Bible Commentaries
Apocalipsis 12

El Comentario Bíblico del ExpositorEl Comentario Bíblico del Expositor

Versículos 1-18

CAPITULO IX.

EL PRIMER GRAN ENEMIGO DE LA IGLESIA.

Apocalipsis 12:1 .

El cap�tulo duod�cimo del Apocalipsis de San Juan ha sido considerado por todos los comentaristas como uno m�s dif�cil de interpretar de lo habitual, ya sea que lo miremos en relaci�n con su prop�sito especial o con su posici�n en la estructura del libro. Si podemos estar satisfechos en cuanto al primero de estos dos puntos, estaremos en mejores condiciones para formarnos nociones correctas en cuanto al segundo.

Volviendo luego por un momento al cap. 13, lo encontramos ocupado con una descripci�n de dos de los grandes enemigos con los que la Iglesia tiene que enfrentarse. Se habla de ellos como "una bestia" ( Apocalipsis 13:1 ) y "otra bestia" ( Apocalipsis 13:11 ), siendo este �ltimo obviamente el mismo que se describe en Apocalipsis 19:20 como "el falso profeta que obr� las se�ales "a la vista del primero.

Al mismo tiempo, es evidente que estas dos bestias son consideradas enemigas de la Iglesia en un sentido peculiar a ellas mismas, para el victorioso Conquistador del cap. 19 les hace la guerra, y "los dos son arrojados al lago de fuego que arde con azufre". * Este destino alcanza a continuaci�n, en Apocalipsis 20:10 , "el drag�n, la serpiente antigua, que es el diablo y Satan�s", de modo que sin duda puede basarse en el hecho de que a S.

En opini�n de Juan, los grandes enemigos de la Iglesia son tres. Cuando, en consecuencia, encontramos dos de ellos descritos en el cap. 13 y cap. Si nos ocupamos de la descripci�n de otro, podemos concluir que el prop�sito principal del cap�tulo es presentarnos un cuadro de este �ltimo. (* Apocalipsis 19:20 )

As� tambi�n se nos induce a comprender el lugar que ocupa el cap�tulo en la estructura del libro. Ya hemos visto que las siete Trompetas est�n ocupadas con juicios sobre el mundo. Las siete copas, que forman la siguiente y m�s alta serie de juicios, deben ocuparse de los juicios sobre los miembros degenerados de la Iglesia. Por lo tanto, es conveniente que podamos formarnos una idea clara de los enemigos que someten a estos disc�pulos infieles, y al resistir a quienes se probar� la firmeza del resto fiel.

Describirlos antes era innecesario. Son los amigos, no los enemigos, del mundo. Son los enemigos �nicamente de la Iglesia. De ah� la repentina transici�n que se hizo al comienzo del cap. 12. No existe una relaci�n cronol�gica entre �ste y los Cap�tulos que le preceden. Los pensamientos encarnados en �l se refieren solo a lo que sigue. Obviamente, el cap�tulo est� dividido en tres partes, y la relaci�n de estas partes entre s� aparecer� a medida que avancemos.

"Y se vio una gran se�al en el cielo: una mujer vestida del sol, y la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas; y estaba encinta, y gritaba, que estaba de parto, y con dolor para ser liberado. Y se vio otra se�al en el cielo; y he aqu� un gran drag�n rojo, que tiene siete cabezas y diez cuernos, y sobre sus cabezas siete diademas. Y su cola arrastra la tercera parte de las estrellas del cielo, y los arroj� a la tierra; y el drag�n se par� delante de la mujer que iba a dar a luz, para que, cuando ella diera a luz, devorara a su hijo.

Y ella dio a luz un hijo, un ni�o, que como pastor pastorear� todas las Raciones con un cetro de hierro; y su hijo fue arrebatado para Dios y para Su trono. Y la mujer huy� al desierto, donde tiene un lugar preparado por Dios, para que all� la sustenten mil doscientos sesenta d�as ( Apocalipsis 12:1 ) ".

En el primer cap�tulo del libro de G�nesis leemos: "E hizo Dios dos grandes lumbreras; la lumbrera mayor para que domine el d�a, y la lumbrera menor para que domine la noche; tambi�n hizo las estrellas". 1 El sol, la luna y las estrellas agotan la noci�n b�blica de los cuerpos celestes que iluminan la tierra. Por tanto, todos juntos visten a esta mujer; y no hay necesidad de buscar ning�n sentido rec�ndito en el lugar que ocupan solidariamente en su investidura.

Ella simplemente est� vestida con luz de la cabeza a los pies. En otras palabras, es el emblema perfecto de la luz en su brillo y pureza. El uso del n�mero doce de hecho sugiere la idea de un v�nculo de conexi�n entre esta luz y la Iglesia cristiana. Las tribus de Israel, el tipo del Israel espiritual de Dios, estaban en el n�mero doce; nuestro Se�or eligi� para S� mismo a doce Ap�stoles; la nueva Jerusal�n tiene "doce puertas, y en las puertas doce �ngeles, y nombres escritos en ellas, que son los nombres de las doce tribus de los hijos de Israel".

"2 (1 G�nesis 1:16 ; G�nesis 2 Apocalipsis 21:12 )

Pero aunque la luz se conecta as� desde el principio con el pensamiento de la Iglesia cristiana, y aunque la parte posterior del cap�tulo confirma la conexi�n, la mujer todav�a no debe ser considerada, en el sentido m�s estricto, representativa de esa comunidad o Cuerpo hist�ricamente. visto. Con el tiempo lo ser�. Mientras tanto, se vuelve a mencionar una comparaci�n de Apocalipsis 12:6 con Apocalipsis 12:14 , donde se menciona su huida al desierto y su alimento en �l precisamente durante el mismo per�odo de tiempo que en Apocalipsis 12:6 , junto con lo que ya hemos visto como una peculiaridad de St.

El modo de pensar de John proh�be la suposici�n. El Ap�stol no se repetir�a as�. Por lo tanto, tenemos derecho a inferir que al comienzo del cap�tulo se ocupa menos de la historia real que del "modelo" de esa historia que hab�a existido desde toda la eternidad en el monte. De ah� tambi�n parecer�a que el nacimiento del ni�o, aunque indudablemente se refiere al nacimiento de Jes�s, no es el nacimiento real.

Tambi�n es m�s bien el "patr�n" eterno de ese evento. Comentarios similares se aplican al drag�n , que todav�a no es el Satan�s hist�rico, y solo lo ser� en el segundo p�rrafo, en Apocalipsis 12:9 . En resumen, el cuadro completo de estos vers�culos es uno del ideal que precede a lo actual, y del cual lo actual es la contraparte y la realizaci�n.

En consecuencia, la semejanza que tiene el primer p�rrafo de este cap�tulo ( Apocalipsis 12:1 ) con el primer p�rrafo del cuarto evangelio ( Juan 1:1 ) es de la m�s sorprendente. En ninguno de los dos hay relato del nacimiento real de nuestro Se�or.

En ambos (e inmediatamente veremos esto a�n m�s plenamente en la visi�n apocal�ptica) se nos presenta a �l de una vez, no como creciendo para ser la Luz del mundo, sino como ya adultos y como la luz perfecta. En ambos tenemos la misma luz y la misma oscuridad, y en ambos la misma contrariedad y lucha entre los dos. Tampoco termina aqu� la comparaci�n. Tambi�n tenemos el mismo m�todo singular de expresar la liberaci�n de la luz de la enemistad de las tinieblas.

En Juan 1:5 , traducido correctamente, leemos "La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron ", siendo el pensamiento m�s negativo que positivo, m�s el de preservaci�n que de victoria. En el Apocalipsis leemos, Y su hijo fue arrebatado a Dios y a Su trono, siendo la idea de nuevo la de preservaci�n en lugar de la de victoria.

Tal es la concepci�n general del primer p�rrafo de este cap�tulo. Las expresiones individuales no necesitan detenernos mucho. Ya se ha hablado del vestido de luz de la mujer. Pasando, por tanto, de eso, no es de extra�ar que Aquel que es �l mismo el Dador de la luz sea representado como el Hijo de la luz. Dios "es luz, y no hay tinieblas en �l". 1 Jes�s, como Hijo de Dios, es tambi�n Hijo de luz.

Sin duda, la concepci�n contin�a incluso despu�s de contemplar a la mujer en su estado real, no en su estado ideal. Jes�s sigue siendo su Cantares de los Cantares 2 Sin embargo, hay un verdadero sentido en el que podemos describir a nuestro Se�or no solo como el Fundamento, sino tambi�n como el Hijo de la Iglesia. �l es "el Primog�nito entre muchos hermanos" 3, el Hermano mayor en la casa de un Padre com�n.

Es engendrado por el poder del Esp�ritu Santo 4; y los que creen en su nombre son "nacidos, no de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de hombre, sino de Dios". 5 En verdad, en la ense�anza de San Juan est� tan cerca la identificaci�n de Cristo y su pueblo, que todo lo que se dice de �l se puede decir de ellos, y lo que se dice de ellos se puede decir de �l. El pensamiento y el lenguaje humanos no hacen justicia a una relaci�n tan profunda y misteriosa.

Pero est� en todas partes la ense�anza del disc�pulo amado, en su Evangelio, en sus Ep�stolas, en su Revelaci�n, aunque la Iglesia puede no comprenderla completamente hasta que no haya vivido m�s en ella de lo que lo ha hecho. Entonces su "vida" le traer� "luz". 6 (1 1 Juan 1:5 ; 2 Comp. Apocalipsis 12:17 ; Apocalipsis 3 Romanos 8:29 ; Romanos 4 Mateo 1:20 ; Mateo 5 Juan 1:13 ; 6 Comp. Juan 1:4 )

El drag�n del pasaje es grande y rojo : "grande" por el poder que posee; "rojo", el color de la sangre, por la ferocidad con que destruye a los hombres: "Fue asesino desde el principio"; "Ca�n era del maligno y mat� a su hermano"; "Y vi a la mujer" (es decir, la mujer que cabalgaba sobre la bestia escarlata) "ebria de la sangre de los santos y de la sangre de los m�rtires de Jes�s.

"1 El drag�n tiene siete cabezas m�s, - siete, el n�mero de la integridad, de modo que posee todo lo que le permite ejecutar sus planes; y diez cuernos, el emblema a la vez de su fuerza y ??de su dominio sobre todos los reinos de Sobre las cabezas tambi�n hay siete diademas, una palabra diferente de la que se hab�a empleado para la "corona" de la mujer en el primer vers�culo del cap�tulo.

Suya es una corona de victoria; las diademas del drag�n son s�lo marcas de la realeza, y se pueden usar, como se usar�n, en la derrota. La cola del drag�n , adem�s, como las colas de las langostas de la quinta Trompeta y de los caballos de la sexta, es el instrumento con el que destruye 2; y la tercera parte de las estrellas del cielo corresponde a "la tercera parte" mencionada en cada una de las primeras cuatro Trompetas.

La figura de arrojar las estrellas a la tierra est� tomada de la profec�a de Daniel, en la que se dice del "cuerno peque�o" que "se engrandeci� hasta el ej�rcito del cielo; y derrib� parte del ej�rcito y de las estrellas al suelo, y las estampamos. " 3 (1 Jn 8:44; 1 Juan 3:12 ; Apocalipsis 17:6 ; Apocalipsis 2 Apocalipsis 9:10 ; Apocalipsis 9:19 ; Apocalipsis 3 Daniel 8:10 )

A continuaci�n, el drag�n se coloca delante de la mujer que estaba a punto de dar a luz, para que cuando ella fuera a dar a luz, devorara a su hijo; y las primeras circunstancias hist�ricas a las que corresponde la idea, y en las que se realiza, se pueden encontrar en el esfuerzo del fara�n por destruir al ni�o Mois�s. De hecho, en el Antiguo Testamento a menudo se compara al fara�n con un drag�n: "Con tu poder dividiste el mar; quebraste las cabezas de los dragones en las aguas"; Habla y di: As� ha dicho Jehov� el Se�or: He aqu�, yo estoy contra ti, Fara�n rey de Egipto, el gran drag�n que est� en medio de sus r�os, el cual ha dicho: Mi r�o es m�o, y yo he hecho para m�.

"1 El poder, la astucia y la crueldad del rey egipcio dif�cilmente podr�an haber estado ausentes de la mente del Vidente cuando emple� la figura del texto. Pero ciertamente no estaba pensando solo en el Fara�n. Tambi�n recordaba el complot de Herodes para destruir al Ni�o Jes�s.2 Fara�n y Herodes se acobardaron ante ellos; sin embargo, ambos no eran m�s que instrumentos en las manos de Dios. Ambos obtuvieron su "determinado consejo y presciencia".

"3 (1 Salmo 74:13 ; Ezequiel 29:3 ; Ezequiel 2 Mateo 2:16 ; Mateo 3 Hechos 2:23 )

El ni�o nace y se describe en un lenguaje digno de nuestra atenci�n. Es un hijo, un hijo var�n; y la informaci�n tautol�gica a primera vista parece insinuar algo m�s que el mero sexo del ni�o. Ya es m�s que un ni�o: es un hombre. Hay un �nfasis similar en las palabras de nuestro Se�or cuando dijo a Sus disc�pulos en Su �ltimo discurso consolador: "La mujer, cuando est� de parto, tiene dolor, porque ha llegado su hora; pero cuando da a luz al ni�o, ella no se acuerda m�s de la angustia, por el gozo de que un hombre nazca en el mundo.

"* Desde el principio el ni�o es menos ni�o que hombre, fuerte, musculoso y vigoroso, que como pastor pastorear� a todas las naciones con cetro de hierro. Es extra�o que se nos invite a detenernos en este aspecto ideal de la vida. �La obra del Hijo antes que cualquier otra! Sin duda las palabras se citan del segundo Salmo. Sin embargo, esto solo elimina la dificultad un paso m�s atr�s. �Por qu� o all� o aqu� la obra de pastor del Mes�as debe estar conectada con un cetro de hierro en lugar de un ladr�n pac�fico? La explicaci�n no es dif�cil.

Tanto el Salmo como el Apocalipsis se ocupan principalmente de la victoria de Cristo sobre sus adversarios. Sus amigos ya se han asegurado en posesi�n de una salvaci�n completa. Solo queda que sus enemigos sean finalmente abatidos. De ah� el "cetro de hierro". Tambi�n es extra�o, puede pensarse, que en este cuadro ideal no encontremos ning�n "modelo" de la vida de nuestro Se�or en la tierra, de Sus labores, o sufrimientos, o muerte; y que s�lo deber�amos ser invitados a contemplarlo en Su encarnaci�n y ascensi�n al cielo. Pero, de nuevo, la explicaci�n no es dif�cil. Frente a Satan�s se encuentra, no un Redentor simplemente humillado, sino resucitado y glorificado. No es necesario insistir en el proceso por el cual lo conquist�. Suficiente que supi�ramos el hecho. (* Juan 16:21 )

Estando as� a salvo el hijo de la mujer, la mujer misma huy� al desierto, donde tiene un lugar preparado por Dios, y donde ser� alimentada con sustento celestial. As� Israel vag� cuarenta a�os, alimentado con el man� que cay� del cielo y el agua que brot� de la roca herida. 1 As� El�as huy� al arroyo de Querit, y luego al desierto, donde sus necesidades fueron suplidas en un caso por los cuervos, y en el otro por un �ngel.

2 Y as� fue sostenido nuestro Se�or durante cuarenta d�as por las palabras que sal�an de la boca de Dios. 3 Esta vida salvaje de la Iglesia tambi�n contin�a durante toda la era cristiana, durante todo el per�odo de testimonio. 4 Siempre en el desierto, mientras su Se�or est� personalmente ausente, ella come alimentos celestiales y bebe agua viva. (1 1 Corintios 10:3 ; 1 Corintios 2 1 Reyes 17:6 ; 1 Reyes 19:5 ; 1 Reyes 3 Mateo 4:4 ; Mateo 4 Apocalipsis 11:3 )

�sta es la primera escena de este cap�tulo; y, al mirarlo una vez m�s, parecer�a que su prop�sito principal fuera presentarnos las dos grandes fuerzas opuestas de la luz y las tinieblas, el Hijo y el drag�n, consideradas en s� mismas.

Sigue la segunda escena:

"Y hubo guerra en el cielo; Miguel y sus �ngeles salieron a la guerra contra el drag�n; y el drag�n y sus �ngeles combatieron; y no prevalecieron, ni se hall� ya su lugar en el cielo. Y el gran drag�n fue arrojado , la serpiente antigua, el que se llama diablo, y Satan�s, el enga�ador de toda la tierra habitada: fue arrojado a la tierra, y sus �ngeles fueron arrojados con �l.

Y o� una gran voz en el cielo que dec�a: Ahora ha venido la salvaci�n, el poder, el reino de nuestro Dios y la autoridad de su Cristo; porque ha sido derribado el acusador de nuestros hermanos, el cual los acusa delante de nosotros. Dios d�a y noche. Y lo vencieron por la sangre del Cordero y por la palabra de su testimonio; y no amaron su vida hasta la muerte. Por tanto, al�grate, cielos, y t�, el tabern�culo que hay en ellos.

�Ay de la tierra y del mar! porque el diablo ha descendido a vosotros con gran ira, sabiendo que le queda poco tiempo ( Apocalipsis 12:7 ) ".

Si nuestra concepci�n de los primeros seis vers�culos del cap�tulo es correcta, ser� evidente que la idea que se tiene a menudo de que los vers�culos que les siguen forman una ruptura en la narraci�n que solo se reanuda en Apocalipsis 12:13 , es incorrecta. No hay descanso. El progreso del pensamiento es continuo. Los combatientes han sido presentados ante nosotros y ahora tenemos la contienda en la que est�n involucrados. Esta consideraci�n tambi�n nos ayuda a comprender la personalidad de Michael y el conflicto particular en el punto de vista del Vidente.

Porque, en cuanto al primero de estos dos puntos, es incluso en s� mismo probable que el L�der de las huestes de luz no sea otro que el Capit�n de nuestra salvaci�n, el Se�or Jesucristo mismo. El drag�n lidera las huestes de las tinieblas. El Hijo ha sido descrito como el oponente contra quien se dirige especialmente la enemistad del drag�n. Cuando comience la guerra, tenemos todas las razones para esperar que a medida que un l�der tome el mando, tambi�n lo har� el otro.

Hay mucho para confirmar esta conclusi�n. El nombre Michael lo lleva a ello, porque esa palabra significa: "�Qui�n es como Dios?" y tal nombre es al menos m�s apropiado para un Divino que para un ser creado. Tambi�n en el Nuevo Testamento leemos acerca de "Miguel el arc�ngel" 1 - parece que solo hay uno, porque nunca leemos de los arc�ngeles 2 - y se habla nuevamente de un arc�ngel en circunstancias que dif�cilmente pueden asociarse con el pensamiento de cualquiera menos Dios: "El Se�or mismo descender� del cielo con aclamaci�n, con voz de arc�ngel y con trompeta de Dios.

"3 Sobre todo, se puede decir que las profec�as de Daniel, en las que aparece por primera vez el nombre de Miguel, deciden el punto. Una persona llamada Miguel aparece en diferentes ocasiones como el defensor de la Iglesia contra sus enemigos, 4 y al menos una vez en una conexi�n que conduce directamente al pensamiento de nuestro Se�or mismo: "Y en ese tiempo se levantar� Miguel, el gran pr�ncipe que est� de pie por los hijos de tu pueblo; y habr� un tiempo de angustia, como nunca lo ha sido desde all�. era una naci�n hasta ese mismo tiempo: y en ese tiempo tu pueblo ser� librado, todo el que se halle escrito en el libro.

Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra se despertar�n, algunos para vida eterna, y otros para verg�enza y desprecio eterno. Y los sabios resplandecer�n como el resplandor del firmamento; y los que vuelven a muchos a la justicia como las estrellas por los siglos de los siglos ". 5 Estas consideraciones justifican la conclusi�n de que el Miguel de quien ahora se habla es el representante de Cristo; y ya lo hemos visto, al examinar la visi�n del" �ngel fuerte "en Cap.

10, que tal modo de hablar est� en perfecta armon�a con el m�todo general de San Juan. (1 Judas 1:9 ; 2 Brown, El libro de Apocalipsis , p. 69; 3 1 Tesalonicenses 4:16 ; 1 Tesalonicenses 4 Daniel 10:13 ; Daniel 10:21 ; Daniel 5 Daniel 12:1 )

As� se arroja luz tambi�n sobre el segundo punto antes mencionado: el conflicto particular al que se refieren estos vers�culos. La declaraci�n de que hubo guerra en el cielo, y que cuando el drag�n fue derrotado fue arrojado a la tierra,Podr�a llevarnos a pensar en un conflicto anterior entre el bien y el mal que cualquiera en el que el hombre tenga parte: el mencionado por San Pedro y San Judas, cuando el primero consuela a los justos con el pensamiento de que "Dios no perdon� a los �ngeles cuando pecaron, pero los arrojaron al infierno, y los entregaron a los pozos de las tinieblas, para ser reservados para el juicio ", 1 y cuando este �ltimo advierte a los pecadores que recuerden que" los �ngeles que no guardaron su propio principado, sino que dejaron su propia morada, ha mantenido en la oscuridad lazos eternos hasta el juicio del gran d�a.

"2 Las circunstancias de la guerra, sin embargo, llevan m�s bien a pensar en un conflicto en el que el Hijo, encarnado y glorificado, toma parte. Porque este" Hijo "es el oponente del drag�n que se nos presenta en el primer p�rrafo. "El cielo" no es tanto una localidad premundana o supramundana como la esfera espiritual dentro de la cual los creyentes habitan incluso durante su peregrinaje terrenal, cuando ese peregrinaje se ve en su lado superior.

Y los medios por los cuales se obtiene la victoria, porque los vencedores vencidos por la sangre del Cordero y por la palabra de su testimonio , indican claramente que la lucha a la que se hace referencia tuvo lugar despu�s de que se hab�a completado la obra de redenci�n, no antes de que se cumpliera. se inici�. (1 2 Pedro 2:4 ; 2 Pedro 2 Judas 1:6 )

Varios otros pasajes del Nuevo Testamento est�n en armon�a con esta suposici�n. As� fue que cuando los setenta regresaron a nuestro Se�or con gozo despu�s de su misi�n, diciendo: "Se�or, hasta los demonios se nos sujetan en tu nombre", �l, contemplando en esto la promesa de Su completa victoria, exclam�: "Yo contempl� a Satan�s caer como un rayo del cielo ". 1 As� fue que cuando Beelzebub, el pr�ncipe de los demonios lo acus� de expulsar demonios, nuestro Se�or se�al� a Sus acusadores que Sus acciones demostraban que �l era el Conquistador, y que el reino de Dios hab�a llegado a ellos: "Cuando el fuerte armado guarda su propia corte, sus bienes est�n en paz; pero cuando otro m�s fuerte que �l lo ataca y lo vence, le quita todas las armas en que confiaba y reparte sus despojos.

"2 En el mismo sentido son todos aquellos pasajes donde nuestro Se�or o Sus Ap�stoles hablan, no de una victoria parcial, sino de una completa, sobre Satan�s, de modo que para Su pueblo el gran enemigo del hombre ya es juzgado y derrocado, y magullado bajo sus pies: "Ahora es un juicio de este mundo, ahora ser� expulsado el pr�ncipe de este mundo"; "Y cuando �l" (el Abogado) "venga, convencer� al mundo de juicio, porque el pr�ncipe de este mundo ha sido juzgado; "" Desde entonces los hijos son part�cipes de carne y sangre, �l tambi�n particip� de la misma manera; para que por medio de la muerte destruyera al que ten�a el poder de la muerte, es decir, al diablo; y librar�a a todos los que por temor a la muerte estuvieron sujetos a servidumbre durante toda su vida; "" Todo lo que es engendrado de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que vence al mundo, nuestra fe: "" Sabemos que todo aquel que es engendrado de Dios, no peca; pero el que fue engendrado de Dios lo guarda, y el maligno no le toca.

"3 (1 Lucas 10:17 ; Lucas 2 Lucas 11:21 ; 3 Juan 1:13 : 31; Juan 16:11 ; Hebreos 2:14 ; 1 Juan 5:4 ; 1 Juan 5:18 )

En pasajes como estos tenemos el mismo pensamiento que tenemos ante nosotros en esta visi�n. Satan�s ha sido arrojado del cielo; es decir, en su guerra contra los hijos de Dios ha sido completamente derrocado. Sobre su vida superior, su vida en un Redentor resucitado y glorificado, �l no tiene poder. Ellos han escapado para siempre de su esclavitud y son libres. Pero ha sido arrojado a la tierra, y sus �ngeles con �l ; es decir, sobre los hombres del mundo todav�a ejerce su poder, y �l los lleva cautivos a su voluntad.

Por lo tanto, en consecuencia, las palabras de la gran voz escuchada en el cielo que ocupan toda la �ltima parte de la visi�n, palabras que resaltan claramente la diferencia entre los dos aspectos de Satan�s ahora mencionados: (1) su impotencia con respecto a los disc�pulos. de Jes�s, fieles hasta la muerte: Al�grate, cielos, y los que habitas en ellos; (2) su dominio sobre los imp�os: �Ay de la tierra y del mar! porque el diablo ha descendido a vosotros con gran ira, sabiendo que le queda poco tiempo.

Aunque, por lo tanto, la ca�da de los �ngeles de su primer estado puede insinuarse remotamente, la visi�n se refiere a la contienda espiritual que comenz� despu�s de la resurrecci�n de Jes�s; y pedimos a nuestros lectores que presten especial atenci�n a la doble relaci�n de Satan�s con la humanidad a la que se hace referencia en �l: su sujeci�n a los justos y la sujeci�n de los imp�os a �l. Una sola frase puede parecer incompatible con este punto de vista.

En Apocalipsis 12:9 se describe a Satan�s como el enga�ador de toda la tierra habitada, porque eso, y no "el mundo entero", es la verdadera interpretaci�n del original. 1 "Todo en la tierra habitada" no puede ser lo mismo que "la tierra". Este �ltimo es simplemente el malvado; el primero incluye a todos los hombres. Pero las palabras describen una caracter�stica de Satan�s en s� mismo, y no lo que realmente realiza.

�l es el enga�ador de toda la tierra habitada. �l tiende sus trampas para todos. Tent� a Jes�s mismo en el desierto, y muchas veces despu�s durante sus labores y sufrimientos. La visi�n no da fundamento para la suposici�n de que �l no ataca a los hijos de Dios . Solo nos asegura que cuando se realiza el ataque, en el mismo instante se frustra. Hay una batalla, pero los cristianos avanzan hacia ella como conquistadores; antes de que comience la victoria es de ellos. 2 (1 Comp. Margen VD; 2 Comp. 1 Juan 5:4 )

Cabe se�alar otra expresi�n de estos vers�culos: la corta temporada de la que se habla en Apocalipsis 12:12 . Este per�odo de tiempo no debe verse como si fuera una breve temporada especial al final de la era cristiana, cuando la ira de Satan�s se despierta en un grado mayor que el ordinario porque la �ltima hora est� a punto de golpear.

La gran ira con la que sale es la que se agita en �l por su derrota a trav�s de la muerte, resurrecci�n y ascensi�n de nuestro Se�or. Se despert� en �l cuando fue "arrojado a la tierra", y desde ese momento de la derrota comienza la "corta temporada".

Sigue el tercer p�rrafo del cap�tulo:

"Y cuando el drag�n vio que era arrojado a la tierra, persigui� a la mujer que hab�a dado a luz al hijo var�n. Y a la mujer le fueron dadas las dos alas de la gran �guila para que volara al desierto, a su lugar, donde es alimentada por un tiempo, y tiempos y medio tiempo, del rostro de la serpiente. Y la serpiente ech� de su boca tras la mujer agua como un r�o, para hacerla ser llevado por la corriente.

Y la tierra ayud� a la mujer, y la tierra abri� su boca y se trag� el r�o que el drag�n arroj� de su boca. Y el drag�n se enoj� contra la mujer y se fue a hacer guerra contra el resto de su descendencia, que guarda los mandamientos de Dios y tiene el testimonio de Jes�s; y se par� sobre la arena del mar ( Apocalipsis 13:1 a) ".

Ya hemos visto que la mujer que se nos present� en el primer p�rrafo de este cap�tulo es la encarnaci�n y la portadora de la luz. De hecho, ella est� ante nosotros en su aspecto ideal, en lo que es en s� misma, m�s que en su posici�n hist�rica. Ahora la encontramos en la historia actual, o, en otras palabras, es la Iglesia de Dios hist�rica en la fase neotestamentaria de su desarrollo. Como tal, tiene una misi�n en el mundo.

Ella es "la enviada" de Cristo, como Cristo fue "el enviado" del Padre. * Al testificar de Cristo, debe revelar a los hijos de los hombres qu� es el amor divino. Pero tiene que hacer esto en medio de los problemas. Este mundo no es su descanso; y ella debe llevar la cruz del Salvador si despu�s usar�a Su corona. (* Juan 20:21 )

Perseguida, sin embargo, no est� abandonada. Ella le hab�a dado las dos alas de la gran �guila para que pudiera volar al desierto, a su lugar , el lugar preparado por Dios para su protecci�n. Puede haber pocas dudas en cuanto a la alusi�n. La "gran �guila" es aquella de la que Dios mismo le habl� a Mois�s en el monte: "Hab�is visto lo que hice a los egipcios, y c�mo os di a luz con alas de �guila, y os traje a m�"; 1 y al que Mois�s aludi� en el �ltimo c�ntico ense�ado por �l al pueblo: "Como el �guila que agita su nido, revolotea sobre sus cr�as, extiende sus alas, las toma, las lleva sobre sus alas: as� solo el Se�or lo gui�, y no hab�a ning�n dios extra�o con �l.

"2 La misma �guila probablemente estaba a la vista de David cuando cant�:" �Cu�n excelente es tu misericordia, oh Dios! por tanto, los hijos de los hombres ponen su confianza bajo la sombra de Tus alas ", 3 mientras que tambi�n en cuyas alas los miembros de la Iglesia se acercan cada vez m�s a Dios:" Se remontan con alas como las �guilas "4. A la mujer se le dio entonces un "refugio de la tormenta", un "escondite del calor", de prueba, para que pudiera permanecer en �l, alimentada con su alimento celestial, por un tiempo, tiempos y medio tiempo.

De este per�odo ya hemos hablado. Es lo mismo que el de los tres a�os y medio, los "cuarenta y dos meses", los "mil doscientos sesenta d�as". Es, pues, todo el per�odo de la historia militante de la Iglesia sobre la tierra. Durante todo el tiempo ella es perseguida por Satan�s; durante todo ello es preservada y alimentada por el cuidado de Dios. A primera vista, en efecto, puede parecer que este refugio en el desierto fuera incompatible con la tarea de testificar que se le asign�.

Pero una de las paradojas de la posici�n de los hijos de Dios en este mundo actual es que mientras est�n por encima de �l, todav�a est�n en �l; que mientras est�n sentados "en los lugares celestiales" est�n expuestos a las tormentas de la tierra; que mientras su vida est� escondida con Cristo en Dios, testifican y pelean ante los ojos de los hombres. La persecuci�n y el sustento, el sufrimiento y la gloria, corren paralelos.

Puede hacerse otra observaci�n. Obviamente, hay un �nfasis en la palabra "dos" con el prefijo "alas". Aunque se basa en el hecho de que las alas del p�jaro son dos, parece que se pretende un significado m�s profundo; y ese significado lo sugiere el hecho de que los testigos del cap. 11 tambi�n eran dos. La protecci�n extendida corresponde exactamente a la necesidad de la misma. La "gracia" de Dios es "suficiente" en todas las circunstancias para su pueblo.

5 Ninguna tentaci�n puede asaltarlos que �l no les permita soportar, o de la cual no les proporcione una v�a de escape. 6 Por tanto, que siempre utilicen el lenguaje del Ap�stol y digan: "Con mucho gusto me gloriar� m�s bien en mis debilidades, para que la fuerza de Cristo extienda un tabern�culo sobre m�. Por tanto, me complazco en las debilidades, en las injurias, en las necesidades". , en persecuciones, en angustias por causa de Cristo; porque cuando soy d�bil, entonces soy fuerte.

"7 (1 �xodo 19:3 ; �xodo 2 Deuteronomio 32:11 ; Deuteronomio 3 Salmo 34:7 ; Salmo 4 Isa�as 40:31 ; Isa�as 5 2 Corintios 12:9 ; 2 Corintios 6 1 Corintios 10:13 ; 1 Corintios 7 2 Corintios 12:9 )

La mujer huy� al desierto, pero no se le permiti� huir all� sin un esfuerzo final de Satan�s para abrumarla; y en la forma en que se hace este esfuerzo reconocemos de nuevo el lenguaje del Antiguo Testamento. All� los asaltos de los imp�os contra Israel se comparan frecuentemente con esas inundaciones de aguas que, debido a las repentinas crecidas de los arroyos, est�n en el Oriente. tan com�n y tan desastroso.

Isa�as describe al enemigo entrando "como un diluvio". 1 De las inundaciones del �ufrates y la destrucci�n que simbolizaban ya hemos hablado; y en horas de liberaci�n de la angustia, la Iglesia ha encontrado el canto de triunfo m�s adecuado a su condici�n en las palabras del salmista: "Si no hubiera sido el Se�or quien estuvo de nuestro lado, cuando los hombres se levantaron contra nosotros, entonces nos hab�an devorado pronto, cuando se encendi� su ira contra nosotros; entonces las aguas nos abrumaron, el torrente pas� por encima de nuestra alma; entonces las aguas soberbias pasaron por encima de nuestra alma.

Bendito sea el Se�or, que no nos ha dado por presa a sus dientes ". 2 Sin embargo, la principal referencia es, con toda probabilidad, al paso de Israel a trav�s del Mar Rojo, porque entonces, dice David, recordando ese gran liberaci�n en la historia de su pueblo, y encontrando en ella el tipo de liberaciones tan a menudo experimentadas por �l mismo, "los dolores de la muerte me rodearon, y las inundaciones de hombres imp�os me atemorizaron.

. En mi angustia invoqu� al Se�or, y clam� a mi Dios. �l envi� de arriba, me tom�, me sac� de las muchas aguas ". 3 (1 Isa�as 59:19 ; Isa�as 2 Salmo 124:2 ; Salmo 3 Salmo 18:4 )

Sin embargo, el punto m�s notable que debe notarse aqu� no es la liberaci�n en s�, sino el m�todo por el cual se logra. Para comprender esto, as� como la ira de Satan�s inmediatamente descrita despu�s, es necesario tener en cuenta ese doble elemento en la Iglesia cuya existencia es la clave para resolver muchos de los problemas m�s intrincados del Apocalipsis. La Iglesia abraza tanto a los miembros verdaderos como a los falsos dentro de su palidez.

Ella es la "vid" del �ltimo discurso de nuestro Se�or a sus disc�pulos, algunos de cuyos p�mpanos dan mucho fruto, mientras que otros s�lo son aptos para ser arrojados al fuego y quemados "1. El pensamiento de estos �ltimos miembros est� en el mente de San Juan cuando nos dice, de una manera totalmente inesperada, que la tierra ayud� a la mujer, y la tierra abri� su boca y se trag� el r�o que el drag�n arroj� de su boca.

Piensa en los miembros nominales de la Iglesia, en el cristianismo meramente nominal que ella ha exhibido tan a menudo al mundo. Ese cristianismo que ama el mundo. Cuando el tono y la vida de la Iglesia se rebajan al ceder a la influencia de las cosas del tiempo, entonces el mundo, "la tierra", est� listo para apresurarse a su lado. Le ofrece su amistad, busca alianza con ella, la alaba por el buen orden que introduce, con argumentos extra�dos de la eternidad, en las cosas del tiempo, y se traga el r�o que el drag�n arroja de su boca contra ella.

Cuando los disc�pulos de Cristo son del mundo, el mundo ama a los suyos. 2 Est�n ayudando a "la tierra" a hacer su trabajo. �Por qu� la tierra no deber�a reconocer y dar la bienvenida a la ayuda que le brindan tanto los enemigos como los amigos? Por eso ayuda a la mujer. (1 Juan 15: 5-6; 2 Juan 15:19)

Pero al lado de este aspecto de la Iglesia que recibi� la aprobaci�n de "la tierra", el drag�n vio que ten�a otro aspecto de decidida hostilidad hacia sus afirmaciones; y se enoj� con ella. Ella ten�a dentro de ella no solo miembros degenerados sino verdaderos, no solo profesores mundanos, sino aquellos que eran uno con su Divino y glorificado Se�or. Estos fueron el resto de su simiente, que guarda los mandamientos de Dios y el testimonio de Jes�s.

Eran los "pocos nombres en Sardis que no ensuciaron sus vestiduras", l "el remanente seg�n la elecci�n de la gracia", 2 "la simiente que el Se�or ha bendecido". 3 Tales disc�pulos de Jes�s el drag�n no pudieron tolerar, y �l se fue a hacer la guerra con ellos. As� se mantiene todav�a la dolorosa distinci�n que marca toda la �ltima parte del Apocalipsis. El espect�culo fue uno sobre el que St.

Juan se hab�a lamentado al contemplarlo en la Iglesia de su tiempo: "Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubieran sido de nosotros, habr�an continuado con nosotros: pero salieron, que podr�an manifestarse que no todos somos de nosotros. Hijitos, es la �ltima hora ". 4 Era un espect�culo que sab�a que se repetir�a mientras la Iglesia de Cristo estuviera en contacto con el mundo; y lo nota ahora.

(1 Apocalipsis 3:4 ; Apocalipsis 2 Romanos 11:5 ; Romanos 3 Isa�as 61:9 ; Isa�as 4 1 Juan 2:18 )

Debe notarse otro punto en relaci�n con estos vers�culos. La ayuda de la mujer en la tierra parece ser la Escritura paralela a las dif�ciles palabras de San Pablo cuando dice por escrito a los Tesalonicenses: "Y ahora sab�is lo que refrena hasta el fin para que se revele en su porque el misterio de la iniquidad ya obra: s�lo hay uno que refrena ahora, hasta que sea quitado del camino.

"* Este poder" restrictivo ", generalmente, y con toda probabilidad correctamente, entendido del Estado romano, es" la tierra "de San Juan ayudando a la mujer porque es ayudada por ella. (* 2 Tesalonicenses 2:6 )

Se nos ha presentado al primer gran enemigo de la Iglesia de Cristo. Solo queda que tome posesi�n de su puesto en el campo. Por lo tanto, la siguiente cl�usula que nos encontramos y que deber�a leerse, no como la primera cl�usula del cap. 13, pero como el �ltimo del cap. 12, y en el que la tercera persona deber�a ser sustituida por la primera, lo describe as�: Y se par� sobre la arena del mar, sobre la orilla entre la tierra y el mar, donde pod�a mandarles a ambos como para justificar el "Ay" ya pronunciado sobre ambos en el duod�cimo vers�culo del cap�tulo.

All� lo dejamos por un tiempo, solo se�alando que no debemos pensar en el oc�ano tendido ante nosotros en una calma, sino en el mar inquieto y turbulento, levantado en enormes olas por los vientos de tormenta que compiten sobre �l por el dominio y el arrebato. sus olas sobre la playa.

Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre Revelation 12". "El Comentario Bíblico del Expositor". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/teb/revelation-12.html.