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Salmos 38

El Comentario Bíblico del ExpositorEl Comentario Bíblico del Expositor

Versículos 1-22

Salmo 38:1

ESTE es un lamento prolongado. apasionado al principio, pero poco a poco se fue calmando a s� mismo en la sumisi�n y la confianza, aunque nunca pasando de la tonalidad menor. El nombre de Dios se invoca tres veces ( Salmo 38:1 , Salmo 38:9 , Salmo 38:15 ), y cada vez que el salmista mira hacia arriba, su carga es algo m�s f�cil de llevar, y algunos "bajos principios de contenido" se infiltran en su coraz�n y se mezclan con su lamento.

El dolor encuentra alivio al repetir su lamento. Es un error de los lectores de sangre fr�a buscar la consecuci�n del pensamiento en el llanto de un alma herida; pero tambi�n es un error estar ciego al hundimiento gradual de las olas en este salmo, que comienza con la desaprobaci�n de la ira de Dios y termina. con acurrucarme tranquilamente cerca de �l como "mi salvaci�n".

La caracter�stica del primer estallido de sentimiento es su ininterrumpida penumbra. Suena como las profundidades de la oscuridad, con las que las vidas superficiales y tranquilas no est�n familiarizadas, pero quienquiera que haya estado inmerso en ellas no pensar� que la imagen est� sobrecargada de negro. La ocasi�n del profundo abatimiento del salmista no se puede deducir de sus palabras. �l, como todos los poetas que ense�an con canciones lo que aprenden en el sufrimiento, traduce sus dolores personales en un lenguaje apropiado para los dolores de los dem�s.

Los sentimientos son m�s importantes para �l y para nosotros que los hechos. y debemos contentarnos con dejar sin resolver la cuesti�n de sus circunstancias, de las que, despu�s de todo, poco depende. Solo que es dif�cil para el autor actual, al menos, creer que tal salmo, temblando, como parece, de agon�a, no es el llanto genuino del alma torturada de un hermano, sino una expresi�n inventada para una naci�n personificada.

Se ha supuesto que la semejanza verbal cercana de la desaprobaci�n introductoria del castigo con ira con Salmo 6:1 apunta a una autor�a com�n, y Delitzsch toma ambos salmos, junto con Salmo 32:1 y Salmo 51:1 , como una serie perteneciente al tiempo de la penitencia de David despu�s de su gran ca�da de la pureza.

Pero el parecido en cuesti�n favorecer�a m�s bien la suposici�n de diferencia de autor�a, ya que la cita es m�s probable que la autorrepetici�n. Algunos consideran que Jeremias 10:23 es el original, y el mismo Jerem�as o alg�n cantante posterior fue el autor del salmo. La pregunta de cu�l de dos pasajes similares es fuente y cu�l copia es siempre delicada. La inclinaci�n de Jerem�as fue asimiladora y sus profec�as est�n llenas de ecos. La prioridad, por lo tanto, probablemente recaiga en uno u otro de los salmistas, si hay dos.

La primera parte del salmo est� enteramente ocupada con el aspecto subjetivo de la aflicci�n del salmista. Tres elementos son conspicuos: los juicios de Dios, la conciencia del pecado del cantante y sus sufrimientos mentales y probablemente f�sicos. �Son las "flechas" y el peso aplastante de la "mano" de Dios, que �l desaprueba en los primeros vers�culos, lo mismo que la enfermedad y las heridas, ya sean de la mente o del cuerpo, que a continuaci�n describe de manera tan pat�tica? Generalmente se los considera as�, pero el lenguaje de esta secci�n y el contenido del resto del salmo apuntan m�s bien a una distinci�n entre ellos.

Parecer�a que hay tres etapas, no dos, como las har�a esa interpretaci�n. Calamidades no especificadas, reconocidas por el que sufre como castigos de Dios, han despertado su conciencia, y su roer ha sobreinducido el dolor mental y corporal. La descripci�n terriblemente realista de este �ltimo puede, de hecho, ser figurativa, pero es m�s probable que sea literal. Los sin�nimos reiterados del disgusto de Dios en Salmo 38:1 , Salmo 38:3 , muestran c�mo todos los aspectos de ese pensamiento solemne son familiares.

La primera palabra lo considera como un estallido o explosi�n, como una carga de dinamita; la segunda, como "incandescente, encendiendo"; el tercero como efervescente, burbujeando como lava en un cr�ter. Las met�foras de los efectos de esta ira en Salmo 38:2 profundizan la impresi�n de su terrible gravedad . Es un destino terrible ser el blanco de las "flechas" de Dios, pero es peor ser aplastado bajo el peso de Su "mano".

"Las dos formas de representaci�n se refieren a los mismos hechos, pero hacen un cl�max. Los verbos en Salmo 38:2 provienen de una ra�z, lo que significa descender o tumbarse. En Salmo 38:2 a la palabra es reflexiva, y representa las "flechas" dotadas de voluntad, lanz�ndose hacia abajo.

Penetran con una fuerza proporcional a la distancia que caen, como una piedra mete�rica se entierra en el suelo. Siendo tal el poder hiriente y aplastante de la "ira" divina, sus efectos sobre el salmista se extienden ante Dios, en la parte restante de esta primera divisi�n, con quejumbrosa reiteraci�n. La conexi�n que una conciencia avivada discierne entre el dolor y el pecado se establece de manera sorprendente en Salmo 38:3 en el que "Tu indignaci�n" y "mi pecado" son los manantiales dobles de la amargura.

El cuerpo tembloroso sinti� primero el poder de la ira de Dios, y luego la conciencia despierta se volvi� hacia adentro y discerni� la ocasi�n de la ira. Los tres elementos que hemos distinguido est�n claramente separados aqu�; y su conexi�n al descubierto.

El segundo de ellos es el sentido del pecado, que el salmista siente que le quita toda "paz" o bienestar a sus "huesos" como una inundaci�n que hace rodar sus aguas negras sobre su cabeza, como un peso bajo el cual no puede mantenerse erguido. y tambi�n como una tonter�a, ya que su �nico efecto ha sido traerle no lo que esperaba ganar con ello, sino esta miserable situaci�n.

Luego, se derrama con la repetici�n mon�tona tan natural de la autocompasi�n, en una acumulaci�n gr�fica de im�genes de enfermedad, que pueden tomarse como un s�mbolo de angustia mental, pero que se entienden mejor literalmente. Con el conjunto, Isa�as 1:5 , debe compararse, ni deben pasarse por alto las semejanzas parciales de Isa�as 53:1 .

Ning�n fastidio impide que el salmista describa detalles ofensivos. Su cuerpo est� azotado y l�vido por las ampollas hinchadas y de varios colores del l�tigo, y estas secretan una materia maloliente. Con esto compare Isa�as 53:5 , "Sus azotes" (misma palabra). Independientemente de lo que se pueda pensar sobre las otras caracter�sticas f�sicas del sufrimiento, obviamente esto debe ser figurativo.

Contorsionado por el dolor, agachado por la debilidad, arrastr�ndose fatigado con el paso lento de un inv�lido, escu�lido en atuendo, ardiendo de fiebre interna, enfermo en cada atormentado �tomo de carne, est� completamente agotado y destrozado. Misma palabra que "magullado", Isa�as 53:5 miseria interior, el grito del coraz�n, debe tener expresi�n exterior, y con vehemencia oriental en la expresi�n de emociones que la reticencia occidental prefiere dejar roer en silencio las ra�ces de la vida, "ruge" en voz alta porque su coraz�n gime.

Esta v�vida imagen de los efectos del sentimiento del pecado personal le parecer� al cristianismo moderno superficial exagerado y ajeno a la experiencia; pero cuanto m�s profunda sea la piedad de un hombre, m�s escuchar� con simpat�a, con comprensi�n y con apropiaci�n de los lamentos tan penetrantes como los suyos. As� como pocos de nosotros estamos dotados de sensibilidades tan agudas como para sentir lo que sienten los poetas, en el amor o la esperanza, o deleitarse en la naturaleza, o con el poder de expresar los sentimientos, y sin embargo podemos reconocer en sus palabras aladas la expresi�n intensificada de nuestro propio emociones menos llenas, por lo que el alma verdaderamente devota encontrar�, en la m�s apasionada de estas notas de llanto, la expresi�n m�s completa de su propia experiencia.

Debemos bajar a las profundidades y clamar a Dios desde ellas, si queremos alcanzar las soleadas alturas de comuni�n. La intensa conciencia del pecado es el reverso de la ardiente aspiraci�n a la justicia, y ese es un tipo de religi�n pobre que no tiene ambas. Una de las glorias del Salterio es que ambos se expresen en �l con palabras que son tan vitales hoy como cuando llegaron por primera vez c�lidas de las mentiras de estos hombres muertos hace mucho tiempo.

Todo ha cambiado en el mundo, pero estos c�nticos de arrepentimiento y lamentable desprecio, como sus estallidos gemelos de comuni�n extasiada, "no nacieron para la muerte". Contrasta la total muerte de los himnos religiosos de todas las dem�s naciones con la fresca vitalidad de los Salmos. Mientras los corazones sean penetrados con la conciencia del mal hecho y amado, estas tensiones se ajustar�n a los labios de los hombres.

Porque el relato del salmista de sus dolores fue una oraci�n y no un soliloquio o un mero grito de angustia, lo calma. Hacemos m�s profunda la herida al darle la vuelta a la flecha, cuando nos detenemos en el sufrimiento sin pensar en Dios; pero cuando, como el salmista, le contamos todo, comienza la curaci�n. As�, la segunda parte ( Salmo 38:9 ) es perceptiblemente m�s tranquila, y aunque todav�a agitada, su pensamiento de Dios es m�s confiado, y la sumisi�n silenciosa al final toma el lugar del "rugido", el estridente grito de agon�a. que termin� la primera parte.

Otra variaci�n de tono es que, en lugar de la descripci�n completamente subjetiva de los sufrimientos del salmista en Salmo 38:1 , la deserci�n de amigos y la hostilidad de los enemigos son ahora los principales elementos de la prueba. Hay relativa paz para un coraz�n torturado en el pensamiento de que todos sus deseos y suspiros son conocidos por Dios.

Ese conocimiento es anterior a la oraci�n del coraz�n, pero no la hace innecesaria, porque mediante la oraci�n la convicci�n del conocimiento divino ha entrado en el alma atribulada y ha tra�do alg�n preludio de liberaci�n y esperanza de respuesta. El alma devota no discute "T� sabes, y yo no necesito hablar", sino "T� sabes, por eso te digo"; y se calma en y despu�s de contar. Aquel que comienza su oraci�n someti�ndose al castigo y solo despreciando la forma infligida por la "ira", pasar� al pensamiento m�s misericordioso de Dios como amorosamente consciente tanto de su deseo como de sus suspiros, sus deseos y sus dolores. El estallido de la tormenta ha pasado, cuando esa luz comienza a atravesar las nubes, aunque las olas a�n corren altas.

Lo alto que todav�a corren es evidente por la recurrencia inmediata del esfuerzo de contar las penas del cantante. Este recrudecimiento de la aflicci�n despu�s de la clara calma de un momento es muy conocido por todos nosotros en nuestras penas. El salmista vuelve a hablar de su enfermedad en Salmo 38:10 , que en realidad es un cuadro de s�ncope o desmayo.

La acci�n del coraz�n est� descrita por una palabra rara, que en su ra�z significa dar vueltas y vueltas, y aqu� est� en una forma intensiva expresiva de movimiento violento, o posiblemente debe considerarse como un diminutivo m�s que como un expresivo intensivo de la pulso m�s delgado aunque m�s r�pido. Luego viene el colapso de la fuerza y ??la p�rdida de la vista. Pero este eco de la parte anterior da lugar inmediatamente al nuevo elemento del dolor del salmista que surge del comportamiento de amigos y enemigos.

La frecuente queja de la deserci�n de los amigos tiene que ser repetida por la mayor�a de los que la padecen en este mundo ego�sta. Se mantienen alejados de su "golpe", dice el salmo, usando la misma palabra que se emplea para la lepra, y como se usa en el verbo en Isa�as 53:4 ("herido"). Hay un tono de asombro y decepci�n en el juego intraducible del lenguaje en Salmo 38:11 b.

"Mis parientes cercanos est�n lejos". Los parientes no siempre son amables. Los amigos han desertado porque los enemigos lo han acosado. Probablemente tengamos aqu� los hechos que en la parte anterior se conciben como las "flechas" de Dios.

Enemigos abiertos y secretos que tend�an trampas para �l, como para alguna criatura salvaje perseguida, buscando ansiosamente su vida, diciendo "destrucciones" como si quisieran matarlo con sus palabras, y susurrando perpetuamente mentiras sobre �l, eran reconocidos por �l como instrumentos de El juicio de Dios, y evoc� su conciencia de pecado, que nuevamente lo llev� a la enfermedad real. Pero la amarga escolarizaci�n condujo a algo m�s bendecido, a saber, a la silenciosa resignaci�n.

Como David, cuando dej� que Simei le gritara sus maldiciones desde la ladera y no respondi�, el salmista es sordo y mudo para las lenguas maliciosas. Se acercar� sigilosamente a Dios, pero para el hombre callar�, en total sumisi�n de la voluntad.

Isa�as 53:7 da el mismo rasgo en el Sufridor perfecto, un d�bil presagio de quien se ve en el salmista; y 1 Pedro 2:23 invita a todos los que quieran seguir al Cordero adondequiera que vaya, como �l, no abran la boca cuando sean injuriados, sino que se entreguen al Juez justo.

Una vez m�s, el salmista alza los ojos hacia Dios, y la tercera invocaci�n del Nombre va acompa�ada de un aumento de la confianza. En la primera parte, se habl� de "Jehov�"; en el segundo se utiliz� la designaci�n "Se�or"; en el tercero, ambos se unen y se agrega el nombre apropiado "Dios m�o". En la invocaci�n final ( Salmo 38:2 ) reaparecen los tres, y cada uno es el motivo de una petici�n.

Las caracter�sticas de estos vers�culos finales son tres: confianza humilde, la determinaci�n de sus razones y la combinaci�n de reconocimiento del pecado y profesiones de inocencia. El crecimiento de la confianza es muy marcado, si la primera parte, con sus sin�nimos de la ira de Dios y su desprecio del castigo sin medida y sus detalles de dolor, se compara con la tranquila esperanza y seguridad de que Dios responder�, y con ese gran nombre " mi salvacion.

"El cantor en verdad no toca las alturas de la fe triunfante; pero el que puede asir a Dios como suyo, y puede estar en silencio porque est� seguro de que Dios hablar� entregando obras por �l y puede llamarlo su Salvaci�n, ha subido bastante. tener la luz del sol a su alrededor, y estar libre de las brumas entre las que comenzaba su canci�n. La mejor raz�n para dejar que el enemigo hable sin respuesta es la confianza de que una voz m�s poderosa hablar�. "Pero t� responder�s, Se�or, porque yo "bien puede hacernos sordos y mudos a las tentaciones y amenazas, calumnias y halagos.

�C�mo surge esta confianza en un coraz�n tan atribulado? El cu�druple "Para" que comienza cada vers�culo del 15 al 18 ( Salmo 38:15 ) los teje a todos en una cadena. El primero da la raz�n del silencio sumiso como una tranquila confianza; y los tres siguientes pueden tomarse como dependientes entre s� o, como tal vez sea mejor, como razones coordinadas y omnipresentes de esa confianza.

Cualquiera de las dos construcciones produce significados dignos y naturales. Si se adopta el primero, la confianza en el compromiso de Dios de la causa del sufrimiento silencioso se basa en la oraci�n que rompi� su silencio. Mudo ante los hombres, hab�a exhortado a Dios su petici�n de ayuda, y la hab�a reforzado con esta s�plica: "No sea que se regocijen por m�", y hab�a temido que lo hicieran, porque sab�a que estaba a punto de caer y que alguna vez lo hab�a hecho. ante �l su dolor, y eso porque se sinti� obligado a lamentarse y confesar su pecado.

Pero parece tener un significado m�s rico si se considera que las "For" son coordenadas. Entonces se convierten en un ejemplo sorprendente e instructivo de la l�gica de la fe, el ingenio de la s�plica que encuentra aliento en el des�nimo. El suplicante est� seguro de la respuesta porque le ha dicho a Dios su temor, y una vez m�s porque est� tan cerca de caer y, por lo tanto, necesita tanta ayuda, y nuevamente porque ha limpiado el pecho de su pecado.

La confianza en la ayuda de Dios, la desconfianza en uno mismo, la conciencia de la debilidad y la penitencia hacen que todo sea posible en lugar de que la oraci�n que los encarna sea arrojada a un Dios que no responde. Son s�plicas frecuentes para �l respecto de las cuales �l no ser� "como un hombre que no oye, y en cuya boca no hay respuesta". Son motivos de seguridad para el que ora.

La yuxtaposici�n de la conciencia del pecado en Salmo 38:18 con la declaraci�n de que el amor al bien fue la causa de la persecuci�n pone de manifiesto la doble actitud, respecto a Dios y a los hombres, que un alma devota puede asumir permisiblemente ya veces necesariamente debe asumir. Puede haber el sentido m�s verdadero de pecaminosidad, junto con una clara afirmaci�n de inocencia con respecto a los hombres, y una convicci�n de que es buena y buena voluntad para con ellos, no maldad en el que sufre, lo que lo convierte en el blanco del odio.

No menos instructiva es la doble visi�n de los mismos hechos presentada al principio y al final de este salmo. El salmista los consider� primero como el castigo de Dios en la ira, sus "flechas" y su "mano" pesada, a causa del pecado. Ahora son la enemistad de los hombres, a causa de su amor por el bien. �No hay una contradicci�n total entre estos dos puntos de vista del sufrimiento, su causa y su origen? Ciertamente no, sino que las dos vistas difieren s�lo en el �ngulo de visi�n y pueden combinarse, como im�genes estereosc�picas, en un todo armonioso y redondeado. Poder combinarlos es una de las recompensas de tal confianza suplicante que respira su m�sica quejumbrosa a trav�s de este salmo y despierta notas receptivas en corazones devotos todav�a.

Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre Psalms 38". "El Comentario Bíblico del Expositor". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/teb/psalms-38.html.