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Saturday, September 28th, 2024
the Week of Proper 20 / Ordinary 25
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Bible Commentaries
El Comentario del Púlpito de la Iglesia Comentario del Púlpito de la Iglesia
Declaración de derechos de autor
Estos archivos están en dominio público.
Texto cortesía de BibleSupport.com. Utilizado con permiso.
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Texto cortesía de BibleSupport.com. Utilizado con permiso.
Información bibliográfica
Nisbet, James. "Comentario sobre Zechariah 8". El Comentario del Púlpito de la Iglesia. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/cpc/zechariah-8.html. 1876.
Nisbet, James. "Comentario sobre Zechariah 8". El Comentario del Púlpito de la Iglesia. https://beta.studylight.org/
Versículos 1-23
LA CIUDAD Y EL NI�O
"Y las calles de la ciudad estar�n llenas de ni�os y ni�as jugando en sus calles".
Zacar�as 8:5
Seg�n la interpretaci�n del profeta de la Ciudad de Dios, los ni�os peque�os y los ancianos son las mayores bendiciones de una naci�n y la prueba m�s segura de su gobierno. Un mundo sin ancianos y ni�os peque�os ser�a un mundo intolerable e imposible. En su desamparo, apelan a todo lo mejor de nuestra naturaleza, y la actitud hacia ese llamamiento revela tanto a la gente como al gobierno.
Si la ni�ez es pura, feliz y segura, y la vejez est� contenta y en paz, no hay mucho mal en la naci�n, pero si se descuida la ni�ez y se desprecia la vejez, la maldici�n de Dios no est� lejos.
I. El ni�o en la ciudad malvada. �La visi�n del profeta de la ciudad devastada est� llena de crueldad, miseria y pecado. La irreligi�n y la anarqu�a hac�an da�o con la mano abierta y el rostro descarado. La justicia se neg� a escuchar las quejas de los d�biles y retuvo su mano del castigo de los fuertes. La opresi�n, la crueldad y la pobreza siguen inevitablemente el camino de la impiedad.
Los indefensos fueron saqueados con impunidad, y el sufrimiento recay� con mayor fuerza sobre las viudas y los hu�rfanos, los extra�os y los lisiados. En vano clamaron a quienes deber�an haber sido sus ayudantes; por tanto, el Se�or fue su vengador. Lleg� el torbellino y la desolaci�n llen� la tierra. Dios no es indiferente al clamor de los oprimidos, y en todo pa�s la maldad, la corrupci�n y la crueldad son precursores de la condenaci�n. Pero en la calamidad vengativa, como en el curso de la transgresi�n, los desamparados son los que m�s sufren. En d�as de angustia y en tiempos de maldad, las calles son seguras solo para los fuertes.
Afortunadamente, nuestra propia tierra no sabe nada de hambrunas y guerras. Escenas tan terribles como las que presenci� el profeta son desconocidas en nuestra tierra favorecida, pero el llanto de los ni�os y el gemido de los ancianos no son desconocidos en la tierra. Una gran proporci�n de nuestros ancianos son pobres, carecen de todo lo que la vejez necesita de comodidad y ausencia de cuidados. Los ni�os de nuestras calles est�n superpoblados y desnutridos. Est�n expuestos a peligros mayores que los del hambre.
�Qui�n puede decir la suerte de un ni�o nacido en un tugurio de la ciudad y arrojado a las calles para valerse por s� mismo? La intemperancia, el juego, la lujuria, la miseria, el vicio impuesto al ni�o familiarizan la mente con lo s�rdido y brutal, y la preparan para una vida delictiva. Cuando se descuida la infancia, se pierde la naci�n.
II. El regreso del Se�or: el regreso del Se�or cambi� el car�cter de la ciudad y la condici�n de su gente. Marque el orden: 'He vuelto a Sion, y habitar� en medio de Jerusal�n; Jerusal�n ser� llamada la Ciudad de la Verdad; y el monte del Se�or de los ej�rcitos, el monte santo. El regreso del Se�or restaura la verdad y la verdad establece la santidad. El car�cter de la gente cambia e inmediatamente su condici�n comienza a mejorar.
Vuelve la prosperidad. La religi�n resuelve el problema de los desempleados. La maldici�n de la tierra ha desaparecido con la pobreza y la miseria de la gente. Ya no tienen hambre, ni se oye la voz de los lamentos en las calles. �Es esta historia antigua? �No asegura la justicia de todos los tiempos la paz y la prosperidad de un pueblo? �Y no se ve el fruto de la bondad por primera vez en la vida de la infancia y la vejez? Cuando el pastor Hsi se convirti�, llev� a su suegra pagana bajo su propio techo para que pudiera ocuparse de su comodidad; y en Rossendale, cuando un cantero borracho entreg� su coraz�n a Dios y la familia tuvo una cena decente, los ni�os bailaron en la acera, gritando: "Pap� se ha convertido y tenemos cabeza de oveja para cenar". El verdadero remedio para el mal comercio es volver a la rectitud, y la mejor cura para la pobreza es un renacimiento de la religi�n.
III. La ciudad de Dios. �No la ciudad puede realizar la intenci�n divina que no prev� el progreso y la defensa. El joven de la cuerda de medir del agrimensor es reprendido y detenido. 'Jerusal�n ser� habitada sin muros'. Debe haber espacio para expandirse. Las poblaciones hacinadas fomentan las enfermedades y alimentan la corrupci�n. Las ciudades ya no ser�n fortalezas, sino lugares de paz y trabajo.
Debe haber libertad para ir y venir. La vida angustiada dentro de las murallas de la ciudad, con sus calles estrechas y �reas insalubres, debe dar lugar a una vida m�s grande, m�s plena y m�s divina. �Qu� visi�n de campos y jardines, paz y alegr�a, felicidad y belleza se presenta en la ciudad sin muros y puertas, armas y tugurios! Ciudades, no recintos ni colonias laborales, sino un conjunto de hogares donde trabajan hombres fuertes y los viejos se sientan con las manos juntas y el rostro sonriente, mientras los j�venes se divierten en sus calles; toda la poblaci�n segura y feliz en la defensa de la Santa Presencia, que es como un muro de fuego alrededor.
IV. El ni�o en la ciudad de Dios. �No hay nada en la ciudad tan importante como el ni�o. Una infancia empobrecida significa una naci�n demacrada y una infancia en peligro una naci�n degradada. Como es el ni�o, ser� el Estado. El profeta dice que jugar�n en las calles, no trabajar�n en ellas. Jugar, no trabajar, es prerrogativa del ni�o. �De qui�n no se ha tocado el coraz�n en una noche de invierno al ver a ni�os cansados ??y apretados trabajando duro cuando deber�an haber estado en la cama? Tales cosas no deber�an ser.
La infancia es el momento de habitar en tierras pobladas de hadas y en hogares sin miedo. Las calles deben ser aptas para que jueguen. Deben estar libres de peligro f�sico para los indefensos y sin peligro moral para los inocentes. Cuando las calles de la ciudad sean seguras para los ni�os, ser�n lo suficientemente buenas para todos los dem�s.
�Y nuestras ciudades? �Los estamos haciendo aptos para los ni�os y lugares de alegr�a para los ancianos? �O son contadores de la vejez y la infancia en un juego pol�tico? �Estamos cuidando al ni�o o discutiendo por �l? �Estamos haciendo senderos rectos para los pies inocentes o estamos permitiendo que se coloquen trampas en las calles para su destrucci�n? El ni�o es el est�ndar de juicio. Por la seguridad y felicidad de los inocentes todas las cosas ser�n juzgadas.
Cualquiera que desprecie al ni�o, ciertamente ser� maldecido. En la salvaci�n del ni�o se salvar� la naci�n. Dios se preocupa por cada ni�o peque�o. No es su voluntad que uno de ellos perezca. El primer deber del Estado es cuidar del ni�o y el primer deber de la Iglesia es la salvaci�n del ni�o.
Ilustraci�n
�La vida de una ciudad, cualesquiera que sean sus tentaciones, nunca puede carecer de inter�s. La Jerusal�n de la que escribi� el profeta Zacar�as ser�a una ciudad de interminable inter�s y variedad. Hab�a aparecido una carta en los peri�dicos, en la que el escritor dec�a que durante doce a�os hab�a vivido en Londres, al lado de un hombre al que nunca vio. No hubo relaciones de vecindad entre ellos, pero, por fin, despu�s de tantos a�os, su peque�o rompi� un cristal en la casa del vecino, y llam� para disculparse y pagar los da�os.
Para su asombro, descubri� que el hombre era su primo hermano. El profeta nos dice que la Jerusal�n celestial ser� como una ciudad sin murallas para la multitud de hombres y ganado en ella. No habr� muros que impidan a los vecinos entre s�.