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Bible Commentaries
Romanos 6

Sinopsis del Nuevo Testamento de DarbySinopsis de Darby

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Versículos 1-23

El car�cter de esta nueva vida, a la que nos ha llevado la resurrecci�n de Cristo, se presenta aqu� de manera sorprendente. Cristo hab�a glorificado perfectamente a Dios al morir; tambi�n al morir era el Hijo del Dios viviente. No es todo, por lo tanto, que �l no pudiera ser retenido por ello, aunque eso sea cierto a causa de Su Persona; Su resurrecci�n fue tambi�n una necesidad de la gloria de Dios Padre. Todo lo que estaba en Dios fue obligado a hacerlo por Su gloria misma (as� como Cristo lo hab�a glorificado todo), Su justicia.

Su amor, Su verdad, Su poder; Su gloria, en que no pudo humillar a la muerte para tener la victoria sobre Aquel que fue fiel; Su relaci�n de Padre, que no deb�a, no pod�a, dejar a Su Hijo en servidumbre al fruto del pecado y al poder del enemigo. Era debido a Cristo por parte de Dios, debido a su propia gloria como Dios y Padre, necesario tambi�n, para mostrar el reflejo de su propia gloria, para manifestarla seg�n sus consejos, y eso en el hombre.

Cristo resucit� de entre los muertos por la gloria del Padre. Todo lo que el Padre es entr� en ella, comprometido a dar a Jes�s el triunfo de la resurrecci�n, de la victoria sobre la muerte, ya dar a la resurrecci�n el resplandor de su propia gloria. Habiendo entrado, como fruto de la operaci�n de Su gloria, en esta nueva posici�n, este es el modelo del car�cter de esa vida en la que vivimos ante Dios. [28] Sin esta manifestaci�n en Cristo, Dios, aunque actuando y dando testimonio de su poder y de su bondad, permanece velado y escondido. En Cristo glorificado, centro de todos los consejos de Dios, vemos la gloria del Se�or a cara descubierta, y toda boca lo confiesa Se�or para gloria de Dios Padre.

Nuestra vida debe ser el reflejo pr�ctico de esta gloria del Se�or en el cielo. El poder que nos pone en asociaci�n con �l en este lugar, y que todav�a obra en nosotros, se muestra al final del primer cap�tulo de Efesios [29]. Pero ah� est� introducir nuestra resurrecci�n con Cristo. Aqu� se trata de la propia resurrecci�n de Cristo, la doctrina, o la cosa en s�, y sus consecuencias e importancia moral con respecto al individuo que vive aqu� abajo, en vista de su relaci�n con Dios como hombre responsable. Es una vida completamente nueva. Estamos vivos para Dios a trav�s de �l.

Identificados as� con �l en la semejanza de su muerte, entraremos tambi�n en la de su resurrecci�n. Vemos aqu� que la resurrecci�n es una consecuencia que �l deduce como un hecho, no una participaci�n m�stica en la cosa; sabiendo primero esto (como gran fundamento de todo), que nuestro viejo hombre, el que en nosotros aboga por el pecado como fruto de la perfecta gracia de Dios, es crucificado con Cristo, para que todo el cuerpo de pecado sea destruido a fin de que ya no debemos servir al pecado.

Toma la totalidad y el sistema del pecado en un hombre, como un cuerpo anulado por la muerte; su voluntad es juzgada y ya no nos domina. Porque el que est� muerto es justificado [30] del pecado. Ya no se le puede imputar el pecado como algo que existe en un hombre vivo y responsable. Por lo tanto, estando as� muertos con Cristo profesadamente por el bautismo, realmente al tener por nuestra vida al que muri�, creemos que viviremos con �l; pertenecemos a ese otro mundo donde �l vive en resurrecci�n.

La energ�a de la vida en la que �l vive es nuestra porci�n: creemos esto, sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de entre los muertos, ya no muere. Su victoria sobre la muerte es completa y definitiva; la muerte ya no tiene dominio sobre �l. Por lo tanto, es que estamos seguros de la resurrecci�n, es decir, a causa de esta victoria completa sobre la muerte, en la que �l entr� por nosotros en la gracia. Por la fe hemos entrado en ella con El, teniendo nuestra parte en ella conforme a la Suya en ella.

Es el poder de la vida de amor lo que lo llev� all�. Muriendo, �l muri� al pecado. �l descendi� hasta la muerte antes que dejar de mantener la gloria de Dios. Hasta la muerte, e incluso en la muerte, tuvo que ver con el pecado, aunque no lo hubo en �l, y con la tentaci�n; pero all� ha acabado con todo para siempre. Morimos al pecado al participar en Su muerte. La consecuencia por la gloria del Padre es la resurrecci�n. Ahora, por lo tanto, "en cuanto muri�, al pecado muri� una vez para siempre; en cuanto vive, vive para Dios".

Por lo tanto, �l ya no tiene nada que ver con el pecado. �l vive, s�lo perfectamente, sin referencia en Su vida a nada m�s, a Dios. En que �l vive, Su vida est� en relaci�n con Dios �nicamente. [31] Entonces tambi�n nosotros debemos considerar que es por la fe que estamos muertos al pecado y vivos para Dios, no teniendo otro objeto de vida que Dios, en Cristo Jes�s. Debo darme por muerto, tengo derecho a hacerlo, porque Cristo ha muerto por m�; y estando vivo ahora para siempre para Dios, debo considerarme como salido, por la vida que vivo a trav�s de �l, del pecado al cual mor�.

Porque este es el Cristo que yo conozco; no un Cristo que vive en la tierra en conexi�n conmigo seg�n la naturaleza en la que vivo aqu� abajo. En esa naturaleza se prueba que soy un pecador, e incapaz de una verdadera relaci�n con �l. Ha muerto por m� como viviente de esa vida, y entr�, por medio de la resurrecci�n, en un nuevo estado de vida fuera del anterior. Es all� que como creyente lo conozco. Tengo parte en la muerte, y en la vida por medio de Aquel que ha resucitado. Tengo la justicia por la fe, pero la justicia como teniendo parte con Cristo muerto y resucitado, como siendo, por lo tanto, por la fe muertos al pecado.

Y esta es la diferencia esencial de esta parte de la ep�stola. No es que Cristo haya derramado Su sangre por nuestros pecados, sino que hemos muerto con �l. Hay un final para la fe en nuestro estado y nuestra posici�n en la carne. El Cristo que se ha convertido en nuestra vida muri�, y, como vivo a trav�s de �l, lo que �l ha hecho es m�o; y tengo que decir que mor�. Me doy por muerto. [32] El ap�stol deduce la consecuencia evidente: �No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal.

"No deis vuestros miembros como instrumentos del pecado al cual est�is muertos por Cristo; sino como vivos, como despertados de entre los muertos, presentad vuestros miembros como instrumentos de justicia a Dios para quien viv�s. El cuerpo es ahora el mero instrumento de la vida divina, y somos libres de usarlo para Dios como tal, pues, de hecho, el pecado no se ense�orear� de nosotros, porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia.

Aqu� no se habla del principio sino del poder. En principio estamos muertos al pecado, seg�n la fe; en la pr�ctica no tiene poder sobre nosotros. Observe que la fuente del poder pr�ctico para conquistar el pecado no est� en la ley, sino en la gracia.

Ahora bien, es verdad que, no estando bajo la ley, la regla bajo la cual estamos colocados no es la de imputaci�n sino la de no imputaci�n. �Es esta una raz�n por la que debemos pecar? �No! hay una realidad en estas cosas. Somos esclavos de lo que obedecemos. El pecado conduce a la muerte; obediencia a la justicia pr�ctica. Nos basamos en el principio m�s amplio de una nueva naturaleza y gracia; no la aplicaci�n de una regla externa a una naturaleza que no estaba ni pod�a estar sujeta a ella.

Y, en verdad, habiendo estado en el primer caso, los disc�pulos en Roma hab�an dado prueba de la justicia del argumento del ap�stol andando en la verdad. Liberados de la esclavitud del pecado, se hab�an convertido (para usar lenguaje humano) en esclavos de la justicia, y esto no termin� en s� mismo; la justicia pr�ctica se desarroll� por la separaci�n de todo el ser para Dios con una inteligencia siempre creciente.

Eran obedientes en tal y tal cosa; pero el fruto fue la santificaci�n, una capacidad espiritual, en el sentido de que fueron separados del mal, para un conocimiento m�s profundo de Dios. [33] El pecado no produjo fruto, termin� en muerte; sino librados del pecado y hechos siervos de Dios la verdadera justicia de la obediencia, como la del mismo Cristo- ten�an ya su fruto en la santidad, y el fin deb�a ser la vida eterna.

Porque la paga del pecado fue muerte, la d�diva de Dios fue vida eterna en Cristo Jes�s Se�or nuestro. Ahora bien, esta vida era vivir para Dios, y esto no es pecado; sin embargo, es gracia. Aqu� el ap�stol, cuyo tema es la justicia judicial ante Dios, se aproxima a Juan y conecta su doctrina con la de la Primera Ep�stola de Juan, quien all�, por otro lado, entra en la doctrina de la propiciaci�n y aceptaci�n cuando habla de la impartici�n de vida.

La apelaci�n es muy hermosa para un hombre en verdadera libertad, la libertad de la gracia, estando muerto al pecado. �l es liberado completamente por la muerte. �A qui�n se va a entregar ahora? Por ahora es libre; �Se va a entregar al pecado? Es un llamamiento noble. [34]

Nota #28

De hecho, el Padre, el Hijo y el Esp�ritu Santo estuvieron todos comprometidos en la resurrecci�n de Cristo. Levant� el templo de Su cuerpo en tres d�as, fue vivificado por el Esp�ritu y resucitado por la gloria del Padre.

Nota #20

A lo que podemos a�adir en pleno efecto el final de la tercera. Los detalles se encuentran en otros lugares.

Nota #30

La palabra es "justificado". Y aqu� vemos claramente la importante diferencia entre pecado y pecados: no se puede acusar de pecado a un hombre muerto. No tiene voluntad perversa, ni deseos malignos. Puede haber cometido muchos pecados en vida, puede o no estar justificado de ellos. Pero no puedes acusarlo de pecado. Y, como hemos visto, del cap�tulo 5:12, estamos hablando del pecado del estado del hombre, no de los pecados.

Nota #31

Esta es una expresi�n maravillosa. En cuanto a la fidelidad, su vida la gast� para Dios, vivi� para Dios. Pero ahora Su vida no conoce nada m�s que a Dios.

Nota #32

N�tese aqu� que la Ep�stola a los Romanos no contin�a diciendo que hemos resucitado con Cristo. Eso lleva necesariamente a la uni�n, y es terreno de Efeso. S�lo debemos se�alar que la muerte y la resurrecci�n nunca pasan al estado celestial; son el estado experimental subjetivo. En Efesios, cuando estamos muertos en pecados, somos tomados, vivificados y puestos en Cristo, as� como Cristo fue resucitado y puesto en gloria sobre los cielos: simplemente la obra de Dios. Aqu� es individual: estamos vivos en �l. Tendremos parte en Su resurrecci�n, andando en novedad de vida. Es personal y pr�ctico: el hombre, como hemos visto, vivo en la tierra.

Nota #33

Compare �xodo 33:13 .

Nota #34

N�tese que no es un llamamiento a los pecadores como se usa a veces, sino a los que ya han sido liberados.

Información bibliográfica
Darby, John. "Comentario sobre Romans 6". "Sinopsis del Nuevo Testamento de Juan Darby". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/dsn/romans-6.html. 1857-67.
 
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