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Apocalipsis 19

El Comentario Bíblico del ExpositorEl Comentario Bíblico del Expositor

Versículos 1-21

CAPITULO XV

LA PAUSA DE LA VICTORIA Y JUICIO DE LA BESTIA Y EL FALSO PROFETA.

Apocalipsis 19:1 .

AQUELLOS que han seguido con atenci�n el curso de este comentario dif�cilmente pueden dejar de observar su concepci�n principal del libro del que trata. Esa concepci�n es que el Apocalipsis de San Juan nos presenta en visiones la historia de la Iglesia moldeada sobre la historia de su Se�or mientras tabern�culo entre los hombres. Es la lecci�n invariable del Nuevo Testamento que Cristo y su pueblo son uno.

�l es la Vid; son las ramas. �l est� en ellos; est�n en �l. Con igual uniformidad, los escritores sagrados nos ense�an que as� como Cristo sufri� durante el curso de Su ministerio terrenal, tambi�n Su pueblo sufre. Tienen que soportar la lucha antes de disfrutar de la victoria y llevar la cruz antes de ganar la corona. Pero la peculiaridad del Apocalipsis es que lleva a cabo este pensamiento mucho m�s plenamente que los otros libros del Nuevo Testamento.

San Juan no solo ve sufrir a la Iglesia. La ve sufrir de una manera precisamente como lo hizo su Se�or. Vive en el pensamiento de esas palabras dichas por Jes�s a Salom� en un momento impactante de su vida con respecto a su hermano y a �l mismo: "La copa que yo bebo, beber�is; y con el bautismo con el que yo soy bautizado ser�is bautizado." 1 Esa misma copa es puesta en sus manos y en las manos de sus hermanos, que son "part�cipes con �l en la tribulaci�n, el reino y la paciencia que hay en Jes�s"; 2 con ese mismo bautismo todos son bautizados.

(1 Marco 10:39 ; Marco 2 Apocalipsis 1:9 )

Ahora sabemos por el cuarto Evangelio cu�l era la luz en la que San Juan mir� hacia atr�s, a una distancia de m�s de medio siglo, sobre la vida de Jes�s. Por lo tanto, nada era m�s natural que eso, tratar solo con los grandes principios que operan en el gobierno de Dios del mundo y la gu�a de Su Iglesia, y al ver estos principios incorporados en visiones, las visiones deber�an presentarle un curso de cosas precisamente similar a lo que se hab�a seguido en el caso del Precursor de la Iglesia y el Capit�n de su salvaci�n.

Pasando entonces al cuarto Evangelio, desde hace mucho tiempo todo investigador importante ha reconocido que la lucha de Jes�s con el mundo, que el evangelista se propone principalmente relatar, termina con el cierre del cap. 12. Es igualmente innegable que con el comienzo del cap. 13 la lucha estalla de nuevo. Entre estos dos puntos se encuentran los cap�tulos. Del 13 al 17, cinco Cap�tulos totalmente diferentes a los que los preceden o los siguen, marcados por un tono diferente y centrados en esa instituci�n de la �ltima Cena en la que, habiendo ya "salido" Judas, el amor de Jes�s a Su disc�pulos se derrama con una ternura nunca antes vista.

En estos Cap�tulos tenemos primero una narraci�n en la que se relata el amor de Jes�s tal como aparece en el lavamiento de los pies y en la instituci�n de la Cena, y luego, inmediatamente despu�s, una pausa. Esta pausa - cap. 13:31 - cap. 17 - junto con la narraci�n que la precede, ocurre al final de una lucha sustancialmente terminada - "Te glorifiqu� en la tierra, habiendo cumplido la obra que me has encomendado hacer.

"* - y solo una vez m�s para estallar en un esfuerzo final e infructuoso contra el Pr�ncipe de la vida. (* Juan 17:4 )

Parecer�a como si tuvi�ramos una estructura similar en el punto del Apocalipsis que ahora alcanzamos. Hay una narraci�n de transici�n que, en lo que respecta al pensamiento que contiene, puede considerarse como el cierre de la cuarta secci�n o el comienzo de la quinta secci�n del libro. Probablemente sea mejor entenderlo como esto �ltimo, porque as� se conserva mejor el molde del Evangelio; y, donde tanto m�s habla claramente de ese molde, no es impropio conceder el beneficio de la duda a lo que por lo dem�s est� suficientemente establecido.

Aunque, por lo tanto, la quinta secci�n del Apocalipsis, la Pausa, comienza propiamente con Apocalipsis 19:11 de este cap�tulo presente, los primeros diez vers�culos pueden tomarse junto con estos como una narraci�n preparatoria para lo que sigue como Juan 13:1 est� parado a Juan cap.

13:31 - cap. 17. La probabilidad, tambi�n, de que esta sea la luz en la que vamos a mirar el pasaje que tenemos ante nosotros, se hace mayor cuando notamos, primero, que hay en medio de la narraci�n preliminar, y por primera vez mencionamos hecho de una "cena", la cena de las bodas del Cordero, 1 y, en segundo lugar, que en un punto posterior del libro hay un estallido final de maldad contra la Iglesia, que, a pesar de las poderosas fuerzas alineadas contra ella, no tiene �xito .

2 (1 Apocalipsis 19:9 ; Apocalipsis 2 Apocalipsis 20:7 )

Por tanto, lo que tenemos que hacer ahora no es una continuaci�n de la lucha. Es una pausa en la que se celebra la ca�da de Babilonia, y los grandes enemigos de la Iglesia son consignados a su merecido destino:

Despu�s de estas cosas o� como una gran voz de una gran multitud en el cielo, que dec�a: Aleluya; la salvaci�n, la gloria y el poder son de nuestro Dios; porque verdaderos y justos son sus juicios, porque �l juzg� a los grandes. ramera, que corrompi� la tierra con su fornicaci�n, y �l ha vengado la sangre de sus siervos de su mano. Y por segunda vez dicen: Aleluya, y su humo sube por los siglos de los siglos.

Y los veinticuatro ancianos y los cuatro seres vivientes se postraron y adoraron al Dios que est� sentado en el trono, diciendo: Am�n; Aleluya. Y sali� del trono una voz que dec�a: Alabad a nuestro Dios todos sus siervos, los que le tem�is, peque�os y grandes. Y o� como la voz de una gran multitud, y como la voz de muchas aguas, y como la voz de fuertes truenos, que dec�a: Aleluya, porque el Se�or nuestro Dios Todopoderoso reina.

Goc�monos y alegr�monos sobremanera, y d�mosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado. Y le fue dado que se vistiera de lino fino, resplandeciente y puro; porque el lino fino son las acciones justas de los santos. Y me dijo: Escribe: Bienaventurados los invitados a la cena de las bodas del Cordero. Y me dijo: Estas son palabras verdaderas de Dios.

Y me postr� ante sus pies para adorarlo. Y me dijo: Mira, no lo hagas: soy consiervo contigo y con tus hermanos que tienen el testimonio de Jes�s: adora a Dios; porque el testimonio de Jes�s es el esp�ritu de profec�a ( Apocalipsis 19:1 ) ".

Babilonia ha ca�do; y el mundo, representado por tres clases de sus habitantes - reyes, comerciantes y marineros - ha derramado sus lamentos por su ca�da. Muy diferentes son los sentimientos del bien, y estos sentimientos aparecen en la narrativa que tenemos ante nosotros. Una gran multitud se escucha en el cielo , no necesariamente en la regi�n m�s all� de la tumba, sino en la de los justos, de los no mundanos, de los espirituales, ya sea en el tiempo o en la eternidad.

Esta "multitud" probablemente se identificar� con la de Apocalipsis 7:9 . El art�culo definido, que har�a completa la identificaci�n, es de hecho deficiente; pero ya hemos encontrado ejemplos del mismo m�todo de hablar con respecto a los ciento cuarenta y cuatro mil de Apocalipsis 14:1 , y con respecto al mar cristalino de Apocalipsis 15:2 .

Por lo tanto, toda la Iglesia de Dios rescatada est� incluida en la expresi�n. Ellos cantan primero; y el tema principal de su canci�n es Aleluya , o Alabanza a Dios, porque �l ha infligido a la ramera el debido castigo por sus pecados y cr�menes. Tampoco cantan una sola vez; cantan la misma atribuci�n de alabanza por segunda vez. El significado no es simplemente que hacen esto dos veces, la "segunda vez" tiene m�s que su fuerza num�rica y est� dise�ada para resaltar la intensidad de sus sentimientos y su canci�n.

Entonces los veinticuatro ancianos, los representantes de la Iglesia glorificada, y los cuatro seres vivientes, los representantes de la creaci�n redimida, responden, Am�n , y retoman el mismo c�ntico: Aleluya . Toda la creaci�n, animada e inanimada, hincha la voz de alegr�a y alabanza.

Mientras tanto, el humo del tormento de la ramera sube por los siglos de los siglos. Nuevamente, como una vez antes, aqu� no tenemos derecho a fijar nuestros pensamientos en esp�ritus inmortales de hombres enga�ados y descarriados. Tal puede incluirse. Si se han identificado con la ramera, no debemos dudar en decir que est�n incluidos. Pero lo que principalmente se nos presenta es el derrocamiento, completo y definitivo, del pecado mismo.

Babilonia ha sido completamente destruida y su castigo nunca ser� olvidado. Su destino seguir� siendo un monumento del justo juicio de Dios, e ilustrar� por los siglos de los siglos el car�cter de Aquel que, por causa de la creaci�n, "de ninguna manera eximir� al culpable". * (* �xodo 34:7 )

Entonces se oye una voz del cielo que llama a todos los siervos de Dios para que le alaben; y esto es seguido por otra voz, como la voz de una gran multitud, y como la voz de muchas aguas, y como la voz de fuertes truenos, que dice: Aleluya, porque el Se�or nuestro Dios, el Todopoderoso, reina. En verdad, siempre rein�, pero ahora ha tomado para s� Su gran poder, y todo reconoce a su Rey.

Se llega as� a un nuevo momento en la historia de los santos de Dios. El Cordero ha venido a reclamar a Su esposa, y Su esposa se ha preparado. Ha estado comprometida desde hace mucho tiempo y ha estado esperando al Esposo. A trav�s de la tormenta y la calma, a trav�s del dolor y la alegr�a, a trav�s de la oscuridad y la luz, ella lo ha esperado, clamando una y otra vez: "Ven pronto". Por fin �l viene, y se llevar�n a cabo las bodas y la cena de bodas.

Por primera vez en el Apocalipsis leemos de este matrimonio, y por primera vez, aunque una vez se hab�a aludido a la idea general de la cena con el Se�or, 1 de esta cena de bodas. De hecho, la cifra est� lejos de ser nueva. Los escritores tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento lo utilizan con notable frecuencia. 2 Pero ning�n escritor sagrado parece haber sentido m�s el poder y la belleza de la semejanza que S.

Juan. En el primer milagro que registra, y en el que ve reflejada toda la gloria de la dispensaci�n del Nuevo Testamento, el que transform� el agua en vino es el Novio de Su Iglesia 3; y, cuando el Bautista desaparece de la vista en presencia de Aquel para quien hab�a preparado el camino, registra el canto de cisne en el que el gran profeta termina su misi�n para que otro y superior a �l pueda tener posesi�n exclusiva. del campo: Vosotros mismos me sois testigos de que dije: No soy el Cristo, sino que soy enviado delante de �l.

El que tiene esposa, es el novio; pero el amigo del novio, que est� de pie y le oye, se regocija mucho a causa de la voz del novio: por tanto, este es mi gozo se ha cumplido "4 (1 Comp. Apocalipsis 3:20 ; 2). Comp. Salmo 45:9 ; Isa�as 54:5 ; Oseas 2:19 ; Mateo 22:2 ; Efesios 5:32 , etc.

; 3 Juan 1:1 ; 3 Juan 1:4 Juan 3:28 )

Tal es el momento que ahora ha llegado, y la novia est� lista para �l. Su vestimenta es digna de nuestra atenci�n. Es de lino fino, brillante y puro; y luego se a�ade inmediatamente, porque el lino fino son las acciones justas de los santos. Estos actos no son la justicia imputada de Cristo, aunque solo en Cristo se realizan los actos. Expresan la condici�n moral y religiosa de quienes constituyen la novia.

Ninguna justicia externa por s� sola, con la que podamos vestirnos como con un manto, es una preparaci�n suficiente para la bienaventuranza futura. No es menos necesario un cambio interior, una adecuaci�n personal y espiritual a la herencia de los santos en luz. Cristo no solo debe estar sobre nosotros como un manto, sino en nosotros como una vida, si queremos tener la esperanza de la gloria. 1 No tengamos miedo de palabras como estas. Considerados correctamente, de ninguna manera interfieren con nuestra plenitud en el Amado solamente, o con el hecho de que no por obras de justicia que hayamos hecho, sino por gracia, somos salvos por la fe, y no por nosotros mismos; es el don de Dios.

2 Toda nuestra salvaci�n es de Cristo, pero el cambio sobre nosotros debe ser tanto interno como externo. Los elegidos est�n preordenados para ser conformados a la imagen de Dios Cantares de los Cantares 3 ; y la condici�n cristiana se expresa en las palabras que dicen, no s�lo "fuisteis justificados", sino tambi�n "fuisteis lavados, fuisteis santificados en el nombre del Se�or Jesucristo, y �l en el Esp�ritu de nuestro Dios".

"4 ( 1 Cr�nicas 1:27 ; 1 Cr�nicas 2 Efesios 2:8 ; Efesios 3 Romanos 8:29 ; Romanos 4 1 Corintios 6:11 )

As� "preparada", la novia entra ahora con el Esposo en la fiesta de bodas; y, cuando todo su futuro se eleva ante la vista del visitante celestial que conversa con el Vidente, le dice: Escribe: Bienaventurados los que est�n invitados a la cena de las bodas del Cordero.

Una vez antes, San Juan hab�a escuchado una voz similar, tal vez la misma, del cielo, diciendo: "Bienaventurados los muertos que mueren en el Se�or de ahora en adelante". * Entonces cre�mos; ahora vemos. Las nubes se disipan; el velo est� rasgado; entramos en el palacio del gran Rey. Hay m�sica, fiesta y alegr�a. No hay pecado ni tristeza, ning�n privilegio abusado, ninguna nube sobre ning�n rostro, ninguna carga sobre ning�n coraz�n, ninguna sombra del futuro que oscurezca el arrebatamiento del presente. Aqu� est� la vida, y la vida en abundancia; la paz que sobrepasa todo entendimiento; el gozo inefable y glorificado; la herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible. (* Apocalipsis 14:13 )

En particular, cuando pensamos en esta cena de las bodas del Cordero, no podemos dejar de volver a esa cena en el aposento alto de Jerusal�n que ocupa una posici�n tan sorprendentemente similar en la vida de Jes�s. All� Jes�s dijo: "Toma, come: esto es Mi cuerpo, que es para ti"; "Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre: bebed de ella todos". * Esa fue una fiesta, en la que �l se entreg� para ser por siempre el sustento de Su Iglesia.

Y de la misma manera, en la cena de las bodas del Cordero, el Se�or, que muri� y vive para siempre, no es solo el Esposo, sino la sustancia de la fiesta. En �l y por �l, su pueblo vivi� en la tierra; en �l y por �l viven para siempre. (* Mateo 26:26 ; 1 Corintios 11:24 )

Todo esto San Juan vio. Todo esto, tambi�n, lo escuch� confirmado por la declaraci�n de que, por maravilloso y glorioso que fuera el espect�culo, todav�a eran verdaderas palabras de Dios. Estaba abrumado y habr�a adorado a su visitante angelical. Pero fue interrumpido por la declaraci�n del �ngel: Mira , no lo hagas: soy consiervo contigo y con tus hermanos que tienen el testimonio de Jes�s: adora a Dios.

Estos consiervos son primero los profetas, pero luego tambi�n todos los miembros verdaderos del Cuerpo de Cristo. Los �ltimos, no menos que los primeros, tienen el testimonio de Jes�s 1; y porque lo hacen, tambi�n son profetas, porque la profec�a, ya sea en los tiempos del Antiguo o del Nuevo Testamento, da testimonio de �l. En �l se centra toda la revelaci�n. �l es la expresi�n del Dios a quien nadie ha visto. �l es, por tanto, el Alfa y la Omega, "sobre todo, Dios bendijo por siempre".

"2 (1 Comp. Apocalipsis 1:3 ; Apocalipsis 1:9 ; Apocalipsis 6:9 ; Apocalipsis 11:7 ; Apocalipsis 12:17 ; Apocalipsis 20:4 ; Apocalipsis 2 Romanos 9:5 )

Al contemplarlo as�, estamos preparados para la siguiente visi�n siguiente:

"Y vi los cielos abiertos, y he aqu� un caballo blanco, y el que lo montaba, llamado Fiel y Verdadero; y con justicia juzga y hace la guerra. Y sus ojos son llama de fuego, y sobre su cabeza muchos diademas; y tiene un nombre escrito, que nadie conoce, sino �l mismo. Y est� vestido con un manto rociado de sangre; y su nombre es el Verbo de Dios. Y los ej�rcitos que est�n en el cielo lo siguieron en blanco caballos, vestidos de lino fino, blanco y puro.

Y de su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones, y las regir� con vara de hierro; y �l pisa el lagar del vino del ardor de la ira del Dios Todopoderoso. Y en su manto y en su muslo tiene escrito este nombre: REY DE REYES Y SE�OR DE SE�ORES ( Apocalipsis 19:11 ) ".

De la posici�n de este pasaje en la estructura del Apocalipsis ya hemos hablado; y, visto en su verdadera luz, puede llamarse la Pausa de la Victoria. No hay reanudaci�n de la lucha. De hecho, se nos presenta un guerrero; pero es un guerrero que ya ha vencido, y que no sale tanto para someter a sus enemigos como para infligirles su castigo final.

El cielo est� abierto y nuestra atenci�n se dirige en primer lugar a un jinete sobre un caballo blanco. La descripci�n que se da de este jinete no deja dudas sobre qui�n es. La "blancura" del caballo es el emblema de una pureza que se puede conectar �nicamente con el reino de Dios. La descripci�n del Jinete: Fiel , que no tolerar� ni una palabra de lo que prometi� fallar; Verdadero , no verdadero en oposici�n a falso, pero real en oposici�n a vago - corresponde s�lo a algo esencialmente Divino; mientras que los detalles de Su aparici�n que se mencionan posteriormente nos llevan de regreso al Hijo glorificado del hombre del cap.

1, y a otros pasajes de este y otros libros de la Biblia que hablan de la misma Persona gloriosa. Est�n los ojos como una llama de fuego de Apocalipsis 1:14 y Apocalipsis 2:18 . Hay en su cabeza muchas diademas, un hecho que no se ha mencionado anteriormente, pero correspondiente a los muchos derechos que pertenecen a �l a quien obedecen todas las cosas.

Hay un nombre que nadie m�s que �l conoce, porque "nadie conoce al Hijo sino el Padre". l All� est� el manto rociado con sangre, del cual leemos en el profeta Isa�as, 2 la sangre, no la del Conquistador que derram� por nosotros, sino la sangre de Sus enemigos que mancharon Sus vestidos cuando regres� victorioso del campo. Existe el nombre La Palabra de Dios , con el que S.

Solo Juan nos ha hecho familiares en el comienzo de su Evangelio. Est�n los ej�rcitos que est�n en el cielo, sigui�ndolo sobre caballos blancos y vestidos de lino fino, blanco y puro, a los cuales nuestra atenci�n est� dirigida, no por ellos, sino por �l, porque �l los ha hecho part�cipes de Su victoria. . Est� la espada afilada que sale de Su boca de Apocalipsis 1:16 y Apocalipsis 2:12 .

Est� el azote de las naciones, del cual ya hemos escuchado en Apocalipsis 2:27 y Apocalipsis 12:5 . Est� el pisar el lagar del vino del ardor de la ira del Dios Todopoderoso, del que se habla en Apocalipsis 14:19 .

Finalmente, en Su manto y en Su muslo est� el nombre REY DE REYES Y SE�OR DE SE�ORES. Todos estos rasgos no dejan ninguna duda de qui�n es este Capit�n de la salvaci�n; y se hace notar que todos podemos comprender mejor tanto la gloria de Su persona como la naturaleza de Su obra cumplida. (1 Mateo 11:27 ; Mateo 2 Isa�as 63:3 )

Por tanto, s�lo queda una cosa: que los grandes adversarios de su pueblo ser�n condenados a su perdici�n; y a esto procede el Vidente:

"Y vi un �ngel de pie al sol; y clam� a gran voz, diciendo a todas las aves que vuelan en medio del cielo: Venid y reun�os a la gran cena de Dios, para que com�is la carne de Dios. reyes, y carne de capitanes, y carne de valientes, y carne de caballos, y de los que se sientan en ellos, y carne de todos los hombres, libres y esclavos, peque�os y grandes. Y vi la bestia y los reyes de la tierra y sus ej�rcitos, reunidos para hacer guerra contra el que montaba el caballo, y contra su ej�rcito.

Y fue apresado la bestia, y el que estaba con �l, el falso profeta que hac�a las se�ales ante sus ojos con las que enga�aba a los que hab�an recibido la marca de la bestia y a los que adoraban su imagen. Los dos fueron arrojados vivos al lago de fuego que arde con azufre. Y los dem�s fueron muertos con la espada del que estaba montado en el caballo, la espada que sali� de su boca; y todas las aves se llenaron de su carne ( Apocalipsis 19:17 ) ".

El �ngel contemplado al comienzo de esta escena es el primero de los tres que forman el segundo grupo de esa serie de siete partes en las que el Conquistador triunfante era el centro. Se par� en el sol, que debe considerarse como en el cenit de su camino diario, para que todos puedan verlo y escucharlo. Es a los p�jaros que vuelan en medio del cielo a los que llama; es decir, a esas rapaces fuertes y feroces, como el �guila y el buitre, que vuelan en las regiones m�s altas de la atm�sfera.

Su clamor es que vendr�n a la gran cena de Dios, para que se deleiten con la carne de todos los enemigos del Cordero. La idea de tal fiesta se encuentra en las profec�as de Ezequiel; y no puede haber duda, por las muchas circunstancias que acompa�an a la similitud entre la descripci�n all� y aqu�, que San Juan tiene el lenguaje del profeta en sus ojos: "Y t�, hijo de hombre, as� dice el Se�or Dios ; Di a las aves de toda especie y a toda bestia del campo: Reun�os y venid; reun�os por todos lados para Mi sacrificio que Yo sacrifico por vosotros, un gran sacrificio sobre los montes de Israel, para que vosotros puede comer carne y beber sangre.

Comer�is la carne de los valientes, y beber�is la sangre de los pr�ncipes de la tierra, de carneros, de corderos, de machos cabr�os y de becerros, todos ellos despojos de Bas�n. Y comer�is grasa hasta hartaros, y beber�is sangre hasta embriagaros, de mi sacrificio que yo sacrifiqu� por vosotros. Y ser�is hartos a mi mesa de caballos y carros, de valientes y de todos los hombres de guerra, dice el Se�or DIOS.

"1 Sin embargo, aunque la imagen del profeta est� indudablemente ante la mente del Vidente, es imposible dudar de que en esta cena tenemos una parodia de las bodas superiores del Cordero de las que se hab�a hablado en la parte anterior del cap�tulo. 2 En contraste con el banquete gozoso en el que los hijos de Dios ser�n alimentados por Aquel cuya carne es verdadera comida y cuya sangre es verdadera bebida, los imp�os, a cualquier rango o posici�n a la que pertenezcan, ser�n ellos mismos comida para todos los inmundos y p�jaros voraces.

Todo el pasaje nos recuerda el espect�culo del Calvario, tal como se presenta ante nosotros en el cuarto Evangelio, y puede ser aceptado como una de las innumerables pruebas de la similitud entre dos libros, ese Evangelio y el Apocalipsis, a primera vista tan diferentes. de cada uno. En la cruz, Jes�s es el verdadero Cordero pascual, no tanto en el momento de su muerte como en una etapa posterior, cuando fue preparado y comido en la cena pascual.

En la conducta de los jud�os en esa ocasi�n, San Juan parece contemplar una Pascua invertida y retorcida. Los enemigos de Jes�s no hab�an entrado en la sala del juicio de Pilato, "para que no se contaminen, sino para que coman la Pascua". 3 Entonces no lo hab�an comido En medio del tumulto y las tormentosas pasiones de aquella terrible ma�ana, �cu�ndo tuvieron la oportunidad de comerlo? San Juan no nos dice que encontraron uno.

M�s bien, toda la narrativa est� construida de tal manera, tan llena de acci�n cercana, r�pida y apasionada, que es imposible fijar un punto en el que podamos insertar su comida hasta que sea demasiado tarde para legalizarla. �No ser� que no encontraron oportunidad de com�rselo? Perdieron su Pascua. �Lo perd�? No; el evangelista parece decir, encontraron una Pascua. Ve conmigo a la Cruz; f�jense all� sus crueles burlas del Cordero de Dios; y ver�s los tratos justos del Todopoderoso cuando hace que estas burlas tomen la forma de una Pascua de juicio, una Pascua de pecado a�adido y verg�enza m�s profunda.

4 (1 Ezequiel 39:17 ; Ezequiel 2 Apocalipsis 19:9 ; Apocalipsis 3 Jn 18:28; 4 El escritor se ha esforzado por desarrollar este punto de vista de Jes�s en la cruz en dos art�culos de The Expositor, primera serie, vol. 17, 129)

El castigo de los malvados, y especialmente de los tres grandes enemigos de la Iglesia, procede ahora; y a�n debe observarse cuidadosamente que tenemos que ver con el castigo, no con la guerra o el derrocamiento en la guerra. Fue as� en Apocalipsis 19:17 , donde, despu�s de que el Conquistador triunfador hab�a cabalgado, seguido por Sus ej�rcitos, no se menciona ninguna batalla.

S�lo existe el grito del �ngel a los p�jaros para que se re�nan para la gran cena de Dios. La batalla ya hab�a sido librada y la victoria ya ganada. Ahora se nos habla en verdad de la reuni�n de la bestia y los reyes de la tierra y sus ej�rcitos, para hacer guerra contra Aquel que montaba el caballo, y contra Su ej�rcito. Pero, cualquiera que haya sido su dise�o, no se ejecuta. No se habla de peleas reales. Los enemigos a los que se hace referencia son capturados inmediatamente, aparentemente sin luchar, y condenados al destino que se han tra�do sobre s� mismos.

Dos de los tres grandes enemigos del Se�or y de Su Iglesia enfrentan este destino: la bestia y el falso profeta. El primero de ellos es la bestia mencionada con tanta frecuencia en los cap�tulos anteriores. M�s particularmente es la bestia del cap. 17, el representante del mundo anticristiano en su �ltima y m�s alta forma. El segundo no es menos seguro que la segunda bestia del cap. 18, de quien se dice que "enga�a a los moradores de la tierra por las se�ales que le fue dado hacer en presencia de la bestia, dici�ndoles a los moradores de la tierra que hagan un imagen a la bestia.

"* Las" se�ales ", el" enga�o "y la" adoraci�n "de la bestia de la que ahora se habla no pueden ser otros que los as� referidos. (* Apocalipsis 13:14 )

Se puede notar un punto m�s. Seg�n lo que parece ser la mejor lectura del griego original, se nos dice aqu�, no que "la bestia fue tomada, y con �l el falso profeta", sino "la bestia fue tomada, y el que estaba con �l, el falso profeta." En otras palabras, el lenguaje de San Juan est� dise�ado para resaltar la cercan�a de la conexi�n entre estas dos bestias, el hecho de que una siempre depende de la otra.

Nunca se separan. El primero no puede actuar sin el segundo. De ah�, con toda probabilidad, la raz�n por la que, al tratar de la condenaci�n por la que estos enemigos de la Iglesia son alcanzados, no se asigna un p�rrafo separado a cada uno. Se toman juntos.

Se ha planteado una cuesti�n m�s importante en relaci�n con las palabras que tenemos ante nosotros; y se ha instado a que prueben de manera concluyente que tanto la bestia como el falso profeta son personas, no personificaciones. 1 Ya hemos visto que con respecto a la "bestia" esa conclusi�n es apresurada. Parece que no ser� inferior a en lo que se refiere a la "falso profeta" El simple hecho de que se enga�a a ellos - es decir, todos los que recibieron la marca de la bestia - es incompatible con esa idea, a menos que le atribuyen una ubicuidad eso es Divino; o, a menos que supongamos, lo que la Escritura no nos da ninguna garant�a para creer, que hay en el reino del mal una trinidad personal - el drag�n, la bestia y el falso profeta - correspondiente a la Trinidad del Padre, el Hijo y el Esp�ritu Santo.

Es mucho m�s natural pensar que las declaraciones de San Juan sobre este punto surgen de ese m�todo general de concepci�n que lo distingue, y por el cual se piensa que todo lo que existe en el reino del bien tiene su contraparte en el reino del mal. La pregunta as� planteada es totalmente independiente de cualquier consideraci�n sobre el destino por el que son alcanzadas las dos bestias. Cuando los principios se consideran personas, se debe hablar de ellos como personas; y seguramente no se insistir� en que la muerte y el Hades son personas porque se dice de ellos, en Apocalipsis 20:14 , que "fueron arrojados al lago de fuego". (* Hamburguesa en loc .)

Entonces la bestia y el falso profeta son arrojados juntos al lago de fuego que arde con azufre; y este lago de fuego se explica adem�s en Apocalipsis 20:14 como "la muerte segunda". Es imposible evitar las preguntas: �C�mo concebir este "lago de fuego"? y, �cu�l es su efecto? Sin embargo, en lo que nos concierne actualmente, la respuesta a estas preguntas debe tomarse �nicamente de San Juan.

En el primer caso, al menos, no tenemos nada que ver con la ense�anza general de las Escrituras sobre lo que se llama la doctrina del "castigo eterno". Nuestra �nica pregunta debe ser: �Qu� impresi�n pretende transmitir el lenguaje empleado por el Vidente en estas visiones? Sobre este punto, parecer�a que no cabe duda alguna. vivo en el tormento, la miseria y la aflicci�n.

Su �nico objetivo es lidiar con la condici�n del reino de Dios mientras compite con sus enemigos en esta escena actual. Su �nico objetivo es decirnos que estos enemigos ser�n destruidos para siempre, y que el mundo ser� completamente purgado de ellos. No se requiere m�s informaci�n para consolarnos. Podemos dejarlos en manos de Dios.

Mirando el asunto desde este punto de vista, no necesitamos preguntarnos si por "el lago de fuego debemos entender un lago en el que los malvados son consumidos o uno en el que son sostenidos en llamas eternas. Cualquiera de las dos interpretaciones es consistente con el El pensamiento del ap�stol y con la impresi�n que desea producir.

Sin duda, se puede decir que el principio de contraste, del que nos hemos valido tan a menudo al interpretar este libro, implica que, as� como los justos ser�n sostenidos en medio de los gozos de la vida eterna, los malvados ser�n sostenidos en medio de los tormentos. de muerte eterna. Pero es precisamente aqu� donde entra en juego la peculiaridad del modo de pensar de San Juan. Para �l, la "vida" est� en la naturaleza misma del caso eterno.

Si no fuera as�, no ser�a vida. Por tanto, s�lo en la medida en que la concepci�n del tormento eterno se base en la idea de la "muerte" puede decirse verdaderamente que el principio de contraste, tan profundamente arraigado en el modo de pensar de San Juan, exige la aplicaci�n del tormento eterno a los imp�os. . Pero la idea de que el tormento contin�e eternamente no se basa en la idea de "muerte". La muerte es privaci�n; cuando es infligido por el fuego, la capacidad de tormento se destruye r�pidamente; y la muerte misma es arrojada al lago de fuego.

La conclusi�n natural es que la idea de tormento pertenece al modo por el cual se inflige la muerte de la que se habla - fuego - y que las palabras con las que estamos tratando pueden significar nada m�s que esto: que la eternidad de efecto que sigue al derrocamiento de la bestia y el falso profeta es el concepto principal asociado con el "fuego que arde con azufre" al que est�n consignados estos grandes enemigos del pueblo de Dios.

Si lo que se ha dicho es correcto, toda la cuesti�n del sufrimiento eterno de los malvados queda abierta en lo que respecta a estos pasajes del Apocalipsis; y la lecci�n principal de San Juan es que cuando la bestia y el falso profeta sean arrojados al lago de fuego, ya no tendr�n poder para luchar contra los justos o perturbar su paz.

Cuando estos dos enemigos de la Iglesia fueron as� destruidos, el resto fue asesinado con la espada del que estaba sentado sobre el caballo, la espada que sali� de Su boca. Las personas as� llamadas "el resto" son aquellas que est�n para la bestia y el falso profeta en la misma relaci�n en la que "el resto de la simiente de la mujer", mencionado en Apocalipsis 12:17 , est� para el hijo var�n. "arrebatados para Dios y su trono.

"El hijo var�n exaltado y glorificado es el mismo que" El que estaba montado en el caballo ", y en esa condici�n una espada sale de Su boca. 1 El Guardi�n y Protector de los Suyos, que ha mantenido a salvo su verdadera vida en medio de todas las angustias externas tambi�n ponen fin a estas angustias. Sus enemigos son "muertos". A�n no han sido arrojados al lago de fuego, porque su hora de juicio no ha llegado.

Pronto llegar�. 2 Mientras tanto, no solo no pueden da�ar m�s a los justos, sino que tambi�n ofrecen una cena a las aves voraces de las que ya se ha hablado; y las aves se saciaron m�s: se atiborraron del banquete imp�o. Todas las aves se saciaron de su carne. (1 Apocalipsis 1:16 ; Apocalipsis 19:15 ; Apocalipsis 2 Apocalipsis 20:15 )

Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre Revelation 19". "El Comentario Bíblico del Expositor". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/teb/revelation-19.html.