Bible Commentaries
2 Crónicas 36

Los Comentarios del PúlpitoLos Comentarios del Púlpito

Versículos 1-23

EXPOSICI�N

Un breve cap�tulo ahora concluye el trabajo, en muchos aspectos notables, llamado 'The Chronicles'. Y trece versos suman el contenido de los cuatro �ltimos reyes pre-cautivos de la l�nea de Jud�. Las palabras de Keil, al abrir este �ltimo cap�tulo en su comentario, no son dignas de menci�n. �l dice: "A medida que el reino de Jud� despu�s de la muerte de Jos�as avanz� con pasos r�pidos hacia su destrucci�n por parte de los caldeos, el autor de la Cr�nica repas� r�pidamente los reinados de los �ltimos reyes de Jud�, quienes por su imp�o dios aceleraron el ruina del reino En cuanto a los cuatro reyes restantes, que reinaron entre la muerte de Jos�as y la destrucci�n de Jerusal�n, �l da, adem�s de sus edades en sus respectivas accesiones, solo una breve caracterizaci�n de su conducta hacia Dios, y una declaraci�n de los principales eventos que, paso a paso, provocaron la ruina del rey y la quema de Jerusal�n y el templo ". Este cap�tulo, entonces, contiene, primero, relatos muy breves de los cuatro reinados de Joacaz (), Eliakim o Joacim ( 2 Cr�nicas 36:4), Joaqu�n ( 2 Cr�nicas 36:9, 2 Cr�nicas 36:10) y Sedequ�as ( 2 Cr�nicas 36:10) ; a continuaci�n, observaciones generales sobre la iniquidad que anunci� la destrucci�n de la naci�n y el castigo de la misma por el cautiverio caldeo ( 2 Cr�nicas 36:14); tercero, los m�todos de esa destrucci�n y cautiverio ( 2 Cr�nicas 36:17-14); y, por �ltimo, la proclamaci�n restauradora de Ciro, rey de Persia.

2 Cr�nicas 36:1

La gente de la tierra tom� a Joacaz (ver paralelo, 2 Reyes 23:30). La forma de expresi�n puede indicar el ferviente entusiasmo de la naci�n por este hijo elegido de Jos�as, que parece no haber sido el mayor. En el siguiente verso, como Versi�n Revisada, se llama Joahaz. En 1 Cr�nicas 3:15, como en el pasaje afectado Jeremias 22:10, su nombre aparece como Shallum. El nombre de su madre era Hamutal, mientras que el nombre de la madre de su demandante inmediato era Zebudah ( 2 Reyes 23:31 y 2 Reyes 23:36).

2 Cr�nicas 36:3

Bajalo; Hebreo, ????????????; es decir, lo depuso (versi�n revisada). En Jerusal�n En algo m�s de tres meses, el fara�n Necho parece haber regresado, y en los alrededores de Jerusal�n. El paralelo ( 2 Reyes 23:31) nos dice que puso a Jahoahaz "en bandas" en "Riblath en la tierra de Hamath" ( Ezequiel 19:4). Y conden� la tierra; es decir, infligi� una multa en la tierra; Hebreo, ??????????. Desde este momento, nada m�s se sabe de Joacaz o Salum.

2 Cr�nicas 36:4

Eliakim El significado de la palabra es "Dios establece"; El significado de Joacim es "Jehov� establece". Un rey egipcio conoc�a y reconoc�a la palabra "Dios", pero posiblemente quer�a burlarse del "Jehov�" del jud�o.

2 Cr�nicas 36:5

Aqu� notamos que la edad de Joacim es mayor que la de Jeoahaz, y paralelamente leemos que su madre era diferente.

2 Cr�nicas 36:6

Contra �l subi� Nabucodonosor, rey de Babilonia. Nuestras meras alusiones en este y el siguiente verso a las relaciones de Nabucodonosor con Joacim y Jud� son extra�as en comparaci�n con el relato gr�fico proporcionado por el paralelo ( 2 Reyes 24:1). El nombre es el mismo con Nabokodrosoros, est� escrito en los monumentos asirios Nebu-kuduri-utzur, y significa "Nebo ( Isa�as 46:1), protector de enfermedades" o "protege la corona". En Jerem�as (Jeremias 49:28) tenemos el nombre escrito Nabucodonosor, como tambi�n en Ezequiel. Nabucodonosor, segundo rey de Babilonia, era el hijo de Nabopolasar, quien tom� N�nive a.C. 625, y rein� m�s de cuarenta a�os. Aunque aqu� se nos dice que at� a Joacim encadenado, para llevarlo a Babilonia, por alguna raz�n u otra no cumpli� con esta intenci�n, y Joaquim fue ejecutado en Jerusal�n (Jeremias 12:1, 19; Jeremias 36:30; Ezequiel 19:8, Ezequiel 19:9). La expedici�n de Nabucodonosor fue a.C. 605-4 ( Daniel 1:1; Jeremias 25:1), y durante su muerte de su padre, logr� el trono.

2 Cr�nicas 36:7

(Comp. Daniel 2:2.) El templo aqu� llamado su templo era, sin duda, el templo de Belus, o en el vern�culo "Merodach", el dios babil�nico de la guerra. Este roce de las vasijas sagradas del templo de Jerusal�n para el templo de Babilonia fue el comienzo significativo del fin para Jud�, ahora por fin, despu�s de muchas advertencias.

2 Cr�nicas 36:8

El resto de los actos de Joacim. Como nuestro compilador literalmente no nos ha dicho nada, solo tenemos que notar su expresi�n aqu� como una f�rmula conveniente, que indica su propia brevedad intencional, y el hecho de que �l estaba al tanto de todo en las fuentes originales, que sin embargo ahora omiti�; todav�a vea Jeremias 7:9; Jeremias 19:13, etc. La expresi�n reveladora, lo que se encontr� en �l, es demasiado f�cil de llenar desde el paralelo, en su Jeremias 19:3, Jeremias 19:4. Joaqu�n su hijo. En 1 Cr�nicas 3:16 se le llama Jeconiah, y en Jeremias 22:24 se le llama Coniah.

2 Cr�nicas 36:9

Ocho a�os. Nuestro texto, no el escritor, est� equivocado, y el paralelo proporciona la correcci�n, "dieciocho a�os".

2 Cr�nicas 36:10

Cuando expir� el a�o; es decir, al comienzo del a�o nuevo, en primavera ( 2 Cr�nicas 24:23). Parece, desde 2 Reyes 25:27-12, que el cautiverio de Joia-chin, que comenz� as�, dur� treinta y siete a�os, hasta a. C. 561, pasado el final del reinado de Nabucodonosor, y que desde entonces fue tratado amablemente por Evil-Merodach. Compare particularmente con este vers�culo el paralelo en su 2 Reyes 25:10. Sedequ�as su hermano; es decir, no adoptar el uso muy gen�rico de los t�rminos de relaci�n, tan com�n en el lenguaje del Antiguo Testamento, su t�o. Su madre (Hamutal, 2 Reyes 25:18 de paralelo) era la misma que la madre de Joacaz. Evidentemente, diez a�os cuando Joacim comenz� su reinado, debe haber sido trece a�os m�s joven que su hermano Je-hoahaz. El nombre de Sedequ�as fue antes de Mat-taniah. El relato de Sedequ�as en el paralelo (que ver) es mucho m�s completo.

2 Cr�nicas 36:12

No se humill� ante Jerem�as el profeta. Numerosos pasajes en el Libro de Jerem�as (21-51.) Ilustran esta cl�usula y, en general, el car�cter d�bil y la carrera incierta de Sedequ�as.

2 Cr�nicas 36:13

Tambi�n se rebel� contra ... Nabucodonosor, que lo hab�a hecho jurar por Dios (Elohim). La cr�tica del profeta Ezequiel sobre esta violaci�n de juramento por parte de Sedequ�as se encuentra Ezequiel 17:12; Ezequiel 21:25. Al Se�or Dios de Israel. Tenga en cuenta aqu� el recurso por parte del jud�o al nombre, Jehov�. No es este nombre el que se usa al comienzo del verso.

2 Cr�nicas 36:14

Esto, con los siguientes tres vers�culos, puede considerarse como la acusaci�n formal y final del pueblo de Jud�, y puede compararse con el de Israel ( 2 Reyes 17:6). Todos los jefes de los sacerdotes (ver 1 Cr�nicas 24:1, 1 Cr�nicas 24:3). Los jefes de los veinticuatro cursos que se mencionan all�, con el sumo sacerdote agregado, resumen los veinticinco hombres de Ezequiel 8:16, todo el cap�tulo bien puede leerse con la historia actual, y su descripci�n del tono culminante de la maldad del rey, los sacerdotes y las personas.

2 Cr�nicas 36:15

Sus mensajeros El jefe de estos era presumiblemente Isa�as, Jerem�as, Ezequiel. Las referencias marginales (Jeremias 25:3; Jeremias 35:12) son muy interesantes, tanto para este vers�culo como para el siguiente.

2 Cr�nicas 36:16

Sin remedio (comp. Nuestro 2 Cr�nicas 21:18; Proverbios 6:15; Proverbios 29:1; Jeremias 8:15; Jeremias 14:19 ; Jeremias 33:6; Malaqu�as 4:2 [3:20]).

2 Cr�nicas 36:17

Se pueden leer poderosas ilustraciones de este vers�culo en Lamentaciones 2. y Ezequiel 9:1. a lo largo de los cap�tulos.

2 Cr�nicas 36:18

Compare el paralelo en su 2 Cr�nicas 36:13 ( 2 Reyes 25:1.); Jeremias 52:15.

2 Cr�nicas 36:19, 2 Cr�nicas 36:20

(Compare el paralelo, 2 Reyes 25:1; Jeremias 39:1; Jeremias 52:24.) El reinado del reino de Persia; es decir, el ascenso al trono del rey persa. El sucesor inmediato de Nabucodonosor fue su hijo Evil-Merodach.

2 Cr�nicas 36:21

La palabra del Se�or. Tenga en cuenta las referencias marginales (Jeremias 25:9; Jeremias 29:10). Los tres puntajes y los diez a�os de desolaci�n probablemente datan de la primera toma de Jerusal�n por Nabucodonosor, a.C. 606-5. Aunque esta fecha no coincide exactamente con el b.c. 538 de la conquista de Babilonia por Ciro, sin embargo, la discrepancia se explica f�cilmente en m�s de una suposici�n suficientemente natural (por ejemplo, que el reinado de Ciro no fue exactamente sincr�nico al principio de su conquista de Babilonia, etc.). Disfrut� de sus d�as de reposo (ver Lev�tico 26:34, Lev�tico 26:35, Lev�tico 26:43-3).

2 Cr�nicas 36:22

En el primer a�o de Ciro Rey de Persia. Ha transcurrido un per�odo de medio siglo entre la �ltima fecha de los versos anteriores y la fecha se�alada aqu� (circ. A. C. 5.38-6). Con la proclamaci�n de Ciro comienza, de hecho, la virilidad, con todas sus luchas m�sticas, maravillosas y a�n no progresivas, de los jud�os. Su simple ni�ez, juventud voluntaria, de hecho, siempre se ha ido. Pero �l y su naci�n tienen un parto indescriptiblemente doloroso. Ninguna vida de naci�n que haya sido o haya merecido la observaci�n devota y el estudio que esto hace de manera irrefutable. Nuestro verso actual y el que lo sigue son, oraci�n por oraci�n, lo mismo con los versos iniciales del Libro de Ezra, que posiblemente alguna vez se unieron a Cr�nicas, como una sola obra, aunque creemos que esto es extremadamente improbable. Ciro (el ??????? del texto hebreo) era el hijo de un persa real, Cambises; su madre era Mandane, hija de Astyages, el �ltimo rey de los medios. El nombre aparece en los monumentos, escrito Kurus. Ciro derrot� a su abuelo Astiajes, a.C. 559; terminando as� la l�nea real mediana; y derrot� a Croesus, a.c. 546, posey�ndose as� del reino de Lidia; tom� Babilonia, como arriba, a.c. 538. �l mismo muri� en la batalla, a.C. 529. Para que se cumpla la palabra del Se�or por ... Jerem�as (ver Jeremias 25:11; Jeremias 29:9). El Se�or agit� el esp�ritu de Ciro. El hecho se nos dice, y esto, sin duda, como en otras mil ocasiones insospechadas de mucho m�s inter�s intr�nseco y vital en la Biblia, es suficiente. Hubiera sido interesante saber, sin embargo, incluso aqu�, el modo en que se recurri� a Cyrus; como, por ejemplo; se ha sugerido plausiblemente que Daniel pudo haber sido en parte instrumental en el trabajo, y eso, nuevamente, en parte quiz�s dirigiendo la atenci�n de Cyrus a Isa�as 44:28; Isa�as 45:1.

2 Cr�nicas 36:23

�Me ha dado el Se�or Dios del cielo ... que el Se�or su Dios est� con �l? La adopci�n por parte de Ciro del hebreo "Jehov�" en ambos lugares no puede pasar desapercibida. No hay lugar para dudar de que Ciro estaba familiarizado con la literatura sagrada de los hebreos, y especialmente con los escritos de Isa�as, Jerem�as y Ezequiel, como con el lenguaje de Daniel. Pudo haber sido en parte un acto gracioso por parte de Ciro decir su proclamaci�n a los jud�os de esta manera, o puede haber sido simplemente lo que, bajo las circunstancias, le result� m�s natural, con poca o ninguna intenci�n de ninguna manera. Los numerosos pasajes en Ezra paralelos en materia con este vers�culo no necesitan especificaci�n aqu�. Ahora comienza el nuevo per�odo de la vida jud�a, con un per�odo de prueba m�s feroz, con un juicio ilimitado y variado, y probablemente de una continuaci�n mundial.

HOMIL�TICA

2 Cr�nicas 36:1

La acusaci�n final, la sentencia y la ejecuci�n de la misma.

Es en 2 Cr�nicas 36:11 de este cap�tulo que se nos da la lectura del resumen final de, primero, la locura y el pecado de Jud�, su rey, pr�ncipes y personas; y segundo, el justo disgusto y el castigo necesario de Jehov� despu�s de una tolerancia inigualable. Los incidentes hist�ricos de los cuatro reinados que ocupan este cap�tulo abundan en un inter�s pat�tico y tr�gico. La cuenta de ellos dada en el paralelo ( 2 Reyes 23:31-12) es m�s completa. Y ambos est�n ilustrados y extraordinariamente realzados en inter�s por la luz y las luces cruzadas encendidas en la escena en las profec�as de Jerem�as y Ezequiel (particularmente Jeremias 21:1; Jeremias 24:1; 27 -29; 32-34; Jeremias 37:1; Jeremias 38:1; Jeremias 51:59-24; Ezequiel 1:1; Ezequiel 12:13; Ezequiel 40:1). Muchas de estas partes de la historia escriben, y tambi�n pronuncian en voz alta, sus propias homil�as enf�ticas e impresionantes. La presente Escritura, sin embargo, ofrece un tema de la m�s solemne reflexi�n, al resumir la larga acusaci�n de siglos que estaba en contra de Jud�, y en un ensayo muy pat�tico de la ministraci�n compasiva, tolerante y siempre perdonadora del amor divino que tuvo la misma duraci�n de el tiempo se esforz� por prevalecer sobre su infidelidad, �pero todo fue en vano! Su d�a de visitas no hab�a sido solo un d�a; �hab�an pasado muchos d�as! Ella "no los conoc�a" y "ahora est�n ocultos de sus ojos". El pecado prolongado de Jud�, de muchos d�as, a�os, generaciones e incluso siglos, hab�a sido, en una palabra, idolatr�a. Ese pecado incurre en la culpa de los dos primeros mandamientos establecidos en la nada. Hay un sentido, demasiado obvio y demasiado cierto, en el cual es la fuente fundamental del pecado y la trampa del pecado. Sin edad, sin personas, exentas del peligro, y cada individuo expuesto, en cualquier caso, a �l.

I. LA RECLAMACI�N DE DIOS SOBRE EL HOMBRE ES QUE EL HOMBRE LO ADORNA. La palabra honrada "adoraci�n" a menudo es deshonrada, ya que no guardamos en la memoria v�vida toda su importancia extra�amente hermosa. Amar supremamente, obedecer perfectamente, servir perpetuamente, expresar alabanzas y rendir homenaje de manera inteligente, y decir sin reservas que todo esto se debe simplemente al objeto adorado: �esto es adorar! Darse cuenta:

1. El reclamo es absoluto, indiviso y no compartido, y siempre opera sin interrupci�n.

2. Es natural, razonable, justificable en todos los sentidos y desde todos los puntos de vista. Nada m�s se podr�a pensar, nada m�s se hubiera pensado, excepto por una circunstancia.

3. Postula el consentimiento, no el conflicto, de lo que en el hombre se llama libre albedr�o. Ese libre albedr�o es un gran hecho en la naturaleza humana, un hecho solemne, responsable e inspirador, pero es el hecho central de una naturaleza moral, en lugar de una naturaleza meramente f�sica o simplemente animal. No, m�s; es la cabeza y la corona, la corona misma de esa naturaleza moral, que descansa sobre su frente y, por derecho, descansa all� como una corona imperecedera. A menos que se pierda miserablemente y con tristeza, es as�. Le pertenece por igual derecho la inmortalidad del honor y el honor de la inmortalidad. La lecci�n que Jud� nunca aprendi� efectivamente fue que ella no era la suya. La �ltima lecci�n que cualquiera de nosotros aprende absolutamente perfectamente es, exactamente lo mismo. Feliz es la vida plena y fresca, la paciencia, la fuerza, la confianza, el amor de aquel hombre que ha aprendido, "levant�ndose de vez en cuando", que no es suyo; �y que no debe ser del pecado y de Satan�s, sino la propiedad m�s bendecida de Dios, y apreciado (con y por su libre albedr�o y todo) de ese Dios! Es cuando nuestro libre albedr�o se convierte en una voluntad enamorada, voluntad perversa, voluntad propia, que nuestra gloria es arrastrada al polvo, y nuestra corona y diadema caen. No existe una regla tan grandiosa, amplia, pr�ctica y ennoblecedora para la vida de cualquier hombre y de cada hombre que estudiar para recordar bien y absolutamente que �l es de Dios y de Cristo, y no (como tambi�n suele decir un hombre, a menudo piensa en su coraz�n, de su dinero), NO el suyo, que tiene que ver consigo mismo, su vida, sus poderes, su coraz�n, su lengua, "lo que le gusta".

II EL MINISTERIO DIVINO ES DEMASIADO APOYADO EN APOYO DE ESE RECLAMO.

1. Ese ministerio amable ayuda al informar. La fuerza del h�bito, por ejemplo, de las inclinaciones err�neas y las inclinaciones hereditarias, ha sido potente para exponer la verdad en este asunto. "El Se�or Dios de sus padres les fue enviado por sus mensajeros, levant�ndose de vez en cuando y enviando, porque ten�a compasi�n de su pueblo" (vers�culo 15).

2. El ministerio de informaci�n es el ministerio de revelaci�n.

3. Es gentilmente persistente, repitiendo una y otra vez sus diversos m�todos.

4. Es una advertencia y, si es necesario, un ministerio amenazador, a veces hasta el �ltimo grado, confrontar a un hombre y permanecer de pie en su camino real, como el �ngel en el camino de Balaam.

5. Tambi�n es un ministerio alentador y gratificante. Nadie que lo escuche duda de esto, o nunca lo encuentra de otra manera. Pecado, �cu�n a menudo daba dolor de coraz�n y de vida al rey y a la gente! pero "el volverse al Se�or Dios de Israel" (vers�culo 13) nunca dej� de hacer lo contrario.

6. Es un ministerio de castigo y de nuevo implacable y perdonador. �Con qu� frecuencia se aprende el castigo, antes de que se experimente, si, por desgracia! deber�a ser as� por cualquiera, �por mucho tiempo!

7. Cuando, despu�s de todo, se peca contra ese ministerio, "burlado, despreciado, mal utilizado, hasta que no hay remedio" (vers�culo 16), entonces viene el naufragio de la "ira", esa ira que ya no puede ser hecha a la luz , decisivo, irrevocable, y en s� mismo terrible.

III. DESPU�S DE LA IRREVOCABLE SENTENCIA DE CASTIGO DE JUD�, Y DEL TENDIDO SESENTA A�OS DE HUMILLACI�N Y CAPTIVIDAD, HAY LA INTERPOSICI�N REPENTINA, INESPERADA Y EN EL CIELO DE UNA GRAN REDENCI�N. Despu�s del destierro del Ed�n fue as�; despu�s del diluvio de No� fue as�; ahora, despu�s de que Israel y Jud� hab�an seguido su curso como reinos separados, fue as�; despu�s de Malaqu�as, el �ltimo de "los profetas", fue principalmente. Y es as� ahora. El mundo del pecado, el mundo del pecado "burl�n, despreciador, mal uso", el mundo del pecado que sufre constantemente, despiadado hacia s� mismo y que inflige auto castigo sin piedad, conoce el anuncio de una interposici�n muy superior a todo lo anterior, y la oferta de una esperanza y redenci�n gratis, invaluables y enviadas por el cielo!

HOMILIAS DE W. CLARKSON

2 Cr�nicas 36:1

Tres espect�culos melanc�licos.

Al leer estos vers�culos, sentimos que nos estamos acercando al final del reino de Jud�; Hay un aire de melancol�a en este �ltimo cap�tulo de las cr�nicas hebreas. Hay tres cosas que es triste ver.

I. Una naci�n que se hunde en el servicio. Cuando Egipto aparece y deposita un rey y establece otro, llamando a ese otro por un nombre que le agrada conferir, al mismo tiempo que impone un gran tributo a la gente de la tierra; y cuando ese poder declina, Asiria env�a sus tropas y, sin resistencia alguna, ingresa a la capital, encadena al soberano y luego le extiende un protectorado despectivo; cuando este mismo poder vuelva a surgir y se lleve al soberano despu�s de un breve reinado de tres meses, y se lo lleve, con los tesoros m�s preciados de la capital; nos afecta la sensaci�n de lamentable declive nacional. Entramos en los sentimientos de sus s�bditos patriotas que no podr�an haber ayudado a contrastar las glorias de la �poca de David y Salom�n con la abyecta humillaci�n de su propio tiempo. Un pueblo fuerte y respetuoso que cae en la servidumbre, inclinando la cabeza ante un poder implacable que no tiene otra fuerza que la de la espada y el carro de guerra, este es un espect�culo melanc�lico. Puede sugerirnos de manera rentable la pregunta: �Cu�l es la verdadera causa de la ca�da de una naci�n? y se indagar�, al indagar, que si bien esto puede deberse a una ambici�n desmedida, es mucho m�s probable que se le atribuya a la indulgencia, a la desmoralizaci�n, a la debilidad que debe acompa�ar al deterioro moral y espiritual. La simplicidad y la pureza de la vida, sostenida por el principio cristiano: esta es la �nica seguridad contra la decadencia, el sometimiento y la ruina.

II Las esperanzas de un hombre joven se extinguieron. Sin duda el joven pr�ncipe Joacaz creci� en la corte de Jud� con grandes esperanzas para su futuro. Su padre no pose�a ning�n patrimonio medio, y hab�a muchas posibilidades de que tuviera �xito en alguna medida, si no en la parte principal. Pero, despu�s de tres meses de ocupaci�n o poder y disfrute de la riqueza, ser encadenado y llevado a languidecer en Egipto hasta su muerte, fue una parte triste y triste. No sabemos, pero podemos imaginar, que hubo una gran esperanza extinguida, amor interrumpido, mucho brillo terrenal eclipsado de repente. Es uno de los consuelos de la oscuridad que es mucho menos probable que la prominencia ser sometido a un derrocamiento tan repentino y doloroso. Es muy sabio por parte de todos nosotros tener en reserva una fuerza espiritual que nos sostendr� si "sufrimos la p�rdida de todas las cosas" humanas y temporales.

III. UN HOMBRE JOVEN QUE ELIGE EL CAMINO MALVADO. De Joacaz, as� como de Joacim y de Joaqu�n (ver 2 Reyes 23:32, 2 Reyes 23:37; 2 Reyes 24:9), se registra que "hizo el mal en la vista del Se�or ". Esto es particularmente triste como aplicable a Joacaz. Considerando las graciosas influencias bajo las cuales pas� su infancia y su ni�ez en la corte, deber�a haber hecho (como debe haber sabido) cosas mejores. En lugar de confirmar y consolidar la gloriosa revoluci�n efectuada por su padre, disip� todas las buenas fuerzas y rompi� todas las buenas instituciones. No est� en el poder de la mayor�a de los j�venes trabajar el mal a tal escala; pero �qui�n medir� lo bueno que queda sin hacer y lo malo que se forja cuando un joven elige deliberadamente la parte mala? Dentro de la br�jula de una vida humana se incluyen grandes capacidades; qu� tan grande solo Omniscience puede decir. Lot el joven siente que no solo por su propio bien, sino tambi�n por el bien de un gran n�mero de otras almas humanas, es de la mayor consecuencia que debe caminar en los caminos de la sabidur�a celestial.

2 Cr�nicas 36:8

(con Jeremias 22:18).

Una muerte sin lamento.

Aprendemos m�s de este Rey de Jud� en los escritos prof�ticos de Jerem�as que en estos breves anales. All� nos enteramos de que su pol�tica exterior no era menos condenable que su conducci�n de los asuntos internos. Cuando su tesorer�a era baja debido a grandes pagos a las potencias extranjeras, debe construir una mansi�n espl�ndida y costosa (Jeremias 22:14), y para hacer esto tuvo que impresionar el trabajo de sus sujetos (Jeremias 22:13); as� excit� un fuerte sentimiento de justo resentimiento y desafecci�n natural entre ellos, y derrib� sobre s� mismo la severa reprensi�n del profeta del Se�or. Tambi�n aprendemos de Jerem�as que el rey actu� desafiando audazmente la santa Ley de Dios, presumiendo cortar en dos y quemar en el fuego el rollo sagrado (Jeremias 36:23). Con esta acci�n desenfrenada e imp�a, a�n m�s le atrajo la ira de Jehov�, y con ese acto prejuzg� terriblemente e hiri� a su pa�s. �C�mo, entonces, podemos preguntarnos si el Cronista escribe, como en el texto, "las abominaciones que hizo"? �Y c�mo podemos preguntarnos si su muerte provoc� un sentimiento tan diferente, tan opuesto en todo su reino al que provoc� la muerte de su padre ( 2 Cr�nicas 35:24, 2 Cr�nicas 35:25)? Tenemos en �l un caso melanc�lico de una muerte sin lamento (Jeremias 22:18).

I. UNA AUSENCIA LAMENTABLE DE DOLOR. Que ning�n hombre diga a la ligera o c�nicamente: "No quiero que se derramen l�grimas sobre mi tumba; estar� muy contento de morir sin que nadie sufra por mi cuenta". No hay desinter�s verdadero, sino mucha desconsideraci�n "en tal sentimiento. Cualquier ministro de religi�n que se haya puesto al lado de la tumba y no haya podido pedir que se otorgue el consuelo de Dios a los que se quedan atr�s, sabr� c�mo poco que desear es la ausencia de dolor por la muerte de un hombre o una mujer. �Qu� significa eso? Significa que Dios le dio a ese hombre todas las oportunidades para ganar el amor humano, y que no lo gan�; porque haciendo servicio, y que lo dej� sin hacer; por prestar ayuda y bendici�n, y que no lo hizo; si eso significa que una vida humana ha sido un largo acto de ego�smo malvado, est�ril y triste, ha sido un completo fracaso, condenado de Dios y del hombre! Dios no permita que ninguno de los que amamos muera sin lamento, sin nadie que diga: "�Ah, hermano! ah, mi hermana! "

II Una pena mucho que desear. Verdaderamente hay suficiente pena y de sobra en este mundo de pecado y aflicci�n. Pero hay una pena que ning�n hombre sabio o bueno desear�a que se perdonara un momento. Es lo que sentimos cuando nuestros parientes y nuestros amigos nos son arrebatados por la muerte. La esperanza que tenemos con respecto a estos puede castigar y (con el tiempo) reemplazarlo. Pero el dolor debe haber y debe haber. Y est� bien con nosotros y para nosotros que el coraz�n sangra libremente entonces. Para tal dolor es:

1. El tierno homenaje que rendimos al valor de los difuntos, a su afecto y a su bondad.

2. La prueba de que este mundo endurecido no ha petrificado nuestro esp�ritu con su toque.

3. La participaci�n que tenemos con los mejores y m�s verdaderos de nuestra raza, lo que nos permite simpatizar con ellos y ayudarlos.

4. La ocasi�n que nos lleva a menudo al amigo que simpatiza en elevar y castigar la comuni�n.

5. El aflojamiento de los lazos que pronto debe desatarse para liberarnos.

2 Cr�nicas 36:17

Cargado de espaldas.

"No hay compasi�n por �l que se inclin� por la edad". Hay muchos tipos de "agacharse", algunos de los cuales deben ser compadecidos, uno de los cuales debe ser honrado e incluso envidiado y emulado. Existe la inclinaci�n que es:

I. Una desgracia. El de la deformidad corporal; como la que sufri� la pobre mujer de quien leemos que "ten�a un esp�ritu de enfermedad de dieciocho a�os, estaba unida y no pod�a levantarse" ( Lucas 13:11). No nos preguntamos si el Se�or del amor tuvo compasi�n de ella y la "liber� de su enfermedad". Quiz�s pocos hombres y mujeres sean m�s compadecidos que los deformados. Ven a todos los �teres a su alrededor de pie, caminando, corriendo, erguidos en toda la estatura y libertad de la virilidad, y ellos mismos son sujetos de incomodidad e incapacidad. �Qu� cruelmente poco cristiano tratarlos con desprecio, o incluso con desprecio! �C�mo estamos obligados, como seguidores de nuestro Se�or, a extender a estos inclinados nuestra simpat�a, nuestra fraternidad, nuestro honor! "No conf�es m�s en m�, pero no conf�es en m� menos", dice continuamente nuestro gran novelista popular; y aqu�, como a menudo, el escritor secular es m�s cristiano de lo que �l puede saber.

II Una marca de tiempo. Este es el caso de los nombrados en el texto; ellos "se inclinan por la edad". Las cargas de la vida han descansado sobre sus hombros y los han hecho inclinarse. Han llevado mucho y se doblan con el peso de los a�os que han pasado. Es una marca honorable, como la de la "cabeza canosa". �Deber�amos compadecernos de los que se inclinan por la edad? S�, si han vivido una vida que no ha sido digna, y avanzan hacia un futuro en el que no brilla ninguna estrella de esperanza. No, si se inclinan con un trabajo estimable y fruct�fero, con un trabajo que dejar� muchas huellas, especialmente si el peso por debajo del cual se inclinan es la carga de otros que tienen generosamente y (tal vez) soportan noblemente ( G�latas 6:2); no, si esta marca del paso del tiempo solo indica que el que se agacha est� llegando al final de su servicio terrenal, para que pueda dejarlo y hacer el mejor trabajo en la luz m�s brillante y en la esfera m�s amplia, donde el trabajo sabe sin fatiga y, en lugar de agotar al trabajador, multiplica continuamente su poder. Pero que aquellos que "se inclinan por la edad" recuerden que su trabajo a continuaci�n est� casi terminado; que qu� m�s har�an aqu� por el Maestro y por su especie deben hacerlo r�pidamente; "tanto m�s (por lo tanto) como ven el d�a acercarse".

III. Un grave descr�dito. Ahi esta:

1. La inclinaci�n del servilismo. Esto es desacreditable. Nadie necesita ser y nadie debe ser servil. Es un error, adem�s de una falta y un deshonor. La civilidad que todos aprecian; respeto, todos los que lo merecen buscan y desean recibir; pero el encogimiento o el servilismo son tan inaceptables para el que se muestra como deshonrosos y perjudiciales para el que se lo ofrecen.

2. La inclinaci�n de la inmoralidad; la disminuci�n del est�ndar de la moral para acomodarnos a las circunstancias, para ser libres de ganar o disfrutar de lo que, en nuestros estados de �nimo m�s verdaderos y dignos, no podr�amos tocar. Esta inclinaci�n del alma es realmente lamentable; tambi�n es condenable de hecho. Si nos hemos rendido a �l, avergonc�monos; elev�monos a nuestra verdadera altura, volvamos a estar erguidos en la plena estatura de la masculinidad cristiana honorable y estimable. Solo as� podremos respetarnos a nosotros mismos y disfrutar de la estima de lo puro y lo bueno.

IV. EL MAYOR LOGRO ESPIRITUAL. Sabemos qui�n es el que m�s se ha inclinado; es ese Hijo de Dios quien se convirti� en el Hijo del hombre. Es �l quien, "aunque era rico, por nuestro bien se hizo pobre, para que nosotros, a trav�s de su pobreza, pudi�ramos ser ricos" ( 2 Corintios 8:9; y ver Filipenses 2:3). Nunca nos elevamos tanto en la estimaci�n de nuestro Divino Se�or como cuando nos inclinamos as�. Cuando estamos as� reducidos, estamos ensanchados. Cuando renunciamos a nuestro derecho, ya sea

(1) de disfrute, o

(2) de adorno, o

(3) de enriquecimiento,

Para alcanzar y rescatar a otros, entonces nos elevamos hacia la nobleza de nuestro gran Ejemplar, y luego estamos en el camino de cosechar una gran recompensa. � C.

2 Cr�nicas 36:18, 2 Cr�nicas 36:19

Profanaci�n y destrucci�n. Observamos:

I. UN HECHO HIST�RICO SAD. Tal vez dir�a un jud�o, el m�s triste de todos los hechos de la historia. Este es el cl�max de los desastres: el gran templo de Jehov� en Jerusal�n se quem�, y todos sus tesoros preciosos y todos sus vasos sagrados se llevaron a una tierra pagana, �para ser profanados por manos irreverentes y sin sentido! �Podr�a pasar algo m�s doloroso para los sentimientos, m�s impactante para la imaginaci�n de los devotos que eso? �Todo el trabajo al que David consagr� sus energ�as con tan raro afecto y devoci�n, al que Salom�n trajo toda su sabidur�a y para el cual obtuvo la cultura m�s avanzada de su tiempo, llevado a la desolaci�n por la mano despiadada de los paganos! Ese glorioso, ese sagrado, ese amado edificio, lugar de reuni�n de Dios y el hombre, donde el pueblo de Dios se dio cuenta de sus m�s altos privilegios, y reconoci� su relaci�n con su Redentor y entre s�, quemados y desolados, el pie del id�latra se entrometi�. en su santuario m�s sagrado, y la mano del spoiler quitando su tesoro m�s sagrado!

II SU AN�LOGO HIST�RICO M�S TRISTE. Una vez que vivi� en la tierra, un Hijo del hombre que pod�a decir de s� mismo sin presunci�n, "En este lugar hay uno m�s grande que el templo" ( Mateo 12:6); y una vez habl� del "templo de su cuerpo" ( Juan 2:21). Y bien, de hecho, el Hijo de Dios podr�a hablar as� de s� mismo; porque �no era �l la manifestaci�n de lo Divino a los hijos de los hombres, y no revel� la verdad de Dios a la humanidad, y en su presencia los hombres se acercaron a Dios como ni siquiera en "el santo de los santos"? Sabemos c�mo ese templo viviente de Dios sufri� la violencia grosera de los hombres, y al final "con manos malvadas fue asesinado". No hubo tal profanaci�n cuando el templo fue quemado y estropeado como se vio cuando Jesucristo fue coronado con espinas en la sala de los soldados y fue crucificado en el Calvario.

III. SU ILUSTRACI�N LAMENTABLE AHORA. �D�nde encontraremos la manifestaci�n visible, accesible y apreciable de Dios ahora? �D�nde, pero en la vida y el car�cter de los hombres buenos? Somos el templo de Dios cuando somos lo que nuestro Divino Padre nos cre� para ser; entonces somos nosotros, que, a medida que los hombres se acercan a nosotros y nos observan y aprenden de nosotros, conocen a Dios y aprenden de �l. Pero, �c�mo puede este templo ser profanado y destruido?

1. Por la profanaci�n de nuestros poderes y nuestros afectos. Cuando nuestros poderes se gastan en el fomento de lo que es malo y en la producci�n de lo que es perverso; cuando nuestros afectos se desperdician en aquellos que no son dignos de nuestro amor; cuando premiamos y perseguimos lo que est� debajo de nuestra verdadera aspiraci�n, y que nos conduce hacia abajo y hacia atr�s; entonces el templo de Dios es despojado y profanado.

2. Por la p�rdida de nuestra vida. �Qu� destrucci�n del templo de Dios es un suicidio culpable! Y son muchos los que se quitan la vida. No solo los que se disparan o se ahorcan se suicidan; son ellos quienes deliberadamente y repetidamente hacen esas cosas que deben saber, est�n destruyendo su vitalidad y quit�ndoles la vida; Estos son hombres que ponen una marca en el templo que Dios y el hombre han construido.

IV. SU EXCELENTE OPUESTO. Esto se encuentra en la reverencia que le prestamos al cuerpo humano como el templo de Dios; el h�bito de considerar nuestro marco corporal, �y cu�nto m�s nuestro esp�ritu humano! - como algo sagrado, porque es (porque somos) la morada de Dios (ver 1 Corintios 2: 9, 1 Corintios 2:16, 17; 1 Corintios 6:19; 2 Corintios 6:16; Efesios 2:20, Efesios 2:21; 1 Pedro 2:5) . Es este pensamiento elevado y ennoblecedor que, m�s que ning�n otro, nos agita y fortalece para "purificarnos a nosotros mismos como Cristo el Se�or es puro"; buscar, con gran esfuerzo y oraci�n frecuente, la m�xima santidad posible del esp�ritu y de la vida.

2 Cr�nicas 36:20

Exilio.

"Y ellos ... lo llevaron a Babilonia; donde eran sirvientes [esclavos] para �l y sus hijos". El cautiverio de los jud�os en Babilonia puede considerarse a la luz de tres.

I. COMO UNA PENALIZACI�N. Indudablemente fue eso; nada puede ser m�s claro que que se les permitiera ser "la presa de los dientes" del enemigo a causa de sus pecados. El siguiente vers�culo (21) insin�a que fue la desobediencia a la Ley de Dios lo que result� en la denudaci�n de la tierra. Y la verdad de que la calamidad nacional es la consecuencia de la transgresi�n nacional est� "escrita en grande" y clara en cada p�gina de este Libro de las Cr�nicas. Puede correr para leerla. El pecado conlleva una pena. La verdad est� escrita en las p�ginas de las p�ginas nacionales e individuales. historia as� como sobre la Palabra de Dios. Cada naci�n y cada hombre pueden decidir que, tarde o temprano, el pecado conllevar� derrota, humillaci�n, esclavitud. La pena puede tomar varias formas, pero la pena ser� seguramente vendr�. Puede ser obviamente f�sico, o puede ser principalmente espiritual; ser� casi seguro el uno y el otro. Pero ning�n hombre puede endurecerse contra el Santo y prosperar. Quien peca contra �l "perjudica a los suyos. alma ", se priva de un bien inestimable, y se convierte en v�ctima de un mal profundo y duradero. Los hijos de Jud� en Babilonia sol�an decir:" Sufrimos porque pecamos contra el Se�or ". Esta es la explicaci�n de la tribulaci�n y la angustia de la oscuridad y la muerte, del mundo humano.

II Como una purga. Dios quiso que el cautiverio de Babilonia fuera una prueba ardiente que deber�a quemar la gran cantidad de "madera, heno y rastrojo" en el car�cter de los jud�os que necesitaban ser consumidos. Es extra�o que nos parezca que deber�an aprender la pureza del credo entre los paganos; que, lejos de la ciudad y del templo de Dios, deben adquirir un gusto y un amor por su servicio y adoraci�n demostrados por muchas generaciones en sus sinagogas; que en medio de muchas supersticiones deber�an llegar a odiar todas las formas y tendencias id�latras con el mayor aborrecimiento. Pero as� fue. En la tierra del extra�o, perdieron su inclinaci�n a apostatar de Dios; fueron purgados de su vieja locura y culpa. Y qu� instrucci�n temprana, qu� privilegios m�s plenos, qu� experiencias posteriores no har�n, que el castigo Divino puede lograr. Dios nos pasa a trav�s de la prueba ardiente para purgarnos de nuestra escoria, consumir nuestra terrenalidad, nuestro ego�smo, nuestra groser�a, nuestra incredulidad. Y en alguna "tierra extra�a", en alg�n lugar de soledad espiritual, en condiciones en las que nos vemos obligados a sentir lo que nunca antes sentimos, a aprender lo que nunca antes supimos, a poner en el coraz�n lo que nunca antes nos dimos cuenta, nos vamos Muchas cosas detr�s de nosotros, que son pesos y obst�culos, pasamos a lo que est� delante de nosotros.

III. Como una imagen. �De qu� es ese exilio una foto? �No es de nuestra distancia espiritual de Dios? Estar viviendo en pecado, en un estado en el que no estamos reconciliados con Dios, �no es este el exilio del alma? �Para qu� significa eso?

1. Es la distancia de Dios. Es un largo camino, una distancia cada vez mayor, de �l, de su favor, de su semejanza, del deseo de mantener la comuni�n con �l y, por lo tanto, de su presencia sentida.

2. Es el cautiverio. Es estar en manos del enemigo; es donde los cordones de seda al principio, y finalmente las cadenas de hierro, de h�bito imp�o nos mantienen en una esclavitud cruel y degradante; donde nos aferramos a la codicia, a la vanidad, a la dilaci�n, o incluso a alg�n vicio deshonroso.

3. Es la insatisfacci�n o incluso la miseria del alma. En esa "tierra extra�a", estos exiliados no pod�an cantar "la canci�n del Se�or"; "lloraron cuando recordaron a Sion" El exilio espiritual es la falta de alegr�a del alma; no reconciliado con �l, no puede haber "alegr�a y regocijo en �l" o en su servicio sagrado. Pero bendigamos a Dios que, en este triste exilio, no tenemos que esperar hasta que se cumpla un per�odo designado, o hasta que Cyrus emita un proclamaci�n ( 2 Cr�nicas 36:22); podemos escuchar, si escuchamos, la voz de Aquel que de hecho gobierna sobre "todos los reinos de la tierra" ( 2 Cr�nicas 36:23), quien siempre nos dice: "Vuelve a m�, y yo volver� a ti". Podemos escuchar las benditas palabras de aquel que nunca deja de dirigirse a las generaciones de hombres, diciendo: "Ven a m� y te dar� descanso". "Podemos] ganarnos de ese Divino Maestro que quien regrese del" pa�s lejano "del pecado, y busque la misericordia del Padre celestial, encontrar� la m�s cordial bienvenida que pueda esperar encontrar, y ser� llevado de inmediato a todos. el amor y a toda la libertad del hogar del Padre.

HOMILIAS DE T. WHITELAW

2 Cr�nicas 36:1

Joacaz o tres meses de realeza.

1. ELEGIDOS POR LA GENTE DE LA TIERRA. ( 2 Cr�nicas 36:1.)

1. En lugar de su padre. Cuando Necho derrot� a Jos�as, en lugar de regresar para apoderarse de Jerusal�n, que estaba pr�cticamente en su poder, avanz� en su primera marcha prevista hacia el �ufrates. En consecuencia, a la muerte de Josiah, el segundo hijo de Josiah, Shallum, "El que ser� requerido" (Jeremias 22:11) - un nombre de mal ag�ero ( 2 Reyes 15:13) - fue llamado a la trono bajo el nombre de Joacaz, "Aquel a quien Jehov� sostiene". Al igual que su predecesor del mismo nombre, Acaz hijo de Jotham ( 2 Cr�nicas 28:1), no sigui� los pasos de su piadoso padre y, m�s bien, como los reyes no teocr�ticos anteriores, se entreg� a la pr�ctica de idolatr�a bajo la gu�a del partido pagano en el estado ( 2 Reyes 23:2). Seg�n Josefo, �l era "un hombre imp�o e impuro en su curso de la vida" ('Ant.,' 10.5. 2). Probablemente fue �l a quien Ezequiel describi� como "un joven le�n que aprendi� a atrapar a la presa y devor� a los hombres, pero, tan pronto como las naciones se enteraron de �l, fue llevado a su foso y llevado con ganchos a la tierra de Egipto". "( Ezequiel 19:3, Ezequiel 19:4).

2. Sobre su hermano mayor. Como Eliakim ten�a veinticinco a�os cuando comenz� a reinar (vers�culo 5), es obvio que era mayor que Shallum, que, por lo tanto, debe haber sido elevado al trono por la voz de la gente. Como Shallum no era el heredero leg�timo, fue ungido ( 2 Reyes 23:30), una costumbre habitual en el caso de los fundadores de nuevas dinast�as ( 2 Reyes 9:3). Puede haber sido preferido a su hermano Eliakim debido a su car�cter feroz y supuestas cualidades guerreras (Keil), o porque Eliakim estaba en ese momento fuera de su alcance, probablemente hab�a participado en la batalla de Meguido y hab�a sido hecho prisionero (Rawlinson )

II DEP�SITO POR EL REY DE EGIPTO. (Verso 3.)

1. Despu�s de un corto reinado. Solo tres breves meses se le permiti� retener la dignidad real. El tiempo de gloria del otro Shallum fue a�n m�s corto. Sic transit gloria mundi.

2. A petici�n de su hermano. Esto, al menos, no es improbable. Como Necho no estaba muy lejos, a saber. En Riblath, en la tierra de Hamat ( 2 Reyes 23:33), la parte favorable a Eliakim, el heredero leg�timo, puede haber ansiado su ayuda contra el usurpador.

3. Por medio de la traici�n. El lenguaje de Ezequiel ( Ezequiel 19:3, Ezequiel 19:4) parece implicar que fue atrapado por la astucia, atrapado por la estratagema. Que Necho haya regresado de Riblah con parte de sus fuerzas, sitiado y capturado Jerusal�n (Keil), es dudoso y no es requerido por el lenguaje del Cronista (vers�culo 3). Es m�s probable que Joaqu�n haya sido convocado expresamente por Necho (Josefo), o traicionado tentadoramente para que visite el campamento en Riblah (Ewald), donde lo arrojaron a cadenas y lo depusieron.

4. Con la imposici�n de una multa sobre la tierra. "Cien talentos de plata; ' equivalente a � 34,200, y "un talento de oro", equivalente a � 5475, fueron exigidos en tributo, y como una promesa de lealtad a Egipto.

III. �XITO DEL HIJO DE SU PADRE. (Verso 4.)

1. Cuyo derecho fue reivindicado. El trono le pertenec�a por derecho de primogenitura.

2. Cuyo nombre fue cambiado. Llamado Eliakim, "A quien Dios establece", fue designado, al adherirse al rey-dora, Joacim, "Jehov� ha establecido"

3. Cuyo trono fue asegurado. El usurpador que fue deportado a Egipto, donde muri� ( 2 Reyes 23:34), elimin� la probabilidad de al menos conflictos civiles.

IV. LAMENTADO POR UN PROFETA DE JEHOV�. Jerem�as (Jeremias 22:10) probablemente solo expres� los sentimientos de respeto que apreciaban los s�bditos de Jeheahaz, que lloraron:

1. Por sus propias esperanzas decepcionadas. Durante su corto reinado hab�a complacido a la gente, atrap� la imaginaci�n popular y despert� en ellos las expectativas de poder revivir las glorias desva�das y elevar la fortuna ca�da de Judea. Pero ahora estas anticipaciones se dispersaron a los vientos.

2. Por su destino melanc�lico. Esto parec�a peor de lo que hab�a amenazado con caer a Ezequ�as ( 2 Reyes 20:1; Isa�as 38:10) - para ser cortado en medio de sus d�as; peor incluso de lo que hab�a alcanzado a su ilustre padre: la muerte en el campo de batalla ( 2 Cr�nicas 35:23, 2 Cr�nicas 35:24). Ning�n rey de Jud� hab�a sido llevado al exilio desesperado. Manas�s, de hecho, hab�a sido deportado a Babilonia ( 2 Cr�nicas 33:11), pero luego hab�a sido restaurado a su corona y reino ( 2 Cr�nicas 33:20). En el caso de Joacaz, no podr�a buscarse tal alivio de su miseria. La palabra de Jehov�, a trav�s de Jerem�as, fue el golpe mortal a cualquier expectativa: "Morir� en el lugar donde lo llevaron cautivo, y ya no ver� m�s esta tierra".

Aprender:

1. Las extra�as vicisitudes de la vida mortal.

2. Las miserias de muchos reyes: un control de la ambici�n.

3. La certeza de la Palabra de Dios.

2 Cr�nicas 36:5

Las fortunas de Joacim.

I. UN NUEVO REY SOBRE EL TRONO DE JUD�. ( 2 Cr�nicas 36:5.)

1. Su designaci�n. Eliaquim, "a quien Dios establece", se convirti� en Joacim, "Jehov� ha establecido"; no solo, aunque casi parece que Uz�as hab�a adoptado ese nombre en lugar de Azariah al acceder a la corona ( 2 Cr�nicas 26:1), y Pal hab�a asumido el t�tulo de Tiglat-Pileser, "Adar es mi confianza , "sobre el sucesivo Salmanasar de Asiria; pero por Necho II. (vers�culo 4; 2 Reyes 23:34), ya que Nabucodonosor cambi� el nombre de Mattan�as a Sedequ�as ( 2 Reyes 24:17); cuyas declaraciones pueden armonizarse suponiendo que "Necho y Nabucodonosor trataron a los reyes vasallos designados por ellos no del todo como esclavos, pero les permitieron elegir los nuevos nombres, que solo confirmaron en se�al de su supremac�a" (Keil).

2. Su linaje. El hijo de Jos�as y de Zebudah, la hija de Peda�as de Rumah, se supone que es id�ntico a Arumah, cerca de Siquem ( 2 Reyes 32:36). Joacaz a quien tuvo �xito, fue su hermano menor por una madre diferente, Hamutal, la hija de Jerem�as de Libna ( 2 Reyes 23:31).

3. Su adhesi�n.

(1) En cuanto al tiempo, cuando ten�a veinticinco a�os, lo que demuestra que debe haber nacido en el a�o catorce de su padre.

(2) En cuanto a los medios, con la ayuda de Necho II; quien depuso a su hermano usurpador (vers�culo 3), en parte quiz�s porque era un usurpador, pero en parte tambi�n, se puede suponer, porque la gente hab�a elegido a ese hermano sin haber obtenido primero el consentimiento de Necho.

(3) En cuanto al t�tulo, �l era el hijo mayor de Jos�as y, por lo tanto, el pr�ncipe heredero y heredero legal del trono.

4. Su car�cter. Malo; modelado sobre el de Acab en lugar de Jos�as.

(1) Idol�trico: "Hizo lo malo ante los ojos del Se�or" (vers�culo 5), como lo hab�a hecho su medio hermano ( 2 Reyes 23:32). "Se dedic� con toda su alma a la fiesta pagana, reintrodujo todos los ritos extranjeros anteriormente extirpados por Jos�as, y agreg� el egipcio a su n�mero" (Ewald), de los cuales la prueba m�s amplia aparece en los profetas (Jeremias 7:9, etc .; Jeremias 17:2; Jeremias 19:4, Jeremias 19:5; Ezequiel 8:9).

(2) violento; a este respecto, como su hermano, en comparaci�n con un joven le�n que aprendi� a atrapar a la presa y devoraba a los hombres ( Ezequiel 19:5, Ezequiel 19:6; de. Jeremias 22:17 ); Los peores ejemplos de su violencia son el asesinato de Urijah el profeta, a quien sac� de Egipto y mat� (Jeremias 26:22), y la quema de la lista de Jerem�as, acompa�ada de una orden de arrestar al profeta (Jeremias 36:23, Jeremias 36:26).

(3) lujoso; se esforz� por sobresalir en cedro, construy�ndose un palacio costoso de amplias proporciones, con amplias habitaciones y grandes ventanas, celdas de cedro y pintadas con bermell�n (Jeremias 22:14, Jeremias 22:15). "En otro momento, ciertamente nadie podr�a haber culpado a Joacim y sus nobles por estar descontentos con las c�maras estrechas y mal iluminadas de las casas sirias; pero �era este el momento para embellecer Jerusal�n cuando la tierra todav�a estaba gimiendo bajo la multa de guerra de Necho?" .

(4) Exacto; rechinando los rostros de su pueblo con impuestos severos para rendir homenaje al fara�n ( 2 Reyes 23:33), y enga�ando a los trabajadores que construyeron su palacio (Jeremias 22:13 )

(5) Licenciado; abandon�ndose a la lujuria. En resumen, "permaneci� fijo en los recuerdos de sus compatriotas como el �ltimo ejemplo de esos pr�ncipes crueles, ego�stas y lujosos, el producto natural de las monarqu�as orientales, la desgracia de la monarqu�a de David" (Stanley).

5. Su reinado. Once a�os. Demasiado tiempo para cualquier bien que produjera. A Jud� dif�cilmente le habr�a ido peor si no hubiera sido coronado despu�s de tres meses, como lo hab�a estado su hermano.

6. Su muerte. Las cuentas var�an.

(1) El Cronista no aclara si fue llevado a Babilonia o no. Si �l era ( Daniel 1:2; Daniel 1 Esdras 1:40, LXX.), Probablemente, como Manas�s ( 2 Cr�nicas 33:13), se le permit�a despu�s de un hora de regresar a su propia tierra (Keil, Bertheau, Jamieson), ya que

(2) seg�n 2 Reyes ( 2 Reyes 24:6), Joacim "durmi� con sus padres" y, seg�n la LXX; "fue enterrado en el jard�n de Uzzah". El ap�ndice de la LXX. obviamente no es aut�ntico, y la declaraci�n de la Escritura parece contradecida por

(3) pasajes en Jerem�as, que dicen que Joacim debe ser "enterrado con el entierro de un asno, arrastrado y echado m�s all� de las puertas de Jerusal�n" (Jeremias 22:19), y que su cad�ver deber�a ser "expulsado en el d�a al calor, y en la noche a la escarcha" (Jeremias 36:30). Sin embargo, la reconciliaci�n de la aparente discrepancia es f�cil. Pudo haber sido asesinado por la mano de un asesino, y su cuerpo muerto fue arrojado sin enterrar (Cheyne); o "puede haber perecido en una batalla con alguna de las bandas de merodeadores irregulares que, seg�n 2 Reyes 24:2, vinieron contra �l" (Keil, Bahr), y su cad�ver se pudri� en la batalla -campo; o, despu�s de ser ejecutado por primera vez por Nabucodonosor y enterrado con el entierro de un asno, sus huesos pueden haber sido recogidos e enterrados en el sepulcro de Manas�s (Rawlinson).

Si. UN NUEVO ENEMIGO EN LA PUERTA DE JERUSAL�N. (Vers�culo 6.)

1. Su persona. Nabucodonosor, Nabucodonosor (Jeremias 21:2), Nabucodonosor (LXX.), En las inscripciones Nabu-kudurri-usur, que significa "Nebo protege la corona".

2. Su descenso. Un hijo de Nabopolassar, un general de Sarak, el �ltimo rey de N�nive (Ewald), quiz�s el virrey de Babilonia (Cheyne). En la ca�da de N�nive fund� el nuevo imperio babil�nico.

3. Su t�tulo. Rey de Babilonia Hasta ahora, los enemigos de Jerusal�n y Jud� hab�an sido reyes de Egipto ( 2 Cr�nicas 12:2; 2 Cr�nicas 36:3) o de Asiria ( 2 Cr�nicas 28:20; 2 Cr�nicas 32:1, 2 Cr�nicas 32:2); ahora es un rey de Babilonia. Seg�n el canon de Ptolomeo, Nabucodonosor ascendi� al trono en B.C. 604; seg�n Berosus, mientras era pr�ncipe heredero, en B.C. 605, enviado por su padre "para aplastar una revuelta de las provincias occidentales", en la que tuvo un gran �xito, habiendo conquistado Siria y Fenicia, as� como Egipto.

4. Su invasi�n. Seg�n Daniel, esto ocurri� en el tercer a�o de Joacim ( Daniel 1:1), el a�o anterior a que Nabucodonosor venciera a Necho en Carchemish (Jeremias 25:1; Jeremias 46:2), es decir antes de Cristo 606. La probabilidad es que, ya sea antes o inmediatamente despu�s de derrotar a Necho, se dirigi� a Jerusal�n y recibi� la sumisi�n de Joacim, que hasta ese momento hab�a sido el vasallo de Necho. Para asegurar esta transferencia de la lealtad de Joialdm, parece haber tomado la ciudad y encadenar a su soberano, como si, si fuera refractario, lo deportara a Babilonia, pero se hubiera apartado de este dise�o al obtener la promesa de La fidelidad de Joacim. Esto, sin embargo, Joacim solo se mantuvo durante tres a�os ( 2 Reyes 24:1), al final de la cual se rebel�, Nabucodonosor, ocupado en asuntos en Babilonia, habiendo accedido al trono solo dos a�os antes de la revuelta de Joacim , enviaron contra el rebelde varios destacamentos de tropas, "bandas de caldeos", al mismo tiempo agitando a los amonitas, sirios y moabitas para hostigar a Jud� ( 2 Reyes 24:2), pero no regres� a Jerusal�n hasta cinco a�os despu�s, en el reinado de Joaqu�n.

III. UNA NUEVA SPOLIACI�N DEL TEMPLO DE JEHOV�. (Vers�culo 7.)

1. El primer saqueo del edificio sagrado.

(1) �Por qui�n? Shishak (Sheshonk) Rey de Egipto.

(2) �Cu�ndo? En el quinto a�o de Roboam, B.C. 971.

(3) �Hasta qu� punto? Total: "Se llev� los tesoros de la casa del Se�or: se lo llev� todo" ( 2 Cr�nicas 12:9; 1 Reyes 14:26).

2. El segundo saqueo del edificio sagrado.

(1) El despojador. Acaz, rey de Jud�.

(2) El tiempo. ANTES DE CRISTO. 734, durante la invasi�n Syro-Ephraimitish.

(3) La raz�n. Para comprar con la ayuda de Tiglath-Pileser II. contra Rezin de Damasco y Pekah de Samaria ( 2 Cr�nicas 28:21).

3. El tercer saqueo del edificio sagrado.

(1) El agente, Ezequ�as, hijo de Acaz.

(2) El acto. Tom� "toda la plata encontrada en la casa del Se�or ... y el oro de las puertas y pilares del templo" ( 2 Reyes 18:15, 2 Reyes 18:16).

(3) El objeto. Para dar a Senaquerib, rey de Asiria, como dinero de tributo.

(4) La fecha. Cuando Senaquerib fue acampado en Laquis, B.C. 701.

4. El cuarto saqueo del edificio sagrado.

(1) La persona. Nabucodonosor, llamado Rey de Babilonia, aunque en ese momento solo era pr�ncipe heredero.

(2) El alcance. Parcial: "Se llev� los vasos de la casa del Se�or". Jerem�as (Jeremias 27:18, Jeremias 27:20) predijo que las vasijas que quedaron ser�an llevadas alg�n d�a a Babilonia, y permanecer�an all� hasta el regreso del cautiverio, cuando deber�an volver ser restaurado a su lugar en el templo (ver vers�culo 18; Daniel 5:2; Esdras 1:7).

(3) La causa. Para castigar a Jud� as� como a Joacim, y asegurar su fidelidad.

(4) La agravaci�n. Las embarcaciones saqueadas fueron transportadas a Babilonia y depositadas en "su templo" o "casa del tesoro de su dios" ( Daniel 1:2; Daniel 1 Esdras 1:41), en lugar de " su palacio "(Bertheau). Las inscripciones muestran que Marduk, o Merodach, era la divinidad patrona de Nabucodonosor, que el templo de Nabucodonosor era el templo de Merodach en Babilonia, que �l construy� y restaur� por completo, y que el propio Nabucodonosor era, seg�n sus ideas, religiones intensas, incluso llam�ndose a s� mismo " el rey adorador del cielo "('Registros', etc.; 5: 113, etc.; 7:75, etc.).

LECCIONES

1. La corrupci�n nativa del coraz�n humano, atestiguada por los personajes malvados de los hijos de Jos�as.

2. La imposibilidad de seguir pecando impunemente. W.

2 Cr�nicas 36:9, 2 Cr�nicas 36:10

Joaqu�n el in�til.

I. SU CORONACI�N.

1. Su t�tulo al trono, era el hijo de Joacim, su madre hab�a sido Nehushta, "The Brazen", la hija de El-nathan de Jerusal�n ( 2 Cr�nicas 36:8; 2 Reyes 24:6 , 2 Reyes 24:8), uno de los pr�ncipes adjuntos a la corte de Joacim (Jeremias 26:22; Jeremias 36:12, Jeremias 36:25).

2. Su designaci�n regia. Joaqu�n, "Jehov� ha establecido", tal vez expresando las esperanzas con las que asumi� el cetro. Su nombre personal parece haber sido "Couiah" (Jeremias 22:24, Jeremias 22:28), o Jeconiah ( 1 Cr�nicas 3:16), que tambi�n significa "Jehov� establece".

3. Su edad de adhesi�n. Ocho a�os ( 2 Cr�nicas 36:9), obviamente un error para dieciocho ( 2 Reyes 24:8), ya que ten�a esposas ( 2 Reyes 24:15), y en Jerem�as se representa como un hombre, mientras que si Ezequiel ( Ezequiel 19:5) se refiere a �l en lugar de a Joacim, el lenguaje en el vers�culo 7 no es adecuado para un beb� o ni�o de ocho a�os.

4. Su continuaci�n sobre el trono. Tres meses y diez d�as, diez d�as m�s que su t�o Joacaz (vers�culo 2), y "tanto como Napole�n despu�s de su desembarco en marzo de 1815" (Cheyne). Otra ilustraci�n de la gloria de corta duraci�n. Vanitas vanitatura!

II SU PERSONAJE.

1. Como hombre. Obviamente no era mejor que su padre, en cuyos pasos caminaba. La maldad de su padre atra�a m�s que la mala fortuna de su padre lo repel�a. El desprecio fulminante de Jehov� de Con�as como "una olla despreciada y rota", "una vasija en la que no hay placer" (Jeremias 22:28; cf. Jeremias 48:38), intima significativamente la estima en la que fue retenido por aquel que prueba los corazones y las riendas por igual de reyes y hombres comunes; mientras que la muerte implacable pronunciada sobre "este hombre" y "su semilla" era una clara certificaci�n de que la poblaci�n de la que surgi� estaba incurablemente enferma, que la mancha de vileza en la familia era inerradicable, que �l y sus descendientes solo eran aptos para ser expulsado y pisoteado en el lodo ( Mateo 5:13; Lucas 14:34).

2. Como un rey. "Hizo lo que era malo ante los ojos del Se�or" (vers�culo 9), no ten�a poder, incluso si hubiera tenido la inclinaci�n, para detener el progreso descendente de su naci�n. Por preferencia personal, as� como por posici�n oficial, estaba atado de brazos y piernas a la fiesta pagana a la que pertenec�a su madre Nehushta, y que no buscaba la prosperidad ni la seguridad de su tierra y reino para mantener la adoraci�n pura de Jehov�, sino en sirviendo a �dolos cananeos, fenicios, egipcios, asirios o babilonios, cualquiera que se considere en cualquier momento que tenga m�s probabilidades de cumplir su turno.

III. SU CAPTIVIDAD

1. La raz�n. No declarado por el Cronista o el autor de Reyes, esto puede haber sido una sospecha de la fidelidad de Joaqu�n, o el conocimiento de las tropas egipcias que avanzan en ayuda de Jerusal�n.

2. El tiempo. Al regreso del a�o (vers�culo 10), es decir, en primavera, cuando los reyes estaban acostumbrados a salir a la batalla ( 2 Samuel 11:1). El a�o fue el octavo del reinado de Nabucodonosor ( 2 Reyes 24:12), o B.C. 597.

3. La manera. ( 2 Reyes 24:10.)

(1) Nabucodonosor envi� a sus generales para asediar Jerusal�n.

(2) Despu�s, el propio Nabucodonosor apareci� frente a la ciudad.

(3) Joaqu�n, acompa�ado por su madre, sus esposas, sus sirvientes, sus pr�ncipes, sus oficiales, salieron para someterse y entregar la ciudad a Nabucodonosor, con la esperanza indudable de que, como Joacim, se le permitiera retener su reino como Un vasallo de Babilonia. Esto, sin embargo, no se le concedi�.

(4) Nabucodonosor lo hizo prisionero y lo llev� a Babilonia, como Jerem�as (Jeremias 22:25) tuvo un tiempo antes de predecir que lo har�a.

(5) Adem�s, Nabucodonosor se llev� a su madre, sus esposas, sus oficiales, los principales hombres de la tierra, entre los cuales estaba Ezequiel ( Ezequiel 1:1, Ezequiel 1:2), incluso diez mil cautivos, con siete mil hombres poderosos y mil artesanos y herreros, "una mitigaci�n triste de su suerte, pero por la cual Joacaz podr�a haberlo envidiado. Todo lo que era mejor y m�s valioso en la antigua capital fue con Joaqu�n a Babilonia ".

(6) Solo el tipo m�s pobre de personas qued� en la tierra, con el t�o del rey Mattanias, o Sedequ�as, como rey.

(7) El templo y el palacio fueron en esta ocasi�n completamente saqueados. "Los buenos vasos de la casa del Se�or" (vers�culo 10), es decir, los art�culos m�s grandes, los m�s peque�os que se hab�an tomado previamente (vers�culo 7), fueron transportados a Babilonia.

4. La duraci�n. Treinta y siete a�os. Luego, en el vig�simo s�ptimo d�a del duod�cimo mes del a�o, Evil-Merodach, al llegar al trono despu�s de la muerte de Nabucodonosor, levant� la cabeza de la prisi�n (3 Reyes 25: 27-30).

Aprender:

1. El car�cter incurable del pecado, al menos por cualquier medio meramente humano.

2. La rapidez en algunos casos de retribuci�n divina.

3. La miseria que conlleva el pecado sobre los malhechores y todos los relacionados con ellos.

4. El mal hecho a la religi�n por la maldad de aquellos que profesan y deben adornarla.

2 Cr�nicas 36:11

Sedequ�as; o la ca�da de Jud�.

I. UN EJEMPLO DE MALDAD INSENSADA. ( 2 Cr�nicas 36:11.)

1. Por parte del rey. Aparentemente el tercero ( 1 Cr�nicas 3:15), pero en realidad el cuarto, hijo de Jos�as (cf. 2 Reyes 23:31, 2 Reyes 23:36), y el hermano completo de Joacaz o Shallum ( 2 Reyes 23:31; 2 Reyes 24:18). pero el medio hermano de Joacim ( 2 Reyes 23:36), Mattanias, o el regalo de Jehov�, como se le llam� originalmente, ascendi� al trono de Jud� en su vig�simo primer a�o, por el favor de Nabucodonosor su se�or supremo ( 2 Cr�nicas 36:10). Con el consentimiento de su superior, como Joacim, adopt� por su propia voluntad, o hab�a elegido para �l (Cheyne), un nombre especial del trono. Sedequ�as, Zidkiah, que significa "Jehov� es justo" o "Justicia de Jehov�", hab�a sido el nombre de un ex soberano de Ascal�n, a quien Senaquerib hab�a sometido; y cualquiera que haya sido el objeto de Mattanias o sus pr�ncipes al seleccionar esto como la designaci�n del �ltimo rey de Jud�, es casi imposible no ser golpeado con su singular propiedad. Para un pueblo al que frecuentemente se le indicaban "signos", era un doble s�mbolo: primero como contraste de la corrupci�n total de la naci�n, tanto pr�ncipe como pueblo; y segundo a modo de predicci�n de la venida condena para el reino. En lo que respecta al rey, designar a una criatura como �l Sedequ�as era una s�tira sombr�a sobre cosas santas. Si su persona y su car�cter eran notables por algo, era por la ausencia de justicia.

(1) Su devoci�n a los �dolos fue intensa. Hizo lo malo ante los ojos del Se�or su Dios ( 2 Cr�nicas 36:12), al adherirse a la adoraci�n pagana de sus predecesores ( 2 Reyes 24:19; Jeremias 52:2) .

(2) Su incredulidad fue pronunciada. Se neg� a creerle al profeta Jerem�as que le hablaba en el nombre de Jehov� (Jeremias 37:2).

(3) Su desobediencia fue flagrante. Se rebel� contra Nabucodonosor, quien lo hizo jurar (lealtad) por Dios (vers�culo 13; cf. 2 Reyes 24:20; Ezequiel 17:13) - una maldad por la cual Jehov� declar� que deb�a morir en Babilonia. La raz�n de esta revuelta fue la adhesi�n de un nuevo fara�n, Hophrah en la Escritura (Jeremias 44:30), en las inscripciones jerogl�ficas Uahibri, ?????? en la LXX; ?????, o Apries, en Herodoto. Para �l, Sedequ�as, en contra del consejo de Jerem�as, envi� embajadores, con la esperanza de obtener "caballos y mucha gente" ( Ezequiel 17:15). Nabucodonosor inmediatamente tom� el campo, sin saber si marchar contra Egipto o Jerusal�n. Por medio de la adivinaci�n, decidi� por Jerusal�n ( Ezequiel 21:20). En el noveno a�o del reinado de Sedequ�as, en el d�cimo mes, Nabucodonosor con sus ej�rcitos se sent� ante Jerusal�n ( 2 Reyes 25:1). Al enterarse, sin embargo, del enfoque del fara�n-Hophra, levant� el asedio (Jeremias 37:5). Habiendo despertado falsas esperanzas en cuanto a la retirada final de Nabucodonosor de la ciudad ( Ezequiel 17:17), Jerem�as advirti� al rey y a la gente que regresar�a pronto (Jeremias 37:8). Esta advertencia que Sedequ�as no escuchar�a ( 2 Cr�nicas 36:16).

2. Por parte de la gente. Apenas detr�s de su monarca estaban los sacerdotes, los pr�ncipes y el pueblo.

(1) Su pasi�n por la idolatr�a era tan grande: "Traspasaron mucho despu�s de todas las abominaciones de los paganos" (vers�culo 14). "Como sacerdote, como personas", un proverbio aplicable a reyes y s�bditos, amos y sirvientes, as� como a eclesi�sticos y adoradores.

(2) Su insolencia era tan alta. "Contaminaron la casa del Se�or que �l hab�a santificado en Jerusal�n" (vers�culo 14). "Jerem�as (Jeremias 23:11) alude a pr�cticas especialmente inconsistentes con el lugar sagrado, y uno de los jud�os cautivos explica lo que eran ( Ezequiel 8:11).

(a) una imagen de Asera;

(b) emblemas animales tot�micos en la pared de la c�mara de un templo;

(c) llorando por 'Tamuz herido de muerte';

(4) adoraci�n al sol y el rito de sostener 'la ramita' hasta la nariz '".

(3) Su incredulidad fue tan atrevida. Aunque Jehov� hab�a "enviado a ellos por sus mensajeros, levant�ndose temprano y envi�ndolos", aun as� "se burlaron de los mensajeros de Dios, despreciaron sus palabras y se burlaron de sus profetas" (vers�culos 15, 16), un grado de criminalidad m�s all� de la cual los israelitas hab�an sido culpables cuando se rieron de los mensajeros de Ezequ�as para despreciar ( 2 Cr�nicas 30:10), pero no por encima de aquello en lo que pueden incurrir los oyentes del evangelio ( Hechos 2:13; Hechos 17:32; Hebreos 10:29; 2Pe 2: 3, 2 Pedro 2:4; Jud 2 Pedro 1:18).

II UNA INSTANCIA DE RETRIBUCI�N DIVINA. (Vers�culos 17-21.) La corrupci�n moral y espiritual de la comunidad en la �poca de Sedequ�as fue tan grande que no qued� nada m�s que derramar sobre ellos los frascos de ira largamente amenazada ( Deuteronomio 28:21, Deuteronomio 28:36, Deuteronomio 28:52; Deuteronomio 31:16-5; Jeremias 5:19; Jeremias 32:28-24). En el lenguaje expresivo del Cronista, "no hubo remedio", "no hubo curaci�n", m�s; nada m�s que fuego y espada. Despu�s de derrotar al fara�n-Hophra, o hacer que se retirara, Nabucodonosor regres� a su cuartel general en Riblah, en la orilla este de Orontes, treinta y cinco millas al noreste de Baalbec, y envi� a sus capitanes, Nergal-sharezer, Samgar-nebo , Sar-sechim, Rab-saris, Rab-mag y otros para reanudar el asedio de Jerusal�n, que, sin embargo, resistieron triunfalmente sus asaltos hasta el comienzo del und�cimo a�o, cuando el suministro de provisiones comenz� a fallar (Jeremias 52:6). El noveno d�a del cuarto mes, es decir, en julio de B.C. 586, "no hab�a pan para la gente de la tierra". Los hambrientos defensores de la ciudad ya no pod�an resistir. Los horrores de la situaci�n se pueden obtener de Lamentaciones 2:19; Lamentaciones 4:3; Ezequiel 5:10; Baruc 2: 3. Los sitiadores eventualmente efectuaron una brecha en el muro norte y entraron como una inundaci�n destructora. Luego se produjo:

1. Carnicer�a despiadada. Los soldados caldeos masacraron a todos y cada uno, j�venes y viejos, muchacho y doncella, sin perdonar a los que se hab�an refugiado en el templo (vers�culo 17). La masacre fue al por mayor, truculenta y despiadada, eclipsada con horror solo por lo que tuvo lugar cuando Jerusal�n fue capturada por Tito (Josefo, 'Guerras' 6.9. 4).

2. Sacrificio despiadado. Despojaron completamente el templo de sus vasijas sagradas, grandes y peque�as, y saquearon los palacios reales, llev�ndose sus tesoros (vers�culo 18). Entre los art�culos retirados del templo estaban los utensilios de servicio de bronce y oro, los dos pilares, el mar de bronce y los jarrones que Salom�n hab�a hecho ( 2 Reyes 25:13-12; Jeremias 52:17) .

3. Destrucci�n al por mayor. "Quemaron la casa de Dios, derribaron el muro de Jerusal�n y quemaron todos los palacios" (vers�culo 19); que era puro vandalismo. Esto parece haberse hecho no en la noche de la captura de la ciudad (d�cimo d�a del d�cimo mes), sino siete meses despu�s, el d�cimo d�a del quinto mes, es decir, en febrero de B.C. 587 (Jeremias 52:12), y haber sido llevado a cabo por uno de los generales de Nabucodonosor, Nabuzar-adan, capit�n de la guardia del rey o "jefe de los verdugos" (cf. G�nesis 39:1), enviado desde Riblah con el prop�sito. Lo que sucedi� en el intervalo se narra en 2 Reyes ( 2 Reyes 25:4) y Jerem�as (Jeremias 52:7), a saber. la captura, cerca de Jeric�, de Sedequ�as con su corte y sus fuerzas, que hab�an escapado cuando la ciudad fue tomada, y su viaje hacia el norte a Riblah, la sede de Nabucodonosor, donde, despu�s del juicio celebrado ( 2 Reyes 25:6), Los hijos de Sedequ�as y los pr�ncipes de Jud� fueron asesinados, y el mismo Sedequ�as fue cegado de acuerdo con una pr�ctica inhumana de la �poca, y se convirti� en lazos preparatorios para ser deportados a Babilonia. En Babilonia fue encarcelado hasta el d�a de su muerte (Jeremias 52:11); Seg�n la tradici�n, su trabajo en prisi�n era el de moler en un molino como un esclavo ordinario (Ewald, 'History of Israel', 4.273, nota 5).

4. Expansion despiadada. Los que hab�an escapado de la espada fueron expulsados, como pandillas de esclavos, para exiliarse en una tierra extra�a, y sirvientes de los reyes de Babilonia, "hasta que la tierra haya disfrutado de sus d�as de reposo", a saber. por tres puntajes y diez a�os (vers�culos 20, 21). Tales trasplantes de poblaciones conquistadas eran comunes en el antiguo Oriente. "Sarg�n transport� a los samaritanos a Goz�n y los medios de comunicaci�n; Senaquerib se llev� a doscientos mil jud�os de Judea; Esarhaddon coloc� a elamitas, susianos y babilonios en Samaria. Darius Hystaspis trajo la naci�n de los paonios de Europa a Asia Menor, elimin� a los b�caros a Bactria , y los Eretrians a Ardericca cerca de Susa ".

LECCIONES

1. El car�cter incorregible de algunos se sientan, los de ella.

2. La ofensiva ante el orgullo de Dios y la dureza de coraz�n.

3. La atrocidad de romper el juramento y de la rebeli�n injustificable.

4. La desesperanza de la reforma en una ciudad o una tierra cuando todas las clases est�n enamoradas de los caminos perversos.

5. La infinita compasi�n de Dios hacia el peor de los hombres.

6. La certeza de que la misericordia despreciada se convertir� en ira demostrada.

7. El car�cter despiadado de los juicios del cielo sobre ellos para quienes no hay remedio.

8. La indiferencia que Dios muestra hacia los s�mbolos externos de la religi�n cuando el esp�ritu interno est� deseando.

9. La imposibilidad de que la Palabra de Dios falle. W.

2 Cr�nicas 36:22, 2 Cr�nicas 36:23

Ciro de Persia; o, el regreso de los exiliados.

I. El GRAN ENTREGADOR. ( 2 Cr�nicas 36:22.)

1. Predicho en las Escrituras.

(1) Que su nombre sea Cyrus.

(2) Que deber�a venir del Este.

(3) Que deber�a ser un poderoso conquistador, sometiendo a las naciones y destronando a los reyes.

(4) Que deber�a derrocar a Babilonia y convertirse en el soberano del imperio de ese nombre.

(5) Que deber�a liberar a los jud�os cautivos en esa ciudad e imperio.

(6) Que debe emitir �rdenes o conceder permisos para la reconstrucci�n de la ciudad y el templo de Jerusal�n.

(7) Que al hacer todo esto debe actuar (ya sea consciente o inconscientemente no se declare) bajo la gu�a inmediata y la supervisi�n directa de Jehov� ( Isa�as 41:2; Isa�as 44:28; Isa�as 45:1; Isa�as 46:11; Isa�as 48:14, Isa�as 48:15).

2. Levantado en la historia.

(1) Fue llamado Ciro, en hebreo Coresh ( 2 Cr�nicas 36:22; Esdras 1:1), en las inscripciones K'ur'us y Ku-ra-as.

(2) Vino del Este, siendo nombrado en la historia sagrada ( 2 Cr�nicas 36:22; Esdras 1:1; Esdras 4:3; Daniel 6:28 ), as� como en profano (Herodes; 9.122; Xen; 'Cyr.,' 8. 2.7), Rey de Persia, aunque los monumentos ahora muestran que �l era originalmente el Rey de Elam, al este de Persia.

(3) Primero conquist� Astyages the Median, que hab�a marchado contra �l en el sexto a�o de Nabonido Rey de Babilonia. Luego, antes del noveno a�o de Nabonido, debe haber adquirido la soberan�a de Persia, ya que en ese a�o se llama a s� mismo "Rey de Persia".

(4) En el mes de Nisan, del noveno a�o de Nabonido, Ciro march� con sus tropas a Accad, o al norte de Babilonia. En el d�cimo a�o, Erech fue capturado. En el und�cimo la situaci�n se mantuvo en statu quo. En el decimos�ptimo a�o, en el mes de Tamuz, Cyrus se encontr� con el ej�rcito de Accad en la ciudad de Rutum, sobre el r�o Nizallat, cuando los soldados de Nabonidus se rebelaron. Al decimocuarto d�a se rindi� la guarnici�n de Sippara, mientras que Nabonido huy�. El 16, el gobernador de Gutium (Kurdist�n) march� a las tropas de Ciro a Babilonia sin necesidad de asestar un golpe. Nabonido, posteriormente capturado, fue arrojado a grillos en Babilonia. No es necesario determinar si el asedio de Babilonia descrito por Her�doto fue este de Ciro (Budge), o uno posterior de Darius Hystaspis (Sayce). es suficiente notar que despu�s de esto Ciro asumi� el t�tulo de "Rey de Babilonia" ( Esdras 5:13) adem�s de sus otros t�tulos: "Rey de Persia y Rey de Elam".

(5) El cilindro de arcilla de Ciro contiene "una referencia a la restauraci�n de los cautivos de Babilonia en sus varios hogares. La experiencia de Ciro le hab�a ense�ado que el antiguo sistema asirio y babil�nico de transportar a las naciones conquistadas era un error, y solo introdujo una gente peligrosamente desafectada en el pa�s al que hab�an sido tra�dos "(Sayce, ibid.).

(6) "A aquellos que decidieron regresar a Jerusal�n se les permiti� hacerlo, y all� reconstruyeron una fortaleza, que Ciro consider� que ser�a �til para �l como un control sobre Egipto" (Sayce).

(7) En el cilindro de Cyrus se dice: "Merodach busc� un rey para s� mismo que se desempe�ara de acuerdo con el deseo del coraz�n del dios lo que se le confiara. Proclam� el renombre de Cyrus el Rey de Anzan [Elam, Sayce "Persia, Budge] a lo largo y ancho de la tierra, Merodach, el gran se�or, dirigi� su mano y coraz�n (de Ciro)".

II LA PROCLAMACI�N ANIMADORA. ( 2 Cr�nicas 36:23.)

1. Su fecha. El primer a�o de Ciro, es decir, el primer a�o de su reinado como Rey de Babilonia, es decir, B.C. 538 (Canon de Ptolomeo).

2. Su causa. La agitaci�n de su coraz�n por parte de Jehov�. Aunque los monumentos han demostrado que Ciro no era un monote�sta, sino un polite�sta, tambi�n han manifestado que se consideraba bajo la gu�a inmediata del Cielo en la toma de Babilonia; y por lo tanto, se puede suponer, tambi�n en la liberaci�n de los cautivos. Es evidente que fue persuadido poderosamente de la propiedad de tal acci�n, y consider� su impulso en esa direcci�n como "del cielo". El escritor sagrado afirma que la verdadera fuente de esa inspiraci�n fue Jehov�. Cyrus cre�a que era Merodach.

3. Su dise�o. Para cumplir la Palabra del Se�or por boca de Jerem�as (Jeremias 29:10), que despu�s de setenta a�os los cautivos deben ser restaurados. Este fue el dise�o de Jehov�, no el de Ciro, respecto del cual ver arriba. Que los setenta a�os, en n�meros redondos, se cumplieron, se puede ver a partir de un c�lculo f�cil. Que data de a.c. 599, el a�o del cautiverio de Joaqu�n, y estableciendo el primer a�o de Ciro como a.C. 538, el intervalo es de solo sesenta y un a�os; pero si el per�odo del exilio data del tercero ( Daniel 1:1) o del cuarto a�o de Joacim (Jeremias 25:1), es decir, b.c. 606, entonces el intervalo desde la predicci�n de Jerem�as hasta la proclamaci�n de Ciro ser� de sesenta y ocho a�os, o sesenta y nueve inclusive, que, con los meses que transcurrieron antes de que la primera compa��a de exiliados se estableciera en Palestina ( Esdras 3:1) , pr�cticamente har� setenta a�os. O el a�o prof�tico puede tomarse como consistente en 360 d�as; en cuyo caso 360 x 70 = 25.200 d�as = 69 a�os de 365 d�as.

4. Su forma.

(1) vocal; probablemente proclamado por medio de heraldos (cf. 2 Cr�nicas 30:5, 2 Cr�nicas 30:6).

(2) Escrito; probablemente en dos idiomas: persa y caldeo.

5. Su contenido.

(1) Un reconocimiento devoto de la gracia del cielo. "Todos los reinos de la tierra me ha dado el Se�or Dios del cielo" (vers�culo 23; Esdras 1:1), el t�rmino "Jehov�" se emplea en la copia hebrea en lugar de "Ormazd", en persa . Los soberanos persas estaban acostumbrados a hablar del Ser Supremo como el Dios del cielo ( Esdras 6:9, Esdras 6:10; Esdras 7:12, Esdras 7:23), y para reconocer su dependencia de �l por su poder terrenal, una inscripci�n de Darius que dec�a: "Entonces la tierra era m�a, y las otras tierras que Ormazd me ha dado. Las venc� por la gracia de Ormazd" ( 'Registros', etc., 9.68). Y el cilindro de Ciro que dec�a: "Ciro Rey de Elam, �l (Merodach) proclam� por su nombre a la soberan�a; todos los hombres en todas partes conmemoran su nombre".

(2) Una sumisi�n cordial a la voluntad divina. "Me ha encargado que le construya una casa en Jerusal�n, que est� en Jud�". Seg�n Josefo ('Ant.,' 11.1. 2), Ciro aprendi� la voluntad divina acerca de s� mismo al leer la profec�a de Isa�as ( Isa�as 44:28); pero como Cyrus, ya sea un polite�sta (Sayce) o un monote�sta (Budge), era extremadamente tolerante con todas las religiones, y al capturar Babilonia inmediatamente procedi� a restaurar los santuarios de los dioses babil�nicos, puede haberse concebido a s� mismo como lo llamaron Jehov� har� lo mismo por los jud�os en Palestina.

(3) Una investigaci�n sincera sobre el pueblo de Jehov�. "Qui�n est� entre ustedes de todo su pueblo. La proclamaci�n no se limit� a los juda�tas, sino que se extendi� a todos los adoradores de Jehov�, a aquellos que hab�an sido llevados cautivos de ambos reinos.

(4) Un permiso gratuito para regresar a Jerusal�n. "D�jalo subir". "Jerusal�n estaba en un nivel mucho m�s alto que Babilonia y, en consecuencia, los viajeros tendr�an que ascender considerablemente" ('Comentario del p�lpito sobre Ezra,' Esdras 1:3).

(5) Una bendici�n solemne sobre aquellos que aprovecharon su permiso. El Se�or su Dios est� con �l ". La expresi�n de este deseo u oraci�n correspondi� con el car�cter suave y benevolente de Ciro.

LECCIONES

1. La habilidad de Dios para cumplir sus promesas no menos que sus amenazas.

2. El acceso secreto que Dios tiene a los corazones de los hombres, de los reyes no menos que de los hombres comunes.

3. La certeza de que Dios puede levantar en cualquier momento un instrumento adecuado para hacer su voluntad.

Información bibliográfica
Exell, Joseph S; Spence-Jones, Henry Donald Maurice. "Comentario sobre 2 Chronicles 36". Los Comentarios del Púlpito. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/tpc/2-chronicles-36.html. 1897.