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Bible Commentaries
Deuteronomio 5

Comentario de Kelly sobre los libros de la BibliaComentario de Kelly

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Versículos 1-33

Al examinar �xodo, Lev�tico y N�meros, hemos encontrado lo que puede llamarse un sistema t�pico abstracto. Es decir, vemos en ellos varias instituciones establecidas por Jehov�, cuyo modelo se mostr� en el monte. Estas figuras fueron inspiradas por Mois�s para que las diera como un todo al pueblo, completamente aparte de la cuesti�n de si eran o pod�an ser cumplidas de acuerdo con la letra mientras pasaban por el desierto.

Lo he llamado, por tanto, un sistema t�pico abstracto; porque su valor no depende en absoluto de la fidelidad de la gente a �l. Es muy posible que ni una sola instituci�n durante ese tiempo haya sido estrictamente aplicada u obedecida entre la gente.

As� sabemos con certeza que el requisito m�s fundamental de todos, el ritual lev�tico, no fue practicado; y si no se mostraron fieles en lo que era m�s urgente y menos dif�cil en cuanto a los medios para ejecutarlo, dif�cilmente podemos suponer que cumplieron su obediencia en lo que estaba rodeado de obst�culos inmensos, si no insuperables. Incluso antes de la ley desde los d�as de Abraham ciertamente no hab�a mandato m�s solemne o m�s obligatorio que la circuncisi�n de todo ni�o var�n; sin embargo, estamos seguros de que ning�n var�n fue circuncidado durante el peregrinaje de Israel durante cuarenta a�os por el desierto.

Este hecho parece ser de cierta importancia, porque se han planteado notorias dificultades, en cuanto a la practicabilidad, en cuanto a las diversas ordenanzas que requieren sacrificios y ofrendas donde los medios no aparec�an. O�mos de expiaci�n y ofrendas por la culpa, paz y holocaustos, ofrendas de carne y libaciones, por no hablar de los corderos diarios y las v�ctimas ocasionales. Los hombres han razonado con gran detalle, especialmente en los �ltimos a�os, preguntando c�mo pudo hacer todo esto en el desierto un pueblo al que le result� bastante dif�cil pasar ileso, aunque ten�an a Jehov� su Dios con ellos para alimentarlos con pan de �ngeles. , y agua, si fuere necesario, de la pe�a.

Pero Dios, de hecho, siempre queda fuera de los c�lculos de la incredulidad. Porque aunque hubo reba�os y vacas conducidos al desierto con los hijos de Israel por mandato de Jehov�, y es posible que hayan a�adido m�s de los enemigos que conquistaron, el hecho al que se hace referencia ahora satisface y elimina una multitud de objeciones planteadas al respecto, y prueba que la naturaleza de estas ordenanzas no ha sido comprendida.

El hecho es que, sin importar cu�l pudiera ser la medida de llevarlos a cabo en el desierto, Dios estaba proyectando por medio de ellos las sombras de los bienes venideros. Este era su objeto real. Por lo tanto, no se trata de hasta qu� punto se ofrecieron las ofrendas, etc., sino de un vasto cuerpo de ense�anza ordenada sistem�ticamente por tipos. Lo que Dios estaba mostrando por medio de ellos ahora ha encontrado su significado, ya que Cristo fue revelado y se efectu� la poderosa obra de la redenci�n. Sin embargo, es una cosa diferente con el libro de Deuteronomio; y esta fue mi raz�n para comentarlo en este punto.

Deuteronomio es un libro eminentemente pr�ctico. Los tipos se presentan escasamente en la gran parte de las instrucciones que llenan sus p�ginas. Estamos lejos de estar entonces sobre el terreno de un mero ensayo de lo que se ha mostrado en los libros anteriores. Deuteronomio, a pesar de su t�tulo Septuagintal, no es tal repetici�n; pero el Esp�ritu de Dios por medio de Mois�s nos ha dado, junto con exhortaciones morales especiales, tipos que se relacionan con la posici�n del pueblo en el borde mismo de la tierra prometida.

Hab�an dado la vuelta al lado oriental del Jord�n; ahora estaban en esa frontera de la tierra, despu�s de que el proceso prolongado de Dios de tratar con ellos en el desierto hab�a llegado a su m�xima expresi�n. amable este libro, si bien no carece de alusiones a lo que Dios hab�a dicho en todos los dem�s libros, tiene, no menos que el resto de ellos, su propio car�cter peculiar. No se trata, pues, de una agrupaci�n de tipos, cualquiera que sea el alcance particular y el objetivo de los empleados, como hemos visto en distintas formas a lo largo de los libros de �xodo, Lev�tico o N�meros; pero aqu� todo lo que el Esp�ritu est� usando, ya sea la aplicaci�n moral directa que forma la mayor parte del libro, o ya sea una selecci�n de las sombras que caen con �l.

objeto pr�ctico, parece ser desde el principio hasta el final una imposici�n de la obediencia, basada en la relaci�n entre Jehov� su Dios e Israel, a quien �l acababa de traer como Su pueblo a Su tierra. En consecuencia, la gran introducci�n es un discurso dirigido a la gente con el fin de hacer cumplir estas afirmaciones.

Hay otra peculiaridad en el libro de Deuteronomio que es bueno presentar brevemente antes de descender a los detalles; supone el fracaso del pueblo. Fue despu�s del becerro de oro, no m�s que esto; fue despu�s de que todos los tratos disciplinarios de Jehov� hab�an llegado a su fin. Hab�an tenido muchas visiones de sus propios corazones, y hab�an tenido amplia experiencia de los caminos de Dios en un gobierno paciente y lleno de gracia.

Todo esto ahora estaba cerrado. Esto, por lo tanto, da su tono al libro. El legislador, a punto de ser arrebatado de ellos, mira hacia atr�s a todo el pasado; pero tambi�n mira hacia la tierra en la que estaban a punto de entrar. De ah� que haya un tono de excesiva seriedad, as� como de afecto escarmentado; hay una solemnidad fundada en los grandes tratos de un Dios cuya mano santa y fiel ahora los estaba conduciendo a Su tierra.

Sobre todo, el objetivo principal es instar a la obediencia al pueblo de Dios, pero la obediencia de un pueblo que ya hab�a encontrado lo que era, se derrumb� por completo en su propia responsabilidad asumida. Esa generaci�n hab�a fallecido sin duda. La pregunta era, �aprovech� el pasado la generaci�n actual que estaba a punto de ser tra�da a Tierra Santa? El anciano legislador en estas �ltimas palabras fue guiado por el Esp�ritu Santo para hablar a sus almas.

Esto tambi�n explica por qu� el libro de Deuteronomio se usa en el Nuevo Testamento de una manera tan llamativa y en circunstancias tan eminentemente cr�ticas. Es el libro que nuestro Se�or cita en Sus tentaciones con Satan�s. No cita de ning�n otro. En las tres ocasiones, el Se�or Jes�s extrae Sus respuestas del libro de Deuteronomio. Seguramente esto es muy significativo. Podr�a haber citado de cualquier otro, si cualquier otro hubiera sido en todos los aspectos tan adecuado para la ocasi�n.

No fue necesariamente, concibo, porque no hab�a palabras en otros lugares admirablemente adaptadas para enfrentar el caso. �No puedo aventurarme a pensar que entraron otras consideraciones, y que Su cita de Deuteronomio solo no tiene la intenci�n de menospreciar las palabras apropiadas que se encuentran en otros lugares? No debe dudarse de que las palabras citadas de Deuteronomio fueron las mejores que fueron escogidas de acuerdo con la perfecci�n divina.

Pero tambi�n parecer�a que la sabidur�a m�s profunda reside en citar de ese libro, as� como sus palabras m�s aplicables. El libro del que fueron seleccionados ten�a en s� mismo una especial adecuaci�n a la ocasi�n, como veremos: �se puede dudar de que el bendito Se�or lo supiera infinitamente bien cuando se complaci� en usarlo?

Ahora bien, �en qu� resid�a esta idoneidad no s�lo en las palabras que se citaron, sino en el libro particular del que se extrajeron? �En qu� radica la propiedad superior de Deuteronomio para proporcionar respuestas en ese momento para Cristo, en comparaci�n con cualquier otro libro de las Escrituras? No dudo en suscribir la opini�n de que nuestro Se�or Jes�s los escogi� no s�lo porque eran en s� mismos exactamente los que hac�an frente y enfrentaban perfectamente las tentaciones de Satan�s, sino porque hab�a una idoneidad moral en el hecho de que eran las palabras dirigidas al pueblo. cuando la ruina ya hab�a llegado cuando nada m�s que la gracia de Dios estaba nuevamente apelando a ellos antes de que fueran llevados a la tierra santa.

El Se�or, por el simple hecho de citar el Deuteronomio, da evidencia de que ten�a ante Sus ojos la condici�n del pueblo de Dios, cualquiera que fuera su propia insensibilidad. El Se�or no s�lo dijo lo correcto, sino que el fundamento, la l�nea y el esp�ritu del libro de donde escogi� Sus respuestas fueron tales que tomaron el lugar apropiado ante Dios en tales circunstancias. Cuanto menos sent�a Israel que hab�a fallado, m�s lo sent�a Jes�s por ellos.

Si se entregaron a ritos y ceremonias como un medio para agradar a Dios, Jes�s se entreg� a la obediencia sin reservas y fue el modelo constante de Aquel que nunca busc� su propia voluntad. De hecho, �l encontr� Su gloria moral en este mismo hecho, que �l es el �nico de todos los hombres que alguna vez vivieron, nunca en un solo particular se desvi� de lo que despu�s de todo es lo m�s dulce, lo m�s hermoso, lo m�s elevado en el hombre aqu� abajo. voluntad de su Dios y Padre. Tal fue el andar uniforme de Jes�s.

Ahora Israel hab�a fallado totalmente en su lugar. El libro de Deuteronomio reconoce este fracaso y se posiciona no s�lo en el hecho de que era imposible negarlo, sino en el deber de confesarlo. Al mismo tiempo, est� la introducci�n de la gracia de Dios, y de lo que conven�a al pueblo de Dios, cuando la ruina estaba all�. Esto supone un coraz�n que conoce a Dios; y ciertamente as� es con Mois�s.

Bien sabemos que, si Dios dio a conocer sus hechos a Israel, dio a conocer sus caminos a Mois�s. Pero Jes�s mismo conoc�a a Dios como Mois�s nunca lo hizo, y al usarlo le dio honor al libro que aclara c�mo en un estado de ruina el �nico principio salvador es la obediencia. Encontraremos m�s que eso antes de que hayamos terminado con el libro de Deuteronomio, aunque en esta conferencia no veamos completamente un car�cter especial del mismo que se presenta en la �ltima parte del libro, donde se probar� que el Nuevo Testament tambi�n lo usa de una manera muy llamativa.

Pero ya que las tres respuestas del Se�or est�n tomadas de la primera porci�n de Deuteronomio, que se presenta ante nosotros en esta ocasi�n, me he referido de inmediato a este hecho patente. Nunca podremos comprender debidamente el Antiguo Testamento a menos que sea a la luz del Nuevo; y si hay alguien que es personal y enf�ticamente "la luz", �es necesario decir que es Jes�s? Estos hombres olvidan.

No es de extra�ar, por tanto, que Deuteronomio en general haya sido poco comprendido, incluso por los hijos de Dios; que los pensamientos de los expositores son comparativamente vagos al explicarlo; y que los hombres tienden a leerlo con tan poca percepci�n de su significado que la p�rdida podr�a parecer comparativamente insignificante si no se leyera en absoluto.

En suma, �c�mo podr�a ser respetado como se merece, si se le considera como una repetici�n casi locuaz de la ley? Ahora bien, aparte de la irreverencia de tratar as� un libro inspirado, tal impresi�n est� lo m�s alejada posible del hecho. Deuteronomio tiene un car�cter propio totalmente distinto del de sus predecesores, como ya se ha se�alado y aparecer� con m�s detalle.

Veamos ahora los detalles en la medida en que se puede hacer en un vistazo tan breve como podemos permitirnos darlo en este momento.

Lo primero que se introduce aqu� es el hecho de que Jehov� les hab�a hablado en Horeb, diciendo: "Hab�is vivido bastante tiempo en este monte. Vu�lvete, y emprende tu viaje, y ve al monte de los amorreos, y a todos los lugares cercanos "aqu�, en la llanura, en las colinas, y en el valle, y al sur, y junto al mar, a la tierra de los cananeos, y al L�bano, al r�o grande, el r�o �ufrates.

He aqu�, os he entregado la tierra; entrad y poseed la tierra que Jehov� jur� a vuestros padres Abraham, Isaac y Jacob, que les dar�a a ellos ya su descendencia despu�s de ellos. Y os habl� en aquel tiempo, diciendo: Yo solo no os puedo llevar; Jehov� vuestro Dios os ha multiplicado, y he aqu�, sois hoy como las estrellas del cielo en multitud.� Mois�s les recuerda c�mo �l hab�a compartido la carga de cuidarlos con otros.

�Tomad vosotros sabios y entendidos, y notorios entre vuestras tribus, y yo los har� se�ores sobre vosotros�. As� se hizo; pero se a�ade que, cuando partieron de Horeb y atravesaron el desierto, "que hab�is visto por el camino del monte de los amorreos, os dije: Hab�is venido al monte de los amorreos, que Jehov� nuestro Dios nos la da. He aqu�, Jehov� tu Dios ha puesto la tierra delante de ti; sube y poseela, como te ha dicho Jehov� el Dios de tus padres; no temas, ni desmayes.�

Luego viene (v. 21 y ss.) la relaci�n de los motivos internos para el env�o de los esp�as.* Esto es bueno notarlo, ya que no deber�amos haberlo descubierto en el Libro de N�meros. Lo que tenemos aqu� no es una repetici�n; nos lleva a cosas secretas que obraron en la gente e impidieron su bendici�n. El punto principal a observar es que no hab�a un esp�ritu de obediencia en el pueblo, y esto les faltaba porque no hab�a fe en Dios.

Esto se muestra claramente. En consecuencia, no es un hecho aislado que desearan esp�as, o que Jehov� accediera a su deseo de tenerlos (esto ya lo hemos visto), sino que aqu� "Os acercasteis a m� cada uno de vosotros, y dijisteis: Enviaremos hombres delante de nosotros, y nos reconocer�n la tierra, y nos dar�n noticia por el camino que hemos de subir, y a qu� ciudades hemos de llegar". Mois�s menciona c�mo le agrad� el dicho: aqu� las cosas se dicen exactamente como fueron.

Es posible que no haya entendido en absoluto en ese momento lo que estaba obrando en la gente; pero todo est� dicho. "La palabra me agrad�, y tom� doce hombres de ustedes, uno de una tribu; y se volvieron y subieron al monte, y llegaron al valle de Escol, y lo reconocieron. Y tomaron del fruto de la tierra en sus manos, y nos la trajeron, y nos dieron cuenta, y dijeron: Buena es la tierra que Jehov� nuestro Dios nos da.

Mas vosotros no quisisteis subir, sino que os rebelasteis contra el mandamiento de Jehov� vuestro Dios, y murmurabais en vuestras tiendas, y dec�s: Porque Jehov� nos aborreci�. �Era esta su confianza? de Egipto." �No fue acaso la mezquindad de los hijos desobedientes, si es que los hubo alguna vez? "Por cuanto nos aborreci� Jehov�, nos sac� de la tierra de Egipto, para entregarnos en manos de los amorreos, para destruirnos . �Ad�nde subiremos? nuestros hermanos han desalentado nuestro coraz�n, diciendo: El pueblo es m�s grande y m�s alto que nosotros".

*Dr. Davidson (Introd. OT ip 235) se aventura a colocar porciones de este cap�tulo en yuxtaposici�n con dos de otros lugares, para mostrar que el hablar de Dios al escritor inspirado fue simplemente su propia mente y conciencia iluminadas desde lo alto. �l y otros autores sagrados deben ser considerados nada m�s que representantes de la inteligencia de su �poca en relaci�n con la Deidad. �El Deuteronomio, escribiendo en un per�odo posterior del mismo arreglo [la misi�n de los esp�as en N�meros], representa al pueblo proponiendo la medida a Mois�s, quien al considerarlo resolvi� ejecutarla, porque se aprobaba en su coraz�n y conciencia: "Os acercasteis a m� cada uno de vosotros, y dijisteis: Enviaremos hombres delante de nosotros, y ellos nos reconocer�n la tierra; y la palabra me agrad�; y tom� doce hombres de vosotros,

( Deuteronomio 1:22-23 ) De la misma manera se declara que Mois�s hizo un arreglo social importante por sugerencia de su suegro Jetro, quien dice al profetizar: 'Si haces esto, y Dios te lo mande, entonces podr�s', etc. ( �xodo 18:23 ) Pero en Deuteronomio 1:9 , etc.

, Mois�s habla de la misma instituci�n que la suya propia sin ninguna referencia a Jetro, o el mandato divino del que habl� Jetro". Tal es el insignificante esfuerzo del esc�ptico por rebajar el car�cter y el cr�dito de las Escrituras. Pero el creyente ve sabidur�a y gracia al comparar la primera declaraci�n hist�rica con el uso solemne que hace el legislador de la generaci�n que est� por entrar a la tierra, y la informaci�n a�adida es de grave importancia.

N�meros 13:1-33 da el hecho cuando Dios autoriz� a Mois�s a enviar los esp�as; Deuteronomio proporciona los motivos que obraron en el pueblo para desearlos. Porque �l mismo les hab�a dicho que subieran a la tierra; pero le rogaron a los esp�as que lo registraran primero. El deseo no eman� ni de Dios ni de Su siervo, sino del pueblo, aunque Mois�s, por mandato de Dios, los envi� a la ruina de esa generaci�n, como result�.

repetir el ofrecimiento de Dios de hacerse a s� mismo un nuevo tronco despu�s de su destrucci�n sino por su intercesi�n; mientras que por el otro confiesa c�mo �l, no menos que sus padres, hab�a agraviado a Jehov�, de modo que no los condujera a la tierra m�s que a ellos, sino que le diera ese lugar de honor a Josu�.

Concibe el estado de �nimo que podr�a decir que �en Deuteronomio Mois�s echa repetidamente la culpa de su expulsi�n al pueblo ( Deuteronomio 1:37 ; Deuteronomio 3:26 ; Deuteronomio 4:21 ); pero seg�n N�meros 20:12 Dios lo castig� as� por no creerle, mientras que en N�meros 27:14 su castigo fue ocasionado por la propia desobediencia del legislador"! (Introd. del Dr. D. OT i. 367.)

Una vez m�s, �qu� puede ser m�s simple y apropiado que el hecho de que Mois�s al final omita el nombre y el consejo de Jetro, y ponga al pueblo en mayor prominencia que �l mismo en la elecci�n de los gobernantes? Esto lo hab�a demostrado plenamente en la historia. Ahora se detiene principalmente en la parte de ellos en el asunto, confesando su propia incapacidad para hacer frente a su gran aumento, lo cual ruega conmovedoramente a Dios que se hinche mil veces, pero al mismo tiempo insta a los gobernantes a juzgar con justicia.

Tal fue el resultado genuino de enviar a los esp�as. El pueblo es m�s grande y m�s alto que nosotros; las ciudades son grandes y est�n amuralladas hasta el cielo; y adem�s hemos visto all� a los hijos de Anac. Entonces os dije: No tem�is, ni teng�is miedo de ellos. Jehov� vuestro Dios que va delante de vosotros, �l pelear� por vosotros, como todo lo que hizo por vosotros en Egipto delante de vuestros ojos, y en el desierto, donde hab�is visto que Jehov� vuestro Dios os dio a luz, como el hombre da a luz a su hijo, en todo el camino que anduvisteis, hasta que vinisteis a este lugar.

Mas en esto no cre�steis en Jehov� vuestro Dios, que iba delante de vosotros en el camino, para buscaros lugar donde asentar vuestras tiendas, en fuego de noche, para mostraros el camino por donde hab�is de ir, y en un nube de d�a." Entonces vinieron las amargas consecuencias. "Jehov� oy� la voz de vuestras palabras y se enoj�, y jur� diciendo: Ciertamente ninguno de estos hombres de esta mala generaci�n ver� la buena tierra que jur� dar a vuestros padres".

Estas fueron palabras solemnes para traer a la mente de Israel a punto de entrar en la buena tierra. Podemos ver sin dificultad la admirable conveniencia de tal introducci�n. Estaban a punto de entrar por gracia especial; porque es importante tener en cuenta que no fue por el pacto que se hizo en Horeb que los hijos de Israel entraron en la tierra en absoluto. Si Dios se hubiera atenido a los t�rminos de ese pacto, el pueblo nunca podr�a haber llegado a Cana�n; pero Dios se complaci� en introducir nuevos t�rminos de una manera que se mostrar� antes de que hayamos terminado con este bosquejo de Deuteronomio; y fue simple y �nicamente por esos nuevos t�rminos de misericordia que Dios mismo trajo por Su propia gracia que Israel entr� all�. Al mismo tiempo Mois�s, aunque muy consciente de esto, les recuerda la verdadera fuente de su miseria,

Es evidente, por lo tanto, que este libro tiene la diferencia m�s sensible de todos los que lo precedieron. Su moral gira en torno a este �nico modo posible de mantener la relaci�n con Dios, a saber, la obediencia; cu�l es la naturaleza de esa obediencia y c�mo se modifica; c�mo Dios en su gracia toma en cuenta la debilidad de aquellos que entran en esta relaci�n, y c�mo �l provee para Su propia gloria en ella.

En todo caso, cualquiera que sea Su gracia, cualesquiera que sean Sus caminos con Su pueblo, la obediencia es aquello de lo que �l no puede prescindir. Por lo tanto, vemos por qu� es que la primera circunstancia en su historia que se les present� fue que Dios les dijo que no subieran a la monta�a de los amorreos; pero se levantar�an con obstinaci�n y confianza en s� mismos, y fracasaron por completo ante sus enemigos. La tierra estaba justo delante de ellos, y en lo que a eso se refer�a, podr�an haber entrado y tomado posesi�n de ella de inmediato.

�Por qu� no lo hicieron? El libro de Deuteronomio lo revela. Porque no ten�an ni una part�cula de confianza en Dios. Por eso fue que, cuando Dios les dijo que subieran, ellos rehusaron y sufrieron las consecuencias de su desobediencia.

Esta es entonces la prueba crucial, por as� decirlo, que Mois�s aplica en todo momento; esta es la homil�a; porque ciertamente podemos llamar a Deuteronomio un libro de homil�as divinas a este respecto. Consiste en discursos morales y apelaciones en un tono sin precedentes en los cinco libros de Mois�s. �Necesita uno se�alar cu�n adecuado es todo esto para las �ltimas palabras de alguien que estaba a punto de partir? Poseen esa solemnidad inimitable que no se puede expresar tanto con palabras como se siente en el porte general del libro.

El mismo Mois�s tuvo el sentido m�s profundo de la situaci�n, pero de ninguna manera como alguien que desconfiaba de Jehov�, pues bien hab�a aprendido a contar con su amor. Sab�a plenamente que Jehov� no estaba haciendo nada sino lo que era para su propia gloria; �C�mo podr�a Su siervo entonces encontrar fallas? Hab�a razones debido al car�cter de Dios por las que Mois�s no deb�a llevar al pueblo a la alabanza. Lo hab�a comprometido en una ocasi�n cr�tica, y no pod�a dejar de sentir que as� era.

No es que esto hiciera la m�s peque�a nube entre el Amo y el sirviente. As� como Dios amaba a Mois�s, as� Mois�s confi� en Dios. Sin embargo, la circunstancia de que �l tambi�n no hab�a santificado a Jehov� su Dios en su coraz�n como deb�a, que incluso lo hab�a tergiversado cuando se deb�a sobre todo a Dios que su gracia se viera claramente, todo esto a�ad�a gravedad a las apelaciones y al estilo. del hombre de Dios que parte.

As� pues, las circunstancias de Mois�s, as� como las del pueblo, eran precisamente las adecuadas para imprimir la lecci�n de obediencia. Para un pueblo en relaci�n con Dios tal es el �nico camino posible, ya sea de agradarle, o de saborear ese gozo del Se�or que es la fuerza de su pueblo.

La obediencia es el verdadero manantial de bendici�n, como la desobediencia es el camino seguro de la ruina. Tal es el tema f�rtil que encontramos a lo largo del libro.

Por lo tanto, se da la historia de los amorreos, como vimos. Por lo tanto, aunque no deja de mostrar que Jehov� estaba consigo mismo, y c�mo Josu� iba a desplazarlo, no duda en presentar ante todos la historia de su propia verg�enza, por as� decirlo. �Qu� amor hab�a en esto, si de alguna manera pod�a inculcar la obediencia en la gente que acababa de entrar en la tierra! �Qu� buenos son los caminos y las palabras de Dios! As� es que el Nuevo Testamento nos da el fracaso del ap�stol Pedro, no s�lo al principio sino en la mitad misma de su carrera.

As� es que no nos oculta el acaloramiento de un Pablo, as� como la debilidad de un Bernab�; que habla del tropiezo tanto de Tom�s como de Marcos: todo se comunica abiertamente para nuestra instrucci�n. El primer deber de toda criatura, ya sea jud�a o cristiana, es la obediencia. Esta es entonces la principal verdad de Deuteronomio. Por eso, despu�s de que se nos ha presentado desde el principio, encontramos que su falta de confianza en Jehov� conduce a un nuevo mandato.

Ya no subir�n y tomar�n posesi�n de la tierra, sino que volver�n y emprender�n su viaje al desierto. Con esto no quisieron en absoluto cumplir; y as� el mismo esp�ritu que declin� subir en obediencia a Jehov� se niega a regresar en sumisi�n a �l.

"Entonces respondisteis y me dijisteis: Hemos pecado" "Hemos pecado contra Jehov�: subiremos y pelearemos". �Ay! es cosa f�cil decir: "Hemos pecado"; pero �cu�n a menudo tenemos que aprender que no es la r�pida y abrupta confesi�n del pecado lo que proporciona evidencia de que se siente el pecado! Es m�s bien una prueba de dureza de coraz�n. La conciencia siente que es necesario un cierto acto de confesi�n del pecado, pero tal vez no haya nada que endurezca m�s el coraz�n que el h�bito de confesar el pecado sin sentirlo.

Esta, creo, es una de las grandes trampas de la cristiandad de anta�o y ahora, es decir, el reconocimiento estereotipado del pecado, el mero h�bito de apresurarse en una f�rmula de confesi�n a Dios. Me atrevo a decir que casi todos lo hemos hecho, sin referirnos a ning�n modo en particular; por ay! hay bastante formalidad, y sin tener formas escritas, el coraz�n puede formar formas propias, como lo habremos observado, si no lo sabemos en nuestra propia experiencia, sin encontrar falta en otras personas, porque notoriamente, en un estado legal de la gente mental es propensa a pasar por el reconocimiento del pecado en lo que saben que ha ofendido al Se�or; pero incluso entonces hay una falta de inclinarse a Su voluntad.

Aqu�, pues, todos hemos puesto al descubierto. Los israelitas pensaron en arreglar todo el asunto con Dios diciendo: "Hemos pecado"; pero luego probaron que no hab�a nada arreglado, nada correcto; porque lo que realmente agrada a Dios es esta aceptaci�n de su buena voluntad, cualquiera que sea. La fe conduce a la obediencia: ante todo, la aceptaci�n de su palabra trae y asegura la bendici�n por la fe para nuestras almas; y luego, habi�ndola recibido, nos entregamos a Su voluntad.

�Para qu� estamos aqu� sino para agradar a Dios? Los israelitas no se dieron cuenta de nada por el estilo. Faltaba la fuente de la obediencia. Esto es lo que Mois�s est� imponiendo por todo tipo posible de declaraci�n y motivo; por su propio ejemplo y por el de ellos, as� como el ejemplo de sus padres. Todo esto est� hecho para converger en los ni�os. Quer�a dejarles su bendici�n, no, quer�a que tuvieran la mejor bendici�n que Dios les pudiera dar.

Junto a tener a Cristo mismo est� el seguir sus pasos. Despu�s de todo, �qu� mejor bendici�n puede haber en la tierra, excepto Cristo mismo, si es que no es parte de Cristo, que esa vida de Cristo que camina en obediencia?

Esto es entonces lo que estaba presionando. Pero sus padres no obedecieron en ese momento. No quisieron subir cuando Jehov� les mand�, y cuando les mand� volver atr�s, quisieron seguir adelante. Dijeron: "Hemos pecado contra Jehov�; subiremos y pelearemos conforme a todo lo que Jehov� nuestro Dios nos ha mandado".

Esta es una lecci�n solemne de que puede haber un completo esp�ritu de desobediencia en el mismo momento en que la gente habla de hacer cualquier cosa que a Dios le plazca mandar. Y es obvio, amados amigos, que de esto depende la obediencia, que realmente hagamos lo que Dios nos manda ahora que estamos haciendo lo que conviene a nuestra posici�n y estado actual. Lo que Dios impone a uno no necesariamente lo ordena a otro. Por ejemplo, no todos son llamados a servir a Dios de manera p�blica; ni todos est�n llamados a dar un paso o curso en particular que pueda involucrarlos en problemas y persecuci�n.

Tenemos que considerar si lo emprendemos por alg�n deseo humano de hero�smo. �Cu�ntos ha conocido uno que hubiera querido mucho ser m�rtires! No considero esto como evidencia del esp�ritu de obediencia, sino m�s bien como una especia de confianza en uno mismo. Cuando tal muerte est� realmente ante uno en el servicio, entonces quiz�s las dificultades se sentir�an incomparablemente m�s; porque el Se�or no llama a tal curso o fin para gratificar la naturaleza humana, o para dar una oportunidad para glorificar al hombre, sino siempre para Su propia gloria.

En tal caso no hay lugar para la voluntad, ni para la compasi�n del coraz�n. Cada paso en la obediencia real a Dios pone al hombre a prueba moralmente, y es m�s o menos acompa�ado de una prueba severa. Donde gobierna el mundo o la carne, no se siente la prueba. El hombre que dijo: "Maestro, te seguir� dondequiera que vayas", no ten�a fe en absoluto. El otro a quien Jes�s llam� pens� en su padre y en su madre; le gustar�a verlos primero.

As� es habitualmente donde la fe es real; pero la naturaleza a�n no ha sido juzgada de ra�z y rama. El coraz�n puede estar preparado para seguir al Se�or, pero las dificultades todav�a se sienten agudamente; mientras que el hombre que s�lo teoriza est� listo en su propia presunci�n, al menos de palabra, para hacer cualquier cosa; pero no hay seriedad de esp�ritu: todav�a no se conoce a s� mismo. Cueste lo que cueste, asume que cumplir� de inmediato con la voluntad del Se�or. Es exactamente as� aqu�.

Tal es, pues, la primera y notablemente llamativa introducci�n al libro.

A continuaci�n vemos cu�l fue el hecho cuando subieron a pesar de la advertencia de Dios para luchar contra los amorreos. "Jehov� me dijo: Diles: No sub�is, ni pele�is, porque yo no estoy entre vosotros, para que no se�is heridos delante de vuestros enemigos. As� os habl�; y no quisisteis o�r, sino que os rebelasteis contra el mandamiento de Y los amorreos que habitaban en aquel monte salieron contra vosotros y os persiguieron como hacen las abejas," hubo una huida ignominiosa "y os destruyeron en Seir, hasta Horma y volvisteis y llorasteis delante de Jehov�, pero Jehov� no escuch� vuestra voz, ni os prest� o�do. Y permanecisteis en Cades muchos d�as, conforme a los d�as que permanecisteis all�. Me temo que no hab�a mucho m�s en el llanto que en el reconocimiento del pecado.

Luego, en Deuteronomio 2:1-37 , el legislador les recuerda c�mo emprendieron su fatigoso viaje. �Pero qu� maravillosa gracia! Jehov� los acompa��; y por supuesto los fieles se volvieron tanto como los infieles. �Qu� bueno es el Se�or! Esto ya est� desarrollado. Mois�s dice: "Nos volvimos", no "vosotros", simplemente.

"Nos volvimos y partimos hacia el desierto por el camino del mar Rojo, como me hab�a dicho Jehov�; y rodeamos el monte Seir por muchos d�as. Y me habl� Jehov�, diciendo: Bastante has rodeado este monte; vu�lvete vosotros hacia el norte, y mandad vosotros al pueblo, diciendo: Vosotros pasar�is por el territorio de vuestros hermanos los hijos de Esa�, que habitan en Seir, y os tendr�n miedo; ellos; porque no os dar� de su tierra, ni aun la anchura de un pie; porque he dado el monte de Seir a Esa� en posesi�n.

As� Jehov� desde el principio les estaba ense�ando que no hab�an sido llamados a una misi�n de conquista indiscriminada. No estaba en Su mente ofrecer a los hombres Su ley o la espada. No pod�an tomar posesi�n de ninguna tierra por su propia voluntad. Jehov� no les dio licencia como el derecho de matar, quemar o saquear a otros como quisieran, sino simplemente una cuesti�n de sujeci�n a Dios y obediencia a �l, quien ten�a desde el principio un plan para las naciones alrededor de Israel como su centro. "Cuando el Alt�simo reparti� a las naciones su heredad, cuando separ� a los hijos de Ad�n, fij� los l�mites de los pueblos seg�n el n�mero de los hijos de Israel".

Es el mismo principio aqu� de nuevo como en otros lugares. El hombre no debe presumir de elegir. Israel fue llamado en todo a confiar en Jehov� y obedecer. �Hay algo tan saludable! Estoy persuadido de que, sobre todo, el cristiano, que tiene una relaci�n a�n m�s cercana con Dios, es la �ltima persona que debe ejercer una elecci�n en su propia voluntad. Cu�n grande es la bendici�n de quien camina, como camin� Cristo, en dependencia de Dios, no consult�ndolo s�lo si est� constre�ido, sino con una mente dispuesta, y seguro de que por su Esp�ritu, a trav�s de la palabra escrita, se digna guiar cada paso de su vida.

tu camino donde se juzga a ti mismo, y para darte a tomar el camino correcto con una simplicidad incomparablemente mejor que toda la sabidur�a que el mundo podr�a reunir, si uno buscara en la independencia para elegir por s� mismo!

Esto me parece puesto a prueba en la cuesti�n de la tierra de Edom. No hab�a duda alguna de que Esa� se hab�a comportado tan mal que los hijos de Israel probablemente no lo olvidar�an. Sabemos c�mo persisten estas tradiciones entre los hombres, particularmente en Oriente. Pero no, Dios no permitir�a que se entrometieran. "No te dar� de su tierra". Jehov� fue m�s cuidadoso exactamente donde ten�a menos simpat�a. El hecho del orgullo y desprecio de Esa� por Israel no les dio licencia para tomar su tierra.

"He dado el monte Seir a Esa� en posesi�n". Dios siempre se aferra a Sus propios principios, y nos ense�a a respetarlos en los dem�s. "Por dinero comprar�is de ellos carne, para que com�is; y tambi�n por dinero comprar�is de ellos agua, para que beb�is. Porque Jehov� vuestro Dios os bendijo en todas las obras de vuestras manos; �l conoce vuestro andar este gran desierto: estos cuarenta a�os Jehov� tu Dios ha estado contigo, nada te ha faltado.

"�Por qu� han de codiciar? Deben aprender a no buscar lo que Dios no les dar�a. Ese es el punto para hacer la voluntad de Dios. Jehov� hab�a bendecido a Israel, y los tendr�a contentos y agradecidos en lugar de codiciar los bienes de su pr�jimo. �l tambi�n era quien hab�a dado el monte a Esa�: eso fue suficiente. E Israel se inclin� a la voluntad de su Dios. "Y cuando pasamos de nuestros hermanos los hijos de Esa�, que habitaban en Seir, por el camino de la llanura de Elat , y de Ezion-gaber, nos desviamos y pasamos por el camino del desierto de Moab".

Luego sale otra instancia. �Iban a echar mano de los moabitas que no eran parientes tan cercanos como los edomitas? No tan. "No aflijas a los moabitas, ni contiendas con ellos en batalla, porque no te dar� de su tierra en posesi�n, porque he dado Ar a los hijos de Lot en posesi�n". As�, vemos, la segunda exhortaci�n contiene una lecci�n sobre los dem�s, como la primera era el peligro de la desobediencia por su parte.

Lo que encontramos aqu� es una advertencia de no ceder a la vista de sus ojos ni a la violencia de sus manos, resguard�ndose de un esp�ritu codicioso que menosprecia lo que Dios ha asignado a los dem�s. Es siempre el mismo deber de sumisi�n a la voluntad de Dios. El primer cap�tulo toma conocimiento de s� mismos; el segundo cap�tulo los pone a prueba en presencia de otras personas. No alteraba su deber, si la historia anterior de Moab y Am�n, tanto como la de Esa�, estaba lejos de ser buena.

Conocemos la blasfemia de Esa�; conocemos las circunstancias solemnes de Moab y Am�n desde su mismo origen; pero a pesar de todo eso, Dios no permitir�a que su pueblo se complaciera en lo que no correspond�a a �l mismo, representado aunque d�bilmente en y por Israel. Esta es la esencia simple del libro. Es la conducta debida de un pueblo en relaci�n con Jehov�; ya no es el sacar a la luz instituciones t�picas, sino el desarrollo de los caminos morales que llegan a ser el pueblo con el cual Jehov� ten�a una conexi�n y trato en la Tierra en la actualidad.

El gran deber y salvaguardia es siempre prestar atenci�n a su palabra, y consultarlo no solo por su propio camino sino con respecto a los dem�s. El mismo principio se persigue constantemente en todos los lados.

Fueron juzgados despu�s de esto por otro caso de indulgencia. �Y aconteci� que cuando hubieron consumido todos los hombres de guerra de entre el pueblo, Jehov� me habl�, diciendo: T� pasar�s hoy por Ar, el t�rmino de Moab; los hijos de Am�n, no los angusties, ni te entrometas con ellos". Pero el mismo deber permanece para ellos. Vemos de esto que es mera ignorancia suponer que no hay un sistema divino en el libro; y esto es m�s notable, creo yo, en Deuteronomio, si cabe, que en los libros precedentes.

Todos podemos entender un arreglo ordenado donde hay tipos todos ordenados de manera consecutiva; pero aqu� en estas exhortaciones morales es, aunque de otra manera, igual de sensata. En este caso tambi�n tenemos el hecho de que hubo muchos combates en los d�as anteriores. Los hijos de Moab hab�an tenido sus guerras. �Hab�a alguna raz�n en esto por la cual los hijos de Israel deber�an tener guerras con ellos ahora? Y en cuanto a los hijos de Am�n, ellos tambi�n hab�an pasado por una experiencia similar.

Los gigantes hab�an habitado all� en tiempos pasados, y los amonitas los llamaron Zamzummims. Eran "un pueblo grande, y numeroso, y alto como los anaceos; pero Jehov� los destruy� delante de ellos, y ellos los sucedieron, y habitaron en su lugar". Pero esta no era la raz�n por la que deb�an esperar que Jehov� destruyera a los amonitas ahora. Ambos fueron motivos poderosos para no temer a las razas cananeas, que estaban destinadas a la extirpaci�n.

As� se mantuvo en el pueblo un completo sentido de disciplina y, sobre todo, dependencia y confianza en Jehov�. Deb�an ser guiados simplemente no por lo que Jehov� hab�a hecho en la providencia de Amm�n, Moab o Esa�, sino por Su voluntad en cuanto a ellos. Esta fue una lecci�n para Israel de primer orden. �Que no lo olvidemos nosotros mismos! �El favor del pacto seguramente har�a tanto por Israel como la providencia hab�a hecho por Moab y Am�n!

Todo esto precede entonces a otra lecci�n. Es bueno se�alar aqu� que el vers�culo 24 es exactamente paralelo al vers�culo 13; que no es Mois�s en el vers�culo 13, sino Jehov� quien ordena "levantarse", etc., en ambos; y que los vers�culos 10-12 son un par�ntesis de historia pasada instructiva para beneficio moral como los vers�culos 20-23. "Lev�ntense, tomen su viaje y pasen el r�o Arn�n". Ahora viene otra promesa: "He aqu�", dice �l, "he entregado en tu mano a Seh�n el amorreo.

"Aqu�, entonces, son llamados a la acci�n. Se observar� que, en primer lugar, en este cap�tulo, no se trataba de actividad sino de sujeci�n. Podr�a ser, y sin duda lo fue, suficiente para que Israel tomara con tranquilidad la hostilidad de los edomitas, amonitas y moabitas; pero no importa cu�l sea la provocaci�n dada, no importa c�mo puedan ser insultados por ellos (y lo fueron), una mano de Israel no debe levantarse contra sus hermanos; porque Jehov� les recuerda la conexi�n, y da a esas razas el nombre m�s cercano posible a sus hermanos.

Edomitas o moabitas o amonitas, insensibles y dispuestos a da�ar a Israel, a�n as� Dios educar�a a su pueblo para que recordara cualquier v�nculo de la naturaleza que hubiera: si llegaban los golpes, Dios no se olvidar�a del delincuente. Mientras tanto, no deb�an entrometerse con sus parientes, aunque fueran celosos y desagradables.

Pero Israel est� llamado a la acci�n. Levantaos, partid, y pasad el r�o Arn�n; he aqu�, he entregado en vuestras manos a Seh�n el amorreo, rey de Hesb�n, y su tierra; comenzad a poseerla, y pelead con �l en batalla. Hoy �Comenzar� a poner tu pavor y tu temor sobre las naciones que est�n debajo de todo el cielo, las cuales oir�n tu fama, y ??temblar�n y se angustiar�n por causa de ti?

Y envi� mensajeros desde el desierto de Quedemot a Seh�n rey de Hesb�n con palabras de paz". �No es esto muy notable? �Qu� diferencia entre la conducta de Dios de Su pueblo y la corrupci�n del hombre! Cuando comparamos, por ejemplo, la forma en que Mois�s, bajo la direcci�n de Dios, iba a guiar a los israelitas, y la forma en que Mahoma pervirti� la palabra en una f�bula para fines ambiciosos y para permitir las concupiscencias y pasiones humanas, �qui�n no puede ver la diferencia? el �nico caso fue el zarandeo y el escrutinio completo de Dios, �con qui�n m�s?, �con los enemigos?, en absoluto, sino con su propio pueblo.

En sus tratos con ellos aplic� un est�ndar m�s alto y mucha m�s severidad. Hubo incomparablemente mayor rigor de juicio con los hijos de Israel que con todos sus enemigos juntos. F�jese en el hecho mismo que aqu� se nos presenta: ni un solo hombre de la congregaci�n de Jehov� que sali� de Egipto pas� a la tierra santa, salvo dos individuos, que se identificaron por fe desde el mismo principio con la gloria de Jehov�.

�D�nde m�s se puede encontrar un cuidado tan celoso como este? Se concede que no perecieron todos de la misma manera, sino que todos cayeron en el desierto. Cualesquiera que sean los golpes que cayeron sobre Seh�n, o sobre Og, o sobre cualquiera de los otros; Cualesquiera que hayan sido los caminos de Dios con Moab y Am�n despu�s, o incluso con Egipto, nunca se vio un rigor tan implacable como con Israel.

Cuando el hombre construye una sociedad, cuando funda una religi�n o cualquier otro plan, �cu�n completamente diferente es su curso! �Qu� suaves censuras, si es que las hay, qu� palpable favoritismo hacia su propio partido, donde m�s merecen reprimenda y reprimenda o tal vez medidas a�n m�s severas! Por otro lado, no hay piedad sino una severidad despiadada siempre servida a los que se niegan a confraternizar, por no hablar de la enemistad incesante a los que condenan y se oponen.

Pero en el caso de Israel, Dios impuso una disciplina mucho m�s completa y minuciosa en todos sus caminos. No se us� compulsi�n a las naciones de afuera. En casos especiales, el juicio en su totalidad sigui� su curso. �Era algo as� la regla en la que el hombre tomaba la Biblia para sus propios fines? Ocurri� de otra manera con Mahoma. Puede que no haga una concesi�n tan generosa a los dem�s como la que se dej� a s� mismo. No me detengo en esto.

Todos sabemos que es natural en el hombre desdichado y obstinado. Pero nunca hubo un sistema que complaciera m�s completamente el malvado coraz�n del hombre, y lo gratificara en su violencia contra otros, y en su corrupta lujuria por s� mismo, que esa espantosa impostura. Mientras que, incluso en los tratos de Dios con una naci�n seg�n la carne (y tal es la verdad en cuanto a Israel aqu�), hubo un control admirable sobre el hombre y el testimonio del gobierno divino, aunque la ley no perfeccion� nada.

Todav�a no era Cristo manifestado, sino el hombre sometido a prueba por la ley y sus ordenanzas y restricciones, tratado como si viviera en el mundo e instruido en vista de esta vida presente. Sin embargo, a pesar de todo eso, a pesar de que no fue m�s que la manifestaci�n gubernamental de Dios con una naci�n (no completamente como con Cristo, sino provisionalmente por Mois�s), no hay un fragmento de ella que, cuando se examina con franqueza, no pruebe la bondad y la santidad de Dios, tanto como ilustra tambi�n por otro lado la rebeld�a del hombre, del hombre elegido, incluso del pueblo de Dios.

En este caso veamos los principios de la disciplina de Jehov�. �Garantiz� �l que Israel coaccionara a Seh�n con amenazas de venganza o que ganara con halagos? �Le ofreci� el libro de la ley con una mano o la espada con la otra? Nada de ese tipo. Mire c�mo trat� Jehov� incluso a estos enemigos de Israel. "D�jame pasar por tu tierra: por el camino ir�, no me desviar� a la derecha ni a la izquierda.

Me vender�s carne por dinero, para que yo coma; y dame agua por dinero, para que yo beba; solamente que yo pasar� a pie." "Pero Seh�n", se dice, "rey de Hesb�n, no nos dej� pasar por �l; porque Jehov� tu Dios endureci� su esp�ritu, y obstin� su coraz�n, para entregarlo en tu mano, como parece hoy. Y me dijo Jehov�: He aqu�, yo he comenzado a dar delante de ti a Seh�n y su tierra; comienza a poseer para heredar su tierra.

Entonces sali� Seh�n contra nosotros, �l y todo su pueblo, para pelear en Jahaz. Y Jehov� nuestro Dios lo entreg� delante de nosotros; y lo derrotamos a �l, a sus hijos ya todo su pueblo�. Israel sigui� el camino de la rectitud y la cortes�a. Seh�n se abalanz� sobre ellos para su propia ruina; y solo as� golpe� Israel y despoj� al rey de Hesb�n.

En Deuteronomio 3:1-29 es sustancialmente similar a Bas�n. Sali� el rey Og, y como con Hesb�n, tambi�n con Bas�n. �Jehov� me dijo: No temas, porque lo entregar� a �l, a todo su pueblo y a su tierra, en tu mano; y har�s con �l como hiciste con Seh�n rey de los amorreos, que habitaba en Hesb�n. Jehov� nuestro Dios entreg� en nuestras manos tambi�n a Og, rey de Bas�n, y a todo su pueblo�. Todo esto se manifiesta a Israel como el fruto de obedecer a Jehov�.

Deuteronomio 1:1-46 nos deja ver el fin de la desobediencia; Deuteronomio 2:1-37 ; Deuteronomio 3:1-29 nos da a conocer con tanta claridad el resultado de la obediencia. Nada puede ser m�s manifiesto que la base moral que Mois�s est� preparando para todo el resto del libro que sigue.

En Deuteronomio 4:1-49 encontramos otra l�nea de cosas. El legislador les presenta la manera en que la ley los trata a ellos mismos, en un aspecto particular, que les impone. �Ahora, pues, escucha, oh Israel�. Parece ser un discurso fresco hasta cierto punto. Ahora pues, escucha, oh Israel, los estatutos y los decretos que yo te ense�o, para que los cumplas, y vivas, y entres y poseas la tierra que Jehov� el Dios de tus padres te da.

No a�adir�is a la palabra que yo os mando, ni disminuir�is de ella, para que guard�is los mandamientos de Jehov� vuestro Dios que yo os ordeno.� Seguramente esto vuelve a ser demasiado claro para exigir muchas palabras nuestras. para demostrar lo que Mois�s, o m�s bien Dios mismo, tiene en mente en todos estos Cap�tulos. Es la obediencia. "Vuestros ojos han visto lo que Jehov� hizo a causa de Baal-peor: para todos los hombres que segu�an a Baal-peor, Jehov� tu Dios los ha destruido de en medio de ti.

Pero vosotros, los que os adheristeis a Jehov� vuestro Dios, est�is todos vivos hoy.� As� tambi�n se usa este hecho. Jehov� hab�a eliminado a la generaci�n anterior por su desobediencia. Jehov� mi Dios me ha mandado que as� hag�is en la tierra adonde entr�is para poseerla. Guardad, pues, y hacedlas; porque esta es vuestra sabidur�a y vuestro entendimiento a la vista de las naciones, las cuales oir�n todos estos estatutos, y dir�n: Ciertamente esta gran naci�n es pueblo sabio y entendido.

A continuaci�n, presiona su singular privilegio en Su presencia con ellos. �Qu� naci�n tuvo tal maravilla como Dios mismo en medio de ellos Dios mismo cerca de los m�s peque�os de ellos? "Porque �qu� naci�n hay tan grande, que tiene a Dios tan cerca de ellos, como lo est� Jehov� nuestro Dios en todas las cosas que le invocamos? �Y qu� naci�n hay tan grande, que tiene estatutos y juicios tan justos como todos estos ley que yo pongo hoy delante de vosotros.

No fue simplemente una visi�n de Dios, sino de Aquel que se dign� tomar el inter�s m�s vivo e �ntimo en Su pueblo Israel. �Solamente ten cuidado de ti mismo, y guarda tu alma con diligencia, para que no te olvides de las cosas que tus ojos han visto. , y que no se aparten de tu coraz�n todos los d�as de tu vida; sino ens��ales a tus hijos, y a los hijos de tus hijos�.

El punto que se insiste aqu� es que cuando llegaron y se pararon, hasta donde cualquiera pod�a estar, en la presencia de Dios, no hab�an visto ninguna semejanza de Jehov�. �Qu� protecci�n contra el mal uso de las formas externas! Dios mismo no se revel� a s� mismo mediante una forma de criatura externa. Jehov� su Dios no se hizo visible a ellos por una semejanza. En consecuencia, aqu� se asesta un duro golpe a la tendencia a la idolatr�a.

Porque cuando se separaron de Cristo, esas ordenanzas solo se convirtieron en una trampa para los hombres. M�s a�n desde Cristo: las ordenanzas mal utilizadas son pr�cticamente lo mismo en principio, como G�latas 4:1-31 . Esto se previno desde el principio por el hecho de que no se conced�a ninguna semejanza de Dios. �Os acercasteis y os quedasteis debajo del monte; y el monte ard�a con fuego en medio del cielo, con tinieblas, nubes y densas tinieblas.

Y Jehov� os habl� de en medio del fuego: o�steis la voz de las palabras" porque fueron llamados a obedecer "pero no visteis semejanza; s�lo vosotros o�steis una voz. Y os declar� su pacto, el cual os mand� poner por obra, s�, los diez mandamientos; y las escribi� en dos tablas de piedra�. Y luego viene la exhortaci�n a guardarse de corromperse con idolatr�as, con la semejanza de cualquier criatura. Esto se contin�a hasta el final del cap�tulo, con la instituci�n de las ciudades donde el homicida podr�a encontrar refugio.

En Deuteronomio 5:1-33 nos acercamos a�n m�s. "Y llam� Mois�s a todo Israel, y les dijo: O�d, Israel, los estatutos y los juicios que os hablo hoy a vuestros o�dos, para que los aprend�is, los guard�is y los pong�is por obra". La obediencia es el reclamo. "Jehov� nuestro Dios hizo un pacto con nosotros en Horeb.

"Encontraremos uno nuevo hecho en la tierra de Moab, pero ante todo se les recuerda el pacto sina�tico. "Jehov� no hizo este pacto con nuestros padres, sino con nosotros, incluso nosotros, que estamos todos aqu� vivos cara a cara habl� Jehov� con vosotros hoy en el monte de en medio del fuego. (Yo me interpuse entre Jehov� y vosotros en aquel tiempo, para anunciaros la palabra de Jehov�; porque tem�ais a causa del fuego, y no subisteis al monte.

)" Entonces se establece el memorial de que Jehov�, quien les dio Su ley, era el mismo que los hab�a sacado de la tierra de Egipto. Eran un pueblo puesto en relaci�n con Dios, y el objeto de Sus palabras era guardar ellos de la inconsistencia pr�ctica con esa relaci�n.

Es notable que, aunque a este respecto Mois�s les da lo que se llama los diez mandamientos, hay sin embargo una diferencia expresa y manifiesta en la forma en comparaci�n con �xodo; tan poco es Deuteronomio un mero ensayo de los libros anteriores.* Es un punto familiar para muchos, pero puede reclamar una breve atenci�n aqu�, especialmente porque no todos ven su relaci�n en ninguna de las menos sorprendentes de las diez palabras; Hablo de la ley del s�bado.

Algunos se preguntan por qu� deber�a unirse a los otros mandamientos; pero el s�bado es tanto m�s importante aqu�, porque no es estrictamente un mandamiento moral. Esto hace que el principio en juego se sienta m�s. La ley del s�bado descansa enteramente en la palabra de Dios mismo. Era una cuesti�n de Su autoridad, no de lo que un hombre pudiera discernir intr�nsecamente. Lo que se entiende por ley moral es aquello sobre lo que uno puede pronunciarse desde dentro incluso sin una prescripci�n de Dios.

Por ejemplo, un hombre sabe perfectamente que no tiene derecho a robar. Si una persona toma lo que no le pertenece, todo hombre, incluso un pagano, puede juzgarlo. Puede haber pa�ses donde todo est� moralmente en el punto m�s bajo y donde, por lo tanto, un mal se valore con menos severidad que en otros lugares. Pero, �d�nde est� el salvaje incluso que no conoce la maldad de robar? Porque aunque pueda permitirse una dispensa para tomar de otros, que un hombre le robe, y pronto se ver� si no condena el mal.

Claramente, entonces, el salvaje sabe muy bien que es injustificable robar. Pero nadie sabe acerca del d�a de reposo a menos que Jehov� lo ordene. Sin embargo, �l une su observancia con prohibiciones del mal que el hombre mismo podr�a juzgar. Por lo tanto, es la afirmaci�n m�s fuerte de Su autoridad.

*Es angustiante que cualquier hombre que lleve el nombre de pila escriba como lo hace el Dr. Davidson. (Introd. OT i. pp. 226-228.) "Al comparar el dec�logo seg�n consta en �xodo 20:2-17 y Deuteronomio 5:6-21 , se observar�

"1. Que de ambos se dice : "Dios habl� todas estas palabras" ( �xodo 20:1 ; Deuteronomio 5:22 ).

"2 No obstante tal declaraci�n expresa, ocurren las siguientes diversidades. En Deuteronomio 5:12 el t�rmino guardar corresponde a recordar en �xodo 20:8 , y falta la �ltima cl�usula del vers�culo anterior, 'como el Se�or tu Dios ha mandado'. en �xodo.

En Deuteronomio 5:14 est� la adici�n, 'tu buey ni tu asno', as� como la cl�usula, 'para que tu siervo y tu sierva descansen como t�'. De nuevo, en Deuteronomio 5:16 se suplen dos nuevas cl�usulas, 'y para que te vaya bien', y 'como Jehov� tu Dios te ha mandado'.

La conjunci�n copulativa se antepone a los �ltimos cuatro mandamientos en Deuteronomio. En el noveno y d�cimo los t�rminos 'falsedad' y 'codicia' no son los mismos que en �xodo. El d�cimo tambi�n tiene las dos primeras cl�usulas en un orden diferente al del �xodo, y agrega 'su campo'.

"3. Las diversidades anteriores muestran que la ipsissima verba dicha por Dios no puede estar en ambos, porque ambos no concuerdan exactamente.

"4. Es posible, sin embargo, que la ipsissima verba est� en uno u otro. En consecuencia, la mayor�a de los expositores toman el registro en �xodo como el exacto, suponiendo que, como Mois�s estaba hablando al pueblo en el �ltimo caso, recit� de memoria, no de las tablas de piedra, y por lo tanto hay alguna variaci�n de t�rminos. Sin embargo, algunos piensan que el registro en Deuteronomio es m�s exacto, porque cuando Mois�s registr� las palabras en �xodo hab�a o�do el dec�logo pronunciado; mientras que, cuando lo repiti� en Deuteronomio, estaba en sus manos, inscrito en letras permanentes.

"5. Si el sentido r�gidamente literal de la frase 'Dios habl� estas palabras' no se cumple en el caso de un registro, no es necesario en el caso del otro. O, si la cl�usula an�loga se usa en ambos libros, "que Dios las escribi� en dos tablas de piedra", no se presiona literalmente en un caso, no hay necesidad de hacerlo en el otro. Nos parece probable que el registro en �xodo sea m�s exacto. Que en Deuteronomio tiene una ampliaci�n correspondiente al estilo del libro.

"6. Suponemos que el registro en �xodo es el m�s antiguo. Sin embargo, ser�a arriesgado afirmar que es el original exacto. Es muy improbable que ambos procedieran del mismo escritor, porque en el principio de estricta literalidad del lenguaje se contradice a s� mismo. Ambos son sustancialmente el dec�logo; pero Mois�s no escribi� ambos. De hecho, no podr�a haber escrito ninguno en su forma actual, porque eso en �xodo es Jehovista, y m�s antiguo que el registro en Deuteronomio. Si lo hemos hecho, " &C.

En el mismo esp�ritu esc�ptico sigue el Dr. Colenso. (The Pent. pt. ii., pp. 364-366.)

Ahora bien, afirmo que, a la luz de las Escrituras, ninguna persona c�ndida puede negar que �xodo se presenta como la historia del asunto; el Deuteronomio como un recital posterior al pueblo, sin el menor prop�sito de reiterar las palabras, lo que hubiera sido lo m�s f�cil del mundo; porque incluso estos librepensadores no pretenden que el Deuteronomio no poseyera �xodo. Por lo tanto, si las tinieblas no hubieran velado sus ojos, habr�an visto que la �ltima cl�usula de Deuteronomio 5:12 citada no pod�a estar en �xodo, y que su existencia en Deuteronomio prueba que tenemos aqu� una referencia grave e instructiva a los mandamientos formalmente dado en el segundo libro de Mois�s.

Por lo tanto, los motivos morales que se agregan son tan apropiados en Deuteronomio como no podr�an, ni deber�an, serlo en �xodo. El recuerdo de su propio estado como esclavos en Egipto hasta que Jehov� los entreg� es muy adecuado en el vers�culo 15; pero es cierto que este es un llamamiento a sus corazones, no el fundamento declarado por Dios al promulgar el cuarto mandamiento. Todo es perfecto en su propio lugar, y la imputaci�n de autocontradicci�n es tan infundada como maliciosa e irreverente.

Pero uno s�lo debe esperar esto de hombres cuyo objetivo es reducir a los escritores inspirados a su propio nivel, y que piensan que la piedad puede coexistir con el fraude, s�, con la falsedad fraudulenta acerca de Dios.

Esto se olvida constantemente cuando los hombres hablan de la ley moral. Uno de los deberes de mayor peso no es propiamente una cuesti�n moral en absoluto, sino que depende simplemente del mandamiento de Dios. No es que dude que el d�a de reposo sea del momento m�s profundo posible, y tan duradero en sus pretensiones que, cuando llegue el milenio, ese d�a de descanso volver� a estar en plena vigencia.

Por lo tanto, no es correcto que se termine con el d�a de reposo: mucha gente en la cristiandad piensa as�; pero me tomo la libertad de tener una opini�n m�s fuerte sobre el s�bado que incluso aquellos que se creen m�s fuertes.

Muchos lo cuentan enterrado en la tumba de Cristo, pero no es as�. Lejos de haber terminado, sabemos por la palabra de Dios que �l mantendr� estrictamente el descanso sab�tico y lo har� cumplir en los d�as del reino; de modo que, si un hombre no se inclina a Su autoridad, ciertamente caer� bajo el juicio divino: tanto hace Jehov� de ella en s� misma, y ??tanto har� de ella para la obediencia de otros en el d�a que viene .

Sin embargo, no estamos bajo la ley sino bajo la gracia. La ley del s�bado no se da a los cristianos. La gracia nos ha sacado de la condici�n de naci�n en la carne o de los hombres en la tierra. El cristiano no es un mero hombre, ni es un jud�o. Si uno fuera simplemente un hombre, uno debe tener que ver con el lugar y el estado de Ad�n ca�do. Para un jud�o sin duda existe la ley de Mois�s. Pero para el cristiano, un rasgo muy esencial de su posici�n es que est� liberado de la condici�n de hombre o de Israel, y llamado a Cristo ya las cosas celestiales.

Por lo tanto, su muerte a la ley no es para debilitar la autoridad de la ley, sino debido a los principios de la gracia divina que ahora se manifiestan en Cristo resucitado de entre los muertos, fundados en su muerte, manifestados en su resurrecci�n y mantenidos por la Esp�ritu Santo enviado del cielo. Tal es la raz�n por la cual un cristiano incluso ahora en la tierra pasa a un estado de cosas totalmente nuevo. En consecuencia, cuando comenz� el cristianismo, el primer d�a de la semana se convirti� en la marca distintiva, el d�a del Se�or, y no el d�a de reposo.

Porque debemos recordar que el s�bado no significa un s�ptimo d�a, como algunas personas (lamento decirlo) se equivocan; sino el s�ptimo d�a y no otro. Esto est� tan decidido que en la edad del milenio habr� un mantenimiento estricto de ese d�a con toda la autoridad de Dios mismo, investida y ejercida por el Mes�as que gobierna a Israel y la tierra.

Perm�tanme referirme a esto por un momento m�s, para que no haya ning�n error sobre lo que me parece ser la verdad al respecto. En el mandamiento de guardarlo Jehov� el Dios de Israel habla al efecto: "Seis d�as trabajar�s, y har�s toda tu obra; mas el s�ptimo d�a es reposo para Jehov� tu Dios; en �l no har�s obra alguna. " Pero el motivo aqu� no es porque Dios descans� en ese d�a, sino porque deb�an recordar que ellos eran siervos en la tierra de Egipto, y que Jehov� los hab�a sacado con mano fuerte y brazo extendido: "Por tanto, Jehov� tu Dios te ha mandado que guardes el d�a de reposo.

Seguramente esto es muy significativo, y se�ala una diferencia manifiesta en el car�cter, alcance y dise�o del libro de Deuteronomio en comparaci�n con �xodo. En un caso hab�a un recuerdo de la creaci�n; en este caso, de la redenci�n simb�lica, la sacado de Egipto. El hecho es que la redenci�n, incluso en tipo, es un motivo m�s fuerte para la obediencia que la creaci�n misma. Esta parece ser la raz�n por la que se trae aqu�, ya que el tiempo ya pas�, mientras que todo estaba fresco en �xodo, que es la principal muestra de esa verdad.

Si hemos visto que el objeto de toda esta parte de Deuteronomio es la imposici�n de la obediencia, no hay nada que mantenga tanto la obediencia como la redenci�n; y si as� fuere cuando fue s�lo una liberaci�n exterior, �cu�nto m�s cuando es eterna?

Se permite libremente que las diez palabras tengan un car�cter espec�fico del momento m�s profundo para el hombre en la tierra, a diferencia de lo que era judicial y ceremonial. Por eso Mois�s dice: "Estas palabras habl� Jehov� a toda vuestra congregaci�n en el monte, de en medio del fuego, de la nube y de las densas tinieblas, a gran voz; y no a�adi� m�s. Y las escribi� en dos tablas de piedra, y me las entreg�".

Luego sigue el relato de su temor ante las palabras solemnes de Dios, su promesa de obedecer y el lugar de mediaci�n que el pueblo deseaba y Dios sancion� para Mois�s.

En Deuteronomio 6:1-25 encontramos el primero de esos textos que cita nuestro Se�or. Por lo tanto, no necesito decir que hay una peculiar solemnidad en su car�cter. El pasaje insiste en la unidad del Dios verdadero. Esta era una verdad que Israel era m�s propenso a ignorar. El punto mismo de la fe, del cual somos especialmente responsables, es lo que m�s peligro corremos de olvidar bajo presi�n o descuido.

Cualquier cosa por la que seamos llamados es lo que Satan�s se esfuerza por destruir. �Por qui�n? nuestros adversarios? No, no s�lo as�, sino por nosotros mismos. Para aplicar lo que ahora nos ocupa aqu�, dame los puntos principales, fundamentales y m�s sobresalientes del cristianismo, y te mostrar� que estas son las mismas verdades que los cristianos corren m�s peligro de olvidar. �Qu� es lo que caracteriza al cristianismo? Redenci�n cumplida; Cristo, cabeza de la iglesia de arriba; el Esp�ritu Santo enviado aqu� abajo; y todo esto testimoniado en el culto y en los caminos de los cristianos y de la iglesia.

�Es esto lo que sientes? �Es esto lo que lees? �Es esto lo que escuchas? Nada menos. Lo m�s dif�cil de encontrar ahora en un cristiano es una verdadera inteligencia sobre el cristianismo. De hecho, com�nmente vemos que los cristianos entienden mucho mejor lo que los jud�os deber�an haber hecho que lo que ellos mismos deber�an estar haciendo. En resumen, sea lo que sea a lo que Dios nos llama, es precisamente lo que el diablo se esfuerza por oscurecer, y as� obstaculizar nuestro testimonio.

Entonces, el punto para el jud�o era el �nico Dios verdadero. "Jehov� Dios que te ha sacado de la tierra de Egipto" �l era el �nico Dios. �A qu� se inclinaron siempre? Establecer otros dioses en el desierto. En consecuencia, esta es la verdad solemne y central que se presenta aqu�. "Escucha, oh Israel". Estaban a punto de entrar en la tierra para disfrutarla; sino "Oye, Israel: Jehov� nuestro Dios uno es. Y amar�s a Jehov� tu Dios con todo tu coraz�n, y con toda tu alma, y ??con todas tus fuerzas.

Y estas palabras que yo te mando hoy, estar�n en tu coraz�n. Y las ense�ar�s diligentemente a tus hijos", y deb�an atarlas como una se�al; deb�an hacer mucho de ellas en todos los puntos fuera de la casa y dentro, y siempre. Y esto se hace cumplir en las mismas palabras que nuestro Salvador empleado. "Temer�s a Jehov� tu Dios, y le servir�s, y por su nombre jurar�s.

Deb�a ser una verdadera fidelidad: no era meramente un dogma puro y simple, sino ser conocido como un hecho. Se revelaba como la gran verdad operativa, continuamente impresa en Israel, su �nico Dios verdadero.

Parece innecesario decir que esto es totalmente inferior al cristianismo; y como nos hemos referido a la diferencia de un jud�o y un cristiano en cuanto al d�a de reposo y el primer d�a de la semana, en cuanto a esto. La revelaci�n esencial de Dios para nosotros es el Padre, el Hijo y el Esp�ritu Santo, el Padre manifestado por el Hijo y dado a conocer por el Esp�ritu. Esta es una verdad tan caracter�stica para nosotros como lo fue Jehov� para un jud�o.

Ahora, notoriamente como dogma, es reconocido en todas partes en la cristiandad, excepto por los herejes; pero en el momento en que se apropia como un hecho pr�ctico, la gente retrocede y comienza a calificar y mutilar. "�Es �l, pues, de verdad vuestro Padre?" "�Puedes llamarlo Padre?" "Oh, esto podr�a ser peligroso, y eso ser�a presuntuoso;" y as� los hombres hablan de eso, en el momento en que se convierte en una verdad viva y real, y no en palabras sobre el papel.

El reconocimiento en un credo est� bien; pero cuando llega a ser la verdad para la propia alma, estampando su valor en nuestra comuni�n y tambi�n en nuestros caminos, los hombres retroceden de inmediato a alguna "tenue luz religiosa", donde todo est� olvidado y perdido, meramente reconocido verbalmente, pero sin poder para el coraz�n y la vida.

Antes de pasar al siguiente cap�tulo, ser�a bueno observar por un momento la segunda respuesta de nuestro Se�or: "No tentar�is a Jehov� vuestro Dios". �Qu� se quiso decir con esto? No cualquier pecado carnal ordinario de nuestra parte, como muchos suponen. Tentar a Dios era dudar de �l, como muchos, todos nosotros, somos propensos a hacer. Satan�s se aprovech� de la escritura que dice que �l no debe estrellar Su pie contra una piedra.

Cita en consecuencia Salmo 91:1-16 , insinuando a Jes�s que, si �l era el Hijo de Dios, todo lo que ten�a que hacer era arrojarse desde el pin�culo del templo; y todos deben respaldar Sus afirmaciones.

�No era esta una promesa positiva? Dios "mandar�a a sus �ngeles acerca de �l"; y �qu� excelente prueba ser�a que �l era el verdadero Mes�as, si se arrojara desde tal altura, y adem�s los �ngeles lo preservaran! Pero Satan�s, como de costumbre, manipul� la clara palabra escrita, tanto con su letra como con su esp�ritu; porque despu�s de "para guardarte" omiti� "en todos tus caminos". Esto trat� de ocultarlo a Uno, cuyos caminos eran todos obediencia, aventur�ndose a insinuar qu� noble demostraci�n de Su Mesianismo ser�a.

�Y cu�l fue la respuesta del Se�or? "No tentar�s a Jehov� tu Dios". El verdadero israelita no requiere poner a prueba a Dios. Si sospechas que un p�caro est� a tu servicio, puedes probarlo marcando una moneda para ver si roba o no: �voy a marcar algo para que Dios vea si cumple su palabra o no? S� que Dios lo har�; No necesito ponerlo a prueba.

Este es su significado, y ese es precisamente el camino del deber. El que cree puede confiar tranquilamente en Dios en todas las circunstancias. Su Padre cuidar� de �l. �No est� esto en maravillosa armon�a con el resto, siguiendo la confesi�n del �nico Dios verdadero de Israel?

Deuteronomio 7:1-26 se puede resumir en muy pocas palabras. Tenemos la consagraci�n del pueblo a Dios. Esta es la gran m�dula del cap�tulo tal como me parece. Es el pueblo repudiando los caminos de los paganos, y consagrado a Dios. Y esto caracteriza al libro de Deuteronomio. No es en absoluto un pueblo o una clase mantenida a distancia por sacerdotes intervinientes.

Por supuesto que es un hecho que los sacerdotes est�n all�; pero una de las caracter�sticas peculiares de este libro es que, aunque exist�a el sacerdotalismo, los sacerdotes est�n deliberadamente inundados con los levitas, ya que todo el pueblo est� reunido alrededor de Jehov�. Por lo tanto, no es un libro que define el uso can�nico estricto en estos asuntos. El objeto es bastante diferente. El otro tuvo su lugar cuando Dios estaba dando el libro de Lev�tico.

All� asign� esta como la porci�n del sumo sacerdote y sus hijos, la de los levitas, esta otra vez del pueblo. Pero en Deuteronomio el punto es centralizarlos todos alrededor de Jehov� mismo. La consecuencia es que, aunque todas tienen su lugar, estas distinciones aqu� pueden parecer realmente peque�as. Si se trata de acceso a Dios en Su santuario, definitivamente se sacan sacerdotes, y el libro apropiado para esto es Lev�tico; pero hay una verdad mayor que esta: que Dios tiene un pueblo al que pone en un lugar de consagraci�n para s� mismo.

Tal es el punto aqu� en el s�ptimo cap�tulo. Veremos cu�n profundamente se aplica esto a lo largo del libro a la perplejidad del pobre y orgulloso racionalismo, pero en s� mismo es una verdad simple pero muy importante. cuando a�n no se hab�a introducido la distinci�n entre los sacerdotes y los levitas. M�s a�n toman la hip�tesis opuesta y sostienen que su legislaci�n es de car�cter posterior a la del libro anterior.

La verdad es que la diferencia se debe al desarrollo moral de Israel seg�n la sabidur�a de Jehov� en v�speras de introducir a Su pueblo en la tierra, y los h�bitos m�s asentados y sociales que �l quiere que cultiven all�. Pero el tono, la mente y el coraz�n de Mois�s en ninguna parte son m�s caracter�sticos que en estas �ltimas palabras al pueblo de Jehov� a quien amaba.

*Nada puede ser m�s d�bil que la insistencia en la frase "los sacerdotes los levitas", como en los escritos de Davidson y Colenso (siguiendo el escepticismo superficial de autores extranjeros, quienes ellos mismos segu�an a los viejos de�stas de nuestro propio pa�s). El car�cter m�s amplio del libro, con su objetivo de presentar a la gente y, en consecuencia, a las divisiones tribales, en lugar de familias particulares, explica plenamente esto.

Si la frase se hubiera invertido a "los levitas los sacerdotes" (lo que nunca ocurre), habr�a habido alguna fuerza en el argumento: tal como est�, no la hay. Los sacerdotes eran levitas. Es el dise�o del libro el que rige la descripci�n en cada caso.

En Deuteronomio 8:1-20 tenemos un car�cter bastante diferente. No es la consagraci�n del pueblo a Dios, sino su disciplina, la prueba del coraz�n, y el ejercicio por el camino al que Jehov� someti� al pueblo; y una secci�n muy instructiva es en este punto de vista.

Y este es otro cap�tulo que cita nuestro Se�or cuando es tentado, al que podemos referirnos de paso. �Y te acordar�s de todo el camino por donde te ha tra�do Jehov� tu Dios estos cuarenta a�os en el desierto, para afligirte y probarte, para saber lo que hab�a en tu coraz�n, si guardar�as o no sus mandamientos.� Vemos que lo que se ha comentado es justamente lo que se expresa en este vers�culo: "Y te humill�, y te hizo pasar hambre, y te sustent� con man�, que t� no conoc�as, ni tus padres hab�an conocido, para hacerte sabed que no s�lo de pan vive el hombre," (�qu� ejercicio de fe hab�a en eso?) "sino de toda palabra que sale de la boca de Jehov� vivir� el hombre.

Esto es precisamente lo que pone al hombre a prueba moralmente. La palabra de Dios prueba si se somete a ella, si vive de ella, si se deleita en ella, si su comida es hacer la voluntad de Dios como el Se�or Jes�s. prob� que Su comida lo era.

Fue por esta Escritura que el Se�or, como sabemos, repeli� la primera tentaci�n del adversario. Ninguno jam�s honr� la palabra de Dios como lo hizo Cristo.

No necesitamos extendernos en el hermoso detalle pero al mismo tiempo en la simple verdad de este cap�tulo. Claramente traza la disciplina de Jehov� por el camino.

En Deuteronomio 9:1-29 se destaca otro tema. No es el pueblo jud�o en la escuela de Jehov� manifestar lo que hab�a en su coraz�n, y lo que �l era para con ellos; sino el pueblo fortalecido por Jehov� en presencia de un poder m�s poderoso que el suyo. Fue por esta misma verdad: Jehov� estaba con ellos.

�Qu� importaba de todos los dem�s? Podr�an ser m�s grandes, m�s fuertes, m�s sabios, m�s que los israelitas; pero �y Jehov�? Este era su alarde. �Podr�an coincidir con �l? Ciertamente no podr�an; esto Jehov� lo extiende de la manera m�s contundente ante Su pueblo para su alegr�a y sost�n.

Pero no debemos pasar por alto otra parte del cap�tulo, no el Se�or fortaleciendo al pueblo contra el m�s poderoso de los adversarios, sino Israel recordando su coraz�n rebelde incluso en tales circunstancias contra Jehov�.

En Deuteronomio 10:1-22 encontramos que la provisi�n de la bondad de Jehov� se declara de una manera muy llamativa. Por lo tanto, cuando se menciona la historia de su rebeli�n, Mois�s retrocede y rastrea c�mo este esp�ritu se traicion� a s� mismo incluso en Horeb; porque cuando se trata de rebeli�n, debemos ir a la ra�z de ella.

Tambi�n se nos muestra la asombrosa paciencia de Jehov�, y con lo que podr�a ser dif�cil de entender si no miramos el alcance moral del libro, la destrucci�n de las primeras tablas, la escritura de tablas nuevas y el lugar en el que deb�an ser guardados. Al mismo tiempo se nos cuenta c�mo se separ� la tribu de Lev�, despu�s de haber introducido (de manera epis�dica) una alusi�n a la muerte de Aar�n. Parece solo un par�ntesis, y no una cuesti�n de cronolog�a.*

*Dr. D. (Introd. OT p. 65) dice: "De Deuteronomio 10:8 es claro que los levitas no fueron nombrados en el Sina� sino m�s tarde; mientras que aprendemos de N�meros 8:1-26 que su instituci�n tuvo lugar en el Sina� ." Una perversi�n vergonzosa; porque Deuteronomio 10:6-7 es manifiestamente un par�ntesis.

Teniendo esto en mente, cualquier lector puede ver que "en ese tiempo" en el vers�culo 8 realmente se fusiona con "en ese tiempo" en los vers�culos 1-6, y por lo tanto est� en perfecto acuerdo con N�meros 8:1-26 ; y, sin embargo, se repite en la p. 336.

Surge una pregunta justa para aquellos que honran la palabra divina, �por qu� eventos tan separados en el tiempo se presentan as� aparentemente juntos? Sin duda, la mente maliciosa del esc�ptico se aprovecha de ello para convertir en menosprecio de la inspiraci�n lo que no busca comprender. Pero no hay discrepancia alguna, ni confusi�n entre la muerte de Aar�n en el �ltimo a�o de la estancia en el desierto con la separaci�n de Lev� unos treinta y ocho a�os antes.

La verdad es que las solemnes circunstancias parecen recordar a Mois�s el terrible desliz de Israel cuando "hicieron el becerro que hizo Aar�n", y Lev�, extra�amente p�rfido al extranjero por causa de una hermana, se consagr� a Jehov� en la sangre de sus hermanos id�latras; y Mois�s labr� por mandato de Jehov� tablas de piedra como las primeras, y las puso, escritas como antes, en el arca que �l hab�a hecho.

No fue entonces y all� que muri� Aar�n, �ay! merecido. La intercesi�n de Mois�s prevaleci� tanto por su hermano y el pueblo, que uno vivi� hasta casi el final de su peregrinaje por el desierto, y los otros, en lugar de perecer todos juntos, vivieron para emprender su viaje desde una tierra de pozos (Beeroth) a Mosera, donde muri� Aar�n en el monte Hor, y de all� a Gudgodah y a Jotbath, "tierra de r�os de aguas": tal fue la paciente bondad de Dios para ambos, ya que el largo intervalo hizo m�s marcado el .*

*Ver Trabajos del Dr. Lightfoot, ii. pags. 136 (edici�n de Pitman).

En Deuteronomio 11:1-32 se da el resumen de todo el asunto, la conclusi�n pr�ctica que el legislador tiene ante sus ojos. Deb�an recordar en qu� debe terminar la rebeli�n. Por eso alude a la suerte de Dat�n y Abiram, a quienes la tierra se trag� como consecuencia de su flagrante apostas�a y lucha contra Dios.

Vuestros ojos han visto todas las grandes obras de Jehov� que �l hizo. Por tanto, guardar�is todos los mandamientos que yo os mando hoy, para que se�is fuertes, y entr�is y pose�is la tierra adonde vais a poseerla; y para que os prolonguen vuestros d�as en la tierra que Jehov� jur� a vuestros padres que les dar�a a ellos ya su descendencia, una tierra que mana leche y miel� (v. 7-9). Hasta el final del cap�tulo siguen las m�s serias advertencias, as� como brillantes promesas: la desobediencia o la obediencia ser�an el punto de inflexi�n en la tierra. El monte de la bendici�n y el monte de la maldici�n estaban all� al otro lado del Jord�n.

Esto cierra la primera parte de Deuteronomio. Unas pocas palabras sobre los pr�ximos cap�tulos ser�n suficientes por el momento.

En Deuteronomio 12:1-32 tenemos estatutos y juicios. Llegamos as� a lo que podr�a llamarse los cargos directos, habiendo terminado con toda la parte introductoria. Todo lo anterior prepara el camino. Ahora encontramos lo que probar�a su obediencia. �Estos son los estatutos y decretos que cuidar�is de poner por obra en la tierra que Jehov�, el Dios de vuestros padres, os da en posesi�n, todos los d�as que viv�s sobre la tierra.

"En primer lugar se establece la destrucci�n total de los lugares altos. La raz�n es obvia. El primero de todos los derechos, y el m�s alto de nuestros deberes, es que Dios debe tener Sus derechos. Con esto, pues, muy apropiadamente comienza. De nada sirve hablar de Israel: el primer objeto es Dios. Si, pues, Dios fue deshonrado por los lugares altos, todos ellos deben bajar. Adem�s, si estos lugares altos hab�an sido dedicados a dioses paganos, Israel no debe atreverse a consagrarlos. al verdadero Dios.Tal conversi�n no conviene a Dios, que debe tener los suyos.

Dios debe y elige para s� mismo una consideraci�n simple pero muy importante (v. 5, 11, 14, 18, 21, 26). La adoraci�n de la voluntad es intolerable. Sobre todo, deber�a escandalizar al cristiano. Si fuera meramente una cuesti�n de hombre, a nadie se le ocurrir�a elegir por otro. A nadie le gusta esto. Si a la gente le gusta elegir por s� misma, como meros hombres, �qu� terrible enga�o es elegir a Dios para ser realmente gobernado por tu propia voluntad en asuntos de religi�n! Todos podemos ver lo mal que estaba Israel; pero �sentimos que es a�n peor en el cristiano? �l no ha dado ning�n t�tulo para adoptar doctrinas, pr�cticas, caminos, gobierno o cualquier otra cosa que no sea Su voluntad expresa para Sus hijos.

Hay algunos, sin duda, que suponen que Dios no ha expresado en estas cosas ninguna voluntad propia. �No les envidio el pensamiento de que Dios no ha revelado Su mente acerca de lo que est� m�s cerca de �l, y lo que m�s est� ligado a Su gloria! Es hacer a Dios menos que un hombre; porque si no pod�a estar contento sin ella, �cu�nto menos el Dios vivo?

Aqu� vemos que Dios tuvo una elecci�n muy deliberada tanto en los asuntos m�s peque�os como en los m�s grandes; pero �l comienza con lo que m�s toca Su presencia. �l se opone a los lugares altos; �l no los tendr�. El escogi� tener un lugar donde El pondr�a Su nombre. Esto se convierte en el centro para todos; y el libro de Deuteronomio se basa en ese hecho, estando Israel a punto de entrar en la tierra.

En consecuencia, es una anticipaci�n de lo que estaba delante de ellos. No es un libro para el desierto, a excepci�n de sus corazones para mirar hacia atr�s mientras estaban en las fronteras antes de entrar a la tierra.

Y el gran principio tambi�n podemos notarlo de pasada: Jehov� les recuerda por medio de Mois�s que hab�a permitido mucho mientras estaban en el desierto que ahora no pod�a tolerar (v. 8). Si iban a poseer la tierra, que recuerden que era la tierra de Dios, no la de ellos. �l podr�a d�rselo y se lo dar�a, pero a�n as� �l siempre mantuvo Su lugar. Era "la tierra que Jehov� tu Dios te da.

"De hecho, �l actu� como el propietario. Ellos eran solo arrendatarios, y ten�an que pagarle la renta. Este era el significado sustancial de los diezmos y otras requisiciones (v. 11). Eran las cuotas que �l exig�a en virtud de Su posici�n como se�or del pueblo en la tierra. Por lo tanto, podemos entenderlo como si �l dijera: Cuando estuvisteis en la tierra extra�a, cuando la dejasteis a toda prisa para vagar aqu� y all� en el desierto, hubo grandes dificultades y muchas irregularidades que no pueden ser permitido ahora.

Cuanto mayor sea la bendici�n de Dios, cuanto m�s te pongas en el terreno que Dios te ha dado, m�s insistir� �l en una obediencia completa y constante. Este es el punto aqu�, y as� vemos la conexi�n con todo lo que ha pasado antes.

Luego, en Deuteronomio 13:1-18 hay una l�nea similar, siendo todos estos primeros mandatos lo que podemos llamar estatutos religiosos. Nos reuniremos con otros dentro de poco, llegaremos a los civiles, pero no vamos m�s all� de los cargos religiosos en este momento. Es evidente que de una u otra forma est�n relacionados con Dios, y tocan asuntos de religi�n, como dir�an los hombres.

Israel no debe despreciar las demandas de Dios en las cosas comunes. Por ejemplo, como no deben jugar con la sangre, porque pertenec�a a Dios ( Deuteronomio 12:16-25 ), el so�ador debe cuidarse de un sue�o ( Deuteronomio 13:1-5 ).

Podr�a pertenecer al Dios verdadero; pero "No escuchar�s" si hubiera el menor riesgo de ir tras otros dioses. El poder sobrenatural no tiene el menor valor, es m�s, debe ser evitado rigurosamente, si debilita las conciencias en cuanto al verdadero Dios. El mismo Esp�ritu que tiene el poder del milagro es el Esp�ritu de verdad y el Esp�ritu Santo. Si se abandona la verdad, indica el poder de Satan�s como la fuente, y no el verdadero Dios. Tal es el principio: no se pueden tolerar amigos, parientes, "esposa de tu seno".

All� se se�ala entonces (vers�culos 12-18) la forma de tratar con una ciudad culpable de idolatr�a. �Entonces inquirir�s, y har�s b�squeda, y preguntar�s diligentemente; y he aqu�, si es verdad, y la cosa cierta, que tal abominaci�n se ha hecho entre vosotros, ciertamente herir�s a los habitantes de esa ciudad con el filo de la espada, destruy�ndola por completo, y todo lo que en ella hay, y sus ganados, a filo de espada, tanto las cosas peque�as como las grandes.

Tener confianza en Dios es uno de los puntos importantes aqu�, tener plena confianza en que todo lo que �l nos da es lo mejor para nosotros. Es tan cierto para nosotros como para ellos, aunque no se muestra de la misma manera legal o exterior.

Deuteronomio 14:1-29 insiste en lo que conven�a a los hijos de Jehov� su Dios en abstenerse de mutilaciones o desfiguraciones indecorosas por los muertos, as� como de cualquier alimento que �l, que sab�a mejor que ellos, declarase abominable. Luego se les muestra lo que se puede comer o no, ya sean animales, peces o aves. Un pueblo santo a Jehov� no debe comer nada que muera por s� mismo, ni acostumbrarse a un acto indecoroso, aunque sea con un cabrito mudo y muerto y la leche de su madre.

Pero hay otro punto peculiar de este libro. Adem�s del diezmo de su ganancia verdaderamente rendido del grano, vino, aceite, con los primog�nitos, que, si est� lejos del lugar que Jehov� escogiera para Su centro de adoraci�n, podr�a convertirse en dinero, y gastarse all� delante de �l con una familia gozosa. y el levita no desamparado, deb�a haber un diezmo al cabo de tres a�os, mencionado en los vers�culos 28 y 29: "Al cabo de tres a�os sacar�s todos los diezmos de tus frutos en el mismo a�o, y gu�rdalo dentro de tus puertas.

No estaban obligados a llevar esto al �nico lugar que Dios hab�a consagrado. Ten�a m�s el car�cter de familia; pero una hermosa caracter�stica est� conectada con �l: "Y el levita (porque no tiene parte ni herencia contigo), y el extranjero, el hu�rfano y la viuda que est�n dentro de tus ciudades, vendr�n, y comer�n, y se saciar�n; para que te bendiga Jehov� tu Dios en toda obra de tus manos que hicieres.

"Incluso en el testimonio mismo de la bendici�n dom�stica debe existir la generosidad de coraz�n que se abre hacia aquellos que no tienen amigos que los cuiden. �Qu� bueno es nuestro Dios, y qu� testimonio de su gracia! Sabemos bien c�mo la familia tiende a atrincherarse en el sentimiento generoso, y c�mo tiende a encerrarse en no m�s ni mejor que en un refinado ego�smo. sus puertas, el levita, el extranjero, el hu�rfano, todos tienen su parte.

�Por qu� no deber�an alegrarse? Fue Dios quien hizo que la familia se regocijara, y deb�an salir a los que le eran extra�os. �No es una hermosa indicaci�n de lo que es el verdadero Dios, incluso en sus instituciones m�s peque�as? *

*El esfuerzo de los racionalistas por demostrar que "el Deuteronomio" escribi� mucho despu�s de que Israel estuviera en la tierra de Palestina es mera mala voluntad y falta de profundidad. Al mismo tiempo, de ninguna manera se opone a las opiniones m�s estrictas de la inspiraci�n sostener que la ley fue redactada por un hombre inspirado, ya sea Esdras (seg�n los jud�os, como Josefo, etc.), Jerem�as, o cualquier otro profeta. El editor inspirado pudo haber dado nombres posteriores y agregado "como es en este d�a", o comentarios explicativos.

En Deuteronomio 15:1-23 encontramos un principio similar en cuanto al a�o de liberaci�n. No es necesario que nos detengamos particularmente en esto, pero se les recuerda su propio lugar. Ellos mismos hab�an sido esclavos; y si hubieran sido librados por Dios, deber�an cultivar el mismo esp�ritu que �l hab�a mostrado. Este era su punto de imitar a Dios.

En Deuteronomio 16:1-17 (donde ahora me detengo) tenemos la liquidaci�n de toda esta parte, la terminaci�n de los estatutos que ten�an que ver con la religi�n. D�jame preguntar, �Por qu� hubo estas tres fiestas, y estas tres solamente? Por una raz�n ya dada. Estas fiestas atra�an a un var�n israelita que nadie m�s pod�a hacer.

Otras podr�an ser opcionales, pero estas fiestas eran obligatorias. Es un llamado a la obediencia. El libro de Deuteronomio presenta de manera preeminente la autoridad de Dios sobre un pueblo en relaci�n consigo mismo, mostrada y probada en la obediencia. Lo que no manifest� tanta obediencia se deja fuera, aunque en su lugar podr�a tener un significado espiritual importante; porque ciertamente otras fiestas (como la fiesta de la expiaci�n, por ejemplo) lo hab�an hecho.

Pero aqu� no se trata de la verdad o de sus formas, sino de la obediencia: esto est� siempre a la vista. No es el tabern�culo, ni el sacerdote, ni el desierto, sino obedecer a Dios como Su pueblo en la tierra.

Hay otra observaci�n que hacer. La obediencia de que se habla en este cap�tulo, que llam� a todo var�n de Israel a que se acordara de Jehov� en estas tres fiestas, los reuni� en el lugar que Jehov� su Dios escogiese. Entonces nuevamente tenemos lo que siempre se destaca en el libro de Deuteronomio. Es Jehov� reuniendo al pueblo en torno a S� mismo. En el deleite de Su pueblo �l se deleita.

Los tendr�a felices en S� mismo, y disfrutando de todo lo que les hab�a dado para disfrutar. En consecuencia tenemos estas tres fiestas, las cuales enuncian particularmente a Jehov� proveyendo para llenar el coraz�n de Su pueblo de paz y gozo a rebosar.

Sin embargo, en la primera de estas fiestas no se le dijo a Israel que se regocijara. En cierto sentido, podr�a ser una temporada demasiado buena y profunda para la alegr�a. El car�cter de la misma era tan solemne como dif�cil admitirlo. Representaba esa muerte que sobrevino al Cordero, y detuvo el juicio de Dios que se hab�a pronunciado contra nosotros a causa del pecado. Podemos regocijarnos en el Dios que nos ha tratado as�, pero �es apropiado que la muerte de Cristo sea un llamado a los transportes? Hay sentimientos m�s profundos en el coraz�n que la alegr�a.

Tiempos que conocemos cuando el sentido de lo que hemos sido, de lo que somos, y de que Dios quit� para siempre todo nuestro mal por la muerte de Su propio Hijo, es demasiado profundo para el gozo si no para las l�grimas. No quiero decir que no deba existir el m�s profundo sentimiento de gratitud y la m�s plena expresi�n de acci�n de gracias a Dios. Sin embargo, es demasiado solemne admitir lo que es tan boyante, que tiene su propio ejercicio propio.

Pero Dios tiene mucho cuidado, de cara a la pascua, de que no haya un olvido de aquella huida que los reuni� entonces. Por lo tanto, en la primera fiesta, encontramos que deb�an comer panes sin levadura. No comer�s con ella pan leudado; siete d�as comer�s con ella panes sin levadura, pan de aflicci�n, porque aprisa saliste de la tierra de Egipto, para que te acuerdes del d�a en que saliste de la tierra de Egipto. la tierra de Egipto todos los d�as de tu vida.

Entonces se les dice que no celebren la fiesta indistintamente donde y como les plazca. "No podr�s sacrificar la pascua en ninguna de tus puertas que Jehov� tu Dios te da, sino en el lugar que Jehov� tu Dios escogiere para poner su nombre, all� sacrificar�s la pascua por la tarde, a la puesta del sol, en el tiempo en que saliste de Egipto. Y la asar�s y la comer�s en el lugar que Jehov� tu Dios escogiere; y te volver�s por la ma�ana, e ir�s a tus tiendas.

Pero la segunda fiesta trae alegr�a de una manera muy distinta y deliciosa. �Siete semanas te contar�s: comienza a contar las siete semanas desde que comienzas a poner la hoz en la mies. mano, la cual dar�s a Jehov� tu Dios, conforme a lo que Jehov� tu Dios te hubiere bendecido; y delante de Jehov� tu Dios te regocijar�s t� y tu hijo.

"No es la muerte de Cristo con todos sus solemnes, aunque benditos, resultados. Se basa en la vida de Cristo en resurrecci�n, cuando el Esp�ritu Santo nos lleva al poder del disfrute. Es pentecost�s. Por consiguiente, es ese gran fiesta que encuentra su respuesta m�s particularmente en el cristianismo (la pascua es, por supuesto, el fundamento); pero este es su car�cter preeminentemente como un hecho presente.

Y marca esto; que no es s�lo gozo en el Se�or, sino llamar a otros al gozo (v. 11). Adem�s, "Acu�rdate que fuiste siervo en Egipto, y guardar�s y cumplir�s estos estatutos". �ramos esclavos , y no lo somos. Debemos observar los estatutos y hacerlos. Una vez m�s, la obediencia es preeminentemente el asunto, y esto tambi�n como hombres entregados que una vez fueron esclavos, pero ahora libres para obedecer (v. 12).

Hay una tercera fiesta, la de los tabern�culos. No es la libertad de la gracia, que es la fiesta de Pentecost�s, sino la �poca tipo en que llegar� la libertad de la gloria. Observe cu�n sorprendentemente se muestra esto. "Guardar�s la fiesta de los tabern�culos siete d�as, despu�s de que hayas recogido tu grano y tu mosto". Indudablemente las recogidas en el grano y el vino (es decir, la siega y la vendimia) son los tipos bien conocidos de los tratos finales de Dios: la siega cuando separa el trigo de la paja, o en todo caso de lo que no es trigo; y la cosecha cuando �l ejecute juicio implacable sobre la vid de la tierra sobre toda religi�n que es vana y niega el cielo.

No se muestra piedad en la cosecha. En la siega est� el acopio de los buenos y la extinci�n de los malos; pero la cosecha no conoce otra cosa que la venganza de Dios. Es despu�s de esto que vendr� el tiempo pleno de gozo para la tierra. La bendici�n para el mundo es despu�s de que Dios ha despejado as� el escenario: ante la perspectiva de esto, el cristiano est� llamado a regocijarse para tener el gozo no solo de la libertad ahora, sino de la gloria que est� a punto de desplazar la opresi�n, el dolor, la miseria. , el pecado, de esta pobre tierra que tanto gime, cuando todo ser� puesto bajo el �nico que es competente para llevar la carga y gobernarla para la gloria de Dios.

Por lo tanto, el lenguaje difiere sensiblemente incluso de la escena gozosa de bendici�n de la que la fiesta de las semanas era tan fragante. No es meramente "guardar�s la fiesta solemne de las semanas a Jehov� tu Dios con el tributo de la ofrenda voluntaria de tu mano, que dar�s, seg�n te haya bendecido Jehov� tu Dios", sino que "guardar�s siete d�as". fiesta solemne a Jehov� tu Dios en el lugar que Jehov� escogiere; porque te habr� bendecido Jehov� tu Dios en todos tus frutos, y en todos los frutos de tus manos; por tanto, ciertamente te regocijar�s.�

�Que el Se�or nos d� corazones para regocijarnos en toda Su gracia, verdad y gloria!

Información bibliográfica
Kelly, William. "Comentario sobre Deuteronomy 5". Comentario de Kelly sobre los libros de la Biblia. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/wkc/deuteronomy-5.html. 1860-1890.
 
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