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Bible Commentaries
2 Crónicas 32

Comentario de Sutcliffe sobre el Antiguo y el Nuevo TestamentoComentario de Sutcliffe

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Versículos 1-33

2 Cr�nicas 32:1 . Senaquerib rey de Asiria, Nuestro conocimiento del otrora grande y floreciente imperio de los asirios, es muy imperfecto. Beroso, oriundo de Caldea, es el que m�s ha escrito; Herodoto y Diodoro Siculus son los principales autores que ofrecen fragmentos de su historia. N�nive era la capital y ten�a cien mil ni�os; y por supuesto una poblaci�n de no menos de quinientos mil habitantes.

Ignoramos la extensi�n del imperio asirio; pero abarcaba el mar Caspio, porque muchas de las diez tribus estaban ubicadas en Armenia y en el r�o Goz�n, que desemboca en el Caspio. Toda Babilonia, Persia, Damasco o Siria, Samaria y Galilea, estaba ahora bajo su poder. Seg�n Plat�n, la propia Troya una vez llev� su yugo: pero la sede del imperio a�n no se hab�a transferido a Babilonia.

Teniendo en cuenta el car�cter victorioso actual del imperio, nos sorprende menos que Senaquerib se jacte de que ning�n dios de ninguna naci�n pudo librar al pueblo de su mano: 2 Cr�nicas 32:15 .

2 Cr�nicas 32:21 . Corta a todos los valientes y valientes. Herodoto, cuando viaja por Egipto, registra la destrucci�n del ej�rcito asirio de manera jerogl�fica. Mientras Senaquerib, a quien llama rey de los �rabes y asirios, asediaba Pelusio, Sethon, un sacerdote en el templo de Vulcano, muy alarmado y angustiado, se retir� a su templo y lament� la calamidad.

Mientras realizaba estas devociones, se durmi� y so�� que ve�a a su dios, quien lo exhortaba a cobrar valor, asegur�ndole que no le ocurrir�a ning�n da�o, siempre que fuera al encuentro de los �rabes, para que le enviara socorro. Obedeci� y fue seguido, no por los soldados, sino s�lo por comerciantes, artesanos y mec�nicos. A su llegada a Pelusium, un n�mero infinito de ratas de campo invadieron el campamento esa misma noche, y se comieron todos sus cinturones, cuerdas de arco y carcaj de cuero, de modo que a la ma�ana siguiente, incapaces de usar su armadura, echaron a volar y perdieron. abundancia de gente.

En memoria de esta acci�n, erigieron en el templo de Vulcano una estatua de piedra que representa a este rey sosteniendo una rata en su mano, con esta inscripci�n: TODO EL QUE ERES QUE ME VE, APRENDE A TEMER A LOS DIOSES. Euterpe. No es improbable que muchos asirios fueran asesinados antes de Pelusium, as� como antes de Jerusal�n. La historia sagrada y la profana coinciden en que el azote fue en una noche, por lo tanto fue sobrenatural, y no una enfermedad del campamento o del clima.

Pero el hecho de que el sacerdote vaya angustiado al templo y la promesa de liberaci�n concuerdan perfectamente con Ezequ�as en el templo y con la promesa de liberaci�n del Se�or por medio del profeta Isa�as. Beroso el historiador babil�nico dice: �que Senaquerib ten�a guerra en Egipto, y al regresar de esta guerra despu�s de haber ofendido a su ej�rcito, lo dej� bajo el mando del Rabsaces, y fue destruido la primera noche que se sentaron delante de la ciudad, y uno ciento ochenta y cinco mil hombres consumidos.

Este autor atribuye la destrucci�n del ej�rcito a los efectos de los Simoons, o vientos calientes. Josefo habla en el mismo sentido, que mientras Senaquerib luch� contra los egipcios y los et�opes, dej� a su general para sitiar Jerusal�n; y tambi�n parece transmitir la idea de que esta se�al de visita ocurri� mientras el rey de los asirios asediaba Pelusium. Otros comentaristas piensan que los asirios ahora estaban haciendo una retirada vergonzosa de Egipto hacia su propio pa�s, y que Senaquerib estaba sitiando Libna y Laquis, dos ciudades de Jud� no muy distantes la una de la otra.

Senaquerib en verdad se salv�, pero fue s�lo para llevar los terrores de su ruina a N�nive, porque seg�n nuestro Prideaux, �l exigi� de algunos de �l que conocieran la causa, que el irresistible Dios del cielo favorec�a tanto a la naci�n jud�a; y se le respondi� que Abraham, de quien descend�an, al sacrificar a su �nico hijo al Se�or, hab�a comprado esta protecci�n para su progenie. Senaquerib respondi�, si eso funciona, perdonar� a dos de mis hijos para ganarlo en mi inter�s.

Cuando Sharezer y Adrammelech se enteraron de que iban a ser las v�ctimas, decidieron evitar su propia muerte sacrificando a su padre. Ya sea que esta historia sea legendaria o verdadera, muestra que este rey, que hab�a hecho una carnicer�a tan espantosa de la naturaleza humana, recibi� la misma recompensa.

2 Cr�nicas 32:30 . El curso de agua superior de Gihon, al oeste de Jerusal�n. Este fue un manantial poderoso que alegr� la ciudad de Dios y reg� el templo. Fluy� al estanque de Silo� y de Betesda. Ezequ�as lo cubri� con un arco continuo y tierra, no fuera que, en caso de asedio, el enemigo lo encontrara y desv�e la corriente.

Proporcion� a los profetas figuras ret�ricas. "Todas mis fuentes est�n en ti". Salmo 87:7 ; Ezequiel 47:1 ; Apocalipsis 22:1 .

2 Cr�nicas 32:33 . Ezequ�as fue sepultado en el mayor de los sepulcros. Tanto el hebreo como el griego dicen, el m�s alto de los sepulcros.

REFLEXIONES.

El surgimiento y ca�da de los imperios, el desborde de la guerra y las devastaciones de la tierra, son en todo momento temas interesantes de contemplaci�n moral y pol�tica. Cuando las naciones han permanecido un tiempo tranquilas, cuando la agricultura y el comercio han dado un aspecto de lujo y desorden al car�cter, cuando el vicio se vuelve insolente y desprecia el control de la ley y la religi�n, entonces el cielo prepara sus flagelos de hambre, pestilencia y guerra.

As� sucedi� en Asia occidental, cuando las fuerzas asirias, tal vez medio mill�n en n�mero, salieron del Tigris y todas las ciudades cayeron ante ellos; s�, Jerusal�n, tan fuerte por naturaleza, con un gran presente, rescat� el asedio. Senaquerib tampoco se detuvo hasta llegar al brazo oriental del Nilo. �Qu� vasta carrera de invasi�n, qu� carnicer�a, qu� crueldades! �Qu� devastaci�n debi� haber asistido a su progreso! Pero el azote desbordante que dej� el Tigris, cruz� el �ufrates, barri� la cordillera del Jord�n y atraves� el desierto, fue detenido por las orillas del Nilo. Dijo, pues, Dios a Asiria, en cuanto a las orgullosas olas del mar: Hasta aqu� vendr�s, y no m�s.

Pero f�jate, lector, f�jate por el aumento de tu fe y consuelo; cuando Dios abandon� a todas esas naciones a la misericordia del enemigo, protegi� a Jerusal�n ya todos los que huyeron all� para confiar bajo las alas de JEHOV�. El p�rfido asirio tom� el dinero de Ezequ�as y avanz� hacia el sur; pero o bien se arrepinti� de su indulgencia, o no pens� que su retirada era segura mientras Jerusal�n estaba desocupada, envi� al Rabsaces de regreso con un ej�rcito y una orden imperiosa para que se rindiera.

De hecho, Ezequ�as hab�a ocultado la fuente de agua que flu�a en un canal subterr�neo, pero no ten�a poder contra una multitud tan grande. Los talentos y elocuencia del Rabsaces eran irresistibles. Este hombre malvado e imp�o, muy h�bil en la lengua hebrea, no solo desafi� al Dios de Israel, sino que trat� de provocar la desesperaci�n y la revuelta en la ciudad.

Vemos m�s lejos, cuando el brazo de carne falla, el brazo del Se�or es m�s que suficiente. Los ministros de Ezequ�as regresaron del campamento enemigo, y con la insolente carta de Senaquerib, 2 Reyes 19 .; el rey rasg� su manto y, entrando en el templo, extendi� la carta delante del Se�or y llor� profundamente. Entonces Ezequ�as y todo su pueblo buscaron al Se�or; clamaron a Aquel que tantas veces los hab�a librado en el d�a de la angustia; ni hab�an orado mucho antes de que Isa�as les enviara del Se�or una carta de consuelo, para acabar con los efectos de la carta del enemigo; y estaba escrito con una elocuencia digna del tema.

Desprecia la blasfemia del enemigo y desprecia sus amenazas. �Por tus mensajeros has injuriado al Se�or y has dicho: Con la multitud de mis carros he llegado a la altura de los montes ya los lados del L�bano; y entrar� en las moradas de su t�rmino, y entrar� en los bosques de su Carmelo. Cav� y beb� aguas extra�as; y con las plantas de mis pies sequ� todos los r�os de los lugares sitiados.

��Qui�n, pues, me impedir� entrar en Jerusal�n? "Pondr� mi garfio en tu nariz, y mi freno en tus labios, dice el Se�or, y te volver� por el camino por donde viniste". �Qu� consuelo son las palabras de Dios y los ministros de Dios en el d�a de la aflicci�n! Por las promesas divinas anticipamos la liberaci�n y despreciamos la malicia de nuestros enemigos.

El logro no se demor� mucho. Esa misma noche el �ngel del Se�or, con rayos en sus manos y frascos de pestilencia vertidos en el aire, hiri� a ciento ochenta y cinco mil de la hueste infiel. Por esto Dios le ense�� al orgulloso asirio, que aunque hab�a sido comisionado para castigar a las naciones inicuas; sin embargo, no le permiti� tocar su Sion y su pueblo del pacto. �D�nde est�n ahora todos sus discursos orgullosos y las jactancias de una lengua infiel? �Qu� tienen las naciones o los individuos que temer, que permanecen en el pacto con Dios? Cu�n agradecido estar�a Jud� por el mejor de los reyes y por regresar al Se�or.

Cu�n agradecidos cuando consideraron a modo de contraste, que sus hermanos ap�statas en Samaria estaban en cautiverio, y que no tuvieron ayuda en el d�a de la angustia. Los invasores y el bot�n de las naciones saqueadas yacen postrados a sus pies. Oh, qu� d�a de alegr�a para Jerusal�n: qu� ejemplo de aliento para las edades futuras.

Pero la prosperidad tiende a intoxicar el cerebro. Ezequ�as, olvid�ndose pronto de sus obligaciones, no volvi� a rendir al Se�or conforme a esta se�al de liberaci�n. Por tanto, el Se�or lo afligi�, como veremos Isa�as 38 en Isa�as 38 . As� sucede en la econom�a de la providencia sobre el hombre; los que tienen grandes misericordias, a menudo tienen grandes cruces y dolorosa aflicci�n.

As� sucedi� con Jacob, con David y con Pablo. M�s vale que nos mantengamos pobres y afligidos de por vida, que pecar contra Dios olvid�ndonos de sus misericordias; y haciendo un vano alarde de riquezas, como si fueran adquiridas �nicamente por nuestros propios esfuerzos.

Información bibliográfica
Sutcliffe, Joseph. "Comentario sobre 2 Chronicles 32". Comentario de Sutcliffe sobre el Antiguo y el Nuevo Testamento. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/jsc/2-chronicles-32.html. 1835.
 
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