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Bible Commentaries
Ezequiel 45

Comentario de Sutcliffe sobre el Antiguo y el Nuevo TestamentoComentario de Sutcliffe

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Versículos 1-25

Ezequiel 45:18 . Tomar�s un becerro sin defecto y limpiar�s el santuario. En el antiguo tabern�culo todos los vasos fueron tocados con sangre, para purificarlos y consagrarlos a prop�sitos sagrados. De la misma manera, Cristo santifica a su pueblo, lav�ndolo de sus pecados con su propia sangre.

REFLEXIONES.

La orden de dividir la tierra por sorteo, o en proporciones justas al regreso de los jud�os, difiere materialmente de la divisi�n hecha por Josu�; y se permite que no se hizo tal divisi�n, ni siquiera se intent�, cuando los jud�os regresaron de Babilonia. En consecuencia, las visiones aqu� se refieren principalmente a tiempos m�s felices que los que Israel haya visto jam�s.

Encontramos en la divisi�n del pa�s que una porci�n de la tierra se reserv� primero para el Se�or. Su templo requer�a un amplio espacio de terreno, y sus pobres requer�an apoyo; y siempre vive su guardi�n y amigo constante. Si esperamos la bendici�n del Se�or, debemos rendirle homenaje hasta la blanca de la viuda. Por tanto, es bueno para los hombres, cuando llegan a su herencia, consagrar su fortuna con una peque�a ofrenda al cielo de esta manera.

A continuaci�n, se reserv� una parte para el pr�ncipe. La realeza, que mira con ojos paternos el bien p�blico, deber�a recibir un amplio apoyo a cambio. El rey es el ministro del Se�or; y junto a un lote de tierra para la casa del Se�or, su sustento est� garantizado en orden, y previo a la provisi�n para los ministros de religi�n. Su porci�n era adyacente a la capital, porque deb�a residir contiguo al tribunal y al tribunal de justicia.

Con respecto a las diversas ofrendas aqu� prescritas, aunque creo sinceramente que estas visiones del templo que vio Ezequiel fueron en figura la iglesia de Cristo a lo largo de todas las edades, como explican los �ltimos cap�tulos del Apocalipsis; sin embargo, como los jud�os son parte de esa iglesia, a quienes una vez se les dio preferencia, y como a su regreso no se convertir�n en general, no hay duda de que esta ampliaci�n de los sacrificios habituales se ofrecer� al Se�or, hasta que bajo la opresi�n de sus enemigos de alguna manera, y probablemente como St.

Pablo, camino de Damasco, mirad a Aquel a quien traspasaron: entonces comenzar� el milenio y la adoraci�n m�s pura de Dios. De ah� que me asombren mucho ciertos escritores ingeniosos, que piensan que los jud�os har�n de la visi�n de Ezequiel el modelo de su futura ciudad y templo. Si la gloria de los �ltimos d�as ha de consistir en una arquitectura espl�ndida, no s� c�mo se puede superar la edad de Salom�n. El templo que construy� fue una obra de perfecci�n; s�, el tabern�culo en Siloh era adecuado para expresar con sombras, la gloria espiritual de la iglesia. Pero el cap�tulo cuarenta y siete parece tener las marcas m�s evidentes de ser figurativo y, en consecuencia, de ser entendido en un sentido espiritual.

No cabe duda de que la ciudad, la Jerusal�n santa, que el ap�stol Juan vio en visi�n, es la misma que predijo Ezequiel; pero ciertamente no ten�a la apariencia de una ciudad terrestre. Todo en �l es celestial y divino, como nunca se vio en la tierra, y cuyo �nico constructor y hacedor es Dios. En lugar de ser erigido en la tierra de Palestina, desciende �de Dios del cielo�, sin templo, ni sol ni luna para brillar en �l; hasta la tierra y el mar pasaron.

El Se�or Dios y el Cordero son su templo, y su gloria es su luz. Todo muestra que esta ciudad tiene un origen celestial, contrastando con todas las producciones del arte humano y con todo lo que se conoce en el mundo actual. Puede entenderse s�lo del estado celestial, o subordinadamente de la iglesia en la tierra en su m�xima perfecci�n en los �ltimos d�as, como el preludio o anticipaci�n de la gloria celestial.

Por lo tanto, es agradable a la analog�a de la fe considerar las predicciones del profeta como una referencia a una ciudad espiritual y un templo, de acuerdo con las visiones arrebatadas del santo ap�stol. Comp�rese con Apocalipsis 21:22 . con Ezequiel 47, 48.

Información bibliográfica
Sutcliffe, Joseph. "Comentario sobre Ezekiel 45". Comentario de Sutcliffe sobre el Antiguo y el Nuevo Testamento. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/jsc/ezekiel-45.html. 1835.
 
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