluntad de Dios aplicada a la vida terrenal. Al principio, la ley se limita a unas pocas pr�cticas primitivas y observancias externas; luego crece en complejidad y multiplicaci�n de detalles; y s�lo despu�s de un largo curso de disciplina, de esfuerzo y aparente fracaso, de ense�anza y desobediencia deliberada, la ley se pone al descubierto hasta sus ra�ces y se presenta en la forma simplificada y evidente del Serm�n de la Monta�a y la preceptos apost�licos.

No es necesario comenzar con ninguna teor�a en particular sobre la Biblia, como tampoco es necesario conocer la sustancia del sol antes de que podamos calentarnos con sus rayos. No es necesario buscar certeza cient�fica en las historias y tratados a trav�s de los cuales se nos comunica la visi�n y la ley. Sabemos que las vasijas son de barro, y la presuposici�n en todo momento es que la luz solo crec�a desde el resplandor del amanecer hasta el d�a perfecto. Pero sabemos, estamos persuadidos, que aqu�, a ojos que ven y corazones humildes, est� la revelaci�n de Dios y de su voluntad.

Tampoco es solo en la Biblia donde Dios nos habla. Ha habido momentos en la historia de la cristiandad, como a mediados del siglo XVIII, en los que, aunque la Biblia estaba en manos de los hombres, parec�a ser casi letra muerta. "No hubo visi�n, y el pueblo se desat�". Es por hombres y mujeres vivos a quienes �l concede visiones y revela verdades, que Dios mantiene la pureza y el poder de Su revelaci�n para nosotros.

Vino en visi�n a Fox y los primeros Amigos, a Zinzendorf y los primeros moravos, a Wesley y los primeros metodistas. Rara vez pasa una generaci�n, pero algunos videntes son enviados para hacer de la Palabra de Dios una influencia viva para su �poca. La visi�n no siempre est� libre de errores humanos, y cuando deja de vivir puede volverse obstructiva, una causa de par�lisis m�s que de progreso. Pero Agust�n y Jer�nimo, Benedicto y Le�n, Francisco y Domingo, Lutero y Calvino, Ignatius Loyola y Xavier, Fenelon y Madame Guyon, Jonathan Edwards y Channing, Robertson y Maurice, Erskine y MacLeod Campbell, son solo ejemplos del m�todo de Dios. las edades cristianas.

La visi�n llega pura y fresca como si viniera directamente de la presencia de Dios. El tradicionalismo se desmorona. La duda se retira como un fantasma de la noche. Poderosas revoluciones morales y despertares espirituales se logran por medio de Sus escogidos. Y deber�a ser nuestro deseo y nuestro gozo reconocer y dar la bienvenida a estos videntes de Dios.

"El que guarda la ley, feliz es". Es una cosa triste estar sin una revelaci�n y andar a tientas en la oscuridad al mediod�a; mantener la mente en suspenso melanc�lico, inseguro sobre Dios, sobre su voluntad, sobre la vida eterna. Pero es mejor no tener revelaci�n que tenerla e ignorarla. La duda honesta est� llena de dolor necesario, pero creer y no obedecer es el camino hacia la ruina inevitable.

"El que guarda" -s�, el que busca en la revelaci�n, no por curiosidad, sino por una ley por la cual vivir; que escucha los sabios preceptos, no para exclamar: "�Cu�n sabios son!" sino para actuar sobre ellos.

Hay muchos cristianos profesantes que est�n constantemente sumidos en la tristeza. Los incr�dulos pueden se�alarlos con el dedo y decir: "Creen en Dios, en la salvaci�n y en el cielo, pero vean el efecto que tiene en ellos. �De verdad creen?" Oh, s�, realmente creen, pero no obedecen; y ninguna cantidad de fe trae felicidad duradera aparte de la obediencia. La ley exige que amemos a Dios, que amemos a los hombres; nos exige que nos abstengamos de toda apariencia de maldad, que no toquemos lo inmundo; nos invita a no amar al mundo, nos dice cu�n imposible es el doble servicio de Dios y Mammon.

Ahora, aunque lo creemos todo, no nos puede dar nada m�s que dolor a menos que lo vivamos. Si hay una visi�n y le cerramos los ojos, si hay una ley y nos apartamos de ella, �ay de nosotros! Pero si recibimos la visi�n, si guardamos la ley con lealtad y sinceridad, el mundo no podr� sondear la profundidad de nuestra paz ni elevarse a la altura de nuestro gozo.

Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre Proverbs 29". "El Comentario Bíblico del Expositor". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/teb/proverbs-29.html.