Bible Commentaries
2 Samuel 15

Comentario de Kelly sobre los libros de la BibliaComentario de Kelly

Versículos 1-37

En el bosquejo propuesto de estos libros de escritura no hay, por supuesto, pretensi�n de notar cada punto de inter�s que contienen, sino solo una visi�n general comprensiva, hasta donde el Se�or me permite presentar, de su curso principal y objetivos. El lector m�s descuidado debe percibir que as� como Sa�l ocupa un lugar considerable en el Primer Libro de Samuel, as� Absal�n ocupa no poco espacio en el Segundo, y ambos en colisi�n con David.

Ahora bien, la naturaleza de la inspiraci�n supone que Dios, al seleccionar a las personas o hechos que se consideran all�, ten�a ante s� un objeto divino. La tarea principal de un int�rprete es aprender y exponer de acuerdo a su medida el dise�o que el Esp�ritu de Dios parece haber tenido en vista.

Est� claro a primera vista que el rasgo principal de la historia de Absal�n es, al menos al final de ella, la oposici�n a David: estaba en la relaci�n m�s cercana al rey, pero no por ello dejaba de ser un antagonista. Ahora bien, como David en todo, ya sea en el Primero o en el Segundo Libro de Samuel, es un tipo del Se�or Jes�s, no deber�a haber dudas, como me parece, de que el Esp�ritu de Dios nos est� dando, en los adversarios de David, los anticristos.

S�lo el anticristo tiene cualidades en su tipo, que difieren tanto como las de la voluntad del antitipo, en la escritura expresa o en la realidad. As�, en el Nuevo Testamento, donde se nos presenta directamente y como cuesti�n de doctrina o profec�a, Juan describe al anticristo primero como alguien que niega a Cristo; luego como si continuara con una audacia creciente (y esto es m�s particularmente su oposici�n a la revelaci�n cristiana) a negar al Padre y al Hijo.

Porque �l es el mentiroso y el anticristo. Niega a Cristo tanto en las relaciones jud�as como en la dignidad personal. �l aparta, por lo tanto, en �l la gloria de Israel, y tambi�n la plenitud de la gracia divina como ahora se muestra en el cristianismo. Porque debemos recordar que el Se�or Jes�s en la variedad de Sus glorias muestra a Dios de muchas maneras; por ejemplo, como Mes�as Rey de Israel y, cuando fue rechazado por los jud�os, como el Hijo del hombre, gobernante de todas las tribus, pueblos, naciones y lenguas del mundo. La incredulidad de los jud�os al rechazar al Se�or fue y ser� as� usada por Dios a�n m�s plenamente para mostrar la gloria de Cristo y sus propios consejos.

Ahora bien, como Juan se refiere a las dos caracter�sticas del �ltimo antagonista de Cristo, creo que se encontrar� que en el Primer Libro de Samuel Sa�l se destaca como el principal adversario de David antes de que llegara al trono. Despu�s Absal�n ocupa un lugar similar en el Segundo; y de los dos, Absalom era el m�s peligroso y atrevido, ya que la enormidad en �l era incomparablemente peor. La cercan�a y el car�cter de su relaci�n con el rey hicieron que la culpa de su conducta fuera m�s terrible ante Dios y los hombres.

Esto es lo que, en mi opini�n, explica el gran espacio que se da tanto a la celosa persecuci�n del rey Sa�l, por un lado, como al intento de Absal�n de usurpar el poder de David, por el otro. Es cierto que al principio Absal�n no muestra en modo alguno la forma violenta que finalmente tomar�a su maldad. Utiliza cierto oficio que sin duda tuvo �xito con lo simple, aunque repugnante para lo recto.

Antes de su traici�n conocemos los detalles de su sanguinaria crueldad, que ninguna provocaci�n pudo paliar, ni siquiera aquella grosera conducta de Amn�n hacia su hermana Tamar. As� ser� con el anticristo. Toda su maldad no saldr� completamente de una vez. Seguramente entonces es una consideraci�n m�s solemne para todas nuestras almas el principio moral que vemos en estos casos. La cercan�a a lo que es bueno invariablemente desarrolla el mal en sus peores caracter�sticas.

No podr�a haber tal cosa como el anticristo si no existieran el cristianismo y Cristo. Es la plenitud de la gracia y la verdad que se revela en la persona del Se�or Jes�s lo que saca a relucir el peor mal del hombre. E incluso el mismo Satan�s no podr�a realizar sus designios contra la gloria de Dios sino levant�ndose contra el Hombre que es el objeto especial del deleite de Dios y de Sus consejos en la gloria.

Por lo tanto, encontramos una respuesta bastante completa a todo esto en el tipo doble: primero, Sa�l, el adversario de David en su carrera anterior, cuando a�n no se hab�a sentado en el trono; luego Absal�n, no todo a la vez, sino gradualmente saliendo, aunque sin duda lleno de astucia y sed de sangre antes de volverse contra su padre. El mentiroso y el asesino son traicionados incluso en el relato m�s antiguo que nos presentan las Escrituras.

Dios, por otro lado, estaba juzgando a la familia de David, y hablando al propio coraz�n ya la conciencia de David en el pecado, la verg�enza y el esc�ndalo que cubr�a de oprobio a toda la familia; y esto es lo que nos deja ver a Absal�n. �l mismo vengar� el mal de su hermana. Ha decidido derramar la sangre de su hermano; lo encubre bajo pretextos justos. Amn�n est� enredado para su ruina. ( 2 Samuel 13:1-39 )

Pero hay m�s que esto; hay una muestra magn�fica de la misericordia divina sombreada en la forma en que Absal�n fue llevado a casa; y aqu� nuevamente tenemos otro testigo de la misma verdad a la que se ha hecho referencia a menudo. Es solo despu�s de que Dios ha mostrado Su rica misericordia que Satan�s y el hombre maduran y desarrollan su maldad m�s profunda. La mujer de Tecoa fue empleada por el astuto Joab, quien sab�a bien que el coraz�n del rey a�oraba a su hijo culpable.

Al mismo tiempo sab�a que el rey ten�a problemas de conciencia, porque �l era el ejecutor de la ley de Dios. A �l Dios le hab�a confiado la espada en Israel, y Absal�n hab�a tra�do la mancha de sangre sobre el pueblo y la tierra de Dios, as� como sobre la familia del rey.

Por todo motivo, por lo tanto, David fue llamado a afirmar lo que Dios le deb�a a su propio hijo. Pero este es solo uno de varios casos que se extienden por toda la l�nea de la historia divina donde Dios, aunque insiste en la justicia y se resiente de todo fracaso en mantenerla aqu� abajo, nunca abdica de la gracia, sino que siempre tiene el t�tulo de misericordia divina por encima de todo. las pretensiones de la justicia terrenal.

Y ciertamente David fue uno de los que no pudo resistir tal llamado. Podr�a haber una cierta lucha; y el hecho mismo de que Absal�n fuera su hijo har�a que la lucha fuera m�s dura para una mente recta: �era realmente posible que David negara esa gracia que era su �nica base y principal jactancia ante Dios? Esto entonces era lo que Joab, que no ten�a el m�s m�nimo aprecio por la gracia, sabr�a sin embargo que era el camino m�s seguro hacia el coraz�n de David: y esto es lo que la mujer de Tecoah, por lo tanto, suplica. Ella se presenta ante el rey, quien le pregunta cu�l fue su dolor.

Ella pone de manera parab�lica la posici�n en la que se encontraba, diciendo: "Tu sierva ten�a dos hijos, y los dos ri�eron juntos en el campo, y no hubo quien los separara, pero el uno hiri� al otro y lo mat�. Y he aqu�, toda la familia se levant� contra tu sierva, y dijeron: Entrega al que hiri� a su hermano, para que lo matemos, por la vida de su hermano a quien �l mat�; y tambi�n destruiremos al heredero; y as� apagar�n mi brasa que me queda, y no dejar�n a mi marido ni nombre ni resto sobre la tierra.

Y el rey dijo a la mujer: Ve a tu casa, y yo mandar� acerca de ti. Y la mujer de Tecoa dijo al rey: Rey se�or m�o, la iniquidad sea sobre m� y sobre la casa de mi padre; y el rey y su trono sean sin culpa. Y el rey dijo: Cualquiera que te dijere algo, tr�emelo, y no te tocar� m�s. Entonces ella dijo: Te ruego que el rey se acuerde de Jehov� tu Dios, que no permitas que los vengadores de la sangre destruyan m�s, para que no destruyan a mi hijo. Y �l dijo: Vive Jehov�, que ni un cabello de tu hijo caer� en tierra�.

Habiendo as� asegurado el terreno, la mujer comienza a revelar el secreto. El rey hab�a prometido ahora su palabra real. Grace era muy querida en su coraz�n. Sus sentimientos fueron conmovidos y agitados profundamente. No era nada nuevo para �l, como pod�a atestiguar su proceder con Mefiboset. �Qui�n conoc�a o valoraba tanto la "bondad de Dios"? �l mismo hab�a sabido que lo necesitaba. De esto entonces Joab se hab�a aprovechado al presentar a esta mujer para alegar ante David el imaginario problema de su casa.

Ahora la conciencia del rey podr�a estar aliviada. Si perdonara la casa de otro, a pesar de la culpa, �no perdonar�a la suya propia? Esto fue lo que calm� sus temores. Nada podr�a estar m�s ingeniosamente dise�ado. De ah� que veamos c�mo la mujer poco a poco comienza a explicar a qu� se dirig�a realmente. �Entonces la mujer dijo: Deja que tu sierva, te ruego, hable una palabra a mi se�or el rey. Y �l dijo: Prosigue.

Y la mujer dijo: �Por qu�, pues, has pensado tal cosa contra el pueblo de Dios? porque el rey habla de esta cosa como algo que es defectuoso, en el sentido de que el rey no trae a casa de nuevo a sus desterrados". No se trataba de su hijo, sino de los desterrados del rey. "Porque debemos morir", agrega. , "y son como agua derramada por tierra, que no se puede volver a recoger; ni Dios hace acepci�n de persona alguna; sin embargo, inventa medios para que sus desterrados no sean expulsados ??de �l�.

Es el camino de la gracia que ella aboga. Imposible para David resistirse a esto. Si Dios idea medios para que sus desterrados regresen, �qui�n era David para diferir de Dios? Si Dios, con toda Su santidad inmaculada, con toda Su celosa consideraci�n por la justicia, no obstante, concibe Sus medios eficaces (y David lo sab�a bien), �qui�n o qu� era David para resistir el lamentable caso de su desterrado? de Absal�n expulsado a otra tierra a causa de la sangre de Amn�n, la sangre del hermano culpable que hab�a derramado para vengar la deshonra de su hermana? Entonces fue cuando el rey, movido por ella, la escucha. "La palabra de mi se�or el rey ser� ahora consoladora; porque como un �ngel de Dios, as� es mi se�or el rey para discernir lo bueno y lo malo; por tanto, Jehov� tu Dios estar� contigo".

Sin embargo, la justicia no fue guardada aqu�, como Dios lo hace perfectamente en Cristo. De ah� surge la sospecha de que no todo iba bien. En consecuencia, el rey dice: "No me escondas, te ruego, lo que te preguntar�. Y la mujer dijo: Hable ahora mi se�or el rey. Y el rey dijo: �No est� contigo la mano de Joab en Respondi� la mujer y dijo: Vive tu alma, rey se�or m�o, que nadie puede apartarse a derecha ni a izquierda de todo lo que mi se�or el rey ha dicho, porque tu siervo Joab me mand�, y pon todas estas palabras en la boca de tu sierva: para traer esta forma de hablar ha hecho esto tu siervo Joab; y mi se�or es sabio, conforme a la sabidur�a del �ngel de Dios, para saber todas las cosas que est�n en la tierra.

"Donde el ojo es �nico, todo el cuerpo est� lleno de luz. No cab�a duda de que la alegor�a estaba admirablemente dibujada. �Ay! Era la par�bola de alguien cuyo coraz�n no estaba en el asunto. �Qu� cosa tan solemne es! Hermanos m�os, ver de vez en cuando en el curso de la historia de las Escrituras, como de hecho podemos ahora, que hay mentes naturales que a veces pueden ver m�s claramente lo que se convierte en un santo de Dios de lo que sienten los santos mismos.

Pero s�lo son aquellos que saben c�mo convertir la gracia de Dios en su propio prop�sito cuando les conviene. Esto es lo que ahora estaba haciendo Joab por medio de la mujer de Tecoa. Detuvo la verdad en la injusticia, veremos con qu� resultado en lo que respecta a Absal�n.

Pero el rey, cuando descubri� el objetivo, no se desvi� de su palabra. �l le dice a Joab: "He aqu�, yo he hecho esto". �l, endeudado con la gracia, y con nada tanto como la gracia, no pod�a negar el atractivo de la gracia. De ah� su mandato: "Ve, pues, y trae de nuevo al joven Absal�n". Joab agradece al rey y act�a. Pero David no es indiferente a la culpa contra�da por el pasado, y Absal�n tiene prohibido acercarse. "Y el rey dijo: Vuelvase a su casa, y no mire mi rostro. Absalom volviose a su casa, y no vio el rostro del rey."

A continuaci�n el Esp�ritu de Dios nos da la descripci�n de la persona de Absal�n. Hab�a todo para atraer la atenci�n, todo para satisfacer los deseos naturales de alguien que desear�a que la persona m�s hermosa de Israel fuera rey. La naturaleza hab�a obrado antes en la elecci�n de Sa�l. Se repiti� de nuevo con Absal�n. ( 2 Samuel 14:1-33 )

En el pr�ximo cap�tulo ( 2 Samuel 15:1-37 ) los malvados planes del traidor comienzan a madurar y desarrollarse, y esto, se notar�, solo despu�s de que se le ha mostrado la m�s rica gracia. Esto s� que era necesario. No fue hasta que el desterrado hubo encontrado medios en la gracia del rey para regresar; fue despu�s de lo que responde tanto como cualquier otra cosa a la gracia de Dios en el evangelio.

Entonces, como consecuencia de toda la misericordia que se le mostr�, se muestra en Absal�n un car�cter de anticristo m�s terrible que el que jam�s se hab�a visto en el rey Sa�l. Entonces, �cu�l parece ser la distinci�n que se pretende? �No es eso lo que muestra Sa�l; nosotros anticristo m�s como consecuencia de la apostas�a jud�a; �Absal�n m�s como consecuencia de la apostas�a cristiana? Ambos rasgos deben encontrarse en el anticristo de los �ltimos d�as; y esta es tambi�n una de las razones por las que, aunque hubo caracter�sticas anticristianas cuando el Se�or Jes�s fue encontrado aqu� abajo, la manifestaci�n completa del anticristo no pudo ser hasta despu�s de que toda la gracia de Dios en el cristianismo se hubiera manifestado por completo.

Esto tambi�n explica por qu� deber�a haber un tipo doble de anticristo en cada uno de estos dos Libros de Samuel. Tenemos la demostraci�n de la maldad m�s completa posible del hombre, uno en el orgullo y la envidia real y el desprecio afectado, y por �ltimo, de odio asesino hacia David. Todo esto se hall� en Sa�l. Pero en el caso de Absal�n hab�a un car�cter a�n m�s profundo de anarqu�a, ya que hab�a un lazo m�s cercano y m�s dependiente con el rey.

Adem�s, hab�a habido la m�s rica manifestaci�n de misericordia hacia s� mismo. La maldad m�s terrible de su parte hab�a sido enfrentada con mayor amor y gracia por parte de David. Despu�s de todo esto, entonces encontramos a Absal�n preparando sus planes y llevando a cabo sus planes con el fin de suplantar al rey su padre.

Este era el comportamiento del hombre: "Y aconteci� despu�s que Absal�n se prepar� carros y caballos, y cincuenta hombres para correr delante de �l. Y Absal�n se levant� temprano y se par� junto al camino de la puerta; y fue de modo que cuando alg�n hombre que ten�a una controversia ven�a al rey para juicio, entonces Absal�n lo llam� y le dijo: "�De qu� ciudad eres t�? Y �l dijo: Tu siervo es de una de las tribus de Israel".

Y le dijo Absal�n: Mira, tus asuntos son buenos y rectos; pero no hay hombre delegado por el rey para o�rte.� Dos objetivos principales son evidentes: socavar al rey, y esto con el fin de glorificarse a s� mismo. David lo hizo, pero despreci�, y seguramente ninguno tanto como los que tom� en sus redes de bellas palabras y buenos discursos.

"Absal�n dijo adem�s: �Oh, si yo fuera hecho juez en la tierra, para que todo hombre que tenga cualquier pleito o causa pudiera venir a m�, y yo le har�a justicia! Y era as�, que cuando alguien se acercaba a �l para le hizo reverencia, �l extendi� su mano, y lo tom�, y lo bes�.Y de esta manera hizo Absal�n a todo Israel que ven�a al rey para juicio: as� Absal�n rob� el coraz�n de los hombres de Israel.

"No hace falta argumentar largamente que no hab�a ni justicia ni amor en todo esto; ni la justicia que discriminaba las relaciones mutuas de �l y de los que ven�an, y m�s a�n al rey, sin la cual no pod�a haber nada bien, ni el amor que buscaba el bien de los dem�s en lugar del propio, sino la voluntad desenfrenada y la m�s alta ambici�n.

Su objeto era �l mismo, y �l mismo tambi�n para los prop�sitos m�s viles de su propia exaltaci�n por el derrocamiento de su padre, a quien Dios hab�a ungido rey de Israel. "Y aconteci�", se dice, "despu�s de cuarenta a�os, que Absal�n dijo al rey: Te ruego que me dejes ir y pagar el voto que hice a Jehov� en Hebr�n. Porque tu siervo hizo voto un voto estando yo en Gesur en Siria, diciendo: Si en verdad Jehov� me hiciere volver � Jerusalem, yo servir� � Jehov�.

Obs�rvese aqu� la profanaci�n del nombre de Jehov�, que siempre acompa�a al peor mal de los hombres sobre la tierra. "Y el rey le dijo: Ve en paz. Entonces �l se levant� y se fue a Hebr�n. Pero Absal�n envi� esp�as por todas las tribus de Israel, diciendo: Tan pronto como oig�is el sonido de la trompeta, entonces dir�is: Absal�n reina en Hebr�n. Y con Absal�n iban de Jerusal�n doscientos hombres, que fueron llamados, y andaban en su sencillez, y no sab�an nada.

Y envi� Absal�n por Ahitofel gilonita, consejero de David, de su ciudad, de Giloh, mientras �l ofrec�a sacrificios. Y la conspiraci�n era fuerte; porque el pueblo crec�a continuamente con Absal�n�. Aqu� hay otro car�cter que era necesario para completar el car�cter del anticristo; es decir, la combinaci�n del poder real en Israel con la pretensi�n espiritual. Habr� la m�s alta suposici�n de tipo religioso.

El anticristo no es apenas incr�dulo. La infidelidad la habr�, pero siempre con ella una muestra de religi�n, ya sea en el mismo personaje o en uno que se le une en tipo. Lo que trae un poder espiritual maligno es necesario para dar el verdadero y completo car�cter del anticristo. De ah� que Ahitofel est� asociado con Absal�n. Entonces, como sabemos, la segunda bestia, o falso profeta, en el Apocalipsis simboliza a este mismo personaje.

Cabe destacar que tiene dos cuernos como el cordero. Hay un doble car�cter del poder. No es simplemente que sea o tenga un cuerno. No es un simple rey, sino una bestia con dos cuernos. Y en este tiempo parecer�a que ya no se trata de imitar el poder sacerdotal de Cristo, sino que pretender� tener no s�lo un lugar de rey sino un car�cter de profeta, una comprensi�n de la mente de Dios, tal como Ahitofel aqu� , como vemos, que antes hab�a sido consejero de David y ahora es de Absal�n. Hay, pues, una combinaci�n del falso profeta con la realeza. Estos al final ser�n unidos en el anticristo.

No estoy hablando ahora del gran poder imperial, la bestia, en aquellos d�as que traer�n juicio. Para esto debemos buscar en otra parte; porque no tendr� su asiento en Jerusal�n, ni la esfera de su dominio ser� la tierra de Israel. Habr� el lugar donde tenga lugar el conflicto final; all� la escena de la destrucci�n de la bestia y el falso profeta, y de los reyes asociados que est�n con ellos.

Estos son algunos de los puntos principales que pueden ayudar, no s�lo a guiar las almas, sino tambi�n a preservarlas de los errores cometidos con demasiada frecuencia, a los que estamos tan expuestos como cualquiera. No hay poder de preservaci�n en la verdad excepto por la simple sujeci�n a la palabra de Dios. Si empezamos a darnos cr�dito por algo parecido a un sistema definido de verdad, m�s particularmente cuando toma una forma tradicional llevada de uno a otro, estoy persuadido de que el Se�or no estar� con la empresa.

De todos los hombres, somos los que m�s necesitamos caminar en sujeci�n sostenida a Dios y Su palabra. Sin duda todos los hijos de Dios lo hacen; pero si Dios nos ha sacado de los credos y las formas estereotipadas del arreglo humano, puede estar seguro de que no corremos menos peligro. No se quiere decir en lo m�s m�nimo que no hay seguridad. �Qui�n puede pasar por alto el hecho de que aquellos que han confiado en credos y formularios tienen poco de qu� jactarse de su ortodoxia en este momento? Tambi�n podemos ver que la incoherencia no tiene fin; s�, la contradicci�n m�s grosera de lo que se declara y confiesa puede ser y es llevada a cabo, aunque uno puede estar agradecido por cualquier freno que haya al error mortal; porque el valor de un credo, en el mejor de los casos, reside principalmente en su protesta contra la heterodoxia.

"La fe es por el o�r, y el o�r por la palabra de Dios", no por un credo. Y la infidelidad de los hombres que suscriben todos los credos antiguos es tan flagrante que los meros abogados y los hombres del mundo en general se averg�enzan del esc�ndalo. Esto no se dice para herir a nadie, ni como cuerpo ocupado en cosas de otros hombres, sino para el beneficio de nuestras almas, creyendo que no hay nadie a quien Dios se aferre m�s decididamente a lo que profesamos.

Pero, �no es nuestro gozo, y el medio seguro de seguridad, abrigar una sujeci�n continua e incondicional en nuestras almas a la verdad de Dios tal como �l la ha revelado, no a los pensamientos que podemos recibir a trav�s de otros, no importa cu�n llamativos o �tiles sean? Agradezcamos su ayuda; sin embargo, es nuestro deber juzgar todo por la palabra. Disfrutemos con gratitud cualquier parte de la verdad que los siervos del Se�or puedan ministrarnos, pero ninguna deducci�n puede ser nunca una base para la fe.

Cualquier cosa que sea ense�ada por �ste o predicada por aqu�l debe llevarse a la piedra de toque de las Escrituras, en lugar de ser sacado de su lugar y convertido en una prueba de la verdad. La palabra de Dios no es solo la gran fuente, sino el �nico est�ndar de la verdad. �Deseamos de Dios la verdad? Tenemos Su preciosa palabra para ense�arnos esa verdad con certeza. El ministerio en la palabra es una ayuda bendita; y ser�a soberbio y bajo despreciar la ayuda de los siervos de Dios desagradecidos con �l, altivos con ellos, y perjudiciales para nuestras propias almas.

"Ser�n todos ense�ados por Dios" es cierto para todos los santos, pero de ninguna manera excluye a los maestros y otros medios ordinarios, aunque puede haber casos extraordinarios en los que se les ense�a sin esta o aquella ayuda. Pero en general es una pretensi�n infundada haber aprendido directamente de Dios por su propia palabra, independientemente de los que �l ha puesto en el cuerpo de Cristo para este prop�sito expreso.

Y se encontrar�, de hecho, que aquellos que se jactan de no haber aprendido a trav�s de los medios que �l usualmente emplea saben poco, siendo realmente demasiado orgullosos para ser ense�ados.

Entonces debemos prestar atenci�n a la palabra de Dios si queremos tener la seguridad de la ense�anza divina, incluso si se trata solo de una pregunta sobre el anticristo. Es, por supuesto, aparte de esas verdades fundamentales que est�n inmediatamente ligadas a nuestra propia relaci�n con Dios; y podemos bendecirlo porque as� es y debe ser en Su sabidur�a. Aun as�, debemos recordar que es por la verdad que somos santificados. Tampoco podemos darnos el lujo, por causa del nombre del Se�or, m�s que por el bien de nuestras propias almas, de admitir a la ligera cualquier pensamiento en nuestras mentes que no sea de �l.

De hecho, no importa cu�n distante, cuando se recibe algo en el coraz�n que no es la verdad de Dios, como si fuera falso y un ingrediente extra�o, obrar� el mal de varias maneras; seguramente enredar� otras escrituras, y nos har� confundir las cosas que difieren. La consecuencia ser� que no sabemos cu�l puede ser el efecto de incluso una insignificante desviaci�n de la verdad al destruir as� la simetr�a y la perfecci�n de la verdad de Dios en Su palabra.

El hecho es que la verdad es una, y por lo tanto, donde una parte es malinterpretada o rechazada, existe el peligro de debilitar el resto. Ahora estoy hablando, por supuesto, no de lo que concierne a nuestras propias almas con Dios, sino simplemente de usar provechosamente cada parte de la palabra de Dios.

As� pues, si hemos sido bien guiados en lo que est� delante de nosotros, hay en el tipo la uni�n de ambos por un lado el poder real (y esto era lo que Absal�n estaba afectando para s� mismo); pero junto con �l se uni� a �l un car�cter falsamente prof�tico tipificado por Ahitofel. Los dos estaban conectados entre s�, tal como vimos al mismo Sa�l al final encontrando su recurso en la bruja de Endor.

Hab�a un consejero espiritual malvado del tipo m�s bajo al que fue conducido. V�ase tambi�n Fara�n y los magos, tambi�n Balac y Balaam. Estos dos personajes est�n constantemente vinculados en oposici�n al Cristo de Dios.

Sea como fuere, Absal�n se ve aparentemente exitoso al principio; y r�pidamente sigue la visi�n solemne del rey obligado a ser un fugitivo del trono, y la capital, y el santuario de Israel. "David dijo a Itai: Ve y pasa. Y pas� Ittai el geteo, y todos sus hombres, y todos los peque�os que estaban con �l. Y toda la tierra llor� a gran voz, y todo el pueblo pas�: tambi�n el rey pas� el arroyo Cedr�n, y pas� todo el pueblo, por el camino del desierto.

Y he aqu� tambi�n Sadoc, y todos los levitas estaban con �l, llevando el arca del pacto de Dios; y depositaron el arca de Dios; y Abiatar subi�, hasta que todo el pueblo acab� de salir de la ciudad.

�Qu� bonito el contraste con una escena anterior, pero demasiado familiar! El pueblo y los sacerdotes, en su p�nico ante los filisteos, sacaron el arca de Dios, por si acaso les sirviera de amuleto contra las espadas de sus enemigos; pero aqu� David reh�sa emplearlo de manera ego�sta e irreverente, cualquiera que sea su necesidad y peligro de un hombre, si alguna vez hubo uno en la tierra, con fe viva en Dios, y verdadera reverencia por la se�al de Su presencia en Israel; porque nunca hubo nadie que mostrara tal valor, y esto con fe, por el arca de Dios, como el rey David.

Sin embargo, en esta hora suprema de su m�s profunda extremidad y su mayor humillaci�n, se niega a poner en peligro el arca de Dios. �l no permitir�, por su propio bien, que se arroje sobre �l la m�s m�nima sombra. �Qu�! �l, David, llama el arca de Dios fuera de Jerusal�n? �Lejos de ahi! David ordena a los hijos de Sadoc ya los levitas que lo lleven de regreso a la ciudad, donde est� destinado a descansar para siempre, una vez que el Se�or Jes�s lo establezca; y sobre este terreno afectado y desinteresado: "Si hallare gracia ante los ojos de Jehov�, �l me har� volver, y me mostrar� ella y su habitaci�n; mas si dijere as�: No tengo contentamiento en ti; he aqu� , aqu� estoy, que me haga como mejor le parezca.

�No era este un coraz�n, hermanos m�os, que frente a todas sus faltas aceptaba su humillaci�n, tom�ndola de la mano de Dios para justificarlo? Era uno que sab�a que, cualquiera que sea la gracia de Dios ya mostrada a �l, a�n no se hab�a agotado Lejos de ceder a la sospecha de la bondad de Dios hacia �l, cuestionar sus m�ltiples defectos o paliar su gran fracaso, vemos a alguien dispuesto a inclinarse ante cualquier cosa que Dios haga, y bendecirlo por ello.

David suplicar�a por el honor de Dios, costara lo que costara para �l. Y esta es la fe, que se apropia a su propia necesidad y alegr�a de lo que ve en Dios. Pero s�lo porque es fe, nunca permitir� que lo que su peque�o campo de visi�n abarca pueda igualar, sino que debe ser siempre superado por la gracia que est� en �l. En fin, la fe, como siempre consigue lo que busca, as� siempre tiene la certeza de que hay m�s, sin pretender nunca llegar hasta la plenitud de la gracia de Dios.

Al mismo tiempo, no se detiene ap�ticamente, satisfecho con lo que tiene, aunque agradecido. Pero confiesa que la fe en el hombre nunca est� a la altura de la gracia en Dios, por as� decirlo; Por mucho que dibuje, nunca podr� sondear Su bondad. Puede sumergirse m�s y m�s, pero nunca puede llegar al fondo.

En este esp�ritu fue que encontramos al rey subiendo por la subida del monte de los Olivos. Puede que nos recuerde a uno m�s grande que �l; pero Aquel m�s grande que David, aunque conoc�a las l�grimas como nadie jam�s las conoci�, no subi� llorando. No es que Su coraz�n no estuviera lleno de los m�s profundos sentimientos de amor y de dolor por el hombre e Israel, por los Suyos tambi�n en medio de ellos, para disfrutar pronto del Consolador que �l enviar�a del cielo como el sello de la redenci�n.

Pero para David fue un d�a de verg�enza, no s�lo para el pueblo y su hijo culpable, sino tambi�n para s� mismo personalmente; fue un d�a en que no pudo negar la mano justa de Dios extendida sobre �l y su simiente en la correcci�n de faltas ni pocas ni leves. �l "llor�" por lo tanto "mientras sub�a, y ten�a la cabeza cubierta, y andaba descalzo; y todo el pueblo que estaba con �l cubr�a cada uno su cabeza, y sub�an llorando mientras sub�an".

Pero adem�s se lo hizo saber a David, diciendo: Ahitofel est� entre los conjurados con Absal�n. David se vuelve a Dios. Conoc�a la gravedad de las nuevas, pero esta misma cosa trajo ante �l el manantial de su confianza, tan ciertamente como vio la mano de Satan�s en ello. El amor de un padre podr�a abstenerse de alegar contra Absal�n; pero David ahora pod�a descargar su coraz�n a Dios. Por eso dice: "Oh Jehov�, te ruego que cambies el consejo de Ahitofel en locura". Y Jehov� oy�, y respondi�.

Sin embargo, el rey no carec�a de consuelo y alegr�a. No careci� de aquello que consol�, calm� y anim� su esp�ritu en el d�a de su calamidad. Esto se presenta ante nosotros en el pr�ximo cap�tulo ( 2 Samuel 17:1-29 ), donde "Siba, siervo de Mefi-boset, le sali� al encuentro con un par de asnos ensillados, y sobre ellos doscientas hogazas de pan y cien manojos de pasas, cien frutas de verano y una botella de vino.

Y el rey dijo a Siba: �Qu� quieres decir con esto? Y Siba dijo: Los asnos sean para que los monte la casa del rey; y el pan y las frutas de verano para que coman los j�venes; y el vino, para que beban los que se fatigan en el desierto.� Y as� es, amados amigos, que donde la gracia est� en el coraz�n, el Se�or dar� la oportunidad de mostrarla. el tiempo presente, mientras Jes�s es todav�a menospreciado; y �l es menospreciado, aunque lo reconocen en palabras para estar sentado en el trono.

As� tambi�n, cuando hayamos ido al cielo, �l dar� al remanente piadoso al final de esta era, y aceptar� los dulces frutos de la fe que se manifestar�n en aquellos que rechacen lo que es falso y del enemigo, como lo ven. a trav�s de nubes y dificultades, sin duda, pero no sin seguridad, hasta el d�a luminoso del reino que est� por establecerse aqu� abajo. Esto es lo que se representa por la fe obrada por el amor, que se nos muestra al proveer para David.

Pero cuando el rey llega a Bahurim, es sometido a una nueva prueba en forma de insulto; porque estas dos cosas pueden estar ahora juntas, frutos de la gracia y obras de la carne inspiradas por Satan�s. Aqu� Simei "arroj� piedras a David ya todos los siervos del rey David; y todo el pueblo y todos los valientes estaban a su derecha ya su izquierda". Naturalmente, los hombres valientes no sintieron una indignaci�n no peque�a; pero o�mos la voz del rey humillado que reprende a sus seguidores, demasiado apresurados para derramar sangre.

No; fue de Dios de quien vino la humillaci�n, y David la acepta completamente. Simei no lo provocar� hasta el punto de perder un grano de la ganancia. El brazo que hubiera aplastado a Simei en un momento hubiera privado a David de una lecci�n que nunca olvidar�a. Si, pues, un guerrero de confianza se propone castigar la desenfrenada insolencia de Simei, el rey respira el esp�ritu de la mansedumbre, incluso en el momento en que el m�s bajo de los hombres derram� desprecio sobre �l.

"Entonces dijo Abisai al rey: �Por qu� ha de maldecir este perro muerto a mi se�or el rey? Te ruego que me dejes pasar y cortarle la cabeza. Y el rey dijo: �Qu� tengo yo que ver con vosotros, hijos de Maldiga, pues, a Sarvia, porque le ha dicho Jehov�: Maldice a David. �Qui�n, pues, dir�: Por qu� has hecho as�? Debemos recordar que, antes de que el Se�or Jes�s salga como Rey, otros ser�n puestos a prueba, y su fe y gracia paciente ser�n probadas en su medida tan verdaderamente como la nuestra.

Para nosotros, en efecto, la prueba de nuestra fe debe ser siempre. Lo tendr�n por una temporada breve, y severamente. Pero ahora todo est� calculado para seducirnos al mundo y hacernos pasar por alto la gloria moral de nuestro llamado, para olvidar el rechazo y la cruz de Cristo.

De hecho, la relaci�n que se ve aqu� se aplicar� plenamente a los santos de los �ltimos d�as, mientras que solo puede ser nuestra en esp�ritu general. Porque Cristo es el propio Se�or y Cabeza. David era verdaderamente el rey, y no hab�a ning�n otro. Pero sabemos que, aunque el Se�or Jes�s a�n no est� sentado en su trono, est� coronado de gloria y de honra. Lo conocemos en lo que es, despu�s de todo, un trono mayor, y en un t�tulo m�s profundo que el de Mes�as; lo conocemos pose�do de una gloria mayor y en una esfera superior; sabemos que es �l quien conferir� gloria en el trono, en lugar de simplemente recibir gloria de �l; pero por eso mismo tenemos la oportunidad de mostrar hasta qu� punto nuestra fe en Cristo supera y anula todas las tentaciones de Satan�s para servir al mundo y olvidar a nuestro rechazado Maestro.

Pero lo mismo en principio ser� cierto para aquellos que nos seguir�n. Por supuesto, no tendr�n la misma forma de relaci�n con el Se�or Jes�s que tenemos nosotros; y la parte especial de la palabra de Dios que afectar� sus almas y circunstancias ser� muy diferente de la que Dios tiene para nosotros ahora. Hay una base com�n, pero mucho que es distintivo de cada uno. Y esto es de gran importancia.

Muestra convincentemente que no se trata simplemente de la palabra de Dios, sino de su Esp�ritu; y el mismo Esp�ritu que saca a relucir la verdad y nos lleva a nuestra relaci�n con Cristo en lo alto, traer� a las almas de los justos jud�os piadosos por y por la expectativa del Rey verdadero que vendr� para derrocar al anticristo con todos los dem�s enemigos. al final del siglo, y para reinar sobre Israel y la tierra en el siglo venidero.

Esto les brindar� oportunidades similares en principio a las que el Se�or le dio a Mefi-boset por un lado, y de las cuales Simei aprovech� por el otro. Habr� lugar tanto para el desprecio como para la reciprocidad de gracia entre el Mes�as y todos los que le han esperado en aquel d�a.

Al final del cap�tulo tenemos otra escena que a�n nos recuerda la gran crisis. Husai va a Absal�n y se opone en todos los sentidos al consejo de Ahitofel. As� tambi�n en aquellos d�as futuros sabr� el Se�or derrotar todos los planes del diablo. No hab�a duda de que Ahitofel de los dos era el m�s sutil y el mejor calculado de todos para promover los planes de Absal�n; pero a�n no hab�a llegado el momento de otra cosa que de un esfuerzo sombr�o.

Hab�a entonces como ahora uno "que deja". Todav�a no era la hora del �xito aparente. Dios confunde los planes en consecuencia, y Ahitofel se enfada al m�ximo, y cada vez m�s cuando descubre que hay uno cerca de Absal�n que deshace todos sus planes. Esto se nos presenta completamente en 2 Samuel 17:1-29 .

El resultado fue que "Al ver Ahitofel que no se segu�a su consejo, ensill� su asno, y se levant�, lo llev� a su casa, a su ciudad, y puso su casa en orden, y se ahorc�, y muri�, y fue sepultado en el sepulcro de su padre".

El pr�ximo cap�tulo ( 2 Samuel 18:1-33 ) trae la solemne crisis ante nosotros. Tiene lugar la batalla, y el que se enorgullec�a tanto, el que hab�a adulado a Israel para ganarlos como sus partidarios contra su padre, el que buscaba el dominio pero no de Dios, oponi�ndose a la gloria de Dios y del rey de Israel, muere de especial verg�enza y maldici�n, colgado de un madero.

Levantado, como sabemos, por el mismo cabello de su cabeza que hab�a sido su vanidad, como si fuera parte de su belleza personal, Absal�n muri� como muere un necio; as� hab�a ordenado Jehov� mismo en Su providencia el resultado, mientras hu�a de la escena de su derrota. El rey traiciona el afecto natural del coraz�n de un padre, pero, puede ser, con muy poco sentido de la rebeli�n imp�a de su hijo, o de la justa retribuci�n de Dios. Esto se presenta ante nosotros de la manera m�s conmovedora.

�Qu� necesidad de detalles ahora? Baste decir que Joab entra para reprender al rey cuando se deja llevar por un dolor desmesurado, y clama a gran voz: "�Oh hijo m�o Absal�n! �Oh Absal�n, hijo m�o, hijo m�o!" Las mismas personas que hab�an obtenido la victoria para �l no pod�an sino enfadarse al leer un reproche impl�cito en los lamentos y l�grimas del rey. Por tanto, Joab se atreve a decir: "Has avergonzado hoy el rostro de todos tus siervos que hoy han salvado tu vida, y la vida de tus hijos y de tus hijas, y la vida de tus mujeres, y la vida de tus concubinas". en que amas a tus enemigos, y aborreces a tus amigos, porque has declarado hoy que no tienes en cuenta a pr�ncipes ni a siervos; te complaci� bien.

Ahora, pues, lev�ntate, sal, y habla c�modamente a tus siervos; porque juro por Jehov�, que si no sales, nadie se quedar� contigo esta noche.� �Cu�n evidente es que a�n no reinaba el rey en justicia; de otra manera Joab nunca se hab�a atrevido a hablar as�. Por lo tanto, todo tipo se queda corto de la verdad. Debe ser as� en la naturaleza de las cosas; �y nos corresponde a nosotros criticar la pura verdad de que el Se�or Jes�s es as� inaccesible? Porque �qu� significa El relato de toda escritura el fracaso del primer hombre El �nico digno de todo homenaje y alabanza, de toda confianza y amor, es el segundo Hombre, el postrer Ad�n.

Entonces el rey se complaci� en sentarse a la puerta. "Y todo el pueblo vino delante del rey, porque Israel huy� cada uno a su tienda". Y entonces el rey David env�a "a Sadoc y al sacerdote Abiatar, diciendo: Habla a los ancianos de Jud� y diles: �Por qu� sois vosotros los �ltimos en hacer volver al rey a su casa? Ya que el discurso de todo Israel ha llegado al rey , hasta su casa. Vosotros sois mis hermanos, vosotros sois mis huesos y mi carne: �por qu�, pues, sois vosotros los �ltimos en hacer volver al rey? Y dec�s a Amasa: �No eres t� de mis huesos y de mi carne? Dios as� hazme, y aun me a�adas, si no eres capit�n del ej�rcito delante de m� continuamente en lugar de Joab.

E inclin� el coraz�n de todos los varones de Jud�, como el coraz�n de un solo hombre; de modo que enviaron esta palabra al rey: Vu�lvete t� y todos tus siervos. Volvi�se, pues, el rey, y vino al Jord�n. Y Jud� vino a Gilgal para ir al encuentro del rey para conducir al rey al otro lado del Jord�n.� Y all� es donde el blasfemo Simei se encoge ante el rey que regresa; porque ahora se est�n manifestando aquellos que hab�an rendido una obediencia fingida.

Aqu� tambi�n el rey muestra que de ninguna manera estuvo a la altura de la tarea que ser� asumida y llevada a cabo en su totalidad por el verdadero David solamente; porque, impulsado por sus sentimientos, jura a Simei que no morir�, un juramento que no sirvi� de nada cuando Salom�n accedi� al trono, como sabemos por otro libro de las Escrituras.

A continuaci�n encontramos a Mefiboset y su triste historia; y Barzillai el galaadita viene ante nosotros con su gracia a su debido tiempo. El resultado de todo es que los hombres de Israel vienen al rey y dicen: "�Por qu� tienen nuestros hermanos los hombres de Jud�?" porque ahora se convierte en una rivalidad de cuidado y cari�o y honor por el rey "�Por qu� tienen nuestros hermanos los hombres de Jud�?" Jud� te ha robado, y ha hecho pasar al rey y a su casa, y a todos los hombres de David con �l, al otro lado del Jord�n Y todos los hombres de Jud� respondieron a los hombres de Israel: Porque el rey es pariente nuestro; �Os enojasteis por este asunto? �Hemos comido de todo el gasto del rey? �O nos ha dado �l alg�n presente? Y los hombres de Israel respondieron a los hombres de Jud�, y dijeron: Tenemos diez partes en el rey, y tambi�n tenemos m�s justo en David que vosotros.

"El rey es ahora su porci�n y jactancia. Si aqu� encontramos de nuevo la naturaleza, no obstante, �qu� cambio cuando el rey regres�! �l es llevado a Jerusal�n por los afectos que regresan del pueblo. Otro traidor es descubierto en la persona de Seba derrocada a�n por el celo pronto, as� como por el coraje de Joab y todo fue nuevamente ordenado en el reino.La �ltima parte de este cap�tulo nos muestra que los esfuerzos del enemigo solo se vuelven para el mayor honor del rey David ahora reinstaurado en Jerusal�n. y el trono.

Pero en 2 Samuel 21:1-22 se nos presenta una escena instructiva a la que podemos dirigir nuestra atenci�n por un momento. Cualquiera que sea la gracia y la fidelidad de Dios, por la misma raz�n Dios es celoso de Su palabra, y act�a con justicia dondequiera que Su nombre est� empe�ado. Todos estamos familiarizados con el hecho de que en los d�as de Josu� los gabaonitas hab�an enga�ado a los jefes de Israel.

Se hab�an burlado de Josu� como si viniera de un pa�s lejano, habiendo ocultado para sus propios fines la verdad de que pertenec�an a las razas malditas de Cana�n. El resultado fue que Josu� y los dem�s l�deres de Israel cometieron el nombre de Jehov�, mediante el enga�o de los gabaonitas, para salvarles la vida, aunque como consecuencia de ese enga�o quedaron reducidos a la condici�n de cortadores de le�a y sacadores de agua para el santuario.

Pero Sa�l, en su falso celo por Dios, perdi� de vista lo que tan solemnemente se asegur� a los gabaonitas. �Te sorprende que el rey que hubiera quitado la vida de su propio hijo por su juramento imprudente, que Jonat�n no sab�a, sienta a la ligera el juramento que hab�an hecho Josu� y los dem�s l�deres de Israel en el tiempo antiguo? No te extra�es; porque la carne, que aqu� se sobrecarga, all� se deshace del todo.

Sin duda fue hace mucho tiempo, y hay quienes ignorar�an lo que es pasado por la comodidad presente. Pero el tiempo no hace ninguna diferencia, como tampoco el lugar, en las cosas de Dios. Lo que �l busca es Su nombre, y por esto tambi�n estamos obligados a guardar Su palabra y no negar Su nombre. Sa�l lo olvid�. �No podemos entender esto f�cilmente? En �l no hab�a fe viva en absoluto. Solo hab�a forma, y ??esto vender� al Se�or cuando convenga por el precio de un esclavo, aunque al mismo tiempo puede hacer la mayor demostraci�n de devoci�n.

Sin duda, Sa�l pod�a jactarse de su propio celo superior por el Se�or en que al menos �l no iba a dejarse llevar por un mero nombre, y una obligaci�n tan antigua como para ser obsoleta. Si los gabaonitas fueran cananeos, �ay de ellos por parte del rey Sa�l! Y as� fue que hubo hambre, no inmediatamente despu�s, sino ahora en los d�as de David por tres a�os. Dos cosas en particular bien pueden llamar la atenci�n en esto como una gran verdad moral.

Pas� mucho tiempo desde que se prometi� el nombre de Jehov�; pero �olvida Dios alguna vez? En segundo lugar, no hab�a pasado mucho tiempo desde que Sa�l hab�a cometido el hecho sangriento, y sin embargo, Jehov� no hab�a recibido ning�n castigo.

El castigo no sigui� hasta un tiempo considerable despu�s. Tal paciencia prueba a fondo las almas. El castigo no cay� en los d�as de Sa�l, sino en los de David. �Por qu�? Porque Dios tendr� todo para consultarle; Ejercitar� a su pueblo en su com�n y continua responsabilidad; �l nos har� sentir y juzgar nuestro olvido de coraz�n, nuestra falta de mirarse a S� mismo. El mal podr�a haber sido tratado personalmente con Sa�l; pero la paciencia de Dios por un lado, y la solidaridad del pueblo por el otro, se ense�aron de manera m�s impresionante cuando cay� el golpe en los d�as de David.

El pueblo y el rey se vieron as� obligados a revisar lo que pronto se hab�a olvidado porque se tom� demasiado a la ligera cuando se hizo. �l al menos est� ocupado con nuestros caminos, y la disciplina puede tardar mucho tiempo. �l quer�a que Su pueblo aprendiera la raz�n por la cual Su mano estaba sobre ellos.

Si conf�an en su justicia, sabr�n por qu� fue el tiempo adecuado, y seg�n la sabidur�a de Dios, que el castigo cayera en los d�as de David en lugar de en los de Sa�l. Si hubiera ca�do en los d�as de Sa�l, no se hubiera consultado tanto al Se�or. Aqu� hab�a uno que sinti� por el honor de Jehov�. Lleg� el golpe. Si David hubiera sentido el pecado, si el pueblo lo hubiera confesado, si el nombre de Jehov� hubiera sido limpiado al respecto, es posible que el hambre no les hubiera sobrevenido como realmente sucedi�.

El mal fue hecho por otro que era personalmente culpable. Se concede que ni David ni ellos fueron responsables de sus actos, sino que fueron responsables de sentir y confesar el mal. Lo hizo p�blicamente el rey Sa�l en Israel. �Hab�an lamentado el hecho como si empa�ara la gloria de Jehov�? No parece que haya habido tal confesi�n; y el Se�or ahora los obligar� a tomar ese pecado m�s seriamente bajo la presi�n de una hambruna, repetido hasta que �l fue glorificado en el asunto donde se cometi� el mal.

De hecho, el rey era culpable, pero �hab�a mostrado el pueblo horror piadoso por su profanaci�n del nombre de Jehov�? Fueron descuidados al respecto, no se puede dudar; y David despierta ahora en respuesta a la llamada; y �l, disciplinado por Dios, realmente lo siente, ya que todo Israel tuvo que sufrir las consecuencias. Entonces viene el hambre, y David consulta a Jehov�. Es muy evidente que requiri� un trato pesado y prolongado de parte de Dios para hacerlos sentir; porque est� dicho: En los d�as de David vino el hambre tres a�os, a�o tras a�o.

"No es que Dios se complazca en infligir una dolorosa plaga sobre su pueblo, sino que cualquier cosa es buena que nos lleve a acercarnos a Dios en juicio propio por una deshonra hecha a su nombre. Parece claro, entonces, que este flagelo era requerido a�o tras a�o para despertar la conciencia de Israel, posiblemente tambi�n de David. Finalmente consulta a Jehov�, quien claramente responde: "Es por Sa�l, y por su casa sanguinaria, porque mat� a los gabaonitas".

�Qu� lecci�n m�s solemne es que Dios no solo no permitir� que se haga injusticia a las personas que �l ama, sino incluso a los enemigos que los enga�aron! "El justo Jehov� ama la justicia". Ser�a dif�cil ver o pedir una prueba m�s patente de la delicadeza y tambi�n de la tenacidad de la tenencia de la justicia de Dios que Su trato en este mismo caso con Israel por el juramento hecho a los gabaonitas.

Cada uno puede entender c�mo debe sentirse �l acerca de Israel o de David; pero que Dios est� celoso por un mal hecho bajo tales circunstancias, y hace tanto tiempo, a los gabaonitas, es para m� una lecci�n muy saludable del Dios con quien tenemos que ver.

Ni esto solo. "Y llamando el rey a los gabaonitas, les dijo: �Qu� har� por vosotros, y con qu� har� expiaci�n, para que bendij�is la heredad de Jehov�?" Este es otro punto importante: sus conciencias deben estar satisfechas, sus corazones consolados y en paz por el mal que se les ha hecho. Sin embargo, no hay disfraz en cuanto a las personas en cuesti�n. Ahora bien, los gabaonitas no eran de los hijos de Israel.

El Esp�ritu de Dios llama expresamente nuestra atenci�n sobre su origen y raza. Eran "del remanente de los amorreos" y ustedes saben lo que eran los amorreos "y los hijos de Israel les hab�an jurado, y Sa�l procur� matarlos en su celo por los hijos de Israel y Jud�". Algo excelente, �no es el celo por el pueblo de Dios? Pero s�lo el celo por el pueblo de Dios, o nominalmente por Dios mismo, nunca puede santificar la falta de respeto a Su nombre, incluso si mediante enga�os s�lo ese nombre hubiera sido prometido a Sus peores enemigos.

Porque, en verdad, no se trataba de aquellos a quienes se juraba el nombre, sino de Su nombre que se juraba as�. Si el nombre de Jehov� se diera como escudo a alguien, Jehov� ser�a el guardi�n inquebrantable y m�s justo de su santidad.

Entonces de los gabaonitas cuando vienen, David pregunta: "�Qu� har� por vosotros? �Y con qu� har� expiaci�n, para que bendij�is la heredad de Jehov�? Y los gabaonitas le dijeron: No tendremos plata ni oro. de Sa�l, ni de su casa; ni por nosotros matar�s a ning�n hombre en Israel. Y �l dijo: Lo que dec�s, eso har� por vosotros. Y respondieron al rey: El hombre que nos destruy�, y el que concibi� contra nosotros para que seamos destruidos y no quedemos en ninguno de los t�rminos de Israel, d�nsenos siete varones de sus hijos, y los colgaremos a Jehov� en Gabaa de Sa�l, a quien Jehov� escogi�.

Y el rey dijo: Yo los dar�. Pero el rey perdon� a Mefi-boset, hijo de Jonat�n, hijo de Sa�l, a causa del juramento de Jehov� que hab�a entre ellos". hacer otro Por muy importante que sea, por ejemplo, rendir homenaje a Dios fuera, nunca debemos dejar escapar el honor de Dios en el hogar en la familia.

Es algo bendito servirle en el exterior, pero habr� un lamentable mantenimiento de Su gloria fuera de la casa si no se le honra dentro. Y si hallamos, pues, el juramento del gabaonita de parte de Jehov� por un lado, no fue menor el juramento a Jonat�n, hijo de Sa�l y su simiente por el otro. Sin duda, un esp�ritu apresurado habr�a sacrificado uno por el otro; la sabidur�a de Dios nos permite mantener ambos. Esto se ve claramente en la conducta de David.

Y adem�s, la ejecuci�n misma del juicio divino introduce la historia profundamente pat�tica de la concubina de Sa�l: "Y Rizpa, hija de Aia, tom� cilicio y se lo tendi� sobre la pe�a, desde el principio de la siega hasta que cay� sobre ellos agua del cielo". , y no permitieron que las aves del cielo se posaran sobre ellos durante el d�a, ni las bestias del campo durante la noche.Y fue dado aviso a David de lo que hab�a hecho Rizpa, hija de Aia, la concubina de Sa�l.

"Esto no fue una cosa peque�a para David. Sin duda el nombre de Dios exig�a vindicaci�n, y era justo. Les correspond�a a los gabaonitas que estuvieran satisfechos. Dios los estaba obligando a juzgar el caso para expiar la culpa; pero era m�s que justo era hermoso y adecuado que Rizpah derramara as� el profundo dolor de su coraz�n delante de Dios.En esta coyuntura David muestra tambi�n por su parte lo que es hermoso y digno en el rey de Israel.

Lejos estuvo de insultar la memoria del difunto rey; porque el mismo que hab�a entregado a sus hijos a la muerte fue y tom� los huesos de Sa�l: este fue el mismo momento en que los tom� mostrando el �ltimo honor al difunto rey de Israel y su familia. "Y David fue y tom� los huesos de Sa�l y los huesos de Jonat�n su hijo de los hombres de Jabes-galaad, que los hab�an robado de la calle de Bet-san donde los filisteos los hab�an colgado, cuando los filisteos hab�an matado a Sa�l en Gilboa: e hizo subir de all� los huesos de Sa�l y los huesos de Jonat�n su hijo, y recogieron los huesos de los ahorcados.

Y enterraron los huesos de Sa�l y de Jonat�n su hijo en el pa�s de Benjam�n en Zela, en el sepulcro de Cis su padre; e hicieron todo lo que mand� el rey. Y despu�s de eso Dios fue orado por la tierra".

El final del cap�tulo nos habla de las proezas de algunos de los siervos de David en favor de la menguante fuerza del rey.

Pero en este punto ser�a bueno prestar atenci�n a la forma notable en que el Esp�ritu de Dios ha reunido los dos cap�tulos siguientes. Ciertamente tal conjunci�n no es a la manera de los hombres. 2 Samuel 22:1-51 consiste, como es bien sabido, en porciones sustancialmente dadas de nuevo en el Libro de los Salmos.

As� Salmo 18:1-50 se hace aqu� m�s llamativo porque se pone junto con las �ltimas palabras, como se les llama, de David, en 2 Samuel 23:1-39 .

Ahora, una comparaci�n de estos dos recompensar� a toda mente espiritual. Porque �cu�l es el punto distintivo de 2 Samuel 22:1-51 ? La identificaci�n de la historia de Israel con David como tipo del Mes�as. Nada puede ser m�s sorprendente para cualquier persona que medite paciente e inteligentemente el cap�tulo que la forma notable en que los grandes acontecimientos de la historia de Israel, su liberaci�n de Egipto, su paso por el Mar Rojo, la derrota de sus enemigos, son todos mezclado con el Mes�as, primero entrando en las aflicciones y tribulaciones del pueblo, luego sacado de ellos por fin para ser su libertador, la cabeza no s�lo de Israel sino de los gentiles. Aqu�, por lo tanto, encontramos un curso de dolor y de sufrimiento que termina en alegr�a y triunfo.

�Cu�n diferente es el car�cter de 2 Samuel 23:1-39 ! Estas son las �ltimas palabras de David. Dijo David, hijo de Isa�, y dijo el var�n que se levant� en alto, el ungido del Dios de Jacob, y el dulce salmista de Israel: El Esp�ritu de Jehov� habl� por m�. , y su palabra estaba en mi lengua. Dijo el Dios de Israel, la Roca de Israel me habl�: El que gobierna sobre los hombres debe ser justo, reinando en el temor de Dios.

Y �l ser� como la luz de la ma�ana cuando sale el sol, una ma�ana sin nubes (la anticipaci�n del d�a de Jehov� mismo); como la hierba tierna que brota de la tierra con un claro resplandor despu�s de la lluvia. Aunque mi casa no sea as� con Dios; pero �l ha hecho conmigo un pacto eterno, ordenado en todas las cosas y seguro: porque esto es toda mi salvaci�n, y todo mi deseo, aunque �l no lo haga crecer�.

As� encontramos dos cosas: la brillante expectativa del reino, con el solemne sentido de que el tiempo a�n no hab�a llegado. Ning�n hombre lo sinti� m�s que el rey David. El hecho de que Dios puso en su boca las anticipaciones del Mes�as que �l mismo sab�a que �l mismo de una manera sorprendente (m�s que cualquier hombre hasta ese d�a) fue hecho el progenitor y tipo del Mes�as, este mismo hecho lo hizo suyo. las deficiencias, los errores y los pecados se sienten m�s conmovedores.

Bien sab�a �l que esos fracasos de s� mismo estaban sombreados oscuramente, y tra�dos a la mente de manera retributiva, en el dolor, la verg�enza y la deshonra de su casa. As� encontramos una doble corriente en el coraz�n de David, su fe brillante e inquebrantable en el gozo que ven�a con el verdadero rey que seguramente se sentar�a en su trono; pero mientras tanto el suyo era el esp�ritu ablandado, el coraz�n quebrantado y contrito, de un hombre que sab�a lo que significa la humillaci�n moral respecto de s� mismo y de toda su casa.

�Qu� en David podr�a ser m�s hermoso en s� mismo, o m�s adecuado al estado actual de las cosas, que estos dos hechos, ambos hechos realidad en su alma? �Y no deber�a ser exactamente lo mismo con nosotros ahora? �No es importante ver que el sentido de nuestro fracaso, as� como de lo que somos, nunca debe interferir con el brillo de nuestra confianza en el Se�or? La conciencia debe ejercerse sin trabas; y tambi�n debe hacerlo la fe. La gracia provee para ambos en el coraz�n del creyente.

Es excelente, pues, mirar hacia adelante, con los ojos llenos de la gloria del Se�or Jes�s y el coraz�n reposando en su gracia. Pero tambi�n debe existir el juicio implacable de nosotros mismos en la luz y, en consecuencia, la confesi�n debida y adecuada. Donde sea esto, estar� la humildad que conviene a los hombres que no tienen lugar de posici�n sino en la gracia. Dios no permita que esto falte en cualquier cristiano. Es dif�cil preservar el equilibrio de la verdad; pero al menos es bueno desearlo.

Guard�monos de tener la apariencia de unilateralidad. Estar abatidos con el constante sentimiento de verg�enza por lo que somos, agachar la cabeza como juncos, es un pobre testimonio del amor de Cristo y de la victoria que Dios nos da a trav�s de �l. Pero es un estado peor donde se abusa del reconocimiento de su gracia para debilitar la conciencia y destruir la sensibilidad en cuanto al pecado, sobre todo en cuanto a nuestros propios pecados.

Es bueno que sepamos que el camino de la fe est� muy alejado de cualquiera de estas dos cosas. Porque tenemos derecho a disfrutar del resplandor de lo que Cristo es y ha hecho por nosotros; pero tambi�n est� el sentido indefectible e inolvidable de lo que le cost� a �l sufrir tanto por nosotros.

David entonces anticip� las dos cosas como quiz�s ning�n santo del Antiguo Testamento, hasta donde yo s�, lo hab�a hecho hasta ese d�a. Es evidente tambi�n que, as� como comenz� con una confianza muy simple en el Se�or, pas� por un proceso de lo m�s desgarrador en su experiencia.

El reino est� delante de �l aqu�. �l ve claramente el juicio de los imp�os. "Los hijos de Belial", como �l dice, "ser�n todos ellos como espinas apartadas, porque no se pueden tomar con las manos: pero el hombre que los toque debe estar cercado con hierro y con el asta de una lanza; y ser�n completamente quemados con fuego en el mismo lugar". Esto nunca ser� hasta que Jes�s ejecute el juicio.

Luego siga los nombres de sus hombres valientes, y ciertamente hay un acto entre ellos que bien puede leernos una lecci�n de la m�s grave clase. No me refiero ahora a los valientes que se abrieron paso entre el ej�rcito de los filisteos, y trajeron a David del agua de Bel�n que tanto anhelaba. Hablo de la gracia que, cuando fue tra�da, se neg� a tocarla, de la fe que pudo mirar esa agua, tanto como la hab�a anhelado, como la sangre de aquellos valientes que hab�an arriesgado sus vidas. �Oh, por m�s de este poder de la fe abnegado!

No necesitamos detenernos ahora en las grandes haza�as de estos hombres heroicos, salvo para hacer esta simple observaci�n: Dios busca ahora otro tipo de poder. No es tanto el valor de hacer lo que �l valora como la suerte del sufrimiento, lo que uno de nuestros propios poetas ha llamado en prosa "el poder irresistible de la debilidad". Bien podemos codiciar esto en el nombre del Se�or Jes�s, ese poder que se muestra sobre todo en no ser nada para que Cristo pueda ser magnificado, en aceptar cualquier desprecio, verg�enza, p�rdida o persecuci�n, que el Se�or considere adecuado que llevemos, porque nos ponemos incondicionalmente del lado de �l y de Su verdad en un d�a en que no s�lo el mundo, o el hombre en general, sino incluso la cristiandad se aparten de �l. Y no hay prueba tan grande como esta, porque en ella vemos a los que el Se�or ama tomar parte contra Su nombre con los que Le odian.

Aparentar incluso culpar a los hijos de Dios deber�a ser un dolor para nosotros. Diferir, y por diferir condenar, de palabra o de hecho, a aquellos que estimamos mejores que nosotros mismos, debe llevarnos a escudri�ar nuestro propio coraz�n, pero no a cuestionar la infalible palabra de Dios, sino a la confirmaci�n de la fe; pero el testimonio que �l nos da no debe ser menos tomado y llevado sin titubear, solamente asegur�monos de que es la voluntad del Se�or.

Nada hay que d� tanta firmeza tanto para hacer como para sufrir como la certeza de cu�l es la voluntad del Se�or. �Que lo aprendamos! Esto fue lo que estos valientes hombres sintieron y demostraron. Esta seguridad fortaleci� su brazo con fuerza; esto por gracia les dio la victoria. No fue su fuerza, no, fue su fe, y no hay victorias tan preciosas a los ojos de Dios. Pero, amados hermanos, creo que tenemos y que todos los hijos de Dios tienen una oportunidad tan brillante, s�, a�n m�s brillante.

�Acaso no ten�is ahora el camino trazado para vosotros en el mundo? �Oh, que tu fe gane la victoria! Pero recuerda que las �nicas victorias que Dios ahora registra como preciosas a Sus ojos son aquellas ganadas bajo la sombra y en el poder de la cruz de Cristo, aquellas que m�s llevan su sello de Su muerte. Este es nuestro �nico signo: con esto venzamos en la fe. Reinaremos con Cristo poco a poco; content�monos con sufrir con y por �l ahora: �qu� puede hacer el mundo si nosotros sufrimos? Para ella se�al evidente de perdici�n, para nosotros de salvaci�n.

2 Samuel 24:1-25 trae ante nosotros una escena m�s, con la que se cierra el libro. �Y de nuevo se encendi� la ira de Jehov� contra Israel, y movi� a David contra ellos, diciendo: Ve, cuenta a Israel y a Jud�. Porque el rey dijo a Joab, capit�n del ej�rcito, que estaba con �l: Pasa ahora por todos los tribus de Israel, desde Dan hasta Beerseba, y contad el pueblo, para que yo sepa el n�mero del pueblo.

"�Oh, qu� olvido del Se�or! �l era todo para David, y todo para Israel, sin embargo, David ahora estaba repitiendo el pecado de Sa�l en principio. El pueblo tendr�a un rey, cuando Dios era su rey; y el rey piensa El pueblo se olvid� de que su porci�n m�s alta era Dios, y quer�a ser como las naciones, y el rey que Dios dio ahora buscaba un pueblo como un gentil.

Fue la peor infidelidad de David, ahora evidentemente una trampa para el rey. Fue juzgado en Israel; �cu�nto m�s juzgado en David! Incluso Joab estaba alarmado y conmocionado. Sinti� que no solo era un crimen, sino (lo que le importaba mucho m�s) un error garrafal. Joab no se habr�a aferrado mucho a un pecado si le hubiera parecido �til pol�ticamente; pero Joab era un pol�tico demasiado bueno para ser culpable de un error garrafal, y su ojo r�pido pronto se dio cuenta de que la numeraci�n de Israel era un error fatal; no es que le importara agradar a Jehov�, sino que evitar�a su disgusto, y se preocupar�a por los intereses del reino de David su t�o.

El rey procede, a pesar de la amonestaci�n de Joab; se toma el n�mero, y Dios parece como si no lo viera ni lo oyera. Pasaron meses y meses, y la voluntad y la palabra del rey a�n se estaban cumpliendo; pero luego viene la dura sentencia de Dios, y David tiene que elegir cu�l de los tres golpes de Su ira recibir�. David, culpable como era, escogi� como un hombre de fe; porque el creyente muestra su fe incluso despu�s de haber sido tan defectuoso.

David, bajo cualquier circunstancia, prefiere la mano de Dios, aunque estuviera extendida contra �l, a la mano del hombre. Pero la mano de Dios no se afloj�. Por amor mismo, por causa de Su propio nombre, Dios no pod�a, no quer�a, perdonar; y la plaga barri� la tierra y la gente como un flagelo terrible. Pero en medio del juicio la misericordia se regocij� contra �l, y esa misma Jerusal�n de donde sali� el mandamiento culpable fue el lugar donde se detuvo la mano del juicio; y si la gracia as� se probara a s� misma m�s poderosa que el juicio y siempre lo har�, la gracia se probar�a a s� misma en todos los sentidos, porque fue a David a quien Dios escuch�.

El culpable que hab�a tra�do la plaga sobre Israel suplica y es o�do. Fue en la era de un pobre extranjero de un gentil donde se detuvo la mano levantada del �ngel. Esta posesi�n comprada del rey Dios la convertir�a en el sitio de Su casa, el bendito v�nculo de conexi�n entre el cielo y la tierra, entre Dios y el hombre, en los d�as que a�n estaban por amanecer en un mundo que todav�a gime, pero que seguramente ser� bendecido bajo el Se�or Jes�s.

Extender m�s el libro apenas es mi tarea ahora. Dejo el bendito tema con ustedes. Solo Dios puede darte a probar la dulzura y el poder de Su propia verdad a trav�s de nuestro Se�or Jes�s.

Información bibliográfica
Kelly, William. "Comentario sobre 2 Samuel 15". Comentario de Kelly sobre los libros de la Biblia. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/wkc/2-samuel-15.html. 1860-1890.