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Sunday, September 29th, 2024
the Week of Proper 21 / Ordinary 26
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Bible Commentaries
El Comentario Bíblico del Expositor El Comentario Bíblico del Expositor
Declaración de derechos de autor
Estos archivos están en el dominio público.
Texto cortesía de BibleSupport.com. Usado con permiso.
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Texto cortesía de BibleSupport.com. Usado con permiso.
Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre Psalms 131". "El Comentario Bíblico del Expositor". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/teb/psalms-131.html.
Nicoll, William R. "Comentario sobre Psalms 131". "El Comentario Bíblico del Expositor". https://beta.studylight.org/
Versículos 1-3
Salmo 131:1
Un coraz�n TRANQUILO, porque se aquieta, habla aqu� con acentos tranquilos, no muy diferente del "canturreo" del ni�o pac�fico en el pecho de su madre, con el que la dulce cantante compara su alma. El salmo es la expresi�n m�s perfecta del esp�ritu infantil, que, como ha ense�ado Cristo, es caracter�stico de los s�bditos del reino de los cielos. Sigue a un salmo de penitencia, en el que un alma contrita esperaba el perd�n de Jehov� y, al encontrarlo, exhortaba a Israel a esperar su redenci�n de toda iniquidad. La conciencia del pecado y la recepci�n consciente de la redenci�n del mismo preceden a la verdadera humildad, y tal humildad debe seguir a esa conciencia.
El salmista no reza; menos a�n contradice su bajeza en el mismo acto de declararla, enamor�ndose de ella. Habla en ese estado de �nimo sereno y alegre, que a veces se concede a las almas humildes, cuando la fruici�n est� m�s presente que el deseo, y el ni�o, abrazado al coraz�n divino, siente su bienaventuranza tan satisfactoriamente que los temores y las esperanzas, los deseos y los sue�os, se aquietan. Las palabras sencillas expresan mejor las alegr�as tranquilas. En este salmo s�lo suena una nota, que casi podr�a llamarse una canci�n de cuna. �Cu�ntos corazones ha ayudado a callar!
La altivez que el salmista niega tiene su asiento en el coraz�n y su manifestaci�n en miradas arrogantes. El coraz�n humilde mira m�s alto que el orgulloso, porque levanta los ojos a las colinas y los fija en Jehov�, como un esclavo en su se�or. Los elevados pensamientos sobre uno mismo engendran naturalmente ambiciones que buscan grandes esferas y se entrometen con cosas que est�n fuera de su alcance. El cantante no se refiere a cuestiones m�s all� de la soluci�n por la facultad humana, sino a ambiciones mundanas que apuntan a la prominencia y la posici�n. Apunta bajo, en lo que concierne a la tierra; pero apunta alto, porque su objetivo est� en los cielos.
Sacudi�ndose de tales ambiciones y altivez de esp�ritu, ha encontrado reposo, como lo hacen todos los que limpian sus corazones de esas cosas peligrosas. Pero hay que se�alar que la calma de la que disfruta es fruto de su propio autocontrol, mediante el cual su yo dominante ha suavizado y acallado la naturaleza sensible con sus deseos y pasiones. No es la tranquilidad de una naturaleza tranquila lo que habla aqu�, sino aquello en lo que ha entrado el hablante, mediante el dominio vigoroso de los elementos perturbadores.
Lo dura que hab�a sido la lucha, el llanto amargo y la resistencia petulante que hab�a antes de que se ganara la calma, lo dice la hermosa imagen del ni�o destetado. Mientras lo destetan, solloza y lucha, y toda su peque�a vida se perturba. De modo que ning�n hombre llega a tener un coraz�n tranquilo sin mucha auto supresi�n resuelta. Pero la figura habla del reposo final, incluso m�s claramente que de la lucha anterior.
Porque, una vez que se completa el proceso, el ni�o se acurruca satisfecho en el c�lido pecho de la madre y no desea nada m�s que acostarse all�. De modo que el hombre que ha tomado valientemente su propia naturaleza m�s d�bil y anhelante, y ha alejado sus deseos de la tierra fij�ndolos en Dios, se libera de la miseria del deseo ardiente y pasa a la calma. El que cesa en sus propias obras entra en reposo. Si un hombre obliga as� a su "alma" a cesar sus ansias de lo que la tierra puede dar, tendr� que hacer caso omiso de sus luchas y gritos, pero �stos dar�n lugar a la quietud; y el fruto de la bienaventuranza de poner todos los deseos en Dios ser� la mejor defensa contra la repetici�n de los anhelos una vez silenciados.
El salmista desea que todo Israel comparta la tranquilidad de su coraz�n, y cierra su tierno fragmento de c�ntico con un llamado a que esperen en Jehov�, mediante el cual ellos tambi�n puedan entrar en paz. El salmo anterior termin� con la misma llamada; pero all� estaba principalmente en cuesti�n la misericordia de Dios al tratar con el pecado, mientras que aqu� est� impl�cita su suficiencia para todas las necesidades del alma. El �nico secreto del perd�n y la liberaci�n de la iniquidad es tambi�n el secreto del descanso de los anhelos tir�nicos y los deseos perturbadores. La esperanza en Jehov� trae perd�n, pureza y paz.