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Deuteronomio 17

Comentario de Kelly sobre los libros de la BibliaComentario de Kelly

Versículos 1-20

Est� claro que una nueva divisi�n de los estatutos y juicios de este libro comienza con los �ltimos vers�culos reci�n le�dos de Deuteronomio 16:1-22 . Lo perteneciente a la vida religiosa de Israel se cerr� con las tres fiestas que llenan la parte anterior del cap�tulo.

Ahora tocamos los instrumentos y medios que Jehov� estableci� con el prop�sito de llevar a cabo la vida del pueblo en asuntos judiciales. Abundar�an los jueces y los oficiales. Deb�an hacerse en todas sus puertas, y con cuidado vigilante hay una guardia contra el respeto a las personas y cualquier cosa calculada para desviar la sentencia de justicia. La tierra que Jehov� su Dios dio tiene que tener justicia; la bondad amorosa y la misericordia entre hombre y hombre, y todos los afectos placenteros entre la gente no deben interferir en tales cuestiones.

Junto a todo esto encontramos de pronto lo que el esp�ritu del hombre no puede comprender con la introducci�n de una nueva alusi�n a las cuestiones religiosas. "No plantar�s bosque de ning�n �rbol cerca del altar de Jehov� tu Dios, que t� te har�s. Ni te levantar�s imagen alguna, cosa que Jehov� tu Dios aborrece. No sacrificar�s a Jehov� tu Dios ning�n becerro , u oveja, en que hubiere falta, o cualquier cosa desfavorable; porque eso es abominaci�n a Jehov� tu Dios.�

Con este comienzo de Deuteronomio 17:1-20 va una fuerte advertencia en cuanto a cualquier hombre o mujer que haya obrado mal ante los ojos de Jehov� al transgredir Su pacto, yendo y sirviendo a otros dioses, m�s particularmente adorando al ej�rcito del cielo. Me parece que, lejos de presentar la menor dificultad real, lejos de ser una interrupci�n del gran tema de la vida judicial de Israel, tenemos que enfrentar aqu� la importante verdad de que lo que toca a Dios, lo que lo falsea como tal , tiene la relaci�n m�s estrecha con la vida diaria de Su pueblo, tanto en sus hogares como en asuntos de juicio p�blico.

Si estamos equivocados en lo que permitimos en cuanto a Dios mismo, si hay una manipulaci�n de lo que ensucia Su gloria, una deshonra permitida (por ejemplo) en cuanto a Su naturaleza al admitir estos dioses falsos, o establecer criaturas en el lugar de Dios mismo, toda la parte inferior de la vida sentir� a la vez sus consecuencias destructivas y corruptoras.

Por lo tanto, la dificultad que han encontrado los te�logos, en lo que supon�an el regreso a las cuestiones de la religi�n, es de hecho un mero error propio al divorciarse de lo que Dios ha unido. Hemos recibido instrucciones directas completas en cuanto a lo que concierne a su propia gloria, pero ahora, incluso cuando toca lo que tiene que ver con la vida del hombre, entreteje elementos religiosos no como una repetici�n del pasado, sino como una conexi�n con el pasado. tema presente.

Adem�s, encontramos que el tema se persigue para mostrar el lugar del testimonio. Por boca de dos o tres testigos se orden� que muriera el que era digno de muerte. Esto fue de gran valor en la pr�ctica, y se usa ampliamente en el Nuevo Testamento, un principio que ning�n hombre puede jam�s descuidar sin p�rdida.

A primera vista puede parecer singular que el Esp�ritu de Dios le d� tanta importancia al requisito de dos o tres testigos; pero recordemos que aqu� estamos aprendiendo los caminos de Dios tratando activamente con un pueblo en la tierra, despu�s de haberlos puesto en relaci�n consigo mismo. Sin duda, si Dios no se preocupara activamente por el hombre o sus caminos, podr�a haber dificultades.

Solo Israel, de todas las naciones sobre la faz de la tierra, se par� en un terreno como este; y sobre ellos Dios puso la necesidad de exigir tal testimonio. Pero �l siempre es sabio, y adem�s �l quiere ense�ar a Su pueblo a confiar en que �l siempre dar� lo que sea necesario de acuerdo a Su propio orden.

Entonces, el Nuevo Testamento usa el principio con nosotros, que tenemos que ver con �l y que trata con nosotros de una manera mucho m�s �ntima que lo que �l hizo con Israel. Tenemos que ver con Aquel que se ha dignado hacernos Su morada por el Esp�ritu. Por lo tanto, donde �l ha establecido Su palabra con claridad, como por ejemplo en un asunto como este, podemos contar incondicionalmente con �l.

La gente puede presentar todo tipo de objeciones y decir que no siempre podemos esperar tal cantidad de testimonios como este, que debemos mirar las circunstancias y, si es imposible presentar pruebas suficientes, debemos actuar seg�n lo que parezca m�s probable. .

Pero esto no es ni m�s ni menos que abandonar el terreno divino por lo humano; y estoy persuadido de que se har�a un da�o m�s profundo al pueblo de Dios si se apartara una sola vez de Su palabra, mente y camino en un asunto como este, que si no se le condenara en diez casos en los que podr�a haber maldad debajo. Nuestro negocio es nunca dejar la clara palabra de Dios, sino aferrarnos a ella y, cualquiera que sea la presi�n de las circunstancias, esperar en Dios. �l es capaz de producir testigos cuando menos vemos c�mo o de d�nde vienen.

As� somos guardados en paz mientras confiamos en Su palabra; y �cu�l es el esp�ritu de aquel que en tales asuntos podr�a soportar apresurarse, o desear condenar a otro antes de que Dios haya presentado la evidencia? As� el coraz�n permanece confiado y tranquilo, sabiendo que Aquel que mira y sabe todo es capaz de sacar adelante lo que sea necesario en el momento oportuno. Puede ser Su manera de probar la fe de Su pueblo y humillarlos manteni�ndolos en la ignorancia por un tiempo.

Donde existiera mayor poder espiritual, podr�a haber un uso m�s f�cil de los medios que Dios pone a nuestra disposici�n; pero cualquiera que sea el motivo por el cual retuvo cualquier cosa que necesitaran, nuestro claro llamado es abrigar la confianza perfecta de que �l se preocupa por nosotros no solo en lo que da, sino tambi�n en lo que retiene. Por lo tanto, podemos mantenernos firmes en Su palabra "En boca de dos o tres testigos se establecer� toda palabra"; y donde esto no se concede, donde falla el testimonio, nuestro deber es esperar en el Se�or.

Esto nos lleva a otro punto. Si les surg�an cosas muy dif�ciles, como est� dicho, deb�an subir al lugar que Jehov� su Dios escogiese. �Y vendr�s a los sacerdotes levitas, y al juez que hubiere en aquellos d�as, e inquirir�s, y te mostrar�n la sentencia del juicio; y har�s conforme a la sentencia que los del lugar que hubiere. Jehov� escoger� te mostrar�, y cuidar�s de hacer conforme a todo lo que te digan.

"Aqu� nuevamente el principio es bueno y v�lido para el tiempo presente; porque debemos recordar particularmente en este libro de Deuteronomio que los sacerdotes son usados ??de una manera sensiblemente diferente de lo que se encuentra en otros lugares, como se se�al� en la �ltima conferencia. Es no se trata aqu� tanto de su servicio al estar entre el pueblo y Dios, sino de ayudar al pueblo en lo que le deb�an a �l. En Lev�tico es lo primero, porque all� se trata de acercarse a Dios, y el pueblo no pod�a entrar en el santuario, sino los sacerdotes por ellos.

En Deuteronomio, que supone al pueblo a punto de entrar en la tierra, tenemos m�s el orden familiar de la naci�n, con Jehov� su Dios; y los sacerdotes los levitas ayudan en esto, aunque por supuesto en el santuario los sacerdotes a�n conservar�an su lugar. Los dos libros no son de ninguna manera incompatibles entre s�. Se hace una diferencia, que consiste en esto, que los sacerdotes son considerados m�s como parte del pueblo, no tanto como una clase intermedia entre Dios y ellos.

En consecuencia, aqu� encontramos que en estos asuntos de juicio que pertenecen a las dificultades pr�cticas de la vida diaria, donde las preguntas eran demasiado dif�ciles para los hombres comunes, se debe apelar a ellos, no tanto en su capacidad de sacrificio, sino como aquellos que deben hacerlo. tener un mayor conocimiento pr�ctico de la palabra de Dios, y por lo tanto sus sentidos m�s ejercitados para discernir el bien y el mal.

Se concede de inmediato que nada puede ser m�s ruinoso en la cristiandad que la afirmaci�n de un sacerdocio terrenal, basado en la noci�n de que algunos tienen m�s acceso a Dios que otros en cuanto al t�tulo; es en efecto negar el evangelio.

Al mismo tiempo, todos debemos sentir el valor del juicio de un hombre espiritual donde fallamos. Quiz� no haya nadie, a no ser que tenga un esp�ritu singularmente orgulloso e independiente, que no haya encontrado la falta de ella; no pocos han actuado pr�cticamente en consecuencia y han demostrado su valor cuando se disfrutan. As� que el ap�stol Santiago nos deja saber el valor de las oraciones de un hombre justo. Seguramente esto no significa que todos los creyentes.

Aunque todo cristiano es justificado por la fe, y se puede esperar que muestre los caminos de un hombre bueno y justo en la pr�ctica; sin embargo, no se puede negar que hay grandes diferencias de medida entre los verdaderos creyentes, y que todos tenemos la conciencia de que hay aquellos entre el pueblo de Dios, a quienes no podr�amos exponer felizmente nuestras dificultades, y algunos a quienes uno podr�a m�s.

libremente; algunos que tienen tal tono espiritual y un conocimiento maduro de Su mente, que por lo tanto ayudan a sus hermanos, en lo m�s m�nimo asumiendo una autoridad sobre las conciencias de los dem�s, no reclamando el dominio sobre su fe (ni siquiera un ap�stol har�a esto) , pero que sin embargo ayudan decididamente por capacidad espiritual a dar un juicio formado por el andar habitual en comuni�n con �l, para salir al encuentro de los dem�s en las dificultades y pruebas pr�cticas aqu� abajo.

Pero esto lleva a otro paso. Jehov� levantar�a jueces de manera extraordinaria de vez en cuando: un hecho familiar para todos en la historia del Antiguo Testamento. Adem�s, existe la suposici�n incluso de que se llama a un rey a su debido tiempo. Pero de la manera m�s llamativa, Dios protege contra las mismas trampas en las que cay� el rey, aunque era el hijo sabio del mismo David, y as� trajo verg�enza a Dios y miseria a su pueblo.

�Pobre de m�! el rey cuando se levant� entre ellos, aunque no un extra�o sino su hermano (como se dice) multiplic� las esposas para s�, como todos sabemos, y su coraz�n se desvi�. Multiplicando para s� plata y oro sin medida, la ley de Jehov� no ten�a lugar en su alma. La consecuencia fue que los �ltimos d�as incluso de ese rey de Israel, el m�s sabio y rico, se volvieron notoriamente fruct�feros en dolor y vanidad; que estall� p�blicamente tan pronto como se lo llevaron.

En Deuteronomio 18:1-22 tenemos a los sacerdotes los levitas presentados de otra manera. Se dice que no tendr�an parte ni herencia con Israel; pero deb�an "comer las ofrendas encendidas de Jehov� y su heredad. Por tanto, no tendr�n heredad entre sus hermanos.

Jehov� es su herencia, como �l les ha dicho�. Dios marca as� nuevamente su lugar especial de tenerse a S� mismo como su porci�n, de modo que lo que le fue a �l recay� sobre ellos. Esto les dio un profundo sentido de identificaci�n con Jehov�; Se encontrar� que, a lo largo del libro de Deuteronomio, esto se sostiene y se aplica m�s all� de todos los otros libros de Mois�s.Podemos ver antes de que hayamos hecho cu�l fue el fundamento de ello.

Por el momento s�lo llamo a testigos del hecho. Por eso se dijo: "Y esto ser� lo que le corresponde al sacerdote", no s�lo ciertas partes de las ofrendas, sino tambi�n "las primicias de tu grano, de tu vino, de tu aceite, y las primicias del vell�n". de tus ovejas le dar�s, porque lo ha escogido Jehov� tu Dios de entre todas tus tribus, para que est� para ministrar en el nombre de Jehov�, �l y sus hijos para siempre.

" Luego viene el levita, su servicio y su porci�n.* "Y si un levita viniere de cualquiera de tus puertas de todo Israel, donde haya peregrinado, y viniere con todo el deseo de su mente al lugar que Jehov� escogiere, ; entonces ministrar� en el nombre de Jehov� su Dios, como todos sus hermanos los levitas que est�n all� delante de Jehov�. Tendr�n para comer porciones semejantes, adem�s de la que resulte de la venta de su patrimonio�.

*Los vers�culos 1 y 2 presentan "los sacerdotes los levitas, la tribu de Lev�", dando �nfasis a los sacerdotes, pero uniendo a toda la tribu a la que pertenec�an con ellos. Luego en los vers�culos 3-5 se especifica al sacerdote y sus hijos, como en los vers�culos 6-8 al levita. No hay base para el sue�o racionalista de otra �poca y estado del contemplado en �xodo, Lev�tico o N�meros.

Al mismo tiempo, existe la m�s severa guardia contra toda intromisi�n curiosa en la voluntad de Dios que no fue revelada, contra la manipulaci�n, como se sigue aqu�, con la adivinaci�n o la observaci�n de los tiempos, contra los encantamientos o encantamientos, contra la consulta a esp�ritus familiares, magos, o nigromantes. �Porque abominaci�n es a Jehov� cualquiera que hace estas cosas; y por estas abominaciones Jehov� tu Dios los echa de delante de ti.

Perfecto ser�s delante de Jehov� tu Dios. Porque estas naciones que t� poseer�s escucharon a los observadores de los tiempos y a los adivinos; mas Jehov� tu Dios no te permiti� hacer as�.�

Seguramente este principio no est� debilitado en la actualidad. Aprovecho esta oportunidad para advertir solemnemente a cada alma, m�s particularmente a los j�venes, de la ligereza en el anhelo de lo que no entienden, y muy especialmente en la forma de entregar su voluntad a cualquiera que no sea el Se�or Jes�s. Este es el punto esencial del peligro. No planteo la menor duda de que hay poderes en el mundo natural que se encuentran m�s all� de la explicaci�n de los hombres.

No es mi deseo, por lo tanto, provocar una especie de clamor contra lo que a�n no se puede explicar. Evitemos la presunci�n de suponer que podemos dar cuenta de todo. Pero en nuestra ignorancia (que los m�s sabios sienten y poseen) esta sabidur�a al menos debe ser de los m�s peque�os de los hijos de Dios, que sepan en qui�n creen, que tienen su palabra y su Esp�ritu, y pueden contar con el amor infinito. y el poder, as� como la sabidur�a en su nombre.

Bien pueden darse el lujo de dejar en manos de Dios su Padre lo que est� m�s all� de ellos mismos o de cualquier otro. Ellos ven con tristeza a otros que no tienen nada m�s alto, que no tienen a Dios con quien contar o mirar.

Pero sobre todo cuidado. Cada vez que alguien te pida que entregues tu mente o tu voluntad a otro, aunque por un momento haya la mano evidente del diablo en ello. Esta no es una cuesti�n de poderes f�sicos, o de lo que es naturalmente inexplicable. Lo que est� detr�s de entregarte a ti mismo, tu voluntad, a cualquiera que no sea Dios, es bastante claro en su car�cter y consecuencias; es demasiado f�cil de entender. El axioma divino es que el Se�or y s�lo �l tiene derecho sobre ti.

En consecuencia, tal demanda prueba que Satan�s se est� aprovechando, puede ser de lo que es natural, pero ciertamente de usted. Por lo tanto, al amparo de las leyes ocultas, hay algo m�s profundo que lo natural detr�s de la llamada. Por lo tanto, no se deje enga�ar por el hecho de que puede haber y hay propiedades m�s all� de nuestro conocimiento en el reino de la naturaleza. Tambi�n est� la obra del enemigo, que bajo nuevas formas revela el mismo principio del mal que ha obrado desde el diluvio.

Ha cambiado de nombre, pero es sustancialmente el mismo mal contra el cual Jehov� estaba advirtiendo aqu� a su pueblo terrestre. Ahora bien, nosotros, si somos apartados, somos mucho m�s culpables que ellos, por el mismo hecho de que Dios ha esparcido Su palabra con una plenitud incomparablemente mayor, y nos ha dado por medio del Esp�ritu Santo desde la redenci�n el poder de entrar en Su mente y voluntad, hasta ahora. superando cualquier cosa en la que incluso un sumo sacerdote podr�a recurrir en tiempos antiguos.

Aqu� sin duda se busc� un or�culo divino, y se recibi� una respuesta en casos peculiares; pero no hay caso posible de dificultad, no hay punto cualquiera que concierna a Dios o al hombre, para el cual no haya respuesta en la palabra escrita, aunque tengamos que esperar en �l para aprovecharla.

Entonces, en el debido orden, encontramos no solo que todos estos curiosos escarceos con el mal son perentoriamente dejados de lado y reemplazados, no solo ahora la introducci�n de sacerdotes, levitas y jueces, ordinarios o extraordinarios, sino del gran profeta Cristo mismo. Es uno de esos sorprendentes bocetos que el Esp�ritu de Dios intercala a lo largo de las Escrituras. Aqu� y all� Cristo brilla m�s de lo habitual. Admito que el Esp�ritu de Cristo (o alusi�n a �l) de una forma u otra se encuentra en todas partes; pero aqu� es m�s manifiesto.

�Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantar� Jehov� tu Dios; a �l oir�is, conforme a todo lo que pediste a Jehov� tu Dios en Horeb el d�a de la asamblea, diciendo: No vuelva yo a o�r la voz de Jehov� mi Dios, ni vea yo m�s este gran fuego, para que no muera.Y me dijo Jehov�: Bien han dicho lo que han dicho.

Profeta les levantar� de en medio de sus hermanos, como t�, y pondr� mis palabras en su boca; y �l les hablar� todo lo que yo le mande.� Sin duda cada palabra ha adquirido una fuerza mucho m�s all� de lo que pod�a esperarse antes de esta revelaci�n, pero cada expresi�n ahora es brillante cuando vemos su verificaci�n en el Se�or Jes�s. Pero no solo Jes�s da a conocer su plenitud de verdad, pero tambi�n el mayor peligro de menospreciarlo y, por lo tanto, perderlo a�n m�s.

"Acontecer� que cualquiera que no escuche mis palabras que �l hable en mi nombre, yo se lo demandar�. Pero el profeta que se atreva a hablar una palabra en mi nombre que yo no le haya mandado hable, o que hable en nombre de otros dioses, ese profeta morir�".

As� claramente tenemos presentado al verdadero profeta, Cristo mismo. Porque su aplicaci�n a �l, frente a toda la incredulidad de los hombres, es afirmada una y otra vez por el Esp�ritu Santo, por Pedro en Hechos 3:1-26 , y por Esteban en Hechos 7:1-60 ; y, de hecho, ni siquiera necesitamos estas citas del pasaje.

Todo el Nuevo Testamento es en s� mismo la demostraci�n irrefutable de que Cristo es el profeta al que aqu� se hace referencia, y de la consiguiente locura y pecado de escuchar a otro. Porque �l ha venido; y Dios hizo que este hecho fuera tanto m�s manifiesto de una manera a�n m�s gloriosa para los testigos escogidos. Su propia voz hizo a un lado a Mois�s y El�as, aunque uno podr�a ser el introductor de la ley y el otro su gran restaurador.

Porque era el Hijo el que ahora iba a ser o�do, y s�lo queda �l, desapareciendo los dem�s. Incuestionablemente esto va m�s all� de la revelaci�n dada aqu� por Mois�s, en tanto que es la m�s alta confirmaci�n posible de la misma.

En Deuteronomio 19:1-21 tenemos el orden en detalle para las tres ciudades de refugio, y luego para tres m�s, como en la primera parte del libro vimos la primera apartada al otro lado del Jord�n; porque Dios, por un lado, se�alar�a la gravedad del derramamiento de sangre; por el otro, no confundir�a una muerte por descuido con lo que es un asesinato deliberado.

Sin embargo, en ning�n caso Dios har�a que su pueblo olvidara que era su tierra y, por consiguiente, si all� se derramaba sangre, por eso se profanaba. Requer�a una reflexi�n seria. El hombre que fue hecho a la imagen de Dios tuvo su sangre derramada all�. Dios se da cuenta de ello, pero lo que ten�a una referencia m�s alta y m�s profunda no requiere ser probado ahora. Ya me he detenido en ello. S�lo f�jate en la diferencia entre la alusi�n aqu� y en N�meros.

All� vimos que se aplicaba especialmente a los culpables de sangre mientras estaban fuera de la tierra de su posesi�n. Aqu� no se dice ni una palabra sobre la muerte del sacerdote que fue ungido con el aceite. La raz�n es manifiesta. El libro de Deuteronomio se aplica a las personas cuando est�n a punto de entrar en la tierra. As�, las inserciones y omisiones del Esp�ritu de Dios son tan notables en los libros de Mois�s como en los mismos Evangelios. Puede que estemos m�s familiarizados con la idea y el efecto del dise�o en los Evangelios, pero es igual de cierto aqu� y en todas partes.

En los vers�culos 12-13 se ordena el mayor cuidado para impedir todo abuso en las ciudades de refugio. No se debe dar ninguna facilidad para que un asesino encuentre refugio permanente all�. Si la sangre se derram� intencional y deliberadamente, los ancianos de su ciudad estaban obligados a enviarlo y traerlo de all�, entreg�ndolo al vengador de la sangre para que pudiera morir.*

*La gente debe ser dura por una falta que puede, como el Dr. Davidson (Introd. OT i. 96), ordenar este cap�tulo contra N�meros 35:14 ; porque este �ltimo, escrito antes que el primero, habla de seis ciudades de refugio, tres a cada lado del Jord�n, mientras que el �ltimo libro habla solo de tres al principio, a las que se agregar�an tres despu�s de la muerte de Mois�s.

Es una inferencia rid�cula que el mismo escritor no compuso ambos libros, o al menos el pasaje relativo a estas ciudades. La segunda es la ley general de las instituciones, la segunda da la ordenaci�n m�s minuciosa de los detalles. Y esto lo confirma, no lo debilita, Deuteronomio 4:41-44 donde se dice que Mois�s apart� tres al lado del oriente, tal como lo manda N�meros 35:1-34 ; mientras que Deuteronomio 19:1-21 nos muestra no s�lo estos, sino tres m�s, si Jehov� ensanchara el territorio de ellos como hab�a jurado hacerlo. S�lo un mal de ojo podr�a encontrar falta de orden o armon�a aqu�.

Luego encontramos que se tiene m�s cuidado con los testigos, y esto lo afirma la gran ley de la justa retribuci�n; es decir, que cuando un testigo declaraba lo que era deliberadamente falso, y desde luego por lo tanto malicioso, se mandaba recaer sobre el que levantaba la mala denuncia la pena que le hubiera sido impuesta en caso de ser verdad. Todo esto se ve cuidadosamente. "Y tu ojo no tendr� piedad, sino que vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie".

Luego en Deuteronomio 20:1-20 viene la ley de las batallas. Tenemos el sumo cuidado de que no se ajusten de ninguna manera a la licencia de los gentiles. El principio rector aqu�, como en todas partes, es la confianza en Jehov�, el Dios que hab�a tomado a Su pueblo, los sac� de Egipto para que tuvieran una relaci�n consigo mismo y ahora los estaba colocando en Su propia tierra.

Estar�a por debajo del honor de Dios que alguien se viera obligado a pelear Sus batallas. �l dar�a a Su pueblo en todo para pensar en �l mismo. No era una cuesti�n de soldadesca o estrategia, de fuerza o habilidad o fraude, sino de Jehov� su Dios. Es evidente que ning�n medio podr�a purgar m�s a fondo de los que iban a pelear lo que era indigno de tal Dios y de tal pueblo. Ahora se menciona que no es la menos llamativa de las peculiaridades de Deuteronomio, y es obvio c�mo se adapta al caso en todos los sentidos.

La tierra celestial es para nosotros el escenario de la contienda con el enemigo. No existen tales leyes de guerra en los otros libros de Mois�s; est�n aqu� solamente. El desierto es el escenario de la tentaci�n. Cana�n es el lugar donde el enemigo debe ser combatido y derrotado. Pero no hay poder por el cual pueda ser vencido sino el de Dios. En consecuencia, la pusilanimidad ser�a intolerable; porque solo pod�a surgir de esto que el pueblo no estaba pensando en Jehov� su Dios, sino en s� mismo o en sus enemigos.

Imposible as� ganar las batallas de Jehov�. Lo que asegura la victoria es la certeza de que nuestro Dios llama a la lucha, que es Su batalla, no la nuestra: donde es as�, estamos tan seguros del fin como del principio. Estamos tranquilamente convencidos de que as� como no nos env�a a cargo nuestro, as� tambi�n el que llama a la guerra har� que el enemigo sea vencido.

Por eso es que Dios establece de la manera m�s minuciosa Su consideraci�n por Su pueblo. En el caso de una casa nueva, o de alguien que ha plantado una vi�a o se ha desposado con una esposa, todo est� arreglado: donde prevaleci� el temor de coraz�n, se les hace sentir que no son dignos de entrar en las batallas de Jehov�. Adem�s, hay una hermosa consideraci�n de Su parte por el enemigo; porque cuando se acercaron a la ciudad amenazada, primero fueron llamados a proclamarle la paz: una manera singular de hacer la guerra, pero digna de Dios.

No se complac�a en la guerra, y acostumbraba a su pueblo a salir, aunque fuera para pelear, record�ndose "calzados con el apresto de la paz", por as� decirlo. "Y acontecer� que si [la ciudad] te responde con paz, y te abre, ser� que todo el pueblo que se halle en ella te ser� tributario, y te servir�. Y si no har� la paz contigo, sino que har� la guerra contra ti; entonces la sitiar�s; y cuando Jehov� tu Dios la haya entregado en tus manos, herir�s a todo var�n en ella a filo de espada. Igual de grave es el trato con ellos, en proporci�n a la realidad con la que antes se hab�a hecho el ofrecimiento de paz. Los caminos de Dios no son como los nuestros.

Adem�s, "As� har�s con todas las ciudades que est�n muy lejos de ti". Hubo una excepci�n: no debe haber paz con los cananeos; no porque fueran temidos como rivales, sino condenados a la destrucci�n a causa de sus abominaciones y seducciones. Es bien sabido que algunos encuentran una dificultad en esto. Posiblemente a otros les interese, si no alivia a los primeros de su dificultad, saber que, t�picamente considerados, los cananeos representan los emisarios de Satan�s, la maldad espiritual en los lugares celestiales, esos gobernantes de las tinieblas de este mundo con quienes nos est�n llamados a luchar ahora.

Son precisamente los poderes del mal los que continuamente convierten cada eslab�n de la religi�n en un medio de deshonra deliberada y ruinosa de Dios. Con tal no puede haber, no debe haber, ning�n t�rmino, ning�n compromiso, ning�n cese de la lucha en ning�n momento o bajo ninguna circunstancia posible. Esta es la fuerza t�pica de lo que se refiere aqu�.

S�lo puedo a�adir la observaci�n adicional, que de todas las naciones sobre la faz de la tierra, no hab�a tal semillero para toda clase de corrupci�n entre los hombres, y para toda maldad y abominaci�n a los ojos de Dios, como los cananeos a quienes Dios dedicado a la destrucci�n. Por lo tanto, era perfectamente justo, en lo que respecta a la justicia, presentar a estos cananeos como una advertencia solemne para todo el mundo y para todos los tiempos.

Si se buscaba la justicia nacional, si se iba a mantener el honor de Dios en Israel, deb�an ser extirpados; y hubo las razones m�s sabias para hacer esa obra por la espada de Israel. En la �ltima conferencia vimos que, lejos de pasar por alto a Su propio pueblo, Dios nunca trat� con ninguna naci�n con el mismo rigor que con Israel. Vimos que toda alma de Israel pereci� en el desierto excepto los dos esp�as que defendieron a Dios incluso contra sus compa�eros y contra la multitud, y ciertamente, si Dios hizo que todo Israel cayera en el desierto a causa de sus pecados, si �l ni siquiera perdon� la sola falta de Mois�s que �l mismo registra, �d�nde pueden los hombres quejarse con justicia del destino que cay� sobre tales corruptores de la raza, seguros sobre todo de ser los destructores morales de Israel si se hubieran salvado? De hecho, los hijos de Israel no tuvieron la fe para destruirlos como deb�an; no tuvieron por tanto la fidelidad seg�n la palabra de Dios para exterminar a los cananeos, y tanto peor para ellos; porque se convirtieron en el medio para arrastrar a Israel a abominaciones, y as� atrajeron juicios sobre ellos despu�s de poco tiempo.

Esto entonces ser� suficiente, conf�o, para dejar en claro la locura de desconfiar de las Escrituras, y la sabidur�a de siempre poner nuestro sello de que Dios es veraz, y que �l es justo. En resumen, Dios siempre es bueno, verdadero, sabio y correcto.

Comente otra cosa. Cuando Israel siti� una ciudad, Dios mostr� Su cuidado, aunque fuera solo por un �rbol bueno para alimento humano, at�ndolo con Su propia mano sobre Su pueblo en medio de aquello que prob� Su rostro contra los enemigos de Su gloria. en el mundo. Sin embargo, �l no les permitir�a ni siquiera all� actuar sin consideraci�n donde hubiera alg�n alimento apto para el uso del hombre.

"Los �rboles que sabes que no son �rboles para comer, los destruir�s y los cortar�s"; pero en el caso de los que prove�an alimentos, estaba absolutamente prohibido. As� es Dios, actuando en el tiempo como aconseja de eternidad en eternidad, pero condescendiendo en hablar y ejercitar los pensamientos de su pueblo sobre los asuntos m�s peque�os de esta vida.

En Deuteronomio 21:1-23 tenemos algunos detalles de naturaleza notable y peculiares de este libro, sobre los cuales se deben decir algunas palabras. "Si alguno fuere hallado muerto en la tierra que Jehov� tu Dios te da para que la poseas, tirado en el campo, y no se supiere qui�n lo mat�". Cual era la tarea asignada? �Entonces saldr�n tus ancianos y tus jueces, y medir�n las ciudades que est�n alrededor del muerto.

" Todo deb�a hacerse con gran cuidado. "Y suceder� que la ciudad que est� al lado del hombre muerto" Dios se ocupa incluso de eso "Y ser� que la ciudad que est� al lado del hombre muerto, incluso el los ancianos de aquella ciudad tomar�n una becerra que no haya sido trabajada con ella, y que no haya sido tirada en el yugo. Y los ancianos de aquella ciudad har�n descender la becerra a un valle escabroso, que no est� espigado ni sembrado" (una figura de este mundo), "y degollar�n a la becerra all� en el valle; y los sacerdotes los hijos de Lev� se acercar�; porque a ellos ha escogido Jehov� tu Dios para que le sirvan, y para bendecir en el nombre de Jehov�; y por su palabra se declarar� toda controversia y todo golpe que prob�; y todos los ancianos de aquella ciudad, que est�n despu�s del muerto, lavar�n sus manos sobre la vaca decapitada en el valle; y responder�n y dir�n: Nuestras manos no derramaron esta sangre, ni nuestros ojos la vieron. Ten misericordia, oh Jehov�, de tu pueblo Israel, a quien t� has redimido, y no pongas sangre inocente a cargo de tu pueblo de Israel. Y la sangre les ser� perdonada".

Es justo que Cristo haya sido hallado inmolado en este mundo: Dios est� dispuesto a considerarlo as�. Se le encuentra muerto entre ellos, entre los mismos Israel. Esto parece ser una provisi�n de gracia cuando Dios haya limpiado el remanente piadoso en los d�as que est�n por venir, y estos est�n a punto de convertirse en la naci�n fuerte) y entrar en la tierra de su herencia una vez m�s y para siempre. Es el medio por el cual Dios los lavar� de la mancha de sangre en la tierra.

�l no los excusar� porque sus manos en realidad no hicieron el acto. Por supuesto, se hizo mucho antes; todav�a se hizo all�. Cristo fue encontrado en el valle que estaba m�s cerca de ellos. Por lo tanto, para el Israel de ese d�a, Dios no pasar� por alto el hecho. �l no tomar� excusas por ello por un lado, ni por el otro los juzgar� como irremediablemente culpables. �l proveer� para ellos cuando la gracia haya vuelto su coraz�n, para que el mismo sacrificio de Cristo pueda servir en todo su poder expiatorio para limpiarlos de la culpa de derramar Su sangre preciosa.

Debemos recordar que la muerte de Cristo tiene dos aspectos si se mira de cerca, ya sea por parte del hombre o por parte de Dios. Humanamente era la peor culpa posible; en la gracia de Dios es lo �nico que limpia de la culpa. El hombre que no puede discernir entre estas dos verdades, o que sacrifica una u otra, tiene mucho que aprender de las Escrituras y, de hecho, de su propio pecado y de la gracia de Dios. Aqu� tenemos el tipo. El mismo principio discutido en una reciente y dolorosa controversia me parece irrefutablemente decidido por el Esp�ritu en esta sombra de los bienes venideros.

Adem�s, suponiendo que se tratara de una mujer, o del hijo de un amado. �Si un hombre tiene dos mujeres, una amada y otra aborrecida, y ellas le han dado a luz hijos, as� la amada como la aborrecida, y si el hijo primog�nito es de la aborrecida, entonces ser�, cuando d� a luz a sus hijos heredar lo que tiene, para que no haga primog�nito al hijo de la amada antes que al hijo de la aborrecida, que es a la verdad el primog�nito; sino que reconocer� al hijo de la aborrecida por el primog�nito, d�ndole doble porci�n de todo lo que tiene.

"Aqu� tambi�n tenemos en los caminos de Dios otro tipo notable; porque habiendo elegido primero a Israel, �l despu�s (como sabemos, a causa de su pecado) se complaci� en tomar a los gentiles para s�. Los jud�os rechazaron el testimonio; y en cuanto a los gentiles , se dice que ellos oir�n.Sin embargo, aqu� �l da una hermosa provisi�n para mostrar que �l no ha terminado con lo que saldr� como el hijo primog�nito del aparentemente odiado de ella que tuvo primero.

Por el contrario, �ste es precisamente para quien se preservar�n los derechos de la herencia cuando se forje el arrepentimiento en sus corazones. Por lo tanto, es evidente que el remanente piadoso de los �ltimos d�as tendr� reservados sus derechos, de acuerdo con Su propia preciosa palabra en este cap�tulo.

Pero sigue otra direcci�n. Est� el caso del hijo terco y rebelde. �A qui�n se aplica esto? Al pueblo de Israel en su obstinada obstinaci�n e irreverencia hacia Jehov� su Dios. En todo tipo de formas, Dios lo establece. �Pobre de m�! cuando se obra la bendici�n, cuando el coraz�n contrito del remanente desea al Mes�as, no todos se volver�n a Dios. Por el contrario, la gran masa de la naci�n ser� m�s rebelde y ap�stata que nunca.

El fin de esta era no ver� corazones unidos entre los jud�os, sino un pueblo partido y quebrantado, un pueblo con las brechas m�s grandes posibles entre ellos: algunos cuyos corazones est�n verdaderamente tocados por la gracia, como hemos visto, que est�n destinados al lugar de los primog�nitos en la tierra; la mayor�a, por otro lado, que luchar�n hasta el final contra Dios, y rechazar�n Su testimonio para su propia perdici�n.

Este es el hijo obstinado; y de �l est� dicho: Entonces su padre y su madre le echar�n mano, y le sacar�n a los ancianos de su ciudad, y a la puerta de su lugar; y dir�n a los ancianos de su ciudad Este nuestro hijo es terco y rebelde, no obedece a nuestra voz, es comil�n y borracho. Y as� ha sido Israel. "Y todos los hombres de su ciudad lo apedrear�n con piedras, y morir�: as� quitar�s el mal de en medio de ti; y todo Israel oir�, y temer�.

Pero el cap�tulo ni siquiera se cierra con esto. Hay otra escena, y m�s profunda que todas. �Y si alguno hubiere cometido un pecado digno de muerte, y ha de ser muerto, y lo cuelg�is de un madero, su cuerpo no permanecer� toda la noche sobre el madero, sino que de cualquier manera lo enterrar�is que d�a; (porque anatema es de Dios el que es colgado), para que no sea contaminada tu tierra, la cual Jehov� tu Dios te da por heredad.

Esto puede no requerir un comentario extenso, pero ciertamente una reflexi�n solemne y un profundo agradecimiento por la gracia en la que Dios convierte la verg�enza y el sufrimiento m�s profundos que el hombre amonton� sobre Jes�s en el prop�sito del amor redentor; porque qui�n no sabe que Jes�s tom� este lugar. de la maldici�n en la cruz, para llevar nuestro juicio ante los ojos de Dios �l tambi�n sab�a lo que era ser colgado en un madero sab�a lo que era ser hecho maldici�n por nosotros.

Nuestras almas ya han entrado en la bendici�n. Pero todo muestra cu�n completamente Jes�s es el objeto del Esp�ritu Santo; porque un cap�tulo, que parec�a algo oscuro a primera vista, se vuelve claro, luminoso y lleno de instrucci�n en el momento en que traemos a Jes�s y lo vemos en relaci�n con su pueblo antiguo. Su sustancia y su esp�ritu, por supuesto, son igualmente verdaderos para el cristiano, y de una manera superior.

Es enteramente una cuesti�n de si usamos la luz verdadera, o cubrimos la palabra de Dios con nuestra propia oscuridad. La incredulidad no s�lo deja de ver, sino que excluye y niega la �nica luz de los hombres.

En Deuteronomio 22:1-30 tenemos un grupo de diferentes instituciones en cuanto a cuestiones de justicia, cuidado, amor, ternura, tanto las cosas m�s peque�as como las m�s grandes, pero son tan numerosas, en s� mismas intencionalmente los minutos "as� como las m�s trascendental, que detenerse en ellos uno por uno tomar�a demasiado tiempo para el presente dise�o.

Sin embargo, todos pueden entender c�mo el gran objetivo aqu� es que Dios formar�a el coraz�n de Su pueblo en esta relaci�n y lo medir�a de acuerdo con Sus propios afectos. Dios les dar�a pensamientos no solo rectos sino santos, y no s�lo esto, sino mezclados con ternura cuando se les pidiera. Esto resultar� cierto si se sopesa debidamente el contenido del cap�tulo.

Pero hay otra consideraci�n. En Deuteronomio 23:1-25 �l nos ense�ar�a diferencias en nuestros Juicios y pensamientos de los dem�s, y consecuentemente en nuestra conducta hacia ellos. Hay pocas cosas que desagradan tanto a los hombres en general como ser burlados con parcialidad, especialmente aquellos que pueden tener un sentido de justicia seg�n Dios.

Sin embargo, debemos distinguir (aunque sin parcialidad, lo que siempre es err�neo); pero si somos sabios, no seremos apartados de la valoraci�n minuciosa y concienzuda de todas las circunstancias que requieren ser tenidas en cuenta; y sopesaremos tambi�n lo que Dios nos d� para juzgar de cada caso particular y persona, porque �l hace diferencias, aunque no hace acepci�n de personas. Donde se trata de Su gracia, no hay diferencia, sino un nivel muerto.

Por un lado el pecado es un gran nivelador en presencia de Su juicio eterno; por otra parte la gracia no lo es menos en sentido contrario, pero all� se trata del valor de Cristo y de su obra para llevar las almas a su presencia en favor y en paz. Igualmente perdidos en los pecados, somos igualmente salvos de ellos por la fe de Jes�s. Pero luego, al decir esto, hemos dicho todo aqu�, y entramos en una serie de diferencias en ambos lados. Esto me parece que se muestra m�s claramente en nuestro cap�tulo.

Por ejemplo, vea c�mo se aplica esto a los que tienen prohibido entrar en la congregaci�n de Jehov�. Y aqu� nota que es Su congregaci�n; porque este es el gran tema del libro: todo encuentra su centro y su fuente en �l. No es simplemente la congregaci�n de Israel; y esto es algo importante a tener en cuenta como cuesti�n pr�ctica. Uno nunca actuar� correctamente en la iglesia, si la mira meramente como la iglesia de los santos, aunque en s� misma sea perfectamente verdadera.

Es la iglesia de Dios; y aunque sabemos que muchos se alejan de esto como terreno elevado, es mucho mejor. Si es la verdad, �puede ser demasiado alto? Queremos todo lo que pueda elevarnos por encima de nuestra propia peque�ez y nuestra propia bajeza. Somos propensos a bajar lo suficiente sin abandonar el �nico apalancamiento calculado y adecuado para darnos la elevaci�n que necesitamos. Queremos y tenemos a Dios; pero renunciar al lugar y la relaci�n que Su gracia nos ha conferido a trav�s de la redenci�n no es la manera de hacernos humildes.

Por el contrario, el hecho mismo de que tengamos presente que es la iglesia de Dios es el modo mejor y divino de hacernos m�s sensibles a nuestras deficiencias. Si lo consideramos meramente como una asamblea de los santos, bien sabemos que los santos son criaturas pobres por el hecho de eso; de modo que f�cilmente nos deslizamos de pensamientos pobres a una excusa del pecado; as� como, por otro lado, la carne que profesa la teor�a m�s alta se manifestar� antes. Si es la iglesia de Dios, se convierte en un asunto serio c�mo actuamos y c�mo hablamos.

En este caso encontramos que Jehov� establece ciertas cosas como irreconciliables con su lugar y relaci�n con �l. Deben comportarse de una manera adecuada a Su congregaci�n; y entre el resto "No entrar� amonita ni moabita en la congregaci�n de Jehov�; ni aun hasta la d�cima generaci�n no entrar� jam�s en la congregaci�n de Jehov�; porque no salieron a vuestro encuentro con pan y agua en el camino, cuando salisteis de Egipto.

Jehov� no olvida cuando se trata de un asunto de gobierno. �l s� olvida (y es precisamente lo que hace) cuando se trata de una cuesti�n de gracia. d�as para siempre." Pero tambi�n es notable que cuando habla del edomita y no s� que alguna vez se haya dicho que odiaba a cualquiera de ellos como odiaba a Esa�; pero cuando habla del edomita dice: "�l es tu hermano.

As� con los que una vez se opusieron a ellos, "No aborrecer�s a un egipcio, porque extranjero fuiste en su tierra." As�, vemos, no es una cuesti�n de odio de nuestra parte, sino de sujeci�n a Dios, de tomando la direcci�n de nuestros pensamientos de Su palabra, y formando nuestros juicios y nuestra conducta de acuerdo con Ella. No tengo ninguna duda de que, cuando sopesemos las Escrituras, a su debido tiempo veremos la sabidur�a de todo ello.

Pero no se trata de hasta qu� punto podemos apreciar la sabidur�a de Dios. Nuestro negocio es creerle y obedecerle; y existe la forma en que �l se preocupa por los m�s peque�os de nosotros. El m�s simple hijo de Dios puede seguir y estar sujeto a Su palabra.

Muy probablemente los m�s sabios tienen dificultad para entrar en toda Su sabidur�a, no, estoy seguro de que la tienen. Es s�lo una cuesti�n de crecer muy gradualmente en Su verdad y Su mente infinita; pero todav�a est� abierto para nosotros en la palabra escrita. Estamos invitados a leer y comprender; porque �l ha revelado a Sus hijos por el Esp�ritu todo lo que estaba m�s all� del hombre, y el Esp�ritu escudri�a todas las cosas, s�, las cosas profundas de Dios.

Es nuestro privilegio decir "sabemos": �qui�n puede entonces poner l�mites al poder de la gracia de Dios al darnos realmente a entender sus caminos? Pero se entienda o no, la palabra de Dios es imperativa en su autoridad, y tambi�n existe el mayor consuelo cuando hemos hecho algo simplemente porque es la voluntad de nuestro Dios. Entonces comenzamos a aprender cu�n bendito es, cu�n bueno y sabio. Esto es mucho mejor que llegar lentamente a un juicio propio y luego actuar.

Si renunciamos a la fe por tal gu�a, �cu�n profunda e irreparable ser� la p�rdida! En primera instancia, si aceptamos Su palabra con sencillez, la sabidur�a dada es un fruto de Su gracia en lugar de ser terreno ganado a nuestro favor. En un caso, nos glorificamos porque lo consideramos sabio por razones que creemos buenas; en el otro caso estamos sujetos a Dios porque es Su propia voluntad en Su palabra. No hay nada tan bueno como esto, nada tan santo y humilde como la sabidur�a de la fe.

En el cap�tulo que nos ocupa se establecen varias normas de este tipo. Tambi�n est� la prohibici�n de cualquier cosa que no sea agradable ni apropiada para el campamento. �Qu� campamento? �El campamento de Israel? Por supuesto, pero mucho m�s. Era natural que hubiera enfermedad en el campo de los hombres. Esta no es la cuesti�n, sino si no ser� el campamento de Jehov�. Cualquiera que sea la concesi�n cuando recordamos que somos hombres, Dios quiere que Su pueblo sea educado en el sentimiento de que lo tienen en medio de ellos, y que todo debe ser decidido por lo que conviene a Su presencia.

As� que de nuevo en Deuteronomio 24:1-22 se trata la cuesti�n del divorcio, donde debemos decir que se les hizo cierta concesi�n por la voluntariedad del hombre a este respecto. Esto no es cuesti�n de opini�n; porque nuestro Se�or Jesucristo ha reinado en esto. Nadie puede entender bien la ley, ni las Escrituras del Antiguo Testamento en general, si no tiene presente que en ella Dios trata con el hombre como tal.

En consecuencia, aunque hay sabidur�a, bondad y justicia, es el hombre en la carne bajo prueba, y por lo tanto todav�a no se manifiesta la perfecci�n de la mente divina. Este �ltimo s�lo se encuentra cuando Cristo viene. El primer Ad�n no es el Segundo; y fue con el primer hombre que Dios estaba entonces trabajando. Ninguna parte de la ley carece de la sabidur�a de Dios; pero, como Cristo a�n no se hab�a revelado, de hecho no fue m�s all� del hombre tal como era entonces. Haber tra�do lo que era adecuado para el segundo hombre no podr�a haberse aplicado a Israel en su condici�n de entonces.

Y Dios, me parece, ha marcado claramente esto en la Escritura incluso de manera externa, ya que no le ha placido darnos su palabra ni siquiera en la misma lengua. El testigo permanente contra la locura de confundir los dos Testamentos encuentra su reproche en el hecho patente de que el Antiguo Testamento est� en un idioma, el Nuevo Testamento en otro. Una diferencia tan clara en su misma cara que uno podr�a haber pensado que era imposible pasarla por alto; pero aun los creyentes aceptan la miop�a en las cosas divinas, y s�lo en la medida en que la tradici�n les influya; porque la gente apenas piensa en las Escrituras, y por eso no saben aplicar los hechos m�s claros y seguros, as� como las palabras de Dios, ante todos los ojos.

Pero hay mucho m�s que el uso de diferentes idiomas, est� la diferencia entre el primer hombre ca�do en el pecado y el segundo hombre que primero descendi� a las partes m�s bajas de la tierra, y luego ascendi� a los cielos despu�s de realizar la poderosa obra de la redenci�n. . Seguramente esta es toda la diferencia posible, y es precisamente lo que reina entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, no en el coraz�n de los santos, sino como estado de cosas.

En consecuencia, la relaci�n es totalmente de otro tipo. De ah� que las disposiciones que eran id�neas y apropiadas, cuando Dios ten�a por objeto ante s� al primer hombre, no pod�an aplicarse al segundo, bajo cuya revelaci�n y redenci�n nos encontramos. Esto debe tenerse en cuenta si queremos juzgar correctamente sobre estos tipos, o la ley en general que no hizo nada perfecto.

Nuevamente encontramos en el resto de Deuteronomio 24:1-22 as� como en Deuteronomio 25:1-19 un n�mero de preceptos de misericordia y bondad en cuanto a las personas a�n en los asuntos m�s ordinarios de la vida del hogar no s�lo a la esposa sino tambi�n a la propia compa�eros, sirvientes tambi�n, extra�os, cosechas y vi�edos, hasta el cuidado del ganado.

El pobre hombre que tuvo la culpa y fue golpeado no fue olvidado. No debe haber sobrepaso de cierta medida, ni nada que envilezca al hermano. Las rayas pueden ser debidas y necesarias; pero no debe haber nada que destruya el respeto. Jehov� encuentra Su propio inter�s en todas las pertenencias de Su pueblo, y �l entrenar�a en Su propia educaci�n y amonestaci�n, un punto importante para que consideremos a tiempo.

Adem�s, encontramos que cualquier cosa que se parezca a una ventaja que se haya tomado cuando surgieron sentimientos en contra de otro es reprendida de la manera m�s severa. Se insiste en una medida justa y equitativa. Pero Amalec no debe olvidarse. �Acu�rdate de lo que te hizo Amalec en el camino, cuando salisteis de Egipto; c�mo te sali� al encuentro en el camino, y te hiri� en la retaguardia, a todos los d�biles que iban detr�s de ti, cuando t� estabas fatigado y fatigado; y no tem�a a Dios.

Por tanto, cuando Jehov� tu Dios te d� reposo de todos tus enemigos alrededor, en la tierra que Jehov� tu Dios te da en heredad para que la poseas, borrar�s la memoria de Amalec de debajo del cielo; no lo olvidar�s.� Ahora bien, �qui�n se atrever� a decir que esto estuvo mal? �No har� y dir� el Juez de toda la tierra lo que es justo?

Y esto me da ocasi�n de presionar algunas palabras del Nuevo Testamento, a menudo olvidadas en su esp�ritu cuando sus palabras pueden ser recordadas. Es propio del cristiano aborrecer el mal tanto como amar el bien. Guardaos de la m�s m�nima simpat�a con aquel que considera bueno ser indiferente, tibio, no celoso, que gusta sin duda de lo que es agradable y bondadoso en s� mismo, pero sin aborrecer lo que deshonra a Dios.

Hay un defecto total en el car�cter cristiano que (para hablar t�picamente) no tiene la piel de tej�n ni la cubierta de azul. Nuestro Se�or Jes�s se sinti� fuertemente contra el mal. S�lo �l es la perfecci�n, y lo ha mostrado para nuestro provecho y ejemplo. Aqu� vemos el mismo principio inculcado en el caso de Amalec.

La verdad es bastante contraria al esp�ritu de la �poca, completamente diferente de lo que la gente llama un tono dulce, o el esp�ritu de Cristo. Saben poco de Cristo los que hablan as�. El hecho es que si hubieran o�do a Jes�s denunciar las formas religiosas y a los hombres que no andaban en la fe, si ellos o sus amigos hubieran ca�do bajo la censura que llen� Su alma decir en Mateo 23:1-39 , es de temer que una tensi�n similar de el pensamiento y el sentimiento habr�an condenado al Hijo de Dios.

Esto es de mayor importancia para aquellos que, como nosotros cristianos, tenemos que caminar en comuni�n con Cristo y su cruz al mismo tiempo que el poder del mal reina en el mundo. en gracia tal es exactamente el cristianismo en la pr�ctica. El milenio ser� el derrocamiento del poder del mal y, en consecuencia, gobernar� la justicia. Pero lo que trae la dificultad ahora es la perfecci�n de los caminos de Dios en el cristianismo, mientras que exteriormente permanece el mal.

Dios permite, pero eleva al cristiano por encima del peor de los males. Se levant� contra el mismo Hijo de Dios; y el cristiano lo sigue a �l ya Su cruz. En consecuencia, esto es precisamente d�nde y c�mo tiene que caminar. El Dios malo permite que se enfurezca al m�ximo, pero la gracia y la verdad en Cristo en el poder del Esp�ritu son tra�das a su coraz�n y gobiernan sus caminos. Por eso est� llamado a aborrecer el mal tanto como a amar el bien; y el coraz�n que no muestra odio divino por el mal, tiene realmente poco amor por el bien. El uno es la medida del otro: son inseparables de Cristo, y deben serlo del cristiano.

En Deuteronomio 26:1-19 llegamos a una escena m�s brillante: anticipamos que Israel entrar� en su propia tierra. Aqu� encontramos un alivio de las numerosas exhortaciones que suponen peligros por todos lados. Por el contrario, la bendici�n fluye ricamente en perspectiva; porque se ve a Dios cumpliendo lo que hab�a prometido a su pueblo de anta�o.

Si �l los ha tra�do a la tierra, vienen en reconocimiento agradecido de Su gracia. "Y acontecer� que cuando entrares en la tierra que Jehov� tu Dios te da por heredad, y la poseere, y habitares en ella, tomar�s de las primicias de todos los frutos de la tierra que trae de la tierra que Jehov� tu Dios te da, y la pondr�s en un canastillo, e ir�s al lugar que Jehov� tu Dios escogiere para habitar all� su nombre.

E ir�s al sacerdote que hubiere en aquellos d�as, y le dir�s: Profeso hoy a Jehov� tu Dios.� Aqu�, pues, est� la plena confesi�n de que la mano de Dios hab�a cumplido lo que su boca hab�a prometido. La atm�sfera es la caracter�stica del cristiano. Es el mismo principio, no s�lo de las promesas, sino que �stas se cumplieron en Cristo. El cristiano no es simplemente un hombre que est� pasando por el desierto, sino que ya ha sido bendecido con todas las bendiciones espirituales en los lugares celestiales. en Cristo. Ambas son verdaderas. Si tenemos nuestra marcha a trav�s del desierto, tambi�n tenemos nuestra parte en la tierra celestial.

Ahora, �qu� pasa con el que es consciente de este lugar? �Qu� busca Dios? Recuerde, es el lugar de cada cristiano, y una parte del ministerio de Cristo poner a cada cristiano en la conciencia de ello. No puede adorar a Dios plenamente a menos que tenga en su alma la certeza de su cercan�a a Dios a trav�s de Cristo y su obra como fundamento de su relaci�n. En cuanto a su cuerpo, sin duda est� en la tierra, todav�a rodeado de lo que est� lejos de Dios; pero cuando mira hacia la presencia de Dios, sabe que su hogar est� all�.

No es simplemente que encontrar� su hogar all�, sino que estando all� su vida y su justicia, el Esp�ritu Santo ha descendido para darle un v�nculo presente con Cristo en gloria. La consecuencia es que hay algo en �l que corresponde con el hecho de que el israelita trae aqu� los frutos de la tierra delante de Jehov�. Su alabanza a Dios debe basarse en que el Esp�ritu lo gu�a a adorar de acuerdo con el nuevo lugar de bendici�n, pero con un sentido mucho m�s profundo que nunca de su indignidad a la luz de tal gracia de parte de Dios.

"Hablar�s y dir�s delante de Jehov� tu Dios: Un sirio a punto de perecer era mi padre, y descendi� a Egipto, y habit� all� con unos pocos, y lleg� a ser all� una naci�n grande, poderosa y numerosa: y los egipcios El mal nos acos� y nos afligi�, y puso sobre nosotros una dura servidumbre; y cuando clamamos a Jehov�, el Dios de nuestros padres, Jehov� oy� nuestra voz, y mir� nuestra aflicci�n, nuestro trabajo y nuestra opresi�n; y Jehov� nos trajo sali� de Egipto con mano fuerte y con brazo extendido, y con grande espanto, y con se�ales y prodigios; y nos ha tra�do a este lugar, y nos ha dado esta tierra, una tierra que fluye leche y miel.

Y ahora, he aqu�, he tra�do las primicias de la tierra." �l hab�a sido tra�do a Cana�n, como est� dicho, "que t�, oh Jehov�, me has dado". "Y lo pondr�s delante de Jehov� tu Dios". En cualquier forma, el ejercicio m�s importante de la vida en el cristiano es la adoraci�n. "Y te regocijar�s en todo el bien que Jehov� tu Dios te haya dado a ti y a tu casa, t�, el levita y el extranjero. que est� entre vosotros�. Este es otro rasgo; es decir, el coraz�n yendo hacia aquellos que son pobres, despreciados, miserables en la tierra. Esto se supone que sigue despu�s.

Luego, adem�s, encontramos una direcci�n peculiar en cuanto a la entrega de los diezmos. �Cuando hubieres acabado de diezmar todos los diezmos de tus frutos del a�o tercero, que es el a�o del diezmo, y lo hubieres dado al levita� (era un diezmo especial), �entonces dir�s delante de Jehov� tu Dios, he sacado de mi casa las cosas santas, y tambi�n se las he dado al levita". No es s�lo que el coraz�n considera lo que Dios ha hecho por �l, sino que tambi�n es llevado a considerar a aquellos que exteriormente no tienen amigos en el mundo como el objeto especial de nuestro cuidado.

�Estamos aprendiendo tal deber ante nuestro Dios, y cuidando de ellos de acuerdo con lo que Su generosidad nos ha dado? Esto es lo que se presenta a continuaci�n. As�, el israelita fue llamado no s�lo a una expresi�n de alabanza, sino a la confesi�n, en una conciencia ejercitada, de c�mo usaba el lugar de bendici�n al que hab�a sido llevado; hasta d�nde difundi� el sentido de la bendici�n alrededor.

Lo �ltimo de todo es una oraci�n; porque no importa c�mo nos bendiga Dios, hasta qu� punto �l se complazca en hacernos un medio de bendici�n para otros (y ambos son claramente los puntos que hemos tenido), existe esta consideraci�n adicional de que no somos sacados del lugar de dependencia. La adoraci�n no debilita la oraci�n. �Mira desde tu santa morada, desde el cielo, y bendice a tu pueblo Israel, y a la tierra que nos has dado.

" Ahora deseamos una bendici�n para el pueblo de Dios, adecuada a la posici�n de gracia en la que estamos. Esto nos hace sentir la necesidad de Dios momento a momento. "Jehov� tu Dios te ha mandado hoy que cumplas estos estatutos y juicios. ." Nuevamente, la obediencia, en vez de debilitarse en alguna medida, es fortalecida por el sentido de la cercan�a a Dios a la cual somos llevados. "T� has jurado hoy a Jehov� ser tu Dios, y andar en sus caminos, y andar en sus caminos, y que guard�is sus estatutos, y sus mandamientos, y sus juicios, y que oig�is su voz; y Jehov� os ha dicho hoy que para ser su pueblo propio, como os ha dicho, y que guard�is todos sus mandamientos; y para exaltarte sobre todas las naciones que hizo, para loor, y fama, y ??gloria;

A continuaci�n llegamos a otra divisi�n muy importante de este libro. La primera observaci�n que har�a es que debemos tener cuidado de no confundir Deuteronomio 27:1-26 con Deuteronomio 28:1-68 . Los dos Cap�tulos son distintos en principio.

No es meramente una cuesti�n de forma, sino que tienen un car�cter totalmente distinto. Una escritura que ayudar� mucho a aclarar esto es el uso que hace el ap�stol Pablo de Deuteronomio 27:1-26 al citarlo en G�latas 3:1-29 .

No cita de Deuteronomio 28:1-68 . Uno puede decir audazmente que habr�a sido incompatible con el objeto del Esp�ritu de Dios haber citado all� algo que no fuera Deuteronomio 27:1-26 . Ciertamente tal es el hecho; y en las Escrituras, si no en la naturaleza ca�da como es, todo lo que es es correcto.

Ahora bien, esto exige nuestro aviso. En los vers�culos 9 y 10 se dice: "As� que los que son de fe son bendecidos con el fiel Abraham. Porque todos los que son de las obras de la ley est�n bajo maldici�n; porque est� escrito: Maldito todo aquel que no permanece en todas las cosas que est�n escritas en el libro de la ley para hacerlas�. Esta es una cita del �ltimo vers�culo de Deuteronomio 27:1-26 .

�De qu� est� tratando el ap�stol? No meramente de lo que pertenece a la vida presente. �l est� considerando la ley como aquello que trae la maldici�n para siempre. Usando esta luz entonces, no se trata de cosas presentes, sino de una maldici�n a los ojos de Dios. Esto da la verdadera clave del pasaje en comparaci�n con el pr�ximo cap�tulo. Veremos que las bendiciones y las maldiciones de Deuteronomio 28:1-68 son estrictamente aquellas que pertenecen a la maldici�n real del hombre aqu� abajo.

En Deuteronomio 27:1-26 leemos: "Y Mois�s con los ancianos de Israel mand� al pueblo, diciendo: Guardad todos los mandamientos que yo os ordeno hoy", y ordena que cuando pasaran el Jord�n deb�an establecerse grandes piedras. "Y acontecer� que el d�a que pasar�is el Jord�n a la tierra que Jehov� vuestro Dios os da, levantar�is grandes piedras, y las revocar�is con estuco; y escribir�is sobre ellas todas las palabras de este ley, cuando hubieres pasado, para entrar en la tierra que Jehov� tu Dios te da, tierra que mana leche y miel, como Jehov� el Dios de tus padres te ha dicho.

Por tanto, cuando pas�is el Jord�n, levantar�is estas piedras, que yo os mando hoy, en el monte Ebal, y las revocar�is con cal. Y edificar�s all� altar a Jehov� tu Dios, altar de piedras; no alzar�s sobre ellas instrumento de hierro. De piedras enteras edificar�s el altar de Jehov� tu Dios, y ofrecer�s sobre �l holocaustos a Jehov� tu Dios; y sacrificar�s ofrendas de paz, y comer�s all�, y te regocijar�s delante de Jehov� tu Dios.

Pero adem�s dice (vers�culo 12), "Estos se parar�n sobre el monte Gerizim para bendecir al pueblo, cuando pas�is el Jord�n; Sime�n, Lev�, Jud�, Isacar, Jos� y Benjam�n; y �stos estar�n sobre el monte Ebal para maldecir; Rub�n, Gad, Aser, Zabul�n, Dan y Neftal�". As� se da el mandato de que la mitad de las tribus deb�an pararse en un monte para bendecir, y la otra mitad en otro monte para maldecir. Aqu� encontramos c�mo se lleva a cabo "Y hablar�n los levitas, y dir�n a gran voz a todos los varones de Israel: Malditos", y as� fue a trav�s de cada vers�culo hasta el �ltimo.

�C�mo es esto? �D�nde est�n las bendiciones? En ning�n lugar. No queda nada m�s que las maldiciones. �No es esto solemne? El punto es, como lo expresa el ap�stol, la relaci�n de la ley con las almas ante Dios. Por la palabra de Mois�s, la mitad de las tribus son dirigidas a tomar una monta�a para pronunciar la bendici�n, la otra mitad para pronunciar la maldici�n; pero cuando todo se ha llevado a cabo, la escritura no tiene nada que registrar sino la maldici�n, sin una palabra de bendici�n alguna.

Es imposible que el hombre encuentre bendici�n de la ley en la presencia de Dios cuando llegamos a su aplicaci�n positiva. No importa cu�l sea el llamado, cuando nos paramos frente al hecho, no hay nada m�s que una maldici�n de la que hablar. Apenas se conoce una escritura m�s solemne, o m�s caracter�stica de este libro.

No es que haya la menor falta de voluntad de parte de Dios para bendecir, ni mucho menos; y se dio el encargo de bendecir tanto como de maldecir. �Pero Ay! la criatura, el primer hombre, estaba bajo prueba por la ley de Dios; y el resultado es, y s�lo puede ser, que si depende del hombre, lo �nico que obtiene cuando llegamos al hecho es la maldici�n. Las maldiciones fueron pronunciadas, y ni una palabra sobre bendiciones.

Hubo llamado y debida preparaci�n para bendecir; pero como resultado no hubo bendiciones que pronunciar, nada m�s que la maldici�n. �Y qu� cosa tan terrible es que en esta cristiandad nuestra, despu�s de que el evangelio mismo ha sido introducido a costa de la muerte de Jes�s, el Hijo de Dios, esto es lo que todav�a se proclama como la maldici�n y no como la bendici�n! �Es una excusa leg�tima que prevalezca una completa falta de comprensi�n espiritual? �Por qu� deber�a existir con el Deuteronomio comentado por el ap�stol Pablo a los G�latas? All� no falta la luz divina.

Lo que vemos en ambos es la perfecta e incomparable sabidur�a de Dios. En uno Mois�s habla de la terrible cuesti�n, �l mismo lleno de amor al pueblo, y de fervientes deseos por ellos; en el otro, la luz que da el evangelio de Pablo lo confirma: sobre la base de la ley no queda nada para el hombre sino la maldici�n. Las bendiciones pueden extenderse, pero no hay mano que pueda tomar la bendici�n, m�s que una boca aqu� para pronunciarlas: hay un silencio muerto y siniestro en cuanto a la bendici�n.

Las maldiciones resuenan desde la monta�a de maldiciones, y se registran con toda su minuciosa severidad; pero no hay bendici�n aqu� reportada desde la monta�a de bendici�n. Ni una pista de estos se da en Deuteronomio 27:1-26 . Con el fin de obtener una apariencia de bendici�n, los hombres han confundido los Cap�tulos y sus orientaciones totalmente distintas. Han buscado la bendici�n en el pr�ximo cap�tulo. Est�n bastante equivocados. No hay el m�s m�nimo fundamento para tal conexi�n.

Vayamos a Deuteronomio 28:1-68 y la distinci�n se ver� con singular claridad. �Y acontecer� que si oyeres atentamente la voz de Jehov� tu Dios, para guardar y poner por obra todos sus mandamientos que yo te mando hoy, que Jehov� tu Dios te pondr� en alto sobre todas las naciones del tierra.

Es meramente nacional. Nada tiene que ver con el alma a los ojos de Dios. Y todas estas bendiciones vendr�n sobre ti, y te alcanzar�n, si oyeres la voz de Jehov� tu Dios. Bendito ser�s en la ciudad, y bendito ser�s en el campo". Esto no es lo que quiere una pobre alma. De ninguna manera se encuentra con un sentimiento de culpa o temor al juicio. El pecador necesita algo que lo represente. alguna vez.

Quiere lo que habr� en el cielo, y no s�lo en el campo o en la ciudad. Quiere aceptaci�n para s� mismo con Dios, no simplemente para recibir en su canasta y en su tienda; aqu� no hay nada de eso. As�, la distinci�n es radical y bastante sencilla. Lo que muestra que estas no son las bendiciones que deb�an haber sido pronunciadas en el monte de la bendici�n es que encontramos al final de las bendiciones estas maldiciones an�logas que siguen despu�s del vers�culo 15.

�Pero acontecer� que si no oyeres la voz de Jehov� tu Dios, para cuidar de poner por obra todos sus mandamientos y sus estatutos que yo te ordeno hoy, vendr�n sobre ti todas estas maldiciones, y te alcanzar�n : maldito ser�s en la ciudad, y maldito ser�s en el campo". En el cap�tulo anterior no se trata de d�nde somos malditos, sino de la persona maldita. Aqu� se trata de una maldici�n particular que cae sobre una esfera particular.

En Deuteronomio 27:1-26 es una maldici�n absoluta y personal ; no se trata de meras circunstancias, por grande que sea el cambio. Tal es la diferencia. En resumen entonces en este cap�tulo tenemos la insinuaci�n profunda de lo que la ley llega a ser en las manos del primer hombre. Cualquiera que sea la bondad de Dios, el hombre est� arruinado. La consecuencia es que solo hay una maldici�n y ninguna bendici�n.

En Deuteronomio 28:1-68 tenemos la ley, no considerada en su propia naturaleza como una cuesti�n entre Dios y el hombre, sino considerada como la regla del gobierno terrenal, que tiene que ver con las circunstancias del hombre. Y aqu�, en consecuencia, tenemos la bendici�n por un lado y la maldici�n por el otro. Nada puede ser m�s claro que la ense�anza transmitida una vez que se capta la idea.

Es en vano decir que recibimos la bendici�n que pertenece a Deuteronomio 27:1-26 . Nosotros no. Ah� tenemos la maldici�n y no la bendici�n. Pero en Deuteronomio 28:1-68 tenemos ciertas bendiciones y luego maldiciones.

As�, como parte de este cap�tulo, tenemos el estado en el que se encontraba Israel hasta el d�a de hoy. "Jehov� te har� ser herido delante de tus enemigos. Jehov� te herir� con la �lcera de Egipto, y con las esmerias, y con la sarna, y con la comez�n, de los cuales no podr�s ser curado. Jehov� te herir� con locura y ceguera, y asombro de coraz�n", y as� sucesivamente. Esto es detallado.

"Y ser�s motivo de espanto, proverbio y refr�n entre todas las naciones adonde te llevar� Jehov�". Por lo tanto, no se trata de tratar de acuerdo con la naturaleza de Dios, sino de Sus formas dispensacionales con una naci�n en este mundo, y nada m�s.

En Deuteronomio 29:1-29 surge otro punto importante, un cambio a�n m�s manifiesto. Tenemos el hecho de que "Estas son las palabras del pacto que Jehov� mand� a Mois�s que hiciera con los hijos de Israel en la tierra de Moab, adem�s del pacto que hizo con ellos en Horeb". Ahora bien, es importante tener en cuenta que, si hubiera sido simplemente el pacto hecho en Horeb, los hijos de Israel nunca podr�an haber entrado en la tierra.

Era necesario, de acuerdo con la sabidur�a y la misericordia de Dios que aconseja lejos, que deber�a haber otro pacto. No digo la nueva, sino que Dios debe traer t�rminos frescos, y no simplemente insistir en la aplicaci�n estricta de la ley que se pronunci� en Horeb. �l trae misericordia gubernamental. As� Dios dice ahora, por as� decirlo, aqu� est�s en los mismos l�mites de la tierra, y te traer� adentro.

Debes cuidar c�mo te comportas cuando est�s all�. Por lo tanto, es Dios haciendo nuevos t�rminos con el mismo prop�sito de poner a su pueblo en la tierra sin comprometerse a s� mismo. Esto se muestra aqu� con cuidado.

El final del cap�tulo nos da a�n m�s. Cuando el pueblo ha fracasado total y p�blicamente, la gracia puede sacar de Dios mismo el �nico remedio adecuado. Ahora Israel tome su lugar ante Dios. Est�n llamados a guardar las palabras del pacto; los mismos ni�os son tra�dos y presentados ante Jehov�, con solemne advertencia contra la idolatr�a, as� como otros actos de rebeli�n. Pero el punto radica aqu�: "Las cosas secretas pertenecen a Jehov� nuestro Dios, pero las cosas que son reveladas nos pertenecen a nosotros y a nuestros hijos para siempre, para que cumplamos todas las palabras de esta ley.

"El car�cter de esto se ha notado a menudo antes; pero no se puede insistir demasiado en ello siempre; esa gracia, aunque de una manera distante y enigm�tica, alude a un secreto no revelado, por el cual, cuando el pueblo ha fracasado por completo, como hemos hecho nosotros". visto, sobre la base de la ley, Dios no dejar� de encontrar formas y medios de justificarlos por la fe. No son meras palabras por las cuales �l puede traerlos a todos provisionalmente a la tierra, sino medios a�n secretos por los cuales �l puede justificar en la cara de todas sus faltas, y obrar en sus corazones de acuerdo a lo que est� en Su coraz�n en una palabra, Sus secretos de gracia.

En consecuencia, todo est� fuertemente confirmado por lo que revela Deuteronomio 30:1-20 . Jehov� los lleva donde est�n. Los supone expulsados ??de toda tierra bajo el cielo; sin embargo, en su condici�n humilde, su coraz�n, ya no altivo sino circuncidado, se vuelve delante de �l. "Vu�lvete y obedecer�s la voz de Jehov�, y cumplir�s todos sus mandamientos que yo te ordeno hoy.

Y te har� Jehov� tu Dios sobreabundar en toda la obra de tus manos, etc., si oyeres la voz de Jehov� tu Dios, para guardar sus mandamientos y sus estatutos que est�n escritos en este libro de la ley, y si te vuelves a Jehov� tu Dios de todo tu coraz�n y de toda tu alma. Porque este mandamiento que yo te mando hoy, no te es oculto, ni est� lejos No est� en los cielos, para que digas: �Qui�n subir� por nosotros al cielo, y nos lo traer�, para que nosotros que lo oiga, y lo haga".

Ahora bien, estas palabras, es notorio, son aplicadas por el ap�stol Pablo en Romanos 10:1-21 ; y nunca podemos pasar por alto las aplicaciones del Nuevo Testamento sin perder una clave profundamente interesante y de peso para comprender el Antiguo. �Para qu� los usa el ap�stol? Para el mismo prop�sito que ya se ha insinuado al final del �ltimo cap�tulo.

Los hijos de Israel se hab�an arruinado completamente bajo la ley. Hab�an fracasado ante Dios. La justicia que la ley reclamaba solo hab�a probado su injusticia real. Lo que iba a ser de ellos Cristo es tra�do en "el fin de la ley para justicia a todo aquel que cree". Por eso el ap�stol por el Esp�ritu da al pasaje del Deuteronomio este giro admirable, que no se trata de subir al cielo para encontrar al Salvador, ni de bajar a las entra�as de la tierra para resucitarlo de entre los muertos que el evangelio acerca la palabra de salvaci�n a la misma puerta, "en tu boca y en tu coraz�n".

�Es solamente creer y confesar al Se�or Jes�s resucitado. Por tanto, en virtud del evangelio de Dios, tomen la bendici�n eterna plena de Su gracia, una vez malos, contaminados, perdidos, pero ahora �lavados, santificados, justificados, en el nombre de nuestro Se�or Jes�s, y por el Esp�ritu de nuestro Dios", si se me permite citar otra escritura.

Sobre este principio Dios ciertamente bendecir� a Su antiguo pueblo Israel, esparcido y quebrantado entre los gentiles, cuando se haga imposible, por lo tanto, en lo que concierne a su estado, llevar a cabo su ritual jud�o. �Que ser� de ellos? Su coraz�n se inclina ante la palabra de Dios; admiran al Mes�as, y Dios obrar� en gracia. Impotentes, sensibles a la maldad pasada, llenos de tinieblas (pues no tengo duda de que son los descritos al final de Isa�as 50:1-11 como los siervos de Jehov� que andan en tinieblas y no ven luz), sin embargo su coraz�n se vuelve a Jehov�, y se quedan en su Dios, una condici�n que puede no ser adecuada para el cristiano ahora, pero que la gracia abrir� para un jud�o entonces.

Tal es precisamente el giro feliz proporcionado por el ap�stol en Romanos, solo que, por supuesto, con una aplicaci�n m�s completa al cristiano; pero es sobre el mismo principio que Dios tratar� con el remanente de los jud�os poco a poco.

Despu�s de esto, en Deuteronomio 31:1-30 , encontramos a Mois�s a punto de concluir su ministerio. Hab�a dado, por as� decirlo, su �ltimo discurso, y les dirige una advertencia muy solemne, dici�ndoles que sab�a la rebeli�n de la que ser�an culpables. Josu� es acusado, y los levitas tambi�n.

Pero Mois�s no termina sin un c�ntico ( Deuteronomio 32:1-52 ); y este c�ntico se basa en las cosas secretas de la gracia de Dios, aunque tambi�n abarca los juicios de los �ltimos d�as. No ignorante del mal, mira hacia adelante a la bendici�n que seguramente les llegar�. Siente profundamente lo que har�an contra Jehov� en su insensatez e ingratitud de dura cerviz; pero contempla en visi�n prof�tica lo que har� por ellos.

En consecuencia, dice: "Escuchad, oh cielos, y hablar�; y escucha, oh tierra, las palabras de mi boca". Debido a que publicar�a el nombre de Jehov�, deb�an atribuir grandeza a su Dios. �l es la roca que permanece en fuerza inquebrantable para su pueblo. No ellos sino �l es esta torre de fortaleza. "Su obra es perfecta, porque todos sus caminos son juicio: un Dios de verdad sin iniquidad, justo y recto es �l.

�En cuanto al pueblo, era manifiesto lo que eran. La corrupci�n era de ellos, no de �l; es de sus hijos, de ellos es la mancha una generaci�n perversa y torcida. El legislador reprocha indignado su ingratitud y la aprieta m�s recordando les dijo que no era un pensamiento nuevo de parte de Dios. Su lugar en el mundo para Su gloria no era el �ltimo recurso que se tomar�a en los �ltimos d�as. "Cuando el Alt�simo (Eli�n) reparti� la heredad de las naciones, cuando separ� a los hijos de Ad�n, fij� los l�mites de los pueblos seg�n el n�mero de los hijos de Israel".

Esto, es verdad, no tiene el car�cter eterno de nuestra elecci�n como cristianos. ( Efesios 1:1-23 ) La diferencia es justa y apropiada. Cuando Dios revela Sus consejos en Cristo acerca de Sus hijos, se declara que Su elecci�n fue antes de la fundaci�n del mundo. No es as� con Israel. Siempre se dice que est� en el tiempo, aunque tan soberano como en nuestro caso.

La elecci�n eterna no convendr�a a la de una naci�n. La elecci�n de Israel est� estrictamente relacionada con la tierra. La especialidad en Su elecci�n de nosotros es que est� fuera de la creaci�n; se une a la eternidad de Dios mismo, y est� totalmente aparte de la escena creada que estaba a punto de ser arruinada por el hombre y Satan�s. Dios quisiera tener santos para compartir Su naturaleza moralmente y para disfrutar de �l mismo, no menos que �ngeles para hacer Su placer como Sus siervos.

�Qu� ten�a eso que ver con la creaci�n? Se trata de que Dios forme seg�n su propia sabidur�a y amor a aquellos que puedan compartir su mente y disfrutar de su amor. Y esto es hecho por Cristo Su Hijo, y dado a conocer por el Esp�ritu Santo enviado del cielo. Est� totalmente por encima de una cuesti�n de condici�n de criatura. Nadie duda de que los que iban a ser tan bienaventurados formaron parte de la creaci�n, s�, en su m�s profunda ruina y culpa.

Tuvimos nuestra parte en ese mundo que rechaz� y crucific� a Jes�s. Luego viene el triunfo de la gracia. Era necesario que no solo se nos diera vida eterna en Cristo, sino tambi�n redenci�n. La vida hubiera sido suficiente, si nunca hubi�ramos sido pecadores. Pero �ramos culpables y est�bamos perdidos, y por eso Cristo viene a morir en expiaci�n. �l tom� nuestro juicio sobre s� mismo y sufri� por nuestros pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios.

La consecuencia es que �l, en Su muerte en la cruz, concili� lo que de otro modo ser�a irreconciliable, y lo hizo justo para que Dios nos librara, as� como libre para llevar a cabo esos eternos consejos que �l ten�a en Cristo antes de que el mundo existiera. Con Israel el caso es diferente. All�, como hemos dicho, la elecci�n es en el tiempo, el pueblo apartado a Jehov� en medio de los l�mites asignados a las dem�s naciones entre los hijos de Ad�n; porque no se trata aqu� de la naturaleza divina, sino de la raza humana. "�l fij� los l�mites de los pueblos conforme al n�mero de los hijos de Israel. Porque la porci�n de Jehov� es su pueblo; la porci�n de su heredad es Jacob".

Entonces Mois�s canta acerca de su maravilloso amor, bondad y paciencia hacia ese pueblo y su ca�da en toda clase de iniquidades, sacrificando incluso a los demonios ("machos cabr�os" se les llama con desd�n), no a Dios, sino "a los dioses que conoc�an". no, a nuevos dioses que surgieron recientemente, a quienes vuestros padres no temieron. De la Roca que te engendr� te olvidaste, y te has olvidado del Dios que te form� ".

�Pobre de m�! Jehov� entonces tiene que preparar flechas contra Su pueblo, tiene que derramar Su venganza incluso sobre Su amado Israel m�s culpable que cualquier otro, y de hecho dejarlos por un no-pueblo (los Gentiles), por los cuales �l provocar�a a los Jud�os. a los celos

* Entonces los paganos se aprovechan de la indignaci�n de Dios contra Su pueblo, hasta que �l al fin en misericordia: a Israel se levantar� para hacer frente a sus enemigos. "Porque Jehov� juzgar� a su pueblo, y se arrepentir� por sus siervos, cuando viere que su poder se ha ido, y que no queda ninguno encerrado ni dejado. Y dir�: �D�nde est�n sus dioses, su roca en la cual confiaron, que com�an la grosura de sus sacrificios, y beb�an el vino de sus libaciones, que se levanten y os ayuden, y sean vuestro amparo.

Mira ahora que yo, incluso yo, soy �l, y no hay dios conmigo: mato, y vivo; Yo hiero y yo sano; ni hay quien pueda librar de mi mano. Porque alzo mi mano al cielo, y digo: Vivo para siempre. Si afilo mi espada resplandeciente, y mi mano toma juicio; Me vengar� de mis enemigos y recompensar� a los que me aborrecen. Embriagar� de sangre mis saetas, y mi espada devorar� carne; y que con la sangre de los muertos y de los cautivos, desde el principio de las venganzas sobre** el enemigo.

Alegraos, oh naciones, con su pueblo, porque �l vengar� la sangre de sus siervos, y dar� venganza a sus adversarios, y ser� misericordioso con su tierra y con su pueblo.� Entonces no s�lo Dios librar� a su pueblo Israel, sino que �l har� que las mismas naciones se regocijen con Su pueblo en el c�rculo cada vez mayor de Su gracia; porque aunque el principio se aplica bajo el evangelio, es solo en el reinado milenial que la importancia total de su gozo predicho juntos ser� comprendi�.

*Es dif�cil imaginar una mayor falta de inteligencia espiritual que la que se muestra en los comentarios del Dr. Davidson (Introducci�n a OT i. 391-393) y los autores alemanes que �l contradice. La elecci�n se encuentra entre pozos de error m�s profundos o menos profundos. �El cap�tulo treinta y dos hasta el vers�culo 43, contiene el c�ntico de Mois�s mencionado en 31:19, 22, 30. Es bastante claro que el c�ntico no fue escrito por el mismo Deuteronomista, quien nunca aparece como poeta, y de cuyo estilo difiere fuertemente.

Tampoco puede haber sido escrito por el Jehovista, porque la diferencia de dicci�n y manera es demasiado grande. Procede de un poeta desconocido, cuyas alusiones hist�ricas y peculiaridades ling��sticas muestran que vivi� despu�s de Mois�s (!) e incluso despu�s de Salom�n (!!). As�, el vers�culo quince presupone que los israelitas hab�an pasado por tiempos muy pr�speros y pac�ficos; y en el siglo veintiuno el pueblo al que se hace referencia son los asirios, que hab�an llegado a la c�spide de su poder, y se describen en el cap�tulo treinta y tres de Isa�as. Toda la evidencia interna apunta al �ltimo cuarto del siglo octavo como el per�odo cuando se escribi� la canci�n, como ha demostrado Ewald (!!!).

El Deuteronomio, crey�ndolo digno de Mois�s, aunque no fue escrito con el prop�sito de pasar por Mosaico, lo adopt� y lo puso en su boca. No podemos estar de acuerdo con Ewald�, etc. �Estas observaciones muestran que diferimos de Knobel, quien asigna la canci�n al per�odo sirio. En lugar de referir los vers�culos 21, 30, 31, 35 a los asirios, supone que se refiere a los sirios, principalmente porque piensa que se habr�a hablado de los primeros en un lenguaje m�s fuerte y que se habr�a anunciado el cautiverio.

Pero Knobel se basa mucho en el s�ptimo vers�culo [aqu� hay confusi�n: debe ser de Deuteronomio 33:1-29 ], que se relaciona con Jud�, como evidencia de que el cap�tulo pertenece a un tiempo mucho m�s antiguo de lo que com�nmente (!) se le asigna a eso. Toma la alusi�n en el vers�culo como si David viviera lejos de Sa�l en el destierro; mientras que el vers�culo doce lo aplica a Gaba�n, adonde hab�a sido llevado el tabern�culo despu�s de que Sa�l destruyera a Nob.

Estas son alusiones precarias en las que confiar. No creemos con Knobel que el poema pertenezca a la �poca de Sa�l, y nos sorprende encontrar al cr�tico afirmando que los escritores de G�nesis 49:1-33 . y Deuteronomio 33:1-29 eran independientes entre s� sin imitaci�n perceptible por parte de ninguno.

�Los versos que siguen inmediatamente a la canci�n, a saber, Deuteronomio 32:44-47 , pertenecen al mismo Deuteronomio, como muestra claramente la alusi�n en el verso 46 a todas las palabras de Mois�s. El resto del cap�tulo, a saber, 48- 52, es eloh�stico, habiendo sido tomado del escritor de Elohim y puesto aqu� por el deuteronomista. Es en parte una repetici�n de N�meros 27:12-23 , como ha se�alado Bleek".

He dado este largo extracto como un esp�cimen no solo de la man�a especulativa que caracteriza a la escuela, sino tambi�n de su disposici�n a imputar la deshonestidad m�s vil a los santos hombres de Dios que hablaron de �l mientras eran impulsados ??por el Esp�ritu Santo. Poco les importa imputar a su deuteronomista imaginario el fraude de poner en boca de Mois�s lo que, seg�n ellos, Mois�s nunca pronunci�.

�Qu� impostura la palabra de Dios! Pero basta de esto. El ap�stol Pablo las refuta todas de antemano con unas pocas palabras que llevan la fuerza y ??la luz de la verdad, como las suyas de chocante inanidad. Declara que el vers�culo 21 es el lenguaje de Mois�s, y que la alusi�n es a los gentiles llamados mientras Dios cuenta a Israel como Lo-ammi. ( Romanos 10:19 ) Ni los sirios ni los asirios est�n a la vista entonces, pero, durante la exclusi�n temporal del pueblo antiguo, el llamado de aquellos que no son un pueblo para poner a celos a Israel. Compare Romanos 11:1-36 .

**Literalmente, "de la cabeza partida del enemigo".

En Deuteronomio 33:1-29 tenemos una bendici�n pronunciada sobre las diversas tribus de Israel. Esto puede abordarse ahora con m�s detenimiento, aunque uno no puede esperar hacerlo con satisfacci�n en un espacio tan peque�o. Perm�tanme decir simplemente que es todo en referencia a la tierra en la que la gente estaba a punto de entrar.

Esta es quiz�s la principal diferencia en comparaci�n con la bendici�n de Jacob. En este �ltimo caso se tom� nota de las tribus desde el principio de su historia hasta el final, y aparte de que poseyeran o no la tierra; mientras que la bendici�n que Mois�s pronuncia aqu� est� en la m�s estricta subordinaci�n al gran objeto de Deuteronomio. desde el principio hasta el final, el punto del libro es que Dios trae a Su pueblo a la tierra y los pone en una relaci�n tan inmediata con �l como fue consistente con el primer hombre.

Esto lo tenemos sistem�ticamente y siempre: por lo que la bendici�n aqu� es adecuada para ello. Mois�s, por lo tanto, no nos muestra hist�ricamente el curso de las cosas como cuando Jacob profetiz�, sino una bendici�n m�s espec�fica del pueblo en vista de su lugar en relaci�n con Jehov� en la tierra.

La canci�n comienza con la visi�n de Jehov� que viene del Sina� y brilla desde Seir y Par�n. Es Su manifestaci�n judicial a Su pueblo, Sus santos, alrededor de �l en el desierto: de Su diestra [sali�] una ley de fuego para ellos. "S�, �l ama a los pueblos: todos sus santos est�n en tu mano; y se sentaron a tus pies, cada uno recibe tus decisiones". Entonces se nombra el lugar especial de Mois�s como mandatario de una ley, la posesi�n de la congregaci�n de Jacob; �l es rey en Jesur�n cuando las cabezas del pueblo, las tribus de Israel, se juntaron.

En cuanto al primog�nito, la palabra es: Viva Rub�n y no muera, y sean pocos sus hombres.*

*Hay casos, en hebreo como en otras lenguas, donde la part�cula negativa puede y debe entenderse por el contexto; y as� nuestros traductores tomaron el pasaje ante nosotros. Pero esto nunca deber�a ser as�, a menos que est� impl�cito en la cl�usula principal, lo cual no es el hecho aqu�.

La siguiente, aunque aparentemente una elecci�n singular, est� ordenada en la sabidur�a divina a fin de presentar a esa tribu que tomar�a el lugar de Rub�n, pol�ticamente pronto, pero eventualmente de acuerdo con los consejos de Dios. Porque de Jud� Cristo hab�a de nacer seg�n la carne. �Y esto es por Jud�; y �l dijo: Oye, oh Jehov�, la voz de Jud�, y tr�elo a su pueblo; que sus manos se multipliquen por �l, y s� ayuda de sus adversarios.

�Sabemos que los jud�os han tenido por mucho tiempo un lugar separado; pero viene el d�a en que Jud� e Israel se unir�n en un solo pueblo seg�n el s�mbolo expresivo de Ezequiel, que puede ilustrar el lenguaje de Mois�s.

Su propia tribu tiene entonces su bendici�n. "Y de Lev� dijo: Tu Tumim y tu Urim son para tu santo [es decir , piadoso], a quien probaste en Masah, con quien peleaste en las aguas de Meriba; quien dijo de su padre y de su madre: Yo no lo he visto, ni reconoci� a sus hermanos, ni conoci� a sus propios hijos, porque guardaron tu palabra y guardaron tu pacto. Tus juicios ense�ar�n a Jacob, y tu ley a Israel; pondr�n incienso delante de ti.

, y holocausto sobre tu altar.* Bendice, Jehov�, su fuerza, y acepta la obra de sus manos: hiere los lomos de los que se levantan contra �l, y de los que lo aborrecen, para que no se levanten m�s ."

*As�, si Sime�n desaparece, Levi gana un buen grado de fidelidad en la crisis m�s severa de la historia del desierto de Israel. Sin duda la palabra en Deuteronomio 33:1-29 se supone que es posterior a la de G�nesis 49:1-33 ; pero no hay el menor motivo para suponer la incredulidad de que el escritor de uno vivi� despu�s del otro.

Como la representaci�n de la Escritura es que Mois�s escribi� ambos, las diferencias en el punto de vista adoptado en cada ocasi�n son perfectamente compatibles y, de hecho, notablemente verificados. Levi est� involucrado en la sentencia con Sime�n seg�n G�nesis 49:1-33 . Pero Deuteronomio 33:1-29 , aunque omite a Sime�n, no invierte la dispersi�n predicha de Lev� por Jacob; pero convierte esa misma circunstancia en una bendici�n para Israel y un honor para la tribu que cubri� su antigua falta con el m�s verdadero celo por el honor de Jehov� y un amor ardiente por el pueblo a costa de sus propios sentimientos y apariencias. La capacidad de interceder por el hombre est� en proporci�n con la fidelidad a Dios. El sacerdocio estaba dentro de esa tribu, y el servicio del santuario, y la ense�anza del pueblo.

La bendici�n de Benjam�n* alude a la morada de Jehov� all�; porque Jerusal�n estaba dentro de los l�mites de esa tribu que Jud� acababa de bordear. Jos� tiene su doble porci�n completa en la tierra. La bendici�n de Zabul�n** est� m�s bien fuera, la de Isacar dentro. Aparece la prisa de Gad por enriquecerse, aunque comparti� las pruebas del pueblo, se nota la impetuosidad guerrera de Dan; y la pac�fica satisfacci�n de Neftal� con su porci�n; y la aceptaci�n de Asher entre sus hermanos, y abundantes recursos y vigor.

*"De Benjam�n dijo: El amado de Jehov� habitar� seguro junto a �l; lo albergar� todo el d�a, y entre sus hombros morar�". El profeta alude a Jerusal�n como el lugar del santuario y del trono, la ciudad del gran Rey. Pero la noci�n de que el lenguaje recuerda al reinado de Jos�as o cerca de los d�as de Jerem�as es totalmente infundada. Entonces, para Benjam�n hab�a todo menos un tabern�culo seguro. Esto es a�n m�s evidentemente refutado en lo que sigue.

Porque en Jos� habita mayoritariamente el Esp�ritu inspirador. �Bendita sea la tierra de Jehov� por las cosas preciosas de los cielos, por el roc�o y por el abismo que se oculta abajo, y por las cosas preciosas que produce el sol, y por las cosas preciosas que arroja la luna, y por el cosas principales de los montes antiguos, y por las cosas preciosas de los collados permanentes, y el placer del que habitaba en la zarza: que caiga sobre la cabeza de Jos�, y sobre la cabeza del que fue apartado de sus hermanos.

Honra ser� para �l el primog�nito de su manada, y sus cuernos, cuernos de b�falo; con ellos juntar� a los pueblos hasta los confines de la tierra; y son las mir�adas de Efra�n, y son los millares de Manas�s.� Es absurdo suponer tal bendici�n escrita, no dir� bajo el reinado de Jos�as, sino aun en los primeros d�as del reino desgarrado de Israel.

**"Y de Zabul�n dijo: Al�grate, Zabul�n, en tu salida, e Isacar, en tus tiendas. Llamar�n a los pueblos al monte; all� sacrificar�n sacrificios de justicia, porque mamar�n la abundancia de los mares, tesoros escondidos en la arena.Y de Gad dijo: Bendito el que ensancha a Gad: habita como leona, y teme el brazo, y la coronilla.

Y �l provee la primera parte para s� mismo, porque all� est� la parte cubierta para el legislador; y vino con las cabezas del pueblo; hizo la justicia de Jehov�, y sus juicios con Israel. Y de Dan dijo: Dan es un cachorro de le�n; saltar� desde Bas�n. Y de Neftal� dijo: Oh Neftal�, satisfecho de buena voluntad, y lleno de la bendici�n de Jehov�, posee el occidente y el sur.

Y de Aser dijo: Aser, bendito entre los hijos, sea agradable a sus hermanos, y moje su pie en aceite; tus zapatos, de hierro y cobre; y tu fuerza como tus d�as". �Se pretender� seriamente que todo esto fue presentado como una profec�a despu�s de que la tormenta m�s arrolladora hab�a ca�do sobre todas estas tribus, y los �ltimos golpes estaban a punto de caer sobre Jud� y Benjam�n? La credulidad de incr�dulos es proverbial, y solo puede explicar tales teor�as sin sentido, incluso si uno deja de lado por un momento su �nico punto en com�n oposici�n a la verdad revelada de Dios.

Nada puede superar la grandeza de las palabras finales de Mois�s; y seguramente se cumplir�n en el futuro esplendor y gloria del Israel restaurado. Ha tratado con Su pueblo de acuerdo con la ley de fuego que tiene en Su diestra; pero no ha agotado los recursos de su tierna misericordia; es m�s, el mejor vino se guarda hasta el final, para ser tra�do por Aquel a quien no conocieron en Su humillaci�n pero reconocer�n en la suya, pero al final con gran alegr�a cuando regrese en gloria para cambiar el agua de purificaci�n despu�s de su en aquello que alegra el coraz�n de Dios y del hombre.

"No hay como el Dios de Jesur�n, cabalgando los cielos para tu ayuda, y para su majestad los cielos. El Dios de los siglos es un refugio, y debajo de los brazos eternos; y �l ahuyentar� al enemigo de tu presencia, y decid: Destruid. Israel habita confiado, la fuente de Jacob, en una tierra de trigo y mosto; sus cielos tambi�n destilan roc�o. Dichoso t�, oh Israel: �qui�n como t�, oh pueblo salvado por Jehov�, escudo de tu socorro, y que es la espada de tu majestad! Y tus enemigos te mentir�n, y t� pisar�s sobre los* lugares altos".

*Literalmente "el ojo" de Jacob.

Mois�s ( Deuteronomio 34:1-12 ) sube a la cima del Pisg�, y all� Jehov� le se�ala detalladamente la tierra. Era imposible que la falta de Mois�s pudiera ser menospreciada sin debilitar la autoridad de la ley. Seguramente hab�a justicia en los caminos de Dios; pero esto no impidi� en lo m�s m�nimo la perfecci�n de Su amor por Mois�s.

Era parte de Su gobierno castigar su falta: Su gracia a Mois�s permaneci� entera. Si hubiera sido posible, de acuerdo con los caminos de Dios (que no lo fue), que Mois�s hubiera entrado en la tierra, �qu� dolor para Mois�s al haber contemplado la infidelidad de su pueblo, su menosprecio de su ley, su conquista imperfecta de la enemigo, su prontitud para volverse a la iniquidad y a la idolatr�a aun en esa tierra! �Puede esto compararse con la bienaventuranza de mirarla desde el lado de Jehov�, no vi�ndola en manos del hombre, imperfectamente rescatada de los cananeos, sino que Dios mismo la llama ya la tierra de esta tribu y de aquella, y da as� el poder de Su siervo? coraz�n para mirar hacia el tiempo en que no haya cananeo en la tierra?

La fe tiene siempre la mejor porci�n.

Información bibliográfica
Kelly, William. "Comentario sobre Deuteronomy 17". Comentario de Kelly sobre los libros de la Biblia. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/wkc/deuteronomy-17.html. 1860-1890.