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Bible Commentaries
Jonás 4

Comentario de Kelly sobre los libros de la BibliaComentario de Kelly

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Versículos 1-11

Conferencias sobre los profetas menores.

W.Kelly.

El lector m�s superficial dif�cilmente puede evitar ver que Jon�s tiene un lugar peculiar entre los profetas. No hay ninguno m�s intensamente jud�o; sin embargo, su profec�a fue dirigida a los gentiles, a los hombres de N�nive en su d�a. De hecho, aqu� no aprendemos nada en absoluto de su servicio en Israel. Est� separado por el llamado de Dios a esta entonces extraordinaria misi�n y testimonio.

As�, como bien se ha observado, Jon�s parece exteriormente tan singular en el Antiguo Testamento entre los profetas como Santiago puede parecer extra�o a muchos o�dos entre los ap�stoles del Nuevo Testamento.

Tal vez todos hayan sentido la dificultad: ciertamente sabemos que en algunos eminentes servidores del Se�or las dificultades han permitido estorbar la confianza reverencial debida a un escrito inspirado, como me aseguran muy equivocadamente. Sin embargo, tal sigue siendo el hecho notorio. Incluso un hombre conocido por la obra maravillosa que Dios le dio para hacer como Lutero puso una se�al de desprecio en la Ep�stola de Santiago.

No se necesita ning�n argumento para probar que no ten�a una buena raz�n, que su incredulidad era completamente injustificable y que el error produjo un mal mayor en proporci�n a la eminencia del hombre. Porque la influencia de las palabras de un l�der, si se desv�a gravemente, es tanto m�s peligrosa. Por lo tanto, el partido luterano en Alemania siempre ha mostrado la tendencia m�s fuerte hacia lo que algunos han llamado "un manejo libre" de la palabra de Dios, pero es de temer en todo menos en un esp�ritu decente.

�Qui�n puede extra�arse de que esto se haya desarrollado finalmente en las diversas formas de racionalismo decidido en la actualidad, aunque de hecho m�s o menos desde la Reforma? Pueden muy poco reflejar o simpatizar con lo que era de fe y de excelencia divina; pero, no obstante, est�n dispuestos a citar a Lutero como dando una sanci�n anticipada a su propio esp�ritu esc�ptico hacia la palabra de Dios.

La verdad es que el valor de los libros de Santiago y Jon�s se debe principalmente a su peculiaridad y se ve en ella. Dios no es estrecho, aunque el hombre lo es; y nuestra sabidur�a radica en ser elevados de nuestra propia mezquindad a la vasta mente de Dios. Por lo tanto, se encontrar� que, lejos de ser Santiago uno que menospreci� la gracia, su ep�stola es ininteligible a menos que un hombre realmente entienda y se aferre a la gracia de Dios.

�l es el �nico ap�stol que usa el notable t�rmino "la ley perfecta de la libertad". Esto no supone ley sino gracia. Por lo tanto, fue realmente la debilidad con la que se percibi� la gracia lo que hizo que la gente fantaseara y retrocediera ante la pesadilla del legalismo en la Ep�stola de Santiago. Si lo hubieran le�do en la libertad de la gracia, habr�an visto el poder real del Esp�ritu de Dios al dar al cristiano para realizar su libertad.

As� me parece a m� que Jon�s de la misma manera, aunque personalmente podr�a ser eminentemente jud�o en sus sentimientos, sin embargo fue usado por Dios para un testimonio final del Antiguo Testamento a los gentiles. N�nive, la capital del entonces reino asirio, era en ese momento la gran potencia del mundo. Fue antes de los d�as en que Babilonia aspiraba al imperio supremo y se le permiti� adquirirlo; porque Babilonia era en s� misma una ciudad muy antigua probablemente antes de N�nive; pero no se le permiti� ascender a la supremac�a hasta la prueba completa de Israel, y el fracaso comprobado incluso de Jud� y la casa de David.

Jon�s fue uno de los primeros profetas. Vivi� en o antes de los d�as de Jeroboam II. Creo que la especulaci�n moderna lo ha puesto cien a�os quiz�s demasiado tarde. Sin embargo, esto es un asunto peque�o. El gran punto es el alcance de su profec�a. Hay otra diferencia tambi�n que es digna de notar en Jon�s, y es que el libro difiere de otros de los profetas menores por ser en su mayor parte profec�a de hecho y no tanto de palabra. Toda la historia de Jon�s es una se�al. No es simplemente lo que dijo sino lo que hizo, y los caminos de Dios con �l; y esto ser� mi negocio tratar de exponer.

El Nuevo Testamento nos se�ala algunas de las partes m�s prominentes de esta profec�a, y se encontrar�, creo, que nos dar� la clave para llevarla a cabo de una manera distinta y material. Nuestro Se�or mismo se refiere a ello, particularmente tambi�n, se puede a�adir, a lo que ha provocado la incredulidad de muchos te�logos. Ahora bien, es bien sabido por aquellos que est�n familiarizados con el funcionamiento de la mente en el mundo religioso, que han encontrado enormes dificultades en los hechos del libro de Jon�s.

La verdad es que, como en otros lugares, tropiezan con las afirmaciones de la profec�a; est� aqu� la dificultad de un milagro. Pero, en mi opini�n, un milagro, aunque sin duda es el ejercicio del poder divino, y completamente fuera de la experiencia ordinaria del hombre, es la digna intervenci�n de Dios en un mundo ca�do. Es un sello dado a la verdad en la piedad misericordiosa de Dios, que no deja a la raza ca�da y al mundo perdido a su propia ruina sin remedio.

Lejos, por lo tanto, de que los milagros sean la m�s m�nima dificultad real, cualquiera que sepa lo que Dios es bien podr�a esperar que �l los opere en un mundo como este. No quiero decir arbitrariamente, o en un momento como el nuestro; porque aunque haya respuesta a la oraci�n ahora y la m�s clara obra de Dios de acuerdo con ella, todo es, en mi opini�n, una cosa simple. Nunca debemos confundir una respuesta a la oraci�n, por preciosa que sea, con un milagro.

Porque una respuesta a la oraci�n no es m�s ininteligible que el hecho de que tu propia petici�n sincera al hombre produzca una intervenci�n especial en tu mente. �Qu� mayor dificultad hay para que Dios escuche el clamor de sus hijos? �Se han hundido los bautizados y las bautizadas en un epicure�smo degradante? Entonces, es verdaderamente monstruoso excluir una interferencia tan misericordiosa de Dios todos los d�as, y no puede haber una prueba m�s fuerte de d�nde y a qu� ha llegado el hombre en la cristiandad que la noci�n de que las respuestas especiales a la oraci�n son irreconciliables con las leyes generales que Dios ha establecido. establecido para gobernar el mundo as� como a la humanidad.

Ahora bien, no hay duda de que hay principios generales, por as� decirlo, en cuanto a todo, en cuanto al universo, en cuanto a los caminos morales de Dios con los hombres, y tambi�n en cuanto a Su trato con Sus propios hijos. Pero luego nunca debemos dejar de lado que �l es un Dios realmente personal, que, aun cuando un milagro no lo sea, sabe c�mo hacer de Su cuidado una realidad viva y conocida por las almas de todos los que en �l conf�an.

En el presente caso tenemos entonces una autoridad que pesa infinitamente m�s que todas las dificultades que ha aparejado la incredulidad. Porque es claro que nuestro Se�or Jes�s destaca el punto particular de mayor dificultad y le pone Su propio sello todopoderoso de verdad. �No puedes recibir las palabras del Se�or Jes�s contra todos los hombres que alguna vez existieron? �Qu� creyente dudar�a entre el segundo hombre y el primero? El Se�or Jes�s se ha referido al hecho de que Jon�s fue tragado por el gran pez, ll�malo como quieras: No voy a entrar en un concurso con los naturalistas si era un tibur�n, un cachalote u otro.

Este es un asunto de muy poca importancia. Dejaremos que estos hombres de ciencia establezcan el g�nero; pero el hecho en s�, el �nico que nos importa afirmar, es que fue un gran pez el que se trag� y luego entreg� vivo al profeta. Esto es todo lo que se necesita para defender la verdad literal del hecho alegado. No hay necesidad de imaginar que un pez fue creado para ese prop�sito. Hay muchos peces muy capaces de tragarse a un hombre entero: en todo caso, as� ha sido.

Si hubo uno entonces, es suficiente. Pero el hecho no s�lo se afirma en el Antiguo Testamento, sino que nuestro Se�or mismo lo reafirma y aplica en el Nuevo. Cualquier hombre que discuta esto debe dar cuenta de su conducta ante el tribunal de Cristo antes de que pase mucho tiempo.

Volviendo entonces a nuestra profec�a, leemos: "Y vino palabra de Jehov� a Jon�s hijo de Amitai, diciendo: Lev�ntate, ve a N�nive, la gran ciudad, y clama contra ella, porque su maldad ha subido delante de m�. Pero Jon�s se levant� para huir de la presencia de Jehov� a Tarsis, y descendi� a Jope; y hall� una nave que iba a Tarsis; y pag� el pasaje de ella, y descendi� a ella, para ir con ellos a Tarsis de delante de de Jehov�.

"Pero en Jon�s se ve la obstinaci�n del hombre. Jehov� le dijo que fuera al este, y de inmediato se apresura al oeste; es decir, �l vuela exactamente en contra de la orden divina. Para algunos esto parece inexplicable en un profeta; para el racionalista es incre�ble y arroja dudas sobre el car�cter hist�rico de todo el libro. Pero tenemos que aprender que la carne no es mejor en un profeta que en nosotros mismos.

Porque la verdadera diferencia entre los hombres no es que la carne de alg�n es mejor que la de otros, pero que algunos han aprendido a desconfiar completamente de s� mismos, y a vivir otra vida que es por la fe, no por la carne.

Por lo tanto, es que el creyente s�lo de hecho vive para Dios mientras contin�a dependiendo de �l. En el momento en que deje de hacerlo, no te sorprendas de nada de lo que diga o haga. Aqu� tenemos un testigo flagrante de ello en Jon�s. Se le dijo que fuera a N�nive; pero "se levant� para huir de la presencia de Jehov� a Tarsis, y descendi� a Jope", es decir, al vecino puerto de Palestina en el gran mar, el Mediterr�neo, para ir al oeste.

"Y hall� una barca que iba a Tarsis; y pag� el precio de ella, y descendi� en ella, para ir con ellos a Tarsis de la presencia de Jehov�. Pero Jehov� envi� un gran viento en el mar, y hubo una una gran tempestad en el mar, de modo que la nave estaba a punto de romperse.Entonces los marineros tuvieron miedo, y clamaron cada uno a su dios, y arrojaron al mar las mercanc�as que hab�a en la nave, para librarse de ellas.

Pero Jon�s se hab�a hundido por los costados de la nave; y se acost� y se durmi� profundamente". Ahora bien, no se puede dudar de que debe haber habido alg�n impulso fuerte (aunque injustificable) que le dio una inclinaci�n contraria a este hombre piadoso, como indudablemente lo era el profeta. �Cu�l fue el motivo? mentes bastante singulares, pero no menos influyentes sobre �l por todo eso. �Jon�s tem�a que Dios fuera demasiado bueno! Si N�nive se arrepent�a, sospechaba que le mostrar�a misericordia.

Por lo tanto, tem�a que su propio car�cter como profeta sufriera. No los escogi� para escuchar la amenaza que Dios estaba dando de destruir a los ninivitas por su maldad, para que no se humillaran bajo su predicaci�n, y el juicio amenazado no se ejecutara, y as� Jon�s perdiera su honor. �Qu� miserablemente ego�sta es el coraz�n incluso de un profeta, a menos que solo camine por fe! Jon�s no camin� as�, sino que se permiti� ganar un dominio transitorio.

No hablo de lo que sinti� Jon�s como hombre, sino de sus celos al pensar en su oficio. No pod�a soportar que su ministerio se pusiera en peligro por un momento. �Cu�nto mejor confiar en el Maestro!

Ahora bien, no necesito decir en detalle que tenemos el exacto y bendito contraste con esto en un mayor que Jon�s, quien se digna comparar en cierto sentido su propio ministerio con el de su siervo. Dif�cilmente podr�a haber mayor prueba de la humildad divina. Pero Jes�s era perfecto en todas las cosas, y en nada m�s que en esto, sabiendo todas las cosas, el fin desde el principio, descendi� a una escena en la que prob� el rechazo a cada paso, el rechazo no solo como un beb� cuando fue llevado. a Egipto, pero rechazo a lo largo de una vida de la oscuridad m�s intachable pero divinamente ordenada; luego a trav�s de un ministerio que excit� un odio creciente de parte del hombre.

No hay nada que un hombre tema m�s que ser nada en absoluto. Incluso que se hable en contra no es tan terrible para el pobre esp�ritu orgulloso del hombre como para pasar absolutamente desapercibido; y, sin embargo, la mayor parte de la vida de Jes�s transcurri� en esta completa oscuridad. Tenemos registrado un solo incidente de Jes�s desde sus primeros a�os hasta que surge para el ministerio de la palabra de Dios y el evangelio del reino.

Pero luego vivi� en Nazaret, proverbialmente el m�s bajo de los pobres despreciaba Galilea tanto que incluso un galileo piadoso despreciaba y se preguntaba si algo bueno podr�a salir de Nazaret. As� era Jes�s; pero m�s que esto; cuando entr� en la publicidad del testimonio divino, all� tambi�n encontr� oposici�n, aunque al principio hubo una bienvenida que habr�a complacido a la mayor�a de los hombres, s�, a los siervos de Dios.

Pero �l, el Hijo, la persona divina que se complaci� en servir en este mundo, vio a trav�s de lo que habr�a sido dulce para los dem�s cuando ellos, asombrados y atra�dos, se aferraron a las palabras de gracia que brotaron de sus labios. �Y cu�n pronto una nube oscura pas� sobre �l! Pues incluso aquel mismo d�a en que los hombres oyeron tales palabras que nunca hab�an ca�do en o�dos de hombre, miserables y encaprichados no pudieron soportar la gracia de Dios, y, si hubieran sido abandonados a s� mismos, lo habr�an derribado de cabeza. del precipicio fuera de su ciudad.

Tal hombre fue y es. Cu�n verdaderamente todo lo que era hermoso era como la nube de la ma�ana y el roc�o temprano. Pero Jes�s, como vemos, acepta un ministerio del que conoc�a desde el principio el car�cter, el curso y los resultados, perfectamente consciente de que cuanto m�s gracia y verdad divinas manifestaba, mayor rechazo encontrar�a entre los hombres.

Dios nos trata con mucha ternura a este respecto. �l no deja de enviar algo para animar y elevar el coraz�n del trabajador en alabanza a s� mismo; y s�lo en la medida en que hay fe para soportarlo, �l pone sobre �l una carga m�s pesada. Pero en cuanto al Se�or Jes�s, no se libr� de ninguna carga; y si ninguno en su vida, �qu� diremos de su muerte? All�, en verdad, se plante� una pregunta m�s profunda, en la que no necesitamos entrar ahora, solo refiri�ndose al primer gran principio como el contraste con la conducta de Jon�s al ir directamente en contra de la clara comisi�n del Se�or.

Otro rasgo que encontramos marcado en Jon�s es su sentimiento jud�o. Era intensamente nacional. No pod�a soportar que hubiera el m�s m�nimo fracaso aparente de su palabra como profeta en medio de los gentiles. Preferir�a que todos los gentiles fueran tragados por la destrucci�n a que una sola palabra de Jon�s cayera por tierra. Fue precisamente aqu� donde tuvo que aprender a ser privado de la mente y el coraz�n de Dios.

Las maravillas que se obraron no fueron demasiado grandes para ense�ar la lecci�n necesaria. Ya nos hemos referido a Jes�s, pero ni siquiera necesitamos ir tan alto como al Se�or de la gloria. En algunos aspectos, la obra del Esp�ritu de Dios en el ap�stol Pablo puede servirnos adecuadamente, porque �l era un hombre no solo de carne y hueso, sino de pasiones similares a las nuestras. �Qui�n sufri� como �l las aflicciones del evangelio? �Qui�n con ardiente amor por Israel se gast� tanto en trabajos incansables entre los gentiles, trabajos tan no correspondidos entonces, que entre los mismos gentiles que creyeron saber tan a menudo lo que es ser menos amado cuanto m�s amaba?

Por otro lado, Jes�s no ten�a pecado. Aunque era perfectamente hombre, cada pensamiento, sentimiento y movimiento interior era santo en Jes�s: no solo nunca se vio un defecto en sus caminos, sino que tampoco una mancha en su naturaleza. Cualquier cosa que los hombres razonen o sue�en, �l era tan puro humanamente como divinamente; y esto puede servir para mostrarnos la suma importancia de aferrarse a lo que los hombres llaman ortodoxia en cuanto a Su persona.

No ceder� ante nadie en celo por ello, y mantendr� lealmente que es de la sustancia y esencia de la fe de los elegidos de Dios que debemos confesar la pureza inmaculada de Su humanidad, tanto como la realidad de Su asunci�n de nuestra naturaleza. .

Seguramente tom� la virilidad apropiada de Su madre, pero nunca tom� la virilidad en el estado de Su madre, sino como el cuerpo preparado para �l por el Esp�ritu Santo, quien expuls� toda mancha del mal transmitido de otro modo. En Su madre, esa naturaleza estaba bajo la mancha del pecado: ella estaba ca�da, como todos los dem�s engendrados naturalmente y nacidos en la l�nea de Ad�n. En �l no fue as�; y, para que no sea as�, aprendemos en la palabra de Dios que �l no fue engendrado en una generaci�n meramente natural, lo que habr�a perpetuado la corrupci�n de la naturaleza y habr�a ligado a Jes�s con la ca�da; pero por el poder del Esp�ritu Santo �l y s�lo �l naci� de mujer sin padre humano.

Por tanto, como el Hijo era necesariamente puro, tan puro como el Padre, en su propia naturaleza divina, as� tambi�n en la naturaleza humana que as� recibi� de su madre: tanto lo divino como lo humano se hallaron unidos para siempre en aquella. una y la misma persona el Verbo hecho carne.

As�, podemos aprovechar aqu� la ocasi�n para observar que Jes�s es el modelo verdadero de la uni�n del hombre con Dios, Dios y el hombre en una sola persona. Es un error com�n hablar de uni�n con Dios en el caso de nosotros sus hijos. La Escritura nunca usa un lenguaje de ese tipo; es el error de la teolog�a. El cristiano nunca tiene uni�n con Dios, que ser�a realmente, y s�lo est� en, la Encarnaci�n. Se dice que somos uno con Cristo, "un esp�ritu con el Se�or", "un cuerpo", uno de nuevo como el Padre y el Hijo; pero estas son verdades evidente y totalmente diferentes.

La unidad supondr�a identificaci�n de relaci�n, lo cual es cierto de nosotros como miembros y cuerpo de nuestra cabeza exaltada. Pero no se podr�a decir que somos uno con Dios como tal sin confundir al Creador y la criatura e insinuando una especie de absorci�n budista en la deidad, que es contraria a toda verdad o incluso sentido. La frase, por lo tanto, es un gran error, que no s�lo no tiene nada que la justifique del Esp�ritu, sino que hay una exclusi�n muy cuidadosa del pensamiento en cada parte de la palabra divina.

Y aqu� puede ser de inter�s decir algunas palabras de explicaci�n en cuanto a nuestra participaci�n de la naturaleza divina, de la que habla Pedro al comienzo de su segunda Ep�stola ( 2 Pedro 1:4 ). No parece ser lo mismo que la unidad con Cristo, que en las Escrituras siempre se basa en el Esp�ritu de Dios que nos hace un esp�ritu con el Se�or despu�s de que resucit� de entre los muertos.

Cristo cuando estuvo aqu� abajo se compar� con un grano de trigo que estaba solo: si muriera, dar�a mucho fruto. Aunque el Hijo de Dios siempre fue la vida de los creyentes desde el principio, �l promete m�s y, por lo tanto, indica que la uni�n es algo diferente. Nunca deben confundirse. Ambos son verdaderos del cristiano; pero la uni�n en el pleno sentido de la palabra era lo que no pod�a existir hasta que Cristo hubiera muerto para quitar nuestros pecados delante de Dios, s�, para darnos nuestra misma naturaleza juzgada, para que pudi�ramos estar en una posici�n y relaci�n completamente nuevas, hechos uno por el Esp�ritu con Cristo glorificado en lo alto.

Esto creo que es la doctrina de las Escrituras. Junto a esto observar que el �nico que saca a relucir el cuerpo de Cristo afirmado dogm�ticamente en el Nuevo Testamento es el ap�stol Pablo. Nuestra unidad espiritual se menciona con frecuencia en el cap�tulo diecisiete del Evangelio de Juan; pero esto no es exactamente lo mismo que ser uno con Cristo seg�n la figura de la cabeza y el cuerpo, que es el tipo apropiado de unidad en las Escrituras. Ahora bien, es solo por el ap�stol Pablo que el Esp�ritu nos presenta el cuerpo con su cabeza; y esto es lo que figura la verdadera noci�n seg�n Dios de nuestra unidad con Cristo.

Ser uno con �l o tener vida en �l no es lo mismo. Esto puede ilustrarse claramente con el conocido ejemplo de Abel y Ca�n. Ten�an la misma vida que Ad�n; pero no eran uno con Ad�n como lo era Eva. Ella solo era una con Adam. Ten�an su vida no menos que su madre. As�, las dos cosas nunca son lo mismo y no necesitan estar en las mismas personas. La unidad es la relaci�n m�s cercana posible, que puede o no estar unida a la posesi�n de la vida.

Ambos est�n en el cristiano. El modelo de unidad o su modelo b�blico adecuado se encuentra bajo el de la cabeza y el cuerpo, que es m�s admirablemente expresivo cuanto que la cabeza dirige claramente y correctamente todos los movimientos del cuerpo. En un hombre de mente y cuerpo sanos, no hay una sola cosa hecha por la extremidad del pie que no est� dirigida por la cabeza. Tal es exactamente el patr�n espiritualmente.

El Esp�ritu de Dios anima la asamblea, el cuerpo de Cristo. El Esp�ritu Santo es el verdadero v�nculo de unidad entre los miembros en la tierra y Cristo en el cielo. Poco a poco, cuando subamos a lo alto, ser� representado por otra figura igualmente adecuada, aunque tambi�n aplicada anticipadamente mientras estemos en la tierra. �Nunca o�mos hablar de la cabeza y el cuerpo en el d�a de la gloria? sino del Novio y la novia. Entonces leemos en Apocalipsis 19:1-21 que entonces vendr�n las bodas del Cordero.

Esto tiene lugar en el cielo despu�s de la traslaci�n de los santos y antes del d�a de la aparici�n de Cristo. Escritura: evita hablar del matrimonio hasta que toda la obra de Dios est� completa en su asamblea, para que los que son bautizados en el Esp�ritu en ese cuerpo sean juntamente arrebatados para Cristo. Estos entre los dos advenimientos del Se�or est�n todos en una posici�n com�n. Pero aquellos antes de que Cristo viniera ciertamente fueron vivificados por �l; hijos de Dios, eran participantes de la naturaleza divina.

As� son los cristianos ahora; as� ser�n los santos cuando el reino milenial sea establecido bajo el reinado de Cristo manifiesto a todos los ojos. Pero ser uno con Cristo, miembros de Su cuerpo, solo es cierto ahora que �l est� en el cielo como el hombre glorificado, y que el Esp�ritu es enviado para bautizarnos en este nuevo cuerpo en la tierra. Ese cuerpo ahora se est� formando y perpetuando mientras la iglesia permanezca en la tierra.

Las bodas del Cordero (por supuesto, figura de la uni�n y el gozo consumados) s�lo tendr�n lugar cuando toda la iglesia est� completa, no antes, cualquiera que sea el lenguaje inspirado por la esperanza antes de entonces.

En cuanto a la dificultad de algunas mentes, si Cristo particip� de nuestra naturaleza como es aqu�, o nosotros participamos de �l como �l est� en el cielo, la respuesta me parece que ambas son verdaderas; pero no son la misma verdad. Cristo particip� de la naturaleza humana, pero no en la condici�n en que la tenemos. Esto ya ha sido explicado, ya que es esencial no solo para el evangelio sino para el Cristo de Dios. El hombre que niega esto niega la persona de Cristo; pasa por alto por completo el significado de la operaci�n sobrenatural del Esp�ritu Santo.

Tal fue la mancha fatal del irvingismo, una maldad mucho m�s profunda que la locura acerca de las lenguas o las pretensiones de profetizar, o la presunci�n de restaurar la iglesia y sus ministerios, o incluso su burdo juda�smo. Hizo nula y sin efecto la operaci�n del Esp�ritu Santo, que se reconoce en los credos m�s comunes tanto de cat�licos como de protestantes. Todos estos hasta ahora confiesan la verdad; porque sostengo que en esto los cat�licos y los protestantes son sensatos, pero los irvingitas no, aunque en otros asuntos pueden decir muchas cosas que son bastante ciertas.

Ciertamente, el difunto Sr. Irving vio y ense�� una verdad no poco descuidada. No obstante, eran, y creo que todav�a son, fundamentalmente err�neos al sostener que la naturaleza humana de Cristo era ca�da y pecable por la mancha de la ca�da, dejando as� de lado el objeto y el fruto de la concepci�n milagrosa por el poder del Alt�simo.

Por tanto, una cosa es que seamos part�cipes de la naturaleza divina, y otra muy distinta el don del Esp�ritu Santo. Ambos tenemos ahora. La primera es la nueva naturaleza que nos pertenece como creyentes, y esto en un sentido sustancial ha sido cierto para todos los creyentes desde el principio. Pero adem�s de esto, existe el privilegio peculiar de la unidad con Cristo a trav�s del Esp�ritu Santo enviado del cielo.

Claramente esto no podr�a ser hasta que el Esp�ritu Santo fuera dado para bautizar a los disc�pulos de Cristo en un solo cuerpo; como tampoco se pod�a dar el Esp�ritu Santo para producir esta unidad hasta que Jes�s, por Su sangre, hubiera quitado nuestros pecados y sido glorificado a la diestra de Dios.

( Hebreos 1:1-14 ; Juan 1:1-51 ; Juan 7:1-53 ) Los que deb�an ser salvos hab�an estado en toda clase de impurezas, y deb�an ser lavados de sus pecados antes de que pudieran ser justamente puestos en esa posici�n de cercan�a y relaci�n como "un solo hombre nuevo".

Ester fue escogida y llamada a un puesto elevado; sin embargo, de acuerdo con los h�bitos debidos al gran rey, debe haber una gran preparaci�n antes de la consumaci�n real. Te concedo que este no era m�s que un lugar natural; de una relaci�n espiritual, para que podamos usarla para ilustrar la mente de Dios. No es consistente con Sus caminos o Su santidad que alguno sea quitado de las cosas viejas y puesto en la maravillosa posici�n de unidad con Cristo hasta la obra de la redenci�n aboli� por completo nuestro antiguo estado ante Dios y nos llev� a uno nuevo en Cristo, tal es el orden de las Escrituras.

Pero hay mas por venir. Porque aunque ya tenemos el Esp�ritu Santo y la nueva naturaleza, hay un tercer requisito que la gloria de Cristo exige de nosotros: seremos transformados. Es decir, nosotros los cristianos, que tenemos ahora no s�lo la humanidad sino esta ca�da, estamos destinados a la venida de Cristo para que seamos transformados. Cristo ten�a naturaleza humana pero no ca�da. S�lo en Su caso la humanidad era santa, libre de todo defecto y mancha, y pura seg�n Dios.

No solo no estaba ca�do, sino que era apto sin sangre para ser el templo de Dios. Esto es mucho m�s de lo que podr�a decirse de Ad�n en su inocencia pr�stina. Cuando Ad�n sali� de la mano de Dios, por bueno que fuera, no se pod�a decir que fuera santo. Hab�a ausencia absoluta de todo mal. Dios hizo al hombre recto antes de que buscara inventos. Hab�a una inocencia inmaculada. Pero la santidad y la justicia son m�s que la bondad y la inocencia de la creaci�n.

La santidad implica el poder intr�nseco que rechaza el mal en la separaci�n de Dios: y la justicia significa coherencia con la relaci�n en la que uno se encuentra. Ambas cualidades no las vemos en Ad�n sino en Jes�s incluso en cuanto a Su humanidad. �Aquello santo que ha de nacer de ti, ser� llamado Hijo de Dios�. �l era el Santo de Dios, "Jesucristo el justo". De hecho, �l era el �nico de quien se pod�a decir o se pod�a decir de su naturaleza humana que era santa; pues claramente es de la humanidad en Su persona que se usa la expresi�n "esa cosa santa".

La naturaleza divina no naci� de la virgen; y era poco necesario llamarlo santo. Exist�a el mayor inter�s y momento en conocer el car�cter de Su humanidad. La Escritura en cuanto a esto es muy expl�cita. Su humanidad fue santa desde el principio, a pesar de haber nacido de una raza ca�da.

Y esto est� de acuerdo con todas las dem�s verdades. As�, si la naturaleza humana de Cristo hubiera sido contaminada por la ca�da, �c�mo podr�a haber sido la ofrenda "sant�sima" por el pecado de los pecadores? No hab�a ning�n caso en el que hubiera tanto cuidado escrupuloso como la ofrenda de carne y la ofrenda por el pecado. Estos dos. son tipos notables y notablemente opuestos de Cristo: uno de su vida, el otro de su muerte.

Pero pronto tendremos mucho m�s en el camino del poder y la gloria. Cuando Cristo venga, la naturaleza humana en nosotros participar� en la victoria del Segundo Hombre, el �ltimo Ad�n, como ahora comparte la debilidad y la ruina del primer hombre. Entonces ciertamente es el momento en que la naturaleza humana ser� promovida en un buen grado; es decir, se levantar� de todas las consecuencias de la ca�da del primer hombre, y se colocar� en todo el poder, la incorrupci�n y la gloria del Segundo Hombre, tal como �l est� ahora en la presencia de Dios.

Nunca seremos hechos Dios: esto no puede ser, y no debe ser. Es imposible que la criatura pueda traspasar los l�mites que separan de ella al Creador. Y m�s que eso, la criatura renovada es precisamente la que m�s aborrecer�a el pensamiento. No importa cu�l sea la bienaventuranza y la gloria de la iglesia, nunca olvida sus obligaciones de criatura hacia Dios y la reverencia que se le debe.

Por esta misma raz�n, el que conoce a Dios nunca desear�a que �l fuera menos Dios de lo que es, y no podr�a permitirse ni tolerar la locura de exaltaci�n propia que abriga la miserable ilusi�n del budismo, junto con muchos tipos de filosof�a que ahora est�n a flote. como en la antig�edad tanto en el oeste como en el este, el sue�o de una absorci�n final en la deidad.

Esto es totalmente falso e irreverente. Todo acercamiento a tales pensamientos lo vemos excluido en la palabra de Dios. En el cielo la bajeza de aquellos a quienes la soberana gracia de Dios hizo part�cipes de la naturaleza divina ser� a�n m�s perfecta que ahora mientras estamos en la tierra. La naturaleza humana bajo el pecado es tan ego�sta como orgullosa. La humanidad ca�da siempre busca sus cosas y su gloria; pero la nueva naturaleza, cuya perfecci�n se ve en Cristo, es decir, la vida dada al creyente, la que recibimos en Cristo desde ahora, y poco a poco cuando todo sea conforme a ella, s�lo har� perfectos sin defecto ni obst�culo lo que ahora somos en Cristo Jes�s Se�or nuestro.

Volviendo de nuestra larga digresi�n, ahora me gustar�a dirigir la atenci�n al hecho claro de que Jon�s representa demasiado fielmente a los jud�os en su falta de voluntad de que Dios muestre misericordia a los gentiles. El efecto de esta estrechez desagradable y, de hecho, el fracaso en dar un testimonio real del verdadero Dios es que, lejos de ser el canal de bendiciones para los gentiles, �l trae una maldici�n sobre ellos. Lo mismo ocurre con el jud�o ahora, y se verificar� a�n m�s al final de la era.

Los cabecillas del actual racionalismo en el mundo han derivado gran parte de sus cavilaciones de fuentes jud�as. El miserable Spinoza de Amsterdam, el pante�sta teol�gico del siglo XVII, es realmente el patriarca de gran parte de la filosof�a que inunda el mundo ahora y desde entonces. Y esto empeorar� mucho m�s. Se concede que esto no comenz� con �l, sino con los incr�dulos paganos, pero se hizo m�s y m�s audaz por la apostas�a jud�a y luego cristiana. No tengo ninguna duda de que todav�a ha de haber, de los dientes de drag�n que est�n sembrando sobre la cristiandad, una abundante cosecha de hombres entregados a la iniquidad.

Aqu�, sin embargo, es un estado muy diferente: vemos a un hombre piadoso a pesar de todas las faltas. No obstante, el resultado de su infidelidad es que trae una tempestad de parte de Jehov� sobre la nave; y su error acarre� no poco peligro a los inconscientes marineros gentiles, que poco pensaban en la cuesti�n entre Dios y su siervo, o en la profunda raz�n que subyac�a en tan singular controversia. Pero Jonah sab�a cu�l era el problema, aunque nunca se hab�a atrevido a mirarlo bien hasta el fondo: como nunca lo hacen los hombres cuya conciencia es mala.

Y esto lo mostr� cuando el patr�n del barco vino y lo despert� de su sue�o con el grito: "�Qu� quieres, oh que duermes? Lev�ntate, invoca a tu Dios, si es que Dios piensa en nosotros, para que no perezcamos". Incluso entonces no revela el secreto. �Y dijeron cada uno a su compa�ero: Venid, y echemos suertes, para saber por causa de qui�n viene este mal sobre nosotros�. Cuando los hombres est�n avergonzados y la voluntad todav�a est� activa y sin juzgar, no se necesita poca disciplina para corregirlos nuevamente.

As� que Jonah se mordi� la lengua tanto como pudo, aunque sab�a muy bien qui�n era el culpable. "Echaron suertes, y la suerte cay� sobre Jon�s". Como ya no era posible ocultar su secreto por m�s tiempo, "Entonces le dijeron: Dinos, te rogamos, �por causa de qui�n nos ha venido este mal? �Cu�l es tu ocupaci�n? �De d�nde vienes? �Cu�l es tu pa�s? �Y de qu� pueblo sois vosotros? Y les dijo: Hebreo soy, y temo a Jehov�, Dios de los cielos, que hizo el mar y la tierra seca.

Entonces los hombres se asustaron mucho, y le dijeron: �Por qu� has hecho esto? Porque los hombres sab�an que �l hu�a de la presencia de Jehov�, porque �l les hab�a dicho. Entonces le dijeron: �Qu� te haremos para que el mar se nos aquiete? porque el mar forj�, y fue tempestuoso.�

El profeta, pues, los dirige como un alma genuina, como lo fue en el fondo: todo lo que hemos dicho libre y llanamente, como la palabra de Dios nos autoriza a hacerlo, parece bastante coherente con ello. A pesar de todas sus limitaciones, su estrechez y su oficial importancia personal, no tem�a confiarse a s� mismo en las manos de Dios, como veremos. Porque �les dijo: Tomadme, y echadme al mar.

�No es evidente y triste la mezcla que uno ve incluso en un verdadero creyente? Est� claro que �l no tiene la m�s m�nima duda de su propia relaci�n con Dios; no tiene ninguna duda de que todo estar� bien de alguna manera con Jon�s. realmente hab�a sido, como a menudo estaba en peligro de ser, impaciente, terco y presuntuoso. Jon�s conoc�a a Dios lo suficientemente bien como para temer que �l fuera mejor que su propio mensaje y advertencia a los gentiles. No le importaba que Dios ser tan bueno con los jud�os, pero no pod�a soportar que su amenaza pareciera vana por la misericordia divina a los gentiles arrepentidos.

Jon�s, digo, les dice que lo tomen y lo arrojen al mar. �Y el mar se os aquietar�; porque yo s� que por causa m�a esta grande tempestad est� sobre vosotros�. Los marineros, no teniendo el coraz�n para hacerlo, "remaron con fuerza para llevar el barco a tierra; pero no pudieron, porque el mar se agitaba y se agitaba contra ellos". Y ellos tambi�n clamaron a Jehov�. Un cambio notable, como podemos discernir aqu�, tiene lugar en ellos; porque hasta ese momento ellos simplemente reconoc�an a Dios, pero solo de una manera natural, porque invocaban a sus dioses tambi�n.

Esto fue lo suficientemente inconsistente. No vieron la dolorosa incongruencia de adorar dioses falsos y al mismo tiempo reconocer al Dios verdadero. Sin embargo, tal era exactamente su estado; pero ahora clamaban al Dios verdadero. Hab�an o�do que Su nombre era Jehov�, y quedaron impresionados por la realidad de Su gobierno en el caso de Jon�s ante sus ojos. �Y clamaron a Jehov�, y dijeron: Te rogamos, oh Jehov�, te rogamos, que no perezcamos por la vida de este hombre, y no nos cargues con sangre inocente; porque t�, oh Jehov�, hiciste como te pareciste ."

Se puede hacer una observaci�n, por cierto, en prueba del exceso de locura que el racionalismo despliega al juzgar estos nombres de Dios. En estos d�as la mayor�a de las personas que leen saben que los librepensadores han tratado de construir la teor�a de que cada uno de los primeros libros al menos de la Biblia debe haber sido escrito por diferentes autores en diferentes �pocas, porque entre otros fen�menos ocurren dos o m�s relatos. a veces de las mismas caracter�sticas o de caracter�sticas afines, en una de las cuales el nombre Dios o "Elohim" es m�s prominente, en otra el nombre "Jehov�".

Su hip�tesis es que la diferencia de estos t�rminos, respaldada por otras diferencias de pensamiento y lenguaje, s�lo puede surgir de una autor�a distinta. �Locura superficial y transparente! Como si incluso los escritores humanos no variaran su estilo con su tema y objeto: c�mo �mucho m�s cuando Dios da conforme a su plenitud y profundidad! No tiene el menor sentido la teor�a. Y he aqu� una prueba ante nuestros ojos en la profec�a de Jon�s.

No se trata de documentos anteriores en este caso. En comparaci�n con los libros de Mois�s, Jon�s, despu�s de todo, es demasiado tarde en el d�a. Se las ingeniaron para descifrar el caso de que en la edad oscura y canosa de la antig�edad mosaica varios documentos se hab�an confundido de alguna manera, y de la manipulaci�n posterior de estos diferentes registros finalmente surgieron los libros de Mois�s tal como los tenemos: m�s o menos, uno podr�a suponer, como Jehov� plag� al pueblo porque hicieron el becerro, el cual hizo Aar�n, cuando �l "ech� el oro en el fuego, y sali� este becerro".

Pero, sea como fuere, la profec�a de Jon�s surge para refutar esta pretenciosa locura. Tenga paciencia si no puedo sino usar t�rminos fuertes y claros al hablar de algo tan irreverente y repugnante. Nunca se debe criticar a un hombre por su ignorancia;* menos a�n se puede culpar con justicia a un hombre por no ser m�s sabio de lo que Dios se ha complacido en hacerlo. Es asunto nuestro hacer el mejor uso de lo poco que Dios haya concedido; sino que el hombre permita que su mente o sus adquisiciones, cualquiera que sea su medida, se levanten en juicio de la preciosa y perfecta palabra de Dios, para perturbar y destruir hasta donde su influencia se extienda la autoridad divina absoluta de todo lo que Dios ha escrito, esto no puedo dejar de condenarlo con toda mi alma, y ??creo que es el amor m�s verdadero incluso para los malhechores.

No podemos exagerar la atrocidad del pecado. �Que el Se�or perdone a todos los culpables de ello! Pero no debemos perdonar la cosa en s�. �Puede uno concebir que Dios quiere que el creyente perdone el pecado de hablar en contra de Su propia palabra? La gracia puede perdonar al peor de los pecadores; pero nunca permitamos ning�n pensamiento sobre el pecado excepto que es muy odioso para Dios. Tener el m�s fuerte sentido del pecado no es en modo alguno incompatible con la m�xima piedad e inter�s por aquel que es enga�ado, culpable y condenado.

Al contrario, es tanto deber del cristiano aborrecer el mal como amar el bien. Tan cierto es esto, que nunca se puede pensar con justicia que el hombre que no aborrece el mal tenga verdadero amor en su coraz�n por lo que es bueno; porque es siempre en proporci�n al poder moral que uno odia lo falso y el mal, y ama lo verdadero y el bien. En cuanto a la timidez que se llama a s� misma caridad pero que en realidad es indiferencia hacia el bien o el mal, es en el fondo un intenso ego�smo o un mero amor a la comodidad sin una sola cualidad que hace al hombre, porque no hay pensamiento ni cuidado. por lo que se debe a Dios.

Que todos los hijos de Dios velen diligentemente contra tal crueldad; porque el aire hoy en d�a est� lleno de ella. Depende de ello, no hay gracia en tal laxitud. Est� lo m�s lejos posible de Aquel que es nuestra �nica prueba infalible.

*Las �ltimas palabras del famoso Laplace fueron: "Ce que nous connaissons est peu de chooses; ce que nous ignorons est inmenso". �Pobre de m�! muri� sin el conocimiento de Dios, sin la vida eterna en Cristo. Pero no es un mal testigo de la naturaleza insatisfactoria del conocimiento de alguien que sab�a mucho en comparaci�n con la mayor�a de los hombres, aunque no sab�a nada de lo que el hombre m�s necesita saber.

En su angustia encontramos que Jon�s se vuelve hacia el verdadero Dios. Incluso para los marineros paganos no era momento de pensar en sus falsos dioses. Evidentemente se sintieron en la mano de Jehov�. En consecuencia, claman a �l, y como se nos dice: "Tomaron a Jon�s y lo arrojaron al mar, y el mar ces� en su embravecer". �Qu� vista! �Qu� solemnidad debe haber llenado a estos pobres gentiles! En consecuencia, se nos dice, "tem�an a Jehov�.

"Le hab�an clamado antes; ahora le tem�an. Si clamaron a �l en su peligro, le temieron a�n m�s cuando el peligro pas�. Eso es correcto, y muestra la realidad. Aunque es com�n, es una espantosa burla cuando un hombre teme menos al Se�or cuando profesa que sus pecados son perdonados por Su gracia Es verdaderamente terrible y peligroso cuando la bondad de Dios debilita en el m�s m�nimo grado nuestra reverencia por �l y el celo por Su voluntad.

"Nuestro Dios es un fuego consumidor, pero esto no tiene por qu� impedir nuestra perfecta confianza en Su amor. As� que aqu� los marineros ofrecieron un sacrificio a Jehov�, e hicieron votos al mismo tiempo. "Ahora bien, Jehov� hab�a preparado un gran pez para tragarse a Jon�s. . Y estuvo Jon�s en el vientre del pez tres d�as y tres noches�.

A continuaci�n ( Jon�s 2:1-10 ) llegamos a un cambio muy grande. No se trata de un hombre enviado por Jehov� para cumplir una misi�n no deseada; ni su esfuerzo por escapar de la ejecuci�n de la comisi�n de Dios; ni una vez m�s los tratos divinos con �l cuando se mostr� refractario y coce� contra los aguijones.

Vemos por cierto que Jehov� es sumamente compasivo y de tierna misericordia con respecto a los marineros gentiles, cuando abandonaron sus vanidades y fueron llevados a adorar al �nico Dios verdadero, Jehov� el Se�or del cielo y de la tierra.

Pero ahora tenemos los tratos silenciosos y secretos de Dios que se llevaron a cabo durante esos tres d�as y tres noches cuando Jon�s yac�a en las profundidades y extend�a su miseria ante Dios. �Entonces or� Jon�s a Jehov� su Dios desde el vientre del pez, y dijo: Clam� en mi aflicci�n a Jehov�, y �l me oy�; desde el vientre del infierno clam�, y mi voz o�ste.�

En esto no puede haber la menor duda para el creyente de que Jon�s es un tipo del bendito Se�or Jesucristo cuando �l tambi�n estuvo durante tres d�as y tres noches, como �l mismo dijo, en el coraz�n de la tierra el Mes�as crucificado. Pero entonces, �qu� diferente! El destino singular de Jon�s fue debido a su pecado su manifiesta insumisi�n a Dios. Cristo sufri� exclusivamente por los dem�s. Fue por los pecados de Su pueblo.

Sin embargo, el resultado fue tan similar que nuestro Se�or Jes�s mismo, estando sin pecado, fue completamente rechazado, no porque no hizo la voluntad de Dios, sino porque lo hizo a la perfecci�n, ofreciendo su cuerpo como sacrificio una vez por todas. As� nuestro bendito Se�or obedeci� hasta la muerte, en lugar de desobedecerla como el primer Ad�n. Entonces Jon�s llora, y Jehov� escucha. Siente profundamente la posici�n en la que se encontraba; y esto estaba bien. La disciplina est� destinada a sentirse, aunque no se debe dudar de la gracia.

Pero creo por otra parte que su confianza, como era natural, no estaba desprovista de miedo. Porque si era un tipo de Cristo, �l era un tipo del pueblo jud�o. De hecho, presenta no ineptamente al pueblo que falla en su testimonio, tergiversando a Dios ante los gentiles, no siendo todav�a un canal de bendici�n sobre ellos seg�n las promesas a Abraham, sino m�s bien una maldici�n a causa de su propia infidelidad.

Sin embargo, as� como Jon�s fue preservado por Dios en el gran pez, as� tambi�n los jud�os ahora son preservados por Dios, y ser�n sacados para ser un gozo y una alabanza a Su nombre en la tierra, cualquiera que sea su condici�n actual perdida. Ese d�a se est� acelerando r�pidamente. En la historia de Jon�s encontramos su compromiso; en Cristo es su terreno justo y los medios para lograrlo cuando a Jehov� le plazca para Su gloria.

Es un principio de Dios que "en boca de dos o tres testigos se establecer� toda palabra". No dudo que esta sea al menos una de las razones de los tres d�as, ya sea que se mire el caso de Jon�s, o de Cristo, o de cualquier otro. Significa un testimonio plenamente adecuado, como en el caso de nuestro Se�or, de la realidad de Su muerte cuando hab�a sido rechazado hasta lo sumo; as� con Jon�s. Dos habr�an sido suficientes; tres eran m�s que suficientes, un testimonio amplio e irrefutable. As� que nuestro Se�or Jes�s, aunque seg�n el c�mputo jud�o de tres d�as y tres noches en la tumba, yaci� literalmente all� pero todo el s�bado el d�a de reposo, con una parte del viernes a�n no cerrada, y antes del amanecer del domingo.

Porque siempre debemos recordar en estas preguntas el m�todo de c�mputo de los jud�os. Parte de un d�a contaba regularmente para las veinticuatro horas. La tarde y la ma�ana, o cualquier parte, contaba como un d�a entero. Pero el Se�or, como sabemos, fue crucificado en la tarde del viernes; Su cuerpo yac�a todo el d�a siguiente o s�bado en la tumba; y se levant� temprano el domingo por la ma�ana. Ese espacio se cont� en tres d�as y tres noches de acuerdo con el c�mputo b�blico sancionado que ning�n hombre que se inclinara ante las Escrituras impugnar�a.

Esto fue afirmado entre los jud�os, quienes, por f�rtiles que hayan sido en excusas para la incredulidad, nunca, que yo sepa, han puesto dificultades en este punto. La ignorancia de los gentiles ha expuesto a algunos de ellos cuando no son amistosos con la frase. Los jud�os encontraron no pocos obst�culos, pero �ste no es uno de ellos: pueden saber poco de lo que es infinitamente m�s trascendental; pero conocen su propia Biblia demasiado bien como para presentar una objeci�n que ir�a contra las escrituras hebreas tanto como contra las griegas.

En Jon�s 3:1-10 llegamos a otro punto. La palabra de Jehov� vuelve a Jon�s. �Cu�n persistente es su bondad y cu�n vano es que su siervo piense en evadirla! Se da un nuevo mensaje en estos t�rminos: "Lev�ntate, ve a N�nive, la gran ciudad, y ll�vale la predicaci�n que yo te mando. Levant�ndose, pues, Jon�s, fue a N�nive, conforme a la palabra de Jehov�.

Y el Esp�ritu de Dios nos dice: "N�nive era una ciudad grande en extremo, de tres d�as de camino. Y comenz� Jon�s a entrar en la ciudad camino de un d�a, y dio voces, y dijo: En cuarenta d�as N�nive ser� destruida�. El pueblo escuch� la palabra. Y he aqu� otro uso para el cual nuestro bendito Se�or emplea a Jon�s. no se limita a citar la parte m�s maravillosa de la historia de Jon�s como un tipo de su propio rechazo en Israel, o de la consecuencia de ese rechazo para Israel, sino que muestra ante el esp�ritu orgulloso y duro del jud�o en su d�a el arrepentimiento de los ninivitas en la predicaci�n de Jon�s, dos referencias completamente diferentes que son incidentes principales en la historia del profeta.

"Entonces la gente de N�nive crey� a Dios". No fueron tan lejos como los marineros: "creyeron en Dios". Hab�a una cierta convicci�n de que Su car�cter moral fue justamente ofendido por la maldad de ellos; porque bien sab�an que estaban viviendo como se indicaron, lo que pr�cticamente significa sin Dios en absoluto. "Creyeron a Dios", se dice, "y proclamaron ayuno, y se vistieron de cilicio".

�Justifica esto nuevamente la inferencia de que el libro tuvo dos autores? M�s tarde, como en la primera parte, todo est� narrado con el orden m�s perfecto moralmente, y tan naturalmente como sea posible fluye de una misma mente inspirada. El hecho es que la aplicaci�n de los diferentes nombres de Dios es bastante independiente de la cuesti�n de uno o m�s autores, y se debe a una idea diferente que el autor pretend�a transmitir: y esto es cierto a lo largo de las Escrituras tempranas o tard�as, el Antiguo Testamento o Nuevo.

De hecho, todas las Sagradas Escrituras son partes de la misma red; pero de ello no se sigue que no pueda haber un patr�n diferente en diferentes partes de �l. Hacer que todo tenga el mismo color o forma mon�tona no siempre es necesario, incluso entre los hombres. �Qu� extra�o que el hombre vanidoso se siente en juicio sobre Dios, sin permitirle siquiera hacer lo que le place con Su propia palabra! Por supuesto, el uso de los nombres se adapta a una aprehensi�n diferente de Dios por parte de los hombres, siendo uno principalmente la expresi�n general de su naturaleza, el otro de esa relaci�n espec�fica en la que se revel� a su pueblo escogido de anta�o; el uno qu�, el otro qui�n es �l.

Por lo tanto, bajo la mano del Esp�ritu Santo, podemos considerar con seguridad que Dios proporciona los t�rminos usados ??con la m�s perfecta propiedad. Nunca es arbitrario o sin sentido; pero es posible que no siempre podamos discernir correctamente. De hecho, est� tan lejos de ser cierto que estoy convencido de que una variedad de autores preferir�an haber eliminado estas diferencias. Por lo tanto, suponiendo que hubiera dos autores dando informes realmente contradictorios, considero que un editor, al encontrar los dos documentos en desacuerdo, con toda probabilidad habr�a tratado de asimilarlos; por ejemplo, en este caso, ya sea tachando "Jehov�" y poniendo "Dios", o tachando "Dios" y poniendo "Jehov�". Esto no habr�a sido una tarea dif�cil,

Perm�tanme esforzarme por ilustrar la verdad con una figura familiar. Un artista de inteligencia no representar�a a la Reina de la misma manera abriendo las Casas del Parlamento que si pasara revista a las tropas en Aldershot. El que no pudiera ver la raz�n de las diferencias en las pinturas de las dos escenas, incluso si estuvieran dibujadas por el mismo artista, simplemente probar�a que no ten�a discernimiento de la propiedad. En un caso podr�a haber un caballo o un carro; en el otro estar�a el trono.

Los caballos no ser�an adecuados en la C�mara de los Lores m�s que. un trono en el campamento. Cada uno puede ver en un caso como �ste que la diferencia del entorno no tiene que ver con una cuesti�n de tal o cual artista, de pocos o muchos, sino que se debe exclusivamente a la diferencia de relaci�n.

As� que incluso nosotros en la vida ordinaria no siempre nos dirigimos a la misma persona de la misma manera. Supongamos el caso de un juez y de un abogado que es el hijo del juez y se dirige a �l en el tribunal. �Crees que el abogado se olvidar�a tanto de la corte como para llamar al juez su padre cuando se dirige al jurado, o incluso al juez? �O supones que estando en casa, en la intimidad de la casa de su padre, su hijo llamar�a al juez "mi se�or", tal como �l y todos los dem�s lo har�an en la corte?

Para m�, entonces, es seguro que la objeci�n planteada se debe nada m�s que a una asombrosa falta de discernimiento; pero nunca culpar�a a nadie por esto si no pretendiera ense�ar y en su esfuerzo deshonrara la palabra de Dios, y da�ara, si no arruinara, al hombre. Si la gente no puede formar un juicio sano y santo en cuanto a tales cuestiones, es su propia p�rdida. Pero no tienen derecho a publicar los frutos de su ignorancia de las Escrituras y a presentarlos como algo nuevo, profundo e importante, sin ser tamizados y expuestos, especialmente como la tendencia necesaria, si no el objeto de todo lo que dicen, es destruir.

el verdadero car�cter de las Escrituras como divinas. Si el aprendizaje en el que tales esfuerzos pueden estar organizados fuera tan real, lo cual rara vez lo es, no creo que un cristiano deba hacer una tregua por una hora.

Aqu� entonces aprendemos que Dios fue cre�do por los hombres de N�nive, quienes en consecuencia tomaron el lugar del culpable en arrepentimiento ante Dios. Cuando el asunto lleg� al rey, "�l se levant� de su trono, y se quit� el manto de sobre s�, y lo cubri� de cilicio, y se sent� sobre ceniza. E hizo que se proclamara y publicara en N�nive por decreto del rey y sus nobles, diciendo: Ni hombres ni animales, vacas ni ovejas, prueben cosa alguna; no paguen ni beban agua, sino c�branse de cilicio hombres y animales, y clamen a Dios con fuerza.

Aqu� el lugar de la humillaci�n se mantiene de una manera minuciosa, aunque algo singular. "�Qui�n puede decir si Dios se volver� y se arrepentir�, y se apartar� del ardor de su ira, para que no perezcamos?" No tienen que esperar mucho. por una respuesta de misericordia. "Y vio Dios las obras de ellos, que se convirtieron de su mal camino; y se arrepinti� Dios del mal, que hab�a dicho que les har�a; y no lo hizo. Pero esto desagrad� mucho a Jon�s, y se enoj� mucho.

"S�, Jon�s es el mismo hombre a�n cuando se prueba hasta la m�dula. Puede parecernos maravilloso que as� sea despu�s de todos los tratos de Dios con �l. La misericordia mostrada fue demasiado para �l cuyo mensaje cubri� a N�nive con cilicio. hab�a advertido que hab�a advertido, y no pod�a tolerar ninguna atenuaci�n por temor a que eso le perjudicara.Este sentimiento estaba demasiado arraigado en su naturaleza para ser alterado incluso por la disciplina por la que hab�a pasado.

Ninguna experiencia puede jam�s corregir la maldad de la mente carnal. Tan completamente desesperado es en s� mismo que nada menos que la muerte y la resurrecci�n con Cristo, entregados a la fe y mantenidos en dependencia de �l, puede valer. Ser tragado por el gran pez y salir de nuevo fue sin duda usado para bien; pero tal medida no fue suficiente para satisfacer la demanda. S�lo vivimos por la dependencia actual de Dios; y no puede haber mayor ruina para un alma que intentar vivir s�lo del pasado, y menos volver a los viejos pensamientos y sentimientos.

Jon�s, en efecto, pr�cticamente apart� el fruto de la solemne disciplina por su alma por la que hab�a pasado en las profundidades del mar. Pero Dios era el mismo Dios; y tuvo Su propia forma de corregir a Jon�s. "Or� a Jehov�". Aqu� encontramos de nuevo la propiedad del lenguaje. El profeta no vuelve a caer simplemente en el lugar del hombre como tal con Dios; �l le habla como alguien que lo conoci� en un terreno especial, de acuerdo con el nombre del pacto de Jehov� en el cual �l es conocido por el jud�o.

�Or� entonces a Jehov�, y dijo: Te ruego, oh Jehov�, �no fue esto lo que dije cuando a�n estaba en mi tierra? Por tanto, hu� de delante a Tarsis, porque sab�a que t� eres un Dios clemente y misericordioso, tardo para la ira y grande en misericordia, y te arrepientas del mal". �Esta fue la fuente secreta de la temida misericordia de Dios del profeta! �Por tanto ahora, oh Jehov�, quita, te ruego, mi vida de m�, porque es mejor para m� morir que vivir.

"No soportar�a vivir si su palabra no se cumpliera al pie de la letra. Preferir�a ver que esa palabra se cumpliera rigurosamente en el exterminio de todos los ninivitas que que pareciera fracasar. �Cu�n orgulloso, ego�sta y destructivo es el coraz�n impaciente aun de un hombre piadoso!�Y qu� hermoso es encontrar en el ap�stol Pablo a lo que me refer� al principio!Un hombre de pasiones semejantes a las de Jon�s y a nosotros, que sin embargo da la paciencia como el principal, principal y m�s especial. signo memorable de un ap�stol.

Dice con verdad que todas las se�ales de un ap�stol se encontraron en �l al reprender a los ingratos corintios; pero �cu�l es el primer gran signo que alega? Ni lenguas ni milagros. Tenga la seguridad de que la paciencia es mejor que cualquiera de tales poderes; y paciencia en todas las formas que Dios forj� en el coraz�n de ese bendito hombre. Sin embargo, no me parece por todo lo que leemos que Pablo fuera un hombre paciente seg�n su propia naturaleza.

�No parece m�s bien que fue asombrosamente r�pido en sus sentimientos, y tan r�pido en llegar a una conclusi�n como firme en aferrarse a ella cuando se form�? Sin embargo, aunque ten�a una mente tan apta para sondear las profundidades del mar como para captar los diversos aspectos de todo lo que se le presentaba, sabemos que era completamente jud�o "un hebreo de hebreos", como �l mismo dice, a quien su naci�n era indescriptiblemente querido.

Al mismo tiempo, fue un hombre muy en�rgico en llevar a cabo pr�cticamente todo lo que la conciencia y el coraz�n recibieron seg�n Dios. Esto fue incluso en sus d�as inconversos; y ciertamente no lo fue menos cuando fue quebrantado por la gracia y lleno de un amor que brot� de todos los canales de su gran coraz�n. Pero la cualidad permanente que caracteriza a Pablo como ap�stol, como insta a los corintios que dudan y para el bien de todos los santos, es la paciencia.

Dudo que cualquier otra cosa sea un signo tan grande de poder espiritual. Viene un d�a en que el poder no se mostrar� en la paciencia; pero la se�al m�s verdadera del poder divino ejercido moralmente ahora es esta capacidad de resistir. Ahora bien, esto fue en lo que Jon�s fracas� por completo. �l hab�a conocido maravillas del poder divino y la misericordia en su propio caso; pero no hay nada como la cruz, ninguna lecci�n como la de la muerte y resurrecci�n como Pablo la hab�a aprendido.

Algunos pueden pensar que es una expresi�n muy inusual de nuestros corazones, por malos que sean, poner la propia reputaci�n por encima del bienestar e incluso de la vida de la gente de la gran ciudad; y que pocos o ninguno de nosotros estar�amos tentados a sentirnos tan mal. Tenga la seguridad, sin embargo, de que la carne no es digna de confianza; y ese yo es tan cruel como mezquino cuando se le permite.

Esto puede parecerles a algunos un pensamiento terrible; pero no es cierto? El hombre es todav�a el primer hombre; y est� en el cristiano listo para repetirse, a menos que la fe la tenga por muerta.

�Entonces dijo Jehov�: �Haces bien en enojarte?� �Qu� admirable Su paciencia! �Y sali� Jon�s de la ciudad, y se sent� al lado oriente de la ciudad, y all� se hizo una caba�a, y se sent� debajo de ella a la sombra, hasta que pudiera ver lo que hab�a de ser de la ciudad.� All� se sent� el profeta, fr�a y deliberadamente, esperando con el consuelo que pudo reunir para ver si Dios exterminar�a all� y en ese momento al pueblo que �l, Jon�s, hab�a consagrado a la destrucci�n.

Y ahora vemos la forma maravillosa en que Jehov� corrigi� el mal. "Jehov� Dios prepar� una calabaza". Ahora no es simplemente "Dios", ni s�lo "Jehov�", sino la combinaci�n de la naturaleza con una relaci�n especial. Tal parece ser la raz�n por la cual es Jehov� Dios en este caso. �l "prepar� una calabaza, y la hizo subir sobre Jon�s, para que sirviera de sombra sobre su cabeza, para librarlo de su aflicci�n. Y Jon�s se alegr� mucho de la calabaza.

Simplemente como Dios, podemos decir, �l prepar� la calabaza; pero como Jehov� Dios �l la prepar� para que fuera un consuelo para Su siervo Jon�s. "Pero Dios prepar� un gusano". Observe el cambio apropiado. No es "Jehov� Dios". ahora, sino Elohim, el autor de la creaci�n." Dios prepar� un gusano cuando sali� la ma�ana del d�a siguiente, y golpe� la calabaza que se sec�. Y sucedi� que cuando sali� el sol, Dios prepar� un fuerte viento del este; y el sol ca�a sobre la cabeza de Jon�s, que se desmay�, y dese� en s� mismo morir, y dijo: Mejor me es morir que vivir.

En efecto, la impaciencia debe ser siempre acerca de uno mismo. Lo que siempre m�s provoca la naturaleza humana es tal herida. Nunca es Dios, ni necesita la prueba con la que Dios pone a prueba provocar la impaciencia, que cuando se analiza se encuentra justa. encontrar faltas en �l. �Piensas que Dios no tiene Su ojo en cada cosa y en cada uno? �Olvidas que Dios est� midiendo todo el dolor, la prueba y el dolor infligido y soportado aqu� abajo? y todo.

Por tanto, s�lo cuando perdemos esto de vista estalla la impaciencia de la naturaleza; pero seguro que siempre est� ah�, listo para estallar. As� que estall� con el profeta enfadado. "Y dijo Dios a Jon�s: �Haces bien en enojarte por la calabaza? Y �l dijo: Hago bien en enojarme hasta la muerte". Cu�n manifiestamente vemos la misma alma caliente pero d�bil: "�Hago bien en estar enojado!" �Entonces dijo Jehov�: Tuviste piedad de la calabacera, por la cual no la trabajaste, ni la hiciste crecer, que en una noche sub�a, y en una noche perec�a: �y no perdonar� yo a N�nive, la gran ciudad, �D�nde hay m�s de sesenta mil personas que no saben discernir entre su mano derecha y su mano izquierda, y tambi�n mucho ganado? Te gustar�a que la calabaza se salvara.

�Qu� es la calabaza para N�nive? Valoras su sombra ef�mera: �qu� es a mis ojos esa gran ciudad con sus mir�adas repletas de peque�os que no distinguen su mano derecha de su izquierda? S�, Dios incluso piensa y siente por el ganado. �Qu� signo de grandeza m�s seguro o m�s evidente que poder abarcar lo que consideramos mezquino junto con lo que para nosotros es ilimitado en magnitud? Y tal hace nuestro Dios; No desprecia a ninguno.

As� es exactamente el Dios a quien Jon�s conoc�a tan poco y no estaba dispuesto a aprender. No hay verdadero conocimiento de Dios sino en aplastar la naturaleza en su impaciencia, orgullo de coraz�n, confianza en s� mismo, todo Y es justo que as� sea. Es una pobre ganancia adquirir un conocimiento considerable de Dios sin que tenga al mismo tiempo un profundo efecto moral en el alma. Dios, en cualquier caso, tendr�a las dos cosas juntas asociadas en nosotros.

�Cu�n admirablemente completos son Sus caminos y Su obra! El que prepar� el pescado prepar� el palmcristo y el gusano y el viento del este vehemente. Todas las cosas sirven no s�lo a Su poder, sino tambi�n a Sus prop�sitos de gracia. Es tan caracter�stico de nuestro profeta como de todas las Escrituras relatar con calma cada incidente tal como fue, todo bajo la mano de Dios, tanto el m�s peque�o como el m�s grande, y esto tampoco para su propio cr�dito, sino para la alabanza de la misericordia. infinitamente por encima de los pensamientos del hombre.

Y esto est� incrustado entre los profetas jud�os, escrito en la lengua hebrea, por uno que sinti� tan intensamente como cualquier israelita lo que era advertir al captor destinado de Israel, con la certeza de que Dios se arrepentir�a del juicio amenazado, si ellos por gracia se arrepintieron de sus caminos contra �l. Y as� demostr� despu�s que �l, resucitado del sepulcro del mar, hab�a cumplido su misi�n, figura del Resucitado de entre los muertos, tanto mayor en su gracia a los gentiles como en la gloria de su persona y la perfecci�n de su una obediencia que sal�a s�lo en hacer la voluntad de su Padre.

Pero Dios es tan sabio como bueno; y el dolor del profeta por la muerte de palma-christi se convierte en un reproche para su propio esp�ritu temerario, y una justificaci�n de su propia boca por la misericordia de Dios hacia los hombres de N�nive. Una vez m�s, del que come sale la carne, y del d�bil, como antes del fuerte, sale la dulzura.

Tal es entonces el libro de Jon�s, y no puedo dejar de pensar que, en cuanto a �l va, un libro m�s instructivo para el alma, y ??en vista de los tratos y dispensaciones de Dios con el hombre y la creaci�n, no hay en la Biblia .

Información bibliográfica
Kelly, William. "Comentario sobre Jonah 4". Comentario de Kelly sobre los libros de la Biblia. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/wkc/jonah-4.html. 1860-1890.
 
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