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2 Tesalonicenses 2

Los Comentarios del PúlpitoLos Comentarios del Púlpito

Versículos 1-17

EXPOSICI�N

CONTENIDO. � El ap�stol ahora procede al objeto principal que ten�a en mente al escribir esta Ep�stola. Los tesalonicenses hab�an adoptado nociones err�neas sobre el advenimiento; Supusieron que el d�a del Se�or era inminente y, como consecuencia de esta creencia, fueron arrojados a un estado de emoci�n y alarma. El ap�stol les recuerda sus instrucciones anteriores sobre este tema; c�mo les dijo que antes de la venida del d�a del Se�or deber�a haber una gran apostas�a, y que el hombre de pecado, cuya naturaleza y caracter�sticas les hab�a descrito, deber�a ser revelado; pero que en la actualidad hab�a una influencia restrictiva que imped�a su aparici�n.

Cuando se eliminara esa influencia restrictiva, el hombre de pecado ser�a revelado, acompa�ado de poderes, signos y maravillas de falsedad, y tendr�a �xito en enga�ar a aquellos que carec�an del amor de la verdad. Entonces vendr�a el Se�or Jesucristo y lo destruir�a por el aliento de su boca y la apariencia de su presencia. El ap�stol agradece a Dios porque los tesalonicenses, por el contrario, fueron elegidos para salvaci�n y para participar de la gloria del Se�or; los exhorta a mantenerse firmes en las instrucciones que les hab�a entregado; y concluye con una oraci�n por su consuelo y confirmaci�n.

Este cap�tulo est� involucrado en dificultades; Es el pasaje m�s oscuro de los escritos de Pablo. es preeminentemente una de esas cosas en sus Ep�stolas que son dif�ciles de entender ( 2 Pedro 3:16). Pero debe observarse que la descripci�n del hombre de pecado, aunque oscura para nosotros, no era necesariamente oscura para los tesalonicenses. Ten�an informaci�n sobre este punto que no poseemos. El ap�stol, cuando estaba en Tesal�nica, les hab�a dado instrucciones sobre este tema, y ??a estas instrucciones se refiere en la descripci�n que da aqu� ( 2 Tesalonicenses 2:5, 2 Tesalonicenses 2:6). La informaci�n que les imparti� tampoco fue indefinida y general, sino definitiva y precisa. Hab�a descrito la naturaleza de la apostas�a, las caracter�sticas del hombre de pecado y las influencias que retrasaron su manifestaci�n ( 2 Tesalonicenses 2:3, 2 Tesalonicenses 2:4); y si conoci�ramos estos puntos, como lo fueron para los tesalonicenses, la mayor parte de la oscuridad que se basa en esta predicci�n desaparecer�a. En la actualidad damos la exposici�n del pasaje, reservando la discusi�n de las diversas teor�as sobre su interpretaci�n a un excursus al final del cap�tulo.

2 Tesalonicenses 2:1

Ahora; literalmente, pero; Una part�cula de transici�n. Te lo suplicamos. Pasando de lo que le pidi� a Dios por ellos a lo que les suplica. Hermanos, por. Considerado por algunos, como en el A.V., como una forma de ajuste. As�, Calvino: "�l conjura a los creyentes con la venida de Cristo; porque es costumbre conjurar con aquellas cosas que nosotros consideramos con reverencia". Pero tal construcci�n es desconocida en el Nuevo Testamento, y adem�s es antinatural. Otros expresan la preposici�n "en nombre de" o "en inter�s de", "como si suplicara, en honor de ese d�a, que la expectativa de que no sea una fuente de desorden en la Iglesia" (Jowett); pero ese sentido es demasiado artificial. Es mejor hacer que sea "preocupante" o, como en el R.V., "conmovedor". La venida de nuestro Se�or Jesucristo. Algunos (Whitby, Hammond) suponen que por la venida del Se�or Jes�s estaba aqu�, significaba su venida en esp�ritu a la destrucci�n de Jerusal�n, y que la apostas�a era la revuelta de los jud�os de los romanos; El poder restrictivo se interpreta de manera diferente. Pero esta es una interpretaci�n forzada y extravagante, y est� completamente anulada por lo que dice el ap�stol en el siguiente vers�culo, porque la destrucci�n de Jerusal�n era inminente. Adem�s, los tesalonicenses, que eran principalmente conversos gentiles, estaban demasiado lejos de Jerusal�n para estar muy preocupados por la destrucci�n de esa ciudad. Por la venida de nuestro Se�or Jesucristo, entonces, se entiende aqu�, as� como el significado uniforme de la frase en los escritos de Pablo, el segundo advenimiento. Y por (o, en relaci�n) nuestra reuni�n con �l La palabra traducida "reunirse" aparece una vez m�s en el Nuevo Testamento, donde se usa con referencia a la reuni�n de cristianos para la adoraci�n ( Hebreos 10:35). Aqu� se usa con referencia a la reuni�n de los creyentes en Cristo, cuando ser� revelado del cielo; se refiere, no a la resurrecci�n de los muertos, sino a la reuni�n de aquellos que est�n vivos (ver 1 Tesalonicenses 4:17).

2 Tesalonicenses 2:2

Ese; hasta el final, el prop�sito por el cual el ap�stol rog� a los tesalonicenses. No ser�is pronto; con rapidez. Esto ha sido interpretado de diversas maneras, "tan pronto despu�s de mi exhortaci�n", o "tan pronto despu�s de mi partida de Tesal�nica", o "tan pronto despu�s de su recepci�n del evangelio", o "tan pronto despu�s de esta opini�n sobre la inminencia de la venida de Cristo fue promulgado ". Otros lo refieren a la manera m�s que al tiempo: "pronto y con poca raz�n" (Alford). Agitado; agitado como las olas por una tormenta, como la palabra significa. En mente; o m�s bien, desde tu mente desde tu raz�n sobria O estar preocupado; una expresi�n a�n m�s fuerte; "aterrorizado." Ni por el esp�ritu; ni ninguna profec�a falsamente entendida del Antiguo Testamento, ni ninguna revelaci�n err�nea, ya sea por visiones o sue�os; pero discursos prof�ticos pronunciados por miembros de la Iglesia en un estado de emoci�n, anunciando la venida inmediata de Cristo, y que se confundieron con las comunicaciones divinas. No parece haber habido ninguna intenci�n de enga�ar; los tesalonicenses erraron al descuidar "probar los esp�ritus" y "probar las profec�as". Ni por palabra; ni una palabra tradicional de Cristo, ni una interpretaci�n err�nea de su profec�a sobre la destrucci�n de Jerusal�n, ni un discurso tranquilo a diferencia de las declaraciones prof�ticas; pero el informe de algunas de las palabras del ap�stol, ya sea err�neo o mal entendido. Ni por carta. No la antigua ep�stola del ap�stol a los tesalonicenses, los pasajes en los que se hab�a malinterpretado el advenimiento (Paley); porque, si este fuera el caso, el ap�stol se habr�a expresado m�s claramente y no lo habr�a repudiado; pero alguna carta, ya sea falsificada a nombre del ap�stol o pretendiendo inculcar sus puntos de vista. Como de nosotros. Estas palabras se aplican a los �ltimos dos detalles: "No dejes que ning�n pretexto o carta m�a te moleste en este asunto". Como ese, en el sentido de que, el d�a de Cristo; o, como leen los mejores manuscritos, del Se�or. Est� a la mano; literalmente, est� presente, entonces R.V. El verbo se traduce as� en los otros pasajes donde ocurre ( Romanos 8:38; 1 Corintios 3:22; G�latas 1:4; Hebreos 9:9), excepto en 2 Timoteo 3:1, donde tambi�n deber�a haber sido renderizado. Sin embargo, es dif�cil concebir c�mo los tesalonicenses podr�an pensar que el d�a del Se�or estaba realmente presente. No podemos imaginar que pensaron que Cristo ya hab�a venido para el juicio. Para escapar de la dificultad, algunos conciben que "el d�a del Se�or" no es id�ntico a "la venida del Se�or", sino que, adem�s del advenimiento real, incluye los eventos que son sus antecedentes y concomitantes (Eadie). Sin embargo, parece mejor suponer que la palabra es una expresi�n fuerte para la inminencia de ese d�a; que la hora del advenimiento estaba en huelga. Los tesalonicenses siempre deber�an estar viviendo en un estado de preparaci�n para el d�a del Se�or, ya que ese d�a vendr�a repentina e inesperadamente; pero no deb�an quedar tan impresionados con la sensaci�n de su inmediatez como para verse privados de su raz�n sobria.

2 Tesalonicenses 2:3

Que nadie te enga�e de ninguna manera; de cualquier manera, no solo en ninguno de los m�todos anteriores, "por esp�ritu, palabra o letra", sino de cualquier manera. Porque (ese d�a no vendr�). Las palabras entre corchetes no est�n en el original, pero se suministran correctamente para completar el sentido. Excepto que viene una ca�da; o la apostas�a; a saber, esa apostas�a sobre la cual el ap�stol, cuando estaba en Tesal�nica, hab�a instruido a sus lectores. La ca�da aqu� aludida es evidentemente religiosa, no pol�tica. Por lo tanto, no puede ser la revuelta de los jud�os de los romanos, ni ninguna de esas revueltas y disturbios que ocurrieron en el mundo pol�tico. Tampoco debemos concebir que el hombre de pecado mismo se entiende aqu�; porque esta apostas�a precede a su venida, prepara el camino para su advenimiento; No es el resultado, sino la causa de su aparici�n. La palabra, entonces, debe tomarse en general para denotar esa notable "alejamiento" del cristianismo sobre la cual Pablo hab�a instruido a los Tesalonicenses. Primero; a saber, antes de la venida del d�a del Se�or. Y ese hombre de pecado; en quien el pecado es, por as� decirlo, personificado, como lo es la justicia en Cristo. Ser revelado. El ap�stol considera al hombre de pecado como la contraparte de Cristo; como Cristo fue revelado, as� ser� revelado el hombre de pecado. El hijo de perdici�n; cuyo pecado necesariamente conduce a la perdici�n; No aqu� la perdici�n de sus seguidores, sino su propia perdici�n. El mismo nombre que nuestro Se�or aplic� a Judas Iscariote ( Juan 17:12).

2 Tesalonicenses 2:4

Quien se opone o, el oponente, tomado sustantivamente. El objeto de la oposici�n no son tanto los creyentes como Cristo; �l es anticristo, el oponente de Cristo. Y, sin embargo, el anticristo no es Satan�s, el gran adversario ( 1 Pedro 5:8; Apocalipsis 12:10), porque �l se distingue expresamente de �l ( 2 Tesalonicenses 2:9), sino el instrumento de Satan�s. Cuando Satan�s entr� en el coraz�n de Judas Iscariote, el hijo de perdici�n, tambi�n toma posesi�n del hombre de pecado. Y se exalta a s� mismo arriba; o m�s bien, en contra, de manera hostil. Todo lo que se llama Dios; no solo contra todos los dioses falsos de los paganos, sino tambi�n contra el Dios verdadero (comp. Daniel 7:25; Daniel 11:36). O eso es adorado; ese es un objeto de adoraci�n. La misma palabra que se usa en Hechos 17:23, "Al pasar y contemplar tus devociones", los objetos de tu adoraci�n. Para que �l como Dios. Las palabras "como Dios" deben omitirse, ya que no se encuentran en los mejores manuscritos. Se sienta en el templo de Dios. Seg�n algunos, el templo de Jerusal�n (De Wette, Lunemann, Eadie), tal como exist�a o restaurado seg�n la profec�a de Ezequiel, pero parece m�s correcto referir la expresi�n metaf�ricamente a la Iglesia cristiana. Es una met�fora favorita de Pablo comparar a los creyentes en particular, o la Iglesia en general, con el templo de Dios. Mostrando, exhibiendo, a s� mismo que �l es Dios. Su sesi�n en el templo de Dios fue una afirmaci�n de su divinidad; �l afirm� ser considerado y adorado como Dios. Este fue el acto de coronaci�n de su impiedad; no solo, como los emperadores romanos, exigi� ser adorado como uno de muchos dioses, sino que se reclam� a s� mismo la prerrogativa de la Divinidad, no solo con la exclusi�n de los falsos dioses del paganismo, sino incluso del Dios del �rbol.

2 Tesalonicenses 2:5

�Recuerdas que no, que cuando a�n estaba contigo, te dije estas cosas? Estas palabras contienen un reproche. Si los tesalonicenses hubieran recordado las instrucciones del ap�stol, no se habr�an sacudido tan pronto de su sobria raz�n o se habr�an turbado. El ap�stol, cuando estaba en Tesal�nica, les hab�a contado estas cosas; los hab�a instruido acerca de la naturaleza de la apostas�a y la venida del hombre de pecado; de modo que, como ya se observ�, esta descripci�n, tan oscura para nosotros, no era oscura para los tesalonicenses, ellos pose�an la clave para su interpretaci�n.

2 Tesalonicenses 2:6

Y ahora. La part�cula "ahora" ha sido interpretada de diversas maneras. Algunos lo relacionan con la influencia restrictiva: "Y sab�is lo que ahora retiene"; pero si es as�, habr�a habido una disposici�n diferente de las palabras en el original. Otros lo consideran como una mera part�cula de transici�n: "Ahora, pasar a otro tema"; pero no hay transici�n, el ap�stol contin�a su descripci�n del hombre de pecado. Es m�s bien ser considerado como una part�cula de tiempo: "Ahora lo saben, porque se les ha instruido sobre este punto". Ustedes saben; Paul les hab�a dicho cuando estaba en Tesal�nica. Lo que lleva dentro; impedimento El obst�culo no se refiere a la prevenci�n del ap�stol de hablar libremente sobre este tema, para que no se involucre en dificultades pol�ticas; ni a ning�n retraso en la venida de Cristo; pero para restringir la aparici�n del hombre de pecado: "Sab�is lo que impide su manifestaci�n abierta". Que �l; a saber, el hombre de pecado. Podr�a ser revelado en su tiempo; literalmente, en su temporada; en su debido tiempo, el tiempo designado por Dios. Los acontecimientos a�n no estaban maduros para su aparici�n. As� como hubo una "plenitud de tiempo" cuando Cristo deb�a aparecer ( G�latas 4:4), tambi�n hubo una "plenitud de tiempo" cuando el hombre de pecado deb�a ser revelado; sucedieron una serie de eventos que culminar�an con su revelaci�n. Posteriormente se considerar� la naturaleza de esta influencia de restricci�n o retenci�n; fuera lo que fuese, los tesalonicenses fueron informados expl�citamente anteriormente.

2 Tesalonicenses 2:7

Por el misterio. "Misterio" aqu� denota algo que era desconocido o secreto antes de ser revelado (comp. Efesios 3:3). As� tambi�n uno de los nombres de Babilonia, el asiento del poder anticristiano, es Misterio ( Apocalipsis 17:3). De iniquidad; m�s bien, de anarqu�a; a saber, esta apostas�a que preceder� la venida del hombre de pecado. El genitivo aqu� es el de la aposici�n: "ese misterio que es la anarqu�a", cuya esencia y esfera de operaci�n es la anarqu�a. Ya funciona, o ya est� funcionando. El misterio de la iniquidad incluso ahora funciona en secreto; pero el hombre de el pecado mismo no aparecer� hasta que se elimine el poder restrictivo. Incluso en el momento en que el ap�stol escribi� que las semillas de la apostas�a ya se hab�an sembrado; la levadura de la anarqu�a estaba fermentando dentro del cristianismo; los fundamentos de un falso cristianismo estaban siendo establecidos. los efesios de los que surgir�an falsos maestros de entre ellos; a Timoteo le escribe sobre aquellos tiempos peligrosos que entonces estaban presentes; y, en sus ep�stolas, se mencionan las pr�cticas y doctrinas falsas, como la adoraci�n a los �ngeles, la abstinencia de las carnes, mortificaciones corporales, y el honor conferido al celibato. As� tambi�n Juan, en su Primera Ep�stola, se refiere a este trabajo de este poder anticristiano cuando dice: "Hijitos, es la �ltima vez: y un Si hab�is o�do que vendr� el anticristo, incluso ahora hay muchos anticristos ... Todo esp�ritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne no es de Dios: y este es ese esp�ritu del anticristo, del cual hab�is o�do que deber�a venir; e incluso ahora ya est� en el mundo "( 1 Juan 2:18; 1 Juan 4:3)." El Anticristo no pisa la escena de repente sin ning�n tipo de preparaci�n; por el contrario, una corriente de sentimiento y conducta anticristiana impregna toda la historia del mundo "(Olshausen). Solo el que ahora deja o restringe el antiguo significado de la palabra" dejar ". Permitir�. Estas palabras no est�n en el original, y deben omitirse. Hasta que lo retiren del camino. Toda la cl�usula deber�a expresarse: "El misterio de la anarqu�a ya est� funcionando, solo hasta que se elimine al que restringe"; lugar, cuando se elimina la influencia restrictiva, el misterio de la anarqu�a ya no funcionar� en secreto, sino que se manifestar� abiertamente.

2 Tesalonicenses 2:8

Y entonces; es decir, tan pronto como el que restringe es quitado del camino. Deber� ese malvado; o aquel sin ley, en quien se realiza el misterio de la anarqu�a; no diferente de, sino lo mismo con el "hombre de pecado, el hijo de perdici�n". Ser revelado; aparecen revelados en toda su deformidad desnuda. Ya no trabaja en secreto, sino abiertamente y de forma no disimulada; ya no es el misterio, sino la revelaci�n de la anarqu�a. El ap�stol ahora interrumpe su descripci�n del hombre de pecado al anunciar su destino. A quien el se�or; o, como leen los mejores manuscritos atestiguados, a qui�n el Se�or Jes�s. Consumir�; o m�s bien, matar� (R.V.). Con el esp�ritu (o aliento) de su boca. Se han dado varias interpretaciones a esta cl�usula. Algunos lo refieren a la Palabra de Dios, y otros al Esp�ritu Santo, y suponen que aqu� se predice la conversi�n del mundo; pero esta es evidentemente una interpretaci�n err�nea, ya que aqu� se anuncia el destino del anticristo. Otros refieren el t�rmino a un grito o palabra, y piensan que la oraci�n de condena pronunciada por el Se�or Jes�s sobre los imp�os es la intenci�n. Pero las palabras deben tomarse literalmente como una descripci�n del poder y el poder irresistible de Cristo en su venida: que el simple aliento de su boca es suficiente para consumir a los malvados (comp. Isa�as 11:4, "�l herir� la tierra con la vara de su boca, y con el aliento de sus labios matar� al imp�o "). Y destruir� (o aniquilar�) con el brillo (o apariencia) de su venida. Aqu� se emplean las dos palabras, epifan�a y parus�a, que se usan por separado para denotar la venida de Cristo. No hay fundamento para la afirmaci�n de que el primero es el aspecto subjetivo y el segundo el objetivo de la venida de Cristo (Olshausen). El brillo de la venida de Cristo no se expresa aqu�; pero el significado es que la mera aparici�n de la presencia de Cristo aniquilar� a los imp�os.

2 Tesalonicenses 2:9

El ap�stol reanuda su descripci�n del hombre de pecado. Incluso a �l; no en el original, pero necesario para el sentido. De quien viene. El uso del mismo t�rmino, parus�a, empleado para denotar la venida de Cristo exhibe la contrapartida del hombre de pecado. Es despu�s de la obra, seg�n la energ�a, de Satan�s. Satan�s es el agente que trabaja en el hombre de pecado; �l siendo el �rgano o instrumento de Satan�s. Con todo el poder y signos y mentiras maravillas. El adjetivo "mentiroso" debe expresarse como sustantivo y aplicarse a los tres: "Con todos los poderes, signos y maravillas de la mentira"; cuyo origen, naturaleza y prop�sito es la falsedad. Aqu�, tambi�n, la contraparte de Cristo es manifiesta; para los mismos t�rminos: "poderes", "signos" y "maravillas" se emplean para denotar sus milagros ( Hechos 2:22; Hebreos 2:4). Los milagros de Cristo fueron milagros de la verdad; Los milagros del hombre de pecado ser�an milagros de falsedad. No parece haber ninguna diferencia esencial entre poderes, signos y maravillas; pero las palabras se emplean como una mera enumeraci�n ret�rica. No se debe suponer que el hombre de pecado podr� realizar milagros reales; son las maravillas de la mentira; pero a�n por ellos sus seguidores ser�n enga�ados (comp. Mateo 24:24).

2 Tesalonicenses 2:10

Y con todo enga�o de injusticia; o m�s bien, con todo enga�o de injusticia (R.V.); ya sea con todo enga�o que conduce a la injusticia o con todo enga�o que es injusticia. El hombre de pecado trabaja por enga�o y mentira; y por medio de la impostura, las maravillas y las altas pretensiones lograr� imponerse en el mundo. Sin embargo, el poder energ�tico del hombre de pecado no es en absoluto irresistible; solo los que perecen sucumbir�n a ella. En ellos. En los mejores manuscritos la preposici�n "en" es deficiente; por lo tanto, las palabras deben ser traducidas para ellos o para ellos. Que perece; porque no recibieron el amor de la verdad. No solo no recibieron la verdad cuando se les ofreci�, sino que, lo que era peor, estaban despose�dos incluso de un amor a la verdad. Por la verdad aqu� se entiende, no Cristo mismo, como piensan algunos expositores, sino principalmente la verdad cristiana, y en segundo lugar la verdad en general. Hab�a en ellos una falta de susceptibilidad a la verdad, y por lo tanto no solo se les impidi� abrazar el evangelio, sino que fueron desviados por numerosos errores e ilusiones. Para que puedan ser salvados. El resultado que naturalmente surgir�a de la recepci�n de la verdad.

2 Tesalonicenses 2:11

Por esta causa por ser indigentes de un amor a la verdad. Dios los enviar�; o m�s bien, Dios los env�a; elegido el presente porque la apostas�a ya hab�a comenzado, el misterio de la anarqu�a ya estaba funcionando. Enga�o fuerte; o, un trabajo de error (R.V.). Estas palabras no deben debilitarse, como si significaran simplemente que en un juicio justo Dios permiti� que se les enviara una falsa ilusi�n; Las palabras no son una mera afirmaci�n de permiso judicial, sino de retribuci�n real. Es la ordenanza de Dios que los malvados por sus acciones malvadas caigan en una mayor maldad, y que as� el pecado sea castigado por el pecado; y lo que es una ordenanza de Dios es designado por Dios mismo. Que deber�an creer una mentira; o m�s bien, la mentira, es decir, la falsedad que el hombre de pecado difunde por su enga�o de injusticia. Al ser indigentes del amor a la verdad, se les obliga necesariamente a creer una mentira: sus mentes est�n abiertas a todo tipo de falsedades y enga�os.

2 Tesalonicenses 2:12

Ese; para que. La declaraci�n de prop�sito depende, no de "que deben creer una mentira", sino de "Dios les env�a un enga�o fuerte", que denota un prop�sito a�n m�s remoto de Dios. Dios, como el gobernante moral del universo, pronunciar� una sentencia de condena contra ellos, siendo esta oraci�n el resultado necesario de que no reciban el amor de la verdad. Su recepci�n habr�a sido la causa de su salvaci�n; su rechazo resulta en su condena. Todos podr�an estar condenados; o m�s bien, juzgado (R.V.). El verbo empleado no expresa aqu�, ni en ninguna otra parte, la idea de la condena, aunque esto est� impl�cito en el contexto. Quien no crey� la verdad; a saber, la verdad cristiana; su incredulidad era la consecuencia de su falta de amor a la verdad, y era la causa de ser juzgados. Pero ten�a placer en la injusticia. Su deleite en la injusticia era totalmente incompatible con su creencia en la verdad; su falta de fe surgi�, no de ning�n defecto en su comprensi�n, sino de la perversi�n de su naturaleza moral.

Aqu� concluye la descripci�n del hombre de pecado, y por lo tanto se cierra la segunda divisi�n de la Ep�stola. Los versos siguientes deber�an haberse adjuntado a un nuevo p�rrafo, siendo el comienzo de la tercera parte u hortatoria de la Ep�stola.

2 Tesalonicenses 2:13

Pero; Esto puede ser considerado como una simple part�cula de transici�n, o como un contraste con los mencionados en los versos anteriores. Agradezco a Dios que no est�s expuesto a las ilusiones del hombre de pecado y a la destrucci�n de sus seguidores. Nosotros. Por algunos restringidos a Paul, y por otros como Silas y Timotheus ( 2 Tesalonicenses 1:1). Est�n obligados a dar gracias siempre a Dios. A pesar de los trastornos que hab�an surgido en la Iglesia de Tesal�nica, Pablo ten�a abundantes razones para agradecer a Dios por su gran gracia concedida a los tesalonicenses, al retenerlos en el evangelio y al permitirles abundar en fe y amor. Para ustedes, hermanos amados del Se�or; es decir, de Cristo. En la antigua Ep�stola los llama "amados de Dios" ( 1 Tesalonicenses 1:4), aqu� "de Cristo"; Una de las numerosas pruebas indirectas en estas ep�stolas de la 1) trinidad de Cristo. Porque Dios tiene desde el principio. Algunos valiosos manuscritos dicen: "porque Dios te ha elegido como primicia", y esta representaci�n ha sido adoptada por varios expositores eminentes (Jowett, Hofmann, Riggenbach); pero la preponderancia de las autoridades est� a favor de la lectura en nuestro A.V. La frase, "desde el principio, no denota" desde el principio 'del evangelio ", sino" desde la eternidad ". El ap�stol refiere la salvaci�n de los tesalonicenses a la elecci�n eterna de Dios. Elegido para la salvaci�n, el prop�sito final de la elecci�n de Dios. Mediante; o m�s bien, en, denotando los elementos en los que consist�a la salvaci�n, o, que es lo mismo, el estado en el que fueron elegidos. La santificaci�n del Esp�ritu, el lado divino, y la creencia de la verdad, el lado humano del elemento en el que se realiz� la salvaci�n.

2 Tesalonicenses 2:14

Con lo cual; a la que. La referencia es a toda la cl�usula, ser "elegido para la salvaci�n en la santificaci�n del Esp�ritu y la creencia de la verdad". Te llam�. A quien Dios elige desde la eternidad, llama a tiempo. Por nuestro evangelio; El evangelio predicado por nosotros. A la obtenci�n (o adquisici�n) de la gloria de nuestro Se�or Jesucristo. Se han asignado diferentes significados a estas palabras; algunos los rinden "con el prop�sito de adquirir gloria para Jesucristo"; otros, "por una gloriosa posesi�n de Jesucristo"; y otros, "ser poseedores o participantes en la gloria de Jesucristo". El �ltimo significado es el correcto. Los creyentes son constituidos "herederos de Dios y coherederos con Jesucristo".

2 Tesalonicenses 2:15

Por lo tanto, hermanos, permanezcan firmes y mantengan las tradiciones. Las tradiciones generalmente denotan declaraciones entregadas oralmente e informadas; aqu� la palabra denota las instrucciones del ap�stol en el cristianismo, ya sea que se den de boca en boca o por carta. Lo cual hab�is sido ense�ados, ya sea por palabra; refiri�ndose a la predicaci�n del ap�stol en Tesal�nica. O nuestra ep�stola; refiri�ndose a la Primera Ep�stola a los Tesalonicenses.

2 Tesalonicenses 2:16

Ahora nuestro Se�or Jesucristo, y Dios, incluso nuestro Padre, que nos ha amado. Estas �ltimas palabras, "que nos ha amado", deben restringirse a Dios nuestro Padre, cuyo amor se manifest� al enviar a su Hijo para rescatar a los pecadores de la destrucci�n. Y nos ha dado consuelo eterno; o comodidad; eterno en contraste con la comodidad temporal y enga�osa que ofrece el mundo. Y buena esperanza por gracia; o en gracia. "En gracia" pertenece al verbo "ha dado", y denota el modo del don, de su propia gracia libre, en contraste con el m�rito personal.

2 Tesalonicenses 2:17

Consuele sus corazones y estabil�celos; o, seg�n los mejores manuscritos, establecerlos. a saber, sus corazones. Estos verbos est�n en singular, pero su nominativo es nuestro Se�or Jesucristo y Dios nuestro Padre, lo que implica la unidad entre estas personas divinas. En toda buena palabra y trabajo.

HOMIL�TICA

2 Tesalonicenses 2:1, 2 Tesalonicenses 2:2 .� El segundo advenimiento.

1. El tiempo del advenimiento. Las nociones err�neas de los tesalonicenses sobre el advenimiento. Las referencias de Nuestro Se�or y las referencias en las Ep�stolas al advenimiento. No hay raz�n para la afirmaci�n de que los ap�stoles creyeron o ense�aron la venida inmediata de Cristo. Anunciaron la certeza del advenimiento, pero el tiempo preciso no estaba dentro de la esfera de su inspiraci�n.

2. La influencia pr�ctica que la doctrina del segundo advenimiento deber�a tener sobre nosotros. Negativamente, no deber�a privarnos de nuestra raz�n sobria ni llenarnos de alarma. Positivamente, su certeza debe inspirarnos con esperanza y llenarnos de alegr�a; Su incertidumbre deber�a despertarnos a la vigilancia y preservarnos en la paciencia. No debemos medir con nuestra impaciencia los prop�sitos de aquel con quien "un d�a es como mil a�os, y mil a�os como un d�a".

2 Tesalonicenses 2:3 .� Importancia del conocimiento religioso.

Estamos rodeados de muchas influencias que tienden a llevarnos al error y al enga�o, o al escepticismo y la infidelidad. Debemos agregar a nuestro conocimiento de la fe y tratar de enraizarnos y basarnos en la fe. La verdad deber�a ser el gran tema de investigaci�n. Cultivemos el amor de la verdad; busquemos la verdad donde sea que conduzca, para que no nos hagamos responsables de la condena de aquellos que no creen en la verdad, pero se complacen en la injusticia; y no sea que seamos guiados de error en error, y que nos perdamos en un laberinto perfecto de falsedad.

2 Tesalonicenses 2:3 .� La doctrina del anticristo.

El anticristo es la caricatura o la contraparte de Cristo.

1. �l es el hombre de pecado, la personificaci�n de la iniquidad; mientras que Cristo es el justo, la personificaci�n de la justicia.

2. �l es el misterio de la iniquidad; mientras que Cristo es el misterio de la piedad.

3. Su advenimiento se anuncia con la misma palabra que el advenimiento de Cristo.

4. Su venida ocurri� en la estaci�n apropiada; as� tambi�n Cristo vino en el cumplimiento del tiempo.

5. Su venida es despu�s de la obra de Satan�s; mientras que la venida de Cristo est� en el poder del Esp�ritu Santo.

6. Realiza milagros de falsedad, una contraparte de los verdaderos milagros que realiz� Cristo.

7. Se sienta en el templo de Dios, ocupando as� el asiento apropiado de Cristo.

8. Se muestra o se exhibe a s� mismo como Dios, mientras que Cristo es la verdadera manifestaci�n de la Deidad. En resumen, el reino de la luz que Cristo ha establecido tiene su contraparte en el reino de las tinieblas.

2 Tesalonicenses 2:13 .� Santificaci�n.

1. Su naturaleza. Denota separaci�n y consagraci�n. Consiste en la mortificaci�n del pecado y la producci�n de la santidad.

2. Sus propiedades. Universal, adaptado a nuestros personajes peculiares, discernible, progresivo, en esta vida siempre imperfecta, constante y eterna.

3. Su autor. El Esp�ritu Santo el Autor inmediato; Es su oficio peculiar producir santidad en el alma. No solo purifica nuestros afectos, sino que ocupa su morada en nuestros corazones.

4. Su instrumento. La creencia de la verdad. El instrumento con el que trabaja el Esp�ritu es la Palabra de Dios. No debemos separarnos de estos dos; La agencia del Esp�ritu y la instrumentalidad de la Palabra son igualmente esenciales e igualmente importantes.

2 Tesalonicenses 2:15 .� Retenci�n de la Escritura.

Mientras rechazamos lo falso y lo incorrecto, debemos aferrarnos a lo verdadero y lo correcto. Esta es una era de pruebas.

1. Debemos examinar las evidencias de la Palabra de Dios.

2. Debemos esforzarnos por descubrir su significado mediante un estudio cuidadoso y orando por la gu�a y ense�anza del Esp�ritu de Dios.

3. Debemos llevar todas las doctrinas y opiniones a la prueba de las Escrituras, y extraer nuestra creencia de la Palabra de Dios, y no de las opiniones y tradiciones de los hombres.

4. Siempre debemos caminar hacia la luz que tenemos. Se le promete al Esp�ritu que nos guiar� a toda la verdad, y si dependemos de �l y seguimos su gu�a, no se nos dejar� perder.

HOMILIAS DE T. CROSKERY

2 Tesalonicenses 2:1, 2 Tesalonicenses 2:2 .� Un malentendido, respetando el momento de la segunda venida.

El dise�o principal del ap�stol en esta Ep�stola es corregir el error m�s inquietante que surgi� sobre este punto.

I. EL P�NICO EN LA IGLESIA DE SAL�NICA.

1. Se trataba de la fecha de la segunda venida de Cristo. "Tocando la venida de nuestro Se�or Jesucristo y nuestra reuni�n con �l". Los hechos de este augusto evento hab�an sido descritos prof�ticamente en la Primera Ep�stola.

(1) Fue la venida personal de Cristo en "el d�a del Se�or" para juzgar a los r�pidos y los muertos.

(2) Fue un evento que involucr� su "reuni�n con �l" para encontrarse con el Se�or en el aire: una reuni�n feliz, una vista maravillosamente gloriosa.

2. La mala interpretaci�n caus� una especie de p�nico. "Que no se te haga pensar pronto, ni te preocupes", como un barco arrojado sobre un mar tormentoso. Fue esta profunda agitaci�n mental, esta consternaci�n y sorpresa, lo que condujo al esp�ritu inestable que se manifest� en la Iglesia de Tesal�nica. Los errores en la regi�n de la verdad dispensacional a menudo tienen esta tendencia.

3. El p�nico se debi� a una u otra de las tres fuentes. "Ni por esp�ritu, ni por palabra, ni por carta como de nosotros".

(1) Puede haber tenido su origen en alguna revelaci�n pretendida o enunciaci�n espiritual en la Iglesia de Tesal�nica. Nuestro Se�or hab�a predicho falsas alarmas de este tipo. "Entonces, si alguno te dijera: He aqu�, aqu� est� Cristo, o all�; no le creas" ( Mateo 24:23).

(2) O puede haber venido "a trav�s de la palabra", es decir, de boca en boca, supuestamente dicho por el ap�stol durante su visita a Tesal�nica.

(3) O "a trav�s de una carta nuestra", letras aparentemente falsificadas como las que ya se hab�an extendido en la Iglesia primitiva.

II LA TIERRA DEL P�NICO. "Como que el d�a del Se�or ahora est� presente". Esta es la traducci�n correcta; no "est� a la mano".

1. No pod�a inspirar terror para los tesalonicenses saber que el d�a estaba cerca, ya que esta siempre hab�a sido la ense�anza del ap�stol, as� como la de toda la Escritura ( Mateo 24:1 .; Romanos 13:12; Filipenses 4:5; Hebreos 10:25, Hebreos 10:37; Santiago 5:8; 1 Pedro 4:7) . Ya hab�an estado familiarizados con la doctrina, que deber�a haber llenado sus corazones de alegr�a trascendente.

2. Su inquietud y angustia surgieron de la creencia de que el Se�or ya hab�a venido sin que compartieran la gloria de su reino. Sus parientes todav�a estaban acostados en sus tumbas sin ning�n signo de resurrecci�n, y ellos mismos no vieron ning�n signo de esa transformaci�n del cuerpo en s� mismos que fuera el preludio de su encuentro con el Se�or en el aire. El ap�stol les dice claramente que no ha llegado el d�a y que los signos de su enfoque a�n no se han exhibido. � T.C.

2 Tesalonicenses 2:3 .� El surgimiento de la apostas�a y la revelaci�n del hombre de pecado deben preceder al segundo advenimiento.

Este hecho les asegurar�a que un per�odo de tiempo de al menos una duraci�n indefinida intervendr�a antes del d�a del Se�or. "Que nadie te enga�e de ninguna manera".

I. LA VENIDA DE LA APOSTAS�A. "Porque el d�a no comenzar� a menos que primero venga la apostas�a".

1. La apostas�a se describe as� porque ya era familiar para ellos a trav�s de su ense�anza oral. "�Recuerdas que no, que cuando estaba contigo, te estaba contando estas cosas?"

2. Apunta a una se�al de deserci�n de la fe cristiana. Imaginamos que las Iglesias primitivas estaban significativamente libres de errores o fallas de cualquier tipo. El ap�stol mismo nota los signos de comenzar la apostas�a incluso en su propio d�a.

(1) "El misterio de la anarqu�a ya funciona".

(2) Hab�a para s� "peligros de falsos hermanos".

(3) Hab�a en la Iglesia misma "enemigos de la cruz de Cristo".

(4) M�s tarde a�n "muchos enga�adores hab�an entrado en el mundo".

(5) El ap�stol previ� que el mal "aumentar�a a m�s impiedad".

(6) Esta apostas�a deb�a preceder a la revelaci�n del hombre de pecado, no ser considerada como id�ntica a ella. Sin embargo, los dos movimientos no deb�an considerarse independientes entre s�, excepto en el orden o tiempo de su desarrollo.

(7) Los signos de la apostas�a en la cristiandad deben verse principalmente en el papado, pero tambi�n en los errores afines y las corrupciones de la Iglesia griega, as� como en los delirios del mahometanismo. Sin embargo, los elementos de la apostas�a deb�an reunirse y concentrarse finalmente en una sola persona como su encarnaci�n final.

II LA REVELACI�N DEL HOMBRE DEL PECADO. "Y que el hombre de pecado sea revelado, el hijo de perdici�n; que se opone y se exalta a s� mismo por encima de todo aquel llamado Dios, o un objeto de adoraci�n". Sus caracter�sticas se describen aqu� claramente.

1. No representa un sistema de error, como el romanismo, o la jerarqu�a papal, o una sucesi�n de papas, sino una sola persona. El hombre de pecado a�n no ha aparecido. Sin embargo, el romanismo, o el papado, comprende mucho de lo que est� involucrado en la idea de esta persona terrible, que, sin embargo, va m�s all� en la terrible extensi�n de su maldad. El pasaje no es simb�lico, sino literal. Es una persona literal que se describe.

2. �l es "el hijo de perdici�n".

(1) No porque �l traiga ruina a otros, sino

(2) porque �l mismo est� condenado a la ruina, yendo literalmente a "su propio lugar", como Judas, a quien puede considerarse como un tipo de �l.

3. Sus suposiciones ilimitadas y blasfemas.

(1) Su oposici�n a cada Dios, verdadero y falso.

(2) Su auto elevaci�n sobre cada Dios, verdadero y falso. Su acci�n recuerda la profec�a de Daniel: "El rey har� seg�n su voluntad; y se exaltar� a s� mismo por encima de cada dios, y hablar� cosas maravillosas contra el Dios de los dioses" ( Daniel 11:36). Esta profec�a se refiere a un rey polite�sta. El ap�stol se refiere al hombre de pecado como repudiando toda adoraci�n, como si representara una divinidad m�s alta que cualquier cosa adorada en la tierra.

(a) La descripci�n no se aplica al papa o al papado:

(?) Porque el Papa, aunque es el jefe de un sistema de idolatr�a, no se opone a Dios ni se exalta por encima de �l, sino que se posee a s� mismo "un servidor de los servidores del Dios m�s elevado" y bendice a la gente, no en su nombre propio, pero en el Nombre del Dios Triuno.

(?) Porque, en lugar de exaltarse a s� mismo por encima de Dios u objetos de adoraci�n, multiplica los objetos de adoraci�n por la canonizaci�n de nuevos santos, y se somete, como el m�s humilde de sus seguidores, a la adoraci�n de los mismos santos que ha hecho.

(?) Porque el papa, aunque culpable de someterse a poderes casi divinos para s� mismo, no reemplaza a Dios para convertirse en Dios. El hombre de pecado "se sienta en el templo de Dios, mostr�ndose a s� mismo que �l es Dios". Aunque los devotos del papado a menudo han dado t�tulos divinos a los papas, los papas nunca han asumido que son Dios, sino solo vicarios de Jesucristo en la tierra. Han afirmado ser virreyes de Dios. El templo de Dios no puede ser el Vaticano; ni la iglesia cristiana, que es un edificio ideal; ni puede considerarse a Roma como el centro de la Iglesia cristiana.

(?) Debido a que este bosquejo prof�tico no contiene ninguna alusi�n a peculiaridades estrictamente papales, como la idolatr�a, ya sea a la Virgen Mar�a, santos, �ngeles o reliquias, la invenci�n del purgatorio, la absoluci�n sacerdotal, el fanatismo sangriento, la casu�stica degradada, el se�or�o sobre el mundo de los esp�ritus

(b) La descripci�n se aplica al hombre de pecado, el que no tiene ley, para quien el papado prepara el camino mediante un largo curso de apostas�a a partir de la verdad.

(?) Esta persona terrible debe oponerse a Dios y a toda adoraci�n de todo tipo, y por lo tanto puede considerarse como una personificaci�n de la maldad infiel.

(?) Debe sentarse en el "templo de Dios" desocupado y reclamar todos los atributos de la divinidad. Se sienta en el lugar de Dios, porque el templo es la morada de Dios, en alg�n templo real, y se lo apropia para su propio uso. Donde quiera que est� la escena de esta maravillosa usurpaci�n, significa la destrucci�n de todos los intereses cristianos y el triunfo de la malignidad atea. Cuando el Se�or venga, "�encontrar� fe en la tierra?" Vemos c�mo el positivismo en nuestros d�as ha abandonado la adoraci�n de un Dios personal y se ha unido a la adoraci�n de la humanidad concreta. El hombre de pecado usar� el papado como Anguste Comte lo travest� para construir formas de devoci�n positivista, transform�ndolo en una forma m�s oscura y. convirti�ndolo en el tremendo instrumento de la ruina final del mundo.

III. EL CONTROL PARA EL DESARROLLO COMPLETO DEL HOMBRE DEL PECADO. "Y ahora, lo que restringe, sab�is, para que pueda ser revelado en su propio tiempo. Porque el misterio de la iniquidad ya est� funcionando solo hasta que el que ahora restringe sea quitado del camino". Estas palabras implican:

1. Que la apostas�a ya exist�a; porque "el misterio de la anarqu�a ya est� funcionando". Los dos, si no son id�nticos, est�n estrechamente conectados entre s�.

(1) Se opone a Cristo, que es "el misterio de la piedad" ( 1 Timoteo 3:16). El misterio es un proceso, no una persona, pero funciona en contra de la persona de Cristo.

(2) Muchos de los elementos de la "apostas�a" exist�an en los d�as de los ap�stoles, al menos en el estado germinal. La Ep�stola a los Colosenses y la Segunda Ep�stola a Timoteo apuntan a un desarrollo temprano del error gn�stico que encontr� su lugar a su debido tiempo en el sistema papal ( Colosenses 2:1; 2 Timoteo 3:1.) . La tendencia autodeificante se manifest� en la conducta de varios de los C�sares.

2. Las palabras implican que el funcionamiento de la apostas�a a�n no estaba definido y a�n no se lo cuestionaba. Todav�a era "un misterio", que se revelar�a a su debido tiempo. Nada es m�s notable que el crecimiento gradual del error en la era patr�stica. Las falsas opiniones mantenidas por los Padres piadosos en una �poca fueron mantenidas por los erroristas en la siguiente edad, �con exclusi�n de o! la verdad.

3. Las palabras implican que, como la apostas�a durar�a siglos, el control tambi�n ejercer�a un efecto continuo. La opini�n com�n es que el imperio romano fue el poder restrictivo sobre el desarrollo del hombre de pecado. Ciertamente fue as� en el curso de la apostas�a, que fue preparar el camino para el hombre de pecado. Mantuvo el papado bajo control hasta que fue barrido por la violencia b�rbara. Debido a que ha fallecido, no se sigue que el hombre de pecado haya sido revelado de inmediato; porque se han suministrado otras verificaciones, y todav�a se est�n suministrando continuamente, en la pol�tica de las naciones y frente a la verdad Divina, para frenar la �ltima manifestaci�n terrible de su poder.

IV. La muerte del hombre de pecado. "A quien el Se�or Jes�s consumir� con el aliento de su boca, y destruir� con la apariencia de su venida".

1. Esto no se refiere a la Palabra y al Esp�ritu de Cristo trabajando en las mentes de los hombres para la destrucci�n del error anticristiano y la maldad antite�sta, sino al advenimiento personal de Jesucristo.

2. El lenguaje implica la brusquedad y la integridad del derrocamiento del hombre de pecado, que de ese modo se convierte en "el hijo de perdici�n".

3. La imagen presentada puede ser id�ntica a la conspiraci�n de Got y Magog que seguir� al milenio. ( Apocalipsis 20:7, Apocalipsis 20:8.) El Se�or hace la pregunta: "Cuando venga el Hijo del hombre, �encontrar� fe en la tierra?" ( Lucas 18:8). As�, el ap�stol les asegura a los Tesalonicenses que el d�a del Se�or no puede haber venido, porque todos los eventos aqu� representados deben suceder antes de ese gran y terrible d�a.

2 Tesalonicenses 2:9 .� Los m�todos del hombre de pecado y la retribuci�n que alcanza a sus v�ctimas.

El ap�stol, despu�s de decir la muerte del hombre de pecado por anticipaci�n, vuelve sobre su descripci�n para resaltar el contraste entre la venida de Cristo y la venida de su archienemigo.

I. LOS M�TODOS DEL HOMBRE DEL PECADO. "De quien viene despu�s de la obra de Satan�s en todos los poderes, signos y prodigios de la mentira".

1. La fuente de toda esta maravillosa actividad de trabajo: Satan�s. Hay m�s que depravaci�n humana en acci�n en esta tremenda revelaci�n del poder maligno. Como Satan�s es un mentiroso y un padre de mentiras, estampar� la falsedad en todo el sistema, que elaborar� con un oficio sobrehumano para la equivocaci�n de los hombres.

2. El car�cter de esta actividad. Es externo e interno.

(1) Es externo "en poderes, signos y prodigios de mentira".

(a) Estos deben ser una imitaci�n de los milagros de Cristo, ya que las tres palabras aqu� utilizadas se aplican dos veces a los milagros de nuestro Se�or ( Hebreos 2:4; Hechos 2:22).

(b) No fueron verdaderos milagros, como si hubiesen sido hechos por el poder Divino, sino trucos de malabaristas o tales como maravillas sorprendentes que podr�an enga�ar "al perecer" en la creencia de que fueron hechos por el poder Divino. Los signos deb�an ser tan falsos como su autor.

(c) Su dise�o era dar fe de la verdad de la doctrina del hombre de pecado.

(2) Es interno, "en todo enga�o de injusticia", como para pasar antes por la verdad. Guile marca toda su carrera y la injusticia es el objetivo y el resultado. �l "habla mentiras en hipocres�a"; "con buenas palabras y discursos justos enga�a los corazones de los simples" ( 1 Timoteo 4:2; Romanos 16:18). Los ministros de Satan�s pueden transformarse tan f�cilmente en ministros de justicia como Satan�s mismo se convierte en un "�ngel de luz" ( 2 Corintios 11:14, 2 Corintios 11:15).

3. Los efectos de esta maravillosa actividad de trabajo. Est�n confinados "a los que perecen". No es posible "enga�ar a los elegidos" (Marco 13:22). Aquellos que est�n cegados a la gloria del evangelio est�n en el camino del enga�o f�cil ( 2 Corintios 4:3). Son aquellos en el camino a la perdici�n quienes son tan f�cilmente enga�ados.

II LA RETRIBUCI�N QUE SUPERA A LAS V�CTIMAS DEL HOMBRE DE SEIS. "Porque no recibieron el amor de la verdad, para que pudieran ser salvos". Las causas del �xito del hombre de pecado se describen primero del lado del hombre y luego del lado de Dios. Todo el caso es solo de retribuci�n.

1. El pecado de los que perecen.

(1) La verdad fue aquello que acerc� la salvaci�n, revelando de inmediato su necesidad de un Salvador y la disposici�n de Cristo para salvarlos.

(2) No lo recibieron, aunque se les ofreci�, pero lo rechazaron y lo despreciaron.

(3) Lo rechazaron porque "no ten�an el amor de la verdad". Sin este amor, la verdad no nos har� ning�n bien; debe recibirse tanto en el coraz�n como en la cabeza. Agust�n or�: "Se�or, haz que pruebe con amor lo que pruebo con conocimiento".

2. La retribuci�n divina por el pecado de los que perecen. "Y por esta causa, Dios les est� enviando un error inwork, para que crean la mentira" del hombre de pecado. Rechazaron la verdad de Dios; Dios, como una imposici�n judicial y punitiva, les enviar� ceguera para que el error del hombre de pecado sea recibido como verdad. "�Una combinaci�n terrible cuando tanto Dios como Satan�s est�n de acuerdo en enga�ar a un hombre!" Hay un doble castigo aqu�.

(1) Ellos realmente creer�n la mentira del hombre de pecado. El pecado a menudo en el gobierno moral de Dios es castigado por un pecado m�s profundo. Los que no se preocupan por la verdad son f�cilmente seducidos por los peores errores. Los hombres por fin se volver�n tan perversos que llamar�n "malvado bien y bien bien mal".

(2) Finalmente ser�n juzgados por el placer que han tenido en la injusticia. "Para que se juzgue a todos los que no creyeron la verdad, sino que se complacieron en la injusticia". Sigue:

(a) Ese error no es inocente. Tiene problemas pr�cticos del personaje m�s trascendental.

(b) Que es una perversi�n temerosa del alma humana disfrutar de lo que Dios odia.

(c) Que Dios permite que el pecado y la locura de los hombres se desarrollen al m�ximo.

(d) Que Dios de esta manera ser� finalmente justificado en su juicio; �l "ser� justificado en su discurso, y ser� claro en su juicio" (Salmo 51:4) .� T.C.

2 Tesalonicenses 2:13, 2 Tesalonicenses 2:14 .� Acci�n de gracias apost�lica por la elecci�n y el llamado de los Tesalonicenses.

I. LA DIVINA ELECCI�N. "Dios te ha escogido desde el principio".

1. Hay una "elecci�n seg�n la gracia" ( Romanos 11:5). No debe confundirse con el llamado, que es un efecto de �l. "A quien predestin�, tambi�n los llam�" ( Romanos 8:30). Nuestra salvaci�n siempre se remonta a "su propio prop�sito y gracia que nos fue dada en Cristo Jes�s antes de que el mundo comenzara".

2. La fecha de la elecci�n. "Desde el principio." Es "desde la fundaci�n del mundo" ( Efesios 1:4) y, por lo tanto, no descansa sobre los reclamos personales de los individuos.

3. Los medios de la elecci�n. "En la santificaci�n del Esp�ritu y la creencia de la verdad". La elecci�n es tanto para los medios como para el fin; no puede surtir efecto sin los medios. Hay un lado objetivo y tambi�n subjetivo en el �mbito de la elecci�n.

(1) La santificaci�n del Esp�ritu. Este es el lado objetivo.

(a) Implica un cambio espiritual de la naturaleza. El Esp�ritu aplica la salvaci�n, y la regeneraci�n es su primera obra.

(b) La santificaci�n es la evidencia, as� como el fruto de la elecci�n.

(2) "La creencia de la verdad". Este es el lado subjetivo. El hombre no es pasivo en su salvaci�n.

(a) Como el Esp�ritu es el agente, la verdad es el instrumento de salvaci�n.

(b) La verdad debe ser cre�da para la salvaci�n. Como los hombres son elegidos para ser santos, tambi�n son elegidos para ser creyentes.

(3) La conexi�n necesaria entre la santificaci�n y la creencia. Puede parecer que la creencia en la verdad debe preceder a la santificaci�n del Esp�ritu. Pero no puede haber fe sin la operaci�n del Esp�ritu, mientras que, por otro lado, la santificaci�n es "a trav�s de la verdad". Los dos est�n inseparablemente unidos.

4. El fin de las elecciones. "Dios te ha elegido para salvaci�n".

(1) No es una elecci�n a los privilegios de la Iglesia.

(2) Ni a los privilegios nacionales.

(3) Pero para la salvaci�n misma.

(a) Esta es la salvaci�n del pecado y la tristeza, la muerte y el infierno.

(b) Es "el fin de nuestra fe" ( 1 Pedro 1:9).

II EL LLAMADO DIVINO. "A lo cual te llam� por nuestro evangelio, para obtener la gloria de nuestro Se�or Jesucristo". Los problemas electorales en la convocatoria.

1. El autor de la convocatoria. Dios. "Hay un Legislador que puede salvar y destruir". Tiene derecho a llamar y el poder de llamar. Nada m�s que el poder divino puede salvar el alma.

2. Los medios de la llamada. "Nuestro evangelio". El ministerio de la Palabra fue el gran instrumento en la mano del Esp�ritu para su conversi�n.

3. El final de la llamada.

(1) Fue para obtener la gloria de Cristo. Deb�a ser obtenido, no comprado o forjado por su justicia personal.

(2) Los creyentes deben compartir la gloria de su Redentor. � T.C.

2 Tesalonicenses 2:15 .� Exhortaci�n a un mantenimiento constante de las tradiciones apost�licas.

"Por lo tanto, mant�nganse firmes y mantengan las tradiciones que les han ense�ado, ya sea de palabra o nuestra Ep�stola".

I. LA BASE DE ESTA EXHORTACI�N. Fue su elecci�n y vocaci�n. Hay una consistencia perfecta entre la elecci�n divina y las obligaciones del deber cristiano.

II LA NECESIDAD DE LA ESTABILIDAD CRISTIANA. Fue especialmente necesario en Tesal�nica, en medio de las agitaciones y temblores e inquietudes que prevalecieron sobre el tema de la segunda venida. Los creyentes no deb�an "dejarse llevar por todo viento de doctrina", para que "no se dejaran llevar por el error de los imp�os, deb�an caer de su propia firmeza". Deb�an "retener el comienzo de su confianza" y no "alejarse de la esperanza del evangelio".

1. Hay seguridad en la estabilidad.

2. Hay consuelo en ello.

3. Le da gloria a Dios.

4. Da fuerza y ??aliento a los d�biles y vacilantes.

III. LA MANIFESTACI�N DE ESTA ESTABILIDAD. "Aferrarse a las tradiciones".

1. Eran de dos tipos, orales y escritos. "Ya sea por palabra o por nuestra Ep�stola".

(1) Inclu�an doctrinas apost�licas: "la forma de doctrina que se les entrega".

(2) Ordenanzas apost�licas, como el bautismo y la Cena del Se�or, que hab�an recibido de los ap�stoles, como los ap�stoles del Se�or.

(3) Reglas apost�licas y usos para el gobierno de la Iglesia.

2. Las tradiciones en cuesti�n no ofrecen ninguna garant�a para la doctrina cat�lica romana de tradiciones transmitidas a trav�s de los siglos. Porque:

(1) La palabra se aplica aqu� a la ense�anza oral y escrita.

(2) Las tradiciones no fueron transmitidas de alguien anterior al ap�stol, y del ap�stol transmitido a los Tesalonicenses; ni estaban comprometidos con los Tesalonicenses para ser transmitidos a las edades futuras. Fueron entregados directamente por el ap�stol a los tesalonicenses.

(3) La doctrina de la tradici�n deshonra a las Escrituras, porque se dice que las tradiciones son necesarias por la defectuosidad y la oscuridad de las Escrituras. � T.C.

2 Tesalonicenses 2:16, 2 Tesalonicenses 2:17. Oraci�n despu�s de la exhortaci�n.

La oraci�n completa por la bendici�n con la que concluye es estrictamente a la manera del ap�stol.

I. LOS AUTORES DE LAS BENDICIONES ORARON. "Ahora nuestro Se�or Jesucristo mismo, y Dios, incluso nuestro Padre". El orden de menci�n es inusual, aunque el nombre de Jes�s aparece primero en la bendici�n apost�lica ( 2 Corintios 13:14).

1. Dios el Padre es la �ltima fuente de bendici�n, ya que es a trav�s de Jesucristo que la bendici�n viene a nosotros.

2. Existe una igualdad total entre ellos, ya que la bendici�n se atribuye a ambos.

3. Hay unidad de esencia, como lo indica el verbo singular usado en el pasaje.

II LA BASE DE EXPECTATIVAS QUE SE DAR�N LAS BENDICIONES PEDIDAS. "Quien nos am� y nos dio consuelo eterno y buena esperanza a trav�s de la gracia".

1. El amor divino es el verdadero fundamento de todas nuestras esperanzas de bendici�n, porque es eterno, inmutable, pr�ctico en sus fines.

2. Los dos elementos en el don divino.

(1) "Consuelo eterno".

(a) Una fuente de consuelo inagotable en medio de las pruebas de la vida, que brota de fuentes eternas y que es suficiente para toda la eternidad; porque Dios es un "Dios de todo consuelo" y "si hay alg�n consuelo", est� en Cristo.

(b) Este consuelo es un regalo, una marca de favor divino, no de m�rito humano.

(2) "Una buena esperanza a trav�s de la gracia".

(a) Esta es "la esperanza de la vida eterna, que Dios, que no puede mentir, prometi� antes de que el mundo comenzara" ( Tito 1:2).

(b) es una buena esperanza

(?) por su autor;

(?) debido a su fundamento, "por gracia";

(?) debido a sus efectos purificadores (lJn 2 Tesalonicenses 3:4).

III. LAS BENDICIONES ORADAS POR

1. Comodidad del coraz�n. "Consuela tus corazones". Necesitaban ser consolados debido a sus problemas con respecto al segundo advenimiento. Nadie sino Dios puede dar consuelo verdadero y duradero. "Has puesto alegr�a en mi coraz�n".

2. Establecimiento y perseverancia. "Y establecerte en cada palabra y trabajo".

(1) Esta bendici�n debe buscarse especialmente en tiempos de inquietud e inquietud.

(2) Se debe buscar la estabilidad en "toda buena palabra", para que los creyentes no se dejen llevar por los "vientos de doctrina"; y en "todo buen trabajo", para que no se vean sacudidos por la duda y se vuelvan inquietos y desordenados en la conducta. La inestabilidad es debilidad, as� como la estabilidad es fuerza. � T.C.

HOMILIAS DE B.C. CAF�

2 Tesalonicenses 2:1, 2 Tesalonicenses 2:2 .� El d�a de Cristo no es inmediato.

I. EL ERROR DE LOS TESALONICENSES.

1. En s� mismo. El d�a del Se�or est� presente; ya est� amaneciendo; Est� cerca de nosotros. Este pensamiento hab�a tomado posesi�n de sus almas; llen� sus corazones; no dejaba espacio para tareas comunes y corrientes. Los estaban descuidando en su fuerte entusiasmo, en su ansiosa anticipaci�n del acercamiento del gran d�a. �Cu�l era el uso de la atenci�n a los negocios, del trabajo diario, del desempe�o silencioso de sus tareas habituales, cuando se esperaba al Se�or de inmediato, cuando deb�an ser atrapados, lejos de la tierra y sus empleos, para cumplir con el Se�or en el aire "Los que estamos vivos y permanecemos seremos atrapados", hab�a dicho San Pablo en su Primera Ep�stola. Ellos entendieron mal sus palabras; supon�an que deb�a ser durante su propia vida; que podr�a ser, que ser�a inmediato.

2. Su origen. Esp�ritu, palabra o letra. "No creas en todo esp�ritu" (dijo San Juan); "prueba los esp�ritus si son de Dios". Hubo declaraciones que afirmaron estar inspiradas y no lo fueron. El discernimiento de esp�ritus fue uno de los m�ltiples dones del Esp�ritu Santo. Era su deber no despreciar la profec�a, sino probar todas las cosas. Tambi�n hubo palabras citadas como si dijera San Pablo; cartas tambi�n, que pretenden provenir de �l. Los hombres lo tergiversaron; atribuyeron los dichos de otros, los suyos, tal vez, al santo ap�stol; incluso las cartas, al parecer, eran actuales, se dice que eran del ap�stol, pero no realmente suyas. La gente est� perpleja a menudo hoy en d�a por las muchas diferencias de opini�n que existen entre los cristianos. El hecho de esta diversidad es para algunos una excusa para la incredulidad o para la pereza en las cosas espirituales; para otros, una verdadera tentaci�n, una gran prueba de fe. Pero vemos que ha sido as� desde el principio. Hubo errores de creencia en esta Iglesia infantil de Tesal�nica mientras el ap�stol, que la hab�a fundado, todav�a estaba cerca: en Corinto. Incluso en estos primeros d�as, las cosas que hab�a dicho eran mal entendidas; su autoridad fue reclamada por palabras que nunca hab�a dicho; y, lo m�s extra�o de todo, hab�a letras escritas con su nombre que se le atribuyeron falsamente. Tenemos nuestras pruebas ahora. Algunos de nosotros estamos preocupados por las dificultades que surgen de varias lecturas o interpretaciones, por las dudas arrojadas por los escritores modernos sobre este o aquel libro de la Sagrada Escritura, por el conflicto de opiniones en la Iglesia. Es un consuelo pensar que nosotros, de esta �poca, no estamos solos en nuestras tentaciones; nuestra posici�n no es de perplejidad tan singular como algunos de nosotros podemos pensar. Si perseveramos en la oraci�n, si tratamos de vivir por fe mirando al Se�or Jesucristo, las dudas que nos molestan pronto se aclarar�n.

II S T. LA MANERA DE PABLO DE TRATAR CON ESE ERROR.

1. �l les suplica. Es muy gentil con sus conversos, muy serio tambi�n y cari�oso; lleno de profunda ansiedad por su bienestar espiritual. Y fue una cuesti�n de gran importancia. San Pablo hab�a habitado mucho sobre la venida del Se�or. La parus�a era un tema de conversaci�n muy excitada, que conmovi� mucho el coraz�n entre los tesalonicenses. San Pablo hab�a hablado en su Primera Ep�stola de "nuestra reuni�n con �l"; c�mo "nosotros que estamos vivos y permanecemos seremos atrapados en las nubes, para encontrarnos con el Se�or en el aire". Era una perspectiva muy bendecida, muy horrible tambi�n; se hab�a abierto con palabras fuertes y sorprendentes. De su forma de expresarse dedujeron que estaba muy cerca, para ser buscado de inmediato; Su emoci�n era intensa. Les suplica que escuchen.

2. Que descansen est�n tranquilos. La religi�n radica en un tranquilo y silencioso caminar con Dios. Tiene sus emociones, a veces son profundas y fuertes; tiene su entusiasmo, pero es ordenado y grave. No deben permitirse ser sacudidos de su juicio establecido; no deben dar paso a esta excitaci�n temblorosa e inc�moda. Deben volver a la descarga silenciosa y constante de los deberes comunes de la vida; su mayor fortaleza estaba en la tranquilidad y la confianza. Esta fue la mejor preparaci�n para la venida de Cristo. Esa venida no fue inmediata; mucho iba a pasar primero.

LECCIONES

1. Aprende a ser sobrio, reflexivo, a desconfiar de la emoci�n, a vivir en la continuidad paciente del bienestar.

2. Habr� dificultades, perplejidades; son pruebas de fe; deben ser soportados con paciencia y superados por la fe.

3. Prep�rate para la venida de Cristo. La mejor preparaci�n es llevar a cabo cada deber tal como se presenta en fe y oraci�n como para el Se�or.�B.C.C.

2 Tesalonicenses 2:3 .� El hombre de pecado.

I. DEBE VENIR ANTES DEL D�A DEL SE�OR.

1. Su revelaci�n. �l es anticristo, la contraparte malvada del Sant�simo Salvador; �l tiene su revelaci�n, su apocalipsis. Debe haber una apostas�a antes de la venida del Se�or, una gran y notable apostas�a. El ap�stol hab�a advertido a los Tesalonicenses de ello; Necesitamos estas advertencias ahora. No debemos desanimarnos cuando vemos escepticismo, incredulidad, desenfrenados a nuestro alrededor. Estas cosas deben ser; La Sagrada Escritura nos ha advertido. Debemos estar preparados; debemos estar tranquilos y firmes, esperando la venida del Se�or. Tales apostas�as ha habido; ha habido precursores del hombre de pecado, como Cal�gula, poco antes de la fecha de esta Ep�stola, o Ner�n, poco despu�s. Ha habido hombres malvados entre los papas de Roma que han exhibido en sus vidas algunos de los rasgos caracter�sticos del anticristo. Pero la apostas�a a�n est� por llegar; el hombre de pecado todav�a est� en el futuro; el misterio de la iniquidad est� funcionando incluso ahora; est� trabajando debajo de la superficie, en secreto; de aqu� en adelante, no sabemos cu�ndo, estallar� en d�a abierto en la revelaci�n del hombre de pecado. No debemos esperar un progreso continuo y sin oposici�n del evangelio; No debemos esperar que la religi�n contin�e en triunfos cada vez m�s largos, sin controles, sin derrotas, extendiendo la tierra cada vez m�s con sus benditas influencias. Tal expectativa no est� garantizada ni por las Escrituras ni por los signos de los tiempos. Las Escrituras nos hablan de la pr�xima apostas�a, de la revelaci�n del hombre de pecado. Y en el mundo, las fuerzas de la incredulidad y el mal se re�nen evidentemente para un poderoso conflicto. En nuestro propio pa�s, es cierto, ha habido un gran avivamiento del celo religioso, un gran amor por Cristo, un trabajo muy sincero y abnegado por su bien. Pero junto a esto ha habido un gran estallido de infidelidad, un escepticismo generalizado, un odio a la revelaci�n, que se manifiesta en la vida y las obras de los hombres de aprendizaje y cultura; mientras que en otros lugares la revuelta contra todas las formas de autoridad, divina y humana, ha sido m�s abierta y mucho m�s extendida. Los ej�rcitos de Dios y Satan�s, los poderes del bien y del mal, la luz y las tinieblas, la fe y la incredulidad, parecen estar ya preparados para una terrible lucha. Debe venir, la Sagrada Escritura nos advierte; culminar� en la revelaci�n del hombre de pecado. Ser� revelado, fuera de la oscuridad anterior; La aparici�n se dar� a conocer en la oscuridad.

2. Su car�cter. Es una persona, un hombre de intelecto poderoso y una fuerza de voluntad gigante, que aprovechar� un desarrollo general de incredulidad e ilegalidad, y obtendr� por un tiempo una soberan�a generalizada. El pecado llena su ser; se convierte, por as� decirlo, encarnado en �l; domina toda su personalidad. Es "un hijo de perdici�n" como Judas (comp�rese con el hebra�smo com�n, "un hijo de muerte"), destinado a la muerte eterna, involucrando en la muerte total a todos los que lo siguen. �l es un adversario, un Satan�s humano, lleno de toda la energ�a horrible, la malicia concentrada del maligno. �l es el anticristo, el enemigo declarado y amargo del santo Salvador, trayendo con su intensa maldad el horrible grito de "�Ecrasez l'infame!" en horrible prominencia. Se exalta contra todo aquel que se llama Dios; �l se sienta en el templo de Dios, reviviendo la locura de Ant�oco Ep�fanes, el intento imp�o de Cal�gula. Tal hombre que el mundo a�n no ha visto. Ha habido muchos estallidos de maldad, muchos hombres malvados en el largo curso de la historia se han elevado al poder soberano; pero a�n nadie ha combinado en s� mismo todas las caracter�sticas atribuidas al hombre de pecado en esta Ep�stola. Es un espect�culo temible que a�n est� por llegar. San Pablo advirti� a los Tesalonicenses que tales cosas habr�an, levantamientos de malicia y persecuci�n, anticipaciones del hombre de pecado. �l advierte a toda la Iglesia en todo momento que tales cosas deben buscarse; que tarde o temprano, antes de que llegue el fin, el hombre de pecado mismo ser� revelado con toda la terrible energ�a de la maldad sin mezclar, sin alivio de ning�n rastro de bondad.

II EL OBST�CULO

1. Los tesalonicenses sab�an lo que era. San Pablo les hab�a contado esto durante su corta residencia en Tesal�nica. Por alguna raz�n, hab�a hablado mucho sobre este horrible tema; debe haber sido necesario para los tesalonicenses en sus circunstancias especiales, aunque no sabemos por qu�. Ten�an conocimiento que nosotros no tenemos; sab�an exactamente lo que no podemos descubrir con certeza con toda nuestra b�squeda. Podemos estar satisfechos de que este conocimiento, bueno para ellos, ahora no es necesario para nosotros, o habr�a sido m�s claramente revelado. "Ten�is una unci�n del Santo", dice San Juan de los creyentes, "y sab�is todas las cosas", todo lo que necesitamos saber para la vida y la piedad.

2. �Qu� fue? El imperio romano, el poder del derecho romano, el emperador como personificando ese poder. Esta fue la respuesta de la mayor�a de los escritores antiguos; Parece ser la respuesta m�s com�n ahora. Entonces el poder de Roma fren� el estallido de la anarqu�a y la anarqu�a. Sigue siendo la majestad de la ley, la autoridad de los gobiernos bien ordenados, la que cumple el mismo cargo. El misterio de la anarqu�a est� funcionando ahora; no ha alcanzado su altura, no se ha encarnado en la temible personalidad del hombre de pecado. Pero est� funcionando; y es un misterio, la terrible contraparte del misterio de la piedad. Hay un misterio en el mal, un misterio extra�o y temeroso, secretos oscuros a�n no revelados; un misterio que sugiere cuestionamientos terribles y desgarradores, cuestionamientos que solo pueden ser silenciados en su presencia que da descanso al alma angustiada y angustiada. Este misterio de la anarqu�a funcionaba incluso entonces en el mundo que cre� el Dios del amor; est� trabajando ahora; pero es retenido por el poder restrictivo; no puede dar a luz al hombre de pecado hasta que llegue su tiempo, el tiempo preordenado en los consejos de Dios. Entonces el poder de restricci�n ser� quitado del camino; la ilegalidad prevalecer�, y su criatura y encarnaci�n, la ilegal, vendr�.

III. SU ACTIVIDAD

1. Es pero por un corto tiempo. El Se�or Jes�s lo destruir�, y eso en un instante, cuando �l venga. Solo necesita hablar la palabra de poder; el soplo de su boca arrastrar� al adversario a esa perdici�n para la que fue designado. La manifestaci�n de su venida, la vista misma del horrible Juez, matar� al inicuo. Este debe ser nuestro consuelo cuando los oscuros problemas de la vida angustian nuestras almas: "el Se�or viene". Entonces vendr� el triunfo asegurado de la justicia, la coronaci�n de la victoria sobre todos los poderes del mal.

2. Pero es tremendo. Como Dios se revela en Cristo, tambi�n se revela Satan�s en el hombre de pecado, el anticristo. Los "milagros, maravillas y se�ales" ( Hechos 2:22) que Dios hizo por Cristo son parodiados por el poder y las se�ales y maravillas que Satan�s obrar� a trav�s de la agencia del hombre de pecado. Como la venida de Cristo es con poder, con sus poderosos �ngeles en: fuego llameante, as� es la venida del desalmado con todo el poder seg�n la obra de Satan�s. As� como Dios obra en sus santos tanto por voluntad como por placer, Satan�s obra en este su representante con toda la terrible energ�a de la maldad diab�lica. El anticristo, dice Bengel, tiene la misma relaci�n con Satan�s que Cristo con Dios. El anticristo har� milagros, pero son por la energ�a de Satan�s, maravillas de la mentira. Son simples enga�os netos, son verdaderos milagros; pero son obras del que es padre de mentiras; y son mentiras, en la medida en que pretenden enga�ar a los hombres para que lo adoren como Dios, que es la personificaci�n de Satan�s, el mentiroso desde el principio. Las mentiras tambi�n lo son, porque son los signos de un poder que es solo una impostura miserable, que pronto debe terminar en muerte y ruina. Nuestro Se�or nos ha advertido ( Mateo 24:24) de falsos Cristos y falsos profetas cuyas se�ales y maravillas deber�an ser tan sorprendentes como para enga�ar, si fuera posible, a los mismos elegidos. El falso profeta, la segunda bestia, del Apocalipsis hace grandes maravillas, de modo que hace que el fuego descienda del cielo y enga�a a los que moran en la tierra por medio de los milagros que tiene poder para hacer. Entonces puede haber, habr�, milagros falsos, maravillas mentirosas. Los milagros por s� solos no siempre prueban la agencia de Dios, sino milagros con santidad, obras de fe surgidas de una vida llena de la presencia de Dios. La bendita vida de Jesucristo nuestro Se�or es un milagro m�s poderoso que las maravillas f�sicas que realiz�. Una vida de perfecta pureza y santidad trascendente en la debilidad de la carne humana, en medio de todas las tentaciones de este mundo malvado, es para nosotros una prueba m�s convincente de la misi�n divina de Cristo que los signos del cielo que los jud�os habr�an sido tan a menudo. pedido La Iglesia debe esperar la llegada de las maravillas mentirosas; ella debe permanecer inquebrantable en medio de todos los desarrollos de la energ�a sat�nica. Los elegidos no ser�n enga�ados, porque reconocer�n las notas del anticristo, "todo el enga�o de la injusticia"; recordar�n las advertencias de la Sagrada Escritura: "El que no hace justicia no es de Dios", "El que comete pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio".

IV. SU RESULTADO

1. �l enga�a a los que moran en la tierra; no los elegidos: las almas de los justos est�n en la mano de Dios; pero aquellos que no han sido sellados con ese Esp�ritu Santo de promesa que es el fervor de nuestra herencia, la promesa de ese sello del Dios viviente que su �ngel un d�a pondr� sobre la frente de sus elegidos. Pero hay, �ay! aquellos que perecen, que no han pasado de la muerte a la vida por la fe en el Hijo de Dios, pero que a�n permanecen en la muerte. Tales hombres, el hombre de pecado, el que no tiene ley, enga�a y se sumerge en su propia destrucci�n total.

2. Su propia voluntad es la causa de su ruina. "Dios no est� dispuesto a que ninguno perezca". La verdadera luz ilumina a cada hombre. Se les ocurri�, pero no lo recibieron. No recibieron a Cristo. �l es la verdad, y �l es amor. �l vino al mundo para que el mundo a trav�s de �l pudiera salvarse. Pero no recibieron al que es el Camino, la Verdad y la Vida. No ten�an amor por la verdad, ni deseo por ella. Eran bastante indiferentes a la verdad, aunque su conciencia les dijo que era la verdad; eran peores que indiferentes, lo rechazaron. Podr�an haber sido salvados; la verdad los habr�a hecho libres. Podr�an haber sido santificados por la verdad; porque la verdad de Dios, recibida en el coraz�n, tiene poder para limpiar, purificar, salvar el alma. Pero amaban la oscuridad en lugar de la luz, porque sus obras eran malas.

3. Termina en ceguera judicial. El Esp�ritu de Dios no siempre luchar� con el hombre. En su horrible justicia, entrega a una mente reprobada a los que perseveran en la desobediencia. Les env�a un enga�o fuerte, una obra de error. Como la virtud es su propia recompensa, el pecado es su propio castigo. El pecado eterno es el final temeroso del pecador obstinado. Ese endurecimiento del coraz�n, en el cual el pecado habitual debe al fin resultar, se atribuye en la Sagrada Escritura a veces a Dios, a veces al propio pecador, a veces al enga�o del pecado. Son modos diferentes de expresar la misma ley del gobierno de Dios. �l ha ordenado tanto nuestra naturaleza moral, que el pecado, cuando est� completamente desarrollado, produce la muerte. Deja que el rebelde tenga su propia voluntad; lo deja para ser "se�or de s� mismo, esa herencia de aflicci�n". El Esp�ritu finalmente se retira de aquellos que molestan, entristecen, resisten sus graciosas influencias. Pero todav�a hay algo m�s horrible. No solo el Esp�ritu del Se�or se apart� de Sa�l, sino que "un esp�ritu maligno del Se�or lo perturb�". Dios mismo env�a al final, en su m�s terrible justicia, el fuerte enga�o, la elaboraci�n del error. Es el �ltimo estado, peor que el primero; despu�s de lo cual viene esa terrible frase: "Es imposible ... renovarlos nuevamente para arrepentimiento". Este pensamiento le da un significado muy terrible a cada acto de pecado voluntario y no arrepentido; cada acto de este tipo lleva a un hombre m�s cerca (cu�n cerca no puede decirlo) a ese estado m�s horrible del que no hay arrepentimiento. Luego viene la ceguera judicial; la luz que estaba dentro de ellos se convierte en oscuridad. No creer�an la verdad de Dios, ahora creen en la mentira del hombre de pecado. Es el juicio de Dios. Vemos indicios de ello de vez en cuando en la credulidad de la incredulidad. Los hombres que rechazan la Biblia a veces est�n listos para creer cualquier cosa excepto la Biblia; aceptar�n con avidez cualquier leyenda, cualquier hip�tesis cient�fica, aunque evidentemente no m�s que una hip�tesis provisional, que parece contradecir la Biblia; Deificar�n a la humanidad, adorar�n al �dolo que es la criatura de sus propios pensamientos en lugar del Dios viviente. Esta incredulidad surgi� del pecado; ellos "ten�an placer en la injusticia". Existe la duda honesta; tales eran las dudas de Asaf, de Tom�s. Pero la incredulidad en gran medida proviene de causas morales. El pecado oscurece el coraz�n y la mente; el pecado siempre lleva a la incredulidad pr�ctica, a menudo intelectual. "Todo el que hace lo malo odia la luz". �l camina en la oscuridad; no ve el juicio venidero.

LECCIONES

1. Prep�rese para tiempos de oscuridad: deben venir; S� fuerte en la fe.

2. Si la incredulidad se vuelve dominante, a�n cree; Dios nos ha advertido.

3. La anarqu�a, la confusi�n, conduce al predominio del pecado. "Da paz en nuestro tiempo, oh Se�or".

4. Incluso los milagros pueden enga�ar. Cristo permanece fiel; Conf�a siempre en �l.

5. Odio el pecado con odio absoluto; termina en dureza de coraz�n. � B.C.C.

2 Tesalonicenses 2:13 .� St. Las esperanzas de Pablo para los tesalonicenses.

I. DA LAS GRACIAS A DIOS POR SUS �LTIMAS MERCICIAS MOSTRADAS A ELLOS.

1. Por su elecci�n. Convierte las profec�as de los terrores venideros en pensamientos de esperanza y consuelo. Repite las palabras de 2 Tesalonicenses 1:3, "Estamos obligados a dar gracias". Sinti� la grandeza de las misericordias de Dios con los tesalonicenses. Las misericordias mostradas a ellos fueron mostradas a �l; los amaba tanto. Era su deber obligado agradecer a Dios por ellos; �cu�nto m�s era su deber estar agradecidos por la gracia que les fue otorgada! Dios hab�a puesto su amor sobre ellos; Dios los hab�a elegido desde el principio. Esta fue la fuente de su bendici�n; sin m�ritos, buenas obras, de los suyos. Todas nuestras esperanzas descansan en la gracia electora de Dios. Ese pensamiento est� lleno de dulce, agradable e indescriptible consuelo para las personas piadosas. Fue as� para los cristianos de Tesal�nica, especialmente en este momento, cuando las terribles anticipaciones del pr�ximo fin proyectaban una sombra oscura sobre ellos. Esa elecci�n se manifiesta en la santidad de la vida. El sello del Esp�ritu es el fervor, la promesa, de la herencia celestial. Los elegidos de Dios deben sentir dentro de s� mismos la obra del Esp�ritu de Cristo, mortificando las obras de la carne y sus miembros terrenales, y concentrando sus mentes en las cosas altas y celestiales. La santificaci�n del Esp�ritu es la esfera en la cual la vida de la elecci�n se mueve y energiza. Y con el crecimiento de la santidad en el coraz�n, la fe se profundiza y fortalece. La obra del Esp�ritu confirma en gran medida la fe de la salvaci�n eterna que se disfruta a trav�s de Cristo; convence al alma cristiana con un poder poderoso, con la certeza de la intuici�n, de la realidad de las grandes verdades del evangelio, para que el cristiano camine con una fe cada vez mayor, en el poder de esa victoria que vence al mundo.

2. Por la esperanza de gloria. Dios hab�a predestinado a los Tesalonicenses para ser conformados a la imagen de su Hijo; Por la predicaci�n de San Pablo los hab�a llamado a ese estado de salvaci�n. Viv�an en una salvaci�n presente; esperaban una gloria futura; Su gran esperanza era obtener la gloria de nuestro Se�or Jesucristo. Su gloria ser� la gloria de sus santos, porque �l se los ha dado ( Juan 17:22). Son herederos de Dios y coherederos con Cristo. Todo lo que Cristo tiene es de ellos en la esperanza; porque Cristo mismo es de ellos, y ellos son de Cristo. El cristiano que aprecia esta alta y bendita esperanza debe vivir en continuo agradecimiento.

II Los insta a mantenerse firmes.

1. En la vida de fe. Mantente firme, dice; pelea la buena batalla de la fe. Debes hacer tu parte. Dios te ha elegido a ti; te ha dado su Esp�ritu; te ha llamado a la salvaci�n. Sin embargo, debes resolver esa salvaci�n. No necesitamos dejarnos perplejos con los misterios profundos que el pensamiento no puede comprender; En la pr�ctica, el deber de perseverancia se deriva de la gracia electora de Dios. Te ha elegido a ti; persevera, porque �l te da el poder; s� firme, porque tienes una gran deuda de gratitud con el que tanto te ha amado.

2. En doctrina. Mant�n las tradiciones. San Pablo hab�a ense�ado a los tesalonicenses de boca en boca. Debemos recordar que, con toda probabilidad, ninguno de nuestros cuatro Evangelios todav�a estaba escrito. Los tesalonicenses conoc�an la historia de la vida y muerte de nuestro Se�or, y las doctrinas de la fe cristiana, solo a trav�s de la ense�anza oral de San Pablo. La Primera Ep�stola era la �nica parte de las Escrituras del Nuevo Testamento que conoc�an; probablemente la �nica parte que a�n existe. San Pablo hab�a ense�ado oralmente durante varios a�os antes de que comenzara a escribir. La ense�anza oral a menudo fue mal entendida, a menudo olvidada, como lo muestra esta Ep�stola. Pero la ense�anza de un ap�stol, ya sea por palabra o por escrito, fue un dep�sito precioso, por lo que entreg� a sus conversos que �l mismo hab�a recibido del Se�or. Que sea nuestro continuar firmes en la doctrina y la comuni�n de los ap�stoles.

III. RESUME SUS ESPERANZAS EN UNA BENEDICCI�N.

1. Los se�ala a Dios. La cl�usula comienza en griego con el enf�tico ?????, �l mismo. Debemos permanecer firmes, debemos perseverar; pero es �l quien establece los corazones de sus elegidos; �l solo es nuestra fuerza eterna, la roca de las edades. El ap�stol en este lugar, como en 2 Corintios 13:14, pone el nombre del Salvador primero, porque es por Cristo que tenemos acceso al Padre. Creemos que este orden habr�a sido incongruente, imposible, a menos que Cristo fuera Dios; creemos que el verbo en singular no podr�a usarse, como lo es dos veces, en el vers�culo 17, a menos que �l y el Padre fueran uno. Dios el Padre es nuestro Padre, dice san Pablo enf�ticamente. El nos amaba; en su amor paternal descansa nuestra elecci�n, nuestra esperanza de gloria. Ya le ha dado a sus santos consuelo eterno, un consuelo independiente de los cambios y las posibilidades de esta vida terrenal, un consuelo eterno, ya que descansa sobre el que es eterno; y con ese consuelo presente, aunque no temporal, no limitado a los l�mites del tiempo, tambi�n ha dado una buena esperanza de gloria futura, la bendita esperanza de una vida eterna con Dios en el cielo. Y esto lo ha dado en gracia, en la atm�sfera envolvente de su favor, sin m�rito ni obras nuestras.

2. Ora para que la bendici�n de Dios a�n descanse sobre ellos. El que los am� y les dio consuelo eterno y buena esperanza, seguramente los consolar� y establecer�. Sus primeros regalos son una promesa de su continuidad. No dejar� su trabajo sin terminar. Su amor es como �l mismo, eterno. �l puede derramar esa bendita comodidad en el coraz�n, el asiento m�s �ntimo de la alegr�a y la tristeza. Cuando hay consuelo escondido all�, los problemas externos pueden causar tristeza, pero no pueden quitarle la plenitud de la alegr�a. �l puede establecer nuestro coraz�n; �l puede darnos ese coraz�n establecido, fijo, confiando en el Se�or (Salmo 112:7, Salmo 112:8), que el mundo, la carne, el diablo, no puede sacudir. Entonces hablaremos solo palabras de verdad y amor, y solo haremos obras de justicia y fe a trav�s de ese consuelo interno y fortaleza que proviene solo de Dios.

LECCIONES

1. En medio de los peligros hay consuelo para los santos; est�n en manos de Dios; Dios los ha elegido.

2. Busque la evidencia de la elecci�n de Dios en la santidad de la vida; sin santidad no podemos verlo.

3. Sea firme; asegure su vocaci�n y elecci�n; presta atenci�n para que no falles.

4. Solo Dios puede dar "consuelo eterno". Busca ese precioso regalo de �l; se le da a aquellos a quienes establece en cada buena palabra y trabajo.�B.C.C.

HOMILIAS POR R. FINLAYSON

2 Tesalonicenses 2:1 .� Anticristo.

I. ERROR CON RESPECTO A LA VENIDA DE CRISTO. "Ahora les suplicamos, hermanos, que toquen la venida de nuestro Se�or Jesucristo, y nuestra reuni�n con �l; hasta el final, para que no sean sacudidos r�pidamente de su mente, ni se turben, ni por esp�ritu ni por palabra, o por Ep�stola como de nosotros, ya que el d�a del Se�or ahora est� presente; que nadie te enga�e de ninguna manera ". El ap�stol suplica a los tesalonicenses como hermanos, en inter�s de los puntos de vista correctos de la venida de nuestro Se�or Jesucristo, que es su tema principal en ambas ep�stolas. El lado reconfortante de la venida es la reuni�n de todos los creyentes en �l, nunca ser� seguido por una separaci�n, como se establece en 1 Tesalonicenses 4:17, "Entonces nosotros, los que estamos vivos, los que quedamos, nos reuniremos con ellos "(los muertos en Cristo que han resucitado)" ser atrapados en las nubes, para encontrarse con el Se�or en el aire: �y as� estaremos alguna vez con el Se�or? Por la forma en que �l presenta esta reuni�n, se puede ver que fue muy atractivo para �l. Fue en la venida que deseaba especialmente ser conservado. Al comienzo de 1 Tesalonicenses 5:1, el ap�stol hab�a ense�ado claramente la incertidumbre de la �poca de la venida. Pero se hab�an hecho representaciones a los Tesalonicenses de que el d�a del Se�or estaba realmente comenzando. Se especifican tres formas que estas representaciones podr�an tomar, o, m�s probablemente, tomaron. Hubo representaciones fundadas en la profec�a pretendida. tambi�n representaciones fundadas en una supuesta comunicaci�n oral del apo stle. Hubo m�s representaciones fundadas en una supuesta ep�stola del ap�stol. La existencia y circulaci�n de una Ep�stola fabricada parece insinuarse en las palabras al final de esta Ep�stola: "El saludo de m� Paul con mi propia mano, que es la se�al en cada Ep�stola: as� que escribo". Si los tesalonicenses aceptaban estas representaciones, exist�a el peligro de que fueran sacudidos precipitadamente de su compostura mental e incluso arrojados a un estado aterrorizado, ya que en el mar los hombres est�n desconcertados e incluso horrorizados por el estallido de una tormenta sobre ellos. El ap�stol, por lo tanto, consider� necesario escribir esta Ep�stola, para ponerlos en guardia contra el hecho de que estas representaciones se los llevaran. Que nadie los enga�e de esta manera o, haci�ndolo m�s amplio, de ninguna otra manera.

II LA MANIFESTACI�N ANTICRISTIANA.

1. La venida de Cristo ser� precedida por la apostas�a. "Porque no lo ser�, excepto que la ca�da es lo primero". "Apostas�a" (despu�s del griego) es la palabra m�s t�cnica, cuya apostas�a se les hab�a dicho a los tesalonicenses. En particular, se entiende alejarse de la fe de Cristo. Es un movimiento iniciado por aquellos que han estado dentro del c�rculo cristiano, y que, despu�s de haber sido favorecidos por el cristianismo en la iluminaci�n exterior y la aceleraci�n, se han alejado desafortunadamente. O el alejamiento de Cristo puede ser alentado deshonrosamente por aquellos que a�n permanecen dentro del c�rculo cristiano, pero han perdido la fe en las ense�anzas distintivas del cristianismo. El nombre de "ap�stata" se le ha dado al emperador Juli�n por su se�al de renuncia al cristianismo, pero es un nombre que pertenece a todos los que en la lucha de la vida se separan de sus primeros convictos cristianos, sus iones y sus buenas tradiciones. Veamos que no estamos, en el m�s m�nimo grado, contribuyendo al alejamiento de Cristo.

2. La revelaci�n del hombre de pecado. "Y el hombre de pecado sea revelado". Ahora es una idea explotada que el hombre de pecado significa papado. Los principales int�rpretes �Olshausen, Ellicott, Alford, Eadie� sostienen la idea de que el hombre de pecado es una persona. Se supone que es el �ltimo y el peor producto de la apostas�a. �l es una caricatura de Cristo, que tiene un misterio, una revelaci�n y milagros, y un reclamo de divinidad, una venida y preparaci�n, tal como Cristo lo ha hecho. �l es tan inclusivo de todas las formas malas de la humanidad, como Cristo es de todas sus formas buenas. No se puede decir de esta concepci�n tan desagradable que tiene la similitud de la verdad. No se puede establecer dogm�ticamente como cuesti�n de interpretaci�n que el hombre de pecado es una persona, al igual que el inmovilizador no es una persona. La designaci�n "hombre de pecado" apunta, en primer lugar, al pecado como la esencia de la apostas�a. Alejarse de Cristo es oponerse a la autoridad divina. La designaci�n "hombre de pecado" apunta, en segundo lugar, a pecar como obra en condiciones humanas (no angelicales), y, junto con la apostas�a, apunta especialmente al desarrollo del pecado en la historia humana. La designaci�n "hombre de pecado" apunta, en tercer lugar, a este desarrollo hist�rico, no como real, sino como idealizado. Como el lenguaje, "Oh hombre de Dios", es un llamado a considerar el verdadero ideal de la masculinidad, entonces el hombre de pecado puede ser visto como el ideal del desarrollo del pecado entre los hombres. En la medida en que el papado persigue este ideal, se puede decir que es el hombre de pecado. En la medida en que cualquiera de nosotros tomemos el mal ideal de la virilidad, se nos puede decir: "�Oh hombre de pecado!" llam�ndonos para considerar lo que seguimos despu�s. Veamos que no merecemos en absoluto la designaci�n. Por la revelaci�n del hombre de pecado debe entenderse la extracci�n de la verdadera naturaleza del pecado. Puede adoptar formas enga�osas, pero es vileza esencial; es m�s feo que la m�s fea de las criaturas, es m�s venenoso que la serpiente, se arrastra m�s que la lombriz de tierra, es m�s negro que la oscuridad. Y en el funcionamiento de la Providencia en la historia humana, se pretende que esto sea, con evidencia acumulada e inequ�vocamente, sacado a la luz. Y aqu� se nos ense�a que no puede haber la revelaci�n de Cristo en su venida hasta que todo lo que es malo en el pecado haya salido a la luz.

3. El hijo de perdici�n. "El hijo de perdici�n". Se sigue la forma hebrea com�n. Surgido de la perdici�n, tiene la perdici�n como su destino. La designaci�n marca el resultado del alejamiento de Cristo. Cada uno de esos movimientos debe resultar al final abortivo. �Cu�ntos de esos movimientos que alguna vez tuvieron vitalidad en ellos ya han terminado en perdici�n! La designaci�n fue dada por nuestro Se�or a Judas Iscariote: "Y ninguno de ellos est� perdido, sino el hijo de perdici�n". Y ciertamente no es de extra�ar que aquel cuya apostas�a se vio agravada por la proximidad en la que se encontraba con Cristo, se deber�a demostrar sorprendentemente en su suicidio que es el hijo de perdici�n. En la medida en que alguno de nosotros nos alejemos de Cristo, estamos perdiendo nuestra paternidad, y estamos trabajando en la perdici�n como nuestro destino. Entonces, seamos advertidos por lo que a�n se ver� salir del pecado.

4. El opositor de Cristo. "El que se opone". No se dice: "El que se opone a Cristo", pero, por la forma en que el pensamiento cristiano se entrelaza con todo el p�rrafo, podemos entender que ese es el significado. Podemos, por lo tanto, considerar el movimiento como se describe en la designaci�n "anticristo" con el que Juan nos suministra. Como es en su origen un alejamiento de Cristo, llega a tener el car�cter de ser dirigido contra Cristo. Es un movimiento en el que las ventajas obtenidas de Cristo se usan indignamente contra �l. Como es el objeto de Dios en la Iglesia presentar a Cristo para la aceptaci�n de los hombres, as� tambi�n es el objeto del anticristo alejar a los hombres de Cristo. El papado es anticristo en la medida en que no le da a Cristo y sus palabras y su muerte su lugar apropiado en la creencia y la vida cristiana. Se puede decir de nosotros que somos anticristos en la medida en que no nos entreguemos a Cristo, y no contribuyamos a nuestra m�xima capacidad para avanzar en la causa de Cristo. "El que no est� conmigo, est� contra m�, y el que no recoge conmigo, se desparrama".

5. Lo m�s profundo de uno mismo. "Y se exalta a s� mismo contra todo lo que se llama Dios o que se adora; de modo que se sienta en el templo de Dios, present�ndose como Dios". Aqu� hay una fuerte confirmaci�n de la doctrina de Muller, de que todo pecado es de la naturaleza del ego�smo. El anticristo es el ego�smo que se eleva a la altura imp�a de la autodeificaci�n. Se eleva por encima y contra el que verdaderamente se llama Dios, sin caer en la idolatr�a; porque �l tambi�n se eleva por encima y en contra de aquellos que solo tienen el nombre de dioses, y, se agrega (yendo m�s all� de lo realmente nombrado), por encima y en contra de todo lo que puede convertirse en un objeto de adoraci�n. Por lo tanto, no excluye la esfera sagrada; m�s bien lo llena con �l mismo. �l es el centro de toda sabidur�a, poder y gloria por la que se debe adorar. El lenguaje sorprendente es que se sienta en el templo de Dios, present�ndose como Dios. Se supone que debe significar una sesi�n en el templo real en Jerusal�n para aquellos que, haciendo hincapi� en el lenguaje aqu�, consideran que el p�rrafo ya ha recibido su cumplimiento. Pero solo se hace referencia al templo real a modo de ilustraci�n. Como Dios fue representado sentado entre los querubines, requiriendo la adoraci�n de todos los israelitas (ya que �l era el objeto de adoraci�n a las m�s altas inteligencias), el anticristo entretiene el pensamiento de la divinidad y estrictamente requiere adoraci�n. Mientras que en la conciencia de divinidad de Cristo exist�a el elemento del infinito sacrificio propio, en el pensamiento presuntuoso del anticristo sobre la divinidad solo existe el elemento del ego�smo total. No debemos pensar aqu� simplemente en aquel que se sienta en la Iglesia y ejerce arrogantemente poder espiritual. M�s bien debemos ver la tendencia de todo el movimiento de alejarse de Cristo. As� es como pretende expresarse. Esta es la terrible interpretaci�n de lo que ser�a. Y es cierto para todos nosotros, en la medida en que somos ego�stas, que nuestro objetivo es hacer un templo para nosotros mismos en el que sentarnos y exigir adoraci�n. Como en nuestro estado actual de sentimiento solo podemos retroceder ante tal autodeificaci�n, tengamos cuidado con ese ego�smo que est� en el coraz�n del pecado.

6. Los tesalonicenses recordaron las ense�anzas anteriores sobre los puntos anteriores. "�Recuerdas que no, que cuando a�n estaba contigo, te dije estas cosas?" En sus ense�anzas sobre la venida, no fue corregido ni complementado por revelaciones recientes. Hab�a ocupado el mismo puesto desde el principio; Tal es, sin duda, su propio argumento, y est� en contra del argumento de algunos que le atribuyen que �l cre�a que vivir�a para ver la llegada. �l les recuerda a los tesalonicenses aqu�, no sin cierta medida de culpa, que cuando estaba con ellos (y se destaca al hacer esta declaraci�n) les dijo algunas cosas que ahora estaba anotando en su carta.

III. EL PODER DE RESTRICCI�N.

1. Lo que frena la manifestaci�n anticristiana. "Y ahora sab�is lo que restringe, hasta el final para que pueda ser revelado en su propia temporada". Este era otro punto sobre el que les hab�a dado informaci�n. Se deja indefinido cu�l es el poder de restricci�n. La opini�n predominante, seg�n lo expresado por Ellicott, es "un gobierno humano bien ordenado, los principios de legalidad en oposici�n a los de anarqu�a, de los cuales el imperio romano era la encarnaci�n y manifestaci�n de entonces". Es cierto que el gobierno civil retiene muchas de las manifestaciones del mal. El gobernante civil es un terror para los malvados. Si a los hombres se les permitiera dar rienda suelta a sus malas pasiones sin temor al castigo, este mundo ser�a un pandemonio. Pero, al mismo tiempo, es cierto que las peores manifestaciones del mal, del orgullo desafiante de Dios, del rencor amargo contra Cristo (que se debe pensar principalmente en relaci�n con el movimiento anticristiano), son aquellas con las que El magistrado civil tiene poco que hacer. La condici�n de la que dependen estas manifestaciones es m�s bien el aumento de la presentaci�n de Cristo. Hay una manifestaci�n del bien en el futuro, as� como una manifestaci�n del mal. Todav�a debe mostrarse en la historia humana que hay una belleza esencial que pertenece a la vida cristiana. Muchas Escrituras prometen un per�odo de conquista para la Iglesia. Cuando la Iglesia extienda sus conquistas habr� una solidaridad de influencia del lado de Cristo, de la cual ahora no se puede formar una concepci�n adecuada. El resultado de esa voluntad ser�, entre aquellos que participan en el movimiento anticristiano, un odio m�s profundo contra Cristo. Como cuando conquist� en la cruz hubo un llamado contra �l de los peores elementos, especialmente del mal sobrehumano, de modo que cuando avance a la conquista en la historia humana habr� un llamado similar de los peores elementos, especialmente del mal humano. El tiempo cuando el mal ha de ser as� poderosamente revelado ha sido arreglado por Dios. Se puede decir que el ap�stol deber�a, seg�n la interpretaci�n, haber considerado que la manifestaci�n cristiana llegaba a un punto cr�tico. Pero estaba abierto a �l para considerarlo bajo un aspecto especial como aquello que, en su car�cter parcial, contuvo la manifestaci�n plena del anticristo.

2. El funcionamiento actual del misterio de la anarqu�a. "Porque el misterio de la anarqu�a ya funciona". La "anarqu�a", que corresponde al "pecado", usado anteriormente, no debe considerarse como favorable a la opini�n de que el poder restrictivo es el gobierno humano. Se�ala el movimiento anticristiano caracterizado por una disposici�n a deshacerse de toda autoridad, especialmente la m�xima autoridad. El �nfasis se debe poner en el "misterio". El mal estaba funcionando, y al trabajar se revelaba a s� mismo, pero su verdadera naturaleza como oposici�n a Cristo estaba en gran parte oculta, solo se revel� muy parcialmente. Las diez grandes persecuciones que, bajo los emperadores romanos, dirigieron contra el cristianismo arrojaron una luz espeluznante sobre �l. La luz es arrojada sobre ella por los ataques que en la actualidad se hacen contra el cristianismo. Pero parece que no hemos visto todo lo que hay en �l en oposici�n a Cristo. El misterio de la anarqu�a a�n funciona.

3. La extracci�n del inmovilizador. "Solo hay uno que restringe ahora, hasta que sea quitado del camino. Y entonces se revelar� al que no tiene ley, a quien el Se�or Jes�s matar� con el aliento de su boca, y ser� anulado por la manifestaci�n de su venida. ". Ellicott considera el uso del g�nero masculino como un toque realista, mediante el cual lo que antes se expresaba con el "poder de restricci�n" m�s abstracto ahora se representa como concreto y personificado. Es extra�o c�mo esto no debe considerarse como aplicable tambi�n al "sin ley" a quien se opone el inmovilizador. Si el inmovilizador es un dominio humano, entonces su remoci�n debe significar la mejora (aparentemente general) del dominio humano. Y eso es lo que algunos contemplan como la conclusi�n de la historia humana. Pero el refrenador siendo "el cristianismo no lleg� a la estaci�n de su plena manifestaci�n", su remoci�n debe significar la llegada de esa estaci�n. Cuando el cristianismo, trabajando entre las multitudes de hombres, ejerce su plena influencia en el movimiento anticristiano, en lo que llama oposici�n, ese movimiento llegar� a la totalidad de su exposici�n. Y el anticristo, as� moralmente derrotado, eternamente refutado, le habr� quitado su esfera de operaci�n. Ser� asesinado con el aliento de la boca de Cristo, y en nada por la manifestaci�n de su venida.

IV. El personaje mentiroso del movimiento anticristiano.

1. Mentiras de Satan�s. "Incluso �l, cuya venida est� de acuerdo con el trabajo de Satan�s con todo el poder, las se�ales y las maravillas mentirosas". Como Satan�s es mentiroso y padre de mentiras, el movimiento anticristiano que inspira se caracteriza por mentir. As� como Cristo tiene poder y signos y maravillas de la verdad, as� el movimiento anticristiano tiene poder y signos y maravillas de mentir. Es notable que la Iglesia de Roma presente una afirmaci�n de hacer milagros, lo que le ayuda a preservar su influencia sobre las mentes, pero que no puede establecer. El poder, los signos y las maravillas por los cuales los hombres tienden a ser enga�ados ahora son m�s de naturaleza intelectual. Se objeta al cristianismo que la ciencia muestra que los milagros con los que est� vinculada son imposibles, se objeta que presenta una visi�n demasiado severa de nuestra condici�n humana, al representarnos como necesitados de salvaci�n. Se objeta que presenta una visi�n demasiado severa del car�cter de Dios, al representarlo como castigo del pecado en Cristo. Se objeta que presenta una visi�n demasiado severa del deber humano, al pedirnos que abandonemos todo y sigamos a Cristo. Cuando estas objeciones se presentan poderosamente, y para tener la apariencia de salvar al personaje de Dios de las aspersiones, puede haber el efecto, que los falsos milagros han tenido a menudo, de que los hombres se enga�en.

2. Mentiras de Satan�s que conducen a la injusticia. "Con todo enga�o de injusticia". Cuando los hombres tienen ideas falsas, especialmente sobre el car�cter de Dios, hay una transici�n f�cil a la injusticia. Hay muchas maneras en que pueden persuadirse a s� mismos, para que puedan ejercer la libertad en su forma de vida. No necesitan rezar a Dios; no necesitan leer el libro de Dios; no necesitan guardar el d�a de Dios; no necesitan ser estrictamente honorables en sus transacciones; no necesitan hacer sacrificios por los dem�s. Es suficiente que mantengan una apariencia de probidad y pureza, y, puede ser, de religi�n, ante los hombres. Pueden dejar todas sus fallas a la misericordia general de Dios.

3. La injusticia que conduce a la destrucci�n. "Para los que perecen. De la injusticia hay una transici�n necesaria, aunque no puede ser, inmediata, a la destrucci�n. Cuando los hombres no observan las reglas que Dios les impone, est�n luchando con Dios, y, luchando con Dios, al final no pueden tener �xito, porque Dios es m�s fuerte que ellos. Hubo aquellos que perec�an en su injusticia en los d�as de Pablo. Y todav�a hay quienes parecen estar pereciendo en su injusticia.

4. El trato justo de Dios.

(1) Lo que rechazan los que est�n en el movimiento anticristiano. "Porque no recibieron el amor de la verdad, para que pudieran ser salvos". El ap�stol sostiene que fue culpa suya si perecer�an. Y, al hacerlo, presenta una verdad muy preciosa. Dios tiene en mente nuestra salvaci�n, quiere que todos los hombres sean salvos y lleguen al conocimiento de la verdad. Para este fin, nos hace la oferta, no de la verdad, sino de la disposici�n necesaria para encontrarla: el amor de la verdad. Para empezar, de todas las disposiciones es lo que m�s se necesita. Es lo que se necesita contra el enga�o del coraz�n. Es lo que se necesita contra las mentiras enga�osas de Satan�s. Si aceptamos el amor a la verdad, si tenemos la disposici�n de conocer la verdad acerca de nosotros mismos y de seguir la direcci�n Divina, y Dios nos promete esta disposici�n, entonces ciertamente seremos guiados a la salvaci�n. Pero si no aceptamos el amor a la verdad, si tenemos la disposici�n de halagarnos a nosotros mismos, y de seguir algunos ignis fatuus de nuestra propia imaginaci�n, y eso es demasiado natural para nosotros, seguramente seremos conducidos a destrucci�n.

(2) Lo que inducen. "Y por esta causa, Dios les env�a una obra de error, para que crean en una mentira: para que sean juzgados todos los que no creyeron la verdad, pero se complacieron en la justicia". Al no recibir la verdad, no fue con ellos como si el engrasador no hubiera sido hecho para ellos. Se indujo un estado de ceguera judicial. Como fue inducido en conexi�n con la oferta Divina que fue rechazada, y de acuerdo con las leyes Divinas en su naturaleza, podr�a atribuirse a Dios. Se podr�a decir que Dios les envi� una obra de error, que deber�an creer una mentira. El cristianismo es la cosa m�s razonable y m�s bella que existe. Pero cuando los hombres se encuentran en un estado de ceguera judicial, no ven su razonabilidad y belleza; creen en los hombres que mienten al respecto y lo tratan con indiferencia, desd�n u odio. Esto solo puede conducir a que sean juzgados y condenados, el fundamento de su condena es que no creen la verdad especialmente sobre Cristo, sino que se complacen en la injusticia. Veamos, entonces, que aceptamos la gran oferta de Dios de veracidad, de amor por la verdad. Estaremos dispuestos a tener una visi�n veraz de las cosas; no tomando la oscuridad por luz, y el mal por el bien. Estaremos dispuestos a seguir la direcci�n divina. Seamos especialmente abiertos a Cristo, a la eficacia de su sangre, al poder convincente de sus ense�anzas, al disfrute de su comuni�n. Y, si la manifestaci�n anticristiana avanza a nuestro alrededor, seamos m�s decididos del lado de Cristo. � R.F.

2 Tesalonicenses 2:13 .� Exhortaci�n a la constancia.

I. C�MO TOMAR TIERRA.

1. La elecci�n de los tesalonicenses. "Pero estamos obligados a darle siempre gracias a Dios por ustedes, hermanos amados del Se�or, porque Dios los escogi� desde el principio hasta la salvaci�n". Esta es otra desbordante gratitud por los tesalonicenses, a quienes no se describe, como en 1 Tesalonicenses 1:4, como "hermanos amados de Dios", sino como "hermanos amados del Se�or", es decir, compartiendo con Pablo y sus hermanos. colegas en el especial amor y cuidado del que preside la hermandad. Hay la misma uni�n interna que hab�a antes ( 2 Tesalonicenses 1:3) para dar gracias a Dios, y para dar gracias a Dios siempre. Lo que dio una cuesti�n perpetua de acci�n de gracias, como en 1 Tesalonicenses 1:4, fue la elecci�n de los Tesalonicenses. No se ha tra�do aqu�, como all�, su elecci�n de una condici�n de pecado, pero est� impl�cito en su elecci�n de una condici�n de salvaci�n. Hab�an sido elegidos desde el principio, es decir, desde la eternidad. Cuando Dios contempl� la creaci�n de una raza de hombres, y contempl� al mismo tiempo la incursi�n del mal en la naturaleza humana y la historia humana, tambi�n contempl� la salvaci�n humana. Tambi�n fue dentro del plan Divino (yendo a todos los detalles) que los Tesalonicenses, entre otros, deber�an salvarse.

2. Medios de realizaci�n de su elecci�n.

(1) Medios internos.

(a) Del Esp�ritu. "En la santificaci�n del Esp�ritu". La precedencia se da naturalmente a la obra del Esp�ritu. Porque debemos sentir que, si Dios no se hubiera acercado a nosotros primero, nunca deber�amos habernos acercado a �l. La obra del Esp�ritu, de principio a fin, es una obra de santificaci�n. Es un trabajo salvador, en la medida en que es la recuperaci�n de nuestra naturaleza de los usos imp�os. En el lado positivo, es la adecuaci�n de nuestra naturaleza para usos Divinos. Como el Esp�ritu es el Agente de nuestra santificaci�n, se debe depender completamente de su ayuda suficiente.

(b) De ellos mismos. "Y la creencia de la verdad". En las elecciones somos responsables de nuestro estado mental. El Esp�ritu trabaja en nuestra mente a trav�s de la verdad. Podemos pensar en la verdad de que Dios nos ha provisto la salvaci�n. Tambi�n podemos pensar en la verdad de que Dios (seg�n 1 Tesalonicenses 1:10) nos ha hecho la oferta del amor a la verdad. Podemos pensar a�n m�s en el ideal Divino al cual nuestra vida debe ser educada. El Esp�ritu tiene poder soberano en la presentaci�n de la verdad a la mente; y lo que tenemos que hacer es ser receptivos, no ofrecer ning�n obst�culo a su presentaci�n de la verdad. Y estamos santificados solo en la medida en que hemos recibido la verdad en nosotros.

(2) Medios externos. "A donde te llam� a trav�s de nuestro evangelio". El evangelio es especialmente la oferta de salvaci�n sobre la base de la muerte de Cristo. Era su evangelio, como aquel en relaci�n con el cual serv�an a Dios. Hab�a soberan�a divina en los tesalonicenses favorecidos con el evangelio. Fue por circunstancias sobre las cuales no ten�an control que Pablo, Silas y Timoteo fueron enviados a Tesal�nica. Estos siervos de Cristo se adelantaron y les predicaron el evangelio, y fue cuando lo recibieron como un mensaje de Dios que fueron llamados a la salvaci�n. A partir de ese momento, su vocaci�n fue anticuada. Se agrega el aspecto externo de la salvaci�n a la que fueron llamados. "A la obtenci�n de la gloria de nuestro Se�or Jesucristo". Esto es caracter�stico de la Ep�stola. La gloria a la que estamos llamados es la gloria que posee Cristo, y que �l, como dispensador soberano, debe hacer nuestra posesi�n. Debemos ser glorificados con nada menos que la gloria de Cristo. Se ver� que Dios, al elegir, tiene en contemplaci�n todos los medios para que la elecci�n se realice. Podemos asegurarnos de pertenecer al n�mero de los elegidos, en la medida en que tengamos evidencia de nuestra elecci�n en nuestra santificaci�n.

II �C�MO PONERLO? "Entonces, hermanos, permanezcan firmes y mantengan las tradiciones que les ense�aron, ya sea por palabra o por nuestra Ep�stola". Elecci�n contemplando los medios de su realizaci�n en la fe, no es inapropiado encontrar en la elecci�n una exhortaci�n a la firmeza. Hab�an tomado su posici�n cristiana. Se har�an intentos de persecuci�n para alejarlos de su posici�n. La expectativa infundada de la venida inmediata estaba llena de peligros para ellos. Ya estaba teniendo un efecto negativo sobre algunos al hacerlos inactivos. Ser�a intentar pensar que estaba bien fundamentado y no tenerlo en cuenta. Incluso estar�a intentando saber que estaba mal conectado y tener que renunciar a �l. Existir�a el peligro de una emoci�n religiosa seguida de una reacci�n. Que se cuiden, pues, de apostatar; d�jalos pararse firmes. La forma en que deb�an mantenerse firmes era reteniendo las tradiciones. Por las "tradiciones" debemos entender las verdades transmitidas a los hombres. Por ejemplo, hubo la revelaci�n que era necesaria para el establecimiento de los Tesalonicenses, que deb�a haber una apostas�a antes de la venida de Cristo. En las tradiciones hab�an sido instruidos tanto oralmente como por escrito. Estamos limitados al �ltimo modo de instrucci�n. Lo que se conoce como tradiciones eclesi�sticas no tiene autoridad independiente, sino que debe ser probado por la Palabra escrita. Toda nuestra instrucci�n oral debe basarse en la Palabra escrita. Al estar por escrito, las verdades que se nos entregan se preservan de la corrupci�n. Sabemos que los tenemos en la forma en que Dios desea que los tengamos. Es dif�cil escapar de la influencia de la interpretaci�n tradicional. Sin embargo, siempre existe la oportunidad de una verdadera interpretaci�n, mientras tenemos el texto tal como lo dejaron los hombres inspirados. La Palabra escrita es una de las grandes bendiciones conferidas a los hombres. Es una gran ventaja para un ni�o que no tiene todo para aprender por s� mismo, sino que tiene el beneficio de la experiencia de sus padres.

Por lo tanto, es una gran ventaja para nosotros, que no nos dejen nuestros propios pensamientos infantiles y tontos, sino que tenemos las instrucciones escritas de nuestro Padre celestial. Es aferr�ndose a estas instrucciones escritas, como un elemento inmutable en medio de todas las pruebas a las que estamos sujetos, en medio de todas las tentaciones a las que estamos expuestos, que seremos habilitados valientemente para mantener nuestra posici�n cristiana. .

III. C�MO SEGUIDO Invocaci�n de la bendici�n divina.

1. C�mo se invoca a Dios.

(1) En segunda persona. "Ahora nuestro Se�or Jesucristo mismo". De la actividad evang�lica hay un ascenso primero al Mediador y Dispensador se�orial de bendiciones en la Iglesia. Despu�s de que los predicadores han hecho todo lo posible por los tesalonicenses, les queda la dolorosa conciencia de que son impotentes en s� mismos. En Corinto, Pablo plant�, Apolos reg�, pero Dios dio el aumento. Entonces, Pablo, Silas y Timoteo, sintiendo que ellos, al hablar y escribir a los Tesalonicenses, solo estaban en manos de aquel que sostiene las siete estrellas en su mano derecha, imploran su ayuda para que su actividad sea exitosa. "Nuestro Se�or Jesucristo mismo logra lo que buscamos para ellos. Que su eficacia todopoderosa se comunique a trav�s de nuestro d�bil instrumento". Si har�amos alg�n bien a cualquiera que nos interese, Cristo debe hacerlo por nosotros. Su alto servicio sacerdotal debe ser reconocido por nosotros. Por lo tanto, elev�monos alguna vez por encima de nuestro mero deseo y lucha por otros hacia aquel que puede hacer que nuestros deseos y esfuerzos sean efectivos.

(2) En primera persona.

(a) Su paternidad. "Y Dios nuestro Padre". De la actividad evang�lica surge un ascenso, a trav�s del Mediador, a aquel que es la Raz�n Final y Contribuyente de la redenci�n. Tenemos cierta influencia con Dios cuando podemos llamarlo nuestro Padre. Naturalmente esperamos tener m�s influencia con un amigo que con un extra�o. Podemos apelar a �l como amigo. Podemos, si es necesario, interceder en el puntaje de amistad y amistad. Entonces podemos apelar a Dios como nuestro Padre, para bendecirnos no solo a nosotros mismos sino a los dem�s. Y, si falla cualquier otra apelaci�n, seguramente esto no fallar�. Cuando surge el grito en nombre de sus hijos necesitados, "Padre nuestro, �no vas a bendecir?" seguramente no apartar� la oreja.

(b) En donde se manifest�. "Lo que nos am�". Esto est� cronometrado en el pasado y llama al gran acto de amor: el don del Hijo. Nuestro Padre, quien dio a su Hijo por nosotros. Podemos contemplar en esto c�mo Dios puede amar. Algunos lo representar�an como muy poco padre. Pero, aparte del consentimiento no forzado del Hijo, existe esta consideraci�n de que, donde hay un verdadero sentimiento paternal, no es m�s f�cil sacrificar a un hijo que sacrificarse a uno mismo. David sinti� esto cuando pronunci� su lamento sobre Absal�n: "�Dios m�o, hubiera muerto por ti, oh Absal�n, hijo m�o, hijo m�o!" Debemos sostener que, amando al Hijo infinitamente, el Padre podr�a haberse sacrificado a s� mismo como a su Hijo. La maravilla y el misterio es que, amando a su Hijo infinitamente, podr�a ser movido a sacrificarlo por nosotros, sus criaturas que no lo merecen. Pero seguramente por este acto de devoci�n, el amor de Dios por nosotros se coloca para siempre fuera de toda duda. En presencia de la cruz, dudar, o actuar como si dudamos, que Dios nos ama, le est� haciendo la injusticia m�s flagrante.

(c) Lo que obtuvo para nosotros. "Y nos dio consuelo eterno". No hay forma de ocultarlo, es la comodidad que todos necesitamos. Hay un coraz�n malvado que nos impide ser felices. Da lugar a un servil temor a Dios y a presentimientos de juicio. Tambi�n hay un mundo malvado, que solo es suficiente para evitar que seamos perfectamente felices. Es un mundo malvado, donde hay exposici�n a la pobreza, a la enfermedad, al duelo, a la muerte. Es un mundo malvado, donde, con esp�ritus sensibles, tenemos que mirar hacia delante tanto pecado y miseria. �D�nde, entonces, est� la comodidad? No hay consuelo real para una conciencia culpable en ignorancia o distracci�n. Es una comodidad insustancial saber que nuestro sufrimiento es com�n. Hay algo de consuelo sustancial en la simpat�a de nuestros semejantes, pero es variable. Es posible que no encontremos amigos todo lo que desear�amos que fueran para nosotros. Quienes nos confortan m�s pueden ser llevados, y tenemos que consolarnos por su p�rdida. Pero hay consuelo provisto por el amor eterno, y consuelo que es eterno en su naturaleza. Es reconfortante saber que nuestro gran sustituto ha satisfecho por completo nuestro pecado. Hay consuelo en saber que estamos unidos al coraz�n del Padre eterno. Esa es la comodidad que no es enga�osa ni fugaz. Es suficiente para nosotros en medio de todos los cuidados de la vida. Es independiente de todas las contingencias. "Y buena esperanza". La comodidad se refiere al tiempo presente; La esperanza se refiere al tiempo futuro. M�s all� de todo lo que tenemos del bien y del consuelo bajo el mal, hay esperanza. �Y qu� es esta esperanza? Es la esperanza de que nuestras verdaderas alegr�as se perfeccionen, de que seamos liberados de la plaga de un coraz�n malvado y la carga de un mundo malvado, de que seamos ubicados donde ya no habr� necesidad de consuelo, en presencia de lo eterno. Amor. Tambi�n es una buena esperanza, ya que est� bien fundada, no se basa en nuestros propios pensamientos, sino en el car�cter, el trabajo y la promesa de Dios. Es una esperanza que incluso ahora es buena en su influencia animadora sobre nuestros corazones.

(d) Obtenido sin merecer el nuestro. "Por gracia". La comodidad no es de creaci�n propia; No hemos tenido nada que ver con su adquisici�n. Pero, al ver que el Amor eterno nos lo ha proporcionado gentilmente, tenemos buenas razones para llevarlo en todo el beneficio a nuestros corazones. La esperanza es algo que no podr�amos habernos atrevido a apreciar de nosotros mismos. Est� mucho m�s all� de todo lo que podr�amos haber pensado. Pero no podemos limitar la gracia de Dios. Si es de su agrado darnos esta esperanza, tenemos buenas razones para apreciarla.

2. Para qu� fin se invoca a Dios.

(1) Bendecir a los tesalonicenses con consuelo. "Consuela tus corazones". Aqu� hay otra prueba incidental de la Divinidad de nuestro Se�or en el uso de un verbo singular, mientras que nuestro Se�or Jesucristo y Dios nuestro Padre son el sujeto. Los corazones de los Tesalonicenses estaban llenos de esperanzas y temores en vista de la venida que se cre�a inminente; la comodidad, por lo tanto, se invoca para sus corazones. No puede sino ser amable con Dios para consolar a la Iglesia. "Consolaos, consolaos, pueblo m�o, dice vuestro Dios. Hablad c�modamente a Jerusal�n, y clamad a ella, que su guerra se lleva a cabo, que su iniquidad es perdonada: porque ha recibido el doble de la mano del Se�or por todos sus pecados. " Habiendo provisto el consuelo en Cristo, �l debe saber c�mo, a trav�s de Cristo, aplicarlo a nuestras necesidades.

(2) bendecirlos tambi�n con estabilidad. "Y establecerlos". La comodidad se invoca en parte con vistas a la estabilidad. Cuando estamos inc�modos somos inestables como el agua. Nuestras energ�as son relajadas y no estamos preparados para nuestro trabajo. La tristeza es debilidad, pero la comodidad es fuerza. Doble esfera en la que se invoca la estabilidad para ellos.

(un trabajo. "En todo buen trabajo". No era innecesario que se les recordara que fueron llamados a trabajar, incluso a trabajar con sus manos. Dios les conceda todos los elementos buenos que pertenecen al trabajo. Deje que el trabajo m�s simple se haga honestamente. Que no se ensucian sus obras "consigo mismo". Que se hagan para la gloria de Dios. En estos, y en todos los elementos del buen trabajo, que se confirmen.

(b) Palabra. "Y la palabra". Hablar bien es a�n m�s dif�cil que actuar bien. "Si un hombre no ofende de palabra, lo mismo es un hombre perfecto". Dios les conceda todos los elementos buenos que pertenecen a hablar. Que cada palabra se caracterice por la veracidad. Deja que tambi�n tenga buena forma f�sica; porque "una palabra bien pronunciada es como manzanas de oro en cuadros de plata". Deja que tambi�n tenga salud y no sea como una mala fruta. D�jalo respirar amabilidad. D�jalo respirar lealtad a Cristo. En estos, y en todos los elementos del buen hablar, que se confirmen. R.F.

HOMILIAS DE W.F. ADENEY

2 Tesalonicenses 2:1, 2 Tesalonicenses 2:2 .� Una gran ilusi�n.

Un objeto, quiz�s el objeto principal, de esta Segunda Ep�stola a los Tesalonicenses, siguiendo de cerca como lo hace con la Primera Ep�stola, es corregir un error inquietante que estaba obteniendo una base considerable entre los cristianos macedonios.

I. EL GRAN DELIRIO. La Primera Ep�stola contiene referencias repetidas a una expectativa del segundo advenimiento de Cristo que evidentemente fue muy fuerte en la Iglesia de Tesal�nica. El deseo es padre del pensamiento. De esperar que el "d�a del Se�or" llegara en cualquier momento, algunos hab�an sido guiados, en la evidencia m�s insuficiente, a preguntar si a�n no hab�a llegado. El gran enga�o fue que "el d�a del Se�or ahora est� presente". No es probable que ning�n supuesto Cristo haya venido, aunque de manera invisible, y de una manera diferente a la que se esperaba, o que pensaran que podr�a haber venido a otro lugar, invisible y desconocido para las Iglesias del norte de Grecia . Lo que estaban inclinados a pensar parece haber sido que la nueva era en la que Cristo deb�a aparecer ya hab�a amanecido, aunque �l mismo a�n no hab�a llegado. Similar es el enga�o de cualquiera que suponga que el d�a de la gracia ha terminado y el tiempo del juicio venga, o el de aquellos que piensan que han entrado en una nueva dispensaci�n m�s all� de la dispensaci�n del Nuevo Testamento.

II Las fuentes de la ilusi�n.

1. La profec�a de los �ltimos d�as. La expresi�n "ya sea por esp�ritu" parece referirse a la supuesta inspiraci�n de los profetas cristianos. San Pablo hab�a advertido previamente a sus amigos que probaran todas las cosas, sin apagar el Esp�ritu al despreciar las profec�as ( 1 Tesalonicenses 5:19). Debemos tener cuidado con los fan�ticos enga�ados, as� como con los enga�adores deliberados.

2. Falsa tradici�n apost�lica. "Por palabra" probablemente significa por palabra informada de San Pablo, palabra que, sin embargo, nunca vino realmente de �l. As� temprano fueron falsas tradiciones flotantes. Vea la tradici�n equivocada sobre San Juan ( Juan 21:23). Si estas tradiciones err�neas fueron actuales durante la vida de los ap�stoles, �c�mo podemos aceptar la llamada "tradici�n apost�lica" como autoridad?

3. Una ep�stola forjada. El error apenas pudo haber surgido de nuestra Primera Ep�stola a los Tesalonicenses, ya que esa Ep�stola se refiri� al gran d�a como futuro, mientras que el error lo hizo presente. Es importante determinar la autenticidad de los libros de las Escrituras.

III. El peligro de la ilusi�n. San Pablo advierte contra ello como algo que debe evitarse cuidadosamente. Muchos males unidos a �l.

1. Vistas err�neas. Estos son malos en s� mismos, ya que las opiniones verdaderas son deseables por su propia cuenta. El alma sufre por falta de verdad como el cuerpo por falta de luz.

2. Concepciones deshonrosas del advenimiento separado. Si ya hubiera llegado el d�a, �d�nde estaba la gloria, el juicio, la rectificaci�n de todas las cosas? Las falsas doctrinas deshonran a Cristo incluso cuando est�n destinadas a glorificarlo.

3. Confusi�n de conducta. Un enga�o como el que se estaba infiltrando en la Iglesia de Tesal�nica desorganizar�a toda vida pr�ctica. Los delirios sobre el segundo advenimiento distraen la atenci�n del trabajo cristiano sobrio.

IV. LA ADVERTENCIA CONTRA EL DELIRIO.

1. No forme una opini�n apresurada. "No se agite r�pidamente", etc. Deben examinarse los argumentos enga�osos antes de ser adoptados.

2. Actuar, permitir que la ense�anza nueva genere angustia. Si el coraz�n est� bien asentado en la verdad cristiana, aunque la mente debe estar abierta para recibir nueva luz, no es necesario sentir angustia ni perturbaci�n.

3. Cuidado con el enga�o. "Que ning�n hombre te enga�e". Los cristianos deben ser vigilantes y "sabios como serpientes", cada uno con sus propias convicciones independientes. � W.F.A.

2 Tesalonicenses 2:3 .� El hombre de pecado.

El hombre de pecado y su horrible car�cter y carrera, aqu� descritos por San Pablo, son sujetos de un misterio tan profundo y terrible, que bien podemos advertirnos de la intrincada confusi�n de las interpretaciones presentadas por aquellas personas que profesan exponer el cumplimiento de la profec�a, y contentarnos con aceptar la predicci�n tal como est� sin intentar identificarla con eventos hist�ricos particulares. Aunque algunos de sus t�rminos se aplican bien a ciertas explicaciones, y otros a explicaciones diferentes, todav�a no se ha proporcionado ninguna explicaci�n que cubra de manera justa y sin esfuerzo las palabras. Desde Ner�n hasta el Papa, desde los d�as del asedio de Jerusal�n hasta los del milenio a�n futuro, ciertas personas y sistemas odiosos han sido seleccionados para la realizaci�n de la profec�a. Dejando estas dudosas identificaciones, echemos un vistazo a los contornos principales de la imagen.

I. HAY UN HOMBRE DE PECADO. Si vivi� en el pasado o a�n no ha aparecido, un hombre al que pertenece este nombre horrible se describe en la Escritura inspirada. La Biblia no ignora las terribles profundidades de la maldad humana. Es terriblemente significativo que este ser malvado sea un hombre, no un demonio. La humanidad, creada a imagen de Dios y destinada a ser un templo de Dios, puede degradarse a la imagen de Satan�s y convertirse en un lugar de iniquidad. Como el bien funciona a trav�s de las simpat�as humanas, tambi�n lo hace el mal. Un hombre malo es m�s peligroso que un �ngel ca�do, porque est� m�s cerca de sus semejantes.

II EL HOMBRE DEL PECADO SIGUE UNA APOSTAS�A.

1. La apostas�a espiritual lleva al hombre a la corrupci�n moral. El hombre que ha abandonado a Cristo est� tentado a caer en un pecado grave. La fe es el gran conservador de la moral.

2. La apostas�a deja a la Iglesia abierta a los ataques de sus enemigos. El "hombre de pecado" no pod�a surgir antes de que la Iglesia hubiera ca�do, ni si hubiera aparecido podr�a haber tenido alg�n poder contra una Iglesia fiel.

III. EL HOMBRE DEL PECADO PRECEDE AL SEGUNDO ADVIENTO DE CRISTO. Fue un error por parte de la Iglesia de Tesal�nica suponer que "el d�a del Se�or" hab�a llegado, porque la terrible aparici�n del hombre de pecado que iba a preceder ese d�a a�n no se hab�a visto. San Pablo nos advierte que la apostas�a y la espantosa vida de este hombre malvado, quienquiera que sea, debe venir antes de que Cristo regrese. No nos anima a buscar un progreso gradual e ininterrumpido del cristianismo. El crecimiento de la fruta de la cosecha es detenido y retrasado por las heladas y tormentas. Cristo incluso se pregunt� si deber�a encontrar alguna fe que quedara en la tierra a su regreso ( Lucas 18:8). No se puede esperar la gloriosa consumaci�n de todas las cosas que el cristiano espera como resultado de una mejora silenciosa sin reca�da. Entre el presente y ese "gran evento Divino", oscuros abismos de iniquidad bostezan. Cada �poca ha pensado que podr�a detectar signos de este mal en su medio. Entonces, la incredulidad y las corrupciones de nuestros d�as son tomadas por algunos como "signos". Desgraciadamente, el lenguaje del ap�stol nos advierte que debemos esperar signos m�s terriblemente demostrativos que ninguno visto hasta ahora.

IV. LA APARIENCIA DEL HOMBRE DEL PECADO ES UNA SGN DEL APROXIMADO ADVIENTO DE CRISTO. Aqu� hay un est�mulo para que la Iglesia aguante las pruebas de los tiempos m�s oscuros. Estos tiempos son el comienzo del gran y glorioso d�a del Se�or. El mal, cuando es m�s triunfante, es la derrota m�s cercana. Por terrible que sea su �xito transitorio, pronto ser� barrido. Cuando el horror del pecado es m�s negro, el juicio que es barrerlo es el m�s cercano. Cristo vendr� nuevamente cuando sea m�s necesitado. � W.F.A.

2 Tesalonicenses 2:7, 2 Tesalonicenses 2:8 .� El misterio de la anarqu�a.

La aplicaci�n exacta y objetiva de esta predicci�n, como la de la descripci�n anterior, no es f�cil de descubrir. Pero est�n involucrados principios susceptibles de aplicaci�n general.

I. HAY UN MISTERIO DE LEGALIDAD. Por esta expresi�n, el ap�stol probablemente se refiere a un misterio cuyo car�cter es ilegal.

1. Podemos esperar encontrarnos con nuevos misterios. Mientras el tiempo y la investigaci�n resuelven algunos misterios, nos traen nuevos. No debemos esperar poder comprender todas las fuerzas e influencias con las que estamos rodeados. Es suficiente que estemos en manos de Dios, que lo sabe todo, y que confiemos en Cristo, que nos puede guiar con seguridad a trav�s de la oscuridad.

2. Los nuevos misterios pueden caracterizarse por la nueva anarqu�a. La respuesta a nuestras preguntas puede ser muy insatisfactoria al revelar solo el mal. Hay novedades extra�as que son oscuras en todos los puntos excepto en su car�cter moral, y eso es claramente malvado. Si es as�, es posible que no esperemos nada bueno de ellos, y no necesitamos interesarnos m�s en ellos.

3. Toda ilegalidad es misteriosa. �C�mo se origin�? �C�mo es posible su existencia? �Por qu� Dios no lo barre? Estas preguntas han dejado perplejos a los hombres de todas las edades. Nos inclinamos ante ellos con asombro indefenso y dolorido.

II HAY UNA RESTRICCI�N EN EL MISTERIO DE LA LEGALIDAD.

1. Su poder total a�n no se revela. Hay quienes tratan todo pecado con ligereza impropia, porque todav�a no ven sus terribles frutos. Est�n jugando con una v�bora torpe, que puede despertarse en cualquier momento e infligir una herida mortal. Nadie sabe qu� posibilidades ocultas de da�o acechan en las profundas cavernas del pecado no desarrollado. Hay volcanes en los corazones de algunos hombres tranquilos que pueden estallar en incendios destructivos.

2. Los medios humanos pueden usarse para contener el misterio de la anarqu�a. El gobierno, la ley, la sociedad, los h�bitos saludables de la mayor�a, lo mantienen bajo por un tiempo.

3. Dios mantiene el misterio de la anarqu�a bajo control. �l es supremo sobre su furia m�s salvaje. "El que se sienta en los cielos se reir�". Dios restringe la ira superabundante del hombre (Salmo 76:10).

III. EL MISTERIO OCULTO DE LA LEGALIDAD SER� REVELADO. El volc�n debe entrar en erupci�n alg�n d�a. El mal no puede dormir para siempre. La hipocres�a se cansar� de su comportamiento manso e inocente. La cosecha del pecado tendr� que ser cosechada. Que ning�n hombre conf�e en el secreto o la lentitud de los procesos del mal. Cuanto m�s est�n ocultos ahora, peor ser� el estallido terrible de ellos cuando se libere la restricci�n bajo la cual gru�en en la actualidad. Cuanto m�s tiempo los caballos salvajes est�n retenidos por la correa, el feroz ser� su galope loco cuando se suelten.

IV. CRISTO CONQUISTA EL MISTERIO DE LA LEVADURA. El mal no ser� rampante por mucho tiempo. Una rebeli�n temerosa y luego una tremenda derrota.

1. Cristo debe ser su vencedor. �l vino a destruir las obras del diablo. No pudimos efectuar este gran trabajo. �l, nuestro Salvador, lo hace por nosotros.

2. Cristo vendr� otra vez por este objeto. Cuando se revela el misterio, sigue la "manifestaci�n" de Cristo.

3. Cristo vence con un soplo. Su primer trabajo fue dif�cil, involucrando su muerte. Su �ltimo trabajo ser� divinamente simple y, sin embargo, sublimemente exitoso. � W.F.A.

2 Tesalonicenses 2:10 .� El amor a la verdad.

La raz�n de la perdici�n de aquellos que ser�n destruidos en la segunda venida de Cristo aqu� dada, es que no reciben el amor de la verdad.

I. DIOS ESPERA QUE RECIBAMOS EL AMOR DE LA VERDAD.

1. La verdad es buena en s� misma. La verdad es para el alma lo que la luz es para el cuerpo. Es natural que los hombres amen el d�a, no natural que lo eviten. En un estado correcto y saludable, debemos amar la verdad simplemente como verdad, sea lo que sea.

2. La verdad cristiana es peculiarmente atractiva. La verdad cient�fica es hermosa, la verdad filos�fica es valiosa; pero la verdad del evangelio tiene atracciones mucho m�s profundas, porque contiene revelaci�n del amor y la paternidad de Dios, de la gracia y la bondad de Cristo, de la redenci�n del mundo, del camino de salvaci�n, del descanso celestial, etc. .

3. La verdad debe ser recibida con amor. No podemos aceptarlo con ventaja hasta que lo amemos; para

(1) el amor abre nuestros ojos a una comprensi�n comprensiva de �l, y

(2) el amor nos salva de una aceptaci�n fr�a y est�ril, y nos ayuda a recibirlo de manera rentable.

II ES UN CORAZ�N MALO QUE IMPIDE QUE LOS HOMBRES RECIBAN EL AMOR DE LA VERDAD. San Pablo remonta la mala condici�n de aquellos que rechazan el amor de la verdad al hecho de que "ten�an placer en la injusticia". Los placeres del pecado no pueden existir al lado del amor de la verdad. El mal odia la luz ( Juan 3:19). La corrupci�n moral no simpatiza con la elevada sed de la verdad de un alma pura. Por lo tanto, se puede concluir que la indiferencia a la verdad es un signo de maldad moral. La vida corrupta es una vida falsa, y su partida de la verdad revela la bajeza del personaje que est� debajo. Es por eso que el rechazo de la verdad es culpable. La duda intelectual es de un car�cter bastante diferente. De hecho, a menudo surge del amor genuino por la verdad, mientras que la ortodoxia satisfecha de s� misma es a menudo bastante indiferente a los hechos verificables, prefiriendo el error respetable a la verdad dolorosa.

III. LA PENA DE RECHAZAR EL AMOR DE LA VERDAD ES INCAPACIDAD PARA CONOCER LA VERDAD POR ERROR. Dios castiga a los hombres en esta condici�n envi�ndoles "una obra de error, para que crean una mentira". Este es un destino horrible. La verdad es una perla demasiado preciosa para ser arrojada ante los cerdos. Los que no lo aman no lo tendr�n. Los mentirosos se vuelven incapaces de conocer la verdad. El h�bito de la indiferencia hacia la verdad crece tanto en algunas personas que la idea de la verdad se vuelve oscura y sin sentido para ellos, y preguntan con Pilato, medio desconcertados, medio despreciativos, "�Qu� es la verdad?" �No es esta una verdadera destrucci�n? El ojo espiritual cegado y quemado por los fuegos de la mentira y la injusticia; �La facultad intelectual m�s alta, la de comprender la verdad, asesinada por la corrupci�n y la falsedad? �Dios nos salve a todos de esta horrible fatalidad! UN,

2 Tesalonicenses 2:13, 2 Tesalonicenses 2:14 .� La obra divina de salvaci�n.

Debemos estar agradecidos con Dios por las felices perspectivas espirituales de nuestros hermanos cristianos, porque todos surgen de su buen prop�sito y trabajo. La caracter�stica m�s llamativa de la descripci�n que tenemos ante nosotros es que atribuye todo el proceso de principio a fin a la voluntad y la acci�n de Dios.

I. EL PRINCIPIO.

1. Una elecci�n divina inicial. Esto se remonta a las edades oscuras de una antig�edad horrible. Al principio Dios cre� el cielo y la tierra. En el principio era la palabra. Al principio Dios escogi� a su pueblo para s� mismo. La salvaci�n no se produce despu�s de pensar en redimir el fracaso de la creaci�n. Todo fue planeado desde el principio. Cuando Dios hizo al hombre, previ� el pecado y determin� la redenci�n. Dios piensa en cada uno de nosotros desde el principio. Venimos al mundo para cumplir vocaciones que Dios dise�� para nosotros cuando plane� el universo por primera vez.

2. Un presente llamado Divino. La elecci�n ser�a in�til si no se nos hiciera saber. Pero cuando ha llegado el momento de ejecutar el gran dise�o de Dios, �l lo hace lo suficientemente conocido como para que podamos seguirlo. �l llama por la predicaci�n del evangelio. El evangelio, entonces, es una invitaci�n. Es una buena noticia, pero solo para aquellos que aceptar�n la invitaci�n. Este nuevo evangelio vino a hacer que los hombres cumplieran un antiguo destino. El �ltimo trabajo logra el pensamiento m�s antiguo de Dios.

II EL PROCESO.

1. Santificaci�n del Esp�ritu. Este es el lado Divino del proceso. Antes de eso es la gran obra expiatoria de Cristo. Pero ese trabajo est� hecho para nosotros para que podamos recibir el Esp�ritu de Dios como su fruto. Ahora estamos mirando la obra de Dios en nosotros. Dios purifica y consagra a su pueblo por inspiraci�n de su propio Esp�ritu. No hay seguridad posible para el culpable, ni gloria para el imp�o. El proceso de limpieza debe llegar antes de que se pueda alcanzar el gran final.

2. Creencia de la verdad. Este es nuestro lado del proceso. Es in�til que esperemos nuestra santificaci�n y el bautismo del Esp�ritu Santo que la producir�. No vendr� sin nuestra recepci�n activa de la misma. No hay magia sobre el proceso del descenso del Esp�ritu Santo. Viene en ciertas condiciones cumplidas por nosotros.

(1) La verdad es el veh�culo que la transmite a nuestros corazones.

(2) La fe es la puerta en nuestros corazones que se abre para recibirla.

III. EL FIN.

1. Salvaci�n. Tome esta palabra en el sentido m�s amplio y completo, como liberaci�n de todo mal. Es dolorosamente cierto que en nuestro mayor gozo y agradecimiento tenemos que recordar que, en el mejor de los casos, somos seleccionados como marcas de la quema. No se puede disfrutar de ninguna bendici�n hasta que se haya quedado la horrible ruina en la que todas nuestras almas se estaban hundiendo a trav�s de nuestro gran y terrible pecado.

2. Gloria La salvaci�n es el comienzo de la obra de Dios en nosotros; la gloria es completarlo. No podemos tener gloria mientras estamos en el lodo del pecado y la miseria. Pero cuando seamos liberados, Dios no nos dejar� como hombres ahogados en una roca est�ril, salvados de la destrucci�n actual, sino con sombr�as perspectivas de futuro. No habr� terminado su trabajo con nosotros hasta que nos haya exaltado a la regi�n de su propia gloria. � W.F.A.

2 Tesalonicenses 2:16, 2 Tesalonicenses 2:17 .� Una bendici�n.

I. LAS FUENTES DE LA BENEDICCI�N. Una verdadera bendici�n es m�s que una expresi�n de buenos deseos. Es una oraci�n de alguien que tiene un peso especial en la intercesi�n, aunque se expresa a la persona por quien se ofrece. La bendici�n de un hombre tan grande y bueno como San Pablo es de gran valor, porque la "oraci�n ferviente y efectiva de un hombre justo vale mucho". Pero las bendiciones deseadas por el ap�stol no son dadas por �l como tampoco las bendiciones de Abraham, Isaac y Jacob a sus hijos fueron dadas por los patriarcas. Las fuentes de las bendiciones de una bendici�n no son humanas ni terrenales. Aqu� se declaran.

1. La influencia personal de Jesucristo. Esto se expresa de manera sorprendente en la referencia a "nuestro Se�or Jesucristo mismo". Su hermandad y su amor lo llevan a bendecirnos. Su divinidad, su bondad y su sacrificio le dan autoridad en el cielo. Por derecho propio bendice. Y �l no delega la bendici�n. Lo confiere �l mismo.

2. La paternidad de Dios. Debido a que Dios es "nuestro Padre", podemos esperar bendiciones de �l. Los temores y las dudas surgen de los puntos de vista parciales de Dios, y puntos de vista que dejan de lado su gran naturaleza paternal. No bendice como un Maestro que paga salarios, sino como un Padre que trata cari�osamente con sus hijos.

II LAS GARANT�AS DE LA BENEDICCI�N. Las bases para creer que Dios dar� la bendici�n se dan para alentar la fe.

1. Amor en el pasado. Ha revelado su car�cter por su providencia, y ha demostrado de esta manera que ama a sus hijos. Pero el amor de un padre se distingue de todos los otros tipos de amor por su permanencia. Si Dios alguna vez am�, todav�a ama.

2. Comodidad eterna. Esto lo tenemos ahora en la paz del perd�n y el resto de la fe. La paz es tal que el mundo no puede dar ni quitar. El resto est� bajo la sombra de una gran roca que dura incluso las colinas aparentemente eternas.

3. Esperanza para el futuro. Dios ha pronunciado promesas y alentado esperanzas. No podemos creer que se burle de las expectativas que ha planteado.

III. LOS OBJETOS DE LA BENEDICCI�N.

1. Comodidad del coraz�n. Tenemos consuelo eterno; Sin embargo, necesitamos m�s comodidad. Ninguna alma est� todav�a perfectamente en reposo. La tristeza angustia a los m�s confiados.

(1) Observe la amplitud del consuelo divino. Podemos tenerlo en algunos departamentos de la vida y, sin embargo, echarlo de menos en otros. La palabra griega paraklesis tiene un significado m�s amplio y completo que nuestra palabra "consuelo". Es sin�nimo de toda ayuda, y la ayuda en todas las direcciones es lo que nuestras almas necesitan.

(2) Tenga en cuenta el hogar de la confrontaci�n divina. Es estar en nuestros corazones. La comodidad en cualquier otro lugar es vana. Casas c�modas, ropa, etc., dejan intactos los problemas m�s profundos. El coraz�n puede estar en un estante cuando el cuerpo est� en un sof� suave. El consuelo de Dios llega al coraz�n.

2. Estabilidad en el trabajo y la palabra. No debemos detenernos en la comodidad. Nos consuela la angustia de que podamos ser libres, fuertes y alegres por el servicio.

(1) El servicio debe venir del coraz�n. "El coraz�n" debe establecerse para el servicio.

(2) Debe ser variado y completo: "todo buen trabajo".

(3) Debe extenderse al habla: "y palabra". Las Escrituras ponen gran �nfasis en el uso correcto del habla.

(4) Debe ser firme. Este es el final de la bendici�n. El consuelo eterno debe equilibrarse con una fidelidad firme. � W.F.A.

EXCURSOS SOBRE EL HOMBRE DEL PECADO

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ESTA es una de las profec�as m�s notables del Nuevo Testamento. Ocurre en los escritos de San Pablo, cuya mente pr�ctica lo constituy� m�s bien el predicador del presente que el profeta del futuro. Existe una oscuridad en el lenguaje que, como ya se observ�, no podr�a haber sido tan grande para aquellos a quienes el ap�stol escribi�, ya que previamente hab�a instruido a sus lectores sobre la naturaleza del suceso ( 2 Tesalonicenses 2:5, 2 Tesalonicenses 2:6); pero nuestra ignorancia de estas instrucciones nos hace el pasaje enigm�tico y dif�cil de entender; y quiz�s, tambi�n, esta oscuridad aumenta debido a nuestra distancia del tiempo en que el ap�stol escribi�. Hay en esta predicci�n varios puntos que requieren consideraci�n: la apostas�a o el alejamiento que funcionaba secretamente incluso en los d�as del ap�stol; una influencia de retenci�n o restricci�n que impidi� su manifestaci�n abierta y su pleno desarrollo; El advenimiento del hombre de pecado, sus caracter�sticas y destino final. Primero, daremos una historia de las diversas opiniones sobre este tema en �pocas pasadas, y luego consideraremos los puntos de vista que prevalecen en nuestros d�as.

La siguiente es una traducci�n literal del pasaje, de acuerdo con la exposici�n dada en las p�ginas anteriores: "Pero les suplicamos, hermanos, acerca de la venida de nuestro Se�or Jesucristo, y nuestra reuni�n con �l, para que no lleguen pronto. sacudido de su mente sobria, ni se preocupe, ni por esp�ritu, ni por palabra, ni por ep�stola como de nosotros, en el sentido de que el d�a del Se�or es inminente. Que nadie te enga�e de ninguna manera, porque ese d�a no vendr�, excepto que primero venga la apostas�a, y el hombre de pecado sea revelado, el hijo de perdici�n, que se opone y se exalta a s� mismo contra todo lo que se llama Dios, o es un objeto de adoraci�n; para que se siente en el templo de Dios, mostr�ndose a s� mismo que �l es Dios. Recuerda que no cuando estaba contigo, te dije estas cosas? Y ahora sabes lo que restringe, para que pueda ser revelado en su tiempo. Porque el misterio de la anarqu�a ya est� funcionando , sin embargo, solo hasta que se elimine el que restringe; � y luego t el despiadado sea revelado, a quien el Se�or Jes�s matar� con el aliento de su boca, y aniquilar� con la aparici�n de su venida; incluso aquel cuya venida es despu�s de la obra de Satan�s, en todo poder y se�ales y maravillas de falsedad, y en todo enga�o de injusticia para los que perecen, porque no reciben el amor de la verdad, para que puedan ser salvos. Y por esta causa, Dios les env�a la obra del error, para que puedan creer la mentira; para que sean juzgados los que no creyeron la verdad, sino que se complacieron en la injusticia ".

Seg�n estas palabras, esto es evidente: que el ap�stol esperaba una ca�da de la pureza del cristianismo. Tampoco es este el �nico pasaje donde San Pablo alude a tal declinaci�n de la fe primitiva y la santidad; hay alusiones en sus otras ep�stolas, pero especialmente en las ep�stolas pastorales, donde describe la apostas�a de los �ltimos d�as: "Ahora el Esp�ritu habla expresamente, que en los �ltimos tiempos algunos se apartar�n de la fe, prestando atenci�n a la seducci�n esp�ritus y doctrinas de demonios; hablar mentiras en hipocres�a; tener su conciencia chamuscada con un hierro caliente; prohibir casarse y ordenar abstenerse de las carnes, que Dios ha creado para ser recibido con acci�n de gracias de aquellos que creen y conocen la verdad " ( 1 Timoteo 4:1). As� tambi�n, en su Segunda Ep�stola a Timoteo, alude a la naturaleza inminente de este per�odo de apostas�a: el misterio de la anarqu�a ya estaba funcionando: "Esto tambi�n se sabe, que en los �ltimos d�as vendr�n tiempos peligrosos", o m�s bien " est�n presentes "( 2 Timoteo 3:1). Y San Pedro afirma que surgir�n en la Iglesia falsos maestros, que en secreto "traer�n herej�as condenables, incluso negando al Se�or que las compr�, y traer�n sobre s� destrucci�n r�pida" ( 2 Pedro 2:1) ; y que "en los �ltimos d�as habr� burladores, caminando tras sus lujurias" ( 2 Pedro 3:2). Y San Judas hace una declaraci�n similar: "Acu�rdate de las palabras que se hablaron antes de los ap�stoles de nuestro Se�or Jesucristo; c�mo te dijeron que deber�an haber burladores en la �ltima vez, que deber�an caminar tras sus propios imp�os". lujurias "( Judas 1:17, Judas 1:18). Y nuestro propio Se�or, en su discurso escatol�gico, advirti� a sus disc�pulos que deber�an surgir falsos Cristos y falsos profetas ( Mateo 24:24), una declaraci�n que probablemente se encuentra en la ra�z de todas las afirmaciones apocal�pticas similares. pasajes, sin embargo, debe observarse que se afirma una pluralidad de falsos maestros; mientras que, en nuestro pasaje, se concentran en un individuo: el hombre de pecado.

Especialmente en las Ep�stolas de San Juan, se menciona expresamente al Anticristo de una persona (o personas) que se opone a Cristo. Solo en estas Ep�stolas se produce la palabra, y lo hace cuatro veces: "Hijitos, es la �ltima vez: y como hab�is o�do que [el] Anticristo vendr�, incluso ahora hay muchos anticristos". "�Qui�n es mentiroso sino el que niega que Jes�s es el Cristo? �l es el Anticristo, que niega al Padre y al Hijo". "Todo esp�ritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en la carne no es de Dios: y este es ese esp�ritu del Anticristo, del cual hab�is o�do que deber�a venir; y a�n ahora ya est� en el mundo". "Porque muchos enga�adores entran al mundo, y no confiesan que Jesucristo ha venido en carne. Esto es un enga�ador y un anticristo" ( 1 Juan 2:18, 1Jn 2:22; 1 Juan 4:3; 2 Juan 1:7). Ahora, el Hombre de pecado de San Pablo ha sido identificado con el Anticristo de San Juan. Est�n de acuerdo en varios puntos: en ambos se lo describe como un individuo, cuya venida ser� anunciada por muchos precursores; en ambos su advenimiento es futuro, pero el principio malvado, la apostas�a o esp�ritu del Anticristo, ya est� en acci�n; y en ambos hay una abierta oposici�n a Dios y a Cristo. Sin embargo, debe observarse que en San Juan, el error del Anticristo se afirma m�s positivamente como que consiste en la negaci�n de que Jesucristo vino en la carne, seg�n el gnosticismo, que sabemos que ya estaba corrompiendo secretamente a la Iglesia; y de ah� la raz�n por la cual algunos han conectado al Hombre de pecado con los errores de los gn�sticos, mientras que de las palabras de San Pablo no parece que las caracter�sticas de los gn�sticos correspondan con las caracter�sticas del Hombre de pecado; pero, por otro lado, la negaci�n del Padre y del Hijo es com�n a ambos.

Ser�a mucho m�s all� de los l�mites de esta excursi�n comparar al Hombre de pecado con las declaraciones sobre las manifestaciones del mal en el Apocalipsis de San Juan. En ese libro misterioso parece haber dos centros o personificaciones del mal: el descrito como la bestia que sale del mar, a quien el drag�n le dio su poder y asiento y gran autoridad ( Apocalipsis 13:1, Apocalipsis 13:2); y el otro, como otra bestia que sali� de la tierra, que ten�a dos cuernos como un cordero y hablaba como un drag�n ( Apocalipsis 13:11), y que ha sido identificado con el falso profeta ( Apocalipsis 16:13; Apocalipsis 19:20; Apocalipsis 20:10). � Si existe alguna semejanza entre el Hombre de Pecado y cualquiera de estas dos bestias, no preguntamos; tanto en una manifestaci�n o revelaci�n del mal, como en la concentraci�n del mismo en un individuo o individuos, se predice.

La predicci�n de San Pablo tiene un parecido a�n m�s sorprendente con la visi�n de Daniel sobre el rey malvado y perseguidor ( Daniel 11:1) que con el Anticristo de San Juan o las bestias del Apocalipsis. Esa profec�a de Daniel recibi� su principal logro en Ant�oco Ep�fanes, el gran perseguidor de los jud�os, pero la porci�n final es aplicable a un futuro oponente de Dios y su pueblo, y encuentra su pleno cumplimiento en �l. � Ahora, las im�genes empleadas por el profeta y el ap�stol son lo mismo. Pablo predice una ca�da; y Daniel nos dice que el rey "tendr� inteligencia con los que abandonan el pacto sagrado" ( Daniel 11:30). Pablo nos dice que el hombre de pecado se sentar� en el templo de Dios, mostr�ndose como Dios; y Daniel, en el pasaje citado por nuestro Se�or, habla de la abominaci�n de la desolaci�n que se est� estableciendo en el lugar santo ( Daniel 11:31). Pablo predice que el hombre de pecado se opondr� y se exaltar� a s� mismo contra todo lo que se llama Dios o es un objeto de adoraci�n; y Daniel nos dice que el rey se exaltar� y magnificar� a s� mismo por encima de cada dios, y hablar� cosas maravillosas contra el Dios de los dioses, y prosperar� hasta que se cumpla la indignaci�n ( Daniel 11:36). Este parecido entre el rey perseguidor de Daniel y el Hombre de pecado es notado repetidamente por los primeros Padres. As�, Or�genes observa: "Lo que dice Pablo en las palabras citadas por �l cuando dice, 'entonces se sienta en el templo de Dios, mostr�ndose a s� mismo que �l es Dios', se menciona en Daniel de la siguiente manera:" Y en el templo habr� abominaci�n desoladora, y al final de los tiempos se pondr� fin a la desolaci�n '"(Or�genes,' Contra. Cels., '6:46). � Dif�cilmente, entonces, puede haber un duda razonable de que Pablo en su predicci�n ten�a en mente esta profec�a de Daniel.

La predicci�n de San Pablo sobre el hombre de pecado caus� una profunda impresi�n en los primeros Padres, y las referencias a ella en sus escritos son numerosas. Tambi�n hay una unanimidad comparativa en sus sentimientos. En general, consideraron que el cumplimiento de la predicci�n era futuro; que el hombre de pecado era el anticristo y un individuo; y que la influencia restrictiva era el imperio romano. Justino M�rtir habla del Hombre de pecado como el hombre de la apostas�a, que habla cosas extra�as contra el Alt�simo, y se aventurar� a hacer actos ilegales en la tierra contra los cristianos. Irenseus observa "que �l, siendo un ap�stata y un ladr�n, est� ansioso por ser adorado por Dios; y que, aunque sea un simple esclavo, desea ser proclamado rey. Porque �l, dotado del poder del demonio , vendr�, no como un rey justo en sujeci�n a Dios, sino como el que no tiene ley; concentrando en s� mismo toda la apostas�a sat�nica y, dejando de lado a todos los �dolos, convencer� a los hombres de que �l mismo es Dios "('Adv. Haer. , ' Daniel 5:25. Daniel 5:1). Tertuliano alude al imperio romano como el poder restrictivo: "�Qu� obst�culo existe, salvo el estado romano, cuya ca�da introducir� al Anticristo, porque entonces se revelar� el desalmado?" ('De Resurr.,' E. 24). Y de nuevo: "Los cristianos tenemos una necesidad peculiar de orar por los emperadores y por la completa estabilidad del imperio, porque sabemos que el terrible poder que se cierne sobre el mundo y la conclusi�n de la era, que amenaza los males m�s horribles, es solo retrasado por la existencia continuada del imperio romano. Esto es lo que no experimentar�amos. Y, mientras rezamos para que sea diferido, por la presente mostramos nuestra buena voluntad a la perpetuidad del estado romano "('Apol.' c. 32). Hip�lito supone que el Anticristo ser� un jud�o, perteneciente a la tribu de Dan: � "Como Cristo brota de la tribu de Jud�, as� el Anticristo brotar� de la tribu de Dan" ('De Antichristo,' c. 14). Cipriano considera a Ant�oco Ep�fanes como el tipo de anticristo. Y Jer�nimo observa: "Como el Salvador tuvo a Salom�n y otros santos como tipos de su venida, as� podemos creer con raz�n que el Anticristo tuvo, como un tipo de s� mismo, al rey m�s malvado Ant�oco, que persigui� a los santos y profan� el templo" ( en Daniel 11:35). Hab�a una diversidad de opiniones entre ellos con respecto al significado del templo de Dios, en el cual el Hombre de pecado deb�a sentarse. Algunos de los Padres interpretaron la expresi�n figurativamente como denotando la Iglesia Cristiana; mientras que otros (Irenaeus, Cyril) lo tomaron literalmente y lo remitieron al templo de Jerusal�n, suponiendo que el Hombre de pecado reconstruir�a el templo.

Era una opini�n en la Iglesia primitiva, incluso hasta la fecha del siglo cuarto, que Ner�n era el Anticristo. Por supuesto, tal opini�n no puede referirse al Hombre de pecado, ya que esto implicar�a un anacronismo; pero solo se puede aplicar al Anticristo como se describe en el Apocalipsis. Se ha hecho demasiado de este mito de Ner�n, ya que los primeros Padres rara vez lo mencionan hasta el final del siglo III. Ner�n fue el primer emperador que persigui� a los cristianos y, por lo tanto, fue especialmente desagradable con ellos. Despu�s de su muerte, hab�a una impresi�n general en todo el mundo romano de que no estaba realmente muerto, sino que viv�a oculto en Partia, y que volver�a a recuperar su imperio. "Alrededor de este tiempo", observa T�cito, "un informe de que Ner�n todav�a estaba vivo, y en su camino hacia el Este, despert� una falsa alarma en toda Acaya y Asia" ('Hist.,' Daniel 2:8) . Y Suetonio menciona que se cre�a que Ner�n todav�a estaba vivo, y que pronto regresar�a a Roma y se vengar�a de todos sus enemigos ('Ner�n', 57). Se hace menci�n en la historia de tres impostores que personificaron a Ner�n: uno en Acaya y Asia Proconsular, en el reinado de Otho; un segundo, tambi�n en Asia Proconsular, en el reinado de Tito; y un tercero, protegido por los partos, en el reinado de Domiciano. De esta noci�n parece haber surgido la idea cristiana de que Ner�n volver�a a ser levantado como anticristo. El primer aviso de esta opini�n aparece en el cuarto de los libros de Sybilline (AD 80), que, sin embargo, los cr�ticos consideran no de origen cristiano, sino de origen jud�o. En el quinto libro de Sybilline, que se supone que era de la �poca de Adriano, seg�n algunos de un cristiano jud�o, y seg�n otros de un jud�o egipcio, el Anticristo Beliar se identifica con Ner�n. � No es sino hasta el final del siglo III. Victorinus, obispo de Pettau, en su exposici�n del Apocalipsis, identifica a la bestia que surge del mar con Ner�n: "Ahora que una de las cabezas fue, por as� decir, asesinada a muerte, en esto habla de Ner�n". y Cris�stomo consideraba a Ner�n como el tipo de anticristo. La gran raz�n, sin embargo, sobre la cual ciertos escritores basan su opini�n de que el autor del Apocalipsis consideraba a Ner�n como anticristo, fue la declaraci�n contenida en Apocalipsis 17:10, Apocalipsis 17:11, "Y hay siete reyes: cinco cayeron, y uno est�, y el otro a�n no ha venido; y cuando �l venga, debe continuar un corto espacio. Y la bestia que era, y no lo es, incluso �l es el octavo, y es de los siete, y entra en la perdici�n ", un pasaje mencionado por Victorino. � Por los cinco reyes entienden los cinco emperadores que ya hab�an reinado: Augusto, Tiberio, Cayo, Claudio y Ner�n; en el sexto, Galba (o, seg�n otros, Vespasiano: se omitieron Galba, Otho y Vitelio, ya que sus reinados fueron cortos); por el s�ptimo, Otho (o, seg�n otros, Titus); y para el octavo, que tambi�n era uno de los siete, Anticristo o Ner�n restaurados a la vida. Este pasaje todav�a es recurrido por escritores recientes que adoptan la hip�tesis de Ner�n. � Lactantius, en la otra banda, repudia esta hip�tesis como extravagante: "Algunas personas de imaginaci�n extravagante", observa, "suponga que Ner�n, habiendo sido trasladado a un regi�n distante, todav�a est� viva; y para �l aplican los versos de Sybilline sobre 'el fugitivo que mat� a su propia madre, que deb�a venir de los l�mites m�s extremos de la tierra'. como si el que fuera el primero, tambi�n fuera el �ltimo perseguidor, y as� demostrara ser el precursor del Anticristo. Pero no debemos creer a aquellos que, afirmando que los dos profetas, Enoc y Elijah, han sido trasladados a alg�n lugar remoto, para que puedan asistir a nuestro Se�or cuando �l venga al juicio, tambi�n imaginan que Ner�n aparecer� en el futuro como el precursor del diablo, cuando vendr� a arrasar la tierra y derrocar a la humanidad ".

Los opositores al poder jer�rquico en la Edad Media consideraban al papa como el Anticristo, y consideraban el pasaje en cuesti�n como una predicci�n del origen y crecimiento de la autoridad papal. As�, ya a fines del siglo X, Arnulph, obispo de Orleans, declar� en el Consejo de Reims que si el pont�fice romano carec�a de caridad y se hinchaba de conocimiento, �l era el Anticristo. Este punto de vista fue entretenido por Robert Grostete, el c�lebre obispo de Lincoln, por Savonarola, por los albigenses, los valdenses, los wickliffe y los wickliffitas, los husitas y todas aquellas sectas que se opon�an a la jerarqu�a romana. Incluso San Bernardo usa este lenguaje audaz: "Los ministros de Cristo se han convertido en siervos del Anticristo, y la bestia del Apocalipsis se ha sentado en la silla de San Pedro".

Los reformadores en general adoptaron esta opini�n. Tal era la opini�n de Lutero, Calvino, Zuinglio, Melancthon, Beza y Bucer; y, entre English Reformers, Cranmer, Ridley, Latimer, Hooper y Jewell. Seg�n ellos, la apostas�a es el alejamiento de la doctrina evang�lica a las tradiciones de los hombres y las corrupciones del papado; El Hombre de Pecado, o Anticristo, no es, como los Padres lo concibieron, un individuo, sino la sucesi�n de papas � series et successio hominum; y el poder restrictivo es el imperio romano, de cuyas ruinas surgi� el papado. La Iglesia Luterana insert� esta opini�n como un art�culo en su credo (Articl. Smalc., Apocalipsis 2:4). En la dedicaci�n de los traductores de la Versi�n Autorizada al Rey James, se supone que el Papa es el Hombre de Pecado; y ese monarca es felicitado por escribir en defensa de la verdad, que le dio "un golpe tan duro a ese hombre de pecado que no ser� sanado". Y la afirmaci�n de que el Papa es el Anticristo y el Hombre de Pecado forma uno de los art�culos de la Confesi�n de Westminster: "No hay otra cabeza de la Iglesia que no sea el Se�or Jesucristo; ni el Papa de Roma puede en ning�n sentido ser la cabeza de la misma. , pero es ese anticristo, ese hombre de pecado e hijo de perdici�n, que se exalta a s� mismo en la Iglesia contra Cristo y todo lo que se llama Dios "(cap. 25: 6).

Los romanistas, por otro lado, fueron naturalmente guiados por la oposici�n a considerar el pasaje como una predicci�n del surgimiento y crecimiento del protestantismo. La apostas�a fue el alejamiento de la Iglesia romana por las doctrinas de la Reforma. El hombre de pecado denotaba a los herejes en general, pero especialmente a Lutero, el jefe de los reformadores. La influencia restrictiva fue el imperio alem�n, considerado como una continuaci�n del imperio romano. Esta, sin embargo, no era la opini�n general de la Iglesia de Roma; la mayor�a de sus te�logos supon�an que el Anticristo, o el Hombre de Pecado, era un individuo cuya venida a�n es futura. La Iglesia griega fue inducida naturalmente a considerar la profec�a como una predicci�n del mahometanismo; la apostas�a fue la ca�da de muchas iglesias griegas y orientales al mahometanismo; el hombre de pecado fue Mahoma; y la influencia restrictiva del poder del imperio romano. Algunos de los reformadores (Melancthon, Bucer, Musculus) consideraron que hab�a dos anticristos, uno que pertenec�a a la Iglesia oriental y el otro a Occidente; el anticristo oriental era Mahoma y el occidental era el papa. Es una circunstancia notable que los tres �los griegos, los romanos y los protestantes� estuvieran de acuerdo en cuanto a la influencia restrictiva; esto lo consideraban el poder imperial: el imperio romano, ya sea en s� mismo o continuado en los imperios griego y alem�n.

Los puntos de vista modernos sobre el Hombre de pecado son principalmente cuatro: los racionalistas, que consideran que no hay profec�a; los pretoristas, quienes consideran la profec�a como ya cumplida; los progresistas, que lo consideran cumplido o en curso de cumplimiento; y los futuristas, que consideran el cumplimiento como a�n futuro.

1. La primera clase de expositores son aquellos que consideran que todas las interpretaciones habituales proceden de una suposici�n falsa como si hubiera una profec�a, mientras que en realidad no hay predicci�n alguna. Esta opini�n es adoptada por Koppe, Pelt, De Wette, Lunemann, Jowett y Davidson. Koppe parece haber sido el primero en tomar esta visi�n del pasaje. Idealiza la predicci�n, y supone que el ap�stol solo est� expresando sus impresiones de lo que podr�a ser el estado futuro de la Iglesia a partir de una consideraci�n de los tiempos en que vivi�. El ap�stol qued� profundamente impresionado con las profec�as de Daniel, y de ellas temi� un estallido de maldad despu�s de su muerte, y expres� sus presentimientos en un lenguaje coloreado de Daniel. Pelt supone que el misterio de la iniquidad era el principio interno del mal que el ap�stol preve�a luego revelar en una forma m�s abierta y violenta; que el poder restrictivo era el deseo de Dios de retener el reino de Satan�s; y que la venida de Cristo fue la victoria final del bien sobre el mal. As� tambi�n De Wette observa: "Se equivoca por completo al encontrar aqu� m�s que la anticipaci�n subjetiva del ap�stol, desde su propia posici�n hist�rica, del futuro de la Iglesia Cristiana. En lugar de elevarse al ejemplo de Cristo, reconociendo la limitaci�n que existe es un conocimiento previo definitivo del futuro, el ap�stol rinde homenaje a la debilidad humana, ya que quer�a saber demasiado de antemano ". � Lunemann considera que Paul estaba completamente absorto en sus ideas acerca de la proximidad del advenimiento que, llevado a cabo. por su individualidad, "deseaba establecerse m�s exactamente con respecto a sus circunstancias y condiciones de las relaciones hist�ricas de la venida de Cristo de lo que se le asigna al hombre en general para que sepa, aunque deber�a ser el ap�stol, el m�s lleno del Esp�ritu de Dios". . "�" Tales pasajes [ Colosenses 2:8, Colosenses 2:16; Efesios 6:12], "observa el profesor Jowett," son una gu�a mucho m�s segura para la interpretaci�n de el que estamos considerando que el significado o f pasajes similares en el Antiguo Testamento. Porque nos indican el pensamiento habitual de la mente del ap�stol; 'una ca�da primero', sugiri�, probablemente, por la vacilaci�n que vio entre sus propios conversos, los lobos penosos que entraban en la Iglesia de �feso ( Hechos 20:29), el alejamiento de todos ellos de Asia ( 2 Timoteo 1:15). Cuando consideramos que sus propios conversos y opositores jud�os o medio conversos eran todo el mundo para �l; que a trav�s de ellos, como si estuviera en un vaso, parec�a ver el funcionamiento de la naturaleza humana en general, entendemos c�mo esta doble imagen del bien y el mal deber�a haberse presentado ante �l, y el tipo de necesidad que sinti� que Cristo y El anticristo debe alternarse entre s�. No fue que �l previ� alg�n gran conflicto, decisivo de los destinos de la humanidad. Lo que anticipaba para el hombre casi se parec�a al combate espiritual en el s�ptimo cap�tulo de los romanos ". Y el Dr. Davidson comenta:" El pasaje no contiene una profec�a, sino m�s bien la noci�n del escritor sobre un tema que no se refer�a a la fe adecuada. y deber de la humanidad. Esas nociones fueron moldeadas por la creencia flotante de su �poca, y no tienen nada m�s que un inter�s hist�rico. Pertenecen al pasado del cristianismo, a su estado infantil, cuando emerg�a del juda�smo, y asum�an esa posici�n independiente a la que ning�n hombre contribu�a tanto como el ap�stol de los gentiles.

Tal punto de vista est� en desacuerdo con los ideales de inspiraci�n, en otras palabras, con la suposici�n de que el ap�stol fue guiado por escrito por un Esp�ritu superior al suyo. Lo sobrenatural se pasa por alto por completo; el ap�stol escribe seg�n sus propias fantas�as; �l es desviado por sus opiniones err�neas. Es dif�cil entender c�mo tal punto de vista es "totalmente coherente con la inspiraci�n del ap�stol", aunque empleemos el t�rmino "inspiraci�n" en un sentido muy amplio. El poder de predecir el futuro es negado a los escritores sagrados. "Los tomamos", observa el Dr. Davidson, "como gu�as para la fe y la pr�ctica en general, sin adoptar todo lo que propusieron o sin creer que podr�an predecir eventos". � Es evidente que el ap�stol est� aqu� dando una predicci�n de lo que tomar� sitio; y, por lo tanto, si no exist�a una predicci�n real, en este punto estaba equivocado y equivocado y, en consecuencia, sin inspiraci�n. Si admitimos la inspiraci�n, debemos recibir las verdades declaradas como la revelaci�n de Dios: la Escritura contiene verdades para ser recibidas, y no las meras opiniones de hombres ca�dos para ser escrutados.

2. La segunda clase de int�rpretes son aquellos que, reconociendo una predicci�n, la consideran ya cumplida. A esta clase pertenecen Grotius, Wetstein, Hammond, Le Clerc, Whitby, Schottgen, Wieseler, Kern, Dollinger y Baumgarten. Estos generalmente est�n de acuerdo al considerar que la profec�a recibi� su cumplimiento en la venida de Cristo en esp�ritu para destruir Jerusal�n, aunque difieren ampliamente en los detalles. Grocio supone que el hombre de pecado fue Cal�gula, que exigi� la adoraci�n suprema y universal como dios, y orden� que su estatua fuera colocada en el templo de Jerusal�n; el que contuvo fue Vitelio, el proc�nsul de Siria, quien, a riesgo de su vida, se neg� a obedecer la orden de Cal�gula; y el ilegal fue Sim�n el mago. A Paul le pareci� que la delineaci�n de Antiochus Epiphanes en Daniel deb�a realizarse en Cal�gula. � Pero la distinci�n entre el hombre de pecado y el que no tiene ley es incorrecta, y adem�s, la interpretaci�n implica un anacronismo, ya que la Segunda Ep�stola a los Tesalonicenses fue escrita despu�s de la muerte de Cal�gula. Wetstein adopta la extravagante opini�n de que el Hombre de pecado era Tito, "el deleite de la raza humana", cuyo ej�rcito trajo sus insignias id�latras al templo capturado y ofreci� sacrificios all�; y que la influencia restrictiva era Ner�n, ese monstruo de iniquidad, cuya muerte fue necesaria para el gobierno de Tito. Hammond imagin� que, por el hombre de pecado, Simon Magus, junto con sus seguidores los gn�sticos, se refer�a a ellos; la apostas�a fue la ca�da de los cristianos en el gnosticismo; y la influencia restrictiva fueron los ap�stoles, quienes, al seguir predicando a los jud�os, preservaron la uni�n que a�n subsist�a entre jud�os y cristianos. � Le Clerc supone que la apostas�a fue la revuelta de los jud�os de los romanos; el hombre de pecado eran los jud�os rebeldes, y especialmente su l�der Sim�n, hijo de Giora; y el poder restrictivo era el jefe de la naci�n jud�a, que estaba en contra de la revuelta. Whitby tambi�n considera que la apostas�a fue la revuelta de los jud�os del imperio romano o de la fe; el hombre de pecado era la naci�n jud�a, con su sumo sacerdote y sanhedrim; y el poder restrictivo era Claudio, durante cuyo reinado los jud�os no se rebelar�an, ya que ten�an grandes obligaciones para con �l. � Schottgen tambi�n est� de acuerdo con Whitby al considerar que por el hombre de pecado se entiende los fariseos, los rabinos y los m�dicos de la ley; pero �l difiere de �l al considerar que el poder de restricci�n eran las oraciones de los cristianos, que evit� la destrucci�n de Jerusal�n hasta que abandonaron la ciudad y se retiraron a Pella. Mucho m�s ingenioso es la opini�n de Wieseler. Tambi�n considera la profec�a como una predicci�n de la destrucci�n de Jerusal�n. "El que restringe" debe ser una buena influencia que retras� la cat�strofe, y esto lo considera los jud�os piadosos que viv�an entonces, particularmente los cristianos; y si el n�mero singular requiere un individuo, entonces el inmovilizador es James el Justo, el hermano del Se�or. No fue hasta que James fue asesinado y los cristianos se hab�an retirado de Jerusal�n que la ciudad fue tomada. � Kern considera que el hombre de pecado es Ner�n; el que restringe es Vespasiano y su hijo Tito; y la apostas�a es la revuelta de los jud�os o la partida de los cristianos. � Dollinger, como Kern, supone que Anticristo es Ner�n. Nero ya fue adoptado por Claudio, y fue considerado por muchos como el futuro C�sar. "El que restringe" fue Claudio. La venida de Cristo fue su venida para ejecutar el juicio sobre Jerusal�n; y aunque Ner�n no emprendi� personalmente nada contra los jud�os, lo hizo por su teniente Vespasiano. La apostas�a fue la partida de los cristianos a los errores de los gn�sticos. Dollinger, sin embargo, considera que puede haber un cumplimiento m�s completo en los �ltimos d�as. � Baumgarten piensa que la profec�a refleja la experiencia del ap�stol: el hombre de pecado fueron los jud�os que en todas partes se opusieron a su predicaci�n del evangelio; la apostas�a fue la renuncia de Jes�s como el Mes�as; y la influencia restrictiva era la autoridad imperial que hasta ahora hab�a protegido al ap�stol y mantuvo a los jud�os bajo control. Esta opini�n parece haber sido parcialmente adoptada por el obispo Lightfoot: "Parece, en general, probable", observa, "que el Anticristo est� representado especialmente por el juda�smo.

Ser�a una mera p�rdida de tiempo examinar estas opiniones en serio. En la medida en que consideran que la profec�a ha recibido su pleno cumplimiento, no satisfacen sus condiciones y solo tienen una semejanza general y imaginaria. Especialmente es fatal para los puntos de vista de esta clase de int�rpretes que la venida de Cristo aludi� evidentemente no es su venida en esp�ritu para destruir Jerusal�n, sino, como lo muestra el contexto, y como es el significado uniforme de la frase en las Ep�stolas de Pablo, su venida en persona para establecer su reino espiritual.

3. La tercera clase de exponentes son aquellos que consideran la profec�a como cumplida, o como en el curso del cumplimiento; es decir, como ya se ha cumplido parcialmente, pero a la espera de su realizaci�n completa: aludimos a aquellos que encuentran en el pasaje una predicci�n del papado. Adem�s de los primeros reformadores, Hooker, Hurd, Newton, Turretin, Benson, Bengel, Doddridge, Macknight, Michaelis, Elliott y Bishop Wordsworth defienden esta opini�n.

Esta opini�n procede del supuesto de que la influencia restrictiva es el imperio romano. En la predicci�n, esa influencia es masculina y neutra; por masculino se entiende emperador, y por neutro el imperio. Esta opini�n es la de los primeros Padres, y fue generalmente adoptada con varias modificaciones por griegos, romanistas y protestantes. Es en s� misma altamente probable, y puede haber sido transmitida por la tradici�n de la Iglesia de Tesal�nica, que hab�a sido instruida. concerniente a su naturaleza ( 2 Tesalonicenses 2:6). Si el retenedor era el emperador romano, podemos entender la raz�n de la reserva del ap�stol. Si hubiera dicho esto en tantas palabras, habr�a sido considerado como un enemigo del gobierno romano, porque luego ense�ar�a la destrucci�n del imperio y habr�a involucrado a los cristianos en la persecuci�n. La prudencia requer�a un silencio discreto sobre este punto. Este motivo de reserva fue reconocido por los primeros Padres. "Si San Pablo", observa Cris�stomo, "hubiera dicho que el imperio romano pronto se disolver�a, el mundo pagano lo habr�a destruido como rebelde y a todos los fieles con �l, como personas que tomaron las armas contra el Estado. Pero San Pablo significa el imperio romano; y cuando eso haya sido quitado, entonces vendr� el Hombre de Pecado, ya que el poder de Babilonia fue disuelto por la dinast�a persa, y el persa fue suplantado por los griegos y los griegos. por el romano, entonces el romano ser� disuelto por el anticristo, y el anticristo por Cristo "(in loco). Ahora, en opini�n de aquellos que consideran al Papa como el Hombre de Pecado, esta predicci�n se verific� por completo. Tan pronto como se retir� el inmovilizador, se revel� el Hombre de pecado. Mientras el emperador romano siguiera siendo pagano y residente en Roma, no se permit�a a ning�n poder eclesi�stico exaltarse a s� mismo; pero tan pronto como el emperador se mud� de Roma a Constantinopla, surgi� el papado: se elimin� la restricci�n sobre el obispo de Roma; y despu�s de que el imperio romano en Occidente lleg� a su fin por el destronamiento de Augusto, el poder del papa aument� poderosamente.

Pero el gran punto de investigaci�n es: �existe una semejanza suficiente entre esta profec�a y el romanismo, para que podamos concluir que est�n relacionados entre s� como predicci�n y cumplimiento? �Se encuentran las caracter�sticas del Hombre de pecado en el papado? Los que pertenecen a esta clase de int�rpretes afirman que el parecido es sorprendente y obvio. Se predice una apostas�a, y en el romanismo se aleja del evangelio puro a las tradiciones de los hombres; Las doctrinas del purgatorio, la transubstanciaci�n, el sacrificio de la misa, la adoraci�n de la Virgen y los santos, se presentan como ejemplos. El hombre de pecado se representa como oponi�ndose y exalt�ndose a s� mismo contra todo lo que se llama Dios o es un objeto de adoraci�n; y esto se considera como recibir su cumplimiento en el Papa exalt�ndose a s� mismo por encima de toda autoridad humana y divina, reclamando el t�tulo de "rey de reyes y se�or de se�ores", aplic�ndose las palabras del salmista, "Todos los reyes se postrar�n ante te ", nombr�ndose obispo universal, y afirmando su poder para disponer de los reinos de la tierra. Se dice que el hombre de pecado se sienta en el templo de Dios, mostr�ndose como Dios. Aqu� se entiende que el templo de Dios es la Iglesia cristiana, y el Papa se coloca en �l como su cabeza suprema, el vicario de Jesucristo. Se muestra a s� mismo como Dios al reclamar atributos divinos, como santidad e infalibilidad; asumiendo prerrogativas divinas, como el poder de perdonar los pecados y la apertura y cierre del reino de los cielos; y usando t�tulos Divinos como "Nuestro Se�or Dios el Papa", "Otro Dios en la tierra". � Cada papa, en su elecci�n, se coloca en el altar mayor de San Pedro y recibe la adoraci�n de los cardenales. La venida del Hombre de Pecado es despu�s de la obra de Satan�s, con todo el poder, las se�ales y las maravillas de la mentira. Y esto se considera como recibir su cumplimiento en los falsos milagros del papado; en las imposiciones de indulgencias y purgatorio; en las maravillas hechas por im�genes sagradas movi�ndose, hablando, sangrando; en los prodigios efectuados por reliquias sagradas; en las visitas sobrenaturales de la Virgen; y en el pretendido poder de obrar milagros que la Iglesia de Roma todav�a reclama; como Bellarmine reconoce la gloria de los milagros como la und�cima marca de la Iglesia Cat�lica. Dios es representado como castigando el pecado por el pecado, "envi�ndoles la obra del error para que puedan creer la mentira". Las leyendas popish, que han ganado tanto cr�dito como para ser admitidas entre sus ceremonias, y especialmente la monstruosa doctrina de la transubstanciaci�n, son consideradas como el cumplimiento de esta parte de la profec�a. � Y, adem�s, en el otro pasaje donde Pablo predice la dejando de lado los �ltimos tiempos, las marcas que da encuentran su contraparte en la corrupci�n del papado: "Prestar atenci�n a los esp�ritus seductores y las doctrinas de los demonios; hablar mentiras en hipocres�a; tener su conciencia chamuscada con un hierro caliente; prohibir casarse , y ordenar abstenerse de carnes "( 1 Timoteo 4:1).

Paul representa el sistema como funcionando incluso en sus d�as: "Porque el misterio de la anarqu�a ya est� funcionando" ( 2 Tesalonicenses 2:7). Funciona internamente; es un misterio, algo oculto y desconocido hasta que se revela; los g�rmenes del sistema anticristiano ya estaban en la Iglesia; La levadura de la corrupci�n estaba en el trabajo. Pablo sab�a esto porque fue inspirado por el Esp�ritu Santo, y el Esp�ritu Santo puede ver lo que el hombre no puede ver (Wordsworth). Pero, en verdad, los g�rmenes del sistema anticristiano son discernibles en las falsas doctrinas y pr�cticas supersticiosas a las que se alude en las ep�stolas de Pablo; y se afirma que existe un sorprendente parecido entre ellos y las doctrinas y pr�cticas del romanismo; como, por ejemplo, la adoraci�n a los �ngeles ( Colosenses 2:8), la abstinencia de ciertos alimentos ( 1 Corintios 8:8), la mortificaci�n corporal ( Colosenses 2:23), la tradiciones y doctrinas y mandamientos de hombres ( Colosenses 2:8, Colosenses 2:22); de modo que, como observa el obispo Newton, "los cimientos del papismo se pusieron, de hecho, en los d�as de los ap�stoles, pero la superestructura se levant� gradualmente, y pasaron varias eras antes de que se completara el edificio, y el Hombre de Pecado se revel� en perfecci�n completa ". �

Por supuesto, de acuerdo con este punto de vista del tema, el cumplimiento completo de la profec�a a�n es futuro. La destrucci�n del hombre de pecado, es decir, seg�n este punto de vista, el romanismo, tambi�n se predice: "A quien el Se�or Jes�s matar� con el aliento de su boca, y aniquilar� ante la aparici�n de su venida" ( Tito 2:8). Hemos demostrado, en la Exposici�n, que esto no puede significar la predicaci�n del evangelio puro, o la difusi�n de la Palabra de Dios en la Reforma; El lenguaje es denunciatorio. Sin embargo, como esta parte de la profec�a no se cumple, no es necesario que ofrezca ninguna explicaci�n. La interpretaci�n de la profec�a incumplida est� probablemente m�s all� de los poderes de la mente humana; El cumplimiento es la �nica clave para la interpretaci�n.

A este punto de vista sobre el tema se han planteado numerosas objeciones: hay tres que merecen consideraci�n.

(1) Se afirma que el Hombre de Pecado se afirma claramente que es un individuo; se le llama "el que no tiene ley", "el hijo de perdici�n"; mientras que, seg�n el punto de vista anterior, �l es un sistema eclesi�stico, o una sucesi�n de individuos. Pero, como observa el obispo Lightfoot, "en todos los pasajes figurativos es arbitrario suponer que una persona se denota cuando encontramos una personificaci�n. Por lo tanto, el Hombre de Pecado aqu� no necesita ser un hombre individual; puede ser un cuerpo de hombres, o un poder o una influencia espiritual ". � La influencia restrictiva, que se pone en un momento en el neutro y en otro en el masculino, se reconoce casi universalmente que no es una persona, sino una influencia o una serie de personas. As�, de la misma manera, el Hombre de pecado puede ser una sucesi�n de individuos; al menos, no hay una necesidad absoluta que surja de los t�rminos de la profec�a para considerarlo como una persona.

(2) Se afirma que, aun admitiendo todas las sorprendentes coincidencias, sin embargo, la idea del papado no cumple y nunca cumpli� la profec�a en el vers�culo 4. Hasta ahora, el Papa se opone y se exalta a s� mismo contra todo lo que se llama Dios o es un objeto de culto, su "abyecta adoraci�n y sumisi�n a ellos ha sido una de sus peculiaridades m�s notables" � (Alford). Pero a esto se ha respondido que la arrogancia del papa, su afirmaci�n de que �l es el vicario de Cristo, su reclamo de infalibilidad, que �ltimamente se le ha concedido, son un claro cumplimiento de esta predicci�n.

(3) Se dice que, "si el papado es el Anticristo, entonces la manifestaci�n se ha hecho y soportado ahora por casi mil quinientos a�os, y sin embargo no ha llegado el d�a del Se�or, que, seg�n los t�rminos de nuestra profec�a, tal manifestaci�n es inmediatamente anterior "(Alford). Pero a esto se ha respondido que no se afirma que la venida de Cristo sigue directamente a la venida del Hombre de Pecado, sino simplemente que el Hombre de Pecado preceder�; el intervalo entre las dos venidas no est� definido en ninguna parte. Adem�s, puede ser que haya un desarrollo del Anticristo, y que su destrucci�n final por la venida del Se�or no ocurrir� hasta su pleno desarrollo. As�, por ejemplo, el poder espiritual del papado puede desarrollarse; El misterio de la anarqu�a puede seguir funcionando, como se vio recientemente en la introducci�n de dos nuevos dogmas en la Iglesia romana: la inmaculada concepci�n de la Virgen y la infalibilidad personal del Papa. La carrera del Hombre de Pecado a�n no ha corrido.

En general, en una revisi�n imparcial del tema, no podemos evitar la impresi�n de que los puntos de semejanza entre la profec�a y el romanismo son numerosos, variados y sorprendentes. Nuestros antepasados ??no ten�an dudas sobre la aplicaci�n de la predicci�n, y tal vez estaban m�s cerca de la verdad que nosotros en los tiempos modernos que dudamos. Tal opini�n puede considerarse como poco caritativa e injusta, y ciertamente no est� de acuerdo con el esp�ritu m�s liberal de nuestra �poca, donde el papado es visto como existe actualmente, despojado de su poder de perseguir, y como se ve en la cultura, el refinamiento y piedad de muchos de sus adherentes. Pero cuando reflexionamos sobre las abominables persecuciones de la Inquisici�n, la monstruosa maldad de los papas antes de la Reforma, las atrocidades perpetradas en nombre de la religi�n, los cr�menes cometidos por los sacerdotes y la corrupci�n general de todo el sistema. ; y cuando pensamos que es solo la influencia restrictiva del protestantismo lo que impide la repetici�n de tales acciones, podemos ver razones, si no para afirmar positivamente, pero sospechar que tal opini�n puede estar fundada en la verdad y, de ser as�, no seas caritativo ni injusto.

4. La cuarta clase de int�rpretes considera el cumplimiento como futuro, y que no debemos buscar acontecimientos pasados ??para responder a todos sus requisitos. Esta opini�n es la que se favorece principalmente en nuestros d�as. Fue adoptado por Hofmann, Ewald, Olshausen, Riggenbaeh, Lunge, Alford, Ellicott, Lillie, Eadie, Meyrick y el obispo Alexander, aunque hay una diferencia considerable en sus puntos de vista.

Se sostiene que es injustificable considerar al papa como anticristo, y al papado como un sistema anticristiano. Las doctrinas esenciales del cristianismo son mantenidas y defendidas por los romanistas. La cruz de Cristo es exaltada, y sus sufrimientos se declaran como una expiaci�n por el pecado. La gran doctrina de la Trinidad no solo se mantiene, sino que se presenta de manera prominente. Las influencias del Esp�ritu son reconocidas y dependientes. Y el papa, en lugar de oponerse a Dios, se considera el siervo y adorador de Dios. Por lo tanto, se considera que en el futuro puede haber una realizaci�n m�s completa que nunca antes. La profec�a tiene muchos cumplimientos parciales, hasta que alcanza su cl�max en un logro completo. As�, las profec�as mesi�nicas de nuestro Se�or se cumplieron parcialmente en David, en Salom�n, en la naci�n jud�a. As� puede ser con esta predicci�n; su aplicaci�n final puede estar reservada para los �ltimos d�as de libertad condicional de este mundo. Los elementos anticristianos, que ahora se encuentran dispersos, pueden recopilarse y exhibirse en un individuo que ser� la realizaci�n del Hombre de Pecado.

Seg�n Hofmann, todo el pasaje se refiere a las visiones de Daniel. Pablo aplica la profec�a all� contenida a los �ltimos d�as. El poder que restringe el estallido del mal es un buen principio; tal como Miguel, el �ngel guardi�n de los jud�os, resisti� al Pr�ncipe de Persia ( Daniel 10:20). Cuando se elimina el buen principio que estaba preservando al mundo de acuerdo con Dios, entonces el Anticristo aparecer� en la forma de un poderoso conquistador sin ley. Hofmann en realidad espera que la revivificaci�n de Antiochus Epiphanes. � Ewald, nuevamente, aplica a la profec�a la predicci�n de Malaqu�as sobre la llegada de Elijah. Supone que por lo que impide la aparici�n del Anticristo se entiende la venida de El�as, y que el Anticristo no ser� revelado en toda su atroz maldad hasta que El�as sea quitado del camino y nuevamente trasladado al cielo.

Omitiendo estas interpretaciones, que deben parecer a nuestras mentes inglesas fantasiosas y extravagantes, basadas en meras conjeturas y completamente arbitrarias en su naturaleza, llegamos a las declaraciones m�s racionales de otros divinos. En general, seg�n ellos, el Hombre de Pecado es un individuo de poder mental gigantesco, enorme audacia y extrema maldad, que aparecer� en la tierra en los �ltimos d�as; y la influencia restrictiva que impide la aparici�n de tal individuo es el orden moral o el gobierno. Por lo tanto, seg�n Olshausen, el hombre de pecado es un individuo. Todas las manifestaciones del mal, la revuelta de los jud�os de los romanos, Ner�n, Mahoma, el desarrollo del papado en la Edad Media, la Revoluci�n Francesa de 1789, con la abolici�n del cristianismo y la creaci�n de una prostituta como el diosa de la raz�n en la iglesia catedral de Par�s, y la difusi�n actual de la infidelidad y el ate�smo, son los precursores del anticristo; pero contienen solo algunas de sus caracter�sticas, no todas. De manera similar, Dean Alford observa: "Aunque mil ochocientos a�os m�s tarde, nos mantenemos firmes, con respecto a esta profec�a, donde estaba el ap�stol; el d�a del Se�or no est� presente, y no llegar hasta que se manifieste el Hombre de Pecado; el misterio de la iniquidad sigue funcionando y muy avanzado en su funcionamiento; el inmovilizador sigue obstaculizando. Y pregunt�monos: �qu� nos representa esto? �No es indicativo de un estado en el que la ilegalidad est� trabajando, por as� decirlo, bajo tierra, debajo de la superficie de las cosas, ganando a lo largo de estas edades m�s fuerza expansiva, m�s poder acumulado, pero a�n oculto e inconcentrado. �Y no podr�amos mirar, en el progreso de tal estado? de cosas, para las repetidas encarnaciones menores de esta anarqu�a, los muchos anticristos ( 1 Juan 2:18) surgieron aqu� y all� en diferentes pa�ses, la apostas�a avanzando y creciendo, al igual que hubo de Cristo tipos frecuentes y mino r encarnaciones antes de que �l viniera en la carne? As�, en el papado, donde se combinan muchas de las caracter�sticas prof�ticas, vemos, por as� decirlo, una encarnaci�n permanente y el tipo del Anticristo final, en las notables palabras de Gregorio Magno, el precursor Anticristo; y en Ner�n, y en cada perseguidor cuando se levant�, y Mahomet, y Napole�n, y muchas otras formas y agencias del mal, otros tipos y ejemplos m�s transitorios de �l "." Y el obispo Ellicott comenta: "El adversario es el Anticristo , no un mero conjunto de principios o sucesi�n de oponentes, sino una sola persona, siendo tan verdaderamente hombre como aquel a quien se opone impunemente ". Y observa:" El principio restrictivo es el poder de un gobierno humano bien ordenado, los principios de legalidad como opuesto a los de la anarqu�a, de los cuales el emperador romano fue la encarnaci�n y manifestaci�n en ese momento ". El obispo Alexander, el Dr. Eadie, Lillie y Riggenbach adoptan puntos de vista similares. Meyrick, en su interesante y exhaustivo art�culo sobre" Anticristo, "en el ap�ndice del 'Diccionario de la Biblia' de Smith, expresa as� su punto de vista de la suma de las ense�anzas de las Escrituras con respecto al Anticristo:" Parece que desde el �tero de la Iglesia corrupta se desarrollar� un Anticristo individual, que siendo himse Si es un burl�n y un contendiente de todas las religiones, seguir� actuando como patr�n y defensor de la Iglesia corrupta, y obligar� a los hombres a someterse a su influencia por la fuerza del brazo secular y por medio de persecuciones sangrientas. Unir� a los viejos enemigos, la superstici�n y la incredulidad, en un ataque combinado contra la libertad y la religi�n. Tendr� el poder de realizar milagros mentirosos y almas seductoras, siendo la encarnaci�n de lo sat�nico como algo distinto de la brutal maldad ". O, como dice Lange," el Anticristo puede proceder de una coalici�n entre el absolutismo completo y el radicalismo completo ".

Por supuesto, de acuerdo con este punto de vista, siendo el cumplimiento a�n futuro, no podemos aplicar a su verdad o falsedad las caracter�sticas que nos da la profec�a misma. Parece ser la doctrina uniforme de la Escritura, como se ve tanto en las profec�as del Antiguo Testamento como del Nuevo, que antes de la consumaci�n de todas las cosas habr� una lucha final y desesperada entre los principios del bien y el mal. La revuelta contra todo gobierno y autoridad, la propagaci�n del nihilismo, el aumento de la infidelidad y el agnosticismo, la proclamaci�n incontenible del ate�smo y el apoyo que se le da en el mundo cient�fico y pol�tico, la deificaci�n del materialismo, son todos los precursores del Anticristo. Solo puede requerir una disoluci�n del orden y una corrupci�n de la moral, mayor y m�s universal que la que ocurri� en la gran Revoluci�n Francesa, para anunciar la llegada del Hombre de Pecado, quien, en medio de la confusi�n, se apoderar� del cetro de dominio. Podemos representarlo como un individuo, un hombre con m�s habilidades de mando y mucha m�s maldad que el primer Napole�n; quien domine al mundo, y en el apogeo de su impiedad y ambici�n proclame su ate�smo, y ese hombre mismo es Dios. No podemos penetrar en el futuro, pero podemos estar seguros de que, si tal estado de cosas ocurriera, no se puede dudar de la victoria final del bien sobre el mal; El soplo del Se�or es suficiente para derrocar el reino del Anticristo y desconcertar todas sus pretensiones. "A quien el Se�or matar� con el aliento de su boca, y aniquilar� ante la aparici�n de su venida".

Información bibliográfica
Exell, Joseph S; Spence-Jones, Henry Donald Maurice. "Comentario sobre 2 Thessalonians 2". Los Comentarios del Púlpito. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/tpc/2-thessalonians-2.html. 1897.