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Bible Commentaries
Colosenses 1

Comentario de Kelly sobre los libros de la BibliaComentario de Kelly

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Versículos 1-29

El lector m�s superficial discierne inmediatamente que la ep�stola a los Colosenses es la contrapartida de la de Efesios. De ninguna manera son lo mismo, pero pueden verse cada uno como un complemento del otro. La ep�stola a los Efesios desarrolla el cuerpo en sus ricos y variados privilegios; la ep�stola a los Colosenses trae ante nosotros la Cabeza, y no s�lo esto, sino las glorias de Aquel que tiene esa relaci�n con la iglesia.

Sin duda, hab�a una idoneidad para cada l�nea de verdad en las necesidades de los santos abordadas respectivamente; ni creo que se pueda cuestionar inteligentemente que la condici�n de los santos de �feso era mejor que la de los de Colosas.

A los primeros, el Esp�ritu Santo podr�a lanzarlos a la plenitud de nuestra bendici�n en Cristo. El Dios y Padre de nuestro Se�or Jesucristo es nuestro Dios y Padre; y �l ha bendecido con todas las bendiciones posibles, y en la esfera m�s alta y en el mejor terreno. No hubo obst�culo para el fluir del Esp�ritu al revelar la verdad. A los colosenses el Esp�ritu Santo tiene que hablarles de su estado, y junto con esto presentarles la verdad de Cristo como remedio del mismo; no tanto como el centro de la bienaventuranza y el gozo en la comuni�n de los santos, sino como el verdadero y �nico correctivo divino a los esfuerzos de Satan�s, que los arrastrar�a hacia la tradici�n por un lado, y hacia la filosof�a por el otro. , las trampas demasiado comunes de la naturaleza humana, y esta �ltima m�s particularmente para las mentes cultivadas y razonadoras.

Es evidente, por lo tanto, que entrar en los privilegios de la iglesia, el cuerpo de Cristo, de ninguna manera habr�a enfrentado el mal que el enemigo estaba tratando de infligir a los colosenses. Necesitaban ser apartados de todo tema y objeto menos de Cristo mismo. Necesitaban aprender especialmente la vanidad de todo aquello en lo que se deleita la mente del hombre. Necesitaban saber, no dir�, que s�lo Cristo basta; sino que hay tal plenitud de bendici�n y gloria en Cristo como para eclipsar y condenar por completo todo aquello en lo que la carne se gloriar�a.

De ah�, tambi�n, una parte principal de la diferencia entre estas dos ep�stolas. Hay muchos tonos agradables en detalle; pero me he referido ahora a lo que es el punto principal de donde divergen las dos l�neas de la verdad. Es, sin embargo, evidente por lo que se ha comentado, que las dos letras se corresponden entre s� de la manera m�s notable; uno presenta la Cabeza, el otro el cuerpo. Por lo tanto, tienen una conexi�n m�s estrecha que cualquier otro en el Nuevo Testamento.

Podemos proceder ahora a rastrear el curso del Esp�ritu de Dios en esta ep�stola profundamente instructiva. El ap�stol se dirige a los cristianos colosenses en t�rminos sustancialmente similares a los que se dirige a los santos de �feso. Aqu� da protagonismo, es verdad, a que sean "hermanos". Por supuesto que los santos de �feso eran as�; pero aqu� se expresa. No fue un discurso tan claro como el que los ve simplemente como eran en Cristo. La expresi�n "hermanos", aunque por supuesto emana de Cristo, presenta su relaci�n mutua por gracia.

Luego entramos en la acci�n de gracias del ap�stol. No fue as� en la ep�stola a los Efesios, donde uno de los m�s ricos desarrollos de la verdad divina precede a cualquier alusi�n particular a los santos de esa ciudad. Aqu� se dirige de inmediato, despu�s de la acci�n de gracias, a su condici�n y, por supuesto, a su necesidad. Primero, como de costumbre, reconoce lo que ten�an de Dios. �Damos gracias a Dios y Padre de nuestro Se�or Jesucristo, orando siempre por vosotros, habiendo o�do de vuestra fe en Cristo Jes�s, y del amor que ten�is a todos los santos, por la esperanza que est� guardada para tu en el cielo

"No son, como en la ep�stola de Efesios, las riquezas de la gloria de la herencia de Dios en los santos, sino que se parece mucho a una l�nea comparativamente m�s baja de cosas que se presenta ante nosotros en la primera ep�stola de Pedro. No es necesario decir que eran igualmente verdaderos, y cada uno en su lugar m�s apropiado, pero no todos igualmente elevados.La esperanza guardada para nosotros en el cielo supone una posici�n en la tierra.

La ep�stola a los Efesios considera al santo como ya bendecido por Dios en los lugares celestiales en Cristo. En uno est�n esperando ser llevados al cielo en un sentido actual; en el otro pertenecen ya al cielo en virtud de su uni�n con Cristo.

Sin embargo, sigue siendo cierto que "la esperanza est� reservada para vosotros", como �l dice, "en los cielos, de la cual ya hab�is o�do por la palabra de la verdad del evangelio, que es c�pula para vosotros, como lo es en todo el mundo". mundo; y lleva fruto y crece, como tambi�n en vosotros, desde el d�a que lo o�steis, y conocisteis la gracia de Dios en verdad". Todo trascendental y bendito, pero sin embargo de ninguna manera la misma plenitud de privilegios de los que pudo hablar de inmediato por escrito a los Efesios.

"Como tambi�n aprendisteis de Epafras, nuestro amado consiervo, que es para vosotros un fiel ministro de Cristo, quien tambi�n nos declar� vuestro amor en el Esp�ritu". Esta es la �nica alusi�n al Esp�ritu, que yo recuerde, en la ep�stola. No presenta al Esp�ritu de Dios como una persona aqu� abajo, aunque �l es una persona, por supuesto, sino m�s bien como una caracter�stica del amor. El amor no era afecto natural; era amor en el Esp�ritu: pero esto est� muy lejos del rico lugar que se le da a su presencia personal y acci�n en otros lugares.

Por otro lado, la ep�stola a los Efesios abunda en tales alusiones. No hay un cap�tulo en �l donde el Esp�ritu Santo no tenga un lugar m�s importante y esencial. Si miras a los santos individualmente, �l es el sello y las arras. �l es tambi�n el poder de todo su crecimiento en la comprensi�n de las cosas de Dios. S�lo a trav�s de �l se iluminan los ojos del coraz�n para saber lo que Dios ha obrado y asegurado para los santos.

As� tambi�n por �l solo todos, jud�os y gentiles, se acercan al Padre. En el Esp�ritu ambos sois juntamente edificados para morada de Dios. �l es quien ahora ha revelado el misterio que se mantuvo oculto durante siglos y generaciones. �l es quien fortalece al hombre interior para gozar por medio de Cristo de toda la plenitud de Dios. S�lo �l es la potencia constitutiva de la unidad que estamos exhortados a guardar. �l es quien obra en los diversos dones de Cristo, sold�ndolos entre s�, para que sea verdaderamente Cristo a trav�s de su cuerpo.

�l es, el Esp�ritu Santo de Dios, a quien se nos advierte que no contristemos. �l es quien llena a los santos, protegi�ndolos de la excitaci�n de la carne, y gui�ndolos hacia ese santo gozo que resulta en acci�n de gracias y alabanza. Porque el cristiano y la iglesia deben cantar sus propios salmos, himnos y c�nticos espirituales. �l es finalmente quien da vigor para todos los santos conflictos que tenemos que librar con el adversario.

Por lo tanto, no importa qu� parte de Efesios se mire. Ya hemos recorrido los variados contenidos de la ep�stola, y es evidente que el Esp�ritu Santo forma parte integral de la verdad divina que se desarrolla en ella de principio a fin.

Esto lo hace tanto m�s llamativo, siendo la ep�stola a los Colosenses el complemento de una ep�stola tan llena del Esp�ritu, que deber�a haber en la primera una ausencia tan marcada de �l, que s�lo se hace referencia a �l una vez, y s�lo como caracterizando el amor de los santos. Puede agregarse que lo que se dice de la misma verdad se atribuye en Colosenses a Cristo, oa la vida que tenemos en Cristo.

Para los Efesios, el Esp�ritu Santo es tratado como una persona divina que act�a para la gloria de Cristo, pero esto en los santos y en la iglesia. Tambi�n la raz�n parece obvia. Cuando los ojos de los hombres se apartan de Cristo, la doctrina del Esp�ritu podr�a aumentar el peligro y el enga�o, ya que ha obrado en todas las �pocas para envanecer a los hombres que no est�n establecidos en Cristo. Porque en la medida en que el Esp�ritu act�a en la iglesia en el hombre, si el ojo no est� puesto en Cristo y s�lo en �l, la acci�n del Esp�ritu, ya sea en el individuo o en la iglesia, da importancia a ambos.

En tal estado, insistir en ello restar�a valor a la gloria de Cristo; mientras que cuando solo Cristo es el objeto de los creyentes, pueden soportar conocer y reflexionar, y entrar y comprender las diversas operaciones del Esp�ritu, que se vuelve tanto m�s para la gloria de Cristo.

Otra raz�n es esta, que la presencia del Esp�ritu de Dios, tanto en el individuo como en la iglesia, es una parte muy esencial de los privilegios cristianos, mientras que, por las razones ya alegadas, no era para el bienestar de sus almas que debe ser desarrollado aqu�. Por lo tanto, todo el punto de esta ep�stola es un llamado a Cristo mismo, a causa de lo que se hab�a infiltrado a trav�s de las artima�as de Satan�s. El �nico y necesario remedio era apartar los ojos de los santos de otros objetos, incluso de sus propios privilegios, y fijarlos en Cristo.

Por lo tanto, aunque el Esp�ritu Santo est� realmente en la tierra, morando en el santo y en la iglesia, bajo tales circunstancias, ocupar la mente incluso con el Esp�ritu bendito, claramente habr�a interferido con Su propio gran objetivo de glorificar a Jes�s. Por lo tanto, seg�n parece, �l llama indivisamente a Cristo. Cuando el alma ha estado en paz, destetada de todo lo dem�s, y ha encontrado todo su gozo y jactancia en Cristo, entonces puede o�r m�s libremente.

No es que no haya peligro incluso entonces; excepto que mientras el ojo est� en Cristo no hay ninguno, porque lo que es inconsistente con Su nombre es rechazado. El Esp�ritu, habiendo asegurado Su gloria, est� m�s en libertad en cuanto a cualquier otro tema.

En segundo lugar, tenemos la oraci�n del ap�stol: �Por esto tambi�n nosotros, desde el d�a que lo o�mos, no cesamos de orar por vosotros, y de desear que se�is llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabidur�a. y entendimiento espiritual, para que and�is como es digno del Se�or, agrad�ndole en todo, siendo fruct�feros en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios�. Es claro que por bendito que sea esto, todav�a supone carencias, y una medida de debilidad, y esto para el andar ordinario del cristiano; para que puedan "andar como es digno del Se�or", dice �l.

No pudo decir en esta ep�stola "digno de vuestra vocaci�n", como al escribir a los Efesios. Ni siquiera dice digno de Cristo, sino "del Se�or". Es decir, trae su autoridad, porque no puede haber error m�s profundo para el cristiano que suponer que la presentaci�n del Se�or como tal es m�s elevada para el santo. Es m�s cierto en su lugar; pero se trata m�s bien del sentido de la responsabilidad que de la comuni�n de afectos de los hijos de Dios.

Si un hombre no lo reconoce como Se�or, no es nada en absoluto; pero uno puede inclinarse ante �l como Se�or y, sin embargo, ser dolorosamente insensible a la gloria superior de Su persona ya las profundidades de Su gracia. �Pobre de m�! as� han fracasado multitudes, ni hay nada m�s com�n en este momento presente, como siempre fue as�.

El Esp�ritu de Dios, como en los Hechos de los Ap�stoles, comenz� con la m�s simple confesi�n del nombre de Cristo. Este es habitualmente Su camino. Lo que atrajo a miles el d�a de Pentecost�s y despu�s fue la predicaci�n y la fe de que Jes�s fue hecho Se�or. Pero no pocos de los que fueron bautizados desde los primeros d�as como en los �ltimos d�as resultaron infieles a la gloria de Cristo. F�cilmente podemos entender que el Esp�ritu no sac� a relucir la plenitud de la gloria de Cristo entonces, sino seg�n se necesitaba.

Tampoco se niega que algunas almas gozaron de una notable madurez de inteligencia, de modo que desde el principio vieron, creyeron y predicaron a Jes�s en una gloria m�s profunda que su se�or�o. No hay nadie que se eleve ante el ojo de nuestra mente de manera m�s r�pida y sorprendente a este respecto que el mismo ap�stol Pablo. Pero el ap�stol fue singular en esto; porque incluso aquellos que sab�an que Cristo era el Hijo del Dios viviente, en el sentido m�s alto y eterno, parec�an haberlo predicado poco, al menos en su testimonio anterior.

A medida que llegaban los males devastadores de Satan�s, el valor de aquello a lo que se aferraban sus corazones formaba una parte cada vez mayor de su testimonio, hasta que por fin se manifest� en toda su plenitud la verdad plena, intacta e incluso resplandeciente de Su gloria divina. Cierto, y conocido por algunos desde el principio, el Esp�ritu no tolerar�a ocultarlo para hacer frente a la audacia de los hombres y la astucia del enemigo, que se aprovechaba de la menor gloria de Cristo, para negar todo eso. era superior Su deidad y Filiaci�n eterna.

Me parece entonces que, al escribir a los colosenses, los t�rminos empleados por el Esp�ritu de Dios brindan una clara evidencia de que sus almas en Colosas de ninguna manera descansaban sobre el mismo terreno firme y elevado que contempla la ep�stola a los Efesios; y, en consecuencia, el ap�stol no pod�a apelar en su caso a los mismos poderosos motivos que inmediatamente surgieron, por la inspiraci�n del Esp�ritu Santo, en el coraz�n del ap�stol al escribir la ep�stola af�n.

"Para que and�is como es digno del Se�or, agrad�ndole en todo", insta �l, "siendo fruct�feros en toda buena obra". Porque el cristianismo no es una mera cosa de hacer esto o no hacer aquello; es un crecimiento, porque es del Esp�ritu en vida y poder. Si, como han f�bulado los hombres, surgieran seres espirituales bien armados, as� como en plenitud de sabidur�a y vigor, no ser�a cristianismo. Ni�os, j�venes y padres: tal es en la gracia como en la naturaleza el camino divino con nosotros.

Dios se ha complacido en llamar a la iglesia un cuerpo; y as� es en verdad. As� como tambi�n, visto individualmente, el cristiano es un hijo de Dios, as� debe haber un crecimiento hasta Cristo en todas las cosas. No hay nada m�s ofensivo que un ni�o que mira, habla y act�a como un anciano. Toda persona sensata se rebela contra �l como un lusus naturae, y una pieza de afectaci�n o actuaci�n. As�, en las cosas espirituales, el mero retomar y repetir pensamientos, experiencias profundas y elevadas pero no probadas, no puede ser el fruto de la ense�anza del Esp�ritu de Dios.

Nada m�s hermoso (ya sea espiritualmente, o incluso en su lugar naturalmente) que cada uno debe ser tal como Dios lo ha hecho, solo que de ah� en adelante diligentemente busque el aumento del poder interior por la operaci�n de la gracia de Dios. Entonces hay un progreso saludable en el Se�or. Si bien no hay duda de lo que requiere ser cortado o podado por todos lados, hay un desarrollo gradual de la vida divina en los santos de Dios; y esto, como siendo a trav�s del uso del Esp�ritu de la verdad, de ninguna manera puede ser todo a la vez. En ning�n caso es realmente as�.

As� es pues que para estos santos el deseo es que avancen con paso firme. En la ciencia material no es as�, en las escuelas de doctrina no es as�: hay algo completamente circunscrito, en l�mites conocidos y lo suficientemente definido como para satisfacer la mente del hombre. Todo lo que se obtiene en ciertas provincias puede adquirirse sin mucho estudio. El Esp�ritu de Dios aplica la verdad de Jesucristo, que resiste todos los pensamientos como humanos.

Los colosenses por su incursi�n en la tradici�n y la filosof�a estaban en peligro de este lado. Entonces, dice �l, "siendo fruct�feros en toda buena obra, y creciendo (no exactamente en, sino) en el conocimiento de Dios". Pero todav�a se supone un crecimiento. �C�mo podr�a ser de otra manera si por el conocimiento de Dios? �l es la �nica fuente divina, esfera y medio de crecimiento real para el alma. Pero hay mucho m�s que crecimiento en conocimiento, o incluso por el conocimiento de Dios.

No s�lo existe el lado contemplativo sino el activo, y esto hace que el santo sea verdaderamente pasivo; porque si somos fortalecidos, principalmente no es para hacer, sino para soportar en un mundo que no conoce a Cristo. As� somos "fortalecidos con todo poder, seg�n el poder de su gloria, para toda paciencia y longanimidad con gozo".

�Cu�n buena y vasta es la mente del Esp�ritu de Dios! �Qui�n podr�a haber combinado con la gloria de Dios un lugar as� para el hombre tambi�n? Ning�n hombre, no dir� que anticip�, sino que se acerc� en pensamiento a tal porci�n para las almas en la tierra. Ved c�mo y por qu� el ap�stol vuelve a dar gracias. Aunque hubo dificultades y obst�culos, cu�nto, siente, hay por lo que alabar a nuestro Dios y Padre: "Dando gracias al Padre que nos ha hecho id�licos" (y f�jate bien, no es s�lo por la certeza de que lo har�, pero con la pac�fica seguridad de que nos ha hecho dignos) "para ser part�cipes de la herencia de los santos en luz.

"Las palabras humanas no logran agregar a tal pensamiento. Su gracia nos ha calificado ahora para su gloria: tal, en lo que respecta a esto, es el claro significado del Esp�ritu Santo. �l no mira a algunas almas avanzadas en Colosas, sino a todos los santos all�.Hab�a males que corregir, bailarines que advertir;pero si piensa en lo que el Padre tiene previsto para ellos, y de ellos en vista de su gloria, menos no podr�a decir, ni podr�a �l dice m�s.

El Padre los ha hecho aptos ya para la herencia de los santos en luz; y esto, tambi�n, teniendo plenamente en cuenta el terrible estado del mundo pagano, y su pasada maldad personal cuando fueron atra�dos a Dios en el nombre del Se�or Jes�s, "quien nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado a el reino del Hijo de su amor, en quien tenemos redenci�n [por su sangre, se a�ade a los Efesios], el perd�n de los pecados".

En este punto llegamos a uno de los objetos principales y distintivos de la ep�stola. �Qui�n y qu� es el Hijo de su amor, en quien tenemos redenci�n? Poco concibieron los colosenses que su esfuerzo por a�adir a la verdad del evangelio era en realidad restar valor a su gloria. Su deseo, podemos estar seguros, fue tan bien intencionado como cualquier error puede serlo. Al igual que otros, pueden haber razonado que si el cristianismo hubiera hecho cosas tan grandes en manos de pescadores, recaudadores de impuestos o similares (que no pod�an ser de gran importancia en la escala del mundo o en las escuelas de los hombres), �qu� podr�a no lograrlo si estuviera ataviado con la sabidur�a de la filosof�a; si pose�a los ornamentos de la literatura y la ciencia; si emprendiera su carrera de victoria con aquello que atrae los sentimientos y domina el intelecto entre la humanidad? El Esp�ritu Santo trae lo que juzga completamente y deja de lado todas esas especulaciones.

Nadie, ninguna cosa, puede aumentar el poder, brillo o valor de Cristo en ning�n aspecto. Si lo conocieras mejor, lo sentir�as t� mismo. Infinitamente m�s vano es el pensamiento de cualquier hombre para impartir un nuevo valor a Cristo, que para David haberse enfrentado a Goliat en la armadura de Sa�l. De hecho, las trampas que tanto gritan los hombres son un obst�culo positivo para Cristo; y en la medida precisa en que son apreciados, reducen a sus devotos a la esclavitud, ya la fe que profesan a cero.

Juzgad estas mismas cosas, y pueden llegar a ser de alg�n valor para la gloria de Dios. Pero tr�tenlos como medios deseables para atraer al mundo, o como objetos que los cristianos deben valorar por s� mismos, y como son intrusos, as� resultar�n extra�os y enemigos de la gloria de Cristo.

Cristo es la imagen de Dios, en plenitud y perfecci�n; �l s�lo mostr� al Dios invisible. La tradici�n nunca manifest� al verdadero Dios. La filosof�a, por el contrario, empeor� las cosas, al igual que los recursos de la religi�n humana. Cristo, y solo Cristo, ha representado verdaderamente a Dios ante el hombre, ya que solo �l fue hombre perfecto ante Dios. Y como �l es la imagen del Dios invisible, as� es �l el primog�nito de toda la creaci�n; pues el Esp�ritu Santo re�ne aqu� una especie de ant�tesis en cuanto a Cristo en relaci�n con Dios, y en relaci�n con la criatura.

De Dios �l es la imagen, no exactamente en un sentido exclusivo, pero s� seguramente en el �nico sentido adecuado. Otros pueden ser como es el cristiano que conocemos, y el hombre incluso de un modo cierto y real como criatura. Pero, como verdadero y pleno dar a conocer a Dios, no hay sino Cristo. �l es la verdad; �l es la expresi�n de lo que Dios es. Esta es la fuente de todo conocimiento verdadero, y por eso Cristo es la verdad de todo y de todos.

En esta frase, sin embargo, todo lo que el ap�stol afirma es en relaci�n con el Dios invisible. Totalmente imposible que el hombre vea al que es invisible: necesitaba uno que trajera a Dios hacia �l, y mostrara Su palabra y sus caminos, y Cristo es esa �nica imagen del Dios invisible.

Adem�s, Cristo es el primog�nito de toda la creaci�n. No, por supuesto, que �l fue el primero en la tierra como Ad�n. Con respecto al tiempo, el mundo hab�a envejecido comparativamente antes de que apareciera Jes�s. Entonces, �c�mo podr�a �l que vino y fue visto en medio de los hombres cuatro mil a�os despu�s de la creaci�n de Ad�n, c�mo podr�a �l ser en alg�n sentido el primog�nito de toda la creaci�n? No tenemos que imaginar una raz�n, porque el Esp�ritu de Dios ha dado lo suyo, y esto se encontrar� para dejar de lado a todos los dem�s.

Todo pensamiento del hombre es vano en presencia de Su sabidur�a. Jes�s es el primog�nito, sin importar cu�ndo apareci�. Si hubiera sido posible, de acuerdo con otros planes de Dios (que no lo fue), que �l fuera el �ltimo (de hecho) nacido aqu� abajo, �l hubiera sido el primog�nito de todos modos. Imposible que �l pudiera ser otra cosa que el primog�nito. �Y por qu�? �Porque �l era el m�s grande, el mejor, el m�s santo? Por ninguna de estas razones, aunque �l era todo esto y m�s.

Menos a�n fue debido a algo que se le confiri�, ya sea de poder o de oficio. No sobre tal base, ni sobre todos juntos, fue �l el primog�nito. La palabra de Dios asigna uno mayor que todos, que es la verdadera y �nica clave de la persona y obra de Cristo: "Porque en �l fueron creadas todas las cosas".

�Oh, qu� majestad, as� como adaptaci�n a la necesidad, en la verdad de Dios! Solo tiene que ser escuchado por un coraz�n tocado por la gracia para tener convicci�n. �Pero Ay! hay en el hombre ca�do, como tal, una voluntad que aborrece la verdad y desprecia la gracia de Dios. �No prueba ambas cosas siendo celoso de la gloria de Cristo? Queda, sin embargo, que �l es el primog�nito de toda la creaci�n, porque es el Creador de todas las cosas, arriba o abajo, materiales o espirituales: "Porque en �l fueron creadas todas las cosas, las que est�n en los cielos, y las que est�n en el cielo". en la tierra, visible e invisible.

No se trata �nicamente de los rangos inferiores de la creaci�n, sino que abarca los m�s altos "ya sean tronos, dominios, principados o potestades: todas las cosas fueron creadas por �l". �No cre� Dios por medio del alt�simo como instrumento? Se dice m�s a�n aqu� para mantener la gloria plena de Cristo. Todas las cosas fueron creadas por �l, sin duda, pero tambi�n fueron creadas para �l, no por �l para el Padre.

Fueron creados por �l y para �l, igualmente con el Padre. Y como si esto fuera poco, se nos dice adem�s que �l es antes de todas las cosas, y por (??) �l todas las cosas subsisten. �l es el sustentador de toda la creaci�n, de modo que el universo mismo de Dios subsiste en virtud de �l. Sin �l todo se hunde a la vez en la disoluci�n.

Esto no es todo. �l es la Cabeza del cuerpo, uno de los temas principales de esta ep�stola. Tal es Su relaci�n con la iglesia. �Y c�mo es �l la Cabeza del cuerpo? No porque sea el primog�nito de toda la creaci�n simplemente, no, ni porque sea el creador de todo. Ni Su jefatura sobre toda la creaci�n como Heredero de todas las cosas, ni Sus derechos de creaci�n, dar�an en s� mismos un t�tulo suficiente para ser la Cabeza del cuerpo.

En ella hay otra clase de bienaventuranza y gloria; para ella aparece un nuevo orden de existencia; y no menos importante que todos los seres debemos entender esta diferencia. �Qui�n puede estar tan profundamente preocupado como el cristiano? porque si tenemos alguna parte o suerte en Cristo, si pertenecemos a la iglesia de Dios, debemos conocer claramente el car�cter de nuestra propia bendici�n. Cristo es quien determina esto, como todo lo dem�s. Pero el car�cter distintivo es que �l es "el principio, el primog�nito de entre los muertos", no simplemente el primog�nito de, sino el primog�nito de.

�l es el primog�nito de entre los muertos, as� como la Cabeza y el Heredero primog�nito de toda la creaci�n subsistente. As� es como resucita a una nueva condici�n, dejando atr�s lo que hab�a ca�do bajo la vanidad o la muerte a trav�s de su jefe pecador, el primer Ad�n. �l ha anulado el poder de aquel que ten�a el poder de la muerte, esa palabra tan terrible para el coraz�n del hombre, y seguramente ajena a la mente y al coraz�n de nuestro Dios y Padre, pero una severa necesidad que vino por rebeli�n.

Donde el pecado trajo al hombre, la gracia trajo a Cristo. Y la gloria de Su persona lo capacit� en gracia y obediencia para descender a profundidades nunca antes sondeadas; y de toda la escena, no s�lo de un mundo culpable que rechaza, sino del reino de la muerte (�y tal muerte!) Jes�s emergi�. Y ahora �l ha resucitado de entre los muertos, el comienzo de un nuevo orden de existencia por completo; y como �l es la Cabeza, as� la iglesia es Su cuerpo fundado, ciertamente, en Cristo, pero en �l muerto y resucitado.

Como tal, no meramente nacido, sino resucitado de entre los muertos, �l es el principio. Toda cuesti�n, por lo tanto, de lo que exist�a antes de Su muerte y resurrecci�n queda excluida de inmediato. El que cree esto entender� que todav�a era un secreto no revelado durante los tiempos del Antiguo Testamento. Los tratos de Dios no s�lo no se basaban en el principio de un cuerpo en la tierra, unido a una Cabeza glorificada, una vez muerta y resucitada, sino que eran incompatibles con tal estado de cosas.

As�, quienquiera que por fe reciba simplemente la insinuaci�n de este vers�culo, como de una multitud de otras escrituras, tiene cerrada toda esta controversia innecesaria para �l; �l sabe y est� seguro por la ense�anza divina que Jes�s no era simplemente lo m�s alto de la creaci�n que ya hab�a sido, sino el comienzo de una cosa nueva y su Cabeza. Esto le agrad� comenzar en la resurrecci�n de entre los muertos. No era en modo alguno lo antiguo, elevado por la gloria de Aquel que se hab�a dignado descender a �l, sino un nuevo estado de cosas, del cual Cristo resucitado es a la vez Cabeza y principio; como est� dicho: Quien es el principio, el primog�nito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia.

Como esto nos da el nuevo estado, posici�n y relaci�n en que se encuentra la gloriosa persona del Se�or Jes�s, a continuaci�n tenemos una visi�n de Su obra adecuada al objeto de la ep�stola: "Porque toda la plenitud se agrad� en �l". habitar." Me tomo la libertad de traducir el vers�culo correctamente, como bien saben la mayor�a de mis hermanos ahora presentes. Hay pocos aqu�, es de suponer, que no est�n ya conscientes de que poner "el Padre" (como se hace en la Versi�n Autorizada en cursiva) es quitarle al Hijo sin justificaci�n y peligrosamente.

No era el Padre, sino la Deidad. Agrad� al Padre, al Hijo y al Esp�ritu Santo. As� la plenitud de la Deidad se complaci� en habitar en �l. Sin embargo, ni siquiera esto reconcili� al hombre con Dios, sino todo lo contrario; prob� que el hombre era irreconciliable en lo que a �l concern�a.

Si a una persona divina le complaci� aparecer aqu� abajo y traer bondad y poder inimaginables, tratando con cada necesidad y cada uno con quien entr� en contacto, y que busc� o incluso acept� su acci�n de gracia, se podr�a haber supuesto que el hombre no pudo resistir tal amor inquebrantable y poder desmesurado. Pero el resultado real demostr� sin lugar a dudas que nunca antes se presenci� un odio tan sincero, universal y sin causa como contra Jes�s, el Hijo de Dios.

No faltaba, no pod�a faltar, el atractivo del amor y del poder en Aquel que anduvo haciendo el bien; sin embargo, los corazones miserables no se volvieron a �l, excepto donde la gracia de Dios Padre los atrajo a la �nica expresi�n adecuada de S� mismo. Nadie pod�a pretender que jam�s hab�a rechazado una sola alma; ninguno pod�a decir que se hab�a ido vac�o. Sus motivos estaban lejos de ser buenos a veces. Podr�an venir por lo que pudieran obtener; pero al final no lo aceptaron a �l ni nada de lo que �l ten�a para dar bajo ninguna condici�n.

Hab�an terminado con �l y, en lo que se refer�a a la voluntad, hab�an terminado con �l para siempre. La cruz puso fin a la lucha terrible y la visi�n desgarradora del hombre as� llevado manifiestamente cautivo del diablo a su voluntad.

�Y qu� hab�a que hacer? �Ay! esta era la pregunta seria, y esto era lo que Dios esperaba resolver. Quer�a reconciliar al hombre a pesar de s� mismo; Probar�a que Su propio amor vence su odio. Que el hombre sea incorregible, que su enemistad est� m�s all� de todo pensamiento, Dios, en la serenidad de su propia sabidur�a y en la fuerza de su gracia infatigable, cumple su prop�sito de amor redentor en el mismo momento en que el hombre consuma su maldad.

Fue en la cruz de Cristo Y as� fue que, cuando todo parec�a fallar, todo estaba ganado. La plenitud de la Deidad habitaba en Jes�s; pero el hombre no quiso nada de eso, y lo prob� sobre todo en la cruz. Sin embargo, la cruz fue el lugar preciso y �nico donde se coloc� el fundamento que no se puede mover. Como �l dice, "habiendo hecho la paz por medio de la sangre de su cruz, por �l reconciliar consigo todas las cosas; por �l, digo, ya sea las cosas en la tierra o las cosas en los cielos".

Primero, el ap�stol incluye todas las cosas como un todo, la criatura universal, terrenal y celestial; d�ndonos as� una noci�n adecuada del perfecto triunfo de Dios en el momento en que parec�a como si Satan�s hubiera triunfado completamente a trav�s del hombre contra los consejos de Dios. �Pero esto es todo? �Es simplemente que todo el universo tiene as�, en la cruz del Se�or Jes�s, un fundamento puesto para su reconciliaci�n? Hay un testigo presente de la victoria de Jes�s.

El universo contin�a como antes, la creaci�n inferior al menos sujeta a la vanidad; pero Dios (y es como �l) se apresura a usar su victoria, aunque no todav�a en lo que se refiere a las cosas externas. Esto queda para el d�a de la gloria de Cristo, y cumplir� una parte muy importante en los prop�sitos de Dios. Pero Dios tiene incluso ahora un prop�sito mucho mayor en el coraz�n. �Qu� podr�a ser m�s vasto que la reconciliaci�n de todas las cosas en el cielo y la tierra? Las verdaderas v�ctimas de Satan�s, los enemigos abiertos de Cristo, los m�s fieros impotentes sean ellos, pero los m�s feroces en su voluntad de oposici�n a Dios son precisamente aquellos que Dios ya ha reconciliado consigo mismo; y esto donde Satan�s acababa de aparecer para conquistar al llevarlos a crucificar a Cristo.

, En ese campo de sangre donde Su antiguo pueblo se uni� a los gentiles id�latras, y de hecho los incit� a plantar la cruz para su propio Mes�as, ah� es donde la gracia de Dios ha establecido una justa liberaci�n para aquellos que �l ha reconciliado.

A Satan�s aparentemente se le permite continuar como si hubiera ganado la victoria final; pero Dios trae la verdad de lo que �l ha hecho al coraz�n donde Satan�s m�s hab�a enga�ado antes. "Vosotros que en otro tiempo fuisteis alienados y enemigos en vuestra mente", dice �l (pues se les presenta toda la verdad en cuanto a su condici�n), "enemigos en vuestra mente por obras inicuas, pero ahora os ha reconciliado en el cuerpo de su carne. a trav�s de la muerte

"Mientras vivi�, esta obra qued� totalmente inconclusa. La encarnaci�n, bendita y preciosa como es, nunca reconcili� al hombre con Dios. Nos present� la persona de Aquel que hab�a de reconciliar; en s� misma fue un paso muy importante hacia la reconciliaci�n; pero, de hecho, a�n no hab�a reconciliaci�n para un alma solitaria: la cruz de Cristo lo hizo todo: "En el cuerpo de su carne por medio de la muerte, para presentaros santos, irreprensibles e irreprensibles delante de �l". �un cambio!

Pero a�ade: "Si permanec�is en la fe cimentados y firmes"; y no debemos debilitar esto. No es en absoluto, " pues vosotros continuar�is". Las Escrituras no deben ser sacrificadas groseramente para nuestra aparente comodidad. Adem�s, cuando los hombres difaman as� su verdadera fuerza y ??buscan consuelo donde Dios quiere advertir, no es una prueba de una fe firme sino d�bil. Porque ciertamente no se conf�a en Dios cuando existe el deseo de alterar o desviar una sola palabra, por conveniencia propia o cualquier pretexto. Sin embargo, no hay nada m�s com�n; es precisamente lo que los hombres, ya veces los cristianos en no poca medida, est�n haciendo ahora muy generalmente; y �qu� han ganado con ello?

El golpe de un padre que castiga al descarriado es una misericordia. Recibirlo como el golpe fiel de nuestro mejor amigo en Su propia palabra puede no parecer el camino m�s f�cil hacia el consuelo; pero el consuelo que obtenemos al final de Aquel que as� hiere es real y estable, y rico en provecho para el alma. Pero el ap�stol no pretend�a tanto administrar consuelo a estos santos colosenses como advertirlos. Necesitaban bastante reprensi�n, y se les advierte que el camino por el que estaban entrando era resbaladizo y peligroso.

La b�squeda de la tradici�n o de la filosof�a, como injerto del cristianismo, tiende continuamente a introducir aquello que envenena los manantiales de la verdad, y la gracia es siempre anulada por cualquiera de los dos. Por lo tanto, bien podr�a insistir: "Si contin�as".

Toda la bienaventuranza que Cristo ha procurado es para los que creen; pero esto, por supuesto, supone que lo retienen. Por eso dice: "Si permanec�is cimentados y firmes en la fe, y no os apart�is de la esperanza del evangelio que hab�is o�do, y que ha sido predicado a toda criatura que est� debajo del cielo". El lenguaje no insin�a en lo m�s m�nimo que haya alguna incertidumbre para un creyente.

Nunca debemos permitir que una verdad sea cerrada o debilitada por otra; pero tambi�n debemos recordar que hay, y siempre ha habido, aquellos que, habiendo comenzado aparentemente bien, terminaron convirti�ndose en enemigos de Cristo y de la iglesia. Incluso los anticristos no son de afuera en su origen. "Salieron de nosotros, porque no eran de nosotros". No hay enemigos tan mort�feros como aquellos que, habiendo recibido suficiente verdad para desequilibrarlos y abusar de ellos para su propia exaltaci�n, se vuelven y quieren desgarrar la iglesia de Dios, en la que aprendieron todo lo que les da poder para ser. especialmente travieso.

El ap�stol no pod�a dejar de temer el tobog�n en el que se encontraban los colosenses; y tanto m�s cuanto que ellos mismos no tem�an, sino que por el contrario pensaban mucho en lo que hab�a atra�do sus mentes. Si hab�a peligro, ciertamente era amor para amonestarlos; y en este esp�ritu por lo tanto dice: "Si permanec�is en la fe, cimentados y estables".

En cuanto al ap�stol, les presenta otro punto. Era ministro tanto del evangelio como, como se dice un poco m�s adelante, de la iglesia, dos esferas muy diferentes, rara vez unidas en el mismo individuo. �l fue ministro de ambos, y de este �ltimo, al parecer, en un sentido peculiar y de peso: no simplemente como ministro de la iglesia, sino como el instrumento que Dios ha empleado para darnos a conocer su car�cter y llamamiento m�s que cualquier otro. otro.

De hecho, podemos decir que Pablo presenta el evangelio como la manifestaci�n de la justicia divina m�s all� de todo, mientras que �l solo desarrolla en sus ep�stolas el misterio de Cristo y la iglesia. Esto puede parecer una declaraci�n fuerte, y me sorprende que nadie se sienta sorprendido, hasta que lo hayan examinado r�gidamente con las Escrituras; porque probablemente nadie podr�a creerlo a menos que hubiera probado su verdad.

Pero debo repetir que no hay un solo ap�stol que hable siquiera de ser justificado por la fe, excepto el ap�stol de los gentiles. James presenta notoriamente lo que muchos piensan duramente a mi juicio bastante reconciliables, igualmente inspirados por Dios, y lo m�s importante para el hombre, pero no lo mismo, ni para el mismo fin. Es algo sorprendente a primera vista darse cuenta de tal hecho, pero si es un hecho como afirmo sin reservas, �no es de gran importancia comprenderlo? Ni Santiago ni Pedro, ni Juan ni Judas, tratan de la justificaci�n ante Dios por la fe en Jes�s.

�Qui�n lo ha hecho? Pablo solamente. Estoy muy lejos de insinuar que Pedro, Santiago, Juan, Judas y todos los dem�s no predicaron la justificaci�n por la fe. Pero le fue dado a Pablo, y solo a Pablo, comunicar esta gran verdad en sus ep�stolas; y solo �l ha usado la conocida frase. Ninguno de los otros lo ha tocado, ni uno solo. Sin duda han ense�ado lo que es consecuente con ella y hasta lo supone. Han presionado otra verdad, que es incompatible con cualquier otra cosa que no sea la justificaci�n por la fe; lo afirma a menudo y abiertamente.

As� reina la m�s perfecta armon�a entre todos los ap�stoles; pero Pablo fue enf�ticamente ministro del evangelio y ministro de la iglesia. No s�lo predic� lo uno y ense�� lo otro (lo que sin duda los otros tambi�n hicieron), sino que se comprometi� con escritos inspirados en el evangelio como ning�n otro lo hizo; y �l, el �nico de todos, ha sacado adelante a la iglesia de la manera m�s completa. �l bien podr�a, por lo tanto, decir (�y qu� ocasi�n tan seria para los colosenses que era necesario decirlo como una amonestaci�n!) que �l era ministro de ambos.

Sin embargo, hab�a hombres que no le faltaban entonces que le negaron ser ap�stol. Los siervos m�s honrados de Dios invariablemente suscitan la m�s viva oposici�n del hombre. Pero �ay de tan inicuos e ingratos adversarios! y no menos porque pronuncian el nombre del Se�or. Algunos de los antiguos no eran jud�os ni gentiles, sino hombres y mujeres bautizados. Fueron ellos los que cedieron a estos sentimientos de hostilidad. Podr�an restar poco o nada a sus cualidades personales; incluso podr�an fingir ser condescendientes y condescendientes.

Pero aquello por lo que se opon�an a �l era precisamente por lo que, m�s que nada, deber�an haber reconocido su deuda con Dios. Satan�s sab�a bien lo que buscaba al alejar a muchos cristianos de este bendito hombre de Dios, y al criticar su ministerio y el testimonio que se le hab�a dado para dar.

El ap�stol, sin embargo, habla de su servicio en estos dos aspectos: el evangelio, que es universal en su aspecto para toda criatura bajo el cielo; y la iglesia, que es un cuerpo especial y escogido. En cuanto al evangelio, no se trata de si toda criatura oye, sino que tal es la esfera; y sin duda si el ap�stol hubiera podido predicar a cada individuo en el mundo, lo hubiera hecho con gusto.

En cualquier caso, esta era su misi�n. No hab�a ninguna clase bajo prohibici�n, ni a ning�n individuo se le negaron los rayos de su luz celestial. En su propia naturaleza, como los rayos del cielo, era el sol no solo para una parte del mundo, sino para cada cuarto. As� que a la iglesia le dice: "Me gozo en lo que padezco por vosotros, y cumplo lo que falta de las aflicciones de Cristo en mi carne por su cuerpo, que es la iglesia, de la cual soy hecho ministro, seg�n la dispensaci�n [o mayordom�a] de Dios que me es dada para vosotros, para cumplir la palabra de Dios�.

Quedaba espacio: a�n faltaba una revelaci�n. Dios hab�a dado la ley; �l hab�a encarnado Sus caminos pasados ??en una historia inspirada de Su pueblo; �l hab�a dado profetas para anunciar lo que era futuro. Pero a pesar de todo eso, qued� un vac�o en el que, cuando se llenaron, los tipos podr�an m�s o menos soportar, completamente diferentes de la historia, y que no respond�an m�s a la profec�a. �C�mo iba a llenarse entonces? Nuestro Se�or mismo marc� la ruptura en Su lectura de Isa�as en la sinagoga de Nazaret.

Vea lo mismo en las famosas setenta semanas de Daniel. Llegas a ese espacio de vez en cuando en los profetas. Pablo fue el que Dios levant� para llenar el vac�o. No es que otros no complementaran esto o aquello. Como sabemos, la iglesia est� edificada sobre el fundamento, no de Pablo, sino de Sus santos ap�stoles y profetas. Marcos y Lucas, aunque no fueron ap�stoles, sin duda fueron profetas. El fundamento de los ap�stoles y profetas abarc� a los escritores del Nuevo Testamento en general.

El ap�stol trae su propia parte especial. No fue ni un evangelio aportado, ni una sublime serie de visiones prof�ticas. Su funci�n era cumplir la palabra de Dios, "el misterio que ha estado oculto desde los siglos y edades, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos, a quienes Dios quer�a dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio". entre los gentiles, que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria".

De aqu� aprendemos, puede ser oportuno se�alar, que la forma dada al misterio aqu� no es que Cristo sea exaltado en el cielo, y que la iglesia, por el Esp�ritu Santo enviado desde all�, est� unida a �l, la Cabeza all�. Esta es la doctrina de la ep�stola a los Efesios. Aqu� vemos al otro lado de Cristo en o entre ustedes los gentiles, "la esperanza de gloria". En la ep�stola a los Colosenses, la gloria es siempre lo que estamos esperando.

Aqu� no existe tal cosa como que nos sentemos en los lugares celestiales. Es la gloria celestial la que se espera, pero s�lo en esperanza. Cristo estaba ahora en estos gentiles que cre�an en la esperanza de una gloria celestial en perspectiva para ellos. Es otro aspecto del misterio, pero tan cierto en su lugar como lo que encontramos en Efesios; no tan alto, pero en s� mismo precioso, y no menos diferente de la expectativa suscitada por el Antiguo Testamento.

Lo que leemos all� es que, cuando Cristo hubo venido, inmediatamente estableci� Su reino, en el cual se prometi� que los jud�os ser�an Sus s�bditos especialmente favorecidos. Ciertamente no han de reinar con �l: esto no les fue prometido por ning�n hombre ni en ning�n momento. Pero ellos han de ser el pueblo en cuyo medio la gloria de Jehov� har� su morada. Aqu� el ap�stol habla de otro sistema completamente diferente: Cristo vino, pero la gloria a�n no se manifestaba, sino que s�lo ven�a.

Mientras tanto, en lugar de que los jud�os gocen de gloria junto con Cristo en medio de ellos, rechazados por los jud�os, Cristo est� en los gentiles; y los que reciben su nombre esperan la gloria celestial con Cristo. Es un estado de cosas bastante diferente de lo que podr�a recogerse del Antiguo Testamento. Ning�n profeta, ni siquiera la m�s m�nima pizca de profec�a, revela tal verdad. Era una verdad absolutamente nueva, en contraste con el orden antiguo y milenario, pero completamente diferente de lo que se encuentra en Efesios; sin embargo, ambos constituyen partes sustantivas del misterio.

As� el misterio incluye, primero, a Cristo como Cabeza arriba, aunque aqu� estamos unidos por el Esp�ritu Santo a �l glorificado. En segundo lugar, Cristo, mientras tanto, est� en o entre los gentiles aqu� abajo. Si estuviera entre los jud�os, ser�a la introducci�n de la gloria terrenal prometida. Pero no es as�. Los jud�os son enemigos e incr�dulos; los gentiles son especialmente el objeto de los caminos actuales de Dios. Teniendo a Cristo entre ellos, la gloria celestial es su esperanza, incluso para compartir con �l esa gloria.

Esto, pues, muestra a Cristo, en cierto sentido, en los gentiles de aqu� abajo; como, en los Efesios, se ve a Cristo arriba y nosotros en �l. All� jud�os o gentiles son todos iguales, y los que creen en el evangelio est�n unidos a �l por el Esp�ritu como su cuerpo. Aqu� los gentiles en particular lo tienen en ellos, la prenda de su participaci�n en su gloria celestial poco a poco. Y como esta era una verdad tan bendecida y novedosa, el ap�stol declara su propio fervor al respecto "a quien predicamos, amonestando a todo hombre, y ense�ando a todo hombre en toda sabidur�a, a fin de presentar perfecto en Cristo a todo hombre".

Aqu� no hay descuido; ninguna suposici�n descuidada de que, debido a que son miembros del cuerpo de Cristo, todo lo dem�s debe ser correcto y puede ser dejado; porque el que mejor conoci� el amor fiel de Cristo es, sin embargo, urgente individualmente con "cada hombre". De ah� su incansable gasto de trabajo. De ah� la dedicaci�n del coraz�n y del pensamiento para que "todo hombre" sea as� edificado en la verdad, y especialmente en la verdad celestial de Cristo, que le fue encomendada a su administraci�n y ministerio, "advirtiendo a todo hombre y ense�ando a todo hombre que pueda presentar a todo hombre adulto en Cristo.

Este es el significado de "perfecto". No se trata de una cuesti�n de maldad interior, sino de llegar a la madurez en Cristo, en lugar de ni�os, descansando meramente en el perd�n. "Para lo cual tambi�n trabajo, luchando seg�n su potencia, que act�a poderosamente en m�.� As�, el esfuerzo del ap�stol no era en modo alguno s�lo en el camino de la evangelizaci�n. Hab�a mucho m�s que esto. Le influy� profunda y habitualmente en todas las ansiedades del amor.

�Porque quisiera que supierais qu� gran conflicto tengo por vosotros, y por los de Laodicea, y por todos los que no han visto mi rostro en carne, para que sus corazones sean consolados, unidos en amor, y a todos riquezas de la plena certidumbre de entendimiento, para el reconocimiento del misterio de Dios, y del Padre, y de Cristo, en quien est�n escondidos todos los tesoros de la sabidur�a y del conocimiento.

"El misterio ahora se revela, incluso la relaci�n de Cristo y la iglesia; el testimonio real de los consejos de Dios en Cristo para aquellos que componen Su cuerpo. Y como regla, siempre es lo que Dios est� haciendo realmente lo que es la verdad que se necesita con urgencia. Pueden surgir necesidades especiales y reclamar atenci�n en momentos particulares, pero como Cristo fue puesto en lo alto, esta es la verdad para los santos, y por una raz�n muy simple y suficiente es lo que Dios Padre dispuso para el d�a de la salvaci�n.

Es de esto que Cristo es el centro objetivo y la Cabeza. En esto tenemos lo que ocupa el Esp�ritu enviado del cielo. Siendo Satan�s invariablemente el antagonista personal y persistente de Cristo, cualquiera que sea el prop�sito de Dios en Cristo se vuelve peculiarmente el objeto del odio y la hostilidad de Satan�s.

Por lo tanto, como el ap�stol Pablo fue alguien a quien Dios le dio un honor especial al desarrollar el misterio y comunicarlo tambi�n en palabras inspiradas, as� �l fue llamado m�s que cualquier otro a sufrir las consecuencias en este presente mundo malo. Sus labores no fueron meramente infatigables, sino que estuvieron acompa�adas de las m�s dolorosas pruebas y angustias de esp�ritu, as� como de una continua detracci�n con el odio p�blico y la persecuci�n.

Todo lo que pod�a romper el coraz�n de un hombre santo d�a tras d�a lo atravesaba. Sin embargo, llevando a cabo su ministerio con l�grimas continuas, mir� delante de los hombres como alguien a quien nada de esto conmov�a. Sin embargo, les hace saber a los colosenses lo que pas� por ellos y otros santos que estaban delante de su coraz�n, aunque desconocidos en la carne. "Y esto digo, para que nadie os enga�e con palabras persuasivas.

Porque aunque estoy ausente en la carne, no obstante estoy con vosotros en el esp�ritu, goz�ndome y mirando vuestro orden y la firmeza de vuestra fe en Cristo.� Hubo muchas cosas que fueron bendecidas en Colosas; y el ap�stol ama dar plena cr�dito por ello. "As� que, de la manera que hab�is recibido a Cristo Jes�s el Se�or, as� andad en �l: arraigados y sobreedificados en �l, y confirmados en la fe, as� como hab�is sido ense�ados, abundando en acci�n de gracias.

De hecho, esto fue culpa de ellos: no estaban contentos con Cristo y s�lo con �l. No apreciando su gloria y plenitud, no vieron que el secreto de la verdadera sabidur�a y bendici�n, est� en ir conociendo m�s de Cristo de lo que es. ya pose�do. Tal es la �nica ra�z segura de toda bendici�n, y en esto sobre todo se muestra verdadera fe y espiritualidad. �Est� satisfecho el coraz�n con �l? �Sentimos y sabemos que nada podemos a�adirle? �Es todo lo que queremos? sacar de �l?

Luego introduce, en consecuencia, su primera advertencia solemne. "Mirad", dice �l, "que nadie os enga�e por medio de filosof�as y huecas sutilezas, seg�n las tradiciones de los hombres, seg�n los rudimentos del mundo, y no seg�n Cristo". Aqu� tenemos la mezcla, me temo, de la filosof�a del hombre natural y la tradici�n del hombre de las religiones. Estas cosas a primera vista parecen muy separadas, pero no lo son tanto en el resultado. Puede parecer que est�n tan lejos como los polos se separan; pero, de hecho, no hay nada que muestre m�s un esp�ritu en�rgico del mal obrando en el mundo que la forma en que dirige y combina estos dos ej�rcitos, que exteriormente parecen enemigos el uno del otro.

�No lo has probado? De una forma u otra, los librepensadores y los hombres supersticiosos se unen en la realidad. No hay caracter�stica de la actualidad m�s notable que el �xito con el que Satan�s est� concentrando, por as� decirlo, sus fuerzas, reuniendo en el mismo punto, donde se les necesita, a estos dos partidos; es decir, los brazos m�s pesados ??de la tradici�n humana y los m�s ligeros de la filosof�a del hombre.

Esta es la raz�n por la que en cada grave coyuntura encontrar�s que los ritualistas, por regla general, apoyar�n a los racionalistas, y los racionalistas intentar�n atenuar los procedimientos de los ritualistas. Pueden tener la apariencia de ser totalmente hostiles entre s�: ambos son s�lo hostiles a la verdad. Ambos son completa y esencialmente ignorantes de Cristo; pero el Cristo que ignoran, por religi�n o raz�n, es esa Persona bendita no tanto como Aquel que aqu� vivi� y trabaj�, como especialmente muerto y resucitado. Usan libremente Su nombre; ellos en palabra y ejercicio corporal le hacen no poca reverencia; pero sin fe todo es vano.

Amados, el Cristo que conocemos no da gloria al primer hombre; tampoco honra las ordenanzas o el sacerdocio humano. �C�mo habr�a sido exaltado si hubiera consentido en derramar el halo de su propia gloria sobre la raza como tal! Pero nuestro Se�or es el Cristo que conden� al primer hombre, la humanidad ca�da por �l fue detectada y juzgada ra�z y rama. Esto no puede ser perdonado por todos los que se adhieren al primer hombre, ya sea del lado de las ordenanzas o de la filosof�a.

�C�mo puede el hombre tolerar esa mentira, y el mundo que ha construido desde que perdi� el Ed�n, deber�a convertirse en nada? es imposible buscarlo en la naturaleza humana. El que lo sonde� todo no puede ser soportado. Debemos juzgar y juzgamos todas las cosas tal como son. Esta es la verdad sobre ellos; y Aquel que es la verdad lo dijo. La cruz de Cristo es el toque de difuntos del mundo en todas sus pretensiones ante Dios. Su tumba es la tumba del hombre.

Hermanos, el Cristo que Dios nos ha dado a conocer es el Cristo que los hombres despreciaron, echaron fuera y crucificaron. Pero �l es el Cristo que Dios resucit� de entre los muertos y lo sent� en la gloria celestial. Y esta es la verdad que es tan ofensiva para la carne en todas sus formas. Nunca ser� recibido, ni por la religi�n del mundo, ni por su filosof�a.

�Cu�n vano y peligroso al menos para ellos fue el esfuerzo de los colosenses! Estaban esforz�ndose por lograr una alianza entre Cristo y el mundo. En realidad, ellos mismos se hab�an escabullido en el coraz�n: ninguna esperanza semejante hab�a hallado favor de otro modo. No fue maravilloso que dijera en Colosenses 1:1-29 "Si permanec�is arraigados y cimentados en la fe, y no os apart�is de la esperanza del evangelio.

Se hab�an ido alejando, quiz�s no tan r�pidamente como los g�latas; en la fe hab�an sido d�biles. Y ahora el ap�stol los recordar�a: "Andad en �l, arraigados y sobreedificados en �l". Que se cuiden de la filosof�a y la tradici�n ; "porque en �l habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad." No se encuentra en la tradici�n, y menos a�n en la filosof�a.

La filosof�a es un �dolo del hombre o de la naturaleza, un sustituto ciego del conocimiento de Dios. Es falso y ruinoso, ya sea que lo deje fuera o lo introduzca, ya sea que niegue al Dios verdadero, o haga de todo un dios falso. El ate�smo y el pante�smo son los resultados �ltimos de la filosof�a, y ambos se establecen en la realidad. Dios aparte. En cuanto a la tradici�n, invariablemente pone al hombre tan lejos de Dios como puede, y llama a esto religi�n.

La verdad en Cristo no es simplemente que Dios descendi� al hombre en amor, sino que el hombre, el creyente en Cristo, ahora est� muerto y resucitado en �l. �Est� Cristo en la gloriosa presencia de Dios? El cristiano es uno con �l. En consecuencia, trae ahora para este objeto la doble verdad: "porque en �l", dice �l, "habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad. Y vosotros est�is completos en �l". �Qu� bendici�n! Si �l es la plenitud, est�is llenos en �l, "que es la cabeza de todo principado y potestad.

"�Fuera, pues, toda pretensi�n de a�adirle a �l; fuera todo recurso posible para dar brillo a Cristo! "�l es la cabeza de todo principado y potestad; en quien tambi�n vosotros sois circuncidados con circuncisi�n no hecha a mano, del cuerpo carnal [pues as� es] por la circuncisi�n de Cristo: sepultados con �l en el bautismo, en el cual tambi�n hab�is resucitado.�

De manera constructiva, en mi opini�n, esto apunta a la gran se�al de Su muerte. Est� en el bautismo m�s que en �l. Por lo tanto, no me parece en qui�n, sino justamente "en lo cual tambi�n hab�is resucitado con �l por la fe en la operaci�n de Dios". As�, el bautismo no se limita a significar la muerte. Sin embargo, nunca es el signo ni de la vida ni del derramamiento de sangre, sino de un estado de privilegio m�s all�. Cuando se le dijo al ap�stol que lavara sus pecados, invocando el nombre del Se�or, no parece haber significado sangre, sino agua. Porque este es el signo no tanto de lo que expiar�a como de lo que limpiar�a. Pero tanto la limpieza como la expiaci�n son por la muerte de Cristo, de cuyo costado brotaron ambos.

Aqu� la doctrina lleva a uno un poco m�s all� que Romanos 6:1-23 o 1 Pedro 3:1-22 . Hay muerte y sepultura de todo lo que fuimos; pero aqu� hay al menos resurrecci�n con Cristo muerte y resurrecci�n. En Romanos el punto enf�tico es simplemente la muerte, porque el argumento del ap�stol en el cap�tulo 6 no admite ir m�s all� de la verdad de que el creyente bautizado est� vivo de entre los muertos, no precisamente resucitado, sino vivo para Dios.

En Colosenses, el argumento requiere que nuestra resurrecci�n con Cristo, as� como la muerte y la sepultura, se establezcan claramente. Y as� es. "Sepultados con �l en el bautismo, en el cual tambi�n hab�is resucitado con �l por la fe en la operaci�n de Dios, que le resucit� de los muertos".

�l aplica la verdad al caso en cuesti�n despu�s de esto: "Y a vosotros, estando muertos en vuestros pecados y en la incircuncisi�n de vuestra carne, os ha dado vida juntamente con �l, perdon�ndoos todos los pecados, anulando el acta de los decretos que estaba contra a nosotros." No dice "contra vosotros", porque, en verdad, los santos colosenses nunca hab�an estado bajo la ley y sus ordenanzas; hab�an sido gentiles.

Pero mientras que dijo, "que vosotros, estando muertos", ahora hab�is resucitado as�, as� dice, "borr�ndolo contra nosotros"; por todo lo que nosotros, pobres jud�os, pod�amos jactarnos de que las ordenanzas estaban en contra de nosotros en lugar de estar a nuestro favor, y ahora se han ido.

�Anulando el acta de los decretos que hab�a contra nosotros, que nos era contraria, y quit�ndola de en medio, clav�ndola en su cruz, y habiendo despojado a los principados y potestades, los exhibi� abiertamente, triunfando sobre ellos. Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a d�as de fiesta, luna nueva o d�as de reposo, todo lo cual es sombra de lo por venir, pero el cuerpo es de Cristo.

"As� se ve en primer lugar, en virtud de Cristo muerto y resucitado en quien creyeron, que fueron vivificados y perdonadas todas sus ofensas, dos cosas aqu� sorprendentemente unidas. La misma vida que tengo en Cristo es un testimonio de que mis pecados son perdonados. No es meramente la vida de un Cristo que vivi� en este mundo, sino la vida de Aquel que fue levantado en la cruz, y llev� mis pecados all�. Pero ahora la obra est� hecha, y la expiaci�n es acepto antes de que me sea dada la vida nueva en �l resucitado.

Por lo tanto, uno no puede ser vivificado juntamente con Cristo sin tener sus ofensas, s�, todas (porque si no todas, ninguna) perdonadas. La culpa que una ley quebrantada carga en la conciencia desaparece por un acto que glorifica infinitamente m�s a Dios que las justicias personales de todos los hombres que jam�s hayan vivido, por no hablar del perd�n consciente que tambi�n se asegura a quienes lo poseen. �Tuviste que ver con la ley? La poderosa obra de Cristo lo ha librado por completo.

La sentencia es borrada; el poder de Satan�s se estropea abiertamente; Cristo resucitado triunfa sobre todos. No hay nuevos medios de gracia; no hay desarrollo, y mucho menos complemento de Cristo. El �nico y mismo Cristo es quien lo ha arreglado todo.

En cuanto a los ritos y fiestas jud�os que algunos se esforzaban por volver a imponer, tomemos por ejemplo el s�bado, que es m�s fuerte, porque fue desde el principio del primer hombre, a�n no ca�do, y por supuesto mucho antes del pueblo jud�o. . "Que nadie os juzgue" es la exhortaci�n. Eran sombras. �No tienes la sustancia? �Por qu� ser hallado huyendo de la sustancia tras la sombra? �Nadie os seduzca de vuestra recompensa con humildad voluntaria y adoraci�n de �ngeles, inmiscuy�ndose en cosas que no ha visto, hinchado en vano por su mente carnal, y no cogi�ndose la cabeza.

As�, el hecho de curiosear en lo que Dios no ha revelado, y el hombre no ha visto, como las especulaciones acerca de los �ngeles, es la prueba patente de que el coraz�n no est� realmente satisfecho con su porci�n. Esto no es sostener la Cabeza. mantiene a Cristo as�, en uni�n consciente con �l, nunca podr�a estar codiciando a los �ngeles.En Cristo el santo est� por encima de ellos, y los deja a Dios sin ansiedad ni envidia.

Sabemos bien que Dios est� haciendo un buen uso de ellos, y que, de hecho, si nos entrometemos, s�lo puede ser para p�rdida y confusi�n. �Y no teniendo la cabeza, de la cual todo el cuerpo, nutrido y unido por las coyunturas y ligamentos, crece con el crecimiento de Dios�.

A continuaci�n, la doctrina se aplica a�n m�s definidamente. "Por tanto", dice �l, "si est�is muertos con Cristo", que es una gran parte de su tema, "si est�is muertos con Cristo desde los rudimentos del mundo, pues, como si vivieras [o vivo] en el mundo, �Est�is sujetos a las ordenanzas?" Por supuesto que no es en absoluto estar muerto a lo que un hombre ten�a como vida natural en el mundo. As� no es la vida cristiana, que es realmente la vida de Aquel que muri� y resucit�.

�l muri�, este es el punto aqu� y, por lo tanto, yo tambi�n estoy muerto. Pero si estoy muerto, �qu� tengo que ver con esas cosas que s�lo afectan a los hombres mientras viven? Ciertamente no tienen ninguna relaci�n conmigo ahora resucitado con �l. Un hombre vivo en el mundo est� bajo estas ordenanzas, y las posee. Tal era la posici�n de Israel. Eran un pueblo que viv�a en el mundo, y todo el sistema del juda�smo supon�a y trataba con un pueblo en el mundo.

En la verdad moral, as� como en el hecho literal, el velo, que ensombrec�a su estado, a�n no se hab�a levantado del mundo invisible. Pero el primer resultado caracter�stico de la obra de Cristo en la cruz fue el velo que cerr� la rasgadura sant�sima de arriba abajo. As� comienza, no con la encarnaci�n (porque el pecado a�n no ha sido juzgado, ni el hombre llevado a Dios), sino con la cruz, con la redenci�n. No hab�a cristianismo i.

es decir, ninguna liberaci�n del hombre y ponerlo en el Segundo Hombre antes de que Cristo llegara a ser el primog�nito de entre los muertos. Claramente, por lo tanto, todo el car�cter del nuevo sistema depende, en primer lugar, de la Deidad del Salvador encarnado y, en segundo lugar, de las gloriosas verdades de Su muerte expiatoria y de Su resurrecci�n. As� debemos retenerlo, no s�lo en otros aspectos, sino en esta relaci�n especial de "Cabeza".

Entonces �l dice: "Si vosotros est�is muertos con Cristo desde los rudimentos del mundo, �por qu�, como si vivierais en el mundo, est�is sujetos a las ordenanzas?" Luego da una muestra de estos: "No toques, no pruebes, no toques". Pero este no es el car�cter del cristianismo, sino del juda�smo. Corresponde a una vida en este mundo decir: "No toques, no pruebes, no toques". Todo est� bien para un jud�o, porque tiene sus abstinencias y sus restricciones.

Pero esta no es en absoluto la forma divina de tratar con el cristiano. No somos jud�os; tenemos nuestro lugar en Cristo muerto y resucitado, o no somos nada. Tales mandatos prohibitivos tuvieron su d�a; pero el tiempo de la reforma ha llegado. Se trata ahora de la verdad y de la santidad en el Esp�ritu de Cristo, en definitiva. Estas restricciones se refer�an a carnes y bebidas, y cosas semejantes, que perecen con el uso. El cristiano nunca se par� en tal terreno carnal.

Est� muerto con Cristo; en consecuencia, ha salido de la esfera a la que se aplican tales tratos. "Las cuales cosas tienen a la verdad una muestra de sabidur�a en la voluntad de adoraci�n, y humildad, y el descuido del cuerpo; no en ning�n honor para la satisfacci�n de la carne". La naturaleza orgullosa y ca�da est� satisfecha incluso con estos esfuerzos por dejar el cuerpo; mientras que Dios quiere que el cuerpo tenga cierto honor en su propio lugar, y el del cristiano es templo del Esp�ritu Santo. As�, en todos los sentidos, el sistema ritualista es falso y traidor a Aquel que muri� en la cruz.

Pero hay mucho m�s que eso: "Si, pues, hab�is resucitado con Cristo". Aqu� entramos no s�lo en lo que nos limpia de los rudimentos del mundo, sino en lo que nos introduce en lo nuevo. Necesitamos tanto lo positivo como lo negativo; y como acabamos de tener lo �ltimo, lo primero ahora viene ante nosotros. En lugar de dejar ahora las riendas libres para correr en la carrera de mejorar el mundo y mejorar la sociedad, o cualquiera de los objetos que ocupan a los hombres como tales, los santos de Dios deber�an abstenerse por completo.

Muchos que realmente aman al Se�or est�n en esto bastante equivocados en cuanto al deber del cristiano aqu� abajo. "Si, pues, hab�is resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde est� Cristo sentado a la diestra de Dios". Y como si eso no fuera suficientemente preciso, se agrega: "Pon tu afecto en las cosas de arriba". Es m�s bien "tu mente"; pues aqu�, por importante que sea el estado del coraz�n, se trata simplemente de toda la inclinaci�n y el juicio.

�Pon tu mente en las cosas de arriba, no en las de la tierra�. No es simplemente traerles lo celestial, por as� decirlo; y decididamente no de juntar las dos cosas. A los colosenses, como a otros, les hubiera gustado esto bastante; es exactamente de lo que se trataban, y de lo mismo que el ap�stol est� corrigiendo aqu�. El ap�stol no sancionar� tal amalgama, sino que la rechaza; y debemos recordar que en estas exhortaciones era el Se�or actuando por el Esp�ritu en Su siervo. �Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra, porque est�is muertos�.

N�tese bien de nuevo que no se trata aqu� del hombre esforz�ndose por morir, lo cual es una noci�n desconocida para la revelaci�n de Dios, nueva o antigua. De hecho, ni siquiera exist�a el pensamiento de esforzarse por estar muerto antes de que llegara la muerte de Cristo; y cuando �l muri�, el Esp�ritu a su debido tiempo revel� no s�lo que �l muri� por nosotros, sino que nosotros morimos en �l. Por lo tanto, no qued� lugar para esforzarse por morir. El cristiano reconoce su muerte en su mismo bautismo; y lo que se necesita no es esfuerzo para alcanzar, sino el poder del Esp�ritu en actuar sobre la verdad por la fe.

Esto es lo que siempre resuelve las dificultades en el gran conflicto que ruge ahora como siempre, y m�s que nunca, entre la religi�n humana y la verdad de Dios. Puesto que los hombres tienen un cierto conocimiento de la muerte de Cristo, se esfuerzan por morir. Es la ley en una forma nueva e imposible. Ese es el sentido de todo lo que parece bueno en la piedad del mundo. Es un esfuerzo por volverse muerto a lo que est� mal; cultivar lo que se siente que glorifica a Dios; para evitar lo que es contrario a su voluntad, y perjudicial para el alma.

Pero, �se asemeja esto tanto a la provisi�n de la gracia para el cristiano? �Es esta la verdad? �No debemos ante todo estar sujetos a la verdad? Si tengo a Cristo como Salvador, en lugar de luchar para morir en el sentido indicado, estoy llamado a creer que ya estoy muerto.

Es notable que las dos instituciones bien conocidas y permanentes, no las llamar� ordenanzas del cristianismo, el bautismo y la cena del Se�or, son la expresi�n clara y cierta de la muerte en gracia. Cuando una persona es bautizada, este es el significado del acto; ni tiene ninguna fuerza verdadera, sino que es una ilusi�n, de lo contrario. Porque el alma bautizada confiesa que la gracia de Dios da muerte al pecado en Aquel que muri� y resucit�.

El jud�o buscaba s�lo un poderoso Rey Mes�as; el cristiano es bautizado en la muerte de Aquel que sufri� en la cruz, y encuentra no s�lo sus pecados perdonados, sino el pecado, la carne, condenado, y �l mismo ahora visto por Dios como muerto para todos; porque nada menos se establece en el bautismo. Es, pues, desde el principio, expresi�n de una verdad muy necesaria, que permanece como consuelo de la gracia a lo largo de toda la carrera cristiana y, por tanto, nunca se repite.

Nuevamente, en cada d�a del Se�or, cuando nos reunimos en el nombre de Cristo, �qu� tenemos ante nosotros seg�n la palabra y la voluntad de Dios? Una bendici�n sustancialmente similar est� estampada en la mesa del Se�or. Cuando los cristianos se unen para partir el pan, anuncian la muerte de Cristo hasta que �l venga. No es un mero deber lo que hay que cumplir; pero el coraz�n est� en presencia del hecho objetivo de que �l muri� por nosotros, Su cuerpo.

Como creer en �l, este es nuestro lugar. Tal es el fundamento de la libertad con que Cristo nos ha hecho libres. Es una libertad fundada en la muerte, manifestada en la resurrecci�n, conocida en el Esp�ritu. Teniendo esto en el alma, uno tiene derecho a tenerlo en el cuerpo tambi�n en Su venida. Adem�s, somos un solo pan, un solo cuerpo.

Por lo tanto, encontramos la gloriosa manifestaci�n futura a la que se hace referencia aqu�: "Cuando Cristo, que es nuestra vida, se manifieste"; porque tenemos tanto "vosotros est�is muertos" como "vuestra vida est� escondida con Cristo en Dios". Podemos contentarnos con estar escondidos mientras �l est� escondido; pero �l no debe estar siempre fuera de la vista. El cristiano tendr� satisfechos todos los deseos del nuevo hombre. Ahora puede tener el gozo bendito de la comuni�n con Cristo, pero es un Cristo crucificado en la tierra. Su gloria est� en el cielo. Un hombre busca brillar en el mundo ahora; es un olvido despreocupado, si no despiadado, que aqu� �l no conoci� nada m�s que rechazo.

�Soy entonces falso o fiel al signo constante de la muerte de mi Maestro? �Debo cortejar el honor de aquellos que rechazaron a Cristo y le dieron una cruz? �Debo olvidar Su gloria en la presencia de Dios? �No deber�a yo, en mi medida de fe, ser la expresi�n de ambos? �No deber�a yo compartir aqu� la verg�enza y el deshonor de mi Maestro? �No debo esperar para entrar en la misma gloria con el Cristo de Dios? Por eso se dice aqu�: "Cuando Cristo, nuestra vida, se manifieste, entonces vosotros tambi�n ser�is manifestados con �l en gloria.

En consecuencia, el camino del deber cristiano se basa en estas maravillosas verdades. �Haced morir, pues, vuestros miembros que est�n sobre la tierra; fornicaci�n, inmundicia, pasiones desordenadas, malas concupiscencias y avaricia, que es idolatr�a.� �Qu� humillante consideraci�n que aquellos tan bienaventurados (muertos, como hemos dicho, y resucitados con Cristo) se les dice aqu� que mortifiquen lo que es m�s vergonzoso y desvergonzado !Pero as� es.

Es realmente lo que es el hombre; y tal es la naturaleza que s�lo nosotros tuvimos como hijos de Ad�n. Estos son �ay! en el lenguaje singularmente en�rgico del Esp�ritu de Dios aqu� llamado los miembros del hombre. �Haced morir, pues, vuestros miembros que est�n en la tierra: fornicaci�n, inmundicia, pasiones desordenadas, malas concupiscencias y avaricia, que es idolatr�a; por las cuales cosas, la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia, en las cuales vosotros tambi�n anduvisteis alg�n tiempo."

De nada sirve negar la pura verdad "cuando viv�ais en ellos"; es una bendici�n saber que ahora estamos muertos. Escuchemos: "Pero ahora, vosotros tambi�n despojaos de todo esto". Aqu� llegamos no s�lo a lo que se muestra en las formas de la corrupci�n que pasa a trav�s de cosas o personas fuera de nosotros, por as� decirlo, sino a los sentimientos internos de violencia: "Pero ahora tambi�n despojaos de todo esto: ira, ira. , malicia, blasfemia, palabras obscenas de vuestra boca.

La falsedad tambi�n es juzgada como nunca antes: "No mint�is los unos a los otros, habi�ndoos despojado del hombre viejo con sus obras; y revest�os del nuevo hombre, que se renueva en el conocimiento seg�n la imagen del que lo cre�.� No Ad�n, sino Cristo es el estandarte Cristo quien es Dios as� como hombre; �donde no hay griego ni jud�o, la circuncisi�n ni incircunciso, b�rbaro, escita, esclavo ni libre; sino que Cristo es todo, y en todos". �Qu� bienaventurados! "Cristo es todo, y en todos".

As� el creyente puede mirar alrededor lleno de gozo a sus hermanos; puede contar almas de cada tribu, lengua y posici�n. �Qui�n ha sido pasado por alto en la gracia amplia y activa de nuestro Dios? �Y qu� tiene entonces derecho a ver? Cristo en ellos. �Y qu� liberaci�n del yo ver a Cristo en ellos! S�, pero Cristo es "todo" tan verdaderamente como lo es "en todo". �Oh, olvidar todo lo que produce celos, soberbia, vanidad, todos y cada uno de los sentimientos contrarios a Dios y poco edificantes para el hombre; ser consolados y consolar a los dem�s con tal verdad �Cristo es todo , y Cristo est� en todos!Tal es la palabra de Dios, y �tenemos o no tenemos derecho a decirlo ahora? Las circunstancias dolorosas pueden, �ay! requieren que nos pronunciemos sobre los malos caminos para investigar esta mala doctrina o aquella; pero el ap�stol habla ahora de los santos en su forma ordinaria y normal.

�No sigue siendo cierto esto? �Tengo derecho, al mirar a los cristianos de ahora en adelante, a ver nada m�s que Cristo en cualquiera y Cristo en cada uno? S�, Cristo est� en todos, y Cristo es todo. �Vest�os, pues� (dice �l, en el disfrute de tal gracia. Ahora viene el car�cter positivo que hay que llevar) �Vest�os, pues, como los escogidos de Dios, santos y amados�. �Cu�n parecida es la descripci�n a Cristo mismo! �l fue el Elegido de Dios en el sentido m�s elevado; �l era el santo y el amado.

�Qui�n apel� alguna vez en la angustia, y no hall� en �l entra�as de misericordia, bondad, humildad de mente, mansedumbre, longanimidad? Luego sigue lo que podr�a decirse s�lo de nosotros. �Si alguno tiene queja contra otro, as� como Cristo os perdon�, as� tambi�n haced vosotros�. El perdonarse unos a otros es fortalecido por Su ejemplo quien no cometi� pecado, ni se hall� maldad en Su boca. Cristo en la tierra fue un modelo bendito de perd�n y paciencia. "As� como Cristo te perdon�". Ahora lo trae abiertamente, ya nosotros mismos.

Pero hay una cualidad culminante: "Y sobre todas estas cosas vest�os de caridad", porque �sta es, como ninguna otra cosa puede serlo, el signo m�s pleno de lo que Dios mismo es, la energ�a de su naturaleza. Su luz puede detectar, pero Su amor es el manantial de todos Sus caminos. No importa cu�l sea la demanda, el amor es, despu�s de todo, tambi�n lo m�s esencial e influyente. Est� en el fondo cuando pensamos en las necesidades de los santos de Dios aqu� abajo.

Hay una figura especialmente caracter�stica de la naturaleza divina moralmente considerada, no necesito decir ligera, como se nos dice con m�s detalle en la ep�stola a los Efesios. Sin embargo, los santos deben revestirse sobre todo de la caridad, que es el v�nculo de la perfecci�n; "y que gobierne la paz de Cristo", porque as� se lee, no la paz de Dios, sino la paz de Cristo. Todo en nuestra ep�stola se remonta a Cristo como la cabeza de toda bendici�n posible.

As� que "que la paz de Cristo gobierne en vuestros corazones"; es decir, la misma paz en la que Cristo mismo vivi� y se movi�. Que reine Su paz. Lo sabe todo y lo siente todo. Puedo estar perfectamente seguro de que cualquiera que sea mi dolor o la angustia de mi esp�ritu por cualquier cosa, Cristo siente mucho m�s profundamente (s�, infinitamente m�s profundo que cualquier otro) aquellos que pueden excitarnos a cualquiera de nosotros. Sin embargo, �l tiene paz absoluta, nunca rota ni perturbada por un instante.

Y en nosotros, pobres almas d�biles, �por qu� no ha de reinar en nuestros corazones esta paz, a la cual tambi�n somos llamados en un solo cuerpo? �Y sed agradecidos. Que la palabra de Cristo� (era la palabra de Dios, pero todav�a llamada la palabra de Cristo aqu�) �haya en vosotros ricamente en toda sabidur�a�. Podr�a haber una palabra de Dios que no fuera de la misma manera la palabra de Cristo. Hay muchas porciones de las Escrituras que de ninguna manera se adaptan o suponen el estado y el camino del cristiano.

"Y que la palabra de Cristo more en abundancia en vosotros en toda sabidur�a, ense��ndoos y amonest�ndoos unos a otros". No es Cristo mismo, como en Efesios 3:1-21 , el resultado maravilloso incluso ahora en nosotros por el poder del Esp�ritu; pero, al menos, en su palabra se encuentra (lo que los colosenses necesitaban) un manantial activo y pur�simo de instrucci�n y consejo, y reciprocidad de ayuda por medio de �l.

Tal es el fruto de Su palabra que habita en nosotros. Esto no es todo. "En salmos e himnos y c�nticos espirituales, cantando con gracia en vuestros corazones al Se�or". Poco importa cu�n bien instruido sea el santo, ni c�mo pueda conocer la belleza moral y la sabidur�a inagotable de la palabra, si no se aumenta el fruto positivo: si no abunda el esp�ritu y el poder de la adoraci�n, algo es del todo corto, o incorrecto.

"Y todo lo que hac�is, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Se�or Jes�s, dando gracias a Dios y Padre por medio de �l". As�, aunque no haya alabanza propiamente formal, el Se�or busca el agradecimiento del coraz�n, como contando con el amor en todo.

Despu�s de esto siguen exhortaciones particulares, en las cuales no necesitamos detenernos en este momento. Tenemos esposas y esposos, hijos y padres, sirvientes y amos, reunidos sucesivamente hasta el primer vers�culo de Colosenses 4:1-18 , que deber�a, por supuesto, cerrar Colosenses 3:1-25 en lugar de comenzar uno nuevo.

Luego vienen los mandatos generales. �Perseverad en la oraci�n, y velad en ella con acci�n de gracias�. Ni la plenitud en Cristo, ni el gozoso sentido de la relaci�n celestial, ni la atenci�n a nuestras propias relaciones en esta vida, deben debilitarse por un instante, sino m�s bien ministrar a un mayor sentido de la necesidad y el valor de depender de Dios. Ni la permanencia en la oraci�n lo es todo; pero vela vigilante en lo mismo, que no deja escapar la justa ocasi�n de s�plica; y como todas las cosas deb�an hacerse con acci�n de gracias, as� tambi�n la oraci�n, que seguramente no olvidar�a la necesidad de los que est�n al frente de la guerra espiritual y del trabajo del amor.

Velad en lo mismo con acci�n de gracias, orando tambi�n por nosotros, para que Dios nos abra la puerta de la palabra, para proclamar el misterio de Cristo, por el cual tambi�n estoy preso, para que lo manifieste como debo. hablar." Tampoco debe haber descuido, sino consideraci�n en el amor de los que est�n fuera. "Andad sabiamente para con los de afuera, aprovechando el tiempo. Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sep�is c�mo deb�is responder a cada uno". El tiempo oportuno y el discurso adecuado, siempre en gracia, no sin fidelidad hacia Dios, �cu�n buenos y necesarios son!

Adem�s, vemos c�mo el amor cristiano se deleita en comunicar y escuchar. Era su confianza en su amor; y esto se muestra no solo en su deseo de saber acerca de ellos, sino en la convicci�n de que a ellos les gustar�a saber acerca de �l. �Puede haber algo m�s dulce que esta genuina sencillez de afecto e inter�s mutuo? En un hombre ser�a vano y curioso: es bendito en un cristiano.

Ning�n hombre sensato, como tal, podr�a dar por sentado que a los dem�s les importar�a saber de sus asuntos m�s que los de ellos, a menos que se trate de un pariente, o de un amigo, o de un personaje p�blico y extraordinario. Pero aqu� escribe el humilde ap�stol, con la plena seguridad de que, aunque �l nunca los hab�a visto, ni ellos a �l, ser�a una verdadera y mutua gratificaci�n saber el uno del otro por medio de aquel que iba entre ellos.

�Qu� manantial de poder es el amor de Cristo! Verdaderamente la caridad es "el v�nculo de la perfecci�n". �Y os har� saber mi estado T�quico, que es un hermano amado, y fiel ministro y consiervo en el Se�or, a quien os he enviado con el mismo fin, para que conozca vuestro estado y consuele vuestros corazones. ; con On�simo, un hermano fiel y amado, que es uno de vosotros. Ellos os har�n saber todas las cosas que se hacen aqu�".

Luego vienen las alusiones a sus varios compa�eros de prisi�n y consiervos, particularmente a Epafras, quien trabajaba fervientemente en oraci�n por ellos. Esto, estoy seguro, no debe debilitarse, hermanos. Sabemos que hay peligro por todos lados. Quiz� hayamos probado cu�n tristemente todo lo de este tipo ha sido pervertido; pero hay un sentido, y muy importante tambi�n, en el que no podemos fortalecer demasiado los lazos de amor entre los santos de Dios, y tambi�n en el que hay un verdadero ministerio santo para su bien.

Y esto estaba haciendo el ap�stol, y particularmente por uno que ven�a de ellos. Bien podr�amos suponer que hubo alg�n obst�culo para el pleno flujo de afecto por su parte. Pero el ap�stol se esforz� por mostrar cu�n grande era el amor de Epafras por ellos; porque su esp�ritu fiel sab�a un poco de lo que bien sab�a el ap�stol, que cuanto m�s amaba, menos era amado. �Porque yo le doy testimonio de que tiene un gran celo por vosotros y por los que est�n en Laodicea.

"El suyo no fue de ning�n modo un amor inactivo o limitado. No exist�a la noci�n de cuidar a los santos �nicamente en su propio lugar particular. Pablo no se limit� a lazos locales, ni debemos permitir tal cosa por un instante. Todos los los santos nos pertenecen, como nosotros les pertenecemos a todos ellos. Y as� �l menciona particularmente a otros, aunque algunos peque�os sintieron este v�nculo: "Lucas, el m�dico amado, y Demas, os saludan.

Saludad a los hermanos que est�n en Laodicea, a Ninfas ya la iglesia que est� en su casa. Y cuando esta ep�stola sea le�da entre vosotros, haced que tambi�n sea le�da en la iglesia de los laodicenses.� Es evidente, por lo tanto, que estas ep�stolas apost�licas estaban destinadas a circular entre los santos. Y tal vez esta pueda ser la clave de lo que luego se nos dice: �Y vosotros tambi�n le�is la ep�stola de Laodicea.� La ep�stola a Laodicea no se dice: as� que no tenemos raz�n suficiente para preocuparnos de que haya una porci�n perdida de los escritos inspirados.

No hay ninguna prueba de ese tipo. Soy consciente de que los hombres han razonado mucho al respecto; pero esta es una prueba de que la evidencia falla. �Por qu� debemos prestar atenci�n a las conjeturas? Si hubieran orado m�s, el resultado podr�a haber sido mejor. Posiblemente los ap�stoles hayan escrito ep�stolas que no estaban destinadas a la instrucci�n permanente de la iglesia; pero que lo que as� se pretend�a se pierde, podemos negarlo resueltamente por todo lo que sabemos de nuestro Dios.

Cualquier cosa que insin�e niega que �l haya provisto adecuadamente para Su iglesia aqu� abajo: esto ciertamente lo ha hecho en todas las formas en Su palabra. No hay imperfecci�n en esa palabra, ni existe base alguna para suponer que alguna parte de ella se haya desvanecido. Sin duda podemos detectar los defectos de la negligencia del hombre, al no saber tratar con el debido cuidado el precioso dep�sito de la verdad; pero no hay nada m�s.

Es decir, puede haber una diferencia de lectura aqu� y all� que perjudique la belleza y exactitud plenas de la bendita palabra de Dios; pero, en cuanto a la sustancia, los m�s t�midos pueden estar seguros de que la ten�is en las peores ediciones de la cristiandad. No se inquiete con la charla de los cr�ticos: es natural que los comerciantes lloren sus productos. Viven en puntos minuciosos e incertidumbre.

Como entonces no se dice que esta ep�stola haya sido dirigida a Laodicea, podemos deducir que era de esa iglesia o, si era apost�lica, iba de una asamblea a otra. Si era lo �ltimo, hab�a llegado a Laodicea, de donde los colosenses lo procurar�an a su vez.

Arquipo deb�a prestar atenci�n al ministerio que hab�a recibido en el Se�or. Sin duda, algunos de nosotros todav�a queremos la pista. �Que �l nos haga y nos mantenga fieles!

Información bibliográfica
Kelly, William. "Comentario sobre Colossians 1". Comentario de Kelly sobre los libros de la Biblia. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/wkc/colossians-1.html. 1860-1890.
 
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