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1 Corintios 8

Los Comentarios del PúlpitoLos Comentarios del Púlpito

Versículos 1-13

EXPOSICI�N

1 Corintios 8:1

La relaci�n de la tradici�n con el conocimiento con respecto a la cuesti�n de comer ofrendas de �dolos.

1 Corintios 8:1

Como tocar cosas ofrecidas a los �dolos. Esta fue sin duda una de las preguntas sobre las cuales los corintios hab�an pedido consejo. Juzgamos por el tono de las preguntas a las que San Pablo aqu� responde que la mayor�a de los corintios, siendo liberales en sus puntos de vista, sostuvieron que era una cuesti�n de indiferencia perfecta comer ofrendas de �dolos; y que, al actuar sobre esta convicci�n, despreciaron despectivamente las convicciones de aquellos que no pudieron evitar pensar que cuando lo hicieron cometieron un pecado. La decisi�n pr�ctica de la pregunta fue de gran importancia. Si fuera ilegal bajo ninguna circunstancia comer ofrendas de �dolos, entonces el converso gentil estaba condenado a una vida de levitismo casi tan rigurosa como la del jud�o. La distinci�n entre carnes limpias e impuras form� una barrera insuperable entre jud�os y gentiles. Dondequiera que vivieran, los jud�os necesitaban un carnicero propio, que hab�a sido entrenado en las reglas y ceremonias que le permit�an decidir y asegurarse de que toda la carne que com�an fuera limpia (tahor), no inmunda (domesticada). No pod�an tocar carne que no estuviera certificada como libre de imperfecciones legales o contaminaci�n ceremonial por el sello de plomo adherido en el que estaba grabada la palabra "legal" (kashar). Pero los gentiles siempre hab�an estado acostumbrados a comprar carne en los mercados. Ahora, gran parte de esta carne consist�a en restos de animales sacrificados como sacrificios, despu�s de que los sacerdotes hab�an tenido su parte. Tan completamente fue este caso, que la palabra "sacrificar" hab�a llegado a significar "matar" en griego helen�stico. Theophrastus, en sus 'Bocetos morales', define al hombre con las manos cerradas como aquel que, en el banquete de bodas de su hija, vende a todas las v�ctimas ofrecidas, excepto las partes sagradas; y la persona desvergonzada como alguien que, despu�s de ofrecer un sacrificio, le pone sal a la v�ctima para usarla en el futuro y sale a cenar con otra persona. Por lo tanto, el mercado estaba lleno de carne que hab�a sido relacionada con los sacrificios de �dolos. El cristiano nunca podr�a estar seguro de la carne que compr� si se equivoca al participar de estas ofrendas. M�s all� de esto, �l sentir�a, especialmente si fuera pobre, que ser�a una gran privaci�n estar completamente aislado de las fiestas p�blicas (sussitia), que tal vez eran su �nica oportunidad de comer carne; y tambi�n que se le proh�ba tomar una comida social con cualquiera de sus vecinos o parientes gentiles. Por lo tanto, la pregunta era "ardiente". Involucraba gran parte del confort y el brillo de la vida social antigua (Tuc�dides, 2.38; Arist�teles, 'Eth.', 7. 9, � 5; Cicero, 'Off.', 2.16; Livio, 8. 32, etc.) Se ver� que San Pablo lo trata con consumada sabidur�a y ternura. Su liberalidad de pensamiento se muestra en esto: que se pone del lado de aquellos que tomaron el punto de vista fuerte, amplio y de sentido com�n, que el pecado no es una cuesti�n mec�nica, y que el pecado no se comete donde no se pretende el pecado. �l no adopta la visi�n asc�tica ni se burla de los indagadores con el hecho de que todo el peso de sus deseos e intereses personales los llevar�a a decidir la cuesti�n a su favor. Por otro lado, tiene una simpat�a demasiado profunda con los d�biles como para permitir que sus escr�pulos sean anulados con una violencia que herir�a sus conciencias. Si bien acepta el principio correcto de la libertad cristiana, se protege cuidadosamente contra su abuso. Se podr�a haber supuesto que, como jud�o, y que hab�a sido entrenado como "fariseo de fariseos", San Pablo se habr�a puesto del lado de aquellos que prohibieron cualquier participaci�n en las ofrendas de �dolos. Los rabinos jud�os se refer�an a pasajes como �xodo 34:15; N�meros 25:2; Salmo 106:28; Daniel 1:8; Tobit 1:10, 11. El rabino Ismael, en 'Avoda Zara', dijo que un jud�o ni siquiera podr�a ir a un funeral gentil, incluso si se llevara con �l su propia carne y sus propios sirvientes. La ley de la ofrenda de bebidas proh�be a un jud�o beber de un barril si alguien ha tocado una copa extra�da de ella con la presunta intenci�n de ofrecer poco a los dioses. Adem�s de esto, el S�nodo de Jerusal�n hab�a mencionado el comer ofrendas de �dolos como una de las cuatro cosas que prohibieron a los conversos gentiles, que solo estaban sujetos a los preceptos de Noach ( Hechos 15:29). Pero San Pablo juzg� el asunto independientemente por su propia autoridad apost�lica. La decisi�n del s�nodo solo hab�a tenido una validez local que no era aplicable a una comunidad como la de Corinto. S t. Pablo tuvo que sufrir una tergiversaci�n cruel y una persecuci�n amarga como consecuencia de esta amplitud de visi�n ( Hechos 21:21); pero eso probablemente no lo har�a evitar decir la verdad. Este tratamiento del tema se parece mucho al que adopt� posteriormente en Romanos 14:1. Sabemos que todos tenemos conocimiento. Es muy probable que esta sea una cita semi-ir�nica del comentario un tanto engre�do que hab�a ocurrido en la carta de Corinto. Sin duda hubo un sentido en el que podr�a (te�ricamente) considerarse como cierto; pero era el deber de San Pablo menospreciar este tipo de conocimiento y mostrar que, despu�s de todo, hab�a algunos de ellos que no lo pose�an ( Romanos 14:7). El conocimiento se hincha. La breve cl�usula energ�tica, "El conocimiento se hincha; el amor se edifica", muestra el fuerte sentimiento con el que el ap�stol entra en la discusi�n. Existe una amplia distancia entre el conocimiento te�rico y la sabidur�a celestial ( Santiago 3:13). "El que est� lleno es rico; el que est� inflado est� vac�o" (Stanley). "La primera persona hinchada fue el diablo" (Beza). La caridad edifica. No hay ninguna raz�n para la interpretaci�n de ????? a veces por "amor", a veces por "caridad". La afici�n por la variaci�n que llev� a los traductores del Rey James a hacerlo solo oscurece la identidad del pensamiento que prevalece entre todos los ap�stoles respetando la primac�a absoluta. del amor como esfera principal y prueba de la vida cristiana. Edifieth. Ayuda a construirnos como piedras en el templo espiritual ( Santiago 3:9; Romanos 14:19; Efesios 4:12). "Si debido a la carne tu hermano est� afligido, ya no andas enamorado" ( Romanos 14:15).

1 Corintios 8:2

Si alg�n hombre piensa que sabe algo. La humildad es la prueba del verdadero conocimiento, y el amor es el factor inevitable en todo el conocimiento cristiano. La presunci�n de conocimiento suele ser la autoafirmaci�n usurpada de una infalibilidad imaginaria. Solo sabemos "en parte", y nuestro conocimiento, que tiene en el mejor de los casos un valor puramente relativo, est� destinado a desaparecer ( 1 Corintios 13:8). Como �l deber�a saber. El verdadero conocimiento tiene un elemento de obligaci�n moral, y la santidad es conocimiento y reemplaza la necesidad de conocimiento formal. El amor es conocimiento que ha pasado a la sabidur�a celestial. El estudiante puede decirle al m�stico: "Todo lo que ves lo s�;" pero el m�stico puede replicar: "Todo lo que sabes, ya veo".

1 Corintios 8:3

Si alg�n hombre ama a Dios, se sabe lo mismo de �l. Deber�amos haber esperado que la oraci�n terminara "lo mismo lo conoce". San Pablo altera deliberadamente la simetr�a de la frase. No deseaba usar ning�n t�rmino que fomentara la presunci�n de conocimiento ya demasiado grande que estaba inflando las mentes de sus conversos corintios. M�s all� de esto, sinti� que "Dios conoce a los que son suyos" (2 Ti 3: 1-17: 19), pero que, dado que somos finitos y Dios es infinito, no podemos medir el brazo de Dios con el dedo del hombre. . Por lo tanto, aunque es bastante cierto que "Todo aquel que ama es engendrado por Dios y conoce a Dios" ( 1 Juan 4:7), sin embargo, por escrito a aquellos cuyo amor era muy imperfecto, San Pablo elige deliberadamente lo pasivo. forma de expresi�n como en G�latas 4:9, "Ahora que conociste a Dios o eres m�s bien conocido de Dios".

1 Corintios 8:4

Sabemos que un �dolo no es nada en el mundo. Despu�s de su breve pero embarazada digresi�n sobre la naturaleza del verdadero conocimiento, regresa a estas preguntas y probablemente una vez m�s cita sus propias palabras. Hab�an dado esta raz�n para la indiferencia abierta y p�blica con respecto a la carne ofrecida a los �dolos. Con respecto a los �dolos, tres puntos de vista eran posibles para los cristianos:

(1) que eran "demonios", los esp�ritus de hombres muertos deificados; o

(2) que eran esp�ritus malignos: un punto de vista favorito entre los jud�os (a trav�s de 1 Corintios 10:20; Deuteronomio 32:17; 2 Cr�nicas 11:15; Salmo 106:37; Apocalipsis 9:20); o

(3) que eran simplemente. Que no hay otro Dios sino uno. Esta creencia es la firma del juda�smo, de acuerdo con su shema diario y repetido a menudo ( Deuteronomio 6:4, etc.).

1 Corintios 8:5

Porque aunque haya que se llaman dioses. El verso es una limitaci�n de la frase que quiz�s �l hab�a citado de su carta. De hecho, hay demonios, y hay cosas creadas, como la hueste del cielo y los poderes de la naturaleza, que se llaman dioses y pasan por dioses. Dioses muchos, y se�ores muchos. Tal vez una alusi�n pasajera al uso de elohim, dioses, para hombres en grandes posiciones, y a la deificaci�n habitual de los emperadores romanos, incluso en su vida. El t�tulo "Augusto", que todos hab�an llevado, era para los o�dos jud�os "el nombre de la blasfemia" ( Apocalipsis 13:1), lo que implica que deb�an ser objeto de reverencia. De hecho, el culto a los C�sares fue, en esa extra�a �poca de ate�smo mezclado y superstici�n, casi el �nico culto sincero que quedaba.

1 Corintios 8:6

Pero para nosotros El "pero" significa "sin embargo". Los cristianos solo consideramos a estos "dioses", "se�ores" e "�dolos" como inexistentes, excepto en la medida en que corresponden a cosas creadas y materiales. El padre. No solo por creaci�n y preservaci�n, sino mucho m�s por redenci�n y adopci�n, y como el Padre de nuestro Se�or Jesucristo ( Romanos 8:15; G�latas 3:26). De quien son todas las cosas. Todas las cosas, incluso los dioses de los paganos, "visibles e invisibles, ya sean tronos, dominios, principados o poderes; todos los disparos fueron creados por �l y para �l ... y en �l todas las cosas consisten" ( Colosenses 1:16, Colosenses 1:17). Y nosotros en �l; m�s bien, en o para �l. �l es el fin y la meta, as� como el autor de nuestra existencia. Un se�or El �nico "Se�or" real, aunque los emperadores romanos a menudo tomaban el t�tulo, y uno de ellos, Domiciano, insisti� en el uso de la expresi�n "Dominus Deusque noster" ("Nuestro Se�or y Dios"), tal como se aplica a s� mismo ( Suetonio. 'Domit.,' 13). Por quien son todas las cosas. "Por qui�n", como Agente de creaci�n y redenci�n ( Juan 1:3, Juan 1:10; Hebreos 1:2). Y nosotros por �l. "Por �l", como Mediador y Dador de la vida ( Romanos 11:36, "De �l, y para �l, y a trav�s de �l son todas las cosas").

1 Corintios 8:7

No hay en cada hombre ese conocimiento. Una correcci�n de la afirmaci�n algo altiva de los corintios en 1 Corintios 8:1. Con conciencia del �dolo; literalmente, por su conciencia del �dolo. Al comer carne ofrecida a cualquier dios al que estaban acostumbrados a adorar, "estar acostumbrados al �dolo", como lo expresa la Versi�n Revisada (leyendo "por familiaridad con", ???????? para ??????????) no puede descartar de sus mentes el sentido palatal que , al comer el sacrificio de �dolos, est�n participando en la adoraci�n de �dolos. Su conciencia siendo d�bil est� contaminada. Siendo gentiles que hasta hace poco hab�an sido id�latras, la aparente participaci�n en su antigua idolatr�a les llevaba la apariencia de apostacia. Lo que estaban comiendo era, en su propia esencia, indiferente o limpio, pero como no pod�an evitar estimarlo impuro, desafiaron una duda de conciencia, por lo que su conducta, al no ser de fe, se volvi� pecaminosa ( Romanos 14:14, Romanos 14:23). San Pablo admite que este era el signo de una conciencia intelectualmente d�bil; pero la debilidad fue el resultado del h�bito pasado y la iluminaci�n imperfecta, y ten�a derecho a la paciencia y el respeto.

1 Corintios 8:8

Pero la carne no nos recomienda a Dios; m�s bien, no nos recomendar�. Dios no pensar�a en ellos mejor que ellos para comer sacrificios de �dolos, a pesar de que afirmaran as� una libertad que era la recompensa de una visi�n clara. Este vers�culo servir� para mostrar por qu� el "ayuno" no se impone r�gidamente a los cristianos en ninguna parte. Si el ayuno es una ayuda para nuestra vida espiritual, entonces debemos practicarlo, pero con la clara comprensi�n de la verdad de que Dios no pensar� en nada mejor de nosotros simplemente porque comemos menos, sino solo si el ayuno es un medio exitoso de hacer nosotros m�s puros y m�s amorosos. Si la Biblia hubiera estado en manos de la gente durante la Edad Media, este vers�culo habr�a hecho imposible la superstici�n ociosa de que comer carne en Cuaresma era uno de los pecados m�s mortales, o que hab�a alg�n m�rito en el ayuno cuaresmal, excepto como un medio de superaci�n personal y auto dominio. Este vers�culo dice expresamente: "No perdemos nada al no comer; no ganamos nada al comer".

1 Corintios 8:9

Para que esta libertad tuya no se convierta en un obst�culo; m�s bien, este poder o derecho tuyo. Llevar a cualquiera a hacer lo que cree que est� mal es colocar una piedra de tropiezo en su camino, incluso si no creemos que el acto est� mal. Porque empeoramos a los hombres si con nuestro ejemplo les ense�amos a actuar en contradicci�n con su conciencia. "Deje que su lema sea tolerancia, no privilegio, y su consigna caridad, no conocimiento. Nunca haga alarde de su conocimiento, rara vez use su privilegio" (Evans).

1 Corintios 8:10

Si�ntate a la carne en el templo de [un] �dolo. Reclinarse en un banquete en el templo de Poseid�n o Afrodita, especialmente en un lugar como Corinto, fue sin duda una afirmaci�n extravagante de su derecho a la libertad cristiana. De hecho, fue una "reverencia en la casa de Rimmon" que dif�cilmente podr�a dejar de ser mal entendida. La misma palabra "id�leo" deber�a haberles advertido. Era una palabra no utilizada por los gentiles, e inventada por los creyentes en el �nico Dios, para evitar el uso de "templo" (????) en relaci�n con los �dolos. Los griegos hablaron del "Ateneo", "Apoloneo" o "Posideum"; pero los jud�os solo tienen un "id�leo", una palabra que (como otras designaciones jud�as de formas paganas de adoraci�n) implicaba una amarga burla. Porque la misma palabra eidolon significaba una imagen oscura, fugaz e irreal. Quiz�s los cristianos corintios podr�an disculpar su audacia alegando que todas las fiestas y reuniones sociales m�s importantes de los antiguos se celebraban en templos. Estar envalentonado; m�s bien, ser edificado. La expresi�n es una paronomasia muy audaz. Esta "edificaci�n de la ruina" ser�a a�n m�s probable porque el inter�s propio se declarar�a poderosamente en la misma direcci�n. Un poco de compromiso y complicidad, una peque�a represi�n de la opini�n y evitar el antagonismo a las cosas malvadas, una peque�a aquiescencia inmoral, habr�a ido muy lejos en esos d�as para salvar a los cristianos de la persecuci�n incesante. Sin embargo, ning�n cristiano podr�a ser "edificado" en un curso m�s peligroso que el de desafiar y contaminar su propia conciencia tierna.

1 Corintios 8:11

�Perecer� el hermano d�bil? El hecho de que fuera "d�bil" constitu�a un nuevo llamamiento a la pena. Lo hizo m�s enf�ticamente uno de los "peque�os de Cristo", y Cristo hab�a pronunciado una fuerte maldici�n sobre todos los que causaron tal ofensa. Pero si existe esta "edificaci�n ruinosa" sobre los cimientos temblorosos y arenosos de una conciencia d�bil, �qu� podr�a seguir luego de una destrucci�n gradual? El tiempo es el presente (los praesens futurascens), "y el que es d�bil, en tu conocimiento, est� pereciendo" - "el hermano por el cual Cristo muri�". El orden del original a menudo da una fuerza a las palabras, que es dif�cil de reproducir, como aqu�. La palabra "est� pereciendo" se vuelve muy enf�tica al colocarse primero en la oraci�n. "No lo destruyas con tu carne por quien Cristo muri�" ( Romanos 14:16). Perecer; Terrificum Verbum. Clarius No pod�a usar ninguna palabra que apuntara m�s efectivamente su advertencia.

1 Corintios 8:12

Y hieren su d�bil conciencia; m�s bien, y al golpear su consentimiento que es d�bil. "�Qu�", pregunta San Cris�stomo, "puede ser m�s despiadado que un hombre que golpea a alguien que est� enfermo?" �No fue un ejercicio cobarde de libertad golpear la conciencia de los indefensos? Es otra forma de "contaminar" ( 1 Corintios 8:7) la conciencia, pero saca a relucir la crueldad de tal conducta. Pecais contra Cristo. Porque Cristo vive y sufre en las personas del menor de sus peque�os ( Mateo 25:40, Mateo 25:45; Romanos 12:5, etc.).

1 Corintios 8:13

Haz que mi hermano ofenda. "Hacer ofender" es, en el original, el verbo "escandalizar". La palabra "carne" significa cualquier tipo de comida. Carne. El tema particular de discusi�n aqu�. "Lo har�", dice San Pablo, "abstenerse completamente de la carne en lugar de comerla, conducir� a un hermano m�s d�bil al pecado". Mientras el mundo est� de pie. La misma expresi�n se expresa en otra parte "para siempre". Literalmente significa para el e�n. San Pablo a menudo es llevado a estas impetuosas expresiones de la profundidad de sus sentimientos. El lector encontrar� toda la cuesti�n argumentada en un esp�ritu similar en Romanos 14:19. Para que no; a saber, en el caso supuesto. En realidad no hab�a necesidad de hacer una promesa de abstinencia tan severa.

HOMIL�TICA

1 Corintios 8:1

Un doble conocimiento.

"Ahora, como cosas conmovedoras que se ofrecen a los �dolos, sabemos que todos tenemos conocimiento. El conocimiento se hincha, pero la caridad edifica. Y si alguien piensa que sabe algo, todav�a no sabe nada como deber�a saber. Pero si alguno ama Dios, lo mismo se sabe de �l ". Aqu� se introduce un nuevo tema. Paul ya hab�a tocado cuatro puntos dif�ciles en relaci�n con la Iglesia de Corinto, puntos en los que parece que algunos de los miembros le hab�an escrito para informaci�n. Uno se refer�a al matrimonio, otro al ritualismo eclesi�stico, otro a la esclavitud y otro al consumo de carnes que se ofrec�an a los �dolos. Las carnes utilizadas con fines de sacrificio en los templos paganos, seg�n la costumbre, se ofrec�an en Corinto para su venta como alimento. En esa Iglesia hab�a algunos que ten�an escr�pulos sobre el consumo de esa carne, y otros que no. Se busc� el consejo de Pablo sobre ese tema, y ??en este cap�tulo lo proporciona. En este bosquejo limitar� mi atenci�n al doble conocimiento al que se refiere aqu�.

I. Un orgullo que genera conocimiento. "El conocimiento se hincha". Con este conocimiento que quiere decir, supongo:

1. Un conocimiento que es meramente intelectual: un conjunto de concepciones mentales sobre los diversos objetos que se ponen de relieve: pueden ser materiales o espirituales, los que se refieren al cuerpo o los que se refieren a la mente, a la criatura o al Creador. Ahora, tal conocimiento, aunque sea de car�cter teol�gico y eclesi�stico, tiende a engreirse.

2. Un conocimiento que es esencialmente superficial. El mero conocimiento intelectual tiende a generar orgullo, y cuanto m�s superficial es ese conocimiento, m�s fuerte es su tendencia. Los hombres que se adentran m�s en la esencia de las cosas, adoptan la visi�n m�s amplia del dominio del conocimiento, ingresan m�s en los arcanos de la naturaleza, ser�n los menos dispuestos a la euforia. Cuanto mayor es el cient�fico, m�s humilde de su clase.

II UN HOMBRE QUE EDIFICA EL CONOCIMIENTO. "La caridad se edifica. Y si alguno cree que sabe algo, todav�a no sabe nada como deber�a saber. Pero si alguno ama a Dios, se sabe lo mismo de �l". De esto se desprende:

1. Esa "caridad", o amor a Dios, es el verdadero conocimiento. El amor es la vida y el alma de toda ciencia. El mero conocimiento intelectual, por grande que sea, es un �rbol sin savia, sin belleza moral ni fruto fortalecedor; el amor es la ra�z del universo, y debes tener amor correctamente para interpretarlo.

2. Que este verdadero conocimiento construye el alma. Se "edifica". Lo construye, no como se construye una casa, al juntar piedras muertas y madera, sino a medida que el roble se construye, por la fuerza mundial que se apropia de su propia vida, obligando a la naturaleza externa a profundizar sus ra�ces, extender su volumen , multiplique sus ramas y emp�jelo m�s alto hacia los cielos.

3. Que este verdadero conocimiento asegura la aprobaci�n de Dios. "Si alguno ama a Dios, se sabe lo mismo de �l". La palabra "conocido" debe tomarse en el sentido de aprobaci�n. En el �ltimo d�a, Cristo dir� a aquellos que no tienen este amor: "Ap�rtate de m�: nunca te conoc�", es decir, nunca te aprob�. Este amor a Dios en el coraz�n convierte el �rbol del conocimiento intelectual en el �rbol de la vida.

1 Corintios 8:4

Aspectos de responsabilidad.

"Por lo tanto, en relaci�n con el comer de aquellas cosas que se ofrecen en sacrificio a los �dolos", etc. Este p�rrafo sugiere tres observaciones generales.

I. QUE LAS OBLIGACIONES MORALES DE TODOS LOS HOMBRES EST�N DETERMINADAS POR SU RELACI�N CON EL UNO DIOS Y SU HIJO. "Por lo tanto, en lo que respecta al comer de las cosas que se ofrecen en sacrificio a los �dolos, sabemos que un �dolo no es nada en el mundo, y que no hay otro Dios sino uno". Hay muchos objetos en el mundo que los hombres llaman dioses, y tratan como dioses, pero en realidad no son nada, su existencia no les impone ninguna obligaci�n moral. Sin embargo, hay Uno, y solo Uno, de su relaci�n con quien crece todas las obligaciones morales. "Un dios." El monote�smo es demoniado por toda la naturaleza, por todas las conciencias, as� como por la Biblia.

1. El es un padre. "El Padre, de quien", etc. El Creador del universo, pero el Padre de los esp�ritus; los esp�ritus son su descendencia.

2. �l es la fuente de todas las cosas. "De qui�n son todas las cosas". El poderoso universo y todo lo que contiene no son m�s que corrientes de �l, la Fuente de la vida.

3. �l es nuestro fin. "Nosotros en �l", o "a �l", m�s propiamente. El fin supremo de nuestra existencia y el objeto de nuestro amor. En relaci�n con �l hay otro, "un Se�or Jesucristo". Este Se�or Jesucristo no solo fue su Agente creativo, "por quien son todas las cosas", sino su Agente redentor, el Mediador entre Dios y los hombres. Y nosotros por �l, "o" a trav�s de �l ". Como cristianos, somos lo que somos a trav�s de �l. Ahora, la voluntad de este Dios, al venir a trav�s de Cristo a nosotros, estamos moralmente obligados a cumplir. Una obligaci�n que no solo nunca puede ser abrogado, sino que nunca puede ser modificado por ninguna circunstancia, edad o revoluci�n.

II LO QUE PUEDE SER INCORRECTO PARA QUE UN HOMBRE LO HAGA, NO PUEDE SER TANTO PARA OTRO. El ap�stol ense�a que aquellos en la Iglesia de Corinto que hab�an llegado a la convicci�n de que un �dolo no era nada en el mundo, y que, en consecuencia, no les perjudicaba personalmente al comer los sacrificios que se ofrec�an a los �dolos, no cometer�an ning�n error al hacer entonces. La carne en s� no se hab�a corrompido porque se hab�a ofrecido a los �dolos, era tan buena como cualquier otra carne, y como sus conciencias no estaban en contra de ella, no estar�a mal que participaran en ella como alimento. Por otro lado, aquellos que ten�an una idea supersticiosa de que no deb�an tocar la carne que vieron comer a los sacerdotes en los templos paganos, se equivocar�an al usarla como alimento. "La carne no nos recomienda a Dios: porque, si comemos, somos mejores; tampoco, si no comemos, somos los peores". Lo correcto o incorrecto depend�a de la conciencia de cada hombre. Lo que est� en contra de la conciencia de un hombre puede no estar en contra de la ley eterna del derecho, pero est� en contra de su propio sentido del derecho, y por lo tanto debe evitarse; y lo que est� de acuerdo con la conciencia de un hombre, aunque no est� de acuerdo con los principios de rectitud absoluta, no estar�a mal para �l. Aunque la sinceridad no es una virtud, siempre es relativamente vinculante; la falta de sinceridad es siempre un pecado absoluto. As�, lo que es relativamente incorrecto para un hombre no lo es para otro. Aqu� est� el principio: "Todo lo que no es de fe es pecado". "Para el que sabe hacer el bien y no lo hace, para �l es pecado". Por lo tanto, "que cada hombre se convenza completamente en su propia mente".

III. QUE OFRECER LA CONCIENCIA DE UN BUEN HOMBRE, SIN EMBARGO, ES INCORRECTO EN TODO. "Presta atenci�n para que esta libertad tuya no se convierta en un obst�culo para los d�biles". Respeto por las conciencias d�biles de los hombres buenos:

1. Puede requerir auto negaci�n de nuestra parte. Un cristiano verdaderamente iluminado y de mente sana puede sentirse en perfecta libertad para hacer aquello de lo que un disc�pulo de mente d�bil retroceder�a con horror. El ap�stol, por ejemplo, podr�a haberse sentido en perfecta libertad para sentarse en templos paganos y deleitarse con la carne que se hab�a ofrecido a los �dolos, porque su gran alma hab�a surgido de la letra y la forma de la religi�n, en relaci�n con las carnes, y bebidas, ceremonias y leyes estatutarias, y exultante en esa "libertad con la que Cristo libera a su pueblo". Por lo tanto, cualquier restricci�n en estos asuntos implicar�a m�s o menos abnegaci�n, y esto acept� voluntariamente, en lugar de "ofender" a un "hermano d�bil". Sobre este principio se vuelve todo actuar. Los hombres que han alcanzado las etapas m�s altas de la vida cristiana pueden sentirse libres de hacer muchas cosas; pero si est�n rodeados de buenas personas cuyas conciencias est�n en el m�s fuerte antagonismo a todas esas cosas, es su deber negarse a s� mismos de tal libertad.

2. Se insta a las consideraciones m�s fuertes.

(1) La falta de ella puede infligir graves lesiones a los d�biles.

(a) Puede "convertirse en un obst�culo para los d�biles". Esto significa, supongo, una ocasi�n de pecado. Su fe puede ser sacudida, y pueden convertirse en ap�statas; y m�s,

(b) pueden ser "envalentonados", alentados a hacer lo incorrecto. Sin tu fuerza moral, la imitaci�n de ti ser� perniciosa.

(c) Puede arruinarlos. "�Y por tu conocimiento perecer� el hermano d�bil, por quien Cristo muri�?" Cristo muri� por todos, prob� la muerte por cada hombre; sin embargo, su muerte, al parecer, no necesariamente asegura la salvaci�n de ninguno. �Qu� pensamiento tan solemne, que la conducta incluso de un cristiano avanzado puede conducir a la ruina espiritual de otros!

(2) La falta de ella es un pecado tanto contra los hermanos d�biles como contra Cristo. "Cuando pecais as� contra los hermanos, e hieres su d�bil conciencia, pec�is contra Cristo".

3. Se ejemplifica en la resoluci�n sublime del ap�stol. "Si la carne ofende a mi hermano, no comer� carne mientras el mundo est� en pie, para que yo no ofenda a mi hermano". Aqu� est� la conveniencia ben�vola, el terreno m�s s�lido sobre el cual se puede defender sabia y efectivamente la reforma de la templanza. En esta expresi�n sublime tienes el esp�ritu sacrificado y magn�nimo del evangelio. Renunciar a todo en lugar de arruinar las almas. Tal enunciado como este es caracter�stico de Pablo. "Pero podr�a desear que yo mismo fuera maldecido por el bien de mis hermanos, mis parientes seg�n la carne".

CONCLUSI�N. �D�nde, en el estado o en la Iglesia, puedes encontrar a un hombre que se acerque en esp�ritu a la sublime filantrop�a de Pablo? En el estado tenemos hombres que se llaman a s� mismos reformadores, que se vuelven elocuentes al proclamar los derechos del hombre y las glorias de la libertad; pero �puedes encontrar en sus discursos o hechos el esp�ritu incomparable de la filantrop�a, radiante y en auge en estas palabras del ap�stol? - "Por lo tanto, si la carne ofende a mi hermano, no comer� carne mientras el mundo est� en pie". No son nuestros reformadores, �ay! �m�s o menos comerciantes y asalariados? �D�nde, incluso en nuestras Iglesias, encontramos predicadores radiantes con este amor inconquistable por el hombre? Y, sin embargo, esto es cristianismo, esto es lo que el mundo quiere, lo que debe tener antes de poder ser redimido moralmente. "Nunca existi�", dice Sir Walter Scott, "y nunca existir� algo permanentemente noble y excelente en un personaje que fuera un extra�o en el ejercicio de la auto negaci�n resuelta. Ense�e la auto negaci�n y haga que su pr�ctica sea placentera, y usted crear para el mundo un destino m�s sublime que nunca emitido desde el cerebro del so�ador m�s salvaje ".

HOMILIAS DE C. LIPSCOMB

1 Corintios 8:1

Fuerza y ??debilidad; conocimiento y amor

Las discusiones contenidas en este cap�tulo se refieren a "cosas ofrecidas a los �dolos". Tenga en cuenta que la idolatr�a no era simplemente un sistema religioso, sino un sistema inmensamente extendido y que cubr�a una superficie correspondiente de intereses pol�ticos, sociales y comerciales. En todos los puntos, toc� a individuos y familias, y se relacion� con fiestas, entretenimientos y etiqueta. "La mayor�a de los entretenimientos p�blicos y muchas comidas privadas eran m�s o menos remotamente el acompa�amiento del sacrificio" (Stanley). �Hasta d�nde podr�a afirmarse el conocimiento y poner independencia? �Cu�l fue el verdadero uso de la conveniencia? �Y cu�les son los oficios de conciencia? �Y en qu� medida los fuertes deben ser tiernos y considerados con los d�biles? En Corinto existieron dos partidos sobre este tema: el que se basaba en la libertad cristiana y, creyendo que "un �dolo no es nada en el mundo", demostr� su adhesi�n a esta creencia comprando y comiendo carnes sacrificadas a los �dolos, e incluso fue a el exceso de asistir a las fiestas "en el templo del �dolo"; la otra parte consider� esa conducta con aborrecimiento. Si, ahora, el cristianismo hubiera sido un mero esquema del pensamiento humano, una filosof�a elaborada, una inspiraci�n po�tica, es obvio que no podr�a haber surgido una disputa tan seria. Si, nuevamente, San Pablo hubiera contemplado el tema sobre la base de principios abstractos y te�ricos, siguiendo la l�gica de que "un �dolo no es nada", y reclamando la plena libertad garantizada por la suposici�n, un cap�tulo muy diferente de este ser�a han sido escritos Pero mira c�mo aborda el asunto. Su primer paso es controlar a los liberalistas, y lo hace eficazmente, ya que los condena por orgullo e imprudencia del lado del intelecto. Intelecto no condena, pero su uso incorrecto. Su condena se basa en el hecho de que el intelecto afirma arrogantemente que es la mente, que es el equivalente del hombre mismo y, en consecuencia, cierra el reconocimiento de cualquier cosa, excepto el conocimiento. La posici�n de San Pablo al principio es: "El conocimiento se hincha, pero la caridad se edifica". Se afirma vigorosamente y se acompa�a de un impulso evidente. El "conocimiento" al que se hace referencia es el conocimiento aislado de sus asociaciones leg�timas y esenciales, el conocimiento de una verdad y, sin embargo, sin sus controles y equilibrios: un motor que carece de v�lvula de seguridad y regulador. No importa cu�n valioso sea el conocimiento en s� mismo; ll�malo perspicacia, ll�malo como quieras; si se abusa de s� mismo en su uso, pierde su valor. El ego�smo vicia su excelencia y lo hace doblemente da�ino, pernicioso para el poseedor y obstructivo para el beneficio del que act�a objetivamente. Los hombres son propensos a exagerar el conocimiento como conocimiento. Dicen: "El conocimiento es poder". As� es, pero si el poder es para bien o para mal depende del hombre detr�s del conocimiento. Piense en la conexi�n �ntima entre el intelecto y el cuerpo, y cu�nto m�s se ve afectado de ese modo que otras partes de la mente; piense cu�n enredado est� a menudo en los nervios y encerrado en las c�lulas del cerebro, �y puede preguntarse por la desconfianza que los sabios tienen de sus funciones, a menos que est�n controladas, y eso con severidad, por principio y sentimiento? �Qu� sutiles venenos se arrastran hacia la sangre y de all� al pensamiento! Una ligera imprudencia al comer, un mal sue�o anoche, una preocupaci�n dom�stica o una molestia comercial, una respiraci�n perturbada o una acci�n card�aca acelerada, y el intelecto est� deformado y debilitado. Haga lo que podamos para reducir los males, las enfermedades se aferran a todas sus actividades. Sin embargo, se puede hacer mucho, y no se hace de otra manera que la sugerida por el ap�stol. "La caridad [el amor] edifica [edifica]". Con esto quiere decir que el coraz�n debe estar bajo la influencia de la gracia, y as� inspirar el intelecto para que pueda liberarse de su ego�smo y especialmente de su engreimiento. Y tan completamente el cristianismo ha adoctrinado a todos nuestros mejores pensadores con esta idea, que han llegado a creer que la sabidur�a es el producto conjunto del pensamiento correcto y el sentimiento verdadero. "Si un hombre ama a Dios, se sabe lo mismo de �l", y el conocimiento aqu� predicado de Dios tiene una agencia refleja en el conocimiento del hombre. En lugar de estar "inflado", en lugar de un uso inmoderado e injustificable de su libertad cristiana, en lugar de una alardeante muestra de su superioridad ante los prejuicios y la ignorancia, considera los escr�pulos de los dem�s y, aunque es consciente de la diferencia entre ellos y �l mismo, convierte la diferencia en la explicaci�n de la humildad y la tolerancia. El �dolo no es nada, pero su nada no es motivo de insensibilidad a los reclamos de los hermanos d�biles sobre sus simpat�as varoniles. Porque la gran doctrina de "un Dios, el Padre, de quien somos todas las cosas, y nosotros en �l", se comprende tan profundamente, que la hermandad humana es su complemento en su car�cter y conducta. "Un Se�or Jesucristo, por quien son todas las cosas, y nosotros por �l", el Mediador del universo natural, en cuya soberan�a todas las leyes, instituciones y objetos tienen su raz�n y fin; el Mediador del universo espiritual, que ha consumado la manifestaci�n de la humanidad en la persona y obra del Esp�ritu Santo; este Jes�s de Nazaret, quien es el Cristo de Dios y Se�or sobre todo, ha encarnado la paternidad de Dios y el hermandad de la humanidad en su propia encarnaci�n y oficio, que en adelante la grandeza de uno es la fuerza, la alegr�a y la gloria del otro. San Pablo no pierde la oportunidad de hacer cumplir esta verdad suprema. �Discute en nombre de la libertad cristiana? Aqu� est� su base. �Aboga por la conveniencia? Aqu� est� su orden. �Los armoniza como sentimientos coexistentes y cooperantes? Se apoyan mutuamente porque su poseedor tiene el conocimiento que proviene de Dios en Cristo. Desde esta altura sublime nunca est� ausente. Hacia el futuro, siempre est� atendiendo, ni decidir� ninguna pregunta, cualquiera que sea su orientaci�n, con un juicio separado de la gran verdad que Cristo ense��: "Yo en ellos, y t� en m�, para que sean perfectos en uno". Sin embargo, no tengo este conocimiento. La percepci�n de algunos es parcial y confusa, "cuya fe cristiana a�n no est� tan emancipada de las convicciones religiosas de su antiguo estado pagano, y que todav�a est�n en los lazos de su antigua conciencia, moldeada por ideas paganas" (Dr. Kling) . Teniendo esta "conciencia del �dolo", mirando al �dolo como una realidad y prohibido por su conciencia comer la carne ofrecida a un �dolo, el "hermano d�bil" se ofende. La carne en s� es una cuesti�n de indiferencia, ni eres el "mejor" o el "peor" por el mero hecho de comer. Una pregunta grave, sin embargo, se encuentra en la parte posterior de la acci�n. Se trata de "esta libertad tuya" y el esp�ritu que activa tu mente para hacer esto. "Ten cuidado"; esta libertad puede degenerar en una autovaloraci�n altanera, puede convertirse en un "obst�culo" y puede inducir al "hermano d�bil" a imitar su ejemplo, y as� sacrificar su conciencia bajo su influencia. Aunque la conciencia sea d�bil, es conciencia; es de el; su autoridad sobre �l es sagrada; obedecerlo debe. Peor que todo, su conducta, que tiene efecto sobre �l, puede poner en peligro la salvaci�n de un hombre, "por quien Cristo muri�". Ilumine su conciencia todo lo que pueda; infierno) para hacerlo veraz y sincero; pero, mientras tanto, "tenga cuidado" para que la simpat�a y la convencionalidad no lo animen a errar. "D�bil" ahora, solo lo debilitar�s si tu libertad lo enga�a. El �nico elemento en �l del cual puede crecer la fuerza es la conciencia. Usa tu libertad para liberar, no para esclavizar, a esta m�xima autoridad en nuestra naturaleza. Usa tu conocimiento para iluminar, no para oscurecer, este divino de todos los �rganos personales del alma, a trav�s del cual la verdad llega al hombre. Use su relaci�n con la Iglesia para edificar y no derribar a su hermano, para que pueda ser un compa�ero de trabajo con Dios y con su conciencia para convertirlo en un "templo del Esp�ritu Santo". Luego viene la declaraci�n de gran coraz�n: la declaraci�n de que �l no comer� esa carne para siempre si hace que su hermano ofenda. Esto no fue una efervescencia repentina de sentimentalismo. Fue un sentimiento genuino. Era org�nico para la naturaleza del hombre. El impulso era fuerte porque la conciencia era m�s fuerte. La corriente del sentimiento no era una catarata que saltaba de un lecho rocoso a profundidades rocosas y se lanzaba en espuma, sino un poderoso r�o que no pod�a llenarse demasiado para sus orillas. �L.

HOMILIAS POR J.R. THOMSON

1 Corintios 8:1

Conocimiento y amor.

En el Ser Divino mismo, tanto el conocimiento como el amor son perfectos; el es ligero; �l es amor. El hombre, hecho a imagen de Dios, es capaz de ambos; pero su conocimiento es y debe ser muy limitado y parcial, mientras que �l tiene vastas capacidades para el amor. No solo eso; Como el ap�stol aqu� ense�a, el amor es mejor que el conocimiento, porque mientras esto se hincha, se edifica. Reconocemos esta superioridad en varios detalles.

I. EN SU INFLUENCIA SOBRE EL CAR�CTER PROPIO DEL INDIVIDUAL. La observaci�n de Paul lo convenci� de que este era el caso. Hab�a en Corinto aquellos que se jactaban de su conocimiento, de sus poderes intelectuales de discriminaci�n, de su superioridad al ignorante vulgar. Pero estas mismas personas, aunque cristianas de nombre, estaban muy lejos de mostrar el car�cter de Cristo mismo, lo que evidenciaba poca consideraci�n y tolerancia hacia sus hermanos creyentes. De hecho, estaban "hinchados", su conocimiento los inflaba, pero no les impon�a una estabilidad o vigor real de car�cter. Por otro lado, los que fueron animados por el principio purificador y elevador del amor fueron, por la acci�n de ese principio, liberados del ego�smo y la b�squeda de s� mismos. Fueron "edificados", es decir, construidos, como un templo en proporciones majestuosas, sobre una base segura y amplia. Esta es una generalizaci�n, cuya justicia se ve confirmada por la experiencia de la Iglesia de Cristo. Una muestra de conocimiento es a menudo desagradable en comparaci�n con la realidad del amor, que imparte una belleza y un resplandor al personaje m�s all� de lo que el esfuerzo humano y la cultura pueden otorgar.

II EN SU INFLUENCIA SOBRE LA SOCIEDAD HUMANA. Se ha mantenido en nuestros d�as (por el Sr. Buckle) que las creencias morales no tienen influencia en el desarrollo de la sociedad, lo que se debe al avance del conocimiento cient�fico. Pero los hechos est�n en contradicci�n con esta teor�a. El aprendizaje, la ciencia, el arte, son todos buenos en s� mismos; pero no dan ninguna garant�a de que se utilizar�n sabia y beneficiosamente, y pueden estar lejos de ser una bendici�n para la sociedad. Pero donde prevalecen la compasi�n y la benevolencia y los principios rectores, all� la sociedad siente el beneficio de su operaci�n. La Iglesia se mantiene en paz y armon�a; El mundo a su alrededor se beneficia con los esfuerzos que se niegan a s� mismos para mejorar su condici�n. Solo tenemos que comparar la condici�n de la antigua Roma con la de la Inglaterra moderna para asegurarnos de esto.

III. EN SU ACEPTACI�N A DIOS. No debemos entender que nuestro Gobernante Divino es indiferente al progreso del conocimiento. "Que el alma est� sin conocimiento no es bueno". Y hay un tipo de conocimiento cercano al amor: conocer a Dios es la vida eterna. Pero la mera actividad intelectual, el simple conocimiento especulativo de la verdad, son vanos y sin valor a su vista para quienes todas las cosas son conocidas desde el principio. Pero el amor, como es la m�xima expresi�n de la naturaleza y el car�cter divinos, es particularmente agradable y aceptable para Dios. Con el alma sin amor, Dios no tiene simpat�a; pero el alma que arde con amor a Dios y al hombre se est� preparando para morar en el resplandor eterno que produce y. bendice el cielo. � T.

1 Corintios 8:3

Intimidad entre Dios y el hombre.

Como el pasaje trata del conocimiento del hombre profesado, supuesto y real, deber�amos esperar en este vers�culo encontrar una declaraci�n sobre el conocimiento del hombre sobre Dios. Y para algunos, la segunda cl�usula de este vers�culo ha sido interpretada en este sentido. Si esto tensa un poco el lenguaje, y si es necesario entender que tenemos aqu� una afirmaci�n de que Dios ama al Dios, de todos modos el ap�stol debe ser reconocido aqu� para afirmar una intimidad espiritual entre el esp�ritu humano y el esp�ritu humano. Padre de los esp�ritus.

I. LA CONDICI�N DE ESTA INTIMIDAD.

1. Es una condici�n que apenas puede ocurrirle al hombre, aparte de la revelaci�n. Los hombres temen a Dios, reverencian a Dios, adoran a Dios, buscan evitar la ira de Dios; pero amar a Dios no es un ejercicio mental que parece congruente con la relaci�n entre el Creador y sus criaturas.

2. Es una condici�n que el cristianismo hace posible y natural. Al revelar a Dios como amor, al traer ese amor al coraz�n en la encarnaci�n y el sacrificio del Hijo de Dios, el cristianismo reclama el amor humano. La manifestaci�n de inter�s cari�oso y benevolencia de una manera tan notable, tan �nica, es suficiente para dar cuenta de una nueva relaci�n y de las nuevas emociones correspondientes.

3. Es una condici�n capaz de realizaci�n universal. "Si alguno ama a Dios". Hay muchos cuyos poderes naturales del cuerpo y de la mente son muy limitados. Pero no hay nadie que no tenga la capacidad de amar. Puede haber una falta de preparaci�n moral, pero esto puede superarse. Tanto los gentiles como los jud�os, tanto los analfabetos como los eruditos, son capaces de amar al Autor de la salvaci�n.

II EL CAR�CTER DE ESTA INTIMIDAD. El amor se representa como conducente al conocimiento.

1. Del lado de Dios mismo. Esta es la declaraci�n expl�cita del texto: "Lo mismo", es decir, el hombre que ama ", es conocido por �l", es decir, por Dios. El conocimiento es, en la Escritura, de acuerdo con un idioma hebreo, a menudo usado como equivalente al favor; incluso cuando decimos que conocemos a una persona �ntimamente, lo que significa conocimiento de amistad. Por supuesto, el Omnisciente conoce a todas sus criaturas; pero tiene un conocimiento amistoso, paternal, cari�oso e �ntimo de quienes lo aman. �l lee el lenguaje de sus corazones. "El Se�or conoce a los que son suyos". �l los conoce para vigilar y guardar, para guiar y gobernar, para fortalecerlos y salvarlos.

2. Del lado del hombre. Esta es la declaraci�n impl�cita del texto; porque el que en el sentido afirmado es conocido por Dios, tambi�n conoce a Dios. �Cu�n cierto es que el que ama a Dios tambi�n lo conoce! Hay muchos aspectos en los que no podemos conocer a nuestros asociados humanos terrenales, a menos que nos atraigan las cuerdas del amor. El amor abre las puertas del conocimiento. Crea esa simpat�a que da intensidad a la mirada intuitiva del alma. Por lo tanto, si bien muchas mentes sabias y filos�ficas ignoran a la Deidad, se encuentran, entre los humildes, los ignorantes y los d�biles, aquellos que, con el coraz�n acelerado y ablandado con amor agradecido, viven en un santificado intimidad con el que es el Padre de sus esp�ritus y el Dios de su salvaci�n. � T.

1 Corintios 8:5, 1 Corintios 8:6

La unidad de Dios

El ap�stol Pablo hab�a sido entrenado en el monote�smo que desde el principio hab�a sido la creencia de la raza hebrea, y del cual no se hab�an desviado durante siglos antes de su tiempo. Pero como predicador del cristianismo, una religi�n que aspiraba al imperio mundial, fue constantemente puesto en contacto, especialmente como ap�stol de los gentiles, con los adoradores de los �dolos, tanto filos�ficos como populares. Y a menudo fue llamado a ser el consejero de aquellos que, a pesar de haber sido expulsados ??del paganismo, todav�a viv�an en una atm�sfera pagana y, en consecuencia, se enredaron en no pocas dificultades pr�cticas. Al debatir en beneficio de estas cuestiones corintias de conducta que surgen de su necesaria asociaci�n con aquellos que practicaban las costumbres paganas, Pablo tom� su posici�n valiente e inflexible sobre la gran doctrina religiosa de la unidad de Dios.

I. LA UNIDAD DE DIOS ES CONTRASTE CON LA CREENCIA POLIT�STICA Y LA ADORACI�N.

1. Las deidades de los paganos se llaman dioses. Son llamados, pero no lo son; Es una ilusi�n. "Un �dolo no es nada en el mundo". La gran denuncia del salmo hebreo se le ocurre a la mente: "Eves tienen, pero no ven", etc.

2. Estas deidades se consideran "dioses" y "se�ores". Eran y siguen siendo, en tierras paganas, considerados sobrehumanos, sobrenaturales, y la imaginaci�n les confiere algunos reclamos al homenaje, la reverencia y el servicio de los hombres inteligentes.

3. Son muchos, cada r�o y arboleda tiene su deidad. Es bien sabido que los paganos ten�an. incluso sus dioses dom�sticos, p. los romanos sus lares et penates.

4. Tienen sus varias localidades y rangos y. reinos de dominio. Est�n "en el cielo", como las deidades ol�mpicas superiores; o "en la tierra", como esos numina inferiores que rondan este mundo inferior, ninfas y faunos y dr�adas, etc. Tal fue el sistema que encontr� el cristianismo, con el cual el cristianismo entr� en conflicto.

II LA UNIDAD DE DIOS AMUEBLA UN CENTRO Y UN OBJETIVO PARA LA NUEVA VIDA RELIGIOSA DE LOS HOMBRES.

1. En s� mismo es "el �nico Dios, el Padre". En s� misma, esta fue una revelaci�n gloriosa; y en Jesucristo se hizo provisi�n para su amplia promulgaci�n y aceptaci�n.

2. �l es el creador y defensor de todos; "De qui�n son todas las cosas".

3. Y especialmente �l es el gran Objeto de nuestra fe, amor y devoci�n. Estamos "para ... para �l". Es en este punto que la gran revelaci�n de la nueva teolog�a se convierte en el gran motivo de la nueva religi�n. El polite�smo distrajo las mentes de los fieles e hizo imposible que la fe en Dios se convirtiera en la inspiraci�n de una vida nueva y mejor; porque era una pregunta: �Qu� medida de reverencia y de servicio se ofrecer� a esta deidad, y qu� a eso? Pero el cristianismo revel� un Dios, en quien est�n todas las perfecciones, y que no solo es el Creador sino el Gobernador y Salvador moral de la humanidad. Los que viven para servir a este Dios tienen un objetivo elevado, purificador y poderoso en la conducta de su vida.

III. LA UNIDAD DE DIOS AMUEBLA EL MOTIVO NOBLE DE LA NUEVA VIDA RELIGIOSA.

1. El �nico Dios es dado a conocer por el �nico Se�or Jesucristo. Es un malentendido de la doctrina b�blica concebir esta visi�n del Redentor como conflictiva con el monote�smo que es la gloria de la revelaci�n de la Biblia. El �nico Se�or revela al �nico Dios, como la Palabra. revela el Utterer, como el Hijo revela al Padre.

2. Cristo es el mediador universal, "por quien son todas las cosas". Esta es la doctrina de Juan y de Pablo. Y bien podemos entender la creaci�n moral y f�sica que se incluir�. Por todas las bendiciones que el Padre destina a la humanidad, ha resuelto conferirlas por Jesucristo.

3. Nosotros como cristianos somos lo que somos "a trav�s de �l". Como en la cl�usula anterior, reconocimos el gran objetivo, as� que aqu� reconocemos los grandes medios y motivos de la vida nueva, distintivamente cristiana. La naturaleza divina y la mediaci�n de Emanuel, lejos de oscurecer nuestra creencia en la unidad de Dios, es el mejor y m�s fuerte y efectivo apoyo de esa doctrina. Como Jes�s mismo dijo: "El que me ha visto a m�, ha visto al Padre". y "Nadie viene al Padre sino por m�" - T.

1 Corintios 8:8, 1 Corintios 8:9

Libertad cristiana

Sin duda, Pablo fue considerado como el gran defensor de la libertad. Los ap�stoles en Jerusal�n estaban m�s bajo la influencia del viejo juda�smo; Pablo, el ap�stol de los gentiles, gan� un mayor esp�ritu de tolerancia a trav�s de su asociaci�n con hombres de diversas razas y h�bitos. El Esp�ritu de Dios lo liber� de las restricciones por las cuales muchos hombres buenos fueron encadenados. Para �l, el partido del conocimiento, de la emancipaci�n, del liberalismo, naturalmente buscar�a semblante y aliento, cuando los escr�pulos sobre asuntos insignificantes de la observancia externa perplejaban la conciencia y amenazaban con dividir la Iglesia. Y, en lo que respecta a sus puntos de vista sobre la religi�n, Paul estaba con esta fiesta; sin embargo, como este pasaje nos recuerda, en su opini�n, la religi�n ten�a un lado vuelto hacia Dios, y otro lado hacia los hombres, y �l no pasar�a por alto este segundo lado.

I. LA INDIFERENCIA, COMO ASUNTO DE PRINCIPIO, DE OBSERVACIONES EXTERNAS.

1. La doctrina general. No es lo que comemos o nos abstenemos de comer lo que Dios considera, por lo que Dios nos juzgar�. Las razones de esta doctrina son obvias.

(1) La naturaleza de Dios, que es un Esp�ritu, y en cuya opini�n lo espiritual es de dominio supremo e inter�s supremo. Los sacerdotes en su mezquindad pueden pensar asuntos importantes que a la vista de Dios son insignificantes como el aire.

(2) La naturaleza del hombre, que es un ser razonable y espiritual, y cuyo mayor bienestar no puede consistir en qu� alimento entra en su cuerpo y qu� alimento se abstiene de tomar.

(3) La naturaleza del cristianismo, que es una religi�n espiritual, y busca tomar posesi�n de la naturaleza humana para influir en la vida humana. No es una religi�n de fiestas y ayunos, sino una religi�n de fe, esperanza y amor.

2. La aplicaci�n especial de la doctrina. La consulta propuesta por los corintios es bastante respondida. Es como si Pablo hubiera dicho: "En lo que respecta a Dios, no importa en absoluto si perteneces a la fiesta escrupulosa y te abstienes de comer carne que posiblemente haya sido ofrecida en sacrificio y adoraci�n de �dolos, o al liberal fiesta, y, despreciando tales distinciones, come lo que se compra en el mercado o se pone sobre la mesa. Estos h�bitos tuyos no pueden hacerte mejor ni peor, no pueden recomendarte a Dios o involucrarte en su disgusto; �l mira algo muy diferente de tales cosas ". Entonces con casos paralelos; los asuntos pueden tener importancia en lo que respecta a la Iglesia, en lo que respecta a la sociedad humana, que son completamente sin importancia en lo que respecta a nuestra relaci�n con Dios.

II EL PELIGRO DE LLEVAR A LA LIBERTAD CRISTIANA HASTA LESIONAR A NUESTROS HOMBRES. Un cristiano en estos primeros d�as podr�a ser �l mismo bastante superior a los peque�os escr�pulos por los cuales sus vecinos fueron influenciados. Pero, al mismo tiempo, se le puede pedir con justicia que considere a sus hermanos d�biles y que no ponga una ocasi�n de ofensa en el camino de nadie. Se puede abusar de las mejores cosas, y a menudo es as� con libertad. A Paul no le importaban las fiestas y los sacrificios de �dolos, y, si se hubiera considerado solo a s� mismo, habr�a comido carne que se hab�a presentado en un templo de �dolos; pero se preocupaba por sus hermanos, y se preocupaba por ellos a�n m�s si su conocimiento era escaso, su fe d�bil y sus temores de realidades espirituales oscuras. No romper�a la ca�a magullada; preferir�a abstenerse que da�ar la conciencia de un hermano. Fue una gran visi�n del deber cristiano lo que tom� Pablo; una noble resoluci�n que form� Pablo. Una lecci�n para toda la Iglesia de Dios en todas las diversas fases de experiencia y prueba a trav�s de las cuales est� llamada a pasar. Dejemos que los cristianos piensen primero, de hecho, en su propia posici�n ante la vista del coraz�n que busca a Dios. Pero no dejen de pensar en su relaci�n con sus hermanos en Cristo, y act�en de manera tal que nadie pueda preocuparse en su conciencia o caerse por cualquier falta de consideraci�n y simpat�a, por cualquier disposici�n a presionar por la libertad. demasiado extremo Dios es nuestro se�or; Sin embargo, su pueblo, por d�bil que sea, son nuestros hermanos. Sus intereses son apreciados por nuestros corazones, y nuestra relaci�n con ellos debe ser guiada no solo por la sabidur�a sino tambi�n por la caridad. � T.

1 Corintios 8:11

El reclamo del hermano.

Parece que Paul trat� este caso de conciencia con excesiva extensi�n. Quiz�s esto ser�a as� si no fuera que, al deshacerse de esta dificultad, el ap�stol realmente estaba deshaci�ndose de muchas otras dificultades que deber�an surgir en el transcurso de los siglos. Los principios se establecen en esta parte "casu�stica" de la Ep�stola que son aplicables a la conducta cristiana en diversos estados de la sociedad y en todo momento.

I. EL PELIGRO PARA LOS HERMANOS CRISTIANOS DE LA INDULGENCIA SIN RESTRICCIONES DE LA LIBERTAD. Que un hombre cristiano considere solo lo que lo encomendar� a Dios, lo que est� de acuerdo con su derecho y libertad; y cual sera el resultado? Este pasaje lo hace muy evidente, mostrando que para un cristiano iluminado participar de la comida ofrecida a los �dolos puede resultar perjudicial para los hermanos d�biles, quienes toman esa conducta como una sanci�n del culto a los �dolos y de las pr�cticas id�latras en general. Sin duda, esto es un concepto err�neo, pero es un concepto err�neo que es probable, que es cierto, que suceda. As�, el hombre de conciencia d�bil, de poca iluminaci�n, tiene su naturaleza contaminada y endurecida, y, seg�n la expresi�n muy fuerte de este vers�culo, est� en peligro de perecer. Una consecuencia horrible e imprevista que sigue a la indulgencia en la libertad cristiana. La posibilidad de tal consecuencia es en s� misma suficiente para hacer una pausa cristiana liberal para que no lleve su libertad demasiado lejos.

II EL GRAN MOTIVO CRISTIANO QUE RESTRICA EL EJERCICIO DE LA LIBERTAD. El ap�stol llama a los corintios iluminados a considerar qui�n es �l cuyo bienestar y salvaci�n est�n en peligro por el supuesto supuesto.

1. El es un hermano. �Qui�n dir�: "�Soy el guardi�n de mi hermano?" Por el contrario, el v�nculo espiritual que une al pueblo de Cristo entre s� es tan cercano y precioso que cualquier cosa que amenace su permanencia debe considerarse con sospecha y temor.

2. No solo eso; �l es uno por quien Cristo muri�. Observe el contraste que se presenta tan poderosamente en este lenguaje. El Se�or de la gloria muri� para rescatar y para salvar a cada disc�pulo y amigo suyo; sometido por su bien, no a inconvenientes y restricciones, sino a sufrimientos, a la cruz, a la tumba. �Y alg�n seguidor del Se�or Jes�s tratar� con desprecio incluso la debilidad y los prejuicios de alguien a quien el Se�or de la gloria se compadeci� tanto que entreg� su propia vida para salvar? �Qui�nes somos para que actuemos de una manera tan contraria a la acci�n de nuestro Divino Se�or y L�der? Que sea nuestro ejemplo, como en otras cosas, as� en esto; dejemos que su sacrificio sea nuestro modelo y motivo, que con una disposici�n afectuosa y afectuosa apreciamos la seguridad y el bienestar de cada hermano cristiano, por ignorante y d�bil que sea. Lejos de ayudar en la ruina, sea nuestro el promover la salvaci�n de cada miembro de la familia espiritual, cada oveja, cada cordero d�bil e indefenso, del vasto reba�o de ese buen Pastor que dio su vida por sus ovejas. T.

1 Corintios 8:12

"Pecado contra Cristo".

Es una prueba del car�cter personal e �ntimo de la relaci�n entre Cristo y su pueblo, ya que esa relaci�n fue concebida en las Iglesias primitivas, que deber�a ser el cl�max del reproche contra cualquier cristiano profeso debido a cualquier curso de acci�n que siguieron. , para acusarlos de pecado contra Cristo, seguramente es obvio que un lenguaje como este no podr�a ser usado por ning�n maestro o l�der simplemente humano. Alguien que, por un lado, estaba tan unido al Divino Padre y, por otro lado, tan verdaderamente un Hijo del hombre, como se pod�a hablar de Jes�s, Emanuel. No fue posible ir m�s all� en la exposici�n que con el uso de un lenguaje como este, dirigido a aquellos que consideraban muy poco la conciencia de un hermano d�bil, "Vosotros pec�is contra Cristo". Actuar sin la debida simpat�a, consideraci�n y caridad hacia un hermano cristiano es pecar contra Cristo, porque es:

I. OFENDER CONTRA EL MANDAMIENTO DE CRISTO. El gran mandamiento de nuestro Se�or, su nuevo mandamiento, su mandamiento repetido con frecuencia, era un mandamiento para que sus disc�pulos se amaran unos a otros. Incluso lleg� a hacer de la obediencia a esta ley de caridad una prueba y una nota de discipulado: "Por esto todos los hombres sabr�n que ustedes son mis disc�pulos, si se aman los unos a los otros". El desprecio por los sentimientos, la conciencia, la salud espiritual de un hermano cristiano era una evidente violaci�n flagrante del gran precepto del Se�or y, por lo tanto, era "pecado contra Cristo".

II PARA CONTRADICAR EL EJEMPLO DE CRISTO. Nuestro Se�or no orden� un esp�ritu o conducta que no ejemplific� en su propia vida. Quien lea el registro de esa vida debe observar que su esp�ritu al tratar con sus disc�pulos fue de paciencia, consideraci�n, piedad y benevolencia. Lav� los pies de sus disc�pulos; soport� con sus enfermedades y su lentitud para entenderlo; compadeci� e instruy� su ignorancia; pas� por alto y perdon� su cobard�a y deserci�n; en una palabra, se expuso en todos los sentidos por su bien espiritual. Entonces, �c�mo podr�a un corintio, c�mo cualquier otro cristiano profeso, ser un seguidor del bendito Se�or, si muestra un esp�ritu desconsiderado, despectivo e implacable hacia un hermano en Cristo? Al hacerlo, peca contra el Maestro.

III. HERIR A CRISTO EN LA PERSONA DE UNO DE SUS PEQUE�OS. Jes�s estableci� este principio con gran claridad cuando se identific� con los suyos, asegur�ndonos que lo que se hizo �bueno o mal� a sus peque�os deber�a, en el juicio, considerarlo como hecho a s� mismo. La cabeza se ofende cuando el miembro est� lesionado; el rey se ofende cuando su sujeto es atacado; el Pastor se enamora cuando sus ovejas se dispersan. Quien sea indiferente al bienestar del siervo del Se�or peca contra ese mismo Se�or, y no ser� considerado inocente. Cristo espera que toda su gente act�e como si estuviera presente en la persona de cada persona a quien ama y por quien muri�.

HOMILIAS DE E. HURNDALL

1 Corintios 8:1

Las dos gu�as: conocimiento y amor.

I. SON AMBOS EXCELENTES. Esto no requiere prueba. El ap�stol que se sent� a los pies de Gamaliel habr�a sido el �ltimo en hablar un poco de conocimiento real. Somos capaces de un conocimiento cada vez mayor. �Cu�nto conocimiento ha sido el medio para lograr en este mundo? La ignorancia no es m�s que un "para�so de tontos"; "El conocimiento es poder." Y cu�n excelente es el amor. �Qu� aburrido y triste ser�a este mundo sin �l! �Cu�nto m�s prol�fico en crimen y maldad que ahora! El �nico arrepentimiento del amor es que hay tan poco. Es la gran necesidad del mundo. Aqu� el cielo y la tierra contrastan, viendo que hay mucho amor all� y poco aqu�. Los triunfos del conocimiento son grandes, pero mayores son las victorias del amor.

II SON COMPLEMENTARIOS. Uno no est� sin el otro.

1. El conocimiento sin amor conduce a

(1) orgullo;

(2) intolerancia;

(3) ego�smo;

(4) lesiones a otros;

(5) muchos errores en pensamiento, sentimiento y acci�n.

El conocimiento no es suficiente para un pueblo. Podemos tener abundante conocimiento y, sin embargo, ser muy imprudentes, muy perjudiciales y muy poco amables.

2. El amor sin conocimiento conduce a una cat�strofe moral. Es imposible predecir qu� conducta puede resultar del mero afecto. El conocimiento es necesario para determinar dentro de qu� l�mites podemos actuar correctamente. El conocimiento puede decidir por nosotros lo que es "legal". El amor determina qu�, dentro del c�rculo de lo legal, debemos elegir. El conocimiento y el amor unidos conducen a ese conocimiento m�s perfecto, penetrante y verdadero, lo opuesto a lo que Pablo describe en 1 Corintios 8:2. El verdadero amor que controla el conocimiento s�lido conduce a una visi�n m�s profunda, en otras palabras, a un conocimiento m�s verdadero. Por ejemplo, un hombre puede conocer a Dios como Dios; puede tener alguna concepci�n de los atributos Divinos, etc. Pero cuando ama a Dios, su conocimiento avanza incalculablemente; ahora conoce a Dios mucho m�s plena y verdaderamente que su conocimiento anterior es poco mejor en realidad, y no mejor en la pr�ctica, que la ignorancia grosera. El conocimiento "se hincha"; en s� mismo a veces es peor que la ignorancia. El amor, no actuando sin conocimiento, sino en la l�nea del conocimiento, "se fortalece".

III. UN CASO ESPECIAL EN ILUSTRACI�N. Los corintios le hab�an escrito al ap�stol respetando su libertad de comer carnes que hab�an ofrecido a los �dolos. La porci�n de v�ctimas no consumidas en los altares �dolos pertenec�a en parte a los sacerdotes y en parte a los concursantes. Gran parte de esta carne lleg� a los mercados p�blicos, o se consumi� en casas privadas, en reuniones sociales o en fiestas en los templos. Los cristianos a menudo se ver�an tentados a participar de estas carnes �dolo.

1. El ap�stol muestra que solo el conocimiento ser�a una gu�a muy insegura en tal asunto. Una mente iluminada percibir�a que las carnes eran en s� mismas, ofrecidas o no a los �dolos; y sabiendo tambi�n que "la carne no nos recomienda a Dios: porque tampoco, si comemos, somos mejores; tampoco, si no comemos, somos los peores". considerar�a el asunto como puramente indiferente, y se determinar� �nicamente por inclinaci�n. Pero aqu� el mero conocimiento conducir�a al error. El amor, que se preocupa por los dem�s, interviene y dice: "Presten atenci�n para que esta libertad no se convierta en un obst�culo para los d�biles". Todos no se dan cuenta de la nada del �dolo, o del hecho de que las carnes �dolos no cambian por el contacto con los �dolos. Su condici�n inmadura y d�bil los lleva a concluir que el �dolo es algo, y para ellos comer carne de �dolo es un acto que los identifica con la adoraci�n de �dolos. As�, la participaci�n de los m�s iluminados puede resultar tanto un esc�ndalo como una tentaci�n para los no iluminados. El conocimiento dice: "Haz todo lo que tienes derecho a hacer"; El amor dice: "Considera a los dem�s, especialmente a los d�biles". El conocimiento solo conduce al desprecio de los d�biles e ignorantes, y a la indiferencia en cuanto a c�mo se ven afectados: pero el Amor defiende la causa de aquellos que necesitan especialmente consideraci�n y ayuda. El conocimiento no tiene en cuenta al hermano d�bil, pero el Amor anhela su bienestar y no olvida que Cristo muri� por �l. El amor encendido en la cruz arde en Cristo como sacrificio propio. El amor, dirigiendo su mirada a su alrededor, ve que los intereses m�s elevados de aquellos por quienes Cristo muri� pueden estar en peligro si las demandas de libertad se aplican de manera demasiado r�gida; y entonces ella lleva a los hombres a elegir esa "mejor parte", el auto sacrificio para el bienestar de los dem�s. Este es el "camino brillante" una vez pisoteado por los pies del Hijo de Dios. Este es el camino del conocimiento m�s verdadero; porque aqu� aprendemos no solo lo que podemos hacer, sino lo que debemos hacer en el sentido m�s elevado.

2. El ap�stol aqu� no tiene ocasi�n de mostrar que el amor sin conocimiento resultar�a una gu�a defectuosa. Pero evidentemente podr�a. El amor podr�a llevar a los d�biles e ignorantes a comer las carnes �dolo, para complacer a los m�s iluminados y para no controlar sus deseos. Necesitamos, para una gu�a segura, las gu�as gemelas, el conocimiento y el amor.

1 Corintios 8:6

"Un Dios ... un Se�or".

I. EL UNO DIOS. Aqu� se enfatiza la unidad de la Deidad. Se insiste en todas las Escrituras. El verdadero Israel, antiguo y moderno, ha sido monote�sta. El conflicto, la contradicci�n, la confusi�n y el absurdo, lo suficientemente conspicuos en los sistemas polite�stas, no encuentran lugar en el juda�smo o el cristianismo. La unidad de la Deidad es confirmada por

(1) naturaleza,

(2) providencia,

(3) el sentido moral. El �nico Dios es:

1. La fuente de todas las cosas. "De qui�n son todas las cosas". �l es el gran originador; todas las cosas surgieron de su toque creativo. No sabemos c�mo, el hecho no nos revela la manera. Dios pudo haber dejado mucho que el instinto cient�fico del hombre descubriera; Puede que haya tenido la intenci�n no solo de permanecer envuelto en el misterio. Podemos viajar reverentemente a lo largo de las l�neas del verdadero conocimiento hasta que cesen para nosotros; entonces la gran verdad permanece a�n para nuestra iluminaci�n y comodidad. La marcha hacia atr�s de la ciencia es hacia la unidad; La revelaci�n comenz� con ella.

2. El fin de todas las cosas. "Nosotros [no 'en'] �l". Lo que aqu� se afirma de algunas de las obras de Dios ("nosotros") se aplica a todos (ver Colosenses 1:16). Todas las cosas fueron creadas "para" Dios; el objeto de su existencia termina en Dios, muestran su gloria, sirven a sus prop�sitos. Todo el universo mira a los barrios de Dios. En la medida en que las criaturas inteligentes no encuentren el fin de su existencia en Dios, en la medida en que no busquen la gloria Divina, hasta el momento caer�n en armon�a con el resto de la creaci�n y traer�n el fracaso a sus vidas. No somos creados para nosotros mismos, sino para Dios; por lo tanto, debemos "glorificar a Dios. en nuestros cuerpos y en nuestros esp�ritus, que son suyos" y para �l.

II EL UNO SE�OR. Este es Jesucristo, el "Hijo del hombre" y el "Hijo de Dios". Aqu� se nos ense�a que el Jefe de la Iglesia Cristiana era el Poder activo en la creaci�n. De la Deidad, como tal, eran todas las cosas; a trav�s del �nico Se�or, la segunda persona en la Deidad, fueron todas las cosas. Algunos han sido guiados por este vers�culo para cuestionar la divinidad de Cristo: parece ense�arlo de una manera muy impresionante y convincente. La posici�n administrativa mediadora ocupada por Cristo es reconocida, pero la afirmaci�n de que "a trav�s de �l" todas las cosas fueron apenas susceptibles de una interpretaci�n justa si se excluye su divinidad. Adem�s, esta misma expresi�n, "a trav�s de �l", se aplica en otro lugar a Dios como tal (ver Romanos 11:36; Hebreos 2:10). Y la expresi�n que hemos aplicado aqu� a Dios, "a �l", est� en Colosenses 1:16 aplicada a Cristo. El ap�stol est� hablando a los corintios sobre los �dolos como "dioses y se�ores". Todos estos fueron considerados como deidades. Al trasladar los mismos t�rminos al �mbito del cristianismo, no hay nada en las declaraciones hechas que nos lleve a considerar al "Se�or" como menos divino que "Dios".

III. LAS RELACIONES ESPECIALES QUE SUBSISTEN ENTRE LOS CREYENTES Y EL UNO SE�OR Y UN DIOS.

1. Los creyentes son "a trav�s de" Jesucristo. Como criaturas, se encuentran entre las "todas las cosas" que se dice que son "a trav�s de �l". Pero la declaraci�n adicional, "nosotros a trav�s de �l", indica una relaci�n muy especial. Los creyentes son as� por medio de Cristo; Ellos creen en �l. A trav�s de Cristo se separan de "todas las cosas" y se convierten en un "pueblo peculiar". Todo lo que los distingue de los dem�s en condici�n y perspectiva es "a trav�s de" �l. �l es su "Alfa y Omega". �l cre� todas las cosas, y son su nueva creaci�n, una creaci�n de un orden superior y con fines subl�meros. Aparte de Cristo, los creyentes no son nada; a trav�s de �l se convierten en "herederos de Dios". Como a trav�s de Cristo en el reino de la naturaleza, el caos se convirti� en orden y belleza, as� tambi�n a trav�s de Cristo los hombres pasan de los des�rdenes de un estado perdido a las excelencias y glorias de una existencia redimida y consagrada.

2. Los creyentes son "para" Dios. Todas las cosas son, pero los creyentes est�n en un sentido muy especial. Esto es "a trav�s de" Jesucristo. Como toda la creaci�n bajo la administraci�n de Jesucristo es "para Dios", as� en un sentido peculiar y elevado son los creyentes. Muestran las glorias divinas como ninguna otra raza humana puede hacerlo. Reflejan el amor divino manifestado en la obra trascendente de la redenci�n. Se presentan a Dios como los frutos de la gracia divina. Su "vida est� escondida con Cristo en Dios". Ellos "no son los suyos". Sus vidas est�n dedicadas al servicio divino. Son "siervos de Dios". Una vez rebeldes, ahora son obedientes; una vez contaminado, ahora purificado; una vez perdido, ahora salvado "a Dios". Aqu� est� preeminentemente la condici�n del creyente; �l es enf�ticamente "para Dios". �Es esto as� con nosotros? Si somos salvos por Cristo, �para qu�, para qu�, somos salvos? �Algunos parecen salvarse para nada en particular! Muchos est�n satisfechos con ser "salvados" y nunca preguntan, "�Guardados para qu�?"

3. Dios es el Padre para los creyentes. En cierto sentido restringido, �l es el Padre de todos. Todos somos su descendencia. Pero en un sentido espiritual, Dios no es el Padre de todos. De ciertos incr�dulos, Cristo dijo: "Vosotros sois de vuestro padre el diablo". Dios no puede ser nuestro Padre a menos que seamos sus hijos. Debe haber una relaci�n doble o ninguna. Algunos est�n lo suficientemente dispuestos a que Dios sea su Padre, �pero no est�n dispuestos en absoluto a ser sus hijos! Pero el verdadero creyente ha recibido la adopci�n y grita: "Abba, Padre". �Alto privilegio de hecho! �C�mo habla de cuidado, apoyo, protecci�n, gu�a, ense�anza y amor! �Cu�n cerca de Dios somos llevados cuando �l se convierte en nuestro Padre! Nuestro origen est� en la misteriosa Deidad; somos formados por las manos de Cristo; En medio de los infinitos de la creaci�n que reciben la existencia para la Gloria Divina, buscamos la nuestra y nos convertimos en borrones en el universo, de lo contrario tan justos; "a trav�s de" Jesucristo nos transformamos, redimimos; por �l somos conducidos de regreso a Dios, y vemos como el objeto supremo de la vida la gloria de Dios, ahora mucho m�s cerca de nosotros; y cuando llegamos a la temible presencia del Eterno, de donde vienen todas las cosas, levantamos nuestros ojos y contemplamos a "nuestro Padre". Esto tambi�n es "a trav�s de Cristo". Dios es el Padre de Jesucristo, y Jesucristo se ha convertido en nuestro hermano. Si Cristo es nuestro hermano, su padre es nuestro padre. � H.

1 Corintios 8:13

El gran argumento para la abstinencia.

I. ARGUMENTOS A FAVOR DE LA ABSTINENCIA A MENUDO CORREN EN TALES L�NEAS COMO LAS SIGUIENTES:

1. Aquello de lo que se nos ordena abstenernos se afirma que es peligroso para nosotros mismos, ya que se nos puede llevar a caer en exceso. O:

2. Es perjudicial para nosotros mismos, f�sica, moral o espiritualmente. O:

3. Es puro desperdicio, sin traer ning�n beneficio real. O:

4. Es intr�nsecamente incorrecto.

II DICHOS ARGUMENTOS FRECUENTEMENTE FALTA COGENCIA.

1. El cuarto no tendr� aplicaci�n para la gran clase de cosas indiferentes en s� mismas, y es generalmente con respecto a tal que la guerra se libra.

2. El segundo y el tercero generalmente estar�n abiertos a preguntas. La dificultad de la prueba es genial. Los hechos, aparentemente conflictivos, ser�n aducidos, y donde el conocimiento es limitado e imperfecto, es probable que la competencia contin�e, la ventaja ahora parece estar de un lado y luego del otro.

3. El primero rara vez conlleva convicci�n, ya que cada hombre considera que es imposible que caiga. Todos los dem�s pueden ser d�biles, pero ciertamente somos fuertes. El argumento en contra a menudo act�a como una tentaci�n, ya que cuando se advierte del peligro a la naturaleza humana, a menudo se deleita en mostrar cu�n valiente y firme puede ser.

III. EL ARGUMENTO APOST�LICO.

1. El ap�stol ampl�a el punto de vista para que se incluyan a los dem�s como a nosotros mismos. La abstinencia no es solo para nosotros, a veces no para nosotros, sino para nuestros compa�eros. "No mires a cada hombre en sus propias cosas, sino tambi�n en las de los dem�s". Ya sea que nos demos cuenta o no, siempre decidimos por m�s de uno. Somos unidades, pero unidades unidas. No podemos legislar simplemente para esa peque�a �rea que nosotros mismos ocupamos.

2. El ap�stol reconoce la influencia del ejemplo. Mentalmente, inmediatamente aceptamos esto; pr�cticamente, generalmente lo negamos. Nuestras palabras son una telara�a; nuestros actos son un cable, los hombres hacen lo que les mostramos, no lo que les decimos. Y no podemos persuadir a los hombres de que somos fuertes y que ellos son d�biles; creer�n lo contrario con muy poca persuasi�n. Los hombres son como ovejas: aunque el pastor llama y el perro ladra, si una oveja marca el camino que seguir�n las dem�s, aunque sea por un precipicio.

3. El ap�stol afirma la obligaci�n de sacrificarse por el bienestar de los dem�s. Lo que es "indiferente" se convierte en algo en lugar de indiferente si nuestra indulgencia puede causar da�o a nuestros compa�eros. No solo debemos pensar en los dem�s, sino negarnos a nosotros mismos por los dem�s. Nuestro sacrificio a menudo parecer� muy peque�o en comparaci�n con su posible p�rdida. Aqu� hay un argumento que se mantendr� donde caen muchos otros. Tiene fuerza especial para los cristianos.

(1) Tienen un gran ejemplo de auto sacrificio en su Maestro. Deben imitarlo. "Salv� a otros; a s� mismo no puede salvar". �l "se entreg� por nosotros". El ap�stol parece sugerir una comparaci�n del sacrificio de Cristo con el sacrificio que deseaba que hicieran los corintios. Cristo muri� para salvar a los hombres: est�s llamado a sacrificar lo que los hombres no pueden apartar de la salvaci�n: �cu�n poco comparado con cu�nto! Y para aquellos que no est�n haciendo el sacrificio requerido: Cristo muri� para salvar al hermano d�bil; usted, para satisfacer su apetito, lo est� haciendo perecer.

(2) Tienen una visi�n m�s impresionante de los problemas involucrados en la ca�da de una criatura compa�era.

(3) Su no abstinencia puede ser un pecado contra un compa�ero cristiano ( 1 Corintios 8:11). La ca�da puede ser, no de un incr�dulo, sino de un hermano, asociado en la comuni�n y el servicio cristiano. Y as� sea

(4) un pecado contra los hermanos ( 1 Corintios 8:12); contra la Iglesia, trayendo esc�ndalo y desgracia por la ca�da de un hermano. Y tambi�n

(5) un pecado contra Cristo ( 1 Corintios 8:12). Porque Cristo y los cristianos son uno: �l la Cabeza y ellos los miembros.

(6) Tienen en sus o�dos ciertas expresiones sugestivas de sus Maestros; tales como: "En la medida en que lo hiciste a uno de estos mis hermanos m�s peque�os, me lo hiciste a m�" ( Mateo 25:40); y, "Quien ofende ['porque tropiece', como en el texto] uno de estos peque�os que creen en m�, fue mejor para �l que le colgaran una piedra de molino alrededor de su cuello, y que se ahogara en la profundidad de el mar "( Mateo 18:6) .� H.

HOMILIAS DE E. BREMNER

1 Corintios 8:1

Sobre el comer de los sacrificios ofrecidos a los �dolos: libertad y conveniencia.

Otra de esas preguntas que preocupaba a la comunidad cristiana en Corinto aparece aqu� para su consideraci�n. Para comprender las dificultades relacionadas con esto, debemos tener en cuenta que el culto religioso de los paganos entr� en gran medida en su vida social. Las v�ctimas ofrecidas en sacrificio a los dioses no estaban completamente consumidas en el altar. Una parte fue a los sacerdotes, y el resto fue entregado a los pobres o enviado al mercado p�blico. Por lo tanto, no solo las fiestas en los templos, sino tambi�n las comidas privadas, se relacionaron estrechamente con la adoraci�n id�latra; y los cristianos nunca pudieron estar seguros de que la carne que compraron no hab�a formado parte de un sacrificio. Es f�cil ver c�mo esta combinaci�n de religiosos con la vida social ocasionar�a complicaciones y perplejidades en cuanto al deber pr�ctico. Para los conversos jud�os, comer cosas sacrificadas a los �dolos ser�a una abominaci�n. Entre los conversos gentiles se pueden discernir dos clases.

1. Hubo quienes se hab�an emancipado completamente de sus viejas ideas sobre las divinidades paganas. Desde su punto de vista, estas divinidades eran meras criaturas de la imaginaci�n, sin existencia real; y, en consecuencia, se sent�an bastante libres de participar de la carne sacrificial cuando se les presentaba.

2. Hubo quienes no pudieron deshacerse de la idea de que un �dolo era una realidad y que, en consecuencia, todo lo relacionado con el sistema que hab�an abandonado estaba contaminado. Por lo tanto, la pregunta se hizo importante, y la decisi�n de la misma ten�a un inter�s, no solo para la Iglesia en Corinto, sino tambi�n para otras Iglesias donde hab�an surgido las mismas dificultades (comp. Romanos 14:1). Pero puede preguntarse: �no hab�a sido resuelto este asunto por el consejo de Jerusal�n ( Hechos 15:1)? El ap�stol mismo estuvo presente en esa ocasi�n, y naturalmente preguntamos por qu� no se refiere simplemente al decreto de Jerusal�n, en lugar de proceder a emitir un juicio propio en algunos aspectos opuestos a �l. La respuesta se encuentra en una visi�n correcta de los motivos por los que se llev� a cabo ese decreto, que eran motivos de conveniencia. A los conversos gentiles se les orden� abstenerse de las cosas sacrificadas a los �dolos, por respeto a los sentimientos de los conversos jud�os entre quienes se encontraban. Pero esta raz�n no fue v�lida en una comunidad gentil como Corinto; y, en consecuencia, todo el tema tuvo que ser considerado por sus m�ritos y en vista de las circunstancias alteradas. La pregunta en s� misma ya no es una pregunta viva para la Iglesia, sino que surge en conexi�n con ella grandes principios permanentes que nunca pierden su valor.

I. CONOCIMIENTO Y AMOR. El ap�stol introduce su tratamiento de la pregunta "sobre las cosas sacrificadas a los �dolos", mediante una declaraci�n sobre el valor relativo del conocimiento y el amor.

1. El conocimiento por s� mismo se hincha. El conocimiento sin amor infla la mente con vanidad. Toma el conocimiento de Dios. Puedes leer lo que est� escrito en las p�ginas de la naturaleza y de la Sagrada Escritura, para saber mucho sobre �l; pero si no hay salida de coraz�n hacia �l, realmente no lo conoces. Lo que has aprendido de Dios te llevar� a una falsa exaltaci�n, en la medida en que descanses en ella como suficiente en lugar de avanzar hacia una relaci�n personal con �l. O tome el caso en la mano. El conocimiento de la nulidad de los �dolos llev� a muchos de los corintios a considerarse superiores a sus hermanos, quienes no pod�an librarse de la idea de que un �dolo ten�a una existencia real. Estaban llenos de vanidad, que, al no ser moderados por el amor a los dem�s, los llev� a complacerse solo a ellos mismos.

2. El amor conduce al verdadero conocimiento y a la verdadera edificaci�n. El camino al conocimiento es a trav�s del amor. Esto es cierto del conocimiento de Dios. "Si alguno ama a Dios, se sabe lo mismo de �l" ( 1 Corintios 8:3). "Todo aquel que ama es engendrado por Dios y conoce a Dios. El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor" ( 1 Juan 4:7, 1 Juan 4:8). El amor se entrega al objeto amado, abre la naturaleza para recibir impresiones y pone todo lo que tiene al servicio del ser querido. El amor a Dios nos acerca a �l y nos da la experiencia de su trato amable, mientras �l a su vez se abre a nosotros. Es solo donde existe el amor mutuo que hay una revelaci�n mutua de coraz�n a coraz�n; y esto es v�lido, con las limitaciones necesarias, de nuestra relaci�n con Dios. Lo conocemos solo en la medida en que lo amamos, e incluso su conocimiento de nosotros se convierte en amor. "El Se�or conoce a los que son suyos" ( 2 Timoteo 2:19), de una manera que no conoce a otros. Nuestro conocimiento de Dios es m�s correctamente su conocimiento de nosotros; porque todo lo que podemos saber de �l aqu� es el alfabeto de ese conocimiento m�s perfecto que viene con el amor perfecto. Ahora, el conocimiento que llega a trav�s del amor no es una cosa vac�a, hinchando el alma como una burbuja, sino una cosa s�lida, que imparte fuerza y ??estabilidad. Construye el templo espiritual dentro con las piedras de la verdad. La lecci�n es: puedes conocer a Dios solo am�ndolo, y la medida de tu amor ser� la medida de tu conocimiento.

3. La presunci�n de conocimiento es una evidencia segura de ignorancia. El hombre que est� orgulloso de lo que sabe no tiene una visi�n adecuada de la grandeza del objeto. Cuanto m�s sabemos realmente, m�s humildes nos volvemos. Esto es cierto para el conocimiento secular, pero especialmente para el conocimiento Divino. Las vislumbres que obtenemos de Dios nos ponen en el polvo. El que est� hinchado porque ha reunido algunas piedras en la orilla nunca ha mirado el gran oc�ano de la verdad.

II LA LIBERTAD QUE VIENE A TRAV�S DEL CONOCIMIENTO. ( 1 Corintios 8:4.) Volviendo ahora a la pregunta en cuesti�n, el ap�stol muestra c�mo la fe del cristiano iluminado sugiere una respuesta inmediata.

1. Los �dolos que adoran los paganos son meras insignificancias. Sus llamados dioses, con los que han llenado el cielo y la tierra, no tienen existencia real. No hay J�piter, ni Marte, ni Venus. Son simplemente criaturas de la imaginaci�n, que no tienen nada que les corresponda en el universo. Esta visi�n de las divinidades paganas encuentra expresi�n frecuente en los profetas, quienes las ridiculizan como simples vanidades (comp. Isa�as 44:9; Jeremias 10:3; Salmo 115:4). �Cu�n melanc�lica es esta imagen presente de la condici�n de aquellos que no conocen al Dios verdadero! Los hombres deben adorar, y este impulso es tan fuerte que primero crean los objetos de adoraci�n y luego se inclinan ante ellos. Es el ciego andar a tientas de la mente humana despu�s del Alt�simo: una criatura, con recuerdos so�adores de una gloria perdida, extendiendo las manos suplicantes hacia un cielo silencioso.

2. Solo hay un Dios vivo y verdadero. Este es el credo simple del cristiano.

(1) En lugar de "dioses muchos", "para nosotros hay un Dios, el Padre, de quien son todas las cosas, y nosotros para �l". Este Ser Supremo es el Creador y la Fuente Primordial de todas las cosas, nuestro Padre celestial, para cuya gloria existimos. Esta es la doctrina fundamental sobre la cual descansa toda religi�n verdadera, y que de inmediato toma el terreno del polite�smo pagano. Tambi�n ataca todas las idolatr�as modernas que se practican en tierras cristianas: adoraci�n de h�roes, adoraci�n de mamones, etc.

(2) En lugar de "se�ores muchos", hay "un Se�or, Jesucristo, a trav�s de quien son todas las cosas, y nosotros a trav�s de �l". Solo hay un Gobernador del universo, en cuyas manos se ha comprometido todo el poder, Jes�s el Mes�as, por cuya agencia todas las cosas fueron creadas, y en quienes somos hechos nuevas criaturas. Este es el segundo art�culo de nuestra santa fe. En lugar de la serie interminable de dioses y semidioses, que se supon�a que deb�an dominar diferentes partes del universo, "hay un Dios, un Mediador tambi�n entre Dios y los hombres, �l mismo hombre, Cristo Jes�s" ( 1 Timoteo 2:5).

3. De esto se deduce claramente que comer o no comer cosas ofrecidas a los �dolos es una cuesti�n de indiferencia. Si un �dolo no tiene existencia real, no puede contaminar lo que se presenta a la imagen en el templo. La carne que form� parte de un sacrificio no es ni mejor ni peor en este sentido, y puede usarse sin escr�pulos. De este modo, el cristiano iluminado se libera del enredo de tales peque�as cuestiones, que pertenecen a la esclavitud del legalismo en lugar de la libertad que hay en Cristo. �Cu�n importante es un conocimiento pleno de la verdad divina! �Qu� bueno es estar libre de prejuicios y recibir toda la verdad sobre nuestra posici�n en Jesucristo! Pero tal conocimiento es peligroso si est� solo.

III. LIMITACIONES A LA LIBERTAD DERIVADA DEL AMOR CRISTIANO. ( 1 Corintios 8:7.) Una visi�n ilustrada de la naturaleza de las divinidades paganas libera al cristiano de las preguntas sobre la legalidad de comer lo que antes hab�a hecho el deber como sacrificio; pero todos los cristianos no est�n as� iluminados. Hab�a en Corinto creyentes, conversos del paganismo, que no pod�an deshacerse de la idea de que los �dolos que hab�an adorado anteriormente ten�an una existencia real, y que, en consecuencia, consideraban que la carne utilizada en el sacrificio estaba contaminada. El debido respeto al caso de estos hermanos m�s d�biles modificar� el uso de su libertad cristiana por parte de los m�s fuertes.

1. Considere su caso. Su conciencia era d�bil, en la medida en que podr�a llegar a la convicci�n de que un �dolo no es nada, y por lo tanto estaba preocupado por los escr�pulos en cuanto a la legalidad de participar de una cosa sacrificada a un �dolo. Por lo tanto, tales personas no podr�an comer sin contaminar su conciencia, es decir, sin la sensaci�n de que hab�an hecho mal. Esto lleva consigo principios que tienen una relaci�n importante con la �tica cristiana. Est� mal que un hombre haga lo que su conciencia le dice que est� mal, o lo que no aprueba claramente. La cosa en s� misma puede ser buena, pero si tiene dudas al respecto, no podr� hacerlo. Los dictados de la conciencia son siempre imperativos, pero con esto va el deber de ver que la conciencia se instruya. Comp. Romanos 14:23, donde Pablo trata el mismo tema: "El que duda es condenado si come, porque no come de la fe; y todo lo que no es de la fe es pecado". Aplique esto a algunas formas de diversi�n, pr�cticas dudosas en el comercio, vida extravagante, etc. No es suficiente defender el ejemplo de otros, si tiene dudas sobre su correcci�n. "Que cada hombre est� completamente seguro en su propia mente". No ignore la voz fiel dentro de su seno, incluso cuando habla en susurros.

2. Comer tales cosas no tiene significado religioso. Ni el uso ni la abstinencia del uso nos recomiendan a Dios o afectan nuestra posici�n ante �l. Abstenerse de comer por el bien de los hermanos d�biles no es renunciar a ning�n beneficio espiritual. Es una cuesti�n de indiferencia. "El reino de Dios no es comer ni beber" ( Romanos 14:17). Observe la clase de asuntos a los que solo se aplica el razonamiento del ap�stol. Deben ser tales que no impliquen ning�n principio religioso: casos en los que acomodarse a la debilidad de los dem�s no implica el sacrificio de la verdad o el deber. En tales casos, somos libres de considerar la condici�n de nuestros hermanos y de regular nuestra conducta con respecto a ellos.

3. Los fuertes no deben usar su libertad para poner un obst�culo en el camino de los d�biles. Si un hermano d�bil, que ten�a dudas sobre el consumo de carne de sacrificio, por el ejemplo de otro tambi�n se envalentonara a comer, en ese caso pecar�a y su conciencia se contaminar�a. El cristiano m�s iluminado ser�a la ocasi�n de tropezar con su hermano, lo que lo pondr�a en peligro de perecer por completo, y de ese modo pecar�a contra Cristo que muri� por �l. En lugar de hacer algo que pueda conducir a este resultado, el ap�stol declara: "Si la carne hace tropezar a mi hermano", etc. Este es el principio de la conveniencia cristiana, de la cual Pablo es el gran exponente, y que entra en gran medida en el La vida pr�ctica del creyente. Tiene su ra�z en el amor, lo que nos lleva a "soportar las cargas de los dem�s, y as� cumplir la ley de Cristo" ( G�latas 6:2). Es el resultado de ese esp�ritu de abnegaci�n que habitaba en �l. "Ahora, los que somos fuertes debemos soportar las enfermedades de los d�biles y no agradarnos a nosotros mismos. Que cada uno de nosotros complace a su pr�jimo por lo que es bueno, edificante. Porque Cristo tampoco se agrad� a s� mismo" ( Romanos 15:1). Al aplicar este principio, tenga en cuenta:

(1) Se aplica solo a las cosas en s� mismas indiferentes. Donde la verdadera libertad cristiana estaba en peligro, Pablo se neg� a ceder ( G�latas 2:3).

(2) No debe confundirse con el mero tiempo de servir o complacer al hombre.

(3) Cada cristiano debe juzgar por s� mismo c�mo este principio requiere que �l act�e en circunstancias especiales. La abstinencia total de bebidas fuertes por el bien de los dem�s es un buen ejemplo de su aplicaci�n. � B.

HOMILIAS DE J. WAITE

1 Corintios 8:1

Conocimiento y amor.

Hay una gran diferencia entre estar "hinchado" y estar "construido". El primero implica algo pretencioso y plausible, pero hueco e irreal. Significa espect�culo sin sustancia, tama�o sin solidez, inflaci�n sin ampliaci�n real. El otro implica la acumulaci�n gradual de materiales sustanciales, sobre una base firme, a alg�n resultado �til y duradero. Ahora, el ap�stol har�a que los cristianos corintios determinen la cuesti�n del deber personal con respecto a la asistencia a las fiestas en honor a los �dolos, o al comer carne ofrecida en sacrificio, en otro lugar. que cualquier supuesta sagacidad propia. Todos, sin duda, ten�an "conocimiento". Pero hay un criterio de juicio m�s alto que este. El amor es una mejor gu�a en tales asuntos que el conocimiento. En todas estas cosas, sea ese delicado respeto por los sentimientos e intereses de los dem�s lo que implica el amor, m�s que cualquier idea abstracta sobre su propia libertad, lo que determina su conducta. De ah� el amplio principio "El conocimiento se hincha, el amor edifica". Considerar-

I. EL CONOCIMIENTO QUE HABLA. El caso contemplado es aquel en el que el elemento puramente intelectual en la determinaci�n de las cuestiones morales est� divorciado del sentimiento correcto. Es un conocimiento ideal y especulativo, no vital y espiritual. El conocimiento del te�logo, el l�gico, el casuista; no la del hombre cuya raz�n, conciencia y coraz�n est�n vivos para Dios. La caracter�stica de este conocimiento es que hace a los hombres vanidosos, engre�dos, que se afirman a s� mismos, "que piensan mejor de s� mismos de lo que deber�an pensar". Un verdadero conocimiento de las cosas de Dios no tiene una tendencia como esta. "Si un hombre piensa que sabe algo", etc. ( 1 Corintios 8:2). El verdadero conocimiento en la esfera espiritual est� m�s all� del alcance de alguien que carece de humildad y amor. Incluso en el �mbito de la ciencia puramente secular, el verdadero conocimiento no hace vanos a los hombres. La vida de hombres como Newton, Herschel, Faraday, etc., ilustra la verdad de esto. Eran hombres de esp�ritu humilde e infantil. Se pararon reverentemente, como con la cabeza descubierta y los pies sin s�ndalo, ante el misterio infinito del universo. Es el novato, el simple tirano en el aprendizaje, el hombre de pensamiento superficial y visi�n estrecha, quien est� orgulloso de sus logros, dogm�ticos y autoafirmativos. �Cu�nto m�s ser� as� en asuntos puramente espirituales, pertenecientes a una regi�n en la que nuestra ciencia no puede escalar! Tome el mismo San Pablo como ejemplo. Si bien se movi� dentro del estrecho c�rculo de la tradici�n y los prejuicios jud�os, probablemente fue el mismo tipo de vanidad personal. Su orgullo farisaico no era solo el de la inocuidad legal, sino tambi�n de la cultura teol�gica. �No se hab�a sentado a los pies de Gamaliel? �Qui�n podr�a ense�arle lo que no sab�a? Es un retrato de s� mismo que pinta con esas palabras medio sarc�sticas: "Si llevas el nombre de un jud�o y vuelves a probar la Ley", etc. ( Romanos 2:17). Pero cuando la luz del cielo brillaba sobre �l, �c�mo se hab�a desvanecido el orgullo de su orgullo! �l "se volvi� tonto para ser sabio". Adem�s, este mero conocimiento te�rico es tan in�til en su efecto sobre los dem�s como lo es para uno mismo. Se vuelve controvertido, "luchas de g�nero sobre las palabras", etc. No hay ninguna cualidad "edificante" en ello. No hace a los hombres uno con los m�s nobles, m�s puros, m�s bondadosos de coraz�n y vida. De ninguna manera promueve el reinado de esos principios Divinos de "justicia, paz y gozo en el Esp�ritu Santo", en los que consiste el reino de Dios.

II EL AMOR QUE SE ACUMULA. Tome el amor aqu� en el sentido m�s amplio y amplio, como el amor a Dios y el amor al hombre. Estos son solo dos lados y aspectos del mismo afecto. Es un afecto esencialmente religioso. Hay sensibilidades tiernas y sentimientos generosos que otorgan una gracia natural al car�cter humano, aparte de todo pensamiento y sentimiento religioso. Pueden preparar el camino para el despertar de este afecto divino, pero no deben confundirse con �l. Solo mediante la comuni�n personal con Cristo podemos elevarnos a la atm�sfera de un amor puro, desinteresado y todo abrazo como el suyo. El amor edifica el templo de Dios. La personalidad separada de cada cristiano, y la personalidad compleja y de muchos miembros de toda la Iglesia redimida, son la morada de Dios, preparada por la ampliaci�n gradual y el adorno para ser el santuario apropiado de su gloria; y es la oficina del amor promover este proceso. Es el poder efectivo en el desarrollo y perfeccionamiento del car�cter cristiano personal y la vida social cristiana. En confirmaci�n de esto, piense en ello:

1. Como el esp�ritu esencial de todas las otras gracias. Les da su m�s alta y m�s rica calidad. Es la vida, la belleza, la fuerza, el alma misma, de todos ellos. Considere la posici�n que ocupa el amor en el c�rculo de los atributos Divinos. La verdad, la justicia, la pureza, la bondad, etc., son atributos del car�cter Divino; pero "Dios es amor". Una posici�n similar ocupa el amor en el car�cter ideal de sus verdaderos hijos. Somos reflexiones tan pobres, fragmentarias y distorsionadas de la belleza divina que incluso en el mejor de nosotros esta verdad se oscurece con demasiada frecuencia. El cristianismo personal asume muchas formas: lo gentil y lo severo, lo reservado y lo demostrativo, lo meditativo y lo pr�ctico, lo puntilloso y lo libre; pero este es el esp�ritu esencial de todas sus formas. Es fiel al ideal Divino solo en la medida en que este esp�ritu respire a trav�s de todos sus estados de �nimo.

2. Como el v�nculo de la unidad cristiana. La agudeza de la percepci�n espiritual, el celo por la verdad, la fidelidad a la conciencia, pueden por s� mismos tener un efecto separador; pero el amor une y consolida a los hombres en una verdadera comunidad de vida. Las diferencias de opini�n, modos de pensamiento, uso eclesi�stico, etc., se vuelven relativamente peque�as, "as� prevalece el amor de coraz�n".

3. Como incentivo para toda actividad cristiana real. Es la distinci�n del cristianismo como un m�todo divino de cultura moral que basa la virtud pr�ctica y social en este fundamento, lo deposita libremente en el poder impulsor y sustentador del amor. "El amor es el fin del mandamiento, el cumplimiento de la Ley". Llena tu alma de amor y nunca querr�s un motivo efectivo para toda vida noble. A medida que los materiales del edificio se organizan y se elevan hasta su forma final en obediencia al pensamiento y la voluntad del arquitecto; a medida que las notas caen, como por instinto propio, en su debido lugar de acuerdo con la inspiraci�n del m�sico; mientras las palabras fluyen en cadencia r�tmica en respuesta al estado de �nimo del genio del poeta; a medida que la hierba, las flores y el ma�z crecen por la energ�a espont�nea de la mente creativa y formativa que los anima a todos; as�, usted se encargar� de la estructura de una vida cristiana bella y �til, si su coraz�n est� lleno de amor.

4. Como el m�s poderoso de todos los instrumentos de bendici�n para los dem�s. Por la dulce restricci�n de su amor, Cristo gana los corazones de aquellos por quienes muri�. Por el todopoderoso de su amor, finalmente conquistar� el mundo y construir� ese glorioso templo para su alabanza: una humanidad redimida, una creaci�n rescatada de la maldici�n. Deje que su amor sea la inspiraci�n de nuestra vida, y ejercemos una fuerza moral similar a la suya; Compartimos su trabajo, su triunfo y su alegr�a.

HOMILIAS POR R. TUCK

1 Corintios 8:1

Conocimiento y amor.

Versi�n revisada, "El conocimiento se hincha, pero el amor edifica;" Griego, "edifica". Esta observaci�n se hace al comienzo de la consideraci�n de un nuevo tema, encarna un principio sobre el cual los cristianos pueden actuar con seguridad en cualquiera de las dificultades pr�cticas que puedan surgir. El asunto preciso que atrajo la atenci�n del ap�stol solo nos concierne hist�ricamente. Casi no representa ning�n tipo de dificultad que pueda surgir en la sociedad moderna. "En Corinto y en otras ciudades se ofrec�a carne a la venta que se hab�a utilizado con fines de sacrificio en los templos paganos, y que los sacerdotes vend�an a los traficantes, quienes recib�an una gran parte de los sacrificios para s� mismos o las personas que ofrec�an ellos, y les quedaba m�s de lo que pod�an usar, por lo que un cristiano podr�a comer inconscientemente carne, ya sea en la casa de un amigo o compr�ndola en la confusi�n p�blica, que previamente hab�a sido contactada por uso sacrificial con un �dolo ". Exactamente c�mo tratar un asunto as� no fue f�cil de decir. Algunos no ten�an reparos en participar de esa comida. Otros ten�an escr�pulos muy problem�ticos; y muy f�cilmente podr�an surgir disputas sobre una cuesti�n tan peque�a e insignificante. Algunos dir�an con fuerza: "Sabemos que un �dolo no es nada, por lo que no puede contaminar la carne". Es probable que esas personas se r�an para despreciar la debilidad y las supersticiones (como las llamar�an) de los hermanos m�s d�biles. Su conocimiento los "hinchar�a" y los har�a positivos y desconsiderados; mientras que la "caridad" que "soporta todas las cosas y no piensa en el mal", los har�a gentiles y considerados, listos para dejar a un lado sus propias ideas si presionarlos indebidamente parec�a ofender a los hermanos m�s d�biles. Este es el punto al que se dirige nuestra atenci�n.

I. El conocimiento tiende a hincharse. Este es un hecho, atestiguado por la experiencia de todas las edades, y bien dentro de nuestra propia observaci�n en el momento actual. A menudo hay una actitud positiva, un dogmatismo y un desprecio de los dem�s por las personas que tienen un poco de conocimiento, lo que puede exigir la reprensi�n de un ap�stol. Sin embargo, debemos recordar que la plenitud del conocimiento casi siempre se atiende con humildad, consideraci�n y alegre disposici�n para servir. Es un poco de conocimiento que tiene la influencia perjudicial. Un hombre puede enorgullecerse en el estanque limitado en sus propios terrenos, pero debe sentirse humillado cuando se para frente al oc�ano sin l�mites, y sabe que los poderes son demasiado peque�os y la vida demasiado corta para agotar las tiendas infinitas. Pero el punto que San Pablo nos ayuda a impresionar es que el conocimiento se hincha porque mantiene a un hombre pensando en s� mismo. Siempre es lo que he le�do, lo que s�; y la esfera ego�sta es la m�s peligrosa para cualquiera de nosotros. "No mires a cada hombre en sus propias cosas, sino a cada hombre tambi�n en las cosas de los dem�s".

II EL AMOR TENDE A CONSTRUIRSE. Esto puede aplicarse tanto al hombre como a la Iglesia. La b�squeda de uno mismo y la adoraci�n de uno mismo absorben tanto las atenciones de un hombre que el inter�s de los dem�s no puede ser servido, las peque�as cosas se magnifican f�cilmente en dificultades, y se fomenta la disensi�n y la disputa. Pero "amor", "caridad", se preocupa m�s por los dem�s que por uno mismo; se preocupa por el bienestar general; pregunta sobre todo: qu� influencia tendr� para el bien o para el mal; y pone fuertes restricciones a los sentimientos y preferencias personales, si presionarlos contra las opiniones de otros causar�a contenci�n. El amor se basa en "edificar", en "cultivar", en "edificar", en preservar esa "paz" en la que solo las almas pueden prosperar y crecer. As� que San Pablo urge fervientemente que el amor debe gobernar y decidir en todos nuestros Relaciones con la iglesia y dificultades pr�cticas.

1 Corintios 8:3

Conocer a Dios y ser conocido de Dios.

La construcci�n de esta oraci�n es peculiar. Esperamos que el ap�stol diga que el hombre que ama a Dios est� solo, el hombre que se puede decir que conoce a Dios. Sin embargo, existe en sus palabras el pensamiento insuficiente de la identidad entre conocer a Dios y ser conocido de �l. Olshausen dice: "El conocimiento de Dios presupone el ser conocido de �l: el alma no vivificar� con la vida de arriba hasta que Dios se haya acercado". Puede notarse que San Pablo, al "tratar con personas curiosas y discutidoras como los corintios y g�latas, se ocupa de invertir la frase, para excluir toda glorificaci�n por parte del hombre". Las declaraciones del ap�stol Juan, en 1 Juan 4:7, 1 Juan 4:8, deben compararse con esto. Fijar la atenci�n en los dos t�rminos, "conocer a Dios"; "siendo conocido de Dios", observe

I. C�MO ESTOS EST�N RELACIONADOS. �Son dos cosas paralelas, o una sigue despu�s y resulta de la otra? Si tomamos este �ltimo punto de vista, �cu�l de los dos viene primero? Demuestre que el conocimiento de Dios es imposible para el hombre sin ayuda. Esta imposibilidad se muestra

(1) de los hechos de la naturaleza depravada y distorsionada del hombre;

(2) de las declaraciones de la Sagrada Escritura, "Ning�n hombre, al buscar, puede encontrar a Dios", etc .; y

(3) de las experiencias reales de los hombres, como individuos o como naciones. Cuatro mil a�os de experimento dejaron a Dios todav�a virtualmente como el "Dios desconocido". Dios debe acercarse gentilmente a nosotros, revelarse a nosotros, manifiestamente preocuparse por nosotros y demostrar que nos conoce, o nunca podremos llegar a aprehenderlo. Y esto lo ha hecho en la manifestaci�n de su Hijo. Y esto todav�a lo hace en una respuesta individual amable al alma abierta y confiada. Si somos conocidos de Dios, tomados en su especial consideraci�n y favor; si �l "levanta sobre nosotros la luz de su semblante", entonces podemos decir que lo conocemos. Pero el conocimiento viene siempre por la condescendencia divina hacia nosotros, no por los esfuerzos sin ayuda de nuestro intelecto. Nuestro Se�or puso esta verdad bajo otra figura cuando dijo: "Nadie puede venir a m� excepto el Padre que me envi� a atraerlo". Aquellos a quienes Dios conoce, en el sentido de "aprueba", "se revela a s� mismo", son aquellos solos a quienes, en cualquier sentido alto, apropiado y espiritual, se les puede decir que "conocen a Dios".

II EN LO CUAL ESTOS EST�N BASADOS. "Si alguno ama a Dios". Nuestro mejor conocimiento proviene del amor, no del intelecto. El conocimiento mutuo del esposo y la esposa, de la madre y el hijo, no proviene del estudio mental del otro, sino de las relaciones y revelaciones del amor. Y tan solo podemos conocer a nuestro Padre celestial. Que se acerque a nosotros en comuniones de gracia, y nuestros corazones seguramente descubrir�n cu�n precioso es. "Lo veremos tal como es". La visi�n corporal no ser� necesaria, porque las almas pueden ver. El intelecto puede retroceder, porque el amor puede ver, sentir y saber. Se observar� que el amor del que habla aqu� San Pablo se ve, no en su aspecto sentimental sino pr�ctico. Es la caridad la que tiene en cuenta las debilidades de los dem�s y act�a con el deseo de ayudarlos. La caridad es la expresi�n variada del amor apreciado en el coraz�n; algo as� como la obediencia es la expresi�n de la fe. La fe se ve en las buenas obras, y el amor se ve en la caridad. John Tauler, el m�stico, sugiere sugerentemente: "Dios es llamado el" Maestro del amor ", porque �l premia el amor; �l recompensa con amor; y �l recompensa por amor". Vea la versi�n revisada en Lucas 2:14, "En la tierra, paz entre los hombres en quienes est� complacido", u "hombres de buena voluntad", de amor o caridad. Impresione cu�n fervientemente debemos buscar esa disposici�n y el car�cter que acercar� a Dios a nosotros, y as� nos dar� la aprensi�n salvadora de �l. "Lo amamos porque �l nos am� primero". Y podemos juzgar nuestro amor por Dios si nos aferramos a nuestro hermano; para "Si un hombre dice: Amo a Dios y odia a su hermano, es un mentiroso", "Y este mandamiento tenemos de �l, que el que ama a Dios ama a su hermano tambi�n".

1 Corintios 8:5, 1 Corintios 8:6

No dioses, sino Dios.

Dos verdades primarias y fundamentales de la religi�n se comprometieron a mantener a los jud�os como naci�n. Fueron revelados y totalmente aprehendidos por Abraham, y fueron la raz�n de su separaci�n de su entorno polite�sta en el pa�s de los Caldeos, y del posterior notable aislamiento de sus descendientes en el peque�o, compacto y central pa�s de Palestina. . Esas dos verdades eran: la unidad y la espiritualidad de Dios. "Dios es uno;" "Dios es un esp�ritu". Es la primera de estas verdades que San Pablo reafirma aqu�, en vista de la concepci�n pagana de muchas deidades y divinidades; y no puede haber ninguna duda sobre el testimonio claro que el cristianismo hace de la verdad de la unidad divina. Solo hay un Dios, cuyo favor y reconciliaci�n debemos buscar, y cuyo reclamo de obediencia y servicio debemos cumplir. Es cierto que el mahometanismo tambi�n afirma la unidad de Dios, pero agrega la declaraci�n cuestionable, "y Mahomet es su profeta". El cristianismo s� declara que hay "tres personas en un Dios"; y que "Jesucristo es el Hijo de Dios"; pero ambas verdades deben ser sostenidas, y pueden ser sostenidas, consistentemente con nuestra fe en la unidad Divina. Tenemos que evitar los peligros del trite�smo y de las concepciones de la divinidad de Cristo que no alcanzan a su Deidad esencial; para "la Palabra era Dios"; "Dios se manifiesta en la carne". En los vers�culos que tenemos delante tenemos:

I. LA NOCI�N COM�N DE DIOSES Y SE�ORES. "Como habr� muchos dioses y muchos se�ores". El paganismo poblaba la tierra, el mar y el cielo con diferentes �rdenes de divinidades, e imaginaba dioses que presid�an monta�as, arroyos y flores; sobre inundaci�n y. pestilencia y fuego; sobre la virtud y sobre el vicio; sobre familias y naciones. Ilustrar por las impresiones hechas sobre San Pablo cuando entr� por primera vez en Atenas. El lugar le parec�a lleno de �dolos, "entregados a la idolatr�a". Hab�a una jerarqu�a regular; y probablemente una tenue noci�n de un dios supremo. a quienes el resto estaba subordinado, pero como estos dioses y se�ores menores manten�an relaciones directas y cercanas con los hombres, era inevitable que recibieran toda la adoraci�n. Ilustrar de lo que se observa en tierras paganas ahora; especialmente donde el paganismo est� asociado con el aprendizaje y la civilizaci�n, como en India. Muestre qu� complicadas preguntas sociales surgen en ese pa�s a partir de los reclamos conflictivos de los numerosos dioses y se�ores; y la dolorosa incertidumbre que los hombres en los pa�ses id�latras deben sentir acerca de si han propiciado al dios correcto o si han dejado a un ofendido a�n para ejecutar su venganza. En contraste con el paganismo elaborado, la adoraci�n y el servicio del �nico Dios es simple y satisfactorio. Teme a Dios, y no hay nadie m�s a quien temer.

II LA NOCI�N CRISTIANA DE "DIOS" Y "SE�OR". Se puede tomar las dos palabras para incluir al Ser Divino como un Objeto de adoraci�n, y como nuestro Gobernante pr�ctico. Nuestro Dios es a la vez el Ser m�s elevado que podemos concebir, que con raz�n reclama nuestra reverencia; y el centro mismo de toda autoridad, ante cuya voluntad debemos inclinarnos por completo. Pero los dos t�rminos pueden usarse para indicar la unidad, pero la distinci�n, del Padre y del Hijo. El t�rmino "se�or" sugiere la inmediatez de las relaciones de Cristo con nosotros. Entonces la palabra "Dios" puede representar el ser esencial; y la palabra "Se�or" para el ser mediador.

1. El ser esencial: Dios. Cuatro puntos son notados aqu� por San Pablo.

(1) Dios es uno.

(2) �l es el Padre: esa relaci�n es la m�s adecuada para representarlo, porque incluye el inter�s personal de su amor por cada una de sus criaturas, que palabras como "Rey", "Gobernante", "Juez" "Gobernador moral", no.

(3) Todas las cosas son de �l. �l es el �nico Creador de las cosas y de los hombres. Y

(4) somos testigos de �l, quienes est�n obligados a sostener con firmeza y mostrar plenamente esta primera verdad del �nico Padre Dios.

2. Su ser mediador. Bajo este t�rmino, aprehendemos al �nico Dios como el Se�or Jesucristo, y debemos ver que �l es pr�cticamente

(1) nuestro actual Se�or y Gobernante;

(2) nuestro �nico Mediador en su manifestaci�n de s� mismo en nuestra carne y en nuestra tierra; y

(3) nuestra posici�n cristiana y esperanza cristiana est�n solo en �l y por �l. Abrazando completamente esta verdad de la unidad Divina, seremos completamente liberados del temor de ofender a los "dioses muchos o se�ores muchos", ya sean hombres o divinidades imaginarias.

1 Corintios 8:9

Nuestro trato con los hermanos d�biles.

Nuestra libertad puede convertirse en un obst�culo para los dem�s, y contra esto debemos estar constantemente en guardia. Siempre habr� a nuestro alrededor algunos "hermanos d�biles".

1. Pueden ser intelectualmente d�biles, realmente incapaces de comprender m�s que las simplicidades de la verdad, y pensar f�cilmente que lo que no pueden comprender ni apreciar debe ser un error. Tambi�n existe el sesgo mental, que impide que los hombres aprecien o reciban m�s que alg�n lado particular de la verdad. Y este sesgo mental es a menudo la aflicci�n de hombres que de otro modo son inteligentes; y se convierte en la ocasi�n de mucha intolerancia religiosa.

2. Pueden ser d�biles en conciencia. En lugar de atestiguar firmemente lo que est� bien y lo que est� mal, su conciencia solo puede presentar escr�pulos, preguntas y dudas. Es lo mismo decir que tienen poco poder de decisi�n; y se siente inquieto e incierto, y d�bilmente lleno de miedos, cuando se toma una decisi�n.

3. Pueden ser d�biles a trav�s de las reliquias de los viejos h�bitos. Un hombre no puede separarse inmediatamente de todo su entorno; y fue muy dif�cil para los cristianos gentiles sacudirse sus nociones paganas. Los misioneros ahora, en tierras paganas, est�n gravemente perplejos por los persistentes sentimientos y h�bitos de sus conversos. Y en Corinto, muchos no pod�an salir de la idea de que la carne ofrecida a un �dolo debe ser contaminada y no apta para sus cristianos que comen. Por lo tanto, se puede demostrar que todav�a hay "hermanos d�biles" con nosotros; algunos que se ofenden con verdades superiores, que son intelectualmente incapaces de alcanzar; otros que tienen escr�pulos sobre lo que est� permitido a los cristianos en la vida social, y otros que fijan l�mites estrechos para la observancia del s�bado y otros detalles de la conducta cristiana. Ahora, San Pablo establece algunos de los principios sobre los cuales debemos tratar con estos "hermanos d�biles".

I. EL PRINCIPIO DE FIRMEZA. M�s especialmente si la debilidad de nuestro hermano pone en peligro la verdad. Las concesiones a nuestros hermanos m�s d�biles pueden llegar al m�ximo, siempre que se refieran solo a nuestras relaciones personales con ellos. Pero no podemos conceder nada si la debilidad de nuestro hermano pone en peligro la verdad vital. Entonces debemos ser firmes y mantenernos firmes, y reclamar nuestra plena libertad para recibir cualquier verdad que Dios se complazca en darnos. E incluso se descubre, en la vida pr�ctica, que la debilidad de nuestro hermano en materia de detalles se resuelve mejor con una resistencia firme e inteligente. Debemos ser especialmente cuidadosos de que nuestros tratos con nuestros hermanos de ninguna manera fomenten y alienten su debilidad. Los modos de guardar el s�bado, o las relaciones de los cristianos con las diversiones p�blicas, proporcionar�n las ilustraciones necesarias.

II EL PRINCIPIO DE AYUDA; dondequiera que estemos en relaci�n con los "hermanos d�biles" que nos puedan dar un poder de influencia sobre ellos. Si condescendimos con ellos, solo puede ser que podamos sacarlos de su debilidad y fortalecerlos. Tal influencia �til que podemos ejercer

(1) por ense�anzas directas;

(2) por nuestro propio ejemplo personal. Otros pueden ver que lo que ellos llaman "nuestra libertad" de ninguna manera da�a nuestra vida espiritual, y ver eso puede ayudarlos a corregir sus errores.

III. EL PRINCIPIO DE LA CARIDAD SACRIFICADORA. En realidad, privarnos de los placeres y de lo que creemos que son cosas tanto permisibles como buenas, para que no seamos un obst�culo o una lesi�n para los dem�s. Ilustrar en el caso con el que San Pablo est� tratando aqu�; y muestre cu�ntos buenos cristianos hoy en d�a se abstienen de cosas como bailes y teatros porque est�n ansiosos por no poner un obst�culo en el camino de los dem�s. Nuestras dificultades pr�cticas en la vida se aplican a las cosas indiferentes; y en tales asuntos es apropiado que regulemos nuestra conducta por los efectos que pueda tener en otros. El verdadero esp�ritu cristiano nos llevar�a a decir: "M�s bien d�jame sufrir absteni�ndome de lo que deber�a disfrutar, y podr�a hacer sin ninguna lesi�n personal, que dejar que mi hermano sufra, ya sea por el juicio que formar�a de mis acciones, o por imitar mi ejemplo a su propio dolor grave ". - RT

1 Corintios 8:13

La ley del autocontrol cristiano.

No se presentan m�s preguntas desconcertantes al cristiano que las que tratan con las limitaciones de su libertad cristiana. Si el hombre cristiano estuviera solo en el mundo, o si estuviera seguro de que sus acciones no influir�an de ninguna manera en quienes lo rodean, hay muchos placeres personales en los que podr�a darse el gusto libremente, y tendr�a poca necesidad de autocontrol. Al menos ser�a una "ley en s� mismo", y no necesita hacer leyes para s� mismo al considerar a los dem�s. Pero ninguno de nosotros puede vivir bajo tales condiciones. No solo somos un "espect�culo para los hombres y los �ngeles", sino que cada acto nuestro tiene influencia en alguien, afectando a otros para bien o para mal. Y este hecho debemos tenerlo en cuenta solemnemente. Las relaciones de la vida son las principales fuentes de nuestro placer, pero nos brindan todas nuestras responsabilidades y, aunque nuestra conducta en todas las cosas esenciales debe determinarse solo por lo correcto, en todos los asuntos que quedan a nuestra decisi�n, estamos obligados considerar c�mo otros considerar�n nuestra conducta; e incluso debemos tener en cuenta c�mo pueden malinterpretar y tergiversar, y as� hacer travesuras con nuestras acciones. Es cierto que "el miedo al hombre trae una trampa", pero tambi�n es cierto que el amor del hombre y el sincero deseo de bendecir a los dem�s siempre nos ayudar�n a formar buenos juicios sobre lo que es prudente y aconsejable. Los corazones sinceros est�n llenos de ansiedad, no sea que, por cualquier indulgencia personal o muestra innecesaria de una fuerza moral superior, deben "pecar contra los hermanos m�s d�biles". Debe observarse que sobre las cosas dudosas, Dios no establece reglas directas. Se espera que el hombre cristiano haga sus propias sabias leyes de autocontrol. Si es sincero y sincero, se har� dos leyes supremas.

I. LA LEY DE LA CARIDAD HACIA NUESTRO HERMANO. Es decir, en cada caso discutible o dudoso, �l dar� la ventaja a su hermano y actuar� teniendo en cuenta incluso sus debilidades. Debe entenderse claramente:

1. Que cuando, en un esp�ritu de caridad, un hombre cristiano se somete a fuertes restricciones, no altera sus puntos de vista sobre la debilidad de la dificultad de su hermano o la posibilidad de actuar o disfrutar sin lesiones personales. El punto mismo de su virtud cristiana es que, aunque reconoce la correcci�n de la cosa para s� mismo, se abstiene por el bien de los dem�s. No habr�a virtud en su moderaci�n si cambiara de opini�n sobre la correcci�n del acto. �l tiene su propia opini�n, pero en el amor cristiano cede ante la opini�n de otro.

2. Tambi�n podemos ver que, cuando el cristiano se pone bajo control por el bien de un hermano d�bil, es que puede obtener influencia sobre �l que lo sacar� de su debilidad. No puede ser parte del deber cristiano condescender a la debilidad de un hermano y dejarlo d�bil. Si San Pablo se abstuvo de comer la carne que se hab�a ofrecido a los �dolos, ten�a la esperanza de lograr que los hermanos d�biles se dieran cuenta de que, dado que un �dolo es "nada en absoluto", no puede contaminar ninguna carne. Nuestra caridad no se refiere al caso particular, sino al bienestar total de nuestro hermano m�s d�bil.

3. Adem�s, se puede demostrar que las restricciones bajo las cuales se pone el hombre cristiano, por las persuasiones de su amor fraternal, pueden ser severas y dif�ciles al principio, pero se vuelven m�s f�ciles despu�s de un tiempo, y a menudo se convertir�n en una bendici�n para �l. el �ltimo. Esto puede ilustrarse eficientemente en el caso de un hombre que abandona toda bebida alcoh�lica en aras de ayudar a un hermano que est� en peligro por las tentaciones del demonio de la bebida. Si tiene una disposici�n social, puede costarle mucho renunciar a h�bitos establecidos desde hace mucho tiempo, pero puede demostrar, tanto en salud como en medios, que la moderaci�n de la caridad cristiana puede convertirse en una bendici�n para el que la manifiesta, as� como a �l por cuyo bien se han hecho los sacrificios. Dios siempre nos concede las recompensas de hacer lo correcto y hace que la "caridad sea bendecida dos veces".

II LA LEY DE LEALTAD A CRISTO. Nuestro �nico prop�sito supremo debe ser servirle, y �l nos ha dicho que lo que se le hace al "menor de los hermanos" se le "hace a �l". Creemos que, en la grandeza de nuestra lealtad, har�amos cualquier cosa por Cristo, y nos pondr�amos bajo cualquier tipo de restricciones, si �l realmente estuviera aqu� con nosotros en la carne. Pero �l pone nuestra lealtad bajo una prueba severa cuando dice: "Haz a tu hermano d�bil, haz por el bien de tu hermano d�bil, justo lo que hubieras hecho por m�". Creemos que podr�amos ir sin carne, o guardar bebidas, de una vez y para siempre, si Jes�s lo deseara. Es el deseo de Cristo lo que se nos expresa cuando somos llevados a ver que nuestra "libertad" est� hiriendo a un hermano; y nuestro Se�or lo considera lealtad a �l cuando nos limitamos por el bien de un hermano. San Pablo deja esto claro. Ofender a un hermano d�bil, rechazar las limitaciones adecuadas de nuestra propia libertad cuando tales limitaciones ayudar�an a un hermano, es pecar contra Cristo, incluso contra Cristo que, en el m�ximo sacrificio, incluso muri� para salvar y santificar a los d�biles. hermano. Concluya demostrando que se puede hacer un llamamiento a nosotros, en relaci�n con este asunto, que el escritor de la Ep�stola hizo a los hebreos de una manera m�s general: "Todav�a no se han resistido a la sangre, luchando contra el pecado". �En cu�n pocos de nosotros se puede decir que las autocontrol de la caridad cristiana a�n han alcanzado las alturas sublimes del auto sacrificio!

Información bibliográfica
Exell, Joseph S; Spence-Jones, Henry Donald Maurice. "Comentario sobre 1 Corinthians 8". Los Comentarios del Púlpito. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/tpc/1-corinthians-8.html. 1897.