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Proverbios 8

El Comentario Bíblico del ExpositorEl Comentario Bíblico del Expositor

Versículos 1-36

CAP�TULO 9

EL PRIMER NACIDO DEL CREADOR

"�No clama la sabidur�a?" - Proverbios 8: 1

En el �ltimo cap�tulo se traz� una imagen oscura y repugnante de Vice. Este cap�tulo contiene una hermosa y viva imagen de la Sabidur�a. En este contraste, como ya hemos visto, Vice puede presentarse como una mujer viciosa, porque lamentablemente es demasiado f�cil encontrar tal encarnaci�n en la experiencia real: la sabidur�a, por otro lado, no puede presentarse como una persona real, pero s�lo como personificaci�n, porque todav�a no hab�a Encarnaci�n de la Sabidur�a; lejos de eso, Salom�n, el m�s sabio de los hombres, el autor de muchos proverbios sabios, hab�a sido en la conducta pr�ctica una encarnaci�n de la locura m�s que de la sabidur�a, se hab�a convertido �l mismo en un proverbio para un coraz�n sabio y comprensivo en combinaci�n con un oscuro y vicioso. la vida.

Sin embargo, �c�mo podr�a el maestro dejar de sentir que alg�n d�a debe haber una Sabidur�a Encarnada, un contraste con el Vicio Encarnado, un conquistador y destructor de ella? Al describir la Sabidur�a personificada, y al seguir su expresi�n dulce y de alma elevada, el maestro inconscientemente se convierte en profeta y presenta, como veremos, una imagen d�bil y vacilante de Aquel que por Dios iba a ser hecho a los hombres. Sabidur�a de Aquel que iba a vivir realmente una vida humana concreta que encarnaba la Sabidur�a Divina tan completamente como tantas vidas humanas pobres y manchadas han encarnado la locura indivina del vicio.

La descripci�n, entonces, es un esbozo de algo que a�n no se ha visto o entendido completamente; debemos tener cuidado de no estropear su significado represent�ndolo como m�s y tratando de presionar los detalles para explicar el ser y la obra de Cristo. Haremos bien en mirar el cuadro completo tal como se form� ante los ojos del escritor, y abstenernos de introducir en �l colores o matices propios.

Nuestra primera tarea debe ser seguir el movimiento del cap�tulo con el mayor cuidado posible. La sabidur�a, a diferencia de la mujer viciosa que acecha en el crep�sculo en la esquina de la calle que contiene su guarida, permanece en los lugares abiertos; Ella se manifiesta lo m�s posible al ocupar una posici�n elevada, desde la cual su voz resonante puede o�rse por las calles y cruces de caminos, y puede atraer la atenci�n de quienes est�n entrando por las puertas de la ciudad o por las puertas de la calle. casas.

As� como su voz es fuerte y clara, as� sus palabras son completas y redondas; no hay susurros, murmullos, insinuaciones oscuras, incitaciones sutiles a placeres secretos; su tono es ventoso y conmovedor como el amanecer; hay algo en �l que hace pensar involuntariamente en el aire libre, en el amplio cielo y en las grandes obras de Dios. Proverbios 8: 1-6Existe la belleza de la bondad en todo lo que ella dice; hay la encantadora franqueza y franqueza de la verdad; aborrece los caminos tortuosos y oscuros; y si algunos de sus dichos parecen paradojas o enigmas, un poco dif�ciles de entender, es culpa del oyente; para una mente tortuosa, las cosas rectas parecen torcidas; para la mente ignorante y sin instrucci�n, las leyes eternas de Dios parecen una locura; pero todo lo que ella dice es claro para el que comprende y correcto para el que encuentra el conocimiento.

Proverbios 8: 7-9 Ella camina siempre en un curso seguro y sin desviaciones, es el camino de la justicia y el juicio, y solo aquellos que andan por el mismo camino pueden esperar percibir el significado de lo que ella dice, o apreciar la solidez de sus palabras. todos sus consejos. Proverbios 8:20 Y ahora proclama los motivos por los que exige la atenci�n de los hombres, en un llamamiento noble, que se eleva a una elocuencia apasionada y se profundiza en el significado espiritual a medida que avanza.

En t�rminos generales, este llamamiento parece dividirse en dos partes: del vers�culo 10 al vers�culo 21 ( Proverbios 8: 10-21 ) se declaran las ventajas obvias de obedecer su voz, pero en el vers�culo 22 ( Proverbios 8:22 ) el discurso llega a un nivel superior, y ella reclama obediencia debido a su naturaleza esencial y su lugar eterno en el universo de las cosas creadas.

En la primera parte, la Sabidur�a declara solemnemente su propio valor, en comparaci�n con los objetos de valor que los hombres suelen codiciar: plata, oro y piedras preciosas. El hecho de que ella sea m�s importante que estos se desprende del hecho de que no son m�s que parte de sus dones. En su tren vienen las riquezas; pero difieren de las riquezas ordinarias en que son duraderas; sus fieles seguidores obtienen una riqueza sustancial y sus tesoros se llenan insensiblemente.

Proverbios 8: 8-9 A las riquezas a�ade honor, una corona que rara vez traen las riquezas mundanas, y, lo que es mejor a�n, el honor que confiere est� asociado con la justicia, mientras que el honor espurio que com�nmente se otorga a las riquezas, se confiere. sin ninguna implicaci�n moral, carece de toda apreciaci�n moral.

Proverbios 8:18 Pero despu�s de todo, ella misma es su mejor recompensa; la prosperidad que la acompa�a parece trivial comparada con la deseabilidad de su propia persona. Su morada regia es la prudencia, y con su toque todas las regiones encantadas del conocimiento y el descubrimiento se abren de par en par; los que viven con ella y se les permite compartir sus secretos encuentran el fruto y el aumento de la vida intelectual incomparablemente mejor que el oro fino o la plata selecta.

Y lo que le da a sus dotes su peculiar plenitud es que requiere una cultura moral que vaya de la mano con el desarrollo mental; y llevando a sus disc�pulos a odiar el mal, y evitar la soberbia y el orgullo del intelecto, rescata el conocimiento de convertirse en un mero c�mulo est�ril de hechos, y lo mantiene siempre en contacto con las humanidades y con la vida. De hecho, considera que una gran parte de su poderosa tarea es instruir a los gobernantes de los hombres y prepararlos para el cumplimiento de sus elevadas funciones.

Su prerrogativa de reina la comparte con todos sus fieles seguidores. Dado que la sabidur�a es el �rbitro real de la vida humana, el sabio es, como habr�an dicho los estoicos, un rey: ni se puede reconocer ni tolerar a ning�n rey que no sea sabio. Proverbios 8: 10-16

Y todas estas ventajas de la riqueza y el honor, del conocimiento, el poder y la rectitud, se ponen al alcance de todos. La sabidur�a no es tonta en amar: ama a todos los que la aman. No busca apartarse de los hombres, sino que elige los lugares y las formas en que puede atraerlos mejor. Reina como ella es, ella condesciende a cortejarlos. Sus invitaciones son generales, incluso universales.

Y, por tanto, si alguno no la encuentra, es porque no la busca; si alguno no comparte sus ricos dones y gracias, es porque no se tomar� la molestia de reclamarlos. Proverbios 8:17

Pero ahora pasamos al segundo motivo de casaci�n. La sabidur�a se revela a s� misma, revela su origen, muestra su coraz�n, se para un momento en su alto trono celestial para hacer m�s irresistibles sus pretensiones sobre los hijos de los hombres. Ella fue la primera creaci�n de Dios. Antes de que la tierra surgiera de la nada, ella estaba all�. En actividad gozosa, llena de deleite todos los d�as, estaba al lado de Dios, arquitecto, en la formaci�n del mundo.

Vio la gran tierra moldeada y vestida por primera vez con el manto de sus inundaciones, y musicaliz� con el sonido de sus fuentes. Vio las monta�as y las colinas construidas desde sus cimientos. Vio la formaci�n de la tierra seca y de los �tomos de polvo que forman el suelo. Proverbios 8:26 Vio que el cielo se extend�a como una b�veda firme para cubrir la tierra; y ella vio a Dios cuando

"en su mano tom� las br�julas de oro, prepar�

En el almac�n eterno de Dios, para circunscribir

Este universo y todas las cosas creadas ".

Vio las poderosas mareas del oc�ano restringidas a sus cisternas designadas, y los firmes contornos de la tierra fijados como sus barreras infranqueables.

Y esta misma Sabidur�a, que presidi� as� la formaci�n de la tierra, el mar y el cielo, es la que todav�a se divierte con la tierra fecunda de Dios, s�, se divierte, porque la gran caracter�stica de la Sabidur�a es su alegr�a exultante, y no debe de ninguna manera. Significa suponer que los necios y los malvados tienen toda la alegr�a y la alegr�a como propios. Esta Sabidur�a es la que tambi�n encuentra su peculiar deleite en los hijos de los hombres. Proverbios 8: 23-31

�No es obvio, entonces, que los hombres, que son sus hijos, deben escuchar sus consejos? �Qu� podr�a establecer un reclamo m�s fuerte de atenci�n que este origen antiguo, esta parte honorable en la creaci�n de los mismos cimientos de la tierra y este inter�s especial en la vida humana desde el principio? Elevados a este alto nivel, donde dominamos una perspectiva tan amplia, �no estamos obligados a ver que es nuestro deber, nuestro inter�s, nuestro gozo, venir como humildes pretendientes a las puertas de la Sabidur�a y all� para vigilar y esperar, y buscar hasta que podamos obtener la admisi�n? �No debemos buscarla, cuando al encontrarla encontramos vida y obtenemos el favor del Se�or? �No podemos percibir que extra�arla es perder la vida, da�ar nuestras propias almas, odiarla es amar la muerte? Evidentemente, su af�n por conquistarnos es totalmente desinteresado; aunque ella se deleite en nosotros, f�cilmente podr�a prescindir de nosotros; por otro lado, aunque no nos deleitamos en ella, aunque constantemente le hacemos o�dos sordos y nos negamos a andar en sus caminos, ella es indispensable para nosotros.

Un pasaje como este da lugar a muchas reflexiones, y cuanto m�s meditamos en �l, m�s rico y sugerente parece. Tratemos de seguir algunos de los pensamientos que se presentan f�cilmente, y especialmente los que sugieren los versos que pueden describirse como un poema de la creaci�n.

En primer lugar, aqu� est� la noble idea que trastorna en un toque todas las especulaciones mitol�gicas sobre el origen de las cosas -una idea que est� en profunda armon�a con todo el mejor conocimiento de nuestro propio tiempo- de que no hay nada fortuito en la creaci�n del mundo. mundo; el Creador no es una Fuerza ciega, sino un Ser Inteligente cuya primera creaci�n es la sabidur�a. �l es el origen de una Ley por la que quiere obligarse a S� mismo; la arbitrariedad no tiene cabida en sus consejos; el accidente no tiene parte en sus obras; con sabidur�a los form� a todos.

En todas las concepciones paganas de la creaci�n el capricho es supremo, la ley no tiene lugar, la fuerza ciega act�a de una u otra manera, ya sea por la compulsi�n de una Necesidad que es m�s fuerte que los dioses, o por monstruos y caprichos de los dioses que ser�an despreciables. incluso en los hombres. Pero aqu� est� el claro reconocimiento del principio de que la Ley de Dios es una ley tambi�n para �l mismo, y que Su ley es sabidur�a. �l crea el mundo como resultado de Su propio dise�o sabio y santo, para que "nada camine con los pies sin rumbo".

"De esta concepci�n teol�gica depende la posibilidad de la ciencia. Hasta que el universo no sea reconocido como un sistema ordenado e inteligible, el estudio ordenado e inteligente del mismo no puede comenzar. Mientras se suponga que lo arbitrario y fortuito dominan, la investigaci�n est� paralizada en su punto de partida.

Sin embargo, se puede sugerir que la doctrina de la Evoluci�n, que los cient�ficos aceptan casi un�nimemente, es inconsistente con esta idea de la Creaci�n. Por esta doctrina, nuestra atenci�n se dirige a la colisi�n aparentemente desordenada de fuerzas y a la lucha por la existencia de la que se deriva el orden y el progreso de la vida, y se asume apresuradamente que una Inteligencia Sabia no funcionar�a de esta manera, sino que lo har�a. exhiben m�s econom�a de recursos, m�s simplicidad y franqueza en el m�todo, y m�s inevitabilidad en el resultado.

Pero, �no podemos decir que la aparente casualidad con la que se logran los resultados es la prueba m�s clara del sabio prop�sito que ordena y dirige el proceso? Porque sobre los resultados no puede haber duda; el orden, la belleza, la aptitud prevalecen en todas partes; la vida surge de lo inorg�nico, el pensamiento de la vida, la moralidad y la religi�n del pensamiento. Cuanto m�s se llama nuestra atenci�n sobre los pasos aparentemente accidentales mediante los cuales se alcanzan estos resultados, m�s debemos persuadirnos de que una gran y sabia ley estaba en acci�n, que al lado del Creador, como maestro obrero, estaba la Sabidur�a. desde el principio.

Un pasaje como �ste, entonces, prepara el camino para toda la ciencia y proporciona las verdaderas concepciones sin las cuales la ciencia ser�a est�ril. Nos lleva a un paso de lo pagano a un modo de pensar verdaderamente religioso; nos saca de las regiones brumosas de la superstici�n hacia el umbral luminoso de la Casa del Conocimiento. Se puede decir con verdad que el escritor no conoc�a muchos hechos cient�ficos que conocemos; y esto puede suscitar un prejuicio contra nuestro libro en aquellas mentes que no pueden tolerar ning�n pensamiento excepto el de la generaci�n actual, y no aprecian ning�n conocimiento que no est�, por as� decirlo, actualizado; pero la fecunda concepci�n est� aqu�, aqu� est� la forma correcta de considerar el universo, aqu� la preparaci�n de toda ciencia.

Y ahora para avanzar a otra idea que est� impl�cita en el pasaje, la idea de que en la concepci�n misma del universo la vida humana fue contemplada y considerada con un peculiar deleite por la Sabidur�a de Dios. El lugar que ocupa el hombre en la creaci�n ha sido estimado de diversas maneras en diferentes sistemas religiosos y por diferentes pensadores religiosos. A veces se le ha considerado como el centro de todas las cosas, la criatura para la que existen todas las cosas.

Entonces se ha producido una reacci�n y ha sido tratado como un fen�meno muy insignificante y posiblemente transitorio en el orden de las cosas. Es caracter�stico de la Biblia que presenta una visi�n equilibrada de esta cuesti�n, evitando extremos en ambas direcciones. Por un lado, reconoce muy claramente que el hombre es parte de la creaci�n, que pertenece a ella porque brota de ella, y la gobierna s�lo en la medida en que se ajusta a ella; por otro lado, insiste claramente en esa relaci�n entre el hombre y su Creador que se insin�a aqu�.

El hombre siempre est� impl�citamente conectado con Dios por alg�n mediador semidivino. La Sabidur�a de Dios observa con un coraz�n impasible el crecimiento del mundo f�sico, pero en su contemplaci�n de la humanidad entra un deleite peculiar. Hay algo en el hombre que puede escuchar sus llamamientos, que puede escuchar y responder. �l es capaz de elevarse hasta el punto de vista desde el cual ella mira al mundo y puede verse a s� mismo en la luz en que ella lo ve.

En una palabra, el hombre, con toda su insignificancia, tiene en �l una posibilidad sublime, la posibilidad de llegar a ser como Dios; en esto est� completamente solo entre las cosas creadas; es esto lo que le da su preeminencia. As�, nuestro pasaje, aunque no implica ni por un momento que el universo material fue creado por el bien del hombre, o que el hombre en s� mismo puede reclamar una superioridad sobre las otras criaturas de la tierra, y hasta ahora adopta una visi�n que es muy popular entre los cient�ficos, pero se aparta de la filosof�a del materialismo al reclamar para el hombre un lugar completamente �nico, porque tiene dentro de s� la posibilidad de estar vinculado a Dios por medio de la Sabidur�a de Dios.

Y ahora podemos notar otra implicaci�n del pasaje. Mientras la Sabidur�a celebra su alta prerrogativa como primog�nita del Creador y el instrumento de la creaci�n, e insta a los hombres como parte de la creaci�n a la observancia de la Ley Moral, impl�citamente est� ense�ando la gran verdad que los hombres han sido tan lentos. comprender que la ley de la justicia pr�ctica es una pieza con las leyes mismas de la creaci�n.

Para decirlo de otra forma, las reglas de la conducta correcta son en realidad las reglas del universo aplicadas a la vida humana. Las leyes de la naturaleza, como se les llama, y ??las leyes de la moral tienen su origen en un mismo Ser, y nos son interpretadas por una y la misma Sabidur�a. Ser�a bueno para todos nosotros si pudi�ramos comprender cu�n trascendente es esta gran verdad, y un estudio inteligente de este pasaje ciertamente nos ayuda a comprenderlo.

Ninguno de nosotros, en nuestros momentos m�s salvajes, piensa en enfrentarnos a las leyes de la naturaleza. No murmuramos contra la ley de la gravitaci�n; nos ajustamos escrupulosamente a �l en la medida de lo posible, sabiendo que si no lo hacemos ser� peor para nosotros. Cuando el mar est� rompiendo y el esp�ritu de los vientos se desata, no nos aventuramos sobre las olas en un bote peque�o y abierto, o si lo hacemos, aceptamos las consecuencias sin quejarnos.

Pero cuando nos ocupamos de la ley moral, abrigamos la idea de que es el�stica e incierta, que sus requisitos pueden cumplirse o no a gusto y que podemos violar sus principios eternos sin ninguna p�rdida o da�o grave. Pero la verdad es que la Ley es una. La �nica diferencia surge del hecho de que mientras las leyes naturales, que se aplican a los objetos inanimados oa las criaturas que no gozan de libertad de vida moral, son necesariamente obedecidas, las reglas morales se aplican a las criaturas que razonan conscientemente, que, pose�das de libertad, son capaces de elegir si obedecer�n la ley o no.

S�, la Ley es una, y las infracciones de la Ley son castigadas inevitablemente tanto en el �mbito natural como en el moral. Esta misma Sabidur�a, a la que "la maldad es una abominaci�n", y que por tanto exhorta a los hijos de los hombres a andar por los caminos de la justicia, es el gran principio que orden� el universo f�sico y grab� en �l las leyes de uniformidad e inevitabilidad que la ciencia encanta grabar e ilustrar.

Pero cuando notamos c�mo la Sabidur�a que aqu� habla es a la vez portavoz de las leyes que subyacen a toda la creaci�n y de las leyes que gobiernan la vida moral, es f�cil percibir c�mo este pasaje se convierte en un presagio de ese maravilloso Ser que de Dios nos ha sido hecho Sabidur�a y Justicia. O, para decirlo de una manera ligeramente diferente, podemos percibir c�mo este pasaje es un destello d�bil e imperfecto de la naturaleza y la obra de Aquel a quien en la fraseolog�a del Nuevo Testamento llamamos el Hijo de Dios, d�bil e imperfecto, porque esta Sabidur�a, aunque representada como hablante, sigue siendo s�lo una abstracci�n, una personificaci�n, y su relaci�n tanto con Dios como con el hombre se describe en un lenguaje muy vago e indefinido;

y sin embargo, aunque d�bil e imperfecto, es muy cierto hasta donde llega, porque reconoce con maravillosa distinci�n las tres verdades que acabamos de considerar, verdades que se han vuelto luminosas para nosotros en Cristo; reconoce, en primer lugar, que el mundo fue creaci�n de la Sabidur�a, de la Raz�n o, si podemos usar el t�rmino neotestamentario, de la Palabra; reconoce, en segundo lugar, que el pensamiento del Hombre estaba contenido en el pensamiento mismo de la creaci�n, y que el hombre estaba relacionado de manera directa y �nica con el Creador; por �ltimo, reconoce que la bondad est� en la ra�z misma de la creaci�n y que, por tanto, la ley natural cuando se aplica a la vida humana es una exigencia de justicia.

Es interesante observar que este destello, este esbozo de una gran verdad, que solo se har�a bastante clara en Cristo Jes�s nuestro Se�or, fue avanzado un poco en claridad y plenitud por un libro que generalmente no se considera inspirado, el el llamado libro de la Sabidur�a, en un pasaje que debe ser citado. �Porque ella [es decir, la Sabidur�a] es un soplo del poder de Dios, y una pura influencia que fluye de la gloria del Todopoderoso; por tanto, nada contaminado puede caer en ella.

Porque ella es el resplandor de la luz eterna, el espejo sin mancha del poder de Dios y la imagen de su bondad. Y siendo una sola, puede hacer todas las cosas; y permaneciendo en s� misma, hace nuevas todas las cosas; y en todos los tiempos, entrando en las almas santas, los hace amigos de Dios y profetas. Porque Dios no ama a nadie m�s que al que habita en la sabidur�a. Porque ella es m�s hermosa que el sol, y sobre todo el orden de las estrellas; siendo comparada con la luz, ella se encuentra ante ella ".

En este pasaje, la Sabidur�a es todav�a una mera personificaci�n, pero el lenguaje empleado es evidentemente muy cercano al que el Nuevo Testamento aplica a Cristo. Cuando Fil�n lleg� a tratar la idea y quiso describir este ser intermedio entre Dios y el hombre, emple� otro t�rmino; cambiando lo femenino a lo masculino, lo llam� el Logos. Y esta expresi�n es adoptada por el Cuarto Evangelio al describir al Hijo Eterno antes de que se hiciera carne; la Palabra de la revelaci�n m�s completa es la Sabidur�a de los Proverbios.

Es imposible decir hasta qu� punto Cristo reconoci� en esta personificaci�n de nuestro libro una descripci�n o representaci�n de s� mismo. Es cierto que en una ocasi�n, al defender su acci�n contra las acusaciones de los fariseos, declar�: "La sabidur�a es justificada de sus hijos", Lucas 7:35 Mateo 11:19 una defensa que puede explicarse de la manera m�s simple suponiendo que La sabidur�a se representa a s� misma.

Es cierto, tambi�n, que habl� de su propia preexistencia, Juan 8 , 58 y que el evangelista le asigna en esa vida antes de la Encarnaci�n una posici�n no diferente a la que se atribuye a la Sabidur�a en nuestro pasaje: "Todas las cosas fueron hechas por �l: y sin �l nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. A Dios nadie ha visto jam�s; el unig�nito Hijo, que est� en el seno del Padre, �l le ha dado a conocer.

" Juan 1: 3 ; Juan 1:18 Pero si nuestro Se�or reconoci� expresamente el pron�stico de S� mismo que est� contenido en el pasaje o no, no podemos dejar de marcar con gozo y maravillarnos cu�n sorprendentemente todo lo que es mejor en la expresi�n y en el La delineaci�n de la Sabidur�a se produce, concreta, tangible, real, en �l.

�l, como la Sabidur�a en el libro de Proverbios, aparece en los lugares ocupados del hombre, los atrae, los invita con generosidad grande y abierta, Su voz es para los hijos de los hombres. �l, como la Sabidur�a, puede decir con absoluta verdad: "Todas las palabras de Mi boca son justas; no hay en ellas nada torcido ni perverso". �l tambi�n pod�a hablar de Su ense�anza como "clara y justa", y pod�a declarar con simple literalidad que Sus palabras eran m�s preciosas que el oro, mientras que la obediencia a �l har�a que los hombres "heredaran la sustancia".

"Con qu� fuerza podr�a afirmar que incluso los reyes gobiernan por �l, solo lo sabremos cuando los reinos del mundo hayan llegado a ser Suyos en su integridad: pero podemos ver de inmediato cu�n apropiado es en Sus labios el hermoso dicho". Los amo. los que me aman, y los que me buscan temprano me encontrar�n ".

Con igual idoneidad podr�a �l, el Primog�nito de toda la creaci�n, el principio de la creaci�n de Dios, usar el lenguaje sublime que sigue. Y �l tambi�n pudo decir que su deleite estaba con los hijos de los hombres. S�, �cu�nto significa eso para nosotros! Si Su deleite no hubiera estado con nosotros, �c�mo podr�a haber estado el nuestro con �l? �Qu� nuevo significado irradia a todo ser humano cuando nos damos cuenta de que con �l con ella, est� el deleite del Hijo de Dios! Qu� revelaci�n radica en el hecho, una revelaci�n de lo que el hombre fue por su origen, hecho a imagen de Dios, y de lo que puede ser en el �ltimo evento, llevado a "la plenitud de la medida de la estatura de Cristo".

"No debemos hablar como si �l se deleitara en nosotros porque nos ha redimido; no, �l nos redimi� porque se deleit� en nosotros. �No es �ste un motivo sobre el cual �l puede apelarnos?" Ahora, pues, hijos m�os escuchen Me; porque bienaventurados los que guardan mis caminos. "�Y no podemos decirle con un fervor que la fr�a abstracci�n de la Sabidur�a no podr�a excitar?" Velamos todos los d�as a Tus puertas, esperando en los postes de Tus puertas. Porque cuando te encontramos, encontramos vida y obtenemos el favor del Se�or. Cuando pecamos contra ti, da�amos nuestras propias almas: cuando te odiamos, amamos la muerte ".

S�, en lugar de esta antigua Sabidur�a que, majestuosa y hermosa como es, permanece siempre un poco intangible e inaccesible, Cristo se nos hace Sabidur�a y nos habla las viejas palabras con un significado m�s profundo, y nuevas palabras que nadie. pero nunca pudo hablar.

Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre Proverbs 8". "El Comentario Bíblico del Expositor". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/teb/proverbs-8.html.