Bible Commentaries
Proverbios 9

El Comentario Bíblico del ExpositorEl Comentario Bíblico del Expositor

Versículos 1-18

CAP�TULO 10

DOS VOCES EN LOS LUGARES ALTOS DE LA CIUDAD

Proverbios 9:1 , Proverbios 20:14 con Proberbs 3 y Proverbios 20:16 con Proverbios 4:1

DESPU�S del prolongado contraste entre la mujer viciosa y Sabidur�a en los cap�tulos 7 y 8, la introducci�n del libro se cierra con una peque�a imagen que pretende repetir y resumir todo lo anterior. Es una perorata, simple, gr�fica y hermosa.

Existe una especie de competencia entre Sabidur�a y Locura, entre Justicia y Pecado, entre Virtud y Vicio; y los encantos de los dos est�n dispuestos en un paralelismo intencional; el colorido y la disposici�n son de tal clase que resulta incre�ble c�mo cualquier persona sensata, o incluso el mismo simple, podr�a vacilar por un momento entre la forma noble de la Sabidur�a y las atracciones meritorias de la Locura.

Las dos voces se escuchan en los lugares altos de la ciudad; cada uno de ellos invita a los transe�ntes, especialmente a los sencillos y poco sofisticados: uno a su hermoso palacio, el otro a su casa inmunda y mort�fera. Las palabras de su invitaci�n son muy parecidas: "Quien es sencillo, que entre ac�: en cuanto al falto de entendimiento, ella le dice:" �Pero cu�n diferente es la carga de los dos mensajes! La sabidur�a ofrece vida, pero guarda silencio sobre el disfrute; La locura ofrece placer, pero no dice nada de la muerte que seguramente sobreviene.

En primer lugar, prestaremos atenci�n al Palacio de la Sabidur�a y las voces que emanan de �l, y luego notaremos por �ltima vez las caracter�sticas y las artes de Mistress Folly.

El Palacio de la Sabidur�a es muy atractivo; bien construido y bien amueblado, suena con los sonidos de la hospitalidad; y, con sus columnatas abiertas, parece invitar a todos los transe�ntes a entrar como invitados. Est� erigido sobre siete pilares de m�rmol bien labrados, en forma cuadrangular, con el lado de entrada abierto de par en par. No se trata de una tienda m�vil ni de una choza tambaleante, sino de una mansi�n eterna, a la que no le falta nada de estabilidad, integridad o belleza.

A trav�s de los portales espaciosos se ve el gran patio, en el que aparecen los preparativos para una fiesta perpetua. Las bestias se matan y se visten: el vino se posa en jarras altas listas para beber; las mesas se extienden y se engalanan. Todo es abierto, generoso, amplio, en contraste con esa cena privada imp�a a la que el joven incauto fue invitado por su seductor. Proverbios 7:14 No hay c�maras secretas, ni sugerencias e insinuaciones crepusculares: la amplia luz brilla sobre todo; hay una promesa de alegr�a social; parece que ser�n bienaventurados los que se sienten juntos en esta junta.

Y ahora la hermosa due�a del palacio ha enviado a sus doncellas a los caminos p�blicos de la ciudad: de ellos es una obra de gracia; no deben reprender con agrias y censuradoras reprimendas, sino que deben invitar con ganada amabilidad; deben ofrecer esta comida poco com�n, que ya est� lista, a todos aquellos que est�n dispuestos a reconocer su necesidad. "Venid, comed de mi pan y bebed del vino que he mezclado". Proverbios 9:5

Fuimos llevados a preguntar en el �ltimo cap�tulo hasta qu� punto nuestro Se�or se identific� con la Sabidur�a hipost�tica que estaba hablando all�, y nos quedamos con algunas dudas sobre si �l alguna vez admiti� conscientemente la identidad; pero no cabe duda de que este pasaje estaba ante Su mente cuando habl� Su par�bola de la Fiesta de Bodas. Y la conexi�n es a�n m�s evidente cuando miramos la versi�n griega de la LXX, y notamos que la cl�usula "envi� a sus siervos" es precisamente la misma en Proverbios 9:3 y en Mateo 22:3 .

Aqu�, en todo caso, Jes�s, que se describe a s� mismo como "cierto rey", ocupa definitivamente el lugar de la antigua Sabidur�a en el libro de Proverbios, y el lenguaje que en este pasaje emplea �l, como veremos, en muchos detalles leves hicieron suyos.

S�, nuestro Se�or, la Sabidur�a Encarnada, tiene gloriosas ideas de hospitalidad; Mantiene la casa abierta; Su prop�sito es llamar a la humanidad a una gran fiesta; se prepara el "pan y el vino"; el sacrificio que proporciona la carne es inmolado. Sus mensajeros no son comisionados con una proclama l�gubre o condenatoria, sino con buenas nuevas que han de publicar en los lugares altos. Su palabra es siempre: Ven.

Su deseo es que los hombres vivan, y por eso los llama al camino del entendimiento. Proverbios 9:6 Si un hombre carece de sabidur�a, si reconoce su ignorancia, su fragilidad, su necedad, si en todo caso es lo bastante sabio para saber que es necio, lo bastante bien para saber que est� enfermo, lo bastante justo para saber que es pecador, que se acerque a esta noble mansi�n con su fest�n se�orial. Aqu� hay pan que en verdad es carne; aqu� est� el vino que da vida, el fruto de la vid que Dios plant�.

Pero ahora debemos notar que la invitaci�n de la Sabidur�a est� dirigida solo a los sencillos, no al despreciador. Proverbios 9:7 Deja pasar al escarnecedor, porque una palabra dirigida a �l s�lo retroceder� avergonzada de s� misma, enrojecer� su rostro de reina, y aumentar� la maldad del escarnecedor al aumentar su odio hacia ella.

Su reproche no lo beneficiar�a, pero la manchar�a, la exhibir�a como ineficaz e indefensa. Las palabras amargas de un escarnecedor pueden hacer parecer tonta la sabidur�a y cubrir la virtud con una confusi�n que s�lo deber�a pertenecer al vicio. "No hables a o�dos del necio, porque despreciar� la sabidur�a de tus palabras". Proverbios 23:9 En verdad, no hay car�cter tan desesperado como el del escarnecedor; procede de �l, por as� decirlo, una r�faga feroz, que destruye todas las aproximaciones que le hace el bien.

La reprensi�n no puede acercarse a �l; Proverbios 13:1 no puede encontrar sabidur�a aunque la busque; Proverbios 14:6 y, de hecho, nunca lo busca. Proverbios 15:12 Si uno intenta castigarlo, s�lo puede ser con la esperanza de que otros se beneficien con el ejemplo; no tendr� ning�n efecto sobre �l.

Proverbios 19:25 Deshacerse de �l debe ser el deseo de todo sabio, porque es abominaci�n para todos, Proverbios 24:9 y con su partida desaparece la contienda. Proverbios 22:10 Los que se burlan de las cosas santas y desprecian el Poder Divino, deben ser abandonados a s� mismos hasta que aparezcan en ellos los principios de la sabidur�a: el primer sentimiento de temor de que haya un Dios del que nadie puede burlarse, el primer reconocimiento. que hay una santidad que har�an bien en reverenciar en todo caso.

Debe haber un poco de sabidur�a en el coraz�n antes de que un hombre pueda entrar al Palacio de la Sabidur�a; debe haber una humillaci�n, una desconfianza en s� mismo, un recelo t�mido antes de que el escarnecedor preste atenci�n a su invitaci�n.

Hay un eco de esta solemne verdad en m�s de un dicho del Se�or. �l tambi�n advirti� a sus disc�pulos que no arrojaran sus perlas a los cerdos, no sea que pisoteen las perlas bajo sus pies y se vuelvan para desgarrar a los que fueron lo suficientemente necios como para ofrecerles tal tesoro. Mateo 7:6 hombres se les debe ense�ar a menudo en la severa escuela de la Experiencia, antes de que puedan matricularse en la razonable escuela de la Sabidur�a.

No es bueno dar lo sagrado a los perros, ni mostrar las santidades de la religi�n a aquellos que solo los avergonzar�n abiertamente. Cuando seguimos nuestro propio camino en lugar del del Se�or, e insistimos en ofrecer los tesoros del reino a los burladores, no actuamos de acuerdo con los dictados de la Sabidur�a, obtenemos una mancha por esa bondad que ofrecemos tan precipitadamente, y con frecuencia son alquilados innecesariamente por aquellos a quienes quer�amos salvar.

Es evidente que este es s�lo un lado de la verdad, y nuestro Se�or present� con igual plenitud el otro lado; de �l aprendimos c�mo el mismo escarnecedor, al que no se puede ganar con la reprensi�n, a veces se puede ganar con el amor; pero nuestro Se�or pens� que val�a la pena declarar este lado de la verdad, y hasta ahora hacer suyo esta expresi�n de la antigua Sabidur�a.

De nuevo, cu�n constantemente insisti� en el hecho misterioso de que al que tiene se le dar�, y al que no tiene, lo que tiene, precisamente en el esp�ritu de este dicho: "Instruye al sabio, y �l ser� a�n m�s sabio: ense�a al justo, y su conocimiento aumentar� ". La entrada al reino, como a la casa de la Sabidur�a, es por humildad. A menos que un hombre se vuelva y se convierta en un ni�o peque�o, no puede entrar.

La sabidur�a s�lo es justificada por sus hijos: hasta que el coraz�n no es humilde, ni siquiera puede comenzar a ser sabio; aunque parezca poseer mucho, todo debe ser quitado y debe hacerse un nuevo comienzo, ese comienzo que se encuentra en el temor del Se�or y en el conocimiento del Santo. Proverbios 9:10

Las palabras finales de la invitaci�n de la Sabidur�a son totalmente apropiadas en los labios de Jes�s y, de hecho, s�lo en Sus labios podr�an aceptarse en su m�s pleno significado. Hay un sentido limitado en el que toda sabidur�a favorece la longevidad, como vimos en el cap�tulo 3, pero tambi�n es una observaci�n obvia que los sabios perecen como los necios; un evento les sucede a ambos, y parece que no hay diferencia.

Pero la Sabidur�a Encarnada, Jesucristo, pudo decir con amplia literalidad: "Por m� se multiplicar�n tus d�as, y se aumentar�n los a�os de tu vida". Con �l se ensanch� el panorama; Pod�a hablar de una nueva vida, de criar hombres en el �ltimo d�a; Podr�a dar por primera vez una soluci�n a ese enigma constante que ha desconcertado a los hombres desde el principio: �C�mo es que la Sabidur�a promete la vida y, sin embargo, a menudo exige que sus hijos mueran? �C�mo es posible que los mejores y m�s sabios hayan elegido a menudo la muerte y, por lo tanto, aparentemente hayan robado al mundo su bondad y su sabidur�a? Podr�a dar la respuesta en la gloriosa verdad de la Resurrecci�n; y as�, al llamar a los hombres a morir por �l, como suele hacer �l, puede en el mismo momento de su muerte decirles con plenitud de significado: "

Y entonces, �cu�n enteramente en armon�a con todas sus ense�anzas est� el enfatizar al m�ximo la elecci�n individual y la responsabilidad individual? "Si eres sabio, eres sabio por ti mismo; y si te burlas, solo t� lo soportar�s". No puede haber progreso, ni siquiera comienzo, en la vida espiritual, hasta que se comprenda esta actitud de aislamiento personal. Es el �ltimo resultado de la verdadera religi�n que vivimos en los dem�s; pero es lo primero que vivimos en nosotros mismos: y hasta que no hayamos aprendido a vivir en nosotros mismos, no serviremos de nada vivir en los dem�s.

Hasta que se trate con el alma individual, hasta que haya entendido las demandas que se le hagan y las haya satisfecho, no est� en posici�n de ocupar el lugar que le corresponde como piedra viva en el templo de Dios, o como miembro vivo. en el cuerpo de Cristo. S�, comprendan esta certeza escrutadora de la Sabidur�a, digamos, m�s bien, de Cristo: si son como las v�rgenes prudentes de la par�bola, es para su propio bien eterno, entrar�n en el sal�n con el Esposo; pero si sois como las v�rgenes insensatas, ninguna sabidur�a de las sabias podr� aprovecharos, ninguna luz vicaria servir� para vuestras l�mparas; para ti debe haber la humillaci�n personal y el dolor del "No te conozco" del Se�or.

Si con desde�osa indiferencia hacia su alta confianza como siervo del Maestro oculta su talento y justifica su conducta ante s� mismo alegando que el Maestro es un hombre duro, ese desprecio debe recaer sobre su propia cabeza; tan lejos de la riqueza agrandada de los dem�s que vienen a suplir tus deficiencias, la bagatela mal usada que a�n retienes te ser� quitada y entregada a ellos. Los hombres a veces han favorecido la noci�n de que es posible pasar una vida de indiferencia desde�osa hacia Dios y todos sus santos mandamientos, una vida de ego�smo arrogante y amargo desprecio por todas sus otras criaturas, y sin embargo, encontrarse al final por completo. purgados del desprecio y en igualdad de condiciones con todos los corazones piadosos y humildes; pero contra esta noci�n la Sabidur�a exclama en voz alta; es la noci�n de locura, y tan lejos de redimir la locura, es la peor condenaci�n de la Locura: porque seguramente la Conciencia y la Raz�n, el coraz�n y la cabeza, podr�an decirnos que es falsa; y todo lo que es m�s cuerdo y sabio en nosotros concuerda en la certeza directa y sencilla: "Si te burlas, solo t� lo soportar�s".

Tal es la invitaci�n y tal la advertencia de la Sabidur�a; tal es la invitaci�n y tal la advertencia de Cristo. Dejad, simples, y vivid. Despu�s de todo, la mayor�a de nosotros no somos burladores, sino muy tontos, f�cilmente deslumbrados con luces falsas, f�cilmente enga�ados con expresiones suaves que coinciden con nuestros propios prejuicios ignorantes, f�cilmente seducidos por caminos secundarios que en momentos tranquilos reconocemos f�cilmente. ser pecador y da�ino. Los burladores son pocos; los simples son muchos. Aqu� est� esta voz graciosa que apela a los sencillos y con una generosa generosidad los invita a la fiesta de la Sabidur�a.

Al final del vers�culo 12 ( Proverbios 9:12 ), la LXX da una adici�n muy interesante, que probablemente fue traducida de un original hebreo. Parece haber estado ante la mente de nuestro Se�or cuando hizo la descripci�n del esp�ritu inmundo caminando por lugares sin agua, buscando descanso y no encontrando nada. Mateo 12:43El pasaje es una delineaci�n figurativa de los males que resultan de hacer de la farsa y la falta de sinceridad el sustento de la vida, en lugar de la seguridad infalible y la fuerza disponible de la sabidur�a; puede traducirse as�: "El que hace de la falsedad su apoyo, pastorea los vientos, y se encontrar� persiguiendo p�jaros en vuelo; porque significa dejar los senderos de su propia vi�a y vagar por los l�mites de su propia agricultura; significa andando por un desierto �rido, sobre la tierra que es la porci�n de los sedientos, recoge en sus manos la inutilidad.

"�Qu� contraste con los espaciosos salones y la abundante comida de la Sabidur�a! Una vida basada en verdades eternas puede parecer por el momento fr�a y desolada, pero est� fundada sobre una roca, y no sobre una roca est�ril, porque env�a en a su debido tiempo ma�z, vino y aceite. Los ni�os de esa casa tienen pan suficiente y de sobra. Pero cuando un hombre prefiere la fantas�a a la realidad, y sigue lo aparentemente agradable, en lugar de lo realmente bueno, �qu� apret�n de vientos! �Qu� persecuci�n de los p�jaros de la alegr�a que se desvanecen r�pidamente! Los caminos sanos, fruct�feros, sensibles al trabajo, quedan muy atr�s; y aqu� pronto est� el desierto real, sin una gota de agua para refrescar los labios, o un solo fruto de la tierra que un hombre puede comer.

El alma enga�ada consume sus bienes con rameras, y recoge el viento. Los caminos del vicio son terribles; producen una sed que no pueden saciar; y llenan la imaginaci�n de tortuosas im�genes de bienestar que se alejan cada vez m�s de la realidad a cada paso que damos. La sabidur�a nos invita a hacer de la verdad nuestra estancia, porque despu�s de todo la Verdad es el Camino y la Vida, y no hay otro camino, ninguna otra vida.

Y ahora viene la breve imagen de cierre de Locura, a la que nuevamente la LXX le da una breve adici�n. La locura es ruidosa, hueca como sus v�ctimas, a las que invita a s� misma, no como la Sabidur�a las invita, a dejar de lado su sencillez, sino m�s bien como gustar, para que su ignorancia se confirme en vicio y su sencillez en brutalidad. . Ha tenido la desfachatez de construir su casa en el lugar m�s prominente y sublime de la ciudad, donde por buen derecho s�lo debe habitar la Sabidur�a.

Sus encantos est�n especialmente dirigidos a aquellos que parecen seguir adelante de forma sana, como si ella encontrara su principal placer, no en complacer a los viciosos, sino en convertir a los viciosos en inocentes. Sus encantos son: bastante pobre y vulgar; vista a la amplia luz del sol, y con el aire saludable a su alrededor, ser�a repugnante a toda naturaleza incorrupta; su voz clamorosa sonar�a estridente y su frente desvergonzada crear�a un rubor de verg�enza en los dem�s; por tanto, naturalmente busca arrojarse un velo sobre s� misma y un glamour sobre sus propuestas; ella sugiere que el secreto y la ilicitud dar�n encanto a lo que en s� mismo es un lamentable deleite.

Es clandestino, por lo tanto, es dulce; est� prohibido, por lo tanto, debe ser agradable. �Podr�a haber algo m�s sofisticado? Lo que debe su atracci�n a las sombras de la noche, obviamente, debe ser intr�nsecamente poco atractivo. Es un argumento apto solo para las sombras de los perdidos, y no para aquellos que respiran el aire dulce y contemplan el sol. De hecho, su casa est� embrujada por fantasmas, y cuando un hombre entra en su portal, ya tiene el pie en el infierno.

Bien puede la LXX agregar la vehemente advertencia, "Salta de sus garras; no te demores en el lugar; no dejes que ella tenga tu nombre, porque t� atravesar�s aguas ajenas; de aguas ajenas mantente apartado, de fuentes ajenas no bebas, para que vivas mucho y aumentes tus a�os de vida ".

Y ahora, antes de dejar este tema, debemos comentar brevemente el gran cambio y avance que Cristo ha tra�do a nuestro pensamiento sobre la relaci�n entre los dos sexos. Este Libro de la Sabidur�a es una hermosa ilustraci�n del desprecio con que los sabios de Israel ten�an a la mujer. Uno supondr�a que ella es la tentadora y el hombre la v�ctima. La maestra nunca sue�a con dar un paso atr�s y preguntar de qui�n fue la culpa de que la tentadora cayera en sus viciosos caminos.

No toma nota del hecho de que las mujeres se descarr�an primero antes que a otras. Tampoco le interesa preguntar c�mo los hombres de su tiempo arruinaron a sus mujeres neg�ndoles todo entrenamiento mental, todo inter�s y ocupaci�n saludables, encerr�ndolas en la atm�sfera corrupta del serrallo y ense��ndoles a considerar la esfera dom�stica, y eso s�lo en su sentido m�s estricto, como el l�mite propio de su pensamiento y afecto.

Estaba reservado para el Gran Maestro, la Sabidur�a Encarnada misma, reparar esta injusticia secular hacia la mujer, mostrando con severidad a los hombres el espejo de la verdad en el que podr�an ver sus propios corazones culpables. Le estaba reservado tocar la conciencia de una mujer de ciudad que era pecadora, y llevarla de sus caminos clamorosos y seductores a la dulzura de las l�grimas penitenciales y al amor arrebatado que enciende el perd�n.

Es �l, y no la antigua Sabidur�a, quien ha convertido la corriente de los pensamientos de los hombres en formas m�s justas y amables sobre esta gran cuesti�n. Y as� es como el gran poeta cristiano representa al arc�ngel corrigiendo el juicio defectuoso del hombre. Adam, hablando con la indignaci�n virtuosa habitual del sexo m�s fuerte en la contemplaci�n de la visi�n suave de las mujeres fr�giles que se le presentan a los ojos, dice:

"Oh l�stima y verg�enza, que ellos, que vivir bien

Entr� tan justo, deber�a desviarse para pisar

�Caminos indirectos, o a medio camino d�biles!

Pero a�n veo el tenor de la aflicci�n del hombre

Aguanta lo mismo, de mujer para empezar ".

La correcci�n es la correcci�n de Cristo, aunque Miguel es el orador:

"De la flojedad afeminada del hombre comienza", dijo el �ngel, "qui�n deber�a ocupar mejor su lugar, mediante la sabidur�a y los dones superiores recibidos".

Nuestro Se�or no dibuja cuadros como estos en el libro de proverbios; tienen su valor; es necesario advertir a los j�venes contra las seducciones que los vicios de otros hombres han creado en la forma de la mujer; pero prefiere ir siempre a la ra�z del asunto; Habla a los hombres mismos; Les pide que refrenen el ojo errante y mantengan puras las fuentes del coraz�n. A esa Sabidur�a censuradora que juzga sin ninguna percepci�n de que se peca m�s contra la mujer que pecando, �l se opondr�a a Su severo mandato de deshacerse de la viga en el propio ojo, antes de intentar quitar la paja del ojo de otro.

De esta manera, �l, en tantos campos variados de pensamiento y acci�n, ha convertido una verdad a medias en una verdad completa al profundizar un poco m�s y desvelar los secretos del coraz�n; y de esta manera nos ha capacitado para usar la verdad a medias, poni�ndola en su correcta relaci�n con el todo.

Versículos 10-33

CAPITULO 2

EL COMIENZO DE LA SABIDUR�A

"El temor del Se�or es el principio del conocimiento" ( Proverbios 1:7

"El temor del Se�or es el principio de la sabidur�a; y el conocimiento del Santo es el entendimiento". Proverbios 9:10

"Temer al Se�or es el principio de la sabidur�a, y fue creada con los fieles en el vientre" - Sir 1:14; tambi�n Salmo 111:10

EL libro de Proverbios pertenece a un grupo de obras de la literatura hebrea cuyo tema es la Sabidur�a. Probablemente sea el m�s antiguo de todos ellos, y puede considerarse como el tallo del que son las ramas. Sin intentar determinar las edades relativas de estas composiciones, el lector com�n puede ver los puntos de contacto entre Proverbios y Eclesiast�s, y un peque�o estudio cuidadoso revela que el libro de Job, aunque m�s completo y rico en todos los aspectos, pertenece al mismo. orden.

Fuera del canon de las Sagradas Escrituras, poseemos dos obras que declaradamente deben su sugerencia e inspiraci�n a nuestro libro, a saber, "La sabidur�a de Jes�s, el hijo de Sirac", com�nmente llamado Eclesi�stico, un producto genuinamente hebreo, y "La sabidur�a de Salom�n". , "com�nmente llamado el Libro de la Sabidur�a, de origen muy posterior, y que exhibe esa fusi�n de las concepciones religiosas hebreas con la especulaci�n griega que prevalec�a en las escuelas jud�as de Alejandr�a.

Ahora, de inmediato surge la pregunta: �Qu� debemos entender por la Sabidur�a que da un tema y un t�tulo a este extenso campo de la literatura? y �en qu� relaci�n se encuentra con la Ley y los Profetas, que forman la mayor parte de las Escrituras del Antiguo Testamento?

Hablando en t�rminos generales, la Sabidur�a de los Hebreos cubre todo el dominio de lo que deber�amos llamar Ciencia y Filosof�a. Es el esfuerzo constante de la mente humana por conocer, comprender y explicar todo lo que existe. Es, para usar la frase moderna, la b�squeda de la verdad. Los "hombres sabios" no fueron, como Mois�s y los Profetas, legisladores inspirados y heraldos de los mensajes inmediatos de Dios a la humanidad; sino que, como los sabios de los primeros griegos, Tales, Sol�n, Anaximenes, o como los sofistas de los �ltimos griegos, S�crates y sus sucesores, utilizaron todas sus facultades para observar los hechos del mundo y de la vida, y al tratar de interpretarlos, y luego en la v�a p�blica o en las escuelas designadas, se esforz� por comunicar sus conocimientos a los j�venes.

Nada era demasiado alto para su pregunta: "Lo que est� lejos y es muy profundo, �qui�n puede descubrirlo?" Eclesiast�s 7:24 sin embargo, intentaron descubrir y explicar lo que es. Nada era demasiado humilde para su atenci�n; la sabidur�a "llega poderosamente de un extremo a otro, y dulcemente ordena todas las cosas". RAPC Wis 8: 1 Su prop�sito encuentra expresi�n en las palabras de Eclesiast�s: "Me volv�, y mi coraz�n estaba dispuesto a saber y buscar, y buscar la sabidur�a y la raz�n de las cosas". Eclesiast�s 7:25

Pero por Sabidur�a se entiende no s�lo la b�squeda, sino tambi�n el descubrimiento; no meramente un deseo de saber, sino tambi�n un cierto cuerpo de concepciones comprobadas y suficientemente formuladas. Para la mente hebrea, habr�a parecido sin sentido afirmar que el agnosticismo era sabidur�a. Se salv� de esta conclusi�n parad�jica por su fe firmemente arraigada en Dios. El misterio podr�a colgar sobre los detalles, pero una cosa estaba clara: todo el universo era un plan inteligente de Dios; la mente puede estar desconcertada al comprender Sus caminos, pero toda esa existencia es de Su elecci�n y Su ordenamiento fue tomado como el axioma con el que todo pensamiento debe comenzar.

Por tanto, hay una unidad en la Sabidur�a hebrea; la unidad se encuentra en el pensamiento del Creador; todos los hechos del mundo f�sico, todos los problemas de la vida humana, se refieren a Su mente; la Sabidur�a objetiva es el Ser de Dios, que incluye en su c�rculo todo; y la sabidur�a subjetiva, la sabidur�a en la mente humana, consiste en familiarizarse con Su Ser y todo lo que contiene, y mientras tanto, admitir constantemente que �l es, y cederle el lugar que le corresponde en nuestro pensamiento.

Pero mientras la Sabidur�a abarca en su amplio estudio todas las cosas en el cielo y en la tierra, hay una parte del vasto campo que hace una demanda especial sobre el inter�s humano. El verdadero estudio de la humanidad es el hombre. Muy naturalmente, el tema m�s temprano que ocup� el pensamiento humano fue la vida humana, la conducta humana, la sociedad humana. O, para decir lo mismo en el lenguaje de este libro, mientras la Sabidur�a estaba ocupada con toda la creaci�n, ella se regocijaba especialmente en la tierra habitable, y su deleite estaba con los hijos de los hombres.

Abarcando te�ricamente todos los temas del conocimiento y la reflexi�n humanos, la Sabidur�a de la literatura hebrea toca pr�cticamente poco en lo que ahora deber�amos llamar Ciencia, e incluso donde la atenci�n se centr� en los hechos y leyes del mundo material, fue principalmente para prestadas similitudes o ilustraciones con fines morales y religiosos. El rey Salom�n "habl� de los �rboles, desde el cedro del L�bano hasta el hisopo que brota del muro; tambi�n habl� de las bestias, las aves, los reptiles y los peces.

" 1 Reyes 4:33 Pero los Proverbios que nos han llegado bajo su nombre se refieren casi exclusivamente a principios de conducta u observaci�n de la vida, y rara vez nos recuerdan la tierra, el mar y el cielo, excepto como morada. -lugar de los hombres, la casa cubierta de cuadros para su deleite o llena de im�genes para su instrucci�n.

Pero hay que trazar una distinci�n adicional, y al intentar aclararlo podemos determinar el lugar de los Proverbios en el esquema general de los escritos inspirados. La vida humana es un tema suficientemente amplio; incluye no s�lo cuestiones sociales y pol�ticas, sino las b�squedas y especulaciones de la filosof�a, las verdades y revelaciones de la religi�n. Por lo tanto, desde un punto de vista, se puede decir que la sabidur�a abarca la Ley y los Profetas, y en un hermoso pasaje del Eclesi�stico, todo el pacto de Jehov� con Israel es tratado como una emanaci�n de sabidur�a de la boca del Alt�simo.

La sabidur�a fue la inspiraci�n de quienes dieron forma a la ley y construyeron la Casa Santa, de quienes ministraron en los atrios del Templo y de quienes fueron movidos por el Santo a reprender las faltas del pueblo, a llamarlo al arrepentimiento. , para denunciar la condenaci�n de su pecado, y proclamar la alegre promesa de liberaci�n. Una vez m�s, desde este amplio punto de vista, la Sabidur�a podr�a considerarse como la Filosof�a Divina, el sistema de pensamiento y el cuerpo de creencias que proporcionar�a la explicaci�n de la vida y enraizar�a todas las decisiones de la �tica en los principios eternos de la verdad.

Y esta funci�n de la Sabidur�a se presenta con singular belleza y poder en el cap�tulo octavo de nuestro libro, donde, como veremos, la boca de la Sabidur�a muestra que su preocupaci�n por los hombres se deriva de su relaci�n con el Creador y de su comprensi�n de Su gran dise�o arquitect�nico en la construcci�n del mundo.

Ahora bien, la sabidur�a que encuentra expresi�n en la mayor parte de los Proverbios debe distinguirse claramente de la sabidur�a en este elevado sentido. No es la sabidur�a de la Ley y los Profetas; se mueve en un plano mucho m�s bajo. No es la sabidur�a del cap�tulo 8, una filosof�a que armoniza la vida humana con las leyes de la naturaleza conectando constantemente a ambos con Dios.

La sabidur�a de los Proverbios difiere de la sabidur�a de los Profetas en que no se deriva directamente, sino inmediatamente de Dios. No se dirige ninguna mente especial para dar forma a estos dichos; crecen en la mente com�n de la gente, y se inspiran en esas cualidades generales que hicieron de toda la naci�n en medio de la cual tuvieron su nacimiento una naci�n inspirada, y dieron a toda la literatura de la naci�n un car�cter peculiar y peculiar. tono inimitable.

La sabidur�a de los Proverbios tambi�n difiere de la sabidur�a de estos cap�tulos introductorios de la misma manera; es una diferencia que podr�a expresarse mediante un uso familiar de palabras; es una distinci�n entre Filosof�a y Filosof�a Proverbial, una distinci�n, digamos, entre Filosof�a Divina y Filosof�a Proverbial.

Los Proverbios son a menudo astutos, a menudo edificantes, a veces casi evang�licos en su aguda visi�n �tica; pero se nos recordar� constantemente que no vienen con la autoridad dominante del prof�tico "As� dice el Se�or". Y a�n m�s se nos recordar� cu�n rezagados est�n con respecto a la norma de vida y los principios de conducta que se nos presentan en Cristo Jes�s.

Lo que se acaba de decir parece ser un preliminar necesario para el estudio de los Proverbios, y s�lo si lo tenemos en cuenta podremos apreciar la diferencia de tono entre los nueve cap�tulos introductorios y el cuerpo principal del libro. libro; Tampoco deber�amos aventurarnos, quiz�s, aparte de la consideraci�n que se ha instado, a ejercitar nuestro sentido cr�tico en el estudio de dichos particulares, e insistir en todo momento en llevar la ense�anza de los sabios de la antig�edad a la norma y prueba de Aquel que �l mismo es hecho para nosotros Sabidur�a.

Pero ahora volvamos a nuestro texto. Debemos pensar en la sabidur�a en el sentido m�s amplio posible, que incluya no solo la �tica, sino tambi�n la filosof�a, y no solo la filosof�a, sino la religi�n; s�, y como abarcando en su vasto estudio todo el campo de las ciencias naturales, cuando se dice que el temor del Se�or es el principio de la sabidur�a; debemos pensar en el conocimiento en su extensi�n m�s completa y liberal cuando leemos que el temor del Se�or es el comienzo del conocimiento.

En esta verdad pre�ada podemos distinguir tres ideas: primero, el miedo o, como probablemente deber�amos decir, la reverencia, es el requisito previo de toda verdad cient�fica, filos�fica o religiosa; en segundo lugar, no se puede obtener ning�n conocimiento o sabidur�a real que no comience con el reconocimiento de Dios; y luego, en tercer lugar, la expresi�n no es solo "el temor de Dios", que podr�a referirse solo al Ser que se presupone en cualquier explicaci�n inteligente de los fen�menos, sino al "temor del Se�or", i.

e., de Javeh, el que existe por s� mismo, quien se ha revelado a s� mismo de una manera especial a los hombres como "YO SOY LO QUE SOY"; y por lo tanto se insin�a que no se puede construir una filosof�a satisfactoria de la vida y la historia humanas que no se base en el hecho de la revelaci�n.

Podemos proceder a detenernos en estos tres pensamientos en orden.

1. La mayor�a de las personas religiosas est�n dispuestas a admitir que "el temor del Se�or es fuente de vida, para apartarse de los lazos de la muerte". Proverbios 14:27 Pero lo que no siempre se observa es que la misma actitud es necesaria en la esfera intelectual. Y, sin embargo, la verdad puede ilustrarse en un cuarto que para algunos de nosotros puede resultar sorprendente.

Es un hecho notable que la ciencia moderna tuvo su origen en dos mentes profundamente religiosas. Bacon y Descartes se sintieron impulsados ??a investigar los hechos f�sicos por su creencia en el Ser Divino que estaba detr�s de ellos. Para mencionar s�lo a nuestro gran pensador ingl�s, " Novum Organum " de Bacon es la m�s reverente de las obras, y nadie se dio cuenta nunca con m�s claridad que �l de que, como sol�a decir Coleridge, "no hay posibilidad de verdad en la meta donde hay no una humildad infantil en el punto de partida ".

A veces se dice que esta nota de reverencia falta en los grandes investigadores cient�ficos de nuestros d�as. En la medida en que esto sea cierto, es probable que sus conclusiones est�n viciadas, ya menudo nos impresiona la sensaci�n de que la autoafirmaci�n descort�s y la arrogante confianza en s� mismos de muchos escritores cient�ficos auguran un mal augurio para la veracidad de sus afirmaciones. Pero, por otro lado, debe recordarse que los m�s grandes hombres de ciencia en la nuestra, como en todas las dem�s �pocas, se distinguen por una singular sencillez y una reverencia que se comunica a sus lectores.

�Qu� podr�a ser m�s reverente que la forma en que Darwin estudi� el insecto coralino o la lombriz de tierra? �l otorg� a estas humildes criaturas del oc�ano y de la tierra la observaci�n m�s paciente y amorosa. Y su �xito en comprenderlos y explicarlos fue proporcional al respeto que les mostr�. El buceador de coral no siente reverencia por el insecto; est� empe�ado �nicamente en obtener ganancias y, en consecuencia, no puede decirnos nada sobre el arrecife de coral y su crecimiento.

El jardinero no tiene respeto por el gusano; lo corta sin piedad con su pala y lo arroja descuidadamente a un lado; en consecuencia, no puede hablarnos de sus humildes ministerios y del papel que desempe�a en la fertilizaci�n del suelo. Fue la reverencia de Darwin lo que result� ser el comienzo del conocimiento en estos departamentos de investigaci�n; y si fue solo la reverencia del naturalista, la verdad se ilustra mucho mejor, porque su conocimiento de lo invisible y lo eterno disminuy�, al igual que su percepci�n de la belleza en la literatura y el arte disminuy�, en la medida en que sufri� su esp�ritu. de reverencia hacia estas cosas para morir.

Las puertas del Conocimiento y la Sabidur�a est�n cerradas y se abren solo al golpe de la Reverencia. Sin reverencia, es cierto, los hombres pueden obtener lo que se llama conocimiento y sabidur�a mundanos; pero estos est�n muy lejos de la verdad, y. La experiencia a menudo nos muestra cu�n profundamente ignorantes e incurablemente ciegas son las personas que empujan y triunfan, cuyo conocimiento se convierte en enga�o y cuya sabidur�a se convierte en locura, precisamente porque falta el gran requisito previo.

El buscador del conocimiento real tendr� poco de �l que sugiera �xito en el mundo. Es modesto, olvidadizo de s� mismo, posiblemente t�mido; est� absorto en una b�squeda desinteresada, porque ha visto de lejos la alta y blanca estrella de la Verdad; lo mira, lo aspira. Las cosas que s�lo le afectan personalmente le causan poca impresi�n; las cosas que afectan la verdad lo mueven, lo agitan, lo excitan. Un esp�ritu brillante est� adelante, llam�ndolo.

El color sube a su mejilla, los nervios se estremecen y su alma se llena de �xtasis, cuando la forma parece aclararse y se da un paso en la persecuci�n. Cuando se hace un descubrimiento, casi se olvida de que �l es el descubridor; incluso permitir� que el m�rito de ello pase a otro, porque preferir�a regocijarse en la verdad misma que permitir que su gozo se te�iera con una consideraci�n personal.

S�, el semblante modesto, olvidadizo de s� mismo, reverente es la primera condici�n que gana a la Verdad, quien debe ser abordado de rodillas y reconocido con un coraz�n humilde y postrado. No se puede negar el hecho de que este miedo, esta reverencia, es "el comienzo" de la sabidur�a.

2. Pasamos ahora a una afirmaci�n m�s audaz que la anterior, que no puede haber verdadero conocimiento o sabidur�a que no parta del reconocimiento de Dios. Esta es una de esas afirmaciones, no infrecuentes en las Sagradas Escrituras, que a primera vista parecen ser dogmas arbitrarios, pero que, en una investigaci�n m�s detallada, demuestran ser declaraciones autorizadas de verdad razonada. Estamos cara a cara, en nuestros d�as, con una filosof�a declaradamente atea.

Seg�n las 'Escrituras, una filosof�a atea no es una filosof�a en absoluto, sino s�lo una locura: "El necio ha dicho en su coraz�n: Dios no hay". Tenemos pensadores entre nosotros que consideran que su gran misi�n es deshacerse de la idea misma de Dios, como alguien que se interpone en el camino del progreso espiritual, social y pol�tico. Seg�n las Escrituras, eliminar la idea de Dios es destruir la clave del conocimiento y hacer imposible cualquier esquema coherente de pensamiento. Ciertamente, aqu� hay un tema claro y agudo.

Ahora bien, si este universo del que formamos parte es un pensamiento de la mente divina, una obra de la mano divina, una escena de operaciones divinas, en la que Dios se est� dando cuenta, en grados lentos, de un vasto prop�sito espiritual, es el yo. -evidente que ning�n intento de comprender el universo puede tener �xito si deja esta, su idea fundamental, fuera de cuenta; tambi�n se puede intentar comprender un cuadro mientras se niega a reconocer que el artista ten�a alg�n prop�sito que expresar al pintarlo, o incluso que hab�a alg�n artista en absoluto. Tanto todo el mundo lo admitir�.

Pero si el universo no es obra de una mente divina, o el efecto de una voluntad divina; si es meramente el trabajo de una Fuerza ciega e irracional, que no tiene fin, porque no tiene fin que realizar; si nosotros, d�bil resultado de una larga e irreflexiva evoluci�n, somos las primeras criaturas que pensaron, y las �nicas criaturas que ahora piensan, en todo el universo del Ser; se sigue que de un universo tan irracional no puede haber conocimiento verdadero para los seres racionales, y de un esquema de cosas tan imprudente que no puede haber filosof�a ni sabidur�a.

Ninguna persona que reflexione puede dejar de reconocer esto, y esta es la verdad que se afirma en el texto. No es necesario sostener que sin admitir a Dios no podemos tener conocimiento de cierto n�mero de hechos emp�ricos; pero eso no constituye una filosof�a ni una sabidur�a. Es necesario sostener que sin admitir a Dios no podemos tener ninguna explicaci�n de nuestro conocimiento, ni ninguna verificaci�n de �l; sin admitir a Dios, nuestro conocimiento nunca puede llegar a ser redondeado o completo que pueda justificar que lo llamemos por el nombre de Sabidur�a.

O, para decirlo de una manera ligeramente diferente: una mente pensante s�lo puede concebir el universo como producto del pensamiento; si el universo no es producto del pensamiento, nunca podr� ser inteligible para una mente pensante y, por lo tanto, nunca podr� ser en un verdadero sentido el objeto de conocimiento; negar que el universo es producto del pensamiento es negar la posibilidad de la sabidur�a.

Encontramos, entonces, que no es un dogma, sino una verdad de raz�n, que el conocimiento debe comenzar con el reconocimiento de Dios.

3. Pero ahora llegamos a una afirmaci�n que es la m�s audaz de todas, y por el momento tendremos que contentarnos con dejar atr�s a muchos que nos han seguido f�cilmente hasta ahora. Que estamos obligados a reconocer al "Se�or", que es el Dios de la Revelaci�n, y postrarnos en reverencia ante �l, como la primera condici�n de la verdadera sabidur�a, es justamente la verdad que multitudes de hombres que dicen ser te�stas est�n ahora en�rgicamente. negando. �Debemos contentarnos con dejar la afirmaci�n simplemente como un dogma enunciado con la autoridad de las Escrituras?

Seguramente, en todo caso, aquellos que han hecho de la sabidur�a el principio en el temor del Se�or deber�an poder demostrar que la posesi�n que han adquirido es en realidad sabidur�a y no descansa sobre un dogma irracional, incapaz de probarse.

Ya hemos reconocido desde el principio que la Sabidur�a de este libro no es meramente un relato intelectual de la raz�n de las cosas, sino tambi�n m�s espec�ficamente una explicaci�n de la vida moral y espiritual. Se puede admitir que, en la medida en que el intelecto solo reclame satisfacci�n, basta con postular la idea pura de Dios como condici�n de toda existencia racional. Pero cuando los hombres llegan a reconocerse a s� mismos como seres espirituales, con concepciones del bien y del mal, con fuertes afectos, con elevadas aspiraciones, con ideas que se apoderan de la eternidad, se encuentran completamente incapaces de estar satisfechos con la mera idea de Dios; el alma dentro de ellos anhela y tiene sed de un Dios vivo.

Un amor intelectual de Dios podr�a satisfacer a criaturas puramente intelectuales; pero para satisfacer las necesidades del hombre tal como es, Dios debe ser un Dios que manifieste Su propia personalidad y no se deje sin un testimonio de Su criatura racional. Una sabidur�a, entonces, que ha de valorar verdaderamente y guiar correctamente la vida del hombre, debe comenzar con el reconocimiento de un Dios cuya designaci�n peculiar es el que existe por s� mismo, y que se da a conocer al hombre con ese nombre; es decir, debe comenzar con el "temor del Se�or".

Lo convincente que es esta necesidad parece directamente que se establece la alternativa. Si la Raz�n nos asegura de un Dios que nos hizo, Causa Primera de nuestra existencia y de nuestro ser lo que somos; si la Raz�n tambi�n nos obliga a referirnos a �l nuestra naturaleza moral, nuestro deseo de santidad y nuestra capacidad de amar, �qu� podr�a ser un impuesto mayor a la fe, y a�n mayor tensi�n a la raz�n, que declarar que, no obstante, Dios �No se ha revelado a S� mismo como el Se�or de nuestra vida y el Dios de nuestra salvaci�n, como la autoridad de justicia o el objeto de nuestro amor? Cuando se plantea la cuesti�n de esta manera, parece que, aparte de una revelaci�n verdadera y digna de confianza, no puede haber sabidur�a que sea capaz de tratar realmente la vida humana, como vida de criaturas espirituales y morales;

Nuestro texto est� ahora ante nosotros, no como la liberaci�n sin fundamento del dogma, sino como una expresi�n condensada de la raz�n humana. Vemos que partiendo de la concepci�n de la Sabidur�a como suma de lo que es y explicaci�n suficiente de todas las cosas, incluyendo por tanto no s�lo las leyes de la naturaleza, sino tambi�n las leyes de la vida humana, tanto espiritual como moral, podemos No dar ning�n paso hacia la adquisici�n de la sabidur�a sin una reverencia sincera y absoluta, un reconocimiento de Dios como el Autor del universo que buscamos comprender, y como el Ser Personal, el Autoexistente, que se revela a S� mismo bajo ese nombre significativo. "YO SOY", y declara Su voluntad a nuestros corazones que esperan.

"�A qui�n se ha revelado la ra�z de la sabidur�a? �O qui�n conoci� sus sabios consejos? Hay uno sabio y muy temible: el Se�or sentado en su trono". Eclesiast�s 1:6 ; Eclesiast�s 1:8

De esta manera se golpea la nota clave de la "Sabidur�a" jud�a. es profundamente cierto; es estimulante y �til. Pero puede que no est� fuera de lugar recordarnos a nosotros mismos, incluso tan temprano, que la idea en la que hemos estado insistiendo no llega a la verdad superior que se nos ha dado en Cristo. Dif�cilmente se le ocurri� a un pensador hebreo concebir que el "temor del Se�or" pudiera convertirse en amor pleno, sincero y perfecto.

Y, sin embargo, puede demostrarse que este fue el cambio efectuado cuando Cristo era de Dios "hecho sabidur�a para nosotros"; no es que el "miedo" o la reverencia disminuya, sino que el miedo es absorbido por el sentimiento m�s grande y m�s gracioso. Para nosotros que hemos recibido a Cristo como nuestra Sabidur�a, se ha convertido casi en una obviedad que debemos amar para conocer. Reconocemos que las causas de las cosas permanecen ocultas para nosotros hasta que nuestro coraz�n se enciende en un amor ardiente hacia la Primera Causa, Dios mismo: encontramos que incluso nuestros procesos de razonamiento son defectuosos hasta que son tocados con la ternura divina y simp�tico por la infusi�n de una pasi�n m�s elevada.

Y est� bastante de acuerdo con esta verdad m�s completa de que tanto la ciencia como la filosof�a han logrado un progreso genuino solo en tierras cristianas y bajo influencias cristianas. Donde el toque de la mano de Cristo se ha sentido m�s decisivamente, en Alemania, en Inglaterra, en Am�rica, y donde, en consecuencia, la Sabidur�a ha alcanzado un significado m�s noble, m�s rico, m�s tierno, all�, bajo poderes impulsores, que no son menos reales. porque no siempre son reconocidos, se han hecho los grandes descubrimientos, se han enmarcado los grandes sistemas de pensamiento y los grandes consejos de conducta han asumido gradualmente sustancia y autoridad.

Y a partir de una amplia observaci�n de los hechos, podemos decir: "El temor del Se�or es el principio de la sabidur�a y el conocimiento"; s�, pero la Sabidur�a de Dios nos ha llevado del miedo al amor, y en el Amor del Se�or se encuentra el cumplimiento de aquello que tembl� en nacimiento por el miedo.

Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre Proverbs 9". "El Comentario Bíblico del Expositor". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/teb/proverbs-9.html.