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1 Tesalonicenses 4

Los Comentarios del PúlpitoLos Comentarios del Púlpito

Versículos 1-18

EXPOSICI�N

CONTENIDO. � Con este cap�tulo, la segunda porci�n de la Ep�stola � comienza su aplicaci�n pr�ctica. El ap�stol exhorta y suplica a los tesalonicenses para que progresen en la vida cristiana y practiquen esos mandamientos que, cuando estaba con ellos, los dio por la autoridad de Jesucristo. Dios los hab�a llamado a la santidad y a la renuncia a sus pr�cticas paganas. Deben estar especialmente en guardia contra la impureza, a la cual, como gentiles, antes eran tan propensos. El que rechaz� sus mandamientos rechaz�, no al hombre, sino a Dios, cuyos mandamientos eran. Como ya se les ense�� a Dios en la pr�ctica activa del amor cristiano, tambi�n deben abundar en �l. No deben dejarse llevar por la emoci�n, como si el d�a de Cristo estuviera cerca, sino que con tranquilidad y honestidad cumplan con los deberes de su llamamiento terrenal, y as� elogien el evangelio a los no creyentes. Y con respecto a su ansiedad con respecto al destino de sus amigos fallecidos, deb�an ser consolados por la idea de que los muertos en Cristo no ser�an perdedores en el advenimiento, sino que resucitar�an primero y, junto con los vivos, ser�an atrapados. para encontrarse con el Se�or en su venida, y as� todos estar�n unidos en una santa comuni�n con �l.

1 Tesalonicenses 4:1

Adem�s; literalmente, finalmente; por lo dem�s, presentando la parte final o pr�ctica de la Ep�stola. El ap�stol usa la misma palabra en otra parte al final de sus Ep�stolas. Luego; o m�s bien, por lo tanto; conectando esta exhortaci�n con los versos finales del �ltimo cap�tulo: para que puedas ser establecido sin lugar a dudas en la santidad en la venida de nuestro Se�or Jesucristo, debes hacer tu parte, debes esforzarte sinceramente por la santidad. Nosotros; estar restringido a Paul. Os suplico, hermanos, y os exhorto por el Se�or Jes�s; o m�s bien, en el Se�or Jes�s; es decir, en comuni�n con �l, la esfera o elemento dentro del cual el ap�stol suplic� y exhort� a los tesalonicenses. �l escribi� como el �rgano o instrumento del Se�or Jes�s. Que como hab�is recibido de nosotros. Pablo aqu� apela a las exhortaciones que les dio durante su residencia entre ellos en Tesal�nica. C�mo deb�is caminar y agradar a Dios; c�mo deben comportarse para agradar a Dios. El caminar era el medio de agradar. El R.V., despu�s de estas palabras, sobre la autoridad de los manuscritos, agrega, "incluso mientras caminas". Para que abund�is m�s y m�s. El ap�stol reconoce su andar cristiano; ya hab�an entrado en el camino; su conducta fue santificada; pero los exhorta a que abunden all� con mayor cuidado y fidelidad.

1 Tesalonicenses 4:2

Porque lo sab�is; apelando a su memoria en confirmaci�n de lo que hab�a dicho. Qu� mandamientos te dimos por el Se�or Jes�s; o, a trav�s del Se�or Jes�s; es decir, no solo por su autoridad, sino por medio de �l, de modo que estos mandamientos no procedieron de Pablo, sino del Se�or Jes�s mismo. Tenemos aqu�, y de hecho en este cap�tulo, una afirmaci�n de la inspiraci�n del ap�stol: los mandamientos que dio a los Tesalonicenses fueron los mandamientos del Se�or Jes�s.

1 Tesalonicenses 4:3

Porque esta es la voluntad de Dios. La frase "la voluntad de Dios" tiene dos significados en las Escrituras: el primero es la determinaci�n de Dios: su decreto; el otro es su deseo, aquello en lo que se deleita; una voluntad, sin embargo, que puede verse frustrada por la perversidad de sus criaturas. Es en este �ltimo sentido que aqu� se emplea la palabra. Incluso tu santificaci�n; consagraci�n completa; santidad tomada en su forma m�s general. utilizar. Nuestra santidad es el gran dise�o de la muerte de Cristo, y es la voluntad revelada de Dios. Algunos (Olshausen, Lunemann) restringen el t�rmino a la pureza moral y consideran la siguiente cl�usula como su explicaci�n (comp. Romanos 12:1). Para que se abstengan de fornicaci�n; un vicio que prevalece temerosamente entre los paganos y que, de hecho, dif�cilmente consideraron incorrecto. Especialmente fue el gran pecado de Corinto, del cual escribi� el ap�stol, la diosa patrona de cuya ciudad era Venus.

1 Tesalonicenses 4:4

Que cada uno de ustedes debe saber poseer. La palabra aqu� traducida "poseer" significa m�s bien "adquirir". El R.V. presenta la cl�usula, "de la cual cada uno de ustedes sabe c�mo poseerse"; por lo tanto, admite la traducci�n, "para obtener el dominio sobre". Su recipiente Esta palabra ha dado lugar a una diversidad de interpretaci�n. Especialmente se le han dado dos significados. Para algunos se supone que es una expresi�n figurativa de "esposa", en cuyo sentido la palabra es utilizada, aunque rara vez, por escritores hebreos. Peter habla de la esposa "como el vaso m�s d�bil" ( 1 Pedro 3:7). Este es el significado adoptado por Agust�n, Schott, Do Wette, Koch, Hofmann, Liinemann, Riggenbach; y, entre los expositores ingleses, por Alford, Jowett, Ellicott y Eadie. Sin embargo, este significado debe ser rechazado como inusual y extra�o, e inadecuado para lo que sigue en el siguiente verso. El otro significado, "el propio cuerpo", es m�s apropiado. As�, Pablo dice: "Tenemos este tesoro", es decir, el evangelio, "en vasijas de barro" ( 2 Corintios 4:7; comp. Tambi�n 1 Samuel 21:5). El cuerpo bien puede compararse con un recipiente, ya que contiene el alma. Este significado es adoptado por Cris�stomo, Calvino, Grocio, Bengel, Olshausen, Meyer; y, entre los expositores ingleses, por Macknight, Conybeare, Bishop Alexander, Wordsworth y Yaughan. En santificaci�n y honor. Lo que el ap�stol requiere aqu� es que cada uno obtenga el dominio sobre su propio cuerpo, y que mientras, como gentiles, hayan entregado a sus miembros siervos a la inmundicia y a la iniquidad a la iniquidad, ahora, como cristianos, deben rendir a sus siervos miembros. a la justicia a la santidad ( Romanos 6:19).

1 Tesalonicenses 4:5

No en la lujuria de la concupiscencia, no en la pasi�n de la lujuria (R.V.), incluso como los gentiles que no conocen a Dios; y por lo tanto de quien no se pod�a esperar nada mejor. El sentido moral de los paganos era tan pervertido y su naturaleza tan corrupta que consideraban la fornicaci�n como algo indiferente.

1 Tesalonicenses 4:6

Que ning�n hombre vaya m�s all�; o transgredir. Y defraudar; o, como est� al margen de nuestras Biblias, oprimir, o extralimitarse; mal (R.V.). Su hermano. No es una exhortaci�n contra la deshonestidad, o la prohibici�n de todos los intentos de extralimitarse en las relaciones mutuas habituales, ya que las palabras parecen implicar a primera vista, y como algunos lo consideran (Hofmann, Lunemann, Riggenbach); pero, como es evidente por el contexto, una continuaci�n de la exhortaci�n anterior, una prohibici�n contra la impureza. En cualquier asunto; o, m�s adecuadamente, en el asunto, es decir, aquello sobre lo que he estado hablando. "Un ejemplo de la reserva modesta y la delicadeza refinada que caracterizan el lenguaje del santo ap�stol al hablar de las cosas que los gentiles hicieron sin verg�enza, y por lo tanto, con una casta timidez de palabras, encomiando el deber de pureza inmaculada en los hechos" (Wordsworth). �� Porque el Se�or es el vengador de todo eso; cualquiera de todos los que est�n as� estafados o de todas esas pr�cticas pecaminosas. Como tambi�n te hemos advertido y testificado.

1 Tesalonicenses 4:7

Porque Dios no nos ha llamado a; o, con el prop�sito de. Impureza; impureza moral en general. Pero a; o en en un estado de santidad; o santificaci�n; la misma palabra que en el tercer verso; para que la santidad sea toda la esfera de la vida cristiana

1 Tesalonicenses 4:8

Por tanto, el que menosprecia; o, como est� en el margen, rechazar (R.V.). Lo que se rechaza son los mandatos anteriores a la pureza moral, o el llamado cristiano a la santidad, o, mejor a�n, el propio Pablo, como el �rgano de Dios. Desprecia; o, rechazar. No hombre; es decir, no yo, como si las �rdenes fueran dadas por m� mismo, fueran de mero origen humano. Pero dios; El Dador de estos comandos. As� tambi�n Pedro dijo a Anan�as: "No mentiste al hombre, sino a Dios" ( Hechos 5:4); y nuestro Se�or dice: "El que te rechaza, t� me rechazas a m�" ( Lucas 10:16). Quien tambi�n nos ha dado su Esp�ritu Santo. Si esta es la lectura correcta, entonces el ap�stol aqu� nuevamente afirma su propia inspiraci�n, y eso en los t�rminos m�s fuertes y claros. Los mejores manuscritos, sin embargo, se leen, "quien te da su Esp�ritu Santo" (R.V.) - una fuerte aplicaci�n de la santidad, en la medida en que el Esp�ritu Santo se les dio con el prop�sito expreso de producir santidad dentro de ellos.

1 Tesalonicenses 4:9

El ap�stol ahora procede a una nueva exhortaci�n. Pero como conmovedor amor fraternal. El amor fraternal es el amor de los cristianos a los cristianos, ese afecto especial que los creyentes se tienen entre s�; una virtud que fue llevada a tal perfecci�n en la Iglesia primitiva como para provocar la admiraci�n de sus adversarios paganos. Esta virtud a menudo se inculca en las Escrituras ( Hebreos 13:1; 1 Juan 3:14), y se distingue del amor en general ( 2 Pedro 1:7). No necesitas que te escriba; Una reprensi�n delicada y gentil. Porque vosotros mismos sois ense�ados de Dios. No estamos aqu� para pensar en el nuevo mandamiento de amor fraternal dado por el Salvador, ni en la compasi�n divina que nos estimula a amar; pero "ense�ados por Dios" por las influencias del Esp�ritu en sus corazones y conciencias para amarse unos a otros.

1 Tesalonicenses 4:10

Y de hecho lo hac�is con todos los hermanos que est�n en toda Macedonia. No solo para aquellos en Tesal�nica, sino para todos los creyentes en su pa�s y vecindario. Pero les suplicamos, hermanos, que aumenten m�s y m�s; que progres�is en el amor fraternal, que aumente en pureza, en calor y en extensi�n.

1 Tesalonicenses 4:11

Y que estudies; literalmente, que sean ambiciosos. Estar callado; para evitar disturbios, para vivir en paz. La ambici�n mundana excluye la quietud y provoca inquietud; de modo que la advertencia del ap�stol es realmente, "que sean ambiciosos para no ser ambiciosos". Los disturbios que perturbaron la paz de la Iglesia de Tesal�nica no fueron pol�ticos, sino religiones; surgi� de la emoci�n natural que ocasionaba la entrada del nuevo sentimiento del cristianismo entre ellos. Tambi�n parecer�a que estaban entusiasmados con la idea del advenimiento inmediato de Cristo. Esto hab�a ocasionado des�rdenes y hab�a provocado que varios descuidaran sus asuntos ordinarios y se entregaran a una inactividad indolente, de modo que la prudencia cristiana se desbordara. Quiz�s, tambi�n, la liberalidad de los miembros m�s ricos de la Iglesia fue abusada y pervertida, para promover la indolencia. Y para hacer tu propio negocio; para atender los deberes de su vocaci�n mundana, para evitar la ociosidad. Y trabajar con tus propias manos. De esto parecer�a que los miembros de la Iglesia de Tesal�nica estaban compuestos principalmente por las clases trabajadoras. Como te lo ordenamos. En la Ep�stola a los Efesios se da una exhortaci�n precisamente similar: "Que el que rob� no robe m�s: sino que trabaje, trabajando con sus manos lo que es bueno" ( Efesios 4:28).

1 Tesalonicenses 4:12

Que camines honestamente; es decir, honorablemente; decoroso. Hacia los que est�n afuera; sin la palidez de la Iglesia Cristiana, hacia aquellos que no son cristianos, ya sean jud�os o gentiles, el mundo incr�dulo. As� tambi�n, en otra Ep�stola, el ap�stol dice: "Camina en sabidur�a hacia los que no tienen" ( Colosenses 4:5). Para que no os falte nada; ya sea neutro, de nada; o quiz�s m�s bien masculino, de ning�n hombre; que no teng�is necesidad de pedir ayuda ni a los paganos ni a los hermanos cristianos; en la medida en que trabajar con sus manos lo pondr� en posesi�n de lo que es necesario para la vida; mientras que la ociosidad implica necesariamente pobreza y dependencia de los dem�s.

1 Tesalonicenses 4:13

Con este vers�culo, el ap�stol pasa a otro tema, a saber, consolar a quienes lloraban la muerte de sus amigos. Parecer�a que los tesalonicenses estaban perplejos y angustiados por el destino de sus amigos fallecidos, temiendo que estos extra�ar�an esas bendiciones que esperaban que Cristo les confiriera en su advenimiento. Sus puntos de vista sobre el tiempo y la naturaleza del advenimiento y del estado futuro en general fueron confusos. Esperaban que Cristo viniera de inmediato y estableciera su reino en la tierra; y consecuentemente tem�an que aquellos que hab�an muerto fueran excluidos de ella. Pero no quisiera que fueran ignorantes, hermanos; una frase usada a menudo por el ap�stol, cuando hace una transici�n a asuntos nuevos e importantes (comp. Romanos 1:13; Romanos 11:25; 1Co 10: 1; 1 Corintios 12:1; 2 Corintios 1:8). Sobre los que duermen; o se han quedado dormidos. La muerte de los creyentes en el Nuevo Testamento con frecuencia se llama "sue�o". "Nuestro amigo L�zaro duerme" ( Juan 11:11). De Stephen se dice que "se durmi�" ( Hechos 7:60). "Muchos est�n d�biles y enfermizos entre ustedes, y muchos duermen" ( 1 Corintios 11:30). "Entonces tambi�n los que durmieron en Cristo perecieron" ( 1 Corintios 15:18). "No todos dormiremos, pero todos seremos transformados" ( 1 Corintios 15:51). "Se qued� dormido" es un epitafio com�n en las primeras l�pidas cristianas. Debe observarse que no es de los muertos en general lo que habla el ap�stol, sino de los muertos en Cristo, y especialmente de los miembros de la Iglesia de Tesal�nica que hab�an muerto. Que no te aflijas. Algunos suponen que la pena por nuestros amigos fallecidos est� totalmente prohibida aqu�; en la medida en que creyeramos firmemente en su bendici�n, nos alegrar�amos y no llorar�amos. Pero el dolor aqu� prohibido es un dolor desesperado e incr�dulo; Se nos proh�be el dolor como aquellos que no tienen esperanza, no creen en una bendita resurrecci�n. Las l�grimas de Jes�s en la tumba de L�zaro han autorizado y santificado el dolor cristiano. "Pablo", observa Calvino, "eleva las mentes de los creyentes a una consideraci�n de la resurrecci�n, para que no se dejen llevar por un dolor excesivo en ocasi�n de la muerte de sus familiares, porque era impropio que no hubiera diferencia entre ellos y los no creyentes , que no ponen fin ni medida a su dolor, por esta raz�n, que en la muerte no reconocen nada m�s que destrucci�n. Aquellos que abusan de este testimonio para establecer entre los cristianos la indiferencia estoica, es decir, una dureza de hierro, no encontrar�n nada de esto. naturaleza en las palabras de Pablo ". Incluso como otros; literalmente, como el resto; a saber, los paganos. Que no tienen esperanza; sin esperanza de inmortalidad m�s all� de la muerte, o sin esperanza de la resurrecci�n. Los paganos, con muy pocas excepciones, no ten�an esperanzas de una vida futura y, por lo tanto, lloraron la muerte de sus amigos como una p�rdida irreparable. Este sentimiento desconsolado es evidente en sus escritos (para ejemplos, ver Lunemann, Alford y Jowett, in loco).

1 Tesalonicenses 4:14

Porque si creemos que Jes�s muri� y resucit�. El argumento del ap�stol se basa en la suposici�n de que Cristo y los creyentes son un solo cuerpo, del cual Cristo es la Cabeza y los creyentes son los miembros; y que, en consecuencia, lo que le sucede a la cabeza debe suceder a los miembros Nuestro conocimiento y creencia de un estado futuro, y especialmente de la resurrecci�n, se basa en la resurrecci�n de Cristo. Aun as� tambi�n los que duermen en Jes�s; o m�s literalmente, a trav�s de Jes�s. �Traer� Dios con �l? a saber, con Jes�s. Estas palabras se interpretan de manera diferente. Algunos los leen as�: "Aun as�, tambi�n los que duermen traer� Dios a trav�s de Jes�s" (De Wette, Lunemann); pero esto parece ser una construcci�n inc�moda; como entonces debemos expresar la cl�usula, "Dios traer� a trav�s de Jes�s con Jes�s". Por lo tanto, es mejor referir las palabras "a trav�s de Jes�s" a la primera cl�usula. Es a trav�s de Jes�s que los creyentes se duermen; es �l quien cambia la naturaleza de la muerte, para todo su pueblo, de ser el rey de los terrores en un sue�o tranquilo y apacible, del cual despertar�n a la vida eterna.

1 Tesalonicenses 4:15

Por esto os decimos por la palabra del Se�or; o m�s bien, por una palabra del Se�or. El ap�stol no se refiere a aquellas porciones del evangelio que registran los discursos de nuestro Se�or acerca de las �ltimas cosas; ni a algunos dichos de Cristo preservados por la tradici�n; sino a una revelaci�n directa hecha a s� mismo por el Se�or. Sabemos por las Escrituras que Pablo recibi� muchas de esas revelaciones. Que nosotros que estamos vivos y permanecemos hasta la venida del Se�or. Estas palabras son motivo de una discusi�n importante. Se ha afirmado que el ap�stol aqu� afirma que �l mismo esperaba estar vivo, con la mayor�a de aquellos a quienes estaba escribiendo, en el advenimiento del Se�or; que, seg�n sus expectativas, la segunda venida de Cristo estaba cerca. "Los que est�n vivos y permanecen" se distinguen de "los que est�n dormidos", y en la clase anterior el ap�stol se incluye a s� mismo y a sus lectores. Y una declaraci�n similar est� contenida en la Primera Ep�stola a los Corintios: "No todos dormiremos, pero todos seremos transformados" ( 1 Corintios 15:51). Tal es la opini�n adoptada por Grotius, Olshausen, Koch, Neander, Lechler, Baur, Winer, Reuse, Lunemann, Riggenbach; y, entre los te�logos ingleses, por Alford, Jowett, Stanley y Conybeare. Algunos de ellos suponen que Paul cambi� su opini�n sobre este punto: que mientras en sus primeras ep�stolas ense�� lo inmediato del advenimiento, en sus �ltimas ep�stolas renunci� a esta esperanza y esper� su propia partida. No parece haber ning�n motivo para esta opini�n. Por el contrario, parecer�a, desde la Segunda Ep�stola a los Tesalonicenses, escrito solo unas pocas semanas despu�s de esta Ep�stola, que Pablo no esperaba el advenimiento de inmediato, pero menciona una serie de eventos que intervendr�an antes de que ocurriera ( 2 Tesalonicenses 2:1). Y en esta Ep�stola, reprime la curiosidad de los tesalonicenses sobre el momento preciso del advenimiento al decirles que estaba m�s all� de la esfera de su ense�anza ( 1 Tesalonicenses 5:1, 1 Tesalonicenses 5:2). Consideramos, entonces, que el ap�stol habla aqu� como miembro del cuerpo cristiano, y usa una forma de expresi�n muy com�n: que somos cristianos que estamos vivos y permanecemos hasta la venida del Se�or; pero no tiene la intenci�n de expresar su confianza de que �l y sus conversos estar�an realmente vivos en el advenimiento. "Habl�", dice San Cris�stomo, "no de s� mismo, sino de los cristianos que estar�an vivos el d�a del juicio". Tal es el punto de vista adoptado por Cris�stomo, Calvino, Bengel, Hofmann, Lunge, Macknight, Ellicott, Obispo Alexander, Wordsworth y Vaughan. Al mismo tiempo, debe recordarse que el tiempo del advenimiento se ocult� expresamente ( Mateo 24:36; Hechos 1:7), y que podr�a ocurrir en cualquier per�odo; y, debido a su proximidad al primer advenimiento, los cristianos primitivos quedar�an profundamente impresionados con la posibilidad o incluso la probabilidad de que ocurra en sus d�as. Los cristianos deb�an estar siempre preparados para este gran evento, y por lo tanto se convirti� en una cuesti�n de expectativa. "Estrictamente hablando, la expectativa del d�a del Se�or no era una creencia, sino una necesidad en la Iglesia primitiva; aferrarse como lo hizo al pensamiento de Cristo, no pod�a soportar separarse de �l; era su ausencia, no su presencia, que a los primeros creyentes les result� dif�cil darse cuenta "(Jowett). Por lo tanto, Paul podr�a no considerar el advenimiento tan lejano en el futuro lejano, como totalmente imposible de suceder en sus d�as, sino como un acontecimiento que podr�a ocurrir en cualquier momento; pero no ense�� nada definitivo o cierto sobre el tema. � No lo impedir�; ir antes o anticipar, obtener la preferencia sobre, llegar antes, para que aquellos que est�n dormidos puedan quedar atr�s y no puedan obtener el premio. Los que duermen; aquellos que est�n muertos, para que ellos, los vivos, sean glorificados ante ellos, o tal vez obstaculicen su glorificaci�n.

1 Tesalonicenses 4:16

Por; asignando una raz�n para la afirmaci�n anterior, "porque". El mismo Se�or; no solo el Se�or como la Persona y Actor principal en ese d�a, en contraste con sus santos, sino enf�tico, "el Se�or mismo", el Se�or en su propia Persona. Descender� del cielo; donde el crucificado y resucitado Jes�s est� ahora entronizado, sentado a la diestra de Dios. Con un grito; una palabra que denota un grito dominante como el de un l�der a su anfitri�n cuando los conduce a la batalla, o del ej�rcito cuando se apresura a la lucha. Algunos refieren este grito a lo que sigue: la voz del arc�ngel y la trompeta de Dios; pero hay tres detalles aqu� mencionados. Otros lo atribuyen al mismo Cristo. Con la voz del arc�ngel; o m�s bien, de un arc�ngel. Solo hay un arc�ngel mencionado en las Escrituras ( Judas 1:9); la palabra denota, no "�ngel principal", sino "jefe o gobernante de los �ngeles". En consecuencia, supongamos que Cristo mismo se entiende aqu�, en cuanto a �l solo, se afirma, pertenece este t�tulo; pero el Se�or y el arc�ngel aqu� se distinguen evidentemente. Otros imaginan extra�amente que aqu� se quiere decir el Esp�ritu Santo. Otros se fijan en el arc�ngel Miguel ( Judas 1:9). Cristo es representado como acompa�ado por �ngeles al juicio; y es in�til preguntar qui�n es este l�der de los �ngeles. Y la trompeta de Dios; incluso cuando son� la trompeta al dar la Ley del Sina�. Tambi�n el advenimiento de Cristo al juicio se representa como anunciado por el sonido de una trompeta ( Mateo 24:31; 1 Corintios 15:51, 1 Corintios 15:52). "Debemos reconocer tres detalles, que se suceden en r�pida sucesi�n: el grito dominante del propio Rey, la voz del arc�ngel que convoca a los otros �ngeles y la trompeta de Dios que despierta a los muertos y recoge a los creyentes" (Riggen-bach ) Y los muertos en Cristo resucitar�n primero. Algunos suponen que la referencia aqu� es a la primera resurrecci�n; que los justos, "los muertos en Cristo", se levantar�n delante de los imp�os, "los muertos no en Cristo"; y que mil a�os, o el milenio, intervendr�n entre la primera y la segunda resurrecci�n ( Apocalipsis 20:4, Apocalipsis 20:5). Pero esta es una suposici�n completamente err�nea. Todo lo que se afirma aqu� es que los muertos en Cristo resucitar�n antes de que los vivos en Cristo sean cambiados; no hay contraste entre los muertos en Cristo y los muertos que no est�n en Cristo, ni ninguna alusi�n a la resurrecci�n de los imp�os.

1 Tesalonicenses 4:17

Entonces nosotros que estamos vivos y permanecemos; o, quedan; es decir, los santos que ser�n encontrados vivos en la tierra. El ap�stol se clasifica entre los vivos, porque estaba vivo. Ser� atrapado. La expresi�n describe el poder irresistible con el que los santos ser�n atrapados, quiz�s por el ministerio de los �ngeles. Junto con ellos; con los muertos en Cristo que resucitaron. En las nubes. Nuestro Se�or se describe como llegando al juicio en las nubes del cielo ( Mateo 24:30; Apocalipsis 1:7). Seg�n la representaci�n del Antiguo Testamento, se describe a Dios haciendo de las nubes su carro (Salmo 104:3). Para encontrarse con el Se�or; en su descenso del cielo a la tierra. En el aire. No es que arregle su trono en el aire, sino que pasa por el aire en su descenso a la tierra. Y as� estaremos siempre con el Se�or; compartir� una bendita eternidad en la visi�n y participaci�n de su gloria. El ap�stol no describe aqu� las solemnidades del juicio; pero se detiene en la reuni�n de Cristo y sus santos resucitados, porque su objetivo era consolar a los tesalonicenses en duelo.

1 Tesalonicenses 4:18

Por tanto, consu�late unos a otros con estas palabras; sobre la base de esa revelaci�n divina que te he hecho.

HOMIL�TICA

1 Tesalonicenses 4:3, 1 Tesalonicenses 4:7 - Santidad el dise�o de la revelaci�n.

La santidad es el fin que se busca en todas las dispensaciones de Dios.

(1) Dios nos ha elegido antes de la fundaci�n del mundo para que seamos santos ( Efesios 1:4);

(2) Cristo se entreg� por nosotros para redimirnos de toda iniquidad ( Tito 2:14);

(3) el Esp�ritu Santo es conferido para santificarnos ( Tito 3:5; 2 Tesalonicenses 2:13);

(4) la Palabra es el instrumento de santificaci�n ( Juan 17:17); y

(5) Dios nos castiga para que podamos ser participantes de su santidad ( Hebreos 12:10). En resumen, la santidad es salvaci�n: nuestra restauraci�n de la imagen moral de Dios.

1 Tesalonicenses 4:9 - Amor fraternal.

1. Su naturaleza. Es un amor para todos los creyentes como creyentes, como hijos del mismo Padre, hermanos del mismo Salvador, miembros de la misma familia, participantes de la misma gracia y expectantes de la misma inmortalidad gloriosa. Para todos los hombres estamos relacionados por una humanidad com�n, pero para los cristianos todav�a estamos m�s estrechamente relacionados por un cristianismo com�n.

2. Sus manifestaciones. Se mostrar� en actos de bondad hechos a los creyentes, al preferir su compa��a a la de los hombres mundanos y al conversar con ellos sobre temas religiosos.

3. La evidencia que surge del amor fraternal. Es una prueba de que no somos del mundo, que amamos a Dios y que somos amigos y disc�pulos de Cristo.

1 Tesalonicenses 4:11 - Tranquilidad y fidelidad en los deberes mundanos.

1. La tranquilidad. Un verdadero cristiano es de una disposici�n tranquila y retra�da; se encoge del bullicio mundano; �l est� libre de la ambici�n mundana; como el lirio del valle, ama la sombra; �l sabe que este no es su hogar, y busca un pa�s mejor, incluso celestial.

2. La fidelidad. Un verdadero cristiano cumple fielmente sus deberes mundanos, porque cree que el Se�or le ha asignado; y �l trabaja asiduamente en su llamado, porque reconoce como la ley de la Providencia que si alguno no trabaja, tampoco lo har�.

1 Tesalonicenses 4:12 - Honestidad.

1. Su naturaleza. Debemos protegernos contra la deshonestidad comercial; todos los intentos de ir m�s all� y defraudar a nuestro hermano; todo sobreestimando lo que vendemos y subestimando lo que compramos; todo rehuido del pago de deudas; todas las pr�cticas malas para ganar clientes.

2. Su importancia. Tentaciones a la deshonestidad en esta era comercial. La deshonestidad combinada con la profesi�n religiosa da ocasi�n a los enemigos de Dios para blasfemar. Debemos caminar honestamente hacia los que est�n fuera. La independencia y la nobleza de car�cter que imparte la honestidad.

1 Tesalonicenses 4:13 - La muerte de amigos.

1. La pena del cristiano por la muerte de amigos. Toda pena no est� prohibida aqu�; solo orden� no sufrir como aquellos que no tienen esperanza. El dolor cristiano es un dolor sumiso, que discierne la mano de Dios; un dolor sagrado que mejora la aflicci�n; una tristeza desinteresada que, aunque lamenta la p�rdida, se consuela al pensar en la felicidad de los difuntos; un dolor iluminado, que mira hacia el futuro, y considera que nuestra separaci�n de nuestros amigos difuntos no es ni final ni completa.

2. La mejora cristiana de la muerte de amigos. Nos ense�a la vanidad del mundo, el poder de la religi�n y la necesidad de preparaci�n para nuestra propia muerte.

1 Tesalonicenses 4:14 - Resurrecci�n de creyentes.

El fundamento de su resurrecci�n se basa en su uni�n con Cristo y en su resurrecci�n. No solo sus almas son inmortales, sino que sus cuerpos ser�n redimidos de la tumba. La voz del arc�ngel y la trompeta de Dios los llamar� desde sus tumbas y, dotados de cuerpos espirituales, ser�n atrapados en las nubes para encontrarse con el Se�or en el aire. La resurrecci�n es puramente una doctrina de revelaci�n; no formaba parte de la religi�n de la naturaleza; Las analog�as naturales que se aducen son defectuosas en puntos esenciales.

HOMILIAS DE T. CROSKERY

1 Tesalonicenses 4:1, 1 Tesalonicenses 4:2 - La importancia de vivir en armon�a con la voluntad Divina.

La parte pr�ctica de la Ep�stola comienza en este punto.

I. MARQUE LA MANERA AFECTATIVA DE LA DIRECCI�N DEL AP�STOL. "Te suplicamos y exhortamos por el Se�or Jes�s". �l no habla en el lenguaje de mando, mucho menos asume el aire de un se�or sobre la herencia de Dios, sino mansamente y afectuosamente en la forma de suplicar. Pero hab�a toda la fuerza de autoridad en la misma s�plica porque estaba basada en el Se�or Jes�s como su fuente y elemento.

II LA NATURALEZA IMPORTANTE DE SU SOLICITUD. "Que seg�n recibiste de nosotros c�mo deber�as caminar y agradar a Dios, abundar�as a�n m�s".

1. Es deber de un ministro hacer cumplir los deberes morales, as� como las doctrinas del Evangelio. Las Escrituras no saben nada del antinomianismo excepto para condenarlo. Es necesario que los ministros expongan el deber y la doctrina.

2. Es posible agradar a Dios en el caminar santo. Esto no implica que la aceptaci�n de los santos dependa de s� mismos, sino que Dios est� complacido con lo que un creyente hace en la fe desde un principio de amor, en la gracia de Cristo, para la gloria divina. "El Se�or se complace en su pueblo". Incluso cuando nuestros corazones nos condenan, "�l no reprende" ( Santiago 1:5).

3. Es necesario aumentar la piedad. "Para que abund�is a�n m�s".

(1) El ap�stol reconoce su santificaci�n comenzada. Los mejores textos agregan las palabras, "as� como tambi�n caminas".

(2) Hace cumplir la necesidad de aumentar a�n m�s la caminata santa. Debe haber un "ejercicio de s� mismos para la piedad", un resuelto "ir a la perfecci�n" en el ejercicio de cada gracia, en el cumplimiento de cada deber, "perfeccionando la santidad en el temor de Dios" ( 2 Corintios 7:1).

III. APLICACI�N DE LA EXHORTACI�N. "Porque sab�is qu� mandamientos les dimos por el Se�or Jes�s".

1. La posici�n del ap�stol era puramente ministerial, porque �l simplemente entreg� lo que recibi� mal del Se�or.

2. Los deberes morales que ordena se basan en el evangelio de Cristo, que proporciona los motivos para una obediencia sincera.

1 Tesalonicenses 4:3 - Santificaci�n, un arreglo divino.

"Porque esta es la voluntad de Dios, tu santificaci�n". El primer deber expresado es la santidad personal.

I. LA NATURALEZA DE LA SANTIFICACI�N.

1. Implica la consagraci�n de todas nuestras facultades y poderes, tanto del cuerpo como de la mente, al servicio de Dios.

2. Implica pureza personal en el coraz�n y en la vida. Debemos "limpiarnos de toda inmundicia de carne y esp�ritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios" ( 2 Corintios 7:1).

II EL TERRENO DE LA EXHORTACI�N.

1. Es la voluntad de Dios. Eso deber�a estimular el esfuerzo y alentar la oraci�n. "Ens��ame a hacer tu voluntad, porque t� eres mi Dios".

2. Fue el dise�o de la muerte de Cristo; porque "se entreg� por nosotros, para poder redimirnos de toda iniquidad y purificarse a s� mismo un pueblo peculiar, celoso de las buenas obras" ( Tito 2:14).

III. Los medios de santificaci�n.

1. Es por la verdad. "Santif�calos en tu verdad: tu Palabra es verdad".

2. Es por sus ordenanzas.

3. Es por sus providencias. (Salmo 119:71; Hebreos 12:10; Romanos 2:4.)

4. Es, sobre todo, por el Esp�ritu de santidad, como su �nico Autor. � T.C.

1 Tesalonicenses 4:3 - Advertencia contra los pecados de impureza.

El ap�stol viene de inmediato a los detalles. "Que se abstengan de fornicaci�n". Aunque el adulterio y el incesto fueron cr�menes entre los paganos, la fornicaci�n no se consider� un pecado en absoluto. Por lo tanto, podemos entender el lugar enf�tico que se le asigna a este pecado en las cartas sinodales a las Iglesias Gentiles ( Hechos 15:20), Los Gentiles "caminaron tras la carne en la lujuria de la inmundicia".

I. CONSIDERE LA HEINOSIDAD DE ESTE PECADO.

1. Es un pecado contra Dios. Entonces Joseph lo consider� ( G�nesis 39:9). La ley para restringir este pecado se basa en la raz�n: "Porque yo, el Se�or soy santo" ( Lev�tico 19:2), la naturaleza divina que los creyentes comparten por gracia es bastante inconsistente con "la corrupci�n que est� en el mundo a trav�s de la lujuria "( 2 Pedro 1:4). Este pecado tambi�n es inconsistente con el dise�o del evangelio de Cristo y la obra del Esp�ritu Santo ( 2 Corintios 7:1; Efesios 4:29, Efesios 4:30).

2. Es un pecado contra nuestro pr�jimo. Esto est� impl�cito en el s�ptimo mandamiento.

3. Es un pecado contra nuestros propios cuerpos. ( 1 Corintios 6:18.) Los pecadores deshonran sus propios cuerpos ( Romanos 1:24).

4. Es un pecado contra el alma. "Whoredom quita el coraz�n" ( Oseas 4:11).

II CONSIDERE LAS CONSECUENCIAS FATALES DE ESTE PECADO.

1. Se desperdicia el cuerpo. ( Job 20:11.)

2. Guerrea contra el alma. ( 1 Pedro 2:11.)

3. Causa verg�enza. ( Proverbios 6:33; Efesios 5:12.)

4. Implica pobreza. ( Proverbios 6:26.)

5. Se excluye del reino de Dios. (1Co 6: 9, 1 Corintios 6:10.) - T.C.

1 Tesalonicenses 4:4 - C�mo se debe mantener la pureza personal.

La santificaci�n que es la voluntad de Dios requiere que "cada uno de ustedes sepa c�mo poseer su propia vasija en santificaci�n y honor, no en pasi�n por la lujuria". El recipiente no es una esposa, sino el propio cuerpo de un hombre. Si se tratara de una esposa, se podr�a decir que todos los hombres estar�an obligados a casarse. La esposa es sin duda llamada el "vaso m�s d�bil", el significado evidente del t�rmino de comparaci�n es que el esposo tambi�n es "un vaso";

I. C�MO SE UTILIZA EL CUERPO.

1. Negativamente.

(1) No debe considerarse como algo fuera del alcance de la obligaci�n moral, como dicen los pervertidos antinomios, basando su error en las palabras del ap�stol: "No soy yo quien lo hace, sino el pecado que mora en m�". "En m�, es decir, en mi carne, no mora el bien".

(2) No debe ser herido o mutilado por el ascetismo, seg�n el ejemplo de Romish. El ap�stol condena "el descuido del cuerpo" y "el no perdonar el cuerpo" ( Colosenses 2:23).

(3) No debe hacerse "un instrumento de injusticia" a trav�s de la sensualidad, "no en la pasi�n de la lujuria". La sensualidad es bastante inconsistente con la idea misma de la santificaci�n.

2. Positivamente.

(1) El cuerpo debe mantenerse bajo control; el cristiano "debe saber poseer su propio vaso". �l "debe mantenerse debajo del cuerpo"; debe hacerlo sirviente y no amo, y no permitir que su libertad natural se convierta en libertinaje.

(2) Debe tratarlo con el debido honor: "en santificaci�n y honor";

(a) porque es la obra de Dios, porque "estamos hechos con temor y maravillosamente";

(b) porque es "el templo del Esp�ritu Santo" ( 1 Corintios 6:19);

(c) porque es un heredero de la resurrecci�n;

(d) porque es, y deber�a ser, como el creyente mismo, "un vaso para honrar, santificado y reunido para el uso del Maestro", porque el cuerpo tiene mucho que ver en la econom�a de la gracia.

II DISUASIVAS CONTRA LA IMPUREZA PERSONAL.

1. El conocimiento de Dios recibido por el cristiano debe protegernos de �l. El ap�stol aqu� atribuye la impureza gentil a la ignorancia de Dios. "Como los gentiles que no conocen a Dios". El mundo, por sabidur�a, no conoc�a a Dios, estaba alejado de la vida de Dios y, por lo tanto, hundido en el desorden moral. El ap�stol muestra en el primer cap�tulo de Romanos c�mo Dios, como una justa retribuci�n, entreg� a los gentiles id�latras a todo tipo de deshonra moral.

2. Otro disuasivo es el respeto que debemos tener por el honor familiar de un hermano. "Que ning�n hombre vaya m�s all� y defraude a su hermano en este asunto". Una violaci�n del honor familiar es un delito mucho peor que cualquier violaci�n de la propiedad. La mancha es indeleblemente m�s profunda.

3. Otro disuasivo es la venganza divina. Porque "el Se�or es el vengador de todas estas cosas". Si la venganza no llega a los hombres en este mundo, lo har� en el pr�ximo, donde tendr�n su porci�n en el lago que arde con fuego y azufre. "No heredar�n el reino de Dios" ( 1 Corintios 6:9).

4. La naturaleza del llamado Divino es otro disuasivo. Porque "Dios no te llam� a la impureza, sino a la santificaci�n". Hab�an recibido "un llamado santo", un "llamado alto"; y aunque "fueron llamados a la libertad", fueron "creados para buenas obras". Fueron "llamados a ser santos"; porque Dios dice: "Sed santos, porque yo soy santo".

5. Otro disuasivo es que el pecado involucra un desprecio de Dios, quien nos ha dado su Esp�ritu Santo para que podamos alcanzar la santificaci�n. "El que menosprecia, no menosprecia al hombre sino a Dios, que tambi�n nos ha dado su Esp�ritu Santo". Dios ha ordenado todas nuestras relaciones familiares, y cualquier deshonra que se les haga implica un desprecio de su autoridad. Tenemos en este pasaje a Dios, Padre, Hijo y Esp�ritu Santo, interesado en la salvaci�n y santidad del hombre.

1 Tesalonicenses 4:9, 1 Tesalonicenses 4:10 - Inculcaci�n de amor fraternal.

El ap�stol les recuerda a los tesalonicenses el deber de abundar en amor fraternal.

I. LA NATURALEZA DE ESTE AMOR.

1. Es el afecto de quienes son hijos del mismo Padre. ( G�latas 4:26.) Miembros de la misma "familia de fe" ( G�latas 6:10). "Todo aquel que ama al que engendr�, ama al que es engendrado por �l" ( 1 Juan 5:1).

2. Es un amor pr�ctico. "No solo de palabra, bate de hecho y de verdad" ( 1 Juan 3:18). Se mostr� en "labores de amor", especialmente en toda Macedonia.

3. Era un deber completamente comprendido por los creyentes, porque se les "ense�� de Dios a amarse unos a otros" en ambos Testamentos.

4. Fue la prueba de regeneraci�n. ( 1 Juan 3:14.)

5. Era una muestra de discipulado. ( Juan 13:35.)

6. Era esencial para el crecimiento de la Iglesia. ( Efesios 4:16.)

II LOS MOTIVOS A ESTE AMOR.

1. El mandato de Cristo. ( Juan 13:34.)

2. El ejemplo de Cristo. ( Efesios 5:2.)

3. La gloria de Cristo en el mundo es promovida por ella. ( Juan 13:35.)

4. Ser� un medio poderoso para la conversi�n del mundo ( Juan 7:21.)

III. LA MANIFESTACI�N DE ESTE AMOR.

1. Al soportar las cargas de los dem�s ( G�latas 6:2). Los tesalonicenses varios a�os despu�s mostraron este esp�ritu, como vemos en 2Co 8: 1, 2 Corintios 8:2, hacia las Iglesias de Macedonia.

2. "En honor, prefiri�ndose unos a otros" ( Romanos 12:10).

3. "Soport�ndose unos a otros, y perdon�ndose unos a otros" ( Colosenses 3:13).

4. "No sufrir el pecado sobre un hermano" ( Lev�tico 19:17) .� T.C.

1 Tesalonicenses 4:11, 1 Tesalonicenses 4:12 - Inculcaci�n del deber de una industria callada y honesta.

"Y que estudies para estar callado, y para hacer tus propios negocios, y para trabajar con tus propias manos, como te lo ordenamos".

I. UNA ADVERTENCIA CONTRA TRES MODOS DE VIDA INCONSISTENTES Y NO RENTABLES.

1. Deb�an protegerse contra un esp�ritu de inquietud. "Que estudies para estar callado". Quiz�s hab�a surgido una inquietud mental debido a su creencia en la cercan�a del advenimiento de Cristo, as� como tambi�n cierta inquietud por el destino de sus hermanos fallecidos. Condujo a un desorden de la vida poco efectivo para cualquier buen fin. El ap�stol, por lo tanto, aconseja la serenidad y la calma. Deber�amos vivir "una vida tranquila y pac�fica con toda piedad y honestidad" ( 1 Timoteo 2:2).

2. Deb�an protegerse contra un esp�ritu entrometido y pragm�tico. "Haz tu propio negocio". El amor naturalmente nos inclina a "no mirar nuestras propias cosas, sino tambi�n las de los dem�s" ( Filipenses 2:4), pero no debe provocar el descuido de nuestro propio negocio o una interferencia indebida con la de los dem�s. No debemos ser "cuerpos ocupados en asuntos de otros hombres".

3. Deb�an protegerse contra la ociosidad. "Trabaja con tus propias manos". Los conversos probablemente pertenec�an principalmente a la clase artesanal. La creencia en la cercan�a del advenimiento hab�a trastornado sus mentes y los hab�a llevado a descuidar los deberes de su llamado secular. La industria es un deber ordenado. "Que cada hombre permanezca en el mismo llamado en el que fue llamado" ( 1 Corintios 7:20). Los tesalonicenses deb�an recordarlo, porque tuvo ocasi�n de hablar de ello en su primera visita. La ociosidad tiene tentaciones peculiares.

II MOTIVOS A LA DESCARGA DE ESTOS DEBERES. "Para que caminen honestamente hacia los que est�n fuera, y para que no tengan necesidad de nada".

1. Debemos tener en cuenta la opini�n de quienes no lo tienen. Pueden juzgarnos mal, pero sus juicios pueden ser a menudo ciertos. No debemos repelerlos por nuestras inconsistencias de conducta. Debemos dar "ninguna ocasi�n al adversario para hablar con reproche" ( 1 Timoteo 5:14).

2. Debemos proporcionar un suministro para nuestros propios deseos,

(1) para apoyarnos respetablemente,

(2) y para permitirnos satisfacer las necesidades de los dem�s.

El cristianismo es sobre todo una religi�n que se respeta a s� mismo, y tiene la promesa incluso "de la vida que es ahora". La mendicidad es esencialmente degradante. � T.C.

1 Tesalonicenses 4:13 - Dolor por los muertos.

El ap�stol a continuaci�n se refiere a la participaci�n de los cristianos muertos en la venida de Cristo, respetando lo que parecen haber existido algunos malentendidos en Tesal�nica.

I. LA MUERTE DE AMIGOS ES UNA CAUSA DE DOLOR PROFUNDO A LOS SOBREVIVIENTES. Tal tristeza es instintiva, y el evangelio no lo proh�be: porque "Jes�s llor�" en la tumba de L�zaro, y los amigos de Esteban "hicieron grandes lamentos sobre �l". La verdadera religi�n no destruye, sino que restringe los afectos naturales.

II HAY UNA DIFERENCIA ENTRE CRISTIANO Y HEATHEN SORROW. La de los paganos es extravagante, porque "no hay esperanza" en la muerte de sus familiares. Es "la tristeza del mundo", que la esperanza no alivia por completo. La tristeza del cristiano es sobria y castigada por la esperanza del evangelio.

III. LA CAUSA DE LA DOLOR SAL�NICA.

1. No era que hubiera una negaci�n o duda de la resurrecci�n de los muertos, como la que existi� en Corinto.

2. Tampoco era que la resurrecci�n ya se considerara como pasada, seg�n la herej�a de Himeneo y Fileto.

3. Pero era que se tem�a que los cristianos muertos no fueran resucitados para compartir con los vivos en las glorias venideras del advenimiento.

IV. LA RESURRECCI�N HA CAMBIADO LA MUERTE A UN SUE�O. "Los que est�n dormidos".

1. No hay nada en la palabra que justifique la idea de la inconsciencia del alma en el per�odo entre la muerte y la resurrecci�n.

2. Dormir implica un despertar. Esto ocurrir� en la resurrecci�n. As�, la esperanza de la Iglesia es la esperanza de la resurrecci�n.

V. LA IMPORTANCIA DEL CONOCIMIENTO EXACTO RESPECTO AL FUTURO DESTINO DE LOS SANTOS. "No te tendr�a ignorante". La ignorancia de la verdad estropea nuestro consuelo espiritual. � T.C.

1 Tesalonicenses 4:14, 1 Tesalonicenses 4:15 - Razones contra el dolor por los muertos.

El ap�stol da varias razones por las cuales los tesalonicenses no deber�an lamentarse por sus muertos.

I. LA RAZ�N FUNDAMENTAL ES LA MUERTE Y LA RESURRECCI�N DE CRISTO. "Si creemos que Jes�s muri� y resucit�". Estos son los hechos principales del cristianismo. Est�n inseparablemente unidos, porque la resurrecci�n fue la corona del sacrificio redentor; porque si fue entregado por nuestras ofensas, fue criado nuevamente para nuestra justificaci�n. Negar uno o ambos, "todav�a estamos en nuestros pecados".

II LA SEGUNDA RAZ�N ES, CUANDO CRISTO VUELVA DE NUEVO POR LA MANO CORRECTA DEL PADRE, LLEVAR� CON �L LOS SANTOS DORMIDOS. "Aun as�, tambi�n los que duermen en Jes�s traer�n a Dios con �l".

1. Los santos muertos duermen en Jes�s. Est�n asociados con �l tanto en la vida como en la muerte. Ellos "mueren en el Se�or"; "Est�n presentes con el Se�or".

2. Acompa�ar�n a Jes�s en su segunda venida. Esto incluye

(1) su resurrecci�n de los muertos, porque "el que levant� al Se�or Jes�s nos resucitar� tambi�n por Jes�s" ( 2 Corintios 4:14);

(2) se unieron al s�quito de Jes�s para compartir su triunfo. Al resucitar de entre los muertos, se convierte en "las primicias de los que durmieron".

III. LA TERCERA RAZ�N ES QUE LOS SANTOS VIVOS NO PRECEDER�N A LOS SANTOS MUERTOS A LA VENIDA DE CRISTO. "Por esto os decimos por la palabra del Se�or, que nosotros que vivimos y permanecemos hasta la venida del Se�or, no precederemos a los que est�n dormidos". Este hecho disipar�a efectivamente su pena por sus amigos fallecidos.

1. Es un hecho conocido por una revelaci�n especial. Tales revelaciones se hicieron con frecuencia al ap�stol, como en el caso de su campo de misi�n especial ( Hechos 22:18), la posici�n de los santos gentiles ( Efesios 3:3), la Cena del Se�or ( 1 Corintios 11:23), y la realidad y las pruebas de la resurrecci�n de Cristo ( 1 Corintios 15:3).

2. Es un hecho que no implica ni la cercan�a de la segunda venida, ni la propia participaci�n del ap�stol como hombre vivo en sus glorias. �l dice: "Nosotros que estamos vivos y permanecemos para la venida de Cristo"; �l simplemente identifica a los creyentes vivos de la �ltima �poca consigo mismo, como si dijera: "Aquellos de nosotros cristianos que podamos estar vivos en el advenimiento". No pod�a haber cre�do que no morir�a antes del advenimiento, porque

(1) eso implicar�a que "la palabra del Se�or" lo hab�a enga�ado;

(2) en realidad prefer�a estar ausente del cuerpo, y hacia el final de su vida habl� de la muerte como "ganancia", y de su deseo de "partir y estar con Cristo", palabras bastante inconsistentes con esta teor�a;

(3) virtualmente declara en la Segunda Ep�stola que el advenimiento no podr�a suceder en su vida ( 2 Tesalonicenses 2:1);

(4) sab�a que ning�n hombre, ni siquiera el Hijo del hombre, conoc�a el momento del advenimiento (Mar 13: 1-37: 42).

3. Es un hecho que los santos vivos no obtendr�n el comienzo de los santos muertos en la venida del Se�or. Esta es su revelaci�n expresa del Se�or. "Los muertos en Cristo resucitar�n primero" o antes de que cambien los vivos ( 1 Corintios 15:1). Los tesalonicenses no necesitan, por lo tanto, pena por sus amigos difuntos, ni tener miedo de morir.

1 Tesalonicenses 4:16 - El orden de los eventos en el segundo advenimiento.

El ap�stol justifica su declaraci�n con una revelaci�n m�s completa de la verdad. Establece el orden de los eventos.

I. EL DESCENSO DEL SE�OR DESDE EL CIELO. "Porque el Se�or mismo descender� del cielo con un grito, con la voz del arc�ngel y con la trompeta de Dios".

1. Ser� un descenso de nuestro Se�or personal. "Sin fantasma, sin sustituto providencial, sin esp�ritu vicario"; la misma persona que ascendi� es la que descender�

2. Ser� un descenso con acompa�amientos impresionantes.

(1) "Con un grito de se�al" por el mismo Se�or, que ser� retomado y prolongado por

(2) "la voz del arc�ngel"; porque �l vendr�, "trayendo consigo a todos los santos �ngeles" ( Mateo 25:31); y

(3) "la trompeta de Dios", porque "sonar� la trompeta" ( 1 Corintios 15:52) y "enviar� a sus �ngeles con un gran sonido de trompeta" ( Mateo 24:31). Es la trompeta de Dios porque se emplea en su servicio celestial. Ser� el sonido de una trompeta literal, como la que se escuch� en el Sina� ( �xodo 19:16, �xodo 19:19). Estos diversos sonidos son para anunciar el descenso del Se�or y para reunir a los elegidos de los cuatro vientos del cielo.

II LA RESURRECCI�N DE LOS SANTOS MUERTOS. "Y los muertos en Cristo resucitar�n primero". No hay alusi�n a la resurrecci�n de los imp�os. El ap�stol se ocupa actualmente de los destinos y glorias de una sola clase. Lejos de pasar por alto a los muertos santos, la prioridad de la resurrecci�n es pertenecer a ellos.

III. EL CAMBIO DE LOS SANTOS VIVOS. Esta maravillosa transformaci�n est� aqu� m�s bien impl�cita que afirmada. "Porque no todos moriremos, pero seremos cambiados" ( 1 Corintios 15:51).

IV. LA ASUNCI�N SIMULT�NEA DE AMBAS CLASES DE SANTOS. "Entonces nosotros, que estamos vivos y quedamos, seremos arrebatados junto con ellos para encontrarnos con el Se�or en el aire".

1. Como una banda unida, los santos, en cuerpos espiritualizados, ser�n atrapados en las nubes, esas "nubes que son su carro", as� como �l mismo ascendi� "en una nube" y "una nube lo recibi� de su vista "( Hechos 1:9). Los nuevos cuerpos de creyentes podr�n pasar con facilidad por el aire.

2. Los santos entonces "encontrar�n al Se�or en el aire", no en el cielo cuando lo deja, ni en la tierra cuando se acerca, sino entre el cielo y la tierra. El ap�stol no dice si descender�n de inmediato a la tierra y regresar�n con �l al cielo. �l guarda silencio sobre la cuesti�n del juicio o la entrada en la gloria final.

V. LA RESIDENCIA PERPETUA DE LOS SANTOS CON EL SE�OR. "Y as� estaremos siempre con el Se�or".

1. Ser� una reuni�n sin despedida. La relaci�n sexual iniciada tendr� una duraci�n infinita. Los creyentes "no saldr�n m�s".

2. Implica una comuni�n �ntima con el Se�or.

3. Ser� el cumplimiento de la oraci�n de nuestro Se�or: "Que tambi�n los que me has dado est�n conmigo donde yo est�, para que puedan contemplar mi gloria" ( Juan 17:24).

VI. LA INFLUENCIA CONSOLATORIA DE TODAS ESTAS VERDADES. "Por eso consu�late unos a otros con estas palabras". Ahuyenta tu pena; los muertos no se pierden ni se olvidan; compartir�n las glorias del advenimiento. Seguramente hab�a un consuelo profundo y duradero en tales verdades.

HOMILIAS DE B.C. CAF�

1 Tesalonicenses 4:1, 1 Tesalonicenses 4:2 - Exhortaci�n.

S T. IMPORTANCIA AFECTATIVA DE PABLO.

1. �l suplica. Ha terminado la parte personal de su carta; les ha hablado de su amor, su constante recuerdo de ellos, sus oraciones por ellos, su acci�n de gracias; les ha recordado los estrechos lazos espirituales que los un�an a �l. Ahora les suplica que perseveren. �l conoce la dificultad extrema de mantener una vida cristiana en este mundo pecaminoso; �l conoce los asuntos trascendentales que dependen de la perseverancia; ama a sus conversos con un amor intenso; por eso suplica. Utiliza todos los medios de persuasi�n por turnos. Ahora �l ordena, ahora �l suplica. Algunas veces la s�plica prevalece m�s que el mandamiento, la gentileza que la autoridad. No hay cualidades m�s importantes en el trabajo del ministerio que un amor genuino por las almas, una ansiedad real y evidente por el bienestar espiritual de nuestra gente. San Pablo suplica; Es un ejemplo para todos los ministros cristianos.

2. Los exhorta en el Se�or Jes�s. Los cristianos necesitan todo tipo de aliento, consuelo, exhortaci�n. Esa exhortaci�n prevalece en el Se�or Jes�s. Su presencia, su gracia, �l mismo, es la esfera de la actividad espiritual del cristiano. El que vive habitualmente en "esa comuni�n que es con el Padre y con su Hijo Jesucristo", es m�s capaz de guiar a otros a Dios y al cielo. Porque el que tiene al Hijo, tiene la vida. El Se�or Jes�s es la vida; y el que tiene esa vida, tiene de la vida que permanece en �l el calor, el fervor, el santo entusiasmo, sin el cual la exhortaci�n religiosa no tiene poder ni realidad. "En el Se�or Jes�s". Marque con qu� frecuencia esas palabras, "en Cristo", "en el Se�or", est�n en los labios de San Pablo. Es una f�rmula constante con �l. Pero es una f�rmula llena de vida, llena de significado sagrado. "Yo no, Cristo vive en m�".

3. Les recuerda su antigua ense�anza. Les hab�a dado un cargo, y eso a trav�s del Se�or Jes�s. Hab�a recibido del Se�or lo que les hab�a entregado. Los mandamientos no eran suyos; Eran los mandamientos de Cristo. Los hab�a recibido de Cristo; y a trav�s del nombramiento, gu�a, presencia de Cristo, los entreg� a los Tesalonicenses. Apela a su recuerdo. Ellos los conocieron; ellos ten�an el conocimiento; ese conocimiento implica una responsabilidad profunda y solemne. El Se�or nos dice en el Evangelio de la condenaci�n que se cierne sobre el siervo descuidado que conoc�a la voluntad de su Se�or, y no se prepar� a s� mismo, ni lo hizo seg�n su voluntad. De ah� la fuerza de las palabras del ap�stol: "Lo sab�is". Se les hab�a dado mucho, se requerir�a mucho. Es una advertencia para ser recordados siempre, para ser constantemente presionados sobre nosotros mismos, sobre aquellos que de alguna manera est�n bajo nuestra influencia. "Lo sabes". El conocimiento, si se emite en obediencia, es muy valioso; El conocimiento sin obediencia implica un peligro terrible. "Lo sabes;" por lo tanto, debemos usar ese conocimiento, ese precioso talento confiado a nuestro mantenimiento. La tremenda alternativa est� ante nosotros: las benditas palabras: "�Bien hecho!" o la oraci�n que llena el coraz�n de estremecimiento: "�T�, siervo malvado y perezoso!"

4. Los insta a progresar continuamente. Les hab�a ense�ado a caminar y agradar a Dios. El tema de su ense�anza pr�ctica era c�mo caminar, no c�mo hablar. Deb�an caminar en el Esp�ritu, les hab�a dicho; su vida diaria en todos sus detalles y circunstancias debe guiarse por los impulsos del Esp�ritu Santo. "Habla, Se�or, porque tu siervo escucha", es la nota clave de la verdadera vida cristiana. Viviendo as� agradar�an a Dios. Agradar a Dios es la m�s alta ambici�n cristiana; la conciencia de complacerlo es el mayor gozo cristiano. Pero caminar implica progreso. Quedarse quieto es peligroso; debe emitir en retroceso. Deben continuar de fuerza en fuerza; deben olvidar las cosas que est�n detr�s y seguir con las que est�n antes. La gracia de Dios abunda; No tiene l�mite. �l da a todos los hombres generosamente, y no reprende. Entonces, el cristiano debe abundar cada vez m�s en el ejercicio de las gracias que Dios le ha comunicado; debe trabajar las obras de justicia con una energ�a cada vez mayor, a medida que la gracia de Dios llena cada vez m�s su coraz�n.

LECCIONES 1. Haz todas las cosas en el Nombre del Se�or Jes�s; aprende por experiencia el significado de esas palabras profundas, "en el Se�or".

2. Recuerde que el conocimiento implica responsabilidad.

3. Esforzarse por mantener el progreso continuo en todas las gracias cristianas, en fe, esperanza, amor, humildad, paciencia. � B.C.C.

1 Tesalonicenses 4:3 - La ley de la pureza.

I. PUREZA DEL CORAZ�N.

1. La voluntad de Dios, el gobierno de la vida cristiana. Agradar a Dios es el deseo m�s fuerte del verdadero cristiano; y lo complacemos por obediencia. El Se�or no se deleita en las observancias externas al "obedecer la voz del Se�or". La oraci�n del cristiano es: "H�gase tu voluntad". El est�ndar de esa obediencia es la obediencia de los �ngeles en el cielo. Est� por encima de nuestro alcance; pero es lo que se nos pide que apuntemos, lo que se nos pide que recemos en nuestras oraciones diarias. Deber�a ser el esfuerzo de nuestras vidas elevarnos, por la gracia de Dios ayud�ndonos, m�s y m�s cerca de ese gobierno celestial. Sin esa gracia estamos indefensos; pero "puedo hacer todas las cosas", dice San Pablo, "a trav�s de aquel que me fortalece".

2. La voluntad de Dios es nuestra santificaci�n. �l desea que todos los hombres sean salvos; pero la salvaci�n solo es posible a trav�s de la santificaci�n; porque sin santidad nadie ver� al Se�or. La santificaci�n es la separaci�n de todo lo que es malo, la consagraci�n completa del hombre al servicio de Dios, la conformaci�n gradual de la voluntad humana a la bendita voluntad de Dios. Cristo es nuestra santificaci�n. "El de Dios est� hecho para nosotros Sabidur�a, Justicia y Santificaci�n". La fe nos acerca a �l, y �l se convierte en nuestra justicia; entonces comienza el trabajo de santificaci�n. Es un trabajo progresivo, lento y gradual. Cuanto m�s crece el creyente en el conocimiento del Se�or Jesucristo, m�s ejerce ese bendito conocimiento su poder sagrado. La belleza de la santidad, la dulzura de la comuni�n con Dios, las glorias de su reino venidero, se sienten cada vez m�s profundamente. Luego, cuando los afectos se centran en las cosas de arriba, y el amor del coraz�n se centra en Dios, el alma alcanza a Cristo, anhelando por encima de todas las cosas para ser como �l, anhelando la santidad con un deseo fuerte e intenso, esforz�ndose ansiosamente por purgarse. a s� mismo de la contaminaci�n del pecado, y avanzar siempre en la obra de santificaci�n; y eso porque el Se�or. Jesucristo mora all� mismo, y los pulsos de su amor palpitan en el coraz�n convertido. El es nuestra santificaci�n. �l permanece en el coraz�n de su pueblo por la morada del Esp�ritu Santo. Todos los deseos sagrados, todos los buenos consejos, todas las obras, provienen de �l, de su presente inspirador y elevador. Esta es la voluntad de Dios; Esto es lo que Dios quiere que seamos. Es un estado muy alto y celestial; sin embargo, en sus diversos grados debe ser por la gracia de Dios a nuestro alcance. Porque �l es el Dios de la verdad; sus promesas no son enga�osas; Sus mandamientos no se burlan de nosotros con un est�ndar imposible de alcanzar.

II PUREZA DE VIDA.

1. La castidad. El ap�stol est� escribiendo a los conversos que poco tiempo antes hab�an sido paganos. Era necesario hablar muy clara y solemnemente sobre este tema; porque los paganos com�nmente consideraban esa impureza, que es un pecado tan grande a la vista de Dios, casi como algo indiferente. Pero la voluntad de Dios es nuestra santificaci�n, y la santificaci�n implica pureza. Sin santificaci�n no podemos ver al Se�or; pero los puros de coraz�n lo ver�n. Dios es luz en �l no hay oscuridad en absoluto. Hay algo horrible en la pureza inoxidable de los cielos estrellados. Cuando los miramos, nos sentimos oprimidos con una abrumadora sensaci�n de nuestra propia impureza. Es una par�bola de la inefable pureza de Dios. A su vista, los cielos no est�n limpios. �l es de ojos m�s puros que contemplar el mal; por lo tanto, solo los puros de coraz�n pueden ver su rostro. Esa pureza interior cubre toda la vida espiritual. Implica liberarse de todos los motivos inferiores: todo lo que es ego�sta, terrenal, falso e hip�crita; Es esa transparencia de car�cter que fluye de la conciencia de la presencia perpetua de Dios. Pero esa pureza interior, que es un elemento tan grande en la santificaci�n, implica la pureza perfecta de la vida exterior. La religi�n no es moralidad, pero no puede existir sin moralidad. Trasciende la moral, pero lo implica. Esta no era la ense�anza de la religi�n que los tesalonicenses hab�an abandonado. Eso admiti� la inmoralidad. Sus mismos dioses eran inmorales. Fueron servidos, no por la pureza de la vida, sino por sacrificios y ritos externos que a menudo conducen a la impureza. De ah� la urgencia de la apelaci�n del ap�stol En medio de los alrededores malvados de una ciudad pagana, viviendo en una atm�sfera de opini�n p�blica depravada, los nuevos conversos estuvieron expuestos a constantes y grandes peligros. San Pablo les recuerda que la santidad, sin la cual no hay salvaci�n, es imposible sin castidad. La fornicaci�n no es, lo que alguna vez lo consideraron, una cosa indiferente. Es un pecado terrible contra Dios. El cristianismo nos ha ense�ado esto. Lo sabemos bien Nos preguntamos por la manera clara en que los escritores paganos hablan de abominaciones que ahora no podemos nombrar. Pero el pecado todav�a existe con una fuerza terrible. Se esconde, de hecho; camina en la oscuridad; El cristianismo lo ha llevado all�. Pero a�n as�, �ay! mata a sus miles y sus diez mil. Corta un alma de Dios con una rapidez temerosa. Llena al hombre de im�genes impuras, deseos imp�os. Expulsa del coraz�n el pensamiento de Dios. El alma que est� contaminada con esta asquerosa lepra no puede rezar. No puede soportar el pensamiento de la presencia de Dios en su cercan�a que busca el coraz�n, en su terrible pureza. La impureza destruye la posibilidad del m�s m�nimo acercamiento a esa santificaci�n sin la cual no podemos ver a Dios. De ah� la necesidad de las sinceras palabras del ap�stol: "La voluntad de Dios es tu santificaci�n; y no puede haber santificaci�n si vives en la inmundicia".

2. Honor. La vida inmunda de las ciudades paganas estaba llena de pecado y verg�enza. La vida cristiana es verdaderamente honorable. El cuerpo del cristiano es una cosa santa. Ha sido dedicado a Dios. Es "para el Se�or" ( 1 Corintios 6:13). El cristiano debe adquirir un dominio sobre �l en honor. Debe ceder a sus "miembros como instrumentos de justicia para Dios". El esposo cristiano debe honrar a su esposa. El matrimonio cristiano debe ser honorable, porque es una par�bola de la uni�n m�stica entre Cristo y su Iglesia. La vida de santidad y pureza es algo que hay que honrar. Los que honran la santidad honran a Dios, quien es el Sant�simo, la �nica Fuente de santidad.

3. El conocimiento de Dios. Los paganos no conoc�an a Dios. Podr�an haberlo conocido. Hab�a manifestado en las obras de la creaci�n su poder eterno y su divinidad. Pero no les gustaba retener a Dios en su conocimiento. Cambiaron la gloria del Dios incorruptible en una imagen hecha semejante al hombre corruptible. Sus dioses falsos se parec�an a los hombres, no solo en su forma, sino tambi�n en sus pecados e impurezas. Los hombres hab�an enmarcado una concepci�n de la Deidad desde su propia naturaleza corrupta, y esa concepci�n reaccion� poderosamente sobre su car�cter. Sus dioses eran como ellos, y ellos eran como sus dioses. Los cristianos de Tesal�nica hab�an aprendido un conocimiento m�s sagrado. No deben vivir como los paganos, que no conoc�an al Dios verdadero y viviente. Su conocimiento debe actuar sobre su vida. Deben ser puros.

4. La impureza es un pecado contra el hombre. "Satan�s mismo se transforma en un �ngel de luz". Los deseos impuros asumen la forma del amor; la impureza usurpa y degrada el sagrado nombre del amor. El hombre sensual arruina en cuerpo y alma a quienes profesa amar. �l usa palabras de ternura. Es el enemigo m�s cruel y mortal de su malvado ego�smo. No le importan los lazos m�s cercanos y santos. Peca contra la santidad del matrimonio. �l trae miseria a las familias. Buscando solo la satisfacci�n de su propia lujuria perversa, transgrede y maltrata a sus hermanos. Pero su pecado traer� un castigo r�pido sobre �l. El Se�or es el vengador en todas esas cosas. No nos llam� a la impureza, sino a la santificaci�n. La santificaci�n es la esfera misma en la cual la nueva vida se mueve y se energiza. La impureza es completamente ajena a ella. El Se�or que nos llam� a la santificaci�n castigar� con esa terrible venganza que le pertenece a todos los que por su malvado placer pecan contra sus hermanos.

5. Es un pecado contra Dios. Dios nos ha dado su Esp�ritu Santo. �l les ha dado ese gran regalo "a ustedes", dice el ap�stol, a ustedes Tesalonicenses. Lo dio una vez, todav�a lo est� dando. Es este gran hecho el que hace que la impureza en los cristianos sea un pecado de tan terrible horror. Sus cuerpos son los templos de Dios el Esp�ritu Santo. Llevar el pensamiento impuro a la presencia m�s sagrada, contaminar ese cuerpo que ha tomado como Iglesia y santuario, es un ultraje, un insulto a esa Majestad Divina. Tal hombre lo ha hecho a pesar del Esp�ritu de gracia. �De qu� castigo ser� considerado digno? El Esp�ritu de pureza no puede permanecer en un coraz�n impuro. �l partir�, como una vez parti� de Sa�l. Hay cosas horribles en la Sagrada Escritura que se dicen de aquellos que resisten al Esp�ritu Santo, que no escuchar�n su voz apacible que habla en el coraz�n, sino que continuar�n molest�ndolo con desobediencia voluntaria y persistente, hasta que por fin su voz ya no se escuche. , y sus amables influencias se apagan. Es suficiente para llenar al cristiano reflexivo de asombro estremecedor cuando reflexiona sobre esa santificaci�n que requiere la Palabra de Dios y la contrasta con la prevalencia temerosa de los pecados de impureza.

LECCIONES

1. Mucho despu�s de la santidad, ora por ella, lucha por ella con los anhelos m�s profundos del coraz�n, los esfuerzos m�s fervientes de la vida.

2. Huya del m�s m�nimo toque de impureza: el pensamiento, la mirada, la palabra. Es un veneno mortal, una serpiente repugnante; punza hasta la muerte.

3. Recuerde que Dios el Esp�ritu Santo mora en el coraz�n del cristiano. Mantente puro.B.C.C.

1 Tesalonicenses 4:9 - La ley del amor.

I. EN SU LADO POSITIVO.

1. Es ense�ado por Dios. Dios es amor, y el amor es de Dios. La Iglesia de Dios es la escuela del amor. Dios mismo es el gran maestro. Nos ense�a con su propio ejemplo. "As� que Dios am� al mundo, dio a su �nico Hijo". "El Hijo de Dios me am� y se entreg� por m�". La cruz del Se�or Jesucristo nos revela el bendito amor de Dios. Dios el Esp�ritu Santo ense�a a su pueblo a comprender con todos los santos cu�l es la longitud, anchura, profundidad y altura, y conocer el amor de Cristo, que sobrepasa el conocimiento. Nos muestra algo de su propio amor bendito y nos pide que aprendamos de �l. "Este es mi mandamiento, que se amen los unos a los otros, como yo los he amado a ustedes". Somos sus disc�pulos, sus alumnos; Aprendemos de �l. �Qu� debemos aprender si aprendemos a no amar? Es la gran tarea de la vida. Nuestras vidas se desperdician si no hemos aprendido esa lecci�n m�s santa antes de morir; porque el cielo es el hogar del amor. No hay lugar para el alma que no haya aprendido a amar. Dios es el maestro Hab�a ense�ado a los tesalonicenses. Ellos amaban a los hermanos. No necesitaban, dice el ap�stol en su ternura, un maestro humano.

2. Sin embargo, San Pablo los exhorta. Porque el amor es una deuda que nunca se paga por completo. La gran lecci�n del amor nunca se aprende completamente. Somos estudiosos aburridos. Nuestro ego�smo natural nos retiene. Necesitamos cada incentivo, cada ayuda. Debe haber un crecimiento continuo. Quedarse quieto es perder terreno. Debemos instarnos a nosotros mismos, debemos instar a los dem�s, a que abunden cada vez m�s. El Se�or Jes�s es nuestro ejemplo. "Como te he amado", dice. La profundidad, la pureza de ese amor sagrado est� completamente por encima de nosotros, fuera de nuestro alcance; no podemos alcanzarlo. Vemos sus efectos en la vida de sus santos. Sabemos c�mo el amor de Cristo oblig� al santo ap�stol San Pablo a no vivir m�s para s� mismo, sino para el que muri� por �l y resucit�. Nos desesperamos por alcanzar ese alto grado de amor santo; pero debe ser el anhelo m�s fuerte de nuestros corazones avanzar continuamente, abundar m�s y m�s.

II EN SU LADO NEGATIVO.

1. La ambici�n cristiana. La ambici�n (filotimi a) es una palabra com�n en la �tica y la historia griegas, una caracter�stica prominente de la vida pol�tica griega. Hay una ambici�n cristiana; su objetivo no es ser el primero en la arena de la lucha pol�tica, sino predicar el evangelio, agradar a Dios, vivir una vida santa y tranquila (comp�rese en griego, Romanos 15:20; 2 Corintios 5:9). La filotimi pol�tica, dice Bengel, se sonroja por estar callada. Los griegos estaban ansiosos, bulliciosos, inquietos, y cada uno anhelaba ser el primero. El ap�stol busca convertir la ambici�n de los tesalonicenses en otro canal. Su ambici�n debe ser callar, mantenerse libres, en la medida de lo posible, de la excitaci�n pol�tica y la rivalidad social, para que puedan cultivar la vida interior del amor y la paz y el reencuentro con Dios. El amor los llevar�a a abstenerse de entrometerse en los asuntos de otros hombres, a cumplir con su deber en la estaci�n donde Dios los hab�a llamado. El amor los mantendr�a libres de la envidia y el esp�ritu de fiesta, y los ayudar�a a mantener una corriente de pensamiento tranquilo y pac�fico dentro de sus almas.

2. La dignidad cristiana. El amor los mantendr�a alejados de todo lo que pudiera desacreditar el evangelio. El cristiano tiene deberes con los que est�n fuera. Su luz debe brillar ante los hombres, para que puedan ser llevados a glorificar a aquel de quien proviene la luz. La vida de los cristianos de Tesal�nica debe ser honesta, devenir. El ap�stol insiste en la dignidad del trabajo honesto. Fue poco considerado. Griegos y romanos educados hablaron de ello como grosero y vulgar. El Se�or Jes�s trabaj� con sus manos, tambi�n lo hizo San Pablo. El cristianismo ha invertido la vida de la industria con su propia gracia. San Pablo aqu� usa la misma palabra en relaci�n con el trabajo honesto que en los Hechos de los Ap�stoles se emplea para designar a las damas de rango en Beraea, las "mujeres honorables" que creyeron. El cristiano debe tener cuidado de usar palabras en su verdadero sentido. No es la riqueza o el rango lo que es verdaderamente respetable, sino la virtud y la santidad. Viviendo as�, trabajando as�, no tendr�an necesidad de nada; m�s bien, tal vez, de ning�n hombre. Alcanzar�an esa honrosa independencia que le permite a uno "mirar a la cara al mundo entero, porque no le debe a ning�n hombre".

LECCIONES

1. Codicia los mejores regalos; reza por el crecimiento en la caridad.

2. Deja que tu ambici�n sea una ambici�n cristiana; trate de ser el primero en humildad, primero en el sacrificio personal, primero en el desempe�o silencioso de los deberes diarios.

3. Nunca desprecies el trabajo; fue la suerte del Se�or Jes�s; tiene su propia belleza y dignidad moral. � B.C.C.

1 Tesalonicenses 4:13 - La resurrecci�n.

I. COMODIDAD PARA EL DOLOR.

1. Los muertos en Cristo duermen. El Se�or Jesucristo ha abolido la muerte; lo ha transformado en sue�o. "Ella no est� muerta, sino que duerme", dijo sobre la peque�a hija de Jairo. El aguij�n de la muerte es el pecado, pero la sangre de Jesucristo limpia de todo pecado. El Se�or muri� y resucit�. �l muri�; se encontr� con el rey de los terrores en todo su terrible poder; pero con su muerte aboli� la muerte a sus santos. Stephen se durmi� bajo la lluvia aplastante de piedras. As� es ahora con los creyentes; son puestos a dormir a trav�s de Jes�s. A trav�s de su expiaci�n, a trav�s de su cuidado amoroso, a trav�s de su presencia amable, la muerte no es m�s que dormir para ellos. Ellos mueren en el Se�or; descansan de sus labores. No est�n inconscientes; no "duermen ociosamente", porque son bendecidos; est�n "con el Se�or, que es mucho mejor". Sin embargo, ese tranquilo descanso de los santos muertos en el Para�so es como un sue�o tranquilo en comparaci�n con la alegr�a fascinante de la gloriosa resurrecci�n. S�, ellos duermen; todav�a no han alcanzado esa perfecta consumaci�n y dicha tanto en cuerpo como en alma que ser�n suyas en la gloria eterna de Dios. All� los redimidos del Se�or, perfeccionados en fuerza y ??alegr�a, fascinados en la contemplaci�n de la belleza del Se�or, la visi�n beat�fica, ya no necesitan descansar. "No descansan d�a y noche, diciendo: Santo, santo, santo, Se�or Dios Todopoderoso, que era, y es, y est� por venir". Pero ahora descansan. Est�n en paz; son felices porque est�n con Cristo.

2. Por lo tanto, el dolor del cristiano est� lleno de esperanza. Debemos sentir dolor cuando nuestros seres queridos se caen de nuestro lado. El Se�or llor� sobre la tumba de L�zaro. No entristecerse ser�a el duro car�cter del estoicismo. El cristiano se aflige por la tumba, pero es un dolor castigado por la fe, animado por la esperanza. Los paganos podr�an envidiar las mismas flores del campo. "De hecho, mueren, pero es resurgir de nuevo con vida y belleza renovadas; mientras que el hombre, cuando muere, duerme para siempre: un sue�o quieto y silencioso; nunca m�s se despierta". Tal fue el lamento del poeta pagano. No es as� con el cristiano. �l encuentra consuelo, consuela a otros, con las benditas palabras de la Sagrada Escritura. Su pena no es desesperada, como la de los paganos: busca una reuni�n feliz en ese lugar bendito donde "no hay m�s muerte, ni pena ni llanto".

3. Esa esperanza surge de la fe. Creemos que Jes�s muri� y resucit�. La resurrecci�n de Cristo es el fervor de nuestra resurrecci�n. �l es las primicias, el primog�nito de los muertos; los que son suyos lo seguir�n. La resurrecci�n de Cristo fue un tema principal de la predicaci�n apost�lica; ahora es uno de los art�culos m�s preciosos de la fe cristiana, el centro de nuestras m�s preciadas esperanzas. Fue visto por muchos, por Mar�a Magdalena, por las otras mujeres santas, por los ap�stoles, por m�s de quinientos hermanos a la vez. "Bienaventurados los que no vieron y creyeron".

II LA VENIDA DEL SE�OR

1. Sus solemnes acompa�amientos. �l vendr�, el mismo Se�or Jes�s, con sus santos �ngeles. �l descender� del cielo con un grito. Su voz atravesar� el universo; Todos los que est�n en las tumbas lo oir�n. La trompeta sonar�. La voz de la trompeta, extremadamente fuerte, llen� al pueblo de Israel de temblor en el Monte Sina�. M�s terrible ser� la voz del arc�ngel y la trompeta de Dios que despierta a los muertos. No podemos decir qu� trompeta puede ser; pero suena, "por esto te decimos por la palabra del Se�or".

2. Su fin y prop�sito. Los muertos en Cristo resucitar�n primero. Escuchar�n su voz, aunque yacen en sus tumbas, algunas de ellas, casi desde el principio. Saldr�n, y eso primero. Luego sigue la asunci�n de los vivos. Aquellos que se encuentren vivos, que no hayan entrado en el profundo y tranquilo resto del Para�so, ser�n atrapados para encontrarse con el Se�or en el aire. Nos veremos el uno al otro; nos encontraremos con �l; estaremos para siempre con �l. "Por eso consu�late unos a otros con estas palabras".

LECCIONES

1. Que el dolor en el duelo sea un dolor cristiano, suavizado por la fe y la esperanza.

2. Los muertos santos est�n en reposo. No los llames "pobres"; son bendecidos

3. Esforc�monos por caminar con Dios ahora, para que podamos estar siempre con el Se�or.�B.C.C.

HOMILIAS POR R. FINLAYSON

1 Tesalonicenses 4:1 - Santificaci�n.

Con este cap�tulo comienza la parte hortatoria de la Ep�stola.

I. EXHORTACI�N PARA AVANZAR DE ACUERDO CON LO QUE SE HAB�A ENTREGADO A ELLOS DE LA VOLUNTAD DIVINA. "Finalmente, hermanos, les suplicamos y exhortamos en el Se�or Jes�s para que, al recibir de nosotros c�mo deben andar y agradar a Dios, as� como andan, que abunden m�s y m�s". El anuncio que se hace "finalmente" del cierre de la Ep�stola debe tomarse como que significa que la parte restante debe ser tomada con lo que ahora se presenta. Hay una transici�n natural de la perspectiva de ser irrevocable en la santidad, con la que termina la parte personal de la Ep�stola, a esta parte hortatoria. La exhortaci�n es de tono muy cari�oso. Los tesalonicenses son tratados como hermanos. Y no existe la forma simple, "Te exhortamos", sino que est� precedida por una forma menos frecuente (solo una vez utilizada por Pablo m�s all� de estas Ep�stolas a los Tesalonicenses), "Te suplicamos", que es el idioma en el que amigo presiona fervientemente a casa una solicitud de amistad. "Te exhortamos" es m�s el lenguaje en el que un maestro presiona fervientemente el deber del hogar a sus oyentes. "Te exhortamos" es, adem�s, definido y realzado por la adici�n de las palabras "en el Se�or Jes�s". Los tres maestros cristianos encontraron el elemento de su exhortaci�n, neto en s� mismos, pero en aquel que, como Salvador, tiene derecho a gobernar todas las vidas. Se da a entender que el tono de Cristo hacia nosotros es el de una exhortaci�n sincera, en la cual �l refleja perfectamente a Dios; porque se dice, en 2 Corintios 5:20, que Dios exhorta, lo que deber�a haber sido la traducci�n all�. Los maestros les hab�an entregado a los Tesalonicenses el conocimiento del Dios verdadero y, como antes hab�an tratado de complacer a sus deidades falsas, entonces, cuando llegaron al conocimiento del Dios verdadero, se convirti� en su deber complacerlo. . Tambi�n se les hab�a entregado c�mo deb�an caminar y complacer a Dios, es decir, les hab�an presentado tiffs con considerable detalle, para que pudieran seguir f�cilmente el curso de la vida que agradaba a Dios. Para su cr�dito, se podr�a decir que estaban siguiendo su curso que agrada a Dios, y lo que se les exige es que deber�an abundar cada vez m�s en �l. "El Se�or te hace abundar", es un lenguaje que ya se ha utilizado; y esta exhortaci�n a abundar cada vez m�s, que se repite en el d�cimo verso, puede decirse que es la consigna dada a los Tesalonicenses. Por mucho que hayamos caminado y complacido a Dios, no lo hemos hecho lo suficiente. Abundamos cada vez m�s en el curso que se nos se�ala en la Biblia como agradable a Dios.

II LLAMAMIENTO A SU MEMORIA EN RELACI�N CON LO QUE SE HAB�A ENTREGADO A ELLOS DE LA DIVINA VOLUNTAD. "Porque sab�is qu� cargo les dimos por medio del Se�or Jes�s". No hay un cambio feliz hecho de "mandamientos" en la traducci�n anterior a "cargar" en la traducci�n revisada aqu�. Se oculta la idea, que es que la voluntad Divina ha sido entregada en forma de mandamientos. Exist�an los diez mandamientos de la Ley moral. Estos, pose�dos por los israelitas, los colocaron mucho antes que los paganos a su alrededor. Saliendo del paganismo, ser�a una gran bendici�n para los Tesalonicenses tener esto en su memoria. Presentados junto con consideraciones cristianas, se convertir�an en mandamientos cristianos. Hubo otros mandamientos cristianos, de los cuales tenemos ejemplos hacia el final de la Ep�stola, que se reiterar�an y reforzar�an hasta que tambi�n fueran fijados en la memoria. En estos mandamientos, Pablo, Silas y Timoteo eran solo el medio de entrega. Dado por la autoridad del Se�or Jes�s, deb�an considerarse como sus mandamientos. Ahora que se hace referencia a ellos, se les pide indirectamente que los recuerden.

III. SIGNIFICADO DE LA DIVINA VOLUNTAD.

1. Generalmente. "Porque esta es la voluntad de Dios, incluso tu santificaci�n". William de Ockham afirm� que "si Dios hubiera ordenado a sus criaturas que se odiaran a s� mismo, el odio hacia Dios ser�a el deber del hombre". Fue una suposici�n violenta hacer de �l, cuya voluntad est� absolutamente casada con la santidad, y que solo puede ordenar a sus criaturas que sean santas. Aqu� se dice que la voluntad de Dios es nuestra santificaci�n. Esta es una palabra que se usa muy a menudo en sentido pasivo. "La santificaci�n es la obra de la gracia gratuita de Dios, mediante la cual somos renovados en todo el hombre seg�n la imagen de Dios, y se nos permite morir m�s y m�s al pecado y vivir para la justicia". La palabra griega aqu� tiene, sin embargo, el sentido activo. La forma en que debemos avanzar activamente en el trabajo de nuestra santificaci�n es ceder nuestra voluntad a la voluntad de Dios en todo lo que �l requiere de nosotros de un momento a otro. 'Abundando m�s y m�s en el curso que agrada a Dios, moriremos cada vez m�s al pecado y viviremos para la justicia, cada vez m�s seremos hechos seg�n la idea Divina, desde nuestra vida m�s �ntima hasta su manifestaci�n m�s externa.

2. Particularmente.

(1) Fornicaci�n. "Que se abstengan de fornicaci�n; que cada uno de ustedes sepa c�mo poseer su propia vasija en santificaci�n y honor, no en la pasi�n de la lujuria, incluso como los gentiles que no conocen a Dios". Este es uno de los mandamientos en los que la voluntad Divina encuentra expresi�n. En 1 Corintios 7:2 el matrimonio se presenta como el remedio contra la fornicaci�n. La forma aqu� es, que puede haber posesi�n de una esposa en consistencia con la santificaci�n y el honor. Esto se pone en contraste favorable con otra posesi�n perteneciente al gentilismo, posesi�n en la pasi�n de la lujuria, es decir, en la cual el deseo sensual m�rbido adquiere la fuerza de una pasi�n. El hecho de que la fornicaci�n est� tan extendida en el gentilismo con el que estaban rodeados, y del que hab�an venido �ltimamente, es la raz�n por la cual los tesalonicenses est�n especialmente protegidos contra �l. Lo que deb�a explicarse en los gentiles por su ignorancia de Dios, no deb�a excusarse en aquellos que hab�an sido bendecidos con el conocimiento de Dios.

(2) Adulterio. "Que ning�n hombre transgreda, y mal a su hermano en el asunto". Este pecado no se nombra, sino solo el mencionado en el que difiere del anterior. Siendo un extralimitador y un mal, no un vecino, sino un hermano cristiano, en el asunto involucrado, es "doblemente flaco".

IV. ADVERTENCIA. "Porque el Se�or es un vengador en todas estas cosas, como tambi�n te advertimos y testificamos". En Efesios, la advertencia es: "Que nadie te enga�e con palabras vac�as, porque a causa de estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de la desobediencia". En Colosenses es similar: "Por lo cual, por causa de las cosas, viene la ira de Dios sobre los hijos de la desobediencia". La idea aqu� es que el Se�or es vengador en todas las cosas a las que se ha hecho referencia. "Porque el Padre no juzga a nadie, sino que ha cometido todo juicio al Hijo". Como juez, debe ser considerado como un Righter entre el hombre y Dios. Cuando los hombres se entregan a la sensualidad, Dios tiene una controversia con ellos. Y, por apelaci�n de Dios contra los hombres, Cristo entra como Righter en la controversia, para reivindicar el car�cter sagrado de las leyes de su Padre, para castigar por el uso imp�o de los dones de su Padre. Desde el contexto inmediato, tambi�n se nos lleva a pensar en Cristo como m�s justo entre el hombre y el hombre. �l es el Righter del esclavo que es pisoteado sin piedad por su due�o ilegal. �l es el Righter del hombre que tiene la pureza y la paz de su casa invadida por el ad�ltero. Cuando con los Tesalonicenses, los maestros hab�an dejado clara su ense�anza. En vista del juicio, les hab�an advertido y les hab�an declarado solemnemente que estas cosas no quedar�an sin castigo.

V. EL SANTO OBJETO DE SU LLAMADO. "Porque Dios no nos llam� a la impureza, sino a la santificaci�n". El pensamiento es similar a lo que se expresa en el tercer verso. Existe esta diferencia, que la voluntad de Dios all� est� conectada con un punto hist�rico. Que recuerden el gran punto de inflexi�n del paganismo al cristianismo. Entonces Dios, graciosamente, los llam� en el evangelio de su Hijo. �Y a qu� los llam�? No era para una vida de impureza, sino que, de acuerdo con la vida santa de Cristo, de acuerdo con la santidad de Dios vindicada en la cruz, era encontrar la esfera de su llamado en la b�squeda de la santidad.

VI. EL RECHAZADOR. "Por lo tanto, el que rechaza, no rechaza al hombre, sino a Dios, que te da su Esp�ritu Santo". Esto se extrae como una conclusi�n del objeto de su llamado cristiano. No hay un rechazo real entre los tesalonicenses. Pero, en caso de que surja tal rechazo entre ellos, que se sepa que no es un rechazador del hombre en sus intereses y derechos, sino un rechazador de Dios, que ha establecido leyes y l�mites para sus criaturas. �l es especialmente un rechazador de Dios, quien da, a aquellos a quienes ha llamado en Cristo, su Esp�ritu Santo. La santificaci�n es preeminentemente la obra del Esp�ritu Santo. Y para que cualquiera de ellos se entregue a los pecados a los que se hace referencia, tendr�a esto como su condena m�s grave, que fue una frustraci�n y aflicci�n del Esp�ritu en sus santos esfuerzos.

1 Tesalonicenses 4:9 - El c�rculo cristiano y la contabilidad de los que est�n fuera.

I. AMOR HERMANO.

1. La disposici�n. "Pero con respecto al amor de los hermanos, no tienen necesidad de que uno les escriba: porque a ustedes mismos se les ha ense�ado de Dios a amarse unos a otros". Aqu� hay un toque ret�rico que se llama "pasar por alto", sin decir lo que se podr�a decir con el fin de ganar. Mientras se dice: "No tienen necesidad", el dise�o es m�s efectivo para impresionar a los tesalonicenses con la necesidad del amor fraternal. Mientras son amablemente elogiados, al mismo tiempo se les muestra cu�n apropiado es para ellos amar a los hermanos como si fueran ense�ados por Dios. Su educaci�n en este importante departamento era una realidad. Ser ense�ado por Dios no excluye la ayuda humana, la ayuda de otros, o, en contraste con eso, la autoayuda. Solo la ayuda humana no sirve, a menos que sea tomada y hecha efectiva por el Esp�ritu Santo. Las ense�anzas y las experiencias deben interpretarse internamente y hacerse luminosas para nosotros. Por lo tanto, debemos mantener una relaci�n inmediata con Dios como sus disc�pulos a quienes se les ense�a; quienes, seg�n otra representaci�n, tienen una unci�n del Santo para saber todas las cosas. Es apropiado que el que ha tomado nuestras mentes y retiene el poder soberano sobre ellos, nos ense�e. Tambi�n es apropiado que �l ense�e de acuerdo con su propia naturaleza. Como Amor, nos ha creado, nos sostiene en el ser, desea fervientemente nuestro bienestar, nos coloca bajo innumerables obligaciones para con �l. �No nos ense�ar� entonces a amar? Como bajo la ense�anza Divina formamos una hermandad de disc�pulos cristianos. Y esta es la �nica comunidad de mentes que es correcta hasta el n�cleo, que resistir� todas las pruebas, que se destacar� en la permanencia eterna. En los hermanos hay algo de excelencia cristiana en lo que descansar nuestro amor, y debemos reconocerlo, valorarlo y deleitarnos en eso, incluso bajo un exterior poco atractivo y, en el nombre de Cristo, desear su aumento y perfecci�n.

2. Su manifestaci�n. "Porque en verdad lo hac�is con todos los hermanos que est�n en toda Macedonia", se ha fundado un argumento sobre esta declaraci�n contra la fecha temprana de la Ep�stola; pero dice lo contrario. Porque no se dice que el amor se manifieste hacia todos los hermanos, sino "hacia todos los hermanos que est�n en toda Macedonia". es decir, su manifestaci�n se limitaba a�n al c�rculo cristiano m�s cercano a los tesalonicenses. Debemos pensar en Filipos, a cien millas de distancia por un lado, y Beraea, a veinte millas por el otro. A los cristianos en estos lugares hab�a encontrado oportunidades de mostrar su amor cristiano. Era tan extrovertido como podr�a estar relacionado con el corto per�odo de unos pocos meses. La palabra "hacer" es enf�tica despu�s de "ense�ado". La lecci�n es que la ense�anza divina debe ser seguido de una pr�ctica adecuada. El amor debe tener una salida libre. "El amor", dice Barrow, "es una disposici�n del alma ocupada y activa, vigorosa y vigorosa, valiente y laboriosa que incitar� a un hombre y lo empujar� hacia adelante para emprender o someterse a cualquier cosa: soportar dolores, enfrentar peligros, superar dificultades por el bien de su objeto. Tal es la verdadera caridad; nos dispondr� a amar, como lo prescribe San Juan, en el trabajo y en la verdad; no solo en el deseo mental, sino en el desempe�o efectivo; no solo en pretensi�n verbal, sino en efecto real ".

3. Su aumento. "Pero les exhortamos, hermanos, que abundan m�s y m�s". Lo que Pablo hab�a orado ( 1 Tesalonicenses 3:12) ahora est� sujeto a una exhortaci�n afectuosa. La consigna que antes se aplicaba a todo un curso que agrada a Dios ahora se aplica especialmente al amor fraternal. Deja que abunden m�s y m�s. Perm�tales buscar oportunidades para manifestar su inter�s en el pueblo de Cristo m�s all� de Macedonia. Y que miren hacia la purificaci�n e intensificaci�n de su amor hacia los hermanos. Y, con una historia cristiana m�s larga que la que ten�an, �no necesitamos la misma consigna? Si hemos abundado, abundamos m�s y m�s. Abracemos, en inter�s pr�ctico inteligente, una extensi�n cada vez m�s amplia del mundo cristiano. El gran obst�culo para el amor es el ego�smo, o el cari�o exorbitante por nuestros propios intereses, por lo que tenemos todas las razones para humillarnos ante Dios. �Cu�ndo se nos ense�ar� a abandonar esto? �Cu�ndo se nos ense�ar�, como en la gran escuela de Cristo, por la gran lecci�n de la cruz, a dar al amor el dominio ilimitado de nuestro ser, de modo que nos deleitemos de mala gana en nuestros hermanos cristianos, busquemos su avance en la excelencia cristiana, y ayudarlos en todo lo que podamos?

II CONTABLES POR ELLOS QUE EST�N SIN EL C�RCULO CRISTIANO.

1. Tranquilidad y hacer nuestro propio negocio. "Y que estudies para estar tranquilo y hacer tus propios negocios". "Ser ambicioso" es la lectura marginal de "estudio", y la idea de honor que se encuentra en la palabra griega debe ser considerada prominente por la asociaci�n. "S� ambicioso para estar callado". Esto es una paradoja; porque mientras que la inquietud pertenece a la ambici�n, debemos hacer que el objeto de nuestra ambici�n sea callar. La "ambici�n pol�tica", dice Bengel, "se sonroja por estar callada"; y, se puede agregar, la ambici�n cristiana se alegra de estar callada. �Qu� es lo que aqu� se nos ha ordenado? No es una mera negaci�n. Estar callado no es necesariamente estar sin una fuerza fuerte en nuestra naturaleza; pero es tener esas fuerzas tan colocadas bajo restricciones divinas, tan moderadas por la raz�n, la justicia y la caridad, la modestia y la sobriedad, como para que podamos hacer nuestro propio negocio, podemos limitarnos a la esfera de nuestros propios deberes. De hecho, podemos interponer, cuando el honor y el inter�s de Dios est�n muy relacionados, cuando la riqueza y la seguridad del p�blico est�n en peligro. Podemos interponernos por el socorro del bien contra el mal palpable, para nuestra propia defensa justa y necesaria. Podemos interponernos cuando nuestro vecino simplemente va a la ruina, "arrebat�ndolo", como dice Jude, "fuera del fuego". Tambi�n podemos interponernos cuando podemos hacer un bien considerable a nuestro pr�jimo. Por todo lo que realmente est� haciendo nuestro propio negocio. Pero no debemos ser impulsados ??por la ambici�n, el deseo codicioso, el engreimiento o cualquier otra influencia perturbadora, m�s all� de nuestros propios l�mites. No debemos intentar, sin pedirlo, manejar a otro, dominar su voluntad, imponerle nuestras opiniones, liberarnos en la conversaci�n con su personaje, entrometernos en sus asuntos. No debemos imponerle nuestros consejos, reprenderlo de manera impropia, imprudente, irrazonable o severamente. No debemos interponernos en las disputas de los dem�s para hacernos partidos, o para generar o fomentar disensiones. Por todo lo anterior, en contra de lo que aqu� se recomienda, es una intromisi�n turbulenta con lo que Dios no ha hecho nuestro negocio. "Podemos considerar", dice Barrow, "que cada hombre tiene sus propios asuntos suficientes para emplearlo: ejercitar su mente, agotar sus cuidados y dolores, ocupar todo su tiempo y tiempo libre. Estudiar sus propias preocupaciones cercanas , para satisfacer las necesidades y conveniencias de su vida, atender los intereses de su alma, ser diligente en su llamado, cumplir con cuidado y fidelidad todos sus deberes relacionados con Dios y el hombre, emplear� abundantemente a un hombre; bueno, es si algunos de ellos no lo gravan y lo distraen. Al ver, entonces, que cada hombre tiene la carga suficiente sobre sus hombros, impuesta por Dios y la naturaleza, es en vano cargar con m�s carga, involucr�ndose en los asuntos de otros; por lo tanto, se ver� obligado a sacudirse su propio negocio o a sobrecargarse y oprimirse con m�s de lo que puede soportar. De hecho, es observable, y debe suceder, que aquellos que se entrometen en el negocio de otros no lo har�n descuidar a los suyos; los que est�n mucho en el extranjero pueden seldo estoy en casa; los que m�s conocen a los dem�s se conocen menos a s� mismos. Por lo tanto, los fil�sofos generalmente han aconsejado a los hombres que eviten las ocupaciones innecesarias como ciertos impedimentos para una vida buena y feliz; nos exigen que nos esforcemos por simplificarnos, o por entrar en una condici�n que nos exija lo menos que podamos hacer ".

2. Trabajando con nuestras propias manos. "Y trabajar con tus manos, incluso cuando te cobramos". Esto debe considerarse como un mandato especial en virtud de lo anterior. En la Segunda Ep�stola, el lenguaje es "que trabajan en silencio". El lenguaje aqu� parece apuntar a esto, que muchos de los miembros de la Iglesia de Tesal�nica eran artesanos. A partir de este mandato, y la forma en que se introduce la segunda venida en el siguiente p�rrafo, parece que la influencia perturbadora en la Iglesia de Tesal�nica fue la emoci�n religiosa, provocada por el nuevo mundo de pensamiento al que el cristianismo los hab�a llevado. . Estaban especialmente entusiasmados con las perspectivas relacionadas con la segunda venida. Paul, por ejemplo, vio el peligro de que se dejaran llevar por la emoci�n, no para ser entrometido, sino para ser negligente con su llamado terrenal. Por lo tanto, les encarg� bien trabajar con sus propias manos, lo que tambi�n hizo cumplir con su ejemplo. En esto mostr� su sentido de la importancia de la industria tranquila. Por mucho que estemos bajo la influencia de las grandes verdades y perspectivas de nuestra religi�n, no nos quedemos sin la condici�n estable de nuestro llamado terrenal.

3. Debemos ser silenciosamente trabajadores para no producir una mala impresi�n en los que est�n fuera. "Para que puedan caminar honestamente hacia aquellos que est�n fuera y que no necesitan nada". Lo que hay de conexi�n entre las dos partes del p�rrafo parece ser esto. Debemos exhibir amor dentro del c�rculo cristiano; Tambi�n debemos, dentro del c�rculo cristiano, ser silenciosamente trabajadores, para no ofender a los que est�n fuera. Debemos recordar que el ojo del mundo est� sobre nosotros y que estamos sujetos a su juicio. Y hay ciertas caracter�sticas externas del c�rculo cristiano sobre las cuales el mundo est� muy capacitado para pronunciar el juicio. Sobre nadie est� m�s listo para arreglar que sobre algo como el descuido de los deberes ordinarios de la vida. Por lo tanto, se recomienda que trabajemos silenciosamente con nuestras propias manos, con esto especialmente a la vista, para que podamos caminar de manera progresiva (es decir, honestamente) hacia aquellos que est�n fuera y que tengan todo lo necesario para nuestras necesidades. Por industria y honestidad recomendaremos nuestra religi�n a los que est�n fuera; porque estas son cosas que pueden apreciar y por las cuales es probable que se sientan atra�dos. Mientras que, por la ociosidad y la indisposici�n para pagar nuestras deudas, traeremos un reproche a nuestra religi�n que no le pertenece, y rechazaremos de nosotros a los que est�n fuera. En los primeros tiempos, los paganos llamaban a los mendigos saludables comerciantes de Cristo, en alusi�n a lo que aqu� se guarda. No presentemos a Cristo en un aspecto desagradable para ellos que est�n fuera, por intromisi�n, o por falta de industria, honestidad, prudencia o franqueza.

1 Tesalonicenses 4:13 - Ansiedad por el estado de los muertos cristianos.

I. ESTADO DE LOS MUERTOS CRISTIANOS SIN CAUSA DE DOLOR. "Pero no quisi�ramos que ustedes ignorantes, hermanos, se refieran a los que se duermen; que no se aflijan, como el resto, que no tienen esperanza". Pablo (el escritor principal) se establece aqu� para administrar consuelo a los tesalonicenses. Al hacerlo, practica el deber que establece en las palabras finales del p�rrafo. Poseyendo consuelo sobre el estado de los cristianos muertos, no pod�a dejarlos ignorando. Como sus hermanos cristianos, deben compartir con �l. Timothy probablemente le hab�a comunicado la ocasi�n de su ansiedad. Fue en la Iglesia de Tesal�nica como en otras Iglesias: hab�a quienes, de vez en cuando, se estaban quedando dormidos. El cambio en la traducci�n extiende el alcance del lenguaje m�s all� de los realmente muertos. �C�mo les fue con sus muertos, y c�mo tambi�n les ir�a a aquellos a quienes la muerte a�n superar�a? Los cristianos se distinguen del resto de la humanidad. Se dice de estos �ltimos como clase, que lamentan no tener esperanza. �Qu� pensaban los hombres del viejo mundo pagano con respecto a sus muertos? Theoeritus dice: "Los vivos tienen esperanzas, pero los muertos no tienen esperanza". Esquilo dice: "De los muertos no hay resurrecci�n". Lucrecio dice: "Tampoco nadie se queda despierto, a quien una vez la fr�a pausa de la vida ha encontrado". Catulo dice: "Los soles pueden ponerse y volver; una vez que nuestro breve d�a se haya puesto, debemos dormir una noche eterna". Es un pensamiento triste que algunos pensadores modernos hayan expresado la misma desesperanza en blanco. Strauss ha dicho: "Una vida m�s all� de la tumba es el �ltimo enemigo al que la cr�tica especulativa debe oponerse y, si es posible, conquistarla". Toda la esperanza de John Stuart Mill era un futuro terrenal, no para el individuo, sino para la raza, creada por la ciencia "cuando todos los males mayores de la vida hayan sido eliminados". Si tal fuera nuestro credo, o falta de credo, podr�amos sentir pena cuando nos han quitado a nuestros amigos. Nuestro �nico sentimiento podr�a ser que hab�amos visto el �ltimo de ellos. Su memoria podr�a permanecer (John Stuart Mill, escribiendo despu�s de la muerte de su esposa, dijo: "Su memoria es para m� una religi�n"); pero eso no puede levantar la tristeza de la extinci�n de la existencia personal. Que ninguna mano grosera nos robe el consuelo que trae nuestro cristianismo. Aqu� nos dice que no debemos sentir pena por el estado de nuestros cristianos muertos. De hecho, podemos sentir pena por nuestra privaci�n de su sociedad terrenal. El Maestro mismo alivi� su naturaleza al llorar, incluso en vista de una r�pida resurrecci�n. Pablo nos dice que la eliminaci�n de su amigo Epafrodito habr�a sido para �l dolor tras dolor. Pero, en cuanto al estado de nuestros cristianos muertos, aqu� se nos dice que se han quedado dormidos. La descripci�n es con respecto al cuerpo y contiene tres ideas.

1. Existencia continua. Un hombre contin�a existiendo, aunque est� en un estado de sue�o. El cuerpo est� quieto, pero la mente puede estar activa en los sue�os. Y as�, cuando los cuerpos de nuestros muertos cristianos est�n en la quietud de la tumba, no hay cesaci�n de su existencia. Toda duda sobre este tema debe ser descartada por las palabras de nuestro Salvador en la cruz al penitente moribundo a su lado, "Hoy estar�s conmigo en el Para�so". Las almas de los difuntos no est�n en un estado de sue�o; pero se despiertan a una vida superior.

2. Descansa. En el sue�o perdemos el control del mundo; olvidamos sus preocupaciones y placeres; nos estamos calmando y calmando nuestros sentimientos. Y entonces, debemos pensar en nuestros muertos cristianos como liberados para siempre del trabajo y el trabajo, el dolor y la tristeza de esta vida, y como ahora se han calmado y calmado en la presencia de Dios. "Y o� una voz del cielo que dec�a: Escribe: Bienaventurados los muertos que de aqu� en adelante mueran en el Se�or: s�, dice el Esp�ritu, para que descansen de sus trabajos, porque sus obras los siguen".

3. Despertar. Pensamos en el sue�o seguido de un despertar. Y entonces debemos pensar en un despertar para nuestros cristianos muertos, aunque puede ser despu�s de largos a�os. Ahora est�n despiertos con respecto a sus almas; Nuestro mayor consuelo es que a�n estar�n despiertos con respecto a aquellos cuerpos que tristemente hemos depositado en la tumba. "Los rescatar� del poder de la tumba; los redimir� de la muerte: Oh muerte, ser� tus plagas; oh tumba, ser� tu destrucci�n".

II RAZ�N PARA QUE LOS MUERTOS CRISTIANOS SE ASOCIEN CON SU SE�OR A SU VENIDA. "Porque si creemos que Jes�s muri� y resucit�, as� tambi�n los que se durmieron en Jes�s traer�n a Dios con �l". El ap�stol vuelve a los hechos cardinales de la muerte y resurrecci�n de Cristo. Estos son hechos por los cuales aquellos que rechazan nuestra existencia continua despu�s de la muerte tienen poco respeto; pero son queridos por el coraz�n cristiano, y cuanto m�s firme sea nuestra fe en ellos, m�s animada es nuestra esperanza para nuestros cristianos muertos. Creemos que Jes�s muri�; as�, brevemente, el ap�stol establece el art�culo fundamental de nuestra fe cristiana. "Tal es la base hist�rica y sobrenatural del cristianismo: su propia definici�n, su aliento de vida, la fuente de donde surge toda su grandeza, fortaleza y singularidad". El ap�stol declara el hecho claramente: "Jes�s muri�", que es a�n m�s observable que es seguido por una declaraci�n no simple sino consoladora: nuestros cristianos muertos se han quedado dormidos. Creemos en un Dios que, en amor infinito, se hizo hombre, para que en verdad (no en apariencia) muriera, y que no fuera menos Dios que el hombre cuando fue clavado en la cruz. Creemos en un Dios-Hombre que cay� bajo la Ley quebrantada y soport� la muerte como la maldici�n debida por el pecado. Y nuestra fe lo sigue m�s all� de su muerte. Creemos que Jes�s resucit�. Ese es el segundo gran art�culo de nuestra fe cristiana. Habiendo en su muerte expiaci�n completa por el pecado, no pod�a ser retenido de la muerte. Se levant� victoriosamente del estado de insensibilidad y falta de vida en el que su cuerpo yac�a en la tumba. Se levant� con el mismo cuerpo, pero cambi� a una cualidad m�s noble. Adem�s, creemos que muri� y resucit�, no por s� mismo, sino por aquellos a quienes represent�. Experiment� la muerte y la conquista como Jes�s: Salvador, l�der de su pueblo. Unidos a �l, su pueblo no debe separarse de �l en el destino. �l est� aqu� asociado con su muerte. Jes�s los pone a dormir, como deber�a ser la preposici�n. Se invoca la imagen de Jes�s mismo cuidando de los suyos cuando la vida se va, poni�ndolos a descansar en la tumba y vigil�ndolos all� con su amor omnipotente. Y, como �l est� asociado con su muerte, tambi�n deben estar asociados con su venida. Los que son puestos a dormir por Jes�s ser�n tra�dos por Dios con Jes�s. Aqu� se nos presenta lo que angusti� a los tesalonicenses. No se trataba simplemente de la resurrecci�n; en ese caso, el lenguaje habr�a sido: "Dios los levantar�". Pero somos llevados un punto m�s all� de eso, a ser tra�dos como resucitados con Jes�s. Podemos, por lo tanto, entender que lo que angusti� a los tesalonicenses fue la influencia de la venida de Cristo sobre aquellos que no vivieron para ver ese evento. �No estar�an en una gran desventaja? �Tendr�an alguna participaci�n en su venida? �No deb�an sentirse tristes como aquellos que hab�an perdido el gran objeto de su esperanza? Para alivio de los tesalonicenses, Pablo les dice esto, para empezar, que los muertos cristianos deben ser tra�dos con Jes�s. No debemos pensar en ellos como tra�dos del cielo, porque son vistos con respecto a su estar en sus tumbas. Pero podemos pensar en ellos como uni�ndose a su Se�or descendente, y tra�dos con �l a la tierra.

III. La revelaci�n hecha a Pablo de que la vida cristiana no debe tener la precedencia de los muertos cristianos a la venida de Cristo. "Por esto os decimos por la palabra del Se�or, que nosotros que estamos vivos, que quedamos para la venida del Se�or, de ninguna manera precederemos a los que se han quedado dormidos". Es cierto que, en todo lo que dice en esta Ep�stola, est� bajo la direcci�n del Esp�ritu del Se�or. En lo que debe decir ahora, procede con una palabra del Se�or como la que hay en las Ep�stolas a las siete Iglesias. Tuvo el privilegio de anunciar directamente del Cristo celestial lo que hasta ahora hab�a estado oculto. El Cristo celestial estaba tan interesado en los tesalonicenses que le hab�a dado a su siervo esta revelaci�n por ellos. El ap�stol divide a los cristianos en dos clases: "nosotros que estamos vivos, los que quedamos hasta la venida del Se�or", y "los que se han quedado dormidos". Se incluye a s� mismo en la clase anterior, y de esto se infiere con mucha confianza que ten�a una expectativa definitiva de vivir hasta la venida de Cristo. Pero �l incluye, no solo a �l y a Silas y Timothy, sino tambi�n a los tesalonicenses, de quienes ha dicho que hab�a algunos de ellos que de vez en cuando se estaban quedando dormidos. �Ten�a �l, entonces, una expectativa definida para todos, creer en que todos ser�an salvados de la muerte por una venida inmediata de Cristo? �No es m�s razonable suponer que �l pens� en los vivos y se fue como un flujo continuo? Esto se ve confirmado por el uso del presente en lugar del futuro: "nosotros que somos para el presente los vivos y los que quedamos, que no tenemos la certeza de que no nos quedaremos hasta la venida de Cristo, pero tampoco tenemos la certeza de que en otro momento no nos transferir� a la clase de ellos que se han quedado dormidos ". La revelaci�n hecha a Pablo se relaciona con una cuesti�n de prioridad de tiempo. Se niega fuertemente a los cristianos que vengan a la presencia del Se�or en su venida antes de que los cristianos mueran. Esto fue un alivio para los angustiados tesalonicenses. Sus amigos cristianos difuntos no solo ser�an tra�dos con Jes�s; Tambi�n era cierto que esta presentaci�n no se aplazar�a hasta despu�s de que la vida cristiana hubiera ocupado sus lugares en una relaci�n m�s cercana con su Se�or.

IV. GRAN DRAMA DEL FUTURO. Aqu� se nos suministra m�s particularmente con el contenido de "la palabra del Se�or".

1. Preludio: El Se�or descendiendo en majestad. "Porque el Se�or mismo descender� del cielo con un grito, con la voz del arc�ngel y con la trompeta de Dios". La figura central es el Se�or mismo. Ahora se sienta entronizado en el cielo, Se�or sobre todos. Pero a�n descender� del cielo. De este modo, se confirma el anuncio hecho por los visitantes celestiales a los disc�pulos que observan a su Se�or desaparecido: "Este mismo Jes�s, que es llevado de ustedes al cielo, vendr� de la misma manera que lo han visto ir al cielo. " Tenemos que pensar en la majestad de nuestro Se�or descendente principalmente de los acompa�amientos de la descendencia. �l descender� con un grito, con la voz del arc�ngel y con el triunfo. El grito es un grito de mando dado por un l�der a su anfitri�n. Hay quienes piensan en el grito de mando dado por Cristo. Esta es la opini�n adoptada por Milton en su concepci�n de otra escena.

"El Hijo dio una se�al alta al brillante ministro que observaba: �l toc� su trompeta, se escuch� en Oreb desde quiz�s cuando Dios descendi�; y quiz�s una vez m�s para sonar en el destino general".

Hay esta consideraci�n que dice en contra de esa interpretaci�n, que Dios ha sido presentado como trayendo a los que est�n dormidos con Jes�s. Por lo tanto, nos lleva a pensar en Dios como el actor detr�s de la escena, lo que se confirma con la expresi�n que sigue: "la trompeta de Dios". Esto hace que sea m�s natural pensar en los acompa�amientos de la escena seg�n lo dispuesto por Dios. �Debemos, entonces, pensar en Dios como un grito de mando? La objeci�n a ese punto de vista es que el grito se representa no como precedente (como corresponde a Dios) sino como acompa�ando el descenso. Parece mejor, entonces, pensar en el grito dado por el arc�ngel en el Nombre de Dios, y como comprender las dos cosas que siguen. Primero, en el momento en que el Se�or desciende de su trono celestial, el arc�ngel, informado de lo que suceder�, re�ne a su innumerable hu�sped. El grito de mando que da en este caso con la voz viva: la voz del arc�ngel. Los �ngeles son una multitud ordenada. "�l hace seg�n su voluntad en el ej�rcito del cielo y entre los habitantes de la tierra" (con quien la idea del orden no est� asociada). Leemos sobre "doce legiones de �ngeles". Los �ngeles son guiados por un arc�ngel. Leemos en la Escritura del �ngel Gabriel, y tambi�n de los siete �ngeles que est�n delante de Dios, pero solo en otro lugar de un arc�ngel que est� all� llamado Miguel. Nuestro Se�or nos prepar� para este glorioso acompa�amiento de su venida: "Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria, y todos los �ngeles con �l"; "Cuando �l venga en la gloria de su Padre con los santos �ngeles"; "Cuando �l venga en su propia gloria, y la gloria del Padre, y de los santos �ngeles". Un ej�rcito asociado con la realeza da una impresi�n de poder y grandeza. Entonces, �cu�n poderoso y glorioso debe ser un personaje, en cuyo honor todas las legiones de �ngeles est�n organizadas! Son �ngeles poderosos y �ngeles santos, y especialmente simpatizan con la obra de honrar a Cristo. Mientras cantaban sobre su nacimiento en la tierra, tambi�n lo acompa�an en su descenso triunfal a la tierra, teniendo esto para alegrar sus corazones, que tambi�n deben compartir la gloriosa consumaci�n. El arc�ngel, habiendo reunido a su anfitri�n para moverse en armon�a con el Se�or descendente, en una etapa posterior debe dar otro grito de mando, esta vez no con la voz viva, sino con la trompeta puesta en su mano por Dios. Milton piensa en la trompeta que se us� "cuando Dios descendi�" en Horeb, llamando a la congregaci�n de Israel, como la misma trompeta de Dios. Muy v�vidamente en 1 Corintios 15:1. �est� asociado con la resurrecci�n: "En la �ltima trompeta, porque sonar� la trompeta".

2. Primer acto: resurrecci�n de los cristianos muertos. "Y los muertos en Cristo resucitar�n primero". "La trompeta sonar�, y los muertos ser�n resucitados incorruptibles". La trompeta es simplemente el instrumento; Es el poder de Dios, comunicado a trav�s de la trompeta, lo que resucita a los muertos. Una trompeta supone una facultad de audici�n; pero este triunfo de Dios tiene que proveer milagrosamente la facultad de escuchar. Los restos de nuestros amigos cristianos que depositamos en la tumba pronto se mezclan con el polvo. No oyen ning�n sonido de la tierra que los pase. Pero hay una llamada de trompeta, con un poder Divino y penetrante, que un d�a escuchar�n en sus tumbas, y escuchar�n que comenzar�n como una vez, �y sin embargo, qu� cambiados! Adem�s del prop�sito de la revelaci�n era tener en cuenta la resurrecci�n de otros que no sean cristianos, o la naturaleza del cuerpo de resurrecci�n. Los tesalonicenses estaban tan entusiasmados con la venida que la resurrecci�n qued� fuera de la vista. No entr�, o entr� muy poco, en su comprensi�n de las �ltimas cosas. Por lo tanto, su atenci�n se concentra en el simple hecho fruct�fero de la resurrecci�n. Significaba la presencia de sus amigos cristianos difuntos en el cuerpo en la tierra listos para encontrarse con Cristo. Y para que todo temor de ser anticipado pueda ser eliminado, se afirma no solo que los muertos en Cristo resucitar�n, sino que resucitar�n primero, es decir, resucitar�n antes de asumir la vida cristiana. Los cristianos muertos ahora en el cuerpo de resurrecci�n, y los cristianos vivos, estar�n en la tierra al mismo tiempo, igualmente preparados para el acercamiento de Cristo.

3. Segundo acto: Asunci�n de la vida cristiana. "Entonces nosotros que estamos vivos, los que quedamos, junto con ellos seremos atrapados en las nubes, para encontrarnos con el Se�or en el aire". La vida cristiana debe ser atrapada r�pida e irresistiblemente. Esto implica su transformaci�n en sus cuerpos. Deben ser atrapados al mismo tiempo con los cristianos muertos que han sido resucitados. Las dos clases formar�n una gran compa��a bendecida, entre quien falleci� lo que los distingui�. C�mo ser�n ordenados no aparece. Leemos sobre los lugares principales asignados a los doce ap�stoles. No dudamos de que ser�n tan ordenados en su multitud como la innumerable compa��a de los �ngeles. Atrapados en las nubes envolventes de un cuerpo, deben encontrarse con su Se�or descendente con el ej�rcito de �ngeles reunidos en el aire. A medida que las personas de distinci�n salen a encontrarse con su pr�ncipe, entonces ellos, todos ellos personas glorificadas, son atrapados para encontrarse con su Se�or en su descendencia triunfal.

4. Final: disfrute perpetuo de la sociedad de Cristo. "Y as� estaremos siempre con el Se�or". Aqu� hay un espacio en blanco, que no estaba dentro del prop�sito de la revelaci�n de haberse llenado. Que el Se�or realmente descendi� a la tierra puede considerarse como cierto. El aire era su camino a la tierra. Cuando se dice que el Dios dormido traer� con Jes�s, el significado claramente es (tomado en relaci�n con el lenguaje que se acaba de usar) que, uni�ndose a nuestro Se�or en el aire, ser�n tra�dos con �l a la tierra. Podemos pensar en la tierra como transformada, en preparaci�n para la venida del Se�or. Algunos interpondr�an aqu� un prolongado reinado personal de Cristo en la tierra con sus santos. Solo estamos en terreno seguro cuando pensamos en Cristo como viniendo para juicio. "Pero cuando el Hijo del hombre venga en su gloria, y todos los �ngeles con �l, entonces se sentar� en el trono de su gloria, y delante de �l se juntar�n todas las naciones; y las separar� unas de otras, como el pastor separa las ovejas de las cabras ". Todo lo que est� aqu� pas� por alto, y se nos presenta simplemente el estado final de las dos clases que se han unido. "Y as� estaremos siempre con el Se�or". A la reuni�n a la que se hace referencia le seguir� sin separaci�n. Es el deseo y la promesa de Cristo que deber�amos estar con �l. "Y si voy y preparo un lugar para ti, vendr� otra vez y te recibir� a m� mismo, para que donde yo est� all�, t� tambi�n est�s". Cristo ha rezado al Padre para que estemos con �l. "Padre, quiero que tambi�n los que me has dado est�n conmigo donde yo estoy". Y cuando seamos tra�dos a su presencia, a pesar de la muerte y todos los poderes opuestos, la separaci�n ser� imposible. Como miembros, debemos estar con nuestra cabeza; como amorosos, debemos estar con el gran Objeto de nuestro amor. Estar con el Se�or es estar en la posici�n m�s favorecida para el disfrute de su amor, para la comprensi�n de su mente, para la recepci�n de su Esp�ritu, para la realizaci�n de sus planes. Estar con el Se�or es tambi�n estar con esa compa��a grande y bendecida que se reunir� a su alrededor, que comprende a los hijos de la creaci�n, los grandes y buenos de todas las edades, y esos amigos cristianos que hemos "amado desde entonces y perdido un tiempo". ". �Cu�l es la posici�n a la que seremos trasladados a trav�s del curso de las edades eternas? Es m�s de lo que la lengua puede decir, m�s de lo que el coraz�n puede concebir.

V. COMODIDAD MUTUA. "Por eso consu�late unos a otros con estas palabras". Podr�amos leer "exhortarse unos a otros". Pero en vista de la tristeza de los tesalonicenses, acertadamente leemos "consu�late unos a otros". Incluso podr�amos leer "animarse unos a otros"; porque las palabras no solo son reconfortantes, sino de naturaleza inspiradora. No son los maestros cristianos, sino los cristianos en general, a quienes se dirige. Sabiendo qu� consuelo es, no permitamos ego�stamente que nuestros hermanos cristianos lo ignoren. Incluso en nuestras partidas ordinarias en el mundo hay un elemento de tristeza que requiere consuelo. Como lo dice Shakespeare:

"Entonces nos separamos tristemente en este mundo problem�tico para encontrarnos con alegr�a en la dulce Jerusal�n".

Cu�n agradecidos deber�amos estar de no estar en la posici�n de aquellos que no tienen esperanza; �Que podemos decirles a los que han perdido amigos cristianos la dulce y alegre verdad de la venida de Cristo! Es triste pensar en ellos durmiendo en el polvo de la tierra; pero, puestos a dormir por Cristo, entonces despertar�n. Descansar�n y se parar�n en su suerte al final de los d�as. Escuchar�n el llamado de resurrecci�n, y se parar�n en el cuerpo como una vez que estuvieron sobre esta tierra. Estar�n presentes como testigos y actores en el evento m�s glorioso que el universo jam�s haya visto. Ellos, y nosotros tambi�n, naceremos en las nubes para encontrarnos y recibir a nuestro Se�or descendente. Y desde esa primera reuni�n unida de �l en nuestro estado encarnado y completo, estaremos para siempre con el Se�or.

HOMILIAS DE W.F. ADENEY

1 Tesalonicenses 4:1 - Progreso cristiano.

Este vers�culo introduce una serie de exhortaciones pr�cticas de una s�plica urgente al progreso cristiano general. Los detalles de conducta deben ser considerados. Pero el esp�ritu y el car�cter de toda la vida son de importancia primordial. Primero velar por la salud de todo el �rbol; luego pode y entrene las varias ramas.

I. LA GRAN OBLIGACI�N DEL PROGRESO CRISTIANO.

1. Requiere un desarrollo completo y redondo de las gracias espirituales. No est� satisfecho con una vida encogida y marchita del alma. El exiguo cristianismo de aquellos que solo se preocupan por los requisitos m�nimos de la religi�n es ajeno a la naturaleza misma de una verdadera vida espiritual. Esto deber�a abundar; debe desbordarse; Debe desarrollarse en todas las direcciones. Una vida unilateral est� mutilada y estropeada, por avanzada que sea en una direcci�n particular. Debemos apuntar a completar el c�rculo de gracias. Esto es lo que significa ser "perfecto".

2. Procede por un crecimiento gradual. Debemos abundar "m�s y m�s". El logro que es respetable hoy ser� despreciable si no se excede ma�ana. El crecimiento es doble: un mayor logro de acuerdo con nuestras capacidades actuales y una ampliaci�n de esas capacidades. El vino precioso se eleva m�s alto en la vasija; y la vasija misma se expande.

II LAS CARACTER�STICAS DISTINTIVAS DEL PROGRESO CRISTIANO.

1. Consiste en conducta. Estamos obligados a crecer en conocimiento. Pero esta no es la forma m�s importante de progreso espiritual. Desafortunadamente, ha ocurrido que la frase "cristianismo avanzado" representa un cierto movimiento doctrinal. Debe usarse principalmente para el progreso moral y espiritual. El gran avance es estar en la caminata y la conversaci�n de la vida, la conducta diaria y normal.

2. Se gu�a por el conocimiento. San Pablo exhorta a sus lectores a que abunden cada vez m�s en la conducta que sigue sus instrucciones: "Como hab�is recibido de nosotros". Este progreso no debe estar de acuerdo con nuestro ideal ideal de perfecci�n. Est� en busca de un deber claro, y ese deber se declara en la ense�anza cristiana.

3. Se basa en la experiencia previa. En la versi�n revisada leemos la adici�n, "incluso mientras caminas". El progreso futuro depende de nuestra posici�n actual. No debemos estar siempre sentando una nueva base. La vida cristiana no es una serie de revoluciones. Debido a que se requiere m�s del cristiano, no se ignora el bien ya alcanzado.

4. Su objetivo es agradar a Dios. Por lo tanto, se caracteriza por un respeto por la voluntad de Dios. No est� satisfecho con alcanzar ning�n est�ndar humano. Se requiere que sea puro, verdadero y espiritual.

III. LAS INDUCCIONES FUERTES HACIA EL PROGRESO CRISTIANO.

1. Se les insta con apelaciones personales. San Pablo suplica y exhorta. Apela a la hermandad de los cristianos y su v�nculo de afecto mutuo entre �l y sus lectores.

2. Est�n centrados en lo que respecta a Cristo. "Por el Se�or Jesucristo". Este es un tipo de ajuste. La estrecha relaci�n del cristiano con Cristo es su gran motivo para luchar por el verdadero progreso. La gracia de Cristo suple el poder; El amor de Cristo trae la obligaci�n. Por todo lo que �l es para nosotros, se nos insta a ser dignos de �l en una vida cristiana a�n m�s rica y plena.W.F.A.

1 Tesalonicenses 4:9 - Amor de los hermanos.

El cristianismo introdujo una nueva palabra en el discurso de la humanidad: "Filadelfia", "amor de los hermanos". Esta palabra distingue una caracter�stica notable de la Iglesia primitiva. Describe c�mo los primeros cristianos se consideraban miembros de una familia. No fue el socialismo visionario, ni el esquema comunista, lo que los llev� a tener todas las cosas en com�n. Se sent�an como los miembros de un hogar, como los parientes m�s cercanos en un hogar, y en el esp�ritu de la vida familiar compart�an sus posesiones. Esto solo fue posible mientras el esp�ritu familiar impregnara la Iglesia. Las circunstancias alteraron los h�bitos de la Iglesia a medida que crec�a en n�mero y se extend�a por un �rea m�s amplia. Pero a lo largo de las Ep�stolas de San Pablo, el mismo afecto familiar de los cristianos es evidente. El amor a los hermanos es una caracter�stica principal del cristianismo.

I. SU ALCANCE Y �REA.

1. Est� especialmente limitado a los hermanos cristianos. Debe distinguirse de la filantrop�a. Deber�amos amar a todos los hombres. Nuestro vecino, ya sea de la casa de Israel, un samaritano o un pagano, tiene reclamos sobre nosotros. Pero el amor a los hermanos debe distinguirse de este amor general de la especie. Es el amor cristiano por el cristiano.

2. Se debe a todos los cristianos. No se debe dar a un c�rculo particular de �ntimos elegidos solamente, ni simplemente a los miembros de una secta, ni a aquellos que solo despiertan nuestra admiraci�n. Todos los cristianos, de todos los rangos y �rdenes, ricos y pobres, cultos e ignorantes, santos e imperfectos, ortodoxos y heterodoxos, en cada rama de la Iglesia Cat�lica de Cristo, tienen reclamos sobre nuestro amor.

II SU ORIGEN

1. Una paternidad com�n. Todos tenemos el mismo Padre en el cielo. En la medida en que nos demos cuenta de la amplia paternidad de Dios, entraremos en el amor fraternal de su familia. �l es el Padre de quien "se nombra a cada familia en la tierra y en el cielo".

2. Una relaci�n fraternal com�n con Cristo. Todo cristiano puede reclamar a Cristo como su hermano. El gran hermano mayor une a todos los miembros de la familia y los atrae a s� mismo. Aprendemos a amar a nuestro pr�jimo cristiano al ver al Cristo en �l.

3. Intereses comunes. Compartimos las mismas bendiciones, disfrutamos de la misma redenci�n, caminamos en la misma peregrinaci�n y viajamos hacia la misma casa.

III. SU INFLUENCIA El verdadero amor de los hermanos no puede ser sin efecto. Solo la falta de ella podr�a haber permitido las temibles disputas y enemistades que han dividido a la cristiandad. Considera a un hombre como tu hermano, y ser�s reacio a acosarlo hasta la muerte. Si este amor fuera m�s fuerte, se obtendr�an muchas bendiciones.

1. Tolerancia mutua. Permitimos que nuestro hermano mantenga su propia opini�n y siga su propia conciencia.

2. Ayuda mutua. El cristianismo ego�sta es una contradicci�n en los t�rminos. Llevar las cargas de los dem�s es solo cumplir la ley de Cristo.

3. Poder para influir en el mundo. La guerra civil en la Iglesia significa la par�lisis del ej�rcito que debe conquistar el mundo para Cristo. Cuando los cristianos vuelvan a aprender el arte casi perdido de amarse unos a otros, atraer�n a los conversos del mundo exterior por medios mejores que el razonamiento y la predicaci�n. � W.F.A.

1 Tesalonicenses 4:11 - La vida industrial.

El cristianismo tiene algo que decir sobre la vida industrial. Se le ha acusado de desacreditar a la industria. Ninguna calumnia podr�a ser m�s falsa. Ciertamente desalienta las preocupaciones mundanas absorbentes, y ofrece a los hombres que recuerden su ciudadan�a celestial. Pero solo inculca una descarga m�s fiel del deber terrenal al insistir en puntos de vista elevados de la vida y los principios puros que deber�an inspirarla. St. Paul insta a tres deberes con respecto a la vida industrial.

I. UNA AMBICI�N PARA SER TRANQUILO. La palabra "estudio" significa literalmente "ser ambicioso". Esta es una notable combinaci�n de ideas: ambici�n y tranquilidad. Es como si el ap�stol dijera: "Has tenido la ambici�n de hacer ruido en el mundo; invierte tu objetivo: ser ambicioso con la tranquilidad". Este llamativo consejo se recomienda en estrecha relaci�n con las instrucciones sobre la vida industrial. Probablemente la Iglesia en Tesal�nica estaba compuesta en gran parte por trabajadores. Exist�a el peligro de que los nuevos privilegios del cristianismo hicieran que algunos de estos hombres estuvieran ansiosos por hacerse notar.

1. Debemos aspirar a hacer mucho bien sin llamar la atenci�n sobre nosotros mismos. El cristiano no debe clamar por reconocimiento. Deber�a estar contento de que su trabajo prospere, aunque sigue siendo oscuro.

2. Deber�amos estar demasiado ocupados con el trabajo para tener mucho tiempo para hablar. Los cuerpos ocupados son generalmente drones. �Cu�n silenciosa es la obra de Dios en la naturaleza! En silencio el bosque crece. Entonces, que se haga nuestro trabajo.

3. Deber�amos trabajar en paz. El hombre ruidoso es a menudo el hombre pendenciero. En la ambici�n de sonar un nombre en el extranjero, la envidia y los celos amargos est�n entusiasmados.

4. Las personas ignorantes no deben suponer que los privilegios de la hermandad cristiana los califican para ense�ar a otros. "No sean muchos maestros" ( Santiago 3:1).

II UN HACER PROPIO NEGOCIO.

1. Los reclamos de la Iglesia no son excusa para descuidar los asuntos seculares de un hombre. Es un error convertirse en esclavo de los negocios y no tener tiempo ni energ�a para el trabajo misionero, la ense�anza de la escuela dominical, etc. Pero tambi�n es ciertamente un error fallar en nuestro deber en la esfera secular. El cristiano debe ser el hombre de negocios m�s puntual, r�pido y en�rgico. Debe servir a Cristo en ello. Si �l es responsable ante los dem�s, su religi�n debe fortalecer su fidelidad para no prestar atenci�n visual como un hombre complaciente.

2. La religi�n no elimina a un hombre de la estaci�n en la que la Providencia lo coloca. Puede mejorar sus h�bitos de trabajo y puede traerle tales bendiciones que le permitan gradualmente ascender en la escala social. Pero puede no permitir tal cambio externo; no debe esperarse que lo haga en todos los casos. Y sea lo que sea, la religi�n no puede hacer cambios repentinos en las circunstancias de un hombre. El esclavo cristiano era en circunstancias externas un esclavo todav�a. El artesano segu�a siendo un artesano.

3. El cristianismo nos proh�be tener envidia de la condici�n m�s pr�spera de otras personas. No nos corresponde arrebatarnos sus privilegios al descuido de nuestro propio deber. Cada hombre tiene su vocaci�n divina. Es el deber del cristiano encontrar su vocaci�n especial y seguirla, ya sea que lo lleve a las alturas de Beulah o al valle de la humillaci�n. En la Iglesia, que cada hombre encuentre su propio lugar y haga su propio trabajo. Hay una diversidad de regalos. Uno tiene el don de hablar, el otro un don de h�bil obra. Que ninguno sea ambicioso para usurpar el lugar del otro.

4. Los cristianos deber�an estar demasiado ocupados con su propio trabajo para tener tiempo de juzgar a sus vecinos. Somos trabajadores, no jueces. Para su propio Maestro, cada hombre se para o cae.

III. UNA DILIGENCIA HONESTA EN EL TRABAJO MANUAL. Este deber se destaca claramente en la versi�n revisada, que omite la palabra "propio" antes de "manos", de modo que leemos la cl�usula "Trabaja con tus manos". Por lo tanto, tenemos una recomendaci�n directa del trabajo manual.

1. El trabajo manual es necesario. Hay un trabajo duro y duro de este tipo que debe hacerse. Es cobarde eludirlo. Las personas cultivadas no se oponen al trabajo duro por diversi�n, p. remo, escalada alpina. �Por qu� deber�a ser rechazado cuando es �til?

2. El trabajo manual es honorable. Cualquier trabajo realizado con un buen prop�sito es honorable. El trabajo del carpintero es a menudo m�s honorable que el del financiero. El trabajo m�s sucio no siempre lo realizan las manos m�s rudas. La aglomeraci�n de los hijos de los trabajadores en las filas de los empleados no es una se�al saludable si es una verg�enza de trabajo honesto.

3. El trabajo manual es saludable. El castigo de Ad�n no es una maldici�n. Es una bendici�n que el hombre tenga que "comerse el pan con el sudor de la cara". Mientras los primeros monjes estaban ocupados, construir, cavar, tejer, el monacato presentaba una imagen de la vida cristiana pura. Las riquezas trajeron superioridad a la industria f�sica, y la corrupci�n sigui� r�pidamente. Los mejores ap�stoles de Cristo fueron hombres que trabajan.� W.F.A.

1 Tesalonicenses 4:12 - Cristianos ante el mundo.

En el verso anterior, San Pablo ha estado exhortando a sus lectores el deber de la industria tranquila. Ahora da dos razones para este consejo: primero, que puedan caminar honestamente ante el mundo; y en segundo lugar, que pueden no necesitar nada. El ap�stol se dirige al mismo tema en su Segunda Ep�stola. "Si alg�n hombre no va a trabajar, tampoco lo dejes comer", dice ( 2 Tesalonicenses 3:10). Dios solo nos provee cuando no podemos proveernos a nosotros mismos; o, m�s bien, �l nos ayuda al ayudarnos a nosotros mismos. Alimenta a los cuervos d�ndoles fuertes alas, garras y picos, y cerca. proporcion�ndoles presas. Pero los p�jaros deben atrapar a su presa. No necesitamos estar ansiosos por el ma�ana si somos diligentes en hacer nuestro propio negocio. Esto en cuanto a la segunda raz�n para la diligencia. El primero exige una investigaci�n m�s extensa, y puede tomarse por s� mismo como un tema f�rtil para la meditaci�n. Debemos ser diligentes en nuestro negocio secular para poder "caminar honestamente hacia los que est�n fuera".

I. LOS CRISTIANOS DEBEN DEBERES AL MUNDO, los cristianos no tienen derecho a tratar a "los que no tienen" como forajidos. Si debemos rezar por aquellos que nos usan a pesar de todo, mucho m�s deber�amos tratarlos con honestidad. Y si queremos ser amables con nuestros enemigos, ciertamente debemos ser justos con aquellos que no son enemigos de nosotros. El cristiano debe pagar sus deudas a un infiel. El hombre templado debe cumplir sus obligaciones con el borracho. El hombre de mente espiritual debe ser justo para el hombre de mente mundana. Los cristianos deben respetar los derechos de los paganos en pa�ses extranjeros.

II EL MUNDO JUZGA A LOS CRISTIANOS SEG�N SU DESCARGO DE ESTOS DEBERES. Estos se pueden apreciar. No sabe nada del comportamiento de los cristianos en la Iglesia. No le importan nada los credos ortodoxos ni el canto devoto del salmo. Pero puede estimar el valor de un trabajo minucioso y puede ver el m�rito de un pago puntual. Si queremos estas cosas, el mundo solo nos considerar� hip�critas cuando hagamos gran parte de nuestra religi�n en asuntos espirituales, y con raz�n, porque si no somos hombres honestos no podemos ser santos.

III. LOS JUECES MUNDIALES DEL CRISTIANISMO SEG�N LA CONDUCTA EXTERNA DE LOS CRISTIANOS EN ESTE RESPETO. Aqu� hay una consideraci�n m�s grave. El honor de Cristo se refiere. El cristiano moroso da una conmoci�n a las evidencias cristianas. Una notoria instancia de mala conducta en los asuntos seculares hace m�s para obstaculizar el progreso de la verdadera religi�n que los vol�menes de sermones que pueden hacer para avanzar. Incluso el cristiano negligente e inactivo desacredita a su Maestro. El artesano cristiano debe ser conocido por el secularista por la mayor diligencia y minuciosidad de su trabajo.

IV. LOS CRISTIANOS NO TIENEN DERECHO A ESPERAR UN BUEN TRATAMIENTO DEL MUNDO A MENOS QUE SE COMPORTEN HONESTAMENTE HACIA ELLA. La Iglesia en Tesal�nica viv�a en constante peligro de un asalto de la poblaci�n pagana hostil de la ciudad. Lo m�s deseable es que no se d� una sombra de excusa para un ataque. La ociosidad, la inquietud ruidosa, la interferencia con otras personas, provocar�an oposici�n. La industria tranquila era m�s segura. Cuando un maestro descubri� que los cristianos eran sus mejores manos, no se sentir�a inclinado a molestarlos. Conciliaremos mejor a los oponentes y silenciaremos la enemistad y, por fin, ganaremos el respeto mediante un cumplimiento silencioso, modesto y diligente de nuestro deber diario.

1 Tesalonicenses 4:13, 1 Tesalonicenses 4:14 - Dolor por los muertos transfigurados por la resurrecci�n de Cristo.

En el barrio de Tesal�nica, hoy se llama Sal�nica, se pueden ver en la actualidad tumbas antiguas en las que se leer�n inscripciones que expresan un arrepentimiento irremediable por los muertos. La Iglesia a la que se dirigi� San Pablo era una peque�a comunidad que hab�a aprendido a disfrutar de una visi�n nueva y extra�a del estado y las perspectivas de los difuntos, plantados en medio de una gran poblaci�n pagana que conten�a los melanc�licos sentimientos de estos epitafios. Al contrastar a los cristianos con "el resto" de la gente, el ap�stol les recuerda que no deben dar paso a la tristeza desesperada que era natural para los hombres que no ten�an esperanza.

I. LA CRISTIANIDAD EXTERIOR SORROW PARA LOS MUERTOS ES SIN ESPERANZA.

1. La historia y la experiencia establecen este hecho. Las tumbas paganas en todas partes se expresan con diversos grados de desesperaci�n, pero nunca con alegre esperanza. Apenas se puede decir que naciones como los egipcios que ten�an una fe firme en una vida futura hayan disfrutado de alguna esperanza con respecto a esa vida. Un sue�o general de inmortalidad impregna nuestra raza; pero est� en todas partes tenue y triste. Muchos hombres en todo momento se han separado de �l y han dicho con Catulo: "Cuando haya transcurrido nuestro breve d�a, debemos dormir una noche eterna".

2. El razonamiento no puede conquistar la desesperanza com�n de la tristeza por los muertos. Los argumentos fuera del cristianismo pueden dividirse en dos clases:

(1) naturalista; p.ej. de la naturaleza de la conciencia, de la indestructibilidad de todas las existencias conocidas, del instinto general de inmortalidad, de las analog�as del sue�o, las transformaciones de los insectos, la sucesi�n del invierno, la primavera, etc. Cada vez se atribuye menos peso a todos esos razonamientos. No soportar� la tensi�n de la duda ansiosa. El doliente vuelve sus ojos en vano a la naturaleza para su comodidad.

(2) Te�sta.

(a) En la sabidur�a de Dios. Siendo la vida del hombre pero desarrollada imperfectamente aqu�, la idea Divina de la humanidad ser�a vana e in�til sin un mundo m�s grande para darse cuenta.

(b) En la justicia de Dios: la necesidad de un juicio futuro.

(c) En la bondad de Dios. Un padre no se burlar�a de su hijo al crearlo para que tenga una gran hambre de un futuro inalcanzable. Sin embargo, incluso estos argumentos no satisfacen, porque �qui�n puede aventurarse a hablar con seguridad de los altos consejos del Todopoderoso? y, adem�s, presuponen un conocimiento del car�cter de Dios que solo el cristianismo claramente proporciona.

II El cristianismo dibuja la sensaci�n de falta de esperanza de la tristeza por los muertos.

1. No destruye ese dolor. Hacerlo ser�a imposible. Debemos llorar por la separaci�n de aquellos que nos son queridos. De hecho, ser�a poco saludable para nosotros conquistar el dolor natural. Deber�amos tener que conquistar el amor natural primero. Una misi�n suavizadora, sometida y purificadora viene con este dolor, y es uno de los mejores medios para ayudarnos a recibir la verdad cristiana.

2. Pero el cristianismo elimina el aguij�n de este dolor al privarlo de la desesperanza. La esperanza a la que se refiere San Pablo es claramente la esperanza de recibir a quienes nos han sido quitados por la muerte. Se han ido, pero no se han ido para siempre. Cada a�o cansado que pasa nos acerca a la feliz reuni�n. Las palabras de San Pablo muestran claramente que cre�a en el reconocimiento mutuo de los amigos en la vida futura.

III. LA MUERTE Y LA RESURRECCI�N DE CRISTO SON EL SECRETO DE ESTA TRANSFIGURACI�N CRISTIANA DE DOLOR PARA LOS MUERTOS.

1. El argumento m�s fuerte para convencer a los hombres en general de una vida futura se encuentra en la resurrecci�n de Cristo tomada en relaci�n con su vida y ense�anza. �l habl� del juicio y de la vida eterna. Confirm� sus palabras al levantarse de entre los muertos. La confirmaci�n es doble.

(1) La resurrecci�n es una autenticaci�n divina de los reclamos y la misi�n de Cristo.

(2) Es una instancia, una prueba crucial, una prueba de que una vida futura es posible.

2. Para los cristianos, la muerte y resurrecci�n de Cristo son motivos para disfrutar de la esperanza de una reuni�n de todos los muertos que mueren en el Se�or.

(1) Aqu� se muestra el triunfo de Cristo. Ahora, el objeto de su muerte y resurrecci�n era redimir al mundo. Pero esta redenci�n ser�a vana si no hubiera resurrecci�n. "Si en esta vida solo hemos esperado en Cristo, somos de todos los hombres m�s lamentables". La resurrecci�n de Cristo prueba que se obtuvo el objeto de su muerte, por lo tanto, debe ser seguida por la resurrecci�n de su pueblo para que la redenci�n as� realizada pueda realizarse plenamente en ellos.

(2) La uni�n de los cristianos con Cristo asegura su resurrecci�n. Su experiencia se convierte en la experiencia de su gente, porque �l vive en ellos y ellos viven en �l ( 1 Corintios 15:22) .� W.F.A.

1 Tesalonicenses 4:15, 1 Tesalonicenses 4:16 - El orden del segundo advenimiento.

Los temas aqu� presentados ante nosotros est�n completamente fuera del alcance de la especulaci�n. No tenemos datos para continuar m�s all� de las declaraciones autorizadas de la Palabra de Dios. San Pablo mismo no estaba preparado para razonar sobre ellos. Simplemente podr�a declarar lo que se le revel�. Pero esto lo declar� con una positividad maravillosa y sin vacilar. Prefiere su declaraci�n reclamando claramente la autoridad de inspiraci�n para ella. "Por esto os decimos por la palabra del Se�or". Una revelaci�n tan notable como la de los siguientes vers�culos necesitaba cierta garant�a de su origen para recomendarnos. Debemos tomarlo en el esp�ritu en el que est� escrito, o debemos dejarlo solo. Es in�til comenzar a racionalizar con ello. Es una tonter�a intentar ir un paso m�s all� de lo que est� escrito. Un serm�n sobre tales temas debe ser tan puramente expositivo como sea posible de las palabras de las Escrituras. Observamos aqu� tres eventos en el tiempo y sus consecuencias externas. El orden de estos tres eventos es lo que m�s preocupa a San Pablo de inmediato. La ocasi�n de su escritura sobre ellos parece haber sido el problema que sintieron sus lectores en cuanto a la condici�n de aquellos cristianos que murieron antes del segundo advenimiento de Cristo que esperaban que sucediera en breve. �Perder�an estos hermanos difuntos la alegr�a de recibir a su glorificado Salvador? El orden de los eventos descritos por el ap�stol elimina esta dificultad.

I. EL PRIMER EVENTO ES EL ADVIENTO DE CRISTO.

1. �l debe venir en persona. No olvida el mundo por el que muri�. Regresar� a su Iglesia agotada y aguardada.

2. �l debe venir en gloria. Su primer advenimiento fue humilde y oscuro. Pocos conoc�an al beb� en el pesebre. Humilde y abnegado fue toda la vida que sigui�. Pero todo el que se humilla ser� enaltecido. El humilde Jes�s volver� como el Se�or exaltado.

3. �l debe venir visiblemente. El grito, la voz completa de un arc�ngel, el sonido de una trompeta, estos horribles sonidos seguramente no anunciaron un oscuro advenimiento m�stico que puede cuestionarse despu�s de que haya ocurrido. Cuando Cristo venga por segunda vez, nadie dir�: "�Est� el Se�or entre nosotros o no?" Todos escuchar�n el gran grito y las estruendosas notas de �ngel.

II EL SEGUNDO EVENTO ES EL REGRESO DE LOS SALIDOS. En lugar de perderse la alegr�a de ese gran advenimiento, como tem�an sus amigos, aquellos cristianos que se hab�an quedado dormidos ser�n los primeros en compartirlo. La trompeta despertar� a los muertos antes de despertar a los vivos. No habr� ventaja en estar entre los vivos en el momento de la segunda venida de Cristo. Algunos, incluso en nuestros d�as, han esperado con cari�o ese privilegio. Pero San Pablo claramente nos dice que el privilegio es al rev�s. Los difuntos ser�n los m�s privilegiados. Esto es justo; porque si han soportado los dolores de la muerte para alcanzar a Cristo, es correcto que lo vean primero.

III. EL TERCER EVENTO ES LA ASOCIACI�N DE CRISTIANOS VIVOS CON EL SEGUNDO ADVIENTO DE CRISTO. Toman el segundo lugar en honor, sin haber luchado con la muerte y conquistado al temible enemigo, como lo han hecho sus hermanos fallecidos. Pero tambi�n se unen al triunfo alegre de su Se�or. Del proceso f�sico descrito como "atrapado en las nubes" no sabemos nada y, por lo tanto, no podemos decir c�mo se realizar� hasta que se realice. El intento de explicarlo solo ha hecho que el tema sea rid�culo. Pero los dos hechos espirituales que lo acompa�an son claros. Un encuentro alegre con Cristo y los difuntos, y un cambio de estado y esfera; La vida terrenal y sus limitaciones dan lugar a la vida celestial y sus poderes m�s exaltados.

IV. LA CONSECUENCIA ETERNA ES LA VIVIENDA PERMANENTE DE LOS CRISTIANOS CON CRISTO. El segundo advenimiento aqu� descrito no es un evento pasajero que termina. No es una mera visita de Cristo. No es como el primer advenimiento, que, despu�s de unos a�os, fue seguido por la muerte y, despu�s de su resurrecci�n, la ascensi�n de Cristo. Cristo nunca m�s dejar� a su pueblo.

1. Asegura la alegr�a. La alegr�a del amor es estar con los que amamos. La mayor felicidad cristiana es estar "para siempre con el Se�or". Esto es el cielo.

2. Protege de los problemas. Dios limpia las l�grimas de todos los ojos. Asociado con Cristo para siempre, su pueblo nunca podr� llorar de nuevo.

3. Protege del pecado. Donde siempre est� el Cristo triunfante, el tentador derrotado nunca puede venir.

4. Se logra la reuni�n de amigos. Todos estando con Cristo, todos tambi�n est�n juntos. El hogar se perfecciona mediante la reuni�n de los muertos bendecidos con la vida glorificada alrededor del Cristo que permanece. � W.F.A.

Información bibliográfica
Exell, Joseph S; Spence-Jones, Henry Donald Maurice. "Comentario sobre 1 Thessalonians 4". Los Comentarios del Púlpito. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/tpc/1-thessalonians-4.html. 1897.