Bible Commentaries
3 Juan 1

Comentario de Kelly sobre los libros de la BibliaComentario de Kelly

Versículos 1-15

LA TERCERA EP�STOLA DE JUAN nuevamente nos llama a sopesar la admirable sabidur�a del Se�or en su discurso, "El anciano al amado Gayo", ya que, conf�o, hemos quedado satisfechos de lo mismo en el discurso de la segunda Ep�stola a "los elegidos". dama y sus hijos". Sin la tercera Ep�stola tendr�amos una inmensa p�rdida; porque aqu� tambi�n podemos encontrarnos con el desaire incr�dulo ya notado en un escriba de esta �poca por una afirmaci�n directa de su valor vivo.

Se proporciona un suplemento precioso y necesario especialmente para estos d�as malos. Si tuvi�ramos s�lo la segunda sin la tercera Ep�stola de Juan, deber�amos tener el lado negativo sin el lado positivo de la advertencia contra el mal en lugar de la imposici�n del bien. Ambos son los m�s necesarios. �Cu�l hubiera sido el efecto de la segunda Ep�stola de Juan, si esa sola de las dos hubiera sido nuestra en este momento? He tratado de mostrar lo admirable que es incomparable para su propio prop�sito e imposible de sustituir por cualquier otra parte de las Escrituras, pero en completo acuerdo con todo ello.

Se admite que el principio de la Ep�stola se encuentra en todo el Nuevo Testamento; pero la fuerza de la aplicaci�n, el filo incisivo de su santo celo por Cristo, s�lo se encuentra all�. Sin embargo, suponiendo que no tuvi�ramos la tercera de Juan, �cu�l ser�a el efecto demasiado seguro? Estoy persuadido de que deber�amos estar en peligro de volvernos dolorosamente estrechos; debemos estar en constante temor de un anticristo en aquellos que nos rodean; debemos hacer poco m�s que buscar con sospecha, no sea que cada reci�n llegado a la casa no traiga la doctrina de Cristo.

Ahora bien, no estamos llamados a estar as� al acecho del mal ajeno. Nunca debemos sospechar. No es la fe, sino la carne la que espera la iniquidad. Por otra parte, si un hombre viene y no trae la doctrina de Cristo, no debe ser tachado de sospecha o falta de amor si se le considera como anticristo. Es conforme a la verdad que amamos, y es la sabidur�a que viene de lo alto; es m�s, es verdadera obediencia y lealtad a Cristo.

Pero permitir dudas y preguntas de alguien que ni en s� mismo ni en sus asociaciones toma a la ligera la gloria de Cristo es inexcusable. Aqu� viene uno que lleva el nombre del Se�or, no sin un Bernab� que lo conoce y puede elogiarlo: caer en conjeturas, si no hay la menor evidencia de esto o aquello acerca de �l, claramente no es seg�n Cristo. Es aqu�, creo, que podemos aprender m�s sobre el valor y la funci�n especial de esta tercera Ep�stola de Juan, que es tan decidida en el fomento de c�lidos afectos hacia los fieles siervos del Se�or, como la segunda Ep�stola fue perentoria en su advertencia contra la concesi�n de la profesi�n del nombre de Cristo, para cerrar nuestros ojos al hecho de que hay hombres que abusan de ese nombre para derribar Su persona y verdad.

En consecuencia, la tercera Ep�stola no est� dirigida a una dama y sus hijos. Esto no se adecuar�a a su objeto. Con demasiada frecuencia, como sabemos, las damas y sus hijos no necesitan una exhortaci�n para seguir a los predicadores con suficiente afecto. Esto es notorio. Hay pocas trampas m�s comunes en la iglesia de Dios que la influencia indebida que algunos ejercen, si no la buscan, sobre las mujeres y los j�venes.

No hablo de los que buscan la conversi�n de las almas, sino de aquellos cuyo celo se manifiesta en cuestiones poco edificantes que forman partidos, principalmente por medio de mujeres y ni�os. Sin duda esto siempre ha sido as�. Si buscas a trav�s de la historia de la iglesia, invariablemente encontrar�s que donde los hombres tienen prop�sitos err�neos a la vista, no buscan hombres inteligentes, aquellos que pueden tomar y mantener su posici�n, y menos a�n aquellos a quienes Dios les ha dado gracia como fieles. servidores del juicio independiente: se retraen de ellos y evitan una conferencia que podr�a ser provechosa, meti�ndose en rincones y rincones, donde pueden adoctrinar a su peque�a camarilla con las doctrinas que traen en secreto.

De todo esto y m�s hemos tenido dolorosa experiencia. No es algo que simplemente hayamos le�do acerca de otros en d�as pasados. Nosotros mismos lo hemos visto y conocido: su dolor lo hemos sentido amargamente; y debemos mencionar este lazo, y no podr�amos contenernos, si en verdad tenemos amor por los hijos de Dios y celo por la gloria de Cristo. Indudablemente, entonces, sigue siendo cierto que existe el hecho solemne de la enemistad de Satan�s, y de su uso de los que llevan el nombre de Cristo para derribar su gloria, en la medida de sus posibilidades.

Es el Esp�ritu Santo quien advierte de esto, aunque la palabra y la experiencia prueban cu�n poderoso es �l a favor del amor y la gloria de Cristo. Porque ciertamente hay hombres fieles y fieles a ese nombre; y estamos tan obligados a seguir adelante con amoroso deseo y socorro, para animarlos y ayudarlos en todos los sentidos, mostr�ndoles honor, ya que de nuevo somos responsables de que ninguna circunstancia, ninguna reputaci�n pasada, ninguna amabilidad presente, ning�n lazo de la carne. y la sangre, ninguna consideraci�n de tipo humano, debilitar� nuestra solemne separaci�n y aborrecimiento de lo que derroca a Jes�s.

Entonces, esta tercera ep�stola est� dirigida a Gayo, sin duda un hombre verdaderamente hospitalario y lleno de gracia. Todos sabemos muy bien que los hombres tienden a ser algo ego�stas. Las mujeres, como debemos ser conscientes, se caracterizan incluso por naturaleza por el afecto. Los hombres, si tienen lo que se busca de ellos, deben tener un poco de juicio; pero entonces su juicio puede ser distorsionado por el ego�smo, aunque sin duda esto puede ocultarse a menudo, tal vez de ellos mismos, por s�plicas de prudencia y dem�s. Las mujeres, como clase, tienen afectos m�s c�lidos y r�pidos,

Aqu� entonces la sabidur�a de Dios es muy observable. Los hombres m�s bondadosos requieren ser estimulados y exhortados en�rgicamente en cuanto a lo que deben a los que avanzan en el nombre del Se�or Jes�s. Con las mujeres esto es dif�cil de presionar. Por el contrario, por regla general, m�s bien piden un poco de enfriamiento. Pero en cuanto a los hombres, rara vez he visto al hombre que no est� necesitado de una advertencia o aliento ocasional en este tipo de amor.

�No reconocemos en una forma nueva la sabidur�a de nuestro Dios? "El anciano al amado Ganancias, a quien amo en la verdad". Ya era un hombre de gran coraz�n, pero no estaba peor por haber sido alentado un poco. Existe el peligro de desanimarse en estos trabajos de amor. Hay muchas dificultades y muchas desilusiones, y no hay hombre que no necesite a veces una palabra de Dios para mantener su valor y su confianza en el Se�or, para que las fuentes de su amor fluyan frescas y fuertes.

Aqu� tenemos el hecho de que a las "ganancias bien amadas" el ap�stol escribe con esta intenci�n. �l lo am� tambi�n en la verdad. Ya sea la dama elegida y sus hijos, o el amado Cayo, todo es lo mismo. No fue por su hospitalidad, sino por "a quien amo en la verdad". Sin duda el ap�stol valor� mucho su generosidad y cuidado; pero incluso en asuntos completamente diferentes de los de su segunda Ep�stola, el rasgo distintivo que presiona en su alma fue este: "a quien amo en la verdad.

"Amado, deseo sobre todas las cosas que seas prosperado y que tengas salud, as� como prospera tu alma". No fue indiferente incluso en cuanto al bienestar corporal de Ganancias. El Esp�ritu Santo lo inspira as� a escribirlo. No es una carta privada, ni fue un codicilo no inspirado agregado a lo que fue inspirado; pero aqu� se encuentra en una ep�stola apost�lica genuina, escrita por Juan el mayor a su hermano.

Deseaba prosperar y gozar de salud, as� como prosperaba su alma. "Porque me regocij� mucho cuando vinieron los hermanos y dieron testimonio de la verdad que hay en ti, as� como t� andas en la verdad. No tengo mayor gozo que el de o�r que mis hijos andan en la verdad". Fue dulce para el ap�stol escuchar tal testimonio de la firmeza de Gayo en la verdad, como lo fue escuchar de todo lo que amaba.

"Amado, t� haces fielmente todo lo que haces a los hermanos, y esto* a los extra�os". El texto com�n y nuestra versi�n en ingl�s parecen un poco peculiares en la fraseolog�a aqu�, transmitiendo la idea de que estos extra�os no eran hermanos. Esta claramente no era la intenci�n. Tiene ante su mente a hermanos que eran extra�os. No eran simplemente hermanos los que viv�an en el lugar donde estaba Gains: esto podr�a ser una se�al manifiesta de feliz amistad.

Pero hubo una prueba mayor de amor y hospitalidad en la bondad que practic� con los hermanos extra�os, con los cristianos que no conoc�a. �Los cuales han dado testimonio de tu amor ante la iglesia; a los cuales, si los llevas por el camino dignamente de Dios, bien har�s; porque por causa del nombre salieron, sin tomar nada de los gentiles. as� seamos, para que seamos compa�eros de ayuda en la verdad".

* La lectura de los m�s antiguos y mejores MSS. y Versiones es ????? (y no como en el Texto. Rec. ??? ????) ?.

Este era un reclamo especial para los hermanos. No se lanzaron sobre el hombre, sobre el mundo, sobre la naturaleza, sino s�lo sobre Cristo. Fue por causa de Su nombre que salieron. No miraron a ninguna otra parte; y el ap�stol dice: "Nosotros, pues, debemos tomar tales" no vosotros sino " nosotros ". �Qu� bien se pone junto a Gayo el que se recost� en el seno de Jes�s! Si el ap�stol hubiera estado en las mismas circunstancias que Gains, sin duda lo habr�a hecho; pero su lugar como ap�stol no lo absolvi� de la manifestaci�n pr�ctica del amor a los siervos del Se�or que podr�an estar en una posici�n completamente diferente a la suya.

Que este es el caso es m�s evidente, porque en el verso pero, uno antes dice "t�"; en el verso despu�s de que dice "yo". Incuestionablemente entonces, cuando cambia el "t�" por "nosotros" o por "yo", quiere decir lo que dice.

As� encontramos que si en la segunda ep�stola se expresa el dolor al encontrar a los enga�adores y al anticristo buscando una entrada entre los simples, en la tercera ep�stola se encuentra el gozo de acoger a estos hermanos fieles que salieron por Cristo, y su amorosa hospitalidad. coraz�n que es as� alabado por el Esp�ritu Santo, y su nombre indeleblemente registrado en las escrituras de la verdad con el de ellos como colaboradores.

Pero la imagen brillante tiene su sombra. �Escrib� a la iglesia; pero Di�trefes, que quiere tener la preeminencia entre ellos, no nos recibe. Por tanto, si voy, me acordar� de las obras que �l hace, murmurando contra nosotros con palabras maliciosas: y no contento con ella, ni �l mismo recibe a los hermanos, y prohibe a los que quieren, y los echa fuera de la iglesia.�

Tenemos otro mal designado muy claramente aqu�. Di�trefes es el ejemplo b�blico de la tribu clerical, a diferencia del ministerio de Cristo. No hay servicio, porque no hay amor. Es el representante del esp�ritu que se opone a la libre acci�n del Esp�ritu Santo, oponi�ndose incluso a la autoridad apost�lica para ganar o mantener su propia preeminencia individual.

La autosuficiencia, los celos de los que est�n por encima de nosotros, la impaciencia de otros igualmente llamados a servir, el desprecio de la asamblea y, sin embargo, a veces complacer a los menos dignos para sus propios fines, tales son las caracter�sticas del clericalismo. No me refiero s�lo a los cl�rigos; porque hay hombres de Dios incomparablemente mejores de lo que su posici�n tiende a hacerlos; como, por otro lado, esta cosa mala es en ninguna parte tan ofensiva como donde la verdad que se posee la condena por completo.

Si Di�trefes hab�a sido llamado a servir al Se�or, de lo cual hay pocas apariencias, �no hab�a cientos y miles no menos verdaderamente llamados a la misma obra como siervos de Cristo por un t�tulo de Cristo no menos real que el que �l mismo ten�a? �No estaba obligado a respetar el t�tulo de los dem�s? No puedes alegar el t�tulo de Cristo para ti mismo sin mantener la autoridad de Cristo para otro.

El que lo hace honesta y verdaderamente no podr�a reclamar un t�tulo exclusivo. Esto fue precisamente lo que hizo Di�trefes, y es el punto distintivo del sistema clerical. No es una cuesti�n de ministerio, ni siquiera de lo que la gente llama "ministerio declarado". �Qui�n duda del ministerio declarado? Al mismo tiempo, �qui�n puede negar que Dios usa siervos suyos que no se declaran? Yo creo que �l mantiene Su propio t�tulo en la iglesia de Dios para levantar a un hombre a decir una palabra, y puede ser una palabra importante, que quiz�s no sea llamada a hablar de nuevo, solo usada para un prop�sito particular.

Dios en la antig�edad se reserv� tal derecho, y ciertamente no lo ha renunciado ahora... sin duda hay una variedad de formas en las que �l emplea a aquellos que pueden no tener un lugar bien definido en la iglesia de Dios. Abolir todo esto a un nivel muerto para que �l mismo pudiera dirigir y gobernar era el deseo irrefrenable de Di�trefes. No es nada m�s, si no menos, de lo que a menudo vemos ahora. Suponiendo que las personas tienen grandes dones, m�s pueden darse el lujo de dar el m�ximo alcance a los dones menores; ni hay se�al m�s segura de debilidad en el trabajo de uno que la falta de voluntad para acreditar el trabajo de otros.

El que valora su propia llamada de parte del Se�or para servirle, est� obligado por todos los medios a mantener en su nombre la puerta abierta para todo aquel que es llamado al trabajo. Pero Di�trefes no lo hizo. �Profes� desear s�lo lo que m�s edificaba, y as� se opuso a los dones menores? Se atrevi� a levantarse contra el mismo ap�stol. La verdad es que se cuidaba a s� mismo y amaba tener la preeminencia. No tenemos ninguna raz�n para deducir que amaba a nada ni a nadie. Tal era el hombre que se hab�a atrevido a oponerse a Juan; y, como vemos, el ap�stol dice que se acordar�a de �l. El Se�or no lo olvid�.

Pero no pudo cerrar la Ep�stola con algo tan doloroso. Volviendo a un tema m�s feliz, dice: "Amados, no sig�is lo malo, sino lo bueno. El que hace lo bueno es de Dios; pero el que hace lo malo no ha visto a Dios".

�C�mo se escucha la nota clave de la primera ep�stola hasta la �ltima! Si hubo hombres que se ensalzaban a s� mismos con y sin dones, oficios o influencia, otros hay de una mentalidad diferente. "Demetrio tiene buen informe de todos los hombres, y de la verdad misma: s�, y nosotros tambi�n damos testimonio; y vosotros sab�is que nuestro testimonio es verdadero".

Luego con el saludo cierra. "Ten�a muchas cosas que escribirte, pero no quiero escribirte con tinta y pluma: pero espero verte, y hablaremos boca a boca pronto. La paz sea contigo. Los amigos te saludan. Saluda los amigos por su nombre". Hay min�sculas diferencias de inter�s entre esta conclusi�n y la de la segunda Ep�stola, pero evito los detalles y sigo adelante.

Información bibliográfica
Kelly, William. "Comentario sobre 3 John 1". Comentario de Kelly sobre los libros de la Biblia. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/wkc/3-john-1.html. 1860-1890.