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Ezequiel 44

Los Comentarios del PúlpitoLos Comentarios del Púlpito

Versículos 1-31

EXPOSICI�N

El profeta, habiendo terminado su relato del templo, o lugar de culto, procede, en la segunda secci�n de su visi�n (Ezequiel 44-46.), A exponer la cultura, o ritual, que se realizar� en el templo; tratar primero de las varias clases en la nueva comunidad, y de su relaci�n con el santuario ( Ezequiel 44:1.); siguiente de las normas que deben observarse en el mantenimiento de la adoraci�n ( Ezequiel 45:1.); y, en tercer lugar, de ciertas �rdenes suplementarias para el pr�ncipe, el pueblo y los sacerdotes, cuando participan en las solemnidades de su religi�n ( Ezequiel 46:1). En particular, el presente cap�tulo trata

(1) con la relaci�n del pr�ncipe con el santuario ( Ezequiel 44:1);

(2) con la del pueblo, levitas y sacerdotes ( Ezequiel 44:4); y

(3) con los deberes y emolumentos de los sacerdotes ( Ezequiel 44:17).

Ezequiel 44:1

La relaci�n del pr�ncipe con el santuario.

Ezequiel 44:1

La puerta del santuario exterior, la puerta exterior del santuario (versi�n revisada), que mira hacia el este. A esta puerta, el profeta fue conducido de regreso, a trav�s de la puerta interior norte o sur, desde el patio interior, en el que hab�a recibido las medidas del altar y las instrucciones para su consagraci�n ( Ezequiel 43:5) . Si Ezequiel se par� en el exterior de esta puerta como en Ezequiel 43:1, o en su interior, a�n no se puede determinar; pero con facilidad observ� que estaba cerrado; de nuevo, ya sea en el lado este hacia los recintos del templo, o en el oeste hacia el patio exterior, no se menciona, y en este momento no se puede decidir. Lo que llev� al vidente a darse cuenta de que la puerta estaba cerrada fue probablemente la circunstancia de que la �ltima vez que estuvo a su lado estaba abierta ( Ezequiel 43:1), aunque no se puede probar que haya pasado por ella ( Ezequiel 43:5), junto con el hecho de que formaba la entrada principal al templo, y como tal le hab�a sido descrito y medido ( Ezequiel 40:6).

Ezequiel 44:2

Esta puerta se cerrar�. El profeta debe haber notado esto como una diferencia importante entre el nuevo santuario y el antiguo (ya sea templo o tabern�culo), en el que la puerta este estaba siempre abierta. Que la puerta del nuevo templo deb�a cerrarse solo en los seis d�as h�biles que Ewald infiere por error de Ezequiel 46:1, donde lee, despu�s de la LXX; el exterior en lugar del patio interior. Pero Ezequiel 46:1 se refiere a la puerta este del patio interior. De la puerta este del patio exterior se declara enf�ticamente que no se abrir�, ni entrar� ning�n hombre por ella, lo que significa que debe cerrarse a perpetuidad; y que no, como han supuesto Abar-banel y Lightfoot, expresar la idea de que la gloria de Jehov� ya no deber�a apartarse del templo, sino permanecer en �l para siempre, sino inspirar una concepci�n exaltada de la santidad de la "casa" y todas sus pertenencias, como Jehov� explic�, porque el Se�or, el Dios de Israel, ha entrado por �l, por lo tanto, se cerrar�.

Ezequiel 44:3

Es porque el pr�ncipe transmite una impresi�n err�nea, como si el edicto, excluyendo a todos de pasar por la puerta exterior este, no se aplicara al pr�ncipe; pero incluso para �l, la puerta no deb�a servir como modo de entrada al templo, o, de ser as�, solo en ocasiones excepcionales (ver en Ezequiel 46:2), sino simplemente como un lugar para sentarse. La versi�n revisada traduce con precisi�n las palabras: en cuanto al pr�ncipe, �l se sentar� all� como pr�ncipe, etc. Que el "pr�ncipe" aludido aqu� (??????????) no podr�a haber sido el Pr�ncipe David, es decir, el Mes�as del que ya se habl� ( Ezequiel 34:23, Ezequiel 34:24; Ezequiel 37:24), pero debe haber indicado las autoridades c�vicas de la nueva comunidad de Israel, "el jefe civil de la teocracia", Havernick infiere de Ezequiel 45:8, Ezequiel 45:9, donde el "pr�ncipe" venidero se contrasta con los gobernantes anteriores de Israel que oprimieron a sus s�bditos, por la ausencia de un predicado tan caracter�stico como "pastor" o "rey", que, seg�n �l, se habr�a atribuido a la palabra "pr�ncipe" si hubiera tenido la intenci�n de designar al Mes�as, de la ofrenda del pr�ncipe para s� mismo una ofrenda por el pecado ( Ezequiel 45:22), del alusi�n a sus hijos ( Ezequiel 46:16), y de lo que se registra sobre su comportamiento en la adoraci�n ( Ezequiel 46:2); pero ninguna de estas declaraciones sobre el "pr�ncipe" proh�be su identificaci�n con el Mes�as, a menos que se suponga que ya se entendi� que el Mes�as deber�a ser un personaje humano divino. Sin embargo, esto no se hab�a revelado tan claramente como para ser ampliamente difundido. conocido con precisi�n. Por lo tanto, parece suficiente decir que si bien el "pr�ncipe" tendr�a su antitipo m�s alto en el Mes�as, tambi�n tendr�a, aunque en menor y menor grado, un antitipo en cada gobernante justo (si alguna vez hubiera tal ) qui�n podr�a presidir Israel posteriormente (ver Ezequiel 37:25). La frase, comer pan ante el Se�or, mientras se refiere en primera instancia a las comidas de sacrificio que, seg�n la Ley, com�nmente acompa�aban ofrendas sin sangre , como las ofrendas de carne (Le Ezequiel 2:3), el pan de la proposici�n (Le Ezequiel 24:9) y las hojas sin levadura de la Pascua ( �xodo 12:18; Lev�tico 23:6 N�meros 28:17; Deuteronomio 16:3), y solo los sacerdotes pod�an participar en �l Por ejemplo, significaba participar de comidas de sacrificio en general, incluso de aquellas que consist�an en porciones de carne que se com�an en conexi�n con ofrendas sangrientas ordinarias ( G�nesis 31:54; �xodo 18:12). Si, despu�s de Kliefoth, el primero se adopta como la importaci�n de la frase aqu�, entonces se pensar� que en el nuevo culto el pr�ncipe deber�a disfrutar de un privilegio que antes el viejo no pose�a ni siquiera por el rey; si, despu�s de Keil, se prefiere la segunda vista, el sentido equivaldr� a esto, que seg�n las regulaciones del futuro, el pr�ncipe deber�a tener el favor que se le haya concedido "de celebrar sus comidas de sacrificio en la puerta", mientras que la gente solo deber�a estar se les permit�a mantener la suya "en la corte" o "en las cercan�as de las cocinas de los sacrificios". El camino del porche se menciona como la entrada y salida del pr�ncipe; lo que implica que deber�a obtener acceso al patio exterior por la puerta norte o sur, ya que la puerta exterior de la puerta este estaba cerrada. Esto hace que sea probable que Ezequiel estuviera parado afuera de la puerta este (ver verso 1).

Ezequiel 44:4

Las relaciones de la gente, levitas y sacerdotes con el santuario.

Ezequiel 44:4

Desde el exterior de la puerta este del patio exterior, se trajo al profeta por el camino de la puerta norte, pero no se sabe si es externo o interno, y se establece delante de la casa. Sobre la base de que el profeta en su nueva estaci�n estaba frente al templo, Hitzig, Keil y otros deciden por la puerta norte del patio interior; mientras que Kliefoth, considerando la circunstancia de que las primeras comunicaciones hechas al profeta en su nuevo puesto se refer�an a "la entrada de la casa" y "la salida del santuario", prefieren la puerta norte del patio exterior. Pero en cualquiera de las puertas que el profeta fue puesto, �l percibi� por segunda vez (comp. Ezequiel 43:5) que la gloria del Se�or llen� la casa del Se�or, y esto, quiz�s, deber�a equilibrar el equilibrio a favor de la entrada del patio interior, desde la cual el interior de la "casa" podr�a ser m�s f�cil

Ezequiel 44:5

Habiendo ca�do de bruces ante la renovada teofan�a, el profeta fue convocado como antes ( Ezequiel 40:4), pero con mayor �nfasis que antes, para marcar bien, o poner su coraz�n a observar, las comunicaciones a punto de ser hecho a �l con respecto a todas las ordenanzas de la casa del Se�or, y. todas sus leyes (ver Ezequiel 43:11), m�s especialmente con respecto a las personas que deber�an tener derecho a participar en sus servicios.

Ezequiel 44:6

Deja que te baste de todas tus abominaciones. No fue sin una vista en canoa que en la puerta norte, que anteriormente hab�a sido representada como la escena de las idolatr�as de Israel ( Ezequiel 8:5), el profeta deber�a recordar esas iniquidades pasadas de su naci�n y recibir instrucciones. en cuanto a c�mo la nueva comunidad debe ser preservada de caer en transgresiones similares.

Ezequiel 44:7

El pecado especial imputable contra Israel en el pasado hab�a sido la introducci�n en el santuario, mientras los sacerdotes se dedicaban al sacrificio de extra�os, extranjeros (versi�n revisada); literalmente, hijos de un extra�o: incircuncisos de coraz�n e incircuncisos de carne, en contravenci�n expresa del pacto de Jehov�. Ewald, Havernick, Hengstenberg, Schroder y Currey restringen la designaci�n de "extra�os" a sacerdotes infieles y no autorizados, quienes, como en los d�as de la apostas�a de Israel, notoriamente bajo Jeroboam ( 1 Reyes 12:31; 2 Cr�nicas 11:15), mayo, en la confluencia de las idolatr�as que tuvieron lugar en Jerusal�n durante los reinados de Acaz (2 Rey 16: 3, 2 Reyes 16:4, 2 Reyes 16:10; 2 Cr�nicas 28:2, 2 Cr�nicas 28:23-14) y Manas�s ( 2 Reyes 21:2, 2 Reyes 21:11, 2 Reyes 21:15; 2 Cr�nicas 33:2), han sido admitidos para participar en los servicios del templo; pero Kliefoth, Delitzsch, Keil, Smend y Plumptre, con mejor juicio, reconocen en los extranjeros "extra�os" que no se hab�an incorporado a Israel al someterse a la circuncisi�n, pero, aunque viv�an en medio de Israel, todav�a eran incircuncisos paganos en Tanto el coraz�n como la carne. Con respecto a estos extranjeros, la Ley de Mois�s ( Lev�tico 17:8, Lev�tico 17:10) promulg� que, al aceptar la circuncisi�n, podr�an convertirse en miembros de la comunidad israelita, pero que sin esto no pod�a permitirse participar de la Pascua, el s�mbolo m�s alto de la unidad nacional y religiosa ( �xodo 12:48, �xodo 12:49). Sin embargo, estaba abierto a ellos, al dar cierta medida de obediencia a la Ley ( �xodo 12:19; �xodo 20:10; Le �xodo 17:10, �xodo 17:12; �xodo 18:26; �xodo 20:2; �xodo 24:16, 22), para ingresar al santuario y presentar todo tipo de ofrendas a Jehov� ( Lev�tico 17:8; N�meros 15:14, N�meros 15:29) Por lo tanto, la ofensa de Israel no hab�a sido la admisi�n de tales "hijos del extra�o" en el santuario, sino la admisi�n de sin insistir en las condiciones especificadas anteriormente, en otras palabras, la admisi�n de personas que no solo carec�an de la marca corporal de la circuncisi�n, que no las habr�a excluido, sino que tambi�n carec�an de los primeros elementos de la piedad hebrea, es decir, incircuncisos en el coraz�n como lo fueron en la carne. La sanci�n de tales dentro de los atrios del templo, mientras se ofrec�a el pan de Jehov�, la grasa y la sangre, es decir, mientras se realizaba la adoraci�n sacrificial, no era simplemente una profanaci�n de la "casa", sino una violaci�n expresa del pacto. Jehov� hab�a hecho con Israel con referencia a estos mismos "hijos del extra�o".

Ezequiel 44:8

En lugar de haber ejercido una santa solicitud por la pureza del templo y la regularidad de sus ritos, al vigilar estrictamente las cosas santas de Jehov�, la casa de Israel hab�a puesto guardianes; literalmente, los hab�a establecido, es decir, los "extra�os" incircuncisos antes mencionados, como guardianes de la acusaci�n de Jehov� en su santuario para ellos mismos, es decir, para complacerse, independientemente de las promulgaciones de Jehov�. A partir de esto, Wellhausen, Smend, Driver y otros han argumentado que a los "extra�os" antes mencionados no solo se les hab�a permitido el acceso al patio exterior como espectadores o adoradores mientras los sacerdotes ofrec�an sacrificios, sino que admit�an en el tribunal interior como asistentes de los sacerdotes en sus deberes de altar, que esto, el empleo de estos paganos hierodules, hab�a sido la maldad especial de la que Israel hab�a sido culpable, y que en adelante estos "ministros de relaciones exteriores" deb�an ser expulsados ??de sus oficinas , y sus lugares provistos por los levitas a punto de ser degradados. Sin embargo, es dudoso que se pueda hacer que la frase, guardianes de mi cargo en el santuario, signifique m�s de lo que ya se ha expresado en la cl�usula, "estar en mi santuario ... cuando ofreces mi pan" ( Ezequiel 44:7), por el cual, como explican Kliefoth y Keil, Israel pr�cticamente hab�a convertido a estos extra�os en "guardianes de Jehov�", es decir, observadores de los ritos de adoraci�n prescritos por �l, aunque observadores en su camino, no en el suyo; si se puede extraer m�s de las palabras, entonces lo m�ximo que se puede hacer para afirmar leg�timamente (ya que no se menciona el patio interior) es que estos "extra�os", adem�s de obtener acceso al patio exterior para presenciar los sacrificios , o tal vez ofrecer eso por s� mismos, hab�a sido empleado con mayor o menor frecuencia en el desempe�o de cargos subordinados hacia los levitas, que eran los asistentes de los sacerdotes, como los gabaonitas, a quienes Joshua ( Josu� 9:27) hizo "hewer" de madera y cajones de agua para la congregaci�n y para el altar del Se�or hasta el d�a de hoy ", y como los Nethinim, que, seg�n Esdras ( Esdras 8:20), David y los pr�ncipes hab�an dado por el servicio de los levitas. (En la frase "para mantener el cargo de Jehov�", que significa seguir sus instrucciones o cumplir con sus recetas, vea N�meros 9:23.) "En el santuario" explica que las recetas a las que se alud�a eran aquellas perteneciente al santuario o al culto de Jehov�.

Ezequiel 44:9

En consecuencia, que tales abusos no podr�an arrastrarse para profanar el templo del futuro, se promulg� una nueva Tor� sobre las personas que deber�an tener derecho a participar en sus servicios. Si se omite al "pr�ncipe", la raz�n probablemente fue que una secci�n especial se le dedica posteriormente ( Ezequiel 46:1).

Ezequiel 44:9

La ordenanza para la gente. Ning�n extra�o (o extranjero), incircunciso de coraz�n, ni incircunciso de carne, entrar� en mi santuario. La publicaci�n de este edicto marc� un claro avance sobre la legislaci�n anterior. La antigua Tor� concedi� el derecho de acceso a un extranjero, aunque no circuncidado, bajo ciertas condiciones ( Ezequiel 44:7); esta nueva Tor� otorgar�a tal derecho de acceso a un extranjero sin condiciones. Incluso si fuera circuncidado en la carne, a menos que poseyera tambi�n lo que simbolizaba la marca corporal, a saber. circuncisi�n de coraz�n, debe permanecer fuera. �No parece esto que Ezequiel fuera posterior al c�digo del sacerdote, en lugar de viceversa, como sostiene Wellhausen?

Ezequiel 44:10

La ordenanza para los levitas. Seg�n el llamado c�digo sacerdotal, los levitas eran descendientes de Lev�, que fueron elegidos por Jehov� para servir en el tabern�culo ( N�meros 3:6-4; N�meros 16:9), para ministrar a los sacerdotes cuando estos se sacrificaron en el tabern�culo ( N�meros 8:19; N�meros 18:6), y en particular para mantener la carga del tabern�culo, es decir, de la casa y todos sus vasos ( N�meros 1:53), a diferencia de la carga del santuario y del altar, que pertenec�a solo a Aar�n y a sus hijos como sacerdotes ( N�meros 18:2, N�meros 18:23). El c�digo deuteron�mico, dice Wellhausen, no conoc�a tal distinci�n entre levitas y sacerdotes, quienes, seg�n se alega, compusieron un cuerpo homog�neo, la tribu de Levi, cuyos miembros estaban igualmente facultados para oficiar en el altar ( Deuteronomio 10:8), los deberes m�s bajos del tabern�culo fueron realizados por los extra�os antes mencionados, y la subordinaci�n de los levitas a los sacerdotes fue sugerida por primera vez por Ezequiel, y llevada a cabo formalmente despu�s del exilio. Esta teor�a, sin embargo, no puede admitirse como hecha frente a

(1) Deuteronomio 18:1; que ( Deuteronomio 18:1) reconoce que "los sacerdotes" y "los levitas" constituyen "toda la tribu de Levi" y ( Deuteronomio 18:3, Deuteronomio 18:6 ) distingue entre "el sacerdote" y "el levita";

(2) 2 Samuel 15:24, que se asocia con Sadoc el sacerdote, los levitas como portadores del arca;

(3) 1 Reyes 8:4, en el que se reconoce la misma distinci�n entre los dos cuerpos;

(4) 1 y 2 Cr�nicas, passim, que atestiguan la existencia de sacerdotes y levitas como oficiales separados del templo en tiempos pre-exiliados; y

(5) Esdras 1:5, 62; Esdras 3:8, Esdras 3:10; Esdras 6:20, que muestra que la distinci�n, presuntamente realizada por Ezequiel, era bien conocida por la primera compa��a de exiliados que regres� bajo Zorobabel a Jerusal�n, y que se remontaba al pre-exilio. veces. La pregunta, por lo tanto, de la que habla Levitas Ezequiel en este vers�culo, si aquellos de sus deberes eran de orden servil o de aquellos cuyas funciones ten�an un car�cter sacerdotal, no es dif�cil de resolver. Dif�cilmente podr�a haber sido lo primero, ya que en los vers�culos 11-14 los levitas de Ezequiel se representan como a punto de ser degradados al ser relegados a tareas inferiores a las que hab�an realizado anteriormente; debe haber sido lo �ltimo, porque en el verso actual se les designa los levitas que se fueron (o se fueron) lejos de m�, cuando Israel se extravi�. Ahora, la apostas�a de Israel por parte de Jehov� y la declinaci�n hacia la idolatr�a comenz� con la infidelidad de Salom�n ( 1 Reyes 11:4), y continu� con mayor o menor intensidad en cada reinado posterior hasta el exilio; ciertamente no puede restringirse, como lo proponen Keil y Currey, a la conducta de Jeroboam al establecer santuarios rivales en Dan y Betel, con altares y sacerdotes, para la acomodaci�n del reino del norte ( 1 Reyes 12:26-11). Tampoco hay lugar para dudar, aunque los avisos hist�ricos del hecho no son abundantes, que en esta apostas�a el sacerdocio lider� en gran medida el camino (Jeremias 26:7, Jer 26:11; 2 Reyes 16:11 ; Sofon�as 1:4), convirti�ndose en sacerdotes de los lugares altos, ministrando a las personas en altares paganos, y haciendo que caigan en la iniquidad (vers�culo 12). Hengstenberg y Plumptre sugieren que la raz�n por la cual estos sacerdotes ap�statas ahora se llaman levitas era para intimar que ya no eran dignos del sacerdocio, y que estaban a punto de ser reducidos al ministerio inferior de los llamados levitas. En consecuencia, bajo la nueva Tor�, aquellos entre los sacerdotes (que tambi�n eran levitas) que hab�an sido culpables de esta flagrante maldad (es decir, dice Delitzsch, todos los Aaronides que no eran Zadokitos) ya no lo har�an, ni en s� mismos ni en sus descendientes, sufrir�a para retener el oficio sacerdotal, pero ser�a degradado a la condici�n de levitas ordinarios y, como ellos, deber�an ser ministros en el santuario de Jehov�, tener el cargo, o la supervisi�n (versi�n revisada), a las puertas de la casa, y ministrando (o en) la casa, es decir, en sus tribunales, sirviendo como guardianes del cargo de la casa (vers�culo 14), como vigilantes a las puertas de la casa (vers�culo 11), como asesinos de las v�ctimas del sacrificio ( vers�culo 11), pero no se les deber�a permitir, como a sus hermanos que hab�an permanecido fieles, hacer el oficio de sacerdote, es decir, acercarse al altar para ofrecer sacrificios o entrar en el lugar santo (vers�culo 13). De esta manera, deben llevar su iniquidad (vers�culos 10, 12), una expresi�n favorita en los libros intermedios del Pentateuco ( �xodo 28:38, �xodo 28:43; Le �xodo 5:1; �xodo 10:17; �xodo 20:19; N�meros 5:31; N�meros 18:1), pero nunca aparece en Deuteronomio, y significa" ser requerido "por causa del pecado y su verg�enza y sus abominaciones, es decir, la verg�enza que se les debe por sus abominaciones, una frase especialmente de Ezequiel (comp. Ezequiel 16:52, Ezequiel 16:54; Ezequiel 32:30; Ezequiel 36:7).

Ezequiel 44:15, Ezequiel 44:16

La ordenanza para los sacerdotes. Que Ezequiel deriv� la frase, los sacerdotes levitas, del Deuteronomio ( Deuteronomio 17:9; Deuteronomio 18:1; Deuteronomio 24:8; Deuteronomio 27:9) puede otorgarse sin admitir que los levitas eran todos sacerdotes, o que la frase ten�a otra importancia que los sacerdotes, como dice el Deuteronomista, "hijos de Lev�" ( Deuteronomio 21:5; Deuteronomio 31:9). El sacerdocio, en su instituci�n, fue confiado a Aar�n y sus hijos ( �xodo 27:20, �xodo 27:21; �xodo 28:1; �xodo 29:9, �xodo 29:44; N�meros 3:10; N�meros 16:40; N�meros 18:7; N�meros 25:13), en Aaron's muerte el sumo sacerdocio pas� a manos de Eleazar, su hijo mayor ( N�meros 20:26-4), y despu�s de la muerte de Eleazar en manos de Finees, su hijo mayor ( N�meros 25:11-4) . �En los �ltimos d�as de los jueces, cuando el arca y el tabern�culo estaban en Shiloh? El sumo sacerdocio pertenec�a a El�, de la l�nea de Itamar, en esa l�nea continu� hasta el reinado de David, cuando fue retenido conjuntamente por Abiatar (llamado tambi�n Ahimelec) de la l�nea de Itamar y Zadok de la l�nea de Eleazar ( 2 Samuel 8:17; 2 Samuel 20:25; 1 Reyes 4:4). Este arreglo, sin embargo, Salom�n finalmente se volc�, al depositar el primero por defender las pretensiones de Adon�as al trono ( 1 Reyes 1:7; 1 Reyes 2:26), y desde ese momento en adelante hasta el exilio. el sacerdocio permaneci� con Sadoc y sus hijos ( 1 Reyes 2:35; 1 Cr�nicas 29:22). Cuando, por lo tanto, se anuncia a Ezequiel que su santuario de la visi�n deber�a tener como sacerdotes a los hijos de Sadoc, que guardaban el cargo del santuario de Jehov�, cuando los hijos de Israel se desviaron de �l; La primera pregunta que surge es: �A qu� alude esto? Kliefoth sostiene que no puede significar que, si bien Israel en su conjunto se neg� a la idolatr�a, los sacerdotes zadokitas se mantuvieron fieles a la adoraci�n a Jehov�, porque la visi�n de las idolatr�as de Jud� otorgada al profeta, en Ezequiel 8:16, revel� claramente que el sacerdocio estaba tan atrapado en la apostas�a nacional como los pr�ncipes o el pueblo. Tampoco el lenguaje del texto queda perfectamente satisfecho por la opini�n de Havernick, Keil, Delitzsch y otros, de que va en pos de la fidelidad de Zadok al trono de David en el momento de la rebeli�n de Absal�n ( 2 Samuel 15:24-10) , una fidelidad exhibida tambi�n por Abiatar, o su adhesi�n a Salom�n con preferencia a Adon�as ( 1 Reyes 1:8, 1 Reyes 1:39), esta vez sin la aceptaci�n de Abiatar, m�s bien en vista de su oposici�n. En ninguno de estos casos, la fidelidad de Sadoc se dirigi� especialmente al santuario de Jehov�, sino que se refer�a expresa y exclusivamente al trono de David. Por lo tanto, la recomendaci�n de la fidelidad de los sadoquitas solo puede significar que, si bien el sacerdocio como cuerpo era corrupto como el pueblo, hab�a entre ellos, como entre el pueblo, algunos que, como Ezequiel, continuaron firmes al santuario de Jehov�; que estos pocos fieles eran sadoquitas (ver Ezequiel 48:11), y que a estos se les deb�a confiar el sacerdocio en el nuevo santuario. Pero, en este punto, comienza una segunda pregunta: �pretend�a declarar que el nuevo sacerdocio deber�a ser zadokita en el cuerpo, es decir, con respecto a la descendencia lineal, o solo en el alma, es decir, con respecto a la excelencia moral y religiosa? El primero es sostenido por Kuenen, Wellhausen, Smend y otros, quienes ven en el santuario de la visi�n un plan del segundo templo, o post-exilio, y en sus ordenanzas un programa para el establecimiento de la jerarqu�a lev�tica; pero esta disputa se hace a�icos en el hecho de que no existe ninguna prueba de que el segundo templo fue construido despu�s de Ezequiel como modelo, o que aquellos que sirvieron en �l eran exclusivamente zadokitas de carne y hueso. La �ltima opini�n, favorecida por Kliefoth, parece m�s correcta, que el parecido moral y espiritual con los hijos de Zadok debe formar la primera calificaci�n para el sacerdocio en este santuario ideal del futuro (ver nota al final de Ezequiel 48:1.).

Ezequiel 44:17

Los deberes y emolumentos de los sacerdotes.

Ezequiel 44:17

Comenzando con su atuendo cuando participan en el servicio del templo, este vers�culo declara, de manera general, que los sacerdotes deben vestirse con ropa de lino, ya que los sacerdotes estaban bajo la Ley ( �xodo 28:40-2; �xodo 39:27-2; Le �xodo 6:10), con esta diferencia, que mientras que bajo la Ley los t�rminos empleados eran ?????, el byssus blanco de Egipto, y ????, "lino blanco fino", aqu� la palabra es ??????????, o "lino", una diferencia que ayuda a los cr�ticos m�s nuevos a percibir en el llamado c�digo sacerdotal un refinamiento en Ezequiel y, por lo tanto, una evidencia de que el cede del sacerdote surgi� m�s tarde que Ezequiel. Pero si el llamado c�digo del sacerdote Ya hab�a indicado que el lino para las vestiduras de los sacerdotes deb�a ser de la mejor calidad, Ezequiel pudo haber sentido que no hab�a otra ocasi�n para que �l usara m�s que el t�rmino gen�rico para "lino", que ????????? (pishteh) parece haber sido (comp . Lev�tico 13:47, Lev�tico 13:48, Lev�tico 13:52, Lev�tico 13:59; Deuteronomio 22:11; Jeremias 13:1). Esto fue sugerido por la afirmaci�n de que ninguna lana, ?????, "tal vez llamada as� por ser despojada" (Gesenius), deber�a venir sobre ellos mientras ministraban en las puertas del patio interior, o dentro del mismo tribunal, o la casa, el contraste entre lo que era de vegetales y lo que era de producci�n animal. El motivo de la prohibici�n de la lana se insin�a en el vers�culo 18: era propenso a causar sudor y, por lo tanto, implicaba impureza; el lino blanco limpio, por otro lado, fue dise�ado tanto por razones higi�nicas como como emblema de pureza (comp. Apocalipsis 19:8, Apocalipsis 19:14).

Ezequiel 44:18

En particular, los sacerdotes deben tener sombreros de lino sobre sus cabezas, literalmente, neum�ticos de lino sobre sus cabezas, y calzones de lino sobre sus lomos. Para inferir del uso de ??????????? en Le Ezequiel 8:13 y de ????? aqu� para el tocado de los sacerdotes, Ezequiel fue compuesto antes de Lev�tico, no es convincente. Smend explica el �ltimo t�rmino como el tocado habitual de la gente com�n, y el primero como una tiara o turbante especialmente ornamental. Gesenius invierte este significado, haciendo que el primero sea el gorro redondo ordinario, y el segundo una tiara (ver para el primero, �xodo 28:40; �xodo 29:9; �xodo 39:28 ; y para el �ltimo, �xodo 39:28; Isa�as 61:10; Ezequiel 24:17, Ezequiel 24:23). Adem�s, los sacerdotes no deben ce�irse con nada que cause sudor; literalmente, no deben ce�irse ni sudar, que era otra forma de prohibirles usar ropa de lana, lo que podr�a hacerlos sudar y, por lo tanto, provocar impurezas.

Ezequiel 44:19

Cuando los sacerdotes se retiraron del patio interior, y antes de pasar al patio exterior para mezclarse con la gente, se les orden� dejar a un lado sus t�nicas oficiales y depositarlas en las c�maras sagradas ya descritas ( Ezequiel 42:1 ), y ponerse otra ropa, es decir, su ropa ordinaria (comp. Le Ezequiel 6:11). La raz�n de esta orden judicial fue que podr�an no santificar a las personas (comp. Ezequiel 46:20) a trav�s de la gente que entra en contacto con sus prendas. Estos, de una manera, es decir, ceremonialmente santos, impartir�an a la gente una santidad lev�tica o ritualista que los descalificar�a, por un tiempo, al menos, para cumplir con los deberes comunes de la vida, ya que seg�n la Ley, esos eran quienes toc� la carne del sacrificio ( Lev�tico 6:18, Lev�tico 6:27), el altar ( �xodo 29:37) y los vasos del santuario ( �xodo 30:29).

Ezequiel 44:20

La siguiente r�brica se refer�a al modo en que los sacerdotes deb�an llevar el pelo. No debe afeitarse ni usarse mucho tiempo, evitando as� el exceso en ambos lados (comp�rese para el primero, Le Ezequiel 21:5; y para el segundo, Le Ezequiel 10:6; Ezequiel 21:10, Versi�n revisada), pero simplemente debe sondearse. La obligaci�n de dejar que el cabello crezca libremente se impuso al nazareo solo durante el per�odo de su voto ( N�meros 6:5). El verbo "sondear" o "cortar" (??????) no aparece en ning�n otro lugar. Smend cree que lo que el h�roe es negado a los sacerdotes colectivamente est� en el c�digo del sacerdote negado �nicamente al sumo sacerdote (Le Ezequiel 21:10, Versi�n revisada; comp�rese, sin embargo, Lev�tico 10:6, Revisado Versi�n), y descubre en esto un signo del origen posterior de Lev�tico. Ezequiel est� elevando el sacerdocio como un cuerpo al rango del sumo sacerdote, de quien en relaci�n con este templo no hay rastro, m�s bien demuestra que Ezequiel fue m�s tarde que Lev�tico.

Ezequiel 44:21

La prohibici�n del vino a los sacerdotes cuando participan en el servicio del templo de acuerdo con la legislaci�n mosaica (Le Ezequiel 10:9). La abstinencia total en otros momentos no fue prohibida.

Ezequiel 44:22

En cuanto al matrimonio (ya que no se esperaba que los sacerdotes en la "casa" de Ezequiel fueran c�libes que los empleados en el tabern�culo de Mois�s o el templo de Salom�n), se les prohibi� casarse con viudas (que los sacerdotes levitas no estaban, aunque el sumo sacerdote era) o mujeres divorciadas, y se les permit�a casarse solo con v�rgenes de la casa de Israel, o (la �nica excepci�n) viudas de los que hab�an sido sacerdotes (comp�rese con el c�digo del sacerdote, Le Ezequiel 21:7, Ezequiel 21:13, Ezequiel 21:14). La promulgaci�n de Ezequiel descubre dos variaciones: primero, que no proh�be formalmente a los sacerdotes el matrimonio con una ramera; y, segundo, que sanciona el matrimonio con la viuda de un sacerdote. Pero el primero estaba impl�cito en la prohibici�n del matrimonio con una ad�ltera, y el segundo era un signo de la mayor santidad del sacerdocio perteneciente al templo de Ezequiel. Por lo tanto, lejos de indicar la prioridad de Ezequiel, m�s bien apunta a la prioridad de Lev�tico.

Ezequiel 44:23, Ezequiel 44:24

Entre los deberes oficiales de los sacerdotes se prescriben cuatro cosas.

(1) La educaci�n de las personas en los principios fundamentales de su religi�n, a saber. que exist�a una distinci�n entre lo "santo" y lo "profano" o "com�n", y en la aplicaci�n pr�ctica de ese principio, el arte de discernir entre lo "impuro" y lo "limpio". Este deber hab�a sido impuesto a los sacerdotes del Mosaismo (Le Ezequiel 10:10; Deuteronomio 24:8; Deuteronomio 33:10), pero en los �ltimos a�os de la monarqu�a hab�a sido descuidado (Eze 26: 1-21: 26; comp. Malaqu�as 2:7).

(2) La administraci�n de justicia en todas las disputas que surjan y est�n relacionadas con las pr�cticas de su religi�n. Este oficio pertenec�a a los sacerdotes bajo la Ley ( N�meros 5:14-4; Deuteronomio 17:8-5; Deuteronomio 19:17; Deuteronomio 21:5), y fue ejercido en tiempos preexiliados ( Oseas 4:6; Miqueas 3:11; Isa�as 28:7; Jeremias 18:18), aunque no siempre de acuerdo ante con los juicios de Jehov�. Que la autoridad jur�dica de los sacerdotes era puramente moral (Wellhausen, Smend), solo se puede mantener rechazando 2 Cr�nicas 17:7 y 2 Cr�nicas 19:5 como no hist�rico

(3) La regulaci�n de todas las asambleas festivas de acuerdo con los estatutos divinos. Por errores en la celebraci�n de estos festivales, los sacerdotes deben responder, como siempre lo han sido; solo bajo el nuevo r�gimen no deber�a haber errores.

4. La santificaci�n de los d�as de reposo de Jehov�. Deben hacer esto descansando el s�ptimo d�a y ofreciendo los sacrificios del s�bado, el pan de la proposici�n y el holocausto; ambas cosas que los sacerdotes bajo la Ley hab�an recibido la orden de hacer (ver �xodo 20:8-2; �xodo 31:13-2: Le �xodo 23:3; �xodo 24:8; N�meros 28:9), pero no lo hab�a hecho ( Ezequiel 20:12, Ezequiel 20:13, Ezequiel 20:20, Ezequiel 20:21; Ezequiel 22:8; Ezequiel 23:28).

Ezequiel 44:25

Luego se dan las regulaciones para preservar el sacerdocio de la contaminaci�n a trav�s del contacto con los muertos, y para eliminar dicha contaminaci�n en caso de que haya sido contratada. Como en la Ley, as� en la constituci�n ideal de Ezequiel, los sacerdotes no deber�an tener la libertad de contraer impureza ceremonial tocando un cad�ver, excepto en el caso de relaciones cercanas (comp. Le Ezequiel 21:1). Que ni en Lev�tico ni en Ezequiel sea la esposa del sacerdote entre los exceptuados es sorprendente, y dif�cilmente explicable, con Knobel, por el hecho de que una esposa no es una relaci�n de sangre, ya que seg�n la concepci�n divina del matrimonio marido y mujer. son uno ( G�nesis 2:24), pero ya sea al sostener, con Keil, que la esposa, que est� m�s cerca de su esposo que cualquiera de los parientes nombrados, fue vista como incluida bajo la frase, "y por sus parientes eso est� cerca de �l "(Le Ezequiel 21:2), o suponiendo que es evidente que tal contaminaci�n no puede evitarse en el caso de una esposa y, por lo tanto, se permite t�citamente. Smend, como siempre, encuentra signos de la prioridad de Ezequiel al c�digo del sacerdote, primero en la circunstancia de que Ezequiel consideraba perfectamente natural que un sacerdote se entristeciera por su esposa ( Ezequiel 24:15), lo que demostr� que ten�a sin conocimiento de Lev�tico 21:1 .; y en segundo lugar, en el hecho de que Le Lev�tico 21:11 proh�be absolutamente al sumo sacerdote todo contacto con un cad�ver, lo que, se argumenta, revela una mayor rigurosidad que la existente en los d�as de Ezequiel. Pero como la prohibici�n en Le Ezequiel 21:11 se aplica solo al sumo sacerdote, que en el templo de Ezequiel no tiene lugar, un argumento sobre cu�l de los libros ten�a prioridad de origen no puede fundarse adecuadamente en una base tan insegura . Knobel comenta en Le Ezequiel 21:1 que "entre los griegos, sacerdotes y sacerdotisas permanec�an a cierta distancia de los funerales; mientras que entre los romanos deber�a el Flamen dialis no tocar ning�n cad�ver (Gell; 10.15), el augur no realiza ritos funerarios (T�cito; 'Ann.', 1.31), y el pontifex no acompa�an ninguna procesi�n f�nebre (Die Cass; 56.31); de ninguna manera deber�a contemplar un cad�ver (Serv; 'Ad AEn.,' 6.176), y en en caso de que tuviera ocasi�n de pronunciar una oraci�n f�nebre, deber�a colgar una cortina entre �l y el cad�ver ". En cuanto a la limpieza de un sacerdote contaminado, eso debe llevarse a cabo de acuerdo con las regulaciones habituales (comp. N�meros 19:1.), Con esta diferencia, que en la terminaci�n de los ritos ordinarios, que se extendi� por m�s de siete d�as, siete d�as adicionales, de acuerdo con Havernick y Keil, deben transcurrir, al final de los cuales, en la presentaci�n de una ofrenda por el pecado, debe ser restaurado al servicio en el santuario interior.

Ezequiel 44:28-26

Indique los emolumentos que deben ser disfrutados por los sacerdotes.

Ezequiel 44:28

La versi�n autorizada transmite la impresi�n de que la primera parte del sustento de los sacerdotes debe derivarse de la ofrenda por el pecado, que no se menciona hasta el siguiente vers�culo. Y ser� a ellos por una herencia que debe ser entregada, y habr� a ellos (lo que ser�) por una herencia; o m�s simplemente, y tendr�n una herencia (Versi�n Revisada), que, a continuaci�n, se declara, como en la Ley ( N�meros 18:20; Deuteronomio 10:9; Deuteronomio 18:1, Deuteronomio 18:2), debe ser Jehov�, y no cualquier posesi�n territorial o zona tribal como se debe asignar a las otras tribus (ver Ezequiel 48:1.). Smend cree que Ezequiel fue poco exacto al describir a los sacerdotes como sin tierra en el sentido que pretend�an el Deuteronomista y el c�digo del sacerdote, ya que en Ezequiel 45:4 est�n, despu�s de todo, provistos de un terreno sobre el cual construir sus casas y erigir su santuario; mientras que Wellhansen sostiene que el c�digo sacerdotal tuvo un poco de romance al adoptar el mismo lenguaje sobre los aar�nides y los levitas, ya que, si realmente obtuvieron cuarenta y ocho ciudades, "�cu�les ser�an estos, si no mucho, y un terreno, y eso tambi�n? una comparativamente grande e importante? " Ninguna de las dos vistas necesita refutaci�n.

Ezequiel 44:29

A los sacerdotes se les debe asignar, adem�s, lo que ya les hab�a sido asignado por la Ley para su apoyo, la ofrenda de carne (o comida), que consiste en harina, ma�z o pan (comp. Le Eze 2: 1-16 ; 6:16; N�meros 28:12, N�meros 28:13) y la ofrenda por el pecado (ver Lev�tico 6:25-3; Ezequiel 7:6; N�meros 18:9, N�meros 18:10), y la ofrenda de transgresi�n (u culpa) (comp. Lev�tico 7:28-3), y todo lo dedicado (o dedicado) en Israel (ver Le Ezequiel 27:21; N�meros 18:14). La ofrenda quemada se omite, porque se consumi� por completo en el altar, con la excepci�n de la piel o la piel, que seg�n la Ley se convirti� en un requisito del sacerdote oficiante (Le Ezequiel 7:8). Que Ezequiel guarda silencio sobre esto, mientras que el requisito de Lev�tico 7:30, que el sacerdote debe obtener el pecho con el hombro derecho de cada ofrenda de fuego, va m�s all� de la prescripci�n de Deuteronomio 18:3, Wellhausen y Smend consideran que el hombro, las dos mejillas y las fauces deben ser la porci�n del sacerdote como una prueba de que Ezequiel se interpone entre Deuteronomio y el c�digo del sacerdote. Pero como Ezequiel no condesciende en las partes particulares que deber�an reservarse de las ofrendas de fuego, es imposible decir si mantuvo con el Deuteronomista o el escritor del c�digo del sacerdote, suponiendo que sean diferentes; y, en la medida en que Lev�tico 7:30 habla de una ofrenda, por fuego que primero fue pagado a Jehov� y luego entregado a Aar�n y sus hijos, mientras Deuteronomio 18:3 trata de las cuotas que la gente deber�a pagar directamente a los sacerdotes, est� claro que ambas pr�cticas pueden haber existido juntas en lugar de que una (la primera) entrara como un avance sobre la otra (la segunda); ver Keil en Deuteronomio 18:3.

Ezequiel 44:30

Una porci�n adicional de los emolumentos de los sacerdotes se declara como la primera de todas las primicias de todas las cosas, o de todo (Versi�n revisada), como p. Ej. de ma�z, aceite, mosto y lana, y cada oblaci�n (?????????), u ofrenda, de todo, o de todo, con la primera masa del pueblo; o comida gruesa; que vuelve a hacer eco de las disposiciones de la Ley, la primera de las primicias se especifica en �xodo 23:19; �xodo 34:26; N�meros 18:13; Deuteronomio 18:4; la oblaci�n, o terumah (hebreo), en N�meros 15:19; N�meros 18:19; y la masa, o harina gruesa, o granos, en N�meros 15:20, N�meros 15:21. El supuesto silencio de Ezequiel (Wellhausen, Smend) con respecto a las primicias del ganado, que en el libro del pacto ( �xodo 22:29) y en el Deuteronomista ( Deuteronomio 15:19) se deben comer por el oferente, pero en el c�digo del sacerdote ( N�meros 18:21) pertenece a los sacerdotes, es imaginario. La primera de todas las primicias de todo seguramente no puede significar de todo excepto el ganado. Si Ezequiel no da las d�cimas de los diezmos a los sacerdotes, todav�a los asigna al santuario (ver Ezequiel 45:14).

Ezequiel 44:31

El mandamiento de la Ley Mosaica se renueva aqu� contra el consumo de carne de cualquier ave o bestia que haya muerto de forma natural o haya sido destrozada en el asesinato (comp. Le Ezequiel 17:15; Ezequiel 22:8) - un mandamiento que, si bien se ordena especialmente a los sacerdotes (Le Ezequiel 22:8), era igualmente vinculante para todos ( �xodo 20:1; Deuteronomio 14:21) .

HOMIL�TICA

Ezequiel 44:2, Ezequiel 44:3

La puerta cerrada.

El "Golden Gate" en Jerusal�n, en el lado oriental del �rea del templo, mirando hacia el Monte de los Olivos, ahora est� construido, por lo que solo se puede rastrear mediante la forma de los arcos y el trabajo tallado incrustado en un l�nea de pared La tradici�n asocia este arco ahora inaccesible con la puerta que Ezequiel dijo que deber�a cerrarse hasta que el Pr�ncipe la atravesara. Hay un simbolismo sorprendente en la descripci�n de Ezequiel de la puerta cerrada.

I. LA PUERTA FUE CERRADA.

1. El camino a Dios estaba cerrado. El hombre una vez tuvo libre acceso a su Padre. Sin cerr� la puerta y lo dej� en la basura.

2. El camino a la vida estaba cerrado. Querubines con espadas en llamas, se interpon�an entre Ad�n y el �rbol de la vida ( G�nesis 3:24). El hombre ca�do no puede recuperar su vida espiritual; ha perdido la vida eterna, y est� m�s all� de su poder recuperarla.

3. El camino a la felicidad estaba cerrado. El �rbol de la vida estaba en el Ed�n, y el Ed�n estaba cerrado contra el hombre ca�do.

4. El camino al cielo estaba cerrado. La puerta estaba cerrada contra las v�rgenes insensatas. La dicha del futuro se le niega al hombre en su pecado.

II LA SANTIDAD DE DIOS BARRAS LA PUERTA. Dios hab�a pasado por la puerta; por lo tanto, deb�a cerrarse contra el hombre. Esto sugiere un pensamiento doloroso; donde Dios est� el hombre puede no estar. La misma idea fue prominente en Horeb, cuando ning�n hombre o bestia deb�a acercarse al monte mientras Dios descend�a sobre �l ( Hebreos 12:20). Existe un sentimiento natural de la suprema majestad de Dios que conduce a un pensamiento de separaci�n total. Ning�n ser se le acerca en grandeza o rango. El Soberano de todos est� solo en su horrible majestad. Sin embargo, no debemos asociar ideas vulgares de pompa y ceremonia con Dios. No necesita la dignidad artificial de la separaci�n. Est� necesariamente separado de nosotros en pura grandeza. Pero �l desea estar cerca de sus hijos. El verdadero secreto de la separaci�n es el pecado. El hombre no puede venir donde est� Dios porque el hombre es pecador y Dios es santo.

III. LA PUERTA EST� ABIERTA PARA EL PR�NCIPE. Cristo, y solo Cristo, se da cuenta de la visi�n mesi�nica de la profec�a hebrea. Es el pr�ncipe por excelencia. Cristo tiene derecho de acceso a Dios por raz�n de su impecabilidad y por su naturaleza como "el Unig�nito del Padre". �l ha hecho un camino a Dios por su intercesi�n y su sacrificio. La puerta, largamente bloqueada por el pecado, ahora se abre por gracia. Primero nuestro Pr�ncipe lo atraviesa, y �l mismo se da cuenta de la comuni�n con Dios. Pero �l no mantiene esto como un privilegio raro solo para s� mismo. �l es el "Primog�nito entre muchos hermanos", y abre la puerta de acceso a Dios para todos los hombres. Lleva a todo su pueblo al �rbol de la vida, porque "el que tiene al Hijo tiene la vida" ( 1 Juan 5:12). �l da verdadera bendici�n a su pueblo. �l abre la puerta dorada del cielo. Todos los que duerman en Jes�s despertar�n en la gloriosa vida de resurrecci�n de la cual �l es la Fuente y el Centro que podr�a decir: "Yo soy la Resurrecci�n y la Vida" ( Juan 11:25).

Ezequiel 44:5

La atenta consideraci�n de la verdad religiosa.

Ezequiel deb�a marcar bien las instrucciones minuciosas que se le dieron sobre el templo. No era un constructor, y no hay raz�n para pensar que se esperaba que considerara estos asuntos con el fin de llevar a cabo el trabajo de construcci�n del nuevo templo. Pero era importante que �l prestara atenci�n a la sugesti�n de cada detalle, porque todo lo que se expuso aqu� era simb�lico de la verdad espiritual. Los puntos m�s peque�os de esta verdad deben considerarse con exactitud, mientras que se hace todo lo posible para comprenderla y comprenderla en toda su extensi�n y amplitud.

I. LA VERDAD RELIGIOSA ES DIGNA DE CONSIDERACI�N ATENTIVA. Se requiere una gran atenci�n para los negocios de un hombre si se quiere que tenga �xito. La pol�tica absorbe los pensamientos de quienes est�n muy comprometidos con ellos. El placer y lo que se llama "deporte" requieren una atenci�n sincera. �Es correcto que estas cosas ocupen todas las facultades de un hombre, y que la religi�n deba ser tratada de manera impropia como algo que no merece la pena pensar? Sin embargo, la conducta de multitudes sugerir�a que este inter�s supremo podr�a ser suficientemente considerado por la asistencia ocasional e indiferente a la adoraci�n p�blica. Pero tenga en cuenta lo importante que es.

1. Se trata de Dios. Seguramente �l, el Creador de todas las cosas, el Gobernante del universo, "en quien vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser", nuestro Padre y nuestro Dios, merece una atenci�n cuidadosa.

2. Se trata de nuestro deber. Lo principal a tener en cuenta es lo que debemos hacer. Prestar mucha atenci�n a nuestros intereses y placeres mundanos, y tratar nuestro deber con indiferencia irreflexiva, es mostrar una negligencia vergonzosa de lo que es sumamente importante para nosotros.

3. Se refiere a nuestro bienestar eterno. La religi�n es una cuesti�n de vida o muerte. Su verdad abarca la eternidad. Cuando se olvidan los peque�os asuntos de esta breve vida, sus poderosos problemas a�n proceder�n a trabajar nuestra mayor bendici�n o nuestra total destrucci�n.

II LA VERDAD RELIGIOSA NECESITA CONSIDERACI�N ATENTIVA. No debe tomarse con indolente facilidad. Un hombre no puede comprender su Biblia de un vistazo, como lo har�a con su peri�dico. La verdad religiosa requiere pensamiento por varias razones.

1. Est� alejado de nuestra experiencia com�n. No deber�a ser as�; pero el pecado ha introducido un tren de ideas completamente diferente. Requerimos un esfuerzo para traer a la mente pensamientos de religi�n v�vidamente.

2. Se trata de grandes misterios. Nunca podemos entenderlo perfectamente; pero hay espacio para las exploraciones de las mentes m�s grandes. Nunca debemos olvidar, de hecho, que sus perlas m�s preciosas son para mentes simples e infantiles; que Dios ha revelado a los beb�s lo que ha ocultado a los sabios ( Mateo 11:25). Pero, �qui�n presta tanta atenci�n a lo que les interesa como ni�os? Solo necesitamos la escucha sincera del ni�o, como cuando bebe en un cuento, cada detalle que se imagina en su nueva imaginaci�n.

III. LA VERDAD RELIGIOSA DEBE RECIBIR UNA CONSIDERACI�N ATENTIVA. Ahora llegamos al punto pr�ctico: �c�mo debemos prestar toda la atenci�n a este gran tema? Ezequiel sugiere tres formas.

1. Debemos fijar la atenci�n. "Marque bien". La mente tiende a flotar lejos de temas dif�ciles. El ancla para sostenerlo es un gran inter�s. El amor a la verdad, o mejor, el amor de Cristo, deber�a servir como tal ancla.

2. Debemos mirar hacia la verdad. "Y he aqu� con tus ojos, y 'escucha con tus carros". Debemos, por as� decirlo, visualizar la verdad. Para hacerlo realidad, debemos verlo ante nosotros. Pero primero debemos buscarlo. Hay una experiencia visual y auditiva que es mejor que todo testimonio indirecto. Tan pronto como entremos en contacto personal con la verdad, es probable que nos resulte interesante. Entonces es algo real. Sobre todo, es bueno seguir a los griegos, que "ver�an a Jes�s", y vivir la experiencia de conocerlo por nosotros mismos.

Ezequiel 44:6

Una suficiencia del pecado.

I. OBSERVAR EN QU� CONSISTE LA SUFICIENCIA DEL PECADO. Todo pecado excede lo que deber�a ser, porque ning�n pecado est� permitido. �C�mo, entonces, puede haber tal cosa como suficiencia? Podemos considerar esto como una idea ir�nica, o como un pensamiento que es �til en el argumento ad hominem. Es como si un hombre hubiera dicho que deb�a tener alg�n pecado, y ahora se plantea la pregunta: �no ha tenido suficiente? Se puede decir que aquellos que pecan mucho han tenido m�s que suficiente: haber alcanzado lo que Santiago llama "una superfluidad de travesuras" ( Santiago 1:21). La suficiencia del pecado puede ser probada de tres maneras.

1. Por su magnitud. �Qu� m�s puede desear el pecador? �Seguir�a a�adiendo a su enorme mont�n de culpa? Seguramente ning�n hombre mortal podr�a anhelar una cuenta m�s pesada.

2. Por sus frutos. Los placeres del pecado pronto son empalagosos, y el necio esclavo del vicio tiene que pasar de una forma de mal a otra para abrir su apetito cansado. Uno hubiera pensado que hab�a obtenido su exceso. �Hay a�n m�s placer que extraer de la ra�z podrida del pecado? Ciertamente, cuanto m�s se aprovecha, menos agradables son sus productos.

3. Por sus sanciones. Toda esta lata debe pagarse, y el momento del juicio est� a la mano. �Acaso el pecado ya no se ha cometido lo suficiente como para tener que responder? Ser� una cuenta pesada como es, si no se agrega m�s.

II CONSIDERE C�MO SE TRATAR� LA SUFICIENCIA DEL PECADO.

1. No debe aumentarse. Es lo suficientemente bueno; no le agreguemos m�s. Esta horrible historia de culpa nunca se puede cumplir; Ser�a una locura avanzar a�n m�s en acumular acusaciones contra uno mismo.

2. Debe considerarse con profunda penitencia. No hay muchas cosas de las cuales el pecador est� lleno. En lo que respecta a su mejor naturaleza, parece ser una quiebra indefensa. De hecho, tiene una sola cosa perfecta: su pecado. �l es rico solo en una mercanc�a: la maldad. Seguramente la conciencia de tal estado de cosas deber�a abrumarlo con pena y verg�enza.

3. Debe ser llevado a Dios para perd�n. El hombre no puede deshacer el pasado, ni puede compensar las muchas fechor�as que ha cometido. Si su pecado fuera peque�o, a�n ser�a imposible para �l expiarlo. Con una plenitud de pecado que explicar, no puede haber posibilidad de esperanza solo en el hombre. Pero por grande que sea el pecado del hombre, el amor de Dios es a�n mayor. Pesada como es su culpa, los m�ritos de Cristo lo superan todo. Gracias a Dios, la suficiencia del pecado del hombre se encuentra con la suficiencia de la expiaci�n de Cristo. El pecado fue grande al requerir la muerte del Hijo de Dios; pero desde que Cristo muri� por ello, la obra suprema de la redenci�n se ha cumplido. Incluso un exceso de pecado pasado ahora no es una barrera para el perd�n total de Dios de sus hijos penitentes.

Ezequiel 44:8

Religi�n por poder.

La gente hab�a descuidado su propio deber con respecto a la adoraci�n a Dios, y hab�a designado asalariados para que desempe�aran en su lugar los oficios sagrados. Este fue un caso de tratar de practicar la religi�n por poder. A menudo vemos el intento realizado de varias maneras ahora, pero est� condenado al fracaso.

I. EL INTENTO DE SATISFACER LAS RECLAMACIONES DE RELIGI�N POR PROXY. Ahora hay muchos jud�os en Jerusal�n que los hermanos m�s ricos de Europa mantienen ociosos, y esperan con este recurso asegurarse el m�rito de vivir y morir en la Ciudad Santa, sin experimentar la molesta experiencia de la residencia real. En los pa�ses cat�licos romanos es com�n dedicar una suma de dinero al pago del sacerdote, que debe decir tantas misas en nombre de una persona. Entre nosotros hay una noci�n no confesada pero com�n de que el ministro de alguna manera lleva a cabo los oficios religiosos en nombre de la gente, que se mantiene como espectadores ociosos y, sin embargo, disfruta de los frutos de su servicio indirecto. El desarrollo de rituales elaborados y el cultivo de servicios corales muy ornamentados tienden en esta direcci�n, sacando los actos de adoraci�n fuera del alcance de la gente y consign�ndolos al clero y al coro. Cuando esto no es la facilidad, existe el sentimiento com�n de que la mera asistencia a la iglesia cuando se realiza un servicio es de alguna eficacia religiosa, el ministro oficiante lleva a cabo el verdadero culto en nombre de la congregaci�n, que puede ser indiferente e indiferente , siempre y cuando cumpla con su deber fielmente. O tal vez la religi�n por poder se intenta en forma de pagos de dinero. El hombre rico que no har� sacrificios morales y que no est� dispuesto a adorar a Dios o servirlo, se suscribe a organizaciones ben�ficas y sociedades misioneras, y se consuela pensando que est� apoyando la religi�n y otras buenas obras. �l no es un pilar de la iglesia dentro del edificio sagrado, pero es una especie de contrafuerte fuera de �l. Mediante este servicio indirecto de pago de dinero, �l piensa agravar su irreligi�n. Por �ltimo, vivir en una tierra cristiana, pertenecer a un hogar cristiano y tener asociados cristianos son considerados asuntos de cierto valor religioso por personas que no poseen una religi�n propia. Por lo tanto, ellos tambi�n ser�an religiosos por poder.

II LA FUTILIDAD SUPERIOR DE ESTE INTENTO. Cada hombre debe tener sus propios tratos personales con Dios. Hay cosas como la mediaci�n, la intercesi�n y los sacrificios indirectos. La buena madre es espiritualmente �til para sus hijos. La justicia de Cristo, su obediencia y su sacrificio son para el bien del mundo. Pero ninguna de estas cosas compensar� la irreligi�n en aquellos que aprovechen sus ventajas. Adem�s, Dios mira al coraz�n. Los regalos de dinero no ofrecidos por un coraz�n devoto y agradecido, sino que solo se pagan con multas para exonerar a un hombre de las consecuencias de sus fechor�as y negligencias, no tienen ning�n valor ante los ojos de Dios. No tiene sentido ayudar a la religi�n de otras personas si no hay un motivo correcto que inspire la acci�n. El deseo mismo de ser religioso por poder revela un estado equivocado del coraz�n, ya que muestra que las personas que lo experimentan no tienen amor por Dios ni una inclinaci�n real por la religi�n. El hombre cuyo coraz�n est� bien con Dios no desear� ser religioso por poder. El hijo que tiene verdaderos afectos no tendr� inclinaci�n a pagar un sustituto para ocupar su lugar en el c�rculo familiar. Cuando se renueva su coraz�n, el cristiano est� ansioso por estar cerca de Dios, porque la adoraci�n es alegre y espont�nea.

Ezequiel 44:9

La exclusi�n del desconocido.

Hab�a una estricta exclusividad sobre la religi�n hebrea. Solo los circuncidados deb�an compartir sus privilegios. Con respecto a las ordenanzas externas y las distinciones nacionales, esta exclusividad es destruida por Cristo, y su evangelio es gratuito tanto para los gentiles como para los jud�os, tanto para los incircuncisos como para los circuncidados ( G�latas 5:6). Sin embargo, a pesar de la nueva amplitud del cristianismo, las ideas sugeridas por la antigua y estrecha exclusividad a�n se obtienen, aunque ahora solo en las relaciones espirituales.

I. EL EXTRA�O A DIOS SE EXCLUYE DE LOS PRIVILEGIOS DE RELIGI�N. No importa a qu� naci�n pertenece; ahora tenemos que ver con distinciones espirituales, no nacionales. Por lo tanto, es posible que el jud�o o el cristiano sean extra�os a Dios, mientras que los gentiles y los de una naci�n pagana pueden realmente conocer y amar a Dios. Pero donde la distinci�n es implica graves consecuencias. Es un error tratar a una naci�n cristiana como si todos sus ciudadanos disfrutaran del favor del Cielo; y es un error dirigirse a una congregaci�n cristiana como si todos sus miembros fueran hombres y mujeres devotos. Ahora, mientras un hombre est� alejado de Dios, est� excluido de todas las bendiciones m�s elevadas del evangelio. La puerta del cielo est� cerrada contra lo duro, lo mundano, lo impenitente. Seguramente se debe ejercer alguna disciplina de la Iglesia con respecto a aquellos cuya alienaci�n de Dios no se disfraza. Mantener el nombre de comuni�n de la Iglesia con personas en esta condici�n infeliz es enga�arlas con falsas esperanzas.

II LOS UNCIRCUMCISED EN EL CORAZ�N SON EXTRA�OS PARA DIOS. Incluso en las direcciones que conciernen al antiguo ritual jud�o, esta clase se nombra as� como la de los incircuncisos en carne. La gran pregunta es sobre el estado del coraz�n de un hombre. El coraz�n incircunciso se entrega al naturalismo pecaminoso. La naturaleza humana pura debe ser apta para la presencia de Dios, pero la naturaleza humana pecaminosa no lo es. Inmundo y degradado, necesita una circuncisi�n espiritual antes de que Dios pueda aceptarlo. En el estado de pecado, el hombre est� lejos de Dios y, por lo tanto, est� excluido de los privilegios de disfrutar de las bendiciones celestiales. Pero el alejamiento que resulta de esta condici�n pecaminosa implica un estado de ignorancia. Alienado de Dios, el hombre pecador no conoce su p�rdida. Est� afuera en la oscuridad, un pagano, aunque lleva el nombre cristiano.

III. LOS EXTRA�OS QUE A�N EST�N SIN CICLISMO EN EL CORAZ�N PUEDEN SER PERSONAS VERDADERAS DE DIOS Y DISFRUTAR DEL PRIVILEGIO DE ACCESO A DIOS. El obst�culo primero debe eliminarse.

1. Debe haber un cambio de coraz�n. La travesura est� en el coraz�n; all� se debe traer la cura. Por lo tanto, lo primero es que un hombre ore para que Dios cree en �l un coraz�n limpio (Salmo 51:10).

2. Esto solo puede lograrse mediante una renovaci�n Divina, que puede llamarse la circuncisi�n del coraz�n. Dios, y �l solo, puede crear, y necesitamos ser nuevas criaturas en Cristo Jes�s.

3. Esto puede realizarse a trav�s del evangelio de Cristo. �l ha venido a llamar a los extra�os. Por su gran amor que lo abarca todo, reconcilia "a los que est�n lejos" como a "los que est�n cerca". Ahora no hay barreras que la gracia de Cristo no pueda romper. Solo queda para los extra�os e incircuncisos de coraz�n aprovechar esa gracia mediante la confesi�n penitente del pecado y la confianza activa en Cristo.

Ezequiel 44:10

La degradaci�n de los levitas.

De este interesante pasaje parecer�a que hubo un tiempo en que los levitas disfrutaban de libre acceso al altar, y se les permit�a servir como sacerdotes ante el Se�or. Pero hab�an abusado de sus privilegios al admitir a personas paganas en el recinto sagrado, al hacer su trabajo por poder, incluso al ir a un lado a la idolatr�a. Por lo tanto, estaban degradados por sus altas funciones, todas ellas excepto una familia, la de Zadok. Como los miembros de esta familia se hab�an mantenido fieles, el sacerdocio ahora se estableci� exclusivamente en ellos, mientras que el resto de los levitas fueron sacrificados para servir en oficinas secundarias en relaci�n con el ritual del templo.

I. EL SERVICIO DISLOYAL ES CASTIGADO POR P�RDIDA DE OFICINA. El sacerdote infiel se ve privado de su rango y ministerio. De Judas se dijo: "Su obispado dej� que otro tomara" ( Hechos 1:20). El asalariado puede dirigir el reba�o por una temporada para su propio beneficio. Incluso el ladr�n y el lobo pueden estar en el cargo. No podemos juzgar el car�cter de un hombre por su rango, ni podemos decir cu�l es su posici�n a los ojos de Dios al observar su estado eclesi�stico. Se espera mucho de aquellos a quienes se les ha dado mucho. Por lo tanto, el servidor desleal que se encuentre en una posici�n alta ser� juzgado con severidad. Su primer castigo ser� la p�rdida del cargo. El hombre que hab�a enterrado su talento se ve privado de �l ( Mateo 25:28).

II LOS SERVIDORES DEGRADADOS PUEDEN SER PERMITIDOS PARA DESCARGAR LOS DERECHOS DEL HUMBLER. Los levitas no son dados de alta; solo se env�an a oficinas inferiores. Dios no inflige castigos m�s pesados ??que los absolutamente necesarios. No guarda rencor contra ninguno de sus siervos. Si hemos fallado en una posici�n m�s honorable, no necesitamos desesperarnos; puede haber un trabajo humilde que a�n podemos realizar. Debe haber sido muy doloroso para los levitas verse obligados a tomar un lugar m�s bajo. Posiblemente al principio preferir�an haber renunciado a todo el servicio del templo y haberse dedicado a actividades seculares. Les habla bien que confesaron en silencio la justicia de lo que se hizo, y en silencio tomaron el lugar m�s bajo. Es dif�cil, como Juan el Bautista, dar un paso atr�s y dar paso a un nuevo hombre; dif�cil de decir, "�l debe aumentar, pero yo debo disminuir" ( Juan 3:30). Pero el que tiene la causa de Cristo en el coraz�n estar� dispuesto a hacer cualquier cosa por el servicio de su Maestro. Muchos estar�an dispuestos a tomar el rango de sacerdotes. La prueba es si obedeceremos cuando seamos llamados al trabajo m�s humilde de los levitas.

III. La degradaci�n de los infieles se acompa�a de la exaltaci�n de los fieles. La p�rdida de los levitas es la ganancia de la familia de Zadok. El talento que se toma del servidor inactivo se le da al servidor con diez talentos. Podemos ver aqu� una jerarqu�a en proceso. El m�rito y la utilidad pr�ctica se encuentran en la base de las instituciones que posteriormente se han vuelto m�s formales. Pero el m�rito y la utilidad siempre deben regir el nombramiento para el cargo. No hay mayor honor que haber sido cierto en un tiempo de infidelidad general.

Ezequiel 44:23

La diferencia entre lo santo y lo profano.

I. HAY UNA DIFERENCIA REAL. Los hombres se han preocupado mucho por las distinciones totalmente ficticias, y se ha establecido una l�nea muy artificial entre lo que se ha considerado sagrado y lo que se ha considerado profano. Pero esto es solo el abuso y la degeneraci�n de lo que debe descubrirse en su condici�n alta y verdadera como una diferencia genuina. Las distinciones formales de la Ley jud�a pretend�an simbolizar las diferencias morales y espirituales. Algunos de ellos estaban obviamente preocupados por asuntos de limpieza y decencia comunes; algunos tuvieron una relaci�n m�s inmediata con las leyes sanitarias; otros, tal vez, eran demasiado sugestivos de exclusividad jud�a o propiedad convencional; pero incluso estas �ltimas regulaciones no pod�an dejar de imprimir en las mentes de los hombres reflexivos la separaci�n de la verdadera santidad. La �nica distinci�n real es la moral. Es la l�nea de demarcaci�n que separa el pecado de la justicia. Esto, y no la supuesta distinci�n entre lo secular y lo sagrado, es la verdadera diferencia entre lo limpio y lo impuro. A San Pedro se le ense�� a llamar a ninguna de las criaturas de Dios comunes o inmundas ( Hechos 10:15). No son ellos los que son as�, pero la impureza est� en nosotros, en nuestro uso de ellos. "Para los puros todas las cosas son puras: pero para los que est�n contaminados e incr�dulos no hay nada puro; pero incluso su mente y conciencia est�n contaminadas" ( Tito 1:15). Del mismo modo, los hombres hacen una distinci�n artificial entre la historia sagrada y la profana. Viniendo de la pluma de un Josefo, la historia de Israel es profana; escrito por un Arnold, la historia de Roma es sagrada. El que ve a Dios en la historia, contempla una santidad en ella. Para el que es mundano y falso de coraz�n, todo lo que toca es profano.

II ESTA DIFERENCIA DEBE SER APRENDIDA POR LA EDUCACI�N ESPIRITUAL. Los sacerdotes deb�an ense�ar a la gente la diferencia entre lo limpio y lo inmundo. Sin duda, las elaboradas regulaciones externas de la Ley jud�a requer�an un estudio cuidadoso, y los hombres deb�an ser instruidos a fondo sobre ellos, para poder evitar incluso las ofensas inconscientes. Este era un complemento necesario de una religi�n ceremonial. Una religi�n de derecho necesitaba abogados para sus sacerdotes. Ahora ese sistema est� totalmente barrido. Vivimos en la gloriosa libertad de los hijos de Dios, y no es necesario que seamos instruidos en elaboradas reglas de purificaci�n ceremonial. A�n as�, ahora se necesita educaci�n moral, aunque en otra direcci�n. La conciencia debe ser educada, de modo que pueda ser sensible y ansioso por discernir lo que es correcto, y separar esto de lo que es malo. Esta educaci�n no debe ser una perforaci�n en casu�stica, lo que ser�a un retorno a la antigua esclavitud de la Ley; pero es ser esclarecedor con respecto a los grandes principios de la justicia cristiana, y a�n m�s una aceleraci�n del alma para sentir la fuerza de esos principios y aplicarlos sin demora a cada caso a medida que surja. Es importante que la ense�anza religiosa de los ni�os se dirija m�s a este fin. Una gran funci�n del p�lpito es despertar el sentido de los hombres de la gran distinci�n entre pecado y pureza. Vivimos demasiado por compromiso. Necesitamos aprender m�s sobre los reclamos absolutos de justicia.

Ezequiel 44:28

Tomando a Dios como una herencia.

Los sacerdotes no deb�an participar en la partici�n de la tierra. Deb�an ser apoyados por medio de las ofrendas de sacrificio de la gente; y al vivir as� se dec�a que tomaban a Dios por su herencia. Al ver su posici�n desde el punto de vista m�s bajo, pensamos que depend�an de lo que estaba dedicado a Dios, ya que su sustento se derivaba de la participaci�n de Dios en el producto de la tierra; una consideraci�n m�s alta los llevar�a a ver que fue a trav�s de la relaci�n de Dios con su pueblo que recibieron su mantenimiento; y la visi�n m�s elevada a la que podr�an llegar ser�a considerar a Dios mismo como su verdadera Herencia, y las ofrendas de sacrificio simplemente como un medio necesario para vivir. Veamos c�mo se puede considerar a Dios como una herencia y una posesi�n.

I. DIOS PUEDE SER RECIBIDO. Una herencia no es un territorio distante que uno simplemente conoce o contempla a distancia. Podemos creer en Dios, e incluso mirarlo desde lejos, y a�n as� no pensar en tener ninguna herencia en �l. Pero es posible tener relaciones m�s cercanas con �l.

1. La herencia se recibe como derecho de nacimiento. Los sacerdotes ten�an un derecho hereditario en su porci�n. Todos los hombres son por naturaleza hijos de Dios. Por nuevo nacimiento recuperamos nuestro derecho de nacimiento original. El cristiano es un heredero de Dios.

2. La herencia se recibe a trav�s de la muerte. Uno muere y otro recibe su herencia. Eso se vio en los tiempos del Antiguo Testamento en la sucesi�n de los sacerdotes. Para nosotros es notable, como lo demuestra el gran hecho de que Cristo muri� para darnos nuestra herencia celestial.

II DIOS PUEDE SER PROPIETARIO. Cuando recibimos a Dios como herencia, lo tomamos como nuestra posesi�n. Por lo tanto, existe una cierta propiedad en Dios establecida. Pero de la manera m�s completa que nos posee. �C�mo, entonces, podemos tambi�n poseer a Dios? Hay una apropiaci�n espiritual por la cual personalmente aceptamos a Dios como nuestro Dios, y nos aferramos a �l con fe. Es mucho poder decir desde el coraz�n: "�Oh Dios, t� eres mi Dios!" Toda religi�n se centra en esa experiencia. Los sacerdotes deb�an disfrutar de privilegios divinos especiales en el sistema jud�o; todos los cristianos ahora deben poseer a Dios como su posesi�n peculiar.

III. DIOS PUEDE DISFRUTARSE. La herencia se utiliza y se valora por lo que da, y por su propia cuenta.

1. Cuando Dios es nuestra herencia, las bendiciones divinas son nuestra porci�n. Una herencia rica contiene muchos tesoros: acres de tierra f�rtil, tierra con buen bosque, granjas y huertos, quiz�s minas y casas. El que toma a Dios por su porci�n tiene toda la riqueza de Dios para suplir su necesidad. Es cierto que a�n puede recibir muy poco de los bienes de este mundo; eso es porque Dios ve que lo mejor para �l es ser juzgado con pobreza. Pero tendr� una verdadera suficiencia. Si �l conf�a en Dios y hace lo correcto, tiene la promesa de que ser� alimentado (Salmo 37:3). Finalmente tendr� grandes posesiones. "Todas las cosas son tuyas" ( 1 Corintios 3:22).

2. Dios mismo es la mayor bendici�n para su pueblo. La herencia en s� es m�s valiosa que todo lo que es el medio de procurarnos. Poseer a Dios es ser rico en verdad. Cuando el Se�or es nuestra porci�n, tenemos una gran cantidad de tesoros para nuestras almas. Su presencia, su amor, su verdad, su vida, �l mismo morando en su interior, hacen que quienes lo poseen sean ricos en el m�s alto bien.

HOMILIAS POR J.R. THOMSON

Ezequiel 44:1

La prerrogativa del pr�ncipe.

La regulaci�n prescrita en estos vers�culos es muy notable y no est� exenta de dificultades. Parece que una santidad peculiar unida a la puerta oriental del templo, debido al hecho de que por esta puerta entr� la gloria del Se�or, y por esta misma puerta que la gloria del Se�or hab�a abandonado anteriormente, lo sagrado alrededores. Para marcar esta santidad, la puerta se mantuvo cerrada, y a nadie se le permiti� pasar, excepto el pr�ncipe. A �l, como jefe, el representante, el gobernante de Israel, se le permiti� entrar y salir por esta puerta. Y adem�s, se design� que �l deber�a comer pan en esta puerta, ya sea por esto la ofrenda de carne o el pan de la proposici�n. Este era un privilegio sacerdotal, pero parece haber sido compartido por el pr�ncipe, quien, despu�s del regreso del cautiverio, no solo era el representante del pueblo consagrado, sino tambi�n el representante del Mes�as. Esta prerrogativa singular sugiere a nuestras mentes ciertos principios que tienen una aplicaci�n especial en una comunidad y estado religiosos.

I. LA UNIDAD DE UNA NACI�N RELIGIOSA Y CONSAGRADA SE PERSONIFICA EN UN SOBERANO RELIGIOSO. David no solo fue el m�s grande de los monarcas hebreos; �l era el representante de la monarqu�a hebrea y la teocracia. En los profetas y en la literatura de las religiones nacionales posteriores, David aparece como el rey ideal, personificando a la gente del pacto y presagiando al Mes�as prometido. Y el "pr�ncipe" del pueblo es, en este y otros pasajes, considerado como el sucesor del querido hijo de Jes�. Se considera que el pr�ncipe es digno de su puesto, digno de su ilustre y querido predecesor. La verdadera cabeza de un pueblo grande y religioso es el representante de ese pueblo, no solo ante el hombre, sino ante Dios.

II EN ESTA DISPOSICI�N SE IMPLICA EL ORIGEN DIVINO Y EL CAR�CTER DE LA AUTORIDAD POL�TICA. Hay algunos estudiosos de las Escrituras que encuentran en la Palabra de Dios mucho en relaci�n con la autoridad de la Iglesia, pero que no comentan las muchas afirmaciones de la autoridad divina del estado y de sus funcionarios y gobernantes. Pero es muy instructivo para aquellos en tal posici�n observar c�mo, en este y otros pasajes similares, se pone �nfasis en la posici�n y el poder del pr�ncipe. "Los poderes f�cticos son ordenados por Dios". el estado es tan divino en su origen y sanci�n como lo es la iglesia. En la teocracia, el monarca sin duda ocup� una posici�n muy especial. Pero la religi�n ciertamente tiene para una de sus funciones la defensa del gobierno como instituci�n divina y de la autoridad como principio divino. Independientemente de la forma de gobierno y de la designaci�n del principal gobernante del estado, corresponde a los maestros de religi�n seguir el ejemplo de los escritores de las Escrituras al exigir justicia del gobernador y lealtad de los gobernados.

III. LA OBLIGACI�N APARECE QUE LOS DE LA AUTORIDAD DEBEN CULTIVAR Y PRACTICAR LA VERDADERA RELIGI�N. El profeta da por sentado que el pr�ncipe apreciar� y usar� la prerrogativa aqu� descrita. Sin embargo, es probable que algunos de los que ocuparon la posici�n m�s alta en la naci�n estaban lejos de ser hombres verdaderamente devotos y piadosos. En cada �poca y pa�s se encuentran hombres que no alcanzan el ideal de su puesto. Esto, sin embargo, no afecta el hecho de que la ocupaci�n de una posici�n alta, la primac�a de un gran pueblo, impone a un hombre una obligaci�n peculiar de honrar a Dios, la Fuente de toda autoridad y el Juez de cada soberano terrenal. El que dirige a un pueblo debe guiarlo en los caminos de la justicia y de la piedad.

Ezequiel 44:4

Reverencia.

El profeta fue llevado "por el camino de la puerta norte delante de la casa", porque fue por eso que, en una ocasi�n anterior, se le hab�a ordenado que contemplara la provisi�n para la adoraci�n id�latra que despert� la indignaci�n de Jehov�. Se iban a dar instrucciones que ser�an los medios para evitar una repetici�n de la infame contaminaci�n del lugar santo de Dios que en el pasado hab�a tenido lugar dentro de los recintos del templo. Y para que pueda hacerse una impresi�n adecuada, "la gloria del Se�or llen� la casa del Se�or". Fue en esta ocasi�n que el profeta, lleno de reverencia y asombro, cay� sobre su rostro.

I. HAY REVERENCIA DESPLAZADA.

1. Cuando los hombres veneran la grandeza y el esplendor mundanos.

2. Cuando los hombres veneran �dolos y deidades, que no son m�s que el trabajo de sus propias manos y la invenci�n de sus propias mentes.

II HAY REVERENCIA JUSTIFICABLE Y CONVERTIRSE. Tal fue eso que Ezequiel sinti� y manifest� en presencia de la gloria del Se�or.

1. La naturaleza del hombre es capaz de una verdadera y profunda reverencia. Se rinde homenaje humillante y degradante a los hombres oa supuestos poderes sobrenaturales, homenaje que no merece ser designado como reverencia. Pero el hombre tiene la capacidad de honrar a los m�s nobles y los mejores; y esta es una de las capacidades m�s sublimes de su naturaleza.

2. Los atributos, el car�cter de Dios merecen tal reverencia. Cuanto m�s se estudie al Eterno, como se manifiesta en sus obras y en su Palabra, se sentir� que �l es el �nico Objeto apropiado para el respeto y la adoraci�n reverenciales. La advertencia del �ngel dirigida al vidente del Apocalipsis fue justa y universalmente aplicable: "�Adora a Dios!"

III. HAY EXPRESI�N APROPIADA DE VERDADERA VENERACI�N Y ADORACI�N. Una manifestaci�n natural de reverencia es la que se da en el texto: "Me ca� de bruces". La actitud del cuerpo y la expresi�n del semblante son la revelaci�n natural de los profundos sentimientos de asombro y veneraci�n. Una expresi�n m�s articulada es el lenguaje de la oraci�n y la alabanza, que de hecho siempre debe ser inadecuado, pero que en todas las circunstancias concebibles puede ser empleado por la Iglesia de Cristo. Todas las actitudes y todo lenguaje son vanos, excepto como la manifestaci�n de los sentimientos profundos del coraz�n. Sin embargo, no es posible que los hombres tengan una visi�n justa de Dios, se sientan bien con �l, sin presentar alguna expresi�n audible o visible, alguna expresi�n manifiesta de tal pensamiento y emoci�n. El hombre es alma y cuerpo, y los movimientos, las actitudes, las expresiones de la naturaleza corporal son expresiones de lo intelectual y lo espiritual. Mientras que la adoraci�n, para ser aceptable, debe ser en esp�ritu y en verdad, los que est�n en la carne se inclinar�n en reverencia o se arrodillar�n en s�plica, expresar�n su gratitud en el canto, y su fe y adoraci�n en la petici�n y en la alabanza. T.

Ezequiel 44:9

La verdadera circuncisi�n y el verdadero adorador.

Disposiciones como esta eran sin duda de car�cter educativo, y estaban destinadas a ense�ar a los israelitas la necesidad y el deber de la santidad. La naci�n consagrada fue llamada a presentar a Jehov� una ofrenda pura. Al extranjero se le negaron los privilegios asignados para el israelita; siendo incircunciso, y no un hijo del pacto, se le prohibi� el acceso al lugar sagrado.

I. EL SANTUARIO FUE UN S�MBOLO DE LA DIVINA PRESENCIA, COMUNICACI�N Y FAVOR. El templo sagrado del Se�or fue el escenario de la manifestaci�n especial dada por Jehov� a Israel. La presencia Divina, naturalmente ubicua, fue localizada con un prop�sito. Aqu� estaba, por as� decirlo, el punto de contacto entre el Dios de Israel y su pueblo elegido; Los medios de comunicaci�n son los sacrificios y los servicios ministrados por el sacerdocio consagrado. Aqu� se sell� la aceptaci�n y la buena voluntad de Jehov�. Aquellos que se conformaron a los nombramientos divinos fueron ceremonialmente justificados y purificados; y los que se acercaron con corazones preparados para recibir una bendici�n espiritual fueron abundantemente recompensados.

II LA SELECCI�N DE LOS CIRCUNCIDADOS Y CONSAGRADOS, Y LA EXCLUSI�N DE LOS NO CIRCUNCISCADOS Y LOS EXTRANJEROS, FUERON SIMB�LICOS DE LAS CONDICIONES ESPIRITUALES DE ADORACI�N ACEPTABLE. Nadie puede suponer que hubo "favoritismo" en el tratamiento de los adoradores por parte del Dios justo e imparcial; Sabemos que en cada naci�n se aceptaba a los que hac�an justicia. Pero en lo que respecta al templo de Jerusal�n, hab�a normas destinadas a llamar la atenci�n sobre el car�cter de la verdadera adoraci�n y sobre las calificaciones de los adoradores aceptables. Sin duda, los israelitas impuros fueron admitidos, y los extranjeros justos y benevolentes fueron excluidos. Pero a todos se les ense�� la necesidad indispensable de cumplir con las regulaciones Divinas y de poseer las calificaciones prescritas. Esta disposici�n fue una preparaci�n para la introducci�n entre los hombres de una concepci�n m�s elevada y pura de la verdadera santidad, lo que no es ceremonial, sino real.

III. EN EL CRISTIANISMO, TENEMOS EL CUMPLIMIENTO DEL TIPO Y PROMESA DE ESTA DISPENSACI�N PREPARATORIA. La religi�n de Cristo pone �nfasis en la nueva naturaleza, el nuevo coraz�n, el nuevo nacimiento, la nueva vida. Requiere una limpieza, un aplazamiento de la vieja naturaleza, la circuncisi�n del esp�ritu. Requiere una naturalizaci�n en el reino nuevo y Divino, una ciudadan�a tal como ning�n nacimiento f�sico y ninguna legislaci�n externa puede impartir. Un hombre debe nacer de nuevo y desde arriba para entrar en el reino de Dios, del cielo. Las condiciones de adoraci�n aceptable en Jerusal�n tienen que ser traducidas al lenguaje de la realidad espiritual para ser aplicables a la nueva dispensaci�n.

IV. LAS CONDICIONES DE ENTRADA AL SANTUARIO HEBREO FUERON UNA ANTICIPACI�N DE LOS T�RMINOS DE CIUDADAN�A CELESTIAL. En esto, como en tantos pasajes; Las profec�as de Ezequiel apuntan al lenguaje del Apocalipsis, y el lector del Nuevo Testamento interpreta estas antiguas declaraciones, prescripciones y promesas a la luz del �ltimo libro del canon. La preparaci�n ceremonial requerida del adorador hebreo prefiguraba las calificaciones establecidas como condici�n de admisi�n al templo celestial. En las moradas de la pureza inmortal no entra nada que genere abominaci�n o haga mentiras. Los ciudadanos de la Jerusal�n celestial son renovados y purificados y, por lo tanto, est�n preparados para los privilegios y ocupaciones de la ciudad cuyo Constructor y Creador es Dios.

Ezequiel 44:15, Ezequiel 44:16

Ministerios nombrados.

Los sacerdotes eran un elemento esencial en el sistema mosaico, y sus deberes se prescrib�an con una precisi�n precisa. Despu�s del cautiverio, a�n cumplieron con sus deberes designados, aunque su importancia relativa probablemente disminuy�, mientras que los escribas se convirtieron cada vez m�s en los l�deres religiosos y maestros del pueblo. En la dispensaci�n del Esp�ritu, el sacerdocio, en la medida en que se perpet�a, se ha ampliado para incluir a toda la congregaci�n cristiana.

I. EL MINISTERIO EN LA IGLESIA ES EL NOMBRAMIENTO DE DIOS. Como el sacerdocio fue instituido por la sabidur�a Divina, la voluntad y el placer del gran Jefe de la Iglesia es que los miembros de la sociedad espiritual se consideren a s� mismos llamados por Dios para el cumplimiento de diversos deberes como sus siervos.

II EL MINISTERIO EN LA IGLESIA EST� SOBRE EL PATR�N DEL MINISTERIO DE CRISTO LA CABEZA. El Hijo del hombre vino, no para ser ministrado, sino para ministrar. El Se�or mismo fue el Siervo de todos, y los que son suyos est�n llamados a seguir el ejemplo de aquel que declar� que estaba entre su pueblo como Aquel que serv�a.

III. EL MINISTERIO EN LA IGLESIA ES PARA BENEFICIO MUTUO. A veces se da por sentado que hay ciertas personas que ministran a sus hermanos cristianos, mientras que el resto simplemente recibe y disfruta de las ventajas de sus servicios. Pero en realidad no hay un miembro de la verdadera Iglesia que no sea comisionado para alg�n trabajo especial que le corresponde hacer, que no tenga algunos dones y oportunidades para servir a sus compa�eros disc�pulos, para la edificaci�n del cuerpo de Cristo. .

IV. EL MINISTERIO EN LA IGLESIA ES PARA LA SALVACI�N DEL MUNDO. La iglesia jud�a estaba restringida; La Iglesia Cristiana tiene una misi�n universal, una misi�n en beneficio de la humanidad. Los que tienen el Esp�ritu de Cristo vivir�n como disc�pulos del que dijo: "Yo, si soy levantado de la tierra, atraer� a todos los hombres hacia m�".

V. EL MINISTERIO EN LA IGLESIA IMPLICA RESPONSABILIDAD A DIOS. Con el llamado y los dones y la influencia hay una responsabilidad asociada. Y esta responsabilidad es con �l, que es el �nico y todo suficiente Juez y Se�or. De esta responsabilidad no hay escapatoria; y siempre debe ser el objetivo y la esperanza de cada cristiano que �l mismo y su trabajo puedan ser aceptados y aprobados al fin, cuando cada hombre tenga alabanza a Dios.

Ezequiel 44:23

La diferencia entre lo santo y lo profano.

Fue un gran oficio del sacerdocio jud�o instruir a la gente a discernir entre lo impuro y lo limpio. Sin duda, esta oficina a menudo se desempe�aba de manera superficial; Sin embargo, un prop�sito valioso fue respondido por la importancia que los israelitas fueron alentados a otorgar a la obediencia a las �rdenes del gran Rey.

I. HAY UNA DISTINCI�N ARBITRARIA Y FACTIVA ENTRE EL SANTO Y EL PROFANO. Tal es la distinci�n que se hace en las comunidades paganas, simplemente en inter�s de los mismos sacerdotes, sin ninguna intenci�n moral.

II HAY UNA DISTINCI�N CEREMONIAL Y SIMB�LICA ENTRE EL SANTO Y EL PROFANO. Tal fue la diferencia establecida por la Ley dada por Mois�s a los israelitas, y mantenida por orden Divina por la instrumentalidad de los sacerdotes de Jehov�.

III. HAY UNA DISTINCI�N ESPIRITUAL Y REAL ENTRE EL SANTO Y EL PROFANO. No se puede dudar de que las diferencias ceremoniales pretend�an ser emblemas de distinciones m�s profundas y m�s reales de naturaleza moral. En la dispensaci�n cristiana, a los hombres se les ense�� temprano sobre la m�xima autoridad para no llamar a nada com�n o inmundo. Pero aunque Cristo aboli� las distinciones, que eran un medio para un fin, que sirvi� para un prop�sito temporal de preparaci�n, enfatiz� aquellas distinciones que, a la vista de un Dios santo, son reales e importantes. Especialmente este fue el caso con la diferencia eterna entre el bien y el mal moral, entre lo que est� de acuerdo con lo que es repugnante para la naturaleza, el car�cter y la voluntad de Dios. Esta distinci�n es una que es la Iglesia de Cristo. obligado a mantener, tanto mediante la ense�anza como por la conducta, ante un mundo pecaminoso y desobediente. � T.

Ezequiel 44:28

El Se�or la herencia de su pueblo.

Hab�a un sentido especial en el que el Se�or era la herencia de los levitas y sacerdotes entre los hijos de Israel. Se hizo una provisi�n para compensarlos por la falta de un territorio como el que se asign� a las otras tribus. Jehov� mismo se hizo cargo de los que ministraron en su santuario; �l era su herencia. Esta declaraci�n sugiere una verdad m�s amplia, a saber. que Dios es la porci�n y la herencia de todo su pueblo.

I. EL SE�OR PROPORCIONA TODAS LAS NECESIDADES, TANTO TEMPORALES Y ESPIRITUALES, DE AQUELLOS QUE CONF�AN EN �L.

II EL SE�OR ES LA ALEGR�A Y EL CONFORT DE LOS CORAZONES DE TODOS LOS QUE LO AMAN.

III. El Se�or es la porci�n eterna de todos los que lo buscan y lo sirven aqu�.

SOLICITUD. Una declaraci�n como esta deber�a ayudar a aquellos que profesan ser el pueblo de Dios a superar la tendencia natural a estar ansiosos y cuidadosos con respecto a su estado y perspectivas temporales. Deber�a alentarlos a poner su afecto en las cosas de arriba, en las verdaderas riquezas. "Donde est� tu tesoro, all� estar� tambi�n tu coraz�n".

Ezequiel 44:29

Lo devoto.

Hab�a objetos, tanto animados como inanimados, en relaci�n con la adoraci�n y los sacrificios del templo, que en un sentido especial estaban dedicados y dedicados al Se�or. Mediante esta disposici�n, se brindaba instrucci�n espiritual y se fomentaba la reverencia religiosa. Como en la dispensaci�n cristiana nada es com�n o impuro, se nos ense�a a considerar todo lo que pertenece y est� asociado con el cristiano como consagrado al Se�or.

I. TODO LO QUE EL CRISTIANO TIENE DEDICADO AL SE�OR EN VIRTUD DE LO QUE EL SE�OR HA HECHO POR �L.

1. Todo es un regalo del Se�or. �Qu� tenemos que no hayamos recibido?

2. Todo es redimido por Cristo, quien, al darse un rescate por nosotros, redimi� nuestras posesiones y nuestros poderes para s� mismo.

II TODO LO QUE EL CRISTIANO TIENE DEDICADO AL SE�OR EN VIRTUD DE SU ENTREGA CONSCIENTE Y DELIBERAR CONSAGRACI�N DE S� MISMO A SU DIOS REDIMIENTO. La dedicaci�n que el verdadero cristiano ha hecho de s� mismo a su Salvador no tiene reservas.

"Sin embargo, si pudiera hacer alguna reserva,

Y el deber no puede,

Amo a mi Se�or con celo tan grande

�Que te lo dar�a todo! "

Como se predijo que sobre las campanas de los caballos deb�a inscribirse, "Santidad al Se�or", as�, de hecho, el cristiano sincero deber�a dedicar a su Redentor todas las posesiones comunes, todas las oportunidades diarias, con las cuales La providencia lo enriquece.

III. EL PRINCIPIO PRESTA UNA NUEVA BELLEZA Y DIGNIDAD A TODO LO QUE EL CRISTIANO TIENE Y HACE. La vida de cada cristiano es dedicada, y todos sus bienes y todos sus talentos e influencia est�n dedicados. El no es suyo. As�, la luz del cielo se derrama sobre la oscuridad de la tierra, y las cosas comunes no carecen de gloria, porque son santificadas y ennoblecidas como se usan para el servicio y la alabanza de Dios.

HOMILIAS DE J.D. DAVIES

Ezequiel 44:4

La adoraci�n en la iglesia es vital para el alma.

Como el coraz�n es vital para el cuerpo y env�a su marea de vida a todos los �rganos del sistema, el santuario es la fuente central de vida espiritual para la comunidad humana. Lo que la Iglesia es, el hogar ser�, la ciudad ser�, la naci�n ser�. La culpa contra�da por Israel en el templo fue una fuente de iniquidad de donde la contaminaci�n se extendi� a cada parte del cuerpo pol�tico. El pecado del santuario fue el pecado de los pecados. Por otro lado, el santuario puede ser un manantial de salvaci�n. Las expectativas m�s elevadas apreciadas aqu� Dios las satisfar�. "Este es mi descanso para siempre; aqu� vivir�". Aqu�, "el que pregunta, recibe". "Mir� y, he aqu�, la gloria del Se�or llen� la casa".

I. LA ADORACI�N DE LA IGLESIA ES EXTREMADAMENTE IMPORTANTE. "Hijo de hombre, marca bien, y mira con tus ojos, y escucha con tus o�dos, todo lo que te digo sobre todas las ordenanzas de la casa". De tal momento para los intereses humanos son estas leyes y ordenanzas, que el profeta debe prestar atenci�n concentrada al asunto. Toda facultad del alma debe estar comprometida para aprender la voluntad de Dios y para hacerlo. Existen sutiles lazos de conexi�n vital entre el alma humana y la adoraci�n en el templo, que escapan f�cilmente a la atenci�n del ojo. Para obtener el bien que Dios quiere, debemos preparar el coraz�n y la mente de antemano. "Marque bien la entrada de la casa" Se debe aumentar la expectativa de bendici�n. Debe fomentarse un estado mental libre de cuidados ego�stas. Mientras el fot�grafo prepara cuidadosamente su plato para recibir una impresi�n fiel, igualmente preocupados deber�amos estar preparando nuestros corazones para una conversaci�n alta e �ntima con Dios. Tampoco debemos ser ajenos a c�mo nos alejamos de esa augusta Presencia. �Qu� cuidado se necesita para enterrar en nuestra memoria las verdades que hemos recibido! �Qu� cuidado deber�a haber para retener la unci�n de influencia santa sobre el alma!

II IGLESIA-ADORACI�N ACEPTA ELEMENTOS VISIBLES E INVISIBLES. Para ser adoradores aceptables, Dios requer�a que fueran circuncidados en carne y circuncidados en coraz�n. El uno fue dise�ado para ser el s�mbolo visible del otro. Ser�a in�til circuncidar la carne si no hubiera tambi�n la circuncisi�n del coraz�n. La circuncisi�n de la carne fue instructiva y disciplinaria, fue una prueba de obediencia. Descuidar esto fue una violaci�n voluntaria y abierta del pacto hecho con Israel. En nuestro estado terrenal actual, las formas de religiones externas son muy �tiles; pero si siguen siendo solo formas, hechas sin coraz�n o voluntad, son est�riles para bendecir a los hombres. A medida que la raza avanza en la cultura religiosa, ser�n suficientes formas m�s simples y menos. Los hombres podr�n elevarse a la comuni�n con Dios sin la intervenci�n de ritos. En el hogar celestial no se encuentra ning�n templo, porque Dios mismo es el Templo, y los redimidos tienen acceso inmediato a su presencia. Pero por el momento, las ordenanzas visibles son los mejores canales por los cuales podemos obtener comuni�n con Dios.

III. LA ADORACI�N DE LA IGLESIA REQUIERE PUREZA DE CAR�CTER. Si el Dios de Israel hubiera exigido pureza interna como condici�n para acercarse a �l, habr�a excluido a toda la raza de hombres de su casa. Pero su alto dise�o es crear un car�cter sagrado entre los hombres, y cada arreglo de adoraci�n en el templo tiene purificaci�n para su fin. A los gentiles incircuncisos se les permiti� entrar en un patio exterior; los circuncidados podr�an tener un acercamiento m�s cercano; un c�rculo interno estaba reservado para los hijos de Levi; y solo a una de las razas humanas se les permiti� entrar en el santuario m�s sagrado: la misma c�mara de presencia de Jehov�. De esta manera se le ense�� al mundo el valor de la pureza moral. En proporci�n a la santidad del car�cter est� la cercan�a del acceso a Dios. Los puros de coraz�n lo ver�n. De ah� la distinci�n cardinal entre los circuncidados y los no circuncidados, que Dios impuso tan sabiamente. Con ese hombre habita Dios que tiene un coraz�n humilde y contrito. Promover la pureza moral es el dise�o apropiado de la adoraci�n de la Iglesia.

IV. LA ADORACI�N DE LA IGLESIA DEBASADA ES LA OFENSA M�S FALSA. Es repeler a Dios en el acto de su acercamiento m�s amable a los hombres. Es herir a Dios en la parte m�s tierna de su naturaleza. El sacrilegio siempre se ha considerado una ofensa m�s atroz. Secularizar el templo es destruir la �nica escalera por la cual podemos subir al cielo. Jugar con la religi�n es cometer suicidio espiritual. Sobre esta cabeza, nuestro Se�or pregunta: "Si la luz que hay en ti es oscuridad, �cu�n grande es esa oscuridad!" Como la nieve reci�n ca�da se encuentra entre los objetos naturales m�s bellos, la nieve empa�ada es m�s ofensiva para la vista. Si se envenena la �nica fuente de agua viva, �c�mo puede sostenerse la vida de los hombres? Abusar de las ordenanzas del santuario es matar de hambre a la propia alma, hacer que la religi�n sea desagradable para nuestros semejantes, es insultar a Jehov�. Este es el pecado supremo del hombre: "pecado de muerte".

V. EL SERVICIO RELIGIOSO DEBE SER PERSONAL E INDIVIDUAL. "No hab�is guardado el cargo de mis cosas santas; pero hab�is puesto guardianes de mi cargo en mi santuario para ustedes mismos '. Ante los ojos de Dios, fue una ofensa grave que los sacerdotes hubieran delegado su trabajo a otros, a personas que �Jehov� no lo hab�a designado, no lo aprob�! Es imposible para cualquier hombre delegar su servicio a Dios sobre otra persona. El servicio de Dios no puede ser cumplido por poder. As� como ning�n hombre puede transferir a otro sus talentos, sus cualidades o sus posici�n, para que ning�n hombre pueda transferir sus responsabilidades o su trabajo. Ya Dios tiene el derecho supremo de todo el servicio de ese hombre a quien deseo transferir mi tarea. Ya est� en tributo para servir al mismo Maestro. Adem�s, al abandonar mi servicio, abandono mi recompensa y mi alegr�a. La delegaci�n de servicio en el reino de Dios est� prohibida. "Cada uno de nosotros debe dar cuenta de s� mismo ante Dios." Entendido correctamente, el servicio es un privilegio. Servir es reinar.

Ezequiel 44:10

Recompensa y castigo en la tierra,

Seg�n rango y posici�n en la Iglesia es responsabilidad. El ejemplo es contagioso. La traici�n de un oficial militar es un pecado m�s grave que la traici�n de un soldado en las filas. La contaminaci�n en el cuarto es un mal mayor que la contaminaci�n en un ramal. La enfermedad en el coraz�n es un asunto m�s grave que la enfermedad en la piel o en las extremidades. Si los sacerdotes de Dios sancionan la idolatr�a, toda la naci�n har� lo mismo, y la causa de Dios ser� traicionada. El pecado de Judas yac�a en esto: que hab�a sido un amigo de confianza y compa�ero de Jes�s. Los ministros de Dios tienen cargos responsables.

I. LOS HOMBRES A MENUDO SON SUJETOS A UNA PRUEBA CRUCIAL La raza actual est� tentada principalmente a la infidelidad, pero las generaciones anteriores de hombres fueron tentados a la idolatr�a. Como la infidelidad es ahora el aliado del vicio, tambi�n lo fue y es la idolatr�a. Ambos intervienen con las bajas pasiones de la naturaleza humana. En el per�odo anterior al nacimiento de Ezequiel, Israel se hab�a extraviado despu�s de los �dolos. Por todos lados se estaban creando falsas deidades. La idolatr�a estaba en la atm�sfera. Una gran oportunidad abierta a los levitas. Como ministros de Jehov�, apartados para el servicio de la religi�n, deber�an haber estado en la brecha y levantado barreras contra la corriente de la idolatr�a, el honor de Dios estaba en su custodia. El bienestar de la naci�n descansaba con ellos. Eran los custodios de la verdad de Dios para el mundo. Fue un tiempo de prueba. El favor de los hombres o el de Dios: �cu�les elegir�an? Popularidad por el momento o fidelidad duradera, �cu�l? �Pobre de m�! hicieron una elecci�n suicida! Eligieron el camino de la facilidad ego�sta. Al igual que un m�dico convocado a un caso cr�tico, ellos tambi�n podr�an haber disminuido la fiebre y haber salvado la vida del paciente. Pero no ten�an fervor religioso. Eran meros funcionarios de un sistema; y mientras el deber fuera ligero y un sustento seguro, la religi�n podr�a cuidarse sola. Honrados con una tremenda confianza, demostraron ser indignos, infieles. Faltaba respeto por Dios. Faltaba destreza moral. Flotaron con la corriente. Su pecado fue la siembra de taras malvadas, que se convirtieron en una cosecha de miseria y desastre.

II EN TALES CASOS SON POSIBLES DOS L�NEAS DE CONDUCTA. En el estr�s de la tentaci�n, los hombres pueden resistir o ceder. En ning�n caso es necesario sucumbir. El principio moral en el hombre ha resistido el diluvio entrante de la tentaci�n, y siempre puede. Los recursos invisibles est�n del lado de aquel que se adhiere firmemente a la derecha. Dios est� a su lado. En cuanto a la acci�n p�blica, Elijah estaba solo en los d�as de la idolatr�a de Jezabel. En Babilonia, Daniel se mantuvo erguido como el �nico testigo de Jehov�, y su triunfo fue notable. Martin Luther fue durante a�os el �nico defensor de la verdad b�blica en el continente europeo: un hombre contra el mundo; Sin embargo, �l prevaleci�. Entonces, en el caso narrado aqu�, una familia se mantuvo fiel. Los hijos de Sadoc eran hijos dignos de un padre digno. Un buen nombre es una buena herencia, y ning�n nombre mejor puede usar un hombre que Zadok, es decir, "Justicia". Si un hombre conf�a en su buen nombre, es un tonto; pero si hace honor a un buen nombre, lo convierte en su modelo, es m�s sabio que Salom�n. Un barco podrido no sobrevivir� a la tormenta, aunque se llama Impregnable. Estos hijos de Sadoc eran como Abdiel, "fieles entre los infieles encontrados". "Mantuvieron la carga del santuario" cuando Israel se extravi�. Ten�an columna vertebral moral, alg�n principio de hierro en su sangre. Es la cobard�a m�s baja simplemente ir con la mayor�a. Los n�meros no son el �rbitro de la verdad o del derecho. Los hombres que merecen el nombre se preguntan por s� mismos, juzgan por s� mismos, buscan orientaci�n de la Fuente Unerring y act�an de acuerdo con el resultado. No hab�a necesidad externa de seguir a la multitud de id�latras. Los hijos de Sadoc resistieron. Entonces, en todos los casos, la conducta de un hombre es el resultado de su propia elecci�n.

III. COMO HAY DOS L�NEAS DE CONDUCTA, HAY DOS TIPOS DE PREMIO. Es solo la ceguera de los hombres lo que supone que la justicia de Dios siempre duerme o siempre se equivoca. Dios puede esperar pacientemente su tiempo, y puede tolerar generosamente. Sin embargo, con perfecta calma, hace justicia a todo hombre. Al tocar a estos levitas, declara: "Llevar�n incluso su iniquidad". Si quedaba alguna sensibilidad del alma en ellos, debieron haber sufrido mucho, durante los setenta a�os de cautiverio, con la convicci�n de que su infidelidad hab�a sido una de las principales causas del desastre de Israel. Tampoco fue todo esto. Un estigma perpetuo estaba sobre su nombre. Se les impuso una degradaci�n eterna sobre ellos y sobre su posteridad. Sus hijos y los hijos de sus hijos a trav�s de muchas generaciones estuvieron involucrados en la desgracia y en la privaci�n del cargo. Hasta donde hab�a sido un honor ser un levita, ahora ser� revertido, ser� un deshonor. "No se acercar�n a m� para hacerme el oficio de sacerdote, ni para acercarse a ninguna de mis cosas santas, en el lugar sant�simo". Hab�an puesto a Dios lejos de ellos; Era una simple retribuci�n que Dios les prohibiera acercarse a �l. El pecado siempre lleva su propia fruta natural. A�n as�, el juicio fue templado con misericordia. No ser�n completamente reemplazados. No ser�n expulsados ??del nuevo templo. Oficina inferior que a�n pueden ocupar; servicio subordinado que a�n pueden realizar. Y en su rango degradado aprender�n que el servicio de Dios es un verdadero honor; esa cercan�a a Dios es el cielo del hombre. "Ser�n ministros en mi santuario, a cargo de las puertas de la casa y ministrando a la casa; matar�n, el holocausto y el sacrificio por el pueblo". Pero, por otro lado, se otorga un honor especial a los leales hijos de Zadok. "Se acercar�n a m� para ministrarme, y se parar�n ante m� ... Entrar�n en mi santuario y se acercar�n a mi mesa", etc. Aqu� hay una promoci�n inconfundible. "Hab�an mantenido el cargo del santuario"; ahora "ellos mantendr�n mi cargo". En otras palabras, "Ser�n mis tesoros: les confiar� mi honor y todas mis cosas preciosas". Su fidelidad est� establecida; s�, se fortalece y se agranda por esta tensi�n de tentaci�n. Sus personajes han salido del horno como oro bru�ido. Se les confiar� en el reino celestial porque son confiables. El ojo omnisciente de Dios no pasa por alto el acto menos meritorio. La alta recompensa est� en curso de preparaci�n para los justos. Los hombres a menudo se enga�an a s� mismos con enga�osas esperanzas de escapar. �A menudo enga�an a otros con semblantes plausibles, nunca pueden enga�ar a Dios!

Ezequiel 44:27-26

Riqueza sustancial.

En cada parte del mundo hay hambre, m�s o menos, de poseer tierras. Mediante una larga observaci�n, los hombres han descubierto que poseer tierra es poseer influencia y honor entre sus semejantes. �No es la tierra esencial como base de los cultivos de cosecha? �Y no son los cultivos de ma�z y fruta esenciales para la vida de los hombres? �No es la agricultura el pilar del bienestar de una naci�n? Sin embargo, sin tierra la agricultura es imposible; �No es, por lo tanto, razonable que los hombres anhelen ansiosamente llamar suya la tierra? Por otro lado, esta ansiedad encadena los pensamientos de los hombres a ocupaciones inferiores y a una provisi�n para su naturaleza inferior. Tal ansiedad tiende a desviar su atenci�n de Dios y debilitar su sentido de confianza piadosa. Para contrarrestar esta tendencia desastrosa, Dios nombr� a una clase de hombres cuyo negocio deber�a ser mantener a Dios en un lugar destacado ante los ojos de sus semejantes. A estos siervos de Dios se les impidi� adquirir riqueza. Deb�an ser empleados por completo para fomentar la vida religiosa en los hombres. Para su mantenimiento, Dios provey� de una manera especial. Estos sacerdotes fueron dise�ados para ser modelos de vida humana, patrones de cristianos posteriores. El m�todo de Dios para ense�ar la carrera es este: a saber; dejar a un buen hombre en medio de ellos e inspirar a otros con el deseo de imitarlo. Si un hombre puede vivir y prosperar en virtud de la fe impl�cita y pr�ctica en Dios, otros hombres pueden. Mediante la diligente cultura de la tierra, Dios ha ordenado que la vida humana se mantenga. Sin embargo, Dios no est� encerrado en este sistema. "El hombre no vive solo de pan, sino de cada palabra que sale de la boca de Dios".

I. LA POSESI�N TERRESTRE ES SOLO UN MEDIO PARA UN FIN. No es una bendici�n, sino solo un medio de bendici�n. Es parte del sistema de medios de Dios. La tierra existe con miras a la cosecha. La cosecha se produce con vistas a la vida corporal del hombre. La vida corporal del hombre se sustenta con miras a su car�cter espiritual. En general, es mejor que la tierra se asigne a la posesi�n personal. Esto asegura que la tierra se cultivar� en el m�s alto grado, y que los cultivos estar�n protegidos contra el uso prematuro. Si toda la tierra permaneciera como propiedad com�n, habr�a falta de incentivo para cultivarla; habr�a falta de incentivo al esfuerzo personal; no habr�a cheques para desperdicios extravagantes. La posesi�n personal es lo mejor para una comunidad; sin embargo, se convierte en un desperdicio y una lesi�n si un hombre posee m�s de lo que puede cultivar. Dios no le da tierra a un hombre para que pueda ser tir�nico, ego�sta, hinchado de presunci�n. Esta es una perversi�n miserable de un regalo Divino. La tierra se crea para el cultivo. El cultivo de laud est� dise�ado para apoyar la vida humana. Y toda la alabanza del mundo no vale nada para m�, excepto que ministra la salud y el vigor de mi vida.

II DIOS PUEDE ASEGURAR ESTE FIN POR OTROS SISTEMAS DE MEDIOS. La mejor prueba de que puede hacerlo es el hecho de que lo ha hecho en muchas ocasiones. Ser�a una locura suponer que Dios no ha hecho el arreglo m�s sabio posible para el bienestar de los hombres. Sin embargo, si los hombres abusan del acuerdo y alejan a Dios del lugar que le corresponde, Dios puede alterar su sistema y lograr su fin por otras agencias. Sostuvo la vida de Abraham, le dio riqueza e influencia entre los hombres, mientras que, al mismo tiempo, se neg� a darle una tierra de tierra. Era el protector especial de la naci�n hebrea; sin embargo, los condujo por el desierto durante toda la vida de una generaci�n entera, donde no se pod�an recolectar cosechas, y donde la tierra no se deseaba como posesi�n. Sin embargo, no quer�an comida ni ropa. Dios era para ellos mejor que todas las cosechas. Entonces Jesucristo llam� a los doce de sus b�squedas seculares; sin embargo, no les hizo querer nada bueno. Jes�s mismo prefer�a no tener gravamen de tierra o riqueza. �l eligi� libremente el estado de pobreza. Para �l, vivir en una uni�n tan �ntima con su Padre, la posesi�n de la tierra habr�a sido una carga innecesaria; sin embargo, no solo se suplieron sus propias necesidades, sino que tambi�n extendi� una mesa para los dem�s. Lo que el Hijo hizo en la tierra fue el efecto visible de la obra de su Padre.

III. EL SERVICIO INCONS�TIL TRAE A UN HOMBRE LA MAYOR GANANCIA. Quien se olvida de su generosa bondad no es olvidado por sus semejantes, no es olvidado por Dios. A la familia de Zadok se les prohibi� ser terratenientes. Sin embargo, no querr�n. "Todo lo dedicado en Israel ser� suyo". "La primera de todas las primicias" ser� de ellos. Dios supera a todas sus criaturas en un servicio fiel generosamente gratificante. En su libro se observa cada elemento de trabajo dedicado y sacrificio; para ello se prepara una amplia recompensa. As� como un dolor de ma�z producir�, en la cosecha, cien granos, as� el servicio consagrado es semilla viva: fructificar� en resultados espl�ndidos. �Se arrepinti� alguna vez Abraham de su inquebrantable fidelidad a Dios? �San Pablo siente hoy que hizo grandes sacrificios de s� mismo por los dem�s? �Alguien ha sido un perdedor por servir a Dios? Es casi una blasfemia proponer tal pregunta. Los verdaderos siervos de Dios disfrutar�n del tributo debido a Dios mismo. Los estadistas, bajo un poderoso rey, son recompensados ??con una buena parte de los ingresos del imperio; as� que el tributo pagado al templo de Dios Dios lo distribuye entre sus sacerdotes. Para los que sirven bien a Dios, otros hombres trabajan. Otros hombres labran el suelo y preparan el producto. Los que hacen el trabajo m�s alto tendr�n la mejor recompensa. As� se predijo: "Los extra�os se parar�n y alimentar�n a tu reba�o, y los hijos del extranjero ser�n tus arados y tus vi�adores; pero ser�is llamados los Sacerdotes del Se�or". Como muchas otras cosas buenas, el nombre y el oficio del sacerdote se han convertido en una maldici�n. Sin embargo, un verdadero sacerdote, el siervo de Dios para la humanidad, es una fuente de bendici�n. Es como la sal en la tierra: un poder conservador y purificador. Donde quiera que venga, es una estaci�n primaveral de vida y alegr�a. Debe ser bien atendido, para que "pueda hacer que la bendici�n descanse en tu casa".

IV. EL SERVIDOR DEDICADO DE DIOS OBTIENE UNA PROPIEDAD EN DIOS. "Soy su herencia ... soy su posesi�n". Un estado no es realmente nuestro porque lo llamamos nuestro. No podemos llamar a nada nuestro a menos que se convierta en una parte integral de nosotros mismos. Si se suma a nuestro car�cter y nuestra fuerza, entonces, y solo entonces, es nuestro. La propiedad de la tierra es a menudo el due�o del hombre. Vive para mejorarlo en lugar de ser mejorado por �l. Poseemos propiedad cuando realmente sacamos ventaja de ella. As� es tambi�n con respecto a Dios. Si hacemos de Dios nuestro amigo, sacamos ventaja de �l. Si creemos en sus promesas y abrimos nuestras almas a su gracia vitalizante, nos enriquecemos con �l. La sabidur�a de Dios se convierte en nuestra sabidur�a. Su justicia se convierte en nuestra justicia. Su amor se convierte en una fuente de amor en nosotros. Somos "participantes de la naturaleza Divina". En un sentido muy enf�tico, Dios se entrega a nosotros. Toda capacidad en nosotros puede estar llena de Dios. Si somos completamente propiedad de Dios, Dios es nuestra porci�n, nuestra herencia. Esto es condescendencia trascendente, la sublimidad del amor.

V. POSEER A DIOS ES POSEER TODAS LAS COSAS. Por esta raz�n, habr�a sido una superfluidad si Jes�s hubiera sido propietario de la riqueza. �De qu� ventaja hubiera sido para �l poseer campos, si pudiera crear un suministro suficiente de pan por la magia del mando? Aunque era el m�s pobre, a�n era el hombre m�s rico. Se entiende que el que posee la llave del banco posee el contenido del hank. Si el Creador es m�o, si puedo llamarlo "mi Padre", lo que sea que su creaci�n contenga del bien es m�o tambi�n. Est� claro que, como criatura, debo ser dependiente. �Es mejor depender de la ley o del legislador? en la cisterna o en la fuente? en circunstancias ciegas o sabidur�a omnisciente? en las fuerzas naturales o en el Dios todo creativo? Mi fe se funda en el sentido com�n. Dios se compromete a ser mi amigo, mi padre. Entonces yo soy su hijo; y "si es hijo, entonces heredero, heredero de Dios;" Todas las cosas son tuyas, porque sois ... de Dios ". - D.

HOMILIAS DE W. CLARKSON

Ezequiel 44:1, Ezequiel 44:2

La puerta cerrada: reverencia.

�Cu�l es el verdadero significado de este cierre? Mucho se ha hecho de eso por una exposici�n fantasiosa; pero seguramente la verdadera lecci�n es la que yace en la superficie, a saber. que la puerta cerrada ser�a un recordatorio continuo de que la gente debe abstenerse reverentemente de usar la entrada por la que el Alt�simo mismo hab�a pasado una vez. Era otra expresi�n simb�lica de la verdad que debemos "quitarnos los zapatos" cuando nos paramos en "terreno sagrado". El hecho de que haya una puerta cerrada en este visionario, este templo ideal, puede no sugerirnos inadecuadamente (aunque no se puede decir que nos ense�e):

I. EL CAMINO QUE ES BARRADO. Si tratamos de entrar en el reino de Dios por el camino o la puerta de:

1. Una falsa independencia; si intentamos alcanzar la verdad salvadora y redentora de Dios con nuestra inteligencia sin ayuda, sin querer aprender de aquel que vino a ense�arnos, para ser para nosotros "la Sabidur�a de Dios", entonces no encontraremos entrada all� (ver Mateo 18:3; 1 Corintios 3:18). Lo mismo puede decirse de:

2. Indulgencia imp�a; y de:

3. La oportunidad favorable en el futuro. Quien quiera entrar en el reino de Cristo por estos hacedores no encontrar� una puerta abierta, sino un camino cerrado; debe entrar por el camino de la fe infantil, de la pureza, de la decisi�n inmediata. La puerta cerrada tambi�n puede sugerirnos, por el contrario:

II LA APERTURA DEL REINO. Hay un sentido muy valioso y muy valioso en el que no se cierra ninguna puerta que alguna vez se abri� en el reino de Dios. Ning�n hombre, que sea quien sea o lo que sea, que haya sido cualquier cosa en el pasado, viniendo a la puerta del reino de Cristo en sincera penitencia y simple fe, lo encontrar� cerrado contra �l. Sea cual sea el camino al que se haya acercado, por cualquier influencia restringida, si desea fervientemente buscar a Dios y servirle, se encontrar� ante una puerta abierta. Cristo mismo es la Puerta, y siempre dice: "Al que viene a m�, de ninguna manera lo echar�". Pero la verdadera lecci�n del pasaje es:

III. EL DERECHO CONSTANTE DE LA REVERENCIA EN LA ADORACI�N Y SERVICIO DE DIOS. La puerta cerrada dijo (en efecto): "Donde Dios ha venido, no puedes entrar; debe haber otra forma para la criatura d�bil y pecadora que la tomada por el Creador todopoderoso y santo; date cuenta de la inconmensurable diferencia entre t� y �l. " Es bueno que se levante, de vez en cuando, el recordatorio de que el Se�or a quien servimos es el Alt�simo y el Sant�simo; que nos toca adorarlo y hablar por �l en el esp�ritu de la reverencia m�s profunda; que si se puede cultivar una "audacia sagrada", se debe rechazar con gran sed una irreverencia imp�a; que nuestro m�s querido amigo es nuestro Divino Se�or, digno del homenaje m�s profundo que nuestros corazones pueden rendirle, reclamando la mayor sujeci�n que podemos poner en pie, mientras adoramos en su casa o trabajamos en su vi�a. � C.

Ezequiel 44:9

Discriminaci�n divina.

El profeta se expresa necesariamente en los t�rminos de la antigua dispensaci�n; y declara, en nombre de Dios, que ning�n hombre que no haya recibido un esp�ritu recto ("incircunciso de coraz�n"), y que ning�n hombre que no haya sido admitido a la ciudadan�a del reino de Dios ("incircunciso en carne") , puede "entrar al santuario": puede entrar en contacto m�s cercano con el Se�or y prestarle el servicio m�s sagrado (ver Ezequiel 44:9). Y adem�s declara que aquellos de su pueblo que hab�an pecado gravemente contra �l por su apostas�a culpable deber�an ser excluidos de los oficios m�s sagrados del sacerdocio; sin embargo, deben ser admitidos en los m�s humildes puestos de vigilancia de las puertas, de matar a los animales sacrificados y de ministrar a aquellos sacerdotes que eran m�s valiosos que ellos ( Ezequiel 44:11, Ezequiel 44:14). La lecci�n general que aprendemos es que Dios nos trata con gracia y generosidad, pero de manera discriminatoria. Da a todos sus hijos, pero no da el mismo tipo, ni da la misma medida a todos; �l es misericordioso con el penitente, pero no deja que su misericordia oscurezca o reduzca su justicia. Los que han cometido un error grave "soportan su iniquidad" ( Ezequiel 44:10), "soportan su verg�enza" ( Ezequiel 44:13); y aun as� tienen su lugar y hacen su trabajo el d�a de la restauraci�n (ver Ezequiel 44:11, Ezequiel 44:14). En ese reino de Dios en el que estamos ahora, vemos ilustraciones de esta discriminaci�n Divina en:

I. LA DISPENSACI�N DEL DIVINO BOUNTY. Dios da mucho a todas sus criaturas, a todos sus hijos; pero da mucho m�s a unos que a otros. Aqu� no hay favoritismo ni injusticia. Es simplemente la presencia de la variedad m�s deseable; conferir a cada uno m�s de lo que merece o puede reclamar, y a algunos una herencia muy grande del bien. Ninguno de nosotros tiene derecho a nuestro ser, ni a nuestras comodidades, ni a nuestros poderes; pero Dios, en la plenitud de su generosidad, nos da esto. �Nos quejamos porque hay quienes han sido incluso m�s generosamente que nosotros? �No nos alegraremos y agradeceremos que no haya limitado su amor como podr�a haberlo hecho? De hecho, aunque mucha desigualdad aqu� se debe a nuestra propia falta de sabidur�a, mucho se debe a la variedad en la distribuci�n Divina. A algunos les da una salud m�s vigorosa, una mente m�s clara o m�s activa, una voluntad m�s fuerte, una vida m�s plena o m�s larga. Seguramente la gratitud y no la queja es la nota de los sabios y los buenos.

II LA DIVERSIDAD DE LA DIVINA DESTINO DE LOS "REGALOS". Si bien no hay nadie que no pueda y que no deba aportar su contribuci�n a la causa de Cristo y del hombre, est� claro que algunos pueden hacer un trabajo mucho m�s alto y mucho m�s grande que otros. A algunos se les da solo para proteger la puerta; a otros para presentar el sacrificio al Se�or. Algunos con una inteligencia d�bil y un conocimiento escaso pueden ser bastante equivalentes a una publicaci�n humilde; otros con poderes vers�tiles y vigorosos y una mente bien almacenada pueden prestar el servicio m�s importante y vital. Y hay muchos grados entre el oficio m�s humilde y el m�s alto en las filas cristianas. Que cada hombre sienta que ser o hacer algo por Cristo es una alegr�a y un honor; que aquellos que son invitados a los "asientos principales" se recuerden a s� mismos que "no tienen nada que no hayan recibido", y que hagan todo "como con la habilidad que Dios les da".

III. EL EJERCICIO DE LA DIVINA MISERICORDIA. Los "levitas que se extraviaron despu�s de sus �dolos" deb�an recibir la Divina misericordia; deb�an ser restaurados a su lugar en la comunidad de Israel; deb�an ser admitidos para servir en el santuario y de hecho en �l (ver Ezequiel 44:11, Ezequiel 44:14); pero no pudieron recuperar por completo lo que hab�an perdido; parte de su iniquidad (o verg�enza, Ezequiel 44:13) tendr�an que soportar; en cierto punto sus privilegios se detuvieron. Ahora, en el reino de Cristo, tenemos el mismo tipo de discriminaci�n Divina.

1. Hay misericordia para aquellos que se han extraviado m�s. En cualquier alienaci�n del coraz�n, rechazo por parte de la mente, culpabilidad del comportamiento, han vagado, hay perd�n en Jesucristo.

2. La misericordia de Dios significa mucho. Significa el perd�n absoluto de todo pecado pasado; la restauraci�n del alma al favor y la amistad de Dios; acceso, pleno y libre, a su alabanza, su trono, su mesa; libertad de servirle en el amplio campo de la utilidad sagrada.

3. Pero hay alguna calificaci�n seria y necesaria. Quienes han ido muy lejos en el mal, o han pasado muchos a�os en un alejamiento pecaminoso, deben "soportar su iniquidad" en un sentido: deben sufrir la lesi�n que ha causado su pecado en la formaci�n de malos h�bitos (mentales o f�sicos ) que no se puede lanzar de inmediato; en la p�rdida de reputaci�n que no se puede recuperar de inmediato; en el debilitamiento del alma (o, en cualquier caso, la p�rdida de fuerza e influencia que podr�a haberse adquirido) que debe ser soportada. Pecado significa una medida considerable de p�rdida absolutamente irreparable.

Ezequiel 44:15, Ezequiel 44:16

La fidelidad y su recompensa.

No suponemos que la declaraci�n con respecto a los hijos de Zadok deba ser presionada a la exactitud hist�rica. Se asume su firmeza con el prop�sito de exhortar, para se�alar la recompensa de la fidelidad en el reino de Dios. Tenemos-

I. EL HECHO Y LA CUENTA DE LA INCERTIDUMBRE. No hay m�s hecho patente ante nuestros ojos que que los hombres "se extrav�en". se extrav�an, como estos levitas, de Dios, de la verdad, de la sabidur�a, de la pureza, de sus convicciones anteriores y de su noble vida. La frecuencia del hecho no puede opacar nuestros ojos a la extrema tristeza de la misma. El tono de la pregunta del Maestro: ��Tambi�n te ir�s?� �Con qu� profundo arrepentimiento presenciamos ahora el descenso o 'un alma humana desde las alturas de la sabidur�a celestial hasta las profundidades de la incredulidad o la iniquidad! para ello, sugerimos tres tentaciones poderosas que resultan demasiado fuertes para resistir.

1. Las fascinaciones de la novedad; el amor de mirar las cosas con nuevas luces o de pisar nuevos caminos.

2. La fuerza de la corriente social; el inconsciente y (a menudo) la deferencia totalmente irracional que prestamos a las opiniones de quienes nos rodean. Es dif�cil remar contra la corriente del pensamiento y la pr�ctica actuales; es agradable ir con la marea, aunque sospechemos que nos est� llevando al mar abierto de incertidumbre e incredulidad.

3. Preocupaci�n por nuestros intereses temporales; porque a menudo sucede que una adhesi�n firme a la convicci�n significa una despedida dolorosa, no solo de amigos, sino de la fuente de "comida y vestimenta".

II LA CITA A LA FIDELIDAD. Muchas cosas nos exigen que seamos fieles hasta el final. La fidelidad es:

1. Obligatorio. No podemos dejar el servicio de Dios o de la verdad sin romper los lazos m�s sagrados, sin ponernos abiertos al auto-reproche y hacer lo que veremos con verg�enza y pena. A los que vienen despu�s de nosotros, especialmente a nuestros propios hijos, les debemos que no demos la espalda a nuestros viejos principios.

2. Excelente Hay algo honorable y admirable en un grado muy alto en una vida consistente y fiel; no, por supuesto, la repetici�n poco inteligente de los viejos sonidos, sino la adhesi�n, a trav�s del buen informe y el mal informe, a trav�s de la tormenta y el sol, a los principios vitales que aprendimos a los pies de Jesucristo. La cabeza que se ha vuelto blanca con la constante defensa e ilustraci�n de elevar y ennoblecer la verdad lleva una corona gloriosa.

3. Asisti� con una recompensa grande y verdadera. La firmeza, en comparaci�n con la vacilaci�n o la apostas�a, no solo impone la estima de los hombres, y no solo le permite a su poseedor disfrutar de su propio respeto, sino que le asegura el favor permanente de Dios. Dios llama a tales hombres no solo a la puerta o puerta del santuario; les ordena "entrar en ella" y "acercarse a su mesa" para "ministrarle". Para ellos est� reservado el compa�erismo m�s cercano y el servicio m�s honorable y esencial. En el servicio de Cristo, la fidelidad no solo aspira al servicio superior y mejor del Maestro y de la humanidad de abajo, sino que espera ser admitido dentro de las puertas benditas y sentarse a la "mesa" del Se�or en el reino celestial. ( Lucas 22:30) .� C.

Ezequiel 44:17

Un buen ministro de Jesucristo.

Lo que el sacerdote fiel estaba bajo la Ley, que el "buen ministro" est� bajo Cristo ( 1 Timoteo 4:6). Y aunque la forma de servicio es completamente diferente, el esp�ritu debe ser el mismo. El sacerdote ideal, como se describe aqu�, es, mutatis mutandis, el verdadero obispo o pastor del Nuevo Testamento. El �ltimo es:

I. ESTUDIANTE DE SU VOLUNTAD DE MAESTRO, INCLUSO EN PEQUE�OS DATOS. El sacerdote deb�a llevar a cabo instrucciones muy minuciosas (ver Ezequiel 44:17). El ministro de Cristo se libera de la observancia de tales detalles, pero aun as� debe tener en cuenta la voluntad de Cristo en todo. �l debe llevar un temperamento cristiano y portador en todas partes. Si, en opini�n del Maestro, hab�a una forma correcta e incorrecta de ingresar a una habitaci�n y tomar asiento (ver Lucas 14:7), entonces puede haber una forma correcta e incorrecta de ingresar al p�lpito, o leyendo un cap�tulo, o visitando una caba�a.

II CUIDADO DE ESTAR EN SU MEJOR EN MINISTRACIONES P�BLICAS. El sacerdote deb�a evitar beber vino en o cerca del momento del sacrificio ( Ezequiel 44:21). El verdadero ministro de Cristo lo har�

(1) evite todo en el camino de la indulgencia corporal que no le conviene, y

(2) estudie y practique cada h�bito, ya sea f�sico o mental, que lo calificar�, para el desempe�o de sus deberes sagrados con la mayor eficacia.

III. Un ejemplo en todos los asuntos de pureza. ( Ezequiel 44:22, Ezequiel 44:25, Ezequiel 44:26.) En todas las relaciones dom�sticas, como esposo y padre (ver 1 Timoteo 3:1; Tito 1:6). Y en todas sus relaciones con ambos sexos, se convierte en un patr�n de pureza; no solo evitando lo que es positivamente incorrecto y culpable, lo que est� condenado en t�rminos, sino evitando incluso los acercamientos al mal en esta direcci�n, sabiendo la gran importancia de que debe alentar a todos, m�s especialmente a los j�venes, en esa profunda pureza (de coraz�n, de palabra y de hecho) sin el cual ning�n personaje puede ser bello a la vista de Dios.

IV. UNO QUE EXPLICA Y HACE EFECTIVO LA JUSTICIA PR�CTICA. ( Ezequiel 44:23.) Lo que la gente tiene derecho a buscar de su maestro cristiano es:

1. Una declaraci�n completa, clara y forzosa de aquellas verdades que determinan su relaci�n con Dios. En primer lugar, los hombres quieren tener una relaci�n correcta con �l; hasta que se haga eso, se puede decir que no se hace nada; separado y separado de Dios, no hay descanso ni rectitud para el coraz�n humano. Luego viene:

2. Una enunciaci�n clara de la moral cristiana; tal exposici�n del deber que los hombres conocer�n y sentir�n la distinci�n entre lo que est� bien y lo que est� mal en todos sus tratos con sus semejantes, en todas sus relaciones dom�sticas, en todas las esferas variadas en las que se mueven. El ministro de Cristo debe ser, como No�, un "predicador de justicia", por as� decirlo, aquellos que lo escuchen ser�n alentados poderosamente en cada virtud, fuertemente disuadidos de todo mal camino y de toda indignidad en su temperamento y esp�ritu.

V. UN HOMBRE DE UNA VIDA ESENCIALMENTE DEVOTA. ( Ezequiel 44:24, Ezequiel 44:27, Ezequiel 44:28.) Uno que se deleita en la adoraci�n a Dios, que no deja de usar bien los privilegios proporcionados por el d�a y la casa del Se�or, que encuentra su principal y mejor herencia en Dios mismo; para quienes la Paternidad de Dios y la amistad y el servicio de Jesucristo son (y no meramente traen) una "gran recompensa". Debe ser un hombre que pueda decir que "para �l vivir es Cristo" y que, por el contrario, conocer, amar y servir a Cristo es la vida de verdad.

Información bibliográfica
Exell, Joseph S; Spence-Jones, Henry Donald Maurice. "Comentario sobre Ezekiel 44". Los Comentarios del Púlpito. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/tpc/ezekiel-44.html. 1897.