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Bible Commentaries
Ezequiel 43

Los Comentarios del PúlpitoLos Comentarios del Púlpito

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Versículos 1-27

EXPOSICI�N

La consagraci�n del nuevo templo por la entrada en �l de la gloria del Dios de Israel ( Ezequiel 43:1), y una descripci�n del altar con su dedicaci�n al ritual solemne para el cual estaba en el futuro. ser empleado ( Ezequiel 43:13), formar el contenido del presente cap�tulo y completar la imagen del profeta del futuro santuario de Israel.

Ezequiel 43:1

La consagraci�n del templo por la entrada en �l de la gloria del Dios de Israel.

Ezequiel 43:1

Despu�s, etc. Despu�s de completar la inspecci�n de los recintos del templo ( Ezequiel 42:15), el gu�a del profeta, "el hombre que mide", lo condujo de regreso a la puerta que miraba hacia el este, es decir, a la puerta que conduce hacia el patio exterior desde el este (ver en Ezequiel 40:6), tal vez porque esta era la entrada principal al santuario, pero principalmente porque a trav�s de ella deb�a pasar la inminente teofan�a.

Ezequiel 43:2

Apenas el profeta hab�a ocupado su puesto en o cerca de la puerta cuando la gloria del Dios de Israel (ver en Ezequiel 1:28; Ezequiel 3:23) vino del camino del este, como si tuviera la intenci�n de entrar al templo por la misma puerta por la que se hab�a apartado previamente del templo (comp. Ezequiel, Ezequiel 10:19; Ezequiel 11:22, Ezequiel 11:23). Los topillos que proceden de la teofan�a y se asemejan al ruido de muchas aguas, son posteriores a la LXX. (??? ???? ??? ??????????) por Keil y Smend entendieron que era el sonido producido por el movimiento de las ruedas y el susurro de las alas de los querubines (ver en Ezequiel 1:2, Ezequiel 1:4; Ezequiel 10:5), pero es mejor tomar, con Kliefoth y Hengstenberg, que significa la voz del Todopoderoso, es decir, del Jehov� personal (comp. Apocalipsis 1:15). La declaraci�n de que la tierra brill� con su gloria (comp. Apocalipsis 18:1) ha sido hecha por Havernick, Kliefoth y otros para indicar la ausencia de esa "nube" en la que la gloria de Jehov� apareci� en ambos Tabern�culo de mosaico ( �xodo 40:34, �xodo 40:35) y el templo salom�nico ( 1 Reyes 8:10, 1 Reyes 8:11), y de este modo se�alar las manifestaciones m�s claras y resplandecientes de la Divinidad, que deb�an darse en relaci�n con la nueva dispensaci�n para la que se estaba preparando la "casa" de Ezequiel. Esto, sin embargo, como Keil ha demostrado, no se puede hacer frente a los hechos de que tanto en �xodo como en 1 Reyes "la gloria del Se�or" se usa como sin�nimo de "la nube", y que en la visi�n de Ezequiel "la gloria "y" la nube "estaban igualmente presentes (ver Ezequiel 10:3, Ezequiel 10:4). Kliefoth y Schroder sostienen que "la tierra", que fue iluminada por haber sido "el mundo entero", "toda la regi�n de la humanidad", como en Isa�as 6:3; Isa�as 60:1, etc .; pero no parece ser motivo para apartarse del sentido ordinario de las palabras, que "el camino" del Dios que avanza fue irradiado por el brillo de su gloria material.

Ezequiel 43:3

El profeta identifica la visi�n en la que ahora se ve como la misma que hab�a visto anteriormente en los brazos del Chebar, cuando vino a destruir la ciudad, es decir, cuando, en obediencia al mandato Divino, se puso de pie para anunciar la destrucci�n de Jerusal�n. . Ewald y Smend siguen a la Vulgata. quando venit ut disperderet, al sustituir "�l", Jehov�, por "yo" Ezequiel; pero el cambio es innecesario, ya que el lenguaje del profeta es perfectamente inteligible y bastante correcto, ya que "el profeta destruy� la ciudad idealmente por su profec�a" (Hitzig), y no es inusual que la Escritura represente a un profeta como �l mismo haciendo lo que es. solo se env�a para predecir (comp. Ezequiel 4:2; Ezequiel 32:18; Jeremias 1:10). La raz�n del profeta para presentar esta cl�usula era manifiestamente la misma que ten�a para identificar las visiones: para mostrar que, si bien era el mismo Jehov� que hab�a salido del antiguo templo que ahora volv�a al nuevo, no hab�a nada incongruente en la idea que el que en el pasado se hab�a mostrado un Dios de justicia y juicio al derrocar y destruir lo viejo, en el futuro deber�a exhibirse como un Dios de gracia y misericordia al condescendiente para establecer su morada en lo nuevo. La impresi�n producida en el alma del profeta por su visi�n fue la misma que hab�a producido la primera: cay� sobre su rostro con asombro y asombro.

Ezequiel 43:4, Ezequiel 43:5

Luego, el profeta narra que vio la gloria del Se�or entrar y tomar posesi�n de la "casa", como antes hab�a entrado y tomado posesi�n del tabern�culo y el templo ( �xodo 40:34, �xodo 40:35; 1 Reyes 8:10, 1 Reyes 8:11), y de eso estaba m�s seguro al experimentar inmediatamente despu�s, no un empuj�n del viento, como Luther y Kliefoth traducir, pero un impulso del Esp�ritu (no "un esp�ritu", Ewald, aunque la palabra hebrea quiere el art�culo), que lo levant� del suelo sobre el que hab�a ca�do ( Ezequiel 43:3), lo llev� arriba (ver Ezequiel 2:2; Ezequiel 3:12), y lo llev� al patio interior, exactamente en frente de la "casa", donde, al mirar hacia el interior, vio que la gloria del Se�or llen� la casa, siendo el lenguaje usado en conexi�n con el tabern�culo y el templo.

Ezequiel 43:6

Y lo escuch� (mejor, uno) hablarme desde la casa; y el (literalmente, un) hombre estuvo a mi lado. Surgen dos preguntas: �Qui�n fue el orador? y �Qui�n es el hombre? En cuanto al orador, la respuesta natural es que Aquel que se dirigi� a Ezequiel desde el interior de la "casa" era Jehov� mismo, cuya "gloria" acababa de entrar para tomar posesi�n de la casa, y esta opini�n es adoptada por la mayor�a de los int�rpretes. , aunque Hengstenberg y Schroder consideran al hombre que estaba junto al profeta como el que se dirigi� a �l. En cuanto al hombre, no puede, como sostiene Kliefoth, decidirse �nicamente por la ausencia del art�culo ante "hombre" de que se trataba de una persona diferente del gu�a que hasta ahora hab�a dirigido al profeta y medido el Edificio. El art�culo puede haber sido emitido porque el punto importante a ser registrado no fue la circunstancia de que el "uno" que estaba a su lado era su gu�a quondam, sino el hecho de que este "uno" era un hombre. Que �l tambi�n fuera el viejo director de Ezequiel es al menos una sugerencia natural cuando uno lo encuentra despu�s apareciendo como un medidor con una l�nea en la mano ( Ezequiel 47:3).

Ezequiel 43:7

Existe un debate sobre qui�n era el hablante en el s�ptimo verso, si Jehov� o el hombre, algunos sosteniendo con Kliefoth, Ewald, Smend y Currey, que �l era Jehov�; otros, con Havernick, Keil, Hengstenberg y Schroder, que �l era "el hombre"; y a�n otros, con Plumptre, que no se puede decidir qui�n era. Una cosa est� clara, que si "el hombre" era el orador, sus palabras y mensaje no eran suyos, sino de Jehov�. Sin embargo, a menos que el hombre haya sido el �ngel del Se�or, la visi�n de Hengstenberg y Schroder, siempre parecer� incongruente que se haya dirigido a Ezequiel sin un "As� dice el Se�or". Por lo tanto, la noci�n de que el orador era Jehov� es, quiz�s, la que est� m�s libre de dificultades. El mensaje anunciado o la comunicaci�n hecha al profeta se relacion� primero con el prop�sito de Jehov� al entrar al templo (vers�culos 7-9), y en segundo lugar con su objeto al mostrarle la casa al profeta, a saber. para que se lo muestre a la casa de Israel (vers�culos 10-12).

Ezequiel 43:7

La LXX y la Vulgata divide el verso presente en dos partes, y toma el primero como equivalente a una palabra solemne de consagraci�n, el primero suministra ??????? y el segundo vidisti, "has visto". El Chaldee Targum inserta, hic est locus, "este es el lugar", y al hacerlo es seguido por Lutero y la Versi�n Revisada. Una palabra, es obvio, ya sea un "ver!" o un "he aqu�!" debe interpolarse, al menos en pensamiento, a menos que uno adopte la construcci�n de la Versi�n autorizada, con la cual Smend est� de acuerdo y hace "el lugar de mi trono", etc. ser gobernado por el verbo "profanar" o, con Ewald, colocarlo bajo el r�gimen de "show" en Ezequiel 43:10, arrojando toda la cl�usula de intervenci�n en un par�ntesis largo, un dispositivo que no contribuye a la lucidez De las dos expresiones aqu� empleadas para designar el santuario, no el templo propiamente dicho, sino toda la casa con sus alrededores, el primero, el lugar de mi trono, aunque peculiar de Ezequiel, recibe una explicaci�n de la concepci�n, familiar a los escritores anteriores, de Jehov� como morando entre los querubines ( �xodo 25:22; 1Sa 4: 4; 2 Reyes 19:15; Salmo 80:1; Isa�as 37:16); el �ltimo, el lugar de las plantas de mis pies, era frecuente para denotar el arca del pacto ( 1 Cr�nicas 28:2; Salmo 99:5; Salmo 132:7 ) y el templo ( Isa�as 60:13; Lamentaciones 2:1). La palabra de consagraci�n se expres� en la promesa: Habitar� (en el templo) en medio de los hijos de Israel para siempre, etc. que fue m�s all� de todo lo que se hab�a dicho sobre el tabern�culo de Mois�s o el templo de Salom�n (comp. �xodo 25:8; �xodo 29:45; 1 Reyes 6:13). La segunda parte del vers�culo anuncia cu�l ser�a el resultado de la habitaci�n perpetua de Jehov� en el templo: la casa de Israel ya no contaminar�a su santo Nombre ni por su prostituci�n ni por los cad�veres de sus reyes en sus lugares altos, o, seg�n a otra lectura, en su muerte. Que la prostituci�n signific� idolatr�a (comp. Ezequiel 16:1.) Los comentaristas est�n de acuerdo. Lo que los divide es si esto tambi�n se alude en la cl�usula alternativa. Rosenm�ller, Havernick, Keil, Fairbairn y Plumptre creen que s�, afirmando que los "cad�veres de sus reyes" (comp. Lev�tico 26:30; y Jeremias 16:18) eran despectivos y sat�ricos. designaci�n de los �dolos a los que hab�an servido anteriormente, que la palabra "reyes" se emplea con frecuencia en este sentido en la Escritura (ver Isa�as 8:21; Am�s 5:26; Sofon�as 1:5), y de que el pecado especial se quej�, el de construir altares para los �dolos muertos en la corte misma del templo, hab�a sido practicado por m�s reyes que uno en Jud�; y en apoyo de este punto de vista, se puede instar primero a que sea favorecido por el uso del t�rmino bamoth, o "lugares altos", en el vers�culo 7, y en segundo lugar por la exposici�n ofrecida en el vers�culo 8 de la naturaleza del pecado. Ewald, Hitzig, Kliefoth y Smend, por otro lado, consideran el pecado mencionado en la segunda cl�usula como diferente de lo indicado en la primera, manteniendo que si bien esta era la pr�ctica de contaminar el santuario de Jehov� por idolatr�a que era la profanaci�n de lo mismo por el entierro en sus tribunales de sus reyes muertos. Contra esto, sin embargo, se encuentra el hecho de que no se puede producir una instancia aut�ntica de que el cad�ver de un soberano jud�o haya sido enterrado en el �rea del templo. David, Salom�n, Josafat y otros fueron enterrados en la ciudad de David (1Re 2:10; 1 Reyes 11:43; 1 Reyes 22:50), y exist�a un lugar de sepulcros en el sur. esquina oeste de Sion en los d�as de Nehem�as ( Nehem�as 3:16); pero esto no prueba nada a menos que se tome la colina del templo, como sin duda alguna fue, en un sentido extenso, como inclusivo del Monte Si�n. Del mismo modo, la afirmaci�n de que Manas�s ten�a un lugar de entierro en el jard�n de Uzzah ( 2 Reyes 21:18, 2 Reyes 21:26) no puede aducirse en apoyo de esta vista, a menos que se pueda demostrar que El jard�n de Uza estaba situado en la colina del templo. En general, por lo tanto, el equilibrio de argumentos se inclina a favor de la primera visi�n, aunque implica la introducci�n de un sentido figurado en las palabras.

Ezequiel 43:8

En el establecimiento de su umbral por mis umbrales, etc. El primer "su" solo puede referirse a "la casa de Israel y sus reyes"; el segundo "su" tambi�n puede aludir a estos, pero es mejor tomarlo como se�alando a los "�dolos", cuyos umbrales o templos, seg�n el punto de vista adoptado en el vers�culo anterior, se establecieron en la corte del templo de Jehov�, y as� cerca de este �ltimo que nada se interpon�a entre ellos excepto el muro del templo Smend, que favorece la segunda vista del verso anterior, considera este verso como una queja contra los reyes por haber erigido su residencia real en el Monte Si�n, en las inmediaciones del templo; pero como el palacio de David era m�s antiguo que el templo, no es probable que Ezequiel fuera culpable de pervertir la historia de la manera que implicar�a esta hip�tesis.

Ezequiel 43:9

Ahora perm�tales dejar de lado su prostituci�n, etc. Lo que se acaba de declarar como la consecuencia necesaria de la permanencia de Jehov� en medio de Israel ahora se impone a Israel como un requisito previo indispensable para que Jehov� tome su residencia entre ellos. La teolog�a de Ezequiel a este respecto armoniza con la de los escritores del Antiguo y Nuevo Testamento en general, que invariablemente postulan la pureza del coraz�n y la vida como una condici�n necesaria para que Dios permanezca en el coraz�n, al tiempo que afirman que tal residencia Divina en el coraz�n es el �nico creador seguro de dicha pureza (comp. Ezequiel 18:31; Ezequiel 36:26; Isa�as 1:16, Isa�as 1:25; Isa�as 26:12; Juan 14:23; 2 Corintios 6:17; Santiago 4:8).

Ezequiel 43:10

Muestre (o d� a conocer, es decir, publique la revelaci�n concerniente) la casa a la casa de Israel Para este prop�sito, la visi�n hab�a sido impartida al profeta. Para que se averg�encen de sus iniquidades. Esto explica la raz�n por la cual la visi�n de la casa debe darse a conocer a Israel. Y que midan el patr�n; suma, n�mero o edificio bien proporcionado. Esto explicaba c�mo, al contemplar la casa, Israel ser�a llevado a arrepentirse y avergonzarse de sus iniquidades. No hay fundamento para pensar que el objetivo final que Jehov� ten�a en mente al recomendar a la casa de Israel que notara las proporciones del edificio visionario era, como alegan Wellhausen, Smend y otros, que podr�an reproducirlos en el per�odo posterior al exilio. edificio; si tuvieran que medir, es decir, escanear y meditar sobre las dimensiones justas de la "casa", es que podr�an entender su significado religioso o moral y espiritual, en su conjunto y en detalle.

Ezequiel 43:11

Y si se averg�enzan de todo lo que han hecho. Esto no puede significar que Ezequiel no deb�a mostrar la casa hasta que hayan manifestado una sincera penitencia por la maldad del pasado, ya que lo contrario se acaba de decir, que su arrepentimiento debe fluir de una revelaci�n de la casa para ellos: sino que en el caso de Al presentarles el edificio "bien medido" que despierta en ellos cualquier disposici�n de arrepentimiento y tristeza, entonces el profeta debe proceder a revelarles sus detalles. Primero debe mostrarles la forma de la casa, es decir, la forma externa del edificio, y la moda del mismo, o sus arreglos bien proporcionados y armoniosos; sus salidas y sus entradas, es decir, sus salidas y entradas ( Ezequiel 44:5), y todas sus formas; que solo puede significar las formas de sus varias partes; y todas sus ordenanzas, o regulaciones relacionadas con su uso en la adoraci�n, y todas sus formas, las mismas palabras que arriba, y por lo tanto omitidas por la LXX. as� como algunos manuscritos hebreos y, despu�s de su ejemplo, de Dathe, Hitzig, Ewald, Smend y otros, aunque Keil, Kliefoth, Schroder y otros conservan la cl�usula como genuina y la consideran una ilustraci�n del h�bito de Ezequiel de aglomerando palabras en aras del �nfasis, y todas sus leyes, por las cuales probablemente significaban "las instrucciones contenidas en estos estatutos para la santificaci�n de la vida" (Keil). Adem�s de ensayar lo anterior en la audiencia de la gente, se le orden� al profeta que los escribiera a su vista, si no estaba abierto para entender la "escritura" como explicativa de la forma en que se deb�a hacer la "exhibici�n". .

Ezequiel 43:12

Esta es la ley de la casa. En este caso, "la casa" no debe limitarse al templo propiamente dicho, que consiste en el lugar sagrado y el lugar sant�simo, sino que debe extenderse a todo el espacio libre que abarca el patio exterior, el �rea cuadrangular de tres mil codos cuadrados ( Ezequiel 42:16); y con respecto a esta casa como se define, se declara que la torah, ley o regulaci�n fundamental es la de su santidad completa. Ewald y Smend, como siempre, se unen con la LXX. al conectar "sobre la cima de la monta�a" con "casa"; pero los expositores generalmente est�n de acuerdo en que la cl�usula pertenece a las palabras que siguen: en la cima de la monta�a, todo el l�mite de la misma ronda; y que el pensamiento del profeta es que todo el territorio en la cima de la monta�a incluido dentro de la frontera especificada anteriormente, y no solo el santuario interior, o incluso eso con sus c�maras y cortes, deb�a considerarse como el m�s sagrado, o como un santo de santas, es decir, deb�a consagrarse como lo hab�a sido el adytum m�s interno del tabern�culo y el templo. por la morada de Jehov�. Smend se�ala que "Esta es la ley" es la suscripci�n y suscripci�n habitual de las leyes del c�digo sacerdotal (ver Le Ezequiel 6:9, Ezequiel 6:14; Ezequiel 7:1, 37; 11:46; Ezequiel 12:7; Eze 13: 1-23: 59; 14:54; 15:32); pero no tiene por qu� resultar que el sacerdote. c�digo tom� prestada esta expresi�n de Ezequiel, quien la emplea solo en este verso. La hip�tesis m�s racional es que Ezequiel, �l mismo sacerdote, hizo uso de esta f�rmula, porque la conoc�a como si ya existiera en el llamado c�digo del sacerdote.

Ezequiel 43:13

El templo-altar descrito ( Ezequiel 43:13), y el ritual para su consagraci�n explicado ( Ezequiel 43:18).

Ezequiel 43:13

Las medidas del altar. El altar es ????????????, que antes se mencionaba como parado en el patio interior, inmediatamente frente a la "casa" ( Ezequiel 40:47), el altar del holocausto, y no el altar del incienso en el lugar santo ( Ezequiel 41:22). Sus dimensiones, luego omitidas, ahora se informan en relaci�n con su consagraci�n, que tambi�n se narra como un colgante a la de la "casa", debido a la conexi�n �ntima entre los dos: la consagraci�n del altar es pr�cticamente equivalente a la consagraci�n de la casa, y la consagraci�n de la casa encontrando una expresi�n aproximada en la consagraci�n del altar. Al igual que en las otras partes del templo, as� en esto, las medidas se dan despu�s de los codos, es decir, por o en codos, not�ndose la longitud de cada codo en "un codo y un ancho de mano", como en Ezequiel 40:5. Asimismo, se toman primero desde la base hacia arriba ( Ezequiel 40:13), y luego desde arriba hacia abajo ( Ezequiel 40:16, Ezequiel 40:17). La primera porci�n medida es el fondo; literalmente, el seno (en hebreo, ????, "lo que abraza", de ???? "a abrazar;" LXX; ???????: Vulgata, seno); pero qu� significa exactamente eso se debate entre los int�rpretes. Gesenius piensa en "la parte hueca para el fuego"; Hitzig, de "un marco dando vueltas, un puesto en el que se encontraba el altar"; Kliefoth, de "una profundizaci�n en el anillo de madera en el que se encuentra todo el altar"; Keil, de "un hueco inferior o base del altar, formado por un borde de una altura definida"; Smend, del "canal o canal de la base del altar, que debe recibir la sangre del sacrificio"; Havernick, Currey y Plumptre, de "una base sobre la cual se encontraba el altar". Si no se adopta la noci�n factible de Smend, entonces probablemente la de Hitzig, Kliefoth o Keil casi expresa la concepci�n del t�rmino hebreo. El altar estaba rodeado por un recinto en el que parec�a estar colocado, o fuera del cual levantarse; Las dimensiones de este "stand" o "recinto" son un codo de altura y un codo de ancho, con un borde en su borde redondo de aproximadamente un tramo o medio codo de altura. Este, el stand que se acaba de describir, deber�a ser el lugar m�s alto; literalmente, la espalda; de ah� el soporte, base (versi�n revisada) o elevaci�n, ???? (LXX.) del altar.

Ver dibujo, El altar

La leyenda del altar

A, base.

B, borde.

C, asentamiento inferior.

D, asentamiento superior.

E, "monte de Dios" (harel).

F, "hogar de Dios" (ariel).

H, H, cuernos de altar.

Ezequiel 43:14

Las siguientes medidas que se toman desde el fondo sobre el suelo, es decir, desde el ????, "base" o marco del suelo descrito anteriormente, hasta el asentamiento inferior, es decir, hasta la parte superior de la parte inferior de las dos "terrazas" o recintos, "o" plataformas ", de las cuales consist�a el altar, son dos codos de altura con un codo de ancho; las medidas que siguen, desde el asentamiento menor, es decir, el inferior, al asentamiento mayor, es decir, el superior, son cuatro codos de altura con un codo de ancho.

Ezequiel 43:15

Cabe destacar la palabra altar, que en este vers�culo representa dos t�rminos hebreos distintos, ??????? y ????????, que Gesenius, Hitzig, Ewald, Smend y otros, despu�s de la LXX. (?? ?????), identificar como sin�nimo y traducir por "hogar". Pero el primero solo puede significar "el monte de Dios", mientras que el segundo puede significar "le�n de Dios" o "hogar de Dios". Kliefoth, derivando este �ltimo de ?????, "consumir" y ?????, "un carnero", prefiere como su importaci�n "devorador de carnero"; Hengstenberg, resolviendo en ????? "un carnero", y ??????, "un le�n", propone como su equivalente "carnero-le�n". es decir, "el le�n que consume los carneros para Dios", un diez cari�os estrechamente relacionado con el de Kliefoth. En cualquier caso, los t�rminos aluden a partes del altar: el segundo, Ariel (equivalente al hogar en el que arde el fuego de Dios), seg�n Keil, Kliefoth, y los mejores expositores, es decir, la superficie plana del altar; y el primero, Harel (que transmite las ideas de elevaci�n y santidad), la base sobre la que descansaba. La altura de esta base era de cuatro codos, mientras que desde el hogar se proyectaban cuatro cuernos, como en los altares del tabern�culo mosaico ( �xodo 27:2; �xodo 38:2; Le �xodo 4:7, �xodo 4:18; �xodo 8:15) y templo salom�nico (Salmo 118:27). Si se establece la longitud de estos, como sugiere Kliefoth, a tres codos, entonces la altura total del altar estar� en codos: uno para el fondo del suelo, dos para el asentamiento inferior, cuatro para el superior, cuatro para las bases del hogar, con tres para los cuernos, igual a catorce en total; o, omitiendo los cuernos, de los cuales no se da la longitud, y la base del altar, que se distingue del altar, diez codos en total para el altar propiamente dicho. En cuanto a la importancia simb�lica de los "cuernos", Kurtz, despu�s de Hofmaun y Kliefoth, encuentra esto en la idea de elevaci�n, los "cuernos", como el punto m�s alto en el altar, acercando la sangre puesta sobre ellos m�s cerca de Dios que el en los lados se les roci� la sangre (v�ase 'Adoraci�n sacrificial del Antiguo Testamento', � 13); Keil, despu�s de Bahr, en las nociones de fuerza, belleza y bendici�n, los cuernos de un animal son los puntos en los que se concentra su poder, gracia y plenitud de vida y, por lo tanto, emblemas adecuados de esos puntos en el altar en el que aparece "su significado como un lugar de revelaci�n del poder y la fuerza divinos, de la salvaci�n y la bendici�n divinas" ('Biblische Archaologie,' � 20).

Ezequiel 43:16, Ezequiel 43:17

Las medidas que ahora comienzan se refieren a la amplitud del altar y proceden de arriba hacia abajo. Primero, el altar o hogar de Dios (hebreo, ariel) ten�a doce codos de largo y doce de ancho, es decir, era cuadrado en los cuatro cuadrados (o lados) del mismo, o un cuadrado perfecto (comp. �xodo 27:1; Apocalipsis 21:16). Luego, el asentamiento, o recinto (hebreo, ??) de Ezequiel 43:14, ten�a catorce codos de largo y catorce de ancho en los cuatro cuadrados (o lados) del mismo; los catorce estaban formados por los doce codos del lado del altar-coraz�n con un codo de repisa desde el asentamiento en todas partes. La �nica pregunta es a qu� "asentamiento" se hace la referencia superior o inferior. Algunos expositores, que identifican la gran Azarah con el Harel, es decir, el "asentamiento superior", con "el monte de Dios" o la base del hogar, hacen que la altura del altar sea de solo siete codos desde el suelo hasta el hogar. La creencia general, sin embargo, es que no pueden identificarse as�. Entre los int�rpretes que los distinguen, Kliefoth, con quien Smend est� de acuerdo, sostiene que el "asentamiento" en este vers�culo es el harel, o "monte de Dios", que extendi� (Smend dice con un hek. O "canal�n") un codo en cada lado m�s all� del ariel, o "hogar de Dios", de modo que el "monte de Dios", sobre el cual descansaba el "hogar de Dios", ten�a catorce codos cuadrados. Luego, suponiendo una extensi�n similar de un codo en cada etapa, en la azarah mayor, la azarah menor y el hek, o fondo del suelo, encuentra que la superficie de la azarah mayor es diecis�is, de la azarah menor dieciocho y de el fondo del suelo de veinte codos cuadrados. Keil, con quien Schroder y Currey est�n de acuerdo, objeta que esto implica demasiadas suposiciones arbitrarias, y toma el "acuerdo" de este verso para referirse a la azarah inferior; para que no se requieran medidas adicionales m�s all� de las indicadas en el texto. Si se considera que la superficie cuadrada de la gran azarah es la misma que la del harel, de modo que sus lados eran continuos, entonces, cuando el "fondo del suelo" extend�a un codo en cada lado m�s all� del azarsh inferior, el altar en su base era un cuadrado de diecis�is codos. Comparando ahora estas medidas con las del altar del holocausto en el tabern�culo y el templo, uno encuentra que el primero ten�a solo cinco codos cuadrados y tres codos de alto ( �xodo 27:1), mientras que el �ltimo ten�a veinte codos amplio, pero solo de diez codos de alto ( 2 Cr�nicas 4:1), lo que despierta la sospecha de que los diferentes puntos de vista mencionados anteriormente han sido influenciados insensiblemente por un deseo por parte de sus autores de armonizarlos con las mediciones de templo. Pero no parece haber suficientes razones por las cuales las medidas del altar de Ezequiel deber�an haber coincidido con las de Salom�n en lugar de con las de Mois�s, el borde (o parapeto) de medio codo que rodeaba la repisa, o el fondo, de un codo, al pie de la azara inferior, estaba claramente dise�ado, no para la protecci�n del sacerdote que oficiaba, sino para adorno. Las escaleras (o escalones), cuya menci�n cierra la descripci�n, marcan un alejamiento, no del patr�n del templo salom�nico, en el que el altar debe haber tenido escalones, sino del patr�n del tabern�culo, en el cual los escalones del altar fueron rechazados ( �xodo 20:26) y no exist�an ( �xodo 38:1). Pero si, como afirma la tradici�n jud�a, el altar exiliado de plagas no ten�a escalones como el de Ezequiel, al haber sido alcanzado por un plano inclinado, porque en el llamado libro de los pasos del pacto estaban prohibidos, �c�mo armoniza esto con la teor�a de que El templo de visi�n de Ezequiel fue dise�ado como un modelo para el templo post-exilio. �Y por qu�, si el c�digo del sacerdote era la composici�n de un escritor que trabajaba en el esp�ritu y en las l�neas de Ezequiel, deber�a haber omitido asignar pasos al altar del tabern�culo?

Ezequiel 43:18

Las ordenanzas del altar. Estas no eran las regulaciones para la adoraci�n sacrificial que se realizar�a despu�s en este altar, sino los ritos que se deben observar en su consagraci�n cuando llegue el d�a de su construcci�n. Como el altar en el tabern�culo ( �xodo 29:1; Le Exo 8:11 -33), y el del templo de Salom�n ( 1 Reyes 8:63-11; 2 Cr�nicas 7:4), as� fue esto en la "casa" de Ezequiel dedicada por un ceremonial especial antes de ser puesta en uso ordinario. El ritual particular observado por Salom�n no se describe en detalle; pero una comparaci�n entre lo ordenado y practicado por Mois�s con lo revelado y publicado por Ezequiel muestra que, si bien en algunos aspectos estuvieron de acuerdo, en otros detalles importantes difer�an. En ambos, la ceremonia consisti� en gran medida en ofrecer sacrificios y untar sangre, y dur� siete d�as; pero en el primero, la ceremonia fue realizada exclusivamente por Mois�s, consisti�, adem�s de lo anterior, en una unci�n del altar, los utensilios sagrados y el tabern�culo mismo con aceite, y se asoci� con la consagraci�n de los sacerdotes; mientras que en el �ltimo, adem�s de algunas variaciones en las v�ctimas de sacrificio, que se observar�n en el curso de la exposici�n, los sacerdotes deben tener una parte activa: no debe haber unci�n con aceite, ni consagraci�n de los sacerdotes, el sacerdocio siendo asumido como ya existente. Si en el ritual de Ezequiel no se mencionaba una limpieza del santuario (la de Ezequiel 45:18 refiri�ndose a una facilidad especial), sino solo del altar, eso se explicaba suficientemente por la circunstancia de que Jehov� ya estaba en la casa." La cl�usula final, para ofrecer ofrendas quemadas al respecto, y para rociar sangre al respecto, indica el prop�sito para el cual se usar�a el altar.

Ezequiel 43:19

Dar�s a los sacerdotes. Este mandato, dirigido a Ezequiel, no como el representante del pueblo o de los sacerdotes (Smend), sino como el profeta de Jehov�, dej� en claro que Ezequiel no deb�a actuar en la futura consagraci�n del altar solo como Mois�s. hizo en la dedicaci�n del altar del tabern�culo, pero que los sacerdotes deb�an cumplir su parte en el ceremonial. Si algunas expresiones, como el uso de "t�" en este y los siguientes vers�culos, parecen sugerir que Ezequiel solo debe oficiar, el empleo de "ellos" en los vers�culos 22, 24, 25, 26 indica claramente que la participaci�n de Ezequiel en el ceremonial deb�a realizarse a trav�s de los sacerdotes. Y, de hecho, si el templo era un patr�n dise�ado para convertirse en un edificio real despu�s del regreso del cautiverio, como sostiene la cr�tica m�s reciente, es evidente que no se pod�a esperar que Ezequiel tuviera algo que ver con su erecci�n. Los levitas que son de la semilla de Sadoc. Los asistentes de Ezequiel y los sacerdotes oficiantes en el nuevo altar no deb�an ser todo el cuerpo del sacerdocio lev�tico, sino aquellos que solo derivaron su descendencia de Zadok (ver en Ezequiel 44:15). Un joven buey para una ofrenda por el pecado. Con la ofrenda de esto, el ritual comenz�, como en �xodo 29:1, �xodo 29:10 y Le �xodo 8:14 (comp. Ezequiel 45:18) . Es observable que en el c�digo lev�tico un buey joven, es decir, un buey en pleno vigor de la juventud, se designa como la ofrenda por el pecado necesaria para el sacerdote, es decir, el sumo sacerdote, que era la cabeza y representante de la gente.

Ezequiel 43:20

Y tomar�s su sangre, y la pondr�s. La aplicaci�n de la sangre de la v�ctima sobre y sobre el altar formaba parte integral de cada ofrenda expiatoria; pero "mientras que en todos los otros tipos de sacrificios la sangre se derram� indiferentemente alrededor del altar de la corte delantera, en la ofrenda por el pecado no deb�a ser rociada, para que la intenci�n no se pasara por alto, sino que se untara con el dedo sobre los cuernos del altar ('Y el sacerdote pondr� la sangre sobre los cuernos,' Le Ezequiel 4:7, 18, 25, 30, 34). En el presente caso, la sangre deb�a ser cuidadosamente puesta sobre el cuatro cuernos del altar, la �nica parte manchada de sangre en la consagraci�n mosaica ( �xodo 29:12), las cuatro esquinas del asentamiento, o azarah, pero si el mayor o menor se deja sin decidir, sin embargo con toda probabilidad fue lo que se menciona en Ezequiel 43:17, si no ambos, y el borde alrededor, y el efecto de esta mancha con sangre deber�a ser limpiar y purgar, o hacer expiaci�n por , el altar; no para la gente, como interpreta Havernick, diciendo, "sin un altar expiado, sin personas expiadas (ohne entsuhnten Altar, kein e ntsuhntes Volk) ", pero para el altar, ya sea, como sugiere Kliefoth, porque, al estar hecho de una parte de la tierra y el mundo pecaminosos, requer�a ser santificado, o porque, como Plumptre lo prefiere, los pecados de las personas que tienen sido, por as� decirlo, transferido a �l, necesitaba limpieza.

Ezequiel 43:21

Como una etapa posterior de la ceremonia, el becerro de la ofrenda por el pecado, es decir, el cad�ver de la v�ctima, deb�a ser quemado por Ezequiel o el sacerdote que actuara por �l en el lugar designado de la casa, sin el santuario, como en el mosaico. c�digo se prescribi� que la carne del buey, con su piel y esti�rcol, se quemara sin el campamento ( �xodo 29:14; Le �xodo 4:12, �xodo 4:21; �xodo 9:11, �xodo 9:15; comp. Hebreos 13:13). Al principio, Ewald busc� el lugar aqu� mencionado en las cocinas de sacrificio ( Ezequiel 46:19), que no pod�a ser, ya que pertenec�an al "santuario" en el sentido m�s estricto; Sin embargo, desde entonces adopt� la opini�n de Kliefoth, que sin duda es correcta, que el "lugar de la casa, sin el santuario" significaba la gizrah, o lugar separado ( Ezequiel 41:12), que era un parte de la "casa" en el sentido m�s amplio, y sin embargo no pertenec�a al "santuario" en el sentido m�s estricto. Smend piensa en el migrash, "suburbios" o "espacios abiertos", que rodeaban los recintos del templo ( Ezequiel 45:2); y estos ciertamente estaban sin el santuario, mientras que tambi�n fueron designados para el lugar sagrado, y podr�an haber sido designados, como aqu�, miphkadh, como siempre bajo la inspecci�n de los vigilantes del templo. El hecho de que en los tiempos posteriores al exilio una de las puertas de la ciudad se llamara Hammiphkadh ( Nehem�as 3:31) respalda esta opini�n. Que en este "lugar designado" se deber�a consumir el cad�ver del becerro fue una desviaci�n del ritual mosaico, que prescribe que las porciones de grasa se quemen en el altar, y el resto se coma como una comida de sacrificio (Le Ezequiel 4:10, 26, 35; Ezequiel 7:15, 81; Deuteronomio 12:7, Deuteronomio 12:17, Deuteronomio 12:18). Keil parece pensar que las porciones gordas pueden haberse quemado sobre el altar, aunque no se menciona as�, y que solo se mencionaron "esos puntos" "en los que tuvieron lugar desviaciones del ritual ordinario".

Ezequiel 43:22

El ceremonial del segundo d�a debe comenzar con la ofrenda de un cabrito (m�s bien, una cabra) sin mancha por una ofrenda por el pecado, el ritual observado es probablemente el mismo que el del d�a anterior. La sustituci�n de un "macho cabr�o", la ofrenda por un gobernante que peca ( Lev�tico 4:23, Lev�tico 4:24), en lugar de un "becerro joven", que form� el primer d�a ofrenda, fue una desviaci�n del ritual prescrito para la consagraci�n del altar mosaico y el sacerdocio ( �xodo 29:36). El objeto de la ofrenda del "macho cabr�o" era el mismo que el de la ofrenda del "buey", a saber. para limpiar el altar; sin embargo, no como si la limpieza del d�a anterior hubiera sido insuficiente y requiriera ser complementada, o ya se hubiera vuelto ineficiente como para pedir una renovaci�n, sino en el sentido de recordar el significado y la impresi�n del ceremonial del d�a anterior, y as� en una manera de vincularlo con los diversos ritos de los d�as siguientes.

Ezequiel 43:23, Ezequiel 43:24

La presentaci�n de una ofrenda quemada al Se�or era el siguiente elemento en el ritual que deb�a observarse. El material que lo compone debe consistir en un becerro joven sin imperfecciones, como en el cedro de sacrificio ordinario (Le Ezequiel 1:3, Ezequiel 1:4, Ezequiel 1:5) y un carnero del reba�o sin mancha, como en la consagraci�n de los sacerdotes ( �xodo 29:18) y del altar (Le Ezequiel 8:18). Las personas que lo presentan deben ser el profeta, t� y los sacerdotes, ellos, como sus representantes. El modo de ofrenda debe ser quemando, el acto distintivo de una ofrenda quemada, como el de una ofrenda por el pecado, y el de una ofrenda de paz, la comida sacrificial, y echando sal sobre el cad�ver, una caracter�stica en cada ofrenda de carne. ( Lev�tico 2:13), y aqu� se agreg� probablemente para intensificar la idea de purificaci�n. "En la propiedad corrosiva y antis�ptica de la sal se esconde algo de la naturaleza purificadora y consumidora del fuego; de ah� que el Redentor, en Marco 9:49, combine la salaz�n del sacrificio con el fuego purificador de la abnegaci�n. ". El significado de esto debe ser una expresi�n de completa entrega a Jehov�, como el resultado necesario del acto antecedente de expiaci�n. El momento de su presentaci�n debe ser inmediatamente despu�s de la limpieza del altar en el segundo d�a, y presumiblemente tambi�n en los d�as siguientes. Es dif�cil decidir si la ofrenda quemada fue, como sostiene Keil, o no fue, como sostiene Kliefoth, ofrecida tambi�n el primer d�a, aunque la opini�n anterior tiene, quiz�s, la mayor�a a su favor. El ritual mosaico siempre ordenaba que se ofreciera una ofrenda quemada como secuela de la ofrenda por el pecado (comp. �xodo 29:14, �xodo 29:18, con Le �xodo 8:14, �xodo 8:18; y ver Kurtz, 'Sacrificial Worship of the Old Testament,' � 86); y, de acuerdo con esto, Marco 9:23 y Marco 9:24 siguen naturalmente a Marco 9:19, Marco 9:22 se interpone debido a la variaci�n en la ofrenda por el pecado para el segundo d�a.

Ezequiel 43:25

Siete d�as. Hitzig los considera adicionales al primer ( Ezequiel 43:19) y al segundo ( Ezequiel 43:22) d�as; Kliefoth comienza con el segundo; Keil, Schroder, Currey y la mayor�a de los expositores los toman como inclusivos del primero y el segundo. La propuesta de Hitzig puede dejarse de lado, ya que no puede mantenerse sin borrar "har�s expiaci�n por ella" en Ezequiel 43:20, y la primera mitad del presente verso. A favor de la opini�n de Kliefoth, se puede instar a que el primer d�a parezca destacarse de los dem�s, y se distinga por el car�cter peculiar de su ofrenda: un becerro joven para una ofrenda por el pecado, sin ninguna ofrenda quemada acompa�ante; que las ofrendas en el segundo y siguientes d�as son iguales, un macho cabr�o y un carnero; que en cada uno de los siete d�as se menciona una cabra para una ofrenda por el pecado, mientras que el primer d�a fue un buey joven que fue asesinado; y que en Zacar�as 3:9 ocurre una alusi�n a lo que parece un d�a especial como este primer d�a de Ezequiel. En apoyo de la interpretaci�n de Keil, se afirma que los siete d�as deb�an emplearse para purgar o hacer expiaci�n y purificar el altar, que al menos en parte era (incluso admitiendo una distinci�n de significado entre ?????? y ?????) el negocio del primer d�a; que la declaraci�n general en el vers�culo 20 sobre una cabra para una ofrenda por el pecado en los siete d�as admite una calificaci�n f�cil por la declaraci�n previa en el vers�culo 19; y que siete d�as era la duraci�n normal de las solemnidades religiosas seg�n la Ley (ver Lev�tico 8:33; 1Re 8:65; 2 Cr�nicas 7:8, 2 Cr�nicas 7:9).

Ezequiel 43:26

Ellos purgar�n el altar. Smend piensa que es extra�o que solo se mencione aqu� la purificaci�n del altar, mientras que la del santuario se menciona m�s adelante ( Ezequiel 45:18), y encuentra en esto una explicaci�n (al menos, tal vez) de la hecho de que en �xodo 29:36 solo se informa la consagraci�n del altar mosaico, no del tabern�culo mosaico. Es probable que el autor de �xodo 29:36 haya copiado a Ezequiel, pero no explica por qu� Ezequiel puede no haber copiado al autor de �xodo 29:36. Y se consagrar�n; m�s correctamente, ellos, es decir. los sacerdotes lo consagrar�n; literalmente, llena su mano. La frase, ?????????, "llenar la mano de uno", sc. con regalos, ocurre con referencia a Jehov� ( �xodo 32:29; 1 Cr�nicas 29:5; 2 Cr�nicas 29:31). Tambi�n se emplea en el sentido de llenar la mano de otro, como p. de un sacerdote, con dones de sacrificio, cuando es instituido en su oficio sagrado ( �xodo 28:41; �xodo 29:9; Le �xodo 21:10; comp, Le �xodo 8:27). Aqu� la mano que se debe llenar es la del altar, que se personifica para el prop�sito (compare el uso de los t�rminos "seno" y "labio" en relaci�n con el altar). El significado es que el altar, en su consagraci�n, debe tener una gran cantidad de regalos, para simbolizar que la ofrenda de tales regalos fue el trabajo para el cual fue apartado, y que nunca deber�a estar sin ellos.

Ezequiel 43:27

El octavo d�a, y as� adelante. Omita "as�". Con este d�a debe comenzar el servicio de sacrificio regular. En adelante, los sacerdotes deben ofrecer sobre el altar las ofrendas quemadas y las ofrendas de paz del pueblo. Keil explica la omisi�n de las ofrendas por el pecado, en el principio de que las "ofrendas quemadas" y las "ofrendas de paz" eran "los sacrificios principales y m�s frecuentes, mientras que las ofrendas por el pecado y las ofrendas de carne estaban impl�citas en ellas"; Kliefoth agregando que Ezequiel 44:27, Ezequiel 44:29; Ezequiel 45:17, Ezequiel 45:19, Ezequiel 45:22, Ezequiel 45:23, Ezequiel 45:25; y Ezequiel 46:20 muestra que no se puede inferir que las ofrendas por el pecado ya no se ofrecieran en este altar. Al mismo tiempo, la prominencia dada a "quemado" y "paz" a diferencia de las "ofrendas por el pecado" puede, como sugiere Schroder, haber se�alado el hecho de que los sacrificadores que deber�an usar este altar ser�an "un pueblo en un estado de gracia ", a quien Jehov� estaba dispuesto a decir, te aceptar�, no solo tus ofrendas, sino tambi�n tus personas; y no estos por eso, sino por el contrario, estos a causa de estos. La idea de Kliefoth, que el primer d�a simbolizaba el futuro d�a del sacrificio de Cristo, que los siete d�as intermedios (seg�n su hip�tesis) se�alaban el per�odo de la Iglesia Cristiana, y que el octavo d�a esperaba el tiempo del fin, aunque no sin elementos de verdad, est� abierto a esta objeci�n, que en el per�odo de la Iglesia cristiana no deber�a haber "m�s sacrificio por el pecado"; y, sin embargo, como admite Kliefoth, despu�s se realizar�an "ofrendas por el pecado" sobre este altar.

HOMIL�TICA

Ezequiel 43:2

La gloria del Dios de Israel.

La gloria visionaria que deslumbr� a los ojos del vidente embelesado no es m�s que una sugerencia terrenal de esa gloria inefable en la que el Dios invisible siempre est� vestido. Podemos tomar la manifestaci�n de la gloria como un tipo y una sugerencia de esa maravilla superior.

I. EN QU� CONSISTE LA GLORIA DEL DIOS DE ISRAEL.

1. El resplandor de la luz celestial. La gloria es como la refulgencia de la luz del sol, la emisi�n de rayos de esplendor desde la fuente central de luz.

(1) Es la verdad perfecta. Se excluyen todos los errores y falsedades. Dios habita en conocimiento infinito, sabidur�a y veracidad.

(2) Es la santidad absoluta. Ninguna mancha o mancha de pecado toca la suprema pureza de Dios.

(3) Es amor infinito. La gloria de Dios se ve m�s en su bondad. Por maravillosas obras de gracia �l manifiesta su gloria.

(4) Es una alegr�a indescriptible. El gozo de la verdad, la santidad y el amor deben habitar siempre en el coraz�n de Dios. Dios sonr�e sobre sus criaturas: esa es su gloria.

2. La riqueza de las voces celestiales. "Su voz era como el ruido de muchas aguas". Dios ha roto el silencio de la eternidad. Ha llamado a sus hijos perdidos y descarriados. Con variedad de palabras y de verdad, Dios ha hecho o�r su voz. Su mensaje del evangelio es su gloria.

II C�MO APARECE LA GLORIA DEL DIOS DE ISRAEL. Ezequiel vio la gloria amanecer en el este como la luz pura y brillante de un sol naciente.

1. No siempre fue manifiesto. Hab�a habido una noche anterior a este alegre amanecer. Hab�a habido d�as oscuros en el cautiverio, cuando incluso el resplandor de Dios parec�a estar atenuado.

(1) En la historia del mundo ha habido edades terribles y en blanco, de las cuales toda la gloria Divina parece haber sido excluida.

(2) En la experiencia individual hay d�as tristes cuando el alma exclama: "Dios m�o, Dios m�o, �por qu� me has desamparado?"

2. Se hace manifiesto.

(1) Al mundo, en Cristo, que manifest� la gloria de su Padre. As�, San Juan dice: "Y vimos su gloria, la gloria del Unig�nito del Padre" ( Juan 1:14).

(2) Al individuo, por fe. Cuando realmente buscamos el brillo del rostro de Dios en Cristo, y confiamos en su gracia, surge una luz en la oscuridad, y aparece la gloria de Dios.

III. LOS RESULTADOS QUE SIGUEN A LA MANIFESTACI�N DE LA GLORIA DEL DIOS DE ISRAEL. "Y la tierra brill� con su gloria". Este resplandor no se limit� a las regiones celestiales. No era un vano espect�culo exhibido entre las nubes. Lleg� al mundo como un brillo para las cosas terrenales. Este es siempre el caso con las manifestaciones de la gloria de Dios. Es especialmente as� con Cristo que "tabern� entre nosotros", y as� trajo la gloria celestial para habitar en la tierra. El resplandor de la verdad y la bondad de Dios hace un nuevo d�a para el mundo. Ya se refleja en vidas purificadas y alegres; se ver� plenamente en una renovaci�n de todo el rostro de la sociedad. Lo que parece ser m�s remoto y poco pr�ctico se asocia as� m�s estrechamente con las necesidades y esperanzas de la humanidad. El mundo lamenta y desespera por la falta de m�s visiones de la verdad y la bondad divinas. El d�a perfecto ser� cuando esta luz brille en los lugares m�s oscuros de la tierra, es decir, cuando todos los hombres hayan recibido "el glorioso evangelio del Dios bendito".

Ezequiel 43:3

Dios lo mismo en juicio y en misericordia.

El punto notable de este vers�culo radica en el hecho de que Ezequiel no pudo detectar ning�n cambio en la manifestaci�n de la gloria Divina cuando compar� la nueva apariencia que anunciaba la gran redenci�n de Israel con la aparici�n anterior que precedi� a la denuncia de la ira y la fatalidad. Dios es el mismo en ambos casos.

I. EL HECHO. Esto tiene dos lados: uno relacionado con el tiempo del juicio y el otro relacionado con el per�odo de redenci�n.

1. La misericordia de Dios no se pierde en el juicio. �l fue glorioso cuando lleg� a juicio, y un elemento esencial de la gloria de Dios es su amor inefable. Puede que no veamos el amor en la ira, pero est� presente, porque "a quien el Se�or ama, castiga" ( Hebreos 12:6). Dios no cambia su naturaleza porque los hombres pecan, ni deja de anhelar a sus pobres hijos ca�dos con infinita piedad porque se ha vuelto bueno que los hiera en su gran ira.

2. La justicia de Dios no se pierde en la redenci�n. No pierde nada de la gloria de su santidad al salvar a los pecadores. Cristo vino a "magnificar la Ley y hacerla honorable" ( Isa�as 42:21). Se honra la justicia

(1) en la Persona de Cristo, nuestro gran Representante, quien ofreci� su alma pura e inmaculada como un sacrificio perfecto a Dios;

(2) en la liberaci�n del hombre del pecado. La justicia misma desea un fin del pecado m�s que el mero castigo, que no es m�s que un medio para ese fin. As�, la gloria de la santidad de Dios se manifiesta m�s cuando redime al hombre del pecado y lo conduce a una vida nueva y santa.

II SUS CONSECUENCIAS

1. No hay escapatoria de la ley de justicia. Los sujetos de un aut�crata cambiante observan su estado de �nimo voluble y se esfuerzan por aprovechar los momentos afortunados cuando parece estar en un buen agotamiento, a fin de obtener alg�n favor de �l. No se necesitan tales maniobras, ni pueden ser de ninguna utilidad, cuando los hombres buscan la gracia de Dios. Por un lado, siempre est� dispuesto a salvar y bendecir; por otro lado, nunca es negligente en cuanto a los grandes principios de justicia. Nunca podemos evadir sus leyes.

2. No hay raz�n para desesperarse debido a la ira de Dios contra el pecado. Esa ira siempre la sinti� Dios, aunque no siempre fue percibida por el hombre. "Dios est� enojado con los malvados todos los d�as" (Salmo 7:11). Sin embargo, Dios ha mostrado amor continuo y ha realizado repetidos esfuerzos de misericordia para salvar a sus hijos ca�dos. No ha cambiado hacia nosotros porque ha velado su misericordia y ha mostrado su ira por una temporada. El mismo Padre siempre justo y siempre misericordioso que en un momento golpea con ira y en otro salva en gracia, actuar� con nosotros tal como lo hacemos con �l. Con el pervertido te mostrar�s pervertido, etc. (Salmo 18:26). Por lo tanto, nuestra parte es ser claro y directo con Dios, simplemente confiando en su gran amor y esforz�ndonos honestamente por cumplir su santa voluntad.

Ezequiel 43:5

Lleno de gloria.

I. LA GLORIA DE DIOS EN EL TEMPLO. Ezequiel vio el templo lleno de la gloria de Dios. Esto fue solo una visi�n; pero se predijo con respecto al templo reconstruido que la gloria de la �ltima casa deber�a exceder la de la primera ( Hageo 2:9). Sin embargo, mientras los j�venes se regocijaban al ver la nueva estructura, los viejos lloraban al recordar el mayor esplendor del templo de Salom�n, que Nabucodonosor hab�a destruido ( Esdras 3:12, Esdras 3:13) . Sin embargo, se prometi� que, aunque en materiales y arquitectura, el templo de Zorobabel podr�a ser inferior al de Salom�n; exist�a este privilegio �nico reservado para el nuevo edificio: el mismo Se�or deber�a aparecer de repente en �l ( Malaqu�as 3:1). Esta promesa se cumpli� en el advenimiento de Cristo ( Lucas 2:27).

II LA GLORIA DE DIOS EN LA IGLESIA. La hermandad espiritual de los cristianos, la Iglesia de Cristo, ha tomado el lugar del templo de la econom�a jud�a ( 1 Corintios 3:16; Efesios 2:21). Ahora Dios ha manifestado su gloria en la Iglesia, ya que se ve en la exhibici�n de gracias cristianas, de modo que ella es como una ciudad situada en una colina que no se puede ocultar. Pero el brillo o la oscuridad de esta gloria ser�n solo proporcionales a la semejanza de Cristo o la mundanalidad de la Iglesia. Mientras m�s del Esp�ritu de Cristo haya en este gran templo, mayor ser� la gloria de Dios all�. Se ha buscado su gloria en tama�o, n�meros, riqueza, poder, influencia, intelecto; en sus hijos de genio y sus obras de importancia mundana. Pero estas cosas no revelan la gloria de Dios. Cristo es la gloria de la Iglesia: "Cristo en ti, la esperanza de gloria" ( Colosenses 1:27).

III. LA GLORIA DE DIOS EN EL MUNDO. Ezequiel vio la tierra ancha en llamas con el resplandor de la gloria celestial (vers�culo 2). Pero esta gloria se concentr� en el templo. Dios tiene un brillo para todos los hombres, pero la mejor luz para aquellos que buscan su presencia cercana. El mundo ahora revela la gloria de Dios en la creaci�n y en la providencia. Cuando el mundo sea llevado a los pies de Jesucristo, disfrutar� de la gloria m�s rica y plena de Dios en Cristo. Incluso ahora, en la medida en que un esp�ritu de Cristo se extiende por la sociedad, una nueva luz amanece sobre el viejo mundo cansado. Se acerca el d�a en que la tierra estar� llena de su gloria. Ese ser� el d�a de la redenci�n perfecta de la tierra y la bendici�n perfecta del hombre.

IV. LA GLORIA DE DIOS EN EL ALMA. La gloria de Dios viene a la Iglesia y al mundo al entrar primero en almas individuales. Para los m�s oscuros y m�s tristes, esta alegr�a y apret�n aparecer�n cuando se abra la puerta enrejada al Hu�sped que est� tocando y esperando gentilmente la admisi�n. No hay gloria igual a la que traer� su llegada. Podemos pensar mucho en las riquezas, la popularidad, el intelecto y el poder. Pero la mayor gloria de una vida humana es la gloria de la bondad. La mayor ambici�n deber�a ser vivir una vida buena y �til. La aureola de Cristo rodea esa vida.

Ezequiel 43:10

La bondad que lleva al arrepentimiento.

El pueblo de Israel debe ver el nuevo templo para que se averg�encen de sus iniquidades. La bondad de Dios al restaurar el templo los inducir� a mirar con nuevo horror sus viejos pecados. As�, la bondad de Dios en la vida en general, y en el evangelio de Cristo, deber�a llevar a los hombres a ver el mal de sus caminos y a arrepentirse de �l.

I. La bondad de Dios precede al arrepentimiento del hombre. El pleno disfrute de esa bondad no es posible para aquellos que a�n viven en pecado. El hijo pr�digo no puede disfrutar del ternero gordo antes de volver a s� mismo, o se levanta y vuelve con su padre. Pero mucho antes de que se haga cualquier movimiento del lado del pecador para regresar, Dios est� preparando el camino para �l. El pastor busca las ovejas errantes. La mujer barre por la pieza de plata perdida. Incluso en el Ed�n, en el descubrimiento de la ca�da, Dios prometi� un evangelio y una victoria ( G�nesis 3:15). La compasi�n de Dios por Israel en Egipto se dio a conocer a Mois�s en el monte antes de que la gente hiciera cualquier esfuerzo para escapar. Cristo vino a un mundo que incluso no estaba dispuesto a recibirlo, pero vino para la salvaci�n del mundo. El evangelio ahora se ofrece con demasiada frecuencia a oyentes poco dispuestos. Dios ahora espera ser amable.

II LA REVELACI�N DE LA BONDAD DE DIOS MUESTRA LA NECESIDAD DEL ARREPENTIMIENTO.

1. Debe revelar nuestro pecado.

(1) Por el contrario. Dios es bueno con nosotros, mientras que nos portamos mal con �l. Seguramente deber�amos ver lo triste que es vivir en rebeli�n contra un Dios amable. As�, la terrible culpa de la ingratitud se agrega a otros pecados.

(2) Por la manera de la revelaci�n. Es una revelaci�n en santidad. La gloria de Dios se vio en el templo. Es una revelaci�n en expiaci�n por el pecado: el templo era para sacrificios; Cristo muri� en la cruz como sacrificio por el pecado del mundo. As�, la misma proclamaci�n del evangelio implica una declaraci�n de la pecaminosidad del hombre.

2. Debe inclinarnos a volver. Si Dios se hubiera vuelto contra nosotros, no sentir�amos inclinaci�n a volver a �l. Pero su gracia deber�a servir como una gran atracci�n. Seguramente es malo resistir contra una misericordia tan perdonadora como la de nuestro Padre y de nuestro Salvador Jesucristo.

III. La bondad de Dios nos ayuda en arrepentimiento.

1. Abre la puerta para nuestro regreso. Ya no hay ninguna excusa para demorar. La desesperaci�n no necesita paralizar nuestros pasos que regresan. La preparaci�n es una invitaci�n; La invitaci�n debe ser una inspiraci�n.

2. Mueve nuestros corazones para regresar. Es posible que solo seamos endurecidos por las denuncias de ira y destino. Pero el amor deber�a derretir el coraz�n de hielo. El amor de Dios se derrama en el extranjero en los corazones de su pueblo. Viene como un resplandor de energ�a revitalizante para el alma que no puede salvarse a s� misma porque s�. es simplemente "muerto en delitos y pecados". Todo ya est� listo. El templo construido, el sacrificio ofrecido, la bienvenida esperando. "Y el Esp�ritu y la novia dicen: Ven. Y que el que oye diga: Ven. Y que venga el que tiene sed. Y el que quiera, que tome el agua de la vida libremente" ( Apocalipsis 22:17 )

Ezequiel 43:18

La ofrenda por el pecado.

Cuando Ezequiel, un profeta, describe la ceremonia de una ofrenda por el pecado con cierta minuciosidad, es razonable suponer que pretende que los detalles sugieran hechos espirituales.

I. DEBE HABER UNA OFRENDA POR EL PECADO. "Sin derramamiento de sangre no hay remisi�n de pecados". La universalidad pr�ctica de las ofrendas por el pecado entre varias razas ha hecho parecer que el sacrificio surgi� de un instinto de conciencia. Sentimos que necesitamos una propiciaci�n por nuestros pecados. Ahora, Cristo ha venido a satisfacer esa necesidad, y su �nica muerte en la cruz es la gran expiaci�n por el pecado del mundo. C�mo el sacrificio es eficaz puede ser una cuesti�n de consideraci�n, y puede dar lugar a puntos de vista divergentes. El punto importante radica en el hecho de que Cristo es un sacrificio por el pecado ( Hebreos 10:12).

II ESTA OFERTA DEBE SER IMPECABLE. Dios no puede tomar lo que no es puro y perfecto, incluso en nuestro trabajo diario debemos dar lo mejor a Dios. Pero al hacer una ofrenda por el pecado, ning�n hombre puede presentarse ante Dios sin que se vean imperfecciones en todo lo que es y todo lo que hace. Cristo es el �nico sacrificio perfecto por el pecado, el Cordero sin mancha. Nadie lo ha condenado por hacer maldad. �l es el amado Hijo de Dios.

III. UN SACERDOTE DEBE PRESENTAR LA OFRENDA. Debe ser otorgado por alguien que tenga derecho de acceso cercano a Dios. Con nuestro pecado nos alejamos de Dios y no nos atrevemos a entrar en su santa presencia. Por lo tanto, aunque en el rito y en los s�mbolos se puede encontrar que los sacerdotes presentan sacrificios, de hecho, dado que todos los hombres est�n alienados de Dios, ning�n hombre puede realmente servir como sacerdote. Pero Cristo, que se convirti� en Hombre, y por lo tanto nuestro Representante, y fue como nosotros en todos los dem�s puntos, fue 'diferente a nosotros en su impecabilidad. Nunca perdi� su comuni�n cercana con Dios, es nuestro �nico Sumo Sacerdote, y no necesita ofrecer sacrificios primero para s� mismo, como fue el caso del sacerdocio Aar�nico.

IV. LA SANGRE DE LA OFRENDA DEBE SER ROCIADA. Esta parte esencial del ceremonial era necesaria para que los sacrificios completos pudieran ser eficaces mediante la aplicaci�n de sus resultados a los fieles. Cristo ha hecho su gran sacrificio de s� mismo de una vez por todas. Pero ahora los beneficios de su muerte tienen que ser compartidos individualmente por los hombres. Estos beneficios no se acumulan espont�neamente y sin que los hombres los reciban activamente. La sangre debe ser rociada; La gracia del gran sacrificio de Cristo debe llevarse a casa.

1. Debe haber fe individual en Cristo. Por lo tanto, el sacrificio se hace eficaz en el caso de cada hombre que lo aprovechar�.

2. Debe haber una aplicaci�n para toda la vida. La sangre del cordero de la Pascua fue rociada sobre los dinteles y los postes de las puertas de las casas de los hebreos. Necesitamos que nuestros hogares y todo lo que nos pertenece se sometan a Cristo, y luego sean sometidos a las influencias graciosas que fluyen del gran Sacrificio en el Calvario.

Ezequiel 43:27

(�ltima cl�usula, "Y te aceptar�, dice el Se�or Dios")

Aceptado por Dios

I. CONSIDERE LOS MOTIVOS QUE PUEDEN INDUCIR QUE DIOS ACEPTE A LOS HOMBRES. Se podr�a suponer que Dios era autosuficiente y no mirar�a m�s all� del alcance de su propio Ser infinito; o que, si tomara nota de lo que no era �l mismo, estar�a satisfecho con la alta inteligencia y el car�cter puro de los seres angelicales, y no condescendir�a para notar criaturas tan d�biles y pecaminosas como los hombres mortales. Sin embargo, Dios tiene razones para aceptar a los hombres.

1. Su infinito. Esto, que se ha planteado como una objeci�n, realmente funciona a la inversa, ya que un Ser infinito no es simplemente vasto y solo se ocupa de cosas vastas. Para �l, lo m�s finito es infinitamente peque�o. Si atiende a los m�s grandes, puede inclinarse f�cilmente a los m�s peque�os. Pero, adem�s, su infinito abarca todas las cosas, tanto el minuto del foso como el m�s gigantesco.

2. Su realeza. Dios es el soberano supremo del universo; por lo tanto, le preocupan todos los temas de su reino.

3. Su justicia. Habiendo hecho hombres, no abandonar� a sus propias criaturas.

4. Su amor. Dios es amor, y el amor est� lleno de simpat�a. Por este motivo supremo, Dios debe anhelar siempre reunir a sus hijos consigo mismo, siempre anhelando darles la bienvenida a casa.

II OBSERVE LA GRAN HINDRANCE QUE PUEDE EVITAR QUE DIOS ACEPTE A LOS HOMBRES. Si Dios es el Soberano infinito del universo, �qu� obstaculizar� su bienvenida a quien quiera? Los griegos so�aban con un destino supremo incluso sobre las temibles deidades ol�mpicas; pero sostenemos que no hay poder por encima del de Dios. Sin poder, es cierto. Sin embargo, existe el terrible principio de la justicia, e incluso Dios sigue y no doblega ese principio supremo. Puede identificarse con su propia naturaleza santa. Entonces debemos decir que Dios no puede sino ser fiel a s� mismo. Siendo esto as�, una gran obstrucci�n se interpone en el camino de que el hombre sea aceptado por Dios, a saber. El pecado del hombre. El Dios santo no puede dar una bienvenida gratuita al hombre imp�o. Ser�a contradecir su propio ser y car�cter.

III. TENGA EN CUENTA LAS CONDICIONES DE QUE DIOS ACEPTA HOMBRES. El acto divino de recibir hombres es colocado por Ezequiel despu�s del ritual de sacrificio. Dios acepta a condici�n de sacrificio. Primero hubo ofrendas por el pecado, y luego ofrendas de dedicaci�n (quemadas) y ofrendas de agradecimiento (paz). Con nosotros se cumple la primera gran condici�n. Cristo es el �nico sacrificio por el pecado del mundo. En la gran rendici�n de Cristo de su alma pura a Dios a trav�s de la muerte, Dios ve el sacrificio del hombre por parte de su Representante y, por lo tanto, al aceptar el sacrificio, acepta al hombre en cuyo nombre se le ofrece. Debemos hacer nuestro propio sacrificio entrando en el esp�ritu del mismo, muriendo nosotros mismos al pecado y rindiendo nuestros corazones y voluntades al Salvador crucificado. Entonces Dios acepta a sus hijos penitentes. Pero para la aceptaci�n total, se agregaron ofertas de agradecimiento y dedicaci�n. Dios espera que nos acerquemos a �l con corazones agradecidos y que le entreguemos nuestras almas en un servicio obediente. Cuando nos acercamos a �l as�, como si fuera con nuestra paz y nuestros holocaustos, nos acepta.

IV. MIRA LOS RESULTADOS DE SER ACEPTADO POR DIOS. El primero es inmediato y personal: la reconciliaci�n del ni�o con su padre y el alegre regreso del vagabundo a la casa de su infancia. Pero de esto se deducen otras consecuencias. Deseamos que Dios nos acepte como sus siervos; cuando lo haga, tenemos el privilegio de vivir y trabajar para �l. Tendr�amos nuestro trabajo y regalo aceptados por Dios; para que �l reciba nuestras ofrendas de servicio o sacrificio debe ser honrado por Dios. Al morir recibir� a sus fieles siervos para el descanso celestial.

HOMILIAS POR J.R. THOMSON

Ezequiel 43:1

La gloria del Se�or en la casa.

La gloria de la casa de Dios no consiste en su belleza y grandeza, sino en la morada del Eterno mismo. Cuando se complet� el tabern�culo de testimonio en el desierto, cuando Mois�s termin� la obra, "entonces la nube cubri� la tienda de reuni�n, y la gloria del Se�or llen� el tabern�culo". Con ocasi�n de la dedicaci�n del templo de Salom�n, "cuando los sacerdotes salieron del lugar santo, la Nube llen� la casa del Se�or, de modo que los sacerdotes no pudieron soportar el ministerio por causa de la nube, porque la gloria del Se�or llen� la casa del Se�or ". Lo que Ezequiel, en visi�n, observ� al inaugurar el templo ideal estaba, por lo tanto, de acuerdo con lo que hab�a sucedido en dos de las ocasiones m�s memorables en la historia de la Iglesia jud�a.

I. ESTA ERA UNA GLORIA RESTAURADA.

1. El profeta hab�a visto la gloria del Se�or partir del templo por el camino del este, hacia el Monte de los Olivos. Como consecuencia del pecado del pueblo y la contaminaci�n del edificio sagrado, la Santa Presencia hab�a sido eliminada. La idolatr�a por la que se hab�a profanado el templo y la ciudad hab�a provocado la retirada del favor divino. El hombre fue constituido para ser el templo del Eterno; por su pecado, se enajen� y repeli� "el Divino Habitante".

2. La purificaci�n del templo fue la ocasi�n del regreso del favor y la gloria perdidos. La presencia del Alt�simo se representa como un retorno por la forma en que se hab�a ido. Cuando se limpia la naturaleza del hombre, cuando se abre el camino para la restauraci�n de las relaciones suspendidas por mucho tiempo, entonces la gloria de Dios se muestra una vez m�s, y su favor nuevamente se disfruta.

II ESTA FUE UNA GLORIA IMPRESIONANTE.

1. Como se describe en s� mismo, se caracteriza por la majestad. El lenguaje figurativo empleado se extrae de aquellas fuentes por las cuales los sentidos est�n principalmente impresionados. Cuando leemos que la voz era como el sonido de muchas aguas, y que la tierra brillaba con el esplendor, estamos seguros de que la majestad espiritual que tales figuras se emplean para exponer no era nada ordinario.

2. Y esta seguridad se profundiza a medida que somos llevados a reconocer la manera en que la manifestaci�n afect� al profeta mismo: "cay� sobre su rostro", vencido por la grandeza del espect�culo. No todas las naturalezas est�n tan afectadas por las grandes realidades espirituales. Sin embargo, no hay nada en el mundo tan digno de reverencia, tan apropiado para llamar las emociones de asombro, como la presencia espiritual del Eterno en su Iglesia. Es solo porque los hombres son tan carnales, tan insensibles a la verdadera grandeza, que pueden conocer la cercan�a Divina y, sin embargo, permanecer inm�viles.

III. ESTA FUE UNA GLORIA DIFUSA. En un lenguaje simple y sublime, el profeta relata lo que sigui� al maravilloso regreso de la Deidad: "La gloria del Se�or llen� la casa". �Cu�n maravillosamente expresa la Declaraci�n la penetraci�n universal de la Iglesia por la Divina presencia y esplendor! �Cu�n adecuada es tal representaci�n para eliminar nuestros conceptos err�neos y nuestros prejuicios! No hay ning�n miembro de la Iglesia de Cristo, aunque sea humilde, no hay trabajo en la Iglesia de Cristo, aunque sea discreto, no hay una secci�n de la Iglesia de Cristo que carezca de aprendizaje, riqueza, refinamiento o poder, que no est� lleno de la gloria del Se�or. de esa gloria que es espiritual, que es aprehendida por las mentes humanas cuando es animada e iluminada por el Esp�ritu de Dios.

IV. ESTA FUE UNA GLORIA PERMANENTE. La gloria del templo en Jerusal�n falleci�. En el tiempo se�alado, el edificio pereci� y no qued� piedra sobre piedra. Pero el templo que Ezequiel vio en su visi�n era un templo espiritual, y por lo tanto, un templo permanente, cuyos muros nunca ser�n derribados, cuyos ministerios y ofrendas nunca cesar�n, y que resonar�n con diez mil voces pronunciando las alabanzas de nuestro Dios redentor.

Ezequiel 43:7

La morada divina.

Hay una solemnidad peculiar en este enunciado. El profeta ha visto el regreso de la gloria del Se�or a su casa, y ha visto sus patios llenos del brillo m�stico. Se para en la corte de hierro, con el �ngel asistente a su lado. Y la voz del Se�or, poderosa como el sonido de muchas aguas, se dirige a �l como el hijo del hombre, y le asegura que el Eterno. El Esp�ritu ahora ha tomado una morada perpetua dentro de su templo consagrado, y que esos tribunales ser�n puros de toda contaminaci�n, y ser�n santos para el Se�or.

I. EL HECHO DE LA DIVINA VIVIENDA. Parece que esto se expone bajo dos met�foras, tanto justas como impresionantes, pero, aun cuando se toman juntas, inadecuadas para exponer la gran realidad.

1. La Iglesia es la morada de Dios, su hogar, donde se revela en su compasi�n y amabilidad, y donde admite a los hombres en su comuni�n sagrada, en t�rminos de relaciones sexuales agradables, aunque reverentes, y de familiaridad.

2. La Iglesia es el trono de Dios, de donde gobierna mediante la publicaci�n de sus leyes divinas y justas, y el ejercicio de su autoridad justa, irresistible y benigna. Es como si fuera al mismo tiempo el Padre de la familia espiritual y el Rey del dominio espiritual. �l es, de hecho, todo esto, y m�s que esto, para la Iglesia que ama y ha redimido.

II LOS ACOMPA�AMIENTOS DE LA DIVINA VIVIENDA. Estos, como se representa en este pasaje, son:

1. Liberaci�n de las idolatr�as pasadas, por las cuales la humanidad ha sido contaminada, degradada y deshonrada.

2. Por implicaci�n, reverencia por el Santo Nombre de Dios, mostr�ndose en santidad, en obediencia, en alabanza. Fue la expulsi�n de las abominaciones malvadas lo que hizo posible el regreso del Se�or; Es la prevalencia de la adoraci�n sagrada y el servicio afectuoso lo que asegura la residencia duradera y el reinado del gran y glorioso Habitante.

Ezequiel 43:10

Verg�enza por el pecado.

La verg�enza es una emoci�n que a menudo est� mal dirigida. Los hombres a veces se averg�enzan de aquellas cosas de las que deber�an jactarse, mientras se jactan de aquellas cosas de las que deber�an avergonzarse. Hay un h�bito del cual los hombres siempre deber�an estar avergonzados: el h�bito de pecar contra Dios. Esto fue lo que Ezequiel fue dirigido a llevar a los corazones de sus compatriotas de la casa de Israel.

I. EL PECADO DEL QUE SE VERG�ENA UNA NATURALEZA JUSTAMENTE SENSIBLE. Las iniquidades con las cuales el profeta fue dirigido a acusar al pueblo de Jerusal�n, y por las cuales se le orden� que les reprochara, fueron sus pr�cticas id�latras, especialmente en relaci�n con los recintos del templo. Los palacios de los id�latras monarcas de Jud� colindaban con el edificio consagrado, y en esos palacios se celebraban ritos paganos. No solo eso, algunos de los reyes de Jud�, como Acaz y Manas�s, en realidad introdujeron la idolatr�a en los atrios del templo. De tal conducta infame, tanto los monarcas como los s�bditos podr�an haberse avergonzado. Todos los que ponen a la criatura en el lugar del Creador, que adoran, ya sea con sus labios o en sus corazones, aparte de Dios, son virtualmente culpables de idolatr�a y necesitan humillarse con verg�enza y confusi�n de cara.

II LA MANERA EN LA QUE LA VERG�ENZA POR EL PECADO SE DESPIERTA.

1. La Palabra de Dios. Sin proponer la santidad y el car�cter exigente de la Ley Divina que ha sido violada, y convoca al delincuente para contrastar su conducta con el mandamiento que es santo, justo y bueno.

2. La voz de la conciencia interna responde a la voz de la Palabra, da testimonio de su Divinidad y su autoridad, reprende al pecador por su rebeld�a y despierta dentro del alma el temor del justo juicio de Dios. No es de extra�ar que esta conjunci�n cause una humillaci�n amarga, una verg�enza conmovedora, una profunda contrici�n.

III. LOS EFECTOS APROPIADOS DE LA VERG�ENZA POR EL PECADO

1. El delito es aborrecido y abandonado; el id�latra abandona a sus �dolos, los injustos, impuros y profanos renuncian a sus pr�cticas pecaminosas.

2. Se produce reverencia por la Ley y las ordenanzas de Dios. En correspondencia con la aversi�n y la humillaci�n que se siente en la retrospectiva de los cursos malvados ahora abandonados, est� la aspiraci�n que toma posesi�n del penitente, inst�ndolo a conformarse con el car�cter Divino y someterse a la voluntad Divina. Avergonzarse del pecado es gloriarse en la justicia, jactarse en Dios.

Ezequiel 43:12

La ley de la casa.

La conexi�n a la que se debe la introducci�n y el tratamiento en este lugar de la ley de la casa parece, aunque no es muy claro, ser esto: se ha descrito la anarqu�a, la anarqu�a, tomando la forma de una rebeli�n pecaminosa contra Dios, y desaf�o a la autoridad justa, especialmente en los recintos sagrados del templo, que han sido desviados de la adoraci�n espiritual a los ritos id�latras. La anarqu�a, por el contrario, sugiere la ley, y especialmente la ley aplicable a la casa de Dios. Y para la aprensi�n espiritual, la disposici�n ordenada, las proporciones sim�tricas del templo y la provisi�n hecha para todos los servicios apropiados, todos hablan de la Iglesia de Cristo, que obviamente est� simbolizada por el santuario contemplado por el profeta en su visi�n.

I. EL HECHO DE LA LEY DIVINA EN LA IGLESIA. Con el aumento de los h�bitos de observaci�n y precisi�n, con la disminuci�n de la superstici�n, los hombres han llegado a reconocer en todo el universo la presencia y el funcionamiento de la ley. Muchas opiniones diferentes prevalecen con respecto a la ley natural; pero se reconoce como una realidad. No es de extra�ar que se haya formado una convicci�n establecida en la mente de los hombres de que "el orden es la primera ley del cielo". Ser�a extra�o, de hecho, si la Iglesia, la m�s noble revelaci�n de Dios de s� mismo ahora en la tierra, estuviera exenta de lo que parece ser una condici�n de todas las obras de Dios. Como hab�a una ley de la casa en el templo jud�o, as� tambi�n est� all� en la Iglesia de los redimidos, el templo viviente del Esp�ritu.

II EL ALCANCE DE LA LEY DIVINA EN LA IGLESIA. Refiri�ndose al contexto, observamos que el profeta observa la aplicaci�n de la ley a la forma, los muebles, las ordenanzas, la santidad, del templo. Cuando consideramos el rango dentro del cual la ley es observable en la Iglesia de Cristo, nos vemos obligados a creer que los principios son universales e inconfundibles, pero que en los detalles hay incertidumbre. Las opiniones difieren en cuanto a la medida en que la ley de car�cter expl�cito gobierna la constituci�n, el ministerio, las observancias, etc. de la Iglesia de Cristo Algunos estudiantes est�n dispuestos a mirar las Escrituras y el uso primitivo para obtener instrucciones m�s expl�citas sobre los asuntos de la Iglesia que otros; y esto es v�lido para aquellos que toman diferentes puntos de vista de lo que se conoce como principios eclesi�sticos. Pero todos est�n de acuerdo en que el amor mutuo es una obligaci�n universal, que la adoraci�n aceptable debe ser espiritual, que se deben hacer esfuerzos para la iluminaci�n y la salvaci�n de la humanidad. Y leyes como estas son mucho m�s importantes que muchas costumbres y regulaciones sobre las cuales prevalecen diferentes opiniones.

III. LA AUTORIDAD DE LA LEY DIVINA EN LA IGLESIA. Es la autoridad del derecho la que, sin embargo, puede ser malentendida y pr�cticamente repudiada por cualquiera, no es negada, pero es admitida por todos. Tambi�n es la autoridad del amor; El Divino Legislador mismo declar�: "Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les ordeno".

IV. LAS BENDICIONES DE LA LEY DIVINA EN LA IGLESIA. Esto es evidente para aquellos que consideran cu�n miserable ser�a el estado de una Iglesia sin ley, y cu�n poco menos miserable ser�a el estado de una Iglesia entregada al control de legisladores humanos falibles e imperfectos. La historia pasada de la Iglesia muestra que realmente ha prosperado en la medida en que las reglas establecidas por la autoridad divina han obedecido a la cerveza, en la medida en que el hombre ha sido mantenido en suspenso, y la pol�tica humana y el ego�smo humano han sido repudiados. Adem�s de las bendiciones directas que se han acumulado a la Iglesia misma a trav�s de la sujeci�n a "la ley de la casa", debe tenerse en cuenta que el mundo se ha beneficiado con el ejemplo que se ha dado a las instituciones terrenales y a los gobernantes seculares que deben m�s de lo que est�n dispuestos a reconocer los principios de autoridad y sujeci�n que la Iglesia ha introducido e impreso en el mundo. � T.

Ezequiel 43:27

Aceptaci�n.

El prop�sito del templo es el establecimiento y mantenimiento de relaciones armoniosas entre Dios y los hijos de los hombres. Por el pecado, esas relaciones han sido interrumpidas; por religi�n son restaurados. Lo que fue simbolizado por el templo material en Jerusal�n �su sacerdocio, sus servicios y sacrificios� se realiza en el templo espiritual del nuevo pacto, en el cual Cristo es el sacrificio y el sacerdote, y en el cual el Esp�ritu Santo derrama la gloria de Shejin� a trav�s de El m�s sagrado de todos. La aceptaci�n, por lo tanto, toma el lugar del extra�amiento.

I. LA ACEPTACI�N ES DE LA GRACIA DE DIOS, Y NO EST� SEGUIDA.

II LA ACEPTACI�N EST� EN VIRTUD DE LA MEDIACI�N E INTERCESI�N DEL ALTO SACERDOTE.

III. LA ACEPTACI�N ES PARA EL OBEDIENTE, EL CUMPLIMIENTO, EL SUMINISTRADOR.

IV. LA ACEPTACI�N ES IGUAL A LA PERSONA Y AL SERVICIO.

V. LA ACEPTACI�N IMPLICA EL DISFRUTE DE TODAS LAS MANIFESTACIONES Y CONSECUENCIAS DEL FAVOR DIVINO

SOLICITUD.

1. Uno de los objetivos de un ministerio espiritual para los hombres es convencerlos de que en su estado pecaminoso no son aceptados por Dios.

2. Otro objetivo de dicho ministerio es exhibir el m�todo divinamente designado para obtener y disfrutar la aceptaci�n de Dios.

3. Otro objetivo es exponer representaciones falsas y enga�osas de la forma de aceptaci�n. "Hay un Dios, y un Mediador entre Dios y el hombre, el Hombre Cristo Jes�s; quien se dio a s� mismo en rescate por todos, para ser testificado a su debido tiempo". - T.

HOMILIAS DE J.D. DAVIES

Ezequiel 43:1

Sol despu�s de la tormenta.

El profeta de Jehov� ha inspeccionado todos los planes del segundo templo. En una visi�n m�s clara, ha visto todas sus partes dispuestas. El edificio sagrado ha crecido a la perfecci�n ante sus ojos. Corte dentro de la corte ha aparecido sucesivamente. Y ahora surge la gran pregunta: "�Volver� el Dios del cielo a morar all�?" En vano ser� toda esta preparaci�n y trabajo a menos que Jehov� vuelva a llenar la casa con su presencia. En vano ser� toda ceremonia y todo sacrificio a menos que el Dios de Abraham responda a los llamamientos humanos. El suspenso del profeta es solo por un momento. Tan pronto como se logra la separaci�n entre el "santuario y el lugar profano", el Dios que se hab�a retirado debido a las profanaciones de su palacio se acerca nuevamente. Reanuda su lugar maravilloso. Nuevamente, como en los d�as de Salom�n, su gloria se llena el santuario central. No ha habido ning�n cambio en sus disposiciones e intenciones. Est� listo para cumplir plenamente su parte del pacto abrah�mico. Al cumplir su palabra al partir, tambi�n lo har� al regresar.

I. LA INCAPACIDAD DE DIOS EN SUS MANIFESTACIONES. "Las visiones eran como la visi�n que vi junto al r�o Chebar". Como el esplendor de la luz hab�a sido la mejor imagen que pod�a ilustrar su presencia en el pasado, as� es todav�a. Todo lo que Dios hab�a estado en Israel en los siglos pasados, estaba preparado para volver a ser. Las condescendencias pasadas de Dios fueron un patr�n seg�n el cual actuar� en el futuro. Era una adaptaci�n a la debilidad humana que el sol mostrara la naturaleza esencial de Jehov� y, en la medida en que sirva dignamente ese prop�sito, ser� un vestido permanente en el que aparecer� Jehov�. Pero todas las met�foras son inadecuadas, todas las concepciones de �l son inadecuadas. La luz de su presencia trasciende lejos el brillo del sol material. �l es la luz de toda luz.

II DIOS ES INMUTABLE EN LOS PRINCIPIOS DE SU REGLA. "La visi�n que vi fue de acuerdo con la visi�n que vi cuando vine a destruir la ciudad". Aunque Dios hab�a retirado su favor de Israel, aunque hab�a castigado a su pueblo dolorido, no hab�a alterado una sola regla de acci�n ni abandonado ning�n principio de pacto. Era el mismo Dios que se hab�a comprometido con la simiente de Abraham, el mismo Dios que los hab�a librado de las manos de sus enemigos, el mismo Bacalao que los hab�a entregado a los caldeos, que no, se estaba preparando para su restauraci�n y honor. Dios hab�a actuado sobre una l�nea de consistencia clara. La conducta y la lealtad de la gente hab�an cambiado; por eso hab�an sentido la vara de su ira. El mismo coraz�n paternal que hab�a recompensado la obediencia tambi�n castigaba la rebeli�n. El hombre que le da la espalda al sol se hace sombra, pero el sol no ha cambiado de ninguna manera. Los rayos c�lidos que penetran y bendicen los surcos arados del campo solo endurecen y hieren la superficie pisada del suelo. Dios sigue siendo, en los principios esenciales de su gobierno, el mismo, aunque a veces los hombres disfrutan de su amistad, y a veces se retuercen bajo su vara.

III. DIOS ES INMUTABLE EN SU ELECCI�N DE ABODO. "Habitar� en medio de los hijos de Israel para siempre". Mientras sean hijos de Israel, hombres de fe y oraci�n, Dios morar� entre ellos. Es una ley permanente e inmutable que Dios encuentre deleite entre los hijos de los hombres, y donde sea que se desee su presencia, se encontrar� su presencia. Si se hace provisi�n para �l en el coraz�n, en el hogar o en reuniones sociales, descender� r�pidamente. Si se ha hecho separaci�n del pecado; si se cr�an altares y se traen sacrificios; si, con humildad y reverencia, es buscado, ciertamente vendr� y morar� en medio de ellos. En tales circunstancias, siempre se puede esperar que Dios venga.

IV. DIOS ES INMUTABLE EN SU MODO DE COMUNICARSE CON LOS HOMBRES. "Lo escuch� hablarme". Dios siempre se ha comunicado a la raza por el hombre de la era de la agencia. �l le habla a uno, para que uno pueda transmitir el mensaje a los muchos. �l ilumina a uno, para que uno pueda iluminar a otros. Dios honra a la familia humana al hacer de uno un mediador entre �l y el resto. El hombre seleccionado para ser profeta es bendecido de ese modo, y aprende la lecci�n de responsabilidad. Tener a nuestra disposici�n el bienestar de muchos (si un hombre tiene el esp�ritu del verdadero profeta) eleva a un hombre y pone en pr�ctica las mejores cualidades de su naturaleza. En cada �poca, Dios ha tratado con los hombres.

V. Dios es inmutable en sus gustos y aversiones morales. "Incluso han contaminado mi Santo Nombre ... por lo que los he consumido en mi ira". Lo que era ofensivo para Dios en el Ed�n lo era para �l en Jerusal�n; y esa misma cosa es igualmente ofensiva para �l hoy. La rebeli�n contra su alta autoridad, que surge de la falta de amor, es para �l una abominaci�n. Todo pecado es contaminaci�n, un hedor en las fosas nasales de Jehov�. Para una mente refinada, algunas formas de pecado son lo suficientemente ofensivas. La embriaguez es un delito grave para muchos. El asesinato es una abominaci�n a un n�mero mayor a�n. Pero en la estima de Dios, todas las formas de desobediencia son horribles como el asesinato, y para �l el asesinato es diez veces m�s vil de lo que es para nosotros. Nuestra sensibilidad espiritual se debilita por la larga indulgencia en la pr�ctica del mal. Poco a poco los redimidos considerar�n el pecado como Dios lo considera; lo detestar�n como Dios lo detesta; lo estimar�n como de todas las cosas m�s abominables.

VI. Dios es inmutable en sus condiciones de bendici�n. "Dejen que guarden su prostituci�n ... lejos de m�, y yo habitar� en medio de ellos". A los ojos de Dios, toda idolatr�a es prostituci�n. El coraz�n se hab�a ido tras un rival sucio e imp�o. Y el abandono de toda idolatr�a es la condici�n inamovible de Dios para bendecir a los hombres. Si cada �dolo es expulsado del coraz�n humano, Dios morar� all�. La mayor promesa que ha hecho a los hombres se basa en esta condici�n, ya sea expresa o impl�cita. Su naturaleza m�s �ntima es la quintaesencia de la pureza, y si la mancha del pecado activo est� en la atm�sfera, se va r�pidamente. Los dones de Dios en la naturaleza siempre dependen de condiciones fijas. La luz nos llegar� solo a trav�s de una condici�n adecuada de la atm�sfera. El mensaje el�ctrico viajar� a su destino solo a lo largo de los medios de comunicaci�n. La salud visita a los hombres solo a trav�s de canales fijos. Y la vida misma se transmite solo a trav�s de condiciones que nunca cambian. Para obtener la presencia permanente de Dios debemos concederle sus propios t�rminos.

Ezequiel 43:10

La ley de la casa.

A trav�s de todas las ceremonias y celebraciones del antiguo templo se desarroll� una notable lecci�n, a saber. Una lecci�n de pureza. Cada rito y sacrificio fueron vocales con esta lecci�n. Estaba escrito en cada altar. Era visible en la vestimenta sacerdotal. Estaba grabado en la mitra del sumo sacerdote. Por todos lados, los hombres vieron y oyeron la verdad cardinal de que Dios es santo, y que en la tierra �l tiene una residencia para santificar a los hombres.

I. EL ABODO DE DIOS ENTRE LOS HOMBRES ES LA MAYOR PRUEBA DE SU FAVOR. Este es el cl�max de su condescendencia. Regalos materiales que imparte a todas sus criaturas: "Hace que su sol brille sobre el mal y sobre el bien". Es un acto de bondad que Dios hable a los hombres a trav�s de un mensajero; un acto de bondad para perdonar al penitente; Un acto de bondad para abrir el camino a la eminencia espiritual y la alegr�a. Pero morar entre criaturas inferiores, rebeldes y rebeldes es la mayor condescendencia que podemos concebir. Tal idea abrum� la mente de Salom�n con sorpresa: "�Habr� Dios, de hecho, habitar� con los hombres en la tierra?" Y la encarnaci�n de Dios en el Hombre Cristo Jes�s seguir� siendo el misterio de los misterios. Si Dios est� con nosotros, no podemos tener necesidad. Si Dios est� con nosotros, estamos seguros de conquistar, seguro de elevarnos en excelencia, seguro de alcanzar la perfecci�n.

II La incre�ble bondad de Dios es la fuente de la penitencia. El final de esta graciosa revelaci�n de Ezequiel es "para que se averg�encen de sus iniquidades". "Lo que la Ley no pudo hacer" ha logrado el amor. Tan construido es el coraz�n humano que el amor (si es lo suficientemente poderoso) se mover� y lo conquistar�. El exilio en Babilonia hab�a surcado profundos surcos en los corazones de los hebreos, y ahora el roc�o y el sol del cielo hab�an ca�do sobre ellos para hacer fruct�fero el suelo. La pureza de lo humano. El alma es un fin tan trascendentalmente grande que ninguna medida es demasiado costosa por la cual se puede obtener tal fin. La provisi�n magn�fica que Dios estaba haciendo, en los d�as de Ezequiel, para habitar nuevamente en medio de Israel fue calculada para despertar remordimiento y verg�enza en cada pecho. La buena voluntad de Jehov�, a pesar de la provocaci�n, fue suficiente para derretir el coraz�n m�s fuerte.

III. LA PENITENCIA DEL HOMBRE ES LA BASE DE UNA REVELACI�N ADICIONAL DE DIOS, "Si se averg�enzan ... mu�streles la forma de la casa", etc. Las disposiciones morales correctas son esenciales para comprender a Dios. "Al perverso Dios aparecer� como perverso". A los jud�os de su �poca, Jes�s les dijo: "�C�mo pueden creer, quienes reciben el honor el uno del otro, y no buscan el honor que proviene de Dios solamente?" Como la luz natural no puede penetrar en nuestra vivienda si la ventana est� cerrada con persianas, la verdad de Dios no puede entrar en la mente si la mente se ahoga con cosas mundanas. "El secreto del Se�or est� con los que le temen". "A los rectos surge la luz en la oscuridad". Que Dios revele su voluntad a los hombres amantes del pecado ser�a "arrojar perlas ante los cerdos". Ese coraz�n debe estar bien con Dios que desea saber la verdad; y cuando un hombre desea ansiosamente la verdad, Dios se la revelar�. El hombre que tiene una mente d�cil ver� una luz que otros no ven, oir� una voz que otros no oir�n.

IV. LAS REVELACIONES DE DIOS A LOS HOMBRES TIENEN UN ASPECTO PR�CTICO. "Escr�belo a su vista, para que puedan conservar toda su forma". Dios ha visto conveniente nunca satisfacer la curiosidad humana. Las preguntas que no tienen relaci�n pr�ctica con la conducta que Dios no responder�. Satisfacer la curiosidad de los hombres los desviar�a de las grandes tareas pr�cticas que se les requieren, tareas que son el mayor canal de bendici�n. Adem�s, Dios ha condescendido para poner su voluntad en forma escrita, para que se conozca m�s claramente y pueda tener permanencia en medio de las disoluciones de la humanidad. Estos cap�tulos en el libro del profeta que nos parecen sin inter�s, fueron escritos por un mandato especial de Dios. Han cumplido un prop�sito �til en el pasado; pueden cumplir una misi�n ben�fica en el futuro. "Toda la Escritura, escrita por inspiraci�n de Dios, es provechosa", promueve alg�n fin noble. La moda del templo, su corte dentro de la corte, sus numerosas puertas y p�rticos, todos transmitieron lecciones importantes a los jud�os, a�n transmiten lecciones importantes.

V. EL TEMPLO DE DIOS ES UNA REVELACI�N VISIBLE E IMPRESIONANTE DE SU SANTIDAD. "La ley de la casa" es esto, a saber. santidad. El santuario de Dios incorpora la idea de Dios de los hombres. A menos que los hombres adopten los pensamientos de Dios y aprecien sus sentimientos, no construir�n el templo de Dios seg�n el plan de Dios. Este es el testigo visible y elocuente de Dios, siglo tras siglo. Si realmente es un templo de Dios, y Dios reside en �l, ser� un centro de luz, pureza y bendici�n para el vecindario. El poder purificador tocar� a cada adorador. La influencia graciosa se sentir� en el hogar, en la ciudad, en cada c�rculo comercial; se extender� por toda la naci�n; bendecir� al mundo. "Todo su l�mite alrededor ser� sagrado". Cu�l es el santuario, el pueblo o la ciudad ser�. Cu�les ser�n los santuarios combinados de la tierra, la naci�n ser�. Esta ley de la casa de Dios es santidad influyente, santidad que eleva, ennoblece y embellece a la humanidad; la santidad que brota del amor.

Ezequiel 43:27

Fundamento de aceptaci�n con Dios.

Es una pregunta vital para los intereses de los hombres, "C�mo encontrar la reconciliaci�n con Dios". Si la Biblia no contiene informaci�n aut�ntica sobre esta cabeza, no contiene ning�n evangelio real. Martin Luther describi� tersamente esta doctrina de la justificaci�n como la bisagra de una Iglesia en pie o ca�da. Es el eje de la salvaci�n o perdici�n para cada hombre. Lo que el sol es en medio del sistema solar, lo que el coraz�n es para el cuerpo humano, lo que el resorte principal es para un reloj, la doctrina de la justificaci�n del hombre ante Dios es para todas las dem�s doctrinas de la religi�n. Sobre este asunto trascendental, Dios nos ha revelado claramente su voluntad. Est� tan claramente desplegado que "puede correr quien lee". El Antiguo Testamento est� en completo acuerdo con el Nuevo. La aceptaci�n se basa en el sacrificio vicario. Por parte del hombre se requiere una fe activa e impl�cita.

I. LA ACEPTACI�N CON DIOS ES LA PRESI�N DEL HOMBRE Todas las dem�s necesidades est�n subordinadas a esto. El favor de Dios convierte el infierno del hombre en el cielo. Para llevar a los hombres a la reconciliaci�n con Dios, todas estas visiones fueron otorgadas a Ezequiel. Para esto, se hab�a hecho todo el sacrificio de la vida animal. Para esto, el templo hab�a sido erigido y ahora deb�a ser reconstruido. Para esto, se hab�a instituido el oficio del sacerdocio. Para esto, se ha dado toda revelaci�n escrita. Por esto, la mente de Dios ha estado profundamente preocupada.

II PARA LA ACEPTACI�N DEL HOMBRE CON DIOS SE REQUIERE UN SACERDOTE MEDIADOR. El trabajo de traer a los hombres de regreso a Dios est� tan lleno de dificultades que debe llevarse a cabo en distintas etapas. Un sacerdote sirve para muchos prop�sitos �tiles. �l es un instructor, por hecho, si no por la expresi�n. Es un ayudante que simpatiza. Tiene acceso cercano a Dios e inter�s con �l. El sacerdote debe ser, de todos los hombres, el que menos se equivoca. Su misi�n debe ser marcada como especialmente sagrada. Deben proporcionarse todas las circunstancias que puedan dar santidad a su oficina. Debe ser maduro en a�os, experimentado en necesidades humanas. Su persona debe estar libre de imperfecciones. Se deben practicar abluciones frecuentes. Se debe observar la obediencia exacta a los mandamientos de Dios. Debe ser un hombre modelo. Dios se ha complacido en hacer por nosotros a trav�s de un Sacerdote lo que no har� sin un Sacerdote. Y todos los complicados arreglos del sacerdocio fueron dise�ados para impresionar las mentes de los hombres con el gigantesco mal de la rebeli�n, y con la dificultad de recuperar el lugar perdido en el respeto de Dios.

III. PARA LA ACEPTACI�N DEL HOMBRE SE NECESITA VICARIA MUERTE. La necesidad de sustituir la resistencia de la pena antes de la reconciliaci�n con Dios puede ser una necesidad del lado de Dios, as� como una necesidad del lado del hombre. El mantenimiento del gobierno divino en todo el universo es un objeto de momento supremo. Hacer el perd�n barato y f�cil aflojar�a los lazos de lealtad y depreciar�a el valor de la justicia, en la estima de los hombres. Como la ley hab�a expresado las relaciones morales entre Dios y los hombres, la ley debe mantenerse. La pena del pecado debe cumplirse. Los corderos y las novillas inocentes deben morir para que los sentimientos de penitencia puedan profundizarse en el alma humana. Tan valiosa es la reconciliaci�n entre el hombre y Dios que vale la pena sacrificar hecatombs de animales inferiores para ganar el fin. Este fue un proceso educativo, para que los hombres pudieran percibir cu�n carente de eficacia debe ser cualquier sacrificio, salvo el sacrificio perfecto del Hijo de Dios. Ya sea que nuestras mentes puedan comprender la raz�n de la expiaci�n o no, es claramente la voluntad de Dios que la restauraci�n del hombre solo pueda venir por el canal del sacrificio vicario.

IV. PARA LA ACEPTACI�N DEL HOMBRE DEBE PASAR UN CICLO DE TIEMPO COMPLETO PARA LA PREPARACI�N. "Cuando estos d�as hayan expirado, as� ser�". D�a tras d�a, durante siete d�as, se exigi� a una v�ctima asesinada para purificar el altar. El altar jud�o hab�a sido gravemente profanado y contaminado; por lo tanto, se requer�a una purga completa. Hasta la finalizaci�n de la semana, los sacerdotes no podr�n presentar ninguna ofrenda por los culpables. Se gastar�a un ciclo de tiempo en el trabajo de preparaci�n. Del mismo modo, los per�odos patriarcal y lev�tico fueron un tiempo de preparaci�n para el trabajo del Mes�as. Hasta que los hombres hayan aprendido el tremendo mal que hay en el pecado, hasta que hayan aprendido que sin la interposici�n divina la renovaci�n moral es imposible, no valorar�n a un Salvador del pecado; No lo escuchar�n. Por lo tanto, "en el tiempo de plenitud" �entonces, y no hasta entonces� "sali� el Hijo de Dios".

V. PARA LA ACEPTACI�N DEL HOMBRE SE REQUIERE LA CONSAGRACI�N COMPLETA DEL SER. Las ofrendas designadas para ser puestas sobre el altar eran "ofrendas quemadas". Las ofrendas quemadas deben preceder a las ofrendas de paz. Por holocausto se entiende lo que debe consumirse por completo. El sacrificio debe ser completo. Aqu� se inculca una profunda lecci�n moral; Debe escribirse en may�sculas. La salvaci�n significa rendici�n completa a Dios, completa devoci�n a su servicio. Si retenemos algo de Dios, todav�a lamentamos su coraz�n, estropeamos nuestros caracteres, ponemos en peligro nuestra salvaci�n. Si un enemigo permanece en la ciudadela, la ciudad no es segura. Una hierba que queda en el jard�n puede extenderse y estropear la totalidad. Un germen de enfermedad en el sistema puede emitir en la muerte. La lealtad, para que valga la pena, debe ser completa. Para ser salvo, el Hijo de Dios debe reinar supremamente en nosotros, Rey sobre cada pensamiento.

HOMILIAS DE W. CLARKSON

Ezequiel 43:1

El regreso de la gloria de Dios.

El profeta hab�a presenciado con tristeza la partida de la gloria del Se�or (ver Ezequiel 10:18, Ezequiel 10:19; Ezequiel 11:23). Ahora tiene una feliz visi�n de su regreso; y de ese regreso da una descripci�n muy gr�fica. Le afect�. Con asombro solemne ( Ezequiel 43:3) as� como con alegr�a sagrada. Se encontr� transportado al lugar donde, como sacerdote, ten�a el derecho oficial de permanecer de pie ( Ezequiel 43:5), y all� vio el brillo de la presencia de Jehov� llenando el santuario, mientras escuchaba la voz de El Se�or comunica su santa voluntad. La partida y el regreso de la gloria divina tienen varias ilustraciones adem�s de las que fueron presenciadas en relaci�n con el templo de Jerusal�n. Podemos encontrar esto en relaci�n con:

I. EL MUNDO HUMANO Cuando el hombre estaba sin pecado, disfrutaba de la presencia muy cercana y la comuni�n muy cercana de su Creador Divino; e incluso despu�s de que �l pec�, antes de que el mundo fuera completamente corrompido por su iniquidad, los hombres pose�an no poco de la presencia cercana y de las comunicaciones de Dios. Pero a medida que el pecado avanz�, Dios se retir� y no hubo conversaci�n entre la tierra y el cielo. Entonces la gloria del Se�or se hab�a ido. Pero "en la plenitud de los tiempos" Dios se manifest� al mundo: vino en gracia redentora para elevar y restaurar nuestra raza ca�da. "El Verbo se hizo carne, y habit� entre nosotros, y vimos su gloria" ( Juan 1:14); tuvimos "la luz del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo" ( 2 Corintios 4:6). Mientras los hombres lo miraban, al escuchar sus palabras, al presenciar su vida, al contemplar las glorias de su bondad y su poder, ten�an una visi�n m�s noble de la gloria del Se�or que la de Ezequiel, como se describe aqu�.

II LA IGLESIA DE CRISTO. La gloria de la Iglesia es la presencia de su Divino Se�or, esa presencia manifestada por la morada y la acci�n de su Esp�ritu Santo. Grande fue su gloria cuando esa presencia Divina se manifest� en el d�a de Pentecost�s, no solo (ni de hecho principalmente) por las lenguas de fuego o el poderoso viento, sino por la conversi�n de "tres mil almas". Pero puede llegar, como a menudo ha llegado, un tiempo en que la gloria de Cristo se ha ido. Cuando una Iglesia se hunde en una condici�n de incredulidad, o de orgullo espiritual e independencia imaginada, o de indulgencia e inmoralidad, o de mundanalidad y falta de oraci�n, entonces el profeta del Se�or, con la mirada interna, vea la gloria del Se�or " en el umbral "o en la cima de la monta�a, ya no" llenando la casa ". Pero cuando llega la hora sagrada y bendita de la penitencia y de la oraci�n, de la humildad y de la fe, se puede tener otra visi�n m�s feliz: la del regreso del Se�or. Cristo vendr� nuevamente, y revelar� la gloria de su bondad y su gracia, impartiendo las bendiciones que una vez se perdieron, que hab�an huido y ahora se renuevan; trayendo consigo poder, belleza, alegr�a, vida, victoria.

III. EL ALMA INDIVIDUAL. Todas las pompas externas y todas las distinciones humanas no son nada para el alma humana en comparaci�n con la gloriosa presencia del Esp�ritu Divino en el coraz�n del hombre. Pero aunque Dios viene a nosotros as� y habita con nosotros, no permanecer� con nosotros si no conservamos nuestra pureza, nuestra integridad moral y espiritual (ver 1 Corintios 3:16; 2 Corintios 6:16 ) Sin embargo, puede haber, en la experiencia individual, un bendito regreso de la gloria del Se�or. Si hay una sincera y profunda humildad; si hay una b�squeda sincera de Dios en oraci�n; si habr� una reconciliaci�n cordial del coraz�n y la vida para el Divino Redentor; entonces habr� un regreso gracioso y glorioso de su presencia y de su bendici�n para el alma.

Ezequiel 43:7

La soberan�a inaccesible de Dios.

Dios ahora aparece entre su pueblo como su Divino Soberano; la casa a la que viene en gloriosa manifestaci�n es "el lugar de su trono" ( Ezequiel 43:7). All� est� decidido a gobernar. Otros reyes, potentados humanos, hab�an estado reinando all�, pero su gobierno ahora deber�a haber terminado. Hab�an sido usurpadores en el sentido de que hab�an establecido su voluntad contra la de �l, "su umbral por sus umbrales, su publicaci�n por sus publicaciones" ( Ezequiel 43:8); pero todas esas pretensiones quedar�an en lo sucesivo desautorizadas; ser�an barridos sin descanso. Los consum� en mi ira. "El Se�or solo deb�a reinar, sin rival, la Autoridad indiscutible e inaccesible. El santuario del Se�or era el trono del gran Rey.

I. LA IGLESIA DE CRISTO LA ESFERA DE LA SOBERAN�A DIVINA. Como Dios declar�, a trav�s de su profeta, que �l reinar�a en el templo, as� Jesucristo afirma ser el �nico Jefe y Gobernante de su Iglesia. "Uno es tu Maestro, incluso Cristo". No debemos invadir sus "derechos de corona" de ninguna manera ni bajo ninguna consideraci�n.

1. A �l debemos rendirle culto, no colocar a ning�n ser creado a su lado en su trono.

2. Por su voluntad revelada debemos determinar la constituci�n de su Iglesia. Ya sea que deduzcamos eso de sus propias palabras, o del esp�ritu de su vida, o de las palabras y la acci�n de sus ap�stoles, debemos hacer que la voluntad de Cristo sea absolutamente suprema en toda nuestra acci�n colectiva, y su voluntad no solo nos afecta en decidir sobre las formas y las reglas de nuestra asociaci�n eclesi�stica, pero tambi�n sobre el esp�ritu en el que mantenemos nuestro cargo y hacemos nuestro trabajo en su reino; somos esencialmente desleales a �l cuando nuestra actitud o actitud hacia cualquiera de nuestros hermanos es diferente a la que ilustra el esp�ritu de Cristo.

II LA IGLESIA DE CRISTO LA FUENTE DE SOBERAN�A MORIENTE. La fuente en el sentido de ser instrumental en su promoci�n. Porque es a la Iglesia que Dios ha cometido esa verdad que solo la establecer�; y es de la Iglesia que espera esa vida que contribuir� en gran medida a su extensi�n. La Iglesia, toda Iglesia Cristiana, tiene:

1. Proclamar los derechos soberanos del que es el Dios de nuestra vida; presentar a Dios a los hombres como el Divino Autor de su ser, Fuente de su alegr�a, Fuente de todas sus comodidades y bendiciones, Padre de su esp�ritu, Conservador y Guardi�n de su vida; como ese Divino en quien "viven, se mueven y tienen su ser", con quienes tienen que hacer "en un sentido m�s profundo y en un grado mucho m�s alto que el que tienen con cualquier ser humano.

2. Presentar las demandas reales del Se�or de nuestra salvaci�n; para sostener ante los ojos de los hombres a ese Hijo del hombre que descendi� del cielo para ser nuestro Maestro, L�der, Amigo y Salvador; quienes vivieron, ense�aron, forjaron, lamentaron y murieron por nuestra redenci�n; ese Hijo de Dios que se levant� triunfante de la tumba y ascendi� a la diestra de Dios; quien tiene el derecho supremo a la confianza, el amor, la obediencia, la devoci�n total y completa de todos los que han recibido la historia de su amor moribundo y su poder viviente.

3. Mostrar el Camino de una verdadera, concienzuda y feliz sujeci�n a la regla Divina. As� la Iglesia de Cristo se convertir� en "el lugar de su trono". - C.

Ezequiel 43:12

La ley de la casa

Santidad universal. "La ley de la casa, que ten�a derecho a ser llamada la ley, consist�a en que toda la regi�n del monte del templo fuera la m�s sagrada. Hasta ahora, no era esta caracter�stica estar confinada a un solo departamento del templo. era para abarcar toda la circunferencia ocupada por las instituciones simb�licas del reino: las c�maras asignadas a los sacerdotes e incluso los tribunales pisoteados por el pueblo, as� como la morada inmediata de Jehov�. Todos deb�an tener un car�cter. de lo sagrado, porque todos los que estaban conectados con ellos deb�an ocupar una posici�n similar de cercan�a sentida a Dios e igualmente disfrutar del privilegio de acceso a �l ". Porque la gloria del Se�or, su presencia manifiesta, llen� la casa; cada uno, por lo tanto, en cada parte de los recintos sagrados, se mantuvo en una relaci�n muy estrecha y sagrada con el Dios viviente, y el car�cter debe corresponder con privilegio. La Iglesia de Cristo es ahora la "casa" del Se�or, y respetando su santidad tenemos:

I. SUS DOS COMPONENTES ESPIRITUALES. Estos son:

1. Sent�a cercan�a a Dios. Solo se puede decir verdaderamente que es santo y se da cuenta continuamente de lo cerca que est� del Dios viviente, cu�n �ntima es la relaci�n en la que se encuentra con �l, cu�n libre es su acceso a �l; y quien, d�ndose cuenta de esto, en verdad "camina con Dios" y "tiene comuni�n con el Padre".

2. Separaci�n del pecado. El hombre santo es aquel que, como el justo y santo Padre, "odia todo tipo de iniquidad", aleja de �l, de su vista y de su simpat�a, as� como de su conversaci�n y su conducta, todo lo que contamina y deshonra �l es el hombre que repele su alma, y ??por lo tanto desterra de su vida, toda falsedad y falsedad, toda impureza, toda codicia, todas las formas de deshonestidad e intemperancia, toda irreverencia y. blasfemia.

II SU PREVALENCIA UNIVERSAL. "Todo su l�mite alrededor ser� muy sagrado". No un compartimento en particular, sino toda la "monta�a del Se�or". As�, con la Iglesia de Cristo, la santidad debe caracterizar:

1. Todos sus miembros, sea cual sea su cargo o funci�n, sean ministros o no tengan ning�n cargo oficial. Hay, de hecho, una exigencia peculiar y enf�tica hecha a aquellos que hablan por Cristo, de que sean santos; pero cualquier miembro de la familia cristiana que no se da cuenta de su cercan�a a Dios y no se separa del pecado, no est� calificado para tomar su lugar all�, no est� obedeciendo "la ley de la casa", es un sujeto desleal , un preso indigno.

2. Sus miembros en todas sus relaciones. No solo, aunque marcada e inequ�vocamente all�, en todos sus compromisos distintivamente religiosos, sino en cada esfera en la que se mueven: dom�stica, social, literaria, art�stica, municipal, pol�tica. En todo momento y en todos los lugares, el pueblo de Dios debe respetar "la ley de la casa", porque donde quiera que est�n, son miembros de la familia de Dios.

III. EL SECRETO DE SU MANTENIMIENTO. �C�mo debemos ser santos y mantener nuestra santidad en todo el apuro y la lucha, bajo todas las cargas y provocaciones, en toda la atm�sfera malsana de la vida cotidiana?

1. Al ser mucho, en pensamiento y oraci�n, con Jesucristo, el santo Salvador. Gran parte de su amistad significar� gran parte de su esp�ritu, ya que constantemente crecemos en la semejanza de lo que amamos.

2. Al recibir en nuestras mentes todo lo que podemos recibir de la verdad Divina (ver Juan 15:3; Juan 17:17).

3. Al buscar y obtener las influencias limpiadoras y renovadoras del Esp�ritu Santo. � C.

Ezequiel 43:13

Purificaci�n y preparaci�n.

Casi todas las regulaciones relativas a los sacrificios bajo la vieja econom�a se refer�an a la cuesti�n suprema de la santidad. Dios impresionar�a a su pueblo, por todos los medios y de todas las maneras, para que el Santo de Israel debe ser abordado por aquellos que son puros y santos; que si "ascender�an al monte del Se�or" deben venir "con las manos limpias y un coraz�n puro". Por lo tanto, todo y cada uno ten�a que ser cuidadosamente purificado o consagrado en preparaci�n para el servicio solemne. En estos vers�culos tenemos la misma idea una vez m�s afirmada en la visi�n del profeta. Los sacerdotes que oficiaban deb�an ser debidamente consagrados ( Ezequiel 43:26); los animales sacrificados deb�an seleccionarse con mucho cuidado, solo aquellos sin defectos permitidos ( Ezequiel 43:22, Ezequiel 43:23, Ezequiel 43:25). E incluso el altar mismo, que podr�a haberse considerado incapaz de cualquier impureza, tuvo que ser purgado y limpiado formalmente ( Ezequiel 43:20). Deb�an presentarse ofrendas por el pecado y holocaustos, sin olvidar la sal ( Ezequiel 43:25), para que el altar pudiera estar perfectamente preparado para su uso, y para que los adoradores que se acercaran a �l pudieran encontrar aceptaci�n con el Se�or ( Ezequiel 43:27). Tal preparaci�n por sacrificio es desconocida para la Iglesia de Cristo, el viejo ritual felizmente se ha vuelto obsoleto. Pero la idea esencial de esto permanece y nunca desaparecer�. Antes de acercarnos a Dios en la adoraci�n p�blica, nos toca hacer -Respuesta de reparaci�n- a la purificaci�n del tiempo anterior. Ahi esta-

I. LA PREPARACI�N DEL CUERPO. Nuestro Se�or dijo que hab�a un cierto "tipo" de maldad que solo pod�a ser expulsado despu�s de la oraci�n y el ayuno ( Mateo 17:21). Debemos reconocer el hecho de que una condici�n corporal es mucho m�s favorable a la devoci�n pura y sostenida que otra; p.ej. despierto en lugar de somnoliento; un estado sabio y moderadamente alimentado con preferencia a uno incapacitado por la indulgencia por un lado o por una abstinencia prolongada por el otro. No en cansancio y agotamiento, ni tampoco en una plenitud incapacitante e inadecuada, debemos llevar nuestra ofrenda de oraci�n o alabanza, de exhortaci�n o docilidad, a la casa del Se�or.

II LA PREPARACI�N DE LA MENTE. Quienes han emprendido la sagrada tarea de hablar por Dios seguramente deber�an prepararse para esta obra elevada y exaltada. Si nos preparamos cuidadosamente para hablar en nuestro propio nombre, �cu�nto m�s deber�amos hacerlo cuando hablamos en el suyo! Si no reunimos todo el conocimiento que podemos obtener, piense en nuestro tema lo mejor que podamos, busque en las Escrituras para sostener la verdad que debemos pronunciar con la Palabra de Dios, ponga todas nuestras adquisiciones mentales e informaci�n bajo contribuci�n a �Dar claridad y coherencia a nuestro argumento o apelaci�n, ordenar y organizar nuestros pensamientos para que podamos presentarlos tan libremente y con la mayor fuerza posible?

III. LA PREPARACI�N DEL CORAZ�N. Esta preparaci�n, m�s que la del cuerpo o la mente, responde a la purificaci�n descrita en el texto. Nuestros corazones necesitan ser "limpiados y purgados" ( Ezequiel 43:20). Tiene que ser limpiado de:

1. Todo ego�sta; para que apuntemos, no a nuestro propio honor o avance, sino a la gloria de Cristo y al bien de los hombres.

2. Toda mundanalidad y vanidad; de modo que cuando nos inclinamos en oraci�n o asumimos la actitud de atenci�n, no nos perdemos en el recuerdo o la anticipaci�n de gangas en el mercado o de placeres en la sociedad.

3. La b�squeda del disfrute en lugar de buscar a Dios; la tentaci�n de venir a la casa del Se�or para participar de lo que es dulce para nuestro gusto en lugar de lo que fortalece nuestro car�cter y alimenta nuestra alma. Tal preparaci�n o purificaci�n como esta debe realizarse en la c�mara secreta de la devoci�n, cuando estamos solos con Dios, en una solemne contemplaci�n y en una oraci�n sincera y creyente.

Información bibliográfica
Exell, Joseph S; Spence-Jones, Henry Donald Maurice. "Comentario sobre Ezekiel 43". Los Comentarios del Púlpito. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/tpc/ezekiel-43.html. 1897.
 
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