Bible Commentaries
2 Crónicas 22

Los Comentarios del PúlpitoLos Comentarios del Púlpito

Versículos 1-12

EXPOSICI�N

Este cap�tulo comprende la adhesi�n, el breve reinado y la muerte de Ocoz�as ( 2 Cr�nicas 22:1) y los siguientes asesinatos y usurpaci�n de Atal�a durante seis a�os ( 2 Cr�nicas 22:10). El paralelo de la secci�n anterior se encuentra en 2 Reyes 8:24-12; 2 Rey 9: 14-16, 2 Reyes 9:21-12; y de este �ltimo, 2 Reyes 11:1.

2 Cr�nicas 22:1

Este vers�culo no pretende decir c�mo los habitantes de Jerusal�n procedieron a nombrar a Ocoz�as, en defecto de cualquier cita previa por parte de su padre, sino simplemente que mientras lo nombraron a �l, el hijo m�s joven, fue porque no ten�an elecci�n, los hermanos mayores fueron asesinados ( 2 Cr�nicas 21:17). aunque el fallecido Jehoram posiblemente no haya sabido hasta el momento de su muerte, con certeza, de sus varias muertes. Esto, si podemos juzgar por el lenguaje particular aqu� utilizado, se hab�a producido en las bandas de la banda de hombres que vinieron con los �rabes al campamento, ahora primero particularizado. El paralelo ( 2 Reyes 8:25), al querer estos dos elementos, afirma que este reinado comenz� en el duod�cimo a�o de Joram de Israel.

2 Cr�nicas 22:2

Cuarenta y dos; leer, veintid�s, y ver paralelo, 2 Reyes 8:26; y tenga en cuenta nuestra 2 Cr�nicas 21:5. Hija de Omri; es decir, nieta de Omri, ya que Omri era el padre de Acab.

2 Cr�nicas 22:3

La madre y la casa de Acab se hab�an convertido en un proverbio y un sin�nimo de su maldad. En este y en los siguientes dos vers�culos se enfatiza el mal consejo y las fuentes del mismo que perjudicaron a Ocoz�as en su ruina. Aunque el paralelo quiere estas declaraciones directas, tal vez apenas dice menos, cuando dice (vers�culo 27): "Porque era el yerno de la casa de Acab".

2 Cr�nicas 22:5

�l ... fue con Joram hijo de Acab. Entonces, el mal ejemplo de incluso los buenos vive despu�s de ellos. Vea a Josafat ( 1 Reyes 22:29; 2 Cr�nicas 18:8) seguido primero por su hijo Jehoram ( 2 Reyes 3:9), y ahora por su nieto Ocoz�as. Las palabras de este vers�culo y el siguiente son casi id�nticas al paralelo ( 2 Reyes 8:28, 2 Reyes 8:29). Ramoth-Gilead. Se recordar� que Acab fall� cuando solicit� y obtuvo la ayuda de Josafat ( 1 Reyes 22:3; 2 Cr�nicas 18:3) en su empresa contra Ramoth-Gilead. Sin embargo, el intento actual parece haber tenido un problema diferente ( 2 Reyes 9:14, 2 Reyes 9:15). Los sirios; Hebreo, ?????????. El radical inicial aqu� deber�a ser ?, por descuido de observar que la Septuaginta ha traducido "arqueros" (relatar).

2 Cr�nicas 22:6

Ambos lugares (este y el paralelo) dicen primero que Ocoz�as fue con Joram contra Hazael; entonces que Joram, enamorado, regres� para curarse a Jezreel; luego que Ocoz�as, por alg�n tipo de compasi�n, baj� a ver a Joram en Jezreel; y, por �ltimo, aqu� se se�ala que en ese mismo acto suyo, la Providencia provoc� que Jehu lo encendiera ( 2 Cr�nicas 22:7), y se encontr� con su fin. Esta caracter�stica de la historia que el escritor de Cr�nicas desea exhibir, como siempre. Ram� i.q. Ramoth-Gilead. Jezreel Esta era una ciudad en la llanura de Jezreel (Esdraelon), perteneciente a la tribu de Isacar. Porque Azar�as le�a a Ocoz�as; comp�rese ??????????? (Ocoz�as) y ?????????? (Joacaz), el significado de ambos "retenidos" o "sostenidos por el Se�or".

2 Cr�nicas 22:7

Sali� con Joram contra Jeh�. El "contra" es la simple preposici�n ???, y no tiene la intenci�n de nada m�s que "encontrarse" con Jeh�; no encontrarse con �l hostilmente. Sin embargo, cu�l fue la forma de la reuni�n, sabemos por 2 Reyes 9:21, 2 Reyes 9:22, 2Re 9:27, 2 Reyes 9:28. La historia de esto y los siguientes dos vers�culos se da aqu� muy brevemente; se debe completar mucho para dar su explicaci�n completa, como en 2 Reyes 9:11. A quien el Se�or hab�a ungido para salir de la casa de Acab; es decir, lo hab�a elevado al trono, poseedor de las cualidades caracter�sticas que ten�a para este prop�sito ( 2 Reyes 9:1; 1 Reyes 19:16). Jeh�, hijo de Nimshi. Estrictamente, "el hijo de Josafat, el hijo de Nimshi" ( 2 Reyes 9:2).

2 Cr�nicas 22:8

Ejecuci�n de juicio sobre la casa de Acab. La descripci�n de todo esto est� suficientemente dispersa gr�ficamente a lo largo de los versos de 2 Reyes 9:24-12. Y encontr� a los pr�ncipes de Jud� (ver especialmente 2 Reyes 10:7, 2 Reyes 10:11; 2 Reyes 11:13-12). Y los hijos de los hermanos de Ocoz�as. Esto explica y se explica por 2 Reyes 10:12. Eso ministr� a Ocoz�as. Incluso esta peque�a cl�usula enigm�tica recibe su explicaci�n probable de la �ltima cl�usula de 2 Reyes 10:13 en la �ltima cita anterior.

2 Cr�nicas 22:9

Y busc� a Ocoz�as: y lo atraparon ... lo trajeron ... lo enterraron. Este vers�culo, que a primera vista parece estar en desacuerdo con 2 Reyes 9:27, 2 Reyes 9:28, es quiz�s una instancia simplemente sorprendente de corroboraci�n no dise�ada de la historia por el tratamiento de diferentes historiadores. El verso, por ejemplo; corrige las cursivas de 2 Reyes 9:27; expulsarlos arroja su fuerza apropiada en las palabras, "al subir a Gur", mostrando que Jeh� consider� esa abrupta muerte para permitir que sus guerreros perseguidores alcanzaran a Ocoz�as; hace una armon�a lo suficientemente posible, por decir lo menos, con respecto a los incidentes restantes narrados de su vida, que hizo por un tiempo un vuelo exitoso a Meguido, luego busc� esconderse en un retiro m�s profundo en Samaria, fue llevado all� a Jehu en Meguido, all� finalmente asesinado ante sus ojos, y por sus propios sirvientes, que deben haber tenido alg�n apego a �l, pero probablemente con la sanci�n del mismo Jeh�, transportado "en un carro a Jerusal�n" por sepultura "en el sepulcro de sus padres en la ciudad de David "( 2 Reyes 9:28). El hecho de que recibi� un entierro decente se debe al car�cter temeroso de Dios de su abuelo, y que esto deber�a encontrar su registro en la p�gina del libro que durar� mientras dure el mundo, esa misma p�gina ya tiene dos mil quinientos a�os. , es una consideraci�n muy conmovedora. Meguido estaba en la llanura de Esdrael�n o Jezreel, que se extend�a entre las colinas de Galilea y las del monte de Efra�n o Samaria. No ten�a poder para mantener quieto el reino. El significado indudable de esta cl�usula es que no hab�a nadie de la casa de Ocoz�as que pudiera sucederlo. El texto hebreo no dice "no queda nadie", etc. Pero la alusi�n no puede ser m�s que el hecho de que sucede en nuestro 2 Reyes 9:11 (donde solo se menciona a Joash como un hijo, y con �l una enfermera), a saber. que su �nico hijo sobreviviente era un beb�, los hijos del rey (presumiblemente hijos de Ocoz�as y nietos propios) estaban entre la "simiente real", a quien la malvada Atal�a hab�a "destruido". Gesenius dice que las palabras que envuelven en ellos la ligera ambig�edad, ????? ????, son una frase peculiar del hebreo posterior, y �l presenta nueve ejemplos, todos los cuales provienen de Daniel o Chronicles, la virtud de la frase que equivale a la facilidad de los puertos del lat�n. Traducir, y no hab�a nadie de la casa de Ocoz�as capaz para el reino, las condiciones exactas del caso no se registraron.

2 Cr�nicas 22:10

Pero cuando Atal�a. Para el paralelo al final del cap�tulo, vea 2 Reyes 11:1. Las palabras, de la casa de Jud�, est�n aqu� cuidadosamente suministradas, queriendo en paralelo.

2 Cr�nicas 22:11

Despu�s del rey, el paralelo certifica convenientemente el nombre, Joram, y agrega, "hermana de Ocoz�as" (muy posiblemente media hermana, sin embargo), y luego particulariza la ocultaci�n, como de Atal�a, como en la �ltima parte de este vers�culo. . Aqu� se nos dice, lo que no se menciona en el paralelo, que Jehosheba era "esposa del sacerdote Joiada", probablemente el sumo sacerdote. Tampoco es negativo por el hecho de que el nombre no se encuentra ( 1 Cr�nicas 6:1.) En la l�nea de Aaron a Jozadak; porque esta es solo la l�nea de los antepasados ??de Jozadak, todos los cuales no eran sumos sacerdotes. Se debe volver a saber de Joash ( 2 Reyes 11:21; 2 Cr�nicas 24:1).

2 Cr�nicas 22:12

Con ellos se escondieron en la casa de Dios seis a�os. Durante este tiempo, evidentemente, Atal�a reinaba. Hab�a en la "casa de Dios" c�maras sagradas para el uso de sacerdotes o funcionarios del templo ( 1 Reyes 6:5).

HOMIL�TICA

2 Cr�nicas 22:1

Una mezcla de los memorandos de maldad, sus consecuencias y su final.

El �nico hijo sobreviviente de Joram, su hijo menor, Ocoz�as, es puesto en un trono inseguro e inseguro. Joram hab�a hecho que mataran a todos sus hermanos, y ahora sucedi� que todos sus "hijos mayores hab�an sido asesinados por la banda de hombres que vinieron con los �rabes al campamento" como Atal�a, hija de Acab y nieta. de Omri, la malvada esposa de Joram, no hab�a fallado en hacer un malvado esposo de Joram, por lo tanto, la malvada madre, ella no deja de hacer un malvado hijo de Ocoz�as. Ella "era su consejera para hacer malvadamente". Y all� toda su casa, "la casa de Acab", eran "despu�s de la muerte de su padre, consejeros de su destrucci�n". Ocoz�as repiti� el error de su abuelo Josafat, al asociarse con el Rey de Israel, subiendo con �l para luchar contra Hazael, Rey de Siria, en Ramoth-Gilead. Conduce a m�s complicaciones. El Rey de Israel est� herido y regresa a Jezreel, y porque "estaba enfermo", Ocoz�as debe ir all� tambi�n para "verlo". Inconscientemente est� cortejando "su destrucci�n", "de Dios" ( 2 Cr�nicas 22:7); por una vez all� debe apoyar al rey de su l�nea rival contra alguien a quien "Dios hab�a ungido" para el trabajo mismo de "cortar la casa de Acab". No solo se est� preparando "para ayudar a los imp�os y amar a los que odian al Se�or" ( 2 Cr�nicas 19:2), sino que se est� poniendo en batalla con alguien contra quien el Se�or ha ungido a su propio siervo. ("Jeh�, hijo de Nimshi"), para que pueda destruirlo a �l y a los suyos. Es decir, se ha puesto en la posici�n de luchar activa y directamente contra Dios. Y ahora, al hacerlo, no solo involucra a "los pr�ncipes de Jud� y los hijos de sus propios hermanos" (debido a la compa��a en la que fueron encontrados), en una matanza indiscriminada, sino a s� mismo, el Rey de Jud�, escondido Escondido en Samaria, buscado, atrapado, tomado. �l con su madre fue llevado a la tierra en un doble sentido, perseguido hasta su miserable fin terrenal, sus huesos fueron honrados con un entierro decente solo por reverencia a su buen abuelo Josafat. Sin embargo, el epitafio humillante en su tumba fue: "�La casa de Ocoz�as no ten�a poder para mantener quieto el reino!" Una vez m�s, la enfurecida madre del hijo a quien ella m�s que nadie hab�a metido en su pecado y su tumba, planea la matanza de toda la simiente real de David; pero en vano. �Una promesa fiel, un convenio seguro, un prop�sito inalterable, lo impide! La hermana del rey reci�n enterrada estaba casada con el sacerdote Joiada, y ella era la conservadora designada de la l�nea real, en la providencia de Dios. Ella salva a uno, a un beb�, a su sobrino, y con su esposo lo esconde durante seis a�os, donde muchos otros se han refugiado y han estado ocultos de manera segura hasta que el tempestuoso viento y la tempestad se han desvanecido: "en la casa de Dios". La usurpadora e inicua Atal�a, hija de Acab, esposa de Joram una vez, y una vez madre de Ocoz�as, hu�rfana, viuda y sin hijo, sin amor ni amor, sin temer a Dios ni al hombre, reina un tiempo, pero no gobierna. ! Dios gobierna a la gente, cabalga la tormenta, mantiene el sue�o, la infancia, la infancia de su ungido; inspira a su verdadero sacerdote, Joiada, con sabidur�a, paciencia, determinaci�n y coraje religioso. La l�nea real de Jud� no est� cortada en su sexto rey, y, seg�n la mayor parte del conocimiento humano, parece que ese intervalo de seis a�os puede haber servido como una pausa necesaria en la vida del reino y de su jefe. hombres. "La Palabra del Se�or" fue sin duda "preciosa en aquellos d�as", pero no se perdi�, y hab�a un sacerdote fiel. Los silencios de las naciones y muchas veces de nuestra propia vida individual, los silencios de las Escrituras y del inescrutable Dios mismo, todos tienen significado, todos llevan la marca del dise�o y la providencia sufrida, y si se mejoran en lugar de descuidarse, pecar en contra, y desafiado, puede ser rico en bendiciones futuras.

HOMILIAS DE W. CLARKSON

2 Cr�nicas 22:1

Un pr�ncipe lamentable; o, un desafortunado hijo de la fortuna.

La profunda misericordia de uno nacido en un estado elevado es la lecci�n del texto; pero debemos esperar para aprender

I. QUE LOS HOMBRES SUFREN POR EL PECADO. Parece que Ocoz�as era el �nico hijo que quedaba en la casa de Joram; todos los mayores hab�an sido asesinados por los invasores ( 2 Cr�nicas 22:1). As� encontramos que el hombre que con vergonzoso ego�smo asesin� a sus propios hermanos, tuvo que sufrir la p�rdida, por violencia, de sus propios hijos. Era un castigo apropiado, apropiado que el que usara la espada sin remordimientos sufriera la espada; Es apropiado que el hombre cuyo crimen m�s oscuro fue cometido "bajo su propio techo" debe soportar su pena en su propia familia. Por supuesto, no encontramos invariablemente tal "justicia po�tica" tratada en la providencia de Dios; pero encontramos que los hombres no solo sufren porque pecan, sino que sufren como pecan. Si pecan como esposos o padres, sufren como tales; si pecan como hijos, sufren a trav�s de sus hijos; si pecan en la carne, sufren en la carne; o si pecan en el esp�ritu, sufren en el esp�ritu. Hay una correspondencia cercana, clara y justa entre la culpa y la pena.

II ESE PADRE TIENE UN CAMINO MUY LARGO PARA CUENTAR EL CAR�CTER HUMANO Y LAS CARRERAS DE LOS HOMBRES. Ocoz�as era el nieto del lado de su madre, de Acab y de Jezabel. �Qu� puede no haber heredado de ellos? �l era el hijo de Atal�a. Y, aparte de la consideraci�n de la herencia, �qu� maldad no bebi� de los consejos de esa mujer malvada? Ella era "su consejera para hacer malvadamente" ( 2 Cr�nicas 22:3).

1. Bien podemos bendecir a Dios por todo el bien que nosotros y otros hemos obtenido de padres piadosos, especialmente de una madre santa, de los "consejos" recibidos en "la rodilla de la madre". La bendici�n as� conferida al mundo es bastante inestimable.

2. Los que son padres pueden darse cuenta de la sagrada carga de responsabilidad que recae sobre ellos; pues depende de ellos, en gran medida, determinar lo que ser�n sus hijos e hijas, ya sea una bendici�n o una maldici�n para el mundo.

3. Hacemos bien en tratar de elevar a quienes son, o ser�n, las madres del futuro. No hay empresa cristiana m�s digna que la Misi�n Zenana, en la cual el objetivo es alcanzar y criar a las mujeres que ser�n "las consejeras" de los hombres y mujeres de la pr�xima generaci�n.

4. El mal consejo puede atenuar, pero no disculpar� nuestra locura individual y nuestra mala conducta. Ni siquiera una madre puede llevarnos a caminos de pecado.

III. ESAS CIRCUNSTANCIAS FAVORABLES NO GARANTIZAR�N EL BIENESTAR DE NING�N HOMBRE.

1. �Qui�n tan afortunado en Jud� como Ocoz�as? Heredero al trono, y triunfando a una edad temprana (ver 2 Reyes 8:26 con 2 Reyes 8:17 de ese cap�tulo); casado cuando era joven; con ni�os peque�os pronto sobre �l; con todas las perspectivas de poder, riqueza, afecto dom�stico, propiedad real, durante muchos a�os.

2. �Y qui�n m�s lamentable que este joven pr�ncipe? Educado y entrenado en la creencia del error, en la pr�ctica de la locura, con una madre cuya influencia total estaba en contra del valor moral, buscando y formando una alianza peligrosa, interrumpida despu�s de un reinado muy breve ( 2 Cr�nicas 22:2) , dejando una reputaci�n de mal olor detr�s de �l. Es cierto que ning�n hombre puede contar con un futuro de prosperidad y alegr�a simplemente porque la perspectiva circunstancial es favorable. El hijo de la fortuna, como Ocoz�as, demuestra ser uno de los hombres m�s desafortunados. A quienes todos sus j�venes contempor�neos estaban dispuestos a envidiar, nosotros, que miramos hacia atr�s, nos unimos para compadecernos con una compasi�n genuina y profunda. �Qui�n, pregunt�monos, es el hombre a quien envidiar, o m�s bien a felicitar? Seguramente es �l quien nace de padres cristianos, quien tiene sobre �l en la infancia y en los "consejeros" juveniles, quien sabr� lo que es verdad y har� lo que es realmente amable y sabio; es �l a quien su padre humano entrena en el camino de la justicia, y a quien su Padre celestial disciplina, de acuerdo con su sabidur�a Divina, construy�ndolo en pureza, en integridad, en fuerza, en amor.

2 Cr�nicas 22:4

El consejo que destruye y el que salva.

"Sus consejeros ... para su destrucci�n". El consejo que recibimos tiene mucho que ver con el car�cter que formamos y la vida que vivimos; mucho, por lo tanto, con el destino que estamos tejiendo.

I. LA NECESIDAD URGENTE DE CONSEJO EN UN PER�ODO CR�TICO DE NUESTRA VIDA. En nuestros primeros a�os, el r�o de nuestra vida fluye entre riberas altas y estrechas. Estamos bien cercados y debemos movernos de acuerdo con nuestro entorno. Pero m�s adelante los bancos son m�s bajos, las restricciones son m�s d�biles y podemos desbordarnos, podemos cortar un nuevo canal para nosotros. Al principio estamos bajo el mando de hora en hora; hacemos lo que se nos prescribe; rehuimos lo que est� prohibido. Luego llega un momento en que nos retiramos de esta posici�n; se ha convertido en esclavitud; exigimos entrar en los derechos de madurez, formar nuestro propio juicio, actuar de acuerdo con nuestra propia elecci�n. Es en este punto, cuando la autoridad del padre ya no es primordial, que debemos actuar bajo consejo. Necesitamos urgentemente la ayuda de aquellos que nos asesorar�n, aunque no asuman que nos dirijan. Queremos la gu�a de aquellos que nos dir�n, no, lo har�s, sino que deber�as. Requerimos la ventaja de la experiencia de los hombres que han pasado por los caminos que ahora nos esperan; de hombres cuya sabidur�a nos equipar� para los nuevos deberes que deben ser descargados, para las nuevas cargas que deben ser soportadas, para los nuevos peligros y dificultades que deben ser enfrentados y combatidos, para los nuevos adolescentes, las raciones que deben ser conocido y dominado. Pero hay dos tipos de consejos, y todo depende de lo que adoptemos.

II EL CONSEJERO QUE DESTRUYE; Verbigracia. el consejo que mata todo lo mejor de nuestra naturaleza y nos lleva a la ruina espiritual, si no a la ruina material.

1. El consejo de un ego�smo degradante, que habla de esta manera: "Cuida el n�mero uno", "Cada hombre por s� mismo", etc .; eso impresionar�a a la mente abierta de la juventud con la miserable falsedad que, por tanto tiempo Como podemos asegurar lo que anhelamos para nosotros mismos, es de poca importancia lo que se hace de nuestros vecinos o de nuestros semejantes.

2. El consejo de la vergonzosa indulgencia, que habla en esta tensi�n: "La juventud llega pero una vez en la vida"; "Una vida corta y alegre"; Un consejo que recomendar�a a los j�venes que consuman todo lo que es puro y sano en su naturaleza en los fuegos de la pasi�n imp�a, que ahoguen todo lo que sea m�s valioso, todo sentido de lo que se est� convirtiendo y todo respeto por s� mismos, en las aguas turbias de las aguas libres. o indulgencia mal contenida.

3. El abogado de exageraci�n financiera, que dice: "Obtenga dinero por todos los medios, honestamente si es posible, pero obtenga dinero"; este es un consejo que "sacrificar�a la vida por el bien de los medios de vida", lo que llevar�a a la p�rdida de lo que es m�s sagrado y precioso por el bien de lo que, en el mejor de los casos, solo puede proporcionar las condiciones externas del pozo -siendo. Convierte la mera posesi�n pecuniaria en la meta de la vida humana, un error muy com�n pero total y lamentable.

4. El consejo de un materialismo superficial; aquello que pone gran �nfasis en el �xito temporal y en el favor humano, y hace poco o nada de valor espiritual y el favor de Dios. Consejos como estos son verdaderamente destructivos; matan la fe, el amor, la pureza, la esperanza, la espiritualidad, todo lo que hace nuestra virilidad, que constituye nuestra verdadera herencia. Bajo tales consejeros podemos ganar el mundo, pero perdemos nuestra alma; son "consejeros de nuestra destrucci�n".

III. EL CONSEJO QUE AHORRA. Hay uno de los cuales, muchos siglos antes de su llegada, se dijo: "Su nombre se llamar� Consejero". de quien, cuando estuvo con nosotros, se dijo: "�De d�nde tiene este hombre esta sabidur�a?" quien vino a ser para nosotros "la Sabidur�a de Dios" ( 1 Corintios 1:24). Si aprendemos de �l, sabremos cu�l es la verdad que respeta la vida humana, la riqueza mundana, el honor que proviene del hombre y lo que es de Dios, lo que constituye la vida eterna a continuaci�n, y qu� es lo que conduce a la vida celestial m�s all� de la tumba (ver Mateo 6:19, Mateo 6:20, Mateo 6:33; Mateo 10:37; Lucas 4:4; Lucas 12:15; Juan 5:44; Juan 14:23; Juan 17:24) .� C.

2 Cr�nicas 22:5

Nuestros amigos y su destino, etc.

Estos vers�culos nos ofrecen un grupo de verdades que podemos reunir.

I. QUE NUESTRO DESTINO EST� COM�NMENTE CON EL DE NUESTROS AMIGOS. Ocoz�as "fue con Joram hijo de Acab" ( 2 Cr�nicas 22:5); y, aliarse con �l en la guerra, lo visit� como amigo cuando estaba en su casa en Jezreel. Pero esta amistad con los enemigos de Dios lo llev� a su destrucci�n; su venida a Joram fue "de Dios" ( 2 Cr�nicas 22:7); fue el camino tomado por la Divina Providencia para traer sobre �l el castigo de su culpa. Porque pereci� con su amigo el mismo d�a y en la misma mano ( 2 Cr�nicas 22:8, 2 Cr�nicas 22:9). Cuando estamos determinando nuestras alianzas y nuestras amistades, es bueno no solo considerar la estaci�n, los ingresos, la reputaci�n en la sociedad, de aquellos que nos invitan a su confianza, sino tambi�n preguntar acerca de su probable destino. �En qu� direcci�n se est�n moviendo? �Hacia qu� objetivo se vuelven sus caras? �Cu�l ser� su fin? �Est�n en un curso ascendente o descendente? Porque nada es m�s probable que compartamos su destino, que seamos lo que se est�n convirtiendo.

II QUE LA INFLUENCIA DE UN BUEN HOMBRE VA M�S ALL� DE SU PROPIA GENERACI�N. "Lo enterraron, porque (dijeron) es el hijo de Josafat", etc. ( 2 Cr�nicas 22:9). Era el nieto de Josafat; pero aunque tuvieron que retroceder dos generaciones, el recuerdo y la impresi�n moral del buen rey no se hab�an desvanecido, en cualquier caso, no se hab�an borrado. "La memoria de los justos" permanece; Es fragante despu�s de muchos a�os. y la influencia de lo sagrado dura cuando el recuerdo ha desaparecido. Conocimiento en la memoria, paz en la mente, solidez en el alma, belleza y utilidad en la vida, estos son los frutos de la vida del hombre bueno, aunque no se remontan a su mano y no se refieren a su trabajo; son influencias que se extienden y ampl�an a medida que pasan los a�os.

III. QUE SI NOS PONEMOS BAJO EL DOMINIO DEL MAL, NO SABEMOS QU� PROFUNDIDAD PODEMOS DESCENDER. Tenemos aqu� a una mujer, que fue criada en un tribunal civilizado, y que tuvo la oportunidad de familiarizarse con la Ley del Se�or, haciendo que todos sus nietos fueran asesinados, para que ella pudiera tener el tim�n del estado. en sus propias manos! �Cu�n profunda profundidad de degradaci�n moral puede hundirse una mujer cuando se entrega al poder del mal! Y ninguno de nosotros conocemos las longitudes de las malas acciones, las profundidades de la iniquidad, a las que podemos llegar, si alguna vez cedemos ante esa fuerte tentaci�n: impureza, avaricia, indulgencia en una bebida fuerte, la intoxicaci�n de los aplausos. , o lo que sea, que nos est� atacando e incluso amenazando. Evite el primer paso en un curso malvado, ya que la pendiente se vuelve m�s empinada a medida que avanzamos, y conduce a un abismo profundo y oscuro de verg�enza y ruina.

IV. Esa amabilidad de la mujer tiene una gran contribuci�n para llevar a la causa y el reino de Dios. Fue un gran servicio, fruct�fero de grandes resultados, que Jehoshabeath ahora prest� ( 2 Cr�nicas 22:11). Fue un servicio muy valioso que la bondad y la fidelidad femeninas le brindaron a nuestro Se�or cuando vivi� y muri� por nosotros. El ap�stol Pablo tuvo que agradecer la amabilidad femenina por el socorro en el curso de su carrera. La piedad, con la mano de ayuda que se extiende, es una esclava de la piedad, un siervo valioso en la casa del rey.

V. QUE EN LA CASA DEL SE�OR PODEMOS ENCONTRAR UN LUGAR OCULTO PARA NOSOTROS MISMOS. ( 2 Cr�nicas 22:12.) Su t�a escondi� al infante Joash en la casa de Dios ( 2 Cr�nicas 22:12). Muchas veces, en muchas tierras, la casa de Dios ha sido un santuario, un lugar donde los hombres se han refugiado y se han escondido de la ira del perseguidor. Pero hay una mejor manera en que la casa de Dios puede ser para nosotros un santuario. Podemos ir all� para escondernos en aquel cuya casa es. Podemos ir all� con nuestro coraz�n atribulado o cargado de pecado, y podemos escondernos en aquel que es el Dios de toda gracia y consuelo, en aquel que abunda en misericordia y verdad (ver Salmo 27:4, Salmo 27:5). Cuando apreciamos una fe viva en Dios, nuestro Salvador y nuestro Amigo, "nos escondemos bajo la sombra de sus alas" (Salmo 17:8) .� C.

HOMILIAS DE T. WHITELAW

2 Cr�nicas 22:1

Un cap�tulo de tragedias.

I. EL MATADERO DE LOS HIJOS DE JEHORAM. ( 2 Cr�nicas 22:1.) Una ilustraci�n de tres cosas.

1. Los peligros que asisten a la estaci�n alta. Los hijos de Joram estaban entre los cautivos tomados por los filisteos y los �rabes ( 2 Cr�nicas 21:17). Si hubieran sido soldados comunes, sus vidas podr�an haberse salvado; siendo pr�ncipes de la sangre, fueron ejecutados. La elevaci�n social de un hombre atrae hacia �l las flechas del odio, la envidia, la malicia y otros enemigos secretos; una posici�n oscura tiende a protegerlo. Por lo tanto, que nadie murmure que el �rbitro de destinos no los ha convertido en reyes o grandes; ni se alegran de que sus lugares en la tierra no sean bajos.

2. Los errores que acompa�an a la guerra. Probablemente era su deber salir al campo contra las hordas combinadas de filisteos y �rabes; sin embargo, aquellos que van a la guerra incluso por defensa, y mucho m�s por agresi�n, no deben sorprenderse si son asesinados. En el caso de los hijos de Joram, el campamento de Jud� hab�a sido sorprendido por una parte de reconocimiento que hab�a venido con los �rabes (Keil), o por "una mano de hombres salvajes que sirvieron en el ej�rcito de los �rabes, posiblemente contra la voluntad de los l�deres "(Bertheau); y los hijos de Joram, que fueron llevados primero como prisioneros, fueron luego ejecutados. En tiempos antiguos, cuando los prisioneros se volv�an problem�ticos o resultaban peligrosos, esta era la forma habitual en que eran eliminados.

3. Las retribuciones forjadas por la Providencia. Incluso si los hijos de Jehoram no fueran tan malvados como �l, fue una se�al de la lex talionis, una demostraci�n conspicua de la verdad de que con qu� medida se le medir� nuevamente ( Mateo 7:2) . Joram hab�a asesinado a todos sus hermanos al ascender al trono; Antes de descender de �l, Jehov� sufri� que viera a todos sus hijos (excepto el m�s joven) cortados por merodeadores invasores. "�No son iguales mis caminos? Dice el Se�or" ( Ezequiel 18:29).

II LA EXTERMINACI�N DE LA CASA DE AHAB. ( 2 Cr�nicas 22:7.) Incidentalmente mencionado por el Cronista, se detalla m�s en 2 Reyes 9:1 y 2 Reyes 10:1; y puede ser aqu� brevemente narrado.

1. La cosa determinada por Dios.

(1) �Cu�ndo? Ya en la �poca de Elijah, en los d�as del mismo Acab ( 1 Reyes 19:16, 1 Reyes 19:17). La preordenaci�n divina no interfiere con la libertad de la acci�n humana. Si la destrucci�n de la casa de Acab se llev� a cabo en cumplimiento de un decreto Divino previamente formado, sin embargo, fue efectuada por una revoluci�n pol�tica.

(2) �Por qu�? Debido a la incurable apostas�a, la irreligiosa indignaci�n y la flagrante culpa de sangre de Acab y sus sucesores en el trono de Israel. Adem�s de ser un id�latra del tipo m�s degradante, Acab hab�a sido un asesino de extrema ferocidad, y sus sucesores hab�an seguido su camino. Por lo tanto, no quedaba ning�n remedio sino uno: la extirpaci�n completa. Bajo el gobierno Divino, la redenci�n o la destrucci�n son las dos alternativas que se presentan ante todos los malhechores ( Isa�as 1:19, Isa�as 1:20). Las almas que no pueden recuperarse deben cortarse (Salmo 37:9). Cuando el mundo prediluviano se hundi� por debajo de la l�nea de posible restauraci�n, se sumergi� bajo las aguas de una inundaci�n ( G�nesis 6:7). Cuando Sodoma y Gomorra se volvieron demasiado sucias para ser renovadas, se quemaron de la faz de la tierra ( G�nesis 18:21; G�nesis 19:24, G�nesis 19:25 ; 2 Pedro 2:6; Judas 1:7).

2. El instrumento seleccionado por Dios.

(1) Su nombre. Jeh�, hijo de Josafat, hijo de Nimshi. Esto se revel� por primera vez a Elijah en Horeb ( 1 Reyes 19:16). En las inscripciones asirias, Jeh� es mencionado dos veces, y cada vez como "Jeh�, hijo de Omri", el escriba extranjero no est� familiarizado con su historia tal como est� registrada en las Escrituras, y lo considera un pr�ncipe de la dinast�a de Omri. Un obelisco de m�rmol negro, de cinco pies de altura, encontrado en Nimroud, y ahora en el Museo Brit�nico, representa el tributo tra�do a Shal-maneser II. por los pr�ncipes vasallos, entre los cuales aparecen "Yahua, hijo de Khumri", dando "plata, oro, cuencos de oro, vasijas de oro, copas de oro, jarras de oro, plomo, cetros para la mano del rey y bastones" ( 'Registros', etc., 5:41); mientras que un fragmento de los anales de Salmanasar III. contiene una declaraci�n similar, que en el decimoctavo a�o de su reinado, despu�s de conquistar a Hazael de Damasco, recibi� el tributo de los tirios, los sidonios y de "Yahua, hijo de Khumri".

(2) Su estaci�n. Originalmente un oficial, probablemente el general m�s capaz, y por lo tanto, mariscal de campo del ej�rcito de Jehoram ( 2 Reyes 9:5). Dios sacrifica sus instrumentos de todos los rangos y ocupaciones. Aquellos que lo han servido m�s eficientemente en la Iglesia Cristiana no han sido extra�dos del ej�rcito con poca frecuencia. La profesi�n de un soldado no necesita impedir que uno sea un siervo de Dios.

(3) Su car�cter. En�rgico, activo, decisivo, ambicioso, inescrupuloso, sanguinario, cruel y fan�tico, "el peor tipo de hijo de Jacob, el 'suplantador', como se le llama, sin las cualidades nobles y principescas de Israel, la m�s desagradable y desagradable. el m�s fr�amente recomendado de todos los h�roes de su pa�s ". La selecci�n de Dios de un hombre para que sea su instrumento no implica una recomendaci�n de su car�cter: testigo Fara�n, Sa�l, Nabucodonosor, Herodes.

(4) Su designaci�n. Para ser rey sobre Israel Esto se comunic� por primera vez en Horeh a Elijah, quien recibi� al mismo tiempo una comisi�n para que se llevara a cabo la unci�n de Jeh� al trono, una comisi�n luego ejecutada por Eliseo ( 2 Reyes 8:29; 2 Reyes 9:6).

(5) Su usurpaci�n. En esto fue asistido por sus hermanos oficiales ( 2 Reyes 9:13). Aunque designado y ungido por Eliseo al trono de Israel, lo m�s probable es que, como en el caso de Jeroboam ( 1 Reyes 11:31), el proyecto de destronar a Joram ya hab�a flotado ante su mente.

(6) Su comisi�n. Ejecutar venganza Divina en la casa de Acab extirp�ndola, ra�z y rama, de la tierra. Trabajo duro, necesitaba un instrumento �spero.

3. La obra realizada por Dios. Por medio de su instrumento. El Cronista reconoce ( 2 Reyes 10:7, 2 Reyes 10:8) que Jeh� era la espada de Dios. Hasta qu� punto Jehu estaba bajo el dominio de este pensamiento puede ser peligroso afirmar. Pero, en cualquier caso, no perdi� tiempo en descargar el negocio sangriento que se le hab�a encomendado. Con una rapidez y una severidad implacable que suger�an tanto la ferocidad leonina como el celo religioso, se dirigi� a Jezreel y comenz� el trabajo de carnicer�a. Primero condujo una flecha a trav�s del coraz�n de Joram ( 2 Reyes 9:24); luego consigui� la muerte de Jezabel ordenando a dos de sus sirvientes, sus secuaces, que la arrojaran por la ventana del palacio ( 2 Reyes 9:33); y finalmente caus� que los setenta hijos de Acab en Samaria fueran decapitados ( 2 Reyes 10:7).

III. El asesinato de los pr�ncipes de Jud�. ( 2 Reyes 10:8.)

1. �Qui�nes eran estos?

(1) Hijos de los hermanos de Ocoz�as. No los hermanos de Ocoz�as ( 2 Reyes 10:13), ya que todos hab�an sido asesinados por los merodeadores �rabes ( 2 Cr�nicas 21:17), sino los hijos de estos hermanos y, por lo tanto, los sobrinos de Ocoz�as. Que eran cuarenta y dos en n�mero no se puede pronunciar imposible, ya que no se sabe cu�ntos hermanos mayores ten�a Ocoz�as.

(2) Pr�ncipes de Jud�, que sin duda eran ramas m�s remotas de la casa real, y ocupaban importantes cargos en la corte. Posiblemente estos deber�an incluirse en el n�mero cuarenta y dos mencionado anteriormente.

2. Cuando fueron asesinados.

(1) Cuando Jeh� estaba ejecutando juicio sobre la casa de Acab ( 2 Reyes 10:8). Aunque no son responsables de estar conectados con la casa de Acab, se les demostr� la causa de su destrucci�n. Su triste destino fue una ilustraci�n de dos verdades: que los inocentes a menudo sufren con y por los culpables ( Job 9:23), y que nadie puede predecir hasta d�nde pueden llegar las desastrosas consecuencias de un paso en falso. Si Joram no se hubiera casado con Atal�a, estos pr�ncipes no habr�an ca�do v�ctimas de la espada de Jeh�.

(2) Cuando Jehu estaba en camino de Jezreel, donde hab�a cometido tres asesinatos, a Samaria, donde hab�a cometido una masacre por parte del diputado, y a d�nde iba a agregar otra ( 2 Reyes 10:25). Habi�ndose enamorado de los pr�ncipes de Jud�, Jeh� orden� a sus asistentes que los tomaran vivos. Se supone que su resistencia condujo a su matanza inmediata. Una masacre m�s no fue nada para Jehu. Adem�s, la destrucci�n de cuarenta y dos pr�ncipes, en su mayor�a ni�os, era algo insignificante para lo que estaba contemplando: el sacrificio total de los adoradores de Baal en la casa de Baal.

(3) Cuando los sobrinos de Ocoz�as se dirig�an a Jezreel para visitar la corte de Jezreel, "para saludar a los hijos de la reina y los hijos del rey" ( 2 Reyes 10:13). Uno nunca sabe d�nde puede ser alcanzado por la muerte; De ah� la necesidad de estar siempre preparado.

3. D�nde fueron asesinados. En el pozo o cisterna de la casa de esquila, o "casa de reuni�n" ( 2 Reyes 10:13); en "la casa de reuni�n de los pastores" (Chaldee Version, Thenius, Bahr), una casa que serv�a a los pastores de la regi�n para reunirse; o en la casa donde los pastores ataron sus ovejas para esquilarlas (Keil). "En un pozo cercano, como en Cawnpore, todos fueron asesinados" (Stanley).

4. Por quienes fueron asesinados. Jehu, cuyo motivo puede haber sido

(1) porque consideraba que su muerte estaba incluida en el alcance de su comisi�n, o

(2) porque tem�a que algunos de ellos exigieran venganza por sangrado, o

(3) porque deseaba hacer imposible cualquier intento futuro de subversi�n de su autoridad.

IV. EL ASESINATO DE AHAZIAH. ( 2 Reyes 10:9.)

1. Despu�s de un breve reinado. Ocoz�as logr� el trono de su padre en su cuadrag�simo segundo a�o, o en su vig�simo segundo ( 2 Reyes 8:26) - una discrepancia eliminada, suponiendo que el cuarenta y dos. indica la edad del reino de la familia de su madre (Lightfoot), pero se explica mejor admitiendo que se ha introducido un error en el texto (Keil, Bertheau, Bahr). Despu�s de disfrutar el poder real durante un a�o, cay� v�ctima de la espada de Jehu, un recordatorio sorprendente de la incertidumbre de la vida y la vanidad de la grandeza humana.

2. De la mano de la Providencia. "La destrucci�n de Ocoz�as fue de Dios" ( 2 Reyes 10:7); no solo porque todas las cosas est�n bajo el control Divino, sino en el sentido especial de que los incidentes que condujeron a la destrucci�n de Ocoz�as fueron por el permiso de Dios, si no por el orden.

(1) Dios permiti� que Joram fuera a la guerra, como lo hab�a hecho su padre, con el rey sirio, ahora no Benhadad II; pero Hazael el usurpador ( 2 Reyes 10:6), a quien se menciona junto con Jeh� en las inscripciones asirias, y con quien Salmanasar II; En el decimoctavo a�o de su reinado, luch� en Damasco, capturando su campamento con 1221 carros y 470 carruajes de guerra.

(2) Ocoz�as de Jud� le permiti� ir a Ramot de Galaad con su t�o.

(3) En la guerra, Jehov� orden� que Joram fuera herido y que regresara a Jezreel para ser sanado, y que Ocoz�as tambi�n deber�a abandonar Ramoth e ir a la capital de Israel para preguntar por el hermano de su madre.

(4) Por lo tanto, sucedi� que fue encontrado en la compa��a de Jehoram cuando Jehu vino a Jezreel en su recado asesino ( 2 Reyes 9:21).

(5) Si este tren de circunstancias no hubiera precedido, la muerte de Ocoz�as podr�a no haber seguido, al menos en el momento y el lugar donde lo hizo.

3. Como una justa retribuci�n por su maldad. Para Ocoz�as una tremenda desgracia, de la cual no era responsable, que ten�a a Joram y a Atalao para sus padres. Si se pudiera decir que un hombre tiene "una dosis doble de pecado original", o corrupci�n heredada, lo hizo. Si puede ser declarado feliz quien tiene la piedad de las generaciones a sus espaldas y dentro de sus venas, impuls�ndolo hacia adelante en los caminos de la virtud y la religi�n, por otro lado, debe ser considerado un objeto de l�stima que no solo se detiene los caminos de la piedad, pero impulsados ??por los caminos anchos del pecado y el vicio por las fuerzas secretas de la herencia que han ido cobrando impulso a trav�s de una larga sucesi�n de ancestros malvados. Colocado de manera desfavorable como estaba Ocoz�as, no estaba obligado a ceder ante las malas influencias que lo rodeaban. Que no se resisti� a ellos, sino que se abandon� a ellos sin dejarlo ni obstaculizar, fue su pecado.

(1) �l "anduvo en los caminos de la casa de Acab" e "hizo lo malo ante los ojos del Se�or como la casa de Acab". Copi� sus idolatr�as y sus inmoralidades.

(2) Tom� como ejemplo la casa de Acab, y especialmente a su madre, Atal�a, a quien el Cronista, en referencia a sus tendencias perversas, designa adecuadamente "la hija de Omri".

4. A pesar de los arduos esfuerzos por escapar. Las cuentas dadas de estos esfuerzos para escapar son considerablemente divergentes. Seg�n el Cronista, cuando Ocoz�as vio a Jehorem hundirse en su carro despu�s de ser golpeado con la flecha de Jehu, huy� por el camino de la casa del jard�n, pero fue seguido por Jehu y, como su t�o, herido con una flecha al ir hasta Gur, que es por Ibleam, de donde huy� a Meguido, y muri� all� ( 2 Reyes 9:27). Seg�n 2 Reyes, Ocoz�as se hab�a escondido en Samaria y, al ser encontrado all�, fue asesinado por los sirvientes de Jeh�. Las cuentas se pronuncian irreconciliables, la de Kings es la m�s antigua y m�s aut�ntica (Bahr, Bertheau); pero las explicaciones que normalmente se ofrecen (Lightfoot, Keil) son dignas de consideraci�n: que Ocoz�as, al escapar por primera vez, huy� a Samaria, y luego fue encontrado all� por los sirvientes de Jehu, que lo llevaron a Jehu, a cuyo mando le dispararon mientras estaba en su carro en Gur, al lado de Ibleam, y que, una vez m�s escapando, aunque esta vez herido de muerte, lleg� a Meguido y pereci�. En los sitios aqu� mencionados, consulte la Exposici�n.

V. LA DESTRUCCI�N DE LA SEMILLA REAL DE LA CASA DE JUD�. (Verso 10.)

1. v�ctimas de esta masacre. Toda la simiente real, es decir, todos los descendientes directos de la casa real, todos los que pudieran aspirar al trono en cualquier medida o grado. Como los hermanos mayores de Ocoz�as hab�an sido capturados y asesinados por los �rabes ( 2 Cr�nicas 21:17), y como sus hijos, los sobrinos de Ocoz�as, hab�an sido (al menos en parte) ejecutados por Jeh� ( 2 Cr�nicas 22:8), es posible que las v�ctimas reales no fueran numerosas.

2. El autor de esta masacre. Atal�a, la reina madre, que demostr� ser una verdadera hija de Jezabel. En lugar de llorar por las noticias de la muerte de su hijo y tomar medidas para proteger a sus hijos peque�os, sus nietos, de la espada de Jehu, ella misma compar� su destrucci�n. De este modo, se mostr� a s� misma como una madre muy antinatural, un monstruo inhumano: una mujer, como Lady Macbeth, "desde la corona hasta los pies, llena de crueldad" ('Macbeth,' Hechos 1. Sc 5).

3. El motivo de esta masacre. Probablemente mezcl� miedo y ambici�n. Temerosa de su propia seguridad cuando vio que Jehu hab�a matado a su hijo, puede haber juzgado que la forma m�s r�pida y segura de establecer su seguridad era cortar a todos los rivales posibles de su lado y apoderarse del trono de Jud�. Era el modo habitual de procedimiento entre los soberanos orientales, al ascender al trono, matar a todos los posibles reclamantes de la corona. No es dif�cil ver qui�n era el maestro de Joram ( 2 Cr�nicas 21:4).

4. El alcance de esta masacre. Toda la simiente real, con una excepci�n, Jo�s, el hijo de Ocoz�as, quien fue rescatado por su t�a, Josabeat, la hija de su padre pero no la de su madre, obviamente era la hija de una de las esposas secundarias de Joram, y la esposa del sacerdote Joiada. (Ver pr�xima homil�a).

LECCIONES

1. Las vicisitudes de la vida humana (vers�culo 1).

2. La vanidad de la gloria terrenal (vers�culo 2).

3. El peligro del mal consejo (vers�culo 3).

4. El car�cter autodestructivo del pecado (vers�culo 4).

5. La locura de caminar con hombres malvados (vers�culo 5).

6. La propiedad de simpatizar con los imp�os en sus aflicciones (vers�culo 6).

7. La ferocidad de tigre de algunos monstruos en pecado (vers�culos 7-10).

8. El misterio de la Providencia al sufrir tales monstruos para vivir.

2 Cr�nicas 22:11, 2 Cr�nicas 22:12

El rescate de Jo�s.

I. EL PELIGRO DEL QUE FUE ENTREGADO.

1. Una muerte prematura. Era un beb� en el seno, ya que ten�a una nodriza: "no mayor de un a�o" (Josephus). M�s de la mitad de la raza humana muere en la infancia. Ejemplos b�blicos de la muerte de ni�os: el primog�nito del fara�n ( �xodo 12:29, �xodo 12:30); el hijo de David ( 2 Samuel 12:14-10), de Jeroboam ( 1 Reyes 14:13), de la viuda de Sarepta ( 1 Reyes 17:17), de la sunamita ( 2 Reyes 4:19, 2 Reyes 4:20). Muchos expuestos al peligro de morir en la infancia que sin embargo escapan, como Mois�s ( �xodo 2:3), el hijo de la ramera ( 1 Reyes 3:25), Jes�s ( Mateo 2:8), el hijo del centuri�n ( Juan 4:49).

2. Una muerte violenta. Estaba en peligro de ser cortado por la espada. Morir una muerte natural en la infancia es bastante triste; ser interrumpido por un derrame cerebral sobrenatural como los ni�os egipcios, o los inocentes de Bel�n, o por un derrame accidental como el ni�o de la sunamita, mucho m�s por un derrame violento como los hijos de Samaria ( Oseas 10:14), excita el la imaginaci�n como un destino dif�cil de hecho.

3. Una muerte antinatural. Estaba en peligro de ser asesinado por su propia abuela. Solo un destino podr�a haber sido peor: haber sido asesinado por su propia madre, como el hijo de la mujer en Samaria ( 2 Reyes 6:29); o por su propio padre, como el hijo mayor del Rey de Moab ( 2 Reyes 3:27).

II LA PERSONA POR LA QUE FUE ENTREGADO.

1. Una pariente. Jehoshabeath, o Jehosheba, "Jehov� es el juramento", era la t�a de Jo�s, la hermana de su padre (v�ase la homil�a anterior).

2. Una buena mujer. Una inferencia plausible del hecho de que ella estaba casada con Joiada el sumo sacerdote. "Incluso las princesas no despreciaron la cama de los que serv�an en el altar de Dios '(Hall). Lo m�s probable es que ella y su esposo desaprobaran la religi�n y la pol�tica estatal de la �poca, inspiradas y controladas por Athaliah.

3. Una mujer valiente. Apenas sin peligro para s� misma, podr�a haber llevado a cabo su dise�o humano de rescatar a su sobrino.

4. Una mujer inteligente. Sin un tacto inmenso, nunca podr�a haber evadido los ojos vigilantes de Atal�a. Sobre la sustituci�n de alg�n otro ni�o en la habitaci�n de Joash (Hall) La Escritura guarda silencio.

III. EL MODO EN EL QUE FUE ENTREGADO.

1. Por ocultamiento secreto en el palacio. Junto con su enfermera, estaba escondido en una habitaci�n o c�mara para las camas; ni el dormitorio de los sacerdotes y levitas en los atrios del templo (Vatablus), ni los aposentos para dormir de los pr�ncipes reales en el palacio (Clericus), sino una habitaci�n en el �ltimo, donde, seg�n la costumbre oriental, las camas, es decir, se mantuvieron colchones y colchas (Keil). En este receso, generalmente deshabitado, se obtuvo un refugio temporal de la ira de Athaliah.

2. Por educaci�n privada en el templo. No en el lugar sant�simo (Targum), al que Atal�a no ten�a acceso, sino en uno de los edificios en el muro exterior, en el que el sumo sacerdote resid�a con su esposa. Obtenidos a la primera oportunidad conveniente de su peligrosa proximidad a Atal�a en el palacio, el ni�o y su enfermera estuvieron alojados durante seis a�os en la casa del sacerdote. Aqu� su entrenamiento debe haber sido atendido con cuidado y �xito, como lo demostr� su carrera posterior ( Proverbios 22:6). De los labios del sacerdote recibir�a instrucci�n en la Ley de Dios ( Malaqu�as 2:7); de su t�a, aprende a amar y practicar la religi�n de sus grandes y buenos antepasados, Josafat y Asa.

Aprender:

1. La facilidad con que Dios puede vencer los proyectos de los imp�os.

2. El tierno cuidado que Dios tiene de los ni�os, especialmente de aquellos que pertenecen al pacto.

3. La bendici�n de poseer padres y parientes piadosos.

4. El valor de la instrucci�n temprana en las doctrinas y deberes de la religi�n.

5. La seguridad de aquellos a quienes Dios guarda.

6. La ventaja de pasar los primeros a�os en la casa de Dios.

Información bibliográfica
Exell, Joseph S; Spence-Jones, Henry Donald Maurice. "Comentario sobre 2 Chronicles 22". Los Comentarios del Púlpito. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/tpc/2-chronicles-22.html. 1897.