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Bible Commentaries
Romanos 15

Los Comentarios del PúlpitoLos Comentarios del Púlpito

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Versículos 1-33

EXPOSICI�N

Romanos 16:1

IV. SUPLEMENTARIO. Se han formulado preguntas y se han discutido mucho sobre la conexi�n de los �ltimos dos cap�tulos, 15. y 16., con el resto de la Ep�stola. Los hechos y las opiniones fundados en ellos pueden resumirse de la siguiente manera.

(1) Hay pruebas suficientes de que en los primeros tiempos exist�an copias de la Ep�stola sin estos dos cap�tulos. La evidencia es esta:

(a) Or�genes (en Romanos 16:25) habla de algunas copias en su tiempo sin la doxolog�a final, y tambi�n sin ninguna parte de estos dos cap�tulos, atribuyendo la omisi�n a Marci�n, para sus propios fines, teniendo mutilado la ep�stola. Sus palabras son: "Caput hoc (es decir, Romanos 16:25) Marcion, un quo scripturae evangelicae et apostolicae interpolatae sunt, de hac Epistola penitus abstulit; et non solum hoe, sod ab hoc loco ubi scriptum est, Omne autem quod non ex fide est peccatum est (es decir, Romanos 14:23) usque ad finem cuncta disecuit ". Tertuliano tambi�n habla de que Marci�n ha mutilado esta Ep�stola, aunque no especifica estos dos cap�tulos.

(b) En el Codex Amiatinus (un manuscrito de la Biblia latina del siglo VI) hay una tabla de contenido prefijada, que hace referencia por n�meros a las secciones en las que se dividi� la Ep�stola, y describe el tema de cada secci�n. En esta tabla, se describe la quincuag�sima secci�n: "En el peligro de alguien que entristece a su hermano por su carne", claramente denotando Romanos 14:15; y la siguiente secci�n final se describe as�: "Sobre el misterio del Se�or que se mantuvo en secreto antes de su Pasi�n, pero despu�s de que se revel� su Pasi�n", cuya descripci�n solo puede referirse a la doxolog�a de Romanos 16:25. Por lo tanto, parece que en alguna copia latina de la Ep�stola a la que se refer�a la tabla de contenido, la doxolog�a segu�a a Romanos 14:23 sin nada en medio.

(c) Tertuliano, Ireneo y Cipriano. quienes citan en gran parte de la Ep�stola, no tienen referencias a Romanos 15:1. y 16. Se puede observar, sin embargo, que la mera omisi�n de citar no es en s� misma concluyente, aunque puede corroborar otras pruebas.

(2) La doxolog�a final ( Romanos 16:25), aunque colocada, como en el Textus Receptus, al final de Romanos 16:1. en los unciales en general y por los padres latinos, se encuentra al final de Romanos 14:1. en la uncial L, en la mayor�a de las cursivas, en los leccionarios griegos, y as� lo mencionan los comentaristas griegos. Algunos pocos manuscritos lo tienen en ambos lugares, y algunos pocos lo omiten por completo. Or�genes tambi�n (loc. Cit.) Dice que en algunas copias de la Ep�stola que conten�a Romanos 15:1. y 16., la doxolog�a se coloc� al final de Romanos 16:1., y en otros al final de Romanos 14:1.

(3) En un manuscrito (G) se omite toda menci�n de Roma en la Ep�stola; y en una cursiva (47) hay una nota marginal en el sentido de que "alguien" (es decir, probablemente alg�n comentarista) no menciona las palabras ?? ???? ni en la interpretaci�n ni en el texto.

En vista de estos hechos, se puede sostener que la Ep�stola, como se escribi� por primera vez, termin� en Romanos 14:1. con la doxolog�a a�adida, Romanos 15:1. y 16. (que termina en Romanos 15:24 con la bendici�n final habitual, "La gracia", etc.) ha sido una adici�n. Baur, despu�s de sus modales, y esto en parte por supuestas pruebas internas, discute los dos �ltimos cap�tulos escritos por San Pablo, y los considera como una adici�n posterior. Pero sus razones son demasiado arbitrarias para oponerse a la autoridad de los manuscritos existentes, por no hablar de la evidencia interna en s�, que realmente nos parece decir lo contrario. Dicha evidencia interna aparecer� en el curso de la Exposici�n. Una opini�n, presentada por Ruckert, y recientemente apoyada por el obispo Lightfoot, es que San Pablo, habiendo escrito originalmente toda la Ep�stola, incluidos los dos cap�tulos, pero sin la doxolog�a, la volvi� a emitir en un per�odo posterior de su vida forma para circulaci�n general, despu�s de haber agregado la doxolog�a. Sin embargo, esta teor�a no es m�s que una conjetura, presentada como la mejor explicaci�n de todos los hechos del caso, incluida la de toda menci�n de que Roma aparentemente estuvo ausente de algunas copias. Esto, sin embargo, podr�a explicarse por la publicaci�n de la Ep�stola, despu�s del tiempo de San Pablo, en una forma adecuada para la circulaci�n general. En general, podemos tomar como probable que el ap�stol, despu�s de haber concluido su Ep�stola con Romanos 14:1. y la doxolog�a, se sinti� impulsado a retomar un tema que yac�a tan cerca de su coraz�n, y adjunt� Romanos 15:1., y luego los saludos, etc., en Romanos 16:1., antes de que se enviara la carta.

Esta suposici�n explicar�a en s� misma que las copias de la Ep�stola hayan entrado en circulaci�n sin las adiciones. Posiblemente, Marci�n aprovech� para encontrar algunas de esas copias para negar la autenticidad de los dos cap�tulos finales por completo; y si lo hiciera, probablemente promover�a la circulaci�n de las copias m�s cortas. Se observar� que la Ep�stola, como tratado doctrinal pr�cticamente aplicado, est� completa sin los dos �ltimos cap�tulos; y tambi�n que Romanos 15:1., aunque conectado en pensamiento con el final de Romanos 14:1., podr�a ser, y de hecho se lee como, una reanudaci�n y un m�rito adicional de sus ideas. Parece, de hecho, como si el ap�stol hubiera agregado tres ap�ndices o posdatas; el primer final con la bendici�n de Romanos 15:33; el segundo (elogiando a Phoebe, quien deb�a ser el portador de la carta, y enviando saludos a las personas en Roma) con la bendici�n de Romanos 16:20; y el tercero (que podr�a agregarse en el �ltimo momento) con el de Romanos 16:24. Todas las bendiciones se tienen en cuenta, siendo las autenticaciones finales habituales del ap�stol (cf. 2 Tesalonicenses 3:17; Colosenses 4:18).

En cuanto a la posici�n correcta de la doxolog�a, si la �ltima vista dada es correcta, la original ser�a la m�s natural al final de Romanos 14:1 .; ya que, de lo contrario, la Ep�stola, como se complet� por primera vez, no tendr�a nada que responder a las bendiciones habituales en conclusi�n. Y aunque esto no es una bendici�n, sino una doxolog�a, que incorpora en t�rminos solemnes la idea principal del tratado anterior, tal conclusi�n est� en consonancia con el car�cter peculiar de la Ep�stola a los romanos.

Finalmente, aunque la autoridad uncial est� decididamente a favor de la posici�n de la doxolog�a al final de Romanos 16:1., Esto no parece ser una raz�n suficiente para concluir que estuvo originalmente all�. Si existieran antiguamente dos ediciones, una con y la otra sin, los dos cap�tulos adjuntos, los transcriptores de la edici�n m�s larga probablemente colocar�an la doxolog�a al final de lo que cre�an que era la verdadera conclusi�n de la Ep�stola original.

Despu�s de todo, la pregunta no puede considerarse como resuelta. Se ha considerado suficiente aqu� para exponer los principales argumentos a favor o en contra de las diversas opiniones que se han tomado.

Romanos 15:1

H. Renovada advertencia para soportar a los d�biles, aplicada por las Escrituras y el ejemplo de Cristo.

Romanos 15:1

Entonces (m�s bien, pero nosotros, o ahora nosotros. La ?? aqu� ciertamente parece vincular este cap�tulo con la secci�n anterior; pero no es inconsistente con el cap�tulo como una adici�n a una carta completa, de la cual retoma el pensamiento final) ) que son fuertes (San Pablo, aqu� como en cualquier otro lugar, se identifica con la parte m�s iluminada) debe (????????? expresa la obligaci�n del deber) soportar las enfermedades de los d�biles (cf. G�latas 6:2), y no para complacernos a nosotros mismos. Que cada uno de nosotros complace a su pr�jimo por su bien (m�s bien, por lo que es bueno) para la edificaci�n. Porque Cristo tampoco se agrad� a s� mismo; pero, como est� escrito, los reproches de los que te reprocharon cayeron sobre m�. La cita es de Salmo 69:9; uno en el que un justo que sufre persecuci�n le pide a Dios que lo libere, y en algunas partes, incluso los detalles de la Pasi�n de Cristo corresponden sorprendentemente. La primera parte del vers�culo aqu� citado, "El celo de tu casa", etc., se aplica a �l en Juan 2:17.

Romanos 15:4

Porque todo lo que se escribi� anteriormente se escribi� para nuestro aprendizaje (en el antiguo sentido de la ense�anza o la instrucci�n), que nosotros a trav�s de la paciencia y la comodidad de las Escrituras (o, como sugiere la forma del griego, y como lo confirma el La repetici�n de las palabras unidas en Romanos 15:5, a trav�s de la paciencia y la comodidad de las Escrituras) podr�a tener esperanza. Este vers�culo, introducido por ???, da la raz�n por la cual las palabras del antiguo salmista se aducen para la instrucci�n de los cristianos. Cristo, se dice, ejemplific� su principio, y tambi�n nos corresponde a nosotros hacerlo. Al soportar las enfermedades de los d�biles y al someternos, si es necesario, a reprochar, exhibimos la resistencia de Cristo (???????), tal como las Escrituras inculcan; y con ello vendr� consuelo, tal como la Escritura contiene y da, y as� un fortalecimiento de nuestra esperanza m�s all� de estos problemas presentes. El salmo citado fue peculiarmente de resistencia y consuelo bajo aflicciones y reproches, y de esperanza m�s all� de ellos. Fue escrito antes de nuestra instrucci�n, para que as� sea con nosotros, como lo fue con Cristo. En el siguiente verso, el ap�stol regresa definitivamente al tema en cuesti�n.

Romanos 15:5

Ahora, el Dios de la paciencia y el consuelo (la misma palabra que antes, aunque aqu� en la versi�n autorizada brindaba consuelo) le garantiza tener ideas afines (ver Romanos 12:16), uno con otro seg�n Cristo Jes�s : para que puedan, de com�n acuerdo, glorificar al Dios y Padre de nuestro Se�or Jesucristo (ciertamente, en lugar de, como en la Versi�n Autorizada, "Dios, incluso el Padre de", etc.). Por lo tanto, rec�banse unos a otros (cf. Romanos 14:1, y anoten), as� como Cristo tambi�n nos recibi� (o usted, que est� mejor respaldado y, por una raz�n que se da a continuaci�n, m�s probablemente) a La gloria de Dios. Como en Romanos 15:3, el ejemplo de Cristo es nuevamente aducido. La conexi�n del pensamiento se vuelve clara si tomamos la advertencia, "Rec�banse unos a otros", que se dirige principalmente a "los fuertes", y estos consisten principalmente en creyentes gentiles, los "hermanos d�biles" tienen (como se supone anteriormente) prejuicios Cristianos jud�os El ap�stol dice a los primeros: "Reciba con simpat�a a los d�biles jud�os, incluso como Cristo, aunque enviados principalmente para cumplir las antiguas promesas a la casa de Israel solamente (ver Romanos 15:8), abrazados ustedes gentiles (????) tambi�n dentro de los brazos de la misericordia "As� aparece la secuencia de pensamiento en Romanos 15:8, seq. "Hacia la gloria de Dios" significa "para redundar en su gloria". Cristo estaba recibiendo a los gentiles para su gloria; y est� impl�cito que la recepci�n mutua entre los creyentes tambi�n lo ser�a. La idea de que la gloria de Dios es el final de todo pasa por todo el pasaje (cf. Romanos 15:6, Romanos 15:9, Romanos 15:11).

Romanos 15:8, Romanos 15:9

Porque (la lectura ??? es mucho mejor soportada que ??. Sin embargo, el significado esencial de ???? ??? es el mismo que el de ???? ??) Yo digo (es decir, lo que quiero decir es esto; cf. 1 Corintios 1:12; G�latas 4:1: G�latas 5:16) que Jesucristo era (m�s bien, se ha hecho, ?????????? es la lectura m�s probable que ????????) un ministro de la circuncisi�n (es decir, de los jud�os ) para la verdad de Dios, para confirmar las promesas hechas a los padres (literalmente, las promesas de los padres): y para que los gentiles glorifiquen a Dios por su misericordia. Observe las expresiones, ???? ???????? ????, etc., y ???? ??????, con referencia respectivamente a los jud�os y gentiles. El ministerio principal de Cristo fue para "la casa de Israel" (cf. Mateo 15:24), en vindicaci�n de la verdad de Dios, o la fidelidad a sus promesas hechas a trav�s de los patriarcas a la raza elegida: su participaci�n de los gentiles Era una extensi�n de la Divina Misericordia, para su mayor gloria. El infinitivo ???????, en Romanos 15:9, parece mejor tomado en la misma construcci�n con ????????? en Romanos 15:8, ambos dependientes de ??? ??. Como est� escrito: Por esta causa, te confesar� entre los gentiles, y cantar� a tu Nombre. Esta cita de Salmo 18:49 o 2 Samuel 22:50, con las que siguen, son para la confirmaci�n b�blica del prop�sito de Dios, del que se acaba de hablar, de incluir a los gentiles en sus misericordias convenidas para Israel, para que ellos tambi�n puedan glorificarlo. San Pablo, de la manera habitual con �l; A continuaci�n, se corta un pensamiento sugerido en el curso de su argumento, para interrumpir este �ltimo por un tiempo, pero volver a �l en 2 Samuel 22:13. Todo, de hecho, desde el comienzo de 2 Samuel 22:8 hasta el final de 2 Samuel 22:12, est� entre par�ntesis, sugerido por "incluso cuando Cristo te recibi�". al final de 2 Samuel 22:7. Se puede observar que todo esto confirma la autor�a paulina. La primera cita presenta a David, el rey teocr�tico, confesando y alabando a Dios, no aparte de los gentiles, sino entre ellos. El segundo, de Deuteronomio 32:43, llama a los gentiles a unirse al regocijo de Israel; el tercero, de Salmo 117:1, hace lo mismo; el �ltimo, de Isa�as 11:10, predice definitivamente el reinado del Mes�as sobre los gentiles y los jud�os, y la esperanza tambi�n de los gentiles en �l.

Romanos 15:10

Y nuevamente dijo: Al�grate, gentiles, con su pueblo. Y nuevamente, alaben al Se�or, todos ustedes, gentiles; y alabadle, todos los pueblos. Y otra vez, Esaias dice: Habr� una ra�z de Isa�, y el que se levantar� para reinar sobre los gentiles; en �l confiar�n los gentiles (m�s bien, la esperanza � ???????? � que es la palabra en la LXX .; trayendo as� el pensamiento de la esperanza mencionada en Romanos 15:4, con una oraci�n por la abundancia de la cual para sus lectores, como resultado de la paz en la fe entre ellos, el ap�stol ahora concluye su exhortaci�n). Ahora, el Dios de la esperanza te llena de gozo y paz al creer, que ustedes abundan en la esperanza, a trav�s del poder del Esp�ritu Santo.

Romanos 15:14

I. Expresi�n de confianza en la disposici�n general de los cristianos romanos, y en el deseo del escritor de visitarlos, y sus intenciones de acuerdo con ese deseo.

Romanos 15:14

Y yo tambi�n estoy convencido de ustedes, mis hermanos, de que ustedes tambi�n est�n llenos de bondad, llenos de todo conocimiento, capaces de amonestarse unos a otros. Es la manera cort�s y amable de San Pablo de felicitar a aquellos a quienes escribe sobre lo que cree que son buenos en ellos, y aferrarse a una buena opini�n de ellos, incluso cuando tiene algunas dudas o ha tenido razones para encontrar falla (cf. 1 Corintios 1:4, seq .; 2 Corintios 1:7; 2 Corintios 3:1, seq .; 2 Corintios 7:3, seq.) . Aqu� "yo mismo" (??? ????? ???) puede tener una referencia t�cita al buen informe general de la Iglesia romana (cf. Romanos 1:8 y Romanos 16:19), que quiere decir decir que �l mismo no duda de la verdad, a pesar de sus advertencias anteriores. "Ustedes mismos tambi�n" (??? ?????) implica su confianza en que incluso sin tales advertencias ser�an ellos mismos como �l desear�a que fueran; "llenos de bondad" (??????????), para ser amables entre s�, ya que estaban iluminados y repletos de conocimiento (???????).

Romanos 15:15

Pero les he escrito con m�s valent�a, hermanos, en cierta medida (as�, como en la Versi�n Revisada, o, en parte (??? ??????), en lugar de en alg�n tipo, como en la Versi�n Autorizada. La alusi�n parece ser a los pasajes de la Ep�stola en los que se ha atrevido a amonestar con urgencia, como Romanos 11:17, seq .; Romanos 12:3; y especialmente Romanos 14:1. ), como recordarlo (record�ndole solo lo que sin duda sabe), debido a la gracia que me dio Dios; es decir, como se desprende de lo que sigue, del apostolado a los Gentry (cf. Romanos 1:5, Romanos 1:14; tambi�n Hechos 22:21: G�latas 2:9). Aunque la Iglesia de Roma no era uno de sus propios fundamentos, y no ten�a ning�n deseo, all� o en otro lugar, de construir sobre el fundamento de otro hombre ( Romanos 14:20), sin embargo, su peculiar misi�n como ap�stol de los gentiles dio �l un reclamo para amonestarlos. La raz�n as� dada es, se observar�, una confirmaci�n del punto de vista, por lo dem�s aparente, de que la Iglesia romana consist�a principalmente de creyentes gentiles.

Romanos 15:16

Que yo deber�a ser el ministro (??????????) de Jesucristo a los gentiles, ministrando (?????????????) el evangelio de Dios, para que la ofrenda de los gentiles sea aceptable, siendo santificado en el Esp�ritu Santo. En cuanto a las palabras ?????????? y ???????????, ver en Romanos 13:6; y en ???????, ??????? en Romanos 1:9 y Romanos 12:1. Aqu� se usan evidentemente en su significado de sacrificio, pero se aplican metaf�ricamente; La "ofrenda aceptable" que Pablo ofrece a Dios es la de los gentiles a quienes trae a la fe. "La predicaci�n del evangelio que �l llama un servicio de sacrificio (??????????), y la fe genuina una ofrenda aceptable" (Theodoret). "Este es mi sacerdocio, predicar y proclamar" (Cris�stomo); cf Filipenses 2:17.

Romanos 15:17

Por lo tanto, tengo de qu� gloriarme (m�s bien, me jacto) de Cristo Jes�s en las cosas que pertenecen a Dios (?? ???? ????, la misma frase que se usa en Hebreos 5:1 con referencia a los sacerdotes Servicio). El prop�sito de San Pablo en este y los siguientes cuatro vers�culos es alegar pruebas de que es un verdadero ap�stol con derecho a hablar con autoridad a los gentiles. Es evidente, dice, por el alcance y el �xito de mis labores apost�licas, y el poder de Dios que los ha acompa�ado. As� tambi�n, a�n m�s fervientemente y en detalle, en 2 Corintios 11:1. y 12. En cuanto a su raz�n para insistir frecuentemente en su verdadero apostolado, y para afirmarlo por escrito a los romanos, vea la nota en Romanos 1:1.

Romanos 15:18, Romanos 15:19

Porque no me atrever� a hablar de ninguna de esas cosas que Cristo no ha forjado a trav�s de m� para la obediencia de los gentiles (es decir, no me atrever� a hablar, de mis propias acciones, sino solo de aquellas en las que el el poder de Cristo obrando a trav�s de mi ministerio se ha demostrado) por palabras y hechos, por el poder de las se�ales y maravillas (es decir, muestras de poder milagroso. Es notable c�mo San Pablo alude incidentalmente en sus cartas a tales "se�ales y maravillas" que tienen acompa�� su ministerio, en cuanto a algo familiar y reconocido, para sugerir la idea de que hab�an sido m�s frecuentes de lo que podr�amos deducir de los Hechos de los Ap�stoles. Si las supuestas "se�ales y maravillas" hubieran sido irreales, podr�amos haberlas esperado. ser hecho m�s en la narraci�n posterior de un admirador que en las letras contempor�neas), por el poder del Esp�ritu de Dios; de modo que desde Jerusal�n, y alrededor de Illyricum, he predicado completamente (literalmente, he cumplido) el evangelio de Cristo. Al designar as� la esfera de su ministerio, el ap�stol denota su extensi�n local, en lugar del curso que hab�a tomado. De hecho, hab�a predicado primero en Damasco ( Hechos 9:20), y luego en Jerusal�n ( Hechos 9:29); pero menciona a Jerusal�n primero, como el hogar original del evangelio en el Este, y, de hecho, la primera escena de su propia predicaci�n en comuni�n con los ap�stoles originales. Desde all� lo extendi� en varios lugares y lo llev� a Europa, siendo Illyricum el l�mite occidental hasta ahora alcanzado. Es cierto que no se menciona en las Actas que �l haya visitado Illyria. En el viaje de Hechos 17:1. claramente no lleg� m�s al oeste que Betted, que, sin embargo, no est� muy lejos; y posiblemente quiera decir aqu� solo para decir que hab�a extendido el evangelio a las fronteras de Illyricum, pero para la palabra ????????????, y su aparente implicaci�n posterior ( Hechos 17:23) que hab�a llegado tan lejos como pudo en esas regiones, y en consecuencia contempl� un viaje a Espa�a. Por lo tanto, como la narraci�n de Hechos no es una historia exhaustiva, se puede suponer que en alguna ocasi�n hab�a extendido sus operaciones desde Macedonia a Illyricum, como bien pudo haber hecho en su visita a este �ltimo mencionado en Hechos 20:1. Hechos 20:1, donde ??????? ?? ???? ?????? permite una visita a Illyricum.

Romanos 15:20

S� (o, pero), esforz�ndome (o deseando fervientemente, o convirti�ndome en mi objetivo. La palabra es ??????????????, cf. 2 Corintios 5:1. 2 Corintios 5:9; 1 Tesalonicenses 4:11) para predicar el evangelio, no donde Cristo fue nombrado, para que yo no construya sobre el fundamento de otro hombre. En el pacto entre San Pablo y los ap�stoles de la circuncisi�n a los que se hace referencia en G�latas 2:1, se acord� que deb�a limitar su ministerio apost�lico a los gentiles. En consecuencia, lo encontramos seleccionando como centros de su trabajo las principales ciudades del mundo pagano. Pero tuvo m�s cuidado de evitar lugares, donde quiera que se encuentren, en los que las Iglesias ya estaban fundadas. La funci�n de un ap�stol era extender el evangelio al fundar nuevas Iglesias, en lugar de invadir las provincias de otros. Los fundados por �l mismo y, por lo tanto, bajo su jurisdicci�n inmediata, como p. visit� la Iglesia de Corinto cuando surgi� la necesidad, y se dirigi� a ellos en cartas autorizadas, ordenando y exhortando. Pero su regla a este respecto no impidi� que escribiera tambi�n cartas de aliento general y amonestaci�n a cualquiera a quien su peculiar comisi�n como ap�stol de los gentiles le hizo reclamar ser escuchado. As� escribi� a los colosenses, aunque nunca los hab�a visto ( Colosenses 1:4; Colosenses 2:1); y as� tambi�n a los romanos, al mismo tiempo (como hemos visto, Romanos 15:15, seq.) casi disculp�ndose por hacerlo; y, aunque propone visitarlos, no es ni con la intenci�n de permanecer entre ellos mucho tiempo, para ocuparse de la supervisi�n de ellos, sino solo en su camino a Espa�a para la comodidad y edificaci�n mutua (ver Romanos 1:11, Romanos 1:12; Romanos 15:24).

Romanos 15:21

Pero como est� escrito: A quien no se le habl�, ver�n: y los que no hayan o�do entender�n ( Isa�as 52:15, como en la LXX. El pasaje es mesi�nico; pero San Pablo debe entenderse que lo cita como predictivo o directivo de la regla que sigue. Suficiente si expresa bien su significado). Por esta raz�n, tambi�n me ha impedido mucho (o, en su mayor parte, o muchas veces me ha impedido) venir a usted. El obst�culo hab�a sido, principalmente al menos, como es evidente por ?? ( Romanos 15:22), la obligaci�n que ten�a de completar su ministerio en primer lugar en otros trimestres (ver Romanos 1:13). Pero ahora ya no tengo lugar en estas regiones (es decir, seg�n el contexto, no hay una esfera adicional para mi actividad all�. Ahora hab�a plantado el evangelio en todos los centros principales, dejando disc�pulos y conversos, y probablemente un ministerio ordenado, para llevar a cabo el trabajo y extenderlo en las regiones alrededor. En esto consisti� su trabajo apost�lico apropiado; cf. 1 Corintios 1:14), y tener un gran deseo de estos muchos a�os para venir a ustedes; Cada vez que emprendo mi viaje a Espa�a, acudir� a ti, porque espero verte en mi viaje y que me lleves hacia all�, si primero me siento un poco lleno de tu compa��a. El sentido de este vers�culo no se ve afectado de ninguna manera por la omisi�n de "Vendr� a ti", que las autoridades est�n en contra de retener. Si se retiene "para" despu�s de esta omisi�n, la oraci�n est� incompleta, como a veces lo es San Pablo. La omisi�n de "para" (para lo cual hay poca autoridad) deja la oraci�n mejorada. La selecci�n del ap�stol de Espa�a como su pr�xima esfera laboral prevista podr�a deberse a la notoriedad de esa provincia romana y a la facilidad de comunicaci�n con ella por mar. Su omisi�n de Italia, a excepci�n de una visita pasajera, se explica por su principio, ya enunciado, de no construir sobre los cimientos de otros hombres, ya que en cualquier caso ya existe una Iglesia floreciente en Roma. Esperaba, como se desprende de este vers�culo, que algunos de sus miembros pudieran unirse a �l en su misi�n a Espa�a. Por la palabra ???????????? implicar�a que van en todo el camino en la facilidad de un viaje por mar. Para el uso de la palabra, cf. Hechos 15:3; Hechos 20:38; Hechos 21:5; 1 Corintios 16:6; 2 Corintios 1:16. Observe la caracter�stica cortes�a de la cl�usula final, que literalmente es "deber�a ser el primero en parte" (es decir, no tanto como quisiera, pero en la medida en que mi corta estancia con usted lo permita) "lleno de usted". es decir, disfrutarte.

Romanos 15:25

Pero ahora voy a Jerusal�n ministrando a los santos. Para ello ha complacido (??????????, lo que implica buena voluntad) Acaya y Macedonia para hacer una cierta contribuci�n (?????????, intimidando la comuni�n de los cristianos entre s�, evidenciada haciendo que otros participen de sus propias bendiciones; de Romanos 12:13 ; 2Co 9:13; 1 Timoteo 6:18; Hebreos 13:16) a los pobres de los santos que est�n en Jerusal�n. En cuanto a esta colecci�n para los cristianos pobres en Jerusal�n, que San Pablo parece haber tenido la intenci�n durante sus viajes, y que ahora estaba a punto de llevar a su destino, de. Hechos 19:21; Hechos 24:17; 2 Corintios 8:1. Les ha complacido de verdad; y sus deudores son. Porque si los gentiles se han hecho part�cipes de sus cosas espirituales, su deber es tambi�n ministrar (???????????; aqu� en el sentido general del ministerio; ver Romanos 13:6) en cosas carnales. Aqu� tenemos la misma idea de salvaci�n derivada de los jud�os a los gentiles que es prominente en Romanos 11:17, Romanos 11:18, y aparente en Romanos 15:7, seq.

Romanos 15:28, Romanos 15:29

Por lo tanto, cuando haya logrado esto y sellado (es decir, ratificado y asegurado) esta fruta, me ir� a Espa�a. Y s� que cuando venga a ti (???? aqu� tiene la intenci�n enf�tica) vendr� en la plenitud de la bendici�n de Cristo. Cu�n diferentes de sus anticipaciones fueron las circunstancias de su primera visita a Roma que conocemos por los Hechos. Entonces el hombre propone, pero Dios dispone, y todo para el bien final (cf. Filipenses 1:12, seq.). No se puede afirmar con certeza que despu�s llev� a cabo su intenci�n de visitar Espa�a, aunque hay pruebas claras de una tradici�n temprana de que lo hizo (Canon Muratori, Eusebio, Jer�nimo, Theodoret. Cf. Clem. Romans, Efesios 1:1, quien habla de que San Pablo hab�a ido a" los l�mites de Occidente "). Ciertamente, antes del final de su detenci�n en Roma, hab�a renunciado a cualquier idea que pudiera haber tenido de ir de all� a Espa�a de inmediato; por cf. Filipenses 2:19; Filem�n 1:22; que se cree que las Ep�stolas, por buenos motivos, fueron escritas durante esa detenci�n. A�n as�, pudo haber ido durante el intervalo entre su liberaci�n y su cautiverio final en Roma, durante el cual probablemente se escribieron las Ep�stolas pastorales.

En lo que sigue (vers�culos 30-32) ya aparece cierta aprensi�n de los peligros que asisten a su visita a Jerusal�n, que posiblemente podr�an frustrar sus intenciones; sonando como un trasfondo que alivia la confianza de la esperanza expresada previamente. En el curso de su progreso hacia Jerusal�n, esta aprensi�n parece haber crecido sobre �l; para ver Hechos 20:22, Hechos 20:23, Hechos 20:28; Hechos 21:4, Hechos 21:11). Puede observarse aqu� que tales signos, evidentemente involuntarios, de sentimientos en conflicto en la carta, y tal consistencia entre la letra y la narrativa, son fuertes confirmaciones de la autenticidad de ambos.

Romanos 15:30

Ahora les ruego, hermanos, por nuestro Se�or Jesucristo, y por el amor del Esp�ritu, que se esfuercen junto a m� en sus oraciones a Dios por m�; para que pueda ser liberado de los que no creen en Judea; y que mi servicio que tengo para Jerusal�n sea aceptable para los santos. Aqu� parece implicar la posibilidad de que incluso los cristianos jud�os no lo reciban, con las limosnas que les trajo, amablemente. El 2 de octubre, Romanos 8:18, seq., Hab�a mostrado signos de ansiedad por evitar cualquier posible sospecha de malversaci�n con respecto a la contribuci�n. El peligro probablemente surgi� de las sospechas contra s� mismo, su autoridad y sus motivos, entretenidos por la facci�n juda�stica. Que esta facci�n era entonces fuerte en Jerusal�n se desprende de las precauciones que se le aconsej� que tomara a su llegada all� (ver Hechos 21:20). Para que pueda venir a ti con gozo por la voluntad de Dios, y que contigo pueda refrescarte. Ahora el Dios de la paz est� con todos ustedes. Am�n.

HOMIL�TICA

Romanos 15:1

Autocomplaciente y abnegaci�n.

La controversia que dio lugar a esta declaraci�n del principio cristiano fue local y temporal, y nos parece algo trivial. Sin embargo, fue la ocasi�n para una publicaci�n inspirada de verdades y preceptos morales importantes y pr�cticos, de aplicaci�n mundial y duradera. Cuando surge una diferencia entre dos partes, que est�n acostumbradas a pensar y actuar juntas, existe el peligro de que cada parte se vuelva amarga y dominante, y resuelva imponer sus propias convicciones y preferencias sobre la otra. Pablo nos ense�a que el verdadero remedio para este mal es el desinter�s, y que el verdadero motivo del desinter�s se encuentra en la cruz de Cristo.

I. EL PRECEPTO MORAL. El consejo autorizado del ap�stol es negativo y positivo, disuasorio y persuasivo.

1. El ego�smo est� prohibido. No es necesario decir que una opini�n indebida de uno mismo, una confianza indebida en el propio juicio, una consideraci�n indebida del propio inter�s, son fallas comunes. Todos somos naturalmente propensos a complacernos a nosotros mismos, incluso cuando hacerlo es perjudicial para los dem�s y desagradable para Dios. El hombre no renovado tiene la costumbre de seguir la direcci�n de sus propios apetitos, gustos e inclinaciones, aunque estos sean mundanos y pecaminosos. Esto no es de extra�ar. De las ovejas errantes se dice: "Han convertido a cada uno a su manera". Pocos son los pecados, vicios, cr�menes, que no se pueden rastrear hasta la acci�n de este poderoso principio, que induce a los hombres a preferir su propia gratificaci�n a todos los dem�s. Pero no debe suponerse que esta es una falla de la cual los disc�pulos de Cristo son universal o generalmente libres. No solo est�n tentados a complacerse en las actividades mundanas; corren el peligro de llevar el ego�smo a su propia religi�n. �Cu�n a menudo encontramos cristianos tratando de imponer sus propios puntos de vista, sus propios gustos, sus propias pr�cticas, a sus vecinos, ya sea que est�n dispuestos o no! Puede haber una falta de consideraci�n y tolerancia dentro de las sociedades cristianas, y en la relaci�n de dichas sociedades entre s�. Y hay muchos cuya idea de religi�n es esta: c�mo pueden salvarse y hacerse felices. Recordemos que la advertencia del texto estaba dirigida a los cristianos. Si estos romanos lo necesitaran, quiz�s podamos hacer lo mismo.

2. El desinter�s es ordenado. Este pasaje nos recuerda que esta postura mental de abnegaci�n debe mantenerse con respecto a una clase especial. Supongamos que eres fuerte; Sin embargo, no debe perderse de vista que algunos son d�biles. �Deben despreciarse sus enfermedades? El ap�stol nos ordena que los consideremos y que tengamos paciencia con ellos. Puede haber aquellos cuya enfermedad se deba a la juventud y la inexperiencia, y aquellos cuya enfermedad es la de la edad. Hay algunos que son d�biles f�sicamente y, por lo tanto, quiz�s irritables. Muchos son d�biles mentalmente; su capacidad es peque�a, su educaci�n ha sido descuidada. Y algunos son d�biles espiritualmente: beb�s en Cristo, aunque tal vez hombres en a�os. Los que no deben ser despreciados o ridiculizados por los fuertes. Tratar pacientemente, con ternura, con paciencia con estos. La advertencia es m�s general. Debemos complacer a nuestro pr�jimo, es decir, todos los que tenemos que ver, ya sean d�biles o fuertes. Esto no significa que debemos satisfacer todos sus tontos caprichos y caprichos, intentar, como algunos, complacer a todos, a toda costa; para halagar a los vanos, y engatusar a los ignorantes, y complacer a los petulantes. Al "complacer aqu�, podemos entender el beneficio y el servicio. Si hay alguna duda al respecto, la limitaci�n aqu� introducida por el ap�stol resuelve dicha duda; es" para lo que es bueno "y" para edificar ". -Cristianos, nuestro servicio naturalmente tomar� la forma de ayuda para ellos en su necesidad, y ministraciones espirituales de acuerdo con nuestra capacidad y oportunidad, con esfuerzo por su elevaci�n y felicidad. Con respecto a nuestros vecinos irreligiosos, nuestro servicio desinteresado ser� principalmente esfuerzo por su iluminaci�n y salvaci�n. Probablemente tal esfuerzo desagradar�, en lugar de complacer, a los descuidados y autocomplacientes, a quienes tratamos de despertar a una vida mejor. Sin embargo, puede llegar el momento en que incluso los dem�s mirar�n hacia atr�s con agradecimiento y deleite por el esfuerzo benevolente. y oraci�n ferviente, por la cual han recibido un bien imperecedero. El ego�smo, entonces, es la maldici�n del mundo y la ruina de la Iglesia; mientras, por otro lado, obedecen a su Se�or, y promueven e su propio bienestar y el de la sociedad, que son considerados y tolerantes con los d�biles, y que tienen como objetivo complacer y beneficiar a todos los que est�n dentro del alcance de su influencia.

II EL TERRENO RELIGIOSO PARA EL PRECEPTO. El cristianismo basa cada deber. sobre una base divina.

1. La virtud de la generosidad es para los cristianos una virtud que surge de su relaci�n con su Se�or. La simpat�a es en sus rudimentos un principio natural; pero esto tiene pocas posibilidades cuando entra en conflicto con el amor propio natural. Ambos principios son buenos, y la virtud radica en su ajuste adecuado. Es el sacrificio, el esp�ritu, el ejemplo de nuestro Divino Salvador, lo que asegura la victoria a la benevolencia desinteresada.

2. En Cristo observamos la ilustraci�n m�s sublime de abnegaci�n y sacrificio. No podemos dejar de ver estas cualidades al renunciar a su propia facilidad y placer, y al aceptar una vida de pobreza y falta de vivienda. No aceptar�a un reino terrenal ni honores mundanos. Al llevar a cabo los prop�sitos de su misi�n, se enfrent� a los poderosos e influyentes entre sus compatriotas. No hubo d�a ni acto de su ministerio p�blico que no fuera una prueba de la afirmaci�n: "Incluso Cristo no se agrad� a s� mismo".

3. Observamos en el Se�or Jes�s perfecta obediencia al Padre. La profec�a puso en sus labios el lenguaje: "He aqu� que vengo a hacer tu voluntad, Dios m�o". �l mismo declar� que hab�a venido a hacer la voluntad del que lo envi�, y era consciente de que este prop�sito se hab�a llevado a cabo. "Siempre hago esas cosas que le agradan". Incluso form� este principio en la oraci�n notable: "No se haga mi voluntad, sino la tuya". Considere que la �nica manera de asegurarse de que la vida no sea ego�sta y autocomplaciente es consagrarla al extremo superior de agradar a Dios.

4. Nuestro Salvador soport� reproches y errores en la obtenci�n de la salvaci�n humana. Estas maldades y heridas fueron infligidas por los pecadores, y se encontraron con los inocentes. "Soport� la contradicci�n de los pecadores contra s� mismo"; soport� la cruz, despreciando la verg�enza. "Y esto lo hizo de buena gana y sin murmurar. Porque" con sus llagas fuimos curados ". , para la angustia y la muerte. Por lo tanto, el placer del yo estaba completamente ausente; la mortificaci�n y la crucifixi�n del yo estaban visiblemente presentes; los reproches eran bienvenidos, para que los reprochadores pudieran ser redimidos.

5. El pasaje supone la acci�n del principio distintivamente cristiano de tal manera que influye en la conducta del pueblo de Cristo. No solo. �Tenemos nosotros, en el esp�ritu y la conducta de nuestro Se�or, el �nico ejemplo perfecto de abnegaci�n y devoci�n a la causa del bienestar humano? Tenemos una provisi�n para asegurar que el pueblo de Cristo se parezca a su Se�or. Su amor, personalmente aprehendido y experimentado, se convierte en el motivo de su gratitud, afecto y consagraci�n; y es la semilla de su propia reproducci�n y crecimiento en su naturaleza renovada. Su Esp�ritu es el Agente por cuya energ�a el ego�smo natural de los hombres es vencido, y la nueva vida es fomentada y sostenida.

LECCIONES PR�CTICAS 1. Admira la sabidur�a divina en la provisi�n hecha para vencer el ego�smo natural de la humanidad. �Qu� agencia inferior podr�a ser suficiente para tal tarea?

2. Si no est� satisfecho, considere si la b�squeda de uno mismo no est� en la ra�z de la inquietud y la insatisfacci�n; y encaja en el plan Divino, buscando seriamente el bienestar de tus vecinos. Y encontrar�s que tal acci�n traer� su propia recompensa.

3. Apreciar la esperanza divinamente justificada para el futuro bienestar del mundo. Ni el inter�s ni la filosof�a pueden afectar lo que el cristianismo es capaz de hacer. Las perspectivas de la humanidad est�n ligadas a la regla y la gracia de aquel de quien leemos: "Incluso Cristo no se agrad� a s� mismo".

4. Deje que los fuertes complazcan y tengan paciencia con las enfermedades de los d�biles, apoyando a las instituciones dise�adas para aliviar el sufrimiento y satisfacer las necesidades.

Romanos 15:4

Las Escrituras

En muchos sentidos, el Nuevo Testamento presta su apoyo y sanci�n al Antiguo. Nuestro Se�or mismo orden� a sus auditores y disc�pulos "buscar las Escrituras". Los evangelistas apoyan la autoridad divina del ministerio de Cristo, al exhibir muchos de sus incidentes como el cumplimiento de la profec�a del Antiguo Testamento. Y las Ep�stolas abundan con citas de los antiguos escritos hebreos que aprueban como de autoridad inspirada. En este pasaje, Pablo registra en lenguaje expl�cito su propia visi�n del car�cter y los prop�sitos de las Escrituras del Antiguo Testamento.

I. LA INTENCI�N DE QUE LAS ESCRITURAS DEBEN SER DE USO PERPETUAL. "Estas cosas fueron escritas para nuestro aprendizaje", es decir, para nuestra instrucci�n y mejora. Este puede ser el caso de las lecciones hist�ricas, los ejemplos biogr�ficos y las advertencias, los preceptos morales, las promesas prof�ticas de la Palabra de Dios. Nada es sin prop�sito o sin valor.

II El m�todo en el que las escrituras demuestran ser �tiles. No son como un amuleto, un encanto, cuya mera posesi�n se supone que es ventajosa. Deben usarse de conformidad con nuestra naturaleza intelectual y moral. Solo al entrar en el alma y actuar de acuerdo con sus pasiones, principios y poderes, las ense�anzas de la inspiraci�n pueden beneficiarse y ayudarnos. El ap�stol menciona dos formas en que las Escrituras act�an as�.

1. Por la paciencia. Es decir, las Escrituras representan nuestra naturaleza y vida humana expuestas al sufrimiento, la tentaci�n y muchos males, contra los cuales solo el poder de la religi�n puede fortalecer y de los cuales solo puede liberar. Las Escrituras contienen representaciones de Dios mismo que est�n preparadas para sostener a su pueblo y para inspirarlo a perseverar. Contienen ilustraciones reales del poder de la paciencia exhibido en la vida de muchos de los santos de Dios.

2. Por comodidad. Si el hombre ejerce la paciencia, Dios brinda consuelo. El poder fortalecedor y consolador de la gracia Divina se exhibe tanto en las declaraciones y doctrinas, como tambi�n en las exhibiciones pr�cticas y vivientes y las manifestaciones de piedad, que abundan en la Sagrada Escritura.

III. EL PROP�SITO �LTIMO Y EXACTO PARA EL CUAL SE HAN DADO LAS ESCRITURAS. Es decir, que podamos tener esperanza.

1. �Por qu� se necesita esto? Porque en esta vida, y en nuestra experiencia, hay mucho para ocasionar depresi�n y abatimiento. Nuestra propia debilidad y responsabilidad ante el error y el pecado, y los males de la sociedad humana, son tales que explican el des�nimo frecuente.

2. �C�mo se despierta y fomenta la esperanza en las Escrituras? Por sus declaraciones expresas de la Divina misericordia, y sus promesas expl�citas de socorro, gu�a y bendici�n.

3. �Hacia d�nde se dirigen nuestras esperanzas? Principalmente a Dios: "Espera en Dios". Y luego tambi�n a la liberaci�n terrenal y al descanso celestial.

4. �Cu�l es el poder moral de la esperanza? Anima y sostiene el alma, y ??la hace m�s brillante y m�s segura en el cumplimiento del servicio cristiano.

Romanos 15:5, Romanos 15:6

Unidad.

La tolerancia y la consideraci�n mutuas tienden a la verdadera unidad espiritual. En presencia de un mundo hostil, era evidentemente de la mayor importancia pr�ctica que los primeros cristianos exhibieran el poder de la verdad y el Esp�ritu de Dios para unirlos y hacerlos uno. Cu�n querido era este objetivo para el coraz�n de Cristo, es evidente tanto por sus frecuentes advertencias como por su petici�n urgente de arte en su gran oraci�n intercesora.

I. LA DIVINA FUENTE DE LA UNIDAD. Esa verdadera unidad es de Dios aparece:

1. De la naturaleza y el car�cter de Dios, como "el Dios de la paciencia y del consuelo".

2. De la oraci�n apost�lica, "conc�dele ser de ideas afines", etc., de lo cual es evidente que, a juicio del ap�stol inspirado, la verdadera fuente de concordia y amor fraternal est� en el cielo, en el coraz�n del Padre infinito.

3. De la mediaci�n de Jesucristo, cuyo dise�o en la redenci�n fue primero "hacer las paces" entre un gobernante justo y s�bditos rebeldes; y luego derribar cada muro de partici�n que separaba al hombre del hombre, y constituir una nueva humanidad ininterrumpida en s� mismo: la gloriosa Cabeza.

II LAS MANIFESTACIONES DE LA UNIDAD.

1. Donde existe esta gracia, hay una mente, con amor mutuo. Por "la misma mente", el ap�stol no quiere decir "de la misma opini�n". Esto no es posible donde los hombres piensan libremente e independientemente. Pero quiere decir "de disposici�n similar hacia Cristo", "de sentimientos similares de amor fraternal uno hacia el otro". Esto es agradable al Dios de la paz y el amor.

2. Donde existe esta gracia hay "una boca", con alabanzas comunes. Hay un sacrificio en el que todas las almas devotas, todas las asambleas santas, se unen constantemente: es el sacrificio de gratitud y alabanza. Las varias voces en esta ofrenda al Cielo se mezclan en la concordia m�s dulce y forman una armon�a Divina y exquisita. Cuanto m�s notas, m�s variada es la variedad, m�s maravilloso y hermoso es el concierto espiritual. Al igual que con una sola boca, la Iglesia viviente ofrece al "Dios y Padre de nuestro Se�or Jesucristo" el himno de la alabanza espiritual, aceptable e interminable: la Iglesia en la tierra prepar�ndose para el canto eterno del cielo.

SOLICITUD. La unidad debe ser, no solo en palabras o en asociaci�n externa, sino en el esp�ritu de amor y en el tributo de la adoraci�n agradecida.

Romanos 15:13

El oficio del Esp�ritu Santo.

Pablo no fue uno de aquellos sobre quienes cay� el Esp�ritu en el d�a de Pentecost�s. Era en ese momento un erudito; viviendo probablemente en Jerusal�n, y ciertamente estudiando la Ley y las tradiciones de su naci�n, con toda la energ�a de una mente ardiente, celosa y perseverante. Puede haber sabido en el momento de los acontecimientos notables que ocurrieron; pero si lo hizo, no le causaron gran impresi�n. Solo durante dos o tres a�os despu�s, cuando Stephen fue apedreado, Sa�l fue uno de los que "consinti� en su muerte". Y, como leemos, "caus� estragos en la Iglesia" y "exhal� amenazas y matanzas" contra Los disc�pulos del Se�or. Pero si por un tiempo ni la crucifixi�n de Cristo ni el descenso del Esp�ritu Santo tuvieron ning�n efecto sobre el fariseo que se jactaba de ser de la escuela de Gamaliel, lleg� el momento en que la fe que despreciaba y persegu�a se apoder� de su gran coraz�n, y asumi� el se�or�o sobre su vida activa. Y ahora observe dos cosas muy notables en la historia de Sa�l. Primero, cuando Anauias fue enviado al perseguidor herido y cegado, para liberarlo, en el nombre de Jes�s, de su privaci�n y duda, y, en el mismo nombre, para comisionarlo como el ap�stol de los gentiles, el servidor de los �El Se�or declar� que el prop�sito de su visita era que Sa�l podr�a estar "lleno del Esp�ritu Santo"! Y en segundo lugar, cuando, en Antioqu�a, el Esp�ritu Santo llam� a Bernab� y a Sa�l a una empresa misionera, el historiador inspirado dice que fueron "enviados por el Esp�ritu Santo". Entonces, aunque Pablo no estaba presente cuando Pedro y el El resto de los hermanos se hicieron part�cipes del derramamiento espiritual por el cual se inaugur� la nueva dispensaci�n, est� claro que recibi�, y que sab�a que recibi�, tanto al Esp�ritu Santo como a ellos. En su conversi�n, toda su naturaleza fue influenciada por la iluminaci�n divina y la aceleraci�n; En su comisi�n, el esp�ritu vivo de Dios confiri� el impulso y la autoridad de su vida misionera. No es de extra�ar, entonces, que el ap�stol de los gentiles, en su predicaci�n y sus escritos, pusiera �nfasis en el oficio del Consolador Divino. No podr�a haber exaltado el Esp�ritu de manera m�s constante y agradecida, incluso si hubiera escuchado los discursos del Maestro en los que se promet�a el Par�clito; incluso si hubiera estado entre la compa��a favorita en el d�a de Pentecost�s, cuando lenguas de fuego hendidas se sentaron sobre las cabezas de los disc�pulos del Se�or. De hecho, as� como la obra mediadora de Cristo es al menos tan completamente declarada y explicada por Pablo como por los otros ap�stoles, tampoco est� detr�s de ellos en la exposici�n de los oficios del Consolador, y los resultados de su permanencia perpetua en Corazones cristianos, en la sociedad cristiana. No es necesario decir que los oficios del Esp�ritu Santo no solo son preciosos, sino m�ltiples. Paul era muy consciente de este hecho. Pero se presta atenci�n especialmente a un resultado de la dispensaci�n del Esp�ritu; a una fruta valiosa que todos los cristianos aprecian cada vez m�s. El Esp�ritu Divino se presenta ante nosotros en el texto como el Autor e Inspirador de una disposici�n alegre y esperanzadora de la mente: "Ahora el Dios de la esperanza te llena de gozo y paz al creer, para que puedas abundar en esperanza, a trav�s de la poder del Esp�ritu Santo ". A menudo se observa que, en un estado cultivado y reflexivo de la sociedad, hay una tendencia a una disposici�n triste e incluso abatida. Cuando las personas tienen mucho tiempo libre para pensar y un gran conocimiento de la vida humana y la historia, a menudo aprecian los malos y sombr�os presentimientos. Incapaces de resolver sus propias dificultades, decepcionados con los esfuerzos realizados para mejorar la sociedad, son propensos a abandonarse al escepticismo y a preguntarse si todas las cosas no existen en vano, y si la filosof�a del sabio real no es s�lida y justa: "Vanidad de vanidades", dice el predicador; "�todo es vanidad!" El Esp�ritu Santo fue dado para desterrar tal temperamento mental e inspirarnos con alegr�a y esperanza. �l es el Esp�ritu de vida, avivando a los espiritualmente muertos; el Esp�ritu de verdad, que revela las realidades del car�cter Divino y el gobierno; El Esp�ritu de santidad, fomentando en el alma del hombre todos los pensamientos y prop�sitos puros. Y nuestro texto nos trae la bienvenida a la verdad de que el Esp�ritu de Dios tiene poder para llenarnos de "gozo y paz al creer", y para hacernos "abundar en esperanza". "No hay una distinci�n m�s amplia y obvia entre cristianos y no creyentes que la que sugiere nuestro texto. El cristiano, hablando en general, es el hombre que espera; el infiel es el hombre que no tiene esperanza. El predicador ha sabido en el curso de su vida, y ha conversado con muchos incr�dulos, algunos de ellos hombres honorables, virtuosos y, dentro de ciertos l�mites, benevolentes. Pero, sin excepci�n, no han sido felices ni esperanzados. Su visi�n de la vida humana es invariablemente melanc�lica, y sus presentimientos para el futuro de la humanidad suelen ser oscuros y desanimados. En el momento en que nuestra fe divina se predic� por primera vez en el mundo, los hombres observadores y reflexivos estaban bajo una nube de depresi�n. Insatisfechos con las supersticiones de sus padres, disgustados con las corrupciones de la sociedad. , no ten�an ninguna fe que pudiera sostener y albergar una gran esperanza para la raza. No se les ocurri� que cualquier poder moral pudiera introducirse en el mundo capaz de evadir n intentar, y mucho menos lograr, la regeneraci�n de la sociedad: criar a los incivilizados y redimir a los que fueron civilizados y cultivados, pero corruptos, c�nicos y ego�stas. �Qu� revelaci�n deben haber llevado los cristianos, no solo el cristianismo, sino los cristianos, a la antigua sociedad! Aqu� hab�a una secta de hombres, distinguidos, de hecho, por sus creencias y pr�cticas, su vida pura y ben�fica, de quienes los rodeaban, pero en nada m�s distinguido que en esto: �eran los hombres en el mundo que esperaban! Mientras la multitud, e incluso muchos fil�sofos, dec�an: "Comamos y bebamos, porque ma�ana moriremos". mientras que los pensativos y altruistas lloraban las corrupciones de los tiempos, despreciaban a sus criaturas degradadas y no ve�an ninguna perspectiva de la salvaci�n de la sociedad; aparecieron los seguidores de Cristo, cada uno con una esperanza que la muerte no pod�a arrancar de �l, por s� mismo; cada uno con una esperanza a�n sublime, de que ninguna decepci�n podr�a apagar, por la raza infeliz pero no abandonada de la que �l era miembro. Usted recuerda el honor que se le otorg� a un patriota: que, en d�as de oscuridad y amenaza, no se desesperaba de su pa�s. De cada cristiano humilde, el elogio a�n m�s notable habr�a sido cierto, que no se desesperaba de su raza. �Y esto, en los d�as en que el cristianismo a�n ten�a que triunfar para ganar, su gran renombre para lograr! El Esp�ritu Santo fue dado para revelar a los disc�pulos de Cristo un "Dios de la esperanza". El des�nimo y la desesperaci�n de los hombres surgen de su falta de fe en Dios. Y nada m�s que una creencia s�lida y racional en Dios puede llevarlos a una mejor mente. �Qu� es tan apropiado para inspirar alegr�a como la convicci�n de que un Dios de justicia y de gracia vive y reina, toma el inter�s m�s profundo en los hombres y proporciona su verdadero bienestar? Ahora, cuando se dio el Esp�ritu Santo, en el D�a de Pentecost�s, se le dio como "la promesa del Padre", como el otorgamiento de un Dios misericordioso. Que se reconozca la verdad de que una buena esperanza debe comenzar en Dios. El consejo del antiguo salmista era s�lido y piadoso: "Espera en Dios". Fija tus esperanzas, como muchos lo hacen, en los seres humanos, en las instituciones humanas, en los planes humanos, y su fracaso te involucrar� en una cruel decepci�n. Pero si para ti el Se�or vive y reina, si �l es el Dios del hombre, el Dios de la salvaci�n, entonces hay una base s�lida para tus esperanzas, una base que ning�n poder en la tierra, y ning�n poder del infierno, puede derrocar o incluso agitar. Fue el poder del Esp�ritu el que ratific� las palabras y sell� la autoridad y autentic� la misi�n de Cristo. Jes�s hab�a prometido que, si se marchaba, "enviar�a el Consolador". Sab�a que el acercamiento de su partida llen� sus corazones de tristeza, y les orden� regocijarse, ya que esta era la condici�n del don del Edred�n. Y cuando, en cumplimiento de su seguridad, arroj� los dones que necesitaban para su avivamiento espiritual y para su calificaci�n para el servicio apost�lico, los amigos de Cristo deben haber sentido la influencia alentadora e inspiradora de la fidelidad y la gracia de su Se�or. Despu�s de su resurrecci�n, los disc�pulos se "alegraron cuando vieron al Se�or" Despu�s de su ascensi�n, "regresaron a Jerusal�n con gran alegr�a" Y cuando el Esp�ritu fue derramado, su confianza en su Salvador fue naturalmente confirmada; y su comportamiento habitual era el de esp�ritus felices y esperanzados. "Comieron su carne con alegr�a y solter�a de coraz�n, alabando a Dios"; y, cuando fueron perseguidos, volvieron sobre su punto de vista como dignos de sufrir verg�enza por su nombre. "Fue Jesucristo quien trajo la esperanza, as� como trajo todas las dem�s bendiciones, a este mundo ignorante e infeliz. Que �l apreciaba la esperanza, es bien conocido. Sus par�bolas sobre el progreso de su reino, su seguridad de que cuando lo levantara, �l atraer�a a todos los hombres hacia �l, su predicci�n de su reinado y su regreso, todos muestran una confianza inquebrantable y una expectativa tranquila con respecto al futuro. Y para que sus disc�pulos compartieran esta actitud, �l provey� el descenso de su Esp�ritu , por cuyas influencias deber�an ser llevados a una simpat�a viva consigo mismo. Se puede decir que nuestra esperanza tiene tres perspectivas principales:

(1) hacia nuestro futuro personal;

(2) hacia las perspectivas del cristianismo y la Iglesia de Cristo; y

(3) hacia el progreso y el destino de la humanidad.

En todos estos aspectos es evidente el poder del Esp�ritu Santo para inspirarnos y hacer que nos regocijemos en la esperanza.

I. La ESPERANZA RELACIONADA CON EL SER MISMO �con respecto al propio futuro� generalmente se supone que es cuesti�n de temperamento. Hay personas de temperamento sangu�neo, que siempre esperan lo mejor posible y, a veces, conf�an en la esperanza, aunque en el m�s m�nimo terreno. Y otros son m�s bien premonitorios, y sus pron�sticos son malos. Ahora, el cristianismo no destruye el temperamento; pero da una inclinaci�n justa a la perspectiva de los esperanzados e inculca en el abatido un esp�ritu diferente. Basada, como la vida cristiana se basa en la fe, debe proceder a la esperanza. El Dios que nos ha amado con un amor eterno nunca se ir� y nunca nos abandonar�. El Salvador que ha "amado a los suyos" los "amar� hasta el fin". La Palabra en la que confiamos es una "Palabra que vive y permanece para siempre". Es el oficio del Esp�ritu de Dios traer estas verdades grandiosas e inspiradoras a las mentes de los cristianos, para que sean un poder real y efectivo. Si la esperanza se basara en la confianza en el azar y en la buena fortuna, o si se basara en el car�cter y las promesas de los hombres falibles, en tales casos necesitar�a m�s bien comprobarse y ponerse sobrio que alentarlo. Pero as� como la fe depende de su valor en la persona en quien descansa, la esperanza es justificable y sabia solo cuando se basa en las promesas del Ser cuyo car�cter es inmutable y cuya palabra nunca se rompe. La esperanza del cristiano se extiende m�s all� de esta vida terrenal. Ha habido casos en que los seguidores de Jes�s han sido tentados a exclamar: "Si en esta vida solo tenemos esperanza en Cristo, somos todos los hombres m�s miserables". Pero nada es m�s distintivo de la revelaci�n cristiana que la claridad con la que habla de una vida por venir. Por la resurrecci�n de nuestro Se�or Jes�s de los muertos, somos engendrados "a una esperanza viva, de una herencia incorruptible, y sin mancha, y que no se desvanece". Y la esperanza que tenemos es "un ancla del alma, segura y firme, que entra en eso dentro del velo". Por el poder del Esp�ritu Santo, esta bendita esperanza se despierta y se fomenta. Sus graciosas influencias contrarrestan los poderes terrenales y deprimentes por los cuales todos estamos acosados, y hacen que la mediaci�n y las promesas de nuestro Salvador sean efectivas y �tiles para nosotros; para que nos lleven a abundar en esperanza. El texto nos recuerda que la fe, y el gozo y la paz que trae la fe, y estos en plenitud Divina, son los antecedentes de la abundante esperanza del cristiano. Y esto es as�. El coraz�n que no sabe nada de la alegr�a alegre que la religi�n imparte al presente no puede saber nada de las brillantes expectativas que la religi�n inspira con referencia al futuro. Si vamos a juzgar el futuro simplemente por lo que vemos ahora, nuestra perspectiva podr�a ser sombr�a y triste. Pero el presente es visto por el medio de la fe; y el mismo vaso, cuando se vuelve hacia las eras venideras, nos brinda la bendita perspectiva de la esperanza cristiana. Es instructivo observar la estrecha conexi�n entre el gozo y la paz que los cristianos ahora tienen al creer, y la esperanza a la que el evangelio les introduce. Es probable que la mente alegre sea la mente esperanzada. La regla y el amor de Dios tienen referencia por igual al presente y al futuro. Nuestros privilegios terrenales son la seriedad de nuestras perspectivas inmortales. Y estos, a su vez, proyectan algo de su resplandor inspirador sobre las dificultades y las penas del presente.

"Oh, qui�n. En un mundo como este,

Podr�a soportar su dolor,

No una esperanza radiante de felicidad

�Sin nubes pero a�n permanecen?

Esa esperanza que el Se�or Soberano ha dado,

Quien reina sobre los cielos;

Esperanza que une el alma al cielo

Por los lazos entra�ables de la fe ".

II Pero ESPERANZA, QUE ES DIGNO DEL NOMBRE, TRANSCENDR� NUESTRAS PERSPECTIVAS INDIVIDUALES. Estamos unidos, por innumerables lazos, con nuestros hermanos cristianos y con nuestros semejantes; y nuestras esperanzas deben incluir a otros dentro de su alcance y alcance. Nada m�s lejos del coraz�n generoso y la caridad expansiva del ap�stol que cualquier pensamiento de limitar dentro de l�mites estrechos las perspectivas y las esperanzas nacidas del cristianismo. Nuestra religi�n es enf�ticamente desinteresada. Y siendo as�, los que est�n bajo su influencia y comparten su esp�ritu est�n obligados a adoptar una visi�n amplia y expansiva. Son miembros de un cuerpo m�stico y est�n preocupados por la salud y el bienestar del conjunto. No es suficiente tener una buena esperanza de nuestra propia salvaci�n; Si la mente de Cristo est� en nosotros, desearemos "la edificaci�n del cuerpo", como lo expresa San Pablo. Los cristianos ilustrados y de gran coraz�n est�n m�s interesados ??en la difusi�n del cristianismo que en cualquier otra cosa que no sea en la tierra. Es su esperanza y oraci�n que la levadura santa pueda penetrar y vivificar a toda la masa de la sociedad humana; para que el �rbol de la vida crezca y se extienda, hasta que todas las naciones se sienten con deleite bajo su sombra. Ense�ados por el Esp�ritu de verdad, conf�an en la palabra fiel de Cristo, que se ha desarrollado antes de que la humanidad espere tan brillante y gloriosa. Puede parecer que prevalece el error, y podemos temblar por la verdad. La superstici�n puede invadir la simplicidad del evangelio, y podemos preguntar: �debe revivir el antiguo paganismo? La tibieza puede parecer robar a los cristianos nominales y paralizar las actividades de las Iglesias. Sin embargo, el cristiano no se siente intimidado por estos "signos de los tiempos", aunque sean angustiantes. �l puede unirse al c�ntico triunfante: "No aprenderemos, aunque la tierra sea removida, y las monta�as sean llevadas al medio del mar. El Se�or de los ej�rcitos est� con nosotros; �el Dios de Jacob es nuestro Refugio!" Cuando el infiel se regocija por lo que le parecen signos de la decrepitud de la Iglesia de Cristo; cuando el ateo predice la destrucci�n de toda religi�n y el acercamiento del milenio del animalismo; Los seguidores de Cristo no ceden al miedo. Ellos recuerdan que su Divino Se�or ha prometido que "las puertas del Hades no prevalecer�n contra" su Iglesia. Sus ramas muertas pueden ser cortadas, y sus ramas vivas pueden ser podadas; pero la vida solo ser� m�s vigorosa, y el fruto ser� m�s abundante. El oro puede echarse en el horno, y la escoria se consume; pero el metal precioso solo ser� refinado y purificado, y brillar� con un brillo m�s brillante, y estar� m�s en forma para el uso del Maestro.

III. �Hay ESPERANZA PARA LA HUMANIDAD? �Esta raza del hombre est� destinada a deteriorarse? �Est� condenado a permanecer por siempre presa de la lucha, el vicio y el pecado? �o est� designado para asegurar el progreso y la felicidad final? Cuestiona estas que han perturbado a una mente sensible y filantr�pica; nubl� una vida generosa y desinteresada con tristeza y tristeza. El pesimismo, que es una especie de moda en algunos c�rculos, se niega a consolarse al mirar hacia el futuro de la humanidad. Como el individuo es necesariamente infeliz, como la vida es necesariamente una calamidad, un desastre y la muerte, el �nico alivio, la aniquilaci�n es lo �nico que vale la pena esperar; as� que para la raza, compuesta de unidades as� infelices, ning�n destino deseable puede estar en reserva. El progreso es una ilusi�n, y la felicidad general es un sue�o sin fundamento. El Esp�ritu de Dios, el Dios de la esperanza, ha ense�ado al cristiano una lecci�n muy diferente a esta. Ese Esp�ritu alent� a los profetas hebreos de la antig�edad a anticipar un reino universal de justicia, conocimiento y paz. Ese Esp�ritu dirigi� a los evangelistas y ap�stoles a basar, sobre la encarnaci�n y el sacrificio del Hijo de Dios, la m�s amplia de todas las creencias y la m�s brillante de todas las esperanzas. Ese Esp�ritu ha sostenido la fe e inspirado la energ�a del pueblo de Cristo, en medio de la oscuridad de la ignorancia humana, el estruendo del conflicto humano y la desolaci�n de la desesperaci�n humana. El presagio del nacimiento de Cristo y el cristianismo no ha sido falsificado. El progreso de la verdad ha sido lento, los obst�culos han sido muchos, las corrupciones y distorsiones han sido graves. La guerra, la crueldad, la esclavitud, el vicio, la ignorancia, la brutalidad, siguen azotando a esta raza humana. Pero ning�n observador sincero puede decir que la religi�n de Cristo ha atacado estos males en vano. Y ning�n cristiano, convencido de los poderes sobrenaturales de su religi�n, puede hacer otra cosa que valientemente esperar en el progreso de la iluminaci�n, la victoria de la justicia, el reinado de Cristo.

"Sin embargo, con los males del pecado y la lucha

El mundo ha sufrido mucho;

Debajo de la tensi�n del �ngel han rodado

Dos mil a�os de error;

Y el hombre en guerra con el hombre, no oye

�La canci�n de amor que traen!

Oh, callen el ruido, hombres de contienda,

�Y escucha a los �ngeles cantar!

"El tiempo prometido se est� acelerando,

Por profeta-bardos predijo,

Cuando con los a�os que siempre circulan

Viene alrededor de la edad del oro;

Cuando la paz sobre toda la tierra

Sus esplendores intactos arrojan

Y todo el mundo devuelve la canci�n

�Que ahora cantan los �ngeles!

Observe la riqueza y plenitud de la oraci�n del ap�stol: "Para que abunden en esperanza". Esta es una emoci�n que admite muchos grados. Hay casos en que los hombres dicen: "�No hay esperanza!" y la melancol�a fue la inscripci�n que el poeta ley� sobre los portales infernales: "Dejen atr�s toda esperanza, todos los que entran aqu�". A veces hay una peque�a esperanza, un tenue destello, por as� decirlo, para aliviar la oscuridad. La esperanza puede crecer, a medida que el amanecer se ilumina en la ma�ana. Y la esperanza puede convertirse en una persuasi�n fuerte, feliz y sin vacilar, sin sombra de ansiedad, miedo o duda. Cuando se expresa el deseo de que podamos "abundar en esperanza", se da a entender que la esperanza es buena, y tan buena que no hay posibilidad de que tengamos una esperanza demasiado fuerte. La abundancia es "m�s que suficiente"; y lo que se le pide al pueblo de Cristo es la "plena seguridad de la esperanza". Esta es una "esperanza viva", una esperanza cuya vida es vigorosa y vital; una "esperanza que no averg�enza", que es segura y que produce felicidad y paz. El cristiano deber�a ser el poseedor de tal esperanza. Deje que el incr�dulo camine, si lo desea, en el crep�sculo; nos corresponde salir a la plenitud de la luz del mediod�a. Podemos disfrutar esto, no a trav�s del poder de la raz�n, ni de la fantas�a, ni de la opini�n p�blica; pero a trav�s del poder del Esp�ritu Santo. Es el Esp�ritu Divino, y no un esp�ritu de error o ilusi�n, lo que impulsa nuestra esperanza. La esperanza es de Dios y est� en Dios; y tal esperanza bien puede ser abundante. Porque no hay esperanza que �l inspire, que no pueda y no satisfaga; y cuando la plenitud divina se encuentra con la esperanza humana, nuestra vasija se llena y se desborda, desde lo celestial, la fuente perenne.

Romanos 15:13

Esperanza.

Quiz�s los moralistas ordinarios e incluso cristianos no asignar�an a la esperanza el lugar que ocupa en la ense�anza del ap�stol. Pero Paul ten�a buenas razones para ensalzar y disfrutar esta hermosa, inspiradora e influyente virtud. En este verso expone:

I. LA FUENTE DE LA ESPERANZA. Su lenguaje es una oraci�n, y la oraci�n est� dirigida al "Dios de la esperanza". Se le llama as� porque no puede haber una esperanza verdadera, bien fundada y de gran alcance que no est� fijada en Dios, en su gobierno providencial, en sus prop�sitos graciosos, en sus promesas consoladoras. Sugiere e inspira esperanza; �l justifica y espera esperanza; �l aprueba y recompensa la esperanza. Toda esperanza verdadera y digna para nosotros y para los dem�s est� fijada en Dios, se centra en Dios.

II EL PODER DE LA ESPERANZA El Esp�ritu Santo est� representado como el Agente por cuya ayuda se experimenta y se disfruta la esperanza. Cuando el esp�ritu est� abatido y triste, cuando la perspectiva es sombr�a y oscura, cuando la ayuda humana parece lejana y d�bil, entonces el Consolador acerca la gracia de Dios, revela una perspectiva gloriosa e inspira una bendita confianza.

III. Los medios de la esperanza. Si se le ordena a alguien que albergue esperanza, �l responder�: "�D�nde est� el terreno sobre el que puedo esperar? �De qu� manera puedo surgir del Slough of Despair?" Aqu� se describen los pasos por los cuales se puede fomentar la esperanza racional.

1. Creer; es decir, en Cristo como el verdadero Objeto de la esperanza: "Cristo, nuestra esperanza".

2. alegr�a; es decir, la emoci�n producida por una apropiaci�n creyente de las bendiciones del evangelio, gozo que incluso puede llegar a ser "indescriptible y lleno de gloria".

3. paz; Es decir, otro de los frutos del Esp�ritu, el crecimiento desde la ra�z de la fe cristiana. Una mente perturbada es una mente poco agradable a la esperanza; La tranquilidad en el presente contribuye a la esperanza en el futuro.

IV. LA ABUNDANCIA DE ESPERANZA. Cuando Dios da, �l da generosamente, con realeza. Observe en qu� aspectos abunda la esperanza del cristiano.

1. Para s� mismo, su futuro personal dorado con radiante luz celestial.

2. Para la Iglesia, que se levantar� y brillar� y cumplir� el ministerio que ha recibido.

3. Para el mundo, para que se llene de la gloria del Se�or.

4. Tanto para el tiempo como para la eternidad.

Romanos 15:29

La plenitud de la bendici�n.

Comisionado y dotado como estaba, el ap�stol pod�a hablar as� leg�tima y confiadamente. Sin embargo, cada ministro de Cristo puede, en su medida, apreciar la misma seguridad y esperar tener relaciones sexuales con aquellos a quienes ministra con una expectativa y esperanza similares.

I. EL ORIGEN Y EL DADOR DE LA BENDICI�N. La palabra "bendici�n" tiene algo vago; Sin embargo, esto se debe a su exhaustividad. No siempre podemos estar seguros de lo que es mejor desear en nombre de los dem�s; pero no podemos equivocarnos al buscarles la bendici�n de Dios. Pobres y pocos son los dones que el hombre puede otorgar a sus semejantes; pero "la bendici�n de Dios enriquece, y con ella no a�ade tristeza".

II EL CAR�CTER Y LA IMPORTACI�N DE LA BENDICI�N. Lo que el ap�stol anticipa es "la bendici�n del evangelio de Cristo". Aqu� se nos abre un campo ilimitado, porque en esto se comprende todo lo que Cristo puede otorgar, todo lo que el hombre puede recibir; p.ej. La bendici�n de Cristo de paz, de vida, espiritual y eterna, de confianza y esperanza, de pureza y fortaleza, de compa�erismo, de servicio.

III. LA MEDIDA DE BENDICION.

1. La plenitud correspondiente al Dador, cuyas riquezas y recursos son inagotables. La expresi�n "plenitud" es una de las favoritas del ap�stol, e indica su sentido de la abundancia de los dones y las promesas de ese nuevo pacto que tuvo el privilegio de explicar a los jud�os y los gentiles.

2. Plenitud para cada solicitante y participante. La naturaleza de cada cristiano es tal que es capaz de recibir de la plenitud de Dios en Jesucristo. Considere las multitudes que han buscado y encontrado en el Mediador el suministro para todas sus necesidades espirituales; y sentir�s que un testigo es un hecho para la provisi�n infinita de la Divina misericordia y beneficencia.

3. Plenitud inagotable e inagotable para cada participante. Cuando Pablo lleg� a una ciudad, ten�a una idea de la inmensa variedad de la necesidad humana; y cuando ministr� a una congregaci�n, lo hizo sabiendo que conten�a individuos con muchas, variadas, urgentes e incesantes necesidades, todo para ser abastecidos de la plenitud que est� en Jesucristo. Es un pensamiento muy alentador e inspirador que, sea lo que sea lo que el coraz�n anhela de bendici�n, puede ser apropiado y disfrutado con la aplicaci�n a Dios por medio de Jesucristo. El predicador puede ser solo una vasija de barro; pero el tesoro que transmite no tiene precio e inagotable.

IV. LA CONDICI�N Y OCASI�N DE LA BENDICI�N. "Cuando venga a ti". Parece que los cristianos reunidos en comuni�n son los medios de tal misericordia para las almas humanas. Por un lado, est� el fiel predicador y maestro de la Palabra; Por otro lado, hay oyentes receptivos y creyentes de la Palabra. El Se�or da a los disc�pulos, y los disc�pulos distribuyen a la multitud.

V. LA GARANT�A DE LA BENDICI�N. El lenguaje de Pablo es muy confiado: "Estoy seguro". Tal convicci�n debe basarse en la confianza en las declaraciones y promesas divinas, y en la experiencia pasada de fidelidad y gracia divinas. Tal persuasi�n, y su expresi�n sobria pero segura, son un honor para Dios.

SOLICITUD.

1. Aqu� hay un ejemplo del esp�ritu en el que los obispos, pastores y evangelistas deben acercarse a aquellos cuyo bienestar espiritual se conf�a a su cargo.

2. Aqu� tambi�n hay un ejemplo de las expectativas que los cristianos deben apreciar cuando se colocan bajo la influencia de un ministerio iluminado y espiritual.

HOMILIAS DE C.H. IRWIN

Romanos 15:5, Romanos 15:13, Romanos 15:33

El car�cter divino en relaci�n con lo humano.

"El Dios de la paciencia y el consuelo". "el Dios de la esperanza"; "el Dios de la paz". El gran objeto de la venida de Cristo al mundo fue salvar a los pecadores. �l hace esto al revelar a Dios. �l es Emmanuel, "Dios con nosotros". "Ning�n hombre ha visto a Dios en ning�n momento; el Hijo unig�nito, que est� en el seno del Padre, lo ha declarado". Cristo revela el car�cter divino. Lo revela en su ense�anza: la santidad divina. Lo revela en su cruz: la Divina Misericordia. Lo revela en su resurrecci�n: el poder divino. Cristo nos salva tambi�n al reproducir o restaurar en nosotros la imagen de Dios. En la naturaleza renovada, Dios se convierte en parte de nosotros. �l habita en nosotros y nosotros en �l. La ley de la herencia enfatiza el hecho de que los ni�os tienen no solo las caracter�sticas corporales, sino tambi�n mentales y morales de sus padres. El car�cter del padre vuelve a aparecer en el hijo. Entonces el car�cter de Dios reaparece en su pueblo. Tres caracter�sticas del car�cter de Dios de las que habla San Pablo aqu�, y quiere que sus lectores piensen en ellas en relaci�n con su propio car�cter y vida.

I. EL DIOS DE LA PACIENCIA.

1. El Ser Divino manifiesta paciencia al esperar. Espera pacientemente el cumplimiento de sus planes. Miles de a�os esper� el env�o del Salvador. Todo ese tiempo lo ocup� en el entrenamiento de Israel y en la preparaci�n de las naciones, hasta que, cuando Jes�s vino, el mundo estaba maduro y listo para su venida. �Qu� lecci�n para nosotros! �Qu� impacientes somos! Si no vemos resultados inmediatos, creemos que nuestro trabajo es un fracaso. "No nos cansemos de hacer el bien: porque a su debido tiempo cosecharemos, si no nos desmayamos".

2. El Ser Divino es paciente en perdurar. C�mo soport� con Israel, con todo el retroceso de Israel y. pecados repetidos! �C�mo se comporta con nosotros, con nuestra desobediencia y nuestras inconsistencias! Su paciencia con nosotros est� en marcado contraste con nuestra impaciencia hacia nuestros semejantes. �Qu� impacientes estamos con nuestros subordinados o nuestros compa�eros de trabajo, con la lentitud y la estupidez que a veces manifiestan! Imitemos la paciencia de Dios. Necesitamos aprender a soportar a los dem�s. La lucha es el resultado de la impaciencia, de la intolerancia. La unidad es el resultado de la paciencia. Esta fue la idea del ap�stol y su prop�sito pr�ctico al referirse a la paciencia de Dios. "El Dios de la paciencia y el consuelo te permite tener una mentalidad similar hacia Cristo seg�n Cristo Jes�s" ( Romanos 15:5). Seamos pacientes al soportar todo sufrimiento y prueba.

"��ngel de la paciencia! Enviado a calmarNuestras cejas febriles con palmas refrescantes; Para poner las tormentas de esperanza y miedo, Y conciliar la sonrisa y la l�grima de la vida; �Las palpitaciones del orgullo herido para quedarse quietas, y hacer nuestra la voluntad de nuestro Padre!" la mirada de ese �ngel, �hay descanso en su semblante quieto! No se burla del dolor con la alegr�a ociosa, ni hiere con las palabras el o�do del doliente; pero los males y las aflicciones no puede curar, amablemente nos entrena para soportar ". Con anhelos para el final del d�a: �l camina contigo, ese �ngel amable, y gentilmente susurra: 'Resigna; soporta, espera; el final dir�: El querido Se�or ordena bien todas las cosas' ".

II EL DIOS DE AQU�. La naturaleza est� llena de esperanza. El d�a sigue a la noche. La primavera sigue al invierno.

"Y siempre con la vieja descomposici�n, los musgos m�s verdes se aferran".

La vida de la humanidad es una vida de esperanza. Siempre estamos esperando El ni�o peque�o espera ansioso sus d�as escolares. El ni�o o ni�a en la escuela espera el momento de la virilidad o la feminidad. Con esperanza, el joven deja el techo de su padre. La esperanza lleva al emigrante a trav�s de los mares. Sin embargo, la naturaleza y la humanidad sin ayuda no tienen esperanza m�s all� de la tumba. Los antiguos paganos ten�an de hecho su diosa de la esperanza. Pero la l�mpara de la esperanza parpade� cuando la vejez se encendi� y expir� con el �ltimo aliento que dej� el cuerpo. El s�mbolo pagano de la muerte es la columna rota, o la antorcha de la vida al rev�s. Pero nuestro Dios es en verdad el Dios de la esperanza. �Disfrutamos la vida? Nos cuenta de una vida mejor m�s all�. �Es este mundo justo y hermoso? Nos cuenta de un pa�s mejor, incluso celestial. �Estamos cansados ??de los trabajos y las cargas de esta vida? Nos dice que queda un descanso para el pueblo de Dios. La esperanza en s� misma dif�cilmente puede llamarse con rigor parte del car�cter Divino, m�s que la fe. Pero es parte del car�cter Divino, y peculiar de �l, que �l produce en el coraz�n humano la esperanza de la vida venidera. Por eso se le llama verdaderamente "el Dios de la esperanza". Vemos la impresi�n y la influencia de su esperanza divina en el pueblo de Dios en todas las edades. Abraham y los patriarcas "confesaron que eran extra�os y peregrinos en la tierra". Y "los que dicen tales cosas declaran claramente que buscan un pa�s". Los profetas en el exilio de Israel hablaron de una esperanza que sab�an que nunca ver�an cumplida. Los ap�stoles y m�rtires, y los misioneros de hoy, han trabajado y sufrido con esperanza. Aqu� tambi�n est� la influencia pr�ctica del car�cter Divino en relaci�n con lo humano. "El Dios de la esperanza te llena de gozo y paz al creer, para que abundes en la esperanza" ( Romanos 15:13). En la tristeza: en la adversidad; en el d�a en que los malvados parecen triunfar, y la injusticia y la opresi�n parecen ganar ventaja: �cristianos, esperen! La verdad prevalecer� sobre la falsedad y el error; pureza sobre impureza; justicia sobre la maldad. Abundan en la esperanza!

"Esperamos en ti, oh Dios,

En quien nadie espera en vano;

Nos aferramos a ti en amor y confianza,

Y la alegr�a tiene �xito al dolor ".

Al pecador tambi�n se extiende el mensaje de la esperanza divina. "El que quiera, que tome el agua de la vida libremente".

III. EL DIOS DE LA PAZ "El Dios de la paz sea con todos ustedes" ( Romanos 15:33). La paz es esencialmente una parte del car�cter divino. Ninguna tormenta perturba su descanso. No hay pecado en su ser, y por lo tanto no hay conflicto en su naturaleza moral. Si el Dios de la paz est� con nosotros, entonces la paz impregnar� nuestro propio esp�ritu y vida. Habr� no solo la paz que viene del perd�n, sino tambi�n la paz que viene de la victoria sobre el pecado que mora en nosotros. Hay una frase sorprendente en el pr�ximo cap�tulo: "El Dios de la paz golpear� a Satan�s bajo tus pies en breve" ( Romanos 16:20). Si el Dios de la paz est� en nuestros corazones, cultivaremos la paz con nuestros semejantes. "Vive en paz; y el Dios del amor y la paz estar� contigo" ( 2 Corintios 13:11). As� vemos cu�n provechoso es contemplar el car�cter de Dios, el Dios de la paciencia, el Dios de la esperanza, el Dios de la paz, para que la resistencia y la paciencia, la esperanza y la alegr�a, la unidad y la paz, se manifiesten en nuestras vidas. �CHI

Romanos 15:7

La relaci�n mutua de jud�os y gentiles.

El ap�stol trata a�n m�s de sanar las diferencias existentes entre las diversas secciones de la comunidad cristiana en Roma, y ??a�n m�s para hacer cumplir los deberes de caridad, abnegaci�n y ayuda mutua, record�ndoles cu�nto tienen en com�n. Este es el verdadero m�todo de unir a los cristianos. Algunos cristianos piensan que lograr�n que otros vean la verdad al exponer los errores de quienes difieren de ellos. En consecuencia, tenemos amargas controversias entre las diversas denominaciones, porque los cristianos persistir�n en enfatizar los puntos en los que difieren, en lugar de los puntos, a menudo mucho m�s numerosos e importantes, en los que est�n de acuerdo. Para acercarnos a Cristo y para acercarnos unos a otros, este es el verdadero eirenicon.

I. SU RELACI�N MUTUA CON CRISTO. "Por tanto, recib�os unos a otros, como tambi�n Cristo nos recibi� a nosotros" ( Romanos 15:7). Ambos han sido recibidos por Cristo: �por qu� no, entonces, el uno por el otro? �Por qu� nuestros puntos de vista sobre el episcopado o el presbiterio, el calvinismo o el arminianismo interfieren con nuestra relaci�n como hermanos en Cristo? San Pablo muestra que tanto jud�os como gentiles tienen un inter�s personal directo en Cristo y su relaci�n con �l. "Jesucristo fue un ministro de la circuncisi�n" ( Romanos 15:8). Por lo tanto, el jud�o no debe mirar a Jes�s de Nazaret como un extra�o, sino como su pariente seg�n la carne. �l vino no para destruir la Ley, sino para cumplirla. Pero debido a que es jud�o, no est�, por lo tanto, sin inter�s en los gentiles. El ap�stol muestra c�mo incluso los escritos jud�os esperaban una incorporaci�n de los gentiles con el pueblo de Dios, y que compartieran las bendiciones que el Mes�as deb�a conferir ( Romanos 15:10). "En �l confiar�n los gentiles". �Cu�n precioso, entonces, deber�a ser el Nombre de Jes�s para todos los hijos de la humanidad! �C�mo se impone aqu� la hermandad universal de los cristianos!

II SU RELACI�N MUTUA CON EL EVANGELIO: No solo se predijo que tanto jud�os como gentiles ser�an participantes conjuntos en los beneficios del reino del Mes�as, sino que en realidad el evangelio ha llegado a ambos. San Pablo, quien era jud�o, experiment� las bendiciones del evangelio. �l, a su vez, comunic� esas bendiciones a los gentiles. �l era "el ministro de Jesucristo a los gentiles, ministrando el evangelio de Dios" ( Romanos 15:16). En verdad, el evangelio es un gran reconciliador. �C�mo rompe los prejuicios de raza, clase y casta! Dejemos que el evangelio solo se convierta en un poder real y vivo en nuestro propio coraz�n y vida, y saldremos, como San Pablo, para compartir sus bendiciones con los dem�s, gan�ndolos por un esp�ritu de amor, sin importar cu�les sean nuestros prejuicios contra ellos. podr�a haber sido.

III. SU DERECHO DE AYUDA MUTUA. Al momento de escribir esta Ep�stola, San Pablo estaba haciendo un recado que daba pruebas pr�cticas de la simpat�a mutua entre gentiles y jud�os cristianos. Se dirig�a a Jerusal�n ( Romanos 15:25). Llevaba con �l una contribuci�n que los cristianos gentiles de Macedonia y Acaya hab�an hecho por sus hermanos jud�os en Jerusal�n, que en este momento estaban en la pobreza ( Romanos 15:26). Aprovecha la ocasi�n para decir que este acto de generosidad, realizado alegremente, era de hecho un deber cristiano. Porque si los gentiles han sido part�cipes de sus cosas espirituales, su deber es tambi�n ministrarles en cosas carnales "(veterinario, 27). Aqu� hay una raz�n para los esfuerzos misioneros entre los jud�os. Han sido el canal a trav�s del cual las bendiciones tienen fluy� hacia nosotros: �no seremos el canal a trav�s del cual las bendiciones del evangelio fluir�n hacia ellos? Aqu� hay una raz�n para el apoyo del ministerio cristiano. Es sabio y prudente que aquellos que ser�n maestros y predicadores de Word y los pastores del reba�o deber�an dedicarse �nicamente a ese trabajo. �C�mo, entonces, deben ser apoyados? Por la generosidad de aquellos a quienes ministran. Si estos �ltimos son "participantes de sus cosas espirituales, su deber es tambi�n para ministrarles en cosas carnales ". Tal ayuda mutua que todos los cristianos deben cultivar unos con otros.

Romanos 15:29

La confianza de un ap�stol.

San Pablo ha estado declarando sus planes con respecto al futuro, y especialmente con respecto a su visita prevista a Roma. Hay mucho que es incierto. Pero una cosa era una certeza para �l. "Estoy seguro de que, cuando venga a ti, vendr� en la plenitud de la bendici�n del evangelio de Cristo". �Ten�a Pablo alguna raz�n para esta expectativa? �Su confianza estaba justificada por los hechos? Dejanos ver. Aproximadamente dos a�os despu�s de esto, lleg� a Roma prisionero. �Cu�l era su principal ocupaci�n entonces? �Preparando su defensa? No. "Predicando el reino de Dios, y ense�ando aquellas cosas que conciernen al Se�or Jesucristo, con toda confianza, ning�n hombre lo proh�be" ( Hechos 28:31). Hab�a dos elementos en su expectativa de confianza.

I. SU CONFIANZA EN LA BENDICI�N DEL EVANGELIO. "La plenitud de la bendici�n del evangelio de Cristo". San Pablo sinti� que la mejor bendici�n que pod�a traer a cualquier ciudad, o cualquier persona a la que visitara, era la bendici�n del evangelio. Cuatro caracter�sticas en el evangelio lo han convertido en una bendici�n para el mundo.

1. Es un evangelio de amor y misericordia. Este fue un nuevo mensaje para el mundo. �Qu� contraste con los dioses crueles del paganismo es el Dios misericordioso que el evangelio proclama!

2. Es un evangelio de salvaci�n. No solo nos muestra el mal del pecado y su culpa, sino que nos habla de un Salvador. Aqu� est� su superioridad trascendente sobre la mejor de las religiones paganas. No solo eso, sino que el Salvador de quien habla es un Salvador Divino. �l es capaz de salvar al m�ximo a todos los que vienen a Dios a trav�s de �l.

3. Es un evangelio de vida eterna. �Qu� esperanza se abre! �Qu� est�mulo nos da esfuerzo para recordar que los que son fieles hasta la muerte recibir�n la corona de la vida que no se desvanece! Nos ense�a que esta vida es eterna en sus consecuencias, y por lo tanto ejerce una influencia purificadora y elevadora sobre la vida de los hombres. �Qu� consuelo trae a los afligidos saber que la tumba no termina con todo, sino que hay otra vida mejor y m�s all�! La esperanza del agn�stico se ha expresado recientemente en una novela popular, 'John Ward, Predicador'. La hero�na expresa su esperanza para el futuro al hablar de ella como "un sue�o eterno". �D�nde est� el est�mulo para el esfuerzo all�? �D�nde hay alg�n consuelo para los afligidos? Cuando la muerte se acerca, el cristiano moribundo y los que deben quedar atr�s pueden apreciar la bendici�n de ese evangelio que ha sacado a la luz la vida y la inmortalidad.

4. Es un evangelio de luz y gu�a. Nos se�ala el camino del deber. Nos da no solo preceptos sabios, sino el ejemplo personal del Se�or Jesucristo. Aqu� tambi�n trasciende todos los sistemas humanos de religi�n y moralidad. Los mejores maestros humanos no han estado libres de imperfecciones y pecados. Cristo solo puede decir verdaderamente: "Yo soy el camino, la verdad y la vida". �l solo tiene el derecho de decirnos, un derecho reivindicado no solo por su autoridad Divina, sino por su car�cter perfecto: "S�gueme". La influencia de Jesucristo y su ejemplo es una de las bendiciones m�s preciosas del evangelio. En el a�o 1876 se celebr� el centenario de los Estados Unidos. El general Grant era entonces presidente. Los editores de Sunday School Times le escribieron y le pidieron que les diera un mensaje para ni�os y j�venes en su n�mero centenario. En su respuesta, dijo: "Mi consejo para las escuelas dominicales, sin importar su denominaci�n, es: aferrarse a la Biblia como el ancla de sus libertades, escribir sus preceptos en sus corazones y practicarlos en sus vidas. La influencia de este libro es que estamos en deuda con todos los progresos realizados en la verdadera civilizaci�n, y para esto debemos mirar como nuestra gu�a en el futuro ". �l tambi�n ten�a confianza en el evangelio y en las bendiciones que brinda al individuo y a la naci�n.

II SU CONFIANZA EN EL PODER DEL CRISTIANO PARA COMUNICAR ESTA BENDICION. Las palabras del ap�stol expresan no solo su creencia en la bendici�n del evangelio, sino tambi�n su confianza en que �l puede y comunicar� esa bendici�n. "Estoy seguro de que, cuando te invoque, vendr� en la plenitud de la bendici�n del evangelio de Cristo". Y, sin embargo, no era una confianza en s� mismo, en su propio lema o elocuencia. Fue una confianza en Cristo. Sab�a a qui�n hab�a cre�do. Veinticinco a�os lo hab�a estado sirviendo, y m�s de una vez hab�a demostrado el poder divino de la presencia y ayuda de Cristo. Nuestro poder para comunicar las bendiciones del evangelio depende de dos cosas.

1. Un conocimiento personal del evangelio.

2. La comuni�n constante con Cristo. Una vida de oraci�n es indispensable si queremos vivir una vida de utilidad. Estas dos cosas, el conocimiento personal del evangelio y la comuni�n personal con Cristo, nos har�n independientes del tiempo y las circunstancias. Ellos imparten fuerza y ??confianza. A San Pablo le sucedi� lo mismo cuando o c�mo fue a Roma. Como si �l dijera: "No importa c�mo, no importa cu�ndo venga a ti, una cosa de la que estoy seguro es que traer� la rica bendici�n del evangelio de Cristo conmigo". De hecho, lleg� all� como prisionero, pero aun as� trajo una bendici�n. Ya sea que seamos ricos o pobres, eruditos o ignorantes, nos aseguraremos de llevar una bendici�n a los c�rculos en los que nos movemos, si solo antes que nada hemos experimentado el poder del evangelio en nuestros propios corazones, y luego nos damos cuenta de nuestra constante dependencia de Cristo. Hay dos formas en que podemos comunicar esta bendici�n.

1. Por nuestro car�cter cristiano. Los cristianos corintios se convirtieron en ep�stolas vivas ( 2 Corintios 3:2, 2 Corintios 3:3). Su vida cambiada fue un testimonio notable del poder del evangelio.

2. Por nuestro testimonio personal. Si conocemos por experiencia personal la preciosidad de Cristo y las bendiciones del evangelio, estemos m�s preparados para proclamarlas a los dem�s. � C.H.I.

HOMILIAS DE T.F. BLOQUEADOR

Romanos 15:1

Uni�n en Dios

Aqu�, como dice Godet, "la pregunta particular tratada en Romanos 14:1. Se ampl�a; el punto de vista aumenta, y el tono se intensifica gradualmente incluso a la elevaci�n de un himno, como al final de todo grandes partes anteriores ( Romanos 5:12, et seq .; Romanos 8:31, et seq .; Romanos 11:33, et seq.). Pablo exhorta, por el ejemplo de Cristo, a la condescendencia mutua ( Romanos 14:1); se�ala ( Romanos 14:4), como un fin a alcanzar, la adoraci�n com�n a la cual dicha conducta llevar� a la Iglesia ; finalmente ( Romanos 14:8), indica la parte 'especial' dada a los jud�os y a los Gentry en esta canci�n de toda la raza redimida. No es ahora tanto la cuesti�n particular que se acaba de tratar. , como toda la cuesti�n de la cual eso no era m�s que una parte, a saber, la relaci�n de un cristianismo libre y espiritual con el cristianismo m�s o menos judaico de algunos, a lo que el ap�stol aqu� dirige sus palabras. para que con una sola boca glorifiquen a Dios.

I. Un amor mutuo. Los fuertes deben mostrar su fuerza soportando las enfermedades de los d�biles. Y no solo su fuerza se mostrar� m�s perfectamente, sino el amor, que es m�s que fuerza. Porque este amor es la ley de la nueva vida. Entonces, �nos complaceremos al sumergirnos en nuestra libertad, nuestra fe superior? No, m�s bien, debemos buscar, en amor, complacer a nuestro pr�jimo. Pero no solo para complacerlo, aunque este es un fin a buscar; pero como le agrada en armon�a con todos los principios correctos, a saber. por su bien, hasta edificante. Debe existir el deseo de aportar consuelo, alegr�a; pero, por encima de esto, y como control de todo lo dem�s, el deseo de contribuir a su construcci�n en santidad y amor. �Y cu�l es nuestra gran inspiraci�n para esta ayuda de sacrificar el amor? �Tenemos la mente de Cristo! �Se complaci� a s� mismo? �C�mo, entonces, nos hab�amos salvado? No, m�s bien, por nuestro bien, renunci� a todo. En �l se ve�a preeminentemente el esp�ritu de sacrificio expresado en las palabras antiguas: "Los reproches de los que te reprocharon cayeron sobre m�". Y como generalmente las Escrituras antiguas fueron escritas para que tambi�n pudi�ramos soportar todas las cosas por el amor de Dios, ser consolados por Dios, y as� tener la esperanza de la salvaci�n perfecta al final, �no deber�amos en este respecto particular hacer el sacrificio requerido, teniendo incluso �Los d�biles escr�pulos de nuestros hermanos, que juntos, a trav�s del consuelo de Dios, podemos tener esperanza en el cielo? S�, debemos ser "de la misma mente uno con el otro seg�n Cristo Jes�s".

II UNA ALABANZA COM�N �Cu�l ser� el resultado del amor de ideas afines, en el que se hunden todas las diferencias? Una glorificaci�n de Dios, de com�n acuerdo. Y el �nico salmo unido no ser� m�s que la expresi�n de una acci�n de gracias com�n, llenando los corazones de todos, por el amor con que Dios los ha amado. �No es este el fin de toda la obra redentora de Dios, que todos se unan en amorosa alabanza a Dios, siendo redimidos con una redenci�n com�n: una alabanza mostrada, no solo con los labios, sino tambi�n en la vida? Entonces, todas las cosas deben hacerse nuevas. Para este fin fue la obra de Cristo, que jud�os y gentiles juntos pudieran ser salvados por un Dios verdadero y misericordioso. Las antiguas Escrituras previeron este gran resultado, la mezcla de alabanzas gentiles y jud�as en una gran armon�a. Entonces la declaraci�n de David (Salmo 18:49); entonces la invitaci�n de Mois�s ( Deuteronomio 32:43); as� que de nuevo el salmista (Salmo 117:1); y as� la profec�a de esperanza de Isa�as: todo lo cual podr�a encontrar su verdadero cumplimiento solo en una uni�n tan amorosa del mundo jud�o y gentil en el alegre servicio de su �nico Dios y Cristo como ahora llenaba la visi�n del ap�stol.

Una garant�a principal del amor mutuo y la alabanza com�n ser� la esperanza unida de una salvaci�n perfecta. Perm�tales que busquen a Dios para esto, y �l les otorgar� una fe y un poder realizado de Dios a trav�s de la fe, lo que les dar� gozo y paz ahora, en medio de cualquier perturbaci�n externa, como la promesa de todas las cosas buenas garantizadas para nosotros. para ese futuro Entonces deber�an abundar sus canciones; as� deber�an ser sus corazones uno: �alabanzas ayudando al amor, y amor ayudando a la alabanza, y Dios en general! �T.F.L.

Romanos 15:14

Palabras de despedida

El ap�stol en estos vers�culos toca, como en el primero (ver Romanos 1:1), sobre sus relaciones personales con la Iglesia en Roma. Y reintroduce el tema con mucha delicada cortes�a. Puede haber parecido hablar con algo de audacia, haber asumido un conocimiento y una bondad superiores a los de ellos: �no es as�! Ellos, estaba seguro, estaban "llenos de bondad, llenos de todo conocimiento", y por lo tanto "capaces de amonestarse unos a otros". Pero al menos podr�a recordarles lo que sab�an; y esto, no por ninguna superioridad de s� mismo a ellos, sino solo por la gracia de Dios; no como un hombre cristiano mejor o m�s sabio, sino como un ap�stol comisionado por Dios. Hemos expuesto aqu�, entonces, al igual que antes, su apostolado, su prop�sito de respetarlos y su solicitud de sus oraciones en su nombre. Con esto �ltimo, de nuevo, con mucha delicadeza, destacando su dependencia de ellos, en lugar de la de ellos.

I. SU APOSTOLADO. Dios le confi� el evangelio para los gentiles. Y su cumplimiento de esta confianza fue como un servicio sacerdotal, que deb�a realizar, no con orgullo, sino fielmente. �Y qu� servicio! �ministrando el evangelio en este gran templo del nuevo reino, para que �l pueda ofrecer como sacrificio a todo el mundo gentil! Sus pensamientos, tal vez, vuelven a las palabras que ha usado en Romanos 12:1; �y qu� visi�n saluda su visi�n mientras mira hacia el futuro: todas las familias, tribus, pueblos y lenguas de este mundo m�ltiple, alabando a Dios con el salmo armonioso de una vida consagrada, ofreci�ndose un sacrificio vivo! Mejor esto que todas las v�ctimas sangrantes de la dispensaci�n m�s antigua; �Todo el intelecto y el afecto del hombre y la energ�a de acci�n, toda la ciencia y el arte, toda la industria y el comercio, todas las m�ltiples actividades de todas las vidas, ofrecidas a Dios! Y esta era su obra, ministrar el evangelio para que la ofrenda se hiciera, aceptable porque santificada por el Esp�ritu Santo. �Se gloriar�a en una obra como esta, por el amor de Dios! Porque todo fue a trav�s de Cristo, y la gran obra ya realizada fue solo la obra de Cristo

II SU PROP�SITO Ahora, hab�a un objetivo que lo gobernaba en el cumplimiento de esta obra: predicar�a el evangelio solo donde no se conoc�a antes. As� fue de un lugar a otro, proclamando las buenas nuevas a los que no hab�an escuchado. Y de ah� a este presente, teniendo tanto espacio para tal trabajo en esas partes del este, se le hab�a impedido visitar Roma. Ahora se elimin� el obst�culo: "ya no ten�a ning�n lugar en estas regiones". Y a�n impulsado por el prop�sito restrictivo de predicar el evangelio a aquellos "a quienes no llegaron noticias de �l", ahora debe dirigirse hacia el oeste, incluso a Espa�a. Y, al pasar a Espa�a, hay muchas razones por las que deber�a detenerse para un refrigerio mutuo, como lo expresa delicadamente, entre un pueblo que fue, al menos indirectamente, el fruto de su trabajo: los cristianos en Roma. Y viniendo a ellos, vendr�a en la plenitud de la bendici�n de Cristo.

III. SU SOLICITUD Pero, mientras tanto, hay otra misi�n que cumplir: la misi�n de caridad para los santos pobres de Jerusal�n. Prominencia de este asunto entre las Iglesias (ver 1 Corintios 16:1 .; Hechos 20:4). Probable causa de necesidad, la retenci�n de la costumbre de los cristianos por parte de sus compa�eros jud�os. La mera caridad demanda que se brinde ayuda; y no solo as�, los gentiles estaban obligados en honor a pagar, por ser, de esta manera, una deuda que ten�an; porque su salvaci�n era "de los jud�os". Pero lo que limit� a�n m�s a Pablo a ser urgente en este asunto fue su deseo de que la caridad de las Iglesias gentiles pudiera vencer todos los prejuicios que a�n subsist�an entre los cristianos jud�os contra la admisi�n plena y libre de los gentiles en la Iglesia cristiana. Y por esto, y tambi�n por su propia seguridad entre muchos enemigos, pide las oraciones de los cristianos en Roma. Luego vendr� a ellos con alegr�a y descansar�. En cualquier caso, se preocupe o no, �que el Dios de la paz est� con ellos!

As� ejemplifica, con su anhelante amor y cortes�a de amor, el esp�ritu que busca fomentar en ellos; as� como �l, como quisiera que hicieran, refiere todas sus acciones al Se�or Cristo y la voluntad de Dios. �Seguramente el Dios de la paz estaba con �l! �T.F.L.

HOMILIAS DE S.F. ALDRIDGE

Romanos 15:3, Romanos 15:4

Desinter�s

Esa alianza es beneficiosa y presta la ayuda de los fuertes para soportar las cargas de los d�biles. La simpat�a lo hace posible por su participaci�n real en la angustia de otro. A veces, las enfermedades de los dem�s se alivian al ceder nuestra propia gratificaci�n o al restringir nuestra libertad para no conmocionar los escr�pulos de los menos iluminados. �Cu�l es nuestra gu�a en tales casos? La respuesta es: vivir en el esp�ritu de Cristo, caminar como �l camin�.

I. CRISTO HA INTRODUCIDO EN MORALES UN MODELO HERMOSO Y UN MOTIVO PODEROSO. Su patr�n de vida se aprecia mejor compar�ndolo con los antiguos modales paganos. La imposibilidad de inventar tal ideal es la prueba de la autenticidad de las narraciones del Evangelio. La historia es v�vida y consistente debido a un registro de hechos. Un ejemplo instruye m�s que cualquier prolijidad de declaraci�n o precepto. Los profesores saben esto por sus ilustraciones y experimentos. Una cosa es escuchar la verdad, la bondad, la belleza, de los labios de Plat�n; otra muy distinta verlo en vivo y respirar ante nuestros ojos. Cicer�n podr�a describir al "hombre perfecto" de acuerdo con sus concepciones de perfecci�n; Solo Cristo lo ejemplific�. Y la relaci�n de Cristo con sus seguidores, no solo como Maestro sino como Salvador, imparte fuerza diez veces a su ejemplo. �l tiene derechos definidos sobre nuestra obediencia, y los m�s queridos v�nculos de amor nos unen a la imitaci�n de nuestro Maestro. Su vida en la tierra ha sido una corriente que riega el desierto seco, y nos ha ense�ado c�mo hacer canales de benevolencia filantr�pica, derivando su idea y elemento del r�o de su amor. En la fan�tica Jerusal�n y la lujosa Antioqu�a, en la filos�fica Atenas y en Corinto, amante de los placeres, en la �poca colonial de Filipos y en la Roma imperial, este r�o de la gracia demostr� su poder para fertilizar y embellecer. Y hoy trazamos una semejanza con Cristo en el misionero, contentos de morar en pantanos de malaria, y entregar su vida por la salvaci�n de los degradados; en la cansada madre que alegremente contin�a con su trabajo dom�stico mientras eleva sus pensamientos al Redentor; y en el oficial de la Iglesia que abandona su c�moda chimenea despu�s de que su trabajo del d�a se hace para ministrar a un hermano enfermo. En la represi�n de una palabra apresurada y un sarcasmo mordaz, en el don colocado sin ostentaci�n en las manos de los pobres, vemos reflejado el sacrificio de Cristo.

II LA CARACTER�STICA DE LA VIDA DE CRISTO SOBRE LA CUAL ESTE ESTR�S ESTABLECIDO AQU�. �l era desinteresado; �l "no se complaci� a s� mismo". Esto no implica que no sinti� ning�n placer personal en su misi�n de misericordia. "Me deleito en hacer tu voluntad, Dios m�o". Pero:

1. Intent� no promover su propia facilidad y comodidad, sino la edificaci�n de los dem�s. No se complacer�a con el gusto viciado; ense�� lo que los hombres m�s necesitaban saber, no lo que gratificaba la vanidad de sus oyentes, aunque �l, por lo tanto, despert� su enemistad y cre� la tormenta que estall� en ira sobre su cabeza. A un gran costo del trabajo f�sico y el cansancio espiritual, realiz� obras de amor. M�ralo dormido por la fatiga en el recipiente agitado y desmay�ndose bajo la carga de su cruz.

2. No se glori� a s� mismo, sino el trabajo que vino a realizar. Podr�a haber convocado a �ngeles a su lado, podr�a haber liderado un levantamiento de la poblaci�n, haber sobrepasado a los gobernantes y haber seleccionado a los m�s sabios y ricos como sus compa�eros y disc�pulos. Pero la verdad era m�s que todo para �l. Su carne y bebida deb�an hacer la voluntad de su Padre. Hab�a dejado para esto el esplendor de los reinos superiores, y se inclin� a la forma de un sirviente, y la obediencia de una muerte vergonzosa y agonizante.

III. SEGUIR A CRISTO ES HACER DEL ANTIGUO TESTAMENTO UN BIENESTAR DE PACIENCIA Y ESPERANZA. La persecuci�n con la que se encontr� Cristo lo mostr� pisando los pasos de los h�roes de las Escrituras. El ap�stol cita el lenguaje del salmista como una expresi�n t�pica de la suerte de Cristo. Los dolores principales de una vida devota son causados ??por la oposici�n de un mundo imp�o. Nuestro Se�or expuso las pretensiones huecas de los religiosos jud�os al declarar que el verdadero amor a Dios en el coraz�n escuchar�a las ense�anzas de su Hijo, reconocer�a en �l al Mes�as prometido y reconocer�a en sus obras el eco de las Escrituras. Fortalece a los que sufren cristianos al saber que est�n en la l�nea de los fieles. No ha sucedido nada nuevo, porque las mismas aflicciones se lograron en nuestros hermanos antes. Si, entonces, otros han soportado valientemente y mantenido su confianza, entonces nosotros tambi�n. Y los escritos antiguos testifican que los hombres, al complacer a Dios y servir a su d�a y generaci�n, se dieron cuenta de la verdadera satisfacci�n, una paz interior y una alegr�a indestructible. Entonces, nosotros tambi�n podemos descubrir que el camino hacia la felicidad es una santa abnegaci�n. Nos demoramos en saber que la corteza amarga cubre frutos agradecidos, que la muerte es la puerta de entrada a la vida y que la humildad es el trampol�n para honrar. La obediencia nos prepara para ejercer autoridad; y caminar digno del Se�or para todo placer es probar cu�n inseparablemente se combinan el reino de Dios y nuestro propio bien. El ego�smo miserable se extralimita; El coraz�n restringido muere de inanici�n. El que siempre obtendr� de los dem�s no conoce la bendici�n de dar. El vino de la caridad cristiana enjuaga el esp�ritu con una emoci�n generosa, pura y divina, el n�ctar de los cielos. � S.R.A.

Romanos 15:7

Cortes�a cristiana de buen coraz�n.

Muchos puntos de disputa surgieron en las iglesias compuestas de jud�os y gentiles. No es f�cil ni alegre que los cristianos jud�os puedan deshacerse de las trabas formadas por los h�bitos y tradiciones de las edades, y acoger con satisfacci�n la admisi�n en la nueva hermandad en igualdad de condiciones de los hombres que nunca hab�an sido entrenados para cumplir debido a las regulaciones ceremoniales descuidadas. Al igual que la madre en los d�as de Salom�n, m�s ansiosa por la seguridad de su hijo que por la soluci�n estricta de un problema legal, el ap�stol estaba preocupado por el bienestar y la paz de la comunidad. �l har�a que ambas partes renunciaran a sus derechos y se unieran en comuni�n sagrada en lugar de mantenerse distantes. Una parte principal de nuestras dificultades modernas consiste en el tratamiento adecuado de los dem�s, especialmente de nuestros hermanos cristianos. M�s ansiedad, verg�enza, pecado, se muestra aqu� que en cualquier otra direcci�n. Los antiguos asuntos de controversia tal vez no nos preocupen, aunque en el horizonte de las nubes no faltan se�ales que no sean m�s grandes que la mano de un hombre, que en cualquier momento puede extender el cielo y perturbar la armon�a de las Iglesias. Todav�a necesitamos orientaci�n para que las diferencias triviales en pensamiento y comportamiento nos alejen unos de otros. Veamos la regla de comportamiento establecida. Est� contenida en esas palabras doradas, el eje de la conducta cristiana, "como tambi�n Cristo". Nuestro tratamiento de los dem�s es para asemejarse al comportamiento de Cristo hacia nosotros. Aqu� est� el camino que debemos recorrer, y la fuente de habilidad y fuerza que nos permite avanzar en �l.

I. CRISTO RECIBE A LOS HOMBRES CON GLORIA. No de mala gana, sino de todo coraz�n, con los brazos extendidos y la promesa de bendici�n. Vea esto evidenciado en las narraciones del Evangelio. Fue movido con compasi�n hacia las multitudes; dio invitaciones reales: "Si alguno tiene sed, que venga a m� y beba"; "Venid a m� todos los que trabaj�is". Esto se puede verificar en nuestra propia experiencia; porque Cristo vive y gobierna sobre nuestros corazones y vidas, dispensa sus favores libremente; y la paz y la alegr�a que llenaron nuestros corazones al confiar en �l fueron el testimonio de su deleite, el fuego descendi� del cielo para certificar la aceptaci�n de nuestro sacrificio. Contrasta el inter�s de Cristo en la conversi�n de Sa�l con la fr�a recepci�n de este �ltimo por parte de la Iglesia en Jerusal�n, donde el ap�stol hab�a sido abandonado por completo abandono excepto por Bernab�. El reino de Dios no es una corporaci�n cercana, como una compa��a de la ciudad, temerosa de que su membres�a crezca demasiado para que el bot�n se divida; o una C�mara de los Lores, donde una gran afluencia disminuye la importancia individual. Pero nuestro deseo debe ser que la Iglesia aumente hasta que influya en el mundo. Nuestras sociedades cristianas deben ser como un invernadero propicio para la vida de los j�venes, o como un ba�o tibio que disipe el reumatismo espiritual, donde se puede olvidar el fr�o exterior, y los hombres pueden elevarse de una multitud hostil a un santuario de paz y amor.

II CRISTO RECIBE A LOS HOMBRES A pesar de sus imperfecciones Aunque manchado de pecado y desesperado por la justicia, indefenso con ca�das frecuentes, ignorante con una dulzura que se realiza cada d�a m�s, sin embargo, nuestra inutilidad no fue despreciada por el Salvador. Por esta raz�n, nos atrajo hacia s� mismo, para sanarnos y salvarnos, para instruirnos y mejorarnos, para desarrollar hasta la madurez cualquier germen latente de bien. �l ve lo que los hombres pueden convertirse bajo influencias geniales: la imagen de Dios renovada; el palo seco se hincha en vida y florece; La parcela de tierra est�ril un jard�n. Si esperamos hasta que nuestros hermanos est�n impecables, tendremos poca comuni�n a este lado del cielo. Si no son tan cultos o de gran coraz�n, tanto m�s necesitan nuestra conversaci�n estimulante; y si no son doctrinalmente perfectos, aprender�n.

III. CRISTO RECIBE A LOS HOMBRES IMPARCIALMENTE, sin hacer distinciones invidiosas. Este fue el argumento de Pedro para la admisi�n de los gentiles ( Hechos 11:17; Hechos 15:9). Uno presentado, en la corte puede exigir el semblante de cualquier embajador; por quien el soberano ha recibido, todos sus siervos deben honrar. A quien Cristo ha admitido en su gracia estamos obligados a reconocer. El Salvador en la tierra exigi� sinceridad en los posibles seguidores. Esta es la explicaci�n de cualquier severidad aparente. No tendr�a ninguno en una carrera cristiana sin contar el costo y mostrar una disposici�n sincera a obedecer. Fe d�bil, si es genuina, nunca se neg� a bendecir. Hipocres�a, ilusi�n, despiadadamente desenmascarado; pero buscadores temblorosos sonri� con aliento divino. �Por qu� desconfiar ahora de su magnanimidad? �Por qu� temer un rechazo despectivo de sus oraciones y servicio?

IV. CRISTO CONSIDERA EN TODAS LAS COSAS LA GLORIA DE DIOS. Tenga en cuenta su referencia constante a la voluntad del Padre. �l predic� que los malentendidos respecto a Dios podr�an aclararse. Alivi� y aplaudi� el sufrimiento para que pudieran conocer y alabar la misericordia de Dios. Dio su vida para que la sombra oscura de la culpa humana ya no eclipsara la gloria del gobierno divino. El fin llega, cuando Cristo entregar� el reino al Padre, habiendo sometido todas las cosas a Dios. Y a trav�s de �l, el mismo principio acciona a sus disc�pulos. Son los hombres los que tienen un fin noble a la vista que pueden elevarse por encima de mezquinas mezquindades y celos, sin preocuparse m�s por el rango y el poder personal, contentos de ser humillados si de ese modo el reino de Dios puede avanzar. El celo de la casa de Dios consume el "yo" carnal, cari�oso y envidioso, y sustituye una llamarada de pura y cari�osa solicitud por Dios y el hombre. Sin duda, hay estaciones en las que se debe afirmar la dignidad individual; no hay estaci�n en la que no est� en su lugar para considerar la gloria de Dios. Esa gloria incluye nuestro propio bien supremo. No es o�do de Juggernaut pisotear a los devotos; cualquier contradicci�n es superficial, simplemente, y en la vida futura se ver� una reconciliaci�n duradera establecida entre la satisfacci�n del hombre y la autoridad de su Hacedor. � S.R.A.

Romanos 15:13

La esperanza rez� por.

El sentido de un pasaje es m�s claro si se determina la conexi�n con el contexto. La versi�n revisada, al traducir la misma palabra ra�z de la misma manera, permite al lector retomar el hilo del pensamiento del duod�cimo verso. Los invitados presentados al mismo anfitri�n se colocan en t�rminos de comuni�n entre ellos. As�, Jes�s y los gentiles hab�an sido recibidos por Jesucristo, en quien la veracidad de Dios hacia los jud�os hab�a sido confirmada, y su misericordia mostrada hacia los gentiles. As�, ambos podr�an unirse para alabar a Dios, como lo hab�an predicho la Ley, los Salmos y los profetas. "En �l esperar�n los gentiles". Y esto lleva al ap�stol a pronunciar la s�plica del texto.

I. EL T�TULO DADO A DIOS. "El Dios de la esperanza". Los nombres de Dios en las Escrituras enfatizan su personalidad y su relaci�n cercana con sus criaturas m�s que cualquier designaci�n en filosof�a o mitolog�a. �l ha establecido un plan de salvaci�n que es la garant�a sustancial de esperanza, y, adem�s de esta provisi�n objetiva, �l mismo inspira esperanza subjetivamente en su pueblo. El otorgamiento de toda gracia se le atribuye. Naturalmente, el ap�stol, en su ansiedad por la esperanza de los cristianos, invoca una bendici�n del Dios de la esperanza. Nuestras oraciones est�n dise�adas de acuerdo con nuestra concepci�n del Oyente de la oraci�n. La esperanza se refiere a dos cosas: lo que deseamos y lo que anticipamos. Cuando alguna de estas caracter�sticas est� ausente, la esperanza falla. Y no debemos imaginar que la esperanza nos pertenece solo a nosotros, seres limitados; porque, para el ojo omnisciente, el futuro es visible, Dios, como nosotros, tiene expectativas confiadas. �l tambi�n acoge con benepl�cito la era en que sus justos dominios no ser�n contaminados con pecado. Est� tan encantado con la perspectiva de la gracia triunfante como cualquiera de nosotros. Si nos preguntamos por qu� el per�odo no se acelera, la soluci�n se encuentra en la naturaleza del hombre. Para vencer por la fuerza el poder de resistencia del hombre ser�a destruir la planta en el momento de su floraci�n, o aplastar al ahogamiento en el mismo acto de rescate. Los trofeos de la redenci�n deben ser monumentos de persuasi�n moral. El reino no se extiende por la espada y las prendas enrolladas en sangre, sino por el encendido del combustible del amor en el coraz�n del hombre. �Qu� idea de la paciencia del Todopoderoso se presenta en la mir�ada de �pocas a trav�s de las cuales esta tierra se ha preparado lentamente para la residencia del hombre! Somos como ni�os, que no pueden esperar alegremente la pr�xima fiesta; nos desanimamos si el carro se demora.

II EL ORADOR. "Te llena de alegr�a y paz al creer". Podemos buscar legalmente, no solo obedecer los preceptos, sino disfrutar de las comodidades del evangelio. Es cierto que el ideal del evangelio es la bendici�n m�s que la felicidad; sin embargo, su intenci�n es traer serenidad y alegr�a presentes, no dejarnos toda nuestra vida temblando de dudas. Es un remedio para los males presentes, un anticipo de la felicidad venidera. La paz y la alegr�a son virtudes; No hay m�rito asociado a la inquietud y la tristeza. La fe es la base de la paz y la alegr�a, o el instrumento a trav�s del cual Dios comunica estas bendiciones. "En creer" se pone para toda la conducta cristiana. Espere paz y alegr�a mientras se aferra al mensaje que le transmiti� alegre tranquilidad al principio, mientras recuerda las obligaciones y participa de los privilegios del evangelio. Sin fe, la alegr�a y la paz no pueden entrar m�s en el alma que el hambre y la sed se pueden aliviar sin comer ni beber. La fe crece con el ejercicio, se eleva en la experiencia como la enredadera. No es honorable cuestionar para siempre la credibilidad de Cristo. Faith llama a la puerta y gana entrada en la mansi�n de la luz y la canci�n; La incredulidad examina la puerta y cuestiona los recursos del palacio. Cuando se cuestiona nuestro derecho a nuestra herencia, podemos examinar nuevamente los t�tulos de propiedad; pero no es en los tribunales de justicia donde aprendemos a valorar nuestras posesiones. La oraci�n del texto ense�a a no descansar contento con escasos suministros. �Qu� exuberante el lenguaje del ap�stol! "Llenarte de toda paz", etc. Hay alegr�a de todo tipo que surge del servicio y la comuni�n: alegr�a intelectual y emocional; alegr�a en nuestro propio avance y en los l�mites cada vez m�s amplios del reino de Cristo. Somos demasiado aptos para hundirnos en un cierto nivel de monoton�a. Nuestro curso es circular, rara vez en espiral llegando hacia arriba.

III. EL FINAL A LA VISTA. "Para que abundes en esperanza". Aqu� nuevamente vemos la vehemencia espiritual del ap�stol. Sab�a que todo creyente gentil guardaba esperanza; pero �l tendr�a esta esperanza de abundar en cada temporada, bajo cualquier circunstancia. Algunos cristianos, como los p�jaros en un eclipse de sol, est�n seguros de que las sombras son de noche. Ahora, el cristiano que es rico en paz y alegr�a no puede evitar razonar desde el presente hasta el futuro; Su �xtasis ti�e cada nube con tonos rosados. Es joven en esp�ritu, vive en un

"... infancia de maravilla y esperanza, promesa actual y riqueza del futuro m�s all� del alcance de la vista".

La esperanza est� impresa en su semblante, irradia de cada acci�n. La edad avanzada lo acerca al sol occidental; hay una rica madurez de gloria de cosecha. Dos viejos, iguales en todo lo dem�s, pero en posesi�n de esta expectativa boyante, son realmente anchos como los polos. El que lamenta haber visto lo mejor de sus d�as; el otro tiene algo mejor que lo mejor para lo que prepararse. La esperanza cristiana se basa en un objeto excelente, descansa sobre una base estable, produce una alegr�a purificadora y elevadora. La esperanza deseada para los romanos era una esperanza colectiva, que se fomentara como un consuelo y una fortaleza comunes. Solo viviendo en armon�a podr�a producir sus propios frutos. No debe haber p�nico entre los seguidores de Cristo, de ah� la importancia de la oraci�n.

IV. LA CONDICI�N EXPRESADA. "Por el poder del Esp�ritu Santo". La condici�n humana era "creer"; Lo Divino es la energ�a del Esp�ritu. Y dado que �l habita en los creyentes, su ayuda seguramente puede ser contada. Esta esperanza, por lo tanto, no est� pintada en agua ni escrita en polvo. No depende tanto de nuestros razonamientos o luchas como de esa vida de Dios, que es la respuesta a todas las s�plicas y excusas del hombre. �l dice: "Soy d�bil, no puedo". Dios dice: "Derramar� mi Esp�ritu sobre ti". �Cu�n vasta es la diferencia entre los disc�pulos aburridos y t�midos y los mismos cuando est�n "llenos del Esp�ritu": entusiastas, vigorosos, listos para predicar y tomar alegremente el bot�n de sus personas y propiedades! Que nuestro grito sea: "�Ven, Santo Sprat, ven. Respira sobre nuestros escalofr�os invernales, dispersa nuestra oscuridad, eleva nuestro plano de pensamiento y sentimiento!".

Romanos 15:27

Deudas pagadas de forma placentera.

Los lazos formados por la recepci�n del evangelio exhibieron el poder expulsivo de un nuevo afecto para expulsar los celos y antipat�as nacionales. Los macedonios y los aqueos se unieron en solicitud por sus indigentes creyentes en Jerusal�n y en un esfuerzo activo por enviarles ayuda. M�s fuertes que los lazos de parentesco y raza fueron los nuevos sentimientos de atracci�n mutuos a trav�s de su relaci�n con el �nico Salvador.

I. CADA BENEFICIO RECIBIDO NOS PONE BAJO UNA OBLIGACI�N A NUESTROS BENEFACTORES. Como administradores del evangelio, los santos en Judea hab�an traicionado su confianza si el silencio culpable imped�a que sus labios comunicaran al mundo la panacea revelada por los humanos. Pero este hecho no liber� a los griegos del endeudamiento con las Iglesias que, reconociendo su responsabilidad, les hab�an enviado el mensaje de la vida. Cualquiera que sea la raz�n que nos ha proporcionado alguna bondad o favor, la gratitud nos incumbe. No reconocerlo traiciona la bajeza del alma. Y los mayores beneficios son aquellos relacionados con nuestro bienestar espiritual. Estos son m�s nobles, m�s satisfactorios, m�s duraderos que cualquier tesoro de oro o m�rmol, cualquier apaciguamiento del hambre temporal o la desnudez, o cualquier rescate de la angustia o peligro terrenal. El conocimiento, el consuelo, el est�mulo que imparte un misionero, un maestro o un pastor tienen un valor incomparable. �Es sorprendente que, a cambio de los dones espirituales, los hombres otorguen sus cosas carnales? Los que claman por un ministerio barato muestran una lamentable apreciaci�n de las riquezas de Cristo. El retorno que nuestro Se�or exige para su propio sacrificio es que sus siervos y hermanos sean tratados y socorridos honorablemente. Todav�a mira a su pobre; de ah� nuestras colecciones en la Cena del Se�or.

II PARA LOS CORRECTOS, LA DESCARGA DE TAL OBLIGACI�N ES UNA FUENTE DE PLACER. No para deshacerse de ning�n sentido de responsabilidad; esto ser�a malo, incluso si es posible; pero nos alegra la oportunidad de certificar visiblemente nuestra gratitud. La expresi�n externa de cualquier sentimiento interno es una delicia. Una emoci�n generosa ministra una alegr�a pura, que siempre busca formas y medios de demostraci�n. El recuerdo del don de Cristo de s� mismo para nosotros nos impulsa a buscar objetos dignos, almas necesitadas sobre quienes el manto de la caridad pueda caer adecuadamente. "Se volvi� pobre por nosotros". La falta de inclinaci�n a dar generosamente se derrite bajo el impulso del amor Divino. Los hombres que renuevan las demandas del recaudador de impuestos contribuir�n voluntaria y alegremente a la difusi�n de la verdad cristiana.

"Los pobres m�s pobres Largos por unos momentos en una vida cansada Cuando pueden saber y sentir que han sido ellos mismos, los padres y los traficantes de algunas peque�as bendiciones; han sido amables con la bondad necesaria; por esta �nica causa, que tenemos todos nosotros un coraz�n humano ".

Ese es el oficio de la religi�n para hacer que la severa cara del deber se convierta en una sonrisa. La tarea florece en alegr�a; Un acto amable lleva a una mayor y mayor benevolencia.

III. LA NATURALEZA Y EL ALCANCE DEL REQUISITO DEBEN SER MEDIDOS POR NUESTROS RECURSOS Y LOS DESEOS DE OTROS. Dios provee a su familia por la interdependencia mutua y la asistencia de los miembros de la misma. Mientras que la competencia ilimitada y la supervivencia de los m�s fuertes tienden a hacer que la vida sea la batalla del infierno, la ayuda sin restricciones bendice a todos los corazones y alabar. La ley cristiana de la oferta y la demanda est� dise�ada para corregir las lesiones y complementar las deficiencias de la econom�a pol�tica cerrada. El poder es, correctamente entendido, una capacidad de ayuda, no un arma de destrucci�n para los d�biles. Los hombres de ocio pueden visitar a los enfermos y sufrientes; los ricos tienen la capacidad de aliviar a los necesitados; y los cultos pueden otorgar a otros los resultados de su diligencia mental. "Tal como te lo he dado yo". "Se acepta de acuerdo a lo que un hombre tiene". Como el mundo es un gran mercado abastecido por todas las tierras, la angustia especial de un pa�s atrae a todos por ayuda. "No lo hacemos bien, si este es un d�a de buenas noticias, y mantenemos la paz". - S.R.A.

Romanos 15:29

Una visita prometida.

Una gran escritora en su prefacio a una historia de Florencia retrata a un habitante que vuelve a visitar su ciudad despu�s de cuatro siglos. �l nota muchos cambios. Las torres y las paredes se han ido; se plantean diferentes preguntas en comercio, becas y pol�tica; Se usan prendas de textura y forma alteradas. Pero como la luz del sol y las sombras son las mismas, el amanecer todav�a se abre sobre los ni�os rosados ??que duermen y los trabajadores duros que se levantan a su trabajo; los mismos cantos se cantan en las iglesias, y los rostros de los fieles todav�a se vuelven a la misma imagen de angustia divina para un fin ben�fico. Al igual que los cursos de los r�os que dan forma a la vida de los hombres, esas otras corrientes que fluyen y fluyen en los corazones humanos apenas se han alterado, pulsando a las mismas necesidades, los mismos grandes amores y terrores. Las caracter�sticas generales del panorama moral no se alteran. Es esta semejanza esencial de la suerte humana lo que presta a la Biblia un inter�s perenne. Tenemos la misma batalla que luchar, la misma necesidad de sabidur�a divinamente instruida y armas divinamente restauradas. Estamos haciendo el mismo viaje que los antiguos h�roes, y compartimos sus perplejidades y convicciones.

I. UN LARGO INTENSO. El ap�stol frecuentemente alud�a a su deseo de visitar Roma y ver a los hermanos all�. Aquila y Priscilla a menudo debieron conversar con �l respetando la famosa ciudad y la gran afluencia de extra�os a los que se pod�a presenciar all� continuamente. El ap�stol ten�a grandes esperanzas encendidas en su pecho, pensando en la metr�poli como el "p�lpito" del mundo. Las palabras de un orador en medio de las siete colinas, como la fe de los disc�pulos all�, ser�an anunciadas en todas partes del mundo. Despu�s de algunos a�os, el ap�stol resolvi� llevar a cabo su deseo (ver Hechos 19:1). Esta ep�stola ofrece explicaciones de las circunstancias que hasta ahora hab�an impedido la realizaci�n del deseo. Aqu� hay una lecci�n de sumisi�n paciente a la gu�a de Dios. Mientras que las puertas de entrada y expresi�n se abr�an en el Este, y los gentiles se volv�an obedientes de palabra y obra, el Esp�ritu Santo claramente significaba que los campos tan maduros para la hoz no deben ser abandonados. Tenga cuidado con aquellos impacientes por otra esfera de trabajo para que, por alg�n impulso ardiente, descuiden los cultivos listos para las manos del segador. El alcance m�s amplio se puede presentar a continuaci�n. Tambi�n aprendemos el m�todo misionero del ap�stol. Le gustaba no construir sobre los cimientos de otro. Eligi� de dos regiones, la m�s parecida al barbecho. Le encantaba evangelizar en lugar de hacer proselitismo, y si bien el territorio desocupado estaba cerca, no parec�a correcto visitar una Iglesia donde ya se hab�a proclamado a Cristo. Es motivo de agradecimiento que las denominaciones y las sociedades misioneras est�n comenzando a reconocer el mal y el pecado de las agencias y distritos superpuestos. Note la justificaci�n del ap�stol de su deseo de ver Roma. Ten�a la intenci�n de que no fuera su t�rmino, sino un lugar de descanso temporal y un punto de partida para futuras excursiones. Su ansiosa visi�n contemplaba las iglesias que se alzaban en los l�mites occidentales m�s lejanos de Europa, su o�do captaba los sonidos de la oraci�n y la alabanza que pronto ascender�a de los pa�ses degradados por la superstici�n y el vicio. Las victorias ganadas sobre Satan�s en Asia Menor y Grecia esperaba repetir en Italia y Espa�a. Quiz�s proyect� giras por Francia, ya que para este guerrero cristiano, como para Alejandro de Macedonia, no podr�a haber descanso mientras existieran reinos, si no se conquistaran, al menos sin destruir. �Oh, por m�s de este esp�ritu cruzado, esta santa ambici�n!

II UNA INCERTIDUMBRE en cuanto al momento de la visita esperada. "Cuando yo venga." No parec�a haber ninguna raz�n por la cual Pablo no deber�a ir a Roma inmediatamente despu�s de la fiesta pentecostal en Jerusal�n. Pero vio surgir una nube que conten�a los materiales para una tormenta, aunque no pod�a prever de qu� manera explotar�a o si no pasar�a. Conoc�a la vigilancia vengativa de "los que no cre�an en Judea", enemigos que nunca perdonaron su deserci�n de su causa. La historia en los Hechos cuenta c�mo sus sospechas fueron confirmadas por las predicciones de Agabo, y c�mo el ap�stol cediendo a la excesiva precauci�n de los santos proporcion� una ocasi�n para la furia de los jud�os fan�ticos. El encarcelamiento y el naufragio segu�an el curso del ap�stol, y cuando finalmente su deseo de visitar la metr�poli fue satisfecho, entr� como prisionero con la perspectiva de un cautiverio agotador. �Cu�n extra�amente lo esperado difer�a de lo real! Tampoco es de ninguna manera raro encontrar el fruto de nuestras esperanzas acompa�adas con mucho m�s que el entorno brillante imaginado por el ambiente. Se ejecutan los planes, se construyen los castillos proyectados, se garantiza el rango, se obtiene el hogar, pero los acompa�amientos var�an en total de los anticipados. A veces hemos preguntado ego�stamente, y la copa solicitada ha tenido una poci�n amarga. Sin embargo, el cristiano puede decir con confianza: "H�gase la voluntad del Se�or". Hay momentos en que nuestro Maestro conduce a sus sirvientes a prop�sito a trav�s de inundaciones y llamas. Entonces sea nuestro como Paul aceptar el puesto de honor y valientemente hacer lo mejor que podamos.

III. UNA GARANT�A COMPLETA de que su llegada estar�a llena de bien. "S� que vendr� en la plenitud de la bendici�n de Cristo".

1. Entrar�a a la ciudad como mensajero de Cristo. No con fines de placer y turismo, sino como portador de noticias sagradas, en cualquier caso se acercar�a a Roma. A lo largo de la V�a Apia, muchos generales de renombre regresaron cargados con el bot�n del conflicto, muchos oradores y fil�sofos hab�an pasado por las puertas, pero ninguno m�s honrado por la posteridad que este siervo de Cristo. Cuando buscamos nuestros propios fines, podemos dudar de un convoy celestial, pero cuando buscamos las cosas de Cristo, el embajador de Cristo ser� tratado como tal.

2. No pod�a concebir la ausencia de ese poder espiritual que hasta ahora lo hab�a atendido. "He aqu� que siempre estoy contigo", fue la promesa. Al igual que Jos� en la casa de Potifar, y el arca en la casa de Obed-Edom, un verdadero hombre de Dios trae una bendici�n donde se hospeda. �Qui�n debe separar al ap�stol del amor y el equipo de su Se�or? Confiar en esto no es presunci�n, sino confianza que honra a Dios.

3. Ninguna medida escasa de dones espirituales fue satisfecha o esperada por este devoto trabajador. Mencion� poco las lenguas y la curaci�n, las funciones sacerdotales y las manifestaciones intelectuales; mir� la bendici�n que hace infinitamente, alegremente rico; ese conocimiento, proclamaci�n y pr�ctica del evangelio que da fruto para la vida eterna. Junto a la presencia del Se�or mismo, el advenimiento de un ministro fiel aprovecha nuestras reuniones. �Con qu� deleite, como miembros de una familia separados hace mucho tiempo, estos cristianos primitivos conferir�an el tema sagrado de la nueva fe! Que nuestra ansiedad no sea malgastar el tiempo en chismes ociosos, sino hacernos m�s sabios y mejores para la reuni�n. Si con mayor frecuencia esper�ramos estaciones en las que, como el r�o Jord�n en la �poca de la cosecha, nuestros corazones se llenen hasta desbordarse, el testimonio con mayor frecuencia nos alegrar�a: "Fue bueno estar all�". Prepare los vasos para la plenitud de la bendici�n que solo puede desterrar la pobreza y la debilidad del esp�ritu. Esta convicci�n no impidi� al ap�stol solicitar las oraciones de la Iglesia para el cumplimiento de su amado proyecto. Para nuestra miope raz�n, es innecesario orar al Padre que ordena todo correctamente. Pero nuestra conclusi�n se basa en premisas demasiado limitadas; Hay otros fines servidos por la oraci�n. Respeta los planes del Todopoderoso y el car�cter de sus criaturas. La oraci�n es una de las leyes del reino, y "la oraci�n eficaz y ferviente vale mucho". - S.R.A.

HOMILIAS POR R.M. EDGAR

Romanos 15:1

El deber cristiano de complacer a nuestro pr�jimo.

Despu�s de haber aconsejado a los fuertes que difieran lo m�s posible a las conciencias de los d�biles, el ap�stol contin�a el tema en los trece vers�culos que tenemos ante nosotros. Insta como el principio de la vida cristiana, no complacer a s� mismo, sino complacer al pr�jimo. �l limita esto, por supuesto, por la condici�n de edificaci�n. En resumen, un cristiano debe ser un personaje p�blico, regulando su vida por los intereses espirituales de todos a su alrededor. A este respecto, seguir� a Cristo.

I. EL PLACER DE OTROS, NO EL PLACER DE NOSOTROS MISMOS, DEBE SER LA REGLA DE NUESTRA VIDA CRISTIANA. AHORA, esto no significa:

1. La caza de popularidad. Porque esto es asegurar un fin ego�sta mediante la satisfacci�n de nuestros vecinos. Es autocomplaciente en una forma sutil y enga�osa. Se complace a s� mismo, a pesar de que puede implicar la degradaci�n de nuestro pr�jimo. Y significa:

2. La conciliaci�n e incluso el humor de nuestro vecino con miras a su edificaci�n. Este es el verdadero amor, que hace todo lo posible para servir y edificar a un vecino. Lo soportaremos, incluso lo humorizaremos, con el extremo desinteresado de asegurar su edificaci�n. Es la esencia misma del servicio p�blico. �Qu� contraste presenta al ego�sta que, por desgracia! �contin�a entre los hombres bajo el nombre de servicios p�blicos!

II EN ESTE LEVANTAMIENTO DE NUESTROS SIGUIENTES, SEREMOS FORTALECIDOS MIRANDO A CRISTO. Porque todo el esp�ritu del ministerio de nuestro Maestro consist�a en complacer a los �teres y no a �l mismo. No, de hecho, los hombres entendieron su plan. Al principio, el evangelio no parece promover el placer de los hombres. Humilla, los rompe, exige ternura penitencial; pero asegura la paz a trav�s del perd�n y la alegr�a que viene al creer. Los sufrimientos de nuestro Se�or fueron consecuentemente a largo plazo con miras al placer real y permanente de los hombres. Y por eso los levantaba constantemente, hasta donde le permit�an. Su misma crucifixi�n fue complacer a los dem�s y asegurar su edificaci�n. Una visi�n amplia de la historia de Cristo, por lo tanto, muestra que ha sido un placer para los dem�s, no para s� mismo. Se convirti� en un sirviente de la circuncisi�n para que los jud�os pudieran ser llevados a la paz y al gozo; se convirti� en el Salvador y, por lo tanto, en la alegr�a de los gentiles. En ambos aspectos, complac�a y edificaba a los dem�s, no complaci�ndose a s� mismo. Su vida de sacrificio se convierte as� en la fuente del servicio p�blico.

III. EL EVANGELIO AS� SE DISTINGUE DE LA ENSE�ANZA UTILITARIA. Porque en lugar de indicarnos que regulemos nuestra conducta complaci�ndonos a nosotros mismos, que en el fondo es el principio utilitario, nos dirige a complacer a nuestro pr�jimo para la edificaci�n, y en el esp�ritu de Cristo. Tampoco agradamos a nuestro pr�jimo para asegurar la comodidad personal; En �ltima instancia, esto puede darse en el trato, pero seguramente se perder� si llegamos a nuestro fin. "Un gran poeta y fil�sofo alem�n", dice el Dr. Martineau, "era aficionado a definir la religi�n como una reverencia a los seres inferiores. La definici�n es parad�jica; pero aunque no expresa la esencia de la religi�n, seguramente designa a uno de sus efectos. Es verdad, no podr�a haber reverencia por las naturalezas inferiores, si no hubiera, para empezar, el reconocimiento de una Mente Suprema, pero en el momento en que existe el reconocimiento, ciertamente miramos todo lo que hay debajo con un ojo diferente. se convierte en un objeto, no solo de piedad y protecci�n, sino de respeto sagrado, y nuestra simpat�a, que hab�a sido la de una criatura humana, se convierte en la ayuda deferente de un trabajador devoto de la voluntad de Dios. Y as�, el servicio amoroso de los d�biles y los que quieren es una parte esencial de la disciplina de la vida cristiana. Alguna asociaci�n habitual con los pobres, los dependientes, los tristes, es una fuente indispensable de los elementos m�s elevados del car�cter ". � �

IV. UN ESP�RITU FLOTANTE Y ESPERANTE DEBE SER NUESTRO EN TODA NUESTRA OBRA P�BLICA. Porque es "el Dios de la esperanza" con quien tenemos que ver. Y la humanidad est� siendo elevada por el esp�ritu cristiano de servicio. Y grandes cosas est�n reservadas para la tierra. La paz, la alegr�a, la esperanza, en consecuencia, deben caracterizar a todo aquel que nombra el nombre de Jes�s y profesa seguirlo en el servicio. �Dios nos lo conceda a todos! �R.M.E.

Romanos 15:14

El programa del ap�stol.

Las porciones did�cticas y exhortatorias de la Ep�stola han terminado, y solo quedan algunas explicaciones personales y saludos. No necesitan detenernos por mucho tiempo. Y aqu� tenemos

I. LAS RAZONES DE PABLO PARA ESCRIBIR A LOS ROMANOS. ( Romanos 15:14.) No es porque la Iglesia en Roma sea deficiente en conocimiento o poder de predicaci�n. La lista del �ltimo cap�tulo muestra cu�ntos hombres y mujeres capaces compusieron la Iglesia. Pero la raz�n es:

1. Porque Pablo es ap�stol de los gentiles. La Iglesia en Roma deber�a disfrutar de su cuidado al igual que los otros gentiles. La �nica diferencia es que en este caso no ha sido el pionero, como lo hab�a sido en muchas otras iglesias gentiles. Y con respecto a este apostolado, tiene cuidado de hablar de:

(1) Su car�cter sagrado. �l no solo ha sido ministro de Jesucristo (??????????), sino que tambi�n ha estado "haciendo el servicio sagrado" (????????????) en el asunto del evangelio de Dios, para que los gentiles puedan prepararse como una ofrenda. Es un oficio preeminentemente santo que el ap�stol ha estado ejerciendo.

(2) Los medios empleados han sido el evangelio de Dios. Pablo llev� "buenas noticias" de Dios a los gentiles, y esta espl�ndida ep�stola muestra cu�n completo fue el mensaje que trajo. Luego:

(3) Su fin era que los gentiles se convirtieran en una ofrenda aceptable. La consagraci�n es el gran prop�sito de la salvaci�n, hacerlos obedientes en palabra y obra y dedicados en coraz�n y vida a la gloria de Dios.

(4) Ha tenido un amplio �xito en su empresa. Se�ales y maravillas han sido forjadas por el poder del Esp�ritu de Dios alrededor de un gran distrito del mundo pagano.

2. Pero al haber sido impedido hasta ahora por los trastes que ven�an a Roma, �l les explica esta Ep�stola. Es una muestra del ap�stol inevitablemente ausente que escribe la Ep�stola.

II DIBUJA SU PROGRAMA PARA ELLOS. ( Romanos 15:22.) Y primero tiene que subir de Corinto con dinero para los pobres santos de la Iglesia madre en Jerusal�n. De esa Iglesia, el evangelio ha venido a los gentiles, y es razonable que ahora haya un retorno en el momento de su necesidad. Se espera un retorno en las cosas carnales despu�s de la recepci�n de las cosas espirituales. Espera que cuando haya terminado este servicio en Jerusal�n, venga por Roma a Espa�a. Esperaba hacer su advenimiento a Roma como un hombre libre; no pens� entonces que ser�a como un prisionero.

III. ES CIERTO QUE VENDR� COMO BENDICI�N A ELLOS. ( Romanos 15:29.) Se inspira con la certeza moral de que su advenimiento no ser� en vano. Es tal garant�a de bendici�n a trav�s de nosotros que deber�a animar a cada trabajador para el Maestro. Roma sentir�a los efectos de la visita de Pablo por a�os. Y as� fue.

IV. SOLICITUD DE PABLO DE INTERCESI�N. ( Romanos 15:30.) Su seguridad de bendici�n, en lugar de minimizar, solo intensific� su oraci�n y lo llev� a pedirle a otros que intercedieran por �l. Y aqu� notamos:

1. El fundamento de la solicitud. Es "por el amor del Se�or Jesucristo y por el amor del Esp�ritu". Por todo lo que Cristo ha sido para ellos y el Esp�ritu ha estado con ellos y en ellos, les pide que intercedan.

2. El fondo de la solicitud. Por la liberaci�n de los no creyentes en Judea, por la aceptaci�n entre los santos pobres, y por un alegre y refrescante advenimiento a Roma. De estos, los dos �ltimos fueron respondidos y el primero fue denegado. Sin embargo, su aprehensi�n por los incr�dulos fue anulada por un gran bien espiritual.

V. LA BENEDICCI�N. ( Romanos 15:33.) Se le pide al Dios de la paz, el gran Pacificador, que est� con ellos, convirti�ndolos en una Iglesia pac�fica y feliz en Roma. Es un mensaje de paz que trae un ap�stol. � R.M.E.

Información bibliográfica
Exell, Joseph S; Spence-Jones, Henry Donald Maurice. "Comentario sobre Romans 15". Los Comentarios del Púlpito. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/tpc/romans-15.html. 1897.
 
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