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Salmos 137

El Comentario Bíblico del ExpositorEl Comentario Bíblico del Expositor

Versículos 1-9

Salmo 137:1

EL cautiverio ha pasado, como lo muestran los tiempos en Salmo 137:1 , y como se manifiesta por el hecho mismo de que sus miserias se han convertido en temas para un salmo. El dolor debe eliminarse un poco antes de poder cantarlo. Pero faltan los acordes de triunfo que se escuchan en otros salmos en este, que respira amor apasionado por Jerusal�n, te�ido todav�a de tristeza.

La fecha del salmo es aparentemente los primeros d�as del Retorno, cuando los patriotas sinceros todav�a sent�an el dolor de la reciente servidumbre y miraban con tristeza las queridas ruinas de la ciudad. El cantante pasa en breve br�jula de una m�sica tierna que respira un recuerdo quejumbroso de la suerte de los cautivos, a una devoci�n apasionada, y finalmente a un arrebato de imprecaci�n vehemente, magn�fica en su �mpetu ardiente, ampliamente explicable por los agravios de Israel y los cr�menes de Babilonia, y a�n por Se reconozca francamente que se mueve en un plano de sentimiento m�s bajo que el permisible para aquellos que han aprendido a pagar el desprecio con gentileza, el odio con amor y las injurias con deseos por el mayor bien del ofensor. Las brasas de fuego que este salmista esparce entre los enemigos de Israel no son las que los siervos de Cristo deben amontonar sobre la cabeza de sus enemigos.

Nunca se escribi� nada m�s dulce o m�s triste que esa imagen delicada y profundamente sentida de los exiliados en los primeros vers�culos del salmo. Los vemos sentados, demasiado apesadumbrados para la actividad, y notando a medias, como a�adiendo a su dolor, el paisaje desconocido que los rodea, con sus innumerables canales, y los mon�tonos "sauces" (m�s bien, una especie de �lamo) que se extienden a lo largo de sus bancos. �Qu� diferente de esta fertilidad llana y d�cil de la querida patria, con sus colinas, ca�adas y arroyos caudalosos! El salmista probablemente era un cantante del templo, pero no encontr� consuelo ni siquiera en "el arpa, el �nico gozo que le quedaba".

"Sin duda, muchos de los exiliados se sintieron como en casa en cautiverio, pero hubo algunos m�s profundamente sensibles o m�s devotos, que encontraron que era mejor recordar a Si�n y llorar que disfrutar de Babilonia". �Ay, ay! �Cu�nto menos es conversar con los dem�s que recordarte a ti! �. As� que se sentaron, como la figura inquietante de Jerem�as en la Capilla Sixtina, como Miguel �ngel, en silencio, inm�viles, perdidos en recuerdos agridulces.

Pero hab�a otra raz�n que su propia tristeza por colgar sus arpas ociosas en los sauces. Sus groseros opresores les ordenaron cantar para hacer re�r. Deseaban divertirse con los extra�os sonidos de la m�sica extranjera, o estaban petulantemente enojados porque esa gente tan tonta y vergonzosa tuviese rostros hoscos, como ventanas sin iluminaci�n, cuando sus amos estaban contentos de estar felices. As� que, como juerguistas borrachos, gritaron "�Canta!" La solicitud hundi� el hierro m�s profundamente en los corazones tristes, porque proven�a de aquellos que hab�an hecho la miseria. Se hab�an llevado a los cautivos y ahora les ped�an que se divirtieran.

La palabra saqueadores es dif�cil. La traducci�n adoptada aqu� es la de la LXX y otras. Se requiere una ligera alteraci�n de la lectura, que es aprobado por Hupfeld (como alternativa), Perowne, Baethgen, Graetz, etc . Cheyne sigue a Halevy al preferir otra alteraci�n conjetural que da "bailarines" ("y de nuestros bailarines, alegr�a festiva"), pero admite que el otro punto de vista es "algo m�s natural".

"A los babilonios juerguistas no les importaba qu� tipo de canciones cantaban sus esclavos. La m�sica del templo funcionar�a tan bien como cualquier otra; pero el devoto salmista y sus compa�eros se abstuvieron de profanar los c�nticos sagrados que alababan a Jehov� haci�ndolos parte de un banquete pagano. Tal sacrilegio habr�a sido como el que Belsasar us� las vasijas del templo para su org�a. "No des lo sagrado a los perros". Y los cantantes no fueron influenciados por la superstici�n, sino por la reverencia y la tristeza, cuando no pod�an cantar estas canciones. en esa tierra extra�a.

Sin duda fue un hecho que la m�sica del Templo cay� en desuso durante el Cautiverio. Hay estados de �nimo y escenas en las que es profanaci�n pronunciar la m�sica profunda que puede sonar perpetuamente en el coraz�n. Las "canciones inauditas" a veces no solo son "las m�s dulces", sino tambi�n la adoraci�n m�s verdadera.

Los recuerdos de Babilonia del salmista se cortan repentinamente. Su coraz�n arde mientras cavila sobre ese pasado, y luego levanta los ojos para ver cu�n abandonada y olvidada est� Jerusal�n, como si pidiera ayuda a sus hijos. Una oleada de emoci�n lo invade, y estalla en una pasi�n de lealtad prometida a la ciudad madre. Tiene Jerusal�n escrita en su coraz�n. Es de notar que su recuerdo fue la corona de dolor de los exiliados; ahora se convierte en la c�spide de la alegr�a del cantante.

Ninguna ocasi�n privada de alegr�a conmueve tanto las profundidades de un alma, enamorada del noble y ennoblecedor amor de la ciudad de Dios, como lo hace su prosperidad. �Ay de que los as� llamados ciudadanos de la verdadera ciudad de Dios tengan un inter�s tan tibio en su bienestar, y sean conmovidos mucho m�s por el individuo que por la prosperidad p�blica o la adversidad! �Ay, que tan a menudo no lloren cuando recuerden su esclavitud ni se regocijen por su avance!

Salmo 137:5 b es enf�tico por su car�cter incompleto. "�Que mi mano derecha se olvide!" �Qu�? Es posible que se proporcionen algunas palabras como "poder", "astucia" o "movimiento". Ser�a tan incre�blemente antinatural para el poeta olvidar Jerusal�n como para su mano olvidarse de moverse o dejar de ser consciente de su conexi�n con su cuerpo.

Salmo 137:6 d dice literalmente "Por encima de la cabeza de mi gozo": una expresi�n que puede significar la cima de mi gozo , es decir, mi mayor gozo; o la suma de mi alegr�a , es decir, toda mi alegr�a. En cualquier caso, el bienestar de Jerusal�n es el cl�max de alegr�a del salmista; y tan profundamente se pierde en la comunidad fundada por Dios, que todos sus manantiales de felicidad est�n en ella.

Hab�a elegido la mejor parte. La alegr�a desinteresada es la �nica bienaventuranza duradera; y s�lo beben de un r�o inagotable de placeres cuyo mayor deleite consiste en contemplar y participar en la reconstrucci�n de la ciudad de Dios en la tierra.

Los rel�mpagos de la �ltima parte del salmo necesitan pocos comentarios. El deseo de la destrucci�n de los enemigos de Si�n, que ellos expresan, no es el estado de �nimo m�s elevado del ciudadano leal de la ciudad de Dios, y debe reconocerse plenamente que no est� de acuerdo con la moral cristiana. Pero ha sido juzgado de la manera m�s injusta, como si no fuera nada m�s noble que una feroz sed de venganza. Es mucho m�s.

Es el deseo de retribuci�n, pesado como el recuento de delitos que lo exige. Es un llamamiento solemne a Dios para que barre a los enemigos de Sion, quienes, al odiarla, se rebelaron contra �l. Primero, el salmista se dirige a los parientes traidores de Israel, los edomitas, quienes, como dice Abd�as, "se regocijaron por los hijos de Jud� en los d�as de su destrucci�n", Abd�as 1:12 y estimularon la obra de arrasar la ciudad.

Entonces el cantor se vuelve a Babilonia y la saluda como ya asolada; porque es vidente adem�s de cantor, y est� tan seguro del juicio que se cumplir� que ya est� hecho. La parte m�s repugnante de la imprecaci�n, la que contempla la terrible destrucci�n de los tiernos infantes, tiene su dureza algo suavizada por el hecho de que es el eco de la profec�a de Isa�as sobre Babilonia, Isa�as 13:16 , y a�n m�s por la consideraci�n que el prop�sito de la crueldad aparentemente b�rbara era acabar con una "semilla de malhechores", cuya continuaci�n significaba miseria para vastas tierras.

Sin duda, las palabras son severas, y el temperamento que encarnan es una discordia �spera, en comparaci�n con el esp�ritu cristiano. Pero no son las declaraciones de una mera venganza feroz. M�s bien proclaman los juicios de Dios, no con la impasibilidad, en verdad, que mejor conviene a los ejecutores de tan terribles sentencias, pero menos a�n con la maligna gratificaci�n de la sanguinaria venganza que a menudo se les ha atribuido.

Quiz�s, si algunos de sus cr�ticos modernos hubieran estado bajo el yugo del cual fue liberado este salmista, habr�an entendido un poco mejor c�mo un buen hombre de esa �poca pod�a regocijarse de que Babilonia hubiera ca�do y toda su raza extirpada. Quiz�s, no har�a da�o a la tierna ternura moderna tener un poco m�s de hierro infundido en su dulzura, y tener en cuenta que el Rey de la Paz debe ser primero el Rey de la Justicia, y que la Destrucci�n del Mal es el complemento de la Preservaci�n del Bien. .

Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre Psalms 137". "El Comentario Bíblico del Expositor". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/teb/psalms-137.html.