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1 Timoteo 6

Comentario de Kelly sobre los libros de la BibliaComentario de Kelly

Versículos 1-21

1 Timoteo 1:1-20 . Entramos ahora en las comunicaciones confidenciales del ap�stol a algunos de sus colaboradores, y esta noche en las ep�stolas a Timoteo. Los dos tienen mucho en com�n, pero tambi�n tienen no poco que los distinga. La primera ep�stola se caracteriza por establecer el orden que llega a ser tanto los individuos como la iglesia de Dios vistos como Su casa.

Descubriremos, conf�o, cu�n notablemente su cuidado por el orden moral piadoso, que desciende a la familia, a las relaciones de hijos y padres, de sirvientes y amos, de hombres y mujeres, tambi�n est� ligado a algunas de las principales doctrinas. de la ep�stola. Al mismo tiempo, si bien esto pertenece m�s particularmente a la primera ep�stola, hay una expresi�n llamativa que nos encontramos en el mismo umbral, y pertenece no solo a estas dos ep�stolas, sino tambi�n a la dirigida a Tito.

Dios no es considerado aqu� como nuestro Padre, sino como nuestro Dios Salvador. No tenemos en armon�a con esto ninguno de los privilegios especiales de la familia de Dios. Las relaciones que tenemos ante nosotros visten de otro car�cter. Por lo tanto, no tenemos nada en absoluto sobre el cuerpo de Cristo; no volvemos a saber de la novia del Cordero en ninguna parte; sino lo que corresponde a Dios como Salvador. No es Cristo nuestro Salvador, aunque, por supuesto, lo es; pero hay una verdad m�s amplia presionada incluso de Dios nuestro Salvador, y del Se�or Jesucristo.

Esto prepara para mucho de lo que encontraremos. Dios, como un Dios Salvador, ciertamente est� en contraste con Sus tratos bajo la ley o en el gobierno. Sin embargo, incluye tambi�n Su cuidado preservador, que se extiende mucho m�s all� de los creyentes, aunque muy especialmente hacia los creyentes. Abarca tambi�n lo que es mucho m�s profundo que el cuidado presidencial, incluso la salvaci�n que est� en curso de realizaci�n por medio de Cristo.

no digo cumplido; porque la salvaci�n aqu�, como en todas partes, no debe limitarse simplemente a la redenci�n, sino que se manifiesta en los resultados de esa obra poderosa en la cruz, por la cual el alma es guardada durante todo el camino a trav�s del desierto, y el cuerpo de humillaci�n es transformado en la semejanza del cuerpo glorioso del Se�or.

En consecuencia, Pablo se presenta a s� mismo como el "ap�stol de Jesucristo por mandato de Dios". La autoridad tiene un lugar importante en estas ep�stolas; por lo que el ap�stol muestra que no fue su escrito a su hijo Timoteo en este respecto sin el Se�or. No fue meramente amor, no fue simplemente que el Esp�ritu de Dios lo capacit� para suplir la necesidad, sino que �l se llama a s� mismo en ello el "ap�stol de Jesucristo por mandato de Dios nuestro Salvador, y Cristo Jes�s, nuestra esperanza; a Timoteo , mi verdadero hijo en la fe: gracia, misericordia y paz", etc.

Otro rasgo de estas ep�stolas nos encuentra en el lugar que se da a la misericordia. No me refiero ahora simplemente a lo que se ha observado a menudo en la introducci�n; pero encontraremos que la misericordia est� forjada en los tejidos y la sustancia de la ep�stola. La misericordia supone la necesidad, las necesidades constantes, las dificultades, los peligros, de los santos de Dios. Supone tambi�n que Dios est� actuando en amor, y en plena vista de estas dificultades.

Por lo tanto, encontramos que, mientras hay un cuidado celoso, tambi�n hay una ternura notable, que aparece de vez en cuando, en estas ep�stolas; y esto es justo y hermoso en su tiempo. El ap�stol estaba llegando al final de su carrera, y (aunque todos estaban inspirados, y �l era una joya rara incluso entre los ap�stoles) hay, estoy persuadido, una evidencia de un tono m�s adecuado a las crecientes pruebas y necesidades de los santos de Dios; una ternura hacia los que eran fieles y probados, que es mucho m�s manifiesta aqu� que en las ep�stolas anteriores.

No digo que todo no fue en su debido tiempo y medida, pero bien podemos entenderlo. Como un fiel servidor, hab�a estado durante muchos a�os no solo liderando, sino tambi�n compartiendo lo m�s duro de la lucha, y hab�a atravesado peligros tales que hab�an dejado atr�s a muchos de sus compa�eros. La verg�enza, las aflicciones, las persecuciones, las tentaciones de Satan�s tambi�n, hab�an apartado a algunos que hab�an estado en las primeras filas de la antig�edad. Ahora se qued� con relativamente pocos de los rostros familiares de aquellos a quienes hab�a amado y trabajado durante tanto tiempo.

F�cilmente podemos entender, entonces, cu�n calculadas fueron tales circunstancias para sacar la expresi�n de un amor que siempre estuvo ah�, pero que ser�a expresado de una manera m�s hermosa y adecuada en tal coyuntura de circunstancias. Esto lo encontraremos en estas ep�stolas. Le escribe a Timoteo como su hijo genuino; no es en absoluto la forma habitual en las ep�stolas anteriores. Era su Betania. Aqu� y ahora estaba la apertura de ese coraz�n reprimido durante tanto tiempo.

Al mismo tiempo, tambi�n estaba encomendando una importante comisi�n a uno que hab�a sido levantado por Dios con ese prop�sito, que era comparativamente joven, y que pronto tendr�a que abrirse camino sin la simpat�a y el semblante de alguien que hab�a sido tan bendecido para a �l. Por eso dice aqu�: "Gracia, misericordia y paz". Sinti� su necesidad, pero ciertamente la misericordia de Dios no faltaba, sino rica y pronta a fluir. "Gracia, misericordia y paz, de Dios nuestro Padre y de Jesucristo nuestro Se�or.

Como te supliqu� que te quedaras todav�a en �feso, cuando. Me fui a Macedonia". Vemos el amor que incluso un ap�stol adopta hacia su hijo en la fe. No fue en absoluto una palabra perentoria, aunque llena de ferviente deseo por la obra del Se�or. �l desea que Timoteo se quede, "para que podr�as mandar a algunos que no sean maestros de otra doctrina, ni que presten atenci�n a f�bulas y genealog�as sin fin, que administran preguntas, en lugar de la administraci�n de Dios* que es en la fe�.

*La lectura verdadera, representada por (Cod. Sin.) y todos los dem�s unciales excepto el Clermont, y casi si no todos los manuscritos cursivos, es ??????????, dispensaci�n, en el sentido de administraci�n o mayordom�a. Incluso Matthaei se une al resto de cr�ticos, con la Pol�glota complutense, contra la ?????????? recibida, que considera un mero disparate de ? por ? por parte de los impresores de Erasmo.

Pero esto no da cuenta del lat�n, sir�aco (salvo m�s adelante), g�tico, etc.; aun suponiendo que ? fuera el desliz del escriba. Es evidente que la "edificaci�n" no es el punto en cuesti�n, sino el orden correcto de la casa de Dios, y esto en la fe. La evidencia interna es, por lo tanto, tan fuerte como la externa en cuanto a la lectura verdadera.

Luego explica cu�l era la naturaleza de este cargo. A menudo, me temo, "mandamiento" da al lector ingl�s una impresi�n equivocada. No digo que "mandamiento" no sea correcto, sino que la gente en la cristiandad recurre tan naturalmente a lo que llamamos los Diez Mandamientos, o las diez palabras de la ley, que cada vez que aparece la palabra "mandamiento", puede esperar muchos, incluso los hijos de Dios, que podr�an y deber�an saber mejor, volviendo de inmediato inconscientemente a la ley.

Pero esto estaba tan lejos de ser el pensamiento del escritor aqu�, que lo encontraremos en un momento desaprobando con la mayor fuerza todo ese sistema de ideas como un mal uso de la ley. Lo que el ap�stol quiere decir con el mandamiento es la acusaci�n que le estaba imponiendo a su hijo en la fe y colaborador Timoteo. El fin del cargo o mandamiento "es el amor procedente de un coraz�n puro, de buena conciencia y de fe no fingida.

"Era, de hecho, no meramente ese cargo que le estaba dando, sino que el cargo tocaba la verdad del evangelio; era el cuidado de la fe, el celo por la revelaci�n de Dios mismo, nuestro Salvador Dios en Cristo El fin de todo esto fue �el amor, la buena conciencia y la fe no fingida.� Y as� entonces, como ya se ha dicho, lejos de dejar la menor raz�n para que alguien perversamente confunda esto con la ley, el ap�stol se vuelve instant�neamente a eso. perversi�n de la ley, que es tan natural en el coraz�n del hombre.

�Algunos de los cuales, desvi�ndose, se desviaron a vanas palabrer�as, queriendo ser maestros de la ley, sin entender ni lo que dicen, ni lo que afirman;� y luego entre par�ntesis, como disponiendo de este asunto, muestra cu�l es el uso l�cito de la ley. No deb�an suponer que quer�a decir que Dios pod�a hacer cualquier cosa sin un uso real. As� como no hay criatura de Dios que no tenga su valor, ciertamente la ley de Dios tiene su propio campo de aplicaci�n y su propio uso propio. As� vindica a Dios en lo que ha dado, as� como despu�s en lo que ha hecho, y en ninguna parte encontramos esto tanto como en esta ep�stola.

Al mismo tiempo, es evidente que entrega la ley a lo que podemos llamar un uso comparativamente negativo. El uso de la ley es para condenar, para matar, para hacer frente al mal. Esto nunca podr�a ser la expresi�n completa de Dios. Sin duda, mantiene un testimonio del odio de Dios hacia el mal; los que son presuntuosos los deja sin excusa. Pero un cristiano, que toma la ley como regla de su propia vida, debe en primera instancia renunciar a su lugar como estar en Cristo, y abandonar esa justicia de Dios que �l es hecho en �l.

La ley no fue promulgada para el cristiano. No es, por supuesto, que ning�n cristiano pretenda deliberadamente tal locura; pero esto es realmente lo que implica el error. El principio mismo de tomar la ley por s� mismo es el abandono (sin saberlo ni pretenderlo) de toda su bendici�n en Cristo. Aplicarlo as� es ignorancia de la mente de Dios. Nunca fue dise�ado para tal prop�sito. Pero queda el uso l�cito de la ley.

No fue hecho para el justo, sino para el injusto. Claramente, lo que Satan�s pretend�a aqu� era poner a los santos bajo la ley. Pero el ap�stol no quiere o�r hablar de ella, trat�ndola simplemente como condenatoria de lo malo, y de ninguna manera ni el poder ni la regla de lo que es bueno para el creyente. "Sabiendo esto, que la ley no fue hecha para el justo, sino para los inicuos y desobedientes, para los imp�os y pecadores, para los imp�os y profanos, para los que hieren a los padres y a las madres, para los homicidas, para los fornicarios, para los que se contaminan con los hombres, con los ladrones de hombres, con los mentirosos, con los perjuros, y con cualquier otra cosa contraria a la sana doctrina".

Una frase de peso, y eminentemente caracter�stica tambi�n de estas ep�stolas. El tiempo era apropiado para ello. Los santos (especialmente en �feso) hab�an o�do muchas verdades celestiales. Tambi�n hubo un esfuerzo, como vemos, para corregir lo que se supon�a que era un defecto, en aquellos que viv�an del alimento celestial, al complementar su verdad con la ley. Pero todo esto est� mal, grita el ap�stol. Es una negaci�n involuntaria no solo de los cristianos, sino incluso de su lugar como hombres justos.

Muy diferente de esto es el principio verdadero y divino. Pero aqu� se introduce la "sana doctrina"; y veremos cu�n bellamente se aplica esto en la ep�stola en un punto posterior. Por un momento se limita a tocar el pensamiento saludable, luego pasa a uno m�s elevado. Hay en Cristo algo que se aparta enteramente de la naturaleza y lo pone a uno delante de Dios de acuerdo con todo lo que est� en su coraz�n, sus consejos de gloria para nosotros en Cristo.

De hecho, inmediatamente despu�s de esto llama a lo que predic� el "evangelio de la gloria" ("el evangelio glorioso", como se le llama en nuestra versi�n), "del Dios bendito". "Conforme al evangelio de la gloria del Dios bendito, que me fue encomendado". Se esfuerza mucho en mostrar que ninguna gloria que se revela en Cristo, ninguna bienaventuranza en nuestra limpieza total de la carne, ninguna liberaci�n del creyente ante Dios en Cristo Jes�s, menoscaba, sino que, por el contrario, da importancia a la "sana doctrina". ."

Por "sana doctrina" encontraremos que �l trae el mejor cuidado para las relaciones m�s peque�as de esta vida, como fluyendo de la gracia y la verdad de Dios. Esta es la verdadera guardia contra el abuso de la verdad celestial; no someter a las personas a la ley, lo cual es inevitable servidumbre y condenaci�n, que no trae gloria a Dios, ni poder ni santidad al hombre. Pero al mismo tiempo la verdad celestial, lejos de ser inconsistente, nunca resplandece tanto como cuando se ve en los m�s peque�os detalles del andar en el hogar, en la familia, en el oficio ordinario, en el porte y tono de un hombre. en su vida d�a a d�a.

No est� meramente en la asamblea; tampoco es s�lo en adoraci�n; ciertamente no es s�lo en la obra ministerial, sino en el hogar tranquilo. La relaci�n de un siervo con su amo brinda una bendita oportunidad en su lugar para mostrar cu�l es la verdad de la gloria para la fe, y cu�l la fuerza de la gracia que ha llegado al hombre en Cristo el Se�or. Esto es lo que encontraremos en estas ep�stolas a Timoteo que el ap�stol combina a su manera maravillosa su referencia al deber ordinario, y hasta entra en los asuntos m�s peque�os de esta vida, seg�n el evangelio de la gloria del Dios bendito.

Se refiere a su propio caso; porque era mucho mejor predicador del evangelio, porque se sent�a profundamente objeto de la gracia de Dios, quien se la revel� en Cristo. �Qu� se puede concebir m�s notablemente caracter�stico del hombre? El alcance del pasaje es, por tanto, intensamente personal y pr�ctico. �Y doy gracias a Cristo Jes�s nuestro Se�or, que me ha capacitado, porque me tuvo por fiel, poni�ndome en el ministerio.

�l no olvida esto, pero se cuida de afirmar otra necesidad mucho m�s cercana e inmediata, "que antes era blasfemo, perseguidor e insolente: pero obtuve misericordia, porque lo hice por ignorancia en incredulidad". Y la gracia de nuestro Se�or fue sobremanera abundante en la fe y el amor que es en Cristo Jes�s".

En consecuencia, esto trae a colaci�n una declaraci�n del evangelio: "Fiel es la palabra, y digna de ser recibida por todos, de que Cristo Jes�s vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero. Mas por esto alcanc� misericordia". Siempre es misericordia, como se puede observar. No es tanto una cuesti�n de justicia; la justificaci�n no es aqu� prominente, como en otras ep�stolas. �Alcanc� misericordia, para que Jesucristo mostrara en m�, el primero, toda longanimidad, para ejemplo de los que hab�an de creer en �l para vida eterna.

Esto saca a relucir su atribuci�n de alabanza y acci�n de gracias al Se�or; y luego repite las palabras del quinto vers�culo: "Este encargo te encomiendo". No es la ley, ni ninguna supuesta adaptaci�n de ella, para dirigir el camino de los que reciben el evangelio. "Este cargo", sostiene, es el mandamiento de nuestro Salvador Dios. Es el que �l est� enviando ahora, y nada m�s. "Este cargo te encomiendo a ti, hijo Timoteo, seg�n a las profec�as que fueron antes sobre ti, para que pudieras pelear la buena milicia; manteniendo la fe y una buena conciencia, la cual desechando algunos, en cuanto a la fe, la hicieron naufragar�.

All� nuevamente encontramos la misma mezcla de fe y buena conciencia que ten�amos antes. algunos, habiendo desechado no la fe, sino la buena conciencia, naufragaron en la fe. Por lo tanto, no importa lo que pueda tener o lo que parezca deleitarse, abandonar los celos por sus caminos, renunciar al juicio propio en los asuntos grandes o peque�os que cada d�a trae ante nosotros, es fatal. Puede que sea un pecado muy peque�o el que se permite, pero esto, cuando no es juzgado a los ojos de Dios, se convierte en el comienzo de un mal muy grande.

Habiendo desechado una buena conciencia, su barco ya no responde al tim�n, y en cuanto a la fe naufragan: "de los cuales son Himeneo y Alejandro, a quienes he entregado a Satan�s, para que sepan que no blasfemen". El poder de Satan�s se considera y realmente se encuentra en el mundo exterior. El ap�stol le hab�a entregado a estos hombres. El poder de atormentar y acosar el alma con temores no pertenece a la casa de Dios, donde, como veremos, se conoce su presencia, y esto es incompatible con el temor, con la duda, con la cuesti�n de la aceptaci�n y de la bendici�n en Su visi�n.

El ap�stol hab�a entregado al enemigo a estos hombres, que hab�an abandonado todo lo santo, no s�lo en la pr�ctica, sino tambi�n despu�s, como consecuencia, en la fe. Fueron entregados a Satan�s, no necesariamente para perderse, seguramente no; sino para que se turben de tal manera, probando cu�l es el poder de Satan�s en la carne y en el mundo, que as� puedan ser devueltos quebrantados en todos sus huesos, y gozosos de encontrar un refugio nuevamente en la casa de Dios. .

Seguramente mejor no necesitar tal disciplina; pero, si lo necesitamos, �cu�n precioso es saber que Dios lo aprovecha en Su gracia, para que puedan ser tratados y ejercitados cabalmente en la conciencia!

En el cap�tulo siguiente ( 1 Timoteo 2:1-15 ) el ap�stol contin�a su cuidado en cuanto a lo que se estaba haciendo. Esto, encontrar�, es un tema principal de la ep�stola. No es meramente instrucci�n para los santos, o conversi�n de los pecadores, sino tambi�n la hermosura que pertenece a los santos de Dios, su actitud correcta hacia los de afuera as� como hacia los de adentro.

En �l comenzamos con lo que es hacia aquellos en autoridad, que est�n fuera. �Exhorto, pues, que, ante todo, se hagan s�plicas, oraciones, intercesiones y acciones de gracias por todos los hombres, por los reyes y por todos los que est�n en eminencia, para que pasemos una vida tranquila y pac�fica en todo piedad y gravedad". �No puede ser cuesti�n de si somos lo suficientemente cuidadosos y ejercitados de coraz�n, en cuanto a lo que nos conviene a este respecto? �Realmente entramos en nuestro debido lugar de intercesi�n, y ejercitamos lo que nos corresponde ante Dios, teniendo una funci�n tan bendita para la mente de Dios en este mundo, y cuidando a aquellos que parecen estar fuera de nuestro alcance? Pero, en verdad, estar en este mundo en una relaci�n conocida y cercana con un Dios Salvador, con Uno que conocemos, inmediatamente trae ante nosotros tambi�n a los que est�n afuera.

El cristianismo no fomenta ning�n esp�ritu de independencia �spera e ingobernable. �Y qu� nos corresponde entonces con respecto a ellos? Oraci�n, intercesi�n, aun por los m�s altos, sean reyes o en eminencia; ellos m�s lo necesitan. Nada m�s que el fuerte sentido de la bendici�n infinita del lugar que la gracia nos ha dado podr�a llevar a tal oraci�n o mantenerla. Pero a veces somos propensos a asentarnos en el goce de la gracia, sin reflexionar sobre lo que nos conviene como a los que est�n fuera de ella. De la preocupaci�n interior, �cu�ntas veces nos olvidamos de los de fuera!

Pero la raz�n es m�s profunda. �Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres se salven�, hablando ahora de su bondadosa voluntad. No son sus consejos sino su naturaleza los que se levantan ante nosotros. Debemos estar ciegos si no vemos que un gran punto en estas ep�stolas es la naturaleza buena y amorosa de Dios, que nos har�a mirar a todos los hombres sin excepci�n. Es otro tuyo, hasta d�nde obran los consejos de Dios, hasta d�nde se aplica la obra eficaz de su gracia; pero nada altera la naturaleza de Dios.

Y esto es cierto tanto en el esp�ritu de gracia que conviene a los santos, como tambi�n en su celoso cuidado por la gloria de Dios. Por eso dice: "Hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres". Esta es siempre la base y el car�cter de la Primera y la Segunda de Timoteo. No es el Padre y Su familia; es Dios y el hombre. Y no es simplemente Dios como una vez trat� con Israel, porque entonces este Mediador no lo era.

Hab�a una promesa, pero el Mediador de la gracia no hab�a venido. Pero ahora, aparte de las relaciones celestiales que son nuestras, y mucho de lo que conocemos y disfrutamos por el Esp�ritu Santo en nuestros corazones aqu� abajo, hay algo que debe cuidarse y mantenerse, es decir, el car�cter p�blico, si se nos permite. as� se habla del cristiano, y de lo que le pertenece as� ampliamente ante los hombres. Es el testimonio de Dios como Dios Salvador, de un Dios que tiene que ver con los hombres.

En consecuencia, �l se ha revelado a S� mismo en un Mediador. As� habla de �l: "Hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a s� mismo en rescate por todos, testimonio a su tiempo. Para lo cual fui constituido predicador y ap�stol ( digo la verdad en Cristo, y no miento), maestro de los gentiles en la fe y en la verdad".

Se prosigue con su exhortaci�n general, pero a�n en vista del orden exterior debido y decente, de lo que se encuentra con los ojos incluso de una persona inconversa. "Quiero, pues, que los hombres", es decir, no las mujeres, "que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni disputas". Hay ocasiones y lugares en los que ser�a totalmente inadecuado que las mujeres hablaran, pero en cuanto a los hombres, oran en todas partes.

No hay lugar donde no est� a tiempo, sino que sea "sin ira y contienda". o "razonamiento". Cualquiera de los dos ser�a totalmente opuesto al esp�ritu de oraci�n. La oraci�n es la expresi�n de la dependencia de Dios; y las ri�as por un lado, y todo sentimiento de ira por el otro, aun suponiendo que pueda tener algo de justicia, siguen siendo inadecuados para la oraci�n. As�, lo que puede tener su lugar puede ser realmente desagradable para acercarse a Dios. Un esp�ritu de razonamiento estar�a igualmente fuera de lugar.

Pero con respecto a la mujer dice: "Asimismo tambi�n, que las mujeres se atav�en con decoro, con modestia y sobriedad; no con trenzas y oro, o perlas, o vestidos costosos". No importa cu�les sean los gustos y h�bitos particulares de la �poca o del pa�s, la mujer cristiana, tanto como el hombre cristiano, debe estar por encima de la �poca y diferente del mundo. Y, de hecho, es esta misma necesidad la que aqu� toma la ocasi�n de relacionar con el cristianismo mismo en su orden exterior ante el hombre; para que podamos verdaderamente desear que nuestro Salvador Dios no pierda, por as� decirlo, Su car�cter en y por Su pueblo; porque este es el gran punto del que el ap�stol est� tan lleno en estas ep�stolas. As� es como una mujer puede contribuir a un testimonio justo y piadoso al igual que un hombre.

Pero lo persigue un poco m�s. �l dice: "Que la mujer aprenda en silencio con toda sujeci�n. Pero no permito que una mujer ense�e, ni usurpe la autoridad sobre el hombre". En verdad, realmente va un poco m�s all� de esto. Una mujer podr�a decir: "Yo no usurpo la autoridad, solo la ejerzo". Pero esto es precisamente lo que est� mal. Est� prohibido ejercerlo. Por lo tanto, nada puede ser m�s exclusivo. No importa si el hombre puede ser d�bil y la mujer fuerte; hubiera sido mejor que hubieran pensado en esto antes de convertirse en marido y mujer.

Pero aun as� ninguna excusa vale; la mujer no ha de ejercer autoridad sobre el hombre; ni (�necesito agregar?) en ninguna otra relaci�n. Para ello rastrea las cosas hasta sus ra�ces. "Ad�n fue formado primero, luego Eva. Y Ad�n no fue enga�ado, pero la mujer, siendo completamente enga�ada, incurri� en transgresi�n". Es decir, decide las cosas con ese poder maravilloso que Dios le dio m�s all� de cualquiera de los otros ap�stoles de rastrear la corriente hasta su fuente, tanto en el hombre como en Dios; y esta decisi�n del caso la deduce de los hechos incuestionables del comienzo de la historia divina en cuanto al hombre y la mujer.

El hombre no estaba enga�ado, en cierto sentido: tanto peor; �l era un pecador audaz. La mujer fue d�bil y extraviada por la serpiente; el hombre hizo deliberadamente lo que hizo con los ojos abiertos. Ad�n pec� contra Dios a sabiendas. Por supuesto que fue espantoso y ruinoso; sin embargo, esto muestra la diferencia en su car�cter desde el principio. Los hombres como clase no son tan propensos a ser enga�ados como las mujeres. Ella est� m�s abierta a dejarse enga�ar por la apariencia.

El hombre puede ser m�s rudo y peor, m�s audaz en su pecado, pero aun as� el Se�or recuerda esto hasta el final. Al mismo tiempo el ap�stol mezcla esto con lo que es la suerte de las mujeres de aqu� abajo: "Pero ella ser� preservada en la procreaci�n, si perseverare en la fe y en la caridad y en la santidad con sobriedad". No es simplemente si "ella", sino si "ellos" contin�an. �Cu�n seria es la palabra tanto para el hombre como para la mujer! En el gobierno de Dios, �l mezcla las cosas m�s solemnes con las que son m�s completamente personales, mostrando c�mo quiere que se ejerza la conciencia y el cuidado celoso incluso en un asunto como este. No estoy de acuerdo con los que refieren el parto a la Encarnaci�n.

Y ahora viene ( 1 Timoteo 3:1-16 ), no tanto al orden decoroso como al exterior, oa la relaci�n del hombre y la mujer, sino a los gobiernos ordinarios y auxilios de los santos. Retoma lo que era de un tipo m�s grave y toca m�s las cosas espirituales, a saber, los obispos (o ancianos); luego di�conos; y esto lo lleva naturalmente a la casa de Dios.

"Fiel es la palabra: Si alguno aspira a la superintendencia, buena obra desea. El superintendente, pues, debe ser irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, sobrio, decoroso, hospitalario, apto para ense�ar; no dado a vino, no pendenciero, sino paciente, no pendenciero, no avaro, que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeci�n con toda honestidad�. Est� claro que no se trata en absoluto de una cuesti�n de don espiritual.

Uno puede estar dotado de un buen don y, sin embargo, no tener una casa bien ordenada. Tal vez la esposa no se comporte correctamente, o los ni�os sean rebeldes: no importa cu�l sea su don, si la esposa o la familia fueran una deshonra, �l no podr�a ser un supervisor (pues este es el significado simple y verdadero de obispo ") .

En los primeros d�as, personas que hab�an sido paganas fueron tra�das a la confesi�n de Cristo y educadas en sus h�bitos. Algunos de estos ten�an m�s de una esposa. Un cristiano verdadero y dotado podr�a ser uno; pero si tal era su infeliz posici�n, se le imped�a ejercer una supervisi�n formal. El mal de la poligamia no pod�a corregirse en ese momento con medidas en�rgicas. (Desde entonces en la cristiandad se trata como criminal.

) Despedir a sus esposas ser�a un error. Pero el Esp�ritu Santo por tal mandato aplic� un principio que estaba destinado a socavar, como de hecho socav�, la poligamia en todas sus formas. Hab�a una censura manifiesta transmitida por el hecho de que un hombre con dos o m�s esposas no pod�a ser puesto en el cargo de anciano o di�cono. No se rehusaba a un hombre como confesor de Cristo, ni se le prohib�a predicar el evangelio, porque tales pudieran haber sido sus tristes circunstancias en el hogar.

Si el Se�or lo llam� por su gracia, o lo dio como un don a la iglesia, la iglesia se inclin�, pero un anciano u obispo deb�a ser uno que no solo tuviera un don adecuado para su trabajo, sino tambi�n en la familia o en sus circunstancias deben estar libres de toda apariencia de esc�ndalo en el nombre del Se�or. Debe tener un buen informe y ser moralmente irreprochable en s� mismo y en su casa. Puede haber prueba o dolor, pocas familias carec�an de ambos; pero lo que aqu� se habla es algo que da�� la reputaci�n p�blica de la.

asamblea. Por esta misma raz�n, el gran punto de la supervisi�n local fue el peso moral. No era solo la capacidad de informar, aconsejar o reprender, sino que para hacer todo esto de manera eficiente se demostr� cierta influencia piadosa en el pa�s y en el extranjero. En las dificultades pr�cticas con las que un anciano u obispo ser�a llamado a interferir continuamente en una asamblea, nunca deber�a haber lugar para aquellos cuya conducta podr�a estar en duda para se�alar fallas en su propio hogar, o en su propia vida abierta y esp�ritu. .

As�, sabia y santamente exigi� el Esp�ritu que �l mismo fuera una persona de buena reputaci�n, que ni las costumbres pasadas ni los h�bitos presentes comprometieran en lo m�s m�nimo el oficio; y otra vez, con una reputaci�n inmaculada as� como un hombre de alguna experiencia espiritual en su familia "que gobierne bien su propia casa, que tenga a sus hijos en sujeci�n con toda honestidad; no un novicio, no sea que envaneciendo con orgullo caiga en la condenaci�n del diablo.

"Estas cosas no se aplicar�an al ministerio de un hombre en la palabra. Un cristiano puede comenzar a predicar casi tan pronto como crea la palabra de verdad, el evangelio de salvaci�n; pero para que uno sea revestido de un lugar p�blico y responsable como anciano en una asamblea es otra cosa.

Como regla, el ap�stol nunca nombr� ancianos a las personas directamente despu�s de que se convirtieron. Fue necesario cierto tiempo para que el Esp�ritu de Dios obrara en el alma y los disciplinara en medio de sus hermanos. Ellos entonces y as� manifestar�an ciertas capacidades y cualidades morales, y adquirir�an peso, lo que los har�a respetados y valorados, adem�s de ganar experiencia en el cuidado piadoso del bienestar de los santos de Dios. Todas estas cosas, donde existieran requisitos circunstanciales, de idoneidad relativa y personal, marcar�an a una persona para este oficio.

Adem�s, aunque esto no se dice aqu�, para ser capataz se necesita ser nombrado por autoridad v�lida; y el �nico reconocido por la Escritura es un ap�stol o un delegado apost�lico. As� los cristianos que un superficial. El observador de la actualidad podr�a gravar con falta de atenci�n al orden divino en estos aspectos, son en verdad los �nicos que realmente se adhieren a �l. Porque, manifiestamente, establecer hombres en tal posici�n de cargo sin una autoridad de validaci�n adecuada es realmente viciar todo en sus mismos resortes.

Los que reh�san exceder sus poderes est�n claramente en lo correcto, no aquellos que imitan a los ap�stoles sin autorizaci�n del Se�or. Por lo tanto, estoy perfectamente satisfecho de que los que ahora est�n reunidos en Su nombre han sido misericordiosamente y verdaderamente guiados por Dios al no atreverse a nombrar ancianos u obispos. No poseen la autoridad necesaria m�s que otros; y all� se detienen, usando y bendiciendo a Dios por las cosas que tienen.

El nombramiento siempre debe suscitar la pregunta, qui�nes son los que nombran. Y es imposible que un hombre honesto e inteligente encuentre una respuesta b�blica, como para sancionar a los que pretenden ordenar, oa los que pretenden ser debidamente ordenados, en la cristiandad. No hubo dificultad en los d�as primitivos. Aqu� ciertamente (si exceptuamos una discutible alusi�n en otro lugar) el ap�stol no toca el tema del nombramiento como lo hace con Tito. Simplemente le presenta a Timoteo las cualidades requeridas para ambos cargos locales.

Despu�s de los supervisores se dirige a los di�conos. "Asimismo los di�conos deben ser serios, no de doble lengua, no dados a mucho vino, no codiciosos de ganancias deshonestas, que posean el misterio de la fe con limpia conciencia. Y estos tambi�n deben ser probados primero". El di�cono moderno en los cuerpos m�s grandes y nacionales no se parece a esto, y de hecho es una forma sin sentido. Es un mero noviciado para los llamados presb�teros que componen el cuerpo del clero.

En la antig�edad, ning�n hombre inexperto deber�a haber estado en tal posici�n. A pesar de que era una funci�n sobre las cosas externas, a�n as� deb�an probarse primero. "Entonces que usen el oficio de di�cono, siendo hallados inocentes. As� tambi�n sus esposas deben ser serias". Es claro a primera vista que esto se insiste m�s particularmente para los di�conos que para los ancianos. La raz�n era que, como los di�conos ten�an que ocuparse m�s de cosas externas, hab�a un mayor peligro de que sus esposas hicieran travesuras y se enfadaran.

Podr�an interferir con estos asuntos, que sabemos que son propensos a las luchas de g�nero, ya que ensombrecen a la Iglesia Pentecostal en sus primeros d�as. No hubo la misma tentaci�n para las esposas de los ancianos o capataces. Por eso est� escrito aqu�: As� tambi�n sus mujeres deben ser serias, no calumniadoras, sobrias, fieles en todo. Que los di�conos sean maridos de una sola mujer. En esto encontramos lo mismo que se dijo de los ancianos: ambos deben gobernar bien a sus hijos y sus propias casas. �Porque los que han servido bien, adquieren para s� buen grado y mucha confianza en la fe que es en Cristo Jes�s�.

Entonces el ap�stol resume estas normas, y dice: Estas cosas te escribo, esperando ir pronto a ti; mas si me tardo, para que sepas c�mo debes conducirte en la casa de Dios" (que �nosotros tambi�n nos beneficiamos de sus palabras, amados hermanos!) �que es la iglesia del Dios vivo, columna y baluarte de la verdad.� La iglesia es la guardiana de la verdad, su �nico testigo responsable en la tierra.

La iglesia debe todo en la gracia de nuestro Se�or Jes�s a la verdad. Puede que no sea competente para definir la verdad: los hombres inspirados lo han hecho. Al mismo tiempo, est� obligado a presentar la palabra de Dios como la verdad, ya no permitir nada incompatible con ella en la doctrina o los caminos de la asamblea. Porque estamos llamados a ser una manifestaci�n de la verdad ante el mundo, incluso de aquello que va m�s all� de lo que la iglesia es la encarnaci�n. Los actos realizados deben ser siempre expresi�n de la verdad. Es un deber muy importante, por lo tanto, y uno que requiere vigilancia continua. Solo Dios puede garantizarlo o mantenerlo bueno.

Verdaderamente, a menudo surgen dificultades en la iglesia de Dios, y la prudencia podr�a sugerir muchos planes para hacer frente a la dificultad; pero entonces es la casa de Dios, no meramente la casa de los prudentes o los buenos. Es una instituci�n divina. No tiene nada en com�n con los hombres bien intencionados que hacen lo mejor que pueden. Sea el asunto tan simple, ya sea una cuesti�n de disciplina u orden, debe expresar la verdad de Dios aplicada al caso.

Esto muestra la gran solemnidad de aconsejar o resistir cualquier curso que pudiera ser la voluntad de Dios en cualquier asunto en particular. Excelentes deseos, celo, honestidad, de ninguna manera son suficientes para el prop�sito. Dios puede emplear al miembro m�s d�bil de la asamblea; pero todav�a ordinariamente uno busca mejores gu�as. Uno podr�a esperar que, si bien Dios no le dar�a ninguna concesi�n a un hombre que presuma de un don o de una experiencia, porque en el momento en que comienza a asumir para s� mismo o para los dem�s, hay peligro, pero sin embargo, seguramente uno podr�a esperar que Dios, por los medios adecuados. , sacar a relucir lo que es saludable, verdadero y piadoso, en resumen, lo que expresar�a Su propia mente sobre cualquier tema dado.

Estas son algunas de las razones por las que el ap�stol lo mantiene aqu�. Lo tenemos visto en su hermoso orden exterior en este mundo, pero el principio del mantenimiento de esto, y nada menos que esto, siempre permanece verdadero. Ning�n estado renovado da raz�n alguna para abandonarlo. Lo bueno es nunca dejar que los detalles inunden el principio. Siempre hay un camino para aquellos que, conscientemente d�biles, desconf�an de s� mismos; y esto es esperar, negarse a actuar hasta que Dios muestre Su camino.

La fe espera hasta que recibe una palabra clara de Dios. Sin duda, es dif�cil perder el juicio, pero es algo bueno para el alma. As� que aqu�: le pide a Timoteo que tenga cuidado con estas cosas, en caso de que �l mismo se demore.

�Y cu�l es esa verdad especialmente que caracteriza a la iglesia? Este es otro ejemplo del tono de la ep�stola. "Indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad". Marque la expresi�n "misterio de piedad", o piedad. No es simplemente el misterio de Cristo en la iglesia, sino el "misterio de la piedad". �Dios* fue manifestado en carne, fue justificado en Esp�ritu, fue visto de los �ngeles, fue predicado entre los gentiles, fue cre�do en [el] mundo, fue recibido arriba en gloria.

"No es Dios reinando sobre un pueblo aqu� abajo. Esto no era ning�n misterio, sino la espera acostumbrada de todo Israel, m�s a�n, de los santos delante de Israel. Esperaban la venida del Mes�as, el Redentor, Aquel que cumplir�a las promesas de Dios. Pero ahora "Dios fue manifestado en carne, fue justificado en el Esp�ritu". Dios en resurrecci�n.

�l fue "visto por los �ngeles", no solo por el hombre; �l fue "predicado entre los gentiles", en lugar de ser encontrado en un trono entre los jud�os; �l fue "cre�do en el mundo", en lugar de gobernarlo manifiestamente por el poder. Otro estado de cosas en conjunto est� presente: es el cristianismo; pero el cristianismo visto en la persona de Cristo mismo, en el gran porte de su propia persona y su obra; no como formando un cuerpo celestial, ni siquiera persiguiendo los privilegios especiales de la habitaci�n de Dios a trav�s del Esp�ritu; sino poniendo los cimientos de la casa de Dios, como escenario y soporte de su verdad y orden moral ante el mundo. Todo el asunto es cerrado por Jes�s, no s�lo "cre�do en el mundo", sino "recibido arriba en gloria".

* bacalao Pecado. () est� de acuerdo con las grandes autoridades que dan ??, "qui�n" (u otros, ?, "cu�l") en lugar de ????, "Dios".

Ahora, �cu�l es la raz�n por la que esto se trae aqu�? Parece contraponerse a las especulaciones de los hombres ( 1 Timoteo 4:1-16 ) que quer�an entretejer con el cristianismo ciertos sue�os de una espiritualidad imaginada por encima del evangelio. �Cu�l fue este esquema? Se imaginaban que el evangelio ser�a un sistema a�n mejor si los conversos no comieran carne; si no se casar�an, y as� sucesivamente.

Esta era su idea de traer alguna "vida superior", superior a todo lo que los ap�stoles hab�an ense�ado. �C�mo los encuentra? Muestra aqu� el "misterio de la piedad"; pero junto con esto, e inmediatamente despu�s, trae la verdad fundamental m�s necesaria. Este es el punto que m�s me ha llamado la atenci�n al hablar de 1 Timoteo en este momento.

Es decir, hay una combinaci�n de la revelaci�n de Dios en Cristo, en los aspectos m�s esenciales e incluso elevados, con la verdad m�s clara y sencilla de Dios en cuanto a la creaci�n. Ahora, encontrar� que la forma en que la falsa doctrina entra habitualmente es en contraste con esto. As� se quebrantan los hombres que desprecian los deberes comunes; son demasiado buenos o demasiado grandes para ocuparse de las cosas sencillas que hacen a un hombre o una mujer cristianos.

Quiz� puedan entretejer el amor de Cristo (suponemos) en algunas especulaciones altisonantes; pero dejan de lado lo que se relaciona todos los d�as con la propiedad moral. �Oh, cu�n a menudo ha sido este el caso! �C�mo se podr�a contar f�cilmente un nombre tras otro, si llegara a ser as�! Tal es entonces la forma en que el error tiende a manifestarse. El hombre que m�s saca a relucir lo celestial y lo divino es aquel que debe ser devoto y obediente en los deberes m�s sencillos de cada d�a.

Esta misma ep�stola es el testimonio de ello. Mientras que en el momento en que se sanciona el principio de menospreciar las relaciones familiares, dejando de lado el deber, descuid�ndolo personalmente, e incluso jact�ndose de hacerlo, como si el celo por la gloria del Se�or fuera mero legalismo, el resultado ser� que, mientras dejan de lado las demandas comunes del deber de cada d�a, la conciencia se arruina y el naufragio de la fe es inevitable. Primero desechan una buena conciencia, y luego la fe misma se desvanece.

As�, el ap�stol lleva al lector a una estrecha yuxtaposici�n con el misterio de la piedad o, como se le llama enf�ticamente, el misterio de la piedad. La gloriosa persona de Cristo se rastrea desde Su manifestaci�n en carne, o encarnaci�n, hasta que se le contempla "recibido arriba en gloria". La obra de Dios procede en la iglesia en la tierra fundada sobre esto. En contraste con esto, 1 Timoteo 4:1-16 contin�a: "Pero el Esp�ritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatar�n de la fe, haciendo caso a esp�ritus enga�adores y a doctrinas de demonios; en hipocres�a de mentirosos, cauterizados en su propia conciencia, prohibiendo casarse, [mandando] abstenerse de las comidas que Dios cre� para ser recibidas con acci�n de gracias por los que son fieles y conocen la verdad.

Aqu� se hacen algunos cambios necesarios, para transmitir lo que me parece el significado. Luego contin�a: "Porque toda criatura de Dios es buena", etc. Dif�cilmente podemos descender a algo m�s bajo que esto.

Pero estos especuladores aireados se hab�an olvidado por completo de Dios. Despreciaron la simple verdad evidente de que toda criatura de Dios es buena. As�, tambi�n, vemos que ponen un menosprecio a la base de la vida familiar, y al sistema social del matrimonio. No casarse por devoci�n a la obra de Dios puede ser lo correcto y lo m�s bendito; pero aqu� se trataba de una pretensi�n de santidad superior. Como principio y pr�ctica, se inst� a los cristianos a no casarse en absoluto.

Ahora bien, en el momento en que se toma este terreno, el mismo ap�stol nos dice lo que cre�a que era lo mejor. (es decir, estar libre de ataduras nuevas, para cuidar s�lo del Se�or), defiende resueltamente la santidad del matrimonio, y se resiente del golpe infligido a las criaturas de Dios. Fue realmente un desprecio de su amor exterior y de sus arreglos providenciales. El peligro amenaza dondequiera que virtualmente se dejen de lado los derechos de Dios, sin importar cu�l sea el argumento.

La filosof�a oriental, que matiz� a algunos de los griegos, foment� estos altos vuelos de los hombres. Como de costumbre, Pablo trae a Dios y el sue�o se disipa. En el momento en que usas cualquier cosa para dejar de lado el simple deber de cada d�a, demuestras que est�s perdiendo la fe, que te has desviado de una buena conciencia, que has ca�do v�ctima de los enga�os del enemigo; y �cu�l ser� el final de esto?

El ap�stol luego da un consejo personal a Timoteo, de car�cter muy saludable. Como tambi�n desea que nadie menosprecie su juventud, insta a que sea modelo de los creyentes en palabra, conducta, amor, fe y pureza. Deb�a entregarse a la lectura, a la exhortaci�n, a la ense�anza, y no descuidar su don, dado a trav�s de la profec�a, en la imposici�n de las manos del presbiterio o anciano.

Nada m�s simple, ni m�s saludable. Podr�a haberse pensado que alguien tan especialmente dotado como Timoteo no fue llamado a ocuparse as�, y estar completamente en ellos, para que su provecho sea visible a todos. Pero no; la gracia y el don crean una responsabilidad correspondiente, en lugar de absolver de ella. Timoteo debe prestar atenci�n a s� mismo, as� como a la ense�anza; y debe continuar en ellos, en lugar de relajarse despu�s de un comienzo riguroso.

Puede estar seguro de que aquellos que buscan dar m�s vale que se cuiden de recibir; que tanto los trabajadores como los que trabajan entre ellos puedan crecer en la verdad. Haciendo esto, Timoteo se salvar�a tanto a s� mismo como a los que lo escuchaban.

En 1 Timoteo 5:1-25 el ap�stol da instrucciones necesarias a Timoteo con respecto a un anciano. �l no deb�a ser reprendido severamente, sino que deb�a ser tratado como un padre. Sin duda, Timoteo ocupaba un lugar destacado de confianza y servicio; pero esto no exim�a de la hermosura que corresponde a todos, especialmente a un hombre joven.

El ap�stol hab�a mantenido su puesto de honor en el cap�tulo anterior; ahora no le permitir� olvidar la debida consideraci�n de los dem�s. �Con qu� frecuencia la franqueza excesiva arroja palabras que hieren la memoria de un anciano, que f�cilmente se desvanecen cuando el amor fluye libremente, pero cuando se desvanece, es una ocasi�n de naufragio! De nuevo, "los j�venes como hermanos; las ancianas como madres; los j�venes como hermanas, con toda pureza.

"Nada m�s hermoso, m�s tierno, m�s santo; nada m�s calculado para edificar y cimentar a los santos para la gloria de Dios, mientras que su sabidur�a entra en todas las circunstancias con una f�cil elasticidad que es caracter�stica de su gracia.

As� tambi�n encontramos regulaciones proporcionadas por Dios en cuanto a quienes deben ser responsables ante la asamblea, lo que era justo en el caso de las viudas m�s j�venes, lo que era deseable en cuanto a las mujeres j�venes en general; y luego otra vez las obligaciones para con los ancianos, no ahora cuando sean defectuosos, sino en sus funciones y servicios ordinarios. �Sean tenidos por dignos de doble honor los ancianos que presiden bien, mayormente los que trabajan en la palabra y la doctrina.

Pero, �y si fueran acusados ??de maldad? �Contra un anciano no recibas una acusaci�n, sino ante dos o tres testigos. A los que pecan, repr�ndelos delante de todos, para que los dem�s tambi�n teman". Se debe evitar a toda costa el prejuicio y la parcialidad. Finalmente, se debe tener cuidado para evitar cualquier compromiso del nombre del Se�or. As�, el bien conocido signo de bendici�n en el acto externo de imponer las manos deb�a hacerse con circunspecci�n: "No impongas las manos a nadie de repente, ni seas part�cipe de los pecados de otros hombres: cons�rvate puro".

Hay condescendencia incluso en un punto tan peque�o aparentemente como para decirle que no sea un bebedor de agua. Parecer�a que la escrupulosa conciencia de Timoteo sinti� los terribles h�bitos de aquellos tiempos y tierras como para ponerlo en servidumbre, pero el ap�stol, no en una mera nota privada, sino en el cuerpo de la carta inspirada misma, deja a un lado sus escr�pulos, y le ordena "usa un poco de vino por causa de tu est�mago y de tus frecuentes enfermedades".

"S� que los hombres han puesto reparos a esto, cediendo a sus propios pensamientos sobre lo que consideran temas aptos para la pluma de la inspiraci�n; pero si excluimos cualquier cosa del alcance del Esp�ritu de Dios, hacemos que sea meramente un cuesti�n de la voluntad del hombre. �Y qu� debe resultar de esto? No hay nada demasiado grande o demasiado peque�o para el Esp�ritu Santo. �Hay algo que no pueda, que no deba, ser una cuesti�n de hacer la voluntad de Dios? Por lo tanto, si una persona toma vino, o cualquier otra cosa, excepto para agradar a Dios, y no est� en peligro en cuanto a la moralidad, ciertamente ha perdido todo sentido adecuado de su propio lugar como testigo de la gloria de Dios. �Ser que Dios nos da la libertad perfecta!, pero procuremos que la usemos �nicamente para su alabanza.

En el �ltimo cap�tulo ( 1 Timoteo 6:1-21 ) viene la cuesti�n de los siervos y sus amos, que tambi�n era importante regular; porque todos sabemos que un siervo puede convertirse en un ego�sta relato de que su amo y �l mismo eran hermanos en Cristo. Est� muy bien que el maestro diga eso; y ciertamente nunca debe actuar sin tener en cuenta su propia relaci�n espiritual con su sirviente; pero no creo que le corresponda a un sirviente decir "hermano" a su amo.

Mi negocio es conocerlo como mi amo. Sin duda ser�a una gracia de su parte reconocerme como su hermano. Por lo tanto, todo aquello en lo que la gracia est� obrando tendr� su lugar bendito. Quien pensaba diferente (y tales nunca han faltado) se envanec�a y solo pod�a sugerir el mal.

Luego toca el valor de la piedad con una mente contenta en contraste con el amor al dinero, y sus diversas trampas en esta �poca como en todas las pasadas. Estas cosas se tratar�n sucesivamente, hasta que al final el ap�stol llama al hombre de Dios a huir de estas cosas �l mismo, y seguir el camino de la justicia, etc., as� como esforzarse en el buen combate de la fe; de lo contrario, un hombre de Dios no estaba en ning�n grado libre de peligro.

Deb�a echar mano de la vida eterna, a la que hab�a sido llamado, y hab�a confesado la buena confesi�n delante de muchos testigos, y esto en vista del gran acontecimiento que demostrar� nuestra fidelidad o la falta de ella, la aparici�n de nuestro Se�or Jes�s. Cristo, que a su tiempo mostrar� el bienaventurado y �nico Soberano. Al mismo tiempo le pide que encargue a los ricos que no sean altivos ni se apoyen en algo tan incierto.

�Qu� le dar�a peso a la acusaci�n? Que �l mismo estaba por encima de tales deseos, confiando en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos. Que sean ricos en buenas obras, generosos en la distribuci�n, prontos a la comunicaci�n, que se hagan buenos cimientos para el futuro, a fin de que echen mano de lo que es realmente la vida. "Oh Timoteo, guarda lo que se te ha encomendado, evitando las palabrer�as profanas y vanas, y las oposiciones de la falsa ciencia, que profesando algunos, se desviaron acerca de la fe. La gracia sea contigo".

Información bibliográfica
Kelly, William. "Comentario sobre 1 Timothy 6". Comentario de Kelly sobre los libros de la Biblia. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/wkc/1-timothy-6.html. 1860-1890.