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Bible Commentaries
Josué 24

Comentario de Kelly sobre los libros de la BibliaComentario de Kelly

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Versículos 1-33

En las guerras de Jehov� no siempre fue una cuesti�n de poder hostil. De hecho, este no es el mal m�s grave que el pueblo de Dios tiene que encontrar en este mundo. El mismo principio que era cierto para Israel entonces se aplica al cristiano ahora. Las artima�as del maligno son mucho m�s temibles que su poder; y Satan�s, como serpiente, act�a mucho m�s gravemente en perjuicio del nombre del Se�or entre Su pueblo que como le�n rugiente.

Sin duda, es un pensamiento aflictivo hasta qu� punto el adversario puede, y lo hace, emplear al mundo en perjuicio del pueblo de Dios y para deshonra de Dios; pero la gracia est� siempre por encima del mal, ya trav�s de su plena revelaci�n en Cristo tenemos ahora un nuevo est�ndar para juzgar el bien y el mal, m�s particularmente para el cristiano. �l puede as� decir que todo lo que es forjado por la mera enemistad del mundo, provocado por Satan�s, no puede da�ar; porque no es como un jud�o, llamado a la conservaci�n de la vida en este mundo, oa cualquier circunstancia de comodidad y quietud; sino, por el contrario, "El que quiera salvar su vida, la perder�; y el que pierda su vida por causa de m�, la hallar�".

El rechazo de Cristo a la fe cristiana ha cambiado todo para nosotros aqu� abajo, y la posesi�n de Cristo para el cielo nos ha aclarado todo, suponiendo que hubiera p�rdida de algo aqu�, de la vida misma; porque �qu� es algo ahora en presencia de la vida eterna? Y Cristo es esa vida en poder de resurrecci�n. Teni�ndolo a �l como nuestra vida, por lo tanto, tenemos que ver con un mundo hostil que Satan�s vuelve contra nosotros; pero, al excitar al mundo contra los santos, solo aprendemos la fuerza de nuestra bendici�n; porque suponiendo que el mundo, lleno de odio, inflija sus azotes o vejaciones, y nos prive de esto o aquello necesario (pudiera parecer) para la subsistencia, ciertamente para algo as� como una medida de comodidad en este mundo, �entonces qu�? Si el efecto de todo lo que Satan�s puede hacer es que demos gracias a Dios, �qu� gana? Alabado sea el Se�or.

Supongamos, de nuevo, que puso el odio del mundo para encarcelar o matar, entonces no le daremos menos gracias al Se�or, sino m�s bien alabarle porque nos considera dignos de sufrir estas cosas por causa de su nombre.

Entonces es s�lo cuesti�n de ir adelante a la voluntad del Se�or. Justo en proporci�n a la agudeza maliciosa de los golpes de Satan�s, el Se�or da m�s gracia. As� son los sufrimientos en el mundo, las pruebas, las persecuciones, todo invariablemente volcado al bien de las almas que todo lo aceptan; y tenemos derecho a hacerlo, como siempre lo hizo Cristo. No importaba qui�n era la persona o qu� cosa era; podr�a ser Herodes o Pilato como instrumentos. El Se�or, visto ahora como el bendito testigo de Dios aqu� abajo, siempre los quit� de Dios. "La copa que mi Padre me da", dice, "�no la he de beber?"

Sin duda hab�a detr�s lo que era, si cabe, m�s profundo que el hecho exterior del rechazo. Para la expiaci�n del pecado, Dios debe actuar de acuerdo con su naturaleza inmutable en justicia, y no simplemente como Padre. Pero, pase lo que pase, el efecto en nuestro Se�or Jes�s fue que justific� a Dios, incluso cuando en la expiaci�n del pecado no pod�a haber un disfrute sensible ni una expresi�n de comuni�n.

Es imposible que el Hijo eterno, el Siervo perfecto, pudiera acoger o ser indiferente al juicio divino, cuando �l se convirti� en su objeto por nosotros, lo cual necesariamente debe ser, si fu�ramos a ser libres de culpa y ruina al quitarnos el pecado. .

De ah� que encontremos al Se�or Jes�s entonces, pero en expresi�n de abandono, no de comuni�n, no en dudas o temores, como algunos han dicho blasfemamente, sino d�ndonos cuenta de lo que fue cuando Dios lo hizo pecado por nosotros. Cualquier otra cosa habr�a sido moralmente imposible e inapropiada en tal momento; pero incluso entonces abrigaba una confianza inquebrantable en Dios, contando con �l, sintiendo la realidad de Su propia posici�n, penetrando en todas las profundidades de Su alma y esas profundidades eran insondables en todo lo que la naturaleza moral de Dios debe exigir cuando se trata del pecado. , aunque con Cristo mismo, Su unig�nito, sufriendo por nosotros en expiaci�n.

Hablamos aqu� de la cruz de Cristo en vista de la expiaci�n. Esta es sin duda la �nica excepci�n solitaria. Pertenece a Cristo en la expiaci�n, ya nadie m�s que a Cristo all� y en ese momento; y de �l salieron, no s�lo Sus alabanzas para siempre, sino las nuestras con las Suyas, Suyas en medio de nosotros. Aparte de lo que, por lo tanto, est� necesariamente solo, donde la acci�n de gracias hubiera sido totalmente inoportuna e inadecuada, por no decir una burla, aparte de este hecho estupendo que rechaza la comparaci�n con todos los dem�s, debido a su naturaleza, y donde el fracaso no podr�a ser, porque �l era entonces, como siempre, absolutamente perfecto, siempre lo o�mos bendecir a Su Padre.

Jes�s en todas las cosas glorific� a Su Padre; y en el sufrimiento final su perfecci�n brill� sobre todo; no porque fuera un �pice m�s perfecto entonces que en cualquier otro tiempo, sino porque nunca antes hab�a sido suyo sufrir tanto, y nunca podr�a volver a serlo.

Toma al Se�or en cualquier otro momento que no sea Su sufrimiento por los pecados, y sin importar lo que le sobreviniera, el efecto fue acci�n de gracias. T�malo gradualmente, s�, completamente rechazado; ll�venlo a �l, el m�s despreciado, donde �l fue m�s conocido, donde �l hab�a hecho tales obras, donde �l hab�a hablado tales palabras, como nunca antes. �l lo sinti� todo a fondo, y pudo decir "Ay" sobre estos lugares. No podr�a ser de otra manera; porque hab�an rechazado el testimonio rico y lleno de gracia del Mes�as.

Pero �l se dirige a Dios con "Te doy gracias, Padre", al mismo tiempo. Entonces vemos la victoria en �l siempre. Nosotros tambi�n tenemos derecho a buscarlo. Solo recordando que estar en presencia de las asechanzas del diablo, como estamos llamados a hacer ahora, es algo m�s dif�cil que antes de que su poder ya se rompiera por nosotros.

Entonces resulta aqu�. Hemos visto que, cuando se present� toda la fuerza del enemigo despu�s de cruzar el Jord�n, Jehov� le dio a su pueblo la victoria m�s magn�fica que ofrece este libro. �Ay, que as� sea! que la primera ocasi�n debe ser m�s brillante que la �ltima! �Deber�a ser as�? Fue muy diferente con Jes�s. Su camino era brillante; pero la m�s brillante de todas fue la luz que brill� cuando parec�a apagarse en la muerte, solo para resucitar, para ser disfrutada ahora por fe, luego para ser exhibida en el reino y por toda la eternidad.

En este caso encontramos a Israel m�s que jaqueado. Hab�a habido una severa repulsi�n del poder de Satan�s, y esto se debi� a que el pueblo se atrevi� a actuar sin la gu�a y protecci�n de Jehov�. Habiendo probado ya la presencia del Se�or con ellos, hicieron lo que nosotros estamos dispuestos a hacer. Asumieron que Jehov� deb�a seguirlos, en lugar de esperar y seguirlo. Fue una inferencia humana, y esto nunca es seguro en las cosas divinas.

Dieron por sentado que, habi�ndolos tra�do Jehov� a esa tierra, no les quedaba otra cosa que seguir adelante. �Qu� fue eso? �Un olvido del enemigo y de ellos mismos? M�s que eso un olvido de Dios. �Ser�a propio de los hombres de fe prescindir del Se�or en el desierto, por no hablar de luchar contra el enemigo en Cana�n? Ciertamente no, si nuestras almas tuvieran el sentido de tener que ver con Aquel que nos ama; con Uno sin el cual no somos nada; con Uno que! habiendo sido glorificado, nos ha llamado y salvado para ser glorificado en nosotros. Absolutamente lo necesitamos; pero adem�s es el ferviente deseo de nuestro coraz�n, aunque a veces somos propensos a olvidarlo.

As� sucedi� con Israel, e incluso con Josu�, en esta ocasi�n. Despu�s de haber vencido en Jeric�, se comprende bien el triste error en el asunto de Hai. Pero, �se perdi� ahora la ganancia cuando, por la intervenci�n del poder misericordioso del Se�or, se recuper� el mal? El Se�or hab�a puesto a Israel en el lugar que le correspond�a, los disciplin�, quebr� la confianza en su propio poder. Les hab�a hecho sentir que no hab�a nada para Israel sino estar sujeto a �l.

No deben pensar, como los gentiles, que se trata de reunir fuerza contra fuerza. Tales pensamientos dejan fuera a Dios y son completamente impropios para aquellos que est�n llamados a caminar en la conciencia de Su presencia.

Esta fue una lecci�n muy saludable. Pero hab�a m�s que aprender; y ahora deben ser probados seg�n una nueva especie. Aconteci� que cuando todos los reyes que estaban de este lado del Jord�n, en las colinas y en los valles, y en todas las costas del gran mar frente al L�bano, los heteos, los amorreos, los cananeos, los ferezeos Lo oyeron el heveo y el jebuseo, que se juntaron para pelear un�nimes con Josu� y con Israel.

"Con toda probabilidad, estas tribus se sintieron animadas por el control ante Hai. La ca�da de Jeric� los hab�a golpeado con consternaci�n; pero aprendieron a trav�s de lo que sucedi� en Hai que Israel no era necesariamente invencible. Hasta ahora ten�an raz�n. Hab�an aprendido que Israel pod�a ser golpeado, y vergonzosamente golpeado.Hab�an aprendido que all� bastaba una fuerza mucho menor para arrestar a esa maravillosa hueste de Israel, que antes los hab�a llenado de consternaci�n y les hab�a derretido el coraz�n al solo pensar en su llegada.

Sin embargo, parece que consultaron juntos y juzgaron que con la uni�n de sus fuerzas, la gente a la que Ai se hab�a quedado por un tiempo podr�a ser derrotada. Incluso ese peque�o pueblo, con sus escasos recursos, se las hab�a ingeniado para retrasar el avance de Israel sin ayuda, y s�lo despu�s, cuando estaba demasiado confiado y desprevenido, fue tomado por estratagema.

Evidentemente, los cananeos no ten�an noci�n de la lecci�n que Dios estaba ense�ando a su pueblo. Tampoco debemos preguntarnos; porque el pueblo de Dios mismo no lo hab�a aprendido a fondo. Se hab�an beneficiado, pero no hab�a convencido tanto a sus almas de la necesidad de la gu�a de Dios, lo �nico que aseguraba la victoria, sino que ahora, en presencia de toda esta reuni�n de naciones contra a los ferezeos, heveos, jebuseos, cananeos, etc., cuando los habitantes de Gaba�n se adelantaron y ofrecieron una alianza con ellos, a muchos les pareci� una ayuda deseable y bienvenida.

Israel entonces ten�a algunos amigos que los socorrer�an contra el enemigo. Es cierto que se sinti� cierta inquietud. "Fueron a Josu�, al campamento en Gilgal, y le dijeron a �l ya los hombres de Israel: Venimos de un pa�s lejano". Esto, naturalmente, tom� por sorpresa a los hijos de Israel y Josu�. Sab�an perfectamente y es importante ver cu�n bien se entend�a que Dios hab�a llamado a Su pueblo a no tener paz con los cananeos que eran una naci�n condenada.

Fue cientos de a�os antes de que Dios le diera esa tierra a Abraham. Los cananeos estaban entonces en la tierra, pero no hab�an sido perturbados durante siglos, y hasta hace poco tiempo se hab�an permitido pensar que su establecimiento all� no era tan peligroso. Pero, cuando se supo del paso del Mar Rojo, el terror golpe� sus corazones. Luego, cuando el pueblo, despu�s de su larga pausa en el desierto, cruz� el Jord�n, nuevos dolores les advirtieron que se acercaba la destrucci�n si desafiaban al Dios de Israel.

Sin duda podr�an haber huido. Ten�an la posibilidad de salir de Cana�n. �Qu� t�tulo podr�an pretender para apoderarse de la tierra de Dios? �Dios no ten�a soberan�a? �Es �l el �nico que no posee ning�n derecho en este mundo? �Qu� pensamiento de Dios prevalece en este mundo!

Pero hay m�s que considerar. Es posible que hayamos notado, y es importante tenerlo en cuenta, que fue bajo el t�tulo m�s completo de parte de Dios que se cruz� el Jord�n. Suya era el arca del "Se�or de toda la tierra". �l no disminuir�a Sus pretensiones; �l no negar�a sus derechos. Fue en este mismo terreno, y con esa bandera por as� decirlo, que entraron en Tierra Santa. Corr�a el peligro, por tanto, de cualquiera que, sabiendo que Dios hab�a destinado esa tierra (y era bien conocida) para Israel, y que, teniendo la voz de amonestaci�n de todo lo que hab�a acontecido a Fara�n, a Amalec, a Og, a Seh�n y a Madi�n, todav�a se atrevi� a desafiar a su hueste. Seguramente entonces deben asumir las consecuencias.

Pero los gabaonitas se pusieron a trabajar a su manera. Si la masa de las naciones confiaba en la fuerza, los gabaonitas se entregaban al consejo astuto. All� podemos ver tipificadas las artima�as del diablo. Esto representa al menos a algunos de ellos. La ep�stola a los Efesios nos da autoridad divina para el hecho solemne de que necesitamos toda la armadura de Dios para resistir las dos cosas, el poder de Satan�s por un lado, y las asechanzas del diablo por el otro, y esto con referencia puntual a este mismo libro de Josu�.

El cap�tulo 6 nos ense�a en contraste con Israel que, as� como ellos lucharon con carne y sangre, nosotros, por otro lado, tenemos que luchar con la maldad espiritual en los lugares celestiales.

As�, la naturaleza del caso se nos presenta muy claramente. Los gabaonitas denotan a aquellos que est�n energizados con la astucia de Satan�s para enga�ar al pueblo de Dios y dar un paso en falso, y hasta qu� punto esto tuvo �xito, tenemos que aprender ahora.

"Fueron a Josu�, al campamento en Gilgal, y le dijeron a �l y a los hombres de Israel: Nosotros venimos de un pa�s lejano. Ahora, pues, haced alianza con nosotros. Y los hombres de Israel dijeron a los heveos: Quiz� habites entre nosotros". En mi opini�n, esto es dolorosamente instructivo. No fue Josu� quien sospech� el truco, ni tampoco los ancianos o pr�ncipes de la congregaci�n, sino los hombres de Israel. Cuantas veces la sencillez acierta donde falla la mejor sabidur�a: Dios nos hace sentir la necesidad de s� mismo.

Y si esto fue cierto de Israel, es a�n m�s necesario en la iglesia de Dios. No podemos ser independientes de un solo miembro del cuerpo de Cristo; donde el hombre ingenuo tiene una sospecha que se le ha dado a Dios, ser�a bueno que el sabio preste atenci�n a lo que el Se�or usar� para llevar todo a una conclusi�n correcta. Pero no se hizo caso en este momento. No es frecuente, y no parece natural, que los hombres acostumbrados a guiar y gobernar deban escuchar a los que est�n acostumbrados a obedecer y seguir. Pero en las cosas divinas los que menos desprecian deben pagar la pena; y ciertamente as� era ahora.

"Los hombres de Israel dijeron a los heveos: Por ventura mor�is entre nosotros, �y c�mo haremos alianza con vosotros?" Sintiendo, sin duda, que era peligroso hablar m�s sobre un tema tan delicado, dijeron: "Somos tus siervos". Esto nuevamente parec�a honesto; pero cuando Josu� hizo la pregunta: "�Qui�n eres t�, y de d�nde vienes?" le dijeron: De una tierra muy lejana han venido tus siervos, a causa del nombre de Jehov� tu Dios.

"Aqu� sale a relucir cabalmente el enga�o sin escr�pulos del enemigo. Era extraordinario o�r de labios de un cananeo la confesi�n del nombre de Jehov�; y esto bien sab�an lo dir�an m�s particularmente con alguien como Josu�. El que m�s valoraba el nombre de Jehov� ser�a m�s apto para acogerlo donde menos lo esperaba, por lo que esto le pes� poderosamente, cuando a�adi�: "Hemos o�do la fama de �l y todo lo que hizo en Egipto, y todo lo que hizo". hizo a los dos reyes de los amorreos que estaban al otro lado del Jord�n, a Seh�n rey de Hesb�n, y a Og rey de Bas�n, que estaba en Astarot.

Por lo cual nuestros ancianos y todos los habitantes de nuestro pa�s nos hablaron, diciendo: Llevad v�veres para el camino, y salid a recibirlos, y decidles: Somos vuestros siervos; por tanto, haced ahora una alianza con nosotros. Este nuestro pan lo tomamos caliente de nuestras casas para nuestra provisi�n el d�a que salimos para ir a vosotros, pero ahora, he aqu�, est� seco y mohoso. Y estos odres de vino que llenamos eran nuevos; y he aqu�, se han roto; y estos nuestros vestidos y nuestros zapatos se han envejecido a causa de la muy larga jornada. Y los hombres tomaron de sus v�veres, y no pidieron consejo de la boca de Dios".

El anzuelo hab�a picado, el da�o estaba hecho y sus efectos se prolongaron. Los hombres de Israel, que al principio no estaban exentos de miedo, se dejaron atrapar. Si Josu� lider�, no debemos sorprendernos de que el resto lo siguiera. Ellos "tomaron de sus v�veres" la se�al de compa�erismo en su medida "tomaron de sus v�veres, y no pidieron consejo de la boca de Jehov�".

El enemigo hab�a derrotado a Israel. Fue un acto fatal, aunque las consecuencias a�n no aparec�an. �Cu�nto puede estar involucrado en lo que podr�a llamarse el simple acto de tomar v�veres! As� que otro d�a, cuando es m�s bien lo contrario de esto, lo encontramos en el Nuevo Testamento. As�, para la mente de Pablo, que normalmente tomaba tan a la ligera las carnes o las hierbas, la verdad del evangelio podr�a estar en juego en comer o no comer. Ni siquiera hablo de la Cena del Se�or, sino de una comida com�n, cuando era una cuesti�n entre el jud�o y el gentil, y este prob� ante nada menos que el gran ap�stol de la circuncisi�n.

Durante un tiempo Bernab� se dej� llevar, y tambi�n Pedro, por el viejo sentimiento tradicional del jud�o. El hombre bueno y valiente se retir� de la incircuncisi�n, avergonzado o temeroso de frustrar los sentimientos de los hermanos en Jerusal�n. As� Satan�s gan� un gran punto por el momento; pero hab�a uno a la mano para vindicar la gracia prontamente. Gracias a Dios, a�n no hab�a Satan�s arrastrado a toda la iglesia, ni siquiera a los que mejor la representaban.

Si estuvieron juntos Pedro y Bernab�, hubo un Pablo que resiste, y Pablo decide pronto, a costa (pueden estar seguros) de todos los sentimientos. Al otro lado estaba el hombre que una vez le hab�a mostrado un amor generoso, al otro lado Pedro, el principal de los doce, el m�s honrado por Dios entre los jud�os y samaritanos, e incluso entre los gentiles ( Hechos 2:1-47 ; Hechos 3:1-26 ; Hechos 4:1-37 ; Hechos 5:1-42 ; Hechos 6:1-15 ; Hechos 7:1-60 ; Hechos 8:1-40 ; Hechos 9:1-43 ; Hechos 10:1-48 ), lo m�s digno de ser honrado por el hombre, por lo tanto, y muy justamente.

Pero, �qui�n ha de ser honrado si el Se�or ha de ser avergonzado en Su gracia? Y as� fue como Pablo se levant� en el poder de su fe y en la sencillez de su celosa vindicaci�n de la verdad del evangelio; porque esta era la pregunta, esto era lo que �l ve�a implicado en ella. �Qui�n lo habr�a visto sino �l mismo? Pero as� fue; porque all�, y en esa misma ocasi�n, todo el punto del evangelio habr�a sido entregado, si Pablo hubiera consentido en retirarse como los dem�s de la incircuncisi�n. Gracias a Dios, Satan�s no tuvo �xito total en sus artima�as, aunque lo hizo en gran medida.

Pero aqu� fue Dios quien no fue consultado; y es una cosa m�s seria, amados hermanos, cuando no son simplemente los hombres de Israel, sino los ancianos, los pr�ncipes, los jefes de la congregaci�n, s�, Josu� mismo quien lo dej� fuera de un asunto que �l solo conoc�a. . Y as� fue en esta ocasi�n. Ellos "no pidieron consejo de la boca de Jehov�. Y Josu� hizo paz con ellos, e hizo alianza con ellos para dejarlos vivir, y los pr�ncipes de la congregaci�n les juraron.

"All� se comprometieron con el nombre de Jehov�, y es una cosa muy sorprendente para nosotros tambi�n ver que en este tiempo no se jugaba con el honor de ese nombre. Sintieron que hab�an sido enga�ados. Esto era cierto; pero no consideraron, por tanto, que les estaba permitido quebrantar el juramento de Jehov� porque hab�an sido enga�ados en �l. Nosotros tambi�n debemos tener cuidado de c�mo, cuando nos hemos comprometido con lo que es malo, tratamos a la ligera con ese nombre .

No; la cosa estaba hecha: no se pod�a deshacer. Podr�an haber pedido de nuevo el consejo del Se�or; no se nos dice que lo hicieran. Hab�an cometido un doble error: entraron en ella sin el Se�or, y cuando la cosa fue hecha, no encontramos que extiendan la dificultad delante de �l. As� es m�s manifiesto que el enemigo obtuvo una inmensa ventaja sobre el ej�rcito de Jehov� en ese d�a.

Y que seamos vigilantes en nuestro d�a, amados; porque "estas cosas est�n escritas para nuestra amonestaci�n sobre los que han llegado los fines del mundo". No hay cosa m�s importante en la dificultad, la prueba o cualquier cosa que pueda envolver los sentimientos, y tal vez arrastrarnos a obligaciones pr�cticas, que eso, antes de aventurarnos en una opini�n, antes de tomar una medida, antes de permitirnos ser absortos de un lado o de otro, debemos pedir consejo al Se�or.

Esto nos evitar�a muchas penas, y estorbar�a mucha verg�enza y derrota ante nuestros enemigos, y m�s particularmente, debo decir, en hombres que tienen sabidur�a, que est�n acostumbrados a guiar; porque hay pocas cosas m�s dif�ciles que para los tales volver sobre sus pasos, y tanto m�s cuanto m�s elevado es el car�cter, mayor la experiencia en los caminos de Dios. Si Satan�s obtiene tal ventaja, la dificultad es enorme.

S�lo tenemos que aplicarlo a nosotros mismos. Es muy f�cil hablar de lo que debe hacer otro; pero consideremos s�lo por un momento que es p�blicamente nuestro caso. Es f�cil decir lo que debe ser, y no hay duda de ello; pero los que en alguna medida se acercan a ella, y conocen la gravedad de tal posici�n, no pueden ignorar, por mucho que otros teoricen, que este mal es incalculable. Por lo tanto, oremos unos por otros; oremos por los que m�s necesitan el consejo de Dios, para que se mantengan siempre libres de palabras y medidas apresuradas, ya sea para ellos mismos o para los dem�s, especialmente cuando el nombre del Se�or est� involucrado con el adversario.

Esta es, pues, a mi juicio, la grave ense�anza que se nos presenta en el relato de los hombres de Gaba�n. Es cierto que Dios permiti� que en consecuencia llevaran cierto sello de degradaci�n. Fueron esclavizados como el �nico camino que les quedaba abierto a la justicia. Se dio tanta sabidur�a a los que dirig�an el ej�rcito del Se�or que los gabaonitas deb�an ser cortadores de le�a y recolectores de agua.

Despu�s del tratado habr�a sido un pecado nuevo, un crimen, haberlos matado. El nombre del Se�or hab�a sido proclamado solemnemente, y nunca se puede bromear con eso; pero por otro lado, los gabaonitas fueron reducidos a los servicios m�s serviles para el santuario de Jehov�. As� qued� claro que nada los preservaba sino Su nombre. Por lo tanto, estaban apegados al santuario, pero esto con la marca de la esclavitud sobre ellos.

No obstante, el mal en el asunto de los gabaonitas era de la clase m�s grave. Ni siquiera fue como lo que hab�a ocurrido antes, donde sufrieron una derrota temporal, pues all� Dios los mir� y los sac� de su humillaci�n; pero aqu� hubo una dificultad permanente que surgi� de manera devastadora para Israel en un d�a posterior, como encontramos en otras partes de las Escrituras. As� de graves y da�inas fueron las consecuencias del paso equivocado que ahora se tom� por no buscar el consejo de Jehov�.

En el pr�ximo cap�tulo ( Josu� 10:1-43 ) encontramos la coalici�n amenazada de las naciones cananeas consumada, no refrenada, por lo que acababa de ocurrir, y dirigida contra Gaba�n. "Aconteci� que cuando Adon-zedec rey de Jerusal�n hubo o�do c�mo Josu� hab�a tomado Hai, y la hab�a destruido por completo; como hab�a hecho con Jeric� y su rey, as� hab�a hecho con Hai y su rey; y c�mo Los moradores de Gaba�n hab�an hecho paz con Israel, y estaban entre ellos, por lo que temieron mucho, porque Gaba�n era una ciudad grande, como una de las ciudades reales, y porque era m�s grande que Hai, y todos sus hombres eran valientes.

" En consecuencia, el rey de Jerusal�n se dirige a los reyes de Hebr�n, Jarmut, Laquis y Egl�n, diciendo: "Subid a m� y ayudadme, para que podamos derrotar a Gaba�n". Esta es la forma que toma. Gaba�n se convierte en un objeto de ataque, pero Jehov� lleva a cabo sus designios. Este es un consuelo grande y lleno de gracia. Nunca hay motivo para desconfiar del Se�or, no importa cu�les sean las circunstancias.

Puede que hayamos sido necios, precipitados y arrastrados a una trampa, pero nunca estamos justificados para desconfiar de �l. Cuando lo justificamos, lo que en tales casos supone necesariamente que asumamos la culpa, hay una victoria moral ganada sobre nuestras almas; y la victoria sobre uno mismo es el camino directo a la victoria sobre Satan�s.

As� fue en esta ocasi�n. Los cananeos se unieron: "Los hombres de Gaba�n enviaron a Josu� al campamento en Gilgal, diciendo: No desmayes la mano de tus siervos; sube pronto a nosotros, y s�lvanos, y ay�danos, porque todos los reyes de los amorreos los que moran en los montes se juntaron contra nosotros. Y Josu� subi� de Gilgal; es decir, del lugar donde se efectu� la circuncisi�n. Tal fue el primer resultado de la paz con Gaba�n.

Josu� ten�a que ayudarlos, no ellos Israel, como se esperaba. Como esto nunca se repiti�, es una buena pregunta sugerida por el Libro de Josu�, lo que debemos deducir del constante regreso de Israel para acampar all�. Hemos visto que la fuerza de la circuncisi�n es el juicio de nuestra naturaleza ca�da en la cruz del Se�or Jesucristo, la cual, una vez hecha, no puede repetirse en s� misma.

Pero si es as�, �cu�l es la fuerza de Gilgal siempre recurrente? �Por qu� se plant� el campamento all� y no en ning�n otro lugar? Podr�amos haber supuesto que el campamento avanzar�a naturalmente.

Las victorias de Israel ganadas, �por qu� siempre se toman la molestia de volver a ese punto? �Por qu� all� en lugar de cualquier otro lugar de la tierra? La raz�n es la m�s importante, y es esta, que, basados ??en el hecho de que el viejo hombre ha sido juzgado en la cruz, debemos descansar siempre, por as� decirlo, en ese hecho, y siempre reflexionar sobre lo que se ha hecho all�. .

En breve; entonces, se habr� visto que la mortificaci�n pr�ctica es la respuesta a Gilgal, como el juicio de la carne es la respuesta a la circuncisi�n. As�, el campamento constante en Gilgal es la recurrencia continua para mortificarse ante Dios. La automortificaci�n ser�a in�til a menos que el juicio hubiera tenido lugar en la cruz de Cristo. Lejos de ser de Dios sin la cruz, s�lo pod�a hinchar la carne.

Un hombre sin Cristo crucificado como expresi�n de su propia ruina total, juicio y medio de liberaci�n por la gracia, siempre se cree mucho mejor por sus esfuerzos en este sentido. A veces no hay trampa m�s insidiosa que la de un hombre que confiesa una falta; realmente parece m�s grande a sus propios ojos cuando lo ha hecho que antes. Se arroga cierto cr�dito de bajeza porque se ha reconocido mal.

Ahora bien, es claro que la raz�n de esto es que la cruz de Cristo es tan peque�a, y el yo tan grande, a sus ojos. All� entonces se siente la importancia del campamento en Gilgal, porque Gilgal no es meramente un hombre que se esfuerza por mortificarse, sino que se mortifica a s� mismo en base a lo que Dios ha hecho en Cristo nuestro Se�or. Esto s�lo es por gracia, y por lo tanto por fe; eso es algo humillante en apariencia, pero que exalta el yo porque es ocupaci�n propia, no el juicio de Dios en la cruz.

Hay otra cosa a observar. Es importante que, seg�n el lenguaje de este libro, acampemos en Gilgal. No tengo la menor simpat�a por quien dice que le basta encontrar toda su naturaleza ya juzgada en Cristo. S�, hermano; pero �qu� hay de volver a acampar en Gilgal? �Qu� hay de que te mortifiques a ti mismo? Recuerda esto siempre; porque uno es tan verdadero como el otro, aunque sin duda el gran acto de juicio de Dios en la cruz tiene la debida precedencia como base de nuestro juicio propio habitual.

Se concede cordialmente que nuestro ser mortificante no es nada sin la obra de la gracia en el Se�or Jes�s; pero cuando lo hayamos conocido, �debemos permitir el pensamiento de que no debemos juzgarnos a nosotros mismos? que no debemos avergonzarnos de nuestra inconsistencia con la cruz y con la gloria de Cristo? que no debemos usar ambas como la mejor de las razones para no perdonarnos a nosotros mismos?

Por supuesto, la naturaleza se levanta de inmediato para argumentar en�rgicamente y defenderse si puede, porque lo �ltimo que un hombre renuncia justa y completamente es a s� mismo. Pero en el momento en que el coraz�n se vuelve a Cristo, y considera que toda mi bienaventuranza est� ligada a la solemne verdad de que toda carne ha sido despojada, y se ha introducido un nuevo hombre, y que Dios ha hecho ambas cosas en Uno que, no teniendo mal, sin embargo, sufri� todo por �l, s�lo el alma es devuelta a su verdadero punto de partida.

Cuando fallamos en nuestras almas para juzgarnos a nosotros mismos, Dios env�a algunas circunstancias dolorosas para ayudarnos. Si camin�ramos siempre en el poder de la verdad divina delante de Dios, y juzg�ndonos a nosotros mismos, no caer�amos en tantos dolores de nuestra creaci�n, ni requerir�amos tanto castigo de nuestro Padre. Pero suponiendo que fallamos en el juicio propio, Dios es fiel; �l nos cuida bien y nos hace sentir lo que nos corta de vez en cuando, solo porque no hemos regresado, por as� decirlo, al campamento en Gilgal.

Hemos ido adelante, deseosos, tal vez, de sumar victoria sobre victoria, o tal vez asentarnos sin identificarnos como deber�amos con el pueblo de Dios y el testimonio y los conflictos en su conjunto. Porque ahora no estoy suponiendo nuestro descanso al otro lado del Jord�n; a�n menos pongo el caso de volver a Egipto; pero es f�cil en Cana�n olvidar la necesidad de regresar a Gilgal, sin embargo, est� Gilgal, y lo necesitamos en la escena de nuestra bendici�n.

No s�lo Cristo fue crucificado por m�, sino que yo estoy crucificado con �l. "Los que son de Cristo han crucificado la carne con los afectos y concupiscencias"; y por lo tanto, si fallamos en caminar consistentemente con la cruz, las asechanzas del enemigo, y de Dios la pena y la amarga humillaci�n, vienen a nosotros, puede ser, exactamente donde somos m�s sensibles. �l nos llevar� de vuelta a Gilgal. As� creo que no es dif�cil ver el momento pr�ctico del tipo.

No es solo que Gilgal vio a Israel circuncidado. All� se hizo; pero tambi�n est� el mantenimiento del lugar de la circuncisi�n como el �nico lugar apropiado para que acampe el ej�rcito de Jehov�. Siempre tienen que partir de Gilgal, y siempre regresar all�.

"Y subi� Josu� de Gilgal, �l y todo el pueblo de guerra con �l, y todos los hombres valientes y valientes. Y Jehov� dijo a Josu�: No les temas." �Por qu� deber�an? s�, �por qu� no deber�an? "No los tem�is, porque los he entregado en vuestras manos; ninguno de ellos se opondr� delante de vosotros. Entonces Josu� vino a ellos de repente, y subi� de Gilgal toda la noche. Y Jehov� los derrot� delante de Israel, y los mat� con gran matanza en Gaba�n, y los persigui� por el camino que sube a Bet-hor�n, y los hiri� hasta Azeca y Maceda.

Y aconteci� que huyendo ellos de delante de Israel, y descendiendo a Bet-hor�n, Jehov� derrib� desde los cielos sobre ellos grandes piedras hasta Azeca, y murieron; m�s fueron los que murieron por el granizo que los que los hijos de Israel mataron a espada.

�Entonces habl� Josu� a Jehov� el d�a que Jehov� entreg� al amorreo delante de los hijos de Israel.� �Cu�n verdaderamente se siente que la intervenci�n de ese d�a es obra de Jehov�! �l usa a Su pueblo, y fue una cosa de gracia en cierto sentido que �l lo hiciera; porque �l podr�a ahora, como en el Mar Rojo, haberlo hecho todo sin ellos; pero emplear�a al pueblo de Dios seg�n la dispensaci�n.

Gracias a Dios, tenemos un llamado mejor que este, incluso celestial; pero aun as�, en su propio lugar, es una locura miope e irreverente pasar por alto el honor de estar empleado en hacer la obra del Se�or de limpiar la tierra de lo que era una �lcera y una plaga, no solo para esa localidad, sino por toda la tierra; y tales eran los cananeos. Si iba a haber un pueblo de Dios, �qu� otro camino estaba abierto que limpiar la tierra de los cananeos que contaminaban el mundo? Y entonces Jehov� entonces "entreg� a los amorreos delante de los hijos de Israel".

Pero marca la belleza de la verdad. Josu� habl� a Jehov� , no a la criatura, porque s�lo a �l honr�. �Cu�n admirablemente libre de toda adoraci�n de criaturas aun cuando la creaci�n iba a ser usada maravillosamente! "Y dijo a los ojos de Israel: Sol, detente en Gaba�n, y t�, Luna, en el valle de Ajal�n. Y el sol se detuvo, y la luna se detuvo, hasta que el pueblo se hubo vengado de sus enemigos.

"Un d�a memorable fue en todo punto de vista la cavilaci�n sin duda del incr�dulo, pero la alegr�a de todo creyente. Os concedo que los hombres de ciencia tienen sus dificultades, como suelen tenerlas en lo que est� por encima de ellos; y yo me temo que no podremos ayudarlos mucho. La verdad es que lo principal, si, lo �nico que sale de toda dificultad, es la confianza en Dios y en su palabra. No intentemos medir a Dios por las dificultades, pero mida las dificultades por Dios, �ay!, es lo �ltimo que el hombre piensa hacer.

Otra cosa no poco notable es que en esta ocasi�n Josu� no solo se dirige al sol (algo bastante audaz para hacer, ordenar al sol que se detenga), sino tambi�n a la luna. No era que la luna pudiera dar un aumento apreciable de luz cuando el sol gobernaba as� el d�a prolongado. Por lo tanto, debe haber alg�n otro motivo digno por el cual la luna debe unirse junto con el sol en el mandato de Josu�, si, como no tengo la menor duda, Josu� fue guiado por Dios en un llamamiento tan singular al sol y la luna, cuando se ejerci� el poder divino para detener el curso aparente del sol.

Todos sabemos, por supuesto, que es la tierra la que se mueve; pero la Escritura no habla en el lenguaje t�cnico de la ciencia, que no s�lo habr�a sido ininteligible para aquellos a quienes estaba destinada, sino antinatural en el lenguaje ordinario de los m�s grandes fil�sofos. Sir Isaac Newton habl� de la salida y la puesta del sol tanto como el m�s simple de los compatriotas, y con toda raz�n. El hombre que hace lo contrario no tiene sentido com�n.

Aqu�, pues, Josu� emple� hasta ahora el �nico lenguaje adecuado a su prop�sito. Pero esto no explica su llamado a la luna. No s�lo los jud�os o los gentiles no pose�an ning�n conocimiento en ese entonces, sino que uno puede dudar si nuestros hombres de ciencia hubieran pensado en ello incluso ahora: en todo caso, uno nunca lo ha o�do de ellos. Sin embargo, si no hubiera habido una acci�n del poder de Dios con respecto a la luna as� como al sol, todo el curso de la naturaleza se habr�a trastornado.

�C�mo pod�a Josu�, o cualquier jud�o que escribiera las Escrituras, haber sabido esto? No hubo ciencia astron�mica durante dos mil a�os despu�s adecuada para poner las dos cosas juntas; y la mera observaci�n de los fen�menos ciertamente se habr�a contentado con la sola luz del sol. Pero as� fue. Aquel cuyo poder obr� en respuesta a la llamada gui� su voz y la pluma del escritor del libro.

Si hubiera podido haber una interferencia con el sol sin la luna; si el curso de la luna no hubiera sido detenido as� como el de la tierra, para dar esta apariencia al sol, habr�a habido confusi�n en el sistema.

Me parece, por lo tanto, que, lejos de que la sentencia proporcione un motivo justo de objeci�n a la palabra de Dios, no es uno de los ejemplos menos llamativos de una sabidur�a y un poder incomparablemente superiores a la ciencia. As� que la fe siempre se encuentra en las Escrituras.

Pero hay una observaci�n m�s que hacer. Siempre que escuches a los hombres hablar de la ciencia en contra de las Escrituras, no les temas. No hay un solo hombre de ellos que pueda estar delante de ti si tan solo te apegas a la palabra de Dios. No discutas con ellos: no hay beneficio moral en ello, y rara vez algo de valor que se pueda ganar con ello: por el contrario, uno puede tener el esp�ritu irritado si no ponemos a prueba a los dem�s con ello. Pero la palabra de Dios es m�s cortante que cualquier espada de dos filos, y solo puede ser empu�ada correctamente por el Esp�ritu Santo.

Y Dios estar� contigo si conf�as en la perfecci�n de su palabra, y se dignar� guiarte si dependes de �l. Mira a los adversarios de frente y escucha todo lo que tienen que decirte; pero confr�ntalos s�lo con la palabra escrita de Dios. Af�rrese a la palabra con sencillez, y descubrir� que las dificultades que se presentan contra la revelaci�n se deben casi todas a sacar un pasaje de su contexto.

Cuando toman este pasaje, tratan de ridiculizar la voz del hombre que le dice al sol que se detenga; mientras que la verdad moral es sorprendentemente grandiosa y hermosa. Estos burladores nunca piensan en �l incluyendo la luna en su mando, menos a�n en su fuerza, como ya se insinu�.

Simplemente uso el ejemplo que se presenta ante nosotros en este pasaje; pero encontrar� que el principio se aplica a cada parte de la palabra de Dios. L�alo como creyente; no lo le�is como quien duda o desconf�a de Dios; porque la hab�is conocido, os hab�is alimentado de ella, hab�is vivido de ella, hab�is sido bendecidos por ella, hab�is sido consolados en cada tristeza por ella, hab�is sido tra�dos a la paz y al gozo por ella, hab�is sido liberados de todos vuestros temores por ella, hab�is sido librados de locuras y pecados por ella, hab�is contemplado la gloria de Dios en el rostro de Jes�s por ella.

Todo esto y m�s lo hab�is disfrutado, y as� hab�is aprendido, lo que la ciencia nunca ense�a, porque nunca conoce, la realidad de la gracia y el amor de Dios en Cristo; s�, as� conoces a Dios mismo. �No tengo, pues, derecho a decir, amados hermanos, confiad en esa palabra hasta el m�s m�nimo detalle, en cada dificultad, en lo que surja? T�malo, mirando a Dios, y �l estar� contigo en toda tu necesidad.

Pero, �cu�l es el significado principal de la maravilla de ese d�a? Porque seguramente no hay milagro sin una raz�n divina o moral adjunta a �l. Dudo que haya una mera demostraci�n de poder en la Biblia. Y aqu� perm�tanme agregar una observaci�n necesaria sobre la noci�n habitual de un milagro. Los hombres constantemente establecen que significa una suspensi�n de las leyes de la naturaleza.

Esto es realmente defectuoso y enga�oso. Las leyes de la naturaleza nunca se suspenden como regla; pero Dios sustrae de la acci�n de esas leyes a una cosa oa una persona por la que quiere mostrar su especial inter�s.

Por ejemplo, para dar una aplicaci�n de esto con ejemplos tomados de la palabra de Dios, cuando Pedro fue sostenido sobre el agua, o cuando se hizo nadar al hierro, las leyes de la naturaleza no estaban realmente suspendidas; siguieron igual. En todas partes el hierro se hundi�, y si cualquier otro se hubiera aventurado a seguir a Peter, debe haber fallado en caminar sobre el agua. Por lo tanto, no se trataba en absoluto de suspender las leyes de la naturaleza.

Pero Pedro, por el poder directo de Dios, fue sostenido, a pesar de esas leyes generales. Es decir, qued� exento de su aplicaci�n; pero las leyes mismas no fueron suspendidas. As� mismo en el caso de uno resucitado de entre los muertos antes del d�a de Jehov�. No hay cambio en el reino de la muerte como ley; pero inequ�vocamente interfiere el poder de Dios para la persona particular que queda exenta de la operaci�n de aquellas leyes nada m�s; de modo que es todo un error hablar de la suspensi�n de las leyes mismas. Se encontrar� que esta observaci�n es de alguna utilidad para enfrentar no pocos sofismas que prevalecen sobre el tema.

Pero, �con qu� fin se interpuso Dios en esta ocasi�n? �Por qu� esta singular intervenci�n? Fue la se�al m�s maravillosa de un tipo manifiesto hasta ese momento del inter�s directo de un Dios, que no s�lo era el Dios de Israel, sino evidentemente el Se�or de los cielos as� como de toda la tierra; y esto fue exhibido en ese d�a particularmente para el hombre aqu� abajo, pero m�s especialmente en nombre de Israel.

Y lo que lo hace tanto m�s sorprendente fue esto: no fue forjado cuando Israel hab�a caminado sin equivocarse. La gracia era mucho m�s evidente que cuando estaban cruzando el Jord�n. Fue en una hora de necesidad, despu�s de haber errado y sido derrotados ante la peque�a ciudad de Hai; y fue hecho despu�s de haber sido completamente enga�ados por la gran ciudad de Gaba�n. Era evidente, por tanto, que el pueblo de Dios no ten�a gran poder ni profundidad de sabidur�a de qu� jactarse.

Hab�an cometido faltas m�s de una vez, pero solo porque no hab�an buscado el consejo de Jehov�. No hay enemigo que pueda resistir, y no hay derrota que pueda triunfar, donde el pueblo de Dios espera en dependencia del Se�or. Pero es mejor ser derrotado cuando nos apartamos del Se�or, que en tales circunstancias obtener una victoria. Si se pueden ganar victorias a costa de la dependencia del Se�or, no s� que se pueda concebir mayor lazo.

No, amados hermanos; mucho, mucho mejor ser quebrantado, sufrir y ser puesto en el polvo, que permitirnos triunfar donde estamos realmente lejos de Dios y sin Su direcci�n. La importancia moral de la maravilla es as� clara; y la parte de Dios en ella me parece la instrucci�n m�s saludable, necesaria y de peso para los hijos de Dios ahora.

Nos acercamos al final de las principales lecciones del libro en cuanto a las guerras de Jehov�. La �ltima parte de Josu� no consiste tanto en eso. La mitad y el final de este cap�tulo ( Josu� 10:1-43 ) nos deja ver el trato de Josu� con los reyes que fueron tomados en la tierra, por lo cual Josu� hizo sentir que la victoria estaba en el nombre de Jehov�, quien derrib� por completo el poder del mundo delante de Su pueblo.

Podr�an combinarse; pero ten�an que ser quebrantados si Israel miraba a Jehov�. Fortaleza, ciudad, ej�rcito, pueblo, todo cay� ante Josu�. "Y todos estos reyes y sus tierras los tom� Josu� de una vez, porque Jehov� Dios de Israel peleaba por Israel. Y Josu� volvi�, y todo Israel con �l, al campamento en Gilgal".

En el pr�ximo cap�tulo ( Josu� 11:1-23 ) hay algunos asuntos adicionales sobre los cuales unas pocas palabras pueden ser suficientes antes de notar la �ltima parte del libro. �Y aconteci� que cuando Jab�n rey de Hazor oy� estas cosas, envi� a Jobab rey de Mad�n, y al rey de Simr�n, y al rey de Acsaf, y a los reyes que estaban al norte de los montes y los llanos al sur de Cinnerot, y en el valle, y en los t�rminos de Dor al oeste, y al cananeo al este y al oeste, y al amorreo, al heteo y al ferezeo y al jebuseo en los montes, y al heveo bajo el mando de Herm�n en la tierra de Mizpa.

Y salieron ellos, y con ellos todo su ej�rcito, mucha gente, como la arena que est� a la orilla del mar en multitud, con much�simos caballos y carros. Y cuando todos estos reyes se juntaron, vinieron y acamparon junto a las aguas de Merom, para pelear contra Israel. Y Jehov� dijo a Josu�: No temas por causa de ellos, porque ma�ana a esta hora "�Cu�n misericordioso es Jehov�! Ahora le habla a Josu�, no s�lo a Josu� a �l, y tenemos ambos. No pases por alto ninguno de los dos; tenemos ambos No es s�lo que necesitamos orar, sino que tenemos Su palabra y necesitamos ambas.

Que nadie en su ignorancia desprecie la palabra, ni piense que, porque su palabra est� escrita, no es �l mismo quien nos habla. �Qu� diferencia hace la escritura? Lo que hay est� a nuestro favor. Si pudi�ramos tener al Se�or habl�ndonos directamente, sin Su palabra escrita en forma permanente, �ser�amos ganadores? No; pero perdedores, sin duda. Y por eso es que nuestro Se�or (en Juan 5:1-47 ) pone la Escritura, como arma para usar con otros, por encima de Sus propias palabras: esto todos lo sabemos familiarmente.

El Antiguo Testamento no puede de ninguna manera entrar tan profundamente en la verdad como las palabras del Se�or y Sus ap�stoles; pero lo Antiguo es tanto palabra de Dios como lo Nuevo; un escritor est� tan inspirado como el otro; aun as�, aunque Dios hizo los cielos y la tierra, se permitir�, supongo, que hay una gran diferencia entre ellos. Y as� es, que aunque las palabras del Antiguo Testamento son tan verdaderamente divinas como las del Nuevo, agrad� a Dios en Su revelaci�n posterior sacar a la luz cosas m�s profundas y gloriosas seg�n Su propia perfecci�n, como las declar� en Su Hijo. , no simplemente en la medida en que el hombre pod�a soportarlo, como lo estaba haciendo en la antig�edad.

Aun as�, el Se�or Jes�s, a pesar de toda esa diferencia, les dice a los incr�dulos, como la mayor�a de ustedes debe saberlo bien, que �l no esperaba que Sus palabras convencieran donde la Escritura fue menospreciada. Si no creyeron en los escritos de Mois�s, �c�mo deber�an creer en Sus palabras? Tal es la forma en que �l trata la incredulidad en cuanto a las Escrituras.

Por lo tanto, uso este hecho con mayor facilidad, porque muchas almas sencillas podr�an pensar qu� delicia ser�a que el Se�or dijera ahora: "Sube ma�ana, y te dar� la victoria". Pero, amados hermanos, no olvid�is que aunque no llegue al sentimiento, a la naturaleza, de una manera tan directa y expl�cita, la posesi�n de la palabra de Dios, que podemos pesar y considerar, orar y retomar y de nuevo ante Dios, no s�lo da Su mente y voluntad con seguridad, sino con permanencia a aquellos que son propensos, por descuido, a perder su fuerza.

�Qui�n no sabe que una palabra o una letra pueden hacer una diferencia muy importante, f�cilmente olvidada por ojos y pensamientos negligentes? Dios ha provisto contra esto en Su palabra escrita. Ya sea la oraci�n, en la que se les anima a pedir el consejo del Se�or, o ya sea el mismo Se�or anticip�ndose a sus necesidades, ambas cosas son verdaderas; pero no son verdaderas s�lo para ellos, sino para nosotros, y, como hemos visto, a�n m�s completa y definitivamente verdaderas para nosotros.

No nos quejemos, como si no tuvi�ramos un Dios con quien contar para dirigirnos por Su palabra; y tanto menos cuanto que nos ha dado su Esp�ritu por el cual escudri�amos todas las cosas, incluso sus profundidades.

Aqu� entonces �l dice a Josu�: No temas por causa de ellos, porque ma�ana a esta hora los entregar� todos muertos delante de Israel; pueblo de guerra con �l, contra ellos junto a las aguas de Merom de repente, y cayeron sobre ellos. Y Jehov� los entreg� en manos de Israel, el cual los hiri� y persigui� hasta Sid�n la grande, y hasta Misrefot-maim, y hasta el valle de Mizpa al oriente; y los hirieron, hasta que no les qued� ninguno. E hizo Josu� con ellos como Jehov� le hab�a mandado: descuartiz� sus caballos, y quem� sus carros a fuego.

Es bien sabido que no pocos han encontrado dificultad en estas medidas extremas de Josu�, como expresi�n de la voluntad de Jehov�. La severidad exterminadora con que se prosigui� la obra en la tierra de Cana�n los escandaliza. Pero olvidan, o no saben, que estos cananeos eran los enemigos m�s audaces contra Dios, los m�s abiertamente depravados y desvergonzados sobre la faz de la tierra; no s�lo moralmente la m�s grosera, sino que est� ligada sobre todo a la idolatr�a de la clase m�s corrupta.

Eran los principales creadores y patrocinadores de los cr�menes antinaturales, que eran lo m�s comunes posible entre ellos. Entonces, si Dios quiso decir que la simiente de Abraham deber�a ser Su pueblo en la tierra, �c�mo es posible que aquellos que deben estar en males morales e id�latras sean los m�s infecciosos para Israel, sean tolerados all�? Repito, podr�an haber huido a otra parte si no se arrepintieran de sus iniquidades. Hac�a tiempo que se hab�a revelado que Dios ten�a la intenci�n de llevar a su pueblo a Cana�n.

Por lo tanto, fue su incredulidad rebelde si no la buscaron; porque Dios lo hab�a dicho claramente hace mucho tiempo. Pero entonces, como se nos dice en el libro del G�nesis, la copa de los amorreos a�n no estaba llena. Si Dios estaba esperando que Su pueblo pasara por la disciplina necesaria en esclavitud y dolor, todo ese tiempo Satan�s estaba excitando a los amorreos a sus abominables excesos de maldad. La copa de su iniquidad estuvo llena cuando los tratos divinos con Israel estuvieron lo suficientemente maduros para traer a Su pueblo.

Una vez m�s, es evidente que Dios se ha complacido en varias ocasiones en juzgar al mundo, de manera notable y en mayor escala en el momento del diluvio. Si era consistente con Dios mismo tratar con una tierra corrupta, entonces seguramente �l era igualmente libre de emplear a los israelitas m�s adelante como sus instrumentos para la tierra que les dio.

Adem�s, estaba acostumbrando a Israel a sentir, con ese ejemplo flagrante, qu� iniquidad, corrupci�n, idolatr�a, rebeld�a contra Dios. El tener que hacerlo era de importancia moral para sus almas y caminos: disciplina severa; pero �y la causa? Si Dios juzgara as� a los cananeos, �perdonar�a a Israel? Estaba el reflejo que se pretend�a producir en sus conciencias. Y Dios, como sabemos, no vacil� mucho m�s en tratar con su propio pueblo cuando cedieron a cualquiera de estas enormidades.

De hecho, su propia ruina se debi� en gran parte al hecho de que los hijos de Israel no cumplieron con la voluntad de Jehov� en cuanto a los cananeos, tal vez cediendo a la pereza y la cobard�a, a la amabilidad en algunos casos, aunque, no tengo ninguna duda. , con mucha m�s frecuencia porque no estaban realmente de acuerdo con Su mente en el asunto. As� se perdonaron a s� mismos mucho m�s de lo que perdonaron a los amorreos, y Dios fue olvidado por ellos.

En el momento en que conozcas la voluntad del Se�or, deja todas las apariencias con �l, quien cuidar� de ti. No tengas miedo de hacer Su voluntad. Se le puede acusar de dureza; se te puede considerar como si no tuvieras amor. No te preocupes por eso; contin�a con lo que sabes que es la voluntad de Dios. �l vindicar� que hagas Su voluntad, aunque puede que no sea todo de una vez. La fe tiene que ser probada, y la paciencia debe tener su obra perfecta.

As� encontramos al Se�or fortaleciendo a Josu� en este momento para hacer Su voluntad en una medida muy considerable. Las principales ciudades fueron liquidadas, y toda criatura que respiraba fue destruida. "Como Jehov� mand� a Mois�s su siervo, as� Mois�s mand� a Josu�, y Josu� tambi�n; no dej� sin hacer nada de todo lo que Jehov� mand� a Mois�s. Y tom� Josu� toda aquella tierra, las colinas, y toda la tierra del sur, y toda la tierra de Gos�n, y el valle, y la llanura, y el monte de Israel, y el valle del mismo, desde el monte de Halac, que sube a Seir, hasta Baal-gad en el valle del L�bano, al pie del monte Herm�n; y tom� a todos sus reyes, y los hiri�, y los mat�. Josu� hizo guerra mucho tiempo contra todos aquellos reyes.

Pueden tramar y pelear un rato, pero no pueden obstaculizar; porque tienen que ver con Jehov�, y no s�lo con Josu�. "No hubo ciudad que hiciera paz con los hijos de Israel, sino los heveos, los habitantes de Gaba�n; todas las dem�s las tomaron en la batalla. Porque Jehov� hab�a endurecido sus corazones, para que vinieran contra Israel en la batalla". No es que Jehov� los haya hecho para que fueran inicuos, sino que fue de Jehov� que ellos, siendo inicuos e indiferentes a su voluntad y advertencias, no creyeran ahora en el peligro de que se atrevieran ciegamente por fin a su propia destrucci�n.

Dios nunca convierte a una persona en pecadora; pero cuando los hombres son malvados y est�n siguiendo sus propias lujurias o pasiones, �l puede cerrar y sellar sus ojos ante la locura de lo que est�n haciendo y el peligro en el que est�n incurriendo, y hasta que su exterminio se convierta en una necesidad moral. Pero estas razas merecieron ser un ejemplo antes de que llegaran los israelitas; no era ninguna dificultad, audazmente mientras disputaban la voluntad de Dios, si sufr�an de esta nueva manera. Merec�an sufrir antes de ser conducidos por este camino en el que estaban consagrados a la muerte.

Justamente, por lo tanto, "Fue de parte de Jehov� endurecer sus corazones, para que vinieran contra Israel en la batalla, para destruirlos por completo, y para que no tuvieran favor, sino para destruirlos, como Jehov� hab�a mandado a Mois�s. Y en aquel tiempo vino Josu�, y cort� a los anaceos de los montes, de Hebr�n, de Debir, de Anab, y de todos los montes de Jud�, y de todos los montes de Israel: Josu� los destruy� por completo con sus ciudades.

No qued� ninguno de los anaceos en la tierra de los hijos de Israel: solamente qued� en Gaza, en Gat, y en Asdod. Y tom� Josu� toda la tierra, conforme a todo lo que Jehov� dijo a Mois�s; y Josu� la dio en heredad a Israel conforme a sus divisiones por sus tribus. Y la tierra descans� de la guerra.� As� ser� en el d�a que viene: habr� entonces guerra y resistencia, pero guerra para que descanse el descanso que le queda al pueblo de Dios.

Luego en Josu� 12:1-24 tenemos un cat�logo de los varios reyes que conquistaron, con sus reinos, todo dado en detalle. Es una mirada retrospectiva a las victorias que el pueblo hab�a obtenido y el cierre natural de esta parte del libro. El resto del libro no consiste tanto en las guerras de Jehov� como en los detalles del trazado de las diversas porciones de tierra que ya se hab�an ganado.

Hab�an derrotado a algunos de los cananeos, pero a�n quedaban muchos de los malditos que a�n no hab�an sido despojados de la herencia que Dios les hab�a dado. Israel. No me detengo en esto, sino que simplemente me refiero a ello. Los principios importantes que yacen m�s all� solo pueden ser destacados ahora en una vista superficial.

As� Josu� 12:1-24 es un resumen de las conquistas de Israel: primero, las de Mois�s al otro lado del Jord�n (vers�culos 2-6); luego, los de Josu� de este lado (vers�culos 7-24). Se notar�, sin embargo, que los reyes se destacan aqu�. �stos fueron heridos si su pueblo no fue completamente subyugado, y sus posesiones pasaron a ser de Israel; sin embargo, debemos distinguir entre t�tulo y entrada real en �l, como veremos en la mitad del libro que sigue.

Para el creyente no deber�a ser una pregunta si Israel estaba justificado en la conquista de Cana�n; y los esfuerzos por suavizar el asunto, ya sea por jud�os o por cristianos, son vanos. Fue justa venganza en la tierra, no ira del cielo, y mucho menos gracia reinando por justicia como en el evangelio. No est� bien fundado, si la Escritura es nuestra autoridad, que Josu� propuso la huida o la paz, con la guerra como la alternativa involuntaria; ni hay base alguna para suponer que los cananeos se habr�an salvado en caso de rendici�n, cualquiera que fuera la clemencia a los individuos excepcionalmente.

Los cananeos se dedicaron, de la manera m�s estricta y solemne, a la destrucci�n total. No fue venganza de parte de Israel, sino de Dios, a quien le agrad� hacer a Su pueblo ejecutores del juicio.

Por otra parte, se debe sopesar Deuteronomio 32:8 : �cuando el Alt�simo reparti� a las naciones su heredad, cuando apart� a los hijos de Ad�n, fij� los l�mites de los pueblos conforme al n�mero de los hijos de Israel. " Dios podr�a haber reclamado con justicia todo el mundo, pero se complaci� en reclamar solo la tierra de Cana�n para la simiente de Abraham.

Esta no es una f�bula jud�a, sino la voluntad revelada de Dios; y desde el mismo llamado de Abraham era seguro que se le iba a dar claramente una tierra, una tierra que pronto se entendi� que era Cana�n, sin importar el tiempo que el pueblo elegido tuviera que esperar por ella. (Ver G�nesis 15:1-21 ) Por lo tanto, las Escrituras est�n muy lejos de guardar silencio sobre la resoluci�n de Dios de tomar esa tierra para Israel, aunque era parte de Sus caminos que sus padres fueran peregrinos y extranjeros, mientras que el cananeo estaba entonces en la tierra.

Junto con esto se fusionar�a la necesidad moral de juzgar a sus habitantes reales. ( G�nesis 15:16 ) Por supuesto que no era derecho natural, sino un don divino, para ser reparado por el exterminio del enemigo. Pero por esta misma raz�n es absurdo argumentar que el Dios del Antiguo Testamento es el mismo en car�cter y obra que el Dios del Nuevo, a menos que la justicia terrenal sea lo mismo que la gracia celestial.

Es hacerle el juego a los incr�dulos si la teolog�a favorece una ilusi�n como la negaci�n de la diferencia de dispensaci�n, con el pretexto de que la diferencia es de forma solo con un acuerdo esencial: solo debemos tener en cuenta que la primera es excelente. en su saz�n, este �ltimo perfecto para la eternidad.

Sin duda, desde que el pecado entr� en el mundo, Dios es su justo juez y vengador. En esta misma tierra la destrucci�n de las ciudades de la llanura fue testigo permanente de ello; as� result� Israel en el desierto, as� como en la tierra, y esto hasta la destrucci�n de su ciudad por los romanos. Pero el tiempo del Nuevo Testamento no es necesariamente el principio del Nuevo Testamento; ni se debe confundir el gobierno providencial en el mundo con los principios del cristianismo; ni el juicio temporal con el de los secretos del coraz�n, cuyo resultado es el lago de fuego.

Pero todo cristiano debe sentir que Jehov� estaba plenamente justificado al castigar su iniquidad sobre los cananeos; porque en verdad la tierra, seg�n el lenguaje en�rgico de la Escritura, no pod�a sino vomitar a sus habitantes a causa de sus abominables idolatr�as y sus cr�menes antinaturales casi indecibles. Tambi�n ten�an muchas advertencias, tanto en el juicio ejecutado sobre los m�s notorios en la tierra al principio de los caminos de Dios con los padres, y luego nuevamente al final cuando los hijos fueron sacados de Egipto y a trav�s del desierto, con tales maravillas. al igual que hablaron a sus conciencias, sin embargo, podr�an desafiarlos todos al final.

Pero es rid�culo afirmar que el principio pr�ctico del evangelio, sufrir por la justicia y por causa de Cristo, no est� en contraste directo con el llamado del israelita, el ejecutor designado de la ira divina. El cristiano debe saber mejor que cuestionar la propiedad del pasado o asimilarlo con el presente. �l debe saber tambi�n que el Se�or Jes�s mismo viene otra vez, y esto no m�s ciertamente en gracia para llevarnos a estar con �l en la casa del Padre, que para aparecer en el juicio de Sus adversarios, ya sean jud�os o paganos, o cristianos que profesan falsamente; porque Dios va a juzgar al mundo habitable por aquel hombre a quien resucit� de entre los muertos, Jesucristo nuestro Se�or.

Es la confusi�n de los dos principios distintos lo que hace el mal: para los cristianos al hacerlos de mentalidad mundana; para los incr�dulos en el suministro de material para sus burlas indecorosas. El que sostiene ambos sin confusi�n se adhiere a la verdad inteligentemente, y no da apoyo al incr�dulo, mientras mantiene su propia separaci�n apropiada del mundo para Cristo. Todav�a hay juicios por infligir, pero sobre la cristiandad ap�stata, e incluso sobre el juda�smo ap�stata.

La iglesia nunca tendr� en su mano una espada de dos filos para ejecutar venganza sobre los paganos. Este es un honor reservado para todos los santos jud�os ( Salmo 149:6 ), no para los cristianos. Seremos en ese momento glorificados. La �nica venganza que la iglesia puede ejecutar correctamente es de tipo espiritual.

( 2 Corintios 7:1-16 ; Efesios 6:1-24 ) Es la m�s pura confusi�n pervertir tales indicaciones como estas en la obra del evangelio, e interpretarlas como la destrucci�n de la condici�n de los hombres como paganos por la espada del Esp�ritu. , y convirtiendo su antagonista en una posici�n amistosa.

Dios ha dejado tan claro como la luz en Su palabra que habr� un derramamiento, primero de juicios providenciales, que terminar� con la ruina de Babilonia, luego de la propia intervenci�n del Se�or en venganza al final de la presente dispensaci�n y la introducci�n de Su reinado de paz por mil a�os. Pero todo esto es tan distinto de los caminos del evangelio como del estado de cosas en la eternidad.

Es curioso tambi�n notar c�mo el rabinismo moderno se acerca en esto a la teolog�a moderna. No sostienen la ejecuci�n de la venganza divina en su sentido claro y natural al final de esta era. Ambos suavizan, uno para el jud�o, el otro para la cristiandad, las amenazas solemnes de Dios en una especie de persuasi�n moral, una conquista que no se efectuar� mediante la violencia externa, sino mediante la exhibici�n de la verdad y la justicia, avergonzando a los adherentes. de falsedad y corrupci�n.

�Pobre de m�! no es s�lo con los incr�dulos burlones con los que tenemos que lidiar, sino con los verdaderos creyentes, pero poco entusiastas y totalmente ignorantes, que han dejado de ser, o incluso de entender, un verdadero testigo de Cristo en la iglesia, rechazados en el mundo, pero glorificados en alto. Por lo tanto, cortejan y valoran la influencia mundana, en lugar de mantener nuestro verdadero lugar como una virgen casta desposada con Cristo, por encima del mundo por el cual pasamos, y expulsados ??por �l, hasta que seamos arrebatados para encontrarnos con el Se�or, y �l aparece. para su juicio.

En Josu� 13:1-33 , Jehov� le dice a Josu�: "Ya eres viejo y entrado en a�os, y a�n queda mucha tierra por poseer". Estaba celoso de Su siervo, y lo incita al cumplimiento de su comisi�n. Porque los israelitas hab�an sido perezosos; fueron lentos para actuar sobre la plena concesi�n de Jehov� Habr�an descansado cuando hubieran adquirido lo suficiente para mantenerse; pero no as� es la mente de Dios para nosotros m�s que para ellos.

�l har� que nos preocupemos por las cosas de los dem�s, s�, por las cosas que son de Jesucristo; porque en verdad todas las cosas son nuestras, y cuanto m�s las hacemos nuestras en el poder de la fe, tanto m�s �l es glorificado y la iglesia bendita. Porque no hay mejor manera de ayudar a otro santo que vencer a Satan�s y progresar nosotros mismos.

Por lo tanto, la tierra que qued� se establece en detalle: "Todos los t�rminos de los filisteos, y todo Geshuri, desde Sihor, que est� frente a Egipto, hasta los t�rminos de Ecr�n hacia el norte, que se cuenta a los cananeos: cinco se�ores de los los filisteos, los gazatitas, los asdotitas, los escalonitas, los geteos y los ecronitas; tambi�n los avitas: desde el sur, toda la tierra de los cananeos, y Mearah, que est� junto a los sidonios, hasta Afec, hasta los l�mites de los los amorreos: y la tierra de los giblitas, y todo el L�bano, hacia el nacimiento del sol, desde Baal-gad al pie del monte Herm�n hasta entrar en Hamat.

Echar� de delante de los hijos de Israel a todos los moradores de la monta�a desde el L�bano hasta Misrefot-maim, y a todos los sidonios; solamente rep�rtelo t� por suerte entre los hijos de Israel en heredad, como te lo he mandado. Ahora, pues, repartid esta tierra en heredad a las nueve tribus, ya la media tribu de Manas�s.� As� se ordena a Josu� que reparta por suerte lo que a�n no ha sido arrebatado de las manos de los habitantes.

�Qu� est�mulo para avanzar sin miedo! �No es Jehov� digno de confianza? No obstante, har� que Su pueblo pelee por Cana�n; no por la redenci�n de Egipto, sino por su herencia en la tierra prometida para pelear como los que est�n muertos y resucitados con Cristo, bendecidos con toda bendici�n espiritual en los lugares celestiales en �l. Y de la manera m�s minuciosa se�ala Jehov� los l�mites de lo que les estaba dando, y los enemigos que deb�an ser despose�dos de su posesi�n actual, incluso cuando �l se digna se�alar con precisi�n lo que las dos tribus y media ya hab�an adquirido bajo Mois�s, aunque era inferior a la herencia apropiada de su pueblo.

Tambi�n podemos notar cu�n repetidamente, incluso en este cap�tulo, se llama la atenci�n sobre la tribu de Lev� como si no tuviera tal porci�n por la voluntad de Dios. (Vers�culos 14-33) A los levitas no se les dio heredad en la tierra. Los sacrificios de Jehov� Dios de Israel hechos por fuego, s�, Jehov� mismo, fue su herencia, como les dijo. Los obreros del Se�or estaban en una posici�n diferente al resto de Su pueblo, y fueron llamados a una confianza especial en Su provisi�n para ellos y Su palabra acerca de ellos. Si fallaron en esto, �podr�an sorprenderse de que sus palabras tuvieran poco poder?

En Josu� 14:1-15 encontramos a Eleazar y Josu�, con los jefes y padres de las tribus, repartiendo las tierras por sorteo en la tierra de Cana�n. El primero que viene delante de nosotros es Caleb con los hijos de Jud�, quien le recuerda a Josu� lo que Jehov� le hab�a dicho a Mois�s acerca de ambos en Cades-barnea.

Seg�n su fe, tal era ahora su fuerza, aunque a los cuarenta se le a�adieran cuarenta y cinco a�os; y en su confianza, todav�a tan sencillo como siempre, pide que se le d� la monta�a de la cual habl� Jehov� en aquel d�a.

"Porque t� o�ste en aquel d�a c�mo los anaceos estaban all�, y que las ciudades eran grandes y cercadas; si Jehov� fuere conmigo, entonces los podr� expulsar, como Jehov� dijo. Y Josu� lo bendijo, y dio a Caleb, hijo de Jefone, a Hebr�n por heredad". Caleb es el testimonio sorprendente para nosotros de uno que era fuerte en el Se�or y en el poder de Su fuerza, aqu� para el conflicto (comparar Efesios 6:10-12 ), como antes para soportar pacientemente en el desierto.

( Colosenses 1:12 ) Ni las palabras, "si as� es Jehov� estar� conmigo", etc., tampoco implican la menor duda de su presencia y socorro al hacer de Dios su esperanza, sino una expresi�n piadosa y adecuada de su propia desconfianza. de s� mismo. De nuevo, no hab�a codicia en esto, sino confianza en el Se�or, lo que le hizo valorar m�s lo que �l hab�a prometido.

No podemos tener nuestra mente demasiado en las cosas de arriba: a esta petici�n de Caleb responde por nosotros. Y esto se hace m�s evidente, cuando recordamos que los temidos hijos de Anac estaban all� con sus grandes ciudades cercadas, frente a las cuales Caleb tuvo que arrebat�rselas de las manos, ya que, por otro lado, la ciudad misma estaba despu�s asignado a los levitas. Caleb en verdad era un hombre humilde, o mejor dicho, fiel; y, aunque intr�pido, luch� por la paz, no por amor a la guerra.

�Y la tierra tuvo descanso de la guerra�, dice el Esp�ritu en este punto. De hecho, fue la falta de fe lo que prolong� tanto la necesidad de luchar; de lo contrario, el pueblo pronto hab�a tomado posesi�n de lo que Dios les hab�a dado, y el enemigo se hab�a desvanecido ante el pueblo que se apoyaba en �l.

En el cap�tulo 15 no tenemos la tribu de Rub�n, sino la de la suerte de los hijos de Jud�, una muy considerable en verdad, independiente de la porci�n especial de Caleb, como se traza en el �ltimo cap�tulo, desde el Mar Muerto hasta el r�o. de Egipto, a Jerusal�n al norte, y al Mediterr�neo al oeste. Esto, sin embargo, fue modificado por la introducci�n posterior de Sime�n, como veremos.

Pero aqu� nuevamente se presenta a Caleb, ya que tuvo una parte entre los hijos de Jud�, con detalles de su generosidad para con su hija Acsa, a quien le dio a Otoniel. As� temprano la suerte de Jehov� da el primer lugar a la tribu real, seg�n el prop�sito divino y la predicci�n de Jacob. La gracia hace la diferencia.

En Josu� 16:1-10 tenemos la suerte de los hijos de Jos�, es decir, de Efra�n, y la media tribu de Manas�s (comparar G�nesis 48:1-22 final). Reciben, en consonancia con la fecundidad de su padre, el centro de Cana�n desde el Jord�n hasta el Mediterr�neo.

Pero aqu� encontramos un fracaso a�n mayor que al final del cap�tulo 15. Porque como est� dicho, los cananeos habitan entre los efrainitas hasta el d�a de hoy, como se dijo de los jebuseos o habitantes de Jerusal�n. Sin embargo, hubo esta gran diferencia, que los hijos de Jud� no pudieron expulsar a los jebuseos, sino que los cananeos moraron entre los efrainitas hasta el d�a de hoy, y sirvieron bajo tributo.

Josefo est� equivocado en su forma de plantear el caso; porque dice que los benjamitas, a quienes pertenec�a Jerusal�n, permitieron a sus habitantes pagar tributo, y que las dem�s tribus, imitando a Benjam�n, hicieron lo mismo. Las Escrituras discriminan. Los hombres de Jud� no pudieron echarlos a todos, los hombres de Efra�n tampoco; y estos �ltimos convirtieron su negligencia en una fuente de ganancia.

Entonces siguiendo esto naturalmente, en Josu� 17:1-18 tenemos mucho de Manas�s, el hijo primog�nito de Jos�, y una vez m�s el caso de las hijas de Zelofehad entre las dem�s. Sin embargo, los hijos de Manas�s no pudieron expulsar a los habitantes de sus ciudades, pero los cananeos quisieron habitar en esa tierra. (ver.

12) Si Manas�s hubiera mirado a Dios, la obstinaci�n de los cananeos habr�a resultado una ligera defensa. "Y aconteci� que cuando los israelitas se fortalec�an, pusieron a tributo a los cananeos, pero no los expulsaron del todo". Se acomodaron a su propia conveniencia, sin preocuparse por la palabra del Se�or. Los infieles tienden a quejarse, como lo hicieron los hijos de Jos� con Josu�, como aprendemos del vers�culo 14: "�Por qu� me has dado una suerte y una parte por heredad, siendo yo un pueblo grande, por cuanto Jehov� me ha bendecido?" �hasta ahora?" Josu� les respondi� en su propio terreno.

Si es un gran pueblo, �por qu� no subir al bosque y cortarlo para s� mismos? Al responder ellos que el collado no era suficiente, y que todos los cananeos de los valles ten�an carros de hierro, Josu� repite su palabra a Efra�n y Manas�s: "T� eres un pueblo grande y tienes un gran poder: no tendr�s una sola suerte". : mas el monte ser� tuyo. �l no se desv�a de su decisi�n anterior ni se suma a ella; menos les agradar�a su jactanciosa pusilanimidad o su lentitud.

Josu� 18:1-28 nos muestra a toda la congregaci�n reunida en Silo, y el tabern�culo instalado all�. Ahora que cinco de las tribus hab�an entrado en sus porciones, quedaban siete para recibir su herencia. �Qu� cuadro de falta de energ�a, a pesar de las se�ales visibles de la presencia de Dios, para avanzar contra los cananeos, de acuerdo con Su palabra, s�, mandato! El hecho mismo de que la tierra fuera sometida se convirti� en una trampa.

No fue de otra manera ni siquiera con los ap�stoles, por no hablar de la iglesia en los d�as apost�licos. "�Oh generaci�n incr�dula! �Hasta cu�ndo estar� con vosotros? �Hasta cu�ndo os sufrir�?" dijo el Se�or, agraviado por su incredulidad, no por su mera debilidad o el poder del adversario. �l es superior a toda necesidad, a toda exigencia; pero �cu�l puede, cu�l debe ser el resultado, si su propio pueblo no se aprovecha de su presencia, amor y poder?

Su criado hace un nuevo llamamiento y toma las medidas adecuadas a la ocasi�n. "Y Josu� dijo a los hijos de Israel: �Hasta cu�ndo os esper�is de ir a poseer la tierra que Jehov� el Dios de vuestros padres os ha dado? Dad de entre vosotros tres varones por cada tribu, y yo los enviar�, y se levantar�n, y recorrer�n la tierra, y la describir�n conforme a su heredad, y volver�n a m�.

Y se dividir�n en siete partes; Jud� habitar� en sus territorios al sur, y la casa de Jos� habitar� en sus territorios al norte. Describir�is, pues, la tierra en siete partes, y traer�is aqu� la descripci�n, para que os eche suertes aqu� delante de Jehov� nuestro Dios. Pero los levitas no tienen parte entre vosotros; porque heredad de ellos es el sacerdocio de Jehov�; y Gad, y Rub�n, y la media tribu de Manas�s, han recibido su heredad al otro lado del Jord�n, al oriente, que les dio Mois�s siervo de Jehov�.

"�l despertar�a al pueblo para que sintiera lo que deb�a poseer, y mantendr�a delante de ellos, de la manera que mejor se adapte a su estado, que todo el disponer de la suerte es de Jehov�. La posici�n separada de los que serv�an el santuario es cuidadosamente sostenido: un testimonio impactante en medio de la gente terrenal.

Y as� se hizo. Este Domesday-book se hizo de acuerdo con su estudio y descripci�n (v. 8, 9): "Y Josu� les ech� suertes en Silo delante de Jehov�; y all� Josu� reparti� la tierra a los hijos de Israel seg�n sus divisiones".

A continuaci�n se describe la suerte de Benjam�n, fronteras, tierras y ciudades, hasta el final del cap�tulo. (Vers�culos 11-28)

La segunda suerte sali� para Sime�n; y esto se describe de manera similar al comienzo de Josu� 19:1-8 , con la declaraci�n adicional de que fue de la parte de la herencia de Jud� que se tom� Sime�n, la parte del primero era demasiado para ellos: y por lo tanto el segundo ten�a su porci�n dentro de su parte. (Versi�n 9)

La tercera suerte cay� sobre los hijos de Zabul�n, seg�n sus familias; sus hitos se establecen en los vers�culos 10-16.

En cuarto lugar viene la asignaci�n de Isacar, descrita en los vers�culos 17-23; en el quinto, el de Asher, en los vers�culos 24-31; en el sexto, el de Neftal�, en los vers�culos 32-39; y en el s�ptimo; Dan, en los vers�culos 40-48.

Bellamente se muestra (v. 49-50) que "cuando acabaron de repartir la tierra en heredad por sus t�rminos, los hijos de Israel dieron en heredad a Josu� hijo de Nun entre ellos". Y esto no es todo: "Conforme a la palabra de Jehov�, le dieron la ciudad que hab�a pedido, Timnat-sera en el monte de Efra�n; y edific� la ciudad, y habit� en ella". El ego�smo no estaba en Josu� m�s que en Mois�s. Cada uno ten�a su parte en lo que se le dio a su l�der la palabra de Jehov�, la petici�n de Josu� y el regalo de Israel: pero no hasta que terminaron de repartir la tierra.

En Josu� 20:1-9 tenemos por �ltima vez las ciudades de refugio, de las cuales escuchamos repetidamente en los libros de Mois�s; y mi mente no tiene dudas de que la introducci�n de su cita aqu� se conecta con el alcance de Josu�. Es la sombra de la provisi�n de Dios para Su pueblo despu�s de que hayan perdido la tierra de su herencia a causa de la culpa de la sangre, sin darse cuenta y sin odio, ya que la gracia dar� buena cuenta en el remanente piadoso poco a poco, cuando los ap�statas y los rebeldes perezcan en sus vidas. pecado.

�Y cuando el que huya a una de esas ciudades se pare a la entrada de la puerta de la ciudad, y declare su causa a o�dos de los ancianos de esa ciudad, ellos lo llevar�n a la ciudad con ellos, y dadle lugar para que habite entre ellos, y si el vengador de la sangre le persigue, no le entregar�n en sus manos al homicida, porque sin saberlo hiri� a su pr�jimo, y no le aborreci� antes.

Y habitar� en aquella ciudad hasta que comparezca ante la congregaci�n para el juicio, y hasta la muerte del sumo sacerdote que hubiere en aquellos d�as; entonces volver� el homicida, y vendr� a su ciudad y a su casa. , a la ciudad de donde huy�." Es al final de la edad que el regreso del asesino tiene lugar en "la muerte del sumo sacerdote que habr� en aquellos d�as.

" El roc�o regresa, cuando Cristo cierra ese sacerdocio de intercesi�n que ahora lleva a cabo detr�s del velo por nosotros. Mientras �l est� ahora en el cielo, intercediendo como el verdadero "gran sacerdote" sobre la casa de Dios, el homicida permanece afuera. su posesi�n; pero cuando llegue a su fin, Israel, el "todo Israel" de ese d�a, ser� restaurado y salvo.

Josu� 21:1-45 da la lista de las cuarenta y ocho ciudades levitas, con sus suburbios, incluidas las seis ciudades de refugio de las que acabamos de hablar. "Y Jehov� dio a Israel toda la tierra que jur� dar a sus padres; y ellos la poseyeron, y habitaron en ella. Y Jehov� les dio reposo alrededor, conforme a todo lo que jur� a sus padres; y no qued� ni un hombre de todos sus enemigos delante de ellos; Jehov� entreg� en sus manos a todos sus enemigos. No falt� nada de todo lo bueno que Jehov� hab�a dicho a la casa de Israel; todo se hab�a hecho�. (Versos 43-45)

Las dos tribus de Rub�n, Gad y la media tribu de Manas�s son llamadas, bendecidas y despedidas por Josu� en Josu� 22:1-34 . A su regreso a sus posesiones al otro lado del Jord�n, construyeron un altar junto al Jord�n, "un gran altar para velar". El rumor de este altar despert� en seguida a toda la congregaci�n de los hijos de Israel, que se hab�an reunido en Silo.

Sin embargo, antes de proceder a la guerra, enviaron a Finees, y con �l a diez pr�ncipes que representaban a las otras tribus, quienes los gravaron con su transgresi�n contra el Dios de Israel al rebelarse contra Jehov�. Todav�a comprendieron la solidaridad de Israel y el honor de Aquel que habitaba en medio de ellos, e inculcaron en la conciencia de sus hermanos la iniquidad de Peor y el pecado de Ac�n, ofreci�ndoles lugar de este lado del Jord�n, si su tierra fuera inmunda.

A esto las dos tribus y media invocaron al Dios de Israel para que testificara cu�n lejos de la iniquidad o la rebeli�n estaban ellos hab�an construido el altar, porque no fue pensando en ofrendar sobre �l en independencia del altar de Dios, sino para que sus hijos cesar� de temer a Jehov�: "Un testimonio entre nosotros y vosotros, y nuestra generaci�n despu�s de nosotros, para que hagamos el servicio de Jehov� delante de �l con nuestros holocaustos, y con nuestros sacrificios, y con nuestras ofrendas de paz; para que vuestros hijos no digan a nuestros hijos en el futuro: Vosotros no ten�is parte en Jehov�.

"Esto apacigu� la ira creciente de sus hermanos, que se daban por libres de la mano de Jehov� por la transgresi�n que hab�an temido. Si no era una invenci�n del hombre en las cosas divinas siempre peligrosas, como un sustituto de la fe en Dios y Su memoriales es otra cuesti�n.

En Josu� 23:1-16 , Josu� llama a todo Israel, sus ancianos, jefes, jueces y oficiales, y les expone lo que Jehov� hab�a hecho y har�a por ellos si eran fieles, advirti�ndoles contra la afinidad o el compa�erismo religioso con los cananeos: de lo contrario, Israel no perecer�a a sus enemigos de la buena tierra que �l les hab�a dado.

La acusaci�n final de Josu� sigue en Josu� 24:1-33 , donde aprendemos el hecho sorprendente, nunca antes dicho, de que sus padres eran id�latras, incluso Tar�, el padre de Abraham, y el padre de Nacor, por otro lado. del r�o (es decir, el �ufrates) cuando Jehov� tom� a Abraham como la ra�z de la promesa, y comenz� esa l�nea de donde nacieron.

Su liberaci�n del pueblo de Egipto, el cuidado a trav�s del desierto y el regalo de la tierra, se relatan a continuaci�n, todo de Su gracia; sobre lo cual Josu� los desaf�a a ellos y su lealtad, a lo que el pueblo responde, reconociendo Su misericordia y repudiando a todos los dem�s dioses. Pero Josu� les hace saber su insuficiencia (v. 19, 20) y el peligro, lo que provoca su determinaci�n de servir a Jehov� repetidamente una y otra vez en varias formas.

Aquel d�a se hizo un pacto, y Josu� escribi� las palabras en el libro de la ley, y levant� una gran piedra en testimonio, para que no negaran a su Dios. Entonces el pueblo se fue, y Josu� muri�; pero el pueblo sirvi� todos los d�as de los ancianos que prolongaron sus d�as despu�s de Josu�.

Los huesos de Jos� tambi�n fueron enterrados en Siquem, en el terreno comprado por Jacob al hijo de Hamor, padre de Siquem, mencionado naturalmente con la muerte de Josu� en el monte Efra�n, as� como la de Eleazar, hijo de Aar�n, sepultado en una colina de Finees su hijo, que le fue dado en el mismo monte. Josu� trajo al pueblo a la tierra, como Mois�s los sac� de Egipto, de acuerdo con la fe de Jos�. Pero uno m�s grande que todo dar� un significado m�s profundo en Su d�a.

Información bibliográfica
Kelly, William. "Comentario sobre Joshua 24". Comentario de Kelly sobre los libros de la Biblia. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/wkc/joshua-24.html. 1860-1890.
 
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